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Libros

La construcción de
una identidad nacional

ficha bibliográfica

Gracia Alonso, Francisco, La construcción de una iden-


tidad nacional. Arqueología, patrimonio y nacionalismo en
Cataluña (1850-1939), Barcelona, Universitat de Barcelona
edicions, 2018, páginas 760, ISBN: 978-84-9168-191-5.

Antonio Dupla Ansuategui I Universidad del País Vasco

Aunque el libro objeto de esta reseña es anterior a los debates más recientes sobre la
revisión de la historia establecida y la necesaria reescritura del relato historiográfico que han
sacudido los medios académicos, políticos y culturales del mundo occidental, su contenido
está directamente relacionado con esos temas, en especial con el recurso al pasado en el dis-
curso político. No hay aquí guerra de estatuas, pero sí el estudio pormenorizado y riguroso
de un ejemplo evidente de utilización del pasado para la construcción e implementación de

* Esta reseña se integra en el trabajo del proyecto de investigación ANIHO 2020 PID2020-113314G-
B-I00 y del Grupo de la UPV/EHU SPCUR GIU19/064.

Revista de historiografía 36, 2021, pp. 421-425 EISSN: 2445-0057. https://doi.org/10.20318/revhisto.2021.6597 421
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un programa político. En este caso se trata, como aparece explicitado en un título que es todo
un programa, del papel de la arqueología y el patrimonio en la construcción de una identidad
nacional, la catalana, en el periodo que nos lleva desde mediados del siglo XIX hasta el final
de la Guerra Civil en 1939.
Su autor es Francisco Gracia Alonso, Catedrático de Prehistoria en la Universidad de
Barcelona y uno de los máximos especialistas en la historia de la arqueología española, en
particular la catalana. Es un investigador de una capacidad de trabajo abrumadora, como lo
demuestra la mera relación de los libros publicados en los últimos años: 2009, La arqueología
durante el primer franquismo (1939-1956); 2011, Pere Bosch Gimpera. Universidad, política,
exilio; 2012, Arqueología i Política. La gestió de Martin Almagro Basch al capdavant del Museu
Arqueológic Provincial de Barcelona (1939-1952); 2015, Pensar la Universitat. Escrits de Pere
Bosch Gimpera; 2015, Roma, Cartago, iberos y celtiberos. Las grandes guerras de la península
Ibérica; 2017, Luis Pericot. Un prehistoriador entre dos épocas; y después de este que reseña-
mos, contamos ya con otros dos libros suyos: la nueva edición en 2019 de Cabezas cortadas
y cadáveres ultrajados. De la Prehistoria al Estado Islámico (2015) y en 2021 Ciencia y política
La organización de la arqueología y la prehistoria en España (1850-1939).
Pero la valoración de su trabajo no puede ser meramente cuantitativa. Cualitativa-
mente sus investigaciones revelan siempre una erudición de nuevo abrumadora. Un volu-
men de 757 páginas, con más de cincuenta de ellas de bibliografía y tres páginas recogiendo
la lista de archivos, museos y centros de investigación consultados, con un agradecimiento
explícito y nominal (un detalle que honra al autor) al personal de dichos archivos y cen-
tros. Esta labor de archivo que, en principio, no se asociaba tradicionalmente al trabajo
en Historia o Arqueología, resulta fundamental en la análisis historiográfico y Francisco
Gracia es un especialista indiscutible en ese terreno, que se refleja en el exhaustivo aparato
de notas que recoge la recoge la documentación en la que apoya sus afirmaciones. Resulta
todo un programa igualmente la frase con la que cierra el libro (p. 690), reivindicando «la
crítica razonada y documentada».
Como decíamos, el título aclara a la perfección el contenido del libro, y las citas de
Eugeni d’Ors y Enric Prat de la Riba con la que se abre apuntan ya en cierta medida el hilo
conductor de ese proceso de “nation-building”, esa construcción nacional que el autor es-
tudia pormenorizadamente a lo largo de casi una centuria. Se trata de la importancia del
pasado en la articulación de la identidad nacional catalana, un pasado centrado en el mundo
griego arcaico y clásico y el mundo ibérico, que permitía, apoyándose en textos clásicos pero
también en restos materiales, algunos de la importancia del yacimiento de Empúries, la dife-
renciación desde los orígenes con el proceso histórico español-castellano. Con Prat de la Riba
como principal adalid de este clasicismo helenófilo ese proyecto contaría no obstante con
dificultades importantes para su consolidación, tanto en el propio ámbito catalán como en el
plano español más general. En Cataluña habrá de lidiar con la opción historicista alternativa
de la Edad Media y el románico como la expresión más genuina de la esencia catalana, con
Puig i Cadafalch como su principal valedor; en el caso del relato historiográfico español des-
de las instancias centrales será el periodo romano el privilegiado, con la épica numantina al
comienzo y las posteriores glorias de la romanización, a partir del pretendido protagonismo

