El Análisis Del Signo Del Texto PDF
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[8.1] Introducción
8 TEMA
Material básico
8.1. Introducción
Kowzan, T. (1997). El signo y el teatro (pp. 30-39). Arco Libros. ISBN: 84-7635-265-4
Fischer-Lichte, E. (1999). Semiótica del teatro (pp. 68-136). Arco Libros. ISBN: 84-
7635-361-8
Para ello, además del material básico citado que servirá de referencia básica para
determinados conceptos, nos acercaremos a las obras Análisis de los espectáculos de P.
Pavis, y La escuela del espectador, de A. Ubersfeld, sobre todo en lo referente a los
signos de la escenificación y en lo vinculado con la metodología de análisis de los signos
en el escenario.
A modo de introducción
A esto, Pavis añade otras consideraciones de interés que iremos viendo a lo largo del
tema, y que tienen como objetivo señalar la importancia, en el análisis de los
espectáculos desde el punto de vista del signo, de «observar la convergencia o la
divergencia de las redes de signos, o sistemas significantes, y subrayar el papel del
productor de sentido y del espectador en el establecimiento de las redes y de su
dinámica» (Pavis, 1998: 420).
Dejamos esta idea planteada, ya que nos parece fundamental no perderla de vista desde
el principio: la reflexión y el estudio del signo escénico solo tiene sentido si buscamos
las interacciones entre ellos con el fin de llegar a comprender la totalidad del sentido,
sin perder de vista la jerarquización a la que son sometidos desde que forman parte
de un todo.
«el signo artístico tiene una especificidad propia con respecto al signo natural-
verbal (…). El plano de la expresión, en el sistema de la literatura, se articula
mediante una lengua peculiar que, de acuerdo con Lotman, podemos
denominar ‘secundaria’ (…). Carácter peculiar del funcionamiento del discurso
literario es su absoluta semantización: cualquier elemento fonológico o
morfosintáctico, propio del plano de la expresión, asume un valor significativo;
o mejor aún, interactúa con el plano del contenido, activando el sentido
específico del texto» (Marchese y Forradellas, 1986: 370).
La valoración de las relaciones sígnicas desde las posibles sustituciones entre signos
(que nos llevará a valorar la similar carga semántica entre ellos y sus posibles
agrupaciones), y desde las combinaciones que entre ellos se dan a lo largo de la
narrativa escénica nos parece clave desde el punto de vista del análisis dramatúrgico.
Antes de continuar con el estudio del signo, nos acercaremos un momento al concepto
de símbolo; ambos son utilizados de forma aleatoria muchas veces, y sin embargo en
los estudios al respecto aparecen con significados diferentes (y no siempre el
mismo en todos los estudiosos).
Pavis entiende por símbolo «un signo arbitrariamente elegido para evocar un
referente», si bien señala que en relación al hecho teatral, el término es fruto de todas
las imprecisiones posibles. «Es evidente que en el escenario todo elemento simboliza
algo: el escenario es semiotizable y “hace” signos al espectador» (Pavis, 1998: 422).
Pavis señala las diferentes relaciones que se pueden hallar entre el símbolo y su
significado (Pavis, 1998: 422-423):
Metáfora
Metonimia
Alegoría
metáfora: el símbolo se usa por su valor icónico: «un color, una determinada
música, remiten a una determinada atmósfera».
metonimia: uso de un símbolo como parte de una totalidad de sentido; «un árbol
nos remite al bosque».
alegoría: tomemos el propio ejemplo que aduce Pavis en las páginas citadas: «la
gaviota, en la obra así titulada, no remite únicamente a Nina; “simboliza” además la
inocencia marchita por la inacción».
Para las nociones básicas de Ch. S. Peirce (1839-1914), base de los estudios
semióticos que se desarrollaron posteriormente, lee las páginas 30-39 de Kowzan en
El signo y el teatro.
El objeto de estas no es más que acercar al alumno a las reflexiones más complejas que
encierra la noción de signo en sí. Peirce es el punto de partida de estudios posteriores,
pero en él ya se hallan diferenciadas las nociones básicas que luego extrapolaremos al
signo teatral. Además de las nociones de Peirce, en la obra citada de Kowzan como
material básico se ofrece un estudio comparativo que recoge los estudios de otros
autores tan fundamentales como Saussure o Morris.
En páginas siguientes, en relación de nuevo a Peirce, Kowzan recoge los tres tipos de
signos que este separa (Kowzan, 1997: 48-49):
Icono: «signo que remite al objeto que denota simplemente en virtud de los caracteres
que tiene, exista o no realmente tal objeto».
Índice: «signo que remite al objeto que denota porque está realmente relacionado con
él».
Símbolo: «signo que remite al objeto que denota en virtud de una ley (…) que
determina la interpretación del símbolo por referencia a ese objeto».
Tras el estudio sobre las diferentes teorías al que aludíamos en el epígrafe anterior, T.
Kowzan (1922-2010) aporta nociones interesantes y útiles sobre el signo teatral. Señala
que este tiene un emisor que puede ser doble (de un lado, el personaje –actor- que
emite un mensaje; de otra, el creador de la obra en sí, el autor); un destinatario, que
sería el receptor virtual (quien recibe el mensaje dentro del mundo configurado por el
autor), y a la vez un receptor del signo, que sería el espectador, y que debe, además
de recibir, interpretar el signo.
En su estudio, Kowzan analiza el uso del símbolo en dos obras claves de la literatura
dramática occidental, El pato salvaje de H. Ibsen y La gaviota de A. Chejov. A ello
remitimos al alumno de cara a la ampliación de este concepto y a su uso en el texto
dramático.
La estudiosa alemana nacida en 1943 recoge en su extensa obra Semiótica teatral las
más interesantes aportaciones al estudio de los procesos de significación del signo
teatral. La autora habla de signo cuando «puede percibirse a través de los sentidos (…),
[cuando alude] a algo, [o lo representa], y más allá de sí mismo tiene un “significado”.
(…) Un signo (…) tiene que estar cimentado en un sistema semiótico» (Fischer-Lichte, -
recogiendo a pie de página las aportaciones de H. Brekle- 1999: 15).
El signo teatral, además, forma parte del engranaje cultural en el que el teatro, como
sistema cultural que es, se desenvuelve a nivel tanto de emisor como de receptor. En
este sentido, Fischer-Lichte señala dos campos de comprensión del signo, muy
interesantes desde el punto de vista dramatúrgico:
el denotatum: significado relativamente estable entendido por todos los miembros
de un contexto cultural.
las connotaciones: variaciones semánticas que pueden añadirse a un signo y que
son significativas para un determinado y reducido grupo de receptores, o incluso
tener sentido solo para quien las emite.
En cuanto al código como parte integrante del signo, Fischer-Lichte distingue entre:
Códigos internos:
Códigos externos:
Que serían aquellos que se dan en todos los sistemas culturales de una
determinada cultura.
Si aplicamos esto al ámbito dramatúrgico, podemos decir que los códigos internos
son los que regulan las leyes del uso de los signos en la totalidad semántica de una
escenificación, o y los códigos externos aquellos que afectan al signo teatral como
sistema cultural inmerso en unas determinadas leyes que afectan a todos los sistemas
culturales.
Es decir, el signo teatral, como el hecho teatral en sí, no puede aislarse y ser
estudiado sin relacionarlo con otros factores: «Una semiótica del teatro que quiera
estudiar el funcionamiento del teatro como un sistema productor de significado, tiene
que subsumirse e integrarse como parte de tres ámbitos distintos de la teoría teatral: el
teórico, el histórico, y el análisis de la representación» (Fischer-Lichte, 1999: 35).
Sin perder ese objetivo, intentemos avanzar un poco más en el estudio de la autora.
Para una mejor explicación del estudio del signo que propone Fischer-Lichte,
separamos, en función de lo recogido en el índice de este tema, dos campos de
estudio: por una parte, el estudio de los signos a partir del análisis dramatúrgico, y por
otro, la clasificación de los signos sistemas de significación en una escenificación.
