La Alegría de Ser Discípulos

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LA ALEGRA DE SER DISCPULOS MISIONEROS PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO DE JESUCRISTO

101. En este momento, con incertidumbres en el corazn, nos preguntamos con Toms: Cmo vamos a saber el camino? (Jn 14, 5). Jess nos responde con una propuesta provocadora: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). l es el verdadero camino hacia el Padre, quien tanto am al mundo que dio a su Hijo nico, para que todo el que crea en l tenga vida eterna (cf. Jn 3, 16). Esta es la vida eterna: Que te conozcan a ti el nico Dios verdadero, y a Jesucristo tu enviado (Jn 17, 3). La fe en Jess como el Hijo del Padre es la puerta de entrada a la Vida. Los discpulos de Jess confesamos nuestra fe con las palabras de Pedro: Tus palabras dan Vida eterna (Jn 6, 68); T eres el Mesas, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16). 102. Jess es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne (cf. Jn 1, 14), verdadero Dios y verdadero hombre, prueba del amor de Dios a los hombres. Su vida es una entrega radical de s mismo a favor de todas las personas, consumada definitivamente en su muerte y resurreccin. Por ser el Cordero de Dios, l es el salvador. Su pasin, muerte y resurreccin posibilita la superacin del pecado y la vida nueva para toda la humanidad. En l, el Padre se hace presente, porque quien conoce al Hijo conoce al Padre (cf. Jn 14, 7). 103. Los discpulos de Jess reconocemos que l es el primer y ms grande evangelizador enviado por Dios (cf. Lc 4, 44) y, al mismo tiempo, el Evangelio de Dios (cf. Rm 1, 3). Creemos y anunciamos la buena noticia de Jess, Mesas, Hijo de Dios (Mc 1, 1). Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a Jess (cf. Lc 9, 35) porque l es el nico Maestro (cf. Mt 23, 8). Como discpulos suyos, sabemos que sus palabras son Espritu y Vida (cf. Jn 6, 63. 68). Con la alegra de la fe, somos misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en l, la buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creacin. 3.1 LA BUENA NUEVA DE LA DIGNIDAD HUMANA 104. Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana, creada a su imagen y semejanza. Nos ha creado libres y nos ha hecho sujetos de derechos y deberes en medio de la creacin. Le agradecemos por asociarnos al perfeccionamiento del mundo, dndonos inteligencia y capacidad para amar; por la dignidad, que recibimos tambin como tarea que debemos proteger, cultivar y promover. Lo bendecimos por el don de la fe que nos permite vivir en alianza con l hasta compartir la vida eterna. Lo bendecimos por hacernos hijas e hijos suyos en Cristo, por habernos redimido con el precio de su sangre y por la relacin permanente que establece con nosotros, que es fuente de nuestra dignidad absoluta, innegociable e inviolable. Si el pecado ha deteriorado la imagen de Dios en el hombre y ha herido su condicin, la buena nueva, que es Cristo, lo ha redimido y restablecido en la gracia (cf. Rm 5, 12-21). 105. Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de Amrica Latina y El Caribe que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente

en defensa de la dignidad de la persona humana, especialmente de los pobres y marginados. En su testimonio, llevado hasta la entrega total, resplandece la dignidad del ser humano. 3.2 LA BUENA NUEVA DE LA VIDA 106. Alabamos a Dios por el don maravilloso de la vida y por quienes la honran y la dignifican al ponerla al servicio de los dems; por el espritu alegre de nuestros pueblos que aman la msica, la danza, la poesa, el arte, el deporte y cultivan una firme esperanza en medio de problemas y luchas. Alabamos a Dios porque, siendo nosotros pecadores, nos mostr su amor reconcilindonos consigo por la muerte de su Hijo en la cruz. Lo alabamos porque ahora contina derramando su amor en nosotros por el Espritu Santo y alimentndonos con la Eucarista, pan de vida (cf. Jn 6, 35). La Encclica Evangelio de la Vida, de Juan Pablo II, ilumina el gran valor de la vida humana, la cual debemos cuidar y por la cual continuamente alabamos a Dios. 107. Bendecimos al Padre por el don de su Hijo Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre44. En realidad, tan slo en el misterio del Verbo encarnado se aclara verdaderamente el misterio del hombre. Cristo, en la revelacin misma del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre su altsima vocacin45. 108. Bendecimos al Padre porque todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, puede llegar a descubrir, en la ley natural escrita en su corazn (cf. Rm 2, 14-15), el valor sagrado de la vida humana, desde su inicio hasta su trmino natural, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho, se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad poltica46. 109. Ante una vida sin sentido, Jess nos revela la vida ntima de Dios en su misterio ms elevado, la comunin trinitaria. Es tal el amor de Dios, que hace del hombre, peregrino en este mundo, su morada: Vendremos a l y viviremos en l (Jn 14, 23). Ante la desesperanza de un mundo sin Dios, que slo ve en la muerte el trmino definitivo de la existencia, Jess nos ofrece la resurreccin y la vida eterna en la que Dios ser todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). Ante la idolatra de los bienes terrenales, Jess presenta la vida en Dios como valor supremo: De qu le sirve a uno ganar el mundo, si pierde su vida? (Mc 8, 36)47. 110. Ante el subjetivismo hedonista, Jess propone entregar la vida para ganarla, porque quien aprecie su vida terrena, la perder (Jn 12, 25). Es propio del discpulo de Cristo gastar su vida como sal de la tierra y luz del mundo. Ante el individualismo, Jess convoca a vivir y caminar juntos. La vida cristiana slo se profundiza y se desarrolla en la comunin fraterna. Jess nos dice uno es su maestro, y todos ustedes son hermanos (Mt 23, 8). Ante la despersonalizacin, Jess ayuda a construir identidades integradas. 111. La propia vocacin, la propia libertad y la propia originalidad son dones de Dios para la plenitud y el servicio del mundo. 112. Ante la exclusin, Jess defiende los derechos de los dbiles y la vida digna de todo ser humano. De su Maestro, el discpulo ha aprendido a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de

explotacin de la persona humana48. Slo el Seor es autor y dueo de la vida. El ser humano, su imagen viviente, es siempre sagrado, desde su concepcin hasta su muerte natural; en todas las circunstancias y condiciones de su vida. Ante las estructuras de muerte, Jess hace presente la vida plena. Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud (Jn 10, 10). Por ello, sana a los enfermos, expulsa los demonios y compromete a los discpulos en la promocin de la dignidad humana y de relaciones sociales fundadas en la justicia. 113. Ante la naturaleza amenazada, Jess, que conoca el cuidado del Padre por las criaturas que l alimenta y embellece (cf. Lc 12, 28), nos convoca a cuidar la tierra para que brinde abrigo y sustento a todos los hombres (cf. Gn 1, 29; 2, 15). 3.3 LA BUENA NUEVA DE LA FAMILIA 114. Proclamamos con alegra el valor de la familia en Amrica Latina y El Caribe. Afirma el Papa Benedicto XVI que la familia patrimonio de la humanidad, constituye uno de los tesoros ms importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeos. Ella ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cvicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educacin de sus hijos49. 115. Agradecemos a Cristo que nos revela que Dios es amor y vive en s mismo un misterio personal de amor50 y, optando por vivir en familia en medio de nosotros, la eleva a la dignidad de Iglesia Domstica. 116. Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varn y mujer, aunque hoy se quiera confundir esta verdad: Cre Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los cre, varn y mujer los cre (Gn 1, 27). Pertenece a la naturaleza humana el que el varn y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y complementariedad51. 117. El ser amados por Dios nos llena de alegra. El amor humano encuentra su plenitud cuando participa del amor divino, del amor de Jess que se entrega solidariamente por nosotros en su amor pleno hasta el fin (cf. Jn 13, 1; 15,9). El amor conyugal es la donacin recproca entre un varn y una mujer, los esposos: es fiel y exclusivo hasta la muerte y fecundo, abierto a la vida y a la educacin de los hijos, asemejndose al amor fecundo de la Santsima Trinidad52. El amor conyugal es asumido en el Sacramento del Matrimonio para significar la unin de Cristo con su Iglesia, por eso, en la gracia de Jesucristo, encuentra su purificacin, alimento y plenitud (cf. Ef 5, 25-33). 118. En el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educacin de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formacin integral de sus hijos. 119. Dios ama nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia invocada de Cristo a travs de la oracin en familia

nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza. Muchos vacos de hogar pueden ser atenuados por servicios que presta la comunidad eclesial, familia de familias. 3.4 LA BUENA NUEVA DE LA ACTIVIDAD HUMANA

3.4.1 El trabajo

120. Alabamos a Dios porque en la belleza de la creacin, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participacin de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas. Jess, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignific el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apndice de la vida, sino que constituye una dimensin fundamental de la existencia del hombre en la tierra53, por la cual el hombre y la mujer se realizan a s mismos como seres humanos54. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente la clave esencial de toda la cuestin social55. 121. Damos gracias a Dios porque su palabra nos ensea que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaa al trabajo, el cristiano sabe que ste, unido a la oracin, sirve no slo al progreso terreno, sino tambin a la santificacin personal y a la construccin del Reino de Dios56. El desempleo, la injusta remuneracin del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discpulo y el misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia. La salvaguardia del domingo, como da de descanso, de familia y culto al Seor, garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas minusvlidas segn sus posibilidades57. 122. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisin de hombres y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores de trabajo y produccin, que elevan la condicin humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien comn. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores y la justicia.

3.4.2 La ciencia y la tecnologa

123. Alabamos a Dios por quienes cultivan las ciencias y la tecnologa, ofreciendo una inmensa cantidad de bienes y valores culturales que han contribuido, entre otras cosas, a prolongar la expectativa de vida y su calidad. Sin embargo, la ciencia y la tecnologa no tienen las respuestas a los grandes interrogantes de la vida humana. La respuesta ltima a las cuestiones fundamentales del hombre slo puede venir de una razn y tica integrales iluminadas por la revelacin de Dios. Cuando la verdad, el bien y la belleza se separan; cuando la persona humana y sus exigencias fundamentales no constituyen el criterio tico, la ciencia y la tecnologa se vuelven contra el hombre que las ha creado. 124. Hoy da, las fronteras trazadas entre las ciencias se desvanecen. Con este modo de comprender el dilogo, se sugiere la idea de que ningn conocimiento es completamente autnomo. Esta situacin le abre un terreno de oportunidades a la teologa para

interactuar con las ciencias sociales. 3.5 LA BUENA NUEVA DEL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y ECOLOGA 125. Con los pueblos originarios de Amrica, alabamos al Seor que cre el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dej como signo de su bondad y de su belleza. Tambin la creacin es manifestacin del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado una mayor valoracin de la naturaleza, percibimos claramente de cuntas maneras el hombre amenaza y aun destruye su hbitat. Nuestra hermana la madre tierra58 es nuestra casa comn y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creacin. Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableci entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida. El discpulo misionero, a quien Dios le encarg la creacin, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador. 126. La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecologa humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicacin paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con l al Padre (cf. 1 Co 3, 21-23). El Seor ha entregado el mundo para todos, para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal de los bienes exige la solidaridad con la generacin presente y las futuras. Ya que los recursos son cada vez ms limitados, su uso debe estar regulado segn un principio de justicia distributiva respetando el desarrollo sostenible. 3.6 EL CONTINENTE DE LA ESPERANZA Y DEL AMOR 127. Agradecemos a Dios como discpulos y misioneros porque la mayora de los latinoamericanos y caribeos estn bautizados. La providencia de Dios nos ha confiado el precioso patrimonio de la pertenencia a la Iglesia por el don del bautismo que nos ha hecho miembros del Cuerpo de Cristo, pueblo de Dios peregrino en tierras americanas, desde hace ms de quinientos aos. Alienta nuestra esperanza la multitud de nuestros nios, los ideales de nuestros jvenes y el herosmo de muchas de nuestras familias que, a pesar de las crecientes dificultades, siguen siendo fieles al amor. Agradecemos a Dios la religiosidad de nuestros pueblos, que resplandece en la devocin al Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneracin a los Santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los dems pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos59. 128. Reconocemos el don de la vitalidad de la Iglesia que peregrina en Amrica Latina y El Caribe, su opcin por los pobres, sus parroquias, sus comunidades, sus asociaciones, sus movimientos eclesiales, nuevas comunidades y sus mltiples servicios sociales y educativos. Alabamos al Seor porque ha hecho de este continente un espacio de comunin y comunicacin de pueblos y culturas indgenas. Tambin agradecemos el protagonismo que van adquiriendo sectores que fueron desplazados: mujeres, indgenas, afroamericanas, campesinos y habitantes de reas marginales de

las grandes ciudades. Toda la vida de nuestros pueblos fundada en Cristo y redimida por l, puede mirar al futuro con esperanza y alegra acogiendo el llamado del Papa Benedicto XVI: Slo de la Eucarista brotar la civilizacin del amor que transformar Latinoamrica y El Caribe para que adems de ser el Continente de la esperanza, sea tambin el Continente del amor!60.

4 LA VOCACIN DE LOS DISCPULOS MISIONEROS A LA SANTIDAD

4.1 LLAMADOS AL SEGUIMIENTO DE JESUCRISTO


129. Dios Padre sale de s, por as decirlo, para llamarnos a participar de su vida y de su gloria. Mediante Israel, pueblo que hace suyo, Dios nos revela su proyecto de vida. Cada vez que Israel busc y necesit a su Dios, sobre todo en las desgracias nacionales, tuvo una singular experiencia de comunin con l, quien lo haca partcipe de su verdad, su vida y su santidad. Por ello, no demor en testimoniar que su Dios a diferencia de los dolos es el Dios vivo (Dt 5, 26) que lo libera de los opresores (cf. Ex 3, 7-10), que perdona incansablemente (cf. Ex 34, 6; Eclo 2, 11) y que restituye la salvacin perdida cuando el pueblo, envuelto en las redes de la muerte (Sal 116, 3), se dirige a l suplicante (cf. Is 38, 16). De este Dios que es su Padre Jess afirmar que no es un Dios de muertos, sino de vivos (Mc 12, 27). 130. En estos ltimos tiempos, nos ha hablado por medio de Jess su Hijo (Hb 1, 1ss), con quien llega la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4). Dios, que es Santo y nos ama, nos llama por medio de Jess a ser santos (cf. Ef 1, 4-5). 131. El llamamiento que hace Jess, el Maestro, conlleva una gran novedad. En la antigedad, los maestros invitaban a sus discpulos a vincularse con algo trascendente, y los maestros de la Ley les proponan la adhesin a la Ley de Moiss. Jess invita a encontrarnos con l y a que nos vinculemos estrechamente a l, porque es la fuente de la vida (cf. Jn 15, 5-15) y slo l tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 68). En la convivencia cotidiana con Jess y en la confrontacin con los seguidores de otros maestros, los discpulos pronto descubren dos cosas del todo originales en la relacin con Jess. Por una parte, no fueron ellos los que escogieron a su maestro fue Cristo quien los eligi. De otra parte, ellos no fueron convocados para algo (purificarse, aprender la Ley), sino para Alguien, elegidos para vincularse ntimamente a su Persona (cf. Mc 1, 17; 2, 14). Jess los eligi para que estuvieran con l y enviarlos a predicar (Mc 3, 14), para que lo siguieran con la finalidad de ser de l y formar parte de los suyos y participar de su misin. El discpulo experimenta que la vinculacin ntima con Jess en el grupo de los suyos es participacin de la Vida salida de las entraas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (cf. Lc 6, 40b), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misin de hacer nuevas todas las cosas. 132. Con la parbola de la Vid y los Sarmientos (cf. Jn 15, 1-8), Jess revela el tipo de vinculacin que l ofrece y que espera de los suyos. No quiere una vinculacin como siervos (cf. Jn 8, 33-36), porque el siervo no conoce lo que hace su seor (Jn 15, 15).

El siervo no tiene entrada a la casa de su amo, menos a su vida. Jess quiere que su discpulo se vincule a l como amigo y como hermano. El amigo ingresa a su Vida, hacindola propia. El amigo escucha a Jess, conoce al Padre y hace fluir su Vida (Jesucristo) en la propia existencia (cf. Jn 15, 14), marcando la relacin con todos (cf. Jn 15, 12). El hermano de Jess (cf. Jn 20, 17) participa de la vida del Resucitado, Hijo del Padre celestial, por lo que Jess y su discpulo comparten la misma vida que viene del Padre, aunque Jess por naturaleza (cf. Jn 5, 26; 10, 30) y el discpulo por participacin (cf. Jn 10, 10). La consecuencia inmediata de este tipo de vinculacin es la condicin de hermanos que adquieren los miembros de su comunidad. 133. Jess los hace familiares suyos, porque comparte la misma vida que viene del Padre y les pide, como a discpulos, una unin ntima con l, obediencia a la Palabra del Padre, para producir en abundancia frutos de amor. As lo atestigua san Juan en el prlogo a su Evangelio: A todos aquellos que creen en su nombre, les dio capacidad para ser hijos de Dios, y son hijos de Dios que no nacen por va de generacin humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios (Jn 1, 12-13). 134. Como discpulos y misioneros, estamos llamados a intensificar nuestra respuesta de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la humanidad, en el aspecto ms paradjico de su misterio, la hora de la cruz. El grito de Jess: Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado? (Mc 15, 34) no delata la angustia de un desesperado, sino la oracin del Hijo que ofrece su vida al Padre en el amor para la salvacin de todos61. 135. La respuesta a su llamada exige entrar en la dinmica del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prjimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la prctica de Jess que come con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 29-32), que acoge a los pequeos y a los nios (cf. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cf. Mc 1, 40-45), que perdona y libera a la mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con la Samaritana (cf. Jn 4, 1-26). 4.2 CONFIGURADOS CON EL MAESTRO 136. La admiracin por la persona de Jess, su llamada y su mirada de amor buscan suscitar una respuesta consciente y libre desde lo ms ntimo del corazn del discpulo, una adhesin de toda su persona al saber que Cristo lo llama por su nombre (cf. Jn 10, 3). Es un s que compromete radicalmente la libertad del discpulo a entregarse a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6). Es una respuesta de amor a quien lo am primero hasta el extremo (cf. Jn 13, 1). En este amor de Jess madura la respuesta del discpulo: Te seguir adondequiera que vayas (Lc 9, 57). 137. El Espritu Santo, que el Padre nos regala, nos identifica con JessCamino, abrindonos a su misterio de salvacin para que seamos hijos suyos y hermanos unos de otros; nos identifica con JessVerdad, ensendonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jess-Vida, permitindonos

abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros tengan vida en l. 138. Para configurarse verdaderamente con el Maestro, es necesario asumir la centralidad del Mandamiento del amor, que l quiso llamar suyo y nuevo: mense los unos a los otros, como yo los he amado (Jn 15, 12). Este amor, con la medida de Jess, de total don de s, adems de ser el distintivo de cada cristiano, no puede dejar de ser la caracterstica de su Iglesia, comunidad discpula de Cristo, cuyo testimonio de caridad fraterna ser el primero y principal anuncio, reconocern todos que son discpulos mos (Jn 13, 35). 139. En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasin entraable ante el dolor humano, su cercana a los pobres y a los pequeos, su fidelidad a la misin encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que l hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias. 140. Identificarse con Jesucristo es tambin compartir su destino: Donde yo est estar tambin el que me sirve (Jn 12, 26). El cristiano corre la misma suerte del Seor, incluso hasta la cruz: Si alguno quiere venir detrs de m, que renuncie a s mismo, que cargue con su cruz y que me siga (Mc 8, 34). Nos alienta el testimonio de tantos misioneros y mrtires de ayer y de hoy en nuestros pueblos que han llegado a compartir la cruz de Cristo hasta la entrega de su vida. 141. Imagen esplndida de configuracin al proyecto trinitario, que se cumple en Cristo, es la Virgen Mara. Desde su Concepcin Inmaculada hasta su Asuncin, nos recuerda que la belleza del ser humano est toda en el vnculo de amor con la Trinidad, y que la plenitud de nuestra libertad est en la respuesta positiva que le damos. 142. En Amrica Latina y El Caribe, innumerables cristianos buscan configurarse con el Seor al encontrarlo en la escucha orante de la Palabra, recibir su perdn en el Sacramento de la Reconciliacin, y su vida en la celebracin de la Eucarista y de los dems sacramentos, en la entrega solidaria a los hermanos ms necesitados y en la vida de muchas comunidades que reconocen con gozo al Seor en medio de ellos. 4.3 ENVIADOS A ANUNCIAR EL EVANGELIO DEL REINO DE VIDA 143. Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, con palabras y acciones, con su muerte y resurreccin, inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre, que alcanzar su plenitud all donde no habr ms muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido (Ap 21, 4). Durante su vida y con su muerte en cruz, Jess permanece fiel a su Padre y a su voluntad (cf. Lc 22, 42). Durante su ministerio, los discpulos no fueron capaces de comprender que el sentido de su vida sellaba el sentido de su muerte. Mucho menos podan comprender que, segn el designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf. Jn 12, 23-24). El misterio pascual de Jess es el acto de obediencia y amor al Padre y de entrega por

todos sus hermanos, mediante el cual el Mesas dona plenamente aquella vida que ofreca en caminos y aldeas de Palestina. Por su sacrificio voluntario, el Cordero de Dios pone su vida ofrecida en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46), quien lo hace salvacin para nosotros (1 Co 1, 30). Por el misterio pascual, el Padre sella la nueva alianza y genera un nuevo pueblo, que tiene por fundamento su amor gratuito de Padre que salva. 144. Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy preciso: anunciar el evangelio del Reino a todas las naciones (cf. Mt 28, 19; Lc 24, 46-48). Por esto, todo discpulo es misionero, pues Jess lo hace partcipe de su misin, al mismo tiempo que lo vincula a l como amigo y hermano. De esta manera, como l es testigo del misterio del Padre, as los discpulos son testigos de la muerte y resurreccin del Seor hasta que l vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensin testimonial de la vocacin misma. 145. Cuando crece la conciencia de pertenencia a Cristo, en razn de la gratitud y alegra que produce, crece tambin el mpetu de comunicar a todos el don de ese encuentro. La misin no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (cf. Hch 1, 8). 146. Benedicto XVI nos recuerda que: El discpulo, fundamentado as en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvacin a sus hermanos. Discipulado y misin son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discpulo est enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que slo l nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discpulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro62. Esta es la tarea esencial de la evangelizacin, que incluye la opcin preferencial por los pobres, la promocin humana integral y la autntica liberacin cristiana. 147. Jess sali al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y mujeres, pobres y ricos, judos y extranjeros, justos y pecadores, invitndolos a todos a su seguimiento. Hoy sigue invitando a encontrar en l el amor del Padre. Por esto mismo, el discpulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores. 148. Al participar de esta misin, el discpulo camina hacia la santidad. Vivirla en la misin lo lleva al corazn del mundo. Por eso, la santidad no es una fuga hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas econmicos, sociales y polticos de Amrica Latina y del mundo y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente espiritual63. 4.4 ANIMADOS POR EL ESPRITU SANTO 149. Jess, al comienzo de su vida pblica, despus de su bautismo, fue conducido por el Espritu Santo al desierto para prepararse a su misin (cf. Mc 1, 12-13) y, con la oracin y el ayuno, discerni

