Una CSJN Que Avanza. Juliano - Vitale PDF
Una CSJN Que Avanza. Juliano - Vitale PDF
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1. Algunos retrocesos
El fallo que comentamos constituye, desde nuestra
perspectiva, un claro retroceso de una Corte que avanza en
materia de garantías ciudadanas en el ámbito del proceso
penal de un Estado Constitucional de Derecho.
No se trata del primer paso atrás de la actual
composición de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
en el marco indicado.
1
Presidente de la Asociación Pensamiento Penal y juez del Tribunal en lo
Criminal 1 de Necochea
2
Titular de Derecho Penal de la Facultad de Derecho y C. S. Universidad
Nacional del Comahue y Defensor Público Interamericano por Argentina
(período 2010-2013).
3
CSJN, P. 784. XLII, Recurso de hecho deducido en la Causa “Pereyra,
David Esteban s/ causa Nº 6485”, del 27 de noviembre de 2007.
b) el fallo pronunciado en la causa “García Méndez” 4, en el
que se legitimó la privación de la libertad personal de niños,
niñas y adolescentes no punibles, por aplicación de la terrible
“ley” de facto 22.278, que penosamente muchos siguen
aplicando por no haber sido formalmente derogada,
reconociendo incluso la Corte su contrariedad con los principios
básicos de un derecho penal constitucional;
c) la decisión dictada en la causa “Antiñir” 5, en la que se
declaró la constitucionalidad de los tipos penales del homicidio y
lesiones en riña (artículos 95 y 96 del Código Penal),
consagrando una ficción de autoría, con la honrosa disidencia
del ministro Carlos S. FAYT.
d) el fallo correspondiente a la causa “Álvarez Ordóñez” 6,
en el que la mayoría no trató la cuestión constitucional que
plantea la ilegítima agravación de pena por reincidencia,
invocando meras razones formales (el recurrente no cumple con
el requisito de fundamentación autónoma), perdiendo la ocasión
de guardar coherencia con lo resuelto, por ellos mismos, en el
caso “Gramajo”, en el que se declaró la inconstitucionalidad de
la multirreincidencia como causal de agravación punitiva.
Constituye una digna excepción el voto de Eugenio Raúl
Zaffaroni, que trató el fondo de la cuestión y consideró
inconstitucional la peligrosa agravación de la pena por
reincidencia.
2. Algunos avances
Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que la
actual Corte Suprema de Justicia de la Nación ha iniciado
un importante camino de avance hacia el respeto del
sistema de garantías y del principio de mínima intervención
4
CSJN, Caso “García Méndez, Emilio, y Musa, Laura Cristina”, s/ causa Nº
7537, del 2 de diciembre de 2008. Una crítica a este fallo puede verse en:
Gustavo L. VITALE, Culpabilidad como límite a la pena (co-culpabilidad y
esfuerzo por la vulnerabilidad), en A.A.V.V., Patricio N. SABADINI
(compilador), “Estudios Críticos del Derecho Penal Moderno”, Fabián J. Di
Plácido Editor, Bs. As., 2011, páginas 281 y ss. Puede verse su texto en
http://new.pensamientopenal.com.ar/01122008/menores.pdf
5
CSJN, A. 2450. XXXXVIII. “Antiñir, Omar Manuel - Antiñir, Néstor
Isidro - Parra Sánchez, Miguel Alex s/ homicidio en riña y lesiones leves en
riña y en concurso real”, del 4 de julio de 2006
6
CSJN, A 577. XLV. Recurso de Hecho. “Álvarez Ordóñez, Rafael Luis s/
causa n° 10.154, del 5 de febrero de 2013. Su texto puede verse en
http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2013/03/fallos36.
pdf
penal, que sería más que deseable que no abandonara, a
pesar del descontento que a veces provoca en algunos
sectores ciudadanos o, más que nada, en algunos medios
masivos de comunicación, que parecen bregar por la
instalación de una política penal del terror, como única
forma de calmar las sensaciones de inseguridad que ellos
mismos generan con histéricos reclamos de aumento
indefinido de la severidad punitiva, y en especial carcelaria.