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hispano en el Imperio, apoyado materialmente en enclaves como Mérida o Itálica, opción


dominante en aquellos periodos en los que la hegemonía política se impone desde el centro,
como durante la dictadura primorriverista o tras la victoria franquista en la Guerra Civil.
Y frente a discursos y valoraciones más auto-laudatorias, que son incluso calificadas como
hagiográficas (p. 689), el autor se pronuncia en términos mucho más prudentes y aquilatados
sobre la brillantez y los logros de la arqueología catalana a lo largo de este período.
Este itinerario historiográfico y político se articula de manera ordenada a lo largo de los
capítulos del libro que vemos reflejados en un índice claro y preciso, índice que, por cierto, y
lo aplaudo, sigue la tendencia anglosajona de situarlo al inicio del libro. El punto de partida
es el asociacionismo excursionista decimonónico de vocación cultural, en particular arqueo-
lógica y, a partir de ahí, la creación de una conciencia nacional popular, la progresiva confor-
mación de la arqueología como uno de los elementos centrales en el proceso de construcción
de una identidad nacional, con el papel estelar, como no podía ser menos, de Empúries, de la
mano de Enric Prat de la Riba. La necesaria institucionalización y estructuración orgánica de
las propuestas identitarias constituirá el siguiente paso, con la creación del Institut d’Estudis
Catalans en 1907 como hito fundamental y con el yacimiento de Empúries como elemento
clave de toda esta argumentación identitaria. Los intentos de internacionalización del Institut
se ilustran alrededor del establecimiento de la Escuela Española de Historia y Arqueología
en Roma en 1910 y la Mostra de 1911 en las Termas de Diocleciano como ejemplo de una
rivalidad científico-política entre las instituciones del gobierno central y las catalanas impre-
sentable y de nefastas consecuencias para todos.1 La triste evolución de la Escuela en Roma
en estas primeras décadas es un claro reflejo del tiempo y las energías despilfarradas en este
estéril enfrentamiento. Quienes conocemos la Escuela y las dificultades que enfrenta para su
definitiva homologación con otras instituciones internacionales de investigación en Roma
lamentamos profundamente el lastre que representa un inicio tan infeliz, agravado poste-
riormente, hasta tiempos recientes, por la inacción, la burocracia y la falta de una auténtica,
y bien financiada, perspectiva científica. El empuje conseguido por el Servicio de Investiga-
ciones Arqueológicas del Institut d’Estudis Catalans se verá interrumpido por el cambio de
paradigma de la dictadura de Primo de Rivera y tras el demasiado breve, aunque intenso,
periodo republicano, en el que brilla la figura de Pere Bosch-Gimpera, el triunfo franquista
en la Guerra Civil representaría la ruptura definitiva del proyecto nacionalista catalán duran-
te una serie de décadas. Gracia conoce bien este último periodo, a través de la monografía
dedicada a una figura clave del periodo como Martín Almagro Basch y a una larga serie de
artículos. Tras la bibliografía el libro se cierra con un índice de nombres, muy útil en un vo-
lumen de estas características.
Como apuntábamos al comienzo de esta reseña, se trata de un muy serio estudio del
desarrollo de la arqueología en Cataluña que, al mismo tiempo, destaca explícitamente la

1. Sobre la Mostra del 1911 en las Termas de Diocleciano llamamos la atención sobre el reciente volumen
editado por Trinidad Tortosa, Patrimonio arqueológico español en Roma. Le Mostre Internazionali di
Archeologia de 1911 y 1937 como instrumentos de memoria histórica (Roma, L’Erma di Bretschneider, 2019).

