El Perdón CIC
El Perdón CIC
El Perdón CIC
210 Moisés confiesa entonces que el Señor es un Dios que perdona (Cf. Ex
34,9).
Dios es Amor
218 A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para
revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito
(Cf. Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también
por amor Dios no cesó de salvarlo (Cf. Is 43,1-7) y de perdonarle su infidelidad y sus
pecados (Cf. Os 2).
301 A. mas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses
querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida (Sb 11, 24-26).
425 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación
de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro
a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "fue entregado
según el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2, 23). Este
lenguaje bíblico no significa que los que han "entregado a Jesús" (Hch 3, 13) fuesen
solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.
426 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por
tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta
libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad
contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las
naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han
cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28).
Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (Cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11)
para realizar su designio de
salvación (Cf. Hch 3, 17-18).
427Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is
53, 11; Cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de
redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del
pecado (Cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice
haber "recibido" (1 Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las
Escrituras" (ibidem: Cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte
redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (Cf. Is 53, 7-8
y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz
del Siervo doliente (Cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación
de las Escrituras a los discípulos de Emaús (Cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios
apóstoles (Cf. Lc 24, 44-45).
1393 La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la
comunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada por
muchos para el perdón de los pecados". Por eso la Eucaristía no puede unirnos a
Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de
futuros pecados:
"Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor" (1 Co 11,26). Si
anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados. Si
cada vez que su Sangre es derramada, lo es para el perdón de los pecados, debo
recibirle siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre,
debo tener siempre un remedio (S. Ambrosio, sacr. 4, 28).
1461 Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (Cf. Jn
20,23; 2 Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los
obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros,
en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados
"en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
1495 Sólo los sacerdotes que han recibido de la autoridad de la Iglesia la facultad de
absolver pueden ordinariamente perdonar los pecados en nombre de Cristo.
1642 Cristo es la fuente de esta gracia. "Pues de la misma manera que Dios en otro
tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el
Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del
matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos" (GS 48,2). Permanece con
ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas,
de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (Cf. Ga 6,2), de estar
"sometidos unos a otros en el temor de Cristo" (Ef 5,21) y de amarse con un amor
sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar
les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero:
2447 Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos
a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (Cf. Is 58, 6-7; Hb 13,
3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia,
como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia
corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien
no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos
(Cf. Mt 25,31- 46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (Cf. Tb 4, 5-11; Si
17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una
práctica de justicia que agrada a Dios (Cf. Mt 6, 2-4):
2843 Así, adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama
hasta el extremo del amor (Cf. Jn 13, 1). La parábola del siervo sin entrañas, que
culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial (Cf. Mt 18, 23-35), acaba
con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis
cada uno de corazón a
vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo
se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y
olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida
en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.
Mateo 7:1-5
"No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados; y con la medida con que medís, se os medirá. ¿Por qué miras la paja en el ojo de
tu hermano, y no adviertes la viga en el tuyo? [...] Saca primero la viga de tu ojo, y
entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano."
Lucas 6:37
Romanos 2:1
"Por tanto, no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, porque en lo
que juzgas a otro te condenas a ti mismo; pues tú, que juzgas, haces lo mismo."
Santiago 4:11-12
Juan 8:7
"El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella."