El Erizo Pinchón
El Erizo Pinchón
El Erizo Pinchón
Por las mañanas rara vez se despertaba de mal humor: abría despacio
los ojos, veía a su mamá, y de un brinco la abrazaba y se quedaba en su
regazo un largo rato. Le gustaba jugar a imaginar que era otros animales
imitando todos sus sonidos, incluso los gruñidos más extraños. También
le encantaba perseguir corriendo a su pelota de color azul o hacer
pompas gigantes de jabón cuando su papá lo bañaba por las noches.
- ¿Mamá, puedo desayunar de esos ricos frutos tan rojos que a veces
traes?
Echó a correr, rabioso. Pinchó su preciosa pelota azul con esas púas tan
puntiagudas.
Pasó un rato que se le hizo interminable. Intentó abrir mucho los ojos,
hinchados del llanto. Vio su pelota azul destrozada y a su mamá mirarle
con cara de preocupación. Levantó uno de sus deditos y aplastó una púa
de su cabeza. Observó que la púa no volvía a saltar, de modo que
aplastó otra púa, esta vez de su costado. Fue aplastando unas cuantas
más y, como por arte de magia, el resto de las púas se suavizaron poco
a poco. Dejó de llorar, se secó las lágrimas y miró a su alrededor. Todo
estaba en calma y pudo verlo todo con más claridad.
6. ¿Alguna vez te has sentido como Pinchón y has roto algo que te
gustaba mucho?
7. ¿Qué crees que hay que hacer cuando te pasa lo que le pasó a
Pinchón?