la voluntad del Padre y venci las tentaciones de seguir otros caminos. Ese mismo Espritu acompa a Jess durante toda su vida (cf. Hch 10, 38). Una vez resucitado, comunic su Espritu vivificador a los suyos (cf. Hch 2, 33). 150. A partir de Pentecosts, la Iglesia experimenta de inmediato fecundas irrupciones del Espritu, vitalidad divina que se expresa en diversos dones y carismas (cf. 1 Co 12, 1-11) y variados oficios que edifican la Iglesia y sirven a la evangelizacin (cf. 1 Co 12, 2829). Por estos dones del Espritu, la comunidad extiende el ministerio salvfico del Seor hasta que l de nuevo se manifieste al final de los tiempos (cf. 1 Co 1, 6-7). El Espritu en la Iglesia forja misioneros decididos y valientes como Pedro (cf. Hch 4, 13) y Pablo (cf. Hch 13, 9), seala los lugares que deben ser evangelizados y elige a quines deben hacerlo (cf. Hch 13, 2). 151. La Iglesia, en cuanto marcada y sellada con Espritu Santo y fuego (Mt 3, 11), contina la obra del Mesas, abriendo para el creyente las puertas de la salvacin (cf. 1 Co 6, 11). Pablo lo afirma de este modo: Ustedes son una carta de Cristo redactada por ministerio nuestro y escrita no con tinta, sino con el Espritu de Dios vivo (2 Co 3, 3). El mismo y nico Espritu gua y fortalece a la Iglesia en el anuncio de la Palabra, en la celebracin de la fe y en el servicio de la caridad, hasta que el Cuerpo de Cristo alcance la estatura de su Cabeza (cf. Ef 4, 15-16). De este modo, por la eficaz presencia de su Espritu, Dios asegura hasta la parusa su propuesta de vida para hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, impulsando la transformacin de la historia y sus dinamismos. Por tanto, el Seor sigue derramando hoy su Vida por la labor de la Iglesia que, con la fuerza del Espritu Santo enviado desde el cielo (1 P 1, 12), contina la misin que Jesucristo recibi de su Padre (cf. Jn 20, 21). 152. Jess nos transmiti las palabras de su Padre y es el Espritu quien recuerda a la Iglesia las palabras de Cristo (cf. Jn 14, 26). Ya, desde el principio, los discpulos haban sido formados por Jess en el Espritu Santo (cf. Hch 1, 2); es, en la Iglesia, el Maestro interior que conduce al conocimiento de la verdad total, formando disc105 pulos y misioneros. Esta es la razn por la cual los seguidores de Jess deben dejarse guiar constantemente por el Espritu (cf. Ga 5, 25), y hacer propia la pasin por el Padre y el Reino: anunciar la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los tristes, liberar a los cautivos y anunciar a todos el ao de gracia del Seor (cf. Lc 4, 18-19). 153. Esta realidad se hace presente en nuestra vida por obra del Espritu Santo que, tambin, a travs de los sacramentos, nos ilumina y vivifica. En virtud del Bautismo y la Confirmacin, somos llamados a ser discpulos misioneros de Jesucristo y entramos a la comunin trinitaria en la Iglesia, la cual tiene su cumbre en la Eucarista, que es principio y proyecto de misin del cristiano. As, pues, la Santsima Eucarista lleva la iniciacin cristiana a su plenitud y es como el centro y fin de toda la vida sacramental64. 64 SC 17.

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