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RESPUESTA #3.

A. Si la premisa es verdadera y las conclusiones se deducen de ella.

-EXPLICACIÓN.

I. La falta de motivación del contrato (premisa) no es causal de nulidad absoluta del


contrato (conclusión).

El primer argumento es válido, en cuanto la nulidad absoluta solo puede predicarse de las causales
que se encuentren plenamente definidas en la ley, no se halla pues en el art. 1741 CC ni en el art.
44 Ley 80/93, la falta de motivación del contrato como causal de nulidad absoluta.

Así para la validez del argumento su premisa tendrá que referirse a una de las causales señaladas
en la ley para su conclusión.

II. Estar incurso en una inhabilidad al momento de participar en el proceso contractual y


obtener su adjudicación (premisa) es causal de anulación absoluta del contrato.
(conclusión).

Con respecto a la validez de este argumento, dice el art. 44 num.1 de la ley 80/93 que es nulo
absolutamente los contratos que 1o. Se celebren con personas incursas en causales de inhabilidad o
incompatibilidad previstas en la Constitución y la ley.

Debe señalarse que el acto de adjudicación del contrato es anterior a la celebración del mismo,
corresponde al último peldaño en la etapa precontractual y en el sistema de licitación. Aun así, no
es menos cierto que a quien la entidad contratante adjudique el contrato será con quien lo celebre
o suscriba. Sin embargo, lo procedente no sería la declaratoria de nulidad absoluta del contrato,
pues lo pertinente es que la entidad pública que adjudique el contrato lo haga a quien obtuvo el
mayor puntaje dentro del proceso de selección, o en caso tal en que no sea así debe motivar el acto
de adjudicación argumentando por qué la propuesta escogida es la más conveniente y favorable
para la entidad. Evento en el cual se puede oponer la acción de nulidad y restablecimiento del
derecho contra el acto administrativo de adjudicación. De otra parte, el artículo 8° de 1993 es claro
en diferenciar, al estatuir las inhabilidades e incompatibilidades, que las mismas se aplican tanto
para el acto de la contratación como para la participación en la licitación como momento anterior
al de la celebración del negocio ofertado. Resultaría un contrasentido manifiesto el que una vez
advertida la causal de inhabilidad se hubiera llegado al perfeccionamiento del proceso licitatorio
con la suscripción de un contrato que se encontraría viciado de nulidad absoluta, de conformidad
con la causal establecida en el numeral 1° del artículo 44 del estatuto contractual. En todo caso
luego de celebrado el contrato puede intentarse la declaratoria de nulidad absoluta contra el acto
de adjudicación1.

1
Los actos proferidos antes de la celebración del contrato, con ocasión de la actividad contractual, serán
demandables mediante las acciones de nulidad y de nulidad y restablecimiento del derecho, según el caso,
dentro de los treinta días siguientes a su comunicación, notificación o publicación. La interposición de estas
acciones no interrumpirá el proceso licitatorio, ni la celebración y ejecución del contrato. Una vez celebrado
éste, la ilegalidad de los actos previos solamente podrá invocarse como fundamento de la nulidad absoluta
del contrato. (…) los actos separables y previos al contrato, como es el de la adjudicación, si bien pueden ser
demandados invocando la acción de nulidad y restablecimiento del derecho, su impugnación y control
Se concluye entonces que el argumento es válido, en tanto celebrado el contrato.

RESPUESTA #4.

-El Consejo de Estado, Sección Tercera, en sentencia 25000232600020020199601 (32437), ago.


29/16, Indico que la alteración de la ecuación contractual es originada por diversas causas, que se
pueden clasificar en las provenientes de la administración contratante y las causas externas a las
partes del negocio. Y preciso en sentencia 05001-23-31-000-1995-00271-01(31837) may. 6/15.
quien debe asumirlo.

1. Por Causas provenientes de la administración contratante:

Incumplimiento del contrato: El incumplimiento contractual de la Administración genera el


rompimiento del equilibrio económico del contrato, conforme el numeral 1º del artículo 5º
de la Ley 80 de 1993; no obstante, el incumplimiento debe manejarse con mayor propiedad,
bajo la óptica de la responsabilidad contractual, por cuanto estas dos instituciones son
distintas en su configuración y en sus efectos.

Ejercicio del ius variandi: toda vez que la Administración tiene la dirección general, el
control y vigilancia de la ejecución y la facultad excepcional de interpretación, modificación
y terminación unilateral del contrato o ius variandi, la ley estipula que cuando se ejerza esta
facultad y se produzca una variación en su valor igual o superior al 20 %, el contratista podrá
renunciar a la continuación de la ejecución. Además, la Administración deberá proceder al
reconocimiento y orden de pago de las compensaciones e indemnizaciones a que tengan
derecho.

Hecho del Príncipe: Corresponde a una actuación legítima de la Administración que se


presenta con la expedición imprevista y posterior a la celebración del negocio de actos de
carácter general y abstracto por parte de la entidad estatal (leyes, decretos, resoluciones),
los cuales de manera indirecta afectan la ecuación contractual y hacen más gravosa la
situación del contratista. En este caso hay lugar a una indemnización integral de perjuicios.

Quien debe asumirlo.

[E]n los casos en que el desequilibrio se deriva del ejercicio de una potestad (potestas) a
cargo de la administración contratante es imperativo que no sólo se asuma el costo del
desequilibrio –en términos de costos y gastos superiores a los proyectados por el
contratista– sino que, de igual forma, se garantice la utilidad esperada. En esta categoría se
enmarcan entre otros –sin que sea del caso estudiarlos de manera individual por no resultar
aplicables al caso concreto– el ius variandi del negocio jurídico, la modificación e
interpretación unilateral del contrato.

2. Por causas o Factores exógenos o externos a las partes:

quedó también ahora cobijada por la acción prevista en el artículo 87 del Código Contencioso
Administrativo, para cuando se ha celebrado el contrato. CONSEJO DE ESTADO SALA DE LO CONTENCIOSO
ADMINISTRATIVO. SECCION TERCERA. SUBSECCION C. Consejera ponente: OLGA MELIDA VALLE DE DE LA
HOZ. Bogotá, D.C., diez (10) de septiembre de dos mil catorce (2014). Radicación número: 25000-23-26-000-
2000-01305-01(27203)
La teoría de la imprevisión: Nace en consideración a la posibilidad que con posterioridad a
la celebración del contrato se pueden presentar circunstancias extraordinarias e
imprevisibles ajenas a la voluntad de los contratantes, que alteran la ecuación económica
en forma anormal y grave, sin imposibilitar su ejecución. Son hechos sobrevinientes que se
presentan durante la ejecución y que no eran previsibles por las partes cuando se suscribió
el acuerdo.

Sujeciones materiales imprevistas o teoría de las dificultades materiales imprevistas:


Compone una modalidad de la teoría de la imprevisión usual en contratos de obra pública,
que hace relación a hechos físicos imprevisibles, como condiciones inesperadas del terreno,
pluviosidad excepcional, posteriores a la celebración y que afectan la ecuación económica
del mismo, haciéndolo gravemente oneroso para una de ellas. En este caso se debe
reconocer los mayores costos en que incurrió el contratista.

En tal virtud, advirtió la corporación, cualquiera que sea la causa de la ruptura del equilibrio
económico la parte que la alega tiene la carga de acreditar los hechos en que se sustenta
con las características exigidas, en cuanto a la imprevisibilidad y la afectación extraordinaria
de la ecuación, sin olvidar que no cualquier sobrecosto que surja en la ejecución de las
prestaciones puede ser calificado como rompimiento del equilibrio económico del contrato
(C.P. Danilo Rojas Betancourth).

Quien debe asumirlo.

A contrario sensu, si la ruptura o desequilibrio tiene su génesis en un hecho externo,


imprevisible y ajeno a las partes, que afecta de manera anormal y grave la ecuación
financiera del negocio, las partes contratantes –cualquiera que sea, esto es, administración
o contratista– sólo estarán obligadas a llevar al sujeto que padece o sufre el desequilibrio a
una situación de no pérdida, es decir, sólo se reconocerán los gastos o costos extras en que
haya incurrido el contratista en virtud del exceso o sobrecosto producido por la
circunstancia imprevisible e irresistible, sin que sea posible cancelar la utilidad esperada;
por el contrario, si el desequilibrio se presenta a favor de la administración contratante, se
reliquidará el valor del contrato, para efectos de que no se haga muy oneroso su
cumplimiento.

Por causas provenientes del contratista

Naturalmente la posición dominante en el contrato estatal la tiene el estado contratante y


el equilibrio contractual se perfila como un derecho del contratista al mantenimiento del
equilibrio económico del contrato, como quiera que la equivalencia de las prestaciones
recíprocas, el respeto por las condiciones que las partes tuvieron en cuenta al momento de
su celebración y la intangibilidad de la remuneración del contratista, constituyen principios
esenciales de esa relación con el Estado. La ley 19 de 1982 señaló los principios de la
contratación administrativa que debía tener en cuenta el ejecutivo con miras a reformar el
decreto ley 150 de 1976 y expedir un nuevo estatuto. Allí se consagró el derecho del
contratista al mantenimiento del equilibrio económico del contrato, en tanto se previó el
reembolso de los nuevos costos que se derivaran de las modificaciones del contrato
ordenadas por la administración (art. 6º) así como el estimativo de los perjuicios que debían
pagarse en el evento de que se ordenara unilateralmente su terminación (art. 8); principios
posteriormente recogidos en los artículos 19, 20 y 21 del decreto ley 222 de 1983, que
establecieron en favor de la administración los poderes exorbitantes de terminación y
modificación unilateral de los contratos, en los que se condicionó el ejercicio de estas
facultades a la debida protección de los intereses económicos del contratista, otorgándole,
en el primer caso, el derecho a una indemnización y, en el segundo, el derecho a conservar
las condiciones económicas inicialmente pactadas. (Fallo 14577 de 2003 Consejo de Estado)

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