Novena de Navidad
Novena de Navidad
Novena de Navidad
NOVENA DE NAVIDAD
Del 16 al 24 de Diciembre
2024
¿Cómo rezar esta Novena?
1. Canto de un villancico.
2. Oración para todos los días.
3. Oración a la Virgen María.
4. Oración a San José.
5. Lectura Bíblica.
6. Consideración.
7. Gozos.
8. Oración al Niño Jesús.
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto
amaste a los hombres, que les diste en tu hijo la
mejor prenda de tu amor, para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen naciera
en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo,
en nombre de todos los mortales, te doy infinitas
gracias por tan soberano beneficio. En retorno
de él, te ofrezco la pobreza, humildad y demás
virtudes de tu hijo humanado, suplicándote por
sus divinos méritos, por las incomodidades en
que nació y por las tiernas lágrimas que derramó
en el pesebre, que dispongas nuestros corazones
con humildad profunda, con amor encendido, con
tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús
recién nacido tenga en ellos su cuna y more
eternamente. Amén.
(Se reza un Gloria al Padre)
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y
especialmente por tu humildad, mereciste que todo
un Dios te escogiera por madre suya, te suplico que
tú misma prepares y dispongas mi alma y la de
todos los que en este tiempo hagan esta novena,
para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo.
¡Oh, dulcísima Madre! Comunícame algo del
profundo recogimiento y divina ternura con la que
aguardaste tú, para que nos hagas menos indignos
de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Amén. (Se reza tres veces Avemaría)
Lectura bíblica
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya
ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo
que han querido. «Así también» el Hijo del hombre va a
padecer a manos de ellos». Mt 17, 12
Consideración
En este primer día de nuestra novena, reflexionamos en
torno al texto bíblico que menciona la venida de Elías y el
sufrimiento que el Hijo del hombre experimentará, nos invita
a una profunda reflexión en este tiempo navideño. La
Navidad es una época de renovación y esperanza, un
momento en el que celebramos el nacimiento de Jesús, quien
vino al mundo para traer la redención y el perdón. Sin
embargo, el pasaje nos recuerda que a menudo no
reconocemos la presencia de aquellos que pueden llevar la
renovación a nuestras vidas, ya sea en forma de personas
bondadosas o de oportunidades que se presentan ante
nosotros. Es importante recordar que la Navidad no solo se
trata de celebrar el nacimiento de Jesús, sino también
de abrir nuestros corazones y mentes para reconocer la
presencia divina en las personas y situaciones cotidianas. Al
igual que en el texto, a veces pasamos por alto a quienes
pueden traer un cambio positivo en nuestras vidas, tal como
lo hizo Elías en su tiempo. La Navidad es una oportunidad
para ser conscientes de las bendiciones que nos rodean y
para recordar que debemos tratar a los demás con amor y
comprensión, porque nunca sabemos cuándo la redención
puede llegar a través de señalado por quien menos
esperamos. Finalmente, recordemos que el bien puede
enfrentar la adversidad y la oposición. Jesús mismo sufrió
en su camino hacia la redención. Esto nos enseña que la
resiliencia y la fe son aspectos fundamentales de la vida. En
esta temporada navideña, recordemos que, aunque
enfrentemos desafíos y obstáculos, la esperanza y la
renovación pueden estar en camino. La Navidad nos invita
a abrazar la fe en medio de las dificultades, sabiendo que
la luz gloriosa va a nacer en el mundo y nos quiere hacer
más dóciles a su mensaje de amor. Que la madre de Dios
sea nuestra ayuda en el caminar hacia Dios.
Lectura bíblica
Juan contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto:
Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».
Jn 1, 23
Consideración
En medio de la frenética actividad que caracteriza la
temporada navideña, las palabras de Juan el Bautista
resuenan como un eco profundo que atraviesa el bullicio de
nuestras vidas. Su declaración, “Yo soy la voz que grita en el
desierto: ‘Allanad el camino del Señor’”, nos invita a
reflexionar sobre el significado espiritual de la Navidad. En
un mundo donde a menudo nos vemos abrumados por las
distracciones y el consumismo, Juan nos recuerda la
importancia de preparar nuestros corazones para recibir al
Señor. La metáfora del desierto evoca imágenes de
vastedad, soledad y desafíos. En nuestras vidas diarias, a
veces nos encontramos en “desiertos” emocionales o
espirituales, donde la sed de significado y propósito parece
insaciable. En este contexto, la llamada de Juan adquiere un
tono urgente: allanar el camino del Señor implica abrir
nuestros corazones a la esperanza, la humildad y la
compasión. La Navidad nos ofrece la oportunidad de
transformar esos desiertos en lugares de encuentro con lo
divino, donde la luz de la verdad y el amor ilumina incluso
los rincones más oscuros de nuestras vidas.
La figura del profeta Isaías, citado por Juan, añade una
capa adicional de significado a esta reflexión navideña.
Isaías proclamó un mensaje de consuelo y redención,
anticipando la venida del Mesías. Así, la Navidad se
presenta como un cumplimiento de la promesa divina, un
momento en el que la esperanza encarna en la forma de un
niño en un pesebre. En este tiempo de celebración,
recordamos que la verdadera preparación para el Señor no
radica solo en las festividades externas, sino en cultivar un
espíritu de amor, generosidad y compasión. Que la voz que
grita en el desierto resuene en nuestros corazones,
llamándonos a allanar el camino del Señor no solo en
nuestras acciones externas, sino también en las
profundidades de nuestra alma.
Lectura bíblica
Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán
por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».
Mt 1, 23
Consideración
Esta profecía se cumple en el nacimiento de Jesús, quien
nació de la Virgen María. Esta profecía nos lleva a
reflexionar sobre la importancia de la venida de Jesús a este
mundo. El “Emmanuel” trae la presencia de Dios en medio de
nosotros, su cercanía y su amor por la humanidad. Jesús vino
a este mundo como el cumplimiento de la promesa divina de
estar con nosotros y ofrecernos su salvación y redención.
La encarnación de Jesús y su nacimiento de una Virgen nos
muestra la obra de Dios para reconciliarse con la
humanidad. A través de Jesús, Dios se hizo uno de nosotros
para comprender nuestras luchas, nuestros sufrimientos y
nuestras alegrías. Jesús vino a traer la Buena Nueva del
Reino de Dios, nos ofrece el perdón de los pecados y nos
abre el camino a una relación restaurada con Dios.
Este pasaje bíblico nos recuerda que Dios eligió vivir entre
nosotros en la persona de Jesucristo. Su nombre, Emmanuel,
es un recordatorio de su presencia constante y su amor
inquebrantable. Nos invita a reflexionar sobre la importancia
de esta venida divina y cómo podemos responder a ese
regalo que nos ha brindado: su amor y su gracia.
Oh, Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a
Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley: ven a
librarnos con el poder de tu brazo.
Día cuarto
Lectura bíblica
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado:
tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre
Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán
de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor».
Lc 1, 13 - 15
Consideración
Zacarías, padre de Juan el Bautista, es sacerdote y recibe el
mensaje del ángel en el templo durante su liturgia. Esta
escena es signo de la profunda continuidad del obrar de
Dios en la historia y de la novedad que trae consigo el
nacimiento de Cristo. Esta promesa es pronunciada en el
contexto de la Antigua Alianza, y toda ella se encuentra
empapada por las palabras de la Sagrada Escritura. Desde
aquí las palabras del Antiguo Testamento adquieren su
pleno sentido, y los acontecimientos, un significado
permanente.
La misión de Juan el Bautista es interpretada la base de la
figura de Elías. Él no es de ninguna manera el profeta Elías,
pero viene con la fuerza y el espíritu del gran profeta. Su
misión será «pues» preparar la venida del Señor; aliviar y
purificar al pueblo de Dios.
Lectura bíblica
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante
Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le
pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin». Lc 1, 30 - 33
Consideración
Ante la presencia inabarcable de lo divino, de Dios, el primer
sentimiento o reacción que podemos es el miedo. Sin
embargo, esta experiencia de temor se ve menguada de
inmediato gracias a esa misma presencia. María, ante la
llegada de Gabriel, se turba; no porque le genere miedo y
terror, sino porque siente precisamente dicha presencia
divina, y en ese sentido, se siente pequeña y frágil. Mas el
amor de Dios se manifiesta más grande que aquello que le
turba: Dios la abraza con su Espíritu. Y, posterior a ello, le
comparte la gran noticia: llevará en su seno, en sus entrañas
al Mesías; Buena Nueva que le alegrará la vida, y también
la vida al mundo. Ahí se manifiesta de forma plena la
presencia de Dios.
En nuestra cotidianidad, en nuestro caminar, podemos
experimentar el miedo, el temor, la duda al momento de
seguir a Cristo. Podemos apocarnos ante su presencia.
Podemos doblegarnos frente a las realidades humanas.
Empero, al abrir nuestro corazón y agudizar la escucha de su
Palabra, poco a poco podremos librarnos de lo que nos pesa
en la vida, de lo que no nos deja caminar tranquilos.
Frente a tantos miedos que azotan a nuestro país y nuestros
contextos, estamos llamados a abrir nuestras vidas, nuestros
corazones y nuestros oídos para escuchar el mensaje de paz
que nos trae Cristo; y que, escuchándolo, lo testimoniemos
con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestras obras.
Lectura bíblica
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi
Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la
criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la
que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se
cumplirá». Lc 1, 42 - 45
Consideración
¿Cuál puede ser la alegría que en el seno de nuestra
humanidad está naciendo hoy? El mismo Señor que por
amor tomó la carne humana vuelve a nacer en cada uno de
nuestros corazones, y lo que un día quiso San Francisco de
Asís haciendo un pesebre hoy lo celebramos en sus
ochocientos años, en este recuerdo de amor. Nuestra vida
puede estar ante la pregunta: “¿quién soy yo para que me
visite la madre de mi Señor?”. Es decir, volviendo a una
mirada interior que hable de la experiencia de Dios en
nuestro caminar, que puede ser en la mirada al cielo que
dice: ¿Dónde estás? O la afirmación: ¡sé que no me
abandonarás!
Lectura bíblica
«Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios
de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece
a los humildes, a los hambrientos los colma de
bienes y a los ricos los despide vacíos». Lc 1, 51 - 53
Consideración
Dios no es un dios que se queda impávido ante la injusticia y
la desigualdad. Precisamente, este es el mensaje principal del
Evangelio de Lucas en el día de hoy. Este rasgo
característico del Sumo Bien es expresado por María, quien
luego de conocer la dicha que llevará en su seno, la Buena
Noticia, estalla en gozo y alegría por las obras del Creador.
Es María quien nos da a conocer aquello de lo cual Dios es
capaz: dispersar a los soberbios, abajar a los altivos y
arrogantes, colmar de bien al que le falta y despachar a
aquellos que se sustentan y se centran exclusivamente en sus
riquezas. En fin, a toda humana realidad le da una nueva
vuelta. Sin embargo, al conocer esto surge necesariamente
la pregunta: ¿Cómo es ese actuar de Dios? ¿Cómo es posible
esa obra de Dios ante tanta guerra y desigualdad? ¿Dónde
está Dios cuando la pobreza y la precariedad abundan en el
mundo? ¿Dónde está Dios? Y ante esta serie de
interrogantes, cabe la pregunta: ¿Y dónde están los seres
humanos? ¿Dónde están los seres humanos ante tanto dolor
y sufrimiento? ¿Dónde están los seres humanos ante la
desdicha y el dolor? Precisamente ahí cuando somos
conscientes de nuestra humanidad y de nuestra capacidad
de ayuda y trabajo por los necesitados, ahí es dónde se
hace presente ese Dios que María proclama en su cántico.
Que nuestras manos y nuestras obras sean testigos del Dios
que se ha encarnado.
Lectura bíblica
«Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi
Dios y Salvador». Sal 25, 4 - 5
Consideración
El nacimiento de Jesús en el portal de Belén supone el inicio
de un culmen al cual iba a llegar la revelación de Dios al
pueblo judío. Después de los Patriarcas, los Profetas y los
Reyes, se espera en Israel la llegada de un liberador, de
alguien que había sido anunciado y que en el culmen de la
Historia renovaría al Pueblo escogido: al nacer Jesús en un
pesebre, adornado por la sencillez, acompañado por sus
padres, María y José, al vivir una vida llena de amor hacia
los demás y al predicar el mensaje de la paz. Jesús en su
contexto no era la solución a lo que se esperaba, a las
necesidades de libertad que necesitaban los judíos para
poder adorar a Dios sin ser oprimidos políticamente.
Lectura bíblica
«No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia,
que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha
nacido en el pueblo de David un salvador, que es el
Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al
niño envuelto en pañales y acostado en un establo.»
Lc 2, 10 - 12
Consideración
Ante los fenómenos grandiosos, aterradores o
desacostumbrados a lo cotidiano de la vida, el hombre
experimenta el sentimiento de una presencia que le
sobrepasa y le hace sentir pequeño. Ante tales
acontecimientos experimentamos miedos y temores que nos
paralizan, que no nos permiten mirar horizontes posibles y
hasta enceguecen nuestras decisiones. Esto mismo han
experimentado personajes bíblicos que se encuentran en el
Evangelio de Lucas, cuando han experimentado la presencia
de Dios. Por ejemplo, Zacarías, el esposo de Isabel y padre
de Juan el Bautista (Lc 1,13); María, aquel día en que le fue
anunciada que sería madre del Emmanuel (Lc 1,30) y los
pastores, que cuidaban sus rebaños en la comarca de Belén
(Lc 2,10). Todos estos miedos son el resultado de una imagen
errada de un Dios vengativo y hasta malévolo, que
heredaron de sus antepasados. Un pánico paralizante sentía
el pueblo de Israel cuando Dios se revelaba, se hacía
presente en medio de ellos (Ex 20,18ss).
Sin embargo, la “Buena nueva” del nacimiento de Jesús
transforma el miedo en gozo y el pavor de Dios en una
presencia misericordiosa y cariñosa. La figura del niño
recostado en un pesebre abre el camino a una nueva
experiencia de Dios, que se caracteriza por la cercanía y la
compasión, por medio de gestos que nos recuerdan que es
en nuestra humanidad donde Dios nos salva.