A partir de las diferentes definiciones de texto teatral que aduce, la autora extrae
diferentes requisitos que debe contener el análisis semiótico del texto; escogemos
aquellos tres que nos resultan más prácticos dentro del análisis:
«Hay que dividirlo en distintos planos de coherencia semántica»: la segmentación
de las partes significativas, entendemos, facilita y da herramientas estructurales que
hacen asequible y más eficaz el análisis.
«Se tiene que analizar el texto teatral en su selección y combinación de signos
teatrales»: como creación, el texto ha sufrido procesos de selección (se elige un signo
frente a otros posibles); estos, además, son combinados entre sí en el eje
sintagmático como fuente de emisión de significado.
«Hay que estudiar las distintas clases de creación de significado y definirlas en su
función respectiva»: lo que conllevaría la división de los signos según tipología y
función que desempeña cada uno de ellos.
Plano clasemático
Las isotopías pueden darse a cualquier nivel del texto, creando categorías, haces
relacionados entre sí. De esta forma, la comprensión de un texto literario siempre pasa
por la comprensión de las isotopías, por la de todas ellas, es decir, es plurisotópico,
«porque está sometido a distintos niveles de codificación que, al entrecruzarse,
determinan lexemas polisémicos» (Marchese y Forradellas, 1986: 223), llegando así al
nivel de la connotación.)
Estas posibilidades se segmentar un texto nos parecen muy útiles: porque con el rigor
que permite el basarse en lo textual, permite, no obstante, enriquecer el sentido de cada
pequeña parte, dotar a cada pequeña parte de significación respetando su
heterogeneidad.
El plano de las isotopías se nos revela, pues, como la base desde el punto de vista del
análisis. La autora apunta herramientas útiles, como el apoyo en la estructura
externa del texto como base para la segmentación no solo fabular sino también
semántica (Fischer-Lichte, 1999: págs 601-606). Sería válido este procedimiento tanto
para estructuras clásicas que enlazan las acciones de forma lógica y causal, como para
aquellas que no siguen normas de causalidad entre las distintas acciones. La
estructura externa, sea cual sea, será la que nos permita esta división.
En el proceso de selección de signos (lo que señalábamos más arriba como eje de las
sustituciones), la autora señala la necesidad de delimitar el campo de nuestro estudio
con el objetivo de comprobar el proceso de selección, siempre seleccionando
aquellos signos que podrían haber sido fruto de una selección. En cuanto a la
combinación de signos elegidos (o eje de las combinaciones), estos se relacionan
entre sí desde el plano clasemático y desde la agrupación mayor de las isotopías, y
ver cómo funcionan en la totalidad de sentido.
Dentro de las posibles combinaciones entre los signos, la autora recoge dos:
Con esto abordamos el que hemos elegido como tercer paso del procedimiento de
análisis que propone la autora. En esta fase, buscamos la adjudicación de un
sentido a un signo por parte del receptor, bien dentro de la globalidad de la obra
(recodificación interna), bien en relación a otras estructuras culturales superiores
(recodificación externa).
Esta es la clave, a nuestro parecer, del análisis de los signos y de los procedimientos de
significación desde el análisis de los signos textuales: la relación de los signos y de su
significado genera una determinada estructura interna, una trama, que funciona como
columna vertebral del texto.
Sin embargo, el significado del signo «alcohol» no lo podemos obtener solo con la suma
de lo que significa para cada personaje; debemos vincularlo además a la acción en cada
segmento textual: cuándo se consume, por quién y por qué; debemos contemplar, a
la vez, su plasmación en el lenguaje de los personajes, que se deteriora, se trunca, se
vuelve ilógico en ocasiones, provoca que las conversaciones no avancen. No podemos
limitarnos, en definitiva, a extraer conclusiones de por qué consume alcohol cada
personaje (por qué Albee ha escogido esta acción), sino que debemos analizarlo como
parte de la estructura y de la trama, del entramado que el autor nos ofrece para
contarnos s u fábula. Para ello, debemos analizarlo como signo en sus relaciones
(sintagmáticas, paradigmáticas), para llegar a la recodificación interna; y como
denominador común de determinadas sociedades (la norteamericana de los últimos
años 60 del pasado siglo, qué componentes sociológicos, ideológicos, etc. se dan en esa
sociedad para que el signo «alcohol» conlleve un determinado sentido) que nos permita
semantizarlo en una recodificación externa.
