Vattimo Gianni - Introduccion A Heidegger
Vattimo Gianni - Introduccion A Heidegger
Vattimo Gianni - Introduccion A Heidegger
A HEIDEGGER
Gianni Vattimo
Título del original en italiano: Introduzione a
Heidegger © Laterza, Roma
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INDICE
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I
CRONOLOGÍA DE LA VIDA Y DE LAS OBRAS
HISTORIA DE LA CRITICA......................................
BIBLIOGRAFÍA ...........................................................
I. Obras de carácter bibliográfico general .............
II. Ediciones de las obras en la lengua original. .
III. Traducciones de las obras en lengua italiana .
IV. Traducciones al francés .....................................
V. Estudios críticos ..................................................
1. Estudios generales .........................................
2. Estudios especiales .........................................
1
En el Bulletin de bu Sociité Franfaise de Philosophie.
existencia'1 (a fortiori, pues, tampoco con el "existencialismo"), sino
que su tema, el único tema de su preocupación, era el del ser, y en su
diferencia respecto del ente. A pesar de que ello está dicho con toda
la claridad posible, en las primeras páginas de Ser y tiempo,, y a
pesar de su extraordinario éxito como docente (lo cual debió haber
evitado, al menos en parte, las incomprensiones), su obra escrita
parecía condenada a ser interpretada como una teoría acerca de la
existencia humana -cuya analítica empero sólo era el camino para
plantear adecuadamente la cuestión del ser en general y en cuanto tal-
. Probablemente tales razones y, sin duda, también debido a
dificultades que le impidieron continuar por el camino que en un
principio se había trazado, hicieron que Heidegger no diese término a
su obra maestra, o, mejor dicho, que no publicase
la tercera sección de la primera parte, en la cual se llevaba a cabo el pasaje
de "ser y tiempo "a "tiempo y ser ".2
El hecho de que Ser y tiempo quedara inconcluso, asi como el
ulterior cambio en el "estilo"de sus escritos -cada vez más alejados de lo
que suele ser tradicionalmente ¡a obra de filosofía, sobre todo la de un
profesor alemán- y la tendencia o preferencia a valerse de un lenguaje más
"literario", incluso poético, que ccncep- tual, llevaron a muchos intérpretes
a ver en todo ello señales de que había aparecido un Heidegger II, quien
además había "roto" con Heidegger I.
No obstante, Heidegger formuló la advertencia* de que su "segundo
periodo" sólo puede comprenderse adecuadamente partiendo de Ser y
tiempo, que sigue siendo su obra capital, y el punto de partida y de
referencia imprescindible. Y en cuanto a que su pensamiento carecería hoy
de "actualidad", también había subrayado que no pretendía responder a las
necesidades de la época, pues toda gran filosofía, lejos de ser temporánea,
es rigurosamente intempestiva. Pues, en efecto, lo "temporáneo" -Zeit-
gemass-, lo que está de acuerdo con su tiempo o con la medida de su época,
no responde a la índole del pensar: "el filosofar es un saber que no sólo no
puede volverse tempestivo, sino que más bien, al revés, coloca el tiempo
bajo su medida " 2 Porque de otra manera la filosofía se convierte en moda,
en una manifestación del "uno", del impersonal -como fue moda el
existencialismo y en general lo suelen ser los "ismos"-.
Hoy en día, ya pasadas las modas que se adornaron con su
pensamiento deformándolo, ya superada también la época de las criticas
fáciles o convencionales, parece que se dan las condiciones para un estudio
serio y fructífero de Heidegger. Más aún, si se tiene en cuenta la puesta en
marcha de la edición de sus obras completas, la Gesamtausgabe, que
permitirán abarcar la totalidad
2
Sobre la circunstancia, en buena parte aparente, de que Ser y tiempo
quedase incompleto, o no, me he referido brevemente en mi articulo "El
tiempo, horizonte dél ser", publicado en La Nación, suplemento dominical,
23 de octubre de 1977.
3
En el Vorwort a W.J. RICHARDSON, Heidegger. Through Phe- nomenology
to Thought, La Haya, Ntfohoff, 1963, págs. XVII, XIX y XXIII.
de su pensamiento y el desarrollo de éste. Sin duda, es mucho lo que aún
falta publicar,5 pero de todas maneras estamos en mucho mejor situación
que hace veinte años y, a pesar de todas las observaciones formuladas a la
edición -en el sentido de que no es critica o no da cuenta de todas las
variantes-, ella se va realizando rápidamente y, es preciso señalarlo, está
hecha conforme con el deseo y con las indicaciones del filósofo.
Pero para tal estudio se requiere una guía -sobre todo para quien
desea dar los primeros pasos en el tema y debe evitar los extravíos-, una
guia que proporcione una visión de conjunto sobre el desenvolvimiento del
pensar de Heidegger. En tal sentido es seguro que este pequeño libro del
profesor Gianni Vattimo, Introducción a Heidegger, habrá de cumplir la
misión de manera inmejorable, porque, dando predominio a la idea de
continuidad en el desarrollo del pensador, ha sabido en pocas páginas
desentrañar y a la vez condensar las lineas maestras de un filosofar tan
complejo como variado y rico.
ADOLFO P. CARPIO
2
EinfÜhrung in die Metaphysik, TUbingen, Niemeyer, 1953, pág. 9.
La Gesamtausgabe comprenderá cuatro grandes secciones. Las dos
primeras, que abarca las obras ya publicadas y las lecciones de Mar- burgo
y l'riburgo, comprenderán unos 60 volúmenes; hasta el momento, han
aparecido 26. Luego seguirán otras dos secciones: una de Tratados no
publicados, y otra de Aufzeichnungen und Hinweise (Apuntes e indicaciones),
sobre cuya extensión no hay aún datos.
Ser y tiempo
4
Sobre un primer enfoque de Frege se puede consultar la antología de
sus escritos ordenada por C. Mangione con prefacio de L. Geymonat.
Aritmética e lógica, Turín, 1965.
12
concepto de ser como simple presencia, temporalidad del
ser)£Heidegger distinguía, por un lado, la esfera lógica y, por otro,
el mundo de los hechos puramente psíquicos, fundándose en la
consideración de que este último se caracteriza por la mudanza y
por el tiempo, mientras que el mundo lógico se presenta como algo
inmutable £es el sujeto quien capta temporal- V mente los
significados, pero los capta precisamente en cuanto válidos, es
decir, no amenazados por el cambio. Al psicologismo, por a-
tenerse al aspecto psicológico del fenómeno del conocimiento, se le
escapa la verdadera naturaleza de la realidad lógica, no capta ni
justifica lo que realmente la constituye como tal, esto es, la validez
2
Die Lehre vom Urteil im Psychologismus, Leipzig, 1914; Die Kate-
gorien-und Bedeutungslehre des Duns Scotus, Tübingen, 1916; "Dei Zeitbe- griff
in der Geschichtswissenchaft", en Zeitchrift für Philosophie und philo- sophische
Kritik, 1916, págs. 173-88.
En este breve examen de los escritos heideggerianos anteriores a Ser y
tiempo, especialmente en lo que se refiere a la significación que tienen los cursos
universitarios dictados por Heidegger después de 1916, sigo las excelentes
páginas que dedica a la cuestión O. Póggeler, Der Denkweg Martin Heideggers,
Pfullingen, 1963, que pudo examinar mucho material inédito. En cuanto a la
situación de Heidegger respecto de Husserl y respecto del clima cultural de la
primera parte del siglo XX y en los años posteriores a la primera guerra
mundial, he tenido en cuenta sobre todo dos escritos de Hans Georg Gadamer:
la introducción a la edición Reclam del ensayo de Heidegger sobre Der
Ursprung des Kunstwerkes, Stuttgart, 1960,. y "Die phánomenolo- gische
Bewegung", en Philosophische Rundschau, 1963, págs. 1-45.
3
Por lo menos a partir de las Logische Unterschungen, Halle, 1900-1
Veáse R. Raggiunti, Introduzione a Husserl, Bari, 1970.
que/por definición; se sustrae al fluir temporal que caiactejrizaJa .
.vida psíquica.
E1 discurso sobre la autonomía del mundo de las significacio-
nes está desarrollado en la tesis de docencia privada sobre Scoto, en
la cual sin embargo Heidegger reconoce ya explícitamente que la fi-
losofía no puede dejar de plantear el problema de la validez de las
categorías, es decir,~de la lógica; no sólo desde un punto de vista in-
manente, sino tambiéni desde el punto de vista "transeúnte", es de-
cir, desde el punto de vista de su valor para el objetp. 5 ¿En qué
consiste la validez de las categorías? "Si (esa validez) ha de enten-
derse como una clase peculiar de 'ser' y de 'deber' o si no significa
ni una ni otra de estas cosas y se la concibe en cambio sobre la base
5
Véase Die Kategorien- und Bedeutungslehre des Duns Scotus, op. cit., pág.
234.
13
de grupos de problemas que están en un nivel más profundo en el
concepto de espíritu viviente, y grupos que se vinculan con el pro-
blema del valor...entonces éste no es el lugar de decidirlo".
De manera que en la conclusión del estudio sobre Scoto se
anuncia la problemática de fundar la validez objetiva de las catego-
rías en la vida de la conciencia, la cual se caracteriza por la tempo-
ralidad y por la historicidad, es decir, precisamente por aquellos
caracteres en virtud de los cuales el escrito sobre el psicologismo
reconocía que la esfera lógica era irreductible a la esfera psíquica.
"El espíritu viviente es como tal espíritu histórico en el sentido más
propio def término"6 (el espaciado es de Heidegger).
No se trata, evidentemente, de un retorno al psicologismo; la
subjetividad que entra aquí en juego no excluye, como subjetividad
puramente empírica, la validez de las categorías; se trata sólo de
en: lazar explícitamente los dos aspectos: lajustoricidad^elj^spíritu
viviente" y la validez intemporal de la lógica. Este problema,
quej^> aquí está sólo esbozado y que permánece7eñpie, ya excluye
empero que el discurso pueda mantenerse en un nivel puramente
trascendental; excluye, pues, la consideración de las categorías
como puras "funcionesjé 1 pensamiento!'.^
"No se puede ver en la justa luz la lógica y sus problemas si el
contexto sobre cuya base la lógica es considerada no se hace
translógico. La filosofía no puede prescindir, a la larga, de la óptica
que le es propia y por lo tanto de la metafísica. Para la teoría de la
verdad, esto implica la tarea de una definitiva clarificación
metafisicoteleológica de la conciencia."8
6
Ibid„ pág. 238.
7Ibid., pág. 235.
14
espíritu viviente, alude ya con toda claridad al planteamiento que se
hará explícito en Ser yjiempa_ ^
De manera que dentro de la terminología y de la problemática
neokantianas maduran en Heidegger problemas y exigencias que en
aquel ámbito ya no pueden resolverse. Y soh problemas vinculados,
según vimos, con el problema de reconocer la historicidad del espíritu
viviente, esto es, como se diría en la terminología de Ser y tiempo,Ti
efectividad de la existencia, que hace imposible ver al sujeto del
conorimiento como ese sujeto puro que está supuesto en toda posición
de tipo trascendental. Es esta misma temática (de la vida de la
conciencia como historicidad) lo que implica también un (concepto de
temporalidad irreductible al concepto de tiempo empleado en las
ciencias física^, ésta es la temática que ocupa el centro de la prelusión
sobre el Concepto de tiempo en la historiografía.
¿Qué sentido tiene, tocante al madurar de estos problemas, la
proximidad de Heidegger con Husserl? Preparado ya desde mucho
tiempo atrás (como, por lo demás, se puede entender por la misma
temática de los escritos que acabamos de recordar), ese sentido se
concreta en forma definitiva cuando Heidegger, después de la primera
guerra mundial, se convierte en asistente de Husserl, que mientras
tanto ha sido llamado a Friburgo como profesor. Considerando los
problemas que, según vimos, surgen sobre todo en la tesis sobre Duns
Scoto y considerando que Heidegger se va apartando de la filosofía
neokantiana, no tiene sentido pensar que Heidegger se acerca a Husserl
principalmente en la medida en que también para él es central la
temática trascendental. Verdad es que en muchos aspectos, y sobre todo
en el período que estamos considerando (los años de alrededor de la
primera guerra mundial), la fenomenología husserliana, con el
programa de la reducción trascendental, presenta profundas afinidades
con el neokantismo.8 Pero precisamente el hecho de que Ser y tiempo,
que ya no comparte nada con el neo- kantismo, esté dedicado a Husserl,
demuestra que Heidegger veía en Husserl y en la fenomenología, más
que una variación y profun- dización del punto de vista trascendental
neokantiano, el modo de extender su discurso precisamente en la
dirección de esas dimensiones de historicidad, de efectividad y,
podríamos decir, de lo concreto, a que aludían las páginas finales sobre
Scoto. La fenomenología husserliana, por lo menos en la formulación
que se conocía de ella alrededor de 1920, ¿podía justificar esta
"interpretación" que -ya sobre la base de Ser y tiempo, ya sobre la base
de los escritos anteriores y también de los temas de los cursos que
8
Sobre el sentido y los límites de la influencia del neokantismo en
15
después de 1916 Heidegger dictaba en Friburgo- parece darle
Heidegger? Es cierto que, en los escritos de Husserl publicados hasta
entonces, Heidegger podía ya encontrar una novedad radical respecto
del neokantismo y precisamente en la dirección de su interés por lo
efectivo y lo concreto. Mientras el neokantismo hacía hincapié en la
ciencia, en su carácter constructivo y matemático, como única forma de
conocimiento válido, para Husserl el acto _cogaoscitivo se resuelve en la
Anschauung, la intuición (de las esencias^, que no se reduce al co-
nocimiento científico sino que es un encontrar las cosas, por así decirlo,
en carne y hueso. A esta conrepcióñTniisserlianaae la intuición se
remitirá la interpretación heideggeriana del concepto de fenómeno en
Ser y tiempo, interpretación que ya no entiende este concepto, como el
neokantismo, en contraposición a la cosa en sí, sino que lo entiende
como "manifestación" positiva de la esencia misma de la cosa. La
sustitución de la ciencia (que construye el mundo de la experiencia en
rigurosas estructuras matemáticas) por foAnschauung representa un
paso hacia la übetaciándfiiosjímites deltrascendentalismo neokantiano. 9
Pero la fenomenología, en la forma explícita que tiene en aquella
época en las obras de Husserl publicadas hasta entonces, se le manifiesta
a Heidegger como un movimiento en pleno desarrollo y a este desarrollo
contribuye él mismo de manera decisiva10 en virtud de una estrecha
colaboración con Husserl, a cuyos manuscritos y apuntes de trabajo
tiene acceso; además es probable que lo tuviera al corriente del mismo
modo sobre sus propias indagaciones. De manera que, mientras no tiene
sentido preguntarse si Ser y tiempo pudo influir en el surgimiento y
desarrollo del interés husserliano por lajhistoricidad y el "mundo de la
vida j probablemente sea más justo reconocer que la interpretación
heideggeriana de la fenomenología revela una vocación y una tendencia
de desarrollo que está presente (como lo muestra el hecho de ocupar el
primer plano el tema de la Lebenswelt) en la fenomenología misma,
cualesquiera que sean luego los caminos .divergentes que hayan tomado
Husserl y Heidegger.12
Esta interpretación heideggeriana de la fenomenología así como el
interés por la efectividad que lo aleja del neokantismo no se forjan sólo o
principalmente en virtud de una reflexión "interna" o exclusivamente
técnica sobre los contenidos .y los temas de estos rumbos filosóficos, sino
que reflejan una participación más amplia en los problemas y en las
exigencias que (aun fuera de la filosofía en el sentido técnico y de la
filosofía académica) se imponían en la cultura alemana y también
16
europea de la época. En el discurso pronunciado en el acto de su
admisióncomo miembro de la Academia de Ciencias de Heildelberg,11
Hei'degger da algunas indicacio-
10
Véase H. G. Gadamer, Die phá'nomenologische Bewegung, op. cit., págs. 19-20.
í*/fausserl solía decir en los primeros años de la década de 1920: "La
fenomenología somos yo y Heidegger,. v nadie más": véase H.Spielgelberg, The
Phenomenoíogical Movements. A Historical Introduction, La Haya, 1960 2 volúmenes.
12
Véase H. G. Gadamer, Die phá'nomenologische Bewegung, op. cit., pág. 19 y
siguientes.
11
"Antrittsrede", en Jahresheft der Heidelberger Akademie der (Ws- senschaften,
1957-58, págs. 20-1.
17
nes esclarecedoras para entender cómo sintió y vivió el clima cultural de
los años inmediatamente anteriores a la primera guerra mundial: "No
es posible describir adecuadamente lo que aportaron los vivaces años
que van de 1910a 1914;alo sumo se puede tratar de aclararlo mediante
una selección de nombres y de acontecimientos: la segunda edición de la
Voluntad de poderío de Nietzsche, la traducción de las obras de
Kierkegaard y de Dostoyesvski, el incipiente Ínteres por Hegel y
ScheBíng,'las poesías de Rilke y de Trakl, las Gesammelte Schriften de
Dilthe^J. Nietzsche llegará a ser el tema dominante de todo el desarrollo
del pensamiento heideggeria- no entre 1935 y 1943; pero Dilthey y
Kierkegaard indican dos presencias ya muy vivas en los años posteriores
a la primera guerra mundial que preparan inmediatamente Ser y tiempo
¿
Dilthey, como se verá, ocupa un puesto decisivo en Ser y tiempo,
precisamente en el punto en que la analítica existencial culmina en el
reconocimiento de la temporalidad como sentido on- tológico de la
Sorge*, es decir, de todaslas estructuras constitutivas del ser del hombre.
Para el Heidegger de Sery 'tiempo, el problema dFlas ciencias históricas,
al que estaba dedicada la prelusión de 1916, asume ahora su fisonomía
más propia que es, no la de un problema metodológico, sino la de un
problema ontológico. El pensamiento de Dilthey y el del conde Yórck,
que en muchos aspectos lo desarrolla y lo clarifica, tienen el sentido de
mostrar que fundar verdaderamente la historicidad y la historiografía
es posible sólo a la luz de un replanteamiento del problema del ser^12 el
problema de la historicidad es, pues, el problema de la "filosofía de la
vida"" (con lo cual, aun en cuanto a la terminología, se nos remite a la
noción de "espíritu viviente" de la tesis sobre Scoto) y su solución está
aquí explícitamente vinculada (cuando se remite en nota a los párrafos 5
y 6) con el mismo problema fundamental de Ser y tiempo.
Y la vinculación no va en un solo sentido; es decir, habiendo
tropezado en un determinado momento con el problema de la his-
toricidad, Heidegger reconoce que también ese problema puede en-
contrar solución adecuada sólo desde el punto de vista de una nue-
12
Véase Essere e Tempo, traducción citada, pág. 575.
va reformulación ontológica; pero fundamentalmente -y esto ex-
plica asimismo la excesiva longitud del párrafo dedicado a Dilthey
y a Yorck y de las citas en él contenidas-, es precisamente el fenó-
meno de la historicidad y de la "vida" lo que impone el replanteo
del problema del ser.
Que ésa sea realmente la situación está demostrado no sólo
por el carácter central que tiene el tema del tiempo y de la histori-
cidad eriSer y tiempo,{aunque aparentemente el tema es encontra-
do en el curso de un análisis todavía simplemente "preparatorio",
que no se refiere directamente al ser sino sólo a las estructuras de
ese ente que presenta el problema del ser, esto es, el hombre); al
surgimiento de esta problemática de la historicidad del espíritu
viviente en los escritos de Í913-í6 corresponde (y haberlo puésfó
éSpé- cialmente de relieve es el mérito particular de la
interpretación de Póggeler) un madurar dejajtención por la
efectividad y Inconcreto de la vida en virtud de la reflexión sobre
el pensamiento cristia- ño1~íé"fÍexión que ocupa un lugar
dominante en la indagación de Heidegger duránte los años que
siguen a la primera guerra mundial. Es en esta perspectiva donde
el nombre de Kierkegaard adquiere un sentido relevante. En Ser y
tiempo se considera"arKíerkegaard co- *— rño un pensador que
"afirmó explícitamente y penetró gxactamgn- te el problema de la
existencia como problema existencia!. En cam- -bio, la ^
problemática exístéñcIariaTle Fs tan ajena que Kierkegaard , en lo
tocante a las perspectlvü^oñtológicas, permañcé completamente
bajo el dominio de Hegel y de la filosofía antigua vista a través de
éstej,'.16 A pesar de no haber logrado pasar a la problemática
pág. 357. Los adjetivos "existencia!" y "existenciario" (exis- \ tenziell
y existenzial)* aluden a la djstinción entre el problema de la existen- \ cia como se plantea
en el seno de la existencia misma (son existencialés los "problemas concretos_gue
cricontramos );; resolve^mos_d^ía_tras día en cualquier i nivel y hasta, como se verá, la
decisión anticipante de la muerte) y eIp~róble-¿° 7/ ma de la existencia que se plantea en
el nivel reflexivo y que podríamos 11a- mar el problema "sobre la^xlsleña^^ sólo
1
puede "ponerse en-claro eh" el existir mismo". La comprensión de sí
mismó que constituye la guía en este caso, la llamamos existencial... El
problema en torno de ella [la existencia] se refiere, en canibio, a la
discusión de ta que constituye la existencia. Damos el nombre de
existencialidad al conjunto de
L ------------ -- —- ----- , TÉ-
* Siguiendo el criterio más común en castellano, introducido por J.
Gaos, hemos traducido en esta obra existenziell por "existencial" y existenzial
por "existenciario". Chiodi y Vattimo los tradujeron al italiano por esis- tentiva
y esistenziale, respectivamente. [T]
propiamente existenciaria, Kierkegaard es explícitamente invocado en
algunos puntos fundamentales del desarrollo de Ser y tiempo, a saber, en
lo que se refiere al concepto de angustia y al concepto de temporalidad.17
Una posición análoga a la de Kierkegaard es la que ocflpa SarTÁgustín;
por más que el juicio sobre éste no19
sea tan explícito como el juicio sobre
Kierkegaard, también de él dice Heidegger que su análisis permaneció
por lo común en un nivel óntico;18 y también se remite a san Agustín
cuando trata los mismos problemas centrales de la angustia v de fundar
la temporalidad.
Si se consideran estas "citas" heideggerianas (junto a las cuales hay
que colocar las citas de san Pablo, de Lutero y de Calvino) a la luz del
interés que se manifiesta en Heidegger, inmediatamente después de la
primera guerra mundial, por la problemática religiosa, dichas citas se
convierten en una especie de hilo conductor -junto con las otras ya
indicadas relativas primero al neokantismo y luego a Husserl y a Dilthey-
para comprender la formación del horizonte teórico de Ser y tiempo.Ea el
semestre invernal de 1919-20 Heidegger dicta un curso sobre
Fundamentos de la mística medieval, al cual siguen, en el semestre invernal
de 1920-21, uno de Introducción a la fenomenología de la religión y, en el
semestre estival de 1921, uno sobre San Agustín y el neoplatonismo13 Por lo
demás,
estas estructuras. La analítica de la ¿.xistencialidad tiene el carácter, no de una
comprensión existencial, sino el de una comprensión existenciaria" (Ibid.// págs. 66-7).
La distinción, formalmente clara, se complica empero si se tiene en cuenta que "la
analítica existenciaria. por su parte, tiene en última instancia raíces existenciales fibíd.
pág. 68). Sobre este problema véase L. Pareysón Studi nuil' esistenzialismo, Florencia,
1*43 (segunda edición 1950), pág. 185 y siguientes.
17
b'ssere e tempo, traducción citada, págs. 299 y 491-2.
18
ib id., pág. 298. El término "óntico'? constituye con "ontqlógk:o" una pareja
de conceptos paralela a la cíe éxístencial-existenciarió, aun cuando los significados no se
superpongan completamente. QnticajesJodajjonsi- deración, teórica o práctica, del ente
que se atiene a los caracteres del ente como tal, sin poner en tela de juicio su ser;
ontológica es en cambio la consideración del ente que apunta al ser del ente.
La_^descripción del ente intra- mundano" es óntica; la "interpretación del ser de ese
ente" es ontológica. Como se veri más adelante, el conocimiento del enté presupone
cierta comprensión previa del ser del ente: en la base de toda verdad óntica está la ver-
dad ontológica:—~zr~. -------------- ' ""
te
el carácter central de este interés religioso está .reconocido por el propio
Heidegger en una declaración explícita contenida en una de sus obras más
recientes.14
13
Una versión completa, revisada y aprobada por el propio Heidegger,
a causa de las insuficiencias de los conceptos metafísicos a los cua- Tesse recurre]
~~
La reflexión sobre la problemática religiosa, desarrollada sobre todo a la
luz del Nuevo Testamento y de los padres de la Iglesia tiene pues para
Heidegger el sentido de poner de manifiesto el contraste entre el "espíritu
viviente" y los esquemas conceptuales que, a través de todas las vicisitudes de
la historia de la filosofía, se mantuvieron de algún modo dominantes en el
pensamiento occidental (recuérdese que Kierkegaard, a través de Hegel, se
conecta con los griegos) y son los mismosque aúnanos determinan. Como lo
20
veremos mejor en el examen particularizado de Ser y tiempo, la insuficiencia de
este aparato conceptual metafísico, que es sustancial- mente el mismo desde
Ahora bien, precisamente en el curso sobre San Agustín y el
neoplatonismo, a juicio de Póggeler, que tuvo a su disposición apuntes sobre
dicho curso, 15 el tema dominante era poner de manifiesto la insuficiencia del
aparato conceptual neoplatónico para expresar apropiadamente los contenidos
de la temática religiosa cristiana tal como la vivía san Agustín. De manera que
para san Agustín vale también aquello que Heidegger dice en Ser y tiempo, de
manera más explícita, sobre Kierkegaard; también san Agustín permaneció en
un enfoque puramente existencial de la existencia porque, así como
Kierkegaard no rompió el esquema de la ontoló- gía clásica que encontraba en
Hegel, tampoco san Augustín se salió del esquema metafísico griego que él
conocía en la forma del neoplatonismo. Enjunbos casos, la experiencia
religiosa cristiana se presenta mas auténticamente tiel a la estructura de la
exTstiñcia, pero esa fidelidad no se traduce en un verdadero análisis filosófico
adecuadamente el fenómeno de la vida y de la historia. Dicha concepción está
también en la base (como supuesto no problematizado) del neokantismo (y de
la fenomenología husserliana; pero Heidegger lo verá claramente sólo más
tarde). Y paralelamente a Ser y tiempo, Heidegger elabora una interpretación
de la Critica de la razón pura'que constituye una clara polémica con el
neokantismo: mientras para los neokantianos la obra de Kant se resuelve
esencialmente en fundar una teoría del conocimiento y particularmente del
conocimiento científico, HeidegRer reivindica el carácter central del problema
de la metafísica en un sentido no muy diferente del que este término tenía en
las páginas finales de la tesis sobre Scoto.
En definitiva, pues, el itinerario que conduce a Heidegger a plantear
el^roblema_del ser como Jo hace en Ser y tiempo se desa- rrolla entre dos
polos: por un lado, jlá cuestión de la "validez" del conocimiento que
Heidegger retoma de la polémica neokantiana contra el psicologismo y que, a
través del problema de la verdad (el problema de la aplicación de las
categorías al objeto, etc.),]lo acerca a los grandes temas de la tradición
metafísica (en los cursos dictados después de 1916, Aristóteles ocupa una
posición de primer plano); y, por otro lado, o bien la originaria formación
religiosa que se manifiesta en un claro interés por el Nuevo Testamento y por
los padres de la Iglesia, o bien el problema de la historicidad y en general de la
"vida" que encuentra en la cultura de la época, lo llevan a poner cada vez más
radicalmente en tela de juicio las nociones de validez, de realidad, de ser,
nociones heredadas de la metafísica.
La fenomenología, como hemos visto, representa para Heidegger, por lo
menos al principio, la sin teses de las exigencias trascendentales del
neokantismo y la reivindicación del Leben (la vida), reivindicación que
22
Kant und das Problem der Metaphysik, Bonn, 1929; traducción italiana de M. E.
Reina, Milán, 1963.
gencia husserliana de una "filosofía como ciencia rigurosa". Cuando se habla,
en el caso del pensamiento heideggeriano, de "existen-, cialismo" (término que
él mismo rechaza y que hoy está un poco pasado de moda pero que conserva su
legitimidad), hay que advertir que la palabra no indica el predominio exclusivo
deLinterés por la existencia del hombre¡ spbre ja problemática-propiamente
metafísica ; el problema central de Heidegger es el problema del ser.
Ejtistencialismo significa, por un lado, que este problema se replantea
dramáticamente, precisamente debido a la incapacidad de la filosofía europea
de la época (todavía dominada por la concepción clásica del ser entendido
como simple presenc^de pensar la historicidad y la vida en su efectividad, (por
lo cual toda posición que se remita al Leben, como en efecto ocurre en la
filosofía del siglo XX, se resuelve en formas de "irracionalismo^ y significa, por
otro lado, que un replanteamiento del problemájiel ser puede efectuarse sólo
partiendo de un renovado análisis de ese fenómeno que, precisamente por
cuánto no puede pensarse dentro de las categorías metafísicas tradicionales,
nos obliga a ponerlas en tela de juicio: el fenómeno de la existencia en su
efectividad". A pesar del aparente "carácter abstracto" del problema del ser,
éf camino que recorre Heidegger desde el neokantismo a la fenomenología y al
"existen- tialismo" representa un progresivo esfuerzo de concretar, esfuerzo en
virtud del cual se manifiestan en primer plano las dimensiones e- fectivas de
ese "sujeto" fque en toda perspectiva trascendental es siempre concebido como
el sujeto "puro" Pero "el espíritu viviente es esencialmente espíritu histórico".
En la conexión muy estrecha que se establece entre los dos problemas (el
problema de la existencia y el problema del ser), que se implican
recíprocamente, y en las consecuencias que de esto se derivan, consiste la
originalidad y la significación específica del planteo filosófico heideggeriano, no
sólo frente al neokantismo y a la fenomenología sino también frente a todo el
pensamiento del siglo XX.
16
22
Véase H. G. Gadamer, Introducción a Der Ursprung des Kunstwerks
op. cit., pág. IOS.
el examen de Ser y tiempo, al hecho de que el sentido del concepto de ser se
identifica siempre con la noción de la presencia, la cual podríamos llamar
también, con término quizá más familiar, la objetividad. Es, en un sentido
pleno, aquello que "subsiste", aquello que puede encontrarse, aquello que "se
da", aquello que está presente; por lo demás, no es una casualidad el hecho de
que el ser supremo de la metafísica, Dios, es también eterno, es decir, presencia
total e indefectible.^Ahora bien, como es el ser histórico del espíritu lo que nos
obliga a reexaminar la noción de ser, y como ésta, aun en un análisis
preliminar, se revela dominada por la idea de la presencia -pensada en relación
con una específica determinación temporal-, la reformulación del problema del
ser se lleva a cabo en relación con el tiempo. Y esto se realiza, según vimos,
partiendo de un análisis de ese ente que "presenta" el problema, no sólo en el
sentido de que por ser irreductible a los es- quemas metafísicos tradicionales lo
plantea, sino también en el sentido de que explícitamente, al presentar el
problema, se pregunta cuál es el sentido del ser. <
Ser y tiempo comienza pues con un análisis preparatorio del ^ ser_del
hombre.24 Ese ser debe ser asumido y estudiado en su acepción más general
y comprensiva para evitar ante todo el riesgo de que subrepticiamente un
aspecto se presente como esencial (por ejemplo, tomar el conocimiento como
elemento constitutivo esencial del hombre), es decir, teorizando sobre ese
aspecto sin haberlo
^Conviene tener presente desde ahora la estructura general de Ser y tiempo^ como
la delinea Heidegger en el párrafo 8: ^indagación del sentido del ser no descarta, sino que
exige, que se someta al análisis un ente específico (el hombre); este ente es
constitutivamente histórico, de manera que la indagación del sentido del ser implica
necesariamente también un aspecto "historiográfico". La obra debe dividirse pues en dos
partes: "Parte primera: La interpretación del Dasein con referencia a la temporalidad y la
explicación del tiempo como horizonte trascendental del problema del ser. Parte segunda :
Líneas fundamentales de una destrucción fenomenología de la historia de la ontología con
la guía de la problemática de la 'temporalidad'. La primera parte se subdivide en tres
secciones: 1) El análisis fundamental del Dasein en su momento preparatorio; 2) Dasein y
temporalidad; 3) Tiempo y ser". También en la segunda parte debía dividirse en tres
secciones dedicadas respectivamente a Kant, Descartes y Aristóteles (Ser y tiempo,
traducción citada, pág. 101). Tal como fue publicada en 1927 y tal como permaneció desde
entonces, la obra quedó interrumpida en la segunda sección de la primera parte.
previamente problematizado. Este escrúpulo de inicial "imparcialidad" de- la
indagación, escrúpulo que hereda de la fenomenología, lleva a Heidegger a
eoinenzara plantear el problema del ser del hombre partiendo de lo que él
llama la "cotidianidad" (Alltáglich- te/f) o "término medio"
{Durchschnittlichkeit). El análisis del ser del hombre debe dirigirse a su modo
de darse tanto más común como más general. El "término medio" no es una
estructura que se privilegie inicialmente en detrimento de otras, ya que indica
en cambio, y precisamente, el conjunto —al principio confuso e inde-
terminado- de los modos de ser reales o posibles del hombre ¿ como una
especie de promedio estadístico dé las maneras en que los hombres
individuales se determinan en el mundo.
En esta decisión de partir del23término medio está ya implícita cierta idea
del ser del hombre; esa idea no es sin embargo un "supuesto" del que debería
liberarse el análisis: el concepto de comprensión que elabora Heidegger
justamente en Ser y tiempo reconoce como esencial a toda comprensión cierta
"precompren- sjójj", cierto horizonte preliminar, abierto y accesible que,
antes que limitar la libertad de la comprensión, la hace posible. Los supuestos
no han de eliminarse; hay que asumirlos explícitamente y aclarar sus
implicaciones. De modo que si la proposición de partir del término medio nos
parece razonable, debemos también aceptar el supuesto que ella implica. Ese
supuesto consiste en el hecho de que quien parte del término medio lo hace
porque reconoce implícitamente que el ser del hombre está caracterizado por
hallarse frente a un complejo de posibilidades que no todas necesariamente se
reaÜzan; por eso el problema del análisis, que Heidegger se propone resolver
con el concepto de "término medio", es el problema de no aislar una de estas
posibilidades en desmedro de otras. El hombre "está referido a su ser como a
su posibilidad más propia".17Esta idea del hombre como "poder ser", que está
implícita en la manera misma en que se presenta el problema del modo de ser
del hombre, guiará sustancialmente todo el desarrollo de Ser y tiempo.
Él poder ser es, en efecto, el sentido mismo del concepto de existencia.
Descubrir que el hombre es ese ente, que es en cuanto está referido a su propio
ser como a su posibilidad propia, a saber, que es sólo en cuanto puede ser,
significa descubrir que el carácter más general y específico del hombre, su
"naturaleza" o "esencia" i ^—
es el existir. La "esencia" del hombre es la "existencia". Términos como
naturaleza y esencia se han escrito entre comillas, y lo mismo existencia,
porque a partir de aquí se revela que el uso de esas nociones, que sin embargo
son centrales en toda filosofía, está plagado de equívocos que pueden
comprometer desde el principio el resultado de la indagación. En efecto, si
decimos que el hombre está definido por su poder ser, es decir, por el hecho
de que está referido al propio ser como a la propia posibilidad, ¿qué sentido
tiene hablar en este caso de esencia y de naturaleza? Tradicionalmente,
cuando se habla de la naturaleza de un ente se entiende el conjunto de los
caracteres constitutivos que el ente posee y sin los cuales no es aquello que es.
Pero decir que la naturaleza del hombre es poder ser equivale a decir que su
naturaleza consiste en no tener una naturaleza o una esencia. Aún más
complejo es el uso del término "existencia". Algo existente es generalmente
entendido como algo "real", y, según se ha dicho, algo simplemente presente.
Pero sijl hombre es poder ser, su modo de ser es el de la posibilidad y no el de
la realidad-, el hombre no es un existente en el sentido de la
Vorhandenheit}6Decir que el hombre existe no puede pues significar que el
hombre sea algo "dado", porque lo que el hombre tiene de específico y lo que
lo distinguí! de las cosas es justamente el hecho de estar referido a
posibilidades y, por lo tanto, de no. existir como realidad simplemente
presente. El término existencia, en el caso del hombre, ha de entenderse en el
sentido etimológico de ex- sistere_, estar afuera, sobrepasar la realidad
simplemente presente en dirección de la posibilidad* Si entendemos el
24
17
Essere e tempo, traducción citada, pág. 107.
término existencia en este sentido, habrá de reservárselo sólo para el
hombreóla existencia tal como la entiende la ontología tradicional (que no
puede aplicarse al hombre) es la simple presencia, la Vorhandenheítj yj/tf De
conformidad con esto, los caracteres que el análisis del ser del hombre pondrá
de manifiesto no podrán entenderse como el conjunto de "propiedades" que
determinan la realidad del hombre, sino sólo como posibles maneras de ser. Si
llamamos, con la tradición filosófica, "categorías" a los modos más generales
en que se determina el ser de las cosas simplemente presentes (esto es, los
"modos muy generales de estructurarse la realidad como Vorhanden- heit), los
modos (posibles), de ser del iuunhre que se_ pondrán de manifiesto por obra
del análisis de la existencia (lo que Heidegger llama "analítica existenciaria")
se llamarán en cambio "existencia- rios" (Existenzialien). 17<r,
La diferencia radial entre el modo de ser del hombre y el modo de ser de
las cosas es sólo el punto dejpartida; en cambio, los filósofos siempre se
detuvieron aquí y se limitaron a caracterizar negativamente el ser del hombre
respecto del ser de las cosas (el sujeto es el no objeto); pero aüeidegger le
interesa elaborar una definición positiva de la existencia y desarrolla hasta el
final las implicaciones de estos primeros resultados. En ese desarrollo, la
noción de simple presencia se revelará no sólo insuficiente para describir el
modo de ser propio del hombre sino también inapropiada para definir el ser
de las cosas diferentes del hombre.
•El primer paso de la analítica existenciaria consiste, pues, en definir la
esencia del hombre como existencia, esto es, comopoder ser. Si procuramos
avanzar más allá de este primer "concepto formal 3e existencia",
encontramos en primer lugar la noción de "ser ej^ el mundo".28 El ser del
hombre consiste en estar referido a posibilidades; pero concretamente este
referirse se efectúa no en un coloquio abstracto consigo mismo, sino como
existir concretamente en un mundo de cosas y de otras personas. El modo de
ser medio y cotidiano del hombre, del cual decidimos partir, se presenta ante
todo como ser en el mundo. El término alemán para designar "existencia"
tencia" ésTJffsgu^, literalmente "ser o estar aquí o ahí-". El término expresa
bien el hecho de que la existencia no se define sólo como rebasamiento que
trasciende la realidad dada en dirección de la posibilidad, sino que este
sobrepasamiento es siempre sobrepasa- miento de algo, está siempre situado,
está aquí. Existencia, Dasein,
26
ser en el mundo, sonpues sinónimos. Los tres conceptos indican el hedió de
que el hombre está "situado" de manera dinámica, es decir, en el modo del
poder ser o también, como dirá Heidegger poco después, en la forma del
"proyecto". De conformidad con el uso de los términos que hace Heidegger en
Ser y tiempo, también en nuestra exposición llamaremos al hombre
sencillamente el Dasein enten- diendo este término en el sentido de existencia
(trascendencia) situada (en el mundo), sentido que, por lo demás, se irá
precisando y profundizando ulteriormente.^
Si el Dasein se define como ser en el mundo, habrá que definir más
precisamente la ^noción de mundo . Sólo en un segundo tiempo, una vez
desembarazado el campo de los equívocos que nacen de una elaboración
imprecisa de este concepto, podremos abordar una determinación positiva de
las estructuras existenciales del Dasein.
H8.ÍS0
dades propias, es decir, como alguien que proyecta; y encuentra las cosas, en
primer lugar, incluyéndolas en un proyecto, es decir, asumiéndolas, en un
sentido amplio, como instrumentos. Instrumento en este sentido es también la
29
Ibid., pág.
luna, que al iluminar un paisaje nos 135.
sume en un estado de ánimo melancólico;
y en general también la27contemplación "desinteresada" de la naturaleza
coloca siempre a ésta en un contexto de referencias, por ejemplo, de recuerdos,
de sentimientos o por lo menos de analogías con el hombre y sus obras.
Todo esto es muy importante, porque, pensándolo a fondo, nos lleva a
cuestionar el concepto mismo de realidad como simple presencia. La filosofía y
la mentalidad común piensan desde siglos que la realidad verdadera de las
cosas es la que se aprehende "objetivamente" con una mirada desinteresada
que es, por excelencia, la mirada de la ciencia y de sus mediciones
matemáticas. Pero si, como se vio, el modo de presentarse originario de las
cosas en nuestra experiencia no es aparecer como "objetos" independientes de
nosotros sino que se nos dan como instrumentos, queda abierto el camino para
reconocer la objetividad misma de las cosas como un modo de determinarse
particular de la instrumentalidad. La objetividad es algo a lo que se llega (y
sobre esto está de acuerdo aún la metodología científica) en virtud de una
operación específica en la cual se "hacen a un lado" los prejuicios, las
preferencias, los intereses, para ver la cosa tal como es "en sí". Pero esta
operación es sin embargo, inevitablemente, una operación del hombre, que
éste lleva a cabo precisamente con miras a ciertos objetivos precisos: la
conexión de las ciencias objetivas modernas con la técnica no necesita ser
documentada.30 La simple presencia se revela así como urt modo derivado de
la utilizabilidad y de la instrumentalidad que es el verdadero modo de ser de las
cosas.18
Sobre la base de todo esto se puede entender fácilmente gran parte del
desarrollo ulterior de la analítica existenciaria. Los pasos dados hasta aquí nos
mostraron ya cómo la simple presencia no sólo
30
En la esfera de la escuela fenomenológica este tema ya había sido elaborado por Max
Scheler, un pensador muy estimado por Heidegger especialmente en Vom Umsturz der Wertc,
Leipzig, 1919; véase también Die Wissensformen und die Oesellschaft.ibíd., 1926.
es inadecuada para concebir el ser del hombre, sino que es un modo de ser sólo
parcial y derivado también de las cosas diferentes del hombre (de los entes
intramundanos, como dice Heidegger). La simple presencia es un modo en el
cual las cosas se manifiestan en relación con una operación precisa del
hombre; y, en general, las cosas no son "en si"', sino que ante todo están en
relación con nosotros como instrumentos; su ser está radical y
constitutivamente en relación con el ser proyectante del Dasein. Este es el
primer paso para llevar a cabo una revisión general del concepto de ser.
Las cosas son ante todo instrumentos; pero el instrumento nunca está
aislado, siempre es instrumento para algo. Lo cual significa que el
instrumento, por ser tal, exige que esté dada una totalidad de instrumentos
dentro de la cual él se define: "antes del medio individual está ya descubierta
una totalidad de medios".19 En esta perspectiva, el mundo no es la suma de las
cosas sino que es la condición para que aparezcan las cosas individuales, para
que éstas sean. Hay que hacer notar, sin embargo, y evidentemente no en un
sentido temporal, que el mundo como totalidad de instrumentos está primero
que las cosas como instrumentos individuales. Por otra parte, la totalidad de
los instrumentos se da sólo en cuanto existe alguien que los emplea o puede
18
"La utilizabilidad es la determinación ontologicocategorial del ente tal como.éste es
28
'en si"' (Ser y tiempo, traducción citada, pág. 145; la bastardilla es de Heidegger).
19
Ib id., pág. 141.
emplearlos como tales, en cuanto esté el Dasein, para el cual los instrumentos
tienen su sentido, su utilidad. "Primero" que el mundo, o en la raíz del darse
del mundo como totalidad instrumental, está el Dasein. No hay mundo si no
hay Dasein. Es también cierto que a su vez el Dasein no es sino en cuanto ser
en el mundo; pero la mundanidad del mundo se funda sólo sobre la base del
Dasein, y no viceversa. Por eso, como se ha visto, el mundo es "un carácter del
Dasein mismo".
En lo que se refiere a las cosas, ser no significa pues, en primer lugar
estar simplemente presentes, sino que significa pertenecer a esa totalidad
instrumental que es el mundo. Este pertenecer al mundo se puede definir
ulteriormente sobre la base de un análisis más preciso del concepto de
instrumento. Por cuanto está siempre constituido en función de otro, el
instrumento tiene el carácter de la referencia. El instrumento se refiere no sólo
al uso específico para el cual está hecho, sino también, por ejemplo, se refiere a
las personas que lo usan, al material de que está constituido, etc. Sin embargo,
el instrumento como tal no está hecho para manifestar tales referencias; está
hecho para un cierto empleo y no para suministrar todas estas informaciones
varias. Hay sin embargo un tipo de entes ultramundanos utilizables en los
cuales el carácter de la referencia, precisamente en este sentido "informativo",
no es sólo accidental, sino que es constitutivo: son los signos. Heidegger no
habla aquí (párrafo 17 de Ser y tiempo) del lenguaje que trata explícitamente
más adelante; pero evidentemente no lo hace porque aquí el análisis se dirige a
la consideración de la cosalidad de las cosas, como entes intramundanos; en
tanto que el lenguaje está más directamente vinculado con los existenciarios.
Para entender el concepto heideggeriano de comprensión como parte
constitutiva del ser en el mundo y para comprender los desarrollos de su
filosofía en los afios posteriores a Ser y tiempo, y especialmente sus escritos más
recientes, conviene tener en cuenta que lo que se dice aquí sobre el signo es
válido también y principalmente en el caso del lenguaje.
En el signo, la utilidad coincide con la "capacidad de referencia", el
signo no tiene otro uso que el de referirse a algo. De manera que en el signo se
pone de manifiesto de manera particularmente clara lo que en general es
propio de todas las cosas intramundanas, es decir, la referencia en el sentido
de la conexión con otra cosa. En cuanto instrumentos, las cosas remiten
constitutivamente a algo que no son ellas mismas. Pero en el signo este
constitutivo estar en relación se presenta en primer plano, se muestra en la
identidad de utilizabilidad y capacidad de referencia. Por eso, el signo
manifiesta la esencia de toda cosa intramundana. Pero hay un segundo sentido
más profundo en el que el signo revela la mundanidad del mundo y el ser de
las cosas. En efecto, se puede decir que si el mundo es la totalidad de los
instrumentos del hombre, los signos son un poco como las "instrucciones para
usar" dichos instrumentos. De hecho aprendemos a usar las cosas no tanto
viéndolas usar o usando todos los instrumentos de que está constituido el
mundo, sino principalmente a través de los discursos que nos ponen al
corriente sobre el uso de las cosas. Como se aclarará cada vez más en el
29 nuestro ser en el mundo no es sólo o
desarrollo de la analítica existencial,
principalmente un estar en medio de una totalidad de instrumentos, sino que
es un estar familiarizados con una totalidad de significados.20
La instrumentalidad de las cosas, según ya dijimos, no es sólo su servir
efectivo a fines, sino que, de manera más general, es su "valer" para nosotros
en un sentido u otro; pero estas valencias de las cosas que nunca se
descubrieron todas en su uso efectivo, son manifiestas a través del lenguaje y
en general a través de los signos. Disponemos del mundo mediante los signos y
en virtud de ellos somos en el mundo. "El signo es un ente óntico utilizable que,
en la medida en que es este medio determinado, hace al mismo tiempo las veces de
algo que manifiesta la estructura ontológica de la utilizabilidad, de la totalidad de
las referencias y de la mundanidad" (la bastardilla es de Heidegger).21
Así llega a precisarse la noción de ser en el mundo en virtud del
descubrimiento de la instrumentalidad constitutiva de las cosas y del
descubrimiento del signo como coincidencia de utilizabilidad y capacidad de
referencia; ser en el mundo significará ahora no tanto tener siempre relación
con una totalidad de cosas instrumentos, como tener ya siempre familiaridad
con una totalidad de significados. Esta conexión entre mundanidad y
significatividad prepara ya, según veremos, la aparición del lenguaje en
primer plano a lo largo de la especulación heideggeriana posterior; pero
mientras tanto también es esencial aquí esa conexión para entender la
importancia central de la noción de comprensión en la descripción de las
estructuras existenáarias del ser en el mundo propio del Dasein.
4. La constitución existencial del Dasein
r Si el Dasein es ser en el mundo, el resultado del análisis de la
mundanidad deberá reflejarse también en la determinación de las estructuras
existenciarias del DaseinJEsto es lo que Heidegger llama el análisis del "Ser-en
como tal" (In-Sein ais solches) que apunta a la definición de los
"existenciarios". Precisamente desde este punto de vista, la coincidencia de
mundo como totalidad de instrumentos y mundo como totalidad de
significados se revela decisiva. El existenciario (esto es, el modo de ser del
Dasein) que suministra el hilo conductor de esta parte del análisis es, en efecto,
la comprensión (Versteheh). El Dasein está en el mundo ante todo y
fundamentalmente como comprensión antes que como afectividad (poco des-
pués volveremos a este punto). El mundo, según vimos, es una totalidad de
relaciones y de referencias. Ahora bien:
"la comprensión mantiene las relaciones arriba examinadas en un
estado de apertura preliminar...Estas relaciones están vinculadas
entre sí en una totalidad originaria...La totalidad de las relaciones
de este significar es lo que nosotros llamamos con el término
significati- vidad. El Dasein, en Su intimidad con la significatividad es
20
El nexo está explícito en la pág. 165:
30 la significatividad "constituye la estructura del
mundo".
21
Ibíd., pág. 159.
la condición óntica de la posiblidad de descubrir el ente que se
encuentra en el mundo en el modo de ser de la utilizabilidad".'36
En lo tocante al Dasein, ser en el mundo equivale a tener ori-
ginariamente intimidad con una totalidad de significados. Como ya vimos, el
mundo no le es dado primariamente al Dasein como un conjunto de "objetos"
con los cuales en un segundo momento se pondría en relación al atribuirle sus
significados y funciones. Las cosas se le dan ya siempre provistas de una
función, esto es, de un significado; y se le pueden manifestar como cosas
únicamente en cuanto se insertan en una totalidad de significados de la* cual
el Dasein ya dispone. Con esto se pone de manifiesto la estructura pe-
culiarmente "circular" de la comprensión, que constituye uno de los núcleos
teóricos más relevantes de todo Ser y tiempo. Si el mundo, como vimos, está
"primero" que las cosas individuales -porque de otra manera las cosas, que
son sólo en cuanto pertenecen al mundo como totalidad instrumental, no
podrían darse como tales-, también está primero que todo significado
particular y específico la totalidad de significados en que se resuelve el mundo.
En otros términos, podríamos decir que el mundo se nos da sólo en la medida
en que ya tenemos siempre (esto es, originariamente, antes de toda experiencia
particular) cierto "patrimonio de ideas" y, si se quiere, ciertos "prejuicios",
los cuales nos guían en el descubrimiento de las cosas. Ocurre como en la
lectura de un libro: todos tenemos la experiencia de que un libro nos habla en
la medida en que "buscamos" en él algo; o, como decía Platón, podemos re-
conocer lo verdadero cuando lo encontramos, porque de alguna manera ya lo
conocemos.
Esto no significa que el Dasein disponga desde el comienzo de un conocimiento
completo y concluso del mundo. No hay que olvidar nunca el vínculo de la
noción de significado con la de instrumentalidad. Los significados de las cosas
no son sino sus posibles Ibid., págs. 164-5.
usos para nuestros fines. Precisamente porque el hombre es constitutivamente
poder ser, todas las estructuras de su existencia poseen este carácter de
apertura y de posiblidad. El Dasein está en el mundo en la forma del proyecto.
Y hasta la comprensión originaria de que dispone el Dasein es sencillamente
un proyecto, con todos los sentidos implícitos en esta palabra y el hecho de que
el proyecto es una especie de "guía", aunque también está sujeto a
modificaciones y desarrollos y aunque inicialmente tenga sólo la forma de un
esbozo que debe ser ulteriormente elaborado. Sustancialmente la idea de
proyecto, que define la totalidad del modo de ser del Dasein, tiene aquí dos
sentidos: la comprensión es proyecto por cuanto es un poseer la totalidad de
los significados que constituyen el mundo antes de encontrar las cosas
individuales; pero esto ocurre sólo porque el Dasein es constitutivamente
poder ser y puede encontrar las cosas sólo insertándolas en este su poder ser y
entendiéndolas, por lo tanto, como posibilidades abiertas.
El Dasein pues, nunca es una tabula rasa sobre la cual van a grabarse las
imágenes y los conceptos de las cosas. Pero ni siquiera se puede pensar que el
Dasein sea un sujeto provisto desde 31 el comienzo (por ejemplo, en virtud de
herencia biológica o cultural) de ciertas "hipótesis" sobre el mundo y sobre las
cosas que puede verificar o rechazar al encontrarse directamente con las
cosas, como querría una teoría del prejuicio de origen iluminista. Esto, en efec-
to, supone que sea posible un cotejo entre las cosas "en sí" y nuestros
prejuicios sobre ellas. Pero la idea de que se deben abandonar los prejuicios
para encontrar las cosas como son "en sí" presupone precisamente que se vean
las cosas como simples presencias, como "objetos". Si, como vimos, las cosas
no son ante todo esas simples presencias, entonces ni siquiera se puede pensar
en salir de la comprensión (o precomprensión) del mundo que originariamente
nos constituye para encontrar directamente las cosas y verificar si las ideas
que tenemos de ellas son válidas o no.
La imposiblidad de salir de la precomprensión que tenemos ya siempre
del mundo y de los significados (una vez eliminado el supuesto del ser de las
cosas entendido como simple presencia) no es ya algo negativo o limitante, sino
que constituye nuestra posibilidad misma de encontrar el mundo. El
conocimiento no es un ir del sujeto hacia un "objeto" simplemente presente o,
viceversa, la interiorización de un objeto (originariamente separado) por parte
de un sujeto originariamente vacío. El conocimiento es más bien la articu-
lación de una comprensión originaria en la cual las cosas están ya
descubiertas. Esta articulación se llama interpretación (Auslegung). No tiene
sentido hacer la observación de que de esta manera el conocimiento es sólo un
movimiento del sujeto en el interior de la propia "imagen del mundo" ya
dada; no estamos aquí en el plano de una reducción del conocimiento o de la
filosofía a "visión del mundo",36 en el sentido subjetivista del término.
El ser en el mundo no tiene nada del "sujeto" de que habla mucha
filosofía moderna, porque esta noción presupone precisamente que el sujeto
es algo que se contrapone a un "objeto" entendido como simple presencia. El
Dasein no es nunca algo cerrado de lo que se deba salir para ir al mundo; el
Dasein es ya siempre y constitutivamente relación con el mundo, antes de toda
artificiosa distinción entre sujeto y objeto. El conocimiento como interpreta-
ción no es el desarrollo y articulación de las fantasías que el Dasein como
sujeto individual pueda tener sobre el mundo, sino que es la elaboración de la
constitutiva y originaria relación con el mundo que lo constituye. La idea del
conocimento como articulación de una pr'ecomprensión originaria es la
doctrina de aquello que Heidegger llama (junto con la tracición de la teoría de
la interpretación) el "círculo hermenéutico". Ese círculo puede parecer un
círculo vicioso sólo desde el punto de vista de un ideal del conocer que conciba
el ser como simple presencia.
"Pero si se ve en este circulo un circulo vicioso y se procura evitarlo o si
sencillamente se lo 'siente'como una irremediable imperfección, se entiende
mal de cabo a rabo la comprensión... el esclarecimiento de las condiciones
fundamentales de la posibilidad del interpretar mismo, las condiciones
de su posibilidad. Lo importante es no salir fuera del'círculo, sino
permanecer dentro de él de la manera justa. El círculo de la
comprensión no es un simple círculo en el que se mueva cualquier forma
32
de conocer, sino que es la expresión de la preestructura (Vor- struktur)
propia del Dasein mismo".22
36
La afirmación del mismo concepto de Weltanschauung está vinculado con el
subjetivismo moderno que es sólo un correlativo de la reducción del ser a objetividad y a
simple presencia. Veáse el ensayo sobre L 'época dell' immagine del mondo en el vol. Sentieri
interrotti (traducción italiana de Holzewege, Frankfurt, 1905), Florencia, 1968.
5. La situación afectiva y el estar lanzado
Sobre la base de la conexión de mundanidad y significativi- dad, el
análisis del "Ser-en" conduce pues al reconocimiento de un primer grupo de
existenciales: la comprensión, la interpretación (estrechamente ligada a la
comprensión en lo tocante a su articulación interna), a las que se agrega el
discurso {Rede) como concretarse de la interpretación.38 Pero tan
originariamente como la comprensión y el discurso y de alguna manera hasta
más radical por cuanto es lo que permite pasar a la noción de estado-de-
yecto23 (noción que continuará siendo determinante aun en la segunda sec-
ción de Ser y tiempo), es un tercer existenciario que Heidegger designa con el
término de Befindlichkeit39 y que nosotros traducimos al castellano por
"disposicionalidad",40 pero que literalmente quiere decir el modo de
"encontrarse", de "sentirse" de esta o aquella manera, la tonalidad afectiva
en la cual nos encontramos.
El Dasein, en cuanto ser en el mundo, no sólo tiene ya siempre cierta
comprensión de una totalidad de significados, sino que tiene siempre cierta
disposicionalidad; es decir, las cosas no sólo están provistas de un significado
en un sentido "teórico", sino que también poseen una valencia emotiva. Si la
analítica existenciaria quiere resguardarse del riesgo de privilegiar un aspecto
del Dasein en detrimento de otros -y la filosofía por lo común privilegió el as-
pecto teórico o cognoscitivo- debe tener muy en cuenta la afectividad.41
38
Ib id., párrafo 34.
39
Ib id., párrafo 29.
40
En la nueva edición de su traducción italiana, Pietro Chiodi adoptó la expresión
"situación emotiva" (véase pág. 225 y siguientes). Nosotros preferimos la expresión
"situación afectiva", que aparecía en la primera edición, por las razones indicadas en la nota
1.
41
Este interés por la esfera afectiva del Dasein explica la estimación que Heidegger
siempre tuvo por el pensamiento de Max Scheler; véase O. Póggeler, op. cit., págs. 76-7.
22
Essere e tempo, traducción citada, pág. 250.
23 A pesar de que Vattimo ha traducido
33 Geworfenheit al italiano por essere-gettato
(literalmente, "estar lanzado o arrojado"), hemos mantenido la traducción de Gaos, ya
popularizada en nuestro idioma, de "estado-de- yecto". [T]
No se trata sólo de reconocer los derechos de la afectividad junto con los
de la comprensión por una preocupación de hacer un análisis completo; la
elaboración del concepto de disposicionalidad hace dar a Heidegger un paso
decisivo en el desarrollo de su discurso. Que el Dasein se encuentre siempre y
originariamente en una disposicionalidad no es un fenómeno que
"acompañe" sencillamente la comprensión y la interpretación del mundo; la
afectividad es más bien ella misma una especie de precomprensión, aún más
originaria que la comprensión misma. Verdad es que en Ser y tiempo se habla
sólo de un coorigen de disposicionalidad y comprensión. Pero nuestra
hipótesis es legítima si se piensa, por un lado, que precisamente la
disposicionalidad "abre al Dasein en su estado-de-yecto"42 (y ahora se verá la
importancia central de esta noción) y, por otro lado, que el encuentro mismo
con las cosas en el plano de la sensibilidad es posible sólo sobre la base del
hecho de que el Dasein está siempre originariamente en una situación
afectiva;43 por lo tanto, toda relación específica con las cosas individuales (aun
la comprensión y su articulación interpretativa) es posible en virtud de la
apertura al mundo garantizada por la disposicionalidad. "La disposicionalidad
ya ha abierto el Dasein al mundo en su totalidad, con lo que hace asi posible un
dirigirse hacia. "*4
La disposicionalidad, esto es, el modo originario de encontrarse y de
sentirse en el mundo, es una especie de primera "prensión" global del mundo
que de alguna manera funda la comprensión misma.'
"En el plano ontológico fundamental debemos confiar el
descubrimiento originario del mundo a la 'simple dis-
posicionalidad'. La intuición pura, aunque penetrase en las más
íntimas estructuras del ser de aquello que está simplemente
presente, no podría nunca descubrir algo amenazador" 45
En la parte final de este pasaje es evidente la polémica contra
42
tssere e tempo, trad. cit. pág. 232.
43
Véase Ibid., pág. 230. La bastardilla es de Heidegger.
** Ibid., pág. 229.
el trascendentalismo neokantiano y las tendencias trascendentales de la
misma fenomenología. Es aquí donde se hace evidente la importancia del
concepto de disposicionalidad en el desarrollo de Ser y tiempo; ese concepto
constituye un progreso en el camino de "concretar"el problema del ser,
preocupación que, como vimos, guía a Heidegger en los años de su formación
filosófica. Si hasta aquí las estructuras del ser en el mundo podrían hacer
pensar aún en una forma de trascendentalismo en el propio Heidegger, ahora
este posible equívoco queda disipado. El Dasein no es nunca un sujeto puro
porque no es nunca un espectador desinteresado de las cosas y de los
significados; el "proyecto" dentro del cual el mundo se le aparece al Dasein no
es una apertura de45 la "razón" como tal (como el a priori kantiano), sino que
Ibíd., pág. 230.
es siempre un34 proyecto "calificado", definido, podríamos decir,
"tendencioso". La afectividad no es un accidente que se coloque junto a la
pura visión teórica de las cosas como un aspecto susceptible de ser distinguido
y del cual se pueda prescindir (en un esfuerzo de conocimiento desinteresado).
Ya dijimos que el mundo no nos sería accesible si no tuviésemos una
precomprensión de él como totalidad de significados; pero ahora esta
precomprensión se nos manifiesta constitutivamente vinculada con una
disposicionalidad determinada. Mientras el análisis se mantiene en el nivel de
la comprensión y de la interpretación, el Dasein puede todavía tal vez parecer
semejante al sujeto kantiano. Lo que lo distingue radicalmente es el no ser
"puro" como la razón kantiana. Y esta impureza surge de la consideración de
la disposicionalidad.
La disposicionalidad revela el hecho de que el proyecto que constituye el
Dasein es siempre un "proyecto lanzado"46 y esto pone de manifiesto la finitud
del Dasein. En efecto, en la disposicionalidad nos encontramos siendo sin
poder dar, radicalmente, razón de ello. El Dasein es finito por cuanto el
proyecto sobre el mundo que constituye su ser no es un supuesto que él pueda
"resolver" y cumplir, como quería Hegel. El mundo se nos aparece siempre,
originariamente, a la luz de cierta disposición emotiva: alegría, miedo,
desinterés, tedio. Todos los afectos singulares son posibles sólo como
especificaciones del hecho de que el Dasein no puede estar en el mundo (y, por
lo tanto, las cosas no pueden dársele) si no es a la luz de una disposicionalidad
que, radicalmente, no
46
Ihid., párrafo 31.
35
depende de él.
Si la disposicionalidad es un aspecto constitutivo (no sólo accidental) de
nuestro estar abiertos al mundo, luego viene a constituir el modo mismo en
que se nos dan las cosas y, por lo tanto, el modo en que ellas son; y si, por otro
lado, la disposicionalidad es algo en lo que nos encontramos sin poder dar
razón de ello, la conclusión será que la disposicionalidad nos pone frente al
hecho de que nuestro modo originario de captar y comprender el mundo es
algo cuyos fundamentos se nos escapan, sin ser, por otro lado, una
característica trascendental de una razón "pura", ya que la afectividad es
precisamente lo que cada uno de nosotros tiene de más propio, de más
individual y de más cambiante. Es sobre todo este último aspecto aquel en el
que Heidegger insiste al ilustrar el concepto de proyecto lanzado.
" Este carácter del ser del Dasein, de que esté escondido su dónde y su
de dónde y de estar en cambio radicalmente abierto en cuanto tal, es lo que
llamamos el estado-de yecto (Geworfenheit) de este ente en su ahí. La expresión
estado-de-yecto viene a significar la efectividad del ser entregado."24
El Dasein no es el sujeto trascendental; verdad es que, como aquél, hace
posible el mundo en virtud de su apertura; pero este su estar abierto al
mundo no es a su vez una "estructura" trascendental y para; es un hecho bien
determinado y definido en el caso de cada Dasein, hecho que se manifiesta en
la afectividad como aspecto constitutivo del proyecto. El Dasein es pues finito,
por cuanto (aun siendo el que abre y funda el mundo) es a su vez lanzado a es-
ta apertura, la cual no le pertenece ni como algo de que él pueda disponer, ni
como una determinación trascendental de todo sujeto como tal. Esta
estructura lanzada del Dasein es lo que Heidegger llama la efectividad
(Faktizitát) de la existencia.25 Efectividad y Geworfenheit (estado-de-yecto) son
expresiones sinónimas que ponen de manifiesto el verdadero sentido de esa
pre-estructura de la que se hablaba en el pasaje al que nos referimos cuando
aludimos al círculo compresión-interpretación. El pre que se revela en este
círculo, el hecho de que el conocimiento no pueda ser otra cosa que la
articulación de una precomprensión en la que el Dasein ya se encuentra
siempre, no es sino la finitud constitutiva del Dasein. El sujeto puro
neokantiano queda sustituido por un Dasein concretamente definido y, como
se verá, también históricamente situado.
24
ib id., pág. 226.
*Ibid„ págs. 226-7.
26 El término alemán Verfallenheit ha sido traducido por el autor por deiezione que
36
nosotros hemos traducido por"caída"o"condición-de-yecta": caída del Dasein en el sentido
en que se dice, por ejemplo, caída del hombre o ángel caído. [T].
indiscutiblemente a la "filosofía de la existencia". Su polémica contra el
transcendentalismo neo- kantiano tiene un sentido fundamentamente análogo
al de la polémica de Kierkegaard contra Hegel: trátase siempre de reivindicar
la finitud del Dasein contra concepciones que miran al hombre como un puro
ojo vuelto al mundo. También el rechazo heideggeriano del concepto de simple
presencia asume aquí su justa dimensión; ese rechazo no va enderezado a
reivindicar una dependencia idealista del mundo del yo; el ser como
objetividad es negado precisamente porque es correlativo de un yo concebido
como puro ojo, como espectador de la verdad entendida como dada en la
presencia.
Finitud y Geworfenheit significan que el proyecto, que es el Dasein, está
siempre concretamente definido, como surge del análisis de la situación
afectiva. Hay un tipo de definición del proyecto que Heidegger tematiza
explícitamente y que tiene una función fundamental en Ser y tiempo (aun
cuando en torno de esta cuestión surgen múltiples problemas que
probablemente no puedan ser resueltos dentro del ámbito de la obra), 49 se
trata de la distinción entre existencia auténtica y existencia inauténtica. Esta
distinción, que sólo sob.re la base del concepto de finitud al que se ha llegado
ahora encuentra una primera justificación, aparece en Ser y tiempo ya en las
primeras páginas y a menudo aparece siempre como al sesgo, sin encontrar
nunca una definición en términos formalmente
49
Como lo vio bien P. Chiodi, L 'esistenzialismo di Heidegger, Turín, 19552, quien funda
en estos problemas toda su crítica a Heidegger.
precisos. En esta distinción se oculta seguramente uno de los núcleos de los
problemas que quedan pendientes después de Ser y tiempo y que de manera
subterránea impulsan el posterior desarrollo del pensamiento hejdeggeriano.
Hemos visto que el estado-de-yecto es la efectividad del Dasein, esto es, el
hecho de que el Dasein tiene ya siempre un cierto modo global de relacionarse
con el mundo y comprenderlo, modo global que está atestiguado en la
disposicionalidad y en la comprensión. Ahora bien, ¿cómo se entiende
concretamente en el Dasein este poseer originario una prensión y una
comprensión preliminares y globales del mundo? En la cotidianidad media a
que se atiene la analítica existenciaria como su punto de partida, la
comprensión preliminar del mundo que constituye el Dasein se realiza como
participación irreflexiva y acrítica en un cierto mundo históricg- social, en sus
prejuicios, .en sus propensiones y repudios, en el modo "común" de ver y
juzgar las cosas. Si nos preguntamos qué significa en concreto el hecho de que
el Dasein tenga ya siempre una cierta comprensión del mundo, hasta
emotivamente definida, la primera respuesta que encontramos es la de que, de
hecho, el Dasein encuentra el mundo siempre a la luz de ciertas ideas que ha
respirado en el ambiente social en el que se encuentra viviendo. Ya obser-
vamos que el hombre no aprende a usar el mundo como totalidad de
instrumentos tratando de emplear todos los instrumentos individuales; el
hombre ve cómo los demás usan los instrumentos y, lo que es aún más
importante, oye hablar de ellos. Con 37 la idea de mundo como totalidad de
instrumentos se vincula pues inmediatamente el hecho de que el Dasein está en
el mundo junto con otros, que es estar-con "El Dasein es primero de todo y por
lo común el 'mundo' que lo ocupa y preocupa. Esta identificación-con tiene en
general el carácter del extravío en la pubÜcidad del 'se' (man)". 50
Precisamente porque en la manipulación de las cosas el Dasein está siempre
junto con otros tiene la tendencia a comprender el mundo según la opinión
común, a pensar lo que se piensa, a proyectarse sobre la base del anónimo se de
la mentalidad pública. Aun cuando en concreto está contrapuesto a los demás,
el Dasein por lo común permanece dentro de los esquemas del se: "Nos apar-
tamos de la 'gran masa' porque se apartan de ella. Encontramos 'escandaloso'
lo que se encuentra escandaloso" 27 (la bastardilla es nuestra). En el mundo del
"se" dominan la charla sin fundamento, la curiosidad y el equívoco: el
carácter común de todos estos fenómenos es el hecho de que en ellos el Dasein
tiene la impresión de "comprenderlo todo sin ninguna apropiación preliminar
de la cosa".28 Las opiniones comunes se comparten, no porque las hayamos
verificado, sino tan sólo porque son comunes. En lugar de la apropiación
originaria de la cosa, se verifica aauí la pura ampliación y la pura repetición
de lo que ya se ha dicho. 29
Este hecho de pertenecer al mundo del "se" no es sólo un límite negativo
y no es algo que pueda uno imaginar evitar con una decisión deliberada. "El
Dasein puede también no sustraerse nunca a este estado interpretativo
cotidiano en el cual ha crecido. En él, por él, y contra él se realiza toda genuina
comprensión". 30 Por estar ante todo en estado-de-yecto en el mundo del "se",
la existencia es siempre originariamente inauténtica. En este sentido, con el
estado-de-yecto está vinculado lo que Heidegger llama la condición de-yecta o
caída (Verfallenheit) constitutiva del Dasein. Condición de-yecta significa que
"el Dasein, en primer lugar y dentro de ciertos límites, siempre (la bastardilla
es nuestra) está entregado a este estado interpretativo", es decir, a la
mentalidad del se.31 En contraposición a esto, ¿qué es la autenticidad? Cuando
introduce estos términos,56 Heidegger dice que el Dasein puede ser auténtico o
inauténtico, por cuanto siendo él mismo su propia posibilidad, "puede, en su
Dasein, o bien 'elegirse', conquistarse, o bien perderse y no conquistarse en
modo alguno". Por otra parte, en uno de los pasajes que recordamos poco
antes, la inautenticidad parece caracterizada esencialmente por la incapacidad
de alcanzar una verdadera apertura en dirección de las cosas, una verdadera
comprensión, ya que en vez de encontrar la cosa misma se mantiene uno en las
opiniones comunes. La autenticidad (Eigentlichkeit) es tomada por Heidegger
en el sentido etimológico literal en conexión con el adjetivo "propio" (eigen):
auténtico es el Dasein que se apropia de sí, es decir, que se proyecta sobre la
27
Ib id., págs. 215-6
62
Ib id., pág. 271.
29
Ib id., pág. 270.
68
/&/£*., pág. 250.
38
**Ibid., págs. 271-2.
Vblbíd., pág. 269.
base de su posibilidad más suya. Este tema, que se desarrollará y tendrá su
explicación exacta en la segunda sección de la obra, se entrecruza ahora con el
aspecto cognoscitivo que, según vimos, se manifiesta en el primer plano en el
análisis del se: el Dasein inauténtico es incapaz de abrirse verdaderamente a
las cosas; no posee esa "pureza y conformidad con el hecho" que son propias
del discurso y de la comprensión.57 ¿Qué nexo hay entre el no elegirse en la
posibilidad propia, entre el no apropiarse verdaderamente de sí, y la
incapacidad de llegar a las cosas? Y sobre todo, ¿cómo puede configurarse, en
la perspectiva heideggeriana, un "llegar a las cosas"?
Comencemos por este segundo problema. Hemos visto que para
Heidegger el conocimiento no es la relación de un sujeto con un objeto exterior
a él; es en cambio la articulación de una comprensión de que el Dasein
siempre dispone y en la cual se encuentra siempre ya en relación con el
mundo. Pero si ello es así, parece difícil distinguir entre un conocimiento
"verdadero" y un conocimiento "falso", entre un discurso que descubra las
cosas y una pura charla sin fundamento. Ambas cosas son, en efecto,
articulaciones de cierta precomprensión: también el mundo del se está
constituido por una precomprensión, es un "proyecto" del mundo. En el
pasaje en que habla del círculo comprensión-interpretación, Heidegger dice
que:
67
Ibíd., pág. 270.
68
/&/£*., pág. 250.
39
Hay pues una precomprensión que no se limita a expresar que la
situación histórico-social pertenece al mundo del se; trátase de una
precomprensión que surge de alguna manera de la cosa misma: no
evidentemente en el sentido de que la cosa se dé de algún modo como simple
presencia, sino en el sentido de que la comprensión que realmente abre al
mundo es nuestra relación concreta con la cosa. La charla habla de todo y
especialmente de las cosas con las que no tiene una relación directa; la
autenticidad es apropiación fundamentalmente en este sentido: se apropia de la
cosa al relacionarse directamente con ella. Todo esto, aunque todavía vago,
está sin embargo atestiguado claramente por nuestra experiencia común:
hablar con conocimiento de causa sólo se puede cuando se ha experimentado
de algún modo directo aquello de que se habla; y este experimentar nunca se
entiende principalmente como encuentro de un sujeto con un "objeto", sino
que se lo entiende como una relación más compleja, como la que se expresa,
por ejemplo, en la expresión "hacer una experiencia" o "tener experiencia"
(piénsese en el sentido que tiene "hacer experiencias" en la Fenomenología del
espíritu de Hegel).
El encuentro "directo" con la cosa está pues vinculado con la
apropiación de la cosa como tal; pero como ésta no es nunca simple presencia
sino que es instrumento, apropiarse de la cosa quiere decir también, y más
radicalmente, incluirla dentro del proyecto propio de existencia. Desde este
punto de vista se comprende cómo la inautenticidad del se consiste en el hecho
de que el suyo no es nunca un verdadero "proyecto"; las cosas de que habla el
se no son encontradas en el ámbito de un proyecto concreto, decidido y elegido
verdaderamente por alguien; es decir: si las cosas son instrumentos y el
instrumento es tal únicamente en el proyecto, el proyecto implica empero una
elección y una decisión de proyectar; sólo en un proyecto así concretamente
querido las cosas son verdaderamente lo que son. El "proyecto" del se nunca
es decisión de alguien; es sólo una especie de fondo de que tiene necesidad la
elección del individuo pero sólo como fondo para destacarse de él. En el se las
cosas desligadas de un verdadero proyecto no se presentan en su verdadera
naturaleza de posibilidades, sino que se presentan sólo como "objetos"; hasta
la concepción del ser de las cosas como simple presencia se revela así vinculada
con la inautenticidad y con la falta de apropiación que caracteriza al se. El
encuentro con las cosas, el conocimiento verdadero, implica en cambio que el
Dasein asuma en cierto modo responsabilidades: este tema constituirá el
centro de la segunda sección de Ser y tiempo. La expresión asumir responsabili-
dades no significa aquí que Heidegger privilegie la autenticidad como una
condición moralmente mejor. Heidegger descarta que la distinción entre
auténtico e inauténtico tenga, por lo menos en la analítica existenciaria, un
significado moral.59 La analítica existenciaria se limita a señalar que las cosas
se presentan verdaderamente en su naturaleza de posibilidades abiertas sólo
en el ámbito de un proyecto decidido; en el mundo del se, las cosas se dan sólo
de manera empobrecida y "deyecta", es decir, en un modo que no es diferente
de aquel modo en que ellas son en la 40existencia auténtica, sino en un modo que
es sólo una derivación empobrecida de aquél. Pero al análisis no le interesa
establecer cuál modo sea "mejor"; sólo le interesa establecer cuál es el modo
originario del cual depende el otro. Y ese modo originario, que hace posible al
menos originario, es el proyecto decidido de la existencia auténtica.
Esta es la conclusión de la primera sección de Ser y tiempo.32Los
resultados del análisis desarrollado hasta aquí son retomados en la definición
del Dasein como Sorge [cuidado, cura, preocupación], que equivale a lo que
indicamos antes con la expresión gené-
58
Véase por ejemplo Essere e tempo, traducción citada, página 107: "La inautenticidad
del Dasein no implica empero un ser 'menor' o un grado 'inferior* de ser"; y en la página
284: "La existencia auténtica no es algo que se desarrolle por encima de la cotidianidad de-
yecta; existencialmente ella es sólo una versión modificada de ésta...La interpretación
ontologicoexistencia- ria no tiene la pretensión de formular juicios ónticos sobre la
'corrupción de la naturaleza humana'; y esto no porque nos falten pruebas, sino poique su
problemática se plantea más acá de cualquier juicio sobre la corrupción o no corrupción de
los entes". La alternativa auténtico-inauténtico no ha de confundirse con la de existencial y
existenciario ni con la de óntico y ontológico (véanse las notas 16 y 18). La autenticidad no es
asumir el punto de vista filosófico (existenciario); y se puede ser auténtico también (y hasta
fundamentalmente sólo así) en el plano existencial y óntico. Sin embargo, puesto que la
problematización filosófica de la existencia es para el hombre que filosofa una probabilidad
existencial, se puede plantear el problema de si dicha problematización existenciaria no exige
también necesariamente la elección existencial de la autenticidad. Una indicación de esta
problemática, no resuelta, k puede ver en la página 68 dé la citada traducción: "La analítica
existenciaria, por su parte, tiene en última instancia raíces existenciales, esto es ónticas".
32 41
La dedicada (véase la nota 24) al "analísis fundamental del Dasein en su momento
preparatorio".
rica de "asumir responsabilidades" (en un sentido no moral, como queda
dicho). La Sorge es "pre-ser-se-ya-en (un mundo en cuanto ser cabe [o junto a]
(el ente que se encuentra dentro del mundo)".33 La Sorge es el ser del Dasein,
ya en su modalidad auténtica, ya en la modalidad inauténtica; pero esta
última, como ha resultado claramente de los varios pasajes de la analítica
existencial, no es más que el modo de ser parcial, derivado y de-yecto de las
estructuras auténticas; por eso el estudio del Dasein en eh modo en que se
presenta en la cotidianidad media conduce empero al descubrimiento de las
estructuras auténticas de la existencia.
Hay una razón profunda de que Heidegger pase aquí a la segunda
sección de la obra, es decir, que pase del análisis preparatorio a un nivel más
radical: y este paso se produce cuando se llega a las ideas de estado-de-yecto y
de "caída". Ya dijimos que el hilo conductor de la indagación heideggeriana es
concretar aquel yo que el trascendentalismo concebía siempre como yo puro.
Aquí, en cambio, se manifestó claramente que el yo puede realizar esa función
de apertura del mundo (que el trascendentalismo le asigna) precisamente en la
medida en que ese yo no es puro, sino que está concretamente situado y
definido. Sólo a un proyecto definido y "finito" las cosas pueden manifestarse
en su verdadera esencia de cosas. Antes de llegar a la noción de estado-de-
yecto y a la noción de autenticidad, "podía parecer que el ser en el mundo era
una armadura rígida en cuyo interior tuvieran lugar las relaciones posibles del
Dasein con su mundo sin que la 'armadura' misma estuviera implicada en su
ser"63; es decir, el Dasein parecía poder cambiarse por el yo trascendental.
Pero la idea de Geworfenheit nos mostró que el proyecto mismo está
históricamente definido y, por lo tanto, que es "finito". La finitud y el estado-
de-yecto no son sencillamente aspectos del Dasein que se sitúen junto a los
otros aspectos antes descubiertos. Si únicamente en cuanto lanzado el Dasein
puede ser proyecto, esto quiere decir que la Geworfenheit es la raíz misma de
todas las estructuras existenciales del Dasein. Habiendo partido de
la posición de que el ser del Dasein no se puede pensar en términos de simple
presencia, encontramos aquí la razón y la significación última de este hecho.
El Dasein no es simple presencia porque es proyecto lanzado. En este punto
termina el análisis preparatorio y la obra se sitúa en un nivel más radical y
originario, en el cual, como es característico del método heideggeriano, los
resultados del análisis anterior "se repiten", es decir son vueltos a encontrar
en su fundamento.
44
mente de su ser en el mundo...La muerte es la posibilidad de la pura y simple imposiblidad
del Dasein. Así la muerte se revela como la posibilidad más propia, incondicionada e
insuperable" (ibid., pág. 378).
como poder-ser-total."34La anticipación de la muerte se identifica
con el reconocimiento de que ninguna de las posibilidades concretas que la
vida nos presenta es definitiva. De esa manera, el Dasein no se petrifica pro-
yectándose "definitivamente" sobre la base de una u otra de estas
posibilidades sino que permanece continuamente abierto: sólo esto le
garantiza el poder desarrollarse más allá de cada una de las posibilidades que
va realizando.
Ahora resulta claro en qué sentido la muerte desempeña una función
decisiva en la constitución del Dasein como totalidad auténtica: al anticiparse
en la propia muerte, el Dasein ya no está disperso ni fragmentado en las
diferentes posibilidades rígidas y aisladas, sino que las asume como
posibilidades propias que incluye en un proceso de desarrollo siempre abierto
precisamente por ser siempre un proceso para la muerte. La muerte posibilita
las posibilidades, las hace aparecer verdaderamente como tales y así las pone
en posesión del Dasein, que no se aferra a ninguna de ellas de manera
definitiva, sino que las inserta en el contexto siempre abierto del proyecto
propio de existencia. A partir de ahora podemos afirmar que sólo al anticipar
la muerte propia, que posibilita posibilidades, el Dasein tiene una historia, es
decir, un desenvolvimiento unitario más allá de la fragmentación y de la
dispersión.35
34
Ib id., págs. 395-6.
35
Tal vez sea útil recordar aquí la distinción kierkegaardiana ente; vida estética y
vida ética; de la vida estética es símbolo la figura de Don Juan.de la vida ética es símbolo el
marido: el primero vive en el instante y en la discontinuidad, el segundo en la continuidad de
una historia fundada precisamente en una decisión. Sobre esto véase de Kierkegaard, Aut
Aut, traducción italiana (parcial) de R. Cantoni, Milán, 1956; y el Diario del seductor (origi-
nariamente contenido en Aut Aut), traducción italiana, de A. Veraldi, Milán, 1955. Si la
analogía de autenticidad e historicidad hace pensar en Kierkegaard, igualmente relevante es
la analogía entre la función que Heidegger atribuye aquí a la muerte y la significación que
ésta tiene en las páginas de la Fenomenología del espíritu de Hegel dedicadas a la dialéctica
amo-esclavo. Para Hegel es precisamente45 el miedo a la muerte lo que hace reconocer al es-
clavo su esencial libertad propia. Veáse Fenomenología dello spirito, traducción italiana de E.
de Negri, Florencia, 1961, vol. 1, págs. 161-2.
La autenticidad, que la analítica había descubierto, pero de la cual sólo
había esbozado los contornos, adquiere ahora un ulterior carácter definido.
Hemos visto que uno de los caracteres esen- cíales de la existencia inauténtica es
la incapacidad de apropiarse de las cosas en su verdadera esencia de posibilidades.
Ahora, la anticipación de la muerte, que constituye al Dasein como un todo autén-
tico, suministra la fundación radical del hecho de que el Dasein auténtico es tal
precisamente y sólo en cuanto se relaciona con el mundo en términos de
posibilidades. Y, de manera más general, en el análisis preparatorio de la primera
sección de Ser y tiempo, la autenticidad permanecía en suspenso y en cierto modo
"abstracta", pues era todavía principalmente la estructura de fondo que la reflexión
existenciaria descubre sólo en la inautenticidad de lo cotidiano. El concepto de
anticipación de la muerte pone de manifiesto lo que es, precisa y concretamente, la
existencia auténtica.
Pero todavía se trata, dice Heidegger, de una delineación de la autenticidad
en el nivel puramente existencial; se trata de una especie de hipótesis ontológica en
la que todavía no sabemos si la autenticidad tiene un correlativo en el nivel óntico
y existencial. 36 En sustancia, ahora que se ha precisado la noción de autenticidad-
totalidad mediante el concepto de anticipación de la muerte, se trata de ver si en el
plano existencial, no en el de la reflexión filosófica sino en la vida concreta, el ser
para la muerte se presenta como término efectivo de una alternativa que el Dasein
puede elegir. El problema es:
"¿Se proyecta el Dasein siempre efectivamente en este ser para la
muerte, o bien, sobre la base de su ser más propio, pretende al menos
un poder-ser auténtico fundado en la anticipación?"37
Como ya ocurrió en el caso del análisis de la inautenticidad y del estado-de-
yecto, también aquí el esfuerzo de concretar, en el plano existencial, los resultados
del análisis existenciario, tendrá no sólo el sentido de dar una confirmación de tales
resultados sino que además abrirá el camino de ulteriores y efectivos desarrollos.
La busca de una posibilidad existencial de la anticipación de la muerte conduce a
Heidegger a elaborar una compleja doctrina de la decisión, que implica el empleo
de conceptos objetivamente "enredados",70 como los conceptos de conciencia y
de culpa, a los cuales nos referiremos en la medida mínima indispensable para
dar una idea de la problemática final de la segunda sección de Ser y tiempo.
Comp ya se dijo, el problema consiste en descubrir la posibilidad existencial
de un auténtico ser para la muerte. En la cotidianidad media, inauténtica y de-yecta
en que se presenta el Dasein, ¿cómo es posible el paso a la existencia auténtica?
Huelga advertir aquí, que dada la distinción entre existencial y existenciario no se
puede pensar que ese paso pueda provocarse en virtud de alguna referencia
filosófica a la autenticidad. Hay que ver qué cosa, en la existencia cotidiana misma,
hace posible algo como un "hacerse auténtico" por parte del Dasein. La
anticipación de la muerte posibilita todas las otras posibilidades, pero esto implica
una especie de momentánea suspensión de la adhesión a esas posibilidades, supone
66
Ib id., pág. 107.
36 46
Essere e tempo, traducción citada, pág. 399. Sobre el significado de
los términos "existenciario" y "óntico", veánse las notas 16 y 18.
en cierto modo saÜr de la maraña de perentorios intereses con que dichas
posibilidades se imponen en su presencia efectiva. El estar disperso en la adhesión
a esta o a aquella posibilidad mundana constituye precisamente un carácter de la
inautenticidad. Anticipar la muerte no quiere decir renunciar a las posibilidades
efectivas, quiere decir tomarlas en su verdadera naturaleza de puras posibilidades, y
esto exige una especie de suspensión de la adhesión a los intereses intramundanos
en los cuales estamos siempre dispersos.
Ahora bien, eso que en lenguaje común se llama la "voz de la conciencia"
constituye justamente ese fenómeno existencial del cual puede partir el "hacerse
auténtico del Dasein".11 Esa voz no dice nada que pueda ser discutido o
comunicado y por eso se puede afirmar que habla como silencio.72 Esa voz se limita
a remitir al Dasein a sí mismo, lo cual significa qiie no ordena contenidos precisos
(en esto es análoga al imperativo kantiano), sino que sólo pide al Dasein que asuma
una posibilidad concreta, no porque asi se hace, sino como posibilidad propia.
Puesto que el Dasein vive siempre ante todo en la dispersión y en la inautenticidad,
la conciencia habla "negativamente", en el sentido de que es como un hacer presen-
te al Dasein una culpa en la cual se encuentra desde siempre. En la
10
Ib id., pág. 401.
71
Ib id., párrafo 54.
voz de la conciencia se nos anuncia una culpabilidad originaria del Dasein que no
es posterior a ningún acto culpable, sino que, antes bien, constituye el fundamento
y la base de la posibilidad de cualquier culpa individual. La culpa que pone de
manifiesto la voz de la conciencia, por lo demás, no es sólo la "caída" como tal
sino que es lo que funda la caída, es el estado-de-yecto. La negatividad a la que
siempre alude el concepto de culpa (una culpa se llama también comúnmente una
"falta") es la negatividad que caracteriza al estado-de-yecto y que se manifiesta en
el carácter de-yecto de la existencia cotidiana. En el llamado de la conciencia el ser
de-yecto de la existencia inauténtica representa la situación negativa y de
dispersión en que se encuentra siempre el Dasein y de la cual debe salir
reencontrándose a sí mismo. Pero la inautenticidad cotidiana está fundada en el
estado-de-yecto: el estado-de-yecto es algo en que uno se encuentra sin haberlo
querido ni elegido; es pues una situación de la que se trata de cobrar conciencia.
Heidegger resume todo este complejo razonamiento diciendo que la nulidad
(negatividad) del Dasein que la conciencia presenta con la noción de culpa, es el
hecho de que el Dasein es el "fundamento de una nulidad".73 Como Dasein, éste es
ese ente que es en la forma del poder ser, es decir, que lleva en sí su fundamento;
pero por otro lado, en cuanto lanzado, el Dasein no puede disponer de ese su
estado-de-yecto, en el cual ya se encuentra desde siempre.
¿Qué respuesta pide la voz de la conciencia? Como habla en el modo del
silencio, escucharla no puede significar tomar nota de lo que dice y luego ver cómo
se deba proceder. La voz de la conciencia sólo se puede escuchar respondiéndole,
lo cual significa salir del 66anonimato del se para decidirse "por lo propio". La
Ib id., pág. 107.
decisión implica que las posibilidades
47 entre las cuales está disperso el Dasein
inauténtico sean elegidas.como propias. Pero elegirlas como propias quiere decir al
mismo tiempo elegirlas como posibilidades verdaderas y en relación con la
posibilidad más propia, esto es, con la muerte. La decisión que responde a la voz
de la conciencia y que hace auténtico el Dasein no significa sólo asumir
responsabilidades respecto a esta o aquella posibilidad existencial, sino que es deci-
sión anticipante de la muerte.
Con esta noción de decisión anticipante de la muerte se vincula el concepto
heideggeriano de temporalidad entendida como sentido del ser del Dasein. En
cuanto anticipación de la muerte, la decisión posibilita auténticamente
posibilidades, no se petrifica en ninguna realización particular alcanzada: tiene un
porvenir, un futuro. Por otra parte, la decisión anticipante de la muerte es una salida
del estado de inautenticidad: pero ese estado es reconocido como tal sólo en la
decisión, abriéndose al futuro propio, asume (reconociéndola por primera vez) su
propia culpabilidad, en la cual se encuentra ya sumida desde siempre y de la cual
debe salir. El ser lanzado como ser culpable es el pasado del Dasein. Por cuanto,
según vimos, la decisión anticipante posibilita como posibilidades verdaderas las
posibilidades efectivas, ella hace ver concretamente tales posibilidades, es más,
hace que se presenten al ser.
Para comprender el alcance de esta manera heideggeriana de fundar la
temporalidad (con sus tres dimensiones: pasado, presente y futuro) hay que tener
en cuenta tres cosas.
a) Ante todo, que ésta quiere ser una verdadera fundación de la
temporalidad como tal y no sólo poner de manifiesto un "aspecto temporal" del
Dasein. Si, como sostiene Heidegger, no podemos pensar ni el ente en general, ni,
sobre todo, el Dasein según el modelo de la simple presencia, tampoco el tiempo
podrá concebirse con referencia a ese modelo. El ente intramundano nos ha
remitido al Dasein; resulta claro pues que, no según el modelo del ente, sino sólo
en el Dasein podremos encontrar las bases para concebir adecuadamente el tiempo
que, por lo demás, siempre se sustrajo al modo de pensar de la metafísica. La
metafísica, en efecto, siempre saltó el problema de la relación ser-tiempo al
concebir sin más ni más el ser como presencia.
b) Sin embargo, para Heidegger no se trata aquí de fundar la noción de
tiempo en la estructura existenciaria del Dasein-, el tiempo no ha sido "buscado",
sino que se ha presentado por sí mismo como el verdadero sentido del discurso
sobre el Dasein desarrollado hasta aquí. Ahora bien, según hemos visto, el ser del
Dasein se define unitariamente como Sorge [cuidado, cura, preocupación]. El
sentido mismo de la Sorge es la temporalidad.
"Sólo en cuanto está determinado por la temporalidad, el Dasein hace
posible asimismo ese auténtico poder-ser -un-todo que resultó
justamente de la decisión anticipante. La temporalidad se revela como
el sentido de la Sorge auténtica. ,m
38 50
Ib id., pág. 619.
39
Ueber den Humanismus, Frankfurt, 1949, págs. 17.
La metafísica como historia del ser
1. ¿Qué es la metafísica?
En los años Inmediatamente posteriores a la publicación de las dos
primeras secciones de Ser y tiempo, Heidegger se encuentra frente a los
problemas que, como vimos, señaló en el párrafo final de aquella obra y
que condicionan las posibilidades de desarrollo del discurso comenzado
en ella. En Sobre el humanismo, de 1947, Heidegger dirá que Ser y
tiempo no pudo llegar al fin del discurso emprendido por insuficiencia
del lenguaje, todavía demasiado condicionado por la "metafísica". 40 De
II
cualquier manera que se estime esta afirmación (formulada veinte años
después de Ser y tiempo)', es sin embargo claro que desde las primeras
páginas de aquella obra, I leidegger muestra que entiende su indagación
como problematiza- ción de las bases mismas de la filosofía occidental.
Ser y tiempo, como sabemos, parte de la comprobación de que el ser, en
la tradición filosófica europea, se concibe según el modelo de la simple
presencia. Pero la presencia es sólo una de las dimensiones del tiempo :
se trata entonces de poner de manifiesto el fundamento de la metafísica
(entendida por ahora como esa doctrina del ser que se encuentra
sustancialmente idéntica en el fondo de todo el pensamiento europeo),
analizando la relación ser-tiempo. En verdad, esta relación no es tratada
temáticamente en Ser y tiempo porque la obra se interrumpe antes; pero
por lo menos se ha llegado al resultado de poner de relieve la conexión
peculiar que vincula el ser -como aparecer del ente en el mundo- con el
Dasein y también el carácter constitutivamente temporal e histórico del
Dasein.
Sin embargo, aun atendiendo a las páginas de Ser y tiempo sobre
la temporalidad y la historicidad del Dasein, el "hecho" del que parte Ser
y tiempo (es decir, la tendencia que se afirma en toda la tradición
filosófica occidental a concebir el ser según el modelo de la simple
presencia) no es un accidente que se pueda hacer a un lado con un simple
paso teórico; en la dificultad de proseguir su indagación, Heidegger
señala los agobiantes condicionamientos ejercidos sobre él por toda una
tradición de pensamiento cristalizada en el lenguaje filosófico de que
dispone. Ya teóricamente (en la elaboración del concepto de
temporalidad e historicidad de Ser y tiempo), ya prácticamente (con la
dificultad experimentada al intentar problematizar la concepción
40
deber den Humanismus op. cit.. pág. 17.
51
metafísica del ser como simple presencia a causa de la insuficiencia del
lenguaje), Heidegger se encuentra pues ante la necesidad de reflexionar
sobre las bases y la significación de la metafísica, esto es, de la
concepción del ser que él encuentra sustancialmente unitaria y presente
en toda la tradición occidental. Su pensamiento se podrá desarrollar sólo
en la medida en que, proyectándose, asuma efectivamente su propio pa-
sado, su propia condición histórica, que es la de pertenecer a cierta
tradición y a cierto lenguaje conceptual.2
Acerca del empleo del término "metafísica", conviene adelantar
desde ahora, a los efectos de la claridad, el desarrollo de su significación
en las obras de Heidegger. Ya en Ser y tiempo (ver sobre todo los
párrafos 1 y 6, en el último de los cuales se habla explícitamente de la
necesidad de una "destrucción de la historia de la ontología", ya que, "a
pesar de todo el interés por la 'metafísica' el problema del sentido del ser
cayó en el olvido"3), el'pensamiento que concibe el ser sobre la base de
la simple presencia es conside-
2
Veáse Essere e tempo, traducción citada, pág. 77: "La elaboración del
problema del ser [... ] debe asumir la tarea de indagar la propia historia, esto es,
de hacerse historiografía para poder así, mediante la apropiación positiva del
pasado, entrar en plena posesión de las posibilidades problemáticas que le son
más propias. El problema del sentido del ser -de conformidad con el modo que lo
caracteriza, es decir, por el hecho de ser la explicación preliminar del Dasein en
su temporalidad y en su historicidad- lleva por sí mismo a comprenderse
historiográficamente".
3
Ibid., pág. 78.
52
rado un pensamiento "infundado" que olvida el verdadero problema al
que debería prestar atención. Sin embargo, el término metafísica, tanto
en Ser y tiempo como en los escritos contemporáneos a dicha obra y en
los inmediatamente posteriores (por lo menos hasta el escrito sobre la
verdad de 1930), continúa aún indicando en general aquel pensamiento
que se plantea el problema del ser más allá (meta) del ente como tal. En
este sentido la prelusión sobre ¿Qué es la metafísicaf afirmará que la
metafísica está connaturalizada con el mismo Dasein del hombre41 por
cuanto (como se vio en Ser y tiempo) el conocimiento del ente implica ya
una comprensión preliminar del ser del ente, es decir, el "proyecto"
[proyección] dentro del cual el ente llega al ser apareciendo en la
presencia; esto implica un fundamental trascender del ente por parte del
Dasein, que, comprendiendo al ser, va siempre más allá del ente como
tal.
No obstante, en la historia del pensamiento occidental, este
trascender el ente en la dirección de una conciencia del ser siempre
implicó de hecho un "error", pues siempre estuvo la tendencia a concebir
el ser sobre la base de la simple presencia. A partir del escrito
Introducción a la metafísica, de 193542 el término metafísica asume así
en Heidegger una connotación decididamente negativa: metafísica es
todo el pensamiento occidental que no supo mantenerse en el nivel de la
trascendencia constitutiva del Dasein al colocar el ser en el mismo plano
que el ente. En otras palabras, el conocimiento del ente presupone en el
Dasein una constitutiva comprensión previa del ser (el proyecto) y esto
es lo que se entiende por trascendencia del Dasein respecto del ente; esa
trascendencia se refleja en el hecho de que, desde los comienzos de la
historia del pensamiento occidental, la filosofía formula el problema del
ser del ente, es decir, de aquello-que constituye el ente como tal (su
"esencia"; piénsese en la problemática aristotélica de la ousia y antes en
Parménides y en Platón; precisamente Ser y tiempo lleva como epígrafe
un pasaje de El sofista de Platón43); pero al plantearse este problema el
pensamiento tiende inmediatamente a resolverlo de una manera errada, a
concebir el ser sólo como el carácter común de todos los entes, como una
especie de concepto extremadamente general y abstracto (de ahí luego el
desvanecimiento del concepto mismo de ser y, por ejemplo, el vuelco del
ser en la nada de la Lógica de Hegel) que se obtiene en virtud de la
observación de aquello que todos los entes tienen de común. Pero los
B
Ohe cos'íla metafísica?, trad. cit., pág. 33.
42
Einfilhrung in die Metaphysik, Ttibingen, 1953. Es el texto de un
■ urso universitario de 1935, con agregados y retoques posteriores (distintos
53
entes son concebidos —y ya se verá por qué- como simples presencias;
de manera que también el ser es concebido en toda la historia de la
filosofía occidental como simple presencia, es decir, según el modelo del
ente, el cual a su vez es entendido de una manera, según se vio en Ser y
tiempo, simplemente "derivada". Vista así, la metafísica coincide con la
comprensión (o no comprensión) del ser que tiene la existencia
inauténtica; esta conexión de metafísica y existencia inauténtica está
explícitamente indicada en la Introducción a la metafísica,44 aunque esta
obra expresa una tesis ya implícita en Ser y tiempo y en los escritos
inmediatamente posteriores;45 el término metafísica viene a convertirse
en sinónimo de olvido del ser, Seinsvergessenheit, un término que en el
posterior desarrollo del pensamiento heideggeriano adquiere una
posición central.
¿Cómo se articula, mas particularizadamente, esta reflexión
heideggeriana sobre la esencia de la metafísica, que tiende a responder a
una de las dos preguntas con que terminaba Ser y.tiempo, la pregunta
sobre cómo y por qué "el ser es 'concebido en primer
7
Platón, Sofista, 244a: "En efecto, es claro que desde hace tiempo estáis
familiarizados con lo que entendéis cuando empleáis la expresión 'ente'; también
nosotros creíamos antes que la comprendíamos, pero ahora hemos caído en la
perplejidad".
8
Veáse Introducción a la metafísica, traducción italiana citada, pág. 47,
donde la metafísica se relaciona con la existencia inauténtica con una explícita
remisión al párrafo 38 de Ser y tiempo.
lugar' partiendo de la simple presencia"?46 Este problema de la me-
tafísica y de su historia, que permanece vivo en todo el pensamiento de
Heidegger posterior a Ser y tiempo, caracteriza empero de manera
peculiar su indagación en los aproximadamente quince años que siguen a
la publicación de aquella obra y domina y unifica el pensamiento
heideggeriano hasta el fin de la segunda guerra mundial, el período en el
cual en el centro de sus intereses está la figura de Nietzsche, considerado
como el pensador en quien la metafísica alcanza su consumación y
manifiesta también su esencia del modo más claro. Las primeras obras
54
de Heidegger que siguen a Ser y tiempo tienen precisamente el sentido
de preparar el planteamiento y la elaboración del problema de la
metafísica y de su historia mediante una serie de indagaciones que
pueden parecer "apartadas" de la línea principal de Ser y tiempo por
cuanto dan la impresión de hacer a un lado el problema de la
temporalidad.47 Sin embargo, el desarrollo de este pensamiento es
bastante lineal, hasta porque, como dice Heidegger en ¿Qué es la
metafísica?, la esencia de la metafísica no se puede conocer sino
planteando concretamente problemas típicos de la metafísica misma y
procurando resolverlos.48 En virtud de esta operación se manifestará la
esencia de la metafísica misma y con ella, inevitablemente, también la
cuestión del nexo ser-tempo- ralidad que está en su base. De manera que
Heidegger comienza su reflexión sobre la metafísica -que es luego la
reflexión tendiente a poner de manifiesto los caracteres de esa
comprensión histórica del ser en la cual nos encontramos lanzados como
herederos de cierta tradición y de cierto lenguaje- elaborando, sobre la
base de los resultados de Ser y tiempo, algunas cuestiones metafísicas
capitales.49Esas cuestiones son: el problema del fundamento y el
problema ligado a él de la "diferencia ontológica", 50 el problema de la
nada,51el problema de la verdad.52 Las tres investigaciones constituyen
un "ciclo" que se cierra con la conferencia Sobre la esencia de la verdad
de 1930, la cual contiene la apertura para los escritos posteriores y hasta
se la puede considerar como la primera obra de ese "segundo" Heidegger
sobre quien la crítica discutió tanto (sobre esto véase la "Historia de la
crítica" al final de este volumen).
Como lo sugiere el propio Heidegger en las palabras preliminares
escritas para la tercera edición de la Esencia del fundamento (1949), este
47
O. Póggeler, Der Denkweg M. Heideggers, pág. 88, ve aquí precisamente
una interrupción del discurso de Ser y tiempo.
48
¿Qué es la metafísica?, traducción italiana citada, págs. 3-4.
49
Entre estas obras publicads después de Ser y tiempo, ocupa un pues- in
importante Kant und das Problem der Metaphysik. Bonn, 1929 (traduc- i i on
italiana de M. E. Reina, Kant e il problema della metafísica, Milán. 1963), trabajo
que fue elaborado juntamente con Ser y tiempo y que desa- nolla una temática
con especial referencia a Kant. Véase en la Bibliografía lus obras dedicadas a la
interpretación heideggeriana de Kant.
50
Vom Wesen Jes Grundes, Halle, 1929, 3a. edición con el agregado de un
prefacio, Frankfurt, 1949; traducción italiana de P. Chiodi, L'essenza del
fondamento, Milán. 1952. reeditada ahora junto con Ser y tiempo, Turín 1969 (a
esta edición nos referimos).
51
Es el tema de ¿Qué es la metafísica?
52
"Vom Wesen der Wahreit", Frankfurt, 1943 (es una conferencia de
1930; traducción italiana de A. Carlini, "Dell'essenza della veritá", Milán, 1952.
55
ensayo y ¿Qué es la metafísica? -pero, como veremos, también La
esencia de la verdad—, se pueden considerar unitariamente como
elaboraciones del problema de la negatividad o también -ya se verá la
razón de esta identificación- del problema de la metafísica misma.
El ensayo sobre La esencia del fundamento parte del análisis del
principio de razón suficiente, formulado explícitamente como tal por
Leibniz pero que está presente en toda la historia de la metafísica como
principio de causalidad. De conformidad con ese principio, todo lo que
existe tiene una causa o fundamento y el conocimiento del ente es el
conocimiento que lo conoce en su fundamento (para Aristóteles, por
ejemplo, la ciencia es el saber de las causas o principios). ¿Por qué el
principio de razón suficiente tiene validez universal, es decir, es válido
para todos los entes? Sobre la base de los resultados de Ser y tiempo,
también la validez de este principio debe hacerse remontar al Dasein: en
efecto, no se puede pensar que la validez del principio se funde en algún
carácter del ser entendido como algo objetivo (esto es, sencillamente
presente). Si los entes vienen al ser sólo en cuanto se sitúan en el mundo
como proyecto abierto e instituido por el Dasein, la validez del principio
de razón suficiente deberá también ella ser referida al Dasein que
instituye el mundo en el cual el ente aparece. Ahora bien, el Dasein
como Sorge, es decir, cómo "pre-ser-se-ya-en (un mundo) en cuanto ser
cabe [o junto a] (el ente que se encuentra en el mundo)"53es
constitutivamente alguien que, en cuanto se proyecta (abre el mundo),
asume siempre su propia situación y de tal manera hace que se haga
presente el ente que se le presenta: son, como se recordará, las tres
dimensiones de la temporalidad del Dasein, lo que como temporalidad
constituye el sentido unitario de la Sorge. El Dasein en cuanto proyecto
lanzado tiene ya una comprensión del ser del ente, comprensión que se
articula en un discurso (el discurso es un existenciario) en el cual los
entes están concatenados entre sí en la forma de la justificación o
fundación.
