Nilo Espinoza. Le Clezio
Nilo Espinoza. Le Clezio
Nilo Espinoza. Le Clezio
2009 (125-132)
En suma, el hilo con el que Le Clézio teje su tela —no hay que
olvidar que textil y texto tienen la misma ascendencia— es el trato directo
con los habitantes de los países donde ha residido. Hilo que no solo ha
marcado su pluma, sino su vida. Ello se puede comprobar, por ejemplo,
en lo que escribió respecto a México: Relación de Michoacán, Las profecías
de Chilám Balam, Diego y Frida; y más ostensiblemente en El sueño mexicano
niñez, de su encuentro con su padre —que había vivido varios años alejado
de su familia ejerciendo como médico militar al servicio del Imperio
británico— en Ogoja (Nigeria), “donde el cuerpo de los seres humanos es
más que la cara” y en el que “[…] el tiempo de la infancia terminaba casi
sin transición, donde los chicos trabajaban con sus padres y las chicas se
casaban y tenían hijos a los trece años”, “[…] precocidad que va de la mano
con la preferencia africana por identificar al nacimiento no con el día
del parto sino con el de la concepción”, lugar de exuberante vegetación
cuyos dueños verdaderos eran y siguen siendo los insectos y en el que su
padre, identificado totalmente con sus pacientes “hacía todo, desde el
parto hasta la autopsia. Tenía que ser ambidiestro, ser capaz de operarse a
sí mismo utilizando un espejo”.
Sin embargo, ese recuerdo para él: “No es una memoria difusa, ideal:
la imagen de las altas mesetas, de los pueblos, las caras de los viejos, los
ojos agrandados de los chicos roídos por la disentería, el contacto con
todos esos cuerpos, el olor de la piel humana y el murmullo de las plantas.
A pesar de todo eso, a causa de todo eso, esas imágenes son las de la
felicidad, de la plenitud que me hizo nacer”.
BIBLIOGRAFÍA