7
CSJN, S. 1767. XXXVIII, Recurso de Hecho, “Simón, Julio Héctor y otros
s/ privación ilegítima de la libertad, etc.”, causa n° 17,768, del 14 de junio
de 2005.
8
CSJN, L. 486. XXXVI, Recurso de Hecho, Llerena, Horacio Luis s/abuso
de armas y lesiones, arts. 104 y 89 del Código Penal”, causa n° 3221, del 17
de mayo de 2005.
9
CSJN, "Recurso de hecho deducido por la defensa de Matías Eugenio
Casal en la causa Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple en grado de
tentativa —causa N° 1681—", del 20 de septiembre de 2005.
10
CSJN, “Recurso de hecho deducido por el defensor oficial de Marcelo
Eduardo Gramajo en la causa Gramajo, Marcelo Eduardo s/ robo en grado de
tentativa”, causa Nº 1573”, del 5 de septiembre de 2006.
52 del Código Penal, por contravenir el ne bis in idem y las bases
constitucionales de un derecho penal de acto y no de autor;
e) precisamente en el ámbito del instituto que nos ocupa (el
de la suspensión del proceso penal a prueba), ha jugado un papel de
enorme trascendencia el reconocimiento de la interpretación amplia,
en toda su dimensión, de las normas legales que lo regulan. Nos
referimos a los conocidos fallos “Acosta”11 y “Norverto”12, que no
sólo mandan interpretar con amplitud el texto legal en la materia,
sino que reconocen, con total corrección, la vigencia en materia
penal del principio de última ratio, de intervención penal mínima y,
por si quedaran dudas, de interpretación pro homine (o pro persona),
según el cual cualquier duda sobre el alcance de una ley debe
entendérsela a favor del individuo y no del poder penal estatal.
11
CSJN, “Recurso d hecho deducido por la defensa oficial de A.E.,A. en la
causa A.E.A. s/ infracción art.. 14, 1° párrafo ley 23.737”, causa 28/05, del
23 de abril de 2008.
12
CSJN, “Norverto, Jorge Braulio s/Recurso de Hecho” (Sentencia del 23
de abril de 2008, N. 326. XLI.).
todas las acciones penales, con excepción de… 1. Las que
dependen de instancia privada. 2. Las acciones privadas”,
ha sido pacíficamente interpretado en el sentido de no
exigir denuncia ni querella como condición de
perseguibilidad, ya que la persecución de todos los
sospechosos de haber cometido cualquier delito es una
meta no sólo imposible sino, incluso, indeseable. Es más, si
entendiéramos que los Estados tienen el deber de juzgar y,
eventualmente, penalizar todos los delitos que se cometen,
probablemente tengamos un serio problema para encontrar
algún juzgador que pueda considerarse limpio como para
“tirar la primera piedra”.
13
Mario A. JULIANO, “La Convención de Belem do Pará, la violencia de
género y los derechos y garantías”, Su texto puede verse en
http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2013/06/belem.pf
condena, para sancionar todos los casos de violencia
contra una mujer, en consideración de su género.
En verdad, hay dos tesis extremas sobre el instituto
del proceso penal a prueba, que, a nuestro parecer, deben
ser descartadas: a) la que lo entiende inconstitucional por
significar una pena sin condena y b) la que aun sin
formulación expresa, lo considera un camino hacia la
impunidad.
14
Eduardo Gabriel FAJARDO, La prueba de la probation, en “Universitas
Iuris”, Publicación de alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional de Rosario, año 2, nº 7, diciembre de 1995, p. 9.
15
Eduardo Gabriel FAJARDO, ob. cit, p. 8.
16
http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2011/06/fallos17.pdf
Ello parece concordar con el criterio de la Procuración
General de la Nación en el caso Góngora (al que, por
desgracia, adhirió Eugenio Raúl ZAFFARONI), en cuanto
sostuvo que la aprobación por parte de Argentina de la
Convención de Belem do Pará, “constituyó la expresión de
su especial preocupación por hechos de esa entidad y de
su particular interés por constatar el alcance de tales
conductas y determinar la responsabilidad de sus autores
… para evitar que la impunidad fomente la repetición de
esa clase de hechos”17.
