Waisbrot - ConcepCura
Waisbrot - ConcepCura
Waisbrot - ConcepCura
pensable como el Oro Puro del Psicoanlisis, y una sesin semanal, claramente
consista en una humillante versin light del vil cobre de las Psicoterapias.
As, a quienes desarrollbamos prcticas hospitalarias y accedamos a nuestros
primeros pacientes privados, se nos presentaba la paradoja. Por un lado toda
nuestra formacin para-universitaria (la fundamental en la poca, la verdaderamente
importante), nuestros anlisis, nuestras supervisiones, eran psicoanalticas, mientras
que nuestra prctica estaba devaluada por no cumplir con los cnones vigentes
acerca de lo que era una prctica psicoanaltica.
Hoy, podramos sostener esta versin? Las prcticas de los ltimos 25 aos no han
cambiado nuestra posicin ante las teoras? Si la economa no fuera un
impedimento, me pregunto: seguiramos proponindoles a los pacientes
dispositivos de anlisis de 4 sesiones semanales? Y an, si as fuera, lo sera
siempre como norma deseable, o nuestras prcticas produjeron efectos de cambio
sustancial en los dispositivos de aplicacin de nuestros saberes?
Otro ejemplo: en los aos 50, un grupo de analistas quiso incluir en sus prcticas los
dispositivos grupales. Su pertenencia a instituciones de la IPA se lo impeda, ya que
para el Psicoanlisis de la poca, lo vincular no era psicoanaltico. De esta manera,
Enrique Pichon-Rivire, Jos Bleger, Jorge Mom, Marie Langer, Emilio Rodrigu ,
Madelaine Baranger, entre otros, fundaron la Asociacin Argentina de Psicologa y
Psicoterapia de Grupo como un mbito donde se pudiera pensar aquello que en sus
instituciones no podan. Y se cuidaron muy bien de preservar y no entrar en conflicto
con esa pertenencia, denominando al campo fundado como Psicoterapia de Grupo.
As, lo grupal, fue expulsado del campo psicoanaltico. Pero, como psicoanalistas
sabemos que lo que se expulsa por la puerta vuelve a entrar por la ventana. Hoy,
casi 50 aos ms tarde, lo vincular ha retornado a dichas instituciones que han
podido ir metabolizando de otro modo las propuestas de ampliacin terica y de
dispositivos clnicos que provienen de dicho campo.
El Psicoanlisis, la cultura de poca y el estado de las Ciencias se entraman de
manera insoslayable y generan cambios en los modos tanto de concebir la
estructuracin subjetiva como los dispositivos de atencin del sufrimiento humano.
Toda teorizacin, disciplina, ciencia, transita por momentos de cierre, de clausura
necesario para generar una lgica interna a la propia teorizacin, que posibilite la
complejizacin y el despliegue de esas mismas conceptualizaciones contenidas, an,
en germen. As, la produccin de conocimiento se despliega en un campo paradojal:
requiere apertura para incluir la novedad, pero tambin supone clausuras necesarias
para afianzar sus pilares.
Una concepcin de la cura, supone pensar en la relacin que mantiene el
Psicoanlisis con el conjunto de teorizaciones, disciplinas, ciencias con las que est
invariablemente entramado desde su origen y de cuyos avatares slo puede
desprenderse mediante una desmentida o una desestimacin de la red en la que
est inserto como parte de la indisoluble articulacin entre sujeto, vnculo y cultura.
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vaivn de una vida que ltimamente encuentra demasiado duelo junto como para
poder procesar algo?
Me acerco a pensar esta pareja como un encuentro entre un Gran Hombre y una
geisha, a la que pudo revivir. Encuentro que seguramente produjo un plus y una
alteracin en lo que estaba siendo en ellos antes de producirse. Pareciera que esa
modalidad devino en una cierta estabilizacin fantasmtica de los avatares
pulsionales que se entretejieron en su constitucin, y produjeron un sentimiento de
pertenencia al conjunto que armaron. Conjunto que viene funcionando hace ms de
25 aos, que no es poco.
Aparentemente, (digo, siguiendo con el juego clnico) l ha dejado de ser un Gran
hombre; frente a las muertes de gran magnitud para ambos, no pudo revivir a nadie
(como tampoco otrora pudo revivir a su hermana), y ella no parece poder seguir
sosteniendo, frente a este nuevo escenario, a la geisha que fue.
