Heidegger - Cuadernos Negros

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Cuadernos negros (1931-1938)
Reflexiones II-VI
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Cuadernos negros (1931-1938)
Reflexiones II-VI
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Martin Heidegger

Edición de Peter Trawny


Traducción de Alberto Ciria
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E D I T O R I A L T R O T T A
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Esta obra ha recibido una ayuda a la edición
del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

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COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
Serie Filosofía
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Título original: Überlegungen II-VI (Schwarze Hefte 1931-1938) (GA 94)

© Editorial Trotta, S.A., 2015


Ferraz, 55. 28008 Madrid
Teléfono: 91 543 03 61
Fax: 91 543 14 88
E-mail: [email protected]
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http://www.trotta.es

© Vittorio Klostermann GmbH, Frankfurt am Main, 2014

© Alberto Ciria Cosculluela, para la traducción, 2015


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ISBN: 978-84-9879-603-2
Depósito Legal: M-30186-2015

Impresión
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ÍNDICE

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Señas x reflexiones (II) e indicaciones .......................................... 11
Reflexiones y señas III ................................................................. 91
Reflexiones IV ............................................................................. 163
Reflexiones V .............................................................................. 241
Reflexiones VI ............................................................................. 325
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Epílogo del editor ........................................................................ 413


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Las anotaciones de los cuadernos negros

son, en su núcleo,
intentos de un sencillo nombrar:
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no un enunciar, ni menos aún apuntes


para un sistema planificado.
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SEÑAS X REFLEXIONES (II)
E INDICACIONES

Octubre de 1931
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M. H.

pavnta ga;r tolmhtevon1

Cf. pp. 19 y 132*.


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1. [Platonis opera. Recognovit brevique adnotatione critica instruxit Ioannes Bur-


net, Clarendon, Oxford, 1900, t. I. Theaetetus, 196d2: «Hay que atreverse a todo»].
* Las referencias son a las páginas del manuscrito de H, indicadas al margen. [N.
del E. español].
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¿Qué debemos hacer? 1
¿Quiénes somos?

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¿Por qué debemos ser?
¿Qué es lo ente?
¿Por qué sucede el ser?

Desde estas preguntas hacia delante en unidad: así es el filosofar.

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1
Lo que alabamos como bendición se debe a lo que nos agobia como
penuria.
Y a si la penuria nos oprime realmente, es decir, si nos presio-
na sacándonos de quedarnos mirando pasmados y comentando la
situación.
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La penuria suprema consiste en que tengamos que acabar volvién-
donos la espalda a nosotros y a nuestra «situación» para… buscar-
nos realmente.
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Fuera de los rodeos, que no hacen más que reconducirnos al mis-


mo carril: meras vías de elusión lejanas y evasivas de lo ineludible.

¡El hombre debe recobrarse a sí mismo! 2


¿Por qué? Porque, «siendo» él un «sí mismo», es sin embargo
de tal modo que se pierde a sí mismo o nunca se cobra, si es que
encima no va dando tumbos o se queda atrapado y cautivo en
cualquier otro sitio. Todo este grandioso ser y poder ser apenas lo
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advertimos ya en raquíticas sombras que se nos quedan en la retina


o en modelos resecos e incompresibles erigidos como «tipos».

¿Pero cómo llega el hombre hasta su sí mismo y se recobra?


¿Qué es lo que define su sí mismo y la mismidad de este?
¿Acaso esto no queda ya sujeto a una primera elección?
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En función de lo que él no escoja, proporcionándose a cambio


un sustituto, el hombre ve su sí mismo
1) por medio de la reflexión habitual;
2) mediante el diálogo con un «tú»;
3) meditando sobre la situación;
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4) cayendo en una idolatría.

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CUADERNOS NEGROS (1931-1938)

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3 Pero suponiendo que el hombre hubiera escogido y que la elec-
ción repercutiera realmente sobre su sí mismo contragolpeándolo

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y reventándolo,
es decir, suponiendo que el hombre hubiera escogido que el ser
de lo ente haya de ser sacado al descubierto y que, merced a esta
elección, el propio hombre volviera a quedar resituado en la exis-
tencia, ¿no tendría entonces que seguir adentrándose mucho en el
silencio del acontecer del ser, un acontecer que tiene su tiempo y

Pru
su silenciamiento?

¿No tiene que haber guardado silencio durante mucho tiempo para
volver a hallar la fuerza y el poder del lenguaje y ser portado por él?

¿No tienen que quedar destrozados todos los marcos y todas las dis-
ciplinas, y no tienen que haber quedado desolados todos los sende-
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ros trazados y desgastados de tanto pisarlos?
¿No es entonces cuando un temperamento que se remonta hasta
muy atrás tiene que templar el ánimo?

4 Quien se limita a quedarse pegado al pie de la montaña ¿cómo pre-


tenderá siquiera ver la montaña?
Tro

Solo paredes y más paredes.


¿Pero cómo llegar a lo alto de la montaña?
Solo dando un salto desde otra montaña. ¿Pero cómo llegar a
lo alto de esta otra?
Habiendo estado ya ahí, es decir, habiendo sido ya ahí: ser uno
que se ha puesto en lo alto de la montaña porque le han llamado
a que acudiera ahí.
¿Quién fue ya así? Pero quien lo haya sido lo sigue siendo, por-
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que jamás otros podrán desplazarle de ahí.

Así es el comienzo y el recomienzo de la filosofía.

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Estamos ante la nada*. Cierto, pero estamos de tal modo que no nos
tomamos en serio ni la nada ni este estar ante ella, que no sabemos
ito

tomárnoslos en serio. Cobardía y ceguera ante el despuntar del ser,


el cual nos porta hasta lo ente.

* De ningún modo ante la nada, sino ante todas las cosas y


cada una de ellas, pero como si no llegaran a ser (cf. p. 50).
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3
¿Hay que atreverse a la gran marcha en solitario, guardando silen-

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cio… hacia el «ser ahí», donde lo ente se vuelve más ente? ¿Des-
preocupándose de toda situación?

¿No es esto desde hace tiempo una necedad, una confusión y un ex-
travío, e incluso una desfachatez, que no hacen más que ir corriendo
tras la «situación»?

Pru
«Situación»: pequeñas conchas que el mar ha arrojado a la playa
y a la arena; pequeñas conchas en las que nos agitamos debatiéndo-
nos y en las que solo vemos seres debatiéndose, pero ya no la oleada
ni el arranque de lo ente.

4
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La nada: ella es más alta y más honda que lo que no llega a ser
ente, demasiado grande y digna como para que a uno cualquiera y
a todos juntos haya de estarles permitido estar así ante ella.

Lo que no llega a ser ente es menos que nada porque ha sido ex-
pulsado del ser, el cual irradia de nada todo lo ente.
Tro

Y es menos porque queda indeciso: ni está con lo ente, para lo cual


tendría que llegar a ser más, ni tampoco con la nada.

5
Poner en marcha el no hacer caso de la situación, pero desde lo
positivo de lo ineludible: no hacer caso de la situación, y el derecho
que se tiene a hacer eso.
Solo cuando dejamos de preguntar por nuestra situación vol-
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vemos nosotros a serla.


Regresar a lo «inconsciente», es decir, no a los «complejos», sino
al «espíritu» que verdaderamente sucede y que es necesario porque
se ha vuelto hacia la penuria.
¡Toda esta endiablada —o más bien divinizada— manera de dis-
poner de la situación como si fuéramos sus arrendatarios y quienes
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sacan beneficio de ella! Esto se queda en una apariencia de seriedad.

6 7

El hombre ya no es capaz de emprender nada consigo mismo, y por


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eso al final acaba figurándoselo «todo».

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CUADERNOS NEGROS (1931-1938)

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El hombre se figura que tiene que emprender algo consigo mismo,

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y no se entera de que, en una ocasión, el «ser ahí» ya emprendió
algo con él (el comienzo de la filosofía), de lo cual él se escabulló
hace ya mucho tiempo.
Que en la existencia lo ente llegue a ser siendo, es decir, que
llegue a hacerse más ente y más irradiante de la nada: en eso con-
siste la misión del hombre en estos aconteceres.

Pru
8
Ser y tiempo I1 es un intento, por incompleto bastante torpe, de
llegar hasta la temporalidad de la existencia para volver a preguntar
de nuevo, desde que lo hiciera Parménides, la pregunta por el ser.
Cf. p. 24.
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9
Objeción contra el libro: hasta hoy sigo sin tener suficientes ad-
versarios. El libro no me ha deparado ni un único adversario que
sea grande.
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8 10
De ese amedrentamiento ante lo pasado que le lleva a uno a aguzar
el oído forma parte la falta de escrúpulos frente a la «tradición» y el
desprecio de lo actual.

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Sobre aquello que, en una obra creativa suelta, la filosofía única-
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mente logra silenciar dirigiéndose a las cosas mismas, es decir, sobre


este silenciamiento, Jaspers escribe, con indolencia e ignorancia,
tres volúmenes. Y así sucede entonces que a cualquier sinvergüen-
za y a cualquiera que escribe le han dado en mano la receta para
ir por ahí hablando incluso acerca de lo último de la filosofía. Y
de este modo queda no solo demostrada, sino incluso legitimada,
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la endeblez del hombre «de hoy» a la hora de filosofar, es más, si-


quiera para regresar a la Antigüedad. Resulta que incluso el «ser»
es ahora tema de las más difundidas habladurías y que a cualquiera
le está permitido y tiene el mismo derecho a ir por ahí opinando lo
primero que se le ocurre.
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1. [M. Heidegger, Ser y tiempo (GA 2, 1977), trad., prólogo y notas de J. E. Ri-
vera C., Trotta, Madrid, 32012].

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