17
Del dictamen de Eduardo Ezequiel CASAL, a cargo de la Procuración
General de la Nación (las cursivas me pertenecen).
enjuiciamiento tradicional, en lugar de entenderlo como un
mero beneficio o gracia legal, al aclarar que aquella
buscada aplicación racional de la ley debe cuidar “que la
inteligencia que se le asigne no pueda llevar a la pérdida de
un derecho”18, atribuyendo decidida importancia a las
consecuencias de las decisiones judiciales.
18
Fallos: 310:937; 312:1484
Por otra parte, pueden serle impuestas otras reglas de
conducta que el probado debe cumplir en el plazo de
prueba, como es el caso del sometimiento al cuidado de un
patronato, la obligación de asistir a la escolaridad primaria
(si no la tuviere cumplida), la realización de estudios o
cursos de capacitación laboral o profesional, la obligación
de adoptar oficio, industria, arte o profesión o la obligación
de realizar trabajos no remunerados en favor del Estado o
de instituciones de bien público, fuera de sus horarios
habituales de trabajo (artículo 27 bis, incisos 1, 4, 5, 7 y 8, y
artículo 76 ter, 1º párrafo, del Código Penal).
19
Cfr. Diputado Hernández (por la provincia de Córdoba), en “Diario de
Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación”, p. 1.319).
incluya un ‘juicio oportuno’ …, la norma en cuestión impone
considerar que, en el marco de un ordenamiento jurídico
que ha incorporado al referido instrumento internacional, tal
el caso de nuestro país, la adopción de alternativas
distintas a la definición del caso en la instancia del debate
oral es improcedente”.
La Corte, a nuestro juicio, tergiversa el sentido de un
instituto ponderable, que incluso apuntaló por medio de
fallos trascendentes20, recurriendo a un método de
interpretación que reputamos peligroso para el preciado
sistema de garantías ciudadanas. En efecto, construye una
causal de inadmisibilidad de la suspensión del proceso
penal a prueba no contenida en la ley penal,
desconociendo un derecho ciudadano acordado por la
legislación interna a todos los sospechados de delito a
quienes no se les impide su ejercicio, sin declarar su
inconstitucionalidad ni su contrariedad a Convención
Interamericana o Internacional alguna y, para colmo de
males, lo hace recurriendo a una Convención
Interamericana de Derechos Humanos a efectos de
utilizarla como base para retacear Derechos Humanos de
las personas meramente sometidas a proceso penal, las
que por ley y por imposición de la normativa internacional,
se presumen inocentes.
20
Cfr. fallos Acosta y Norverto.
La protección especial de la mujer, en particulares
situaciones de mayor vulnerabilidad, requiere mecanismos
de tutela real, mayor que la protección que brinda a otros
individuos. Pero nunca puede llevarse a cabo a costa del
desconocimiento o de la eliminación de los derechos con
los que cuentan, conforme a la ley, todas las personas
sometidas a proceso penal por hechos invocados en su
contra.
Por ello es que el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos consagra potestades a todas las
personas imputadas de delito, sin discriminación alguna,
como es el caso del debido proceso legal, que le permite
defenderse de la acusación y utilizar todos los mecanismos
que la ley establece a su favor durante la sustanciación de
la causa.
21
Allí se estableció, por ley, que en las causas en las que se investiga un
delito sexual contra niños, niñas o adolescentes, además del fiscal, debe
actuar (como segundo acusador público) el Defensor de Niños, además del
querellante particular que pudiera intervenir.
Todo imputado, del delito que sea, tiene derecho a
controlar la prueba de cargo, incluso en forma personal,
como lo dispone el artículo 14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
Mientras tanto, algunas legislaciones ya están
prohibiendo que el imputado de un delito sexual pueda
siquiera presenciar, sin intervenir y sin ser visto, las
irreproducibles declaraciones efectuadas en “cámaras
Gesell”, las que incluso violentan tantos otros derechos de
la persona sometida a proceso22.