Plano clasemático
Para empezar, señalaremos muy brevemente qué entendemos por análisis del
espectáculo. El espectáculo, es el «conjunto de modelos o acontecimientos
comunicativos cuyos productos son comunicados en el espacio y en el tiempo, es decir,
en movimiento; lo que significa que tanto su producción como su recepción se produce
necesariamente en el espacio y en el tiempo» (G. Barrientos, 2003: 28), y sobre esta
realidad cifraremos el objeto empírico del análisis. Atendemos al espectáculo en
tanto que totalidad que el espectador recibe, «un conjunto de sistemas ya estructurados
y organizados en sí mismo» (Pavis, 2000: 24), lo que denominamos puesta en escena, o
escenificación. El análisis del espectáculo, efectivamente, se hace sobre esa
estructuración, no sobre los elementos de la misma de forma aislada.
Esta, que hemos visto más arriba como herramienta adecuada en el análisis
dramatúrgico de los signos que emanan del texto, no es la misma segmentación que
señala Pavis de cara al espectáculo: si bien la segmentación de este sigue apoyándose
fundamentalmente en el parámetro textual (en los segmentos semánticos y de
acción que el texto nos ofrece, y que basan, la mayoría de las veces la división en las
escenas, entendidas como entradas y salidas de personajes, lo que supone privilegiar
semánticamente este signo frente a los otros y conceder primacía al texto en la
Es vital señalar esto como base de la metodología analítica, y cifrar el análisis del signo
en la escenificación desde este punto de vista. Esta tarea de la segmentación
espectacular no resulta sencilla y es más proclive a caer en la subjetividad que la
segmentación textual; puede, además, resultar más eficaz en unas puestas en escena
que en otras. Pero en todo caso, es la base sobre la que se plantea el análisis de los
componentes escénicos.
La autora insiste, además, en que los signos de la escenificación son signos con una
doble función: remiten a algo (en mayor o menor medida según el tipo de
escenificación) y son además «signos-por-sí, elementos de una representación que es
una práctica espectacular» (Ubersfeld, 1997: 46). Esta aportación no debemos perderla
de vista en los análisis.
Fischer-Lichte divide el trabajo del actor en signos de la lengua, que pueden ser signos
lingüísticos (aquellos en los que se recoge la comunicación verbal de los personajes) o
paralingüísticos («todos los sonidos vocales realizados, que ni son producidos como
signos lingüísticos, ni musicales, ni icónicos producidos por el hombre» (Fischer-
Lichte, 1999: 54)). Y signos cinéticos, que a su vez pueden ser mímicos, gestuales o
proxémicos. Para estos, lee las páginas 68-136 de Semiótica del teatro de Fischer-
Lischer.
En otro capítulo dedicado al aspecto del actor como signo, la autora alemana se
centra en otros elementos: máscara, peinados, vestuario, como signos fundamentales
donde se apoya una gran cantidad de contenido semántico.
En el capítulo dedicado al trabajo del actor, Pavis incluye un amplio estudio sobre la
gestualidad y la forma de recibir esa gestualidad por parte del receptor. De su extenso
estudio, que no podemos pormenorizar aquí, extraemos la herramienta del vector,
entendido este como «fuerza y desplazamiento desde un determinado origen hacia un
punto de aplicación» (Pavis, 2000: 77) por su utilidad para analizar la gestualidad del
actor:
Vectores acumuladores: aquellos que acumulan varios signos.
Vectores conectores: unen, en función de una determinada relación, dos
elementos de una secuencia.
Vectores secantes: aquellos que suponen una ruptura en el ritmo narrativo,
gestual o vocal.
Vectores embragues: puentes que permiten pasar de un nivel de sentido a otro.
Asimismo, rescatamos de Pavis la concepción del trabajo gestual del actor –de cara al
análisis- como una partitura, una serie de signos visibles y audibles que de manera
artificial «se parten» y seccionan para su análisis, que necesariamente hemos de
acompañar de una subpartitura: «lo que se oculta tras la partitura, pero que también
la precede, la transporta e incluso la constituye , en tanto que soporte y parte sumergida
del iceberg cuya cumbre visible no es más que la superficie helada y heladora del actor
(…) Esa sólida masa blanca sumergida en la que se apoya el actor para aparecer y
mantenerse en escena. Consiste en el conjunto de factores situacionales (situación de
enunciación) y de aptitudes técnicas y artísticas en los que el actor o la actriz se apoyan
cuando realizan su partitura» (Pavis, 2000: 108).
Recopilemos algunas ideas sobre los tipos de signos relacionados con el actor:
Lingüísticos
paralingüísticos
Cinéticos:
Mímicos/gestuales/proxémicos
La partitura Valoración
Combinaciones
Análisis del signo gestual. La diacrónica de los
de signos en el eje
como vector subpartitura signos emanados
sintagmático
del actor
A estas dos concepciones de partida, Pavis añade otras formas de abordar el estudio del
espacio.
Ubersfed, que como señalábamos más arriba concede al estudio del espacio el primer
lugar de su metodología de análisis, en su amplio capítulo dedicado es este elemento al
que ella llama espacio teatral - «contiene, además del espacio escénico, el espacio
reservado para el público»- (Ubersfeld, 1997: 66), establece tres formas básicas de
concebir el espacio, que señalan tres nociones fundamentales de relación entre el
hecho teatral y el espectador (Ubersfeld, 1997: 67 y sgtes):
Para Ubersfeld, pues, estas son las dos categorías que darían lugar a las diferentes
variaciones sobre la determinación de la espacialidad; así, «si se quisiera resumir
a grandes rasgos la oposición entre el contenido de un espacio escénico tradicional, y el
de un espacio-teatro de feria, se podría decir que, en el primer caso se pone el acento
sobre el significado del signo, y en el otro, sobre el significante; en primer caso sobre lo
denotado, en el segundo sobre las connotaciones» (Ubersfeld, 1997: 73).
Ubersfeld señala, asimismo, una idea clave en el análisis del signo que aquí nos
compete: cómo la mímesis «se realiza menos a través de la reproducción (o la
utilización) de elementos del mundo e incluso de estructuras espaciales, que mediante
un sistema complejo de analogías» (Ubersfeld, 1997: 85), donde todos los signos entran
en relación y no es operativo el significado del signo por relación con el referente, sino
por esta relación unida a la relación con los demás signos.
Fischer-Lichte dentro del epígrafe destinado al estudio del espacio escénico, habla de
decorado como aquellos signos que nos determinan el lugar donde ocurre la acción en
relación a una época determinada, no solo con el objeto de «caracterizar al lugar
interpretado en virtud de su formación específica, sino también la acción que pudiera
representarse en él» (Fischer-Lichte, 1999: 210). Lo que la autora denomina decorado
nos ayuda a crear el ambiente que rodea al personaje, y sirve para caracterizarlo, lo cual
resulta fundamental en escenificaciones donde se establece una relación de mímesis
con el referente real. Al decorado la autora suma los accesorios, como elementos
portadores de sentido a la hora de analizar el espacio: «objetos en los que el actor
ejecuta acciones» (Fischer-Lichte, 1999: 217), a donde se dirigen los gestos
intencionados de los actores.
Además, la autora incluye en el análisis del espacio el estudio de la luz, uno de los
elementos que más significados adopta cuando se analiza en una escenificación.
Para Ubersfeld, todo elemento que aparece en escena es objeto semiótico, «figurable
sobre la escena y manipulable por los actores (…) ni siquiera los muebles son objetos si
los comediantes no los manipulan» (Ubersfeld, 1997: 128).
Esa mayor o menor materialidad, que Pavis concreta en una gradación (Pavis, 2000:
190 y sgtes), puede ir desde la materialidad legible de los elementos naturales o de los
módulos fabricados específicamente para la escenificación, hasta el «objeto sublimado,
semiotizado y memorizado».
Ubersfeld habla del valor sígnico del objeto constatando que este puede ser índice,
icono o símbolo del referente con el que mantienen la relación semántica, si bien «en
el caso más general el objeto teatral (…) posee las tres funciones (…). Un cisne de cartón
en la escena vale (a) por un cisne de cartón (juguete en el mundo), (b) puede ser el icono
de un cisne real, (c) el índice de una extensión de agua, (d) el símbolo de la pureza o la
poesía» (Ubersfeld, 1997: 133-134).
Objeto escénico:
Fischer-Lichte nos habla también de la carga semántica del objeto insistiendo en que su
significado es relevante en cuanto al personaje, a la relación entre dos o más personajes,
y a la acción que se ejecuta sobre él. (Fischer-Lichte, 1999: 216-222).
Análisis de la luz
Como en los puntos anteriores, daremos aquí nociones muy sencillas y básicas que
recogen los autores sobre los que estamos trabajando, sin entrar en la profundidad que
este signo merece. Destacamos que en La escuela del espectador Ubersfeld no dedica un
capítulo a estudiar este elemento, quizá porque su obra está más centrada en el análisis
de los elementos que de forma más clara se perciben en el texto que en los espectáculos.
En el campo del análisis del uso de la luz, Pavis destaca su función como creadora de
atmósferas, y plantea la necesidad de estudiar este signo desde la dramaturgia,
determinando el tipo de luz que es, la precisión del uso (ver qué se ilumina, qué
queda oculto), y evaluando los efectos que produce, ya sean estos de forma puntual
o duradera a lo largo del espectáculo (Pavis, 2000: 195-197).
Son por lo tanto signos que aportan significado con relación a la situación y a la acción
en sí., y desde esa doble óptica han de ser analizados.
La música, por otro lado, conlleva una serie de significados en estrecha relación con el
código cultural en el que se emite, llenándose así de contenido simbólico. Es lo que la
autora llama la «función práctica» de la música:
Para el autor francés el primer paso sería determinar las fuentes de la emisión de la
música, cómo se produce (de forma oculta, de forma explícita) y cómo se reparte por el
espacio. El objeto más complejo de análisis es el efecto de la música en el espectador: en
el teatro occidental, la música ha sido utilizada de manera generalizada como
acompañamiento: «sería música incidental, y por lo tanto siempre ‘indirecta’ e
incidente, y será juzgada según los servicios que preste a la comprensión del texto y del
juego» (Pavis, 2000: 151); esto, como señala el autor, no es igual en espectáculos de
otras culturas, donde la música tiene una mayor implicación performativa en la acción.
Contemplamos aquí las funciones que señala Pavis como posibles en el análisis de la
música en la escenificación (Pavis, 2000: 152-153):
Creación de atmósfera; puede llegar a ser un leiv motiv de la escenificación.
Reconocimiento de una situación.
Reconocimiento de una acción.
Acompañante de determinados momentos, como los cambios de espacio.
Contrapunto, como los songs brechtianos, cuyo objetivo es el extrañamiento de la
acción y la distorsión entre la música y la acción en la que se inserta.
Hasta aquí hemos recopilado las ideas generales que desde el punto de vista del
estudio del signo pueden ampliarse en las tres obras básicas estudiadas. No es nuestro
objetivo dar por concluido el estudio de los signos propuestos, sino solo servir de guía al
alumno para una mayor profundización.
No dejes de ver…
Fotografías
Una buena forma de reflexionar sobre los signos escénicos es ver fotografías de
espectáculos. A pesar del estatismo de la imagen, son sugestivas y nos permiten
apreciar la convivencia de determinados signos en el escenario.
López, J. (2014). Ivo Van Hove: repertorio y técnica. ADE Teatro, 150.
Objetivos:
Concretar la estructura interna del texto utilizado en el temario –Un enemigo del
pueblo- para poder así partir de ella y proponer una posible intervención
dramatúrgica.
Detectar los elementos claves en los que se apoya esta estructura interna y
relacionarlos con los temas y motivos apuntados en la práctica 2.
Fomentar la capacidad del alumno para el rigor analítico en el trabajo sobre el texto.
Criterios de evaluación:
La concreción de la determinación de la estructura.
La vinculación del análisis con la teatralidad del texto.
El rigor en la aplicación de las herramientas analíticas.
La claridad y la corrección en la presentación de la propuesta.
TEMA 8 – Actividades