El Exilio Mexicano de Luis Cernuda
El Exilio Mexicano de Luis Cernuda
El Exilio Mexicano de Luis Cernuda
Luis Martínez-Falero
II
Comprendo que esta vulgaridad es voluntaria, y que no deja de tener relación con
el absoluto desprecio hacia nosotros sus semejantes que Cernuda no ha perdido ocasión de
manifestarnos; pero lo que no comprendo es adónde va o adónde cree que va con eso. En
largos versos que no se atreve uno a llamar coloquiales (porque afortunadamente la gente
no habla así), arrítmicos, carentes de imágenes, hechos en un lenguaje incoloro de
periodista, con absurdas transposiciones sintácticas de ateneo de pueblo […] Todo esto es
como de un Campoamor sin positivismo. Porque a Campoamor por lo menos le gustaba la
vulgaridad y creía en ella. Mientras que Cernuda parece un instrumento que la vulgaridad
rencorosa utiliza para vengarse de toda nobleza, y en primer lugar de la de Cernuda
mismo.2
III
Sin embargo, es en esta poesía de corte narrativo (compuesta entre 1956 y 1963)
donde encontramos el verdadero sentido confesional de la última poesía de Cernuda: el
homenaje a los amigos (“Amigos: Enrique Asúnsolo”, “Amigos: Víctor Cortezo”…), la
reflexión sobre la Guerra Civil y el exilio (“1936” y “Díptico español”), la hipocresía
(“Birds in the night”) y la derrota del deseo frente a la realidad (“Luis de Baviera
escucha Lohengrin”). Si más arriba apuntaba la importancia de este último poema, por
su introducción de un instrumento compositivo nuevo en la poesía española, que tendría
un importante desarrollo posterior durante algo más de dos décadas, en esta misma línea
de la poesía culta (que posteriormente harían suya novísimos y post-novísimos)
hallamos poemas cono “Mozart”, “Dostoievski y la hermosura física”, “Ninfa y pastor,
por Tiziano” o “Anima, vagula, blandula”.
El abanico de posibilidades en cuanto a los temas y las formas se abre mucho
más que en los libros anteriores de Cernuda, como culminación tanto de un proceso de
asimilación de influencias que hasta ese momento no existían, o sólo apuntaban
tímidamente, como a la necesidad expresiva de una realidad existencial y literaria (si es
que es posible trazar la más mínima cesura entre ambas) que hasta ese momento se
había ceñido a elementos métricos más tradicionales. Porque el dolor es palpable en
muchos de estos versos, así como la indignación ante la hipocresía, que le lleva al
exabrupto contra quienes censuraron la relación entre Verlaine y Rimbaud y
posteriormente les rindieron un homenaje póstumo (“Birds in the night”), o contra quien
presuntamente intenta elevar a la realeza a un Federico García Lorca asesinado (“Otra
vez, con sentimiento”). En el primero de estos dos poemas, el género humano está
caracterizado por esa hipocresía, cuya única solución es su aniquilamiento (“…Alguna
vez deseó uno / Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela. / Tal vez
exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla”). En el segundo, el poema gira en
torno a la referencia a Dámaso Alonso, que había denominado a Lorca “mi príncipe” en
Poetas españoles contemporáneos (1952), y que le lleva a exclamar al final del poema:
“¿Príncipe tú de un sapo? ¿No les basta / a tus compatriotas haberte asesinado? / Ahora
la estupidez sucede al crimen”.
Por tanto, esta alternancia entre una poesía donde predomina la musicalidad (que
generalmente se corresponde con el tema de la belleza en sus diferentes modalidades o a
la alabanza a los amigos) y una poesía donde la forma poética se rompe, para desarrollar
una crítica despiadada a quienes representan los valores negativos de la sociedad,
configura una poética que refleja el carácter de Cernuda con la mayor fidelidad. Su
estancia en México, las luces y las sombras de ese período de su exilio, queda así
transformada en palabra, en una reconstrucción versificada, en la que lo biográfico y lo
sensitivo se unen y cobran un sentido más allá de lo circunstancial.
IV