Hoy rigen en numerosas legislaciones procesales
criterios de oportunidad procesal, por los que los fiscales
pueden seleccionar, conforme a cierta programación, qué
causas seguirán su trámite y cuáles no, a fin de racionalizar
el sistema de persecución penal, que siempre funciona con
elevadas cuotas de irracionalidad selectiva, existiendo ya,
en algunos casos, limitaciones que los hacen depender de
la voluntad de quien se presenta como víctima en el
proceso, aunque no lo sea en la realidad de las cosas.
¿No será que ahora terminen prohibiéndolos para
todos los casos de violencia contra alguna mujer, aunque
sea un supuesto de mínima gravedad23, o aunque no exista
prueba alguna para obtener una condena?
22
Cfr. artículo 225 bis del Código de Procedimientos Penal y Correccional
de la Provincia de Neuquén (uno de los tantos artículos “bis”, propio de toda
política de inflación penal, agregado, en este caso, por ley 2617 del año
2008), según el cual “… bajo ningún concepto podrá presenciar el acto el
sospechado como autor, cómplice o instigador del hecho”.
23
Pensemos en el caso de quien, apresuradamente, se acerca a una mujer y
le toca los pechos sobre la ropa, para salir corriendo en forma inmediata.
Supuesto que ¡aunque no resulte creíble! abrió una causa penal e, incluso,
provocó una decisión de una de las salas de la Cámara Nacional de Casación
Penal rechazando la suspensión del proceso a prueba para ese caso, que
cuesta imaginarse incluso como delito penal. Se trata de la decisión de la
Sala II de la CNCP, del 7 de diciembre de 2010, en la causa seguida contra
C.L.S., en la que incluso el fiscal había prestado la conformidad con la
suspensión del proceso a prueba.
¡Qué pensar de alternativas razonables incluso para
muchos de los casos a los que nos referimos aquí, como la
mediación, la conciliación y la reparación del daño a quien
invoca la calidad de víctima!
A pesar de tratarse de mecanismos razonables y
eficaces de resolución de conflictos lesivos de derechos,
parece que el recrudecimiento de la dureza punitiva que
algunos están proponiendo, desgraciadamente gozará de
buena salud, incluso para impedir que funcionen en estos
casos.
Por otro lado, si muere el imputado no se lo puede
juzgar en el ámbito penal, pues su muerte también extingue
la potestad estatal de perseguir delitos.
¿No se le ocurrirá proponer a alguien (suponemos que
no) que una vez fallecido el imputado por la comisión de
algún delito contra una mujer, la causa siga su curso contra
los parientes de sexo masculino? Obvio que sería un
disparate, pero no olvidemos que hoy se están postulando
formas de responsabilidad penal de los padres por los
hechos (ajenos) de los hijos ¡Otro disparate semejante!
La condena penal requiere certeza de intervención del
imputado en cualquier delito.
Sin embargo, los criterios de flexibilización de
garantías, que penosamente se están poniendo en
práctica en forma asidua, en muchos casos vienen
construyendo tales certezas en base a meras afirmaciones
de quien se presenta como víctima y en informes de
profesionales que dicen que esos dichos son verosímiles,
dando la impresión que se condenan tanto a culpables
como a inocentes sólo en base a una imputación en su
contra24.
24
SANCINETTI, Marcelo A., “Las imputaciones por abuso sexual libradas a
la arbitrariedad del denunciante”. Su texto puede verse en
http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2012/06/doctrina
04.pdf; JULIANO, Mario A. “Las dificultades probatorias en los delitos
contra la integridad sexual”, Ver texto del trabajo citado en
A su vez, si se condena penalmente a una persona,
procede hacerlo en forma condicional, en los casos a los
que nos referimos y en cualquiera que tenga prevista en la
ley una pena mínima que no supere los tres años de
prisión. Es decir, la ley permite que el condenado no sea
encarcelado, a pesar que la sentencia impone esa clase de
pena, con el fin de evitar las perniciosas consecuencias del
cumplimiento efectivo de las penas carcelarias de corta
duración.
