168 PDF
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Art. 168: “Será reprimido con reclusión o prisión de cinco a diez años, el que con
intimidación o simulando autoridad pública o falsa orden de la misma, obligue a otro a entregar,
enviar, depositar o poner a su disposición o a la de un tercero, cosas, dinero o documentos que
produzcan efectos jurídicos
Incurrirá en la misma pena el que por los mismos medios o con violencia, obligue a otro a
suscribir o destruir documentos de obligación o de crédito”
Los Antecedentes
a) Nacimiento de la extorsión.-: Entre los delitos contra la propiedad, el hurto es el más antiguo.
Constituye el antecedente más remoto de la extorsión. La determinación autónoma del hurto, tal como lo
conocemos ahora, se realiza bajo el Imperio. En ese período, el hurto, como apoderamiento ilegítimo de
cosa mueble ajena, se separa de otras conductas análogas, el peculatus, o hurto cometido por un
funcionario público, el plagium, o hurto de una persona libre; el sacrilegium, o hurto de cosas sagradas;
el stellionatus, o fraude penal; la violati sepulcro, o despojo de cadáveres; el abigeatus, o robo de
animales, y por último, el hurto violento, robo o rapiña, nuestro actual robo con armas.
La rapiña o robo con violencia contra las personas, se contrapone al hurto simple, así como el
arrebato con violencia de la cosa (rapere vi et palam) se contrapone a la sustracción clandestina y oculta
(contrectare clam et oculte).
Mas tarde aparece, muy desdibujada aún, la extorsión (obtención de dinero bajo coacción moral)
con el nombre de concussio, que no tenía la significación actual, sino la de abuso de autoridad propia de
los funcionarios y la amenaza de acusar a alguien de delito.
Esta orientación se debió a, las cada vez, más enormes distancias a que se extendía el Imperio
romano, y a la imposibilidad de control desde Roma de la conducta de sus funcionarios, lo que daba
lugar a la corrupción de éstos dada la inexistencia de un control adecuado.
b) Vinculación con el inicio del procedimiento penal romano. En forma larvada, la extorsión se
vincula a un momento decisivo dentro del desarrollo penal romano. En efecto, este último no tuvo la
amplia regulación del procedimiento civil, porque los romanos no llegaron a establecer una
sistematización sobre el delito y las penas, ni tampoco a dictar normas que regularan todo lo
concerniente a la organización procesal. Precisamente, el derecho penal romano logra una más armónica
formulación cuando se establecen las quaestionae perpetuae. La causa de creación de estos tribunales
permanentes obedeció a la necesidad de sancionar criminalmente las exacciones de los magistrados
Las quejas de los provinciales contra los funcionarios venales llegaron hasta el senado, quien
ante la ausencia de tribunales especializados para juzgar tales delitos, procedió a nombrar un colegio de
recuperatores para que investigara los hechos denunciados y en caso de encontrar culpable al acusado,
le obligaran a devolver lo indebidamente percibido.
En el año 149 a. C., se dictó un plebiscito a proposición del tribuno Calpurnio Pisón, que se
conoce con el nombre de ley Calpurnia repetumdarum. La misma tuvo la virtud de echar las bases para
la primera quaestio perpetuae. Dicha ley dispuso que el pretor peregrino debía estar a cargo de la
dirección de esta clase de juicio, ordenando que se confeccionara una lista de jueces entre los cuales
serían ser elegidos los miembros que formarían el jurado que debía entender en cada caso particular.
a) Doctrina del delito medio y delito fin. La extorsión es una ofensa a la libertad, como medio y
a la propiedad, como fin. CARMIIGNANI Y CARRARA desarrollaron la teoría por la cual la
clasificación y el ordenamiento de las infracciones, ha de hacerse teniendo en cuenta el objeto
ideológico del delito o final de la acción. . La excepción es que, cuando sean dos los bienes atacados, y
el atacado en primer término, que da lugar al delito medio, tenga mayor importancia, la clasificación ha
de hacerse teniendo como base ese “hecho delictivo medio”. Contrariamente, en el caso de la extorsión,
el hecho delictivo medio es de menor importancia, por lo que, siguiendo esa teoría, se ha clasificado a la
extorsión entre los delitos contra la propiedad, o el patrimonio.
La extorsión y el robo se identificaban parcialmente. “El que obligue a otro con violencia o
intimidación a firmar, otorgar o entregar una escritura pública, letra, vale o documento que contenga
obligación o descargo, será castigado como culpable de robo con las penas señaladas en los capítulos
respectivos”. La nota al artículo expresaba: “Obligar, por fuerza, dice Pacheco, a cualquier persona que
firme o entregue un documento de los que declara el artículo, equivale plenamente a arrancarle la
cantidad que en el documento se señala. Es pues, igual, esencialmente, a un robo el acto aquí ejecutado,
y las penas que para el robo deben servir han de aplicarse también a esos otros hechos de violencia. Lo
mismo ataca mi propiedad con violencia de mi persona quien me arrebató el reloj poniéndome un puñal
en el pecho, que quien me obliga con el mismo puñal a firmarle un pagaré”.
d) Código de 1886. El art. 168 castiga al que amenazare a otro con causar al mismo o a
miembros de su familia, un mal que constituya delito. En el art. 189, inc. 3º, presentaba una figura
parecida a la de la segunda parte del actual art. 168, extorsión documental, pero se la llamaba robo: “La
pena (del robo) será de tres a seis años de presidio cuando se obligue por violencia a firmar un
documento de obligación o de cancelación
f) Proyecto de 1891: “Figuran como extorsión, los siguientes hechos: obligar a otro con violencia
o intimidación, a depositar, entregar, suscribir o destruir, en perjuicio propio o ajeno, un documento
capaz de producir cualquier efecto jurídico; obligar a otro por medio de amenazas o simulando orden
pública, a enviar, depositar, o poner a disposición del agente o de un tercero, cosas, dinero o documentos
que produzcan efectos jurídicos; obligar a otro, por amenazas de imputaciones contra el honor o de
violación de secretos, a la entrega de una cosa que no sea del culpable, o a contraer una obligación o a
extinguir un crédito; detener en rehenes a una persona para sacar rescate; sustraer un cadáver para
hacerse pagar su devolución. Dentro de los distintos Proyectos y Códigos que jalonan el desarrollo del
Código hasta la forma actual, puede decirse sin miedo a error, que el de este Código de 1891 es el más
importante, ya que como se advierte están adelantadas en su letra las distintas figuras penales que han de
consagrase en el Código vigente, desde el art. 168 hasta el artículo 171.
h) Ley de reformas 4189. Con el título “Extorsión”, se reprime con tres a seis años de
penitenciaría, al que, con violencia o intimidación obligare a otro a depositar, entregar, suscribir o
destruir en perjuicio propio o ajeno, un documento capaz de producir cualquier efecto jurídico. Es fácil
vincular este texto con el art. 168 actual. , en su primera parte y también en la segunda parte,
parcialmente. La fuente es el Proyecto de 1891. No aparece, sin embargo, la palabra “entrega”. Se ha
señalado que ello es para evitar la confusión con el robo. Las penas de ambos delitos se asemejan.
i) Proyecto de 1906.- En el artículo 183 está la extorsión, que es por “violencia o simulación
de autoridad”. El texto es parecido al 168, primera parte. La extorsión documental aparece muy alejada
de la configuración actual, en el art. 155. El robo se presenta como de difícil distinción con la extorsión.
k) Código Penal de 1921 (ley 11.179).- Es el vigente que se sanciona en 1921, pero comienza
a cumplirse en 1922. Se incluye la “entrega” entre las acciones que son obligadas por sujeto activo al
pasivo. Aparece ahora la extorsión documental tal como la tenemos, en el art, 168, segunda parte.
También se incluye junto a la falsa orden, la simulación de la autoridad. El robo sigue no incluyendo la
intimidación, según el criterio de GONZÁLEZ ROURA.
El derecho reconoce la existencia de entes que merecen su protección1. Estos entes existen
naturalmente antes de que el derecho se interese por ellos, pero es recién por intermedio de ese interés
que se ven elevados a la condición de bienes jurídicos.
Cuando el interés del derecho por eos bienes es mayor, se produce una protección de naturaleza
penal. Puede ocurrir que la protección existente, ya dada, no fuera de esa clase o que el bien no tuviera
ninguna protección. En ambos casos, la protección penal surge del reconocimiento de una insuficiencia.
Ese déficit sancionatorio es así cuantitativo (cuando ya existe una protección penal) o cualitativo
(cuando no existe protección alguna). Consecuentemente, el derecho penal es normalmente
sancionatorio (porque la primera categoría es la regla) y algunas veces constitutivo (porque la segunda
categoría es la excepción).
Del ente como objeto que interesa al derecho, se pasa a la norma, que es lo que el derecho
elabora para esa protección; y de la norma deviene el tipo como concreción prohibitiva. Frente a esa
progresión, el derecho manifiesta un interés jurídico negativo con respecto a la conducta infractora.
Así determinada la noción del instituto bien jurídico protegido en cada delito adquiere
importancia básica a través de un proceso circular. Frente a una conducta reprochable penalmente,
tener en cuenta el bien jurídico que se halla protegido es calar profundamente en el tipo y en la norma, y
adquirir una fuente de información para la intelección adecuada del delito.
1
El concepto de JAKOBS es diferente: “El Derecho Penal no persigue la protección de bienes jurídicos sino la protección de
la vigencia de la norma; el delito es algo negativo que debe ser evitado; pero no porque represente una amenaza de intereses
relevantes cuya lesión o puesta en peligro podría afectar gravemente la capacidad de participación de los individuos en la
vida social, sino sólo porque expresaría una oposición a la norma imperativa, con total independencia de su concreto
contenido” (JAKOBS, G., El concepto jurídico penal de acción, 1992, trad. de Miguel Cancio Meliá, en “Estudios de
Derecho Penal”, Civitas, 1997, p. 116.
En su libro, Delitos contra la propiedad, p. 7, dice NÚÑEZ, “que propiedad como bien
protegido por el Código Penal no es la propiedad o dominio del Código Civil (art. 2506). El dominio es
un derecho real en virtud del cual, una cosa se encuentra sometida a la voluntad y acción de una persona.
El Código Penal le confiere a la propiedad una extensión mucho mayor.
“No sólo protege –sigue diciendo NÚÑEZ- esa relación de dominio entre las personas y las
cosas, sino otras relaciones reales entre ambos, de carácter menos amplio, como son los otros derechos
reales que las leyes le reconocen al hombre sobre éstas, así como también los llamados derechos
personales y los derechos administrativos, y la vinculación de hecho –entre una persona y las cosas- de
posesión y tenencia.“Lo que el Código Penal protege es la propiedad en el sentido que le confiere la
Constitución, la cual le reconoce toda persona el derecho de usar y disponer de su propiedad. Esta
propiedad comprende, tratándose de los delitos contra ella, todos los intereses apreciables que una
persona física o jurídica, privada o pública tiene, fuera de los derechos de la personalidad, de los
derechos de familia y de los derechos políticos, que con arreglo a su naturaleza, le pueden
corresponder”.
VIII. “Propiedad” del Código Penal, no identificable con propiedad Código Civil.
En realidad, entonces, la protección que el derecho penal acuerda en referencia al bien jurídico
protegido propiedad, tampoco se identifica con la propiedad del Código Civil. Esa tutela se extiende a la
posesión, es decir, a la tenencia por alguien de una cosa con intención de someterla al ejercicio de un
derecho de propiedad (art. 2351, Cód. Civil) y también a la simple tenencia, vale decir, cuando se
reconoce la propiedad de otro (art. 2352, Cód. Civil).
Particularidades de la Figura
La relación de la extorsión con otros delitos. Analogía. Notas comunes. La diferenciación.
a) Ubicación.- El art. 149 bis del Código Penal, se refiere en el primer párrafo al delito de
amenaza, y en el segundo, al delito de amenazas calificadas, llamado también, delito de coacción. El
texto actual, correspondiente a la ley 21.338, es el siguiente:
“Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el que hiciere uso de amenazas para alarmar o amedrentar a uno o
más personas. La pena será de dos a seis años de prisión si se emplearen armas o si las amenazas fueren anónimas”.
“Será reprimido con prisión o reclusión de dos a seis años, el que hiciere uso de amenazas con el propósito de obligar a otro a
hacer, no hacer o tolerar algo contra su voluntad”.
Incurre en la acción típica del primer párrafo quien anuncia a otro un mal futuro dependiente
de la voluntad del agente, que éste dice tener el propósito de realizar3. De manera que si bien no se exige
lograr el efectivo amedrentamiento de la víctima, sí se requiere el propósito específico de causarlo. Se
puede amenazar directa o indirectamente, en forma velada, manifiesta o tácita; por gestos y ademanes
simbólicos, palabras o signos; en forma verbal o por vía escrita. En forma postal, telefónica o personal,
o por interpósita persona. El hecho de exhibir significativamente o apuntar, con un arma de fuego, aun
descargada o no apta para el disparo, puede resultar suficiente.
El anuncio de un mal a recaer sobre el mismo agente que lo formula, o que éste se causaría a sí
mismo, constituye amenaza calificada, si pretende coaccionar a la víctima (un hijo se pone una pistola
en la sien y amenaza a su padre con accionar el gatillo, si éste no le firma una traslación de bienes). Por
eso se ha dicho: “El propósito de coaccionar a la víctima torna punible la amenaza de autolesión, por
cuanto la criminalidad de este hecho no reside en la ilicitud de aquello con que se amenaza, sino en la
intrínseca ilicitud de aquello que se le adosa”4.
La manifestación o exteriorización de la voluntad de ocasionar o de concurrir a ocasionar un
daño, debe ocasionalmente realizarse de tal manera que “llegue”, o estar dirigida alguien a quien pueda
alarmar o amedrentar la posibilidad de su producción. Por eso, las amenazas proferidas en soledad, y
escuchadas casualmente por un tercero, no constituyen este delito, porque no se hace uso de ellas “para”
alarmar o amedrentar. Es delito formal y su consumación no exige la producción de un daño, por lo cual
3
Conviene detenernos en el delito de amenazas, pues él es la base de la extorsión. Algunos códigos penales incluyen la figura
de “amenazas” entre los delitos contra la libertad y seguridad, bajo el título de “Amenazas y Coacciones”. Ciertos autores le
niegan a la amenaza la categoría de un delito propio, considerándola solamente como una tentativa de delito amenazado,
opinión que no puede ser sostenida por no haber aun en la amenaza un principio de ejecución. En cuanto a la concepción en
sí de la amenaza como un delito contra la paz jurídica (Rechtsfrieden), o contra la conciencia de la seguridad bajo la
protección del orden jurídico, es admitida y defendida por los tratadistas alemanes Von LISZT, MEYER, ALFRED Y
FRANK. Comparten la creencia de que la amenaza constituye un atentado contra la libertad CARRARA, PESSINA,
IMPALLOMENI y MANZINI. Otros códigos penales consideran a la amenaza como delito contra las personas (Francia,
Portugal), contra la seguridad pública (Bélgica), o como un atentado contra la paz y el honor de las personas (Dinamarca),
contra la libertad moral (Italia), o contra la libertad personal (Alemania, Brasil). En España, Torio López señala que en la
literatura penal extranjera, suiza y alemana, el delito de coacciones ha despertado modernamente mayor interés que otros
problemas. En Alemania, hay una amplia utilización del tipo de coacción en el ámbito del tráfico automovilístico, donde la
proliferación de la violencia es siempre creciente para sancionar comportamientos como impedir durante un largo trayecto
un adelantamiento, forzar la maniobras no queridas, etc.
4
CPenal de Santa Fe, Sala I, 29/8/1986, Juris, 80-100.
b) Coacción como delito y coacción como inculpabilidad. El delito de coacción no tiene nada
que ver con la coacción del art. 34, inc. 2do, del Cód. Penal. Este última es un mandato a delinquir
impuesto con la amenaza de un grave mal. Se trata de una excluyente de culpabilidad del sujeto activo,
que tiene su voluntad totalmente reducida, al punto de carecer de opción.
Dice ZAFFARONI; “la coacción, entendida como la acción de un tercero que amenaza a otro
para que cometa un delito, puede ser un estado de necesidad inculpante; pero también puede ser un
estado de necesidad justificante: si el mal que se le amenaza es equivalente al que se le quiere hacer
causar, habrá un estado de necesidad inculpante; si el mal que se le amenaza es más grave, la coacción
será un estado de necesidad justificante. Así si A amenaza de muerte a B para que mate a C, habrá un
estado de necesidad inculpante; pero si A amenaza de muerte a B para que se apodere del reloj de C, el
estado de necesidad en que se encuentra B, será justificante. Dentro de nuestro esquema, que se maneja
con un concepto personal del injusto, es admisible que el interpuesto para la comisión de un acto
jurídico actúa justificadamente. Cuando el obligado actúa justificadamente, el agredido no podría
defenderse legítimamente contra él (porque no se admite causa de justificación contra causa de
justificación) pero, podrá actuar en estado de necesidad inculpante. Así cuando A exige a B que mate a
C, C podrá defenderse legítimamente contra B y contra A, pues cualquiera de ambos actúa
antijurídicamente, siendo irrelevante para los efectos de la defensa legítima que B actúe
inculpablemente. En lugar, si A amenaza de muerte a B para que le hurte el reloj a C, C no podrá
defenderse legítimamente de B (porque B actúa justificadamente en razón de que el hurto de un reloj es
un mal menor que la muerte); de cualquier manera, por supuesto, puede defenderse legítimamente de A.
En la coacción del art. 34, del Cód. Penal, se mantiene una defectuosa redacción, en la que
aparecen juntas `la fuerza física “irresistible”, que da lugar, en realidad, a la ausencia de acto, “las
amenazas de sufrir de sufrir un mal grave e inminente”, lo que excluye la culpabilidad, pero deja
subsistente el acto. Es que, para que la persona se siente realmente coaccionada, conforme a la exigencia
del art. 34, inc. 2do., tiene que carecer de opción y hallarse su voluntad totalmente reducida. SOLER
5
“Teniendo en cuenta que las expresiones amenazantes vertidas por el imputado a un grupo de periodistas reunidos, a efecto
de que se retiraran del frente de su casa, lo fueron en medio de una confusa batahola, no resultan configurativas del delito de
coacción, ya que ellas no pueden ser juzgadas como una acción autónoma específicamente enderezada a quebrar la voluntad
de sus contendientes, sino más bien como un quod plerunque accidit, , fruto de la exaltación del ánimo que iba generando el
episodio en todo su crescendo de ofuscación, desprovistas esas amenazas de un proceso mental crítico y originadas al influjo
de un raptus irae” (CApel y Garantías Mercedes, “Maradona, Armando”, Sala I, 7/57/99, LLBA, 1999-830).
6
Dice RODRÍGUEZ DEVESA que lo característico y lo que diferencia a la estafa del resto de los delitos contra la
propiedad, reside en el medio utilizado para el ataque, a saber, el engaño, hasta el punto de que una serie de reputados autores
sostiene que, al lado del perjuicio patrimonial, se da siempre en la estafa un ataque a la buena fe en el tráfico jurídico,
llegando incluso a considerar como un objeto primario de protección, la lealtad y buena fe antes que el patrimonio. No
parece, sin embargo, posible, admitir al lado de la prestación patrimonial la presencia de un segundo bien jurídico,
consistente en la buena fe, porque el quebranto de la confianza y seguridad en las relaciones jurídicas patrimoniales,
mientras se derive o pueda derivarse perjuicio, es irrelevante desde el punto de vista jurídico penal. Comparto, desde luego, la
opinión de BINDING, de que no sólo existe, ni ha existido nunca un `derecho a la verdad´, sino que un derecho de esa
naturaleza sería `insufrible” (Derecho penal español, t. II, p. 451).
Fue presentado como estafa por el defensor, un caso en que, un menor, con el ánimo de obtener de su progenitor, dinero,
simuló un secuestro. Se entendió que el ilícito era extorsión (CNCrimCorr, Sala Especial, 27/5/1972, BICCC. 1972-5-57).
“Configura el delito de extorsión en grado de tentativa, y no el de estafa, la acción del procesado que, titulándose policía –
que no lo era- mediante la exhibición de chapa correspondiente, retuvo al damnificado el documento de identidad, diciéndole,
antes de llegar a la seccional policial, que se lo devolvería previa la entrega de dinero, o sea, que la disposición patrimonial a
que se encontraba obligado el denunciante, frustrada por la intervención policial, tuvo como factor determinante, no el error,
sino el temor que acarreaba la extorsión” (CNCrimCorr, Sala II, 22/9/87, “Goncalvez Díaz”, causa 33.031). Lo que establece
que es una extorsión es la falsa condición de policía; si se tratase de un policía verdadero el delito sería concusión (art. 266,
Cód. Penal, según la tesis de RAMOS MEJIA).
7
Tal aseveración la hicimos en nuestro libro, Los delitos de extorsión, Abaco, 1982, Buenos Aires, pero no la repetimos en
Extorsión. Las cinco especies delictuales, Astrea, 2011, Buenos Aires
8
(CNCrimCorr, Sala V, 13/5/2008, “Cisneros, María Cristina s/Procesamiento”, c. 34.743, elDial-AA488C).
Durante toda la vigencia del Código Penal de 1921 a 1968, la extorsión aparece caracterizada
por la intimidación y el robo por la violencia. Ocurrió que al tener injerencia otra nota distintiva, como
el modo de desplazamiento del objeto, por disposición en la extorsión y por apoderamiento en el robo,
SOLER señaló una doble laguna, quitar (apoderarse) mediante coacción, no sería robo por no haber
entrega, sino sustracción. Inversamente, hacerse entregar por la fuerza física, no sería extorsión, por el
medio empleado y no sería robo, porque no habría sustracción.
Ese no fue el único problema. Basado en que la amenaza con armas no existía todavía violencia
física, sino amenaza de ella, Gerardo PEÑA GUZMÁN, y otros autores, y los siguieron los tribunales,
observaron que, quien amenaza con armas –intimidando- al requerir una suma de dinero, cometía
extorsión y no robo. SOLER, corrigió esta idea: en el robo con violencia física ha de apreciarse no sólo
la vis absoluta, sino también la vis compulsiva, o sea la amenaza. Por ello, para él, la amenaza con armas
constituía robo y no una extorsión. Pero a diferencia de la extorsión, esta amenaza era de concreción
inmediata.
Por la ley 17.567, de 1968, siguiendo al sistema del Proyecto de 1891, se incluyó la intimidación
en el robo. Este podía ser cometido por violencia, pero también por intimidación. Cesó, entonces, la
discusión anterior: la amenaza con armas, como intimidación, es una forma constitutiva de robo. Pero se
trata de una forma distinta de intimidación. Este es un medio puramente moral. ¿qué significa esto?.
Que obra en el tiempo. Se intimida ahora con un mal que va a suceder después. Es un mal mediato,
mientras la intimidación del robo es inmediata en sus efectos.
Los redactores de la ley 17.567, dijeron: junto a la violencia en las personas del robo, incluimos
la intimidación, como mal físico inminente para la víctima. En cambio, la intimidación de la extorsión,
el mal amenazado supone un cierto intervalo entre la amenaza y su cumplimiento9.
9
“Las figuras del robo y la extorsión se separan por la discontinuidad existente entre la amenaza y el mal o entre aquella y
la prestación que se da en el caso de la extorsión y no en el robo donde la amenaza de violencia se cumple con acto de
presencia, o sea, con la víctima a disposición del sujeto activo. La distinción entre el robo y la extorsión, cuando en los dos
delitos la violencia se ejerce sobre la persona, radica en que en el robo esa violencia es física y en la extorsión es moral. El
hecho de haberse apropiado de dos cheques que la víctima, previamente, confeccionó y suscribió intimidada por armas de
fuego, por quienes los cobraron en los respectivos bancos y se apoderaron del dinero, configura el delito de robo calificado y
no el de extorsión documental” (TSCórdoba, Sala Penal, 30/11/83, “Flores Miranda, Alejandro A.”, LLC, 1984-1276, 105-R).
Hemos dicho, que, la extorsión, en su etapa más remota de su formación, en Roma, se vincula
con el uso indebido de la potestad pública para obtener un beneficio indebido (metus publicae
potestatis). Recordado esto, está explicada ya su actual íntima relación con el delito de exacciones
ilegales (art. 266, del Cód. Penal), Ello además está connotado porque, si bien las exacciones ilegales y
la concusión, su forma derivada, son considerados delitos contra la Administración pública, se acepta
que ambos atacan, por agregado, a la propiedad. Veamos el art. 266, exacciones ilegales:
“Será reprimido con prisión de uno a cuatro años, e inhabilitación especial de uno a cinco años, el funcionario público que,
abusando de su cargo, solicitare, exigiere o hiciera pagar o entregar indebidamente, por sí o por interpuesta persona, una contribución, un
derecho o una dádiva o cobrase mayores derechos que los que corresponden”.
Lo primero que observamos es que las exacciones ilegales deben ser hechas por un funcionario
público10. Pero, como dijimos, la extorsión puede ser hecha por un funcionario público, por quien
simule serlo, o además, por quien simplemente sea un particular; lo que en definitiva se traduce en la
expresión, comprensiva, “cualquier persona puede ser el sujeto activo de una extorsión”. Esto significa
que cuando interviene un funcionario público como autor, abusando de su cargo, no por ello el hecho
deba ser, en la diferenciación que estamos tratando, necesariamente, exacciones ilegales o concusión: el
hecho puede ser una extorsión. Dice lo contrario, CARAMUTI, citando a LAJE ANAYA,
Comentarios al Código Penal, t. II, p. 82)y lo dice en Extorsión, “Código Penal, BAIGÚN-
ZAFFARONI, Y TERRAGNI, coordinador: “Puede ser cometido por cualquier persona, incluso por un
funcionario público, a condición de que no cometa el delito en ejercicio de sus funciones” (pág. 555, in
fine); pero no da sus razones. Y esto es equivocado, porque la conducta si se hace por un funcionario
público, mientras lo que se exija no sea una contribución un derecho o mayores derechos de los que
corresponden, estará claro que se trata del delito del art. 168, extorsión11. Habrá una intimidación y se
10
Se ha dicho: debe ser considerado funcionario público el martillero designado para llevar adelante un remate en un
expediente judicial, que fue investido por el magistrado de facultades como vencer la inviolabilidad del domicilio y la de
demandar para sus fines el uso de la fuerza pública, en carácter de oficial de justicia ad hoc, pues aquél participaba sin dudas
del ejercicio de una función pública. “Es autor de exacciones ilegales calificadas, por la utilización de intimidación (art.
267), el martillero rematador designado oficial de justicia ad hoc, que se presentó repetidamente en el inmueble a subastar y
exigió en todas esas oportunidades la entrega de una suma de dinero en forma perentoria y amenazante, formulando
permanentes advertencias acerca de las consecuencias desfavorables que se producirían de no acceder a su reclamo. El delito
del art. 267 es de mal futuro y se consuma con la exigencia” (TOralCriminal Nro. 24, 20/03/03, “Brahim Adrem M. causa
964). Como suele ocurrir el TribunalOral 24, se equivoca. No es “exacciones ilegales calificadas” la calificación que debió
hacerse. Se trata, sin más de una extorsión. Hay un “mal futuro” como lo dice el mismo pronunciamiento. Y el futuro, es
característico de la extorsión. Pero, además, es evidente, que no se reclamaba “para el Estado”, lo que es un requisito de las
exacciones ilegales, calificadas o no. Finalmente, “exigencia” no es la palabra adecuada, según lo requiere el art. 267, sino
“intimidación”. Es visible, entonces, el error. Y más aún, plural.
11
Concuerda con nosotros, y no con CARAMUTI, el siguiente fallo: “No deben confundirse los delitos contra la
Administración con los delitos contra la propiedad: cuando el funcionario no reclama para la Administración, sino
directamente para sí se está en el terreno de la extorsión, si es que dan los demás requisitos de ella. Cuando el acto no
implique un abuso del cargo, sino una actitud personal y evidentemente extrafuncional del sujeto, se trata del delito de
estafa, si se utilizan para ello procedimientos engañosos, o de un robo, si se utilizan procedimientos violentos o intimidatorios
prisión hasta cuatro años y la inhabilitación hasta seis años” 12. Aparte de existir una forma agravada por el modo, o sea
la de este art. 267, hay otra forma agravada por el destino del tributo, que es la del art. 268, que dice:
“Será reprimido con prisión de dos a seis años e inhabilitación absoluta perpetua, el funcionario público que convirtiere en provecho propio
o de tercero las exacciones expresadas en los artículos anteriores”.
Hasta acá lo que puede llevar a confusión frente a algunas conductas, dando encaje en la
extorsión, o dando encaje en las exacciones ilegales, y en la concusión. Veamos las diferencias: el
sujeto activo de la exacción ilegal es un funcionario público, el que puede actuar directamente o por
persona interpuesta; en este caso, el tercero, por no ser funcionario, es partícipe necesario. El delito se
comete con abuso del cargo mediante una exigencia. La exigencia debe ser hecha sin intimidación en el
caso del art. 266, y además invocando orden superior, pues si se dan estos dos medios se pasa al art.
siguiente, 267, exacción ilegal calificada. El delito del art. 266 es instantáneo y doloso; admite la
tentativa.
Pero el intento de distinción con la extorsión se ha hecho con errores. Así de decir que en un
caso, exacciones ilegales, el funcionario es verdadero y “en el otro simulado”, se ha pasado a descuidar
que lo exigido en un delito y otro son cosas diferentes. En efecto, para que una exigencia indebida sea
exacción ilegal no bastará con que el funcionario sea verdadero. Un elemento fundamentalmente
requerible es que se trate, realmente, de una “exacción 13. Es ésta una contribución, un derecho, o
enderezados a la inmediata concesión de la prestación por parte de la víctima” (CApelCriminal Sta Fe., Sala I, 2/9/81,
“Galmez, Eduardo L.”, RepLL, XLII, A-I-1106. sum. 3).
12
“La diferencia fundamental entre el delito de exacciones ilegales calificadas, por haber sido cometido mediante
intimidación, y el de extorsión, perpetrado por igual medio comisivo, consiste sustancialmente en que en aquel delito contra
la Administración pública el autor es funcionario competente, aunque por excepción pueda caber que lo sea también en
actividad funcional semejante, y en cambio, en el aludido delito contra la propiedad, el agente no es funcionario, y si lo es,
carece en absoluto de atribuciones para actuar” (CNCrimCorr, Sala III, Agosto 5 de 1978, ED, Disco Láser, 1995).
“Si existió una coacción moral sobre la voluntad de la víctima –amenaza consistente en la posibilidad de imputarle un
delito y ser detenido- en busca de la obtención injusta de un beneficio pecuniario en perjuicio de esta última –entrega de
dinero y otros efectos- la conducta desplegada por el imputado reúne los requisitos típicos previstos por el art. 168 del
Código Penal. En las exacciones ilegales, en cambio, el funcionario público actúa abusivamente a fin de obtener más de lo
debido o superar los límites de su autoridad, lo que no se da si el damnificado nada debía al imputado, por lo cual mal podría
exigirle la entrega de alguna cosa, lo que es extorsión” (CNCrimCorr, Sala I, 21/10/12, “Ríos, Carlos A.”, causa 18.939).
13
PIÑA recuerda a RAMOS MEJÍA quien sostiene que, a fin de separar debidamente con criterio jurídico el delito de
concusión de las hipótesis de exacciones ilegales, de nada vale tomar en consideración la naturaleza de la pena, la calidad de
funcionario público que debe revestir el sujeto activo, el necesario abuso en el ejercicio, la posible intervención de un tercero,
ni el modo común de la acción mediante el requisito de un pago o una entrega indebidos. El elemento fundamental, y que
realmente señala la distinción entre ambos delitos, consiste en aquello que es objeto de la exigencia ilícita del funcionario,
pues es cierto que, en tal aspecto, no es lo mismo exigir una contribución, un derecho, o mayores derechos que los que
corresponden, que exigir una dádiva, ni en todos los casos lo recibido es producto de una exacción, ni es posible por ello,
convertir ese producto en todos los casos en provecho propio o de un tercero. El error en nuestra ley –a consecuencia del cual
se ha producido esa confusión entre ambos delitos –reside en haber equiparado en el art. 266 del Cód. Penal la exigencia de
una contribución o de un derecho con la exigencia de una dádiva, confusión agravada por el art. 268, al considerar a todas
esas exigencias como exacciones. Actualmente se ve aun más gravosa, la situación descripta, por el agregado, en el texto
legal, del art. 266, del término “solicitare” (ENRIQUE RAMOS MEJÍA, El delito de concusión, p. 70). A ello le aduna que,
“al analizar la cuestión también recurre al origen del vocablo “exacción”, que tiene una firme tradición etimológica y jurídica,
y vale tanto como recaudación o cobranza arbitraria de rentas, tributos, impuestos, derechos o contribuciones, es decir, de
algo que sólo se puede adeudar o pagar al Estado, en cuyo nombre y en cuyo aparente beneficio actúa y debe actuar el
agente. Por ello, aquel tipo de exigencia importa una exacción ilegal, y se halla reprimida en el art. 266, agravando la pena
el art. 268 del Cód. Penal, en caso de que el funcionario convirtiere la respectiva exacción en provecho propio o de un
tercero, desviándola del destino primitivo: las arcas fiscales. La maliciosa combinación de extorsión y engaño ha concluido
así en beneficio exclusivo del reo. Ahora bien, cuando lo exigido indebidamente es una dádiva (algo que nunca puede
suponer la víctima como adeudado regularmente al Estado) el agente actúa desde un principio invocando su propio nombre y
en su exclusivo beneficio: sin posibilidad de convertir, luego en provecho propio lo obtenido de aquella manera y no
infringe por ello el art. 268 del Cód. Penal, sino solamente en el art. 266 del mismo Cód. Penal” (ROXANA PIÑA,
Cohecho ,exacciones ilegales y concusión, Revista de Derecho Penal, 2003-3-99
14
MORENO, Rodolfo, El Código Penal y sus antecedentes, pág. 256, parágr. 251, Tomáis Editor, Buenos Aires, 1923.
15
CREUS, dice: “Buena parte de la doctrina se resiste a concebir la existencia de una dádiva destinada a la Administración,
pero, sin dejar la “irregularidad” de la disposición, no descarta la posibilidad de la existencia de dádivas solicitadas en
nombre de la Administración, y destinadas a ella. Otros, sin embargo, partiendo además de una construcción estrictamente
subjetiva del tipo de exacción, señalan que cuando al sujeto pasivo se le exige una dádiva, nunca puede suponer que lo haga
para el Estado y que sólo es admisible la dádiva en beneficio del agente o de un tercero, pero nunca de la Administración, por
lo cual resulta imposible convertirla en provecho propio o de un tercero, puesto que ya es exigida. como tal, con esa
finalidad, por ello la equiparación –considerada errónea- de la ley a las otras exigencias de los arts. 266 y 268, se procura
superar afirmando que la exigencia de dádivas en ningún caso puede quedar comprendida en el tipo agravado del art. 268,
sino que entra siempre en el art. 266, dentro del cual forma “un tipo autónomo”; se tratará, pues, de una concusión no
agravada, o sea, en el art. 266 quedan todos los casos de exacciones en cuanto a exigencias para la Administración, como
también el supuesto de concusión por exigencia de dádivas y en el tipo de concusión del art. 268 todas las otras exigencias
previstas en el art. 266, menos la de dádivas. Este último criterio que ha sido seguido por importante doctrina y por numerosa
jurisprudencia a partir del fallo de la Cámara Federal de la Capital del 11/8/59, parte de la imposibilidad de recabar dádivas
para la Administración –como hemos visto-, lo cual no es exacto; no pocos son los casos en que se exigen aportes graciables
para la Administración, con la finalidad de que se los invierta en servicios públicos; así la exacción del art. 266, constituida
por la exigencia de una dádiva, es perfectamente admisible, por lo cual no hay necesidad dogmática alguna de pensar en “un
tipo autónomo de concusión con la punibilidad propia de la exacción simple” (Delitos contra la Administración Pública,
Editorial Astrea. Alfredo y Ricardo Desalma, Buenos Aires, 1981, pág. 94).
16
“Configura el delito de concusión, la conducta de los imputados que, en su calidad de inspectores de la Municipalidad de
la ciudad de Buenos Aires, exigieron una suma dineraria a la propietaria de un comercio. Es improcedente, entonces, la
tipificación del delito de exacciones ilegales, cuando lo ilegítimamente solicitado no estaba dirigido al Estado, sino al
provecho de los imputados, con lo cual al tratarse de un delito formal queda consumado una vez exteriorizada la exigencia de
una dádiva” (CNCrimCorr, Sala I, 12/7/96, “Banegas, Marcelino y otros”, causa 44.854).
17
“La suma de dinero exigida por el imputado, por persona interpuesta, lo fue a título personal para su provecho propio, y
no para la Administración pública. En definitiva, quien exige una dádiva para apropiársela comete delito de concusión y no
de exacciones ilegales, en tanto no puede convertir para sí lo por él requerido en su calidad de funcionario público, porque ya
de inicio lo ha recibido para sí. El texto del art. 266 del Cód. Penal ofrece la particularidad de legislar la concusión junto las
hipótesis de exacciones ilegales; el elemento diferenciador entre ambos delitos está dado por el objeto sobre el cual recae la
acción típica: mientras que en el delito de exacciones ilegales versa sobre una contribución o un derecho, supuestos en los
cuales el agente tiene un título legítimo para formular la exigencia, mas no para exigir en demasía, en el delito de concusión
el autor exige sin derecho alguno una dádiva a la víctima” (CNCasPen, Sala III, 7/12/2004, c. 5004, reg. 776.04.03, “Buratto,
Horacio G.”), se citó, CNCasPen, Sala I, 5/11/98, reg. 2262, c. 1803, “Hara, C. G. s/recurso de casación”; íd. Íd, 8/7/03, c.
5839, reg. 4509, “Adre, M. B, s/recurso de casación”; íd, íd, Sala III, 10/8/95, “Perreta, J. A. s/rec. de casación”, c. 442,
BCNCP, 2004/4/14).
18
RAMOS MEJÍA sostuvo que a fin de separar debidamente y con criterio jurídico, el delito de concusión de las hipótesis
de exacciones ilegales, de nada vale tomar en consideración la naturaleza de la pena, la calidad de funcionario público que
debe revestir el sujeto activo, el necesario abuso en el ejercicio, la posible intervención de un tercero, ni el modo común de la
acción mediante el requisito de un pago o una entrega, indebidos. El elemento fundamental y que realmente señala la
distinción entre ambos delitos, consiste en aquello que es objeto de la exigencia ilícita del funcionario, pues cierto es que, en
tal aspecto, no es lo mismo exigir una contribución, un derecho o mayores derechos que los que corresponden, que exigir una
dádiva, ni en todos los casos lo recibido es producto de una exacción, ni es posible, por ello, convertir ese producto en todos
los casos en provecho propio o de un tercero. El error en nuestra ley –a consecuencia del cual se ha producido esa confusión
entre ambos delitos- reside en haber equiparado en el art. 266 del Cód. Penal la exigencia de una contribución o de un
derecho con la exigencia de una dádiva, confusión agravada por el art. 268, al considerar a todas esas exigencias como
exacciones. Actualmente, se ve aun más agravada la situación descripta, por el agregado, en el texto legal, del término
“solicitare” (RAMOS MEJÍA, El delito de concusión”, p. 70).
Así se ha podido decir que el art. 266 del Cód. Penal no solamente contempla la exigencia
indebida de una contribución a favor del Estado, sino también la del funcionario que exige para sí una
dádiva, que de antemano no va encaminada al erario público21.
Ahora bien, cuando la extorsión es hecha por un verdadero funcionario público ¿cómo se
diferenciará de las exacciones ilegales? En primer lugar, por lo que se obtiene. En la extorsión son
19
“El accionar del inspector municipal que exige dinero a una persona para no labrar una infracción municipal, configura el
delito de concusión (art. 266, Cód. Penal) y no el de cohecho, dado que regatear sobre el monto de la dádiva que se le exige,
mientras se menea una infracción que se amenaza instrumentar, sólo está intentando disminuir el perjuicio de lo que es
víctima, pues su oferta menor carece de libertad, se da en un contexto de coerción que elimina la posibilidad del cohecho”
(CNCrimCorr, Sala III, 14/4/88, “Ascheri, H.”, causa 23.212).
“Si se encuentra comprobado que, en su calidad de miembros de la policía de la provincia de Buenos Aires, en
cumplimiento de sus funciones, junto con los integrantes de la Policía Federal, allanaron un depósito y exigieron
ilegítimamente la entrega de dinero a su propietario durante el transcurso de la diligencia, bajo amenazas de colocar en el
lugar elementos que lo comprometieran penalmente, logrando para sí importantes sumas de dinero, corresponde confirmar
los procesamientos en orden al delito de concusión” (CNCrimCorr, Sala IV, 7/7/05, “Grys, Federico R., causa 23.546).
“Comete delito de concusión (art. 266, Cód. Penal) el síndico del procedimiento concursal que exige al presidente de la
empresa bajo su supervisión, la entrega de dinero al margen de sus honorarios, a fin de presentar un informe favorable para
la homologación judicial del acuerdo alcanzado con los acreedores” (CNCrim Corr, Sala V, 18/3/1994, “Robbiano, Ernesto”.
Causa 31.919)”. “Constituye delito de concusión (art. 266, Cód. Penal) y no el de cohecho (art. 256) la conducta del
funcionario policial que requiriendo dinero al denunciante como exigencia para entregarle el vehículo previamente
secuestrado; no habiendo existido un acuerdo previo para que se haga o deje de hacer algo relativo a sus funciones. No hubo
aceptación espontánea de éste, de algo que le ofreciera el denunciante, sino que hubo exigencia de parte de aquél”
(CNCrimCorr, Sala II, 18/4/89, “Bello, Oscar”, causa 35.555)”. “Es constitutivo del delito de concusión, agravado por el
empleo de intimidación –art. 267, en función del art. 266, Cód. Penal- la conducta del funcionario público que exhibiendo su
credencial y chapa –dando cuenta de su autoridad- y habiendo advertido la condición de menor de una de las víctimas, que
se encontraban conversando sentadas en un banco de plaza, las intimidó con amenazas de detención , por corrupción de
menores y escándalo, haciéndose entregar así una suma de dinero y un reloj, dándose dicha agravante toda vez que a la
intimidación tácita derivada de la condición de autoridad del sujeto, se sumó un medio coactivo que fue más allá del “puro
temor genérico a la autoridad”…el art. 266 incluye dos conductas diferentes: la exacción ilegal , que tiene por objeto una
dádiva en beneficio particular del funcionario o de un tercero, dándose en el caso este último supuesto, pues el agente actuó
desde el principio invocando su propio nombre y en su exclusivo beneficio, debiendo excluirse, por tanto, la agravante del
art. 268 del Código Penal, por referirse exclusivamente a las “exacciones ilegales expresadas en los artículos anteriores”
(TOCrim nº 8, 22 /6/93, “Díaz, Máximo W.”, causa 56, con cita de CNCrimFed, 11/8/59, JA, 1959-VI-364)”. “La dádiva a
que alude el art. 266, debe entenderse como “cosa que se da graciosamente”, lo que implica una liberalidad por parte de quien
la entrega, no siendo legalmente exigible, por no adeudársele. Por lo tanto, si un funcionario público exige una dádiva, no
está realizando una exacción. Toda vez que nunca la pudo suponer la víctima como adeudada regularmente al Estado. La
inclusión de la dádiva en el art. 266 del Cód. Penal supone una creación de un delito autónomo e independiente, el de
concusión, que encuadra siempre en dicha norma. Quien exige una dádiva para apropiársela comete delito de concusión y no
de exacciones ilegales, en tanto no puede convertir para sí lo por él requerido en su calidad de funcionario público, con ese
fin, dado que fue así desde el principio de la conducta” (CNCasPen, Sala III, 29/12/99, “Olmedo O. A.”, causa 1845). En
todos estos casos, la concusión es manifiesta, y no la extorsión, porque no hay una distancia de tiempo –el intervalo- entre la
exigencia del art. 266 y la intimidación, del art. 267..
20
Policías que circulaban a bordo de un patrullero, por la vía pública, exigieron al damnificado la entrega de dinero.
Elevadas las actuaciones con relación a un conflicto de competencia, la Cámara calificó el hecho como concusión,
atribuyendo competencia a la justicia de instrucción. Se dijo: 1) encuadra en el delito de concusión (art. 266), la conducta de
los funcionarios policiales que, abusando de su cargo, exigen indebidamente la entrega de dinero a un ciudadano extranjero;
2) cuando lo exigido indebidamente es una dádiva, algo que nunca puede suponer la víctima como adeudado al Estado y, por
ende, el autor actúa desde el principio invocando su propio nombre y en su exclusivo beneficio, la hipótesis delictiva no es
una de las exacciones contempladas en el art. 268, sino un delito autónomo e independiente: el de concusión; 3) es
improcedente calificar como extorsión (art. 168), el actuar de un grupo de policías que exigió a un extranjero en la vía
pública la entrega de dinero, toda vez que no corresponde en la especie apreciar simulación de autoridad pública; 4) es
competente la justicia de instrucción para investigar el presunto delito de concusión (art. 266), toda vez que la pena máxima
que prevé la figura penal –de conformidad con la reforma introducida por la ley 25.188- así lo impone (art. 27, inc. 2º, a
contrario sensu)” (CNCrimCorr, Sala IV, 22/3/01, “Zukiazian, Arta”; se citó, en igual sentido, entre otros,
TOralCriminalFed nº 5, 11/5/99, “Varela Cid, Eduardo A.”, LL, 1999-D-295, con nota de Rimondi). Ver, también Torres,
El delito de concusión, LL, 1991-C-577.
Otro ejemplo. Un agente a cargo del control de personas que ingresan al país, en una frontera,
advierte que un viajero, argentino, vuelve a Argentina después de mucho tiempo, y tiene una captura a
su respecto. Se lo dice al ciudadano y recibe dinero de éste para no dejarlo preso. No hay extorsión
porque no hay intervalo. Tampoco hay exacciones ilegales porque el dinero no va al Estado. Es delito de
concusión. Por eso no creemos que sea extorsión, como se decidió, el siguiente caso: “Los imputados
privaron a una persona ilegítimamente de su libertad con la finalidad de obtener un beneficio económico
21
“La suma de dinero exigida por el imputado -por persona interpuesta- lo fue a título personal para su provecho propio, no
para la Administración pública. En definitiva, quien exige una dádiva para apropiársela comete delito de concusión y no de
exacciones legales, en tanto no puede `convertir para sí lo requerido´, en su calidad de funcionario público. El texto del
artículo 266 del Código Penal ofrece la particularidad de legislar la concusión junto con la hipótesis del delito de exacciones
ilegales; el elemento diferenciador entre ambos delitos está dado por el objeto sobre el cual recae la acción típica: mientras
que en el delito de exacciones ilegales se versa sobre una contribución o un derecho, supuestos en los cuales el agente tiene
un título legítimo para formular la exigencia, más no para exigir en demasía, en el delito de concusión el autor exige sin
derecho alguno una dádiva a la víctima” (CNCasPen., Sala III, 7/12/04, “Buratto, Horeacio G.”, causa 5004, reg. 77604.03,
con cita de CNCasPen, Sala I, 5/11/98, “Hara, C.G s/recurso de casación, causa 5839, reg. 4509; íd. Sala III, 10/08/95,
“Perreta, J. A.s/recurso de casación”, BICNCP, 2004-04-14).
“Configura concusión agravada por el empleo de intimidación, la acción del director de Auditoría Fiscal de la DGI que,
por intermedio de un tercero, requirió a los integrantes de una empresa petrolera la suma de $ 1.500.000, a cambio de
presentar un informe favorable a ésta, haciéndoles saber que, de no acceder a ello, presentaría un dictamen sumamente
perjudicial para la firma, toda vez que le podría significar un ajuste fiscal que, con intereses y demás accesorios, alcanzaría la
suma de 60.000.000 de pesos. La exigencia de una suma de dinero en el propio beneficio del funcionario constituye una
dádiva que jamás podría haber tenido como destino el erario público. Excede la violencia de carácter moral o el mero temor
que infunde la autoridad propia del art. 266 del Código Penal, la forma en que el sujeto activo exigió el dinero, mostrándose
como el único que podía salvar a la empresa de un ajuste fiscal del orden de los 60.000.000, coaccionando a los integrantes
de la firma al señalarles que en caso de no aceptar su exigencia, emitiría a la brevedad el informe desfavorable que afectaría,
seriamente, la misma continuidad de la empresa, colocando a la firma en una peligrosa situación financiera”
(TOralCriminalFed., 27/8/96, JPBA, 99-21). Sin embargo, es discutible la subsunción jurídica que se hace. En nuestra
opinión la existencia de un lapso o intervalo entre la amenaza (intimidación) y el provecho ilegitimo hace más a la
naturaleza de la extorsión que a la de la concusión: lo que, por otra parte, conviene más a la “cantidad delictiva” de la
conducta por la pena de la extorsión -cinco años de mínima y diez de máxima- , comparándola con la pena de la figura del
art. 267 (“prisión hasta cuatro años”). Por otros criterios se ha visto la diferencia desde otros ángulos. Así, las exacciones
ilegales, aun en su forma agravada, cuando el funcionario recurre a la intimidación (art. 267, Cód. Penal), se distingue de la
ilicitud más grave constituida por la extorsión (art. 168, Cód. Penal), pues requieren aquéllas y no ésta, la actuación
funcional. El abuso de autoridad de un funcionario que, en el desempeño de su cargo, formula las exigencias ilegales, aun
cuando el sujeto activo del delito se desempeñe efectiva y concretamente en la Administración pública, implica que su
proceder será extorsivo, si actúa fuera del ámbito de sus funciones específicas” (CCrimCorr San Martín, Sala II, 21/11/93,
JPBA, 89-46).
22
Un camarista calificó de ingenua la creencia en este tipo de conducta (que SOLER había llamado, “celo fidealista
abusivo”) donde el beneficio va para el Estado, y también dijo que la hipótesis es casi inexistente. Lo que no deja de ser
cierto, pero no anula la posibilidad contraria.
Un ejemplo acabado lo dio el siguiente caso real. Cuando hace muchos años, hubo una ola de reclamos contra la empresa
nacional de teléfonos, que en aquel tiempo era ENTEL, por cobros inusitados y desmesurados, pero también falsos, de
llamadas telefónicas, lo que hacía temer a mucha gente la pérdida de la línea telefónica -dos señoras de mucha edad, madre e
hija, que vivían solas en su departamento y que no tenían familiares ni amigos, recibieron una cuenta imposible de ser
aceptada como cierta- los diarios se ocuparon con grandes títulos de esas exigencias, que en la mayoría de los casos eran
imposibles de ser cumplidas, y que beneficiaban al Estado a través de los funcionarios de ENTEL. Los medios periodísticos
hablaban de “una gran estafa”. La gente se desesperaba. Perdía su actividad laboral. Téngase en cuenta, para ubicarnos, lo
que significaba en esa época perder una línea telefónica. Pero, precisamente, no era una estafa, sino exacciones ilegales,
aunque detrás había una ruinosa y pérfida maniobra. Después se supo cuál era la intención de lo ocurrido. Esas maniobras
estaban dirigidas a defenestrar definitivamente a la empresa pública que era ENTEL, y propiciar desde el gobierno que el
servicio telefónico pasara a manos privadas, que ése era el negociado que se intentaba y que se logró, para beneficio de
principales funcionarios. Se trató de lograr de la comunidad una desaprobación total al servicio de ENTEL, y por tanto, una
buena recepción social a que el servicio pasara a manos privadas. lo que se constituyó, desde el punto de vista dogmático,
como exacciones ilegales: funcionarios que lucraban… para el Estado.
La distinción definitoria del delito descrito por el art. 256 respecto de los delitos detallados en los
arts. 266 a 268 del Código Penal, exacciones ilegales y concusión, radica en que, en el primero el
funcionario público acepta el dinero o promesa, en tanto, que, en los otros, dicho funcionario exige la
entrega para sí (concusión) o para el Estado (exacciones ilegales).
Desde el punto de vista criminológico, el cohecho se ubica entre los delitos que hemos llamado
“del miedo y del poder”. El miedo está presente en todas estas figuras “vecinas”: coacción, extorsión,
exacciones ilegales, concusión y cohecho. En las cuatro primeras, el particular se somete al poder; en la
última, acuerda con él. Una categorización efectuada, no desde el bien jurídico ofendido, sino desde el
medio (“amenazas”, “intimidación”, “exigencia”) que concluye en el miedo, permite interesantes
visualizaciones de los lindes entre una y otra figura. De este modo, el cohecho aparece en el centro de
los delitos “del miedo y del poder”.
Dice DE LUCA: “CREUS se adhiere a quienes piensan que no puede existir cohecho pasivo si
no ha existido cohecho activo. El funcionario que no se limita a recibir o aceptar sino que requiere,
impone o procura el ofrecimiento o la promesa, sale de este delito para entrar en el capítulo de las
exacciones o en los delitos contra la propiedad. Sin embargo, la mera sugerencia, o los actos tendientes a
facilitar el ofrecimiento o la promesa no quedan comprendidos en esta última categoría y pueden dar pie
al cohecho. Rechaza la tesis de RAMOS MEJÍA (a la cual, como hemos explicado, nos adherimos).
Agrega que “SOLER tiene una interpretación completamente diferente. La concusión, nuestra
exacción, es una especie de extorsión, en la que actúa como elemento coactivo el temor a la autoridad.
La corrupción (cohecho) es un delito bilateral; la concusión, no. Un hecho no se transforma en
concusión por la sola circunstancia de que el funcionario solicite la dádiva, si no se produce el acuerdo.
Cuando el funcionario sale de una actitud pasiva para entrar a requerir, imponer o procurar el dinero,
fácilmente se penetra en el terreno de la concusión. En la corrupción (cohecho, sea cual sea la parte que
toma la iniciativa) los dos sujetos llegan a un acuerdo voluntariamente perfecto; el corruptor da porque
quiere dar. En la exacción, aun cuando se llegue a una resolución común, el acuerdo dista mucho de
existir, porque el extraneus se determina por temor al poder del sujeto activo, o por error, es decir, con
voluntad viciada.
“Será reprimido con reclusión o prisión de cinco a diez años, al que con intimidación o
simulando autoridad pública o falsa orden de la misma, obligue a otro a entregar, enviar, depositar o
1. La heterogeneidad de las especies de los artículos siguientes.- Esta figura considerada como
genérica, propiamente dicha, o común, tiene básicamente los elementos de las otras especies de
extorsión. Pero esto con la relatividad que JIMÉNEZ DE ASÚA señalara, diciendo: “La heterogeneidad
de las especies que el Código Penal argentino incluye bajo el título de extorsión (extorsión documental,
art. 168, segunda parte; chantaje, art. 169; secuestro extorsivo, art. 170; y extorsión mediante
sustracción de cadáveres, art. 171) hace que GÓMEZ considere imposible definirla con la bastante
generalidad para que queden abarcadas toda esas figuras”23.
2. La pena: En el Código de 1921, que rigió a partir del año 1922, la pena originaria de la
extorsión era de uno a cuatro años. Su antecedente es el art. 203 del Proyecto Tejedor de 1891. En 1968,
el decr. ley 17.567 llevó la pena a “reclusión o prisión de dos a ocho años”. Luego la ley 20.509
restableció la pena que estaba en el Código de 1921, “reclusión o prisión de uno a cuatro años”. Siguió
la ley 20.642, del 25/1/1974 que estableció la pena actual de “prisión o reclusión de cinco a diez
años”. La extorsión resulta así más gravemente castigada que el robo, art. 164, Cód. Penal.
El Proyecto de Código Penal “SLOKAR”, que tiene una mínima de seis meses de prisión no
responde en absoluto a la gravedad de este delito. Por una extorsión se pone en riesgo la unidad de un
matrimonio o la permanencia de la victima en un alto cargo en una empresa. Producido esto, el
victimario, ya sea que su conducta alcance condena o no, puede repetir su accionar. Si lo hace es posible
que también en esa segunda oportunidad (incluso en una tercera), lo que ha hecho no lo lleva a la cárcel.
La pena mínima de seis meses es absurda.
24
CAcus Córdoba, 14/3/1989, LLG, 1990-505.
25
SCJ Tucumán , 5/5/45, LL, 39.370
26
CCrimCorrCao, 30/10/36, JA, 56-317.
27
Del voto del Dr.Rodríguez Basavilbaso; adhiere el Dr. Bisordi; doctora Catucci, en disidencia (CNCP, Sala I,
20/12/04, “Rachi, Alberto S. y otros s/Recurso de casación, c5351, reg. 7315).
28
Es interesante aunque discutible la observación que ha hecho JULIANO: “Finalmente -vinculado con el tema que nos
ocupa-, la lesividad, es usual referirse al bien jurídico, adelantándole la calificación de `protegido´ o `tutelado´, connotando
de este modo que la ley penal tiene la función –justamente- de proteger o tutelar bienes jurídicos. Entendemos que tal idea es
equivocada o errónea, ya que lo cierto es que la ley penal no tiene por misión el cumplimiento de dichas funciones. La ley
penal –exteriorizada en los bienes jurídicos que el legislador aprecia más merecedores de sanción- tiene por principal
función la de hacer público en que supuestos precisos y acotados, los actos, acciones u omisiones de un individuo se
convierten en delictivos y se habilita la intervención del poder punitivo estatal. Lo precedente no quiere decir que los
aludidos bienes jurídicos relevantes no sean merecedores de tutela y protección y que el orden jurídico no esté interesado en
su preservación. Todo lo contrario. Pero esa función no puede ser desempeñada, ni por la ley penal ni por el Poder Judicial,
ya que los conceptos de tutela y protección entrañan acciones positivas, de cuidado y anticipación, que no se encuentran
dentro de las posibilidades legales, ni materiales, de realización del poder punitivo estatal. La tendencia contraria –la
recurrente invocación a los bienes jurídicos protegidos o tutelados- trae implícita una errónea asunción de roles, que el Poder
judicial, desde el fuero penal debe proteger o tutelar bienes jurídicos, lo cual hace desembocar en la inevitable impotencia
funcional para el cumplimiento de tal cometido, habida cuenta de la imposibilidad legal o material de `anticiparse´ a la
comisión de delitos para proteger o tutelar bienes jurídicos” (JULIANO, Justicia de faltas o falta de justicia, págs. 23 y 24.
La acción es la de obligar mediante intimidación 29. Los medios son: 1) la intimidación lisa y
llana, o por cualquier modo30; 2) la intimidación mediante simulación de autoridad pública31; 3) la
intimidación por falsa orden de la misma.
La intimidación32 puede ser directa o indirecta. En los tres medios señalados está presente la
intimidación. No sólo se intimida cuando se actúa de cualquier manera suficiente sino cuando se simula
autoridad pública o falsa orden de la misma.
A la conciencia de la ilegitimidad de la disposición que tiene la víctima, el autor opone la
intimidación que implica el acto de autoridad; el disfraz es así el medio específico dotado por se de
efecto intimidatorio. No se necesita más33.
29
“No configura errónea aplicación de la ley sustantiva señalar que el delito de extorsión requiere de coacción si se advierte
que la inteligencia dada a este último término no es otra que la de la intimidación requerida en la figura del art. 168 del Cód.
Penal; y que no se ha requerido un elemento que esa figura penal no contiene sino que ha dado al término “coacción” el
significado de la “intimidación” (CNCasPenal, Sala I, 4/9/96, “Subirá, J. O. “, c. 836; JPBA, 96-80, fallo 229.1)..
30
“La inidoneidad de los actos para intimidar depende de las circunstancias concretas de cada caso, tanto de las subjetivas
que atañen a la víctima, como de las objetivas que rodean el hecho y que, como tales, pueden influir sobre esa subjetividad”
(CCrimCorr SNicolás, 17/127/92, JUBA 7). Pero si la intimidación, amén de comprender la dosis necesaria para consumar el
despojo, estuvo enderezada a evitar que la notitia criminis llegara a conocimiento policial, vale decir, que no se plasmó en la
forma prevista por el art. 168, en definitiva se plantea una situación de atipicidad” (cfme, CCrimCorr LPlata, 12/8/92, 85/7).
31
Cuando el art. 168, Cód. Penal, se refiere a la “simulación de autoridad pública” lo hace en función de que dicho medio
extorsivo es idóneo para infundir temor que induzca al sujeto pasivo a realizar la disposición patrimonial; ello sólo será así en
el caso en que la autoridad que se invoca cuenta con una potestad necesaria para producir efectivamente el mal con que se
amenaza; en consecuencia, a los efectos de dicho artículo, no simulará autoridad pública no sólo aquel que no sea funcionario
público sino también quien siéndolo carezca de atribuciones (competencia funcional o témporo-espacial) para ejecutar la
acción. Sostener lo contrario implicaría resolver que determinadas clases de funcionarios públicos nunca podrían cometer el
delito de extorsión mientras ejerzan el cargo” (CSJN, 19/9/95, DGBA, 149-269).
32
“Intimidar significa crear miedo o temor, crear en el otro una perturbación angustiosa del ánimo, por un mal que se
presenta como un daño futuro. La intimidación es el efecto que en la persona produce la amenaza del mal” (. Pero no
configura extorsión el aprovechamiento en forma pasiva de una intimidación preexistente “de carácter general que resulta de
complejos y heterogéneos factores extraños a la conducta de los imputados” (CCrimCorr, 12/12/58, JA, 1959-II-111), aunque
sí en cambio es extorsión, si el autor puso algo de sí para reavivar el temor creado (CNCrimCorr, Sala II, 16/4/74).
33
“Si la imputación que se formula no se refiere al anuncio respecto del ejercicio de un derecho, sino más bien a la
utilización de medios ilegítimos mediante los cuales se afectaría el honor de las personas físicas, y se generaría un mal a la
persona jurídica a través del desprestigio público, con posibles consecuencias sobre su giro comercial, ello con la finalidad de
lograr que ésta, en contra de su voluntad e intereses, acepte un convenio extrajudicial para poner fin a un litigio, resulta
improcedente desechar la posible configuraron del delito de extorsión” (CNCasPen, Sala III, 28/2/06, “B. S. y otro/Rec. de
casación”, LL, Online).
“No puede perderse de vista que, no obstante el medio utilizado, los justiciables para lograr una suma de dinero que
oscilaba en alrededor del millón doscientos mil pesos, fueron con pancartas y volantes tendientes a desprestigiar a la empresa
aseguradora y si bien esa campaña podría haber tenido efectos difamatorios, esa posibilidad no puede asimilarse al efecto
intimidante del elemento típico del delito de extorsión. Podría más bien asemejarse a un chantaje previsto en el art. 169 del
Cód. Penal, que también deviene atípico porque requiere el ataque al honor de una persona, requisito del que carecen los
entes jurídicos. Podrán tener fama, crédito, pero no honor (del voto en disidencia de la doctora Catucci; (CNCasPenal, Sala I,
20/12/04, “Rachi, Alberto S. y otros s/Rec. de casación”, c. 5351, reg. 7315, PJN Intranet; WebRubinzal
ppypenal49.12.r29).”
Los delitos “de paso”.- Al hablar de “simulación de autoridad” el art. 168, juega en relación con
el art. 246, Cód. Penal, “usurpación de autoridad”, pero se trata de un concurso aparente 34. Se trata de un
delito “de paso” (HONIG).
Vinculado a esto está la relación con el delito de coacción. Como hemos observado en éste, la
amenaza es para lograr que una persona haga algo, deje de hacer algo o tolere algo. Si entre las cosas
que “haga” la víctima está la disposición económica ilegitima, desaparece el delito de coacción, y
estamos en extorsión.
Cuando se “simula autoridad pública o falsa orden de la misma”, no se necesita otro tipo de
intimidación.
34
“La usurpación de autoridad queda subsumida en la figura de extorsión por ser la simulación de ésta uno de los elementos
requeridos por el tipo penal descripto por el art. 168 del Código de fondo, extremo que excluye la posibilidad del concurso
con la figura prevista por el art. 246, inc. 1º (CFed San Martín, Sala I, 6/2/97, “Toriano, M.”, c. 1511, JPBA, 101-48, fallo
155)”.
V. El desplazamiento de la cosa
a) La relatividad de este medio distintivo.- El elemento que aparece como más diluido en la
caracterización del delito en estudio, el “desplazamiento” de la cosa, es el que ha sido visto, precisamente, como
el más importante por GÓMEZ. A este punto de vista se adhirió Carlos A. SAGARNA, y fue menos concluyente,
GONZALEZ ROURA, quien dijo “El verbo entregar tiene un concepto activo, y aunque excepcionalmente,
también uno pasivo, el de no defender y dejar tomar”.
La crítica vino, ya hace muchos años, de Gerardo PEÑA GUZMAN., quien por muchas razones descartó
su importancia.
b) Conclusiones: En nuestra opinión, en síntesis
1. La característica de la intimidación propia de la extorsión es ser puramente moral, más bien dicho,
psíquica. Ello no descarta el carácter físico de la amenaza, pero el mal es mediato, no inmediato. Es
de concreción futura.
2. Existe un intervalo, una fracción importante de tiempo entre la amenaza y el provecho. Este
intervalo se expresa mejor con el término discontinuidad.
3. El modo cómo la cosa pasa de manos de la víctima al sujeto activo o autor,
es un elemento inocuo y circunstancial, que a lo sumo puede coadyuvar a la
caracterización, sin tener importancia en sí. Decir que en el robo hay
siempre apoderamiento no es exacto: la tradicional frase “la bolsa o la vida”
hace ver que en el robo también se entrega.
35
En contra de ese criterio, NUÑEZ, Derecho Penal Argentino, V, p. 256. A favor, SOLER, Derecho Penal Argentino, IV,
p. 278; RAMOS, Curso de Derecho Penal, VI, nº 47; MORENO, El Código Penal y sus antecedentes, V, nº 145; GOMEZ,
Tratado, IV, p. 167. La CNCrimCorrCap, Sala VI, 14/8/1979, LL, 1981-B-567, ha dicho: “La configuración de la extorsión
se desdibuja cuando no media un lapso entre la amenaza y el logro de la prestación; por ello, habiendo en el caso ocurrido lo
uno y lo otro sin interrupción ni intervalo, corresponde desechar sin más la posibilidad de que el evento importe infracción a
la figura del art. 168 del Cód. Penal”. Ya hemos dado el ejemplo de la familia en su casa de campo, que es asaltada por un
grupo de ladrones. Al permanecer amenazados por armas de fuego los integrantes de la familia, mientras uno de los
asaltantes va con el hijo de la familia a buscar el dinero a ala ciudad, el caso es un robo y no una extorsión, pese a haber una
distancia de tiempo entre la amenaza inicial y el provecho que después se obtiene.
El signo vinculante.- Intimidar es más que amenazar. Esto tiene que ocurrir, dando temor. El
proceso de obligar necesita, antes, aunque más no sea por un instante, de la configuración de la
intimidación. De ahí que, en puridad, el comienzo de la ejecución siempre arranca de la intimidación, y
no del verbo “obligar”. Mientras que en el robo, el comienzo de ejecución puede partir de “apoderarse”,
agregándose un tramo después de la violencia en las personas o fuerza en las cosas, en la extorsión, ésta
sólo es concebible a partir de la intimidación.
37
“Pero no debe confundirse el provecho ilegítimo con la repercusión en el patrimonio ajeno .El autor sin cometer
extorsión, no sólo puede exigir intimidatoriamente lo que se le debe, sino que también puede exigir o negar lo que a otro
título está en su derecho, aunque repercuta en el patrimonio ajeno; por ejemplo, amenazar con no cumplir el boleto privado
de venta si no se le da un sobreprecio” (NÚÑEZ, R. , Derecho Penal Argentino, V, p. 258, nota 29)..
38
Si el imputado hubiera realizado intimidaciones por teléfono y correo electrónico, exigiendo el pago de una suma de
dinero en el marco de la negociación por la indemnización laboral, bajo amenazas de que si así no se hacía, denunciaría las
actividades de la contadora ante la AFIP, la conducta denunciada resulta atípica puesto que es requisito del tipo penal que la
amenaza tenga el carácter de injusta. “Muchas amenazas quedan fuera de la persecución penal en virtud de la causa o el fin
que las inspira y que las priva de un elemento fundamental para considerarlas típicas: la calidad de injustas. En efecto, todas
las amenazas de causar un daño amparado por el Derecho, no pueden considerarse constitutivas de un delito penal
(CNCrimCorr, Sala IV, 25/9/02, “Di Giorgio, P.” c. 19.380; ídem, 5/2/04, “Ferreiro, M.”, c. 22.770). Esto, sin embargo,
puede discutirse. Ver lo que decimos, en XII. La concreción material, sobre el clásico caso de la botella de gaseosa en la que
se encuentra o pone un insecto.
En todo delito se describe un comportamiento humano. Al sujeto titular de los verbos (matar,
disparar) se lo llama sujeto activo. El de la extorsión puede ser cualquier persona (delicta comunnia).
Ese sujeto puede ser un funcionario, alguien que lo simule o un simple particular; a diferencia donde se
exige en condiciones parecidas que el sujeto activo sea un funcionario que haga una exacción,
beneficiando al Estado (exacciones ilegales) o un funcionario que se beneficie directamente asimismo a
través de la “dádiva” (concusión); ambas conductas pertenecen al art. 266 del Código Penal. Estos
delitoS son llamados especiales, porque requieren que el autor sea un funcionario40.
En cuanto al sujeto pasivo también cualquier persona puede ser víctima, pero los intereses
pueden pertenecer a otra persona física o jurídica. En otra forma de la extorsión, la del art. 170,
secuestro extorsivo, hay un desdoblamiento entre víctima, el capturado y perjudicado o damnificado, la
persona a quien se le exige el dinero.
El verbo típico obligar, en referencia a lo que el autor hace, se completa con el comportamiento
obligado de la víctima, entregar, enviar, depositar o poner a disposición, los objetos a que el tipo se
refiere
“Entrega” es una dación de mano a mano. Víctima y victimario pueden ser reemplazados por
otras personas. Se requiere la presencia de unos o de otros. Quienes han sostenido, minoritariamente,
que las “cosas” pueden ser inmuebles, ven en acto notarial o judicial de la tradición, la “entrega” del
bien. “Enviar” es despachar, remitir. En este caso, para que el envío se de ejecutado es necesario que la
cosa llegue al sitio indicado por el victimario, aunque éste no esté allí. Existiendo desapoderamiento el
delito se da por consumado. No es necesario que el autor reciba o tome la cosa. “Deposita” quien pone –
por sí o por otro- la cosa en el lugar convenido. El término ha sido criticado con razón: el art. 2186 del
Código Civil habla de “depósito” con otras características. CARAMUTI dice que no comparte la
crítica, pero en el universo jurídico no se puede llamar con la misma palabra a cosas distintas. “Poner a
disposición” significa desprenderse del objeto y colocarlo en condiciones que sea tomado por el autor.
En este caso, y a diferencia del “depósito” el objeto puede no haber sido movido del lugar en que se
hallaba.
39
El siguiente es un diáfano caso de mal lícito. “No resta ilicitud a la exigencia extorsiva que la denuncia con que se
amenazare sea una facultad particular o ciudadana del sujeto activo, y que los hechos puedan ser verdaderos y su
esclarecimiento de interés público; ello es así, porque la ilicitud reside en el uso intimidatorio de lo que se amenaza hacer y se
ofrece silenciar, a cambio de una prestación indebida” (CCrimCorrCap, 3/7/373, Sala Ira., c.. 22.235, “Vechiarelli, C..”
40
La condición del sujeto activo puede ser muy variada a lo largo de otros delitos. El sujeto activo en el homicidio víncular
es un ascendiente, descendiente o cónyuge. En los delitos contra la integridad sexual aparece como sujeto activo agravado el
ministro de algún culto reconocido o no.
“Cosas”.- Las “cosas” son objetos materiales susceptibles de tener un valor (art. 2311, Cód.
Civil). Para la mayoría, se trata de cosas muebles. O sea transportables. El concepto penal de “bienes
muebles” abarca los inmuebles por accesión y representatividad. Son inmuebles por accesión las cosas
muebles que están fijadas al suelo (art. 2314, del Cód. Civil). Son inmuebles por representatividad los
instrumentos públicos donde constare la adquisición de derechos reales, con exclusión de los derechos
reales de hipoteca y anticresis (art. 2317, Cód. Civil).
Así como en el hurto se habla de cosas muebles (art. 162, Cód. Penal), en el art. 168 no se
menciona qué tipo de cosas son las protegidas por este ilícito. La doctrina moderna en el país coincide
que se trata de bienes muebles, pero en el sentido amplio, penal, con prescindencia de la situación en
que se encuentra, de modo permanente y transitorio. De esta manera, bienes como la energía eléctrica y
el agua son susceptibles de extorsión. En estos casos es admisible como tal el comportamiento de un
industrial que, necesitando agua o energía eléctrica para su fábrica, amenaza a un vecino con un
determinado mal si éste no le proporciona dichos elementos.
CARAMUTI tiene una posición particular: “Creemos que, si bien la mayor parte de las
acciones obligadas a la víctima son incompatibles con los inmuebles por naturaleza (art. 2314, Cód.
Civil), ello no ocurre respecto a la puesta a disposición y la entrega, pues cuando se otorga la posición
o tenencia de un inmueble no puede decirse que se haga otra cosa que entregarlo. Así, el art. 2377 del
Código Civil dice que la posesión se adquiere también por la tradición de las cosas, en tanto que el art.
2378 establece que la posesión de los inmuebles puede adquirirse por la tradición hecha por actos
materiales del que entrega la cosa, con asentimiento de quien la recibe, o por actos materiales de quien
la recibe con asentimiento de quien la entrega. De modo que no hay razón para excluir esta conducta
(obligar a entregar un inmueble) de los alcances del tipo legal, pues la misma no sólo encuadra en su
literalidad, sino que lesiona los bienes jurídicos protegidos por la norma (propiedad y libertad de
disposición). La hermenéutica que sostenemos es además compatible con el conocido adagio romano:
donde la ley no distingue no debemos distinguir. La ley habla de cosas, no de cosas muebles como lo
hizo en el art. 162 respecto del hurto. Coincide con esta postura AGUIRRE OBARRIO, quien no ve
inconvenientes en que tanto las prestaciones que tengan por objeto bienes inmuebles, como los actos
que de hecho afecten a los mismos (toma o pérdida de posesión) se encuentren comprendidos
típicamente”42.
42
CARAMUTI, Extorsión, en BAIGÚN-ZAFFARONI (dirs.), TERRAGNI (coord.), “Código Penal”, t. 6, p. 548.
XVII. La Tentativa
43
También en esta exigencia, MORENO, El Código Penal y sus antecedentes, V, p. 164; GÓMEZ, Tratado, IV, p. 176;
RAMOS, Curso de Derecho Penal, VI, p. 47; MOLINARIO, Apuntes de derecho penal, p. 508.
44
“La conducta del imputado de remitir e-mails a una empresa de servicios de Internet, en los cuales se identificaba como “el
hacker loco”, y daba avisos de que hachearía la página web y la dejaría inaccesible para otras persona, ataques que cesarían si
le ofrecía algo que le pediera interesar, acredita la formulación anticipatorio del comienzo de ejecución del delito previsto en
el art. 168 del Código Penal. No obstante el delito no haya podido consumarse por razones ajenas a su voluntad –denuncia
por la empresa damnificada-, se descarta una tentativa de delito imposible, toda vez que la amenaza sería idónea para la
consumación del ilícito. Con ello, debe homologarse el procesamiento dictado al imputado en orden al delito de extorsión en
grado de tentativa (arts. 42 y 148, párr.1º, del Código Penal” (CNCrimCorr, Sala VI, 16/4/2004, “Omoto, Eduardo F.”, c.
22.261).
“Si bien el delito de extorsión se consuma cuando el sujeto pasivo se ha desapoderado de la cosa, habiendo en el caso sido
ella entregada a sabiendas de que la policía estaba enterada próximo a actuar y el objeto estuvo en manos de la autora por
pocos minutos, el hecho quedó en grado de tentativa” (CNCrimCorr, Sala VI, 1/11/1991, “Coll Areco, Alejandrina”, LL,
1992-B-342; DJ, 1992-1-1080).
“Cuando el autor de la extorsión alcanza el núcleo del tipo, iniciando a través de un medio idóneo la intimidación, con el
propósito de obtener algún resultado típico e ilegítimo, la extorsión ha comenzado, aunque la víctima no haya tomado
conocimiento aún de los actos del extorsionador” (CApelCriminal Gualeguay, 12/4/77, 1978-II-472).
45
“En el delito de extorsión, la acción consiste en intimidar o simular autoridad pública o falsa orden de la misma con la
finalidad de obligar a la víctima atemorizada a despojarse de parte de su patrimonio, por lo cual, habiendo cumplido el autor
el acto intimidante, su conducta ha terminado y la circunstancia de que la conducta del sujeto pasivo no sea la que él
pretendió, no constituye una suspensión de la acción por causas ajenas a la voluntad del procesado –delito tentado o tentativa
del delito- sino un verdadero delito, frustrado en sus resultados solamente. En el delito tentado, la suspensión del curso de la
acción en movimiento, cuando tiene por causa algo propio de la voluntad del autor configura un típico desistimiento, pero en
el delito frustrado de extorsión la acción ha terminado y el autor queda a la espera del resultado, que puede no ocurrir porque
el sujeto pasivo no cumple con lo pedido bajo amenaza, pero en ese caso igualmente la tentativa se ha consumado” (SCBA,
5/9/78, “López, Antonio y otro”: DJBA, 116-58
“Sólo puede existir desistimiento en el delito de extorsión, habiendo realizado la acción el sujeto activo, cuando éste logre
por sí impedir los efectos de la misma, o sea, lo que se ha dado en llamar “arrepentimiento activo” (SCBA, 5/9/1978, “López,
Antonio y otro”, DJBA, 116-58).
“Si bien es dable sostener que en el obrar de la encartada hubo –cuanto menos- comienzo de ejecución de un delito, dicha
tentativa no resulta pasible de pena por darse en autos los extremos previstos en el art. 43 del Código Penal. Ello así, toda vez
que –de acuerdo con las circunstancias del caso- la imputada, al presentarse junto a su hija en el lugar en donde debía
realizarse el pago manifestándose como responsable, no consumó el delito, deteniendo el proceso ejecutivo por su propia
voluntad. Lo expuesto revela la existencia en autos de los presupuestos exigidos por la excusa absolutoria prevista por la
normativa citada, conceptualizada como el “abandono voluntario, definitivo y oportuno del propósito de cometer el delito por
parte del autor”.
Sentado cuanto precede, debe expresarse que la conducta desarrollada por la encartada no resulta punible por mediar
desistimiento voluntario, extremo que impone la adopción de un temperamento liberatorio a su respecto” (CFed San Martín,
Sala I, 3/6/2003, “De Jesús Galván, Zulema s/inf.art. 170, Cód. Penal, c. 5819, reg. 879).
46
“Corresponde desechar la tentativa inidónea de extorsión, cuando las amenazas resultaron suficientemente intimidantes de
por sí, pues la víctima tardó diecisiete días para formular denuncia y pagó, incluso, parte de lo exigido. Para el examen de la
tentativa presuntamente inidónea, el análisis de la situación debe completarse con la evaluación del hecho ex ante, dado que
solamente cuando los medios empleados resultaren absolutamente ineficientes se podrá encuadrar la situación en la especie”
(CNCrimCorr, Sala IV, 6/5/97, “Cunningham, H.”, c. 45.426, JPBA, 101-16, fallo 39).
47
“La defensa sostuvo que no se había configurado el delito de extorsión y que en caso de encuadrar en alguno de los delitos
previstos en el Código Penal, la conducta no se habría consumado, quedando en grado de tentativa. Además, a su criterio
sería inidónea por cuanto el medio utilizado no tenía entidad para infundir temor, ya que en ningún momento el sujeto pasivo
dio crédito al supuesto secuestro de un familiar, lo que provocaba que el delito se tornara imposible de consumar. Sin
embargo, esto no es así, ya que esta Sala, con otra integración, en la causa 29.535, “Cisneros, Griselda Susana”, del 5/6/06,
sostuvo que “la diferencia entre la tentativa y el delito imposible reside en que el impedimento propio de la primera es
XVIII. La Participación
El art. 168, primera parte, dice que el que obliga hace que la disposición patrimonial sea para sí o
para la de un tercero48. Es decir, que el autor que puede ser funcionario, o alguien que simula ser un
funcionario, o simplemente cualquier particular, puede estar beneficiándose de su conducta o puede
beneficiar a un tercero. Se admite la aplicación de los principios generales de la participación. Si el
tercero, en conocimiento y aceptación de lo que ocurre, resulta realmente beneficiado, es un caso de
coautoría.
XIX. La Competencia
Es el lugar donde se recibe la intimidación el que fija la competencia judicial. Cuando, por
ejemplo, cuando las amenazas extorsivas provinieron de internos de una cárcel, que exigían dinero al
padre de otro interno, bajo el mal que imponían sobre la persona del hijo, se decidió que no estaban
comprometidos intereses nacionales, ni que tales hechos incidieran de manera alguna en el
funcionamiento del instituto dependiente del servicio penitenciario federal, y por eso se determinó que
correspondía a la justicia provincial, que era la del domicilio de la persona damnificada, o sea, el padre
del interno (del dictamen del Procurador Fiscal que la Corte hace suyo, CSJN, 8/3/05, “U., A.”, 2005-D,
631).
En otro tipo de extorsión, el del secuestro extorsivo, es la justicia federal, la que por ley ha sido
fijada como competente.
También se ha dicho: ”Corresponde que el juez que previno continúe investigando la posible
comisión del delito de extorsión, toda vez que la denunciante no ha sido preguntada detalladamente
acerca de las circunstancias que habrían rodeado las presuntas intimidaciones recibidas y si todas ellas
eventual, mientras que en el segundo es permanente porque de antemano existe un vicio de origen en la relación causal entre
la acción y el resultado” (cf. CNCP, Sala I, c. 1247, “Gavilán, Gabriel”). Para aclarar al respecto, se ha dicho que “el delito
imposible se funda en la idea de una imposibilidad causal propia de la acción u omisión del agente; en tal sentido, el delito
sólo es imposible si con arreglo a las circunstancias del caso concreto, la acción u omisión no podía consumar el delito a
pesar de que el autor hubiera hecho todo lo que era dable hacer. La imposibilidad causal debe ser propia de la acción u
omisión, y no debida a la intransferencia de una causa extraña que la volvió inocua y allí reside la diferencia esencial entre la
no consumación del delito por causas ajenas a la voluntad del autor determinante de la punibilidad de la tentativa (art. 42, del
Cód. Penal) y la no consumación del delito por imposibilidad determinante del delito imposible (art. 44, in fine, Cód. Penal)
(Boletín de Jurisprudencia, año 1981, entrega 10, p. 213, c. 7331, “Sadaca”, CCC, Sala VI). “En esta causa no hay duda de
que el medio escogido por el imputado fue idóneo; simular el secuestro de un familiar. Tal amenaza tupo aptitud suficiente
para atemorizar al damnificado…”. Ello encuentra corroboración en el hecho de que los Farías al recibir el llamado
realizaron las diligencias tendientes a solucionar lo que en apariencia era una privación ilegal de la libertad de un familiar.
Dieron aviso al personal policial que se encontraba en las cercanías de la remisería, mientras negociaban la entrega del
dinero exigido, monto que en el transcurso de la comunicación se redujo a la suma de mil pesos y otros bienes. Lejos estuvo
la reacción de considerar lo ocurrido como un simple “secuestro virtual”, de modo que la acción intimidatorio desplegada
tuvo la idoneidad necesaria parta ocasionar temor a la víctima…” (CNCrimCorr, Sala VI, 23/5/08, “Cisneros, María Cristina
s/Procesamiento”, c, 34.743, elDial-AA488C”).
48
“Reviste la calidad de coautor del delito de extorsión (art. 168, del Cód. Penal), quien se vale de otra persona para trasmitir
las exigencias dinerarias al damnificado, pues en definitiva es quien tiene el dominio de la situación” (CCrimCorr, Sala I,
11/9/2006, “Madrid, Ricardo Hugo”, LLOnline).
Extorsión Documental
“Incurrirá en la misma pena el que por los mismos medios o por Violencia, obligue a otro a
suscribir o destruir documentos de obligación o de crédito”.
I . El Documento
La suscripción o destrucción
“De acuerdo a la doctrina general, en el caso de la extorsión por suscripción de documentos, se sostiene que el delito se
consuma cuando el instrumento que se hace suscribir sale del poder de la víctima, señalando DONNA, tal como lo refiere el
apelante, que “sólo entonces surge el peligro de vulneración del bien jurídico protegido”. De acuerdo a este autor, entonces,
el delito admite tentativa y “ésta se da cuando el sujeto activo ha llevado a cabo todos los medios comisivos, sin perjuicio de
lo cual no ha logrado la suscripción o la destrucción del documento y hasta que no comience el riesgo a la propiedad, en el
caso de la suscripción” (CApel Penal Esquel, 4/6/04). De la misma manera, NÚÑEZ, Derecho Penal Argentino, IV, Córdoba,
Lerner, 1989).
50
FONTAN BALESTRA, Tratado, V, p. 537, 119-III-2.
53
“Si no se ha establecido la naturaleza del documento, procede imputar el delito de privación de libertad, y no el de
extorsión, a quien encerró al acreedor en una dependencia de la casa, y mediante amenaza lo obligó a suscribir un
documento” (CCrimCorrCap, 19/10/49, “Schmid”).
54
“Podría alegarse que el art. 44, inc. 4º, representa en cada caso de inidoneidad del objeto, una figura punible distinta. En
este caso se debería reconocerse, sin embargo, que el núcleo de esa figura no sería otra cosa que una voluntad erróneamente
delictuosa, la cual, lo mismo que en el delito putativo (creencia errónea de que el hecho es punible), no tiene el poder de
fundar la punibilidad. El art. 44, 4ª, no le ha concedido al criterio de la peligrosidad el carácter de una fuente independiente
de punibilidad. La punibilidad de la tentativa obedece a la finalidad de extender la protección penal a los actos que, no
implicando la consumación de un delito previsto por la ley, sólo representan un comienzo de ejecución del mismo. La teoría
del delito imposible no se diferencia de la correspondiente a la tentativa, por la consideración de que en el caso concreto
desaparece el interés penalmente protegido, sino porque desaparece la peligrosidad objetiva de los actos del autor para
ofender ese interés. Lo que el legislador se ha limitado a hacer en el art. 44, 4º, es sustituir el defecto de la peligrosidad de los
actos por el de la peligrosidad del autor, pero no ha ido más allá” (NÚNEZ, Delitos contra la propiedad, p. 272, nota 44).
e) Documento válido y contradocumento.- Si el documento está invalidado por una cláusula del
mismo o de un documento complementario, es inválido absolutamente. En cambio, su invalidez resulta
relativa si surge de un contradocumento. En estas condiciones, si se ha obtenido la suscripción de un
documento (o su destrucción) correspondiente a la primera clase, no existirá delito. Si se trata de la
segunda clase, el delito será entendido como existente. En esta hipótesis, a pesar de que el documento
puede ser vuelto inocuo por un contradocumento, abstracta y potencialmente posee fuerza jurídica.
También puede cometerse la extorsión con documentos de obligación o de crédito, anulables o
prescriptos (ODERIGO, Código Penal Anotado). Son las mismas reglas que se establecen con
referencia a “los documentos que produzcan efectos jurídicos”, del art. 168, 1ª parte.
Documentos que tiene n por objeto el honor o la honestidad.- Estos, por ejemplo quedan al
margen.55. Si en un documento se insertó la confesión de un adulterio 56, o la renuncia a un cargo, aquél
no es de obligación o de crédito, y queda, por tanto, fuera de la hipótesis del art.168, párrafo segundo57.
Ya hemos citado el caso del abogado que obtuvo un escrito, por medios coercitivos, por el cual
se desistió de una querella (ver, nota 25). Se creyó que había extorsión y eso impidió la excarcelación
del abogado, que estuvo largo tiempo preso. Pero después se vio que no existía extorsión, y sí, en
cambio, el delito de coacciones58.
f) Documento de obligación o de crédito.- El objeto material del art. 168, 2da. Parte, es el
documento de obligación o de crédito, que es un concepto más estrecho que los “documentos que
produzcan efectos jurídicos”, del art. 168, primera parte. Se ha señalado que en lugar de “obligación” el
artículo debía haber usado la palabra “deuda: O sea, documento de deuda o de crédito”, lo que habría
sido indudablemente más claro. Dice CARAMUTI: “Cuando se trata de la suscripción, la deuda puede
surgir en cabeza de obligado a suscribir o de alguien a quien éste puede válidamente obligar y el crédito
55
SOLER, Derecho penal argentino, t. IV, p. 264.
56
El caso es citado por AGUIRRE OBARRIO, como actualizador de la obra de MOLINARIO: “Un marido, entrando
inopinadamente a su casa, se halló con su mujer hablando por teléfono con un amante. Extrajo un revólver y apuntando a su
esposa, la intimó a que invitara al amante a llegarse hasta allí. Cuando este llegó, el irascible marido, amenazando a ambos
culpables con el arma, les exigió que firmaran un documento donde confesaban el adulterio que habían cometido. Se decidió
que semejante hecho no configuraba el delito de extorsión, porque el documento obtenido, con la intimidación de los
firmantes, no era un documento que produjese efectos jurídicos. En efecto, no servía como prueba, pues es sabido que en el
juicio de divorcio no se admite confesión. Por su contenido tampoco producía efectos jurídicos de carácter patrimonial.
Menos aún se trataba de un documento de obligación o de crédito” (Los delitos, MOLINARIO, T. II, p. 302). En nota, se
aclara: “El pintoresco ejemplo es anterior a la incorporación del delito de coacciones en el Código. Si tomamos en cuenta a
éstas, la solución del ejemplo se complica. Probablemente se haya tratado de un caso de ímpetu de ira y justo dolor, de
emoción violenta, que por suerte no terminó en la forma consabida. No lo analizaré en detalle, pero me siento inclinado a no
encuadrarlo tampoco como coacción.
57
MOLINARIO, Apuntes de derecho penal, p. 510 y 511.
58
CNCrimCorr, Sala V, 21/12/79, “Colom, Eduardo” BCNCC, 1980-V-87.
Conforme al art. 496 del Cód. Civil, el documento puede ser de obligación o de crédito: “El
derecho de exigir la cosa que es objeto de la obligación, es un crédito, y la obligación de hacer o no
hacer o de dar la cosa, es una deuda”.
Los documentos que tienen por objeto el honor o la honestidad, por ejemplo, quedan al margen
(SOLER, Derecho Penal Argentino, IV, p. 264). El caso que cita MOLINARIO, de la confesión de un
adulterio (Apuntes de derecho penal, ps. 510 y 511) o la renuncia a un cargo (CCrimCorrCap, 6/8/54,
LL, 76, fallo 35.899) si se hallan inscripto en un documento, este documento no será o de obligación o
de crédito, y queda, por tanto, fuera de la hipótesis del art. 168, parte 2º, del Cód. Penal.
En el caso del abogado que pretende un escrito por el cual se desiste de la querella, con
amenaza59, no existe extorsión, y sí, en cambio, coacción.
59
Caso “COLOM”. Colom, un importante ex funcionario del gobierno de Perón, estuvo preso un tiempo por la primera
calificación errada, por extorsión. Después se entendió que era el delito de coacción.