Pero esto significa que el principio de razón suficiente en general
vale sólo porque está el Dasein que, proyectándose y asumiendo la
situación, abre el mundo como totalidad de entes, es decir, como un
conjunto "sistemático" ligado por una estructura de justificación fundante
(recuérdese lo que se dice en Ser y tiempo sobre el mundo como totalidad
instrumental y de significados: esa totalidad puede ser tal sólo en la
forma de un sistema de referencias y por lo tanto de justificaciones y de
fundaciones). El principio de razón suficiente vale pues porque está el
53
Ser y tiempo, traducción citada pág. 477.
56
Dasein como proyecto lanzado que abre el mundo. El "verdadero"
fundamento es entonces el Dasein mismo por cuanto, primero y más
fundamentalmente que el ente, comprende el ser, es decir, abre un
horizonte en el cual se hacen visibles los entes, pero el hoizonte
trasciende y precede (no evidentemente en un sentido cronológico) a los
entes. Toda verdad óntica (todo conocimiento del ente) supone la verdad
ontológica (la comprensión del ser, el proyecto como proyección). Pero
el Dasein como tal no es un "fundamento" en el sentido del principio
metafísico de razón suficiente; en esta esfera, el fundamento o es a su
vez fundado o, si es el fundamento último, es último en cuanto se
considera justamente como una simple presencia más allá de la cual no
se puede ir, presencia que se impone como tal precisamente porque es,
de alguna manera, presencia total (el Dios como acto puro de Aristóteles
y de la tradición metafísica es precisamente acto puro por cuanto es todo
en acto, todo "realizado", es una pre- senda totalmente deplegada como
tal).54
El Dasein no puede a su vez ser fundado porque eS precisamente
él quien abre ese horizonte, el mundo en el cual se sitúa toda relación de
fundación; por otro lado, no es tampoco fundamento último en el sentido
de ser una simple presencia más allá de la cual no se puede ir y de la cual
todo "deriva" o "depende": no es una simple presencia porque el Dasein
no es otra cosa que proyecto; no es algo que "sea" y que luego proyecte
el mundo, no es algo que existe como "base" estable de este proyectar. El
Dasein en su trascendencia es fundamento, Grund, sólo como Ab-grund,
como ausencia de fundamento, como abismo sin fondo. 55 El fundar
positivo del Dasein que abre el mundo como conjunto articulado en la
forma de la "justificación racional" tiene pues a su vez su raíz en una
"falta de fundamento", en una negatividad que sin embargo se manifiesta
tan sólo sobre la base de la idea metafísica de fundamento, pero que en
verdad abre y hace posible todo acto de fundación en el interior del ente.
Esto es lo que se propone decir Heidegger cuando, en las palabras
preliminares escritas en 1949, habla de la "diferencia ontológica" como
tema de ese escrito sobre el fundamento. Diferencia ontológica (otra
expresión que en los escritos heideggerianos más recientes tiene una
posición central) es aquella por la cual el ser se distingue del ente y lo
trasciende, pues es la luz a la cual el ente se hace visible. La negatividad
del Abgrund que es el propio Dasein expresa cabalmente la diferencia
54
La conexión entre la teología (en la forma que ésta tiene en la historia del
pensamiento occidental) y la metafísica, como pensamiento óntico y olvido de la
diferencia ontológica, está explícitamente tratada en la segunda parte de Identitát
und Differenz, Pfullingen, 1957.
55
La esencia del fundamento, traducción italiana citada, pág. 677.
57
ontológica, el hecho de que el ser (del cual Dasein debe tener una
comprensión preliminar para hacer aparecer, es decir, para hacer posible
el ente como tal) no es el ente y respecto de éste no puede sino aparecer
en la forma de la negación.
La conexión del principio de razón suficiente con el problema de
la negatividad y de la nada está, por lo demás, atestiguada por la
formulación misma que el principio tiene en Leibniz: "ratio est cur
alicuid potius existit quam nihil";ai pero en este ensayo Heidegger se
limita a señalar el hecho y deja pendiente el problema de ver "por qué
con el 'cur' pudo vincularse el 'potius quam' "56
Este problema, "¿por qué el ente y no más bien la nada?", es el
problema que Heidegger considera constitutivo de la metafísica (la cual
se manifiesta siempre como esfuerzo de ir "más allá" del ente
cuestionando el ser); sobre la base de la solución -o mejor dicho de la no
solución - que da de ese problema, la metafísica se define como tal. El
carácter central de este problema consiste en el hecho de que el "no más
bien" expresa la trascendencia del Dasein, el hecho de que se refiera
antes que al ente al ser mismo. En efecto, preguntar tan sólo "¿por qué el
ente...?" significa permanecer en el interior del razonar que justifica y
funda; pero agregar "¿...y no más bien la nada?" significa, como se
aclarará en la Introducción a la metafísica, plantear el problema general
de la totalidad de fun- dantes-fundados, significa trascender el ente y sus
nexos de fundación internos al tratar el problema del ser como tal. El
hecho de que, en La esencia del fundamento, la diferencia ontológica
aparezca en la forma del no, de la negatividad, indica una peculiar rela-
ción entre ser y nada que es la misma expresada por la pregunta
metafísica fundamental. Plantear la cuestión del ser del ente significa
también plantear la cuestión de la nada, e , inversamente, sólo planteando
realmente la cuestión de la nada se plantea la cuestión del ser del ente.
El nexo entre problema de la nada y problema del ser se manifiesta
explícitamente en ¿Qué es la metafísica?, la prelusión que Heidegger
pronuncia cuando en 1928 lo llaman a Friburgo como sucesor de
Husserl. Todas las ciencias, dice Heidegger, se plantean el problema del
conocimiento del ente, del ente y nada más. Pero, ¿qué es esta nada?
Para poder elaborar este problema debemos ver si tenemos alguna
experiencia de la nada. Esa experiencia se nos da, no en un nivel de
compresión, sino en un nivel emotivo, y es la angustia. De la angustia ya
se había hablado en Ser y tiempo (párrafo 40) y se la había señalado
como "disposicionalidad fundamental" y "apertura específica del
56
La esencia del fundamento, traducción citada, pág. 675.
58
Dasein". A diferencia del miedo, que es siempre miedo a algo, la
angustia se revela como miedo "a la nada": la persona angustiada no
teme a este o a aquel ente, sino que más bien siente que se hunde en la
insignificancia todo su mundo, pero no puede indicar algo preciso que le
dé miedo. Reconocer que la angustia es miedo a nada significa empero
algo muy diferente de hacerla disipar. El miedo a la nada, que es la
angustia, se explica sólo admitiendo que en ella aquello de que se siente
amenazado el Dasein no es este o aquel ente en particular, sino que es la
existencia misma como tal. En cuanto proyecto que abre e instituye el
mundo como totalidad de los entes, el Dasein no está "en medio" de los
entes como un ente entre los demás; cuando advierte este hecho -y, como
podemos decir ahora, cuando advierte su propia trascendencia- se siente
en un ambiente extraño, ajeno en el mundo, en el cual no se siente como
en su casa porque justamente advierte que no es un ente del mundo como
los otros entes. En cuanto modo de existir en la trivialidad cotidiana, el
Dasein se concibe como ente entre otros entes, y hasta se siente
protegido y tranquilizado por los entes que lo rodean; el simple miedo
atestigua esto, ya que tener miedo de algo significa concebirse siempre
como "dependiente" de ese algo de alguna manera. La angustia, como
miedo que no se puede explicar de ese modo, como miedo de nada,
coloca al Dasein frente a su propia trascendencia, frente a la existencia
como tal (y para entendernos mejor diremos también, frente a su propia
"responsabilidad": porque es el Dasein el que abre e instituye el mundo).
La novedad que surge de ¿Qué es la metafísica? (y menos
explícitamente de La esencia del fundamento) es la conexión explícita
del problema de la nada y de la angustia con el problema del ser.
[la nada] "no es un objeto ni en general un ente; la nada no
se presenta por sí misma ni junto al ente al cual empero
incumbe. La nada es la condición que hace posible la
revelación del ente como tal para el ser existenciario del
hombre. La nada no sólo representa el concepto opuesto al
de ente, sino que pertenece originariamente a la esencia del
ser mismo".23
El tradicional axioma metafísico ex nihilo nihil fit, de la nada
23 ¿Qué es la metafísica?, traducción citada, pág. 24. La bastardilla es de
Heidegger.
no procede nada, debe invertirse ahora: de la nada procede todo ente en
cuanto ente.57 Aquí importa subrayar la expresión en cuanto : que de la
57
Ibid., pág. 31.
59
nada provenga todo ente en cuanto ente no quiere decir que de la nada
provenga la "realidad" del ente entendida como simple presencia; ha de
entenderse en cambio que el ser del ente es como un colocarse dentro del
mundo, cpmo un aparecer a la luz que el Dasein proyecta en su
proyectarse. Contrariamente a la concepción del ser como simple
presencia, la concepción del ser, que se anuncia como implícitamente
supuesta en Ser y tiempo y en estos escritos posteriores, es precisamente
la concepción del ser como "luz" proyectada por el Dasein como
proyecto.58 El hecho de que empero el Dasein sea siempre proyecto
lanzado, como hemos visto, descarta que el ser pueda concebirse como
su "producto" y que la filosofía de Heidegger se reduzca a alguna forma
de idealismo empírico o trascendental. Estas dos doctrinas suponen
siempre, inseparablemente, una concepción del ser como simple
presencia y una concepción del Dasein que olvida el carácter de ser
lanzado: ambas lo resuelven- todo en la relación sujeto-objeto, en la cual
el sujeto o bien funda y produce directamente la realidad (simple
presencia) de las cosas (idealismo empírico: esse estpercipí) o bien por
lo menos funda y ordena el mundo como mundo de la experiencia
(trascendentalismo kantiano o neokantiano). En ambos casos, no se pasa
más allá del sujeto y aún éste, lo mismo que el objeto, es concebido
como presente y se olvida su carácter de "lanzado".
Ahora bien, el sentido del discurso desarrollado por Heidegger en
estos dos escritos que examinamos (con la elaboración del nexo-nada) es
precisamente la manifestación del hecho de que en el fondo de la
relación del Dasein con el ente hay una relación más importante, por
ahora todavía oscura, indicada sólo como la "trascendencia" del Dasein,
que es relación con la nada en cuanto relación con lo diferente del ente,
con lo que no se reduce al ente (la nada como "nada del ente"). Esto es lo
que expresa explícitamente una página de La esencia del fundamento :
"El proyecto del mundo hace ciertamente posible- pero aquí
no podemos extendernos sobre esta posibilidad- una
comprensión preliminar del ser del ente; pero el proyecto
como tal no consiste en una simple relación entre el Dasein
y el énte."i6
58
Durante un seminario privado de Heidelberg, en el verano de 1964,
Heidegger habría dicho que el título de Ser y tiempo estaría mejor formulado
como Sein und Lichtung (Ser e iluminación).
60
2. Verdad y no verdad
El ser en el mundo que caracteriza al Dasein.no se resuelve pués
en una simple relación ente el Dasein y el ente. Esta tesis que constituye
'a base de los dos escritos que ahora examinamos y que se anuncia en la
elaboración de los conceptos de negatividad y de nada es retomada y
explícitamente ilustrada en la conferencia Sobre la esencia de la verdad,
que representa un paso decisivo en la maduración del pensamiento
heideggeriano después de Ser y tiempo. Heidegger parte de la
concepción, común en la tradición metafísica, de la verdad como
conformidad de la proposición con la cosa. Para ser verdadera la
proposición deber estar de conformidad con la cosa. Pero (y esto ya está
presente en el párrafo 44 de Ser y tiempo) esta conformidad es posible
sólo si el propio ente es ya accesible, sólo si está ya abierto un ámbito
dentro del cual el Dasein puede relacionarse con el ente. (Téngase
siempre en cuenta el paralelo de la luz: se puede ver algo sólo si hay luz.)
Sin embargo, es importante subrayar que la apertura así presupuesta es
un estar abierto del Dasein al ente. Es decir, Heidegger no rechaza
redondamente la concepción de la verdad como conformidad; antes bien,
la asume como el modo fenomenológico del darse originario e inmediato
de la experiencia de la verdad, modo del cual es necesario partir y que no
puede eliminarse considerándclo pura apariencia. Al buscar la verdad,
nos esforzamos efectivamente por conformarnos con la cosa, esto es,
tomamos la cosa como norma. Este modo de relacionarnos con la cosa
presupone una apertura más originaria (que hemos comparado con la
luz), sólo que esa apertura es precisamente un estar abierto a la cosa
como tal. Tratar de estar de conformidad con la cosa significa tomarla
como norma de nuestro juzgar
y de nuestro decir: el hecho de que haya una norma a la que debe-
61
mos ajustamos (y a la que también podemos, por lo tanto, no ajustamos
diciendo lo falso por interés o por insuficiente empeño en la indagación)
significa que aquí entra enjuego la libertad. Abrirse a la cosa tratando de
adecuarse a ella .como norma es un acto libre: la esencia de la verdad es
la libertad.2-7 Pero decir que la esencia de la verdad es la libertad (como
abrirse del Dasein al ente), ¿no significará reducir la verdad a algo
"subjetivo", a un acto arbitrario del hombre? Esto sería cierto si
concibiéramos la libertad -según se hace habitualmente- como una
propiedad del hombre. Pero esta libertad como posibilidad que el
hombre tiene de elegir entre los entes presupone también ella que los
entes sean ya accesibles. De manera que no se puede pensar el hecho de
que el ente se haga accesible, la apertura originaria de la que depende la
posibilidad de cualquier elección, como un acto libre del hombre en este
sentido. El abrirse al ente no es algo que el hombre pueda elegir porque
constituye el Dasein mismo como tal en cuanto ser en el mundo. Esta li-
bertad no es pues una facultad de que disponga el hombre, sino que es
más bien ella la que dispone de él.
63
verdad que expresamos o conocemos es la manifestación de un ente
individual o de un grupo de entes, pero nunca la manifestación del ente
como tal en su totalidad. Es más aún, los entes individuales y los grupos
de entes se nos manifiestan precisamente en cuanto la totalidad del ente
no aparece en primer plano como tal.
64
el oscurecimiento del ente en su totalidad".59
Este ocultamiento de la totalidad del ente, precisamente en cuanto
los entes individuales se manifiestan y se revelan, es la no verdad
esencialmente conexa con la verdad. El ocultamiento del ente en su
totalidad no es sólo una "consecuencia" del hecho de que siempre
conocemos sólo parcialmente el ente; el ocultamiento es más originario
porque, como dijimos, sólo en virtud de él los entes singulares pueden
manifestarse en primer plano y aparecer en su verdad. Con esto está
vinculada la posibilidad del error, esto es, del disfraz y de la deformación
del ente: aun cuando Heidegger no establece explícitamente este nexo, es
legítimo pensar que el error se deba o bien a "no saberlo todo" (ocultarse
del ente en su totalidad) o bien al imponerse un ente a los demás (los
errorres relacionados con el interés, por ejemplo). Pero sobre todo con la
no verdad que pertenece a la esencia misma de la verdad está vinculada
la existencia inauténtica del Dasein, la existencia "caída", de-yecta.
60
Véase ibíd., pág. 56.
66
como totalidad de entes que se justifican entre sí, pero no tiene sentido
respecto del ente en su totalidad. Preguntar "¿Por qué el ente y no más
bien la nada?" sirve sin embargo, justamente, mediante el "más bien",
para no olvidar la trascendencia del Dasein, para pro- blematizar la
totalidad del ente como tal. El hecho de que el problema no haya sido
elaborado por la metafísica en su historia (aun referir los entes a un ente
supremo es una manera de mantenerse en el interior del ente; el ente
supremo es siempre un ente junto a los otros entes) significa justamente
que la metafísica olvidó el "más bien", es decir, olvidó el problema de la
nada. La metafísica se contentó con eliminar el problema de la nada
como si no fuera un problema: si la nada no existe, no se habla de ella,
no se puede discutir sobre ella y es mejor atenerse al ser.
Pero en cuanto se lo desliga de la nada, el ser se identifica in-
mediatamente con el ente como presencia, como efectividad, como
realidad. Toda fundación metafísica se limita a abuscar un ente sobre el
cual fundar los demás entes, sin darse cuenta de que aun en el caso de
este ente primero o último se replantea completamente el problema del
ser.
Por cuanto no elabora el problema de la nada, la metafísica no
elabora pues siquiera, auténticamente, el problema del ser del cual sin
embargo partió. La metafísica tiene el carácter de un olvido del ser.35
Este olvido del ser se manifiesta en el hecho de que para la metafísica, el
ser es una noción obvia que no tiene necesidad de ulteriores
explicaciones.61 Esto equivale a afirmar que el ser es una noción
extremadamente vaga que queda indeterminada, y es lo que afirma
Nietzsche cuando comprueba que la idea de ser ya no es más que "la
emanación última de una realidad que se disuelve".37
El olvido del ser, de conformidad con el resultado a que se llegó en
el escrito sobre la verdad, no es algo que se deba a nosotros o a las
generaciones que nos precedieron.38 Así como la no verdad pertenece a
la esencia misma de la verdad, así también el olvido del ser, que
constituye la metafísica, es un hecho que incumbe al ser como tal, por lo
cual se podrá decir, como dice Heidegger explícitamente en sus estudios
sobre Nietzsche (los cuales maduran en los años inmediatamente
posteriores a la Introducción a la metafísica), que la metafísica es
"historia del ser". 39 Esto significa en primer lugar que el ser es para
nosotros una noción al mismo tiempo obvia y vaga y que el olvido del
ser
61
Véase Introducción a la metafísica, trad. citada, pág. 36.
67
"no es algo extraño, frente a lo cual nos encontremos y que
nos es dado únicamente verificar en su existencia como algo
accidental. Se trata en cambio de la situación misma en la
que nos encontramos. Es un estado de nuestra existencia,
pero ciertamente no en el sentido de una propiedad
verificable psicológicamente. Por "estado" entendemos aquí
toda nuestra constitución, el modo en que nosotros mismos
estamos constituidos en relación con el ser."62
62
Introducción a la metafísica, traducción citada, pág. 60.
63
Véase ibíd., págs. 101 y 206-7. En estos pasajes se habla de 'historia
latente", en tanto que el término "destino" aplicado a la historia del ser se hará
habitual a partir del escrito sobre el humanismo; pero las bases de este desarrollo
ya están todas presentes en la Introducción a ¡a metafísica.
68
favor del ente; ese carácter de la apertura histórica en la que nos ha-
llamos no depende de una decisión nuestra o de las generaciones
anteriores, porque toda decisión puede darse sólo dentro de una a-
pertura ya abierta; ella se remonta pues a algo que no somos nosotros (ni,
con mayor razón, los entes); es la esencia de la verdad o, más en general,
el ser.
La metafísica es pues historia del ser y al mismo tiempo (puesto
que el sentido de la definición es idéntico) nuestra historia: no como obra
nuestra, sino como situación que nos consituye. Si se tiene presente esto,
es fácil ver que las indagaciones (continuamente retomadas y
profundizadas por Heidegger) sobre la historia de la metafísica son
sencillamente el ulterior y extremo trabajo de concretar aquella analítica
existencial de Ser y tiempo : lo que sea el Dasein no puede pensarse en
términos de "propiedades" o de caracteres de una esencia hombre que
mediante ellos se defina y se dé a conocer. Ahora este "programa",
enunciado ya en Ser y tiempo, se realiza del modo más cabal. El Dasein
no se define atendiendo a propiedades pues no es otra cosa que la
apertura histórica que lo constituye. Esa apertura, que no le pertenece
pero a la cual pertenece él mismo, es la historia del ser. Sobre esta base,
volver a concebir y reconstruir la historia de la metafísica significa al
mismo tiempo concretar ulteriormente la analítica existencial -
liberándola de toda posibilidad de interpretación metafísica que todavía
pudiera subsistir sobre la base de Ser y tiempo- y dar un paso adelante en
el camino de la indagación del sentido del ser que constituía preci-
samente el objetivo al que debía servir la analítica existenciaria.
69
desarrollo de la metafísica ni el fin de la metafísica dependen de
nosotros; ni tampoco son hechos de los cuales el hombre sea un simple
espectador y de los cuales deba limitarse a tomar nota. Pensar así
significaría estimar que la historia del ser es algo que se desarrolla
"objetivamente" frente a nosotros; en cambio, la historia de la metafísica
es siempre radicalmente también nuestra historia, precisamente porque
nuestra relación con el ser nunca puede concebirse como relación entre
un "sujeto" y un "objeto". Es cierto sin embargo que (precisamente
porque nos encontramos siempre "lanzados" en una apertura histórica)
tenemos una historia porque el ser tiene una historia, y no viceversa, por
más que las dos historias no sean separables.
La metafísica se manifiesta en su esencia sólo cuando llega a su fin,
y alcanza su fin precisamente en cuanto se revela en su esencia. Esto se
entiende fácilmente si se tiene en cuenta que la esencia de la metafísica
es el olvido del ser; pero cuando se reconoce este olvido como tal se
encuentra ya uno en condiciones de recordar lo que se había olvidado y,
por lo tanto, de ir más allá de la metafísica. Ahora bien, para Heidegger
la metafísica llega a su conclusión en el pensamiento de Nietzsche.
Nietzsche es la figura de pensador a la que Heidegger dedicó la más
prolongada atención, desde cuando, en el párrafo 76 de Ser y tiempo
había recordado la segunda Consideración inactual de Nietzsche como
un documento esencial para esclarecer el concepto de historicidad
auténtica.64 En casi todos los escritos posteriores, a partir de la misma
Introducción a la metafísica, encontramos referencias más o menos
extensas a Nietzsche y muchos de esos escritos le están expresamente
dedicados:65 el conjunto más importante de las investigaciones de Nietz-
sche, al que remiten los ensayos menores y que consiste fundamen-
talmente en una serie de cursos universitarios dictados en Friburgo entre
1936 y 1940, junto con otros escritos y esbozos de menor bulto, está
reunido en dos volúménes del Nietzsche, publicados en 1961. Esta obra
constituye algo así como una summa de las indagaciones de Heidegger
no solo sobre Nietzsche sino sobre toda la historia de la metafísica, y
ocupa una posición significativamente central en el desarrollo del
Heidegger posterior a Ser y tiempo, precisamente porque, como dijimos
antes, la reflexión sobre la metafísica constituye la continuación del
esfuerzo por concretar de manera extrema la analítica existencial,
empeño en virtud del cual Heidegger se orienta para clarificar el sentido
64
Véase Ser y tiempo, traducción italiana citada, págs. 565-6.
65 Véase especialmente Nietzsche Wort "Gott ist tot", contenido en el volumen
Holzwege, Frankfurt, 1950 (traducción italiana de P. Chiodi Sentie- ri interrotti,
Florencia 1968, págs. 191-246); Wer istNietzschesZarathustra?
70
del ser, que era el objetivo al que tendía Ser y tiempo. Sabemos que la
tercera sección de la parte I de Ser y tiempo debía llevar el título de
"Tiempo y ser". Ahora bien, aun cuando en la reflexión sobre la historia
de la metafísica el tiempo parece no figurar como tema, es sin embargo
cierto que, concebida la metafísica como historia del ser, una meditación
de esa historia llega a ser, en el sentido más cabal, también una cla-
rificación de la relación ser-tiempo.66 La metafísica llega a su aca-
bamiento con Nietzsche67 en la medida en que éste mismo se presenta
como el primer nihilista verdadero; y la esencia más profunda de la
metafísica es precisamente el nihilismo: "La esencia del nihilismo es la
historia en la cual del ser ya no queda más nada" 68 y esa historia es
justamente la historia de la metafísica como "olvido cada vez más
petrificado del ser". 69
Nietzsche concibe el ser del ente (esto es, lo que constituye el ente
como tal) como "voluntad de poderío"; para Heidegger esta expresión
equivale a otra que él prefiere: "voluntad de voluntad". En efecto,
poderío no es otra cosa que posibilidad de disponer de algo, es decir,
posibilidad de querer. Querer el poderío significa querer querer. Ha de
preferirse la fórmula "voluntad de voluntad" porque hace resaltar un
aspecto decisivo de la concepción nietzs- cheana del ser: que la voluntad
quiera sólo querer significa que ella es puro querer sin algo "querido"; la
voluntad está sola, no tiene ningún término al cual tender más allá de sí
misma. "Voluntad de voluntad" indica la total falta de fundación que
caracteriza al ser al término de la metafísica. Pero para comprender qué
significa realmente esto hay que reconstruir brevemente (y aquí sólo lo
haremos en algunas líneas esenciales) las etapas principales de la historia
de
71
44
Véase O. Póggeler, Der Denkweg M. Heideggers, cit., pág 99 y siguientes y
passim.
72
la metafísica.48
Podemos comenzar esa reconstrucción siguiendo la historia del
concepto de a-létheia, "verdad" (y ya sabemos que es la historia no sólo
de un concepto, de un hecho "mental"). En la palabra griega, la a
privativa indica cierto conocimiento del hecho de que la verdad implica
una originaria no verdad, que lo que aparece en el proyecto se sitúa
sobre un fondo que permanece oscuro y que sin embargo interviene
radicalmente para constituirlo. Pero ya en el pensamiento griego, ese
vínculo originario de revelación y de ocultamiento se olvida. En Platón,
lo verdadero es la idéa, o sea, el ente visible al intelecto, el ente en
cuanto inteligible. Aquí lo que cuenta en la verdad es el revelarse, al
aparecer en la presencia y se olvida lo oscuro y lo oculto de donde
procede el manifestarse. Si lo verdadero es lo "visible" en este sentido,
lo que importa es percibir bien lo que así se revela: si lo verdadero es la
idéa, la verdad del pensamiento es la orthóte, el ver justo ,y reflejar esa
relación en la proposición que de tal manera es verdadera por cuanto
está de conformidad con lo que se manifiesta (la verdad como con-
formidad, homóiosis)70
Todas estas implicaciones de las premisas platónicas se desa-
rrollan, aunque no de manera lineal, en Aristóteles. Este concibe el ser
en dos sentidos: como qué cosa (éidos), es decir, como esencia y como
que (oüsia), esto es, existencia efectiva. Esta última es para Aristóteles
(enérgeia), ser en el acto, y es al acto de existir efectivamente a lo que
Aristóteles atribuye primariamente el ser, antes que a la esencia o éidos.
Si por un lado, este privilegiar la enérgeia coloca a Aristóteles más
proximo al origen del concepto de aletheia en cuanto a concebir el ser
como acto significa pensarlo como punto de llegada de un proceso y,
por consiguiente, como un "llegar de", sin embargo -precisamente
porque la enérgeia explícitamente distinta del éidos, el qué efectivo es
pues distinto del qué cosa o esencial-, la concepción aristotélica del ser
termina por re-
48
Aquí me referiré sobre todo al segundo volumen del Nietzsche op. cit.,
donde esa historia está reconstruida del modo más completo y claro. Pero se
trata de un discurso al cual Heidegger retoma prácticamente en todos sus
escritos.
presentar un paso hacia la identificación cada vez más completa del ser
con lo que está efectivamente presente
70
Sobre este punto véase, además del Nietzsche, op. cit., vol. II, Pía- tons
Lehre von der Wahreit, Berlín, 1942; 2a. edición, Berna 1947, especialmente págs.
41-2.
73
La concepción aristotélica del ser como es
la que domina toda la edad media que, traduciendo el término griego por
actualitas y atribuyendo la actualidad ante todo a Dios, acentúa el hecho
de que el ser es presencia efectiva pero al mismo tiempo también
capacidad de fundación, causalidad. Atribuir la causalidad al ser
significa empero colocarlo entre los entes, pues se lo concibe como lo
que posee de manera tan constitutiva el carácter de la presencia que
puede conferírselo a los demás entes. En la prueba ontológica, Dios es
demostrado mediante el hecho de que su esencia misma, en cuanto
perfecta, implica la existencia; pero la existencia es justamente la
presencia efectiva y a esta presencia total alude también la idea de
eternidad de Dios.
Un primer hito decisivo de todo este proceso es Descartes, que
extrae las consecuencias implícitas en la concepción griega del ser como
idéa (Platón) y como enérgeia (Aristóteles). Si sólo aquello que está
establemente definido en una forma (idea, es decir visibilidad: el término
griego idea tiene la misma raíz del verbo ver) y que está efectivamente
presente (actualidad) es verdadero, el ser verdadero tiene como carácter
fundamental el hecho de darse como acierto: el carácter constituvo del
ser es la certeza, el carácter perentorio de lo que es indudable. En
Descartes es real (es ente) sólo lo que es cierto (aquello de lo que
tenemos una idea clara y distinta). Pero de esta manera, lo que constituye
la realidad de la cosa, su ser, es precisamente la certeza indudable que el
sujeto tiene de ella y que puede adquirir con la aplicación rigurosa del
método.
También la palabra "sujeto", que en la filosofía moderna designa
directamente el yo del hombre," sufre un proceso de transformación y de
traducción que es significativo en el desarrollo de la metafísica. La
palabra latina subjectum traduce la palabra griega hiipokéimenon
acentuando, según Heidegger, el sentido de fundamento y de base que
rige todos los caracteres "accidentales", todas las propiedades del ente.
Pero en la filosofía moderna sujeto ya no es más la sustancia de un ente
cualquiera (sustancia, substan- tia, tiene en latín un significado
equivalente), sino que significa exclusivamente el yo del hombre; con
esta transformación (que no es sólo una cuestión de palabras y de modos
de pensar), el fundamento absoluto e indudable de la realidad es ahora el
yo del hombre, ante el cual se debe legitimar el ser de las cosas que es
reconocido como ser sólo en la medida en que es cierto. La noción de
"objetividad", de que tanto uso hace la filosofía moderna, es siempre
correlativa a la de sujeto: la realidad objetiva es aquella que se muestra y
74
se demuestra tal al sujeto; pero entonces lo que la constituye es
justamente la certeza que el sujeto tiene de ella.
Que la identificación del ser de las cosas con la certeza que el yo
tiene de él no es sólo un fenómeno que corresponde al desarrollo de
cierta mentalidad o una cuestión de puras palabras, sino que es un hecho
que atañe al ser mismo (es decir, el modo en que el ente se manifiesta al
Dasein y, por consiguiente, el modo en que el ente es), es algo que se
puede comprender si se piensa en cómo la ciencia y la técnica
determinan constitutivamente el rostro del mundo en la edad moderna;
no se trata sólo de que el hombre (a causa de cierta méntalidad que se ha
ido desarrollando no se sabe cómo) piensa que el ser de las cosas
depende de él mismo y se reduce a él. La tecnificación del mundo es la
realización efectiva de esta "idea". En la medida en que es cada vez más
completamente un producto técnico, el mundo es, en su ser mismo,
producto del hombre. Desde este punto de vista, la concepción
desarrollada en Ser y tiempo de la instrumentalidad como ser de las cosas
se revela también ella —y luego volveremos a ocuparnos de este punto
como una concepción que pertenece a la época de la metafísica y de la
total reducción del mundo al sujeto. El mismo discurso se puede
extender al concepto de objetividad: la idea (que domina la mentalidad
moderna mucho más de lo que se reconoce) de que la verdad sobre las
"cosas" (por lo menos indiscutiblemente sobre el mundo de las "cosas",
se hace alguna excepción en lo tocante al conocimiento del hombre, y es
éste el sentido de la distinción entre "ciencias de la naturaleza"' y
"ciencias del espíritu") es dicha por la ciencia implica la reducción del
ser verdadero a la "objetividad", la cual
75
mismo.71 La antigüedad y la edad media no nos ofrecen "sistemas" en
este sentido: la edad media conoce sólo las summae, que son algo
completamente diferente por cuanto en ellas falta la reducción rigurosa
de lo real a la unidad, reducción que sólo es posible al manifestarse el ser
como voluntad.
Esta es en muy grandes rasgos la historia que está en la base de la
concepción nietzscheana del ser como voluntad de poderío o voluntad de
voluntad. Esta historia, como ya dijimos, no es sólo o principalmente la
historia del desarrollo de ciertas opiniones de filósofos o la historia de la
constitutición de cierta mentalidad común; es en primer lugar la historia
de ciertos modos de revelarse y de ocultarse el ser mismo. Lo cual, entre
otras cosas, quiere decir que a este desarrollo filosófico corresponde
(como fundado en él) un desarrollo del modo de ser efectivo del hombre
en el mundo: la historia de la metafísica es ante todo, como acabamos de
ver, historia de palabras, pero también es mucho más que eso y no
porque las palabras expresan o reflejan hechos más vastos y generales,
como inmediatamente (y "metafísicamente") nos vemos llevados a
pensar. En ese caso, esos hechos "más vastos"y generales" estarían
independientemente de las palabras, las cuales se limitarían a ser
símbolos de ellos, descripciones o tan sólo síntomas o rastros. En verdad,
en las palabras y en la historia de las palabras se anuncian las líneas
constitutivas de la apertura histórica en la cual ya estábamos lanzados y
solamente dentro de la cual se hace posible "todo acontecimiento
histórico". De manera que resulta legítimo afirmar
que la historia de las palabras aquí reconstruida no sólo no se limita a
expresar hechos y situaciones "más vastos" que el lenguaje, sino que esa
historia funda (como modos de determinarse aperturas históricas en las
cuales el hombre se encuentra sucesivamente) todo aquello que parecería
exterior al lenguaje y más vasto que el lenguaje. Deberemos volver a
considerar aún este punto. Pero lo que ahora importa ver es que a esta
historia de la metafísica como historia de palabras corresponde una
variada configuración del modo de ser del hombre en el mundo. Ya
señalamos que esto se puede comprender si se piensa hasta qué punto la
filosofía fue factor determinante en la constitución de las ciencias
modernas que a su vez, con la técnica, constituyeron y continúan
modificando incesantemente el mundo en el que nos encontramos, es
decir, nuestro ser mismo en cuanto ser en el mundo.
Precisamente la técnica es el fenómeno que expresa, en e! plano
del modo de ser del hombre en el mundo, el desplegarse y el
71
Véase Nietzsche, op. cit., vol. II. pá° 453
76
cumplimiento de la metafísica. Al hecho de darse el ser sólo ya como
voluntad (según lo teorizado por Nietzsche) -que es el modo extremo de
ocultarse del ser y que deja aparecer sólo el ente corresponde la técnica
moderna que da al mundo esa forma que hoy se llama "organización
total". Los sistemas metafísicos del siglo XIX son una forma de
"organización total" en un nivel todavía teórico; esos sistemas
presuponen aún, como toda la metafísica, cierto recuerdo de la diferencia
ontológica. En efecto, la metafísica nace como pregunta sobre el ser del
ente: en este sentido la metafísica advierte la diferencia ontológica aun
cuando la olvida de hecho en cuanto piensa el ser del ente sólo como
aquello que todos los entes tiene en común, atendiendo al modelo del
ente concebido como simple presencia. Aun olvidando el verdadero
sentido de la diferencia ontológica, la metafísica concibe sin embargo
siempre el ser del ente y sobrevive así hasta que su olvido del ser se
presenta enmascarado bajo el aspecto de una indagación del ser del ente.
Vimos como el desarrollo de la metafísica la condujo a inducir el ser del
ente a la certeza de la representación y, por consiguiente, a la voluntad
como voluntad del sujeto de reducirlo todo a sí mismo. Sin embargo,
hasta los grandes sistemas idealistas del siglo XIX suponen aún, como
teorías, una remota supervivencia de un recuerdo (aunque esté cada vez
más mistificado) de la diferencia ontológica. Esos sistemas, por ejemplo,
distinguen siempre de alguna manera entre una realidad "empírica' y una
realidad "verdadera", que es la
descrita en su teoría, realidad verdadera que tiene una razón de ser
precisamente porque no se identifica, o no se identifica todavía, con la
realidad en su modo de darse inmediato y cotidiano; pero a lo que
tienden fundamentalmente esos sistemas es a la organización total del
ente: lo que reconocen como empírico es sólo aquello que aún se escapa
a esa organización total, a la "sistematización" general de la realidad.
Según Heidegger, la técnica da justamente el último paso en el camino
de la eliminación de toda diferencia residual entre realidad "verdadera" y
realidad "empírica". La organización total realizada por la técnica ya no
está solamente en la teoría sino que se concreta efectivamente como
orden del mundo. Abolida esta última diferencia, queda también abolido
el último y pálido recuerdo de la diferencia ontológica: del ser ya no
queda más nada y sólo están los entes. El ser del ente es total y
exclusivamente el ser impuesto por la voluntad del hombre productor y
organizador.
Ya observamos cómo este ser del ente reducido a instrumentalidad
técnica corresponde a lo que en Ser y tiempo se reconocía como el modo
de darse de las cosas "ante todo y por lo común", es decir, en la
trivialidad cotidiana de la existencia inauténtica de la cual había partido
77
la analítica existencial. La legitimidad de un análisis fundado en la
trivialidad cotidiana, siempre inauténtica', se justificaba por el hecho de
que, aun en la inautenticidad, se revelan empero de alguna manera las
estructuras de lo auténtico. Por consiguiente, no hay que pensar (y ahora
esto se manifiesta con claridad) que la instrumentalidad reconocida en
Ser y tiempo como el ser verdadero de las cosas sea la última palabra
sobre el significado auténtico del ser del ente intramundano, es decir, del
ente informe del Dasein. El darse las cosas como instrumentos (que para
Ser y tiempo estaba relacionado en general con el modo de existir coti-
diano del Dasein sin ulterior problematización) está aquí enteramente
historificado y se revela como el modo de darse, las cosas en la época de
la metafísica concluida. A esta luz, la legitimidad misma de partir de la
trivialidad cotidiana para desarrollar la analítica existenciaria viene a
encontrar su justificación más radical en la necesidad de pensar hasta el
fondo la metafísica para poder salir de ella; la razón por la cual la
analítica existenciaria debe partir de la existencia cotidiana trivial es la
de que todo pensamiento que se constituye hoy en la fase final de la
metafísica debe empero partir siempre de la metafísica para superarla y
saür de ella. Y la metafísica cumplida es, en su sentido más pleno, la
técnica y la instrumen- talización general del mundo.
También otro de los caracteres constitutivos de la existencia
inauténtica -aquel que más explícitamente la define como tal, el "se", el
man, de la opinión común media aceptada, no porque sea verdadera, sino
porque es común— vuelve a encontrarse ahora como uno de los
elementos de la situación de la metafísica enteramente desplegada que ha
llegado al dominio del mundo. El mundo metafísico está caracterizado
por la dictadura de la "publicidad", no en el sentido de réclame, sino en el
sentido de "ser público";52 como se recordará, en la existencia inauténtica
de Ser y tiempo, el individuo está dominado por las opiniones corrientes
y al profesarlas sin problematizarlas se libera de asumir
responsabilidades, es decir, no se asume realmente a sí mismo como
existente, como proyecto. Ahora bien, aun acerca de este problema la
reflexión sobre la historia de la metafísica lleva a fundar ulteriormente lo
que en Ser y tiempo permanecía sólo en el nivel descriptivo: la opinión
corriente puede adquirir el predominio sólo porque el ente mismo se ha
hecho "público", es decir, umversalmente y totalmente penetrable.
Desaparecida la diferencia ontológica y reducido el ente a un sistema de
universal fundación, a una totalidad de fundantes-funda- dos regida por el
principio de razón suficiente, no queda ya ningún ente realmente
"misterioso"; todo es conocido o por lo menos esencialmente cognoscible
con los métodos racionales (de fundar y explicar) de la ciencia. En el
sistema de la organización total realizado por el sujeto todo ocupa ahora
78
un lugar bien definido y es un lugar que coincide totalmente con la
función instrumental que la cosa reviste en tal sistema. Ahora bien, la
mentalidad corriente es justamente aquella que conoce la cosa sólo en lo
que ésta tiene de funcional, en su instrumentalidad en la vida de todos los
días. En un mundo en el que el ser de la cosa está realmente reducido a
esta instrumentalidad, el conocimiento que tiene de ella la mentalidad
común, el "se" inauténtico, se convierte también hasta cierto punto en el
único conocimiento adecuado. La desaparición de la diferencia
ontológica es pues también la desaparición de toda diferencia residual
ente la cosa y el conocimiento que se tiene de ella (y éste es, como se vio,
el sentido profundo, por más que no esté todavía plenamente realizado,
de los sistemas idealistas del siglo XIX). La "publicidad" es algo que
pertenece esencialmente al ente en la época de la metafísica cumplida en
la medida en que del ser como tal "ya no queda más nada" y el ser del
ente está enteramen-
62
Véase Ueber den Humanismus op. cit., pág. 8.
te reducido a pertenecer a un sistema instrumental del que, por de-
finición, el hombre dispone por entero.
5. ¿Superación de la metafísica?
72
La época de la metafísica se puede indicar, para Heidegger, con la
expresión de Hólderlin (Brot und Wein, VII), quien llama "dilrftige Zeit" (tiempo de
79
y, tal vez, salir del olvido del ser que la caracteriza. En primer lugar,
como ya dijimos, la metafísica puede subsistir sólo mientras su esencia
de olvido esté enmascarada y oculta, es decir, sólo mientras olvide su
mismo olvidar. Pero la reducción de la totalidad del ente a sistema
totalmente organizado y el relativo fin del pensamiento como
sobrepasamiento del ente -sobrepasamiento que, sin efectuarlo
verdaderamente, la metafísica del pasado intentó de continuo para
encontrar su propia razón de ser- hacen que el olvido constitutivo de la
metafísica no pueda ya ser olvidado, sino que ese olvido ocupa el primer
plano con toda su dimensión determinante. Darse cuenta del olvido lleva
a otra pregunta decisiva que en sustancia es aquella formulada (aunque
en términos un poco diferentes) en el párrafo final de Ser y tiempo,
donde se preguntaba cómo el ser del ente pudo llegar a ser concebido
como simple presencia. Aquí la pregunta se ha hecho más radicalmente
histórica: ¿cómo fue posible llegar a ese punto de olvido total del ser en
que ahora nos encontramos? De aquí parte la reflexión sobre la me-
tafísica como historia; en esa reflexión está ya implícito un "proyecto"
del sentido del ser que ya no es metafísico. En efecto, resulta claro que
darse cuenta del olvido implica ya asumir una posición que no se
encuentra en este olvido. Ver la metafísica como historia y salir de la
metafísica comprendiendo el ser de manera diferente de como ella lo
comprende son la misma cosa. De ahí el significado no sólo negativo de
destrucción de la ontología, sino también el significado positivo de
elaboración de un nuevo "proyecto" del sentido del ser que tiene la
reflexión heideggeriana sobre la historia de la metafísica.
En este punto es natural preguntarse en qué medida esta ela-
boración de una comprensión del ser, que se lleva a cabo en virtud de
una reflexión negativa y positiva sobre toda la historia del pensamiento
occidental, se distingue de otra gran empresa del pensamiento que a
primera vista parece análoga, es decir, el sistema de Hegel. Para
Heidegger, la reflexión histórica no tiene el sentido de aprehender en la
historia del pensamiento el progresivo revelarse de una verdad, que
desde el punto de vista (que Hegel declara haber alcanzado) del saber
absoluto pueda reconocerse como tal e integrada en una perspectiva
definitiva. Al método hegeliano de la Aufhebung, que conserva y al
mismo tiempo supera en la filosofía absoluta lo que de verdadero dijo el
pensamiento del pasado, Heidegger opone el método del Schritt zurünck,
80
del "paso atrás". 73Este método no ha de entenderse como un simple
vuelco invertido del método hegeliano; no se trata de dar un paso atrás en
el sentido de remontarse a los orígenes históricos del pensamiento, como
si lo histórico temporal primero estuviera más próximo al ser, por lo cual
la historia, para Heidegger, se configuraría sólo como un progresivo
alejamiento del ser. El Schritt zurück no es un volver atrás en el sentido
temporal sino que es un retroceder en el sentido de tomar distancia para
colocarse en un punto de vista que permita ver la metafísica como
historia, como un proceso de devenir; en cuanto la vemos como historia,
la "ponemos en movimiento",55 es decir, por un lado, nos sustraemos a su
presunta evidencia y, por otro, la vemos en relación con su "de dónde",
en relación con eso oscuro de lo cual proviene y que constantemente
olvida. Precisamente por esto la visión de la metafísica como historia no
es el logro de la autotransparencia del espíritu absoluto hegeliano. Ver la
metafísica como historia no significa adueñarse de la totalidad de la
verdad, sino más bien significa ver la historia del pensamiento como un
proceder de un "origen" que permanece constitutivamente oscuro y que
nunca se "resuelve" en la historia del pensamiento mismo. La insistencia
de Heidegger en la oscuridad como fondo que el pensamiento olvida
puede realmente entenderse como radical oposición a Hegel, para quien
el espíritu es el que consuma, resuelve y disuelve en la .autoconciencia
todos sus propios supuestqs. Este rechazo de Hegel impide también
interpretar el discurso hei- deggeriano como pura inversión del discurso
hegeliano, una inversión que viera la historia como progresivo
alejamiento del ser. Ni siquiera en este caso, el fin de la metafísica podría
entenderse sino como una toma de conciencia absoluta de tipo hegeliano:
sería menester, en efecto, poder decir, en forma de definición, que el ser
está esencialmente constituido por un progresivo ocultamiento y que
semejante "definición" sería también la afirmación de que, aun a través
de la historia del ocultamiento, el ser tiende por fin a revelarse en lo que
es: ocultamiento precisamente de aquello de que empero el pensamiento
puede cobrar plena conciencia.
La contraposición del' método del "paso atrás" y de la Aufhebung
hegeliana tiende precisamente a evitar todos estos equívocos. El fin de la
metafísica no puede significar de ninguna manera el fin del olvido del ser
en el sentido de que el ser termine por convertirse como tal en objeto de
pensamiento explícito. En ese caso, el error de la metafísica no haría sino
repetirse, ya que redujo el ser a ente justamente en cuanto se esforzó por
convertirlo en objeto de teorizaciones y de definiciones, de insertarlo
73
Véase Identitát und Differenz, op. cit., pág. 39 y siguientes.
81
orgánicamente en la concatenación del razonamiento de fundación. Ver
la metafísica como historia no significa, a la manera hegeliana, descubrir
por
56
Véase ¿Qué es la metafísica?, traducción citada, pág. 34: éste es el sentido
en el que se interpreta aquel pasaje donde se dice que "filosofía es sólo un poner
en movimiento la metafísica, con lo cual ella llega a sí misma y a sus cometidos
explícitamente".
82
fin la dirección y el sentido general de su desarrollo; significa, antes
bien, verla ante todo como "movimiento", como un "proceder de";
significa, pues, ver el sistema del razonamiento de fundación como algo
situado dentro de un ámbito que lo trasciende y que a su vez no puede
concebirse como fundamento.
Ello no obstante, este problema de distinguir el método hei-
deggeriano del hegeliano no se resuelve sino planteando en general el
problema de la posibilidad y del carácter de un pensamiento que ya no es
metafísico. En efecto, si el pensamiento liberado de la metafísica fuera
ese pensamiento que recuerda el ser en el sentido de asumirlo finalmente
como contenido temático propio, entonces verdaderamente Heidegger no
se distinguiría sustancialmente de Hegel y el Schritt zurück sería sólo un
nuevo desfraz, más o menos disimulado, de la autoconciencia hegeliana.
De manera que hay que preguntarse si es posible, y cómo se define, un
pensamiento que vaya más allá de la metafísica, es decir, si es posible
una auténtica superación de la metafísica misma.
IIIB
Ser, evento*, lenguaje
74
Sobre este punto, véase en este volumen la Historia de la crítica, es-
pecialmente lo referente a los libros de W. Marx y A. Colombo.
83
* Respecto de esta palabra Manuel Olasagasti dice: "Heidegger relaciona
a veces Ereignis con el neologismo Er-augen, mirar, para subrayar el momento de
respectividad, sobre todo a la esencia humana. Por su referencia a lo 'propio'
escoge Heidegger el vocablo Er-eignis para nombrar aquello que constituye lo más
propio del tiempo y del ser, así como del hombre, del lenguaje, etc. Por ser el
momento de 'propiedad' el más importante en el uso de Heidegger, podríamos
traducir, sin más, Ereignis como 'propiedad' o 'apropiación' ". (Introducción a
Heidegger, Revista de Occidente, Madrid, 1967, pág. 171.) Según este autor, tanto
"acontecimiento", como "evento", podrían mantenerse desprovistas de su sentido
de mero "suceso". ¡J.] el ^er es, mucho más radicalmente y profundamente
constitutiva del propio Dasein del hombre, de manera que en la
superación de la metafísica no puede tratarse de buscar un nuevo
concepto del ser sino que ha de buscarse primordialmente un modo
nuevo de ejercitar el pensamiento mismo, que no se considere ya, frente
al ser, como elaboración de conceptos adecuados, es decir, verdaderos en
el sentido de "conformidad" con lo "dado".
Es este esfuerzo lo que caracteriza y lo que se puede considerar un
"tercer momento" del desarrollo de la filosofía heideggeriana después de
la analítica existencial de Ser y tiempo y de la reflexión sobre la historia
de la metafísica, que culmina en la obra sobre Nietzsche. No se trata
realmente de un tercer período cronológicamente distinto, porque se
desarrolla, por lo menos al comienzo, paralelamente con el segundo, aun
cuando los temas del tercer período se hacen predominantes, sobre todo
en las obras posteriores a la segunda guerra mundial. La dificultad de
establecer una rígida pe- riodización cronológica se debe a razones
internas relacionadas con el contexto mismo del pensamiento o a razones
externas. En efecto, por un lado, la elaboración de un proyecto del
sentido del ser "alternativo" del de la metafísica se desarrolla
principalmente en los mismos escritos sobre la historia de la metafísica o
en escritos contemporáneos a ellos (como por ejemplo, el ensayo sobre el
origen de la obra de arte del cual nos ocuparemos luego), y los otros
escritos dedicados • especialmente a este tema contienen también ellos
reelaboraciones de aspectos o problemas de la historia de la metafísica;
por otra parte -y esto puede decirse en general también de los escritos
heideggerianos posteriores a 1930-, el orden de composición y el orden
de publicación de las obras en general no coinciden, de suerte que resulta
bastante difícil orientarse y discernir una línea de desarrollo en el sentido
común del término; por lo demás, la categoría de desarrollo es una de
aquellas que Heidegger rechazaría.2 A esto hay que agregar el carácter
extremadamente fragmentario de la formulación del pensamiento
heideggeria- no que, después de Introducción a la metafísica, última
obra de cierta amplitud y organicidad (que en su origen fue un curso uni-
versitario como todos los escritos posteriores más amplios y como
84
2
Un catálogo de los escritos de Heidegger, tanto en el orden cronológico de
la publicación como en el orden de la composición, se encontrará en W. J.
Richardson, Heidegger. Trough Phenomenology to Thought, La Haya, 1963, pág.
675 y siguientes.
ya lo eran antes el breve La esencia del fundamento y los más breves aún
¿Qué es la metafísica? y De la esencia de la verdad), se expresa por lo
común en la forma del ensayo, forma que no es casual sino que revela el
carácter constitutivamente "tentativo" de ese pensamiento, que,
queriendo superar la metafísica, no puede aceptar la terminología, la
gramática, la sintaxis, la propia lógica de la metafísica. La aguda
conciencia del carácter problemático de los instrumentos mismos con
que se formula el pensamiento (recuérdese la afirmación de Heidegger
según la cual Ser y tiempo quedó interrumpido por insuficiencia del
lenguaje) hace imposible esa claridad u organicídad de elaboración que
siempre se fundan en la admisión de una terminología y de una lógica
aceptadas y generalmente compartidas.
Este carácter fragmentario no excluye, sino que supone como su
justificación profunda, un hilo conductor unitario del pensamiento
heideggeriano. El pensamiento se hace "tentativo" y fragmentario en
realidad sólo en el esfuerzo de proseguir la indagación a la que debía
servir de preparación la analítica existencial de Ser y tiempo. La llamada
Kehre, o vuelta o giro, del pensamiento heideggeriano, que constituyó un
problema central de la crítica hasta hace unos diez años (sobre esta
cuestión véase en este volutriC/} la Historia de la crítica), ya no se
manifiesta como un abandono de las posiciones de Ser y tiempo, sino que
se revela —como el mismo Heidegger la entiende3 — como una
continuación y una profundiza- ción del discurso iniciado en aquella
obra. El hecho de que, como se dice en Sobre el humanismo,75 el
pensamiento se mueva no en un plano en el cual está exclusivamente el
hombre, sino en un plano en el cual está principalmente y ante todo el
ser, expresa sencillamente el paso que va del análisis preparatorio de Ser
y tiempo a la elaboración del problema del sentido del ser al que debía
servir a- quella preparación.
A este hilo conductor nos atendremos en nuestra exposición de
este "tercer momento" del pensamiento heideggeriano renunciando a una
ilustración puntual de cada una de las obras (lo cual sería imposible por
las razones expuestas) y teniendo presente que
3
Sobre la interpretación que el propio Heidegger da del desarrollo de su
pensamiento, véase F. W. von Hermann, Die Selbstinterpretation M. Hei- deggers,
Meisenheim/Glan, 1964.
75
Ueber den Humanismus, op. cit. pág. 22.
85
lo que ahora se trata de esclarecer puede considerarse como la respuesta
al segundo de los problemas que indicaba como programáticos el párrafo
final de Ser y tiempo: después de la reconstrucción de la historia de la
metafísica, se trata de ver cómo sea posible una comprensión no
metafísica del ser.
Por todo cuanto se ha dicho hasta ahora, es claro que las dos
cuestiones no están sencillamente entre sí como pars destruens y pars
construens de la teoría: la historia de la metafísica, al apropiarse del
pasado del pensamiento como destino propio y también como posibilidad
propia, contiene ya una comprensión "positiva" del ser; por otra parte,
esta comprensión no llega ni quiere llegar a una "definición" del ser sino
que concibe el ser sólo en cuanto torna a pensar continuamente la esencia
misma del pensamiento. Esta reflexión sobre el pensamiento puede no
ser tan sólo una reflexión de tipo psicológico o antropológico, es decir,
un simple discurso sobre el funcionamiento de ciertas facultades del
hombre, precisamente porque el "proyecto" que guía dicha reflexión (y
que ya está presente en la reflexión sobre la historia de la metafísica) es
el que nace del fin mismo de la metafísica que lo hace posible: el ser ya
no es "obvio" (el olvido deja de ser él mismo olvidado), ya no es pensado
como un "objeto" universalmente presente, sino que, respecto de las
cosas se manifiesta como el no, como la negatividad, como la nada del
ente. Pero esto implica también que su relación con el pensamiento ya no
pueda definirse como la relación de un objeto con un sujeto. La reflexión
sobre la posibilidad de un pensamiento que tome seriamente, en estos
términos, el fin de la metafísica, se convierte también en reflexión sobre
el ser mismo y sobre el modo en que haya de "concebírselo".
Después de Ser y tiempo, el paso decisivo dado por Heidegger en
la dirección (que aquí nos interesa) de determinar la esencia del
pensamiento y su relación con el ser es el paso atestiguado en la
conferencia sobre La esencia de la verdad que, como se vio, permitió
pensar la historia de la metafísica como historia del ser mismo. Esta
tesis, cuyas premisas ya están en Ser y tiempo y en su proble- matización
del concepto de ser, entendido como simple presencia, no representa un
puro y simple vuelco del "subjetivismo" de la filosofía moderna. No se
trata de sustituir una perspectiva en la cual todo depende del sujeto (la
ontología de la voluntad de voluntad) por una perspectiva en la que todo
"dependa",'en cambio, del ser entendido sólo como aquello que se
contrapone al sujeto. La pre- senda preponderante del objeto es para
Heidegger un aspecto tan inseparable de la metafísica como el mismo
86
subjetivismo.76 Al subjetivismo y al objetivismo metafísicos se
contrapone, antes bien, un proyecto del sentido del ser que lo concibe
trascendiendo la totalidad del ente, pero que está también en una relación
peculiar con el hombre, la cual constituye, como ha aclarado Ser y
tiempo, el Da, el ahí en el cual las cosas al aparecer llegan al ser. En este
"proyecto" del sentido del ser, el pensamiento en cuanto planteo del pro-
blema del ser no es ya ante todo actividad de la cual el hombre disponga
a su arbitrio: la metafísica no es un error de este o de aquel pensador o de
todos los pensadores, sino que es primordialmente un modo de
determinarse el ser mismo, lo cual ocurre ciertamente en la actividad del
hombre y de algún modo por obra suya.
Es demasiado fácil observar que este modo de enfocar la relación
entre el ser y el hombre presenta una fundamental ambigüedad. Por una
parte, la metafísica es en primer higar historia del ser, pero, por otra
parte, el hombre no es sólo espectador o actor que recite una parte
predeterminada. Atenerse a esa ambigüedad significa empero cerrar
inmediatamente el discurso y recaer en una corí- traposición de tipo
metafísico: por un lado el ser, por otro lado el hombre; si la historia de la
metafísica es historia del ser no puede ser historia del hombre y
viceversa. En vez de plantear las cosas en estos términos que
(precisamente a través de la reflexión sobre la metafísica) se revelaron
insostenibles, corresponde tratar de profundizar el sentido de esta
peculiar relación que liga el ser y el hombre. Eso es lo que hace
Heidegger de modo particularmente eficaz e incisivo en su ya
mencionado Sobre el humanismo, que justamente por eso constituye uno
de los textos fundamentales en el desarrollo de su pensamiento.
Es en este escrito donde Heidegger describe la relación entre
pensamiento y ser, fundándose en el doble significado que tiene el
genitivo en la expresión "pensamiento del ser".
76
Véase, por ejemplo, el ensayo sobre L 'época dell'imagine del mondo
contenido en el volumen Sentieri interrotti, traducción italiana citada, espe-
cialmente pág. 99 y siguientes, y todo el escrito sobre el humanismo.
87
Este texto no hace sino esclarecer, con explícita referencia al ser,
lo que estaba implícito en La esencia de la verdad: a) el pensamiento es
pensamiento del ser en un sentido objetivo, es decir que comprende al
ser; esto es lo que resulta de Ser y tiempo, del escrito sobre el fundamento
y de la prelusión friburguesa sobre la metafísica. No puede haber
comprensión ni conocimiento del ente si no hay previamente una
comprensión del ser, lo cual equivale a decir que las cosas aparecen en la
presencia, es decir, son sólo en la apertura de un proyecto, y quiere decir
también que toda verdad óntica presupone la verdad ontológica; b) el
pensamiento puede pensar el ser sólo porque es del ser en el sentido
subjetivo, es decir, le pertenece. La premisa de esta tesis está en La
esencia de la verdad, que coloca la libertad en la base de la verdad.
Ahora bien, a la luz del escrito sobre el humanismo y de los escritos
posteriores, esta conexión verdad-libertad se puede entender así: el
pensamiento del ser como verdad ontológica, como institución del
proyecto en el cual aparecen las cosas, no puede pertenecer al hombre
como producto de éste porque el mismo hombre (en todo hacer, elegir y
producir) presupone ya abierta esa apertura. Elegir y hacer también
pensar, en el sentido en que esto se entiende como una actividad del
hombre, exigen que ya esté abierto un ámbito en el que el hombre se
encuentre en relación con los entes y consigo mismo. Todo acto "Ubre
del hombre presupone esta libertad más originaria que es el "dejar ser al
ente"; no es el hombre quien posee la libertad, sino que la libertad posee
al hombre. En Ser y tiempo se había dicho que hay ser sólo en cuanto hay
Dasein, es decir, el hombre.77 Pero esto "no significa que el ser sea un
producto del hombre". Significa en cambio que
77
Essere e tempo. traducción citada, pág. 326.
88
hará esencial justamente para describir la relación entre el ser y el
hombre y, en cierta medida, habrá de designar el ser mismo.10 Ereignen,
acontecer, ocurrir; Ereignis, evento. El ser ereignet en cuanto "lanza" el
proyecto lanzado que es el hombre y acontece él mismo en la medida en
que, en dicho proyecto, instituye una apertura en la que el hombre entra
en relación consigo mismo y con los entes, los ordena en un mundo, los
hace ser, es decir, los hace aparecer en la presencia.
¿Cómo se puede concebir, más precisamente, este acontecer del
ser? El discurso sobre el evento ¿se limitará a sustituir una concepción
del ser como "presencia estable" por una concepción del ser entendido
como movimiento y devenir?78 La ilustración que Heidegger da del
término Ereignis indica en cambio una dirección muy diferente. Como
suele hacer (pero sobre la base de una concepción precisa del lenguaje,
que luego veremos), Heidegger parte aquí de la significación etimológica
de la palabra para vincularla con otras palabras de la misma raíz que le
sirven para precisar lo que quiere decir: en realidad, desde su punto de
vista, las referencias de las palabras no "sirven" para ilustrar el
pensamiento, sino que le in-
8
Ueber den Humanismus, op. cit., pág. 24.
9
Ibíd., pág. 25.
10
Aun cuando, precisamente porque fuera de la metafísica ya no se puede
dar una "definición" del ser (del tipo: "el ser es esto o aquello"), no se pueda
siquiera decir que el ser es evento, Heidegger pone explícitamente m guardia
contra este peligro; véase; Unterwegs zur Sprache, Pfullingen, 1959, pág. 260, nota.
dican a éste el camino. El esclarecimiento del concepto de Ereignis se
encuentra en la primera parte de Identidad y diferencia12 La situación en
que se encuentra el hombre en el mundo técnico de la metafísica llegada
a su conclusión, situación caracterizada por una recíproca provocación y
desafío entre el hombre y el ser, no se comprende si no se la concibe
atendiendo al concepto de evento". Heidegger elige la palabra Ereignis
porque, a causa de su raíz, el vocablo permite concebir la relación entre
el hombre y el ser como apropiación recíproca (eigen = propio): "el
hombre está ügado [ve- reignet] al ser y el ser por su parte está
entregado [zugeeignet] al hombre".13 El evento es esa relación de
recíproco Uebereignen de expropiación-apropiación. La palabra
Ereignis, usada en este sentido completo, es tan fundamental y
determinante en nuestra época de la historia del ser como lo es para los
78
Esta es la tesis de W. Marx, Heidegger und die Tradition, Stuttgart, 1961.
Sobre esto, véase en este volumen la "Historia de la crítica".
89
griegos el término lógos o para los chinos el Tao.14 El mundo del
Ereignis es el mundo del fin de la metafísica: cuando el ser ya no se
puede concebir como simple presencia, sólo puede aparecer como
evento. Una vez más, la justificación del uso del término Ereignis no
está en una elección o en un propósito subjetivo, sino que está en cierto
modo de las cosas mismas. Si pensamos a fondo las impliciaciones de
reconocer (reconocimiento que no podemos eludir) el fin de la
metafísica, la palabra que se impone para hablar del ser es Ereignis,
evento.
Al término de la época de la metafísica el ser sólo puede con-
cebirse como aquello que se apropia del hombre entregándose a él. Esta
es una tesis que resume toda la trayectoria cumplida por Heidegger
desde Ser y tiempo hasta Nietzsche y Sobre el humanismo. Lo que es
ahora acentuado de manera nueva con el término Uebereignen es el
hecho de que no sólo el hombre no es nunca sin el ser sino también que
el ser nunca es sin el hombre. En un escrito de 1955, Sobre el problema
del sér,ls Heidegger dirá que la relación (Bezug) entre el hombre y el ser
ha de entenderse a la luz de otro de los significados de la palabra BezUg
vinculado con el verbo bezie-
12
Identitát und Differenz, op. cit., págs. 9-30.
13
ib id., pág. 24.
14
Ib id., pág. 25.
15
Zur Seinsfrage, publicado primero con el título Ueber "Die Linie", en el
volumen F>eundschaftliche Begegnungen, én honor de E. Jünger, Frankfurt,
1955; y luego separadamente, ib id., 1956.
hen, que significa "procurarse", adquirir algo de que se tiene nece-
sidad. El ser se relaciona con el hombre en cuanto tiene necesidad de
éste para acontecer; y el acontecer no es un accidente o una pro-
piedad del ser sino que es el ser mismo. Ni el hombre ni el ser pue-
den concebirse como "en sí" que luego entren en relación.
"Decimos demasiado poco del ser en sí mismo cuando, al
decir el 'ser', dejamos fuera su estar presente al hombre
y pasamos por alto así que este último entra él mismo a
constituir el 'ser'. También del hombre decimos siempre
demasiado poco cuando diciendo el 'ser' (no el ser del
hombre), postulamos al hombre por sí mismo y sólo en
un segundo tiempo lo ponemos en relación con el 'ser'.
Pero también decimos demasiado si entendemos el ser
como aquello que lo abarca todo en sí y nos
representamos al hombre sólo como un ente particular
90
entre otros (plantas, animales) y luego lo ponemos en
relación con el ser; en realidad, ya en la esencia del
hombre esta' constitutivamente contenida la relación
con lo que (precisamente en virtud de tal relación que es
un relacionarse en el sentido de tener necesidad) es
determinado como ser y, por consiguiente, está despo-
jado de su pretendido 'en sí y por sf."79
A través de este no fácil pasaje se entrevé que la eventualidad
del ser -en el sentido de iluminar las aperturas históricas en que el
Dasein y los entes pueden entrar en relación- implica necesariamente
la eventualidad en el sentido de apropiarse el ser del hombre al
entregársele a él. El ser, que ya no es pensado metafísicamente como
presencia, debe entenderse como iluminación; dicha iluminación
acontece sólo en el hombre y por el hombre, quien empero no
dispone de ella, porque más bien es la iluminación la que dispone de
él.
No vale la pena recordar que cuando se dice que el ser ya no
puede concebirse metafísicamente no se entiende esta imposibilidad
como algo que incumbe sólo al pensamiento. Es el ser mismo el que,
en la época de la metafísica, se da en la forma de la simple presencia
y del olvido y que hoy se da como evento. El evento no indica
ciertamente una esencia estable del ser válida para cada uno
respecto de sus modos históricos de determinarse.17 El ser nunca es
otra cosa que su modo de darse histórico a los hombres de una
determinada época, quienes están determinados por este darse en su
esencia misma, entendida como el proyecto que los constituye.
79
Zur Seinsfrage, op. cit., pág. 27.
91
distintas épocas: phiisis, lógos, voluntad y ahora evento. Resulta
claro que atendiendo a la reflexión sobre la metafísica, Heidegger ya
no puede pensar el ser en el mundo, constitutivo del Dasein, sino en
términos históricos. No es una casualidad el hecho de que, mientras
en Ser y tiempo el sustantivo mundo lleva el artículo determinado por
cuanto es el correlativo permanente del Dasein, en las obras
posteriores mundo lleva el artículo indeterminado un, de modo que
hasta se lo podría pensar en plural. 80 Ser y tiempo po-
17
No se puede representar el ser como un concepto universal en el que
entren los entes individuales: "se da ser sólo de vez en vez en los modos indi-
viduales de determinarse en destino histórico: phiisis, lógos, hén, idéa enérgeia,
sustancialidad, objetividad, subjetividad, voluntad, voluntad de poderío,
voluntad de voluntad"(/den/7fáf und Differenz, op. cit., pág. 58).
día aún prestarse a una interpretación de tipo "trascendental": el
mundo es la apertura constitutiva del Dasein, así como las formas
kantianas a priori son las condiciones trascendentales de toda expe-
riencia posible, o bien, si se acentuaba el concepto de Geworfenheit
precisamente en función antikantiana, el discurso de aquella obra
podía también entenderse como un puro y simple reconocimiento de
la insuperable situación histórica de todo proyecto, como teorización
de un pertenecer al mundo tan radical que arrebatara toda
significación a la trascendencia del Dasein respecto del ente: la mis-
ma estructura de la temporalidad como "acontecer retornante" se
prestaba para entender el Dasein como algo constituido por su con-
tinuo volver a caer en el mundo más allá del cual procuraba proyec-
tarse. Que la apertura del ser (esto es, el proyecto dentro del cual el
mundo se nos manifiesta) nos esté ya siempre dada puede querer
decir que el hombre existe sólo como esa apertura que, por consi-
guiente, constituye su esencia permanente (trascendentalismo); o
bien, quiere decir que la apertura no constituye una esencia perma-
nente del hombre y es siempre algo histórico que nunca depende
empero de nosotros y que significa sencillamente nuestra imposibi-
80
Falta todavía un análisis de esta gramática del término "mundo" en los
varios escritos de Heidegger y hasta en el trabajo, por lo demás muy útil, de E.
Schófer, Die Sprache Heideggers, Pfullingen, 1962. El empleo de Welt con el
artículo indeterminado es notable sobre todo en el ensayo sobre el Origen de la
obra de arte y en la conferencia contemporánea sobre Hóldertín y la esencia de la
poesía; sería interesante ver qué significa el hecho de que en los escritos más
recientes, sobre todo en relación con el concepto de Geviert (cuadrado, del que
hablaremos más adelante), el término "mundo" pierde de nuevo en general el
artículo indeterminado.
92
lidad de trascender los límites dentro de los cuales estamos de hecho
colocados (existencialismo como filosofía del escaque).
En rigor de verdad estas dos tesis pueden hallarse en Ser y
tiempo; pero precisamente el hecho de que estén allí las dos y que no
se puedan aislar es lo que constituye la dinámica de todo el de-
sarrollo posterior. La posición "trascendental" es negada y está li-
mitada por el reconocimiento de la Geworfenheit: pero semejante
reconocimiento no puede impücar una lisa y llana reducción del
proyecto a la circunstancia de que el Dasein pertenezca a un mundo
histórico, puesto que la historia a su vez, como articulación de
pasado, presente y futuro, se historifica sólo partiendo de la tempo-
ralidad originaria del Dasein mismo. El problema del origen del pro-
yecto que es el Dasein no se resuelve ni negándolo en la interpreta-
ción trascendental ni refiriéndolo sencillamente a otros "proyectos"
(afirmando así la total pertenencia del Dasein a su mundo).
El problema de la síntesis de estas dos perspectivas no es re-
suelto en Ser y tiempo porque es el problema mismo frente al cual la
obra se detuvo, el problema de la temporalidad del ser. Que ello es
así está confirmado por el hecho de que los escritos posteriores, los
cuales elaboran (a partir del descubrimiento de la metafísica como
historia del ser) precisamente ese problema, replanteen y propongan
una solución también de aquel otro problema representado por la
idea de proyecto lanzado que realmente no quedaba resuelto en Ser y
tiempo. La reflexión sobre la historia de la metafísica, desarrollada
desde el punto de vista del fin de la metafísica, nos mostró que el ser
tiene una historia y que ésta no es otra cosa que el eventualizarse
histórico suyo en las varias aperturas, en los varios modos en que
dicha historia "determina" el modo de relacionarse el Dasein con el
ente y consigo mismo. Su apertura, que coloca al hombre en su
propio ahí, constituyéndolo como proyecto, no es siempre igual,
como sería una estructura supratemporal del hombre o del propio
ser. Ella acontece "de vez en vez"; pero este acontecer entonces
podrá hallarse de alguna manera y ser reconocido. La metafísica
como descripción de la estructura permanente y necesaria del ser
queda sustituida por la "historia" de la metafísica, por la reflexión y
el diálogo sobre las aperturas históricas y con las aperturas
históricas en las que el ser se ha dado, aperturas en las que se ha
determinado el modo de relacionarse el hombre con el ente.
Precisamente porque estas aperturas no son lo trascendental
(una especie de a priori constitutivo de la "razón" como esencia
permanente del hombre) sino que son históricas, el evento es un
93
Ueberiegnen, esto es una reciproca apropiación-expropiación de
hombre y ser. El hombre encuentra siempre esas aperturas como
dadas, por un lado; pero por otro lado, también contribuye a deter-
minarlas. Que el hombre pueda contribuir (y ahora se vera cómo) a
determinar la apertura del ser es posible por el hecho de que esa
apertura no es una estructura trascendental sino que es un evento,
aun en el sentido literal de hecho, de acontecimiento histórico. La
historia de la metafísica, cuyas líneas hemos trazado someramente,
no es la simple historia de las decisiones arbitrarias de ciertos pensa-
dores porque es historia del ser mismo; así y todo los pensadores
individuales no fueron simples espectadores, pues con sus decisiones
la determinaron de alguna manera. La historicidad que —siguiendo
el camino iniciado en Ser y tiempo con el fin de concretar el yo en
oposición al trascendentalismo de la misma fenomenología- se
reconoció como propia del mismo ser implica que, en su existir his-
tórico como proyecto, el hombre no está lanzado en el sentido de
depender total y absolutamente del ser, sino que, mientras el ser
dispone de él, el propio hombre dispone a su vez del ser.
Como dijimos, esta noción del ser como evento de apropiación-
expropiación es el resultado de un proceso de radicalización de la
temporalidad e historicidad del Dasein, proceso ya iniciado en Ser y
tiempo. Pero ese resultado no supone sólo los pasos examinados hasta
aquí, esto es, la analítica existencial y la reflexión sobre la metafísica
como historia del ser sino también otro importante elemento que
define de manera determinante las impÜcaciones y las
consecuencias. Pensar el ser como Ereignis y como Uebereignen
presupone en realidad que sea discernible en la existencia del Dasein
un modo de ser en el que el Dasein no se limite a "estar dentro" de
una determinada apertura ya abierta, sino que participe de algún
modo en el abrirse de ella. Como se recordará, Ser y tiempo oponía a
la existencia inauténtica, en la que el Dasein se encuentra ante todo y
por lo común, una existencia auténtica fundada en la decisión
anticipante de la muerte; pero continuaba siendo cierto que, para
aquella obra, la autenticidad no constituía una verdadera alternativa
de la inautenticidad, sino que más bien era un "modo diferente de
percibir" la inautenticidad misma'.81 El hecho de que en Ser y tiempo
y en los escritos inmediatamente posteriores el ser se dé al Dasein
sólo como nada, con el correlativo carácter central de sentimientos
como la angustia, indica que tampoco la autenticidad, por lo menos
81 .
Essere e tempo, traducción citada, pág. 284.
94
como se la concibe en esas obras, es una relación realmente positiva
con el ser; se la ve sólo como una mora del carácter perentorio y
válido del mundo del ente, como "diferencia" que sin embargo sólo
se define por su irreductible diversidad respecto del ente como tal. El
concepto de historicidad del ser exige en cambio que sea posible
indicar un modo de ser del Dasein que no consista tan sólo en
articular interpretativamente una apertura ya abierta; si la apertura
del ser, la verdad ontológica, el proyecto es un acontecimiento
histórico es menester que dicho acontecimiento se verifique de algún
modo en esos hechos que constituyen la historia, es decir, las
decisiones y las acciones del hombre.
95
El concepto con el que Ser y tiempo definía el ser de las cosas
intramundanas era el concepto de instrumento. Pero si intentamos
aplicar este concepto a la obra de arte nos damos cuenta de que
resulta insuficiente. O mejor dicho: entre los varios conceptos de
cosa que la tradición pone a nuestra disposición, el concepto de
instrumento se nos revela como el menos adecuado, pero sólo porque
implica una concepción de la cosa como combinación de materia y
forma. Como tal, el instrumento implica, por una parte, una
disposición que el hombre le impone con miras a sus propios fines
(la forma); por otra parte, una consistencia autónoma, la materia,
a la que precisamente se le impone la forma. Con esta interpreta-
ción del concepto de instrumento como término medio entre cosa
(el consistir autónomo del ente atestiguado por la materia, que re-
sulta un concepto bastante problemático a la luz de Ser y tiempo), y
obra (producto del hombre), se va ya mucho más allá de Ser y
tiempo. E¡ pertenecer a un mundo como estar determinado por una
función y, en consecuencia, por cierto significado, no es ya el único
elemento constitutivo del ser de la cosa o por lo menos no de cierto
tipo de cosas como las obras de arte. En efecto, la obra de arte está
caracterizada para Heidegger por el hecho de ser "irreductible" al
mundo, carácter que los instrumentos no tienen: el hecho de que él
instrumento, por lo menos mientras funciona bien, no atraiga la
atención sobre sí es signo de que se resuelve todo en el uso, en el
contexto del mundo al cual pertenece, pues, radicalmente. En cam-
bio, la obra de arte se caracteriza precisamente, aün en la
experiencia estética más común, por el hecho de imponerse como
digna de ^atención en cuanto tal. Que la obra de arte no se
resuelve, como el instrumento, en el mundo al cual pertenece, es
algo que está confirmado por la experiencia que continuamente
tenemos del deleite que nos producen las obras de arte, aun del
pasado más remoto. Si la obra fuera un instrumento, su
comprensión estaría vinculada con la posibilidad de reconstruir el
mundo en el que nació; sabemos sólo lo que la obra misma nos dice
de él. Verdad es que llegar a la obra implica siempre ponerse en
relación con un mundo. Sin embargo, como ese mundo no puede
ser el mundo histórico originario de la obra de arte' (ya que de
hecho en general no lo es, aunque la obra se pueda entender lo
mismo), deberemos admitir que la obra de arte lleva consigo su
propio mundo, mundo que ella misma funda e instituye, de
manera que para ser comprendida no necesita ser colocada
históricamente en un mundo ambiente. La obra de arte no expresa
96
ni atestigua un mundo constituido fuera de ella o
independientemente de ella, sino que se trata de un mundo que ella
misma abre y funda.
Esta tesis, a primera vista paradójica, se puede comprender
si se tiene en cuenta, por un lado, que la idea de novedad radical de
la obra de arte respecto del mundo existente penetra en varias
formas toda la historia de la estética, sobre todo la moderna. El
ejemplo más evidente es el de la idea kantiana de genio: el genio
artístico,
dice Kant, no puede explicar conceptualmente su modo de operar al
producir la obra de arte; a través de él, es la naturaleza misma la
que da la regla al arte,21 lo cual quiere decir precisamente que la
obra de arte no puede ser referida (en virtud de una concatenación
racional que la explique) a las estructuras del mundo existente; en
este sentidowla obra es una novedad radical. Por otro lado, aún la
experiencia estética común encuentra siempre la obra de arte, no
como un "objeto" que se pueda colocar en el mundo junto a los
otros objetos, sino antes bien como una perspectiva general del
mundo que entra en diálogo con nuestra perspectiva y que nos obli-
ga a modificarla o por lo menos a profundizarla. En todo esto,
grosso modo, piensa Heidegger cuando habla de la obra de arte co-
.mo fundación de un mundo. La obra de arte no se puede situar en
el mundo sino que ella misma abre un mundo porque representa
una especie de "proyecto" sobre la totalidad del ente y en este sen-
tido es novedad radical. Por eso se la puede definir como "puesta
por obra de la verdad".22
La obra es apertura de la verdad, aun en un sentido más pro-
fundo y radical: no sólo abre e ilumina un mundo al proponerse
como un nuevo modo de ordenar la totalidad del ente, sino que
además, el abrir e iluminar, hace que se haga presente ese otro as-
pecto constitutivo de toda apertura de la verdad que la metafísica
olvida, es decir, la oscuridad y el ocultamiento de que procede toda
revelación. En la obra de arte está realizada la verdad no sólo como
revelación y apertura, sino también como oscuridad y ocultamiento.
Esto es lo que Heidegger llama conflicto de mundo y tierra en la
obra.82
Ya vimos que la obra de arte se distingue del instrumento
porque, a diferencia de éste, atrae la atención sobre sí, no se resuelve
en el uso ni con referencia al mundo. Ahora bien, este atraer la
82
Véase Sentieri interroti, traducción citada, pág. 29 y siguientes.
97
atención, este imponerse permanente de la obra en su presencia fí-
sica, no se explica sólo por el hecho de que la obra abre un mundo y
ofrece así una totalidad comprensible de significaciones, una
21
Véase I. Kant, Critica delgiudizio, traducción italiana de A. Gargiu- lo,
rev. por V. Verra, Bari, 1970, párrafo 46.
22
Sentieri interrotti, trad. cit., pág. 21 y siguientes. Sobre una ilustración
más amplia de este concepto, véase G. Vattimo, Poesía e ontologia, Milán, 1967.
98
perspectiva nueva y explícita sobre la totalidad del ente, sino que se
explica además por el hecho de que, junto con este aspecto de
claridad y de significación explícita, la obra se presenta también
como una ulterior reserva de significaciones que aún han de descu-
brirse. Sólo porque la obra no se puede penetrar nunca completa-
mente en todo su significado (y nosotros aun dándole una interpre-
tación tenemos conciencia de este carácter suyo de permanente
reserva), sólo por eso la condición física de la obra de arte (el cuadro,
la estatua, las palabras o los sonidos en la poesía y en la música)
nunca es superflua, sino que, antes bien, es objeto de una especie de
culto (que degenera en el comercio de las obras de arte). Si llamamos
Welt, mundo, a lo que declara explícitamente la obra en las varias
interpretaciones, la tierra (Erde) en la obra será su permanente
reserva de significaciones que ulteriormente (pero nunca definiti-
vamente) siempre podrán hacerse explícitas. La obra, dice Heideg-
ger, expone (manifiesta) un mundo y al propio tiempo pro-duce
(propone, antepone) la tierra y la presenta precisamente como
aquello que se retrae y se cierra, esto es, como reserva.14 La exis-
tencia misma de la obra como obra está toda ella en el conflicto de
estas dos dimensiones; hasta la forma, que tradicionalmente indica el
carácter de clara definición de la obra, su visibilidad (en el sentido
griego de idea), se interpreta aquí como el hecho de que la obra está
situada en la "brecha" de este conflicto entre mundo y tierra.83A
través de este análisis, la obra de arte es como una "cosa" que no se
limita a pertencer a una apertura del mundo, sino que abre e
instituye esa apertura misma: la obra no sólo produce un cambio
interior al mundo, sino que además modifica la apertura misma,
produce un "cambio del ser".26 La obra es por cierto producto del
hombre, pero al propio tiempo es algo más que eso, ya que el propio
artista, lejos de producir arbitrariamente la obra, está situado con
ella y por ella en su apertura histórica. Esto es lo que Heidegger
adelanta en los primeros renglones de su ensayo:
"Según el modo común de ver las cosas, la obra nace de
la actividad y en virtud de la actividad del artista. Pero,
¿en virtud de qué y a partir de qué el artista es lo que es?
En virtud de su obra. Que una obra haga honor a un
artista significa, en efecto: sólo la obra hace del artista un
65
Ib id., pág.
83
152.
Ibid., pág. 48.
99
maestro del arte. El artista es el origen de la obra y la
obra es el origen del artista".27
3. Evento y Lenguaje
Si el análisis de la obra de arte lleva pues a Heidegger a ver el
acontecimiento concreto de la apertura histórica del ser en un hacer
del hombre y sobre esta base se hace posible la concepción del
27
Ib id., pág. 3.
28
Ib id., pág. 46.
29
Véase Unterwegs zur Sprache, op. cit., pág. 202 y passim.
100
evento como Uebereignen (recíproca apropiación-expropiación de
hombre y ser), el mismo ensayo sobre el origen de la obra de arte y
la conferencia sobre Hólderlin y la esencia de la poesía, que es con-
temporánea de aquél,84 contienen también otro elemento decisivo
que sirve para definir más precisamente la noción de evento y para
discernir sus implicaciones. En efecto, el ensayo sobre la obra de
arte no se limita a definir la obra como puesta por obra de la
verdad y como apertura de un mundo, sino que también indica que
en la poesía (Dichtung) está la esencia de todas las artes. "Todo arte,
como advenimiento de la verdad, es en su esencia misma
poesía".85También en este caso, Heidegger llega al concepto de
poesía como esencia de las artes guiado por la palabra: la obra,
como puesta por obra de la verdad, y, por lo tanto, como apertura
del ente en su totalidad, no proviene del ente sino que proviene de
la nada del ente; la obra es novedad radical, es decir, creación.
Crear, inventar, imaginar, excogitar es uno de los significados del
verbo alemán dichten, del cual deriva la palabra Dichtung, poesía.
Dichtung es pues ante todo creación, institución de algo nuevo. "La
verdad como iluminar ción y ocultamiento del ente se da en cuanto
es gedichtet, expresada como poesía".86
Pero la poesía así concebida, como esencia inventiva de todas
las artes, ¿tiene algo que ver con la poesía como arte de la palabra?
Para Heidegger, el hecho de que Dichtung designe ante todo la poe-
sía como arte específica de la palabra no es casual, sino que alude a
. una conexión profunda. Lo cierto es que "la obra de arte lingüísti-
ca, la poesía en el sentido estricto del término, tiene una posición
peculiar en el conjunto de las artes".33 Esto significa, como lo aclara
también la conferencia sobre Hólderlin, que la novedad radical del
arte puede darse sólo o principalmente en la palabra. Ya en Ser y
tiempo, como se recordará, el lenguaje ocupaba una posición pe-
culiar por cuanto, como signo, hacía manifiesta la estructura onto-
lógica misma de la mundanidad. Ahora el lenguaje aparece como el
modo mismo de abrirse la apertura del ser. En el mismo año en que
84
Hólderlin und das Wesen de Dichtung, conferencia dada en Roma el 2 de
abril de 1936; luego incluida en vol. Erlá'uterungen zuHólderlins Dichtung,
Frankfurt, 1944; 2a. ed. aumentada, ib id., 1951. Sobre la significación de
Hólderlin en la meditación heideggeriana, véase O. Póggeler, Der Denkweg M.
Heideggers. op. cit., pág. 215 y siguientes.
85
Sentieri interroti, trad. citada, op. cit. pág. 56.
33
ib id., pág.
86
57.
íbid., pág. 56.
101
nacía el ensayo sobre la obra de arte, la Introducción a la metafísica
se proponía reconstruir la historia ma's remota (por lo menos en la
cultura europea) de la palabra ser afirmando explícitamente que
esa historia no es la historia de una simple palabra sino que deter-
mina y define el horizonte de la existencia histórica del hombre en
sus relaciones con el ente.
No resulta difícil ver que esta concepción del lenguaje, enten-
dido como lugar del abrirse del ser, empalma con aquella concepción
del ser entendido como luz, que vimos implícita en Ser y tiempo y en
todas las obras posteriores. Los entes son en la medida en que se
sitúan en el proyecto que es el Dasein mismo. Pero el proyecto, que
ahora se manifiesta no como una constitución trascendental de la
esencia hombre, ¿cómo se define, cómo está concretamente
constituido ? Resulta claro que Heidegger no lo concibe pri-
mordialmente como un modo de determinación de la sensibilidad,
como algo delineado originariamente en el nivel de la percepción;
aun el modo en que percibimos físicamente las cosas esta condicio-
nado por algo más profundo, por esa precomprensión del ser que se
da, ante todo (aunque no exclusivamente), en el pensamiento. Ahora
bien, esta precomprensión se concreta de hecho en un lenguaje, en
un mundo de palabras y de reglas gramaticales y sintácticas. El
proyecto dentro del cual las cosas cobran ser es pues un hecho lin-
güístico: "Donde no hay lenguaje, no hay apertura del ente... El
lenguaje, al nombrar el ente, por primera vez lo hace llegar a la pa-
labra y a la aparición". 87
Puesto que la apertura del mundo se da ante todo y funda-
mentalmente en el lenguaje, es en el lenguaje donde se verifica toda
verdadera innovación ontológica, todo cambio del ser: "el lenguaje
mismo es poesía en un sentido esencial".35 Esto significa también que
el lenguaje es poesía (creación, apertura, innovación ontológica) sólo
en su sentido esencial: no todo hablar es creación, puesto que por lo
común el hablar ha declinado a mero instrumento de comunicación
que se limita a articular y a desarrollar desde el interior la apertura
ya abierta. Pero en el lenguaje esencial se instituyen los mundos
históricos en los que el Dasein y el ente se relacionan entre sí en los
varios modos de la presencia humana en el mundo (conocimiento,
acción): la poesía es así "el fondo que rige la historia", como dice
Heidegger en su conferencia sobre Hólderlin.88
87
Ib id.
65
Ib id., 88
pág. 152.
ErldUterungen zu Hólderlins Dichtung, Frankfurt, 19633, pág. 39.
102
De manera que el lenguaje es la sede, el lugar en que acontece
el ser como abrirse de las aperturas históricas en las que está lanza-
do el Dasein, y Heidegger concibe la estructura del Ereignis según el
modelo de la relación del hombre con el lenguaje. Por un lado, como
se dice también en la conferencia sobre Hólderlin, es el lenguaje el
"que rige nuestro Dasein"; nosotros dependemos de él: "El lenguaje
no es un instrumento que esté a nuestra disposición, sino que es ese
evento que dispone de la suprema posibilidad del ser del hombre".31
Pero, por otra parte, precisamente el mismo escrito toma de
Hólderlin la caracterización del hombre como un Gesprách, como un
diálogo.89 La palabra que "nombra a los dioses" es siempre
respuesta al llamado de los dioses.90
Esta estructura dialoguísticadel habla humana adquirirá cada
vez mayor relieve en los escritos posteriores, sobre todo en los ensa-
yos reunidos en el volumen En camino hacia el lenguaje 91 que es sin
duda la más significativa y característica de las obras recientes de
Heidegger. En ella, Heidegger desarrolla ampliamente las impli-
caciones del nexo lenguaje-evento. La tesis, ya enunciada en Sobre el
humanismo, de que el lenguaje es "la casa del ser"92 queda aclarada
en el sentido de que "el lenguaje es la custodia de la presencia [esto
es, del ser de l^s cosas como darse en la presencia], el modo de darse
el evento".93 ¿Que tiene de común el lenguaje con la estructura de
apropiación-expropiación del evento? El lenguaje es esencialmente
algo de que disponemos y que sin embargo, en otra vertiente,
dispone de nosotros, nos es entregado en cuanto lo hablamos, pero se
apropia de nosotros en cuanto, con sus estructuras, delimita desde el
comienzo el campo de nuestra posible experiencia del mundo. Sólo
en el lenguaje las cosas se nos pueden manifestar y sólo en el modo
en que el lenguaje las hace aparecer. "Es la palabra lo que procura
el ser a la cosa".94 Esto significa que todo hablar concreto presupone
que el lenguaje haya ya abierto el mundo y que también a nosotros
nos haya colocado en él. Toda problematiza- ción del lenguaje (y con
mayor razón todo uso concreto, óntico, del lenguaje) presupone que
89
ib id., pág. 36.
33
Ib id., pág. 37.
91
Unterwegs zur Sprache, op. cit., que reúne escritos compuestos entre 1950
y 1959.
92
Ueber den Humanismus, op. cit., pág. 5.
93
Unterwegs zur Sprache, op. cit., pág. 267.
94
Ib id., pág. 164.
103
éste nos haya ya hablado 95 El lenguaje es ante todo, y más
originariamente que una facultad de la que disponemos, un
"dirigirse a nosotros" (Zuspruch) sin el cual no podríamos hablar 96
Si esto significa que el habla es ante todo y fundamentalmente un
escuchar, no quiere decir, sin embargo, que el hombre sea un oyente
pasivo; el lenguaje no es accidentalmente Zuspruch-, en ese dirigirse
a nosotros consiste su esencia misma. El lenguaje "tiene necesidad
del habla humana y no es empero puro producto de nuestra
actividad lingüística".97 El lenguaje es anuncio, llamado, mensaje y
usa al hombre como pertinente "mensajero".98
95
Véase Ib id., pág. 175.
96
Véase Ibid., págs. 180-1.
97
Ibid., pág. 256.
65
Ib id., pág.
98
152.
Véase Ibid., pág. 155.
104
Este modo de precisar el concepto de evento con referencia al
lenguaje no representa sólo una ilustración de ese concepto; en
virtud de dicha ilustración se hace inequívocamente claro que hablar
de historia del ser no significa limitar o excluir la iniciativa del
hombre. Aun cuando Heidegger dice que "el lenguaje es monólogo,
esto es, que es sólo el lenguaje el que habla y habla él so/o",48 esto no
puede entenderse en el sentido de que el hombre no sea actor y sea
mero espectador de la historia. Si bien esta interpretación equívoca
puede surgir cuando se habla de historia del ser porque el ser tiende
a concebirse todavía metafísicamente como "objeto" contrapuesto al
"sujeto", decir que el evento del ser se da en el lenguaje hace
imposible pensar su historia en los términos de semejante
"objetividad". El lenguaje no se da sino en el habla del Dasein; y sin
embargo es cierto que ese hablar encuentra ya definidas sus po-
sibilidades y sus contornos en el lenguaje mismo, aunque no como
una estructura rígida que lo constriña, sino como un llamado al cual
responde. A la luz del carácter lingüístico que corresponde a la
apertura de la verdad, el evento del ser se manifiesta como unidad de
llamado y respuesta.
"La presencia [el ser de las cosasjes, como presencia, un
presentarse de vez en vez al ser del hombre, en cuanto es
un llamado [Geheiss = orden] que de vez en vez se dirige
al hombre. El ser del hombre es, como tal, oyente porque
está sometido al llamado que lo llama, a la presencia.
Esto siempre idéntico, esta copertenencia
[Zusammengehoren] de llamada y esculla, ¿será pues 'el
ser'?" 99
Este texto resume de algún modo todo el itinerario que reco-
rrió Heidegger después de Ser y tiempo: el estado-de-yecto se ha
reconocido como un ser siempre respuesta a un llamado; y este lla-
mado es tal en un sentido literal, por cuanto es un hecho del len-
guaje. El lenguaje es la sede del evento del ser.
4. La hermenéutica como pensamiento del ser
Si el llamado al que responde el Dasein es siempre ("de vez en
vez") histórico, ¿se podrá decir que la relación con el ser se resuelve
en la relación con ese lenguaje que, históricamente, nos encontramos
poseyendo y por el cual somos "poseídos" (de conformidad con la
99
Zur Seinsfrage, op. cit., pág. 28.
105
estructura del evento), esto es, al pertenecer al mundo histórico-
cultural en el que ya estamos lanzados? En el pasaje que citamos
poco antes, además de acentuarse ese "de vez en vez", hay otra
expresión en la cual (y esto ocurre en varios otros escritos recientes)
Heidegger se detiene; se trata del concepto de lo idéntico, lo mismo,
das Selbe. Que los dos aspectos, la historicidad concreta del llamado
y la identidad, estén relacionados precisamente en el mismo período
es una indicación importante para descartar que Heidegger piense la
relación con el ser como puro y simple hecho de pertenecer
históricamente a una época (lo cual sería una posición de
historicismo integral), o bien lo contrario, como una relación con
algo que está "más allá" de la historia y permanece idéntico en las
vicisitudes de variación de ésta. El Selbe
"es algo común que recorre todo el destino del ser desde
el principio al fin. Sin embargo, resulta difícil decir cómo
ese carácter común haya de concebirse ya que no es una
generalidad que valga en todos los casos, ni una ley que
establezca la necesidad de un proceso en el sentido
dialéctico del término". 100
El Selbe no es lo que llama y que, en las varias formas históri-
cas de su llamar, nos habla; el Selbe es antes bien la unidad de lla-
mado y respuesta, lo cual excluye la concepción metafísica, que lo ve
como generalidad o ley dialéctica necesaria, y la concepción his-
toricista que identifica el llamado con la historia, con el lenguaje
histórico que nos, encontramos hablando; éste, a su vez, no es otra
cosa que la respuesta que otra humanidad histórica dio al llamado
que le estaba dirigido. Es pues cierto que la existencia histórica es
siempre respuesta a un llamado que de hecho se concreta en lo que el
pasado nos transmite; la palabra a la que nosotros al hablar res-
pondemos es la palabra del pasado. Pero este diálogo es posible gra-
cias a un diálogo más profundo, que es aquel en el que toda huma-
nidad histórica responde a un llamado que no es histórico, porque,
antes bien, es él mismo el que hace posible toda historia. El diálogo
que funda la historia, que somos nosotros mismos, según las pala-
bras de Hólderlin, no es un diálogo con el ser entendido como lla-
mado; es más bien el mismo darse del ser como unidad de llamado y
respuesta.
100
Identitat und Differenz, op. cit., pág. 60.
106
Entre los problemas que esta concepción heideggeriana de lo
idéntico plantea al intérprete ( y en primer lugar al propio Heideg-
ger), más claras se manifiestan algunas implicaciones que la noción
de evento del ser (como evento lingüístico que se da en la unidad de
llamado y respuesta) tiene en lo tocante al significado mismo del
pensamiento (en el sentido en que éste implica también cierto pro-
yecto del sentido del ser). Una vez puesto de manifiesto que el evento
del ser acontece en primer lugar y fundamentalmente en el lenguaje,
el pensamiento que quiera salir de la metafísica deberá colocar el
lenguaje en el centro de su atención; ya no podrá considerarlo, como
ocurre en la metafísica, un instrumento para comunicar o para
manipular el ente ya abierto en la simple presencia, sino que deberá
reconocer que es el lenguaje lo que "procura el ser a la cosa". El
pensamiento ya no será un ir a las cosas mismas mediante el len-
guaje entendido como instrumento; a las cosas mismas se llegará,
según el lema fenomenológico, sólo en el lenguaje y reflexionando
sobre el lenguaje. En camino hacia el lenguaje, el título que, como
dijimos, Heidegger dio a una colección de sus escritos recientes sobre
este tema, puede servir como guía para definir la fase en que ha
culminado hasta ahora su filosofía. La reflexión sobre el lenguaje no
es una reflexión sobre la relación de lenguaje y realidad, ni sobre la
propiedad o impropiedad del lenguaje para describir las cosas, ni es
una reflexión sobre un "aspecto" del Dasein del hombre. Atendiendo
a las premisas que hemos visto hasta ahora, dicha reflexión es la
forma eminente de la experiencia de la realidad misma. Si es en el
lenguaje donde se abre la apertura del mundo, si es el lenguaje lo
que da el ser a las cosas, el verdadero modo de ir "a las cosas mis-
mas" será ir a la palabra. Esto ha de entenderse en su sentido más
literal: las cosas no son fundamentalmente cosas por estar presentes
en el "mundo exterior", sino que lo son en la palabra que las nom-
bra originariamente y las hace accesibles hasta en la presencia tem-
poroespacial.
Es éste el sentido del nada fácil concepto heideggeriano de
Gev'iert. elaborado precisamente en un ensayo sobre la noción de
cosa101 y desarrollado en los escirtos sobre el lenguaje. El término
Geviert se puede traducir como "cuadrado" o "cuadratura". Aten-
diendo a este concepto, el ser cosa de la cosa no es ni la simple pre-
sencia de que habla la metafísica, ni tampoco la instrumentalidad
101
Das Ding, en el volumen Vortráge und Aufsátze, op. cit. págs. 163- 185 ( es
el texto de una conferencia de 1950).
107
teorizada en Ser y tiempo, que partía del modo inauténtico del existir
cotidiano. Desde el punto de vista alcanzado ahora, aun la
instrumentalidad, basándose en la cual Ser y tiempo definía el ser de
las cosas, es sólo el comienzo de un discurso que debe conducir al
descubrimiento del auténtico modo de ser de las cosas, esto es, al
descubrimiento de su modo de darse en un mundo que ya no está
dominado por la metafísica. El ser de las cosas ya no es la
instrumentalidad de éstas; "las cosas hacen morar junto a sí la cua-
dratura de los cuatro. Ese hacer morar recolectante es el ser cosas
de las cosas".52 Los "cuatro" que constituyen la cuadratura son,
como dice Heidegger en un lenguaje que debe ciertamente a su fa-
miliaridad con Hólderlin, la tierra y el cielo, mortales y divinos. Es-
tas palabras poéticas se sustraen a una clarificación cabal y concep-
tual; pero el hecho de que sean palabras poéticas ahora ya no puede
significar un menor peso teórico, ya que es en la poesía donde se da
la verdad en su sentido más radical. Considerando otra página de
Heidegger,- los cuatro se pueden entender como "direcciones" o
puntos cardinales. No son entes intramundanos, sino que, antes bien,
son dimensiones de la apertura del mundo en que están los entes
intramundanos.
Que se trata de dimensiones (no como medidas, sino como
direcciones constitutivas en las cuales el mundo se extiende) queda
confirmado por la propuesta, que formula Heidegger en el ensayo
Sobre el problema .del ser, de escribir la palabra ser, Sein, cubierta
por una tachadura en forma de cruz, asír^Sefll La tachadura debe
indicar no sólo que el ser del que estamos hablando no es el ser de la
metafísica, sino, sobre todo, debe subrayar el hecho de que el ser es
el evento que se abre en las cuatro direcciones del Geviert.*4'
Pero, ¿qué significa, más precisamente, que el ser de las cosas
se resuelve en su recolectante hacer morar junto a sí a los cuatro de
la cuadratura? Ya hemos indicado que ese ser no puede identificarse
con un modo de darse las cosas en la presencia temporoespacial. Si
están dadas en la presencia temporoespacial, las cosas corresponden
siempre a una apertura, son interiores a ella y tienen un significado,
es decir, ser, sólo con referencia a las otras cosas; son, en suma,
instrumentos. Sólo la obra de arte, según vimos, no se limita a
articular una apertura ya abierta, sino que funda la apertura y en
este fundar hace que se haga presente no sólo la verdad como mun-
52
Unterwegs zur Sprache, op. cit., pág. 22.
53
Véase Ibid., pág. 215.
108
54
VéaseZur Seinsfrage, op. cit., pág. 31.
do, sino también la no verdad, la reserva oscura, la tierra. Pero la
obra de arte se reveló en su esencia como poesía. No es pues casual
que el concepto de Geviert se formule en términos "poéticos". Las
cosas son cosas, en el sentido del recolectante hacer morar, sólo en el
lenguaje, el cual es esencialmente poesía. En este sentido ha de
entenderse la afirmación segúo la cual es la palabra lo que be-dingt,
"hace cosa", a la cosa (Ding).ss No sólo el darse de la cosa como
simple presencia es un modo de ser derivado, vinculado con una
mentalidad objetivante que a su vez es sólo un modo histórico de
determinarse la "instrurtjentalización" que el Dasein siempre lleva a
cabo frente a las cosas; sino que tampoco la instrumentalidad es el
verdadero modo de ser de las cosas; éstas se dan como instrumentos
sólo en la esfera de la existencia inauténtica y de la condición
"caída" de la época metafísica. Simple presencia e instrumentalidad
son, pues, sólo modos de ser derivados y "de-yectos" de la cosa. Esto
se manifiesta ante todo en la imposibilidad de pensar sobre estas
bases el ser cosa de la obra de arte y, en virtud de la reflexión sobre
el carácter lingüístico de la apertura del ser, esa imposibilidad se
extiende a todo tipo de entes intramundanos. La cosa es realmente
cosa sólo en cuanto "hace morar junto a sí" tierra y cielo, mortales y
divinos; pero la cosa lo hace así no en cuanto presencia tem-
poroespacial, sino que lo hace en la palabra poética. De manera que
ni siquiera el "hacer morar" ha de entenderse con referencia a la
simple presencia, como un "evocar" o un "hacer venir a la mente"
psicológico; más bien, si se quiere un ejemplo positivo de este modo
de ser de la cosa en la palabra, habría que pensar en el gusto hei-
deggeriano por la etimología, que es justamente una manera de re-
montarse (a través de las vicisitudes y las conexiones de las palabras)
a esas dimensiones auténticas, ontológicas de la cosa nombrada. El
sentido de esta doctrina heideggeriana, tal como se ha enunciado
hasta ahora, puede resumirse del modo siguiente: el ser de las cosas
no es ni su simple presencia temporoespacial, ni su instrumentali-
dad; antes bien, al reflexionar precisamente sobre la instrumentali-
dad y sus límites nos vemos llevados a reconocer que las cosas son
cosas sólo en cuanto, independientemente de articular desde el in-
terior una apertura histórica ya abierta, intervienen de algún modo
para determinarla y fundarla. Pero, como lo muestra el descubri-
miento del conflicto entre mundo y tierra, conflicto constitutivo de la
obra de arte, las cosas pueden abrir y fundar la apertura uei mundo
en cuanto hacen que se haga presente no sólo el ente intramundano,
109
sino también las dimensiones constitutivas del evento del ser (eso que
el ensayo sobre el origen de la obra de arte llamaba la tierra); es
decir, en cuanto se dan en la proximidad del ser mismo, como lo que
funda y abre toda apertura histórica y como lo que no se reduce a
tales aperturas. Ahora bien, las cosas pueden ser de este modo no en
la presencia temporoespacial, sino en el lenguaje, y más
precisamente en el lenguaje poético, lo cual no quiere decir ne-
cesariamente el lenguaje de la poesía, sino que se trata del lenguaje
en su fuerza originaria y creadora.
La experiencia a la que la filosofía en toda su historia siempre
quiso remitirse como a su fundamento y a su legitimación no puede
pues entenderse de ninguna manera como un encontrar las cosas en
el tiempo y el espacio, o por lo menos no primordialmente así, sino
como un escuchar el lenguaje. El pensamiento es fundamentalmente
una escucha del lenguaje en su originaria condición poética, esto es,
en su fuerza de fundación y de creación: por eso, el elemento en el
cual se desarrolla nuestra existencia es la proximidad de pensar y
poetizar.102
Como escucha del lenguaje, el pensamiento es hermenéutica. Es
éste un término que, aunque Heidegger lo emplee cada vez menos
después de Ser y tiempo, puede considerarse como una de las
palabras guías de todo su pensamiento.57 El término tiene que ver
con el origen teológico de la especulación heideggeriana;103 pero sólo
con la manifestación del carácter lingüístico del evento del ser, la
hermenéutica llega a asumir su vasta y originaria significación on-
tológica. La tradición filosófica (sobre todo a partir de Schleirma-
cher a quien se une Dilthey) utilizó este término para designar la
doctrina de la interpretación, primero sólo de determinados "tex-
tos" básicos (la Sagrada Escritura, las leyes, la literatura clásica) y
luego, justamente a partir de Schleiermacher, para designar la inter-
pretación de todo discurso escrito o hablado, de todo producto lin-
güístico. Ahora "bien, puesto que el ser de las cosas y del Dasein
56
Véase Ibid., pág. 189.
57
Véase lo que Heidegger dice a este respecto en el diálogo referido en
Unterwegs zur Sprache, op. cit., pág. 95 y siguientes.
mismo es tal ante todo en el lenguaje, y como, por otro lado, la
existencia es constitutivamente relación con el ser, hermenéutica es
102
Véase Unterwegs zur Sprache, op. cit., pág. 232.
103
Véase Unterwegs zur Sprache, op. cit., pág. 96.
110
decir, interpretación, encuentro con el lenguaje) es la existencia
misma en su dimensión más auténtica.
Con esta radical extensión, el significado mismo del concepto
de interpretación y de hermenéutica se modifica profundamente. En
una perspectiva en la que el lenguaje es sólo instrumento para
analizar y comunicar una "realidad" constituida fuera e indepen-
dientemente del lenguaje, interpretación no puede querer decir otra
cosa que remontarse del signo a la significación, de la palabra a la
"cosa" que ella designa. Pero si'el lenguaje, lejos de ser puro instru-
mento de información, es aquello que da el ser a las cosas, ¿cuál será
el objetivo y cuáles serán las reglas de la interpretación? Es decir,
¿cómo se escucha auténticamente el lenguaje?
En sus escritos recientes, Heidegger elabora un concepto de
hermenéutica que se propone oponerse como modo de pensar au-
téntico al pensamiento metafísico dominado por el principio de ra-
zón suficiente.59 El pensamiento metafísico reconoce como ente sólo
aquello de lo que puede darse razón, aquello de lo que se puede
indicar el fundamento, el Grund; pero ese fundamento vale en cuanto
es reconocido por el sujeto; el principio de razón suficiente es
principium "reddendae" rationis.104 Pero una vez que todo el ente
quedó organizado dentro de la cadena de la fundación y una vez que
todo se ha convertido en Grund, todo queda reducido al poder del
sujeto, el cual a su vez ya no tiene un verdadero piso (Boden, suelo,
terreno), un fondo en que apoyarse del cual, como humus todavía
fecundo (cómo "reserva" en el sentido de la tierra de la obra de
arte), pueda aún brotar historia.
"El hacer valer total de la enunciación de la supuesta
razón suficiente amenaza arrebatar al hombre toda po-
sibilidad de poseer una patria y le sustrae el suelo única-
mente en el cual puede darse algo nativo, es decir,
aquello de lo que hasta ahora nació y creció toda gran
59
En Der San vom Grund, Pfullingen, 1957, que reproduce el texto de un
curso universitario de 1955-56, Heidegger vuelve a tratar este principio
formulado por Leibniz y su significación después de haberlo hecho en I M e- sencia
del fundamento, que es del año 1929.
época de la humanidad, todo espíritu fundador de mun-
dos, toda caracterización histórica de la esencia del
hombre".61
104
Véase Der Satz vom Grund, op. cit., pág. 47.
111
El pensamiento metafísico dominado por el principium red-
dendae rationis es el pensamiento de la declaración explícita total
(recuérdese la "publicidad" como constitutiva de la época metafísi-
ca); pero ese declarar explícito, como ahora sabemos por la reflexión
sobre la historia de la metafísica, lejos de hacerlo todo realmente
explícito, precisamente para poder ser total, olvida lo que nunca
puede reducirse a fundamento: el ser que trasciende toda
concaténación y explicación de fundación interior al ente.
A este pensamiento de lo explícito, Heidegger opone ahora el
pensamiento hermenéutico como escucha del lenguaje en su esencia
de lenguaje poético (esto es, de todo lenguaje en su fuerza de aper-
tura y de fundación). Esta escucha, que no puede ser ni el remontar-
se a la cosa significada ni que viene a ser lo mismo la declaración
explícita total que olvida lo oscuro de lo que procede toda apertura,
debe abrirse para acoger el ser cosa de la cosa: aún la escucha, para
ser auténtica, debe dejar ser junto a la cosa la cuadratura de los cua-
tro. Este modo de interpretar la palabra es lo que Heidegger llama
Er-órterung.62 Este término significa, en su acepción corriente, dis-
cusión, pero Heidegger se apoya en la raíz (Orí = lugar) para subra-
yar el hecho de que la verdadera escucha es aquella que no se limita
a tomar nota de lo que se dice explícitamente en un discurso, sino
que coloca (por eso traduciremos el término por "colocación") lo
dicho en el "lugar" en que resuena, es decir, en lo no dicho, de lo
cual procede lo que se dice que es regido por lo no dicho:
"¿Qué otra cosa es leer sino recoger [recolectar, cose-
char, y también aquí se presta el vocablo alemán que es
61
Ibid., pág. 60.
62
Sobre el concepto de Erórterung, véase especialmente Unterwegs zur
Sprache, op. cit., pág. 37 y siguientes; acerca de la distinción de este concepto
respecto de la ErkláYUng (explicación), propia del pensamiento metafísico, y
respecto de la Erláuterung filustración, dilucidación) fenomenológica, véanse las
páginas de O. Póggeler, Der Denkweg M. Heideggers, op. cit., pág. 282 y siguientes;
y también G. Vattimo, Essere, storia e linguaggio, op. cit., especialmente pág. 181,
donde se retoma y discute la interpretación de Póggeler.
112
análogo al del latín donde legere significa también
recolectar], recogerse en la recolección de lo que per-
manece no dicho en lo que se dice?"63
Lo dicho y totalmente explícito queda encerrado en el cerco
del Grund; en efecto, una vez explícito está agotado porque ya no le
queda más "nada que decir". Sólo si, en lo que se dice y se da como
explícito, está también presente (como la tierra en la obra de arte)
algo implícito que permanece como tal; sólo en ese caso la palabra
del pasado nos habla todavía verdaderamente; sólo en ese caso,
como también decimos en el lenguaje corriente, esa palabra tiene
algo "que decirnos". La hermenéutica en la que piensa Heidegger es
aquella capaz de interpretar la palabra sin agotarla, respetándola en
su naturaleza de permanente reserva.
También en este sentido hay que entender la insistencia de
Heidegger en conceptos tales como el de silencio y el de escuchar el
silencio. El llamado a que responde el hablar del hombre es, en su
esencia más profunda, silencio. 105 El hablar auténtico puede en-
tenderse, él mismo, pues, como "el simple callar en el silencio". 65
Estas expresiones que parecen aludir al predominio de una ontolo-
gía negativa en el último Heidegger, cambian empero de sentido si se
las considera atendiendo al concepto de lo no dicho como reserva
permanente, en diálogo con la cual el Dasein se realiza como
histórico ser en el mundo. El rechazo de la declaración explícita to-
tal y el consiguiente esfuerzo para construir una hermenéutica de la
escucha no han de considerarse como un gratuito salto a la "místi-
ca", pues corresponden simplemente al reconocimiento de que el
llamado al que respondemos debe dejarse valer como llamado, como
una llamada dirigida a nosotros pero que en su origen es autónoma
de nosotros. La metafísica, como se recordará, fue reconocida en
¿Qué es la metafísica? como connaturalizada con el Dasein mismo
del hombre; en cuanto ser en el mundo, en cuanto proyecto, el
hombre trasciende constitutivamente al ente y por eso plantea el
problema de su ser. Este "instinto" metafísico, que la metafísica de
63
Es un pasaje de una carta dirigida a E. Staiger en 1950, reproducida en
E. Staiger, Die Kunst der Interpretatión, Zurich, 1955 (este pasaje está en la pág.
48).
hecho traiciona, es lo que remite al hombre meta ta phiisiká más allá
de los entes, en la dirección de una alteridad radical. El pensamiento
metafísico, al reducirlo todo al esquema de la fundación racional, no
65
Ib id., pág. 152.
105
113 Véase Unterwegs zur Sprache, op. cit., pág. 216.
deja subsistir ninguna alteridad; éste es el sentido de la desaparición
del Boden, del suelo, del fondo. El sistema de la fundación está todo
sustentado por el sujeto que reconoce la validez de los fundamentos.
En la metafísica toda desplegada, como se ve en Hegel antes que en
Nietzsche, el sujeto ya no encuentra otra cosa que a sí mismo. En
contraposición a este resultado nihilista, el pensamiento, como
"hermenéutica colocante", se propone justamente en primer lugar
dejar que lo otro sea lo otro. El llamado es algo que trasciende las
respuestas que sucesivamente se dan y sólo esto garantiza que la
historia continúe como historia, que nuestra existencia de
"mortales" (así se llama al' Dasein en el Geviert), es decir, de
mortales abiertos al futuro (en Ser y tiempo es la anticipación de la
muerte lo que abre verdaderamente el futuro), pueda ser verdadero
proyecto. De suerte que el pensamiento hermenéuti- co es el único
que realmente puede satisfacer la exigencia de "alteridad" que
movía a la metafísica misma.
La "negatividad" que, en los escritos inmediatamente poste-
riores a Ser y tiempo, caracterizaba al ser frente al ente, se manifiesta
desde este punto de vista como una connotación todavía vinculada
con el pensamiento metafísico. El ser aparece como la nada sólo si se
lo considera desde el punto de vista del ente, sólo si se lo concibe
atendiendo al ente como criterio del ser y de la verdad. Lo que es
negatividad para la mentalidad que aún no está liberada de la
metafísica, por más que ahora advierta su fin, se presenta en cambio
esclarecido como la "reserva" o, como también dice Heidegger, la
condición escatológica del ser.106 El problema que había planteado
Ser y tiempo y que había quedado sin resolver, el problema de la
temporalidad del ser, encuentra ahora un principio de solución en el
descubrimiento del concepto de época aplicado al ser y como
fundamento de la historia: hay historia, es decir, hay "épocas" en
cuanto ja epokhé, la suspensión, la reserva, caracteriza al ser
mismo.67 La historia existe porque el ser es siempre algo que ha de
acontecer, un anuncio, un futuro que (así como la muerte abría al
Dasein en Ser y tiempo) abre la historia impidiendo toda petrificación
en posibilidades individuales, en realizaciones logradas.
El hecho de que, en el propio Heidegger, se encuentren fre-
cuentemente expresiones y formulaciones (como todas aquellas que
insisten en el silencio) que hacen pensar en una "ontología negativa",
indica sólo la dificultad que encuentra el pensamiento para llegar a
65
Ib id., pág. 152.
106
114 Véase Sentieri interrotti, traducción citada, pág. 305.
concebir una relación con el ser no "metafísica". El fin de la
metafísica no es una operación "teórica" que pueda realizarse con el
reconocimiento de un error y la adopción de una doctrina ma's
adecuada. El olvido del ser no es un hecho que atañe sólo el
pensamiento, sino que determina todo el modo de ser del hombre en
el mundo; metafísica es no sólo el pensamiento racional de la
fundación, sino también toda la existencia inauténtica en la cual el
hombre concibe las cosas y se concibe a sí mismo sólo en términos de
instrumentalidad y en la cual está sometido a la dictadura de la
"publicidad" y, podríamos decir, de la cultura de masas. El sentido
de la tesis heideggeriana de que la metafísica es historia del ser es
también éste: la superación de la metafísica no puede ser nunca sólo
una operación del pensamiento, pues se trata de una mudanza
mucho más vasta y radical del modo de ser del hombre en el mundo,
mudanza de la cual el pensamento es sólo un aspecto (y ni siquiera el
principal, ya que también él debe aguardar a que el ser se le dirija de
un nuevo modo). 107 El insistir en la escuha del lenguaje no puede ser
pues entendido como una profesión de "idealismo" en el sentido más
trivial del término, como creer que la historia se haga ante todo con
ideas y con palabras. Quien afirma esto, diría Heidegger, lo hace
siempre dentro de una perspectiva metafísica que ve las "ideas" y las
"palabras" como algo a lo que se contrapone el ser concreto de las
cosas y que pretende afirmar, contra este carácter concreto, la
llamada fuerza del "espíritu". Todo esto (y hay que hacerlo notar a
causa de los equívocos que la misma terminología de Heidegger
puede hacer surgir y ha hecho surgir) está muy lejos de la intención
heideggeriana. El lenguaje, que es el lugar verdadero del evento del
ser, no es el lenguaje como "hecho espiritual", contrapuesto al
carácter material y concreto de las cosas; esto es todavía metafísica.
Que Heidegger, por la dificultad misma de formular un pensamiento
"ultrametafísico", no lo defina claramente en esta su esencia
alternativa, no autoriza a rebajar la inter- prefación, sin más ni más,
sobre la concepción del ser y de la realidad que hemos heredado de
la metafísica.
De manera que desde el punto de vista de la metafísica, la on-
tología heideggeriana es una ontología negativa, y toda interpreta-
ción de ella en un sentido apofántico sólo atestigua la permanente
presencia de prejuicios metafísicos. Por otra parte, la posibilidad de
comprender realmente el proyecto heideggeriano del sentido "no
107
Véase, por ejemplo, Was heisst Denken?, op. cit., pág. 34.
115
metafísico" del ser -posibilidad que incumbe a Heidegger mismo
antes que a sus intérpretes- no es algo que se construye o se desa-
rrolla con un simple ejercicio del pensamiento, sino que depende de
un cambio del ser mismo como apertura histórica del ser en el
mundo en el que el hombre está arrojado. Mientras que el ser se dé
sólo en el olvido metafísico, el hombre puede existir únicamente en la
inautenticidad; pero, viceversa y con la misma legitimidad, mientras
el hombre exista en la forma de la inautenticidad, el pensamiento no
puede esperar ir verdaderamente más allá de la metafísica. La
existencia inauténtica no es la única posibilidad del hombre.69 Que el
pensamiento pueda sólo "preparar" la superación quiere decir que
esa superación es un hecho global que no puede realizarse úni-
camente en el nivel de las "ideas". Pero, desde este punto de vista, la
meditación sobre el lenguaje y sobre la poesía, en la cual Heidegger
concentró su atención en los escritos más tardíos, no posee ningún
título para pretender un mayor radicalismo respecto de cualquier
forma de empeño histórico: eso era lo que se señalaba vigorosamente
en las páginas de El origen de la obra de arte, donde se habla de los
varios modos de darse la verdad. En realidad, Heidegger no
desarrolló esa indicación dada allí, y preguntarse por qué no lo hizo
puede ser un modo de iniciar el diálogo con este pensamiento que, en
su esencia más profunda, todavía está en marcha.
89
En este sentido se interpreta el pasaje de una nota del ya mencionado
ensayo sobre «La época de la imagen del mundo», en Caminos del bosque (pág. 97
de la versión italiana): "El hombre no puede desvincularse de este destino de su
esencia moderna ni puede suspenderlo mediante una decisión soberana. Pero, en
su meditación preparatoria, el hombre puede comprender que el estar sujeto a la
humanidad no fue ni será la única posibilidad de la esencia futurativa del hombre
histórico".
CRONOLOGIA DE LA VIDA Y DE LAS OBRAS
116
1913 Concluye sus estudios universitarios con la tesis sobre La teoría
del juicio en el psicologismo. Contribución criticopo- sitiva a la
lógica, que se publica en Leipzig en 1914.
191'5 Docente privado en la universidad de Friburgo con la diser-
tación sobre La teoría de las categorías y del significado en
Duns Scoto. Prelusión sobre El concepto de tiempo en las
ciencias históricas.
1916 En marzo, Husserl es nombrado profesor en la facultad de
filosofía de Friburgo. Heidegger se convierte en su ayudante y
así comienza un período de intensa colaboración. Cursos y
seminarios sobre Kant, sobre las obras lógicas de Aristóteles,
sobre la Doctrina de la ciencia (de 1794) de Fichte.
1917- Siempre en Friburgo, Heidegger da cursos y seminarios, en-
1923 tre otros sobre: Los fundamentos filosóficos de la mística
medieval; Introducción a la fenomenología de la religión; San
Agustín y el neoplatonismo; varios seminarios sobre obras de
Aristóteles; lecciones fenomenológicas sobre las Ideen y las
Logische Untersuchungen de Husserl.
1923 Desde el semestre de invierno 1923-24, Heidegger es profesor
en Marburgo_, donde tiene como colega a Rudolf Bult-
mann. Entre 1923-1927, cursos y seminarios sobre Platón
(Sofista), Aristóteles, Kant, Hegel, Descartes, Droysen; sobre
la historia del concepto de tiempo; sobre la ontología
medieval.
1927 Publica las primeras dos secciones de la primera parte de Ser
y tiempo; la obra quedará inconclusa. Su publicación marca
la ruptura filosófica con Husserl.
1928 Heidegger es llamado a Friburgo para suceder a Husserl en
la cátedra.
1929 El 24 de julio pronuncia la prelusión oficial en Friburgo so-
bre iQiié es la metafísica?, que se publica el mismo año;
también aparecen Kant y el problema de la metafísica, com-
puesto simultáneamente con Ser y Tiempo y La esencia del
fundamento.
1933 Es nombrado rector de la universidad de Friburgo y se afilia al
partido nacionalsocialista. Pronuncia la prelusión rectoral
sobre Autoafirmación de la Universidad alemana. Renuncia al
rectorado al año siguiente por discrepancias con el gobierno
117
y deja de ocuparse de política. Comienza un período de casi
absoluto silencio: Heidegger no publicará casi nada hasta
1942. En cambio, dicta regularmente sus cursos académicos.
1935 Da un curso de Introducción a la metafísica que será publicado en
1953 con agregados y retoques. En él hay claras alusiones a
la situación política de Alemania. Heidegger ve el nazismo
como un hecho vinculado con el curso de la historia de la
metafísica y su posición frente al nazismo es, en el fondo,
ambigua, como frente a la metafísica considerada como un
"destino" (una situación en la cual no nos encontramos
casualmente o arbitrariamente, que debe empero ser
superada).
1936 Conferencia en Roma sobre Hólderlin y la esencia de la poesía.
Entre 1935 y 1936 pronuncia también, en dos ocasiones, en
Friburgo y en Zurich, la conferencia sobre El origen de la
obra de arte que constituye el núcleo del ensayo más amplio
publicado luego en Sentieri interrotti.
118
Heidegger da también en Monaco la conferencia sobre La
cosa, que contiene la doctrina del Geviert, la cuadratura. Son
éstos los elementos sobre los que se desarrollará la meditación
heideggeriana en los años siguientes.
1951- Reanuda, primero en forma privada, cursos y seminarios en
1958 la universidad; los temas son: Parménides, Hegel, Aristóteles,
Leibniz, la esencia del lenguaje.
1976 El 26 de mayo Martin Heidegger muere en Messkirch.
119
■
Historia de la crítica
108
Sobre un cuadro de la historia de la critica heideggeriana después de
1945, me permito remitir a mi artículo sobre Studi heideggeriani negli ultimi
vent'anni, en "Cultura e Scuola", n.31, julio-septiembre 1968, págs. 85-99; y a la
visión de conjunto contenida en la introducción (Heidegger heute), palabras
preliminares de O. Póggeler al volumen Heidegger, Perspektiven zur Deutung seines
Werks, Colonia, Berlín 1970, que contiene una antología de ensayos críticos sobre
Heidegger; véase además, sobre todo para el problema de la relación Heidegger-
Husserl, H.G. Gadamer, Die phanomenologische
121
existencial desarrollada en la década de 1930 y profundamente
arraigada en la tradición filosófica francesa en la cual esa temática se
encontraba en la reflexión de pensadores como Gabriel Marcel, Louis
Lavelle, René Le Senne o como N. Berdiaeff.110 El Clima determinado
por el predominio de estas orientaciones, que genéricamente
podríamos llamar de existencialismo espiritualista, influye
profundamente en la reflexión historiográfica que se lleva a cabo en
Francia sobre los filósofos de la existencia, desde Kierkegaard a
Heidegger, y determina que sea mayor el interés por Kierkegaard y
por Jaspers que por Heidegger.111 La acentuación de la temática
antropológica o hasta religiosa, por lo menos en los términos de Ser y
tiempo, nace precisamente a causa del predominante interés por
Kierkegaard, independientemente de la influencia de la tradición
espiritualista francesa.
Él tono y las orientaciones con que la cultura francesa de la
década de 1930 recibe e interpreta el pensamiento heideggeriano
dentro del marco general del existencialismo se pueden encontrar
2
Un ejemplo de este hecho se puede ver en la obra más importante sobre
Heidegger publicada antes de 1945, que es el libro de A. de Waelhens, La
philosophie de M. Heidegger, Lovaina, París, 1942, nueva edición, ibid., 1967.
3
Sobre el pensamiento francés entre las dos guerras, véase F. Valenti- ni,
La filoso fia franeese contemporánea, Milán, 1958.
122
atestiguados y en forma resumida en una conferencia dada por Jean
Wahl en 1949 y en la discusión en que participaron algunos de los
pensadores que, precisamente en los añps anteriores a la segunda
guerra mundial, habían pesado de manera determinante en la inter-
pretación del existencialismo.112 En este texto, Wahl presenta la filo-
sofía heideggeriana como una filosofía compuesta de elementos he-
terogéneos: temas kierkegaardianos, como la angustia y la Sorge (a los
cuales Wahl asigna importancia predominante), la afirmación del ser
en el mundo (para Wahl, de derivación husserliana), el onto- logismo.
Pero este último elemento es sustancialmente inconciliable con los
otros dos. El pensamiento de Heidegger es definido como un
pensamiento polarizado entre la atención al individuo y a sus
experiencias más profundas (la angustia, la muerte, la Sorge) y la
circunstancia de pertenecer al mundo como totalidad. 113 Las inter-
venciones en la discusión incluidas en el volumen confirman la ten-
dencia general a colocar en segundo plano —o en la interpretación del
pensamiento de Heidegger o en la valoración de su significado- el
problema ontológico: para Berdiaeff, "sólo en la subjetividad se
puede conocer la existencia, no en la objetividad; esta idea central ha
desaparecido en la ontología de Heidegger... Jaspers tiene mucha más
razón que Heidegger y está mucho más próximo a Kierkegaard y a
Nietzsche".114 Por otra parte, quien continúa interpretando a
Heidegger a la luz de conceptos como el de angustia y el de muerte ve
su esfuerzo ontológico condenado al naufragio de la total negatividad,
a la "náusea de la impotencia": tal es el caso de la intervención
fuertemente polémica de Georges Gurvitch.8 Todo el resto de la
discusión se desarrolla según estos polos: la problemática ontológica
se rechaza por no considerársela homogénea con la vocación
originaria del existencialismo; o bien, si se toma en consideración el
intento ontológico, se lo hace determinar de modo tan exclusivo por
los temas "existencialistas", que resulta de ello una ontología de la
nada y de la impotencia. En este cuadro general, una excepción es la
representada por Emmanuel Lévinas, un pensador de formación
fenomenológica, cuya intervención en la discusión muestra una lúcida
comprensión del carácter central de la diferencia ontológica, de la
112
J. Wahl, Esquise pour une histoire del'"existentialisme", París, 1949.
113
8
Ibid., págs. 49, 51 y siguientes, 60-1.
Ibid., págs. 73-6.
1
123 Ibid., pág. 72.
significación transitiva del concepto de ser y, por fin del concepto de
ser como evento.9
Este modo de entender a Heidegger acentuando o hasta aislan-
do en él análisis de los aspectos más agudos de la finitud humana nos
parece hoy esencialmente vinculado con el clima espiritual de
posguerra, que tiene empero una indudable función filosófica positiva
en la medida en que contribuyó a poner en crisis las perspectivas
sistemáticas que dominaban aún en varias formas el mundo filosófico
europeo y que eran, en Alemania, el neokantismo y, en Italia, el
idealismo en la forma del actualismo de Gentile. El límite de la
interpretación "existencialista" sobre Heidegger se manifiesta pues
hoy en el hecho de haberlo reducido a síntoma y expresión de una
crisis del pensamiento; pero, por otra parte, es cierto que la nueva
ontología, a la que Ser y tiempo debía servir de introducción, no podía
sino partir de un cuestionamiento del neokantismo y, en Italia, del
idealismo actualista, porque desde el punto de vista heideggeriano i
estas escuelas eran la expresión de la permanencia de esa mentalidad
metafísica, de cuya destrucción podía surgir un nuevo modo de
pensar el ser. Respecto de la crítica heideggeriana de los años más
recientes, estas interpretaciones de preguerra conservan pues la
significación de mostrar que el intento ontológico de las obras
heideggerianas de la madurez puede realizarse únicamente en virtud
de una superación de la metafísica, aun en sus formas más "puestas al
día".
Antes de la segunda guerra mundial en Alemania existe aun
menos que en Francia y en Italia115 una verdadera y propia literatura
sobre Heidegger; éste es un término de referencia en las discusio-
9
Ibid., págs. 94-100; véanse también las obras de Lévinas registradas en la
Bibliografía.
nes de la filosofía militante, la cual hace hincapié sobre todo en la
relación con Kant; además, y éste es un fenómeno típicamente alemán
(por lo menos en los años a que nos estamos refiriendo), la
hermenéutica existencial de Ser y tiempo se encuentra con la temática
teológica bultmanniana, lo cual indica una dirección de desarrollo que
-más que los enfoques sobre la angustia y los conceptos afines- se
apoya en un elemento auténticamente original de la especulación
heideggeriana, elemento que irá adquiriendo cada vez mayor
importancia en el desarrollo de su pensamiento. 116
115
Tampoco existe una verdadera y propia literatura i heideggeriana en
lengua inglesa, por lo menos hasta años recientes, Los estudios sobre Hei
124
En Italia,117 el actualismo gentileano no sólo obra como punto de
referencia polémico para quienes se remiten a Heidegger, pues el
actualismo, con su atención puesta en el carácter concreto del acto
espiritual, suministra también un punto de vista "positivo" para
comprender algunas de las instancias heideggerianas. Por ejemplo,
Pareyson, quien empero se colocaba en una posición de alternativa
respecto del actualismo, podía hablar de un acuerdo entre actualismo
y existencialismo y encontrar un "preexistencialismo" en Armando
Carlini, un actualista que precisamente en la discusión de una pro-
blemática análoga a la existenciaria había encontrado el camino para
llegar a una posición personal frente a Gentile. El esfuerzo para ver a
Heidegger como el pensador que hacía valer (dentro de la esfera de la
filosofía alemana dominada por las crisis del hegelianismo) exigencias
análogas a las actualistas, inspira los artículos que Ernesto Grassi
pubüca a partir de 1929.118 Para Grassi, la reivindicación
heideggeriana del Dasein, como base de la ontología, se proponía
valorizar, contra Husserl y su filosofía de las esencias, la condición
concreta y viva del acto espiritual, que constituía justamente
11
Véanse las obras citadas en la bibliografía sobre Heidegger y la teología y
sobre el problema hermenéutico. En particular véase H„ G. Gadamer, "M.
Heidegger und die Marburger Theologie" en Keit und Geschichte, Tübin- gen, 1964,
reimpreso en Gadamer, Kleine Schriften,va\. I, 'ibid., 1967, págs. 82-92.
12
Sobre el existencialismo italiano en el período que aquí nos interesa, véase
la amplia visión de conjunto de A. Santucci, Esistenzialismo e filosofía italiano,
Bolonia, 1959. Un cuadro muy parecido y "contemporáneo" de la situación es el
ofrecido por L. Pareyson en dos volúmenes La filosofía dell esistenza e Cario Jaspers,
Nápoles 1940, y Studi sull'esistenzialismo, Florencia, 1943.
el principio de Gentile.
La postura de Grassi tenía sentido sólo en la medida en que
quedaran relegados a segundo plano aquellos elementos que todavía
vinculaban a Heidegger con la fenomenología y ante todo la indudable
orientación "realista" (o al menos más acá de toda distinción entre
idealismo y realismo) que caracterizaba el análisis de Ser y tiempo.
Precisamente en este elemento se apoyaban los intérpretes
degger son raros tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos; Ser y tiempo fue
objeto de una reseña en 1929 por parte de G. Ryle en "Mind", págs. 355-70, que sin
embargo lo analiza sólo desde el punto de vista de la teoría del conocimiento; la
traducción inglesa de Ser y tiempo es de 1962; en 1949 se había publicado una
traducción de varios escritos breves de Heidegger, entre ellos el escrito sobre la
esencia de la verdad y la conferencia de 1936 sobre Hólderlin con el título Existence
and Being (Londres, 1949).
118
Véanse las indicaciones contenidas en la Bibliografía (Estudios generales).
125
neoescolásticos, como Cario Mazzantini, que en sus ensayos de 1935119
yeía la posiblidad de un encuentro de la filosofía neoesco- lástica con
Heidegger justamente en el realismo y en la insistencia sobre la
finitud.
Tanto la interpretación actualista como la interpretación neo-
escolástica de Heidegger (y ciertamente más la primera que la se-
gunda, al menos por la afinidad objetiva de la problemática feno-
menológica originaria con aspectos precisos de la filosofía medieval)
terminaban por colocar a Heidegger en el ámbito de esa metafísica
que él se había propuesto superar permaneciendo más acá de la dis-
tinción entre idealismo y realismo en la que necesariamente se dividía
esa metafísica. Las interpretaciones sobre Heidegger que podían
resistir y desarrollarse aun después de la guerra, cuando se co-
menzaron a conocer los escritos de la Kehre que siguieron a Sobre el
humanismo, podían ser sólo aquellos capaces de captar -sobre la base
de Ser y tiempo y de los otros pocos escritos publicados- ya la vocación
ontológica de la filosofía heideggeriana, ya lo que significaba
positivamente en tal vocación el basarse en la analítica existencial, lo
cual suponía eliminar todo residuo de identificación o de inclusión
parcial de Heidegger en el ámbito de orientaciones filosóficas
"clásicas" (el actualismo idealista o el realismo neoescolás- tico). En
este sentido son significativas las posiciones de aquellos pensadores
italianos que, a menudo sin proponerse una explicíta tarea
historiográfica, elaboran un discurso original que toma como base el
concepto de existencia y admiten así el existencialismo como un
verdadero y nuevo principio del filosofar. Este es sobre todo el caso de
Nicola Abbagnano, que opone al existencialismo de Jaspers y de
Heidegger una interpretación propia "estructuralista",
"sustancialista" o, más tarde, "positiva" del existencialismo. Si la
existencia se define como relación con el ser, dicha relación puede
verse: a) poniendo énfasis en el ser, hacia el cual la existencia trata
de trascenderse; pero entonces, puesto que la identificación con el
ser no se realiza nunca, la existencia sé define como "imposibilidad
de que ella sea el ser" (ésta es la posición de Jaspers); b) poniendo
énfasis en el hecho de que la existencia, refiriéndose al ser, se
desprende de la nada; pero en cuanto no se identifica nunca con el
ser, la existencia es definida como imposibilidad de no ser la nada;
es ésta, según Abbagnano, la posición de Heidegger,120 que de esta
119
Publicados primero en la Rivista de filosofía neoscolastica y reim
preso en Filosofía perenne e personalitd filoso fiche, Padua 1942; ahora están
126
manera continúa aún definida (como era típico en las interpreta-
ciones francesas) en los términos de la negatividad y de la nada. La
alternativa que Abbagnano proponía (ya en el volumen sobre La
estructura de la existencia121) tendía a mantener el carácter de la
existencia como posibilidad de la relación con el ser y por tanto a
recuperar la dimensión de las elecciones concretas y de los valores
y a "transofrmar radicalmente el existencialismo al transferirlo a
un plano axiológico".17 A este planteamiento de Abbagnano se
agregará en la posguerra el trabajo historiográfico de Pietro
Chiodi, para quién, en última instancia, la "quiebra" del
pensamiento heideggeriano estará precisamente en la
preponderancia de una actitud aún metafísica que lleva a
Heidegger -no obstante la base la la analítica existencial- a
construir una nueva "teoría del ser" como "determinación de
estructuras universales y necesarias".18
En esos mismos años, desde un punto de vista diferente y en
un plano de análisis historiográfico más específico, Luigi Pareyson,
autor de la primera obra italiana sobre el existencialismo en su
conjunto,122 presentaba exigencias, por lo menos inicialmente,
análogas a las de Abbagnano al subrayar que "en el camino de la
satisfacción de la exigencia personalista, naufraga tanto la analítica
existencial heideggeriana como la clarificación de la existencia
jaspersiana, que desembocan ambas, aunque de manera distinta,
en la metafísica de
15
N. Abbagnano, Introduzicme all'esistenzialismo, Milán, 1942. pág. 48.
16
N. Abbagnano, La struttura dell'esistenza, Turín, 1939.
17
L. Pareyson, Studi'sull'esistenziallsmo, op. cit., pág. 284.
18
N. Abbagnano, Prefacio a P. Chiodi, L'esistenzialismo di Heidegger,
Turín 1947, págs. 4-5.
la necesidad indiferente".20 En todo el existencialismo, Pareyson
señala la presencia de un concepto que él llama "implicación de lo
positivo y lo negativo", en virtud del cual "lo negativo no sólo
requiere lo positivo o termina en lo positivo, sino que lo implica, por lo
cual lo negativo es positivo y lo positivo es negativo".21 Este concepto
se encuentra también en Heidegger para quien "precisamente porque
el Dasein esta' en la no verdad, precisamente por eso está también en
la verdad; precisamente porque el hombre está lan- zado'en un estado
de caída, está abierto a lo verdadero y henchido de posibilidades. La
127
inautenticidad está en la base de la autenticidad posible".22 Pero esto
significa que el trascender la situación que constituye la existencia no
lleva verdaderamente al hombre a una trascendencia real, sino que
"en el fondo no lo deja salir de sí mismo".23 Lo que importa señalar
en esta posición de Pareyson es el hecho de que la negatividad, en la
cual corre el riesgo de terminar la ontología heideggeriana, deriva de
la supervivencia de un prejuicio metafísico de origen idealista, el de la
implicación de lo positivo y lo negativo. Las dificultades del
heideggerismo son atribuidas a una clara raíz metafísica; y está
claramente indicada en el problema de pensar la relación entre el
hombre y el ser fuera de este prejuicioi, la dificultad con la cual
Heidegger y el existencialismo deben medirse: no resulta difícil ver
que, aun en una terminología diferente, es éste el camino del
desarrollo del pensamiento heideggeriano que se hace evidente
después de la guerra, con la publicación de los escritos inéditos de la
década de 1930.
La publicación de estos escritos, a partir de Sobre el humanismo,
marca el paso de la primera a la segunda fase de la crítica
sobre.Heidegger. Mientras en los años que van desde 1930 a 1945 la
referencia casi exclusiva a Ser y tiempo daba lugar a toda una serie de
equívocos de tipo "existencialista" (preponderencia del concepto de
angustia y de otros conceptos afines), de manera que se corría el
peligro de vaciar de sentido el intento ontológico de la reflexión
heideggeriana, con la publicación de los escritos inéditos de la década
de 1930 y con la publicación de los nuevos escritos que
20 Ibid., págs. XVIII-XIX.
128
escrito sobre la verdad de' 1930, no se había entendido aún en todo su
alcance. Los intérpretes que se plantean la cuestión de la Kehre no
niegan que ya en Ser y tiempo hay una clara intención ontológica;
pero ven en el desarrollo del programa ontológico la reposición de
una "metafísica" de tipo tradicional como determinación de
estructuras universales y necesarias del ser. Para Pietro Chiodi, autor
de -además de un libro sobre El existencialismo de Heideggerun
segundo estudio sobre El último Heidegger,123 las premisas de la
segunda fase del pensamiento heideggeriano están todas presentes ya
en Ser y tiempo, y los escritos posteriores a la Kehre no harían sino
desarrollar las consecuencias "metafísicas" implícitas ya en el
conflicto no resuelto que está en la base de Ser y tiempo, es decir, el
conflicto entre exigencia existencialista (la reivindicación de la
finitud) y la exigencia de una "fundación incondicio- nada de lo
finito" (la cual implica una determinación de estructuras necesarias
del ser). La Kehre del pensamiento heideggeriano consiste para
Chiodi en el hecho de que la exigencia metafísica predomina sobre la
exigencia existencialista, con lo cual queda disipada la
problematicidad que el concepto de finitud introducía aün en el plano
del ser: la efectividad y la falta de fundamento que caracterizan al
Dasein en Ser y tiempo se tranforman en las obras posteriores en
fundamento ellas mismas, y el resultado de ello es el de que Heidegger
vuelve a proponer simplemente una forma de hegelianismo al revés,
en el cual el progresivo desarrollo de la autoconciencia se sustituye
por el ocultamiento del ser; pero lo finito, lo mismo
ñ
Turín, 1952; 2a. ed„ ibid, 1960.
129
que en Hegel, se funda y justifica en cuanto está referido al orden
necesario del ser.26
Sobre la ontología heideggeriana como simple vuelco inverti-
do del hegelianismo, insiste también Karl Lówith, discípulo de Hei-
degger y ahora implacable crítico de los equívocos que ve en su
pensamiento, equívocos que, a diferencia de Chiodi, Lówith atribu-
ye al puro y simple abandono de la idea de finitud de Ser y tiempo:
en esta obra el tiempo era concebido sobre la base de la temporali-
dad del Dasein finito; luego, el tiempo es "eventualidad" del ser
mismo, lo que implica la reposición de todo el arsenal conceptual
del historicismo metafísico, comenzando por el concepto de destino
con el cual Heidegger, entre otras cosas, justifica su adhesión al
nazismo.27 Un enfoque más amplio y fructífero, teóricamente, del
problema de la Kehre (que en el trabajo de Lówith resulta incom-
prensible porque está teóricamente injustificado) fue propuesto
por Walter Schulz 124 en los mismos años en que se publicaban los
trabajos de Chiodi y de Lówith. Es verdad, dice Schulz, que las
obras posteriores a Ser y tiempo, a partir de ¿Qué es la metafísica?,
representan un cambio de perspectiva. Ese cambio no es una
cuestión que incumbe sólo al pensamiento de Heidegger, a su
coherencia o incoherencia, sino que atañe de alguna manera a la
historia misma de la metafísica moderna. En realidad, Ser y tiempo
representa el punto culminante del subjetivismo moderno, después
del cual, por obra de la función nulificante (pero al propio tiempo
función de apertura) de la angustia, el Dasein renuncia a
concebirse como sujeto, renuncia a la pretensión de fundarse y se
asume como ente: "Ya no quiero fundarme, sino que me asumo
como ofrecido, presentado [ausgesetz] por el ser".125 Esta vocación
de reconocer que la subjetividad está rígida y fundada por algo
que la trasciende, acompaña, para Schulz, todo el desarrollo del
pensamiento moderno y hace contrapunto a la afirmación del
subjetivismo; Hidegger se en-
26
P. Chiodi, L'ultimo Heidegger, op. cit., pag. 100.
27
K. Lowith, Heidegger, Denker in dürftiger Zeit, Frankfurt, 1953; 2a. ed.,
Góttingen 1960, traducción italiana, Saggi su Heidegger, Turín, 1966, pág. 51
cuentra en la conclusión de esta historia porque lleva a su extremo el
contenido subjetivista al que empero también supera al declarar en
124
W. Schulz, "Ueber den philosophiegeschichtlichen Ort. M.
65
Ib id., pág.Heideggers"
152.
130 enPhilos, Rundschau, 1953-54, págs. 65-93 y 211-32.
forma explícita la vocación ontológica implícita en este pensa-
miento.126' Como se ve, el concepto de ontología es tomado por
Schulz en un sentido que parece suponer la contraposición metafí-
sica de sujeto y objeto, que en cambio Heidegger tiende a superar: la
Kehre ontológica sería el paso que va de fundar el ser (= objetividad)
en el sujeto a fundar el sujeto en el ser.
Interpretaciones como la de Schulz, con el problema que
plantean, ponen de reheve la cuestión básica alrededor de la cual se
afana toda la crítica heideggeriana: ¿qué significa la ontología res-
pecto de la analítica existencial? El hecho de fundarse en el análisis
de la existencia, ¿se refleja verdaderamente en los caracteres de la
ontología heideggeriana o ésta se desarrolla sustancialmente desa-
tendiendo o hasta contradiciendo los resultados de aquel análisis?
Según vemos, los tres autores examinados en último término niegan,
partiendo de posiciones diferentes, que la ontología heideggeriana se
funde positivamente en la analítica existencial; también Schulz,
justamente en la medida en que la ve como vuelco del subjetivismo,
entiende la ontología heideggeriana según una metafísica, a pesar de
las explícitas afirmaciones en contrario.127
Colocar la ontología de Heidegger en los esquemas de la me-
tafísica (teoría de las determinaciones necesarias del ser) no es sólo
característico de los críticos de Heidegger, como por ló demás se ve
en el caso de Shulz; trátase de una actitud compartida aun por au-
tores que aceptan sustancialmente el pensamiento heideggeriano y
justamente en la medida en que quieren ver en él una alternativa de
la concepción del ser característica de la metafísica antigua y mo-
derna. Pero para poner de relieve ese carácter de alternativa, dichos
autores terminan por buscar en Heidegger un conjunto- de conceptos
o categorías ontológicas para contraponer a aquellos metafísi- cos de
derivación griega: por ejemplo, Werner Marx128 ve la significación de
Heidegger frente a la tradición en elJiecho de que este filósofo
desarrolló de manera radical el intento de pensar el ser, no ya como
estabilidad, sino como movimiento, lo cual hace posible fundar
teóricamente el devenir histórico; y Arrigo Colombo 129llega a
formular una verdadera tabla heideggeriana de conceptos
ontológicos o "momentos del ser". Estos intentos, especialmente el de
Colombo, hacen surgir la pregunta de si es apropiado ver la novedad
126
Véase W. Schulz, Der Gott der neuzeitlichen Metaphysik, Pfullingen, 1957,
págs. 43-96.
127
W. Schulz, Ueber den philosophiegeschichtlichen Ort, op. cit. pág. 7 2.
128
W. Marx, Heidegger und die Tradition, Stuttgart, 1961.
129
A. Colombo, Heidegger II ritomo dell essere, Bolonia, 1964.
131
de la ontología heideggeriana en la formulación de conceptos del ser
alternativos respecto de los de la tradición. Es, en e- fecto, legítimo
pensar que Heidegger no quiere sólo sustituir por una nueva-
"teoría" del ser la teoría de la metafísica y que el carácter
revolucionario de su ontología es ante todo negar la posibilidad de
una "teoría" del ser, de manera que para él la cuestión es princi-
palmente volver a concebir la relación entre pensamiento y ser, in-
dependientemente de toda contraposición de uno y otro en términos
de sujeto-objeto.
Sin embargo, los resultados de este esfuerzo, justamente en la
medida en que dicho esfuerzo no se reduce a los esquemas que quiere
rechazar, són objeto de valoraciones muy diferentes. Para algunos, el
carácter "negativo" y "apofático" de la ontología a la que llega
Heidegger en las últimas obras, con la paralela rarefacción del
lenguaje y el tono misticomitológico de ciertas formulaciones, de-
muestran que la dirección del desarrollo que Heidegger imprimió a la
fenomenología llevan a un callejón sin salida y que es necesario
retomar a Husserl. Este es el sentido de muchos estudios sobre Hei-
degger y la fenomenología husserliana, que no se limitan pues a poner
a punto una "relación" sino que se extienden a una valoración general
del sentido del pensamiento heideggeriano. En Italia, es también
Chiodi quien, al desarrollar las premisas de sus monografías sobre
Heidegger, ve en el pensamiento de Husserl y de Heidegger un
desarrollo de líneas paralelas y de sentidos opuestos: mientras Ser y
tiempo nacía de un rechazo "humanístico" del concepto hu- sserliano
de "reducción"130 (formulada entonces esencialmente en un sentido
eidético y objetivo), el Heidegger más reciente (con el desplazamiento
del acento al ser) llevaría a su extremo este espíritu objetivo de la
reducción husserliana, en tanto que, por su parte, el Husserl de la
Crisis de las ciencias europeas reivindicaría muchas de
las más válidas exigencias existencialistas de Ser y tiempo.3s
Análogamente, Ernst Tugendhat36 reclama un retorno a Husserl
en su amplio estudio en el que ve a Husserl como el filósofo que
resuelve la oposición entre la idea dé verdad propuesta por el
neopositivismo y la idea heideggeriana de verdad. En la primera, la
verdad se reduce a corrección formal del discurso mientras se olvida
el problema metafísico de la verdad. En la segunda, la pregunta sobre
la verdad es hasta tal punto difusa que pierde todo lazo con el
carácter concreto de las verdades individuales y con el problema del
130
Sobre este concepto husserliano, véase R. Raggiunti, Introduiione a
132
método, al olvidar las exigencias de un ejercicio verdaderamente
crítico de la razón.
La "negatividad" dé la ontología heideggeriana, que las inter-
pretaciones consideradas hasta aquí ven como resultado de un
desarrollo teórico que puede reconstruirse, por así decirlo, desde el
interior,37 es interpretada en cambio por el pensamiento de inspi-
ración marxista en una clave ideológica. En el marco de la Destruc-
ción de la razón38 de Lukács, que hace referencia casi exclusivamente
a Ser y tiempo, Heidegger aparece como el pensador que describe "el
vuelco subjetivo, burgués e intelectual de las categorías económicas
del capitalismo, naturalmente en forma de una subjeti- vización
radicalmente idealista y, por lo tanto, en un modo desna-
turalizado".131 Aquello en que se apoya Lukács es esencialmente la
teoría de la inautenticidad de la existencia cotidiana formulada en Ser
y tiempo: ella testimoniaría que el desarrollo de Heidegger, que pasa
de la fenomenología a la ontología, "se cumple esencialmente en
función de la oposición a la perspectiva socialista de la evolución
social... Heidegger no combate de manera explícita las doctrinas e-
conómicas del marxismo leninismo, sino que trata de evitar la nece-
36
P. Chiodi, Esistenzialismo e fenomenología, Milán, 1963.
36
E. Tugendhat, Der Wahrheitsbegriff bei Husserl und Heidegger, Berlín,
1967.
37
Un análisis crítico también interno, desarrollado desde el punto de vista de
la lógica, es el que hace de Che eos 'é la metafísica? R. Carnap, Ueber- windung der
Metaphysik durch logische Analyse der Sprache, en Erkenntnis, 1932, págs. 219-41.
38
G. Lukács, Die Zerstórung der Vernunft, Berlín, 1955; traducción italiana
La distruzione della ragione, Turín, 1959.
sidad de extraer consecuencias sociales desacreditando como 'inau-
téntica', desde un punto de vista 'ontológico', toda actividad pública
del hombre".40 Como en muchas interpretaciones de la década de
1930, también para Lukács en Heidegger es central la "desespe-
ración", que tiene un doble carácter: por un lado, el desenmascara-
miento implacable de la íntima inconsistencia del individuo en el
período crítico del imperialismo. Por otra parte -puesto que las
razones sociales de esta inconsistencia son colocadas de manera fe-
tichista fuera del tiempo y fuera de la sociedad-, el sentimiento que así
se provoca puede convertirse fácilmente en una desesperada actividad
reaccionaria" 41
131
La distruzione, op. cit., pág. 508.
133
Análogo en muchos aspectos al de Lukács, aunque referido a las
obras más recientes de Heidegger, es el discurso que Adorno de-
sarrolla en dos capítulos de la Dialéctica negativa,42 en los cuales el
pensamiento de Heidegger es considerado todavía como ideología
conservadora y reaccionaria, no ya como cobertura del nazismo, sino
de la sociedad masificada de la "organización total". Es sabido que
Heidegger ve esta sociedad precisamente como una "realización" de
la metafísica humanística y subjetivista llegada ahora a su
acabamiento; en cambio, para Adorno no sólo no subsiste esta co-
nexión del subjetivismo y del humanismo moderno con la sociedad de
masas, sino que el pensamiento de Heidegger, al elaborar el concepto
de diferencia ontológica, culmina en una canonización de la realidad,
declarada por añadidura fundamentalmente impenetrable al
pensamiento y a la razón. El ser que se acentúa en su diferencia
respecto de los entes no es otra cosa que una duplicación de la tota-
lidad misma del ente; y aquí Adorno parece señalar un peligro que en
verdad está presente en la reflexión heideggeriana, el peligro de que
la insistencia en la diferencia de ser y ente haga del ser mismo un ente
que tiene la única característica de sustraerse siempre a la razón y a
la reflexión del hombre.132 La función conservadora de
40
Ib id., pág. 510.
Al
Ibid., pág. 511.
42
Th. W. Adorno, Negative Dialektik, Frankfurt, 1966; traducción italiana
Dialettica negativa, Turín, 1970, págs. 53-118, véase también del mismo autor
Jargon der Eigentlichkeit, Frankfurt, 1965.
esta posición consiste en el hecho de que el ser, teorizado así en su
radical diferencia, deja subsistir fuera de sí el mundo de la organiza-
ción total sin ponerlo en discusión y suministra al individuo masifi-
cado una especie de refugio ilusorio en algo absoluto que trasciende
toda posibilidad de realización.
Pero independientemente de estas interpretaciones, que ven el
pensamiento heideggeriano como una variación más de la metafísica
tradicional o señalan su fracaso en el plano teórico o sobre todo en el
plano de la significación historicoideológica, ¿es posible una
interpretación fructífera y un desarrollo de la ontología heideg-
geriana? Aquí debemos-limitamos a indicar ciertas direcciones que
van más allá de una pura interpretación historiográfica para entrar
en el campo de la discusión filosófica militante. Desde este punto de
vista, una de las direcciones en las que seguramente hoy el pen-
132
Th. W. Adorno, Dialettica negativa, traducción citada, págs. 104-105.
134
samiento de Heidegger es más estudiado y discutido es la que podemos
definir gene'ricamente como la dirección religiosa o teológica, que se
presenta en una gama muy amplia pues va desde mostrar una
analogía entre la concepción heideggeriana del ser y la visión de Dios
de la teología cristiana,133 a la utilización del concepto heideggeriano
de la hermenéutica en función de un renovado enfoque de las
Sagradas Escrituras.134 El estudioso que, en el plano historiografía),
puso más de manifiesto las bases de esta posible lectura "religiosa" de
Heidegger (desde la inspiración religiosa de Ser y tiempo y de la
fenomenología hermenéutica hasta el significado teológico de la
noción de Geviert) es Otto Póggeler, a cuya obra nos hemos referido a
menudo en el curso de este trabajo. Al poner de relieve la dimensión
hermenéutica sobre todo del último Heidegger, Póggeler sigue la línea
del camino abierto y desarrollado de manera original por Hans Georg
Gadamer,135 .quien se contó entre los primeros dis-
44
Véase en particular el volumen de H. Ott. Denken und Sein. Der Weg M.
Heideggers und der Weg der Theologie, Zollikon, 1959.
45
Especialmente a la hermenéutica del primer Heidegger (Sery tiempo) se
remiten Bultman y sus discípulos directos; sobre esta dirección, véase
especialmente G. Noller, Heidegger und die Theologie, Munich, 1967. Sobre la
utilización del "segundo" Heidegger, véase en cambio sobre todo J. M. Ro- binson-
J. B. Cobb Jr., The later Heidegger and Theology, Nueva York, Í963.
cípulos de Heidegger y que hoy, en la filosofía alemana, se puede
considerar su principal continuador. Leyendo las obras de Heidegger,
sobre todo las más recientes, a la luz del nexo ser-lenguaje,"7
Gadamer ve en Heidegger la radicalización y hasta la resolución de
los problemas expuestos en nuestro siglo por la filosofía del lenguaje,
especialmente por Wittgenstein.48 Es posible sin embargo que la
dirección en la que Gadamer retoma y desarrolla la ontología
hermenéutica heideggeriana sea sobre todo la del pasado, 136 lo cual
entraña el riesgo de construir una especie de "historicismo ontoló-
gico". Pero aún este riesgo trae consigo una invitación muy signifi-
cativa que, por lo demás, se encuentra en toda la reflexión herme-
néutica de Gadamer y también (aunque por lo común sólo como
argumento polémico) en mucha bibliografía sobre Heidegger: el
135
problema de una relación "positiva" de Heidegger con Hegel. Es
posible, pero aquí estamos sólo en el plano de las conjeturas y de la
esperanza de que el modo de liberar la ontología heideggeriana del
riesgo del irracionalismo y de una mística de lo óntico sea justamente
el de encontrar un nexo no ya tan sólo polémico entre el concepto de
diferencia ontológica y el concepto hegeliano de dialéctica con todos
sus desarrollos en la filosofía de nuestro siglo.
47
Sobre una interpretación de Heidegger a esta luz, remito también a mi
Essere, storia e linguaggio in Heidegger, Turín, 1963.
48
Sobre la analogía entre la reflexión heideggeriana sobre el lenguaje y
ciertos aspectos de la filosofía de Wittgenstein, véase también de P. Chiodi, Essere e
linguaggio in Heidegger en el "Tractatus" de Wittgenstein, en R¡vista di Filosofía,
1955, págs. 170-71: K. O. Apel, Wittgenstein und Heidegger, en Philos. Jahrbueh,
1967, parte I, págs. 56-94.
BIBLIOGRAFIA
136
y un útil índice analítico de toda la Heidegger-Bibliographie de 1968,
compuesto con la supervisión de E. Landolt.
En cuanto a las obras publicadas después de 1973, de las que
ofrecemos un amplio panorama en la bibliografía de este volumen, se
puede ver el"Répertoire bibliographique de la philosophie", pu-
blicado trimestralmente como suplemento de la Revue Philoso- phique de
Louvain. En cuanto a los estudios heideggerianos hasta 1940, algunas
noticias se encontrarán en L. Pareyson, La filosofía dell'esistenzia e Cario
Jaspers, Nápoles, 1940, y en, Studi sull" esistenzialismo , Florencia, 1943 (2a
ed„ ibid., 1950), del mismo autor. Véase además A. Veraldi, "Recenti
studi sull'esistenzialismo", en Rivista critica de storia della filos fia, IV, 1952;
R. H. Brown,
1
La actualización de esta bibliografía ha estado a cargo de Massimo
Bonola. al cual deseo agradecer su amistosa colaboración.
"Existencialism". "A Bibliography" en Modern Schoolman, 1953- 54; G.
Schneeberger, Nachlese zu Heidegger, Berna 1962; D. Pere- boom,
"Heidegger-Bibliographie 1917-1966", en Frib. Zeitschrift f. Philosophie u.
Theologie, 1969, págs. 100-61; G. Vattimo, "Gli studi heideggeriani
negü ultimi vent'anni", en Cultura e scuola, n. 31, julio-septiembre 1969.
Recordamos aquí, entre las obras de carácter general, también
el Index zu Heideggers "Sein und Zeit" de H. Feick, Tübingen, 1961 (2a
edición, ibid. 1968), que es un índice analítico dt Ser y tiempo y que
contiene también muchas referencias a las obras posteriores, de
suerte que se lo puede considerar un verdadero léxico heideggeriano.
Acerca del lenguaje de Heidegger será útil consultar el volumen de E.
Schofer, Die Sprache Heideggers, Pfullingen, 1962.
La presencia y la significación de Heidegger en el cuadro de las
varias corrientes de la cultura contemporánea están atestiguadas por
la multiplicidad de los ensayos reunidos en las Festschriften, es decir,
misceláneas publicadas para conmemorar sus cumpleaños que son:
Anteile M. Heidegger zum 60. Geburststag (Frankfurt, 1950); M. Heideggers
Einfluss auf die Wissenschaften. Aus Anlass seines 60. Geburtstag (Berna, 1949);
Martin Heidegger zum 70. Geburtstag (Pfullingen, 1959); Durchblicke. M.
Heidegger zum 80 Geburtstag. (Frankfurt, 1970).
Una antología de ensayos sobre Heidegger, ya publicados, que
constituye una especie de panorama de la historia de la crítica
heideggeriana es el volumen supervisado (con una amplia intro-
ducción) por O. Póggeler, Heidegger, Perspektiven zur Deutung seines
Werks,''Colonia, Berlín, 1970.
Entre los numerosos trabajos publicados después de la muerte
de Heidegger conviene distinguir las misceláneas de intención y
carácter puramente' conmemorativos y aquellos que son ensayos
teóricos dedicados a profundizar y discutir la temática heideggeriana.
Entre los primeros, de escasos interés para el estudioso, recordemos
el volumen Erinnerung an Martin Heidegger, Pfullingen, 1977, que recoge
un vasto panorama de recuerdos personales de amigos de Heidegger
137
y la larga entrevista de Heidegger concedida a la televisión alemana
en ocasión de sus 80 cumpleaños y el volumen Ge- denkschrift der Stadt
Messkirch (Stadt Messkirch 1977) que le dedicó su ciudad.
En cuanto a las contribuciones críticas publicadas en volúme-
nes colectivos después de la muerte de Heidegger, recordemos: Ga-
damer H. G., Marx W., von Weizsácker C. F., Heidegger Freiburger
Universitátvortrage zu seinem Gedenken, Friburgo, B. 1977; el volumen
misceláneo Martin Heidegger. Fragen an Sein Werk, Ein Symposium, Stuttgart,
1977; y el volumen colectivo cuidado por
U. Guzzoni, Nachdenken über Heidegger, Eine Bestandaufnahme, Hildesheim,
1979, que ofrece un panorama de las últimas orientaciones de la
crítica heideggeriana en la esfera internacional.
138
1912, págs. 465-72; 517-24; 565-70. Die Lehre vom Urteil im Psychologismus.
Eim kritischpositivier
Beitrag. zur Logik, Lepzig, 1914. Die Kategorien- und Bedeutungslehre des
Duns Scotus, Tübingen, 1916.
" Der Zeitbegriff in der Geschichtswissenschaft", ", en Zeitschrift.
Philosophie und philos. Kritik, 1916, págs. 173-88.
Sein und Zeit, Halle, 1927 (publicada primero en Jahrbuch F. Philos u.
phdnomenologische Forschung, vol. VIII, 1927).
Kant und das Problem der Metaphysik , Bonn, 1929, 2a. edición, con nuevo
prefacio, Frankfurt, 1951.
Was ist Metaphysik?, ibid., 1929, 4a. edición con una apostilla, Frankfurt,
1948; 5a. edición con el agregado' de una introducción y una
apostilla revisada, ibid., 1949.
Vom Wesen des Grundes, Halle, 1929; 3a. edición., con el agregado de un
prefacio, Frankfurt, 1949.
"Die Selbstbehauptung der deutschen Universitát", Breslau, 1933
(discurso rectoral en la universidad de Friburgo).
Hólderlin und das Wesen der Dichtung, Munich, 1937.
Hólderlin Hymne "Wie wenn am Feiertagé1, Halle 1941.
"Platons Lehre von der Wahrheit", en Geistige Ueberlieferung, Berlín,
1942, págs. 96—124; reproducido en el volumen con Brief über
den Humanismus, Berna, 1947.
"Vom Wesen der Wahrheit", Frankfurt 1943 (conferencia de 1930)
Erláuterungen zu Hólderlins Dichtung, Frankfurt 1944 (que comprende
el escrito sobre Hólderlin del año 1936 y otro ensayo; segunda
edición ampliada ibid., 1951.
Ueber den Humanismus (publicado primero con el escrito sobre Platón)
ibid., 1949.
"D^/ Zuspruch des Feldweges", en Sonntagsblatt (Hamburgo, 23 de
octubre de 1949, p. 5., publicado como fascículo: Der Feldweg,
Frankfurt, 1953.
Holzwege, ibid., 1950. Comprende los siguientes escritos: "Der Ursprung
des Kunstwerkes", 1935-36; "Die Zeit des Weltbil- des", 1938;
"Hegels Begriff der Erfahrung", 1942-43; "Nietz- sches Wort
'Got ist tot' ", 1936-40; "Wozu Dichter?", 1946; Der Spruch des
Anaximanders, 1946.
Einführung in die Metaphysik, Tübingen, 1953 (curso universitario de
1935).
Aus der Erfabrung des Denken, Pfullingen, 1954, (escrito en 1947).
Was heisst Denken?, Tübingen, 1954 (texto de cursos universitarios de
1951-52).
Vortráge und Aufsátze, Pfullingen, 1954 (comprende numerosos escritos,
muchos de los cuales ya estaban editados separadamente, que
habían sido compuestos entre 1943 y 1953).
139
Ueber "Die Linie ", en el volumen misceláneo Freundschaftliche Begegnungen,
en honor de E. Jünger, Frankfurt, 1955;repro- ducido
separadamente con el título Zur Seinsfrage, ibid., 1956
Was ist das -die Philosophie?, Pfullingen 1956.
Der Satz vom Grund, ibid., 1957.
Identitdt und Differenz, ibid., 1957.
Hebel der Hausfreund, ibid., 1957.
"Grundsatze des Denkens", en Jahrbuch f. Psychologie und Psy- chotherapie,
1953, págs. 33-41.
"Vom Wesen und Begriff der Physis, Aristóteles Physik B 1", en II
pensiero, 1958, págs. 131— 56, traducción italiana, ibid.,págs. 265-
90.
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Wesen des Grandes"; "Vom Wesen der Wahrheit"; "Platons
Lehre von der Wahrheit"; "Brief über den Humanismus";
140
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über das Sein"; "Vom Wesen und Begriff der Physis,
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por V. Klostermann, Frankfurt, se publicaron hasta ahora
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Vorlesung— Sommersemester, 1927, supervisado por F. W. von
Herrmann), 1975.
II Abt., Bd. 21 -Logik- Die Frage nach der Wahrheit (Marburger Vorlesung
Wintersmester, '°25—26, supervisado por Walter Biemel 1976.
I Abt. Bd. 9-Wegmarken (supervisado por F.W. von Herrmann), 1976.
I Abt. Bd. 2-Sein und Zeit (texto sin variaciones con el agregado de
las notas marginales del autor al "Huttenexemplar", supervisado por
F. W. von Herrmann), 1977.
II Abt. Bd. 25 — Phá'nomenologische Interpretaron von Kants
"Kritik der reinem Vernunft" (Wintersmester, 1927-28, su-
pervisado por I. Gorland), 1977.
I Abt. Bd. 5 — Holzwege (textos sin variación con el agregado de las
141
notas marginales del autor al manuscrito, supervisión de F. W.
von Herrmann), 1977.
II Abt. Bd. 1 — Frühe Schriften (supervisado por F.W. von Herr
mann), 1978.
II Abt. Bd. 20 - Prolegomena zur Geschichte des Zeit begriffs (supervisado por
P. Jaeger), 1979. II Abt. Bd. 39 — HolderlinsHymnen "Germanien"und
"DerRhein"
(supervisado por S. Ziegler), 1979. II Abt. Bd. 55 — Heraklit (I,
Der Anfang des abendlándischen Denken; II, Logik, Herakiits Lehre vom Logos,
supervisado por M. S. Frings), 1979.
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Goldmann, L.: Lukács e Heidegger (fragmentos postumos seleccionados y
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APÉNDICE A LA EDICIÓN EN CASTELLANO
1. Obras en alemán de Heidegger
Después de la primera edición italiana de este libro, la
Gesam- tausgabe (Edición de las Obras completas), publicada por la
editorial Vittorio Klostermann, Frankfurt/Main, ha ido creciendo a
un ritmo constante. Aparte de los volúmenes ya mencionados por
Gianni Vattimo (págs. 152-153), fueron incorporadas obras ya
publicadas anteriormente en forma aislada, pero sobre todo
también muchos textos inéditos de gran interés. Hasta el 2000 han
aparecido los siguientes volúmenes:
Bd. 3 Kant und das Problem der Metaphysik, 1990.
Bd. 4 Erlauterungen zu Holderlins Dichtung, 1981,21996.
Bd. 6/1 Nietzsche /, 1996.
162
Bd. 6/2 Nietzsche II, 1997
Bd. 7 Vortrage und Aufsatze, 2000.
Bd. 10 Der Satz vom Grund, 1997.
Bd. 12 Unterwegs zur Sprache, 1985.
Bd. 13 Aus der Erfahrung des Denkens, 1983.
Bd. 15 Seminare. 1986.
Bd. 16 Reden und andere Zeugnisse cines Lebensweges 1910-1976:
Ankündigungen. Ansprachen, Aufrufe, Bespreclningen, Gedenkworte,
Gesprache, Gruss- und Dankworte, Stellungnahmen. 2000. Bd. 17
Vorlesungen: Einführung in die phanomenologische
Forschung, 1994. Bd. 19 Vorlesungen:
Platón, Sophistes, 1992.
Bd. 22 Vorlesungen: Grundbegriffe der antiken Philosophie:
Sommersemester 1926, 1993. Bd. 26 Metaphxsiche
Anfangsgründe der Logik im Ausgang von
Leibniz, 1978,2 1990. Bd. 27 Vorlesungen: Einleitung in
die Philosophie, 1996. Bd. 28 Vorlesungen: Der deulsche ldealismus
(Fichte, Schelling, Hegel) und die philosophische Problemlage der
Gegenwart, 1997. Bd. 29/30 Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt,
Endlichkeit,
Einsamkeit, 1983,2 1992. Bd. 31 Vorlesungen: Vom Wesen
der menschlichen Freiheit.
Einleitung in die Philosophie, 1982,2 1994. Bd. 32 Hegels
Phanomenologie des Geistes: Wintersemester
1930-1931, 1980/ 1997. Bd. 33 Aristóteles, Metaphysik (
1-3. Vom Wesen und Wirklichkeit
der Kraft, 1981,2 1990. Bd. 34 Vorlesungen: Vom Wesen
der Wahrheit: Zu Platons
Hóhlengleichnis und Theátet,2 1997. Bd. 38 Vorlesungen:
Logik ais die Frage nach dem Wesen der Sprache.
Bd. 40 Einführung in die Metaphysik, 1983.
Bd. 41 Die Frage nach dem Ding: Grundfragen der Metaphysik,
1984.
Bd. 42 Schelling: Über das Wesen der menschlichen Freiheit, 1987.
Bd. 43 Vorlesungen: Nietzsche. Der Wille zur Macht ais Kunst,
1985.
Bd. 44 Vorlesungen: Nietzsches metaphysische Grundstellung
163
im abendlcindischen Denken. 1986. Bd. 45 Grundfragen
der Philosophie. Ausgewahlte "Probleme"
der "Logik", 1984,2 1993. Bd. 47 Nietzsches Lehre vom
Willen zur Macht ais Erkenntnis,
1986.
Bd. 48 Nietzsche, der europaische Nihilismus, 1986. Bd. 49
Vorlesungen: Die Metaphysik des deutschen ldealismus:
Zur erneuten Auslegung von Schelling: Philosophische
Untersuchungen über das Wesen der menschlichen
Freiheit und die damit zusammenhangenden Gegenstande
(1809), 1991.
Bd. 50 Vorlesungen: Nietzsches Metaphysik: Einleitung in die
Philosophie. Denken und Dichten, 1990. Bd. 51
Vorlesungen: Grundbegriffe, 1981,2 1991. Bd. 52 Holderlins Hymne
"Andenken", 1982,2 1992. Bd. 53 Hoderlins Hymne "Der Ister",
1984,21993. Bd. 54 Vorlesungen: Parmenides, 1982,2 1992. Bd. 56/57
Vorlesungen: Zur Bestimmung der Philosophie, 1999. Bd. 58
Vorlesungen: Grundprobleme der Phanomenologie, 1992.
Bd. 59 Vorlesungen: Phanomenologie der Anschauung und des
Ausdrucks. Theorie der philosophischen Begriffsbildung,
Sommersemester 1920, 1993. Bd. 60 Vorlesungen: Phdnomenologie
des religiósen Lebens: 1.
Einleitung in die Phanomenologie der Religión; 2.
Augustinus und der Neuplatonismus; 3. Die philosophischen
Grundlagen der mittelalterlichen Mystik, 1995. Bd. 61
Phanomenologische Interpretationen zu Aristóteles.
Einfiihrung in die phanomenologische Forschung. 1985,2
1994.
Bd. 63 Vorlesungen: Ontologie: Hermeneutik der Faktizitat,2
1995.
Bd. 65 Unveríiffentlichte Ahhandlungen: Beitrcige zur Philosophie:
Vom Ereignis.
Bd. 66 Unveroffentlichte Ahhandlungen: Besinnung, 1997. Bd. 67
Unveroffentlichte Ahhandlungen: Metaphysik und Nihilismus: I. Die
Übeni'indung der Metaphysik; 2. Das Wesen des Nihilismus, 1999. Bd.
68 Unveroffentlichte Ahhandlungen: Hegel I: Hegel: Die Negativitdt. 2.
ErUiuterung der "Einleitung" zu Hegels «Phanomenologie des
164
Geistes», 1993. Bd. 69 Unveroffentlichte Ahhandlungen: Die
Geschichte des Seyns, 1998.
Bd. 75 Zu Hólderlin. Griechenlandreisen, 2000. Bd. 77
Unveroffentlichte Ahhandlungen: Feldweg-Ge sprache, 1995.
Bd. 79 Unveroffentlichte Ahhandlungen: Bremer und Freiburger
Vortriige: 1. Einblick in das was ist; 2. Grundsatze des
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Wesung des Wortes. Zu Herders Abhandlung "Über den
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176
6
Wid., pág. 235
15
/ftitf., pág. 574.
* Sorge: "cura", "cuidado", en el sentido de "preocupación por algo o alguien". [T],
21
Véase O. Póggeler, op. cit., pág. 36 y siguientes y 318.
26
En cuanto a la noción de Vorhandenheit, se han tenido en cuenta sobre todo los párrafos 21 y 69 b de Ser
y tiempo.
60
Ensere e tempo, traducción citada, pág. 279.
75
ib id., págs. 618-9
4
Was ist Metaphysik?, Bonn, 1929; 4ta. edición con una apostilla, 1 rankfurt, 1943: 5a. edición con el
agregado de una introducción, Frankfurt, 1949; traducción italiana de A. Carlini, Florencia 1953.
20
Véase Ser y tiempo, traducción citada, pág. 99: "El ser es el fraseen- dens puro y simple".
21
"La razón es aquello por lo cual existe algo en lugar de la nada".
27
Déla esencia de ¡a verdad, traducción citada, pág. 25.
29
Véase Ibid, pág. 34. "El hombre ex-siste quiere decir ahora: la historia de las posibilidades esenciales de
una humanidad histórica le es asegurada a ésta por la revelación del ente en su totalidad, de suerte que del modo
en que se realiza la esencia originaria de la verdad proceden las simples y capitales decisiones de la historia"; y
en las págs. 37-38: "Toda actitud del hombre histórico, lo advierta él o no, lo comprenda o no, está dominada
por este acuerdo y por medio de este acuerdo se encuentra inmerso en el seno del ente en la totalidad" (él
acuerdo del que se habla aquí es la apertura del Dasein al ente, apertura en la cual el Dasein se encuentra ya
antes de cualquier decisión).
50
Esta es una conclusión a la que Heidegger llega ya en-la Introducción a la metafísica, que en los capítulos
III y IV analiza el sentido que asume el término ser sucesivamente en el pensamiento y en la cultura griega;
véase sobre todo la pág. 206 de la traducción italiana citada.
6
Ueber den Humanismus, op. cit. pág. 7.
20
"Der Urspung des Kusnstwerkes", conferencia dada en Friburgo en noviembre de 1935 y repetida en
Zurich en enero de 1936; el texto publicado luego en Sentieri inierrotti (traducción italiana citada, págs. 3-69) es
el texto más amplio de las tres conferencias con el mismo título dadas en Frankfurt en noviembre - diciembre de
1936.
24
Ihid., pág. 31 y siguientes.
37
ib id., pág. 35.
24
Turín, 1947; 2a. eá..ibid., 1955.
Husserl, Bari, 1970.
ibid., 1965.