En los casos recién mencionados (comprensivos de
delitos contra mujeres), la legislación penal permite, para
todos los condenados, que no se les imponga sanción
penal efectiva.
No sea cosa que, con los vientos que hoy están
corriendo, se termine postulando la supresión de la
condena en suspenso para este tipo de imputaciones. ¡Otro
dislate posible en los mares del autoritarismo penal de la
época! Recordemos que a los condenados por este tipo de
delitos ya se les han suprimido derechos propios de la
etapa de ejecución de la pena carcelaria, que a otros
(incluso condenados por delitos más graves) se les
reconocen.
http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2013/06/lasdificul
tadesprobatoriasenlosdelitoscontralaintegridadsexual.doc.pdf
delincuentes con los pobres y por medio de una práctica
que los persigue en forma casi exclusiva?
¿No era suficiente con dispensar ese maltrato a todas
las personas meramente acusadas de delito, sosteniendo
que deben estar presas aunque no se sepa si son
culpables o inocentes?
¿No bastaba con maltratar a los niños, niñas y
adolescentes, para los que, incluso hoy, se postula bajar la
edad de punibilidad, respecto de los que se formulan
reclamos histéricos ante la supuesta benignidad penal con
la que se los trata?
¿No era mucho tratar a los conductores de vehículos
como asesinos al volante, aumentándose las penas en su
relación y pretendiendo (la teoría) utilizar el desigual
instrumento del llamado dolo eventual para aplicarles
idéntica escala penal que a quienes cometieron el mismo
hecho, pero en forma intencional?
¿Era poca la enemistad creada con los que cortan
rutas, a los que se viene amenazando con criminalizarlos
por sus protestas sociales, en lugar de buscarse soluciones
políticas a sus reclamos?
Evidentemente, al poder penal no le ha bastado nada
de todo eso, por lo que podemos sumar y sumar
situaciones de aumento de la violencia punitiva estatal, que
no han hecho otra cosa que inyectar interminables dosis de
represión a nuestra preciada democracia25.
A los autores de delitos contra alguna mujer se les ha
seguido dispensando un trato especial, aumentando las
penas y creando tipos penales indescifrables, como el
abuso sexual gravemente ultrajante.
Para dar otro ejemplo demostrativo de lo absurdo de
la situación a la que estamos llegando, pensemos en que,
recientemente, se les adjudicó pena carcelaria perpetua26,
25
Gustavo L. VITALE, La moda y la degeneración del poder penal. Los
nuevos ‘enemigos’ del Estado.
26
Más grave que las penas previstas para los genocidios o delitos de lesa
humanidad, en la Convención de Roma
no sólo para el llamado femicidio (agregando otro inciso, el
11, al cada vez más largo artículo 80 del Código Penal),
sino también para el que mata al “ex cónyuge” o “a la
persona con quien mantiene o ha mantenido una relación
de pareja, mediare o no convivencia” (¿?). No tiene
desperdicio leer, a su vez, el inciso 12 del mencionado
artículo 80, que reprime con pena carcelaria perpetua al
que mata a otro “con el propósito de causar sufrimiento a
una persona con la que se mantiene o ha mantenido una
relación en los términos del inciso 1°”, comprensiva del ex
cónyuge o de quien tuvo antes una relación de pareja,
aunque sin convivencia. ¡Un verdadero papelón!, propio de
la voracidad irracional con la que se está actuando en la
materia.
A los imputados de estos delitos ni siquiera se los
denomina de ese modo, sino que, para el discurso
autoritario, son simple y sencillamente abusadores, aunque
no se sepa si son culpables o inocentes de un abuso, no
juzgado, que sólo alguien les atribuye. El desconocimiento
de derechos fundamentales ha sido acompañado con una
terminología propia, que descubre el velo supuestamente
protector con el que pretende cubrirse la represión
desmedida. Adviértase que ni siquiera se habla de
denunciante o de persona que se presenta como víctima,
sino directamente de una víctima del delito, sólo atribuido
en el proceso.