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permanente lectura política del tema. La utilización, cuando no manipulación de la histo-


ria y la invención de la tradición como herramienta política recorren todas sus páginas y,
lógicamente, no podía faltar la referencia al pionero libro de E. Hobsbawm y T. Ranger, La
invención de la tradición (por cierto, si no me equivoco, traducido antes al catalán que al
castellano). El autor no rehuye en absoluto esta dimensión política y así afirma con lucidez
cómo la llegada de la llama olímpica en 1992 por Empúries representaría en cierta medida la
culminación del discurso helenófilo de Prat de la Riba (p. 19). Son muy interesantes al res-
pecto las páginas que el autor dedica a las iniciativas catalanas en solidaridad con la revuelta
de Creta contra los turcos y el establecimiento de la autonomía política de la isla bajo control
griego (1897), con un “Mensaje a S.M. Jorge I , rey de los helenos” (81), redactada en 1897
por Prat de la Riba y apoyada por gran número de asociaciones y publicaciones catalanis-
tas, comparando los casos cretense y catalán, oprimidos respectivamente por los imperios
turco y español (p. 81). En un campo minado como lo es todo lo relacionado con el proçes,
el autor reclama con valentía una mirada crítica y documentada (recuerden la frase última
del libro que hemos destacado antes), como cuando revisa la historia de las cuatro columnas
rematadas por capiteles jónicos erigidas en 1919 a la entrada de la “acrópolis” de Montjuïc,
proyecto de reforzamiento simbólico del clasicismo catalanista, cuyo derribo no se debió a la
acción represiva de la dictadura primoriverista, como gusta de difundir el nacionalismo cata-
lán y proclamó el Parlament cuando decidió su reinstalación en 2010, sino a una concepción
arquitectónica del conjunto monumental que realzara la visión del Palacio Nacional y que
chocaba con el diseño primero de Puig i Cadafalch (p. 412).
El libro ofrece una enorme riqueza de datos y transita con autoridad por la historia de
la arqueología, su nervio central, pero también por la historia cultural, como cuando ilustra
la construcción de ese discurso nacional a través de la música o la literatura y la novela his-
tórica, o la historia político-institucional, como cuando reconstruye los sucesivos pasos de
institucionalización de la arqueología tanto en Cataluña como en el conjunto de España. En
ese sentido, lógicamente el libro se articula en torno a la evolución del caso catalán, pero la
conexión es tan estrecha siempre con las instituciones centrales y la situación política general
española, que constituye igualmente una revisión de la arqueología española del periodo es-
tudiado, en este ámbito como es lógico con un nivel de concreción mucho menor.
Quizá una de las principales conclusiones, triste conclusión, que se puede extraer de
su lectura es la secular dificultad para articular en el caso español un proyecto integrador de
la complejidad y la pluralidad de la realidad española, tanto en el plano de la arqueología,
el tema del libro, como a un nivel político más general. La permanente desconfianza de las
instituciones centrales del Estado hacia las alternativas planteadas desde la periferia queda
reflejada en lo que hace a las instituciones arqueológicas en las tensiones continuas, y esterili-
zantes, entre la Junta para Ampliación de Estudios y el Centro de Estudios Históricos por una
lado, y el Institut d’Estudis Catalans y su Servei d’Investigacions Arqueològiques por otro.
Tensiones institucionales y personales que, en ocasiones pueden llegar a la infamia, como la
operación de desprestigio contra P. Bosch-Gimpera, acusado en 1939 de saquear el Museo de
Arqueología de Barcelona y de robar piezas para su beneficio personal o, incluso, de permitir

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ejecuciones sumarias de prisioneros nacionales durante su mandato como consejero de Jus-


ticia de la Generalitat en 1937 y 1939 (p. 666), todo ello radicalmente falso.
El autor habla en las conclusiones de “nacionalismo exclusivista, tanto el español como
el catalán” (p. 679) y no podemos sino estar de acuerdo en que ese es uno de los elementos
clave de los distintos desencuentros que este magnífico libro nos ayuda a conocer.

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