Ollantaytambo y Cachicata

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OLLANTAYTAMBO Y CACHICATA

(Puedes ampliar las fotos)

Último día del mes de marzo del 2012, sábado, acompañado de cinco personas (Herber,
Josué, Angélica, Percy y su amiga) decidimos visitar el municipio de Ollantaitambo y la cantera
inca de Cachicata.

Ollantaytambo es uno de los lugares en los que podemos admirar la riqueza arqueológica
que nos legaron los incas. Es una población que forma parte de la provincia de Urubamba y del
departamento del Cusco.
(Vista desde la cantera)

Ubicada en la convergencia de dos valles, goza de una agradable climatología con tempe-
raturasimatologías que oscilan entre los 13 y los 20 grados C. durante todo el año.
Ciudad situada a una altitud de 2.790 m.s.n.m. y aorillas del río Vilcanota, al que los incas
llamaban Willcamayu (Río Sagrado). La climatología se ve marcada por dos períodos
bien diferenciados: el SECO, de abril a diciembre, y el LLUVIOSO de enero a marzo.

No es trata de una gran ciudad, pues tiene aproximadamente 11.000 habitantes. Está llena
de encanto por el pasado histórico que reflejan sus edificaciones ya que fue un estratégico centro
militar, agrícola, religioso y sitio de solaz para el inca y la nobleza.

El nombre de OLLANTAYTAMBO proviene del guerrero inca llamado Ollanta y del vocablo
quechua “TAMPU” (derivación en castellano a tambo) que significa “lugar en que se ofrece
alojamiento y comida a los viajeros. Estos lugares de alojamiento estaban situados en lugares
estratégicos con unas buenas comunicaciones y una gran reserva de alimentos. También se conoce
con el nombre de “tambo” a los alojamientos que utilizaban los correos de los incas (Chasquis). Así
pues, Ollantaytambo sería posada de Ollanta, Paucartambo (tambo de Paucar), Limatambo (posada
de Lima), etc.

A medida que íbamos aproximándonos a Ollantaytambo pudimos percibir, a ambos lados del valle,
los numerosos andenes incas que descienden hasta la misma orilla del río Vilcanota; algunos de
ellos, son utilizados aún hoy día para el cultivo, mientras que la gran mayoría han sido abandonados.

Una vez en la población, nuestros ojos, percibieron como instantáneas fotográficas los restos
arqueológicos de la fortaleza inca que se alza majestuosa sobre la cumbre del cerro; y, a nuestros
pies, el trazado rectilíneo de calles, acequias y viviendas de sólidas paredes incas. Pero, de todo
esto, hablaré más adelante.

Nuestro primer objetivo era llegar a la cantera de Cachicata ubicada a seis Km de


Ollantaytambo y a una altitud aproximada de 4.100 m. Allí, no sólo extrajeron los incas las enormes
piedras, sino que también las tallaron parcialmente para ser bajadas luego hasta el valle
del Vilcanota y desde allí, subirlas por una empinada pendiente hasta la fortaleza de Ollantaytambo.

Sabemos, por los útiles que los incas abandonaron en la cantera, que emplearon la misma piedra
para la extracción: percutores de granito y basalto, obtenidos en el río Vilcanota.
En cuanto al traslado de las inmensas rocas, no dejamos de cuestionarnos el tiempo, la
manera y la ingente cantidad de personas aportando su fuerza e ingenio. No cabe duda de que el
pueblo inca era un experto en construcción. Sus numerosas obras que aún perduran en el Valle
Sagrado así lo atestiguan: el Coricancha, Sacsayhuamán, Ollantaytambo, Machupicchu, etc.

Junto a la cantera existen pequeñas construcciones conocidas con el nombre de “CHULLPAS”. Las que
aquí pudimos contemplar son pequeñas torres de base circular, construidas a base de piedras unidas con
argamasa de barro rojo y paja. Se trata de construcciones funerarias que abundan en el Altiplano de Perú y
Bolivia. Las de Cachicata, debido a su pequeño tamaño, sirvieron como sepultura para una persona, en las que
generalmente colocaban al difunto en forma fetal junto con algunas pertenencias. Como podemos ver las
ilustraciones presentes, poseen una abertura o entrada en forma rectangular. Y cubiertas en su parte superior.

Desde este paraje, la vista se recrea con el cuadro escénico que se tiene delante. A nuestros pies la
amplia vega surcada por el río Vilcanota, con sus diversas tonalidades verdes características
de estos meses de lluvia; al frete, las imponentes cumbres de los Andes, entre las que destaca la
Verónica luchando contra las nubes por asomar su cabellera blanca.
(Puedes ampliar las fotos)
Nuestro descenso hacia el valle lo realizamos por la misma rampa
que los incas hicieron servir para deslizas los bloques de piedra rosada. A lo largo de ese trayecto
se pueden observar cómo algunas de esas piedras no llegaron a su destino; se conocen con el
nombre de “Piedras Cansadas”.
Adentrados ya en el municipio de Ollantaytambo, nos quedaban dos importantes centros arqueo-
lógicos para visitar: la ciudad y su fortaleza inca.

Ollantaytambo es quizás el poblado inca mejor conservado. El diseño urbano y las actuales
viviendas mantienen la antigua estructura de los incas. Esto se puede percibir en sus calles, canales
de agua, sus muros inclinados y las puertas trapezoidales de doble jamba y dintel. Hasta las casas
actuales están asentadas sobre el basamento de aquella época.

La ciudad está diseñada en forma de espacios rectangulares y estos, a su vez, integrados


por dos canchas o patios interiores de cielo abierto; alrededor de estos patios se ubican dos o cuatro
viviendas que ocupó la nobleza en épocas remotas y se accede a dichos recintos por una única
puerta. Llama también la atención la abundancia de agua que circula por las acequias de piedra
adosadas a las paredes de las casas de aquellas calles que son paralelas al río Patacancha. Agua
limpia en su origen para uso de los habitantes. Losas de piedra hacen de puente sobre el caudal de
estas aguas para permitir la entrada a las viviendas.

Al otro lado del río Patacamcha y cercana a la fortaleza, está la antigua iglesia colonial. Por
delante de ella hemos de pasar para acceder a la fortaleza inca.
Este complejo arquitectónico se ubica sobre un cerro desde el cual se domina la ciudad y
comprende varias unidades arqueológicas: mura-llas, rampas, andenes, templo, escaleras, etc.

Los 17 andenes que tuvieron una doble finalidad: el cultivo y detener la erosión. Algunos
sobrepasan los dos metros de altura. En el último andén hay diez hornacinas orientadas hacia la
salida del sol. Se conoce este lugar como el Templo de las diez ventanas (lugar en donde se
exponían sus ídolos y momias). Las piedras de este sector son de un labrado exquisito. Y en ese
mismo muro hay una puerta con doble jamba que daba acceso directo al Templo del Sol. La
orientación hacia el sol o la divinidad era importante en la cultura inca. Recordemos que el mentir y
el no trabajar eran castigados en vida y en muerte (enterrar al difunto al lado contrario del sol).
El Templo del Sol: De él, llama poderosamente la atención la pared compuesta por seis
enormes bloques de piedra rosada ligeramente inclinados hacia atrás, unidas con cuñas del mismo
material rocoso para la dilatación, consiguiendo un encaje de alta precisión. Calculan los expertos
que el mayor de los bloques llega a pesar unas 45 toneladas. Y nos preguntamos, ¿cuál fue la técnica
que utilizaron aquí los incas para lograr un ensamblaje tan perfecto entre los bloques de piedra? Los
estudiosos del tema señalan que fue la percusión y que para un acabado final y embellecimiento de
las piedras utilizaron el pulido y la abrasión.

No llegaron a terminar este santuario, pues aparecen piedras de gran tamaño a medio
elaborar. Piedras que como he señalado anteriormente proceden de la cantera de Cachicata. Otras
muchas piedras de pórfido rojo aparecen diseminadas en las inmediaciones de la plaza del recinto
y otras, se utilizaron para cimentar la iglesia colonial de la ciudad.

Al entrar en el recinto arqueológico, a mano derecha y en la parte inferior del mismo,


encontraremos una serie de fuentes que debieron tener una función ceremonial con la que se rindió
culto a la divinidad del agua. Destaca un recinto construido con adobe y de planta cuadrangular que
alberga una fuente especial conocida con el nombre de “Baño de la Ñusta” (Baño de la Princesa).
Esta fuente, de la que aún hoy mana agua, está labrada en roca de granito y es de una sola pieza.

En el cerro de enfrente, llamado Pinkuylluna, que en quechua significa “donde tañe el


pincuyllo” (instrumento de música de la cultura inca parecido a la quena), hay unos edificios
conocidos con el nombre de “colcas” que tenían la función de ser almacenes de productos agrícolas.
Están ubicados a gran altura, donde la temperatura es más baja y el viento es más abundante y se
ve favorecido por las seis ventanas de la fachada y las otras seis en la parte posterior que da a la
montaña. Se trata de una construcción de tres bloques idénticos y adosados unos a otros. Y
dirigiendo la vista hacia la izquierda podemos observar a medio cerro la cara tallada de un inca al
que los habitantes del lugar conocen con el nombre de Tunupa.
Y si se tiene tiempo, uno puede salir de la ciudad en dirección hacia Urubamba siguiendo el cauce
del agua de una acequia inca. Podrá observar a su salida el largo muro con sus numerosas
hornacinas, hoy casi cubiertas a distintos niveles debido al último trazado de la carretera. Esto hace
suponer que, si el antiguo camino inca discurría paralelo a esta pared, debe estar a una profundidad
de 1’50 m. hasta llegar a la doble arcada de la antigua muralla y que debió ser la principal puerta de
entrada a la ciudad primitiva, como parte de un muro defensivo y que se conoce con el nombre de
“Puerta del Pueblo” (Llaqta-Punku).

Atravesando dicho portalón y siguiendo el sendero que va junto a la antigua acequia,


llegamos a lo que fue la fortaleza Inkapintay en el lado derecho del río Vilcanota junto a la carretera
y la vía del tren; enfrente, al otro lado del río, tenemos los restos de la
otra fortaleza deniminada Choqana; ambas debieron ser el primer elemento defensivo de la ciudad.
A su vez podemos observar en los puntos más estratégicos de los cerros, próximos a la ciudad,
atalayas deterioradas que en su tiempo tenían la función de vigilancia y control de los movimientos
en el valle.

Nuestro recorrido puede terminar visitando el puente actual sobre el río Vilcanota. Sus
bases, de origen inca, están construidas con grandes bloques e piedras, así como sus bases
laterales. Para proteger esa base centran colocaron dos enormes rocas a modo de rompe-aguas.
En su origen, este puente era colgante; y como tantos otros que hicieron los incas, estaba realizado
con el trenzado de una planta llamada “ichu”, que también utilizaban y se sigue utilizando en las
cubiertas de las casas.

Desde este lugar, una vez cruzado el puente, obtenemos una buena vista de los andenes que
circundan la ciudad y que se encuentran en muy buen estado. También a este lado del río podemos
visitar la pequeña iglesia dedicada al "Señor de Choquekillka", patrón jurado de la ciudad y cuya
fiesta se celebra en el mes de junio.

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