A ellos, además de los recortes de derechos que ya
hemos mencionado: ¿ahora también se les quiere impedir
la suspensión del proceso penal a prueba? En verdad, ¡ya
es demasiado! ¡En cualquier momento los van a querer
condenar sin juicio!
Es que, aunque muchos no lo reconozcan, se han
convertido en un grupo humano sumamente vulnerable
frente al poder penal, a los que el Estado (y ahora la Corte)
trata como inferiores y les declara su manifiesta enemistad.
27
Mario A. JULIANO, “La Convención de Belem do Pará, la violencia de
género y los derechos y garantías”, Ver texto del citado trabajo en
http://new.pensamientopenal.com.ar/sites/default/files/2013/06/belem.pf
policial y demás funcionarios encargados de la aplicación
de la ley”.
La función de aplicar la ley es bien distinta a la
aplicación de las políticas de prevención, sanción y
eliminación de la violencia que, como dijimos, no son
propias de los jueces, sino de los órganos ejecutivo y
legislativo del Estado. Esta es una razón más para
entender que la aludida Convención Interamericana no
obliga a juez alguno a decidir sus causas en uno u otro
sentido en relación a un planteo de suspensión del proceso
penal a prueba.
Por ello, no hay dudas que la Convención no impide
decisión judicial alguna que suspenda un proceso a prueba
cuando se atribuya un delito que importe algún tipo de
violencia contra la mujer, en la medida en que concurran,
en el caso, las condiciones legales de admisibilidad. Tanto
no lo impide que su texto no se refiere, directamente, a esta
cuestión concreta.
28
Eleonora A. DEVOTO, Los límites a la intervención del fiscal en la
suspensión del juicio a prueba, La Ley, Suplemento Penal, septiembre 2010.
justicia y distribuye competencias, no pudiendo la ley
federal entrometerse en ello. En segundo lugar, otorga
funciones judiciales al ministerio público, porque condiciona
la decisión del juez o tribunal… Este texto sólo puede
entenderse en forma compatible con la Constitución,
interpretando que el dictamen del fiscal es vinculante
cuando solicita la suspensión del juicio, pero no a la
inversa”29. Lo que más nos sorprende es que, en su obra,
el autor haya defendido exactamente la posición contraria a
la de su voto como juez en esta causa;
3) porque recurrentemente el dictamen (y el voto) se
basan en un fallo plenario de la Cámara Nacional de
Casación Penal (el plenario “Kosuta”), dejado de lado por la
propia Corte Suprema de Justicia de la Nación a partir de
los fallos “Acosta” y “Norverto”. A su vez, en “Acosta”, la
Corte Suprema se pronunció a favor de la suspensión del
proceso a prueba, con criterio amplio en vario sentidos,
habiendo existido incluso dictamen fiscal en contra. De
todos modos, en un Estado Constitucional de Derecho los
jueces no pueden obrar en obediencia debida a un fallo
judicial, por más plenario que sea y por más que exista una
ley que así lo pretenda, pues resulta demasiado claro que
dicha ley es inconstitucional, ya que los jueces sólo tienen
potestad constitucional para resolver casos concretos y no
pueden dictar normas de carácter general, sin invadir con
ello la esfera de competencia exclusiva del órgano
legislativo del Estado, que tiene expresamente prohibida la
delegación de su función de legislar. Además, una ley que
pretenda obligar a los jueces a interpretar una norma del
modo en que lo hizo otro fallo judicial lesiona, con toda
claridad, la autonomía funcional de esos juzgadores y, con
ello, el principio de independencia judicial en su aspecto
interno, es decir en relación a los otros organismos
judiciales, socavando las bases del Estado Constitucional
de Derecho;
29
Eugenio Raúl ZAFFARONI, Alejandro ALAGIA y Alejandro SLOKAR,
Derecho Penal, Parte General, EDIAR, Bs. As, 2º edición, 2002, p. 973.