Algo ha cambiado. Una vez producido el movimiento que des-captura, no se puede
volver a lo de antes. No hay forma de pensar que esta pareja pueda volver a ser lo
que en el mejor de los casos y bajo las condiciones favorables podra devenir.
El concepto de neognesis, vino a hacer nudo en mi modo de entender estas
cuestiones, en los ltimos aos, con la nocin de acontecimiento, que ms all de
su procedencia de otros campos, viene pisando fuerte en muchos de nosotros.
Quizs, esa articulacin entre neognesis y acontecimiento, venga a intentar
responder a ciertos puntos de inconsistencia que en la prctica analtica hemos
venido encontrando en el puro centramiento alrededor de las cuestiones ligadas al
determinismo y la pura repeticin.
En un trabajo anterior, (Bianchi, G.; Lamovsky, C.; Moscona, S.; Waisbrot. D.; 1999)
planteamos que en el anlisis vincular, por la va de la intervencin analtica,
buscamos un cambio en la posicin vincular, cambio que supone, invariablemente,
un cambio en la posicin subjetiva. Ello implica una lectura en red de la indisoluble
articulacin entre sujeto vnculo y cultura. Dicho cambio supone un pasaje a nuevas
modalidades de satisfaccin, de acuerdo a como ese vnculo pudiera ir
encontrndose con el procesamiento de la diferencia, de la alteridad y de la ajenidad
del otro.
Abrira as, a nuevas vas vinculares que ms all de la perdurabilidad o no del
vnculo, inauguraran destinos diversos para el placer y la sublimacin.
Si nuestra nocin de vnculo, supone un encuentro entre distintas subjetividades,
encuentro que produce un plus y una alteracin de lo que estaba siendo en los
sujetos que lo componen y si ese vnculo, da lugar a un reordenamiento subjetivo, el
analista est implicado desde el vamos.
La posicin que el analista va a sostener en su prctica clnica est invariablemente
en red con su posicionamiento ante las teoras (y aclaro, no digo aqu su posicin
terica, sino su posicionamiento ante las teoras), sus compromisos de fidelidad
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con el divn de su analista, sus pertenencias identificatorias con sus maestros y con
sus instituciones que le proponen una oferta de saber y un apuntalamiento (en el
sentido fuerte, anacltico), pero que le piden que se transforme en repetidor de sus
discursos como moneda de cambio por semejante sostn.
Entiendo que el discurso psicoanaltico proyecta sobre el analista, la misma sombra
hablada, la misma anticipacin que caracteriza al discurso parental. Mucho antes de
su formacin, habr ya un lugar designado para ese analista, con la esperanza de
que transmita idnticamente el modelo psicoanaltico que lo fund en su funcin.
El analista, a su vez, deber buscar y encontrar en ese discurso fundante,
referencias que le permitan proyectarse hacia el futuro y poder alejarse del primer
soporte constitutivo, sin que ese alejamiento se traduzca en la prdida total de su
soporte identificatorio. Ello lo obliga a un arduo trabajo de metabolizacin;
parafraseando a Piera Aulagnier dira un trabajo de historizacin del analista
como nica alternativa a la alienacin en la que se funda. Trabajo que le permita
tolerar un lugar para la incertidumbre, y mantener en estado de interrogacin sus
concepciones acerca de la cura.
Bibliografa:
Bianchi, G.; Lamovsky, C.; Moscona, S.; Waisbrot, D.;
El amor y el sexo Presentacin en AAPPG. Nov. de 1999
Bleichmar, S.;
Clnica psicoanaltica y neognesis
Freud, S.; 1916-17
Conferencias de Introduccin al Psicoanlisis. Conferencia 27
En Obras Completas . Amorrortu Editores . Tomo XII
Gaspari, R.;
La familia: nudo problemtico del Psicoanlisis
en Clnica familiar psicoanaltica. Paids. 2000
Mendilaharzu, G.; Waisbrot, D.;
Transferencia y dispositivo en Psicoanlisis de Pareja
En La pareja; encuentros, desencuentros, reencuentros Paids. 1996.
Waisbrot, D.;
El analista y su libertad Revista de la AAPPG T.XXII Nro. 2. 1999