4) porque pretenden fundar el carácter vinculante de la
oposición fiscal a la suspensión del proceso a prueba en el
texto del artículo 120 de la Constitución nNacional, diciendo
ahora que, en su virtud, “la promoción y ejercicio de la
acción penal corresponden exclusivamente al Ministerio
Público Fiscal, de acuerdo con los artículos 116 y 120 de la
Constitución Nacional”. En verdad, para perjudicar al
imputado, y pretender hacer depender la suspensión del
proceso a prueba del “consentimiento” del fiscal, sostienen
que el fiscal es titular exclusivo de la acción penal, mientras
que la Corte Suprema, también en contra del imputado,
hace tiempo que volvió al criterio del conocido caso
“Santillán”, sosteniendo lo contrario: que el fiscal no es
titular exclusivo de la pretensión punitiva, ya que (para
ellos) también lo es (ahora) el acusador privado, a quien se
reconoce poder de persecución penal autónomo e
independiente del que la Constitución atribuye sólo al fiscal.
A todos estos argumentos se remitió y dio por
reproducidos el Procurador General, añadiendo, a su favor
que “el texto del artículo 76 bis del Código Penal es claro
en cuanto prevé el consentimiento del fiscal como requisito
para la concesión del beneficio en examen, lo que invalida
cualquier interpretación alternativa que se aparte de él”.
Como vimos, este argumento es erróneo, porque el
problema central del citado texto legal es su falta de
compatibilidad con la función jurisdiccional acordada a los
jueces por la Constitución nacional y por las demás normas
supremas. En este punto, nos basamos en la propia obra
de Zaffaroni, muy posterior incluso a la entrada en vigor de
la Convención de Belem do Pará, y a pesar de su
incomprensible adhesión a este dictamen.
Nos sorprende, en este aspecto, que se pretenda
invocar aquí la claridad del texto legal, olvidándose luego
de la incuestionable claridad existente al prever la ley penal
los supuestos de inadmisibilidad de la suspensión. Aquí, al
parecer, la claridad perdió sentido y fue directamente
ignorada.
No puede entenderse que el dictamen del Procurador
General sostenga que los jueces deben respetar la
legalidad y la exigencia del consentimiento fiscal para
disponer la suspensión contenida en el artículo 76 bis,
cuarto párrafo, del Código Penal, dejando de lado la
prioritaria cuestión constitucional a la que aludimos (con
cita incluso de Zaffaroni), que invalida el texto legal en este
punto.
Recordemos que el Código Penal argentino contempla
los requisitos de admisibilidad de la suspensión del proceso
a prueba e, incluso, los casos de excepción en los que no
procede. Entre estos últimos no figuran las causas en las
que se investigan delitos que importen el ejercicio de
violencia contra una mujer, en consideración a su género.
Es más, este problema lo advierte el dictamen del
Procurador, pues expresa, en su texto, que “… la propia
ley… niega la aplicación del instituto en determinados
casos…”, sin reparar que esos casos no incluyen a los
supuestos delitos cometidos contra la mujer.
Si no se encuentra legislada dicha causal de
excepción, ella no puede fundarse en una norma suprema,
sin afectarse el principio de legalidad de los derechos.
El régimen legal argentino debe aplicarse por
exigencia del Sistema Interamericano de Derechos
Humanos, que reconoce la vigencia del principio de
legalidad de los derechos, en base al cual los Estados
partes deben reconocer, en su legislación, los derechos de
los individuos y ellos deben ser respetados y garantizados
por los Estados.
Estos últimos deben ser complementados por la
normativa internacional, pero nunca retaceados o limitados,
lo que se compadece, incluso, con lo dispuesto por el
artículo 75 inciso 22 de la Constitución nacional, según el
cual las Declaraciones y Convenciones de Derechos
Humanos que enumera tienen jerarquía constitucional, pero
“no derogan artículo alguno de la primera parte de la
Constitución Nacional”, sino que “deben entenderse
complementarios de los derechos y garantías por ella
reconocidos”.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA