Moonlight - Tim ORourke PDF
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Serie
The Moon
Libro #1
Tim O’Rourke
Página 2
Moderadora de Traducción
Emi_93
Staff
emi_93 Isane33 MewHiine
Krispipe EvaMedina Katiliz94
Xiime Marthatithy1
Violet Pili
Moderadora de Corrección
Tamis11
Staff
isane33 marthatithy1 judyher
GaraziF tamis11 Meellc
emi_93 zipzap744 MewHiine
C
uando a Winter McCall, de dieciocho años, se le
ofrece la oportunidad de dejar su vida de pobreza
detrás en las calles de Londres, se muda a un lugar
remoto del suroeste de Inglaterra. Allí acepta el trabajo de ama
de llaves para el joven y guapo, pero misterioso, Thaddeus
Blake.
—N
o me lastimes. —sollozó la chica, sus lágrimas
recurrieron sus mejillas.
—Shhh—susurró él en su oreja, gustándole el
sonido de su corazón latiendo contra él. Había
sido todo tan fácil. Ella había venido con él tan
fácil. Las chicas como ella siempre lo hacen. Las
que tienen baja autoestima, las chicas que se sientan solas en la esquina del club
nocturno mientras sus amigas bailan en el centro de la pista. Los hombres
rodeándolas como las moscas a la mierda. Todas eran mierda. Sin embargo, las
chicas en las esquinas eran diferentes.
Ellas se reirían tontamente mientras él les decía cumplidos. No estaban
acostumbradas a eso –las hacía avergonzarse–pero sí que disfrutaron lo que
tenía que decir. Por supuesto que lo hicieron nadie les dijo cumplidos nadie las
notó, ellas estaban escondidas en la esquina. Él las notó aún así, él la había
notado a ella.
Ella tembló ante él, deseando ahora no haber bebido tanto. Sus rodillas no
chocaban por el Smirnoff Helado con el que el tipo la había encontrado.
Chocaban por miedo. Nunca había estado desnuda frente a nadie antes nunca
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tuvo razón para hacerlo. Nunca le había pedido que se quitara la ropa como lo
había hecho él. Su voz había sido sueva –engatusadora –mientras su vestido
cayó al suelo. Al principio había temblado y se había cubierto el cuerpo con los
brazos, pero él gentilmente los había apartado. Esa hermosa sonrisa suya le
había dicho a ella que todo estaba bien –él le gustaba –él realmente lo hizo.
Oh, sí.
Él la miró. Tanta carne, sonrió para sus adentros. Suficiente para todos.
—Por favor, solo déjame llamar a mi mamá. —sollozó la chica en sus
brazos. Él la abrazó suavemente y olió el miedo que goteaba de ella en olas. Su
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corazón tan acelerado como el de ella. —Mi compañera de habitación volverá
pronto. —susurró la chica, apretándose contra su cálido pecho. Ella sabía
secretamente que su amiga no volvería hasta la mañana, y para entonces, ella
estaría muerta. Ella lo sabía y quería a su mama. Solo para hablar con ella, oír su
voz una última vez.
—Por favor… —susurró ella, mirándolo a los ojos oscuros.
Sus ojos no habían estado tan oscuros en el club nocturno. Allí, habían
brillado mientras él flirteaba con ella, mientras le había susurrado todas las
cosas que ella siempre quiso que un chico le susurrara. Su boca había sido
diferente, también. En la oscura esquina del club nocturno, sus labios se habían
sentido suaves como piel nueva mientras habían acariciado su mejilla, haciendo
que su piel hormigueara. Ahora, en la oscuridad de su cuarto, sus labios se
habían estrechado de alguna forma, como estirados detrás de sus orejas, y todo
lo que la chica puso pensar fue que era Heath Ledger actuando como el
Guasón. No eran solo sus labios; era lo que había detrás de ellos que le dijo a la
chica que no oiría la voz de su mamá de nuevo.Los dos puntos de marfil
sobresalían de sus encías negras como cuchillas.
Hubo un ruido y la chica alzó la mirada. Era el sonido de la puerta de su
habitación siendo empujada. Ella estaba salvada; ¡su compañera de habitación
estaba de vuelta! Ella miró por sobre el hombro de él hacia la puerta abierta, sus
ojos brillando con esperanza.
—¿Quién eres? —exhaló ella, ella esperaba ahora que su corazón se
detuviera y pusiera así fin al sufrimiento que sabía que iba a venir.
Las figuras paradas en la puerta abierta entraron al cuarto. Ambos eran
jóvenes, con no más de veinticinco. Una mujer y un hombre. Ellos ignoraron su
pregunta y le hablaron al otro.
—Lo has hecho bien. —dijo el hombre, sus labios separándose y
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abriéndose a lo largo de su cara, revelando unos dientes con forma de cuchilla.
—No he venido a hablar—dijo la mujer—Estoy hambrienta. —Con sus
brazos aún a alrededor de la chica temblorosa, el hombre miro a los otros, y con
una sonrisa, dijo: —Vamos a comer entonces.
La chica cerró los ojos al ver las bocas aterradoras lanzarse hacia ella. Una
cálida sensación recorrió su cuerpo, y con ella vino un entumecimiento y
completa oscuridad.
Los tres se alimentaron. Ellos se hartaron hasta que no pudieron comer
nada más.
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volvería a su posición en las escaleras. En dos ocasiones había estado
acompañada por una chica más joven — ¿de catorce años, quizá? No podía
estar seguro. También lucía desaliñada—, pero a diferencia de la otra, la chica
más joven a veces se mecía sobre sus pies, derrumbándose y colapsando sobre
el suelo, consumida por las drogas o el alcohol, probablemente ambos.
Pero esta noche, la otra chica que lo había fascinado tanto estaba sola y
pasándolo peor de lo usual cuando se sentó enroscada, balanceándose una y
otra vez en el frío. Las personas pasaban a su lado en torrentes ruidosos,
buscando la calidez de pubs, clubes o la calidez de las camas de sus amantes.
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Thaddeus levantó la manga de su traje y miró la hora. Apenas pasaban de las
ocho. Le daría otras dos horas más o menos y luego se acercaría a ella.
Thaddeus pasó las siguientes dos horas cenando en un restaurante justo
fuera de la plaza de Trafalgar. Para un hombre de constitución mediana, podía
ser conocido por comer una comida abundante y esta noche había apartado dos
bistecs de solomillo muy raros con una orden de jamón, un gran plato de
patatas fritas y guisantes dulces, rematando con una colosal porción de pastel
de arándanos. Por lo general, bebía muy poco, esperando —siempre
necesitando— mantener su inteligencia. Pero esta noche había consumido tres
vasos de vino tinto. Después de su comida, se sentó por corto tiempo, fumando
un cigarrillo en el restaurante vagamente iluminado con el olor y el sabor de
fresco tabaco curvándose de sus labios llenos y persistiendo en sus delgados
dedos.
Él volvió al lado opuesto de la calle de la estación de metro Embankment
justo pasando las diez. Un viento frío se había levantado y pasó sus félidos
dedos por su despeinado cabello. Espió a la joven, que todavía estaba allí, ahora
estando cansada y pareciendo casi desmayada contra la blanca piedra del
edificio. Thaddeus de detuvo por varios minutos más, entonces cruzó la calle
con agilidad en el semáforo y se acercó a la chica.
Estaba de pie de frente a él, su largo cabello enmarañado susurrando sobre
sus hombros y escondiendo la mayoría de su rostro. Thaddeus fue a su lado y
se detuvo. Sintiendo su presencia, ella se giró y por entre su largo flequillo,
levantó la vista hacia su rostro.
Ella imaginó a primera vista que él no podía tener más de veinticinco años,
pero podría haber sido más viejo. Estaba en sus ojos, pensó. Eran dos esferas
marrones oscuras, puestas profundamente en su rostro. Eran vivos y brillantes
a la luz del tráfico pasando. Generaban tanta vida, hacían el resto de su rostro
parecer agotado y cansado de alguna manera. La palidez de su piel era tan
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aguda que se preguntó si no estaba enfermo. Aunque sus labios estaban llenos
de color, tan oscuros. Una ola de cabellos desordenado enmarcaba su rostro. No
parecía ser un lío por accidente; lo tenía en ese estilo. La mitad inferior de su
rostro estaba cubierta por barba de unos días, que había sido cuidadosamente
recortada.
Después de lo que pareció un tiempo desconocido, rompió su estudio del
rostro del extraño y se alejó ligeramente de él. No estaba asustada, pero conocía
a esos tipos de ciudad que preferirían no ser vistos con una mujerzuela, incluso
si no estaban intentando comprar sexo. Era un secreto que se ocultaba en la
parte trasera de los taxis, habitaciones de hoteles baratos, callejones poco
infestados, donde si podían, la dejarían con sus sucios secretos y volverían a
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casa a sus sábanas limpias y a sus incluso más limpias esposas. Conocía a un
montón de chicas —y algunos chicos— que hacían esas cosas. Aunque ella no
—nunca. Preferiría morirse de hambre.
Alejando la vista de él, dijo:
—¿Qué quiere, señor?
Todavía mirándola, Thaddeus respondió:
—Sólo unas horas de tu tiempo.
Nadie le había pedido horas antes y se puso un poco nerviosa. Lo escondió
bien y dijo:
—Piérdase, señor. No estoy a la venta.
—El dinero no es problema, lo que pidas —dijo, con sus ojos todavía
puestos en ella, e incluso con el viento muy frío pudo olerla. Era un olor rancio,
sudoroso y sucio, y él quería cubrir su nariz con su mano.
Ella estaba nerviosa; algo no estaba bien. La chica no pudo evitar
preguntarse por qué este tipo adinerado le estaba ofreciendo dinero de esta
forma, cuando todo lo que tenía que hacer era llamar a una agencia y
conseguirse una correcta mujerzuela.
—No, lo siento, señor, ese tipo de cosas no es lo mío.
Thaddeus sonrió y dijo:
—¿Por qué? ¿Tienes una oferta mejor? —Rió suavemente hacia la noche,
pero no burlonamente.
—Mira, ¿por qué no te vas? Dije que no estaba interesada, ¿verdad? —
contestó de forma brusca.
Ella le dio la espalda, pero él pudo sentir el miedo en su voz. Thaddeus se
sintió avergonzado; no quería asustarla. Así que le volvió a hablar, pero esta
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vez delicadamente, su voz como una canción contra el constante siseo del
tráfico.
—Mira, lo siento, no quise molestarte, sin daño intencional. Sólo me
gustaría pagarte por el privilegio de tu compañía por las siguientes horas.
La joven escuchó el sonido de su voz, en vez de lo que estaba diciendo. Fue
atrapada por ella. Por un momento estaba embelesada por su sonido. Después
de meros segundos, aunó esfuerzos y se giró para enfrentarlo.
—¿De cuántas maneras tengo que decírtelo? ¡No quiero follar contigo, no
importa como de elegante hables con todas tus palabras sofisticadas!
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Thaddeus nunca apartó su mirada, sus ojos estaban pegados a los de ella
como si no pudieran o no quisieran alejarse. Le volvió a hablar suavemente:
—Nunca dije que quería acostarme contigo. De hecho, es lo opuesto. Todo
lo que quiero hacer es comprarte la cena y hablar. —Luego mostrándole las
palmas de sus manos, como para probar que no tenía razón para temerle, sonrió
de nuevo y dijo–: Sólo hablar.
Ella apartó la mirada por segunda vez esa tarde y movió su cabeza hacia
atrás, derramando una risa en la noche.
—¡Sí, de acuerdo! Quieres comprarme la cena. Ahora realmente lo he oído
todo. Me habían dicho algunas sandeces en mi vida, pero eso...
—Mira, estoy siendo correcto contigo —la cortó Thaddeus, su voz era
sincera mientras le sostuvo la mirada otra vez—. No tengo interés de tener sexo
contigo de ninguna manera. No tengo intención de herirte en forma alguna.
Podemos comer lo que sea que desees. Sólo quiero hablar contigo.
La chica sintió la sinceridad en su voz y creyó lo que vio en esos ojos suyos.
Se sintió atraída por ellos, pudo sentirse suavizándose y debilitándose. El
pensamiento de una buena comida mandó a su estómago convulsiones de
hambre. Le habló, esta vez con más calma:
—¿De qué quieres hablar?
Sabiendo que la tenía, él la agarró gentilmente por el brazo y la guió hacia
arriba al Strand.
—Come primero —dijo—. Luego hablo.
Mientras que se iban, una pareja que lucía muy rara pero completamente
desapercibida en Londres, ella pensó que lo que fuera que él quería hablar,
escucharía su voz toda la noche.
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uince minutos más tarde, Thaddeus Blake estaba sentado
frente a la chica en una pizzería. Observó con cierta diversión
mientras ella tragaba grandes porciones de pasta en su boca
hambrienta. Hacía bajar cada porción con un trago de leche,
dejando un rastro blanco sobre su labio superior, la miró con
fascinación mientras fumaba y se bebía un gran vaso de dulce café negro. El
aroma de los granos de café y el humo del tabaco, que se enredaba en torno a
sus dedos, enmascaraba el mal olor que flotaba sobre la mesa proveniente la
chica. Mientras apagaba su cigarrillo en la bandeja, ella le habló a través de una
bola de comida:
—Dijiste que querías hablar. Vamos a ello entonces. —Tocó el flequillo
sobre sus ojos y Thaddeus notó dos cosas que lo complacieron. A pesar de que
su cabello estaba manchado de suciedad y grasa, pudo ver que si se lo lavaba,
revelaría un color cobrizo brillante. Lo que lo complació más que nada, fueron
sus ojos, supo que con algo de descanso y vida saludable, brillarían con un
verde hermoso. Sus labios eran pálidos, luciendo sin sangre, pero con un
marcado arco de cupido.
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—¿Qué edad tienes? —preguntó.
Ella replicó rápidamente sin mirar hacia arriba desde su plato de comida.
—Veintiuno.
—Sinceramente, por favor —pidió él de nuevo.
Esta vez sí lo miró a los ojos y se encontró con su mirada.
—Dieciocho.
Thaddeus asintió y habló de nuevo:
—¿Amigos o familia?
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Ella tomó otro sorbo de leche, tragó saliva y luego dijo:
—¿Está tomándome el pelo?
—Lo siento —dijo Thaddeus, lamentando el nivel inocente de su
cuestionamiento.
—He estado en orfanatos desde que puedo recordar —dijo ella—. No fue
genial. Así que hice un fondo cuando tenía catorce y me vine a Londres. He
estado aquí desde entonces.
—¿Drogas? —preguntó Thaddeus.
—No gracias —dijo ella, metiendo más de la pasta en su boca.
—No te las estaba ofreciendo —disparó él en respuesta—. ¿Las tomas?
—He hecho muchas cosas de las que no me enorgullezco —dijo ella,
enfrentándose a él desde el otro lado de la mesa—, pero nunca he tomado
drogas.
Entonces apoyándose en la mesa, Thaddeus atrapó su muñeca izquierda y
obligó a subir la manga de su suéter raído a la curva de su codo.
—¡Oye! —gritó ella—. ¿Qué mierda estás haciendo?
Thaddeus miró a su brazo pálido. La piel era de color blanco lechoso y sin
manchas.
—Lo siento —dijo, soltando su brazo.
—Sin drogas y sin sexo —susurró ella y se bajó la manga. Entonces
arreglándose con un molesto ademán, agregó—: Conozco a los de tu tipo. Crees
que todas las huérfanas sin techo son rameras drogadictas.
—Lo siento —dijo y un incómodo silencioso cayó sobre la mesa.
Thaddeus encendió otro cigarrillo y miró a la chica. Cuando hubo fumado
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casi hasta la colilla, dijo:
—¿Cuál es tu nombre?
—Winnie McCall —dijo ella, metiendo el último tenedor de pasta en su
boca.
—¿Winnie? ¿Es alguna clase de nombre callejero? —le preguntó,
sintiéndose un poco divertido.
Ella vio la sonrisa tirando de las comisuras de sus labios y dijo:
—No, es mi nombre real. Aparentemente nací durante la mitad de la peor
tormenta de nieve en años. La nieve era tan profunda que la ambulancia quedó
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atascada, así que mi mamá me llamó Winter. La mayoría de la gente sólo me
llama Winnie.
—¿Tú qué prefieres? —le preguntó Thaddeus.
—No me importa mucho. —Se encogió de hombros, mirando hacia afuera
por la ventana, preguntándose cuánto faltaría para ser echada de nuevo a la
calle. Entonces, mirando de nuevo al extraño que le había traído la cena, Winnie
dijo—: ¿Así que, cuál es tu historia? ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Thaddeus Blake y quiero que trabajes para mí —dijo él,
entonces se acabó el resto de su café.
—Perdón, señor —dijo Winnie, parándose para irse—. No necesito
caridad.
Thaddeus se movió con la gracia de un rayo y le tomó de la mano antes de
que pudiera salir.
—No me refería a eso. Sería tan vulgar hacerte tal proposición. El trabajo
no es de esa naturaleza.
Winnie lo miró a los ojos y vio la apertura, esa honestidad que había visto
antes en las escaleras de Embankment. Él habló de nuevo, su voz tan gentil
como siempre:
—Por favor quédate un momento y escucha lo que tengo que decir y si
cuando termino aún quieres irte, entonces no tendrás más encuentros conmigo.
Le soltó la mano. Winnie se interpuso entre la silla y la mesa. Bajó la
mirada hacia el extraño delante de ella y se sintió confundida. Por un lado,
parecía un poco fuerte y arrogante, pero por otra parte, parecía suave y un poco
ingenuo. Él le rogó una vez más, su voz apenas un susurro.
—Por favor confía en mí. Quédate un poco más. Puedes irte cuando
quieras. Soy fiel a mi palabra.
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Esas dos últimas palabras Winnie las había oído tantas veces antes en su
vida y demasiado a menudo habían significado muy poco. Por razones que no
podía explicar, Winnie se encontró sentándose otra vez en el lado opuesto de la
mesa. De alguna forma, se sintió extrañamente en control de la situación. Sintió
una cierta desesperación sobre Thaddeus Blake que él creía que seguía
escondida detrás de su frío exterior.
—Está bien, estoy escuchando —dijo ella—, pero si dice cualquier cosa
graciosa me voy, señor.
—Por favor, llámame Thaddeus. —Sonrió cálidamente.
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Winnie lo miró cautelosamente y dijo:
—¿Así que, qué tipo de trabajo estás ofreciendo?
Thaddeus sacó una cigarrera de plata del bolsillo, la abrió y le ofreció un
cigarrillo a Winnie.
—No es un hábito que pueda afrontar —dijo ella, alejando la cigarrera con
su sucia mano.
Thaddeus alejó la cigarrera después de tomar uno para él y encenderlo.
Una vez hecho, habló:
—Me gustaría que vinieras y trabajaras para mí en mi casa en Cornwall. En
el último año he desarrollado un gran hogar allí, lo que hace que sea un gran
asunto vigilarlo y cuidarlo. Todo lo que te pido es que lo mantengas limpio. Tus
otras tareas serían prepararme las comidas y lavarme la ropa.
Winnie lo vio soplar humo de sus narices mientras decía:
—¿Alguna vez pensó en conseguir una esposa, señor? ¿O una sirvienta?
—He tenido ambas. Mi esposa murió hace un año de cáncer y la sirvienta
no funcionó.
—¿Una esposa? —Preguntó Winnie, sin poder ocultar su sorpresa—. Te
debes haber casado joven. No puedes tener más de veinticinco.
—Nos conocimos de adolescentes —dijo él, girando como si fuera a ver a la
gente pasar por la calle exterior—. Desde la primera vez que la vi, la amé.
Winnie miró su pálido reflejo en la ventana y dijo:
—Lamento que no estuvieran juntos más tiempo. Debió morir muy joven.
—El tiempo que pasamos juntos fue muy especial, se sintió como una
eternidad —susurró él, mirando de nuevo a Winnie.
Sin saber que decir después, una avergonzada por la tristeza de Thaddeus,
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Winnie dijo:
—¿Entonces por qué no funcionó lo de la sirvienta?
Thaddeus apagó su cigarrillo, que estaba sólo medio fumado y apoyó sus
manos una sobre la otra sobre la mesa.
—Me he convertido en un tipo de recluso. Me guardo para mí mismo.
Tiendo a tener horarios extraños, mayormente durmiendo durante el día y
trabajando durante la noche. Sólo fue demasiado para mi sirvienta. Era vieja y
hacerme las comidas durante la noche y lavarme la ropa se volvió demasiado
para ella y decidimos no estar más juntos.
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—¿Pensaste en cambiar tus patrones de sueño? —preguntó Winnie
secamente, mirándolo desde debajo de su flequillo apelmazado—. Podría hacer
maravillas con tu vida social.
—Sólo digamos que prefiero la luz de la luna. —Sonrió con nostalgia—.
Además, después de la muerte de mi esposa, tuve lo que podrías llamar una
depresión. No era que mi mente estuviera rota, era mi corazón. Me escudé de la
gente y de la luz del día, y de todo lo que ofrecía en su brillante y dura claridad.
Preferí las noches. Eran más tranquilas y llenas de paz, con todos lejos en la
cama. Puedo ir a donde quiera sin ser molestado. El mundo parece mío
entonces, sólo mío. Como he dicho, trabajo en la noche y encuentro refrescante
la paz que me da.
—¿De qué trabajas?
—Soy escritor; un poeta de hecho —explicó Thaddeus—. Así que estoy
seguro de que entenderás, disfruto la soledad de la noche. Suena un poco
pretenciosos, lo sé, pero prefiero trabajar así.
—Está bien, señor, pero… —empezó Winnie.
—Por favor, llámame Thaddeus —le recordó con una sonrisa.
—Bien, Thaddeus —dijo ella—, pero lo que has dicho no explica algo
importante ¿por qué me elegiste a mí? Soy una mendiga, que vive en las calles
de Londres, sin nada que ofrecer. Para ser honesta, apenas sé leer y escribir...
Antes de que pudiera seguir hablando para salirse de la oferta de trabajo,
él la cortó y dijo:
—He estado en Londres la última semana de visita con mis publicistas y
cada noche he tenido el deseo de caminar a lo largo del río. Cada noche, cuando
he llegado a la zona de Embankment, allí estabas tú, mendigando y siendo
burlada por los extraños. No me malinterpretes; no te estoy ofreciendo lástima
o caridad. Si decides regresar a Cornwall conmigo, vas a trabajar duro por tu
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paga. Como ya he señalado, tengo algunos hábitos extraños y tal vez algunas
peticiones de vez en cuando que podrías pensar que son un poco extrañas, pero
déjame aclararte que no te quiero para ninguna clase de sexo.
Winnie lo miró por sobre la mesa y preguntó bruscamente:
—¿Eres gay?
—No, no soy gay —dijo Thaddeus, con una sonrisa—. Ya te lo he
explicado, he estado casado. Amé muchísimo a mi esposa y nunca será
reemplazada.
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Winnie lo miró. Se había vuelto buena en observar a la gente durante las
muchas horas que había pasado mendigando de las estaciones de tren y aunque
no lo pudo evitar notó que sus ojos se volvieron casi negros mientras hablaba
de su esposa. Era más que sólo tristeza lo que podía ver en ellos; era
desesperación.
—¿Cuánto me estarías pagando? —preguntó, cambiando de tema.
—Tendrás tu propia habitación. Toda la comida y cualquier otro extra
serán pagados —explicó Thaddeus—. No pagarás ningún recibo. Te daré
doscientas libras por semana, para que gastes en lo que quieras, mientas estés
allí cuando te necesite y estés dispuesta a aceptar cualquier otro pedido que te
haga.
Winnie tragó. Doscientas por semana. Últimamente, hubiera sido
afortunada si hubiera ganado dos libras por semana por mendigar. Dinero
aparte, aún desconfiaba de Thaddeus Blake. Sólo sabía lo que él había elegido
contarle acerca de sí mismo.
—¿Así que doscientas, eh? —Dijo ella, estirando las mangas sobre sus
sucias manos—. Una casa grande en el campo… No sabía que alguien pudiera
hacer tanto dinero de escribir algunas palabras sofisticadas que riman.
Thaddeus se rió y dijo:
—Deseo que mis poemas me dieran el dinero, ellos sólo hacen una fracción
de mis fondos, sólo dinero de bolsillo, en realidad. No, mi riqueza ha sido
heredada. Como ya he explicado, soy el último y no tengo a nadie con quien
compartirla, salvo, claro está, si aceptas mi oferta.
Winnie le devolvió la mirada al otro lado de la mesa y no dijo nada.
—¿Qué tienes que perder Winnie? —preguntó él.
Una vez más, no dijo nada y se quedó mirando a sus ojos marrones.
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—He sido honesto contigo. —Se encogió de hombros, como si todo eso no
fuera tan importante después de todo—. Depende de ti. Sin presiones. He
cumplido mi parte del trato. Te compré la cena y hablamos.
Sintiendo que su oportunidad de escapar de Londres y de los males que
había descubierto allí se podría estar perdiendo, susurró:
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
Thaddeus miró a Winnie directamente a la cara y dijo:
—No lo harás hasta que regreses a Cornwall conmigo. —A continuación,
empujando su silla de la mesa, añadió—: Está haciéndose tarde. Me estoy
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yendo mañana en la tarde a las siete de la estación Paddington. Si quieres
aceptar mi oferta, nos vemos en la explanada y vamos a salir juntos. Si decides
no acompañarme, regresaré a mi hogar y olvidaré este encuentro y a ti.
Salieron juntos de la pizzería, Winnie se dirigió al Embankment. Después
de que se perdió de vista, Thaddeus llamó a un taxi y desapareció en la noche.
Para él, la noche aún era muy joven y tenía mucho que hacer antes del
amanecer.
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contra la costa. Las botas de fiesta patrullaban sobre la negra agua del Támesis,
el sonido de risa sofocada y música siendo llevada por el viento. Los trenes de
medianoche repiqueteaban sobre el puente Blackfriars, llevando a los últimos
pasajeros a casa por la noche, sólo para girarse y volver otra vez en unas horas y
empezar todo otra vez. Poniendo sus manos dentro de las mangas de su suéter,
sintió los dos bollos que había sacado de la pizzería. No eran para ella, eran
para su amiga, Ruby Little. Winnie no sabía su nombre verdadero y se preguntó
si Ruby podía todavía recordarlo. Ella fue nombrada Ruby por la suciedad de
su abrigo rojo que siempre vestía. Little, porque era pequeña. No era más
complejo que eso. Sin embargo, era más que sólo pequeña. Ella era frágil, como
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una de esas estatuas chinas que Winnie había visto a menudo en las tiendas
elegantes en Knightsbridge.
Pero lo que Winnie no pudo descubrir era si Ruby era realmente una
amiga. No estaba segura, le tenía cariño, quizá como una hermana pequeña.
Aunque Ruby podía ser un problema. Ella sabía que Ruby le había robado
antes, el poco dinero que había rejuntado ese día, Ruby a veces se había
escabullido dentro de su bolsillo mientras que había estado durmiendo. Ruby
sólo estaba igual de hambrienta que ella, pero lo que enfadaba era que se había
gastado el dinero de golpe, o peor. Ruby se resquebrajaba el cráneo la mayoría
del tiempo, y necesitaría ir a buscarla. Winnie no siempre tenía tiempo para eso.
Mendigar era una ocupación a tiempo completo. Las horas gastadas buscando a
Ruby mientras yacía asfixiada en su propio vómito, era tiempo que Winnie
podía gastar pidiendo dinero, dinero que le compraría más tiempo para
sobrevivir. Aunque Ruby a veces le robaba, ella era compañía, alguien con
quien hablar cuando las noches eran simplemente demasiado frías para dormir.
Winnie había olvidado cuántas gélidas noches habían pasado acurrucadas para
calentarse en los últimos años.
Pero sabía que robarle no era la única forma en la que Ruby hacía dinero.
Ella estafaba a los hombres que se le acercaban, sabía por qué, ella sabía por qué
la mayoría de las chicas y chicos iban con esos hombres, estaban alimentando
un deseo mucho peor que la inanición, estaban alimentando su hábito de
drogas. Winnie había fumado un poco de marihuana de vez en cuando, pero
nada más. No había vuelta atrás cuando habías dado un paso hacia la calle
oscura. Ya no para comida lo que estabas pidiendo y robando. Necesitabas
mucho dinero para satisfacer este deseo particular, el tipo de dinero que sólo
hacías vendiéndote a ti misma.
Winnie no quería ir ahí, nunca. Preferiría morir. Ella había sido usada antes
por alguien que aseguraba que la amaba.
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En el resplandor de los autobuses nocturnos, corrió a toda velocidad la
ajetreada calle y cortó por el vestíbulo de la estación de Embankment Tube. La
descarga del aire caliente de dentro coloreó sus mejillas en un momento. Luego
ella volvía al frío y dirigiéndose a la izquierda por las arcadas que corrían por
debajo del puente. Durante el día era una ajetreada carretera, pero cuando la
luna subía y la ciudad se iba a la cama, las arcadas se convertían en un pueblo
improvisado de cajas de cartón, mantas sucias y cuerpos amontonados, pasó
sobre los aparentes cuerpos sin vida en busca de Ruby. Había un pequeño
hueco conde Ruby dormía usualmente, pero mirando en la oscuridad, Winnie
podía ver que estaba vacío. Ella fue hacia delante, uno de los otros enroscados
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bajo los arcos tenía un perro y éste chupaba el agua drenada de la alcantarilla.
Hacía un sonido de chillidos cuando Winnie pasó a su lado en la oscuridad.
Entonces, Winnie vio lo que parecía una pila de mantas rojas yaciendo en
la alcantarilla justo delante. Ella se acercó y se dio cuenta que no era una pila de
mantas lo que pudo ver, sino el abrigo rojo de Ruby. Con el sonido de sus
zapatillas raspadas chasqueando contra la calle adoquinada bajo los arcos,
corrió hacia su amiga. Ruby yacía de lado, un brazo sobresaliendo por debajo
de ella. Su pequeña cabeza estaba inclinada hacia delante, su barbilla
descansando contra su pecho.
—Oye, Ruby—dijo Winnie—. Te he traído algo.
Ruby no se movió, aunque tenía los ojos totalmente abiertos.
—Mira lo que te traje—dijo Winnie, sacando los bollos de sus mangas
andrajosas.
Ruby se quedó quieta, ni sus párpados parpadearon.
Winnie se arrodilló al lado de la chica y fue entonces cuando vio el gran
chorro de vómito saliendo de la esquina de su boca. Parecía crujiente y las
burbujas de moco seco bloqueaban los orificios nasales de Ruby.
—Oye, Ruby—dijo Winnie, sacudiendo a su amiga suavemente por el
hombro.
La cabeza de Ruby se desplomó a un lado y Winnie miró a sus ojos vacíos.
Sus labios estaban de color malva, la piel de alrededor, azul. Winnie sabía que
eso no era sólo el frío el que los volvía de ese color.
—¿Ruby? —Winnie susurró, sacudiendo a su amiga otra vez.
Ruby sólo la miró, con los ojos vacíos, muerta.
Con lágrimas en sus ojos, los dos bollos cayeron de las manos de Winnie
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dentro de la alcantarilla. Hubo un sonido de ladrido cuando el perro saltó y los
arrancó con su mandíbula.
Luego, gentilmente, como si estuviera manipulando una de esas estatuas
chinas, Winnie levantó a Ruby en sus brazos y meció su cuerpo muerto.
—¡Que alguien me ayude! —gritó Winnie, pero la única respuesta que
obtuvo fue el ladrido del perro desde algún sitio de las sombras. Winnie sabía
que había perdido a su compañera, a pesar de lo difícil que podía ser a veces.
—Por favor, que alguien me ayude—ella lloró, pero sabía que nadie lo
haría.
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Winnie miró en la volteada cara de Ruby y la línea de vómito viscoso la
hacía lucir como si de alguna forma estuviera sonriendo.
—Estoy asustada—susurró Winnie –. Estoy tan asustada.
Pero no por la sonrisa espantosa esparcida por la cara de la chica muerta,
sino porque sabía que un día, aunque intentaba no sucumbir a las mismas
pesadillas que Ruby había vivido, ella también terminaría muerta. Winnie no
tenía miedo de morir, era el cómo moriría lo que temía. No quería morir como
lo hizo Ruby; asfixiada por las drogas que había comprado con el dinero que
había conseguido vendiendo su cuerpo. Eso no era forma de vivir y no era
manera de morir.
¿Pero qué opción tenía? Y luego pensó en la oferta que Thaddeus Blake le
había hecho.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
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puestas cuidadosamente a sus pies mientras que esperaba a que llegara Winnie.
Miró a la muchedumbre de pasajeros que esperaban inquietos, mirando a las
carteleras luminosas, revisando para ver de qué plataforma saldría su tren a
casa esa noche.
Otros parecían más relajados y se sentaban sobre los colmados montículos
de equipaje, bebiendo de sus latas de gaseosa y mordiendo sándwiches de bajo
precio. Los indigentes continuaban pidiendo y las palomas circulaban por
encima de los humos de gasóleo que escupían las máquinas de trenes salientes.
Thaddeus no amaba la ciudad, y anhelaba volver a casa en el aire limpio y la
seguridad de su santuario.
Sin siquiera notar su llegada, Winnie se había arrastrado a su lado.
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—¿A qué hora sale nuestro tren? —le preguntó ella.
Él sonrió con sus ojos y replicó.
—A las siete y media.
Winnie estaba de pie, con los brazos alrededor de su pequeña figura que
escondí debajo del mismo suéter sucio. También vestía el mismo jean
descolorido de la noche previa, que estaba cubierta desde el muslo hasta la
pantorrilla de mugre y suciedad. Sus pies vestían raídas zapatillas, que se
desplomaban libremente sobre sus pies, debido a que eran enormes y carecían
de cordones.
Thaddeus pudo ver en seguida que Winnie parecía trastornada de alguna
manera, y se preguntó si se daría la vuelta y largarse en cualquier minuto.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Winnie pensó en Ruby, la última vez que la había visto estaba deslizándose
al interior de un coche fúnebre, encerrada en una bolsa de plástico negro. Los
oficiales de policía le habían preguntado preguntas, pero no muchas. Era obvio
lo que había pasado, no quería pensar en eso, eso era el pasado ahora y no
quería volver allí. Así que apartando su largo y rebelde flequillo, miró a
Thaddeus y dijo:
—Sólo estoy un poco nerviosa, eso es todo.
—No hay nada por lo que ponerte nerviosa —sonrió él—. Lo prometo.
Luego, levantando la bolsa de compras en un movimiento rápido, se lo
tendió a ella, parecía confundida.
—Está bien, te compré algunas ropas nuevas para que viajes —explicó.
—Mira, no soy un caso de caridad. Tengo mi...—empezó ella.
Thaddeus la cortó con una sonrisa amable bailando sobre sus labios y en
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sus ojos y dijo:
–Considéralo un adelanto de tu salario.
Winnie bajó la mirada, abrió la bolsa y miró dentro. Levantó sus cejas y
cerrándola levantó la vista hacia él.
—¿Estabas así de seguro de que yo vendría que fuiste a comprar estas
ropas?
Sin apartar la mirada de ella dijo:
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—No estaba seguro de que vendrías, pero un poco que esperaba que lo
hicieras—. Él entonces agarró el peine de metal del bolsillo de atrás de su
pantalón y se lo tendió—. Ve a refrescarte.
Sin mirar atrás, ella atravesó el vestíbulo en dirección al baño de mujeres
sonde podía lavarse y ponerse las ropas limpias. Se había acostumbrado a
lavarse en los baños públicos, pero al menos ahora tenía un jabón decente y
champú para hacer el trabajo apropiadamente. Winnie también se había
acostumbrado a las miradas, pero hoy no le importaba. Hoy dejaría los baños
luciendo tan bien como cualquiera de las otras mujeres que estaban y se
acicalaban en los largos espejos sobre los lavabos.
Winnie encontró el cubículo para personas discapacitadas y se metió
dentro, cerrando la puerta tras de sí. Eligió el cubículo en particular porque
eran más grandes que los otros y tenían su propio lavabo y secador de manos.
Podría lavarse y cambiarse sin que otros la mirasen. Llenando un cuenco con
agua caliente, se inclinó hacia delante por la cintura y se mojó el cabello lo
mejor que pudo, echó un poco de champú en las palmas de sus manos y lo pasó
por su cabello. Inclinándose hacia delante otra vez, se lavó la espuma blanca. El
olor del champú era dulce y casi intoxicante y en seguida empezó a sentirse
mejor sobre sí misma. Luego, sacándose su ropa interior gris, rellenó el cuenco
con agua limpia.
Se lavó lo mejor que pudo, salpicándose sus brazos, piernas y cara con
agua y jabón. Se sentía como si estuviera lavándose los últimos años de los
poros de su piel. Encendiendo el secador automático, dobló la boquilla pasa
secarse la cara, brazos y piernas. Luego manoteando la bolsa de ropa que
Thaddeus le había dado, las sacó y se vistió.
A solas otra vez, Thaddeus le compró a Winnie un pasaje de la máquina
automática. Él sabía que la bolsa que le había dado contenía un top violeta con
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los jeans negros y las botas. Un fuego quemaba su estómago con anticipación
mientras esperaba a que regresara. Él quería ver si luciría tan bien como
esperaba. Después de esperar pacientemente algún tiempo, Thaddeus levantó
la vista para ver aparecer a Winnie. Ella se acercó a él y su corazón latió alto y
rápido en su pecho mientras que miraba con asombro a la transformación. Ella
iba a ser perfecta, pensó secretamente para sí mismo. El top colgaba
holgadamente de su figura, desplazando y susurrando como una neblina
violeta mientras que ella se movía hacia él. Había adivinado que su altura sería
de unos 5 pies1 y dos pulgadas2 sin las botas, pero ahora parecía ser mucho más
alta. Eso era bueno, pensó, eso era perfecto. Vio que se había usado bien su
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S
u viaje hacia el suroeste de Inglaterra transcurrió con poca
conversación.
Winnie había dormido la mayor parte de las cinco horas de
viaje. Ella encontró la suave silla reclinable demasiado cómoda.
Era lo más parecido a una cama en lo que había dormido por un
tiempo muy largo. Se despertó de vez en cuando mientras el tren se detenía en
las estaciones a lo largo de la ruta y le lanzaba miradas de reojo a Thaddeus. Él
parecía inquieto, tamborileando sus dedos largos y delgados en la mesa delante
de ellos. Miraba intensamente por la ventana y hacia a la noche. La ventana le
devolvía su reflejo y él parecía estar contemplando sus propios ojos oscuros.
En Exeter, Winnie se despertó con la vejiga rogando por ser vaciada.
Apretó la palma de la mano contra su estómago con temor de orinase.
Thaddeus se había ido de su lado y ella se asomó a lo largo del pasillo
buscándolo. El pasillo desapareció casi a lo lejos en ambas direcciones, pero no
pudo ver a Thaddeus. Espió su maleta por encima en el portaequipaje y supuso
que no podía estar lejos. El aire silbó entre sus dientes, mientras suspiraba y se
levantaba de su asiento en busca del baño. El tren se balanceó hacia atrás y
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adelante mientras pasaba entre las filas de asientos. Sólo había algunos
pasajeros que quedaban en el vagón. La mayoría estaban dormidos, uno o dos
estaban leyendo y otro sorbía una taza de café humeante.
La puerta que separaba los vagones se abrió deslizándose sin esfuerzo
mientras ella la cruzaba. La puerta del baño estaba mostrando la señal de
ocupado y esperó pacientemente afuera, su mano presionada contra su
estómago. Su necesidad de ir era urgente, mientras apretaba sus músculos muy
fuertes y juntaba las piernas.
Se mordió el labio inferior, drenando la sangre allí. Sin saber por cuánto
tiempo más podría aguantar, Winnie avanzó hacia delante y golpeó la puerta
Paradise Summerland Tim O’Rourke
con el puño, y luego tiró de la manija. Mientras tiraba, el tren se sacudió,
arrojándola hacia adelante mientras la puerta del baño se abría desde dentro.
Winnie cayó en los brazos de Thaddeus.
—Te tengo. —susurró él, sosteniéndola con fuerza por los hombros.
—Lo siento, pensé que la puerta estaba atascada y estoy estallando... —
gimió, sus pálidas mejillas teñidas de escarlata.
—Bueno, no te retendré por más tiempo. —sonrió, soltándola. Se deslizó
más allá de ella, entonces volviéndose, le devolvió la sonrisa y le dijo—¿Te
gustaría un café, Winnie?
Devolviéndole la sonrisa, asintió. —Eso sería genial, gracias.
Se apartó de ella y cerró la puerta. Winnie bajó de un tirón sus pantalones
vaqueros y bragas y subió su top hasta alrededor de su cintura, suspiró. Una
vez que terminó, se levantó los pantalones y reacomodó su top. Se aplicó un
poco de jabón del recipiente en la pared y se lavó las manos en el agua caliente
que caía del grifo, secó sus manos y se volvió hacia el espejo para arreglar su
cabello y se detuvo. Varias gotas pequeñas de lo que parecía ser sangre
manchaban su camiseta sobre su hombro derecho, donde Thaddeus la había
agarrado momentos antes. La limpió con una toalla húmeda, pero la sangre
estaba adherida y sólo se veía peor donde había tratado de limpiarla.
Pasándose la mano por el pelo, trató de ocultar las manchas de sangre que
cubrían su hombro. Satisfecha de que estaban ocultas, salió del baño. Volviendo
a su asiento, se encontró con Thaddeus con dos tazas pequeñas de café negro.
Una vez que se había sentado de nuevo, bajó la mirada hacia las manos de
Thaddeus.
Se había atado un pedazo de pañuelo de papel de color blanco alrededor
de su pulgar derecho.
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—¿Te has hecho daño? —preguntó ella, tomando un sorbo de café caliente
y dulce.
—Mi caja de cigarrillos —dijo, poniendo la mano debajo de la mesa y fuera
de la vista—. Uno de los bordes es ligeramente aserrado. He tenido la intención
de reemplazarlo desde hace tiempo, así que es mi estúpida culpa.
—¿Necesitas puntos de sutura? —preguntó Winnie, pensando en la sangre
que estaba ahora en su top.
—Está bien. Lo he cubierto por el momento. Voy a vendarlo al llegar a
casa. —Entonces, notando las manchas de sangre, agregó—. Lo siento por haber
arruinado tu top. Te ves muy bonita.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
El cumplido repentino sorprendió a Winnie, y aunque era agradable de
escuchar después de todo, ¿a quién no le gustaba oír elogios?, se sentía
incómoda y no sabía cómo responder.
Viéndola, Thaddeus dijo:
—No te preocupes por el top, lo reemplazaré.
Después de romper su mirada y sintiendo sus mejillas sonrojarse de nuevo,
volvió a mirar por la ventana y dijo:
—No tienes que reemplazarlo, has sido muy amable ya.
***
Llegaron a la estación de tren de St. Erth justo después de la medianoche.
El amargo aire de la noche los envolvía como un manto helado mientras
bajaban del tren.
Encontraron un taxi con bastante facilidad y los llevó a través de la noche a
su destino final: St. Ives. El taxista se detuvo en seco, justo antes del desvío
donde la carretera principal terminaba y se convertía en un carril estrecho,
difícil de controlar.
Thaddeus pagó la tarifa, mientras se bajaba del coche con su equipaje. Se
paró frente a la calle mientras las luces traseras del taxi desaparecían en la
distancia.
—El conductor del taxi no nos llevará más lejos. El carril es demasiado
estrecho y los helechos silvestres rayan el coche. No puedo culparlo, el camino
desigual no ayuda a la suspensión tampoco —comentó mientras recogía su
maleta y la guiaba por el sendero, dejando la carretera principal y el cálido
resplandor naranja de las luces de la calle detrás de ellos. Winnie se quedó cerca
detrás de él, luego, hizo una pausa, miró de nuevo a la carretera. Si iba a
echarse atrás, esta era su última oportunidad. ¿Dónde iba a ir? Ella no conocía
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esta parte de Inglaterra. Nunca había estado en Cornwall antes. ¿A dónde tenía
que regresar? había llegado tan lejos. Apartándose de la carretera, se enfrentó a
la total oscuridad y el silencio que se extendía ante ella. Era un completo
contraste con Londres en la noche, que había sido brillante y lleno de ruido,
gente y el tráfico. Nunca había conocido tal silencio y su nuevo entorno la ponía
nerviosa. Thaddeus siguió moviéndose rápidamente por delante. Winnie
apenas podía distinguir su forma ante ella. Guiada por el sonido de sus pisadas
en el suelo de piedra por debajo de ellos, dio un paso hacia adelante en la
oscuridad y lo siguió.
Se tropezó en la oscuridad y se quejó de dolor en voz alta mientras las
espinas y la hiedra silvestre la arañaba como manos codiciosas. Ni una hizo a
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Thaddeus tropezarse o enganchar su ropa en la maleza, que crecía con furor a
cada lado de ellos. Winnie sospechó que deben estar trepando, porque sus
piernas empezaron a cansarse y le dolían los músculos de la pantorrilla. Deben
de haber estado caminando durante veinte minutos o más, ella esforzándose
atrás, mientras Thaddeus salía adelante. Estaba a punto de gritar y rogar por un
descanso, cuando Thaddeus se detuvo abruptamente.
Se oyó un ruido en la oscuridad mientras le oyó soltar un perno y abrir una
puerta. Winnie pasó por detrás de él. Thaddeus la cerró y luego se dirigió hacia
el frente de nuevo.
Después de sólo un minuto de caminata, Thaddeus se detuvo de nuevo.
Winnie le oyó meter una llave en una cerradura y luego otra, y luego el
sonido de él empujando una puerta para abrirla ampliamente. Desapareció
durante un momento y luego hubo luz, se encontró de pie frente a una casa
grande. Supuso que el edificio tenía que ser muy viejo, de lo poco que podía ver
por la luz que se derramaba desde el interior. Pasó por la puerta abierta,
dejando el frío y la noche detrás de ella. Thaddeus había desaparecido. Winnie
miró a su alrededor el vestíbulo enorme ahora que se encontraba adentro. Las
paredes estaban revestidas de roble exquisito y oscuro. Las puertas a las
habitaciones lideraban el pasillo. Una ancha escalera doble iba desde el centro
de la sala y subía en espiral en la oscuridad como una columna antigua.
Gruesas alfombras estampadas cubría el suelo de madera pulida. Retratos
adornaban las paredes. Ella no era una artista y sabía muy poco de historia,
pero se dio cuenta de que las imágenes habían sido bellamente pintadas y eran
muy viejas. Miró a su alrededor buscando a Thaddeus mientras apretaba la
bolsa de plástico en su pecho.
—Thaddeus, ¿estás ahí? —gritó ella. Mientras la última de sus palabras se
desvanecía en las profundidades de la enorme casa, las luces parpadearon
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desde el rellano encima de ella. Mirando hacia arriba, vio a Thaddeus de pie en
lo alto de las escaleras.
—Bienvenida a mi casa, Winnie. Ven y te mostraré tu cuarto.
Se movió por el pasillo y subió las escaleras. En la parte superior,
Thaddeus la condujo por un pasillo largo y estrecho, deteniéndose ante una
puerta en el otro extremo.
Winnie entró en la habitación y miró a su alrededor con asombro. La
habitación estaba amueblada finamente con una cama con dosel en su centro.
Cajones y armarios blancos se extendían en cualquier dirección desde la cama.
Un tocador bellamente adornado estaba en un rincón con un pequeño y lujoso
taburete de asiento de terciopelo ante él. Una ventana panorámica, bordeada de
Paradise Summerland Tim O’Rourke
visillos y cortinas de seda, daba a la cama en el lado opuesto de la habitación y
se realzaba su tamaño. Vestidores, tallados en la misma forma que los otros
muebles, seguían la línea de la pared hasta la puerta donde Winnie y Thaddeus
estaban ahora. Thaddeus entró en la habitación y miró a su alrededor.
—Esta es tu habitación, Winnie. —Él cruzó al otro lado y abrió una puerta
contigua. Haciéndole señas para que entrara en la habitación.—Este es tu baño.
¿Mi propio cuarto de baño? se preguntó con asombro, mientras se unía a
Thaddeus. Una gruesa alfombra azul cubría el suelo, y se podría decir que era
profunda y suave mientras sus botas se hundían en ella. Una bañera con forma
redonda estaba a un lado, ligeramente hundida en el suelo.
También había una ducha y un inodoro. Más armarios y cajones blancos se
alineaban en las paredes. Lisas toallas blancas colgadas de un carril fijado a la
pared.
—Oh, Dios mío, no puedo creer que esto va a ser mi habitación, es mejor
que el terraplén cualquier día.
Thaddeus le atrajo la mirada y sonrió.
—Bueno, no digas nada, sólo disfruta.
Winnie volvió a entrar en la habitación y Thaddeus la siguió.
—Es que me da la sensación... —empezó Winnie.
—Que esto es demasiado bueno para ser verdad —la interrumpió él—.
¿Qué debo tener un motivo oculto para tenerte aquí? —La miró, su cara en
blanco, no revelaba nada. Luego, volviéndose, Thaddeus fue a la puerta del
dormitorio. Se detuvo y la miró de nuevo. —Te he dado mis razones y decidiste
venir. Si te quieres quedar, hazlo, pero si sientes que debes irte, entonces vete.
Depende totalmente de ti, Winnie. Ya es tarde y debo trabajar en mi habitación
antes de descansar. Así que te deseo buenas noches. Si decides quedarte, voy a
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levantarme mañana al atardecer. Haz lo que quieras, hasta entonces, pero no
me molestes, sea cual sea la razón. —Luego se volvió a la puerta y desapareció
en las sombras, emitidas a lo largo del rellano.
Winnie se quedó mirando el espacio vacío donde él había estado. Después
de unos instantes, se dirigió a la puerta y la cerró con fuerza. No había
cerradura, se dio cuenta.
Tomando una silla, la puso contra la puerta. Sabía que no iba a mantener a
nadie afuera, pero el movimiento la despertaría. Era mejor que dormir con un
ojo abierto como lo había hecho tantas noches bajo el terraplén.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Se fue a la cama, se acostó en ella y pasó su primera noche inquieta en la
casa de Thaddeus.
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W
innie se despertó un poco pasadas las nueve con el
sonido de una fuerte lluvia golpeando su ventana. Un fuerte
y persistente viento se desató sobre los aleros con una furia
helada. Ella se echó extendida sobre su cama,
completamente vestida. No se había sentido segura o bastante cómoda anoche
para apenas desnudarse y subir entre las sábanas. Se había sentido vulnerable
en la oscuridad, y todavía permanecía cierta desconfianza por Thaddeus. Él
había estado en lo cierto. La casa, el dormitorio, la ropa nueva, la oportunidad
de escapar de su vida en las calles, y el propio Thaddeus, todo parecía
demasiado bueno para ser verdad. Ella había pasado su vida desconfiando de
las personas, porque la mayoría le había hecho daño, o la defraudaron de algún
modo. La desconfianza que sentía por su nuevo entorno y él no la sorprendió.
Ella se levantó sobre sus codos y contempló dormida su nueva sala. Era
verdaderamente hermosa con sus paredes color manzana claro y un lujoso
mobiliario. Era el tipo de habitación que ella sólo se había atrevido a soñar de
niña, cuando se acostaba de noche y trataba de escapar del entorno monótono
de los hogares de caridad, realmente no sabía que pensar de Thaddeus, pero
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hasta ahora, había sido nada más que generoso, amable, y fiel a su palabra. Si se
marchaba, ¿para regresar a qué? No tenía dinero, ni ropa o un lugar para vivir.
¿Quién la emplearía? Había estado en ese tiovivo antes. Nadie te da trabajo si
no tienes una cuenta bancaria. No puedes conseguir una cuenta bancaria sin
una dirección, y entorno a ello va. Si se quedaba, ahorrando el dinero que
Thaddeus había prometido pagarle, entonces quizás ella podía permitirse
comenzar una nueva vida por sí misma. Podría romper por fin ese círculo
vicioso en el cual se había quedado atrapada en durante tantos años.
Winnie balanceó sus piernas sobre el lado de la cama. Se quitó sus botas y
movió sus pies. De pie junto a la cama, ella dejó la alfombra suave escurrirse
entre sus dedos, se dirigió hacia el cuarto de baño, deshaciéndose del top
Paradise Summerland Tim O’Rourke
manchado de sangre que todavía llevaba. Lo deslizó suavemente de sus brazos
desde donde revoloteo hacia el suelo. De pie desnuda al lado de la bañera
vestida solo con sus bragas, se inclinó y aflojo los grifos. Un torrente de agua
caliente cayó en cascada sobre el esmalte brillante de la bañera. Winnie se quitó
sus bragas, luego resbaló dentro de la bañera y permitió al agua pasar sobre
ella. Detuvo el flujo de agua casi a punto de rebosar y se tumbó en su calidez. El
agua calmaba su cuerpo y ella disfrutaba la sensación de ella contra su piel.
Había olvidado cuánto había pasado desde que había tenido un baño
apropiado o había afeitado sus piernas. El tipo de baño que había logrado tener
en baños públicos no era nada comparado con esto. Aunque sólo hubiera
lavado su pelo la noche antes en la estación, lo tenía que lavar otra vez. Winnie
necesitaba lavar cada parte de ella, más allá de la vida de su pelo, piel, por
debajo de sus uñas y entre sus dedos. Tomando un cepillo para las uñas del
lado de la bañera, lo cubrió de jabón y lo rastrillo hacia arriba y hacia debajo de
sus brazos, sobre su estómago, y debajo de sus muslos hasta que su piel brillo
enrojecida. A continuación se depilo las piernas y axilas.
El agua se había vuelto fría antes de que finalmente alcanzara una de las
toallas completamente blancas, que colgaban del carril al lado de la bañera. De
pie, ella ciñó la toalla sobre su cuerpo y lentamente comenzó a secarse. Secó su
pelo, y con un nuevo cepillo de dientes que encontró en uno de los armarios del
cuarto de baño, cepillo sus dientes. Se sintió tan bien, que los cepilló dos veces.
Una vez que estuvo lista, camino cautelosa desde su habitación alrededor de las
once vestida con un top violeta y una falda corta negra que Thaddeus había
elegido para ella. Había retirado su pelo y lo sujetaba en su lugar con un
pañuelo negro que había encontrado en uno de los muchos cajones en su
habitación. De hecho, los armarios y los cajones habían sido llenados hasta el
borde con vestidos caros, pantalones, tops, faldas, zapatos, sombreros, bolsos,
abrigos y lencería, pero había temido tocar cualquier de éstos sin el permiso de
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Thaddeus. Después de todo, pensó, ellos podrían haber pertenecido a su esposa
muerta.
Descendió por el larguísimo rellano, atravesando puertas cerradas a ambos
lados de ella, se imaginó que Thaddeus debía estar durmiendo detrás de
algunas de ellas, y sin conocer cuál era, no se atrevió a entrar en ninguna de
ellas. Le había pedido que no lo molestara por cualquier motivo. Después de
caminar de puntillas por la amplia escalera, Winnie se encontró una vez más en
el gran vestíbulo en el que había estado la noche anterior. La luz era mejor
ahora, y recorrió los retratos que colgaban de las paredes. La pared delante de
ella estaba decorada con pinturas al óleo de hombres. Ella no podía estar
segura, pero parecían ser muy viejos, si no de cientos de años. El último cuadro
que colgaba de la pared no parecía tan anticuado. Era una pintura
Paradise Summerland Tim O’Rourke
maravillosamente hecha a mano del propio Thaddeus. Él miraba desde el
marco plateado del retrato. Sus ojos oscuros, su pelo oscuro desaliñado que
encerraba su rostro pálido y su amplia boca en una actitud indiferente
recordaron a Winnie de lo extrañamente atractivo que era Thaddeus. No era el
típico tipo apuesto, pero había algo en él, pensaba. Algo diferente, pero algo
que ella no había averiguado el que. Winnie pasó de nuevo a lo largo de la fila,
y dos cosas la dejaron perpleja. Ninguno de los cuadros había sido firmado por
los artistas, y los hombres de cada pintura guardaban un parecido asombroso
para con el propio Thaddeus. Sus caras tenían diferencias sutiles en la forma, su
pelo estaba peinado en estilos diferentes para satisfacer el período particular de
tiempo, pero todos ellos tenían aquellos ojos oscuros, potentes. Estudiando las
pinturas, Winnie decidió que debían ser sus antepasados. Calentó los dedos de
sus pies y pasó a las pinturas que colgaban de la pared contraria. Éstas eran
pinturas de mujeres. Una vez más, todas las cuales, parecían ser muy viejas.
Como en los retratos masculinos, las mujeres guardaban un parecido
asombroso entre sí. Todas tenían una melena de ardiente cabello castaño-rojizo,
piel pálida, una delicada boca rosada y ojos verdes que brillaban desde las
pinturas como ardientes esmeraldas. Una vez más, éstos no habían sido
firmados. Winnie cruzó al centro del vestíbulo y miro desde un conjunto de
pinturas al otro, mientras pasaba entre ellos, se dio cuenta que estaban situados
exactamente los unos frente a los otros, así que sus ojos estaban concentrados
los unos en los otros. Estaba en el gran vestíbulo, mirando las pinturas.
Entonces, cuando su cuello comenzó a doler, ella agarro la manilla de una de las
puertas que conducía al pasillo y la abrió fácilmente. Mirando detenidamente
por sobre el borde de la puerta, pasó dentro. Winnie se encontró en un gran
salón comedor. Luz tenue nebulosa derramada a través de altos ventanales que
se situaban en el otro extremo de la habitación e iluminaban su entorno. Había
una larga mesa de caoba que podría haber sentado al menos veinte personas
cómodamente debajo de cada lado. Librerías forrando las paredes restantes
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desde el suelo al techo, con una escalera con ruedas apoyada contra el extremo
de los estantes. Se dio cuenta de que cada libro estaba encuadernado en cuero
de azules, verdes y rojos intensos. Sus lomos estaban adornados con un
impresionante ribete dorado, como lo estaban los bordes de las páginas. Winnie
cerró la puerta detrás de ella y cruzó el pasillo hacia la puerta en la pared
opuesta. La empujo abriéndola y paso dentro del salón.
Había otro ventanal derramando luz más gris en la habitación. Motas del polvo
bailando en las líneas de la luz gris. La lluvia siguió lanzándose contra las
ventanas y ella envolvió sus brazos sobre los hombros, temblando y contenta de
estar caliente. Tumbonas, sillones tapizados en cuero y un sofá de dos plazas
Paradise Summerland Tim O’Rourke
amueblaban la habitación. Había una chimenea, y Winnie sólo podía imaginar
cuán hermosos se verían las llamas en una fría noche de invierno. En la esquina
más alejada estaba el televisor más grande que jamás había visto, se fue hacia él
y lo encendió. Hundiéndose en uno de los lujosos sofás, la pantalla del televisor
chispeó vida. El informativo del mediodía estaba recién comenzando, y se
sorprendió de que se hubiera hecho tan tarde. Sentada ante el televisor más
perpleja por su tamaño que por los acontecimientos mundiales que estaban
siendo leídos por el locutor. La primera historia era sobre la economía precaria,
y en cuántos meses más el país iba a estar en una segunda recesión. Winnie
nunca se había consternado ante tales problemas, la vida que había llevado en
las calles de Londres había hecho que su propia supervivencia hubiera sido su
principal preocupación. La segunda historia llamo su atención, ya que el locutor
del informativo comenzó a relatar los detalles del brutal asesinato de un
estudiante en Londres. El cuerpo había sido encontrado en un apartamento, no
muy lejos de la estación de tren de King Cross. Recordaba muy bien las
amargas noches que había pasado acurrucada allí, pidiendo dinero para así
poder comprar comida. Winnie escuchó cómo los policías apelaban a los
testigos. La historia dio paso a la rueda de prensa de la policía, donde un policía
calvo se sentó detrás de una gran mesa repleta de micrófonos. Los hombros de
su elegante uniforme negro estaban cubiertos de insignias, notó Winnie. Él no
se parecía al mediocre Oficial de policía, quien sin problema la mandaba
avanzar o la arrestaba por mendicidad; parecía mucho más importante que eso.
El oficial de policía tenía una mirada severa en el rostro, y Winnie pensó
que parecía incómodo sentado frente a la prensa ante él. Cuando comenzó a
formular su declaración, Winnie entendió por qué se veía tan exhausto y
estresado. Comenzó explicando que tenía más de veinticinco años de servicio
dentro de la policía, pero nunca en ese tiempo se había encontrado con un
crimen tan horrible y cruel.
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¿Cuál es el nombre de la víctima? Gritó uno de los reporteros fuera de
cámara.
Esa es la información que me ocupa en estos momentos. Hasta que
hayamos confirmado la identidad de la víctima.
Por lo que aún no sabe, ¿quién es la víctima? Preguntó otro reportero.
Creemos que es la mujer que alquiló esa habitación particular, pero no
queremos asumir nada hasta que hayamos llevemos a cabo las pruebas de ADN
sobre los miembros de la familia, para confirmar o negar si en efecto es la mujer
que alquiló la habitación.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
El asesinato tuvo lugar hace dos noches Le recordó otro reportero .
¿Cómo es que están todavía por identificar a la víctima?
El Oficial de policía en su uniforme perfectamente planchado y brillantes
insignias en sus hombros, miro sombríamente a los reporteros. Se tomó un
momento, como preparándose para lo que tenía que decir después. Cuando
estuvo listo dijo, El ataque fue tan brutal que hasta ahora no ha sido posible
identificar correctamente a la víctima. Explicó el Oficial.
Un zumbido de entusiasmo sobrecogió a los reporteros hambrientos de
noticias, la TV parpadeó con las luces blancas como una ráfaga de cámaras
todas apagadas al mismo tiempo. El Oficial pestañeo con el repentino
resplandor de luces intermitentes.
Entonces, ¿cuáles son las heridas? preguntó un reportero.
El Oficial se sentó tranquilo por un momento, la nuez de la garganta se
elevó despacio en su garganta mientras tragaba. A continuación, mirando a los
reporteros reunidos delante de él, dijo: Parece que el autor le realizó
canibalismo a la víctima. Esto o el difunto fue atacado por una manada de
animales salvajes.
Página 37
lentamente hasta donde Thaddeus ahora dormía en una de las habitaciones por
encima de ella. Mientras sus pensamientos volvían al hombre que le había
ofrecido un nuevo comienzo, sabía en su corazón que había tomado otro gran
riesgo.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
A
sustándose a sí misma con el boletín de noticias, y llenando
su cabeza con los pensamientos paranoicos sobre los motivos de
Thaddeus para llevarla a su aislada casa en la costa, Winnie sabía
que tenía que romper el destructivo tren de pensamientos que
estaban ahora carcomiéndola por dentro. Si no dejaba de escucharlos
expulsándolos seguramente se volvería loca. Así que, encendiendo el televisor
de nuevo, se sentó para la próxima hora y vio Barrio Sésamo tratando de
desahogar su mente perturbada con la compañía de Paco Pico, Epi y Blas, Elmo,
y el Monstruo de las Galletas. No era un programa que había visto desde que
era muy pequeña, y le gustaba sentirse una niña de nuevo.
Para el final del espectáculo había contado hasta diez con el Conde Draco y
descubierto la letra ―E‖. Winnie se encontraba en un estado de ánimo mucho
más brillante. Cuando los créditos finales rodaron, apagó el televisor de nuevo,
y pasó a través del salón a la cocina. Era enorme, y como la mayoría de las otras
habitaciones de la casa, estaba amueblada con todos los electrodomésticos
modernos que se aseguraban de hacer tu vida más fácil. Una mesa de madera
estaba situada en el centro de la sala rodeada por cuatro sillas.
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Winnie se acercó a ella y encontró cincuenta libras. Bajo el dinero, Winnie
descubrió una nota. Garabateadas a través de ella estaban las palabras:
Comprar algo agradable para la cena – Thad.
Winnie había pasado el resto del día preparando la cena de Thaddeus y la
suya propia. Había encontrado algo en los armarios o en el congelador, así que
después de revestirse de una capa impermeable que había encontrado colgando
de la parte trasera de la puerta de la cocina, se aventuró a salir de la casa en
busca de algunas tiendas. En su viaje debajo de la casa, descubrió que ésta
ocupaba la tierra que conducía a una línea costera de aspecto irregular y al mar.
Mirando por encima del borde de los acantilados, con lluvia helada cayendo
sobre su cara, Winnie supo que había estado en lo cierto la noche anterior.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
La casa estaba en lo alto de una colina, rodeada por un denso cultivo de
árboles. Si miraba las olas que se estrellaban contra las rocas, podía ver St. Ives
extendiéndose ante ella y la continua costa escarpada. Aunque el nuevo mundo
que encontró era sombrío y frío, no podía dejar de verlo bello. Con el
persistente viento en el pelo, y la lluvia corriendo a lo largo de su cara como
lágrimas, Winnie siguió el estrecho camino costero. En la ciudad, se acercó a un
pequeño supermercado. Con parte del dinero que Thaddeus había dejado en la
mesa, compró su cena y se dirigió de nuevo hacia la colina a la casa.
Winnie se quedó en la cocina mientras la noche absorbía el resto del día.
Colocó dos platos en la mesa de la cocina, un cuchillo, tenedor y una cuchara
para cada uno de ellos. Puso un jarrón en el centro de la mesa lleno de brezo,
que reunió en su viaje de regreso de la tienda. La comida estaba bien preparada
y calentándose bajo el grill. Satisfecha de sí misma, esperó a que Thaddeus
despertara.
Su espera no había sido larga cuando oyó movimiento arriba, entonces el
sonido de sus pisadas en la escalera. Por primera vez desde que llegó a la casa,
Winnie comenzó a ponerse nerviosa. No por el hombre en sí, sino por las
pequeñas cosas. Como si encontrarían algo suficiente de lo que hablar, ¿o
seguirán apareciendo esos agonizantes silencios? ¿Cómo sería trabajar para él?
¿Sería él un cabrón? Se preguntaba ella.
Cuando lo oyó acercarse, se quitó el pañuelo de su pelo, y con un rápido
movimiento de su cabeza, envió su cascada de pelo castaño rojizo sobre sus
hombros como cobre líquido. Arregló su top y enderezó sus pantalones con las
palmas de sus manos. Winnie se puso de pie delante de la mesa mientras
Thaddeus entraba. Él se paró en la puerta, su pelo más revuelto de lo que
recordaba. Llevaba una camisa blanca que estaba abierta en el cuello, dejando
sólo la breve visión de su pecho. Tenía las piernas escondidas debajo de un par
de pantalones de mezclilla azules desteñidos, y llevaba mocasines en los pies.
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Fuera de su traje, parecía más joven – relajado de alguna manera.
Thaddeus sonrió.
—Buenas noches, Winnie.
Sonriendo de nuevo, Winnie señaló un asiento. —He preparado la cena,
Thaddeus—. Había pasado mucho tiempo desde que alguien le había confiado
cualquier tipo de responsabilidad. De acuerdo, ella había sólo había elegido la
comida, cocinado, y preparado la mesa. Para la mayoría, no eran más que una
serie de tareas domésticas y mundanas, pero le había dado un sentido de
autoestima y un atisbo de propósito. Había pasado un largo tiempo desde que
había sentido ninguna de esas cosas.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Thaddeus miró la mesa con curiosidad mientras tomaba asiento. Winnie se
volvió hacia el grill, y cubriendo sus manos con una toalla, sacó dos platos y los
colocó en la mesa. Ella tomó su asiento. Winnie miró a Thaddeus, que estaba
sentado con la mirada fija en el plato de palitos de pescado, patatas fritas al
horno, y un montículo de frijoles horneados.
—¿Está todo bien?—preguntó ella.
—No me había dado cuenta de que te había empleado por tu sentido del
humor—dijo él sin dejar de mirar la comida ante él.
—¿No estoy segura de a qué te refieres? —Dijo Winnie.
Haciendo caso omiso de su pregunta, él pinchó uno de los palitos de
pescado con sus esbeltos dedos. —¿Qué es esto?
Winnie permaneció en silencio, su propio cuchillo y tenedor suspendidos
sobre su plato de comida.
—No sé a qué te refieres, Thad…
—¿Estás intentando ser graciosa? —preguntó él, cortando a través de ella y
fijando su oscura mirada.
Winnie se sentía nerviosa. —No, Thaddeus, es tu cena. La cociné para ti.
¿Hay algo malo?
Él se mofó con una risa cínica y empujó el plato hacia ella. —Yo diría que
algo anda mal, ¿verdad?
Viendo el rechazo de su comida y todo su duro trabajo, ella también se
molestó. —No estoy segura de seguirte.
—Esto no es comida —se burló él.
—Parece comida para mí —replicó ella.
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--¿Supongo que no esperas que coma esto? —Dijo él, mirando la comida de
nuevo. —Esto no es comida.
—Lo es en donde yo vengo—Winnie estaba tratando de ocultar su
creciente ira.
A continuación, empujando la silla, se puso de pie. Con lágrimas ardiendo
en las comisuras de sus ojos y sintiéndose inútil, miró a Thaddeus y le dijo—:
Cuando estás congelándote, cansado, y muriéndote de hambre, comerías
cualquier cosa. Supongo que no tienes la menor idea de cómo se siente esto.
Conozco gente de vuelta en Londres, que se venderían a sí mismos por una
comida como la de esta noche.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Thaddeus miró hacia ella, su rostro impasible y dijo: —Lo siento, tal vez
deberíamos hacérselo llegar a ellos.
Respirando hondo, Winnie apretó sus manos en puños a sus costados. No
podía creer lo que acababa de oír de él. Con lágrimas silenciosas corriendo por
su rostro, miró a Thaddeus y dijo: —idiota.
Sin esperar su respuesta, Winnie se deslizó rápidamente por la cocina
hasta la puerta.
Como dándose cuenta de lo mucho que había herido sus sentimientos, él
bajó la cabeza avergonzado.
—Lo siento. No quise decir eso. Por favor, perdóname.
—¡Que te jodan!—siseó Winnie, cerrando la puerta.
Pero antes de que ella supiera lo que estaba pasando, Thaddeus estaba a su
lado, su mano cayendo suavemente sobre su brazo.
—Realmente lo siento —susurró.
—¡Vete a la mierda!—Exclamó ella a través de sus lágrimas. Thaddeus
quitó la mano pero se quedó de pie junto a ella. Luego inclinándose cerca de
ella, le susurró al oído.
—Lo siento, Winnie. Fue desconsiderado de mi parte. Te ruego que me
perdones.
Cubriendo su rostro con las manos, Winnie se inclinó hacia delante y
empezó a sollozar. Su disculpa parecía haberla enviado a un nuevo torrente de
lágrimas.
Entonces alcanzándola, Thaddeus puso una mano suavemente en su
hombro.
—Shhh, Winnie —calmó—, lo siento, nunca quise hacerte llorar.
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Ella continuó sollozando, y a través de sus lágrimas, empezó a hablar.
—No…no es tu culpa…soy una torpe…perra… —Sollozó Winnie. ¿Tal vez
era torpe? Se preguntó. Después de todo, él no estaba pagando sus 200 libras a
la semana por cocinar palitos de pescado. ¿Por qué había Thaddeus encontrado
la necesidad de ser tan cruel, sin embargo?
Él quitó su mano de su hombro. Se sentía extraño estar tan cerca de ella.
Estar tan cerca de Winnie era como traicionar a su esposa de alguna manera. El
olor del cabello y la piel de Winnie agitaban sentimientos en él. Le recordaban
cómo su esposa había olido alguna vez, y ahora deseaba haberle conseguido a
Winnie otro champú. Había sido un error comprar el mismo. Por mucho que él
Paradise Summerland Tim O’Rourke
quería estar junto a Winnie y convencerla de que estaba arrepentido por haber
herido sus sentimientos, Thaddeus tenía que irse.
—Tú no eres torpe, Winnie. Hiciste lo mejor dadas las circunstancias. Yo
debería haberme dado cuenta de eso y haber sido más comprensivo y menos
exigente. No volverá a pasar —dijo Thaddeus, regresando a la mesa.
Winnie levantó su cabeza. Una delgada línea de moco se arrastraba desde
la ventana derecha de su nariz y ella lo limpió con la manga. Se dio cuenta de lo
que había hecho y supo que los viejos hábitos eran difíciles de romper. Ella no
estaba en la calle nunca más. Era más que eso. Thaddeus había mostrado un
destello de crueldad que no había esperado. ¿Qué había esperado? No lo
conocía. No sabía nada de él. Sólo lo que él había querido contarle.
Mirándolo, le habló en voz baja, sin ninguna malicia en su voz, y dijo: —Sé
que no volverá a suceder, Thaddeus, porque me voy. Tú no necesitas a una
estúpida vagabunda como yo dando vueltas, estorbando en tu hermosa casa y
cocinándote comidas ordinarias.
Thaddeus miró hacia ella, y por segunda vez desde que lo había conocido,
y vio desesperación en sus ojos.
—Por favor no te vayas, Winnie. Podemos arreglar las cosas. No vuelvas a
Londres. No es seguro para ti. Puedes quedarte aquí. Te enseñaré a cocinar.
Haremos que sea bueno para los dos.
Winnie miró su cara. Se sentí confundida. —¿Cuál es el punto de
emplearme para que cocine y limpie si tú vas a cocinar todas las comidas por ti
mismo?
—No dije que iba a cocinar todas las comidas—dije que te enseñaré—, él
intentó sonreír, pero esa mirada de desesperación aún oscurecía sus ojos.
—¿Pero qué es lo que obtienes de este trato?—Preguntó Winnie con un
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movimiento de cabeza.
—Como dije en Londres,tú cuidarás mi casa y aguantarás mis excéntricas
maneras, y yo te daré una casa, un salario —dijo él—. Incluso te enseñaré a
cocinar.
Ella comenzó a secarse los ojos. —Esto me parece un poco extraño,
Thaddeus.
—¿Qué tiene de extraño?—Preguntó él con un encogimiento de hombros—
. Ambos somos un poco extraños si piensas en ello. Podemos hacer un buen
equipo. No tienes nada a qué volver, y yo no consigo nada aquí por mi cuenta.
¿Qué dices?
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Winnie lo miró fijamente por un largo momento. La mitad de ella se sentía
insegura de él, pero había otra parte que la fascinaba, y no sabía por qué. Sí él
hubiera querido hacerle daño de alguna manera —¿no lo habría hecho ya? De
acuerdo, así que él estaba cabreado con todo lo de los palitos de pescado, pero
ella podía decir por el tamaño de la casa, la riqueza material, que estaba
acostumbrado a cosas más finas. Tal vez sea una de las excentricidades sobre las
que le había advertido. Además, ¿qué había para volver? Entrar en una
discusión sobre sus habilidades para cocinar era nada comparado con lo que
había dejado atrás. Sabía en su corazón que Rubby Little no habría desechado la
oportunidad, si se la hubieran ofrecido.
Finalmente, ella susurró. —Está bien, me quedaré.
—Gracias —susurró Thaddeus y se alejó.
Ella raspó sus alimentos sin comer en la basura. Colocando los platos
vacíos en el lavavajillas, él la miró y dijo, Coge un abrigo. Voy a llevarte fuera
a cenar.
Winnie estaba a punto de salir de la habitación, cuando Thaddeus dijo: —
Lleva el abrigo gris con capucha.
Mirando hacia atrás, ella levantó una ceja y dijo: --¿Por qué ese abrigo en
particular?
—Tiene capucha—dijo él enseguida—. Está lloviendo. Además, me gusta
el abrigo.
Al salir de la cocina, él cogió una capa impermeable del gancho detrás de
la puerta. Apagando la luz de la cocina, se dirigió a la puerta principal.
Sacó la pitillera de plata del bolsillo del pantalón y fumó mientras esperaba
a Winnie. Ella no había tardado cuando oyó sus pasos en las escaleras.
Thaddeus miró hacia atrás para ver los pasos de Winnie en la escalera y en la
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parte inferior del enorme salón. El largo abrigo gris, se agitaba por encima de
sus tobillos. Ella casi parecía flotar hacia Thaddeus que estaba junto a la puerta
principal, con el cigarrillo colgando desde la esquina de su boca. A medida que
se acercó a él, Thaddeus notó que había embadurnado la menor pizca de
sombra de ojos verde sobre sus ojos, una mancha de colorete en sus mejillas y
un lápiz labial rojo profundo revestía ahora sus suaves labios.
No pudo ocultar su sonrisa mientras ella se detenía frente a él. —Te ves
impresionante —suspiró.
Ella dejó escapar una risita de vergüenza y se sonrojó. —Encontré el
maquillaje en el tocador de mi habitación —dijo—. Está bien que use, ¿no?
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—Usa lo que quieras —él sonrió y tiró de la capucha de su abrigo por lo
que cubrió la parte posterior de su cabeza y los lados de su cara.
—¿De quién es? —preguntó ella.
—Es tuyo —dijo él, enganchando una gran longitud de su pelo hacia fuera
de debajo de su capucha por lo que colgaba en el lado derecho de su cara—.
Perfecto —susurró él, mirándola.
—¿Perfecto para qué? —Sonrió ella.
—Para cenar —él le guiñó un ojo y la condujo a la noche.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
L
a pequeña ciudad costera de St. Ives era tranquila durante
los meses de invierno. No había turistas y no llegarían hasta la
Pascua, cuando todas las pequeñas tiendas de té, heladerías y
las tiendas de conchas abrirían, esperando ansiosamente la
avalancha. Esta noche era fría y la lluvia los condujo a ellas
medida que caminaban apiñados por las calles empedradas y serpenteantes
hasta el puerto. El olor del mar era fuerte mientras flotaba en el viento y salaba
sus labios. Los cordajes de los barcos eran azotados con fuerza contra los
mástiles de los barcos amarrados en el puerto.
Dieron con el restaurante en el que Thaddeus había comido en dos
ocasiones desde que llegó a vivir en la ciudad. Fue nombrado acertadamente el
Faro. Al entrar, sus abrigos húmedos fueron tomaros y ellos fueron
acompañados a una tranquila mesa para dos en la parte trasera de la zona para
comer. Thaddeus pidió que Winnie fuera sentada de espaldas a la ventana del
restaurante, que daba a la bahía. Sus cubiertos y copas de vino brillaban con un
cálido resplandor naranja de una chimenea que rugía y chisporroteaba a unos
metros de ellos, pidió una botella de vino blanco, mientras que Winnie miraba
con asombro el restaurante.
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—¿Qué vas a pedir, Thaddeus? —le preguntó ella sobre el sonido de la
madera crepitando en la chimenea.
Él apoyó las manos bajo la barbilla y dijo:
—Estuviste cocinando la cena esta noche, así que puedes elegir.
Ella miró el menú y le dijo
—No sé por dónde empezar. Tú eliges.
Él sonrió desde el otro lado de la mesa.
—Déjame ver —dijo leyendo el menú.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
En poco tiempo, el camarero había llegado junto a ellos.
—Nos gustaría tener dos aguacates de entremés y para nuestro plato
principal, pollo relleno de champiñones, una ración de carne asada y una
mezcla de verduras—. Thaddeus miró al camarero de rostro rubicundo y
sonrió—. Gracias.
—Muy bien, señor —el camarero asintió con la cabeza y desapareció en la
cocina.
—Mejor que los palitos de pescado, ¿eh? —Winnie sonrió con la mirada.
Pero era como si Thaddeus no la había escuchado. Él estaba de repente
mirando por encima de su hombro derecho, por la ventana y la calle afuera. Era
como si alguien o algo hubiera captado su atención.
—¿Está todo bien? —preguntó Winnie.
Como si se despertara de un sueño, él miró a Winnie y le dijo:
—Todo está bien.
—¿Qué estabas mirando? —le interrogó.
—No era nada —dijo él.
Thaddeus se sentó y miró las brasas del fuego arrojar sus reflejos dorados
en su cabello cobrizo. Los rizos sedosos parecían como si estuvieran ardiendo.
Entonces, un impulso repentino se apoderó de él para extender las manos y
perderlas en su textura suave, para absorber su luz brillante a través de sus
dedos. Reprimió la tentación y le habló.
—Así que si no te importa que te pregunte, ¿dónde está tu familia? ¿Tienes
hermanos o hermanas?
Ella lo miró fijamente.
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—Nunca he conocido a mi padre. Se largó antes de que yo naciera. Mi
madre sólo tenía dieciséis años cuando se quedó embarazada de mí. Supongo
que por eso me abandonó.
—¿Te abandonó? —Preguntó Thaddeus—. ¿Adopción, es lo que quieres
decir?
Winnie podía sentir lo que creía que era verdadera preocupación en su voz
por ella.
—Mi madre tenía una hermana mayor y me dejó en ella cuando tenía
apenas dos años —explicó Winnie—. Pero mi tía realmente no me quería. Tenía
tres hijos. Su marido casi nunca estaba alrededor. Así que ella me echó al
cuidado de las autoridades locales. Reboté de una familia a otra. Eché de menos
Paradise Summerland Tim O’Rourke
muchas escuelas y cosas por el estilo. Cuando tenía trece años, terminé viviendo
con esta familia llamada Martins. El padre era un cerdo de verdad, me hizo
infeliz. Así que me escapé cuando tenía catorce años. La policía me recogió un
par de veces y terminé de nuevo bajo su cuidado, pero nunca me quedé por
mucho tiempo. Al final, la policía dejó de buscarme. Ellos tenían cosas más
importantes que tratar, ¿no?
El camarero apareció y abrió la botella de vino. Thaddeus parecía molesto
por la interrupción. El camarero sirvió media copa para Thaddeus.
—¿Le gustaría probar, señor?
Thaddeus mantuvo sus ojos en Winnie y sólo hizo un gesto con la mano al
camarero, quien reconoció esto al decir:
—Muy bien, señor. —Le sirvió una copa a Winnie, colocó la botella en la
mesa y se fue.
—¿De dónde vienes? —le preguntó Thaddeus.
—De todas partes —ella sonrió a medias. Entonces mirando a Thaddeus,
dijo—: No siempre he estado sin hogar desde que huí.
—¿Cómo es eso? —preguntó Thaddeus, tomando un sorbo de vino.
—Cuando tenía unos quince años, estaba con este hombre llamado Simón
Era mayor que yo, no por mucho. Lo suficiente mayor para el ayuntamiento
para pagar su alquiler, así que él tenía su propio lugar. Era realmente bueno
conmigo al principio. Ya sabes, como realmente considerado y comprensivo —
dijo—. Dejé de querer huir, porque me hizo sentir especial por dentro. Por
primera vez, me sentí especial.
—¿Qué salió mal? —preguntó Thaddeus, ahora lamentando cómo había
tratado con condescendencia a Winnie esa misma tarde.
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—Creo que él sabía lo mucho que lo necesitaba y se aprovechó un poco del
hecho —explicó Winnie—. Creo que llegué a pensar que me podía tratar como
quisiera, porque lo necesitaba tanto. Ya sabes, él pensaba que porque yo no
tenía mucho a mi favor, le dejaría salirse con la suya con todo lo que quería.
—¿Te maltrataba?
—No, no realmente —dijo y apartó la mirada brevemente.
En ese momento Thaddeus supo que este Simón le había hecho daño y
probablemente mucho, pero él no quería empujarla para que le dijera algo de lo
que se sentía incómoda hablando.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—Nunca me puso un dedo encima —insistió Winnie como si fuera capaz
de leer los pensamientos de Thaddeus—. Sabía que yo era insegura y se
aprovechó de eso. Si te digo la verdad, Thaddeus, hubiera preferido un buen
golpe. Por lo menos sabes dónde estás parado, pero cuando tienes a alguien que
juega con tu corazón todo el tiempo, animándome un minuto y deprimiéndome
al siguiente, nunca sabes dónde estás parado. Créeme, eso duele mucho más
que un buen golpe.
Thaddeus bebió un sorbo de vino mientras el camarero reapareció y puso
su entremés ante ellos. El camarero se fue tan rápido como había llegado.
Thaddeus y Winnie comieron con buen apetito sus aguacates.
—¿Cómo te deprimía, entonces? —empujó con tanta precaución.
—Poco a poco, socavó mi confianza al acostarse con otras mujeres. Él me
hablaba de ellas, lo mucho mejores que eran de mí. Quería que probara cosas
con las que no me sentía cómoda. Mi confianza se volvió más y más maltrecha,
y cada día que seguía quedándome con él, lo sentí menos especial.
Thaddeus empujó su plato vacío y tomó su vino nuevo. Winnie siguió
comiendo.
—Entonces, ¿qué hiciste sobre este Simón? —le preguntó.
Winnie masticó su último bocado y luego continuó su relato.
—Hice lo que mejor sé y huí. Volví a Londres. Al principio me tomaba el
pelo diciéndome que sólo me quedaría un día o dos. Me engañaba haciéndome
creer que iba a encontrar trabajo de alguna manera. Un día conduce a otro,
luego a semanas y meses. Te ensucias más, el cansancio te drena junto con el
hambre y las noches sin dormir. Entonces la desesperación se establece.
Terminas quedándote, te quedas atrapado.
Sus platos vacíos del entremés fueron retirados y su plato principal se
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colocó delante de ellos. Espirales de vapor se levantaban de la carne dorada y
crujiente del pollo y la carne parecía casi cruda como si estuviera sentada en un
charco de su propio jugo, rojo de sangre. Las verduras estaban en un plato y se
les veía suave y de color brillante. Thaddeus cogió un cuchillo largo y comenzó
a cortar el pollo. El cuchillo se deslizó a través de su cuerpo suculento tan
fácilmente como cortando mantequilla. Dejó varias rebanadas gruesas en el
plato de Winnie, mientras ella a su vez apilaba una cucharada de verduras en el
plato de Thaddeus y luego en el suyo. Thaddeus se sirvió una porción grande
del pollo, arrancando sus dos piernas y colocándolas en el plato junto a una
gruesa rebanada de la carne sangrienta. Ambos se sentaron y desviaron la
comida a sus bocas.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Thaddeus la observaba mientras comía y algo que había dicho se repetía
una y otra vez en su mente. Winnie le había dicho que lo que ella hacía mejor
era huir —eso es todo lo que sabía hacer. Había huido de su tía, huido de los
hogares de cuidado infantil, huido de Simón a Londres y ahora había huido de
allí para estar con él. Winnie nunca parecía quedarse por mucho tiempo y él
sabía que necesitaría que se quedara un poco más —mucho más tiempo.
Thaddeus se vio cautivado por su energía, su ira, el fuego que parecía arder
brillantemente en su interior. Ella estaba viva y no era estúpida. No había
esperado eso —pero le gustaba. Esos sentimientos tendría que enterrarlos en
algún lugar en lo más profundo. No podía permitirse el lujo de dejar que se
preocupara por ella.
Winnie miró a Thaddeus, las palabras enojadas que habían intercambiado
antes en la casa ahora parecían un recuerdo lejano. Nadie se había tomado la
molestia de sentarse y escucharla antes. Nunca nadie se había preocupado lo
suficiente. Thaddeus estaba ya en su segunda ración de pollo cuando se dio
cuenta de Winnie mirándolo por encima del borde de su copa mientras bebía su
vino.
—¿Y qué hay de ti, Thaddeus?
Miró directamente hacia ella mientras él volvía a llenar su copa de nuevo y
dijo:
—¿Qué pasa conmigo?
—Cuéntame tu vida —dijo.
Él se volvió y miró al fuego. Su voz era suave, casi un susurro.
—No sé por dónde empezar, Winnie.
El mundo nadaba perezosamente hacia atrás y adelante mientras el vino la
relajaba y fortalecía su confianza.
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—¿Qué tal por el comienzo —dijo.
Thaddeus apartó la mirada del fuego y regresó a Winnie.
—El comienzo —dijo pensativo—. La vida está llena de comienzos y
finales. No sabría cuál elegir además.
—Empieza por el día en que conociste a tu esposa —Winnie encontró la
confianza para preguntarle—. Dijiste que sabías que la amabas desde el primer
momento que la viste. Me gustaría oír hablar de eso. Suena romántico.
Una vez más, Thaddeus desvió la mirada y dijo:
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—Prefiero no hablar de eso. Todavía encuentro la muerte de mi esposa
difícil de asimilar.
—Lo siento —murmuró Winnie—. No era mi intención...
—Vamos a ir a casa —dijo él, de pronto de pie—. Se está haciendo tarde y
tengo trabajo que hacer.
Le tendió la mano y Winnie la tomó. Se tambaleó ligeramente y Thaddeus
la estabilizó. El vino había nublado su mente y no se dio cuenta de que no había
ningún corte en la mano de Thaddeus. Si se hubiera dado cuenta de esto, podría
haberse preguntado de donde había venido la sangre, la sangre que había
manchado su top en el tren mientras huía con Thaddeus a su casa de
Cornualles.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
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Caminaron en silencio hasta que llegaron a la puerta de la muralla que
rodeaba la enorme casa de Thaddeus. Cortaron a través del cultivo de árboles,
el sonido de la lluvia tamborileando contra la sobrecarga de las hojas. Al salir
de entre los árboles, un solo rayo de luz de la luna azul-blanco se había abierto
paso entre las nubes hacia un charco de luz en el suelo delante de la casa.
Winnie miró hacia arriba y pudo ver una media luna asomándose por el borde
de un banco de nubes.
¿No es hermoso? ella oyó que Thaddeus susurro.
Sí, ella respiró, la lluvia salpicando su rostro vuelto hacia arriba.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
La luz de la luna te hace ver muy hermosa , dijo de pronto Thaddeus.
Oh, yo no estaba hablando de eso , Winnie se rió, mirándolo. Había una
parte de ella que tanto quería que lo que él decía fuera verdad. Ella nunca se
había dicho eso antes por nadie. A pesar de que la hizo sentir un poco
incómodo viniendo de un hombre al que apenas conocía, le gustaba escuchar
esas palabras. A ella le gustaba la forma en que la miraba.
La alcanzo con su mano, Thaddeus rozó las habras de su húmedo cabello
de su mejilla, como si quisiera ver más de su rostro. A la luz de la luna él
realmente se veía hermoso, pensó, y trató de empujar esos sentimientos a la
distancia. La luz de la luna le daba el aspecto de porcelana, frágil y quebradizo.
¿Qué pasa? , Preguntó Winnie, lentamente tirando de la mano de su cara.
Incluso a través de la neblina de su mente, vio la mirada de asombro ante
ella, había cambiado a una de tristeza a remordimiento.
Espera aquí , dijo él, volviéndose y dirigiéndose hacia la casa.
¿A dónde vas? Dijo en voz alta, ahora estaba sola parada en el eje de la
luz de la luna azul.
Voy a recuperar mi cámara , gritó mientras buscaba su llave de la puerta
en el bolsillo del abrigo. Quiero tomar una foto de ti.
Pero está lloviendo! Se quedó sin aliento, sin saber si debía sentirse
halagada por su comportamiento o no. No podía recordar la última vez que
alguien había querido tomar una foto de ella. ¿No puede esperar hasta
mañana?
Pero Thaddeus se había ido, desapareciendo en el interior de la casa.
Winnie se quedó sola a la luz de la luna y la lluvia. A pesar de que era una
especie de satisfacción que Thaddeus quería tomar una foto de ella, esperaba
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que se diera prisa. Sintió frío y humedad a través de ella. No sólo eso, se sentía
ridícula en pie sola, con su capucha, su pelo desaliñado y pegado a los lados de
su cara. Winnie dudaba que ella se viera muy hermosa en absoluto. Con su
autoestima en su habitual estado bajo, se preguntó si tal vez él no estaba
tomándole el pelo – riéndose a su costa.
Así que ella quería asegurarse de que se viera mejor, ella se colocó de
modo que podía ver su reflejo en uno de los altos ventanales establecido en la
parte delantera de la casa.
Con sus dedos casi entumecidos por el frío, ella peino los mechones
húmedos de su pelo ralo que colgaban sin fuerza sobre sus mejillas. Se volvió
rápidamente hacia un lado y luego del frente de nuevo, mirando su perfil. El
Paradise Summerland Tim O’Rourke
viento se levantó de repente, sopló una ráfaga de hojas de debajo de los árboles
detrás de ella. Hubo un ruido de chasquido, como los pies pisando sobre ramas
caídas. Winnie se dio la vuelta y miró a los cortes de oscuridad entre los troncos
de los árboles y a los troncos anudados en la oscuridad. El sonido se repitió.
"¿Hola?" Jadeó. "¿Hay alguien ahí?"
El ruido cesó, o fue ahogada por otra ráfaga de viento? Una lluvia de hojas
empapadas dispersas en el aire otra vez, cuando el viento amainó.
Winnie se asomó a la oscuridad una vez más, y luego se volvió hacia la
ventana, y luego gritó.
Reflejada en la ventana, pudo ver a tres caras pálidas que se asoman en la
oscuridad detrás de ella. Con el corazón en la garganta, se volvió de nuevo,
pero los rostros se habían ido. Su corazón se aceleró tan rápido y fuerte, podía
oír el latido en sus oídos. El viento aulló de repente a su alrededor, soplaba su
pelo hacia fuera de la capucha y tapándole la cara. Cerró los ojos contra el
viento, su pelo, y la lluvia, y en ese momento de oscuridad, oyó voces.
Abrió rápidamente sus ojos de nuevo, y su pelo arañaba toda su cara, el
viento se envolvía como una manta en Winnie fría, húmeda y casi parecía
susurrar en sus oídos.
Vuelve a casa ... el viento gritó rodeándola.
Vuelve a casa ... que te va a matar ... al igual que los demás ... el viento susurró.
Winnie se llevó las manos a los oídos, cerrando los ojos contra las hojas que
ahora azotaban violentamente a su alrededor como si estuvieran atrapadas en
una tormenta.
Entonces, sintió que sus manos se zafaban de sus orejas.
Winnie , gritó una voz.
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Esta vez no era la voz llevada por el viento que había oído. Abrió los ojos y
Winnie miró al rostro pálido de Thaddeus.
Winnie , gritó él, tomándola por los hombros y sacudiéndola suavemente
como si ella despertara de un sueño.
Había rostros , suspiró ella, y luego miró por encima del hombro a la
línea de árboles.
¿Caras? , preguntó Thaddeus. ¿Qué caras? ¿Dónde?
Estaban mirándome fijamente desde fuera del bosque , murmuró,
sintiéndose confusa y desorientada. Hubo voces, también.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
¿Voces?", Dijo Thaddeus, sonando cada vez más confundido.
Era como si estuvieran hablándome , dijo ella, y su labio inferior
temblaba mientras miraba hacia la oscuridad que separaba a los árboles.
No he oído nada", dijo Thaddeus, y al ver que estaba temblando, se
acercó a ella.
Tú estabas dentro , intentó explicar. No los abras oído a causa del
viento.
¿Dónde estaban esos rostros? Thaddeus le interrogó.
No estoy segura , dijo ella, con una profunda arruga formándose a través
de su frente. Los vi reflejados en la ventana.
Reflejados en la ventana", frunció el ceño hacia ella. A continuación, una
media sonrisa tiró de las comisuras de su boca. ¿Estás segura de que no era
sólo la luz de la luna distorsionando tu propia imagen reflejada de vuelta?"
No, estoy segura, susurró Winnie, empezando a sentirse confundida, un
sentido de auto-duda apoderándose de ella. ¿Qué pasa con las voces?
El viento, tal vez? , Dijo, mirándola. Somos de aquí. El viento puede
sonar como un millón de cosas diferentes, ya que corta a través de los campos y
ruge contra los acantilados.
¿En serio? Winnie le preguntó, una parte de ella con la esperanza de que
lo que decía era cierto.
Claro que sí , dijo. "A veces, cuando el viento sopla muy fuerte, no
puedes ser culpado por confundirlo con una manada gigante de lobos
corriendo por la ladera".
Pero parecía tan real , murmuró.
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Entonces, llevándola suavemente hacia fuera del eje de la luz de la luna, el
viento y la lluvia, se dirigieron hacia la casa. Creo que tuvimos un poco-
demasiado de beber esta noche", le dijo. Te vas a reír de esto en la mañana.
Llegaron a la puerta principal abierta, y mirando hacia atrás en el estanque
de la luna, Winnie susurró: Nunca tomaste esa foto .
No pude encontrar mi cámara , sonrió hacia ella, y cerró la puerta.
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T
haddeus tomó sus ropas húmedas y las levantó para secarlas
en la cocina. Él les hizo a ambos una taza de café negro y Winnie se
sentó en la mesa de la cocina. Su cabeza todavía se sentía un poco
mareada mientras trataba de darle sentido a lo que había visto
realmente fuera en la tormenta. Sus mejillas estaban escarlatas por haber estado
esperando afuera en el frío. Winnie se sentó y se estremeció ante él, mientras
Thaddeus empujó una taza de café hacia ella.
—Ten, bebe esto. Te calentará.
Thaddeus Winnie sabía que todavía estaba un poco achispada por el vino,
pero quería darle una lista de instrucciones para mañana, así que no habría más
errores y vergüenzas.
Él se sentó en el lado opuesto a ella y dijo: —Winnie, mañana por la
mañana, unos periódicos extranjeros estarán llegando. Llegan una vez por
semana los martes por la mañana.
Ella tomó un sorbo de café. —¿Por qué te llegan periódicos extranjeros?
¿Qué hay de malo con los ingleses?
Thaddeus sonrió. —Tengo periódicos ingleses que me envían también,
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pero me gusta saber qué ocurre por todo el mundo.
Winnie empezó a relajarse un poco ahora que estaba en el cálido entorno
brillante de la cocina, el sentimiento de miedo que había sentido afuera se
estaba desvaneciendo lentamente, como las piezas rotas de una pesadilla al
amanecer. Con la taza de café calentándose las manos, Winnie miró con
sorpresa al otro lado de la mesa a Thaddeus. —¿Quieres decir que entiendes y
lees diferentes idiomas? ¿De dónde llegan estos periódicos?
Thaddeus encontró su incredulidad y asombro un poco divertido. —Sí,
puedo hablar muchos idiomas. Los periódicos que pido son en su mayoría
europeos, pero también tengo periódicos de América, Australia, Japón, China, y
algunos lugares más.
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Winnie se enderezó en su asiento, los ojos brillando con interés. —¿Puedes
hablar en japonés?
—Sí. —sonrió él.
—¡No lo creo!
—Winnie, ¿te mentiría? —y sus ojos chispearon.
—¡Muy bien! entonces, pruébalo. Di algo en japonés. —saltó ella.
Él se rio un poco y encontró su mirada. —Me avergüenzas, Winnie; no
ahora, tal vez en otro momento. Deja que manejemos perfectamente la lengua
inglesa primero, y entonces te enseñaré otro idioma.
Winnie frunció el ceño, pero ella no quiso presionar el asunto. Le habría
encantado haberle oído decir unas pocas palabras en otro idioma, escuchar su
voz suave en otra lengua. Entonces lo miró y dijo. —¿Entonces que está mal con
el inglés?
—Nada —dijo él—. Pero recuerdo que me dijiste la otra noche comiendo
pasta que no escribías y ni leías muy bien.
—Fui poco a la escuela. —dijo ella, tratando de excusarse.
—No importa. —Dijo Thaddeus—. Eso está en el pasado. Esto es un nuevo
comienzo. Tengo muchos libros. Estoy seguro de que encontraré uno que
disfrutes leer. —Luego, cambiando de tema, dijo: —Cuando lleguen los
periódicos, solo éntralos para mí y déjalos en el pasillo. ¿Puedes también
limpiar un poco el lugar? No lo he tocado en una semana.
Winnie asintió y contestó: —Seguro.
—Como para ir de compras, compra carnes: cerdo, cordero, carne e hígado.
Consigue algunas verduras frescas, pan, leche, frutas, y todo lo que te apetezca.
—¿Pero qué quieres que cocine?
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—Nada —dijo él sacudiendo la cabeza—. Te enseñaré a cocinar,
¿recuerdas? Cuando me levante mañana por la tarde, cocinaremos juntos. Tú
solo consigue la comida.
Winnie terminó su café, y ahora solo quería dormir un poco, así que:—
Muy bien, ¿algo más?
—Sí, las ropas en tu habitación —trátalas como quieras. Usa lo que quieras,
cuando quieras. Eran de mi esposa.
—Oh, no podría. No me sentiría… —empezó a protestar Winnie.
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—A ella no le habría importado. Estoy seguro que habría querido que las
tuvieras.
—Pero…
Winnie empezó de nuevo. Antes de que tuviera la oportunidad de
terminar lo que fuera que había querido decir, Thaddeus se levantó de su
asiento y dijo: —A ella realmente no le hubiera importado. —Él cruzó hacia la
puerta de la cocina, se detuvo, y se volvió para enfrentarla—. Gracias por una
maravillosa tarde, Winnie, tu compañía ha sido encantadora. Te veré mañana.
Él se volvió para pasar por la puerta mientras Winnie lo llamó. —¿Cómo se
llamaba?
Thaddeus se detuvo a mitad de camino. Hizo una pausa durante lo que
pareció una eternidad, y luego se volvió para mirarla. —Frances. —dijo él,
mirando al suelo.
—¿Cómo era? —se atrevió a preguntar Winnie, recordando cómo había
evitado él el tema más temprano esa tarde.
Lentamente, Thaddeus alzó la cabeza y cambió sus ojos adormilados con
su propia mirada fría, oscura mientras contestaba a su pregunta: —
Extrañamente, Frances se parecía mucho a ti —dijo él.
Se volvió sobre sus pasos y dejó la cocina hacia su habitación de arriba,
donde, hasta donde Winnie sabía, se quedó hasta la tarde siguiente.
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su aliento—. ¿Qué estás diciendo, que estoy gorda?—Y cruzó los brazos sobre
sus pechos.
—No, no —él sonrió hacia ella, tirando suavemente de sus brazos de
nuevo. Desde el momento en el que la había visto sentada en un rincón del pub,
con el viento y la lluvia rugiendo afuera y el choque de las olas contra el muelle,
él sabía que sería la elegida. Una vez más, todo había sido demasiado fácil para
él. Un par de copas, las palabras adecuadas, y un poco de coqueteo inofensivo.
Eso fue todo lo que necesitó. Él era hermoso, también, lo sabía y así lo hacían.
La mayoría de las mujeres e incluso algunos hombres volvían la cabeza y
miraban dos veces la primera vez que lo veían. No estaba interesado en ellas. Le
gustaban las chicas que no lo miraban, que no coincidían con su mirada porque
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creían que no eran dignas. Si tenía que ser honesto—no lo eran. No muchas lo
eran.
Pero lo acompañaban fácilmente, sin luchar, porque estaban necesitadas,
solas, o ambas. La chica que estaba frente a él era una candidata ideal. Mientras
ella se había bajado las bebidas que él había colocado delante de ella, había
gemido una y otra vez acerca de cómo el padre de su hijo la había dejado, lo
sola que estaba, lo poco atractiva que se sentía, y seguía, y seguía, y seguía.
Él no estaba interesado en nada de esa mierda. Sólo estaba interesado en
satisfacer el hambre que quemaba dentro de él. Mientras se sentaba y bebía,
ella hablaba más. Cristo, hizo sonar su vida tan jodidamente deprimente, que
honestamente empezó a preguntarse si no estaría mejor muerta después de
todo. Ella habló sobre cómo sólo ganaba el salario mínimo en la tienda local, y
ni siquiera era suficiente para pagar la guardería. Cómo ya que era la única de
sus amigas que se habían convertido en madre, ellos no la entendían.
Ellos no querían sentarse en la noche—querían estar divirtiéndose y no
limpiando el culo de un bebé. Incluso la amiga con la que había planeado
reunirse esta noche no había podido aparecer. Una y otra vez ella iba. Él se
sentó y sonrió, fingiendo escuchar con atención, diciéndole que no podía
entender por qué una mujer joven y atractiva estaba siendo tan dura con ella
misma, aunque al mismo tiempo sus entrañas ardían y sentía su sangre como si
fuera a hervir en sus venas mientras el hambre roía lejos de él.
Luego, cuando pensaba que no podía soportarlo más, y que sólo podía
rasgar su jodida garganta en el bar y terminar con esto, ella se tambaleó sobre
sus pies, riéndose de que no tenía intención de estar fuera tanto tiempo ya que
había dejado a su bebé dormido en su cuna. Entonces, como él sabía que lo
haría, la chica lo miró y dijo, —Tengo una botella de vino en la nevera en casa,
¿si te apetece otra?
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—Claro —le había sonreído él.
Ella abrió la puerta y tropezó en el pasillo, golpeando sus talones mientras
lo hacía. Él cerró la puerta detrás de ella, pero no apretó. Siempre dejaba la
puerta abierta sólo una pulgada para que los demás pudieran reunirse con él.
Ahora él la tomó en sus brazos y la sujetó.
—Podemos hacerlo en el sofá si quieres —dijo ella, mientras él se inclinaba
y la besaba en el cuello.
Podía oler su piel y perfume barato. Debajo de él, podía oler para lo que
había venido realmente y latía de prisa por sus venas. Él agarró su pecho
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izquierdo con su mano, y ella jadeó. Podía sentir su corazón latiendo justo bajo
su puño, y el suyo, igualó su frenético ritmo.
—¿Qué tal en el suelo?—Ella arrastró las palabras en su oído, cogiéndole la
mano que aún ahuecaba su pecho y guiándolo hacia abajo.
—El suelo sería bueno —susurró él.
Ella pateó a un lado los juguetes de niños, que abarrotaban el suelo de la
sala de estar, y se acostó sobre su espalda. Entonces de rodillas sobre ella, él
agarró sus muñecas y la sujetó contra el suelo.
—Va a ser así, ¿verdad?—Ella se retorció con una oleada de excitación
debajo de él. Luego se quedó inmóvil y miró por encima del hombro cuando
oyó un sonido en el pasillo.
—Para—susurró—. Creo que hay alguien más aquí.
—Oh, yo no me preocuparía por ellos —sonrió a su cara—. Son sólo mis
amigos.
—¿De qué coño estás hablando?—dijo ella, mirando hacia atrás a su cara.
No era el rostro maravillosamente bien parecido que la había encendido tanto
antes. Esos maravillosos ojos marrones eran ahora profundos agujeros negros, y
sus labios carnosos se extendían ahora abiertos a través de su rostro,
desapareciendo detrás de sus orejas. En la luz de la luna, que atravesaba la
ventana, la chica en un principio pensó que él se había puesto de alguna manera
una de esas máscaras de payaso de aspecto extraño. Mientras hablaba, sus
labios carnosos se deshicieron, dejando al descubierto una serie de largos
dientes afilados.
—¡Suéltame!—Gritó ella, yendo contra sus caderas en un intento de
alejarlo de ella. Él era demasiado fuerte y la inmovilizó en el suelo sin esfuerzo.
Luego, con sus ojos desorbitados, ella miró por encima del hombro para ver a
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otros dos entrar en la sala de estar—un macho, una hembra. A primera vista, la
chica pensó que ambos seres eran tan hermosos como el hombre lo había sido
una vez, pero a medida que entraron en la luz de la luna, gritó al ver sus bocas
rasgadas, que parecía como si hubieran partido su cara en dos.
—¡Por favor, no me hagas daño!—rogó ella en voz baja.
—Eso es lo que dicen todas —susurró el hombre sujetándola al suelo, con
los labios extendidos en una sonrisa demasiado amplia en su rostro.
Ella pateó salvajemente con sus piernas, pero igual que los brazos, las
piernas estaban clavadas en el suelo por la hembra y el varón.
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—Por favor…—luchó contra ellos, mientras la mujer sosteniendo su pierna
pasó su lengua a lo largo de la parte exterior del muslo de la joven, como
saboreándola.
Entonces, desde arriba, un tipo diferente de grito cortó a través de la
noche—el sonido de un bebé. La chica levantó la vista hacia el techo y lo mismo
hicieron los demás.
Ella vio la alegría en sus hundidos ojos negros y sollozó. —Por favor, no
hagáis daño a mi bebé. Por favor…no contaré…—pero el final de su frase se
convirtió en nada más que una serie de balbuceos indescifrables y de
chisporroteo, mientras el vampiro se lanzó hacia adelante con avidez y arrancó
su garganta.
El sonido de su alimentación voraz ahogó el sonido de los lloros del bebé
por un rato, pero no por mucho tiempo.
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La habitación se quedó en silencio otra vez. El único sonido que oía era su
propio corazón golpeando en sus oídos. Sintió miedo, pero no quería gritar, en
caso de perturbar a Thaddeus.
Entonces, sintió los dedos de nuevo pasar por encima de su estómago y
abriéndose camino hasta sus pechos. Winnie alcanzó de nuevo, pero todavía no
pudo encontrar a nadie allí.
Abre los ojos, la instó su voz interior. No podía o no quería. Ya no estaba
segura. Entonces sintió la cálida humedad de unos labios cubriendo los suyos.
Se sentía asustada, pero un poco excitada, también. ¿Cómo era posible? Se
preguntó detrás de sus párpados cerrados. La boca se abrió camino hasta su
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garganta cinceló su piel clara. Ella gimió de dolor, y luego la boca cubrió la de
ella de nuevo. Una lengua se precipitó en su boca y ella devolvió el beso.
Entonces por primera vez, pudo sentir todo su cuerpo presionando hacia abajo
sobre el de ella. Winnie extendió sus manos por él, deseándolo ahora, aun
odiándolo. No pudo sentir a nadie allí.
La boca se separó de ella y ella abrió los ojos y, aunque la habitación estaba
en completa oscuridad, su cara brillaba pálidamente en la de ella. Miró hacia
Thaddeus. Sus ojos agujerearon en los de ella y él sonrió…
…Winnie se sentó de golpe en la cama, con su cuerpo cubierto de un sudor
pegajoso. Aspiró bocanadas desesperadas de aire en sus pulmones mientras
luchaba por respirar. Con el corazón acelerado, miró sobre su habitación
mientras el sol de la mañana se derramaba a través de las ventanas en finas
cintas de luz. Le dolía la cabeza por el alcohol que había bebido la noche
anterior.
Winnie se sentó y se estremeció cuando los últimos fragmentos de su
sueño se escapaban. Se sentía turbada por el sueño. No porque se hubiera
asustado, pero se sentía tan real. No sólo la sensación de su tacto, sino las
sensaciones que había sentido mientras lo besaba.
Balanceando las piernas por el borde de la cama, Winnie trato de empujar
el último de los fragmentos restantes del sueño fuera, que aún permanecía en la
más lejana esquina de su mente. ¿Por qué había soñado con ellos juntos de esa
manera? Pensó mientras caminaba hasta el baño. Seguro, Thaddeus era caliente,
con su cabello desordenado, su barba incipiente, y ojos marrón oscuro, pero
haber tenido un sueño vívido…¿Qué significaba eso? Mientras abría los grifos
y observaba el chapoteo del agua en el baño, Winnie temía que igual que había
tratado de empujarlo lejos en su sueño, donde secretamente lo había querido,
no quería que aquellos sentimientos se convirtieran en una realidad.
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No puedo permitir que eso suceda, susurró para sí misma. No dejaré que
suceda.
Ella no había ido a Cornualles para establecerse, enamorarse y vivir felices
para siempre. No creía en los cuentos de hadas. Winnie sólo quería quedarse el
tiempo suficiente para ganar el dinero para pagar el alquiler para un lugar
propio. Quería su propia vida, no la de nadie más.
Winnie cerró el grifo, se desnudó y se metió en el baño. Mientras que se
hundía en el agua, se advirtió sobre no acomodarse demasiado en la mansión,
formar vínculos, o echar raíces. Raíces que te mantienen en el mismo lugar.
Ellas te detenían de huir si querías o lo necesitabas. Cerró los ojos y dejó que el
agua lavara sobre ella.
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fijadas en su lugar. Winnie lo encontró un poco curioso, pero también estaba un
poco aliviada de que ninguna de las ropas había sido usada. Ella no había
disfrutado la idea de usar la ropa de una mujer muerta.
Se encogió de hombros, sacó un suéter y un par de pantalones vaqueros y
quitó las etiquetas de precio. Vestida, eligió un par de zapatillas y las puso
sobre sus pies. Se ajustaba perfectamente. Winnie cerró la puerta del closet y se
dirigió escaleras abajo. El reloj de la cocina daba las nueve y cuarto mientras
llenaba la tetera y comenzaba a hacer algo para desayunar. La tetera burbujeaba
en un rincón mientras se acercaba a la ventana y miraba el día delante de ella.
Estaba nublado otra vez, pero seco. Ella miró hacia el mosaico de campos que se
extendían lejos de la parte trasera de la casa y hasta el mar. La casa estaba tan
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silenciosa, que si escuchaba muy atentamente, el débil sonido de las olas
rompiendo contra los acantilados podía ser oído. Winnie nunca había conocido
tal silencio antes y volvió a pensar en los sonidos que había oído en el viento
mientras ella estaba en la luz de luna.
La tetera silbó detrás de ella, rompiendo el silencio. Ella saltó ante el
sonido repentino. Como no quería pensar en lo que pensaba que había visto y
oído en la luz de la luna por miedo de asustarse otra vez, Winnie espió un iPod
a un lado y lo encendió. Hojeando las pistas, notó que a Thaddeus gustaba
escuchar cualquier cosa, desde Debussy a Maroon Five. Finalmente, Winnie
seleccionó de las pistas, Dance Again por Jennifer Lopez. Mantuvo la música
baja por temor de perturbar a Thaddeus.
Sacudiendo su trasero de un lado a otro por la música, Winnie se preparó
una humeante taza de café y un par de rebanadas de pan muy tostado con
mantequilla. Cuando se le diera la oportunidad, ella sólo tostaría el pan por un
lado debajo de una parrilla, porque le encantaba la forma en que la mantequilla
se derretía sobre su superficie cálida y dorada y goteaba, por lo que el pan
quedaba todo blando y pastoso.
Terminó su desayuno, puso su plato y la taza en el fregadero, sacó el iPod
de su base, y se puso el abrigo con capucha que Thaddeus le había dicho que
usara la noche anterior. Con el dinero que Thaddeus había dejado sobre la mesa
para ella, entró en la sala. Justo cuando ella se acercó de puntillas para soltar el
perno que mantiene cerrada las amplias puertas principal, se dio cuenta que la
puerta de la sala estaba abierta. Alejándose de la puerta principal, Winnie se
asomó a la sala de estar. Tal vez Thaddeus se había levantado temprano o
todavía tenía que ir a la cama.
—¿Thaddeus? —dijo en voz alta.
Silencio.
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Luego, mientras estaba de pie en la puerta abierta, Winnie notó que uno de
los sillones de aspecto cómodos había sido movido, por lo que quedaba junto
antes de una de las gigantes ventanas panorámicas. Descansando sobre la parte
posterior de la silla estaba un bonito top violeta y una falda larga y negra.
Winnie entró en la habitación y se acercó a la silla. A medida que se acercaba,
pudo ver que un libro había quedado colocado en el brazo de la silla.
Tomándolo, le dio vuelta en sus manos y leyó el título.
—El León, La Bruja y El Ropero —leyó en voz alta.
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Entonces, cuando estaba a punto de devolver el libro al brazo de la silla, un
pedazo de papel doblado se deslizó de entre las páginas del libro y cayó al
suelo. Winnie lo recogió, lo desdobló y leyó lo que estaba garabateado en ella.
Winnie:
Espero que no creas que mi elección del libro sea un poco demasiado juvenil para ti.
Sé que dijiste que no es la mejor lectora del mundo y entiendo que tienes dieciocho años,
pero este libro es disfrutado por los jóvenes y mayores por igual. Realmente es una
historia mágica.
Si pudieras por favor leer el libro al anochecer, mientras estas sentada en la silla
junto a la ventana y usas la ropa que he quedado para ti, yo estaría muy agradecido.
Sé que esto puede parecer una petición bastante extraña, pero te advertí que tenía
algunas pequeñas excentricidades.
Gracias.
Thad
Winnie leyó la nota dos veces, por si acaso sus habilidades de lectura eran
peor de lo que pensaba y había leído mal la nota dejada por Thaddeus.
Después de la segunda leída, dobló la hoja de papel por la mitad y se
deslizó de nuevo entre las páginas del libro.
—Tiene que estar bromeando —suspiró en voz alta—. ¡Qué jodido tipo
raro!
Cogió el top violeta y lo sostuvo contra ella. Al igual que todas las otras
prendas que había encontrado, parecía que le iba a quedar perfectamente.
Suspirando y sin saber qué razón podría tener Thaddeus para querer que usara
la ropa mientras estaba sentada y leyendo el libro, puso el top en el respaldo de
la silla y salió de la habitación. Soltó el perno y abrió la pesada puerta. Una pila
de periódicos, como Thaddeus había mencionado, estaba en el escalón de la
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entrada. Habían sido unidos entre sí con una cuerda blanca. Ella los levantó,
inclinándose hacia un lado debido a su peso y los colocó en la sala como
Thaddeus había solicitado. Cerró la puerta detrás de ella y se dirigió a la
ciudad.
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A
unque el sol estaba alto en el cielo como un disco cobrizo,
el aire estaba fresco y contraía su rostro. Winnie metió sus
manos dentro de los bolsillos de su abrigo, y las columnas de
respiración escapaban de su boca. Se balanceaba de vez en
cuando sobre el suelo irregular, y deseó en silencio por un poco de pavimento.
No estaba acostumbrada a la vida de campo, no todavía. Muros de piedra gris
construida toscamente de viejas piedras y pizarras estaban a ambos lados de
ella. La tierra estaba dividida por esos muros, y cortaba los campos en
cuadrados irregulares. Los campos eran una tela de retazos de diferentes
colores. Algunos verdes con rico y descuidado vidrio, otros amarillos con
aulagas salvajes y varios con un profundo mármol con brezos en flor, consumió
toda su belleza robusta y se sintió verdaderamente libre al fin.
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Parte de ella estaba contenta de haber venido a Cornwall con Thaddeus,
pero ahí estaba la otra parte de ella que le decía que había cometido un error.
Era como una pequeña voz interior que sencillamente no dejaba de susurrarle.
La nota que le había dejado dentro del libro no había hecho nada para
amordazar esa voz. ¿Por qué quería que se sentara en esa silla en particular,
usando esas ropas y leyendo ese libro? Pero la pequeña voz interior le estaba
diciendo que tenía algo que ver con Frances, la esposa muerta de Thaddeus.
Winnie sabía que él no quería hablar sobre Frances, porque cada vez que ella
había sacado el tema, él cuidadosamente la había guiado en otra dirección. Ella
recordaba diciéndole que se parecía a su esposa de alguna forma.
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¡Eso era! pensó para sí misma, como cuando las pequeñas piezas de un
rompecabezas habían sido puestas en su lugar. La piel de gallina cosquilleó en
su espalda. ¡La ropa! ¡La ropa de su esposa muerta! Su abrigo, zapatos, todo. La
había coaccionado para llevársela a su casa porque se parecía a Frances de
alguna forma, y haciéndole vestir sus ropas, Thaddeus estaba fingiendo que ella
todavía estaba viva, todavía con él.
Eso era un poco enfermo, ¿verdad? Pensó. Si no enfermo, escalofriante.
Ella supo entonces por qué le había dejado las instrucciones de sentarse en esa
silla, usando esa ropa y leyendo ese libro, era porque ahí era donde,
probablemente, France se sentaría a leer. Él quería revivir ese momento de bajar
las escaleras y ver a su amada sentada tranquilamente en la sala leyendo. Pero
Winnie no quería ser ella y la idea completa de representar el papel de una
mujer muerta para que Thaddeus no tuviera que dejar pasar su pasado, la había
sentirse enfadada. Se sentía estafada por él. Ama de llaves, ¡y una mierda!
Pensó ella. Toda la cosa de cocinar, limpiar, lavar y planchar su ropa, él no
quería una ama de llaves, ¡Thaddeus quería una esposa! Él quería a Frances de
vuelta. ¿Qué esperaría que hiciera después por él? ¿Dormir con él? y el
pensamiento hizo de Winnie se sintiera asustada. No de él, sino de lo que él
esperase de ella.
No creía que fuera un hombre malo, ella había estado rodeada de ésos en
el pasado para saber de qué iban todos ellos. Estaba empezando a preguntarse
si no estaba un poco loco. No loco peligroso, sino loco desquiciado, por la
muerte de su esposa. ¿No debería estar asumiendo de alguna manera su
pérdida? Después de todo, le había dicho a Winnie que había muerto hace
alrededor de un año. Winnie entendió su pérdida y pensó en su amiga, Ruby
Little. Ella había lidiado con su muerte tratando de no pensar en Ruby; había
huido de eso. Thaddeus no, parecía estar atrapado, mientras que Winnie había
escapado. De cualquier manera, supuso que ni Thaddeus ni ella habían lidiado
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con sus pérdidas. Así que no podía culparlo por lo que estaba tratando de
hacer, decidió que haría lo que pedía, sólo esta vez, y tomar la oportunidad de
hablar con él sobre Frances.
Hizo su camino lentamente por el pueblo, deteniéndose para ver por las
vidrieras de las pequeñas tiendas que estaban apiñadas juntas en las calles
estrechas. Descubrió unas joyerías diminutas donde pendientes y colgantes
estaban hechos de las conchas traídas por el mar. Winnie pasó por salones de té
y una pequeña panadería sonde el intoxicante olor de pan recién hecho era
arrastrado por el frío aire del mar. Unas pocas tiendas de chucherías estaban
abiertas, vendiendo postales y rocas dulces. También estaba la tienda de música
más pequeña que ella había visto, y hojeó la pequeña colección de Cds. Saliendo
Paradise Summerland Tim O’Rourke
de la tienda de música, caminó por el puerto donde descubrió galerías
comerciales que habían sido cubiertas con paneles hasta el verano. Pasó por
pescaderías, tiendas de comida rápida y restaurantes. Se topó con una fila de
fachadas de tiendas que habían sido transformadas en galerías, y vagabundeó
entre ellas, mirando a los artistas trabajar mientras pintaban con cariño pinturas
del mar, botes y pescadores acarreando sus redes. Uno de los artistas le
preguntó a si quería su retrato hecho en tonos pasteles mientras ella esperaba.
Con un sonrojo en sus mejillas, ella declinó y dejó que el artista hiciera su
trabajo. Las gaviotas bajaban en picado a su alrededor, gritando cuando hacían
su camino hacia el mar.
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Winnie le devolvió la sonrisa a la vieja señora. Me pregunto si usted
vende libros de poesía.
La anciana asintió con la cabeza. Sí, querida mía, tengo una pequeña
selección. En su mayoría clásicos, realmente . Ella caminó detrás del
mostrador y comenzó a hacer su camino a través de la tienda. Venga por aquí
y le mostrare lo que tengo.
Gracias Winnie sonrió y siguió a la anciana a la parte trasera de la
tienda. Se pararon ante una hilera de estantes que adornaban la pared delante
de ellas. La anciana metió sus gafas en el puente de su nariz y miro
detenidamente a los lomos de los libros.
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—¿Está buscando a algún poeta en particular, o tal vez una colección de
sonetos de amor para una señorita tan hermosa como usted?
Winnie se sonrojó y dijo: Estoy buscando algunas poesías por un poeta
llamado a Thaddeus Blake.
La mujer miro pensativa por un momento y entonces comenzó a sacudir la
cabeza. Hay un William Blake, pero puedo decir que jamás he escuchado de
un poeta llamado Thaddeus Blake, cielo. ¿Has dicho Thaddeus Black, verdad?
Si Winnie asintió con la cabeza.
La anciana siguió sacudiendo su cabeza pensativamente, ahora que es
un nombre nuevo para mí. ¿Él escribe versos contemporáneos?
Winnie comenzó a sentirse un poco confundida ahora. Ella sabía que no
sabía lo suficiente sobre poesía para discutir los diferentes estilos que parecían
existir. Para ella, un poema era un montón de palabras que riman.
No estoy segura dijo.
La anciana sonrió de nuevo. No te preocupes, querida mía. Lo
comprobare en internet para ti . Se dio la vuelta e hizo su camino de vuelta al
mostrador.
Realmente no hay ninguna necesidad déjalo pasar sin problema Dijo
en voz alta tras ella.
Silencio, silencio ahora, querida mía. Realmente no es ningún
problema . La anciana sonrió llegando al mostrador donde había un
ordenador.
Mientras que Winnie espero a que la anciana comprobara su base de datos,
miro a todas las filas de libros. Se preguntó sobre todas palabras impresas en la
tienda y las anécdotas que revelaban. Mientras estuvo parada y pensado en
todas las diferentes historias creadas por los diferentes escritores del mundo,
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ella supo que le encantaría echar un vistazo a uno de los libros de poesía de
Thaddeus. Lo encontraría una cosa curiosa para sujetarlo en sus manos y mirar
por encima todas las palabras cuidadosamente impresas. Ella pensó que debía
ser una cosa muy bonita ciertamente haber escrito un libro, para que la gente
que nunca había visto, leyera y compartiera sus palabras e ideas, quería una
copia de los poemas de Thaddeus así ella podría ver que palabras e ideas había
querido compartir con los demás.
La anciana levanto la vista del ordenador y dijo: Lo siento querida, pero
parece ser que no hay un registro de cualquier poeta. ¿Has dicho Thaddeus
Black, no es así?
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Winnie solo asintió con la cabeza, decepcionada y confusa.
Vaya, el simplemente no existe. No hay tal poeta, querida mía la
anciana sonrió.
Agradeció a la anciana su ayuda, y con un ceño, Winnie abandono la
librería.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
W
innie pasó la siguiente hora o algo así en comprar los
comestibles que Thaddeus había pedido. Fue sobre esta tarea de
forma sistemática mientras su mente estaba perpleja por lo que
la anciana en la librería le había dicho.
Una vez más, Winnie se había convertido en sospechoso de Thaddeus,
pero se preguntó si no había una explicación, qué loco o extraño, por qué no se
van a plantear en la base de datos del tendero. Bien, así que Thaddeus había
dicho que era un poeta y así es como se pasaba las noches, escribiendo solo.
Como había explicado él mismo la primera noche que se conocieron, le gustaba
la paz y la tranquilidad que la noche y la soledad le proporcionaba. Así que tal
vez su escritura ¿no era más que un hobby?
Por otra parte, ¿no había dicho su razón de ir a Londres fue a reunirse con
su editor? Se preguntó. ¿Tal vez no fue publicado todavía? Pero esto sólo acaba
de llenar la cabeza con más preguntas acerca de su empleador excéntrico.
Mientras que ella planeaba preguntarle acerca de Frances, ella decidió contarle
también a Thaddeus sobre su visita sin incidentes a la librería. Winnie pagó por
las compras en el supermercado, y se fue.
Su mente estaba confusa con sus propios pensamientos, ella estaba perdida
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en el quiosco al aire libre con su título audaz en color negro, que decía: Mujer
Local y el bebé encontrado descuartizado.
Cuando Winnie hizo su camino de regreso a la colina con las pesadas
bolsas de comestibles que colgaban de sus puños, sabía que tendría que tener
cuidado en cómo se plantearle la cuestión de su esposa muerta y la visita a la
librería. Thaddeus era su empleador después de todo, y no podía estar
demasiado feliz si él pensaba que ella había estado husmeando acerca de él.
A pesar de las sospechas que Winnie se había planteado, todavía
necesitaba el trabajo hasta que recaudara dinero suficiente para circular de
nuevo.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Mientras se puso de pie y deshacía las compras en la cocina y guarda la
basura en los botes, Winnie empujó sus dudas y temores a la parte posterior de
su mente. Ella se encargaría de ellos más tarde - cuando Thaddeus despertara.
Winnie se hizo un sándwich de jamón para el almuerzo y se relajó en la mesa de
la cocina con una taza de café y un paquete de dedos de chocolate de Cadbury
que había añadido a la tienda de comestibles.
Una hora más tarde se puso a limpiar la casa. Winnie encontró un plumero
y una lata de cera para pulir en un armario bajo el fregadero de la cocina y se
movió a través del comedor. Ella desempolvó y pulió la larga mesa hasta que su
superficie era brillante. Limpió el polvo que se había acumulado alrededor de
los marcos de las ventanas, decidió que si el clima era más cálido mañana, ella
se aventuraría fuera y limpiaría las ventanas. Se dio cuenta que la ventana sobre
la silla en la que ella iba a sentarse y leer estaba particularmente sucio, y que
apenas se podía ver a través de ella. Winnie caminó por la habitación, quitó el
polvo de los estantes y golpeando lejos los inicios de telarañas que se habían
infiltrado entre los libros. Pensó que el polvo y las telarañas debían ser un
problema permanente en una casa de este tamaño, y una vez que había
terminado de limpiar todas las habitaciones, tendría que empezar de nuevo
desde el principio otra vez.
Había pasado una hora o más, sólo quitando el polvo del comedor y para
cuando había terminado le dolían los brazos y espalda.
El dolor rasgaba su camino a través de sus omóplatos y se clavaba en la
parte baja de su espalda. Colgó sus brazos libremente por los costados,
acomodando sus hombros y estirando la espalda mientras salía de la habitación
del comedor y cruzaba el pasillo, llegó a la puerta que conducía a la sala y se
detuvo. Ella retrocedió unos pasos y se paró frente a la pintura de óleo en la
sala de la que colgaba de frente a la imagen de Thaddeus. Ella se quedó
mirando el cuadro, dejando que sus ojos vagaran por la cara pintada delante de
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ella. El rostro de la mujer era un poco más largo y más estrecho que el de ella,
pero el color de su pelo y los ojos eran parecidos a los de Winnie. Las mujeres
de las pinturas se parecía mucho a ella. Con su piel estallando en la piel de
gallina, Winnie sabía que ella estaba mirando una pintura de Frances. Luego, a
medida que pasaba lentamente las pinturas de las otras mujeres, pensó con una
extraña inquietud, que de una manera extraña, ella se parecía un poco a todas.
Sin saber si su imaginación estaba trabajando horas extras y que ahora estaba
empezando a sospechar de todo y cualquier cosa relacionada con Thaddeus , se
dijo que no fuera tan tonta y le dio la espalda a las pinturas de Frances y las
otras mujeres. Para tratar de despejar su mente de sus dudas persistentes y la
paranoia cada vez mayor, tomó el iPod, se puso los auriculares, y pasó el resto
Paradise Summerland Tim O’Rourke
de la tarde limpiando el salón y la cocina mientras escucha Alone Again Por
Alyssa Reid tan fuerte como ella podía soportar.
A eso de las cinco de la tarde, Winnie se dio cuenta de que la casa había
empezado a oscurecerse como la luz del sol de invierno que comenzaba a
desvanecerse sobre la colina. Pasó por la casa, encendiendo las luces. En el
salón, encendió la lámpara al lado de la silla donde ella se había sentado a leer.
Tomando la ropa de la parte posterior de la silla, se dirigió escaleras arriba para
cambiársela.
En su habitación, descartado la ropa que había usado ese día, las colocó en
el cesto de la ropa junto con el resto de la ropa sucia. Fue entonces cuando
Winnie notó la blusa con la huella sangrienta de Thaddeus en él y se preguntó
si el corte se había curado ahora.
Winnie se puso un top violeta y una falda negra que Thaddeus había
dejado para ella.
Ella encontró un par de zapatos negro con un tacón pequeño entre los
pares de muchos otros en el armario. Ajustó su pelo y su maquillaje, ella se
puso delante del espejo y se preguntaba si esto era realmente cómo Frances se
había visto cuando vivía y respiraba. Desesperado por no asustarse a sí misma
termino, Winnie salió de su habitación y se dirigió a su descanso.
Mientras avanzaba por el pasillo ancho con sus muchas puertas, se dio
cuenta de que uno de ellos estaba entreabierto. Se detuvo afuera. No había luz
proveniente del interior.
Winnie golpeó ligeramente en la puerta con los nudillos. No hubo
respuesta desde el interior. Echando un vistazo rápido por encima del hombro,
con suavidad empujó la puerta y se aventuró en el interior.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
L
a habitación estaba en completa oscuridad. Winnie tocó con su
mano a lo largo de la pared y activo el interruptor de la luz. Una
bombilla de las de encima de su cabeza dejó un resplandor de
pálida luz en la habitación.
Winnie se dirigió a las ventanas para retirar las cortinas, gruesas y pesadas
que colgaban de ellas. Tiró para moverlas y una lluvia de polvo cayó de ellas.
Olían a rancio y a viejo, como si no hubiesen sido aireadas durante algún
tiempo.
A continuación y para mayor consternación, Winnie descubrió que las
ventanas de detrás de las cortinas habían sido tapadas con tablones de madera.
Cada pieza había sido sujetada al marco de la ventana con varios clavos.
Con el ceño fruncido en su frente, se dio la vuelta y miró hacia la
habitación. Era minúscula y probablemente una de las habitaciones más
pequeñas de la casa, pensó.
El aire de la habitación olía a rancio y molestaba en su nariz.
Había una pequeña cama contra la pared y al lado de ella había una
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pequeña mecedora de aspecto antiguo. Una pequeña mesa de madera situada
frente a la silla con una antigua máquina de coser Singer3. Winnie se acercó a la
mesa mirando atentamente hacia la máquina de coser, descubrió que
funcionaba manualmente girando una pequeña rueda que sobresalía de un
extremo y con la ayuda de un pedal de madera que estaba en el suelo por
debajo de la mesa. Una caja de costura cubierta con terciopelo estaba al lado de
la máquina antigua y muy delicadamente, Winnie levanto su tapa. Miró los
carretes de algodón fino y encaje colocados con esmero en la caja y pasó sus
dedos con cautela sobre ellos.
3Singer: Marca de maquinas de coser, que solían funcionar a pedal (no eléctrico ni automático)
con movimiento mecánico. Solían ir colladas encima de mesas de madera y hierro forjado.
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Agujas, hilos, botones antiguos y dedales de porcelana china también
perfectamente colocados dentro. Winnie bajó la tapa y se dio la vuelta. Frente a
ella había un tocador, que parecía una especie de antigüedad. Había un cepillo
de pelo con cerdas gruesas amarillas y mármol por detrás que se había
decorado con oro junto con una borla y horquillas de plata.
La estatua de una bailarina de porcelana china de pie a un lado. Winnie la
cogió y sintió su fría superficie. Ella la sujetó y la acercó a la luz tenue para así
poder admirar su fina belleza.
Manteniéndola cerca de su cara pudo ver que estaba cubierta con
diminutas grietas azules.
Después de unos momentos de estudio, la coloco en su posición original.
Una hilera de cajones estaba tallada en el tocador, y envolviendo sus dedos
alrededor de uno de los pomos dorados, lo abrió fácilmente. Winnie llego
dentro y sacó algunas fotografías. Sosteniéndolas en la luz las estudió. La
primera era una foto en color reciente de una frágil anciana. Por el aspecto
pálido y en finas capas de su piel, Winnie supuso que su edad tenía que ser al
menos de noventa años, tal vez incluso más. Su pelo era blanco y tenue, y
sobresalía de su reducido cráneo con energía. Las manchas oscuras de la edad y
de la mala salud coloreaban las pesadas bolsas de piel que colgaban de sus
llorosos ojos. Las líneas profundas de la edad devastaban su rostro dándole un
aspecto exhausto y acentuado. Mirándola a fondo Winnie se preguntó si no era
una imagen de la abuela de Thaddeus.
Había otro cuadro, otra vez de la anciana, tomada en la habitación en la
cual Winnie se encontraba ahora. La anciana estaba inclinada hacia adelante en
la mecedora y estaba mirando arriba, fuera de la foto. Winnie se giró hacia la
siguiente fotografía. Una vez más, se trataba de la anciana que permanecía
sentada en una silla de ruedas, fuera de la casa.
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Estaba oscuro, y si no hubiera sido por los rayos de luz, Thaddeus que
estaba de pie al lado de la mujer, habría estado oculto en la sombra. Su mano
derecha estaba apoyada sobre el hombro izquierdo de ella. Una sonrisa bailo en
los labios de ambos.
¿Qué estás haciendo aquí? Thaddeus le preguntó repentinamente
detrás de ella.
Winnie salto mandando las fotografías a esparcirse por el suelo. Se dio la
vuelta para estar frente a él mientras el permanecía de pie en la puerta.
Thaddeus cruzó la habitación, sus ojos oscuros clavados firmemente en ella.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Mientras se acercaba, Winnie vio que esta noche el color de sus ojos era casi
negro.
Se detuvo ante ella, encorvándose y flexionándose hacia abajo y
recogiendo las fotografías y las colocó de vuelta en el cajón y lo cerró.
¿Qué estás haciendo aquí? pregunto de nuevo. Sus ojos nunca se apartaron
de ella.
Vi que la puerta estaba entornada y pensé que tal vez estabas
aquí balbuceo, sintiéndose como un ladrón que había sido pillado robando.
Bien como puedes ver ahora, yo no estaba dijo buscando sus ojos.
Winnie dirigió la mirada más allá de él y gesticulando hacia el tocador, ella dijo,
¿Esas fotos eran de su abuela Thaddeus?
Si respondió con voz llana.
¿Dónde está ella ahora? Winnie presionó.
Mira Winnie no voy a discutir esto contigo dijo, su voz no enojada pero
firme. Te he advertido que tengo formas excéntricas y peticiones, una de ellas
es que nunca volverás a entrar en esta habitación; es privada, y no tienes nada
que hacer aquí.
Winnie trató de facilitar su salida de la situación incómoda con la que se
enfrentaba ahora y dijo: Thaddeus, no estaba husmeando alrededor. Como
dije, la puerta estaba abierta, y yo desconocía que no tenía que entrar aquí. ¡Lo
siento!
Los ojos de Thaddeus comenzaron a descongelarse y a templarse
lentamente. Bien, ya lo sabes, así que por favor no entres aquí de nuevo.
Winnie le dio una media sonrisa, Thaddeus hizo una señal de vuelta hacia
la puerta abierta.
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En el rellano, Thaddeus cerró la puerta detrás de ellos. Luego mirándola
de arriba abajo, dijo: gracias por llevar la ropa que deje fuera para ti.
En un sentimiento de timidez mientras Thaddeus ponía los ojos en ella,
Winnie llevó sus manos hacia abajo pasándolas por el lateral de la falda,
alisando cualquier pliegue que pudiera haber allí. Espero estar bien.
Te ves más que bien dijo pensativamente sus ojos nunca se apartaron
de ella. Te ves perfecta. Ahora, sino te importara, te agradecería que te fueras
y te sentaras en la ventana y leas justo como te pedí que hicieras.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
Traducido por Xiime~
Corregido por tamis11
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Porque has estado demasiado absorta mirándome a mí dijo desde
detrás de su periódico.
Cerrando el libro, Winnie frunció el entrecejo y dijo: ¿Por qué tienes que
ser tan… tan…? Perdió el hilo, incapaz de pensar en la palabra que quería.
¿Apuesto? Y ahora su pequeña sonrisa se convirtió en una enorme,
escondida por el papel.
Raro, era la palabra en la que estaba pensando en realidad, dijo
cerrando el libro de un golpe.
¿Raro? Dijo él, ahora espiándola por sobre el periódico . ¿Qué se
supone que significa eso?
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Nada dijo ella, abriendo el libro otra vez y mirando fijamente a las
palabras.
No puedes hacer una afirmación así y no explicarte. Dijo él, cerrando
su periódico y poniéndolo a un lado.
Winnie sintió que él estaba más curioso que molesto, así que posando el
libro en su regazo, lo miró directamente y dijo:
Thaddeus, ¿Por qué me has hecho vestir en estas ropas y leer este libro?
¿Por qué no? Se encogió de hombros.
Winnie creyó notar solo un atisbo de su confianza en si mismo y seguridad
desvanecerse ante su pregunta.
Porque es raro, eso es por qué. Dijo entrecortadamente.
¿Por qué es tan raro? Frunció el ceño . Eres muy bonita. ¿No se me
permite pedirte usar ropas bonitas, así puedo admirarte? Traes un cierto fulgor
a este, a veces triste y sombrío, lugar.
Pero no me estás admirando dijo ella sonando exasperada . ¡Estás
leyendo el maldito periódico!
¿Así que quieres que me siente y te mire fijamente? Dijo, doblando sus
brazos y mirándola directamente, con una amplia sonrisa en su cara.
Por favor solo dime la razón real exhaló ella . Si debo quedarme y
trabajar para ti, entonces necesito entender algunas de estas extrañas cosas que
tienes, o voy a enloquecer y correr otra vez.
¿Realmente correrías? Le preguntó a ella, su sonrisa vacilando solo un
poco . ¿A dónde correrías? ¿De vuelta a Londres? ¿Realmente abandonarías el
trabajo, el dinero, un lugar para vivir…?
Si estuviera suficientemente asustada susurró.
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¿Te asusto? Preguntó, su sonrisa casi desaparecida ya.
No dijo ella pensativamente . Pero esto de vestirme así es, como,
realmente raro y no estoy segura de que esté cómoda con ello.
¿Qué podría ser incómodo en usar ropas caras…? Comenzó él.
Porque son las ropas de tu esposa muerta. Winnie soltó. Parte de ella
inmediatamente quiso estampar su mano sobre su boca y tragarse esas
palabras, pero esa pequeña parte de ella la que susurraba a veces estaba
feliz de que haya dicho lo que dijo.
Entonces compraremos remplazos dijo Thaddeus.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Y juraría que serán copias exactas de lo que estoy usando ahora, dijo
ella.
¿Y qué hay con eso? Se encogió de hombros.
Luego tomando una respiración profunda y tragando fuerte, Winnie dijo:
Thaddeus, no soy Frances. No soy tu esposa muerta. Mi nombre es
Winter MacCall, nací en la parte de atrás de una ambulancia durante una
tormenta de nieve, escapé de casa y me volví vagabunda. No me mudé aquí
contigo para poder pretender ser otra persona.
Con una historia como esa, pensé que estarías agradecida de la
posibilidad de ser alguien más. Disparó de vuelta.
Difícilmente capaz de creer lo que él acababa de decir, la boca de Winnie
cayó abierta.
¡Tú, maldito aristócrata! Siseó, arrojando el libro hacia el suelo y
parándose de un salto . ¡Tuve suficiente de estas estupideces!
Winnie corrió de la habitación y fue hacia la puerta principal. Tomó la
perilla, pero antes de tener la oportunidad de abrir la puerta, Thaddeus estrelló
su mano contra ella.
No te vayas dijo.
Y justo como había visto la noche anterior, vio la desesperación en sus ojos
otra vez.
¿Qué, que me quede y te deje echarme mierda? Se burló. Esta vez
estaba demasiado furiosa para llorar . ¡No gracias!
Lo siento susurró él.
Sí, he escuchado eso toda mi vida espetó de vuelta , ¡Significa una
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mierda!
Por favor déjame explicarte le imploró. Fue a tocar sus manos, y ella
las sacudió de un tirón.
¡No me toques! Ladró.
Entonces, alzando sus manos al aire como en rendición, dijo:
Está bien, pero por favor déjame explicarte antes de que te vayas. Creo
que te debo eso al menos.
¿Explicarme qué, exactamente? Lo fulminó con la mirada.
Por qué realmente te invité a venir y quedarte conmigo dijo.
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W
innie siguió a Thaddeus de regreso al salón. Le hizo un
gesto para que se volviera a sentar en la silla junto a la
ventana. Winnie se sentó en el borde del asiento, sin esperar
con ansias a que él le contase su historia, pero solo en caso de
que necesitase saltar y salir con rapidez. Thaddeus se sentó en el lado opuesto a
ella en el sofá, levantando las piernas y cruzándolas. Se sentó hacia adelante,
con las muñecas colgando sobre las rodillas y la cabeza ligeramente hacia
adelante. El viento rugía al exterior y las ventanas volvían a traquetear en sus
marcos. Thaddeus levanto la mirada como si mirase fuera de la ventana,
después miro a Winnie.
—Lo siento —declaro él—. Tenías razón con respecto a mí y lo siento
mucho. Si sientes que aun quieres irte después de que te haya explicado porque
te traje aquí, no recibirás desacuerdos de mi parte y puedes irte cuando desees.
—¿Por qué lo sientes? —Pregunto Winnie, con el temperamento
desvaneciéndose levemente.
Thaddeus la miro a través del resplandor de la lámpara y dijo: —Te
observe durante siete noches. Te vi por casualidad una tarde. Después de tener
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que cenar con mi publicista, fuimos por caminos separados. Había pasado una
noche en Londres y no era una tarde particularmente fría, así que decidí dar un
paseo a lo largo del Terraplén y vi los barcos pasar a lo largo del rio. Me senté
durante un rato a fumar uno o dos cigarrillos, y entonces te vi. Estabas sentada
en los escalones exteriores de la Estación de Metro del Terraplén, y mi corazón
casi se detuvo una vez mientras me asomaba a través del paso de tráfico hacia
ti. Al principio pensé que estaba viendo un fantasma. Pensé que eras Frances.
Al escucharle decir eso, Winnie templo por dentro y sintió frio por todas
partes.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Thaddeus cogió un cigarrillo de la caja plateada en su bolsillo y encendió
uno.
El humo se elevaba por la esquina de su boca, y observo a Winnie a través
de las espirales de humo azul.
—No podía moverme de ese asiento, Winnie —comenzó a explicar otra
vez—. Era como si estuviese congelado de alguna manera en el tiempo. Esa vez,
el año pasado, había observado a Frances ser devorada por el cáncer, solo para
volver a verla ante mis grandes ojos, sentándose a través de la carretera hacia
mí. ¿Era algún truco cruel, o mi imaginación? Pero mientras me sentaba y te
observaba, me di cuenta de que eras tú, de hecho, no ella. Vuestro parecido es
extraño −pero hay diferencias sutiles. Con mi corazón fuerte en el pecho, y los
antiguos sentimientos despertados en mí, me apresure al hotel. Era como si mi
cerebro tuviese fiebre. Estaba casi delirante de locura. Mi cerebro había cazado
recuerdos de Frances. Cuando cerré los ojos, todo lo que pude ver eras tú,
Winnie, sentada en la oscuridad y el frio, extendiendo las manos hacia fuera,
pidiendo a extraños dinero.
—Parecías ser tan similar en apariencia que inclusión comencé a
preguntarme si Frances había tenido alguna hermana secreta, un familiar al que
ella había fallado para hablarme. En mi corazón, sabía que no era verdad.
Telefonee a la recepción del hotel y les dije que estaría quedándome varias
noches más —dijo, tirando profundamente de su cigarrillo.
—¿Por qué? —Le pregunto Winnie.
—Esa vez no lo supe —dije, devolviendo la mirada a la ventana mientras la
lluvia ahora golpeaba contra ella—. Pase el día debajo de las fundas de la cama,
temiendo cerrar los ojos en caso de que estuvieses de nuevo ahí. Entonces, ya
sea por el cansancio o la locura, decidí volver dar otro paso a lo largo del
Terraplén esa noche. No sabía porque, no tenía un plan, otro plan para que
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necesitase verte de nuevo. Tenía que asegurarme de que en realidad no eras
Frances, sin embargo parecía una locura. Después de una gran comida ligera,
como si me sintiese demasiado enfermo para comer, hice mi camino de regreso
al Terraplén. Me senté en el banco del lado opuesto de la carretera y observe la
entrada de la estación. Después del tiempo que me tomo fumar casi medio
paquete de cigarrillos, apareciste. De nuevo, te espié mientras suplicabas a esas
personas en sus trajes caros por dinero. Casi rompe mi corazón el verte hacer
eso.
—¿Por qué? —Corto Winnie—. No me conocías. No significaba nada para
ti.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—Era Frances a la que podía ver suplicando —dijo, machacando el
cigarrillo y encendiendo otro—. No era que pudiese verte en ese desaliñado
suéter, inmundos vaqueros y zapatillas. Era como si estuviese viendo a Frances
arrastrando los pies atrás y adelante, famélica, fría y hambrienta. Mi corazón
casi se desgarro en dos al verte noche tras noche.
—Así que, ¿venias cada noche? —Pregunto Winnie, sin sentirse
intimidada, sino algo triste por él. Le compadeció.
—Cada noche —dijo, y después aparto la mirada como si se avergonzase—
. Pero, ¿qué iba a hacer? En mi corazón sabía que no eras Frances… había
aceptado eso en tres noches, creo. No quería dejarte ahí. Era como si le debiese a
Frances de alguna manera el no dejarte atrás. Volver a mi hogar y a sus
delicadezas me habría vuelto medio enfermo. ¿Cómo podía haber descansado o
resuelto sabiendo que alguien más, que me recordaba a la persona que ame más
que nada, estaba viviendo tan miserable existencia? ¿Iba a sacarte de la calle?
No estaba preparado para un cometer un crimen. ¿Acercarme a ti, explicar todo,
y después pedirte que vinieses y vivieses conmigo? Me habrías tomado por un
loco. Cuando te vi reprender a esos hombres que se acercaban a ti, supe cómo
podría conseguir que dejases Londres.
—¿Cómo? —Le pregunto Winnie, percibiendo que ahora había sido
manipulada de alguna manera y sintiéndose incomoda por ello.
—Podía ver que tenías dignidad… orgullo —explico—. Las personas como
esas no aceptan caridad, y entonces fue que la idea me golpeo. Te ofrecería un
trabajo. Era un trato del que ambos podríamos beneficiarnos.
Mirándole con los ojos abiertos, Winnie dijo: —El trabajo, el salario, y un
techo sobre mi cabeza es lo que me beneficiaria, ¿pero a ti cómo? —Pregunto
ella, sospechando que ya sabía la respuesta.
—Tenía que estar recordando cada día a Frances —dijo él, mirando lejos de
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nuevo en el marco mientras sus verdaderas intenciones eran reveladas.
Después, con la cabeza aun girada hacia ella, añadió—, no te culparía por
pensar que estoy loco, incluso a lo mejor siniestro, pero ahí lo tienes… tienes la
verdad.
Winnie respiro profundamente, y a pesar de que sus sospechas habían sido
demostradas, no hizo nada para silenciar la creciente inquietud que sentía en su
interior. —No creo que estés enfermo o siniestro —dijo al final—. Pero estas
sufriendo, y a lo mejor deberías ir y hablar con alguien sobre esto. Lo que has
hecho, y lo que estás haciendo, al pedirme vestir como tú esposa muerta para
que puedas recordarla, no es exactamente normal.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—He leído algunas de esas historias donde esos que han perdido a alguien
amado nunca han sido capaces de tirar sus ropas, posesiones, —dijo él, como si
intentase justificar sus acciones—. Algunas personas incluso han dejado los
cuartos de sus amados exactamente como estaban en el día que murieron.
—Y esas personas, imagino, llevan unas vidas increíblemente tristes —dijo
ella, la ira y la frustración en su voz ahora se fue. Encontró difícil reunir algo de
ira hacia Thaddeus cuando él estaba sentado frente a ella con la tristeza en los
ojos que ella sabía que había visto antes. La Pequeña Ruby había tenido a
menudo una mirada embrujada cuando regreso de las callejuelas −de estar con
aquellos hombres. Era como si una pieza de su alma estuviese desaparecida. Al
igual que esos hombres habían tomado una pequeña parte del alma de Ruby,
Frances había tomado una parte de Thaddeus el día que murió. —Las personas
a las que describes, Thaddeus, nunca continúan con sus vidas.
—¿Huir, quieres decir? —dijo el mirándola—. Porque eso es lo que haces,
Winnie. No te enfrentas a los problemas, tampoco.
—Quizás no —dijo pensativa.
—Somos más parecidos de lo que piensas —dijo él, sacando el cigarro el
cual ahora había consumido hasta la colilla—. Tal vez en una manera en la que
primero no considere, podríamos ayudarnos el uno al otro.
—No creo que desfilar por la casa en la ropa de tu esposa muerta vaya a
ser de ayuda para alguno de nosotros —le dijo de regreso.
—Te comprare nueva ropa —dijo.
—Pero ese es el punto —señalo—. No quiero que me compres nueva ropa.
Quiero ser capaz de comprar por mi cuenta. Ser mi propia persona por una vez
en mi vida, y no lo que todos los demás esperan de mi que sea.
—Y serás capaz de comprar tu propia ropa con el salario que te pago —
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dijo él—, no es caridad, Winnie, es un trabajo. Trabajaras por dinero. Te ganaras
cada centavo.
Winnie pensó en las ochocientas libras que él le había ofrecido para
pagarle cada mes, y sin renta para pagar, sin facturas, sabía que no le llevaría
mucho tiempo ahorrar bastante dinero para ser capaz de pagar el depósito y el
primer mes de alquiler para un lugar para ella. Después en realidad seria libre y
nunca tendría que volver a huir. Con su propia dirección, sería capaz de
conseguir un trabajo apropiado y finalmente viviría como cualquier otro.
—¿Qué dices? —Le medio sonrió a ella, pero otra vez ella pudo ver la
desesperación en sus ojos—. Lo prometo. No más vestidos, no más pretender
que eres Frances.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—Pero, ¿por qué quieres que me quede, si el motivo de que me trajeses
aquí era que te recordaba a…? —Winnie se detuvo.
—Todavía me recordaras a ella —le confesó—. No hay que negar eso.
Alrededor de los últimos pocos días desde que viniste para quedarte aquí,
me di cuenta de que el dolor no era la única cosa haciendo un agujero en mí.
—¿Qué quieres decir? —Pregunto Winnie.
—La soledad —dijo—. He disfrutado mucho de tu compañía. Debes verte
como Frances, pero vuestras personalidades son muy diferentes. Tienes una
debilidad por ti, y aunque tienes que conducir una vida difícil, tienes que
conservar la inocencia que me gusta mucho. Eres una gran compañera y odiaría
regresar deambulando a esa vasta casa por mi cuenta. Tengo que encontrar un
gran consuelo al saber que estas alrededor.
Winnie escucho su gentil voz, y de nuevo se encontró siendo cautivada por
eso, al igual que lo hico la noche que se había acercado a ella en el Terraplén.
Entonces, pensando en regresar a su primer encuentro, pensó en la vida que
había llevado una vez. Ya parecía una eternidad, y no quería volver a eso más
de lo que Thaddeus quería volver a estar solo.
Thaddeus la observo pensativamente.
—Entonces, ¿te quedaras? —Le pregunto—. Dame otra oportunidad ahora
que he sido sincera contigo.
Winnie respiro profundamente y dijo: —Está bien, me quedare… por
ahora. Sin embargo, no seré el fantasma de Frances.
—Lo entendí, —él le medio sonrió—. ¿Entonces, tenemos un trato?
—Imagino —susurro ella.
—Excelente —sonrió. Después poniéndose de pie, la miro y añadió—. Si
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recuerdo levemente, pensé que dije que iba a ir a cocinar esta noche.
—Dijiste que ibas a enseñarme a cocinar —le recordó ella mientras se ponía
de pie. —No te gustan los dedos de pescado, ¿recuerdas?
—Entonces vamos a empezar —le sonrió.
Después, antes de dejar el salón, fue a la ventana donde Winnie había
estado sentada. Cerró las cortinas y apago la lámpara, sumiendo a la habitación
en la oscuridad.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
E
n la cocina, Winnie llenó la tetera con agua y la enchufo, luego
comenzó a preparar dos tazas de café.
Creo que esta noche pide algo más fuerte que el café dijo
Thaddeus, apagando la tetera. Fue a la nevera y saco una botella de
vino blanco. Había un silencio entre ellos, mientras sirvió a ambos una copa. Le
entrego una a ella y sonriendo dijo: Un nuevo comienzo para nosotros dos.
Winnie sonrió y luego tomó un sorbo de su copa. Observo a Thaddeus
regresar a la nevera para ordenar los comestibles que ella había comprado ese
mismo día. Cuando la luz de la nevera cayó sobre su rostro Winnie no podía
menos que pensar, que, no parecía mayor de unos veinticinco años, tenía un
camino sobre él , una madurez, que le dio la impresión de que era mayor. Siguió
bebiendo a sorbos su vino y mirándolo mientras él sacó algunas pechugas de
pollo y un tarro de yogur y los colocó sobre la mesa. Sus ojos nunca lo dejaron
mientras cruzo delante de uno de los armarios sobre la encimera y rescato una
cocción de manzana, una cebolla y un diente de ajo, luego los colocó junto al
pollo y yogur. Entonces se dio vuelta al estante de las especias y cogió cuatro
botellas pequeñas de él. Las coloco a lo largo de la mesa junto con una cazuela
de caldo de pollo y una botella de aceite de cocinar.
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Mientras Winnie estaba de pie parada y bebía lentamente el vino se
preguntó cómo Thaddeus sabía cómo cocinar tan bien. Ella suponía que la
mayoría de chicos su edad tendría que luchar para cocinar una pizza sin
quemarla. Pero aquí estaba él, ocupándose por sí mismo de la cocina y
poniendo juntos todos los ingredientes de lo que sabía sería algo mucho más
grande que las palitos de pescado que había servido.
Con una sonrisa presionando por completo la comisura de sus labios y con
lo que parecía un atisbo de emoción en sus ojos. Winnie, esta noche voy a
enseñarte a cocinar uno de mis platos favoritos, Bramley Turquía Korma.
No compre ningún pavo dijo ella.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
No hay que preocuparse, le aseguro . El pollo está bien.
Se dio la vuelta, saco un enorme y delgado cuchillo de un estante en la
superficie de trabajo. Desenvolvió las pechugas de pollo, y como un cirujano,
rápidamente cortó la carne en tiras finas. Él le hablo mientras trabajaba y dijo,
Consigue una sartén del armario de ahí y calienta un poco de aceite.
Winnie hizo lo que le pidió, colocando una cacerola sobre el fuego y
vertiendo algo de aceite. Se encontró comenzando a disfrutar de su trabajo
junto a Thaddeus. Nunca había hecho nada como esto con nadie antes. Él se
quedó cerca de ella, y coloco los palitos de pollo en la sartén caliente, dijo,
Tenemos que saltear el pollo primero.
¿Saltear? Frunció el ceño disfrutando de ser enseñada por él.
Sonrió al verla, se podría decir que él también estaba disfrutando,
demasiado, y ahora esperaba que los malentendidos entre ellos pudieran
quedarse a un lado.
Tenemos que concentrar todos los jugos y el sabor del pollo en la
carne explicó.
Thaddeus tomó un plato de un armario y lo colocó en la superficie de
trabajo al lado del horno. ¿Me puedes conseguir un tenedor del cajón, por
favor, Winnie?
Encontró uno y se lo dio. Thaddeus cogió la carne de la cacerola con el
tenedor y la colocó en el plato. Winnie le miró atentamente. Él regreso a la
mesa, y lanzándole la cebolla, le dijo, pélala y córtala . Winnie abordo la
tarea, cortando la cebolla por la mitad.
Con un vistazo de soslayo la miró, y con una sonrisa, dijo: ¿estás
llorando?
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Es esta cebolla sonrió y olió.
Luego parado delante de ella, Thaddeus limpio las lágrimas de su rostro
con su dedo pulgar.
Winnie se sintió incómoda y volvió su cara. Está bien, yo puedo hacerlo.
Lo siento Thaddeus sonrió, pareciendo avergonzado. Solo pude ver
que tenías las manos ocupadas así que pensé que lo haría…
No, está bien, tranquilo. Winnie se ruborizó y volvió a cortar la
cebolla.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Cuando Winnie acabo. Thaddeus añadió la cebolla a la sartén, dejándola
hervir a fuego lento. Winnie se sentó a la mesa y bebió a sorbos su vino
mientras que Thaddeus comenzó a hervir un poco de arroz. Mientras el
cocinaba, Winnie le hablo de su viaje a la ciudad y su visita a la librería. De
espaldas a ella, Thaddeus escucho su historia. Después de que había terminado,
recogió su copa de vino, bebió un trago y dijo, No encontraras ningún libro
de poesía de un poeta llamado Thaddeus Black. La anciana de la tienda tenía
razón. Él no existe.
Con ceño fruncido Winnie dijo, me dijiste que eras un poeta y que lo
hiciste como trabajo.
Thaddeus recogió las especias embotelladas de la mesa y filtro un poco de
cada una en la sartén hirviendo. Luego comenzó a cortar el diente de ajo en
rodajas finas.
No es como me gano la vida él dijo. Entonces como Winnie había
sospechado, él añadió. El dinero que tengo ha sido heredado. Es más bien un
hobby, realmente, pero escribo bajo un seudónimo.
¿Un seudónimo?
Sí. Es una palabra de fantasía para un seudónimo.
¿Por qué querrías hacer eso? le pregunto.
Por dos razones dijo añadiendo el ajo a la cacerola. En primer lugar,
hay un poeta mucho mejor que yo llamado Blake, aunque su nombre era
William, y en segundo lugar, me gustaría mantener mi identidad en secreto. No
escribo por el dinero, he heredado suficiente. No escribo para coleccionar
admiradores, y definitivamente no escribo por la fama.
¿Por qué hacerlo entonces? Winnie preguntó, y, a continuación, bebió
lo último del vino de su vaso.
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Dejando la cacerola para hervir a fuego lento, Thaddeus rellenó la copa de
Winnie y se sentó a la mesa.
Escribo porque amo las palabras. Los cuadros, las imágenes que se
pueden crear con ellas. La poesía me da una oportunidad, de esculpirlas en algo
hermoso trato de explicarle.
Pero no entiendo. Si tienes algo que decir, ¿por qué no decirlo en vez de
usar palabras elegantes, de fantasía? pregunto.
Un pedacito de sonrisa tiene lugar a través de sus labios. Winnie,
levántate dijo él.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Ella continuo sentada durante un momento, un poco insegura de sí misma,
mientras él la mira.
Continua dijo él.
Lentamente se levantó y se paró delante de él. Ella se sentía incómoda,
como si estuviera en el espectáculo de alguna manera.
Ahora Winnie, ¿Qué llevas puesto? le pregunto a ella.
Frunció el ceño, y a continuación dijo, ¿ropa?
Sonrió cuando se recostó en su asiento, sus ojos nunca dejaron los suyos.
¿Cuál es su propósito?
¿Cubrir mi cuerpo? ¿Para mantenerme caliente? dijo, sintiéndose del
tipo tonta.
Exactamente Thaddeus transmitió . Por lo tanto, si las ropas están
hechas para cubrir tu cuerpo y mantener el calor, ¿por qué tienen tan bellos
colores, diseños y fijaciones? ¿No pueden servir a sus propósitos de igual modo
sin todos los suplementos añadidos?
Sí, pero se ven más bonitas así. Serían aburridas y embotadas por otra
parte dijo.
Thaddeus aplaudió con las manos juntas. Sería lo mismo con las
palabras, Winnie . Luego levantándose y mirando hacia ella, dijo, ¿por qué
simplemente escribe, la mujer era hermosa? ¿Por qué era hermosa? ¿Es el color de
su pelo, sus ojos? ¿Es su cutis? Preguntó, como si la estudiara. Uso
palabras para crear cuadros en la mente del otro. Quiero que las palabras creen
la magia.
Nunca pensé en las palabras así antes dijo, volviendo la mirada hacia
él.
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A continuación, volviendo la espalda a ella, Thaddeus recogió el tarro de
yogur y vertió su contenido en la cazuela. Mezclándolo con una cuchara de
madera. Mientras remueve, se dio la vuelta para estar frente a ella mientras ella
se sienta a la mesa.
Winnie tomó otro sorbo de vino. ¿Thaddeus me podrías mostrar uno de
tus libros? Me encantaría ver uno.
Thaddeus sabía que había cautivado su atención y que ella estaba relajada
con la ayuda del vino. No quería que Winnie subiera la guardia nuevamente.
Sonriendo hacia ella dijo. Si sirves la cena, iré a ver si no puedo encontrar una
copia de uno de mis libros.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Thaddeus dejó la cocina, y Winnie colocó los platos de la comida al vapor
sobre la mesa con un conjunto de cuchillos y tenedores para ambos. Alzó la
vista para ver a Thaddeus de pie en la entrada. En su mano sostenía un libro. Se
lo pasó a ella y se sentó a la mesa.
Winnie pasó el libro por sus manos para leer la parte delantera: Frances
por Jonathan Whitby. Abrió el libro y manoseándolo con los dedos
delicadamente pasando las páginas. Miró fijamente a las ordenadas filas de
texto impreso. Analizo a Thaddeus, que estaba comiendo la comida que habían
cocinado juntos.
—¿Léeme uno de tus poemas?
¿Por qué? Sonrió, y ahora parecía un poco avergonzado.
Winnie no se sentía cómodo diciéndole que tenía una voz como la seda,
por lo que simplemente dijo : ¿Por qué no?
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Flotando en una brisa de felicidad
Nos robamos un último beso
Con el sonido de la voz de Thaddeus que casi parece flotar sobre el cuarto,
y el vino que había bebido, la cabeza de Winnie comenzó a dar vueltas.
Se sentó cautivada por él cuando continuó.
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Esa paz que he encontrado dentro de tu amor
Esta vez parece demasiado demente
Pero el amor es como el muérdago dulce
Con su belleza y su dolor
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un lado y recogió la copa de vino. Bebió a sorbos de ella, y luego rompió el
silencio. Eres el hombre más extraño que he conocido.
¿Debería tomar esto como un cumplido? preguntó, apartando su
propio plato.
Tómatelo de la manera que más te guste.
No soy tan extraño dijo.
Winnie sentada e intentaba entender al hombre sentado frente a ella, ella
sabía que había una pequeña parte de ella que envidia el amor que Frances y
Thaddeus debieron haber compartido. Nunca había conocido nada parecido.
Por muy extraño que ella pensase de él, Winnie había aceptado sus razones. Tal
Paradise Summerland Tim O’Rourke
vez si hubiera conocido alguna vez un amor como el que él tenía, ella podría
haber tenido la misma dificultad de llegar a un acuerdo con su muerte. Él le
había explicado acerca de cómo él se había permitido vivir, las pinturas en el
vestíbulo y la razón por la cual la anciana de la librería nunca había oído hablar
de él. Winnie miro hacia él, y no podía dejar de sentirse un poco culpable en la
desconfianza que había sentido. Nunca había encontrado a nadie en quién
pudiera confiar antes. Incluso su amiga, la pequeña Ruby, la había utilizado
para robarle. ¿Era su falta de confianza en las personas, culpa de Thaddeus?
No, pensó. Era suya.
Thaddeus la pillo mirando fijamente hacia él y dijo : ¿Qué?
Podría parecer extraño, Thaddeus, pero eres un tipo agradable ella
dijo.
Gracias por la cena.
Yo debería ser el que te agradeciera contesto de vuelta.
¿A cuenta de qué? ella pregunto.
Por consentir quedarte dijo poniéndose de pie. Cogió sus platos vacíos
y los coloco en el fregadero.
Winnie se volvió para mirarlo, y notó que parecía estar mirando fijamente
por la ventana. Ella podía ver su reflejo en la hoja del cristal. Winnie no podía
estar segura justamente del modo en que su rostro estaba reflejado de vuelta en
la ventana, la cual como las otras había notado que estaban cubiertas de
suciedad, pero parecía asustado. Él miraba como si hubiese visto un fantasma
¿Qué estás mirando? pregunto, levantándose de la mesa, curiosa por
saber qué era lo que estaba contemplando a través del cristal de una ventana
sucia.
Antes de que se hubiera reunido con él, Thaddeus había corrido las
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cortinas sobre la ventana. Se giró para estar frente a ella y dijo: La lluvia
parece que está aflojando y la luna esta crecida. Creo que podría salir fuera a
tomar el aire.
Dejando sola a Winnie, Thaddeus abandono la cocina.
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—¿No es hermoso? —Suspiró Thaddeus.
—¿Qué dijiste? —Preguntó, mirando a otro lado de la línea de árboles y de
reojo a Thaddeus.
—La luz de la luna —dijo de nuevo, mirando hacia el delgado chorro de
luz azul que brillaba desde arriba.
—Supongo—susurró. Levantó la vista hacia la media luna, los rayos de luz
hacían que sus ojos destellaran. La lluvia corría a lo largo de su pálido rostro
mientras lo limpiaba con sus dedos fríos.
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—¿Quieres volver a entrar?—Thaddeus le preguntó, temiendo que ella lo
deseara.
—No, estoy bien—dijo.
—Bien—sonrió. Luego de dar un paso hacia un lado, él se acercó más hacia
ella, con las manos juntas frotando su costado.
Winnie sentía su tacto, y no estaba segura de si era deliberado o por
casualidad.
De cualquier manera, no se movió y dejó el que el dorso de la mano de él
se frotara con los suyos.
Luego, mirándolo dijo: —¿Está todo bien?
—¿Por qué no habría de estarlo? —Él preguntó, sin mirar en su dirección,
sino haciéndolo hacia la luna.
—Es sólo que pareces... sacudido de la casa nueva —dijo ella tratando de
encontrar las palabras adecuadas, cuando en realidad lo que pensaba era que
parecía asustado.
—Sólo necesitaba un poco de aire —dijo—. El vino subió directo a mi
cabeza y tengo mucho trabajo que hacer esta noche. Sólo tengo que ser capaz de
pensar con claridad, eso es todo.
Se quedaron en silencio juntos, el sonido de la lluvia zumbaba entre las
hojas de los árboles y eso era todo lo que podían oír.
No había voces en el viento esta noche, y ella se rió de sí misma por ser tan
estúpida.
Luego, mirando a Thaddeus, pudo ver que la tristeza se había apoderado
de su rostro. A pesar de que estaba de pie junto a él, con las manos juntas
rozándose, ella no podía dejar de ver lo solo que estaba en realidad. Lo que
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debió de haber sido para él, ¿aquí solo todo el tiempo?
Él le había dicho que se había convertido en un recluso virtual y ella no
quería ser lo mismo, así que tirando de su mano, ella dijo: —Oye, ¿Y me lo
puedes mostrar de día mañana?
—¿Qué, la casa quieres decir? —Dijo apartándose de la luna.
—No, no es la casa —suspiró Winnie—. Muéstrame alrededor de St. Ives.
Debe haber algunos lugares realmente hermosos y realmente me encantaría
conocerlos.
—No puedo mañana —dijo—, voy a dormir.
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—Bueno, no puedes arrastrarte fuera de la cama durante unas horas... —
ella comenzó.
—No puedo —repitió—. Necesito mi reposo. De todos modos, como ya te
he dicho alguna vez, me gusta mucho más la luz de la luna que la luz del día.
—¿Pero no te das cuenta? Es por eso que te sientes muy solo todo el
tiempo —le dijo Winnie—. Te pasas toda la noche encerrado en este lugar, y
durante el día, duermes. Tal vez si salieras un poco más, las cosas no parecieran
tan malas, podrías conocer gente nueva, hacer amigos y...
—Lo siento pero no puedo —le dijo.
—¿Pero por qué? —Insistió ella—. Me encantaría que me mostraras los
alrededores...
—No mañana —dijo él mirándola—. Pero lo haré algún día; pronto.
—Está bien —ella hizo algunos pucheros—. Pero sabes, que si realmente
quisieras un nuevo comienzo, es necesario encontrar uno. Yo no creo que
encuentres un nuevo comienzo escondido, donde sea que te escondes durante
el día.
—Quizás no —dijo él pensativo, y parecía estar mirando a los puntos
negros que se deslizaban en la oscuridad, que se separaban de los árboles.
Sintiéndose decepcionada, Winnie se encogió de hombros y dijo: —Voy a
entrar.
—No, no te vayas —dijo él agarrando su mano de nuevo.
A diferencia del suave tirón de manos que esperaba,Thaddeus entrelazó
sus dedos con los de ella, encerrándolos juntos. —Quédate un poco más.
—¿Por qué? —Susurró.
—Porque te ves hermosa a la luz de la luna —dijo
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Winnie lo miró fijamente, y por mucho que le gustaba oírle decir que era
hermosa, no podía dejar de temer que estaba pensando en Frances de nuevo.
Así que tratando de sacar libre su mano de la de él, dijo: —Por favor, suelta mi
mano.
—¿Por qué? —preguntó, todavía tomándola.
—Porque estás fingiendo que soy ella de nuevo—dijo—, aquí es donde ella
solía venir a pie, ¿no es así?
—No, Frances nunca vino aquí y se paró en la luz de la luna —dijo
susurrando el nombre de Frances. —Cuando nos mudamos aquí, ella estaba
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muy enferma. No podía sentarse, y mucho menos ponerse de pie. Te lo
prometo, ese no es el motivo por el que estamos aquí.
—¿Entonces por qué? —preguntó ella buscando sus ojos, desesperada por
ver si estaba mintiendo.
—Porque te ves hermosa —dijo de nuevo.
—No lo creo —susurró ella, y tiró de su mano libre.
—No lo crees, porque no quieres creerlo —le dijo.
—Has pasado muchos años de tu vida escuchando a la gente diciéndote
que no eres bueno, que no vales nada y eres feo. ¿Por qué les crees a ellos y no a
mi? Me dices que empezaras de nuevo, y tal vez deberías intentar practicar lo
que predicas.
No era Winnie cuando finalmente se alejó, sino Thaddeus. Se dio la vuelta
y se dirigió hacia la casa. En la puerta, miró hacia atrás, pero Winnie no podía
estar segura de si él la estaba mirando a ella, o que tuviera una última mirada a
las sombras entre los árboles detrás de ella.
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—No, Claude —dijo la hembra, cruzando la habitación hacia él.
Podía decir que su hambre había sido sosegada porque el fuego en sus ojos
había desaparecido, un poco.
Ella pasó un conjunto de dedos delgados por su mejilla. Claude vio un
pequeño trozo de carne en la comisura de su boca, lentamente la chupó con la
punta de su lengua y ella le devolvió el beso.
—Ya deberíamos habernos ido —dijo el otro macho, pasando por al lado
de ellos y dirigiéndose a la puerta principal.
Claude empujó a la hembra y ella le sonrió.—¿Por qué está tan tenso esta
noche?
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—Tú sabes por qué —dijo Claude, saliendo de la habitación.
Y Michelle sí sabía por qué. Era Frances; todo siempre era sobre Frances.
Sin volver la vista atrás, Michelle abandonó la habitación y los restos óseos de la
chica, que brillaban por la luz de la luna que entraba por la ventana.
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de comenzar a hacer cualquier cosa. Abriendo la puerta de la cocina y deseando
que Thaddeus accediera a mostrarle los alrededores de St. Ives ese día, se
detuvo en seco cuando lo vio de pie en la mesa de la cocina. La luz del sol
entrando a través de la sucia ventana, haciendo que pareciera un halo alrededor
de su cabeza y hombros. Él la miró a la puerta abierta.
—¿Thaddeus? —jadeó Winnie, no esperando verlo de pie allí. Después de
que él se había alejado de ella la noche anterior, había desaparecido escaleras
arriba y ella no había esperado verlo hasta el anochecer.
—Buenos días, Winnie —él sonrió hacia ella.
—No esperaba que estuvieras despierto. —Luego miró hacia el reloj por
encima de la estufa, añadió—: Es sólo las ocho y media de la mañana.
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—Es un día tan hermoso —le sonrió, mientras colocaba el frasco y algunos
croissants en una pequeña cesa de mimbre que estaba en la cocina—. Además,
esta es mi manera de decir lo siento.
—¿Lo siento por qué? —ella frunció el ceño.
—Por ser un cascarrabias anoche —él comenzó a explicar—. No tenía la
intención de marcharme. Pensé sobre lo que dijiste, y tenías razón. Debería salir
más. Esconderme todo el día y no enfrentarme al mundo no me va ayudar. —
Luego de cerrar la tapa de la cesta, la recogió y añadió—: Y me encantaría
mostrarte los alrededores. Pensé que podríamos tomar el desayuno en la playa.
—¿Hablas en serio? —quería chillar de la emoción, pero lo detuvo.
Él le guiñó un ojo y dijo—: Vamos. Conozco un lugar realmente bonito. Te
encantará.
Thaddeus llevó a Winnie a través del cultivo de árboles en el frente de la
casa y hacia el estrecho camino costero que conducía a la orilla. Mientras
caminaban juntos, Winnie miró al pálido sol de invierno, y Thaddeus había
estado en lo cierto, para febrero era un hermoso día. Demasiado agradable para
estar limpiando ventanas, ella pensó. Más que eso, estaba tan feliz que
Thaddeus había decidido no pasar todo el día encerrado en su habitación, pero
si con ella.
El camino conducía hacia el borde del acantilado, y mientras se acercaban,
el sonido de las olas rompiendo contra las rocas de abajo resonó en sus oídos.
Una brisa fresca soplaba el cabello castaño de Winnie alrededor de su cara y
hombros. Arrastró el pelo de sus ojos con su mano libre. Con St. Ives detrás de
ellos, Thaddeus dirigió a Winnie por el camino que ahora se inclinaba hacia
abajo. Lanzando a Thaddeus una mirada de reojo, se dio cuenta que ella no lo
había visto a la luz del día, y su piel estaba pálida, la luz marrón cubría la mitad
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inferior de su cara como una sombra. Al igual que el suyo, su desordenado
cabello se movía de acá para allá con la brisa. Una vez más, ella no podía evitar
pensar en lo guapo que era, y lástima que se mantenía bajo llave. Él aún era
joven y tenía mucho que dar. Mientras ella le lanzaba una ocasional mirada,
sabía, si ella estaba siendo honesta consigo misma, que ella estaba creciendo
como él, de una extraña manera. La pequeña voz enterrada profunda en su
interior no quería que admitiera eso. La pequeña voz no quería que tuviera
sentimientos por un hombre tan complejo. Hombres como ese pueden ser
peligrosos, la voz trató de advertirle. Como si girara el dial de la radio, Winnie
bajó el volumen a esa pequeña voz.
El camino conducía a una pequeña playa arenosa que tenía la forma como
de una herradura de oro y puesto al pie de los acantilados. La playa estaba
Paradise Summerland Tim O’Rourke
desierta y las gaviotas graznaban por encima. Había un pequeño banco que
estaba cubierto de hierba de largos brotes de brezo púrpura. El mar de
precipitaba hasta la orilla en largas y espumosas olas. Thaddeus estaba en lo
cierto; este lugar era hermoso, pensó Winnie. Entonces, justo en el otro lado de
la ensenada, notó que parecía haber una cueva al lado de la cara del acantilado.
La boca se veía oscura y todas las rocas alrededor eran negras y lisas,
desgastadas por los años de las olas rompiendo contra ellas.
—¿Eso es una cueva? —preguntó ella, apuntando a la distancia.
—Sí, pero sólo puedes alcanzarla cuando la marea está baja —dijo él—.
Pero aun así yo no me arriesgaría. Puede ser peligroso.
—¿Peligroso? —preguntó.
—La marea puede venir más rápido de lo que piensas —explicó—. Podrías
quedar atrapada. Esa cueva se llena, muy bien podrías ahogarte por el agua. —
Luego cambiando de tema, él dijo—: Vamos a quitarnos los zapatos o se
mojarán.
Se quitaron los calcetines y zapatillas, arrebatándole la cesta, Thaddeus los
puso fuera del alcance las olas y sobre el banco con hierba. Winnie vio como
sacaba la parte el suéter negro de cuello alto que llevaba, sobre su cabeza y lo
tiró al suelo junto a sus zapatos. Luego, enrolló la parte inferior de sus jeans, él
corrió hacia el mar.
—¡Vamos, Winnie! —gritó a ella, salpicando agua con sus manos.
—¡Está fría! —gritó ella, mientras las olas chocaban contra sus dedos del
pie.
—¡Aww, no seas un bebé! —rió él.
Así que tiró el suéter sobre su cabeza para revelar una pequeña camiseta
negra, y enrolló sus jeans, entró de puntillas al agua.
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—¡Está congelada! —exclamó ella, caminando hacia él con los brazos
envueltos a su alrededor para mantener el calor.
—No está fría —sonrió, rociándola con agua.
—¡Thaddeus! —gritó ella, el agua cubriéndola—. ¡Muy bien! ¡Así que, así
es como quieres jugar!
Con sus manos arrastrándose en el mar, ella le salpicó como una ola de
agua. Lo cubrió por completo y él se quedó de pie mirándola con agua
corriendo por su cabello, bajando por su cara, y sobre su pecho desnudo.
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—¡Mira lo que has hecho! —Se rió, pasando sus largos dedos a través de su
cabello—. Estoy empapado. ¡Ahora estás en ello!
—¡No! —chilló Winnie mientras se abría paso tan lejos de él como pudo, de
vuelta hacia la orilla. No fue lo suficientemente rápida, y sintió heladas gotas de
agua fría remojar su espalda, llegó a la orilla, y con la arena filtrándose en sus
dedos, agarró su suéter y corrió hacia la hierba.
Thaddeus, estaba justo detrás de ella, con las manos ahuecadas juntas,
llenas con agua de mar. Ella se volvió, y hacerlo, se tropezó con la cesta y cayó
en la hierba. Rodando sobre su espalda, levantó la mirada para encontrarlo
elevándose sobre ella, chorreando agua de mar entre sus dedos.
—¡No te atrevas! —le advirtió ella, con una sonrisa en sus labios.
—Nunca deberías desafiarme —se rió, y la salpicó con el agua.
Winnie agitó las manos en un intento de golpear lejos la mayor cantidad de
agua congelada como fuera posible, pero al igual que Thaddeus había previsto,
ella quedó empapada. Sentándose sobre la hierba, con su camiseta aferrada a
ella, su pelo mojado y desaliñado aspecto, Winnie miró a Thaddeus y dijo—:
¿Estás feliz ahora? Estoy mojada y me estoy congelando.
—Ven aquí —dijo él, dejándose caer de rodillas—. Te haré entrar en calor.
—No, está bien —sonrió, poniéndose su suéter—. Estoy bien.
—Sólo no quiero que cojas un resfriado. Después de todo, yo fui el que te
cubrió de agua —dijo Thaddeus.
—Gracias, pero sé cómo cuidar de mi misma. —sonrió.
—No tienes que estar tan a la defensiva —dijo Thaddeus—. No estaba
tratando de meterme contigo ni nada de eso.
—No estoy a la defensiva —dijo ella—. Es sólo la forma en que soy.
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—La cual es a la defensiva —él sonrió.
—Sólo no quiero acercarme demasiado a alguien, —Y ella miró lejos.
Sentándose a su lado en la arena, Thaddeus dijo—: ¿Ser amigos es
demasiado cerca para ti?
—No, la amistad está bien —dijo ella, volviéndose para mirarlo de nuevo.
Un mechón de largo cabello sopló a través de su rostro, y Thaddeus alargó
la mano para quitársela, y luego se detuvo.
—Está bien —sonrió, como si diera permiso.
Lentamente, Thaddeus rozó el mechón de su cabello de sus ojos.
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—Gracias —susurró ella, cautelosamente tomando su mano en las suyas.
Thaddeus miró a la mano, que ahora estaba sosteniendo la suya. Luego se
volvió a ella y dijo—: ¿Amigos?
—Creo que ambos necesitamos un amigo —ella sonrió. En su corazón, ella
sabía que debía parar de estar a la defensiva. Winnie sabía que en otro tiempo o
lugar, ella habría tal vez querido más que una simple amistad con Thaddeus.
—Ser amigos parece como un lugar para comenzar —dijo él, mirándola.
Como Winnie, él sabía que en un conjunto circunstancias diferentes, él habría
querido más que una simple amistad de ella, también.
Lentamente, dejando su mano deslizarse de la de ella, Thaddeus
desempacó la cesta de picnic. Juntos tomaron desayuno mientras se sentaban y
veían las olas romper contra la orilla.
Mientras Winnie ayudaba a Thaddeus a empacar el frasco y sus platos
vacíos en la cesta de mimbre, ella dijo—: ¿Qué vamos a hacer juntos esta tarde?
Con una mirada de tristeza en su rostro, Thaddeus dijo—: Lo siento,
Winnie, pero necesito ir a casa y empacar.
—¿Empacar? —Preguntó, poniéndose de pie—. ¿Vas a alguna parte?
—Mi publicista llamó esta mañana —explicó, sin volverse a mirarla—.
Necesitan que vuelva a Londres a firmar un contrato.
—¿Cuánto tiempo te irás?
—Sólo esta noche —dijo—. Estaré de vuelta mañana por la noche.
Winnie miró como él metía sus pies en sus zapatillas.
—¿Puedo ir contigo? —le preguntó.
Luego, recogiendo la cesta de mimbre, él la miró y dijo—: Lo siento,
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Winnie, pero tengo que ir solo; tal vez la próxima vez.
—Está bien —dijo con un encogimiento de hombros, como si no le
importada de ninguna manera.
Thaddeus caminó por la playa hacia el camino, y Winnie lo siguió.
Caminaron en silencio, ambos perdidos en sus propios pensamientos. Cuando
llegaron a la casa, Thaddeus se detuvo en la puerta principal y miró a Winnie.
—¿Puedes hacer una cosa por mi esta noche cuando me haya ido? —le
preguntó a ella.
—¿Qué es eso?
—Sal aquí y ponte a la luz de la luna —dijo.
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—¿Por qué?
—Porque será noche de luna llena esta noche —sonrió a medias—. Y te ves
tan hermosa en su luz.
Sin decir una palabra más, Thaddeus entró en la casa, donde él empacaba
para Londres.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
S
ola en la gigante casa, Winnie estaba de pie junto a la ventana
sucia y miró a Thaddeus caminando por entre los árboles podados
y desaparecer de la vista. Ella se giró y fue de la sala a la cocina,
luego al comedor y de vuelta a la sala. Había agarrado el iPod de
Thaddeus de la cocina e intentado ahogar el sentimiento de soledad que ahora
estaba sintiendo al estar en la gigante casa ella sola, escuchó la canción The One
That Got Away4, de Katy Perry, una y otra vez.
Winnie volvió a pensar en la playa esa mañana, y supo en su corazón que
había disfrutado estar con Thaddeus. Mientras vagaba sin rumbo por su
enorme casa, había una pequeña parte de ella que deseaba que no tuviese que
irse a Londres. De verdad le hubiera gustado que pasasen el resto del día
juntos, se preguntaba si Thaddeus había sentido lo mismo. Su vocecita interior
le estaba diciendo que sí, había sentido lo mismo, pero sólo porque Winnie le
recordaba a Frances. Así que le subió el volumen al iPod para ahogar esa
vocecita.
Quizá Thaddeus estaba diciendo la verdad cuando dijo que sólo quería
que fueran amigos. Pero, ¿alguna vez querría ser más que eso? Tal vez si ella
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dejaba caer su guardia un poco, podría averiguarlo. Sintiéndose como si
quisiera gritar, y sabiendo que debía dejar de pensar en él o se volvería loca,
Winnie fue a la cocina. Del armario de debajo del fregadero, agarró un cubo y
un trapo, y lo llenó con agua tibia y enjabonada y salió. Estaba en las últimas
horas de la tarde y la temperatura había bajado. Puso el cubo en el suelo, volvió
a entrar en la casa y agarró el abrigo con la capucha gris del gancho. Con la
parte delantera abrochada y la capucha puesta, volvió a salir. Dio la vuelta a la
casa hasta la ventana de la cocina. Frotó para sacar la suciedad y la mugre que
estaba manchando las ventanas. ¿Cómo se habían ensuciado tanto? Tratando
desesperadamente de no pensar en Thaddeus, fregó hasta que el agua estaba de
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Levantando el cubo de agua, se apartó de la ventana, su corazón y su mente
acelerados. Entonces, con piel de gallina subiendo por su espalda, recordó que
en el restaurante Light House, Thaddeus había insistido en que se sentase de
espaldas a la ventana. También allí lo había pillado mirando sobre su hombro a
la ventana, como si alguien hubiera estado allí. ¿Alguien había estado vigilando
a Thaddeus? ¿Alguien había estado vigilándola a ella?, pensó repentinamente y
dejó caer el cubo.
Mientras Winnie había estado intentando averiguar lo que significaban
esas huellas, y si ella o Thaddeus habían estado siendo espiados, la luna se
había elevado lentamente en el cielo nocturno detrás de ella. Ella levantó la
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vista al cielo estrellado. Thaddeus había estado en lo cierto; la luna estaba llena,
redonda y muy brillante.
Quédate en la luz de la luna, le oyó pedirle, como si estuviese respirando en
su oreja. Winnie se giró al escuchar crujidos bajo los árboles. Miró en la
oscuridad, pero no pudo ver nada. Suponiendo que sólo estaba asustándose a sí
misma, se volvió a girar para estar de frente a la ventana y gritó. Reflejadas en
ella, y mirando desde la oscuridad de debajo de los árboles, estaban esas tres
caras pálidas.
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W La cuchara que había dejado caer rodó detrás de ella, ella cayó
hacia atrás y al suelo. El aire escapó de sus pulmones, y sintió
como si hubiera sido golpeada. Sin apartar la vista de los tres
rostros que la miraban desde las sombras, ella se impulsó a
ponerse de pie.
―No tienes por qué estar asustada —susurró uno de los rostros, su voz
pareciendo flotar por el aire hacia ella. De pie nuevamente, Winnie jodió a sus
ojos y miró hacia la oscuridad. El rostro habló de nuevo y dijo―. Sabes que no
tienes que temernos. Es de Thaddeus de quien deberías sentir miedo. ―La voz
sonó masculina mientras flotó hasta Winnie.
―¿Qué quieren? ―gritó ella, con el corazón en la garganta.
―Lo que siempre quisimos ―respondió la voz.
―¿Y qué es? ―Winnie temblaba, retrocediendo por el camino hacia la
abierta puerta principal, sin atreverse a apartar los ojos de los rostros ni por un
momento.
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―Que vengas con nosotros ―dijo la voz de nuevo―. Es solo cuestión de
tiempo hasta que te mate, Frances. Sabes que es verdad.
―¿Cómo me llamaste? ―susurró Winnie, llegando a la puerta principal
abierta y caminando hacia atrás a través de ella.
―Frances, detén estos juegos ―dijo la voz, el rostro tan brillante y blanco
como la luna.
―No soy Frances. ―Disparó Winnie, con los dedos entrelazándose en torno
al picaporte, preparándose para cerrarla.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
―¿Qué has dicho? ―preguntó la voz, y sonó como si estuviera gruñendo
enojada.
―Frances está muerta ―Winnie tembló, tirando hacia atrás la capucha.
Como si lo que había dicho hubiera causado una gran angustia detrás del
rostro de gran árbol, éste dejó escapar un grito desgarrador, tan fuerte que la
ventana tembló en el marco. Winnie se tapó los oídos con las manos, y cerró los
ojos. En un instante, los gritos se habían detenido, y ella abrió los ojos de golpe
para ver que los tres rostros estaban frente a ella en la puerta. No eran solo
rostros. Tenían cuerpos también, que estaban vestidos con ropa negra. Dos de
ellos eran hombres, la otra era mujer. E primero era delgado y alto, con el pelo
negro peinado hacia atrás desde su frente. El segundo hombre era igual de alto,
pero más ancho, con el pelo negro y recortado. La mujer tenía cabello azul
oscuro, y desparramado sobre sus hombros al viento. Como los otros dos, ella
usaba un abrigo largo y negro, estrechos vaqueros oscuros, y botas. A pesar de
que estaba asustada de ellos, no pudo evitar sorprenderse momentáneamente
por su impactante belleza. Los tres, mientras estaban inmóviles frente a la
puerta, se veían inmaculados. Su piel pálida parecía casi translúcida a la luz de
la luna, y sus ojos azules claros como cristal brillaban desde su rostro.
―¿Qué quieren? ―exhaló Winnie.
―Frances ―Siseó el delgado, a solo pulgadas de su rostro.
―Frances murió. ―murmuró Winnie.
―No lo creo. —Gruñó él, su rostro convertido en una mueca de agonía—
.¡Dime que no es cierto! —Los otros dos se acercaron al hombre que gemía
como si le doliera. Ellos miraron a Winnie. —Invítanos a entrar para que
podamos verlo por nosotros mismos —dijo la mujer su hermosa boca alzándose
en una sonrisa.
―No —escupió Winnie, cerrando la puerta.
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Antes de haberla trabado, la puerta fue forzada a abrirse de nuevo,
enviando a Winnie dando tumbos hacia atrás sobre su trasero. Ella alzó la
mirada hacia los tres extraños, con sus rostros pálidos como la muerte, reunidos
justo fuera de la puerta.
―Solo invítanos a entrar para que podamos ver si estás mintiendo sobre
Frances—sonrió la mujer―. No te haremos daño.
Desde su posición en el pasillo, a Winnie le pareció que las piernas de la
mujer eran interminables. Sin importar cuánto sonriera ella, pudo ver la
crueldad en sus ojos. Ella miró al hombre cuyo rostro estaba contraído de pena.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
―¡Frances! ―gritó él una y otra vez, desgarrando sus ropas como si tratara
de librarse de ellas.
El otro hombre trató de detenerlo en su ataque de locura. —¡Déjame a mí,
Claude! —el hombre gritó como si agonizara.
―Nate, no sabemos si Frances está muerta. ―dijo la mujer.
―Ella está muerta—gritó él―. Lo siento en mi sangre, Sé que es verdad. Él
la ha asesinado. —Una vez más, rasgó su ropa con las manos, como si se
estuviera quemando vivo debajo de ellas.
La mujer fue hasta él, y arremetiendo contra ella, él la rechazó. —Déjame,
Michelle. No me toques. ¡Estoy sufriendo! ―Luego miró hacia el pasillo, donde
Winnie miraba, con el corazón acelerado dentro de ella. El hombre llamado
Nate le gritó, golpeándose el pecho con los puños angustiado. ―¿Es esto lo que
obtengo por haberlo dejado vivir? ¡Su padre fu un tonto por haber puesto esa fe
en él! ―Winnie temblaba incontrolablemente. No podía recordar haberse
sentido tan asustada. Sus piernas parecían de goma, mientras trataba de
aguantarse en pie, el hombre chillaba, silbaba, y escupía hacia ella desde la
puerta. Apoyándose en la puerta en busca de apoyo, ella fue cojeando hacia la
puerta abierta. Por mucho que el hombre escupiera sus amenazas, sintió que a
menos que los invitara a la casa, no podrían entrar, a pesar de que no sabía por
qué era así. Rezando por estar en lo correcto, ella se dirigió hacia ellos.
―¡Mi amada Frances está ardiendo en el infierno, y él también lo estará! —
le gritó él, saliva saliendo entre sus labios, y con los ojos llenos de lágrimas.
―Tú, también, morirás por lo que ocurrió aquí. Vengaré su muerte. ¡No me
detendré hasta haberles drenado a ambos la sangre!
Incapaz de soportar sus amenazas y el chirrido de su voz por más tiempo,
Winnie se arrojó a la puerta y la obligó a cerrarse. Con la espalda contra ella, se
deslizó hasta el suelo tan rápidamente como las lágrimas que ahora se
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derramaban por su rostro. Con los gritos de ira del hombre ardiendo en sus
oídos, Winnie se separó de la puerta lo más posible sobre sus manos y rodillas.
Su cuerpo se estremeció cuando desesperadamente luchó por controlar sus
sollozos. La puerta tembló en el marco, mientras los extraños afuera se lanzaban
contra ella. El ruido sordo era estruendoso y fuerte, que temió que estallaría
fuera de sus goznes y caería al pasillo. Poniéndose de pie, y con los sonidos de
sus petrificados sollozos casi tan fuerte como los de la puerta golpeándose
contra el marco, llegó al recibidor y comenzó a gritar.
La mujer estaba en la ventana, la que Winnie había limpiado
recientemente. La punta de su nariz estaba presionada contra ella mientras
gritaba a través del vidrio.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
―¡Déjanos entrar! ¡Debes dejarnos entrar!
Con las manos en los oídos, Winnie fue hacia la ventana. Ella rápidamente
se aseguró de que estaba trabada, entonces cerró las cortinas sobre el bello
rostro blanco que la miraba.
―¡Thaddeus! —grito hasta que sintió la garganta ronca. El ruido de su
llanto pareció excitar a los de afuera, que empezaron a golpear las ventanas.
―¡Déjanos entrar! —chillaron ellos.
El recibidor estaba oscuro mientras Winnie se tambaleó y tropezó hacia el
pasillo. La pequeña voz dentro de ella estaba gritando que fuera por ayuda. ¿De
dónde? Winnie sabía que estaba a millas de ninguna parte, y la única persona
que sabía que estaba en la casa era Thaddeus. ¿Tienes familia? Oyó a Thaddeus
susurrar en su oído, al pensar en su primera reunión y cómo la había
interrogado. La súbita comprensión de que tal vez había sido engañada de
alguna manera, hizo que tuviera ganas de vomitar. Dudando que pudiera
confiar en Thaddeus para hacerlo venir y que la salvara, ella trató de pensar
desesperadamente en cómo iba a deshacerse de esos que gritaban y golpeaban
en las ventanas. Incluso aunque Thaddeus pudiera saber de alguna forma el
peligro en el que estaba ella ahora, estaba a miles de millas en Londres. Mi
publicista llamó esta mañana… le oyó decir Winnie.
―¡Teléfono!—Gritó Winnie. No podía recordar haberlo visto desde que
llegó a la casa. Debía haber uno, trató de razonar la frenética mente de Winnie.
Ella no había notado a Thaddeus en posesión de un teléfono móvil, tampoco.
Debía haber un teléfono en alguna parte ―¿cómo recibió él el llamado de su
publicista?
En la oscuridad, y con el sonido de los extraños fuera golpeando contra la
puerta y las ventanas, Winnie corrió al comedor.
Con las manos extendidas ante ella, buscó un teléfono en la oscuridad. Con
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el corazón golpeando en su pecho, y luchando para tomar aliento, ella volvió a
la sala y subió las escaleras, pasando por las imágenes que estaban en silencio
mirándose el uno al otro, corrió por el pasillo, tratando de abrir cada puerta
ante el que pasaba. Estaban todas trabadas. Luego, desde arriba, oyó un ruido
de arañazos, como si esas personas se las hubieran arreglado para subir al lado
de la casa y ahora estuvieran escalando por el tejado. Winnie golpeó con el
hombro a cada puerta trabada, hasta que el dolor se volvió demasiado intenso
para soportarlo. Con el sonido de arañazos desde arriba, Winnie corrió a lo
largo del pasillo hacia su cuarto. Empujando la puerta, cayó al suelo cuán larga
era. Lloró. A continuación, el estruendo llegó de nuevo, y ella levantó la mirada
para ver a la mujer, Michelle, encaramada en el alféizar de la ventana afuera de
Paradise Summerland Tim O’Rourke
su habitación. Con su pelo grueso, azul ondeando detrás de ella como un
ventilador, Michelle dio un golpecito en la ventana con unas uñas esculpidas
largas y negras. —Invítame a entrar —susurró ella contra la ventana—. Vamos,
sabes que quieres hacerlo.
―¡Déjame en paz! ―gritó Winnie, poniéndose de pie y cerrando las
cortinas.
Incluso aunque ya no podía verla, sabía que la mujer aún estaba allí, sabía
que ellos estaban ahí por el sonido de su golpeteo contra la ventana y el ruido
de ellos luchando por encima de su cabeza. En sus manos y rodillas, Winnie se
arrastró hasta la cama, donde se impulsó para subirse. Como para hacerse lo
más pequeña posible, levantó las rodillas hasta el pecho. Ella tiró de las cobijas
por sobre su cabeza, y cerró los ojos. Meciéndose lentamente hacia adelante y
hacia atrás, ella trató de bloquear los sonidos de esos extraños con las caras
pálidas golpeando la ventana, gritando para ser invitados a entrar.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
Traducido SOS por EvaMedina y Krispipe
Corregido por tamis11
W
innie no tenía ni idea de cuánto tiempo estuvo en la
oscuridad, intentando bloquear los sonidos de esos extraños
que estaban fuera. Con sus ojos cerrados apretadamente, y
meciéndose en posición fetal sobre la cama, rezó para que se fueran. ¿Cómo
habían llegado a la ventana de su dormitorio? ¿Cómo pudieron estar
correteando por el tejado? ¿Quizá habían trepado por la hiedra salvaje que
cubría la fachada de la casa? Intentó razonar, pero la vocecita en su interior lo
dudaba. Justo como todo lo demás en su vida que parecía inexplicable, las
personas siempre trataban de encontrar una explicación.
¿Y cuándo volvería Thaddeus? Ella quería que volviese. En su cabeza,
unida con los chillidos y los golpes que venían de fuera, podía oír la voz de
Nate. Lo recordaba chillando que ―ÉL había matado a Frances. ¿Ese ÉL era
Thaddeus? Temía que fuera cierto. Thaddeus le había dicho que Frances había
muerto hace casi un año de cáncer. Si de verdad había muerto de esa forma,
entonces, ¿por qué Nate había estado gritando que no descansaría hasta que no
haya vengado su muerte? Mientras se balanceaba una y otra vez, fue sólo
entonces, cuando luchaba por darle sentido a todo lo que había visto y oído,
que se dio cuenta de que estaban golpeando las ventanas y lo sonidos que
venían de arriba habían cesado.
Winnie se quedó totalmente quieta. No se atrevía ni a parpadear. Quizá se
habían ido, se habían rendido, al darse cuenta de que ella nunca les dejaría
entrar. Con sus ojos todavía cerrados, prestó atención, buscando el más mínimo
sonido, los movimientos más pequeños, pero todo lo que pudo oír fue el sonido
de su corazón acelerado y el viento soplando entre las hojas. Una vez más, no
sabía cuánto tiempo se quedó allí de ese modo, concentrándose en el más
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pequeño chirrido, en el susurro de las hojas de los árboles del exterior cuando el
viento los hacía moverse. Finalmente, al creer que quizá se había ido de verdad
(por ahora, al menos), se puso la sudadera con capucha, abrió los ojos y le echó
un vistazo a la oscuridad de su dormitorio. Trozos de la luz de la Luna brillaban
por las esquinas de las cortinas que cubrían sus ventanas, y sólo pudo percibir
la figura de la mesa de ropa y los armarios en la esquina. Tomando pequeños y
superficiales respiraciones, saltó de la cama. Se quedó como una estatua en me
dio de su dormitorio, volviendo a estar atenta por los sonidos más mínimos.
Cuando estuvo satisfecha por no haber podido oír a los extraños, se arrastró
lentamente hacia la ventana.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Con su cuerpo sacudiéndose y temblando, estiró el brazo y agarró el borde
de la cortina. Esperó, asegurándose de que no podía oírlos, pero el único sonido
venía de los quejidos del viento en el exterior. Entonces, muy lentamente, retiró
el borde de la cortina, como una enfermera quitando cuidadosamente el
vendaje de una herida infectada. Con su mirada presionada cerca del hueco que
había hecho, miró hacia fuera a la noche. La Luna brillaba arriba suyo, lanzando
sus rayos azul-leche sobre todo a su vista. Winnie se atrevió a bajar la mirada, y
luego a la izquierda y a la derecha, pero no pudo ver ninguna señal de los
extraños. Dejó que la cortina cayera lentamente otra vez a su lugar.
Estando de pie sola en medio de su dormitorio, la tentación de bajar
corriendo las escaleras, abrir la puerta bruscamente y correr por su vida era
apabullante. ¿Se atrevería a arriesgarse? Su mente espantada intentó razonar
eso. ¿Qué si ellos todavía estaban allí fuera?
Winnie sabía que estaba a millas del pueblo, de la casa más cercana, de
cualquiera que podría ayudarla. ¿No sería más seguro quedarse encerrada en la
casa?
Ellos no podían entrar o ya lo hubieran hecho, se dijo a sí misma.
¿Estaba ella realmente esperando a que Thaddeus llegara a casa? La
pequeña voz en ella intervino. ¿Qué si él era una parte de esto de alguna
manera? ¿Y si él realmente había asesinado a Frances? Entonces, pensó en el
dormitorio en el que Thaddeus la había descubierto, la habitación con la
máquina de coser, la estrecha cama, y las ventanas tapiadas. ¿Por qué las habría
tapiado? ¿Estaba el cuerpo de Frances escondido en alguna parte, tal vez debajo
de la cama, hinchada y siendo comida por los gusanos?
Con esa terrorífica imagen balanceándose ante ella, Winnie corrió a través
de su habitación y abrió la puerta, sólo queriendo liberarse de la casa—de
Thaddeus. Casi ciega por el miedo y la oscuridad en el rellano de la puerta de
su habitación, corrió hacia la parte superior de la ancha escalera. Sentía las
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piernas como si estuviera vadeando a través del mar de nuevo. Cada paso
lento y perezoso. Winnie tropezó pasada la habitación con las ventanas
tapiadas, y la vista de las fotografías de una anciana dama pasaron por delante
de su mente.
—¿…era ella tu abuela?—se escuchó preguntar a Thaddeus.
—…sí —él le había sonreído.
Y cuando Winnie se quedó mirando la puerta, el sonido de su respiración
ahora más como un chirrido superficial mientras su pecho subía arriba y abajo,
se acordó de la noche en la que se había reunido por primera vez con Thaddeus.
Él había dicho que no tenía familia, había dicho que estaba solo.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Pero ya no, la pequeña voz dentro de Winnie estaba ahora gritando.
—Thaddeus ya no está solo, Winnie, porque te tiene a ti—la pequeña voz dijo.
Esta vez la pequeña voz no sonaba como si viniera de dentro de ella…sino
detrás de ella.
Con los ojos muy abiertos por el miedo, Winnie volvió lentamente la
cabeza y miró de nuevo la oscuridad detrás de ella. Había dejado la puerta
abierta y una corriente de luz de luna se derramada sobre rellano. Con brazos y
piernas temblorosas fuera de control y ríos de lágrimas recorriendo la longitud
de su cara, Winnie miró la pequeña chica parada en la luz de la luna. Su pelo
rojo brillaba casi tanto como el chorro de vómito, que serpenteaba desde la
comisura de su boca.
—¿Ruby?—Sollozó.
—¿Por qué no me has estado escuchando? —Susurró Ruby—. He estado
tratando de decirte que estás en peligro. ¿Por qué no has estado escuchando esa pequeña
voz dentro de ti?
—Pero tú moriste…—Winnie se atragantó con sus lágrimas, sintiendo
como si fuera a asfixiarse. —No deberías estar aquí…
—¡Corre! ¡Corre! ¡CORRE! —la pequeña chica parada en la luz de la luna le
gritó a Winnie.
Girando alrededor, Winnie hizo lo que siempre había hecho, y echó a
correr. En la parte superior de la escalera, miró hacia atrás por encima del
hombro, pero no había ni rastro de la piscina de luz de luna, o de su amiga, La
Pequeña Ruby. Sintiendo como si se estuviera de algún modo volviendo loca,
se volvió y corrió por las escaleras y en los pasillos. En su miedo y
desesperación por escapar, abrió la puerta principal y gritó.
—Por favor, invítanos—sonrió Nate, su boca extendiéndose por su cara.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
Traducido por Xiime~
Corregido por Meellc
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No está aquí gritó Winnie.
¡Mientes! Llegó la voz de Nate desde detrás de la puerta principal .Y
te quemaré por eso.
¡No está aquí! Chilló Winnie.
Déjanos dar una mirada por nosotros mismos. Esta vez fue la voz de
Claude la que oyó, como si viniera desde arriba. El techo, quizás.
No Winnie sollozó en sus manos . No, no puedo dejarlos entrar.
Sí, tú puedes dijo Michelle, con voz reconfortante esta vez, como una
hermana mayor intentando ofrecer comprensión y comodidad . No te
lastimaremos. Es a Thaddeus a quien queremos.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Con el sonido de las uñas de Michelle golpeando contra la ventana
rápidamente, y los golpes en la puerta haciéndose más fuertes otra vez, Winnie
se sintió como si estuviera siendo torturada mentalmente. Se sentía como si su
mente estuviera siendo desgranada, y poco a poco, su resolución, su fuerza
para resistir ante los extraños de afuera estaba siendo destruida.
Solo pídenos entrar susurró Michelle . Ni siquiera debes quedarte.
Puedes aprovechar la oportunidad para correr. Alejarte de Thaddeus. Él es
quien te matará, no nosotros.
Con las palabras de Michelle flotando en su mente, y sabiendo que solo
quería correr y correr hasta que su corazón estallara, Winnie se puso de pie y
caminó lentamente hacia la puerta principal.
¿Prometen que no me lastimarán? Sollozó, su brazo sacudiéndose
incontrolablemente mientras lo extendía hacia la perilla de la puerta .
¿Prometen que me dejarán correr lejos de aquí?
Lo prometemos dijo Nate, con una voz suave como la seda, así como
la de Michelle.
Con su corazón latiendo a un nivel ensordecedor en sus oídos, Winnie
curvó sus dedos alrededor de la perilla. Luego, entre los latidos de su corazón,
oyó otro sonido. Una voz, una pequeña voz.
No, susurró la voz.
Winnie movió su cabeza a los lados, medio esperando ver su amiga, Ruby
Little, parada al pie de las escaleras, bañada en la luz de la luna, su brillante
saco rojo resplandeciendo, como la baba de vómito incrustada alrededor de su
boca. No había luz de luna, ni Ruby Little. Winnie miró a sus dedos curvados
alrededor de la perilla, y los dejó deslizarse lentamente.
No los invitaré susurró, cerrando sus ojos.
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Tan pronto como las palabras pasaron por sus labios, los extraños
estallaron en furia, en un frenesí de ira.
Te quemaré siseó Nate por los bordes del marco de la puerta . Los
quemaré a ambos.
Con su espalda contra la pared del vestíbulo, Winnie se deslizó lentamente
hacia el suelo. Se sentó en la oscuridad, escuchando las amenazas de los
extraños, luego las promesas, y súplicas. Con sus ojos cerrados bien fuerte, y las
manos presionadas contra sus orejas, pensó en su amiga, Ruby Little, como si
esperara oír su diminuta voz otra vez. No llegó. Justo antes del amanecer, los
golpes y chillidos desde el otro lado de la puerta principal se detuvieron.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Winnie desconocía esto, ya que finalmente se había dejado llevar por su
cansancio, y se había dormido en el suelo del vestíbulo.
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Paradise Summerland Tim O’Rourke
¿P
or qué limpiaste las ventanas? Preguntó la voz.
La voz vino de nuevo, pero Winnie sólo pensó que
venía de algún lugar muy lejos de su sueño. Sintió frío. La
superficie debajo de ella estaba demasiado dura para ser el
brezo salvaje y el césped donde ella estaba acostada en su
sueño.
¿Por qué limpiaste la suciedad de las ventanas? La voz llegó de nuevo, y
Winnie reconoció que era de Thaddeus.
Se dio la vuelta y lo encontró acostado a su lado. Winnie podía oír el
sonido del mar corriendo por la orilla. El sol estaba muy por encima de ella, y
sus brillantes rayos de luz hacían borrosa la visión de él. Podía sentir su pecho
desnudo. Temía que él todavía estaba enamorado de Frances, la mujer que una
vez había amado… la mujer que él había asesinado.
¿Por qué limpiaste las ventanas? Le oyó preguntar una vez más detrás de la
deslumbrante luz del sol.
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Porque es mi trabajo, susurró, repentinamente sintiendo miedo. Porque si no
limpiaba las ventanas, estarías enojado conmigo. Podrías matarme igual que
asesinaste…
—…Frances —murmuró Winnie, abriendo los ojos. Levantó la mirada para
ver a Thaddeus de pie junto a ella.
—¿Qué dijiste? —preguntó, una profunda arruga en su frente.
—¿Eh? —murmuró, frotándose el sueño de los ojos.
—¿Por qué limpiar la suciedad de las ventanas? —repitió, agachándose y
poniendo a Winnie sobre sus pies.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—¿Qué? —Winnie se puso nerviosa, sintiéndose desorientada e idiota.
Lentamente miró a su alrededor como si se estuviera orientando, y pudo ver
por la pálida luz que se colaba por la puerta abierta, que era el atardecer.
¿Cuánto tiempo había dormido? Se preguntó. Luego enfocándose en la puerta otra
vez, se zafó del agarre de Thaddeus, corrió al otro lado de la sala y cerró de un
portazo.
Con una mirada perpleja en su rostro, y viendo la repentina mirada de
miedo en sus ojos, Thaddeus dijo—: ¿Qué está mal?
Winnie se volvió hacia él, y como los recuerdo de lo que había sucedido la
noche anterior inundaron su mente, se dio la vuelta y abrió la puerta de nuevo.
Antes de que ella se detuviera en el umbral, Thaddeus se había apoderado de
su brazo otra vez.
—¡Quítate de encima! —le gritó a él, golpeando y pateándolo salvajemente.
—¿Qué está mal? —dijo, tomando sus golpes.
—¡Eres un maldito asesino, eso es lo que está mal! —le gritó a él.
Mirándola como si repentinamente le hubiera golpeado en la cara,
Thaddeus dijo—: ¿De qué estás hablando? ¿Quién ha dicho eso de mí?
—¡Los rostros que vi en la luz de la luna! —gritó ella, tratando de liberarse
de él—. Los rostros que tu dijiste que había imaginado.
—¿Te hablaron? —espetó. Luego sacudiéndola como una muñeca de trapo,
rugió—: ¿Qué les dijiste? ¿Qué dijeron?
Winnie lo miró a los ojos y gritó—: Aparte de querer arrancarte tu maldito
corazón, y drenar toda tu sangre, dijeron que habías asesinado a Frances.
Al oír esto, Thaddeus volvió a mirar la línea de árboles, y luego cerró la
puerta, se paseó de arriba abajo por el pasillo. Thaddeus pasó sus largos dedos
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a través de su cabello. Parecía ansioso y demacrado. Luego, volviéndose, miró a
Winnie y dijo—: Oh Dios mío, ¿qué he hecho? He fallado.
—¿Mataste a Frances?—gritó Winnie, enroscando sus manos en puños a
los costados.
Luego, dando un paso más cerca de ella, él susurró—: Sí, la maté.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
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Volviendo de donde vine dijo ella , volviendo a lo que conozco.
No puedes irte susurró él sobre el hombro de ella.
Winnie podía sentirlo detrás de ella, su respiración fría contra su nuca.
¿Por qué no? Exhaló, demasiado asustada para voltearse.
Porque está casi oscuro afuera y volverán antes de que alcances el final
del camino de la costa dijo él.
¿Qué? Estas personas a la que has molestado solo salen de noche,
¿verdad? Preguntó con burla.
No son personas le susurró Thaddeus en el oído . Son vampiros.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Con un sonido de incredulidad en su voz, Winnie dijo:
Tonterías. No hay tal cosa como vampiros.
¿Tampoco hombres lobo? Dijo él, haciéndola voltearse para
enfrentarlo.
Con sus ojos bien abiertos, y un grito intentando escapar de su garganta,
Winnie colapsó en shock contra la puerta. Cayendo a sus rodillas, luchó
desesperadamente para absorber aire a sus pulmones mientras lo miraba.
Thaddeus estaba de pie frente a ella, sus ojos brillantes y amarillos, como dos
ardientes soles. La forma de su rostro no había cambiado. Aún lucía como
Thaddeus, además de las patillas de apariencia tupida que ahora cubrían sus
mejillas. Sus manos habían cambiado, notó, mientras se quedaba mirando con
horror. Donde una vez habían estado esos largos y delgados dedos, había ahora
un enorme grupo de garras. Se veían fuertes y poderosas… mortales.
¿Qué mierda está ocurriendo aquí? Jadeó finalmente Winnie. ¿Qué
eres?
Soy un Licántropo dijo él, descubriendo un grupo de dientes afilados-
como-cuchillas . Pero probablemente me conozcas mejor por el término más
común, hombre lobo.
No eres real jadeó Winnie . Nada de esto es real. Cosas como tú son
solo cosas de historias y pesadillas.
Thaddeus tomó una de sus manos entre sus garras. Ella inmediatamente
intentó sacarla, pero él la sostuvo firme. Sus garras se sentían cálidas. La piel
cubriéndolas era áspera y resistente. Luego, tomando su mano, la posó sobre su
corazón. Bajo su camisa de algodón, ella pudo sentir su corazón latiendo.
Soy muy real y también lo son los vampiros que dijiste que vinieron aquí
anoche susurró.
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¿Vas a matarme como mataste a Frances? Exhaló Winnie.
Si mis razones para traerte aquí fueran simplemente matarte, ya lo
habría hecho dijo él, dejando ir su mano.
¿Entonces por qué me trajiste aquí? preguntó Winnie, presionándose
contra la puerta, desesperada en mantener tanta distancia como fuera posible
entre ella y Thaddeus.
Él la vio encogerse, y desesperado por mostrarle a Winnie que no tenía
nada por lo que temerle, caminó hacia las escaleras y se sentó en el escalón de
abajo. Luego, mirándola mientras ésta se encogía en las sombras oscuras, dijo :
Como puedes ver, los vampiros y los hombres lobo son muy reales. No tenemos
Paradise Summerland Tim O’Rourke
el hábito de ponernos a descubierto. La reacción que acabas de tener es prueba
suficiente de que estamos mejor viviendo en secreto, manteniéndonos separado
de los humanos tanto como es posible. Nos darían caza y matarían. Hemos
hecho eso a nuestras propias especies demasiado bien sin la ayuda de los
humanos.
¿Qué se supone que significa eso? Preguntó Winnie, subiendo sus
rodillas hasta su barbilla.
Soy el último de mi raza comenzó a explicar . Hace cientos de años,
nuestras dos razas habitaron las Montañas Carpathian, las cuales bordeaban los
países de Bukovina y Moldavia. Por tanto tiempo como vivimos en esas
montañas, los vampiros y licántropos lucharon por la dominación de la región.
Los vampiros eran, lejos, mayores en número, y dieron caza y mataron a mi
raza. Nos condujeron al umbral de la extinción. Con solo una pequeña manada
restante, dejamos las montañas; pero eso no fue suficiente para los vampiros,
nos querían muertos a todos. Nos persiguieron a través de las remotas regiones
de Europa Oriental. Uno por uno, asesinaron a los licántropos hasta que solo
quedó uno, yo dijo, golpeando su pecho con una garra . Pude ser más listo
que ellos y sobreviví, lo que enfureció a Nicodemus, el insulso rey de la raza
vampiro. Tan desesperado por colgar mi cuerpo muerto de las paredes que
rodean el castillo, ubicado muy arriba en las Montañas Carpathian, envió a sus
más astutos e implacables guerreros a darme caza y matarme. Por meses, estos
temibles guerreros me rastrearon, hasta que al final, me atraparon. Pero el plan
de Nicodemus fue mal, porque en vez de asesinarme, el guerrero más mortal de
Nicodemus se enamoró de mí. No solo había perdido a un gran guerrero, sino
que había perdido a su hija, Frances, ya que había sido ella a la que había
enviado a matarme. Nicodemus había prometido el corazón de su hija a la
segunda persona en la que más confiaba. Un vampiro con el nombre de Nate
Varna.
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Él era uno de los que me miraban desde de bajo los árboles dijo
Winnie.
Lo sé dijo Thaddeus, mirándola con sus ojos amarillos.
Lo supiste todo este tiempo dijo Winnie, sintiéndose traicionada por
Thaddeus.
Sí dijo él con un asentimiento de su cabeza . Cuando Nate Varna
descubrió que la mujer a la que amaba, la mujer que estaba prometida a él, le
había entregado su corazón a un hombre lobo, se perdió en ira y desesperación.
Le juró a Nicodemus que me daría caza y que no solo llevaría mi cadáver de
vuelta, sino también a su hija, donde pertenecía. Frances oyó el plan de Nate,
Paradise Summerland Tim O’Rourke
por lo que en secretó visitó a su padre y le dijo que si yo era asesinado, ella
tomaría su propia vida también. Amando a su hija con todo su corazón, y sin
querer ser responsable de que Frances se quitara su propia vida, prohibió a
Nate perseguirnos. Por mucho que Nicodemos detestara y fuera reacio ante el
pensamiento de su hija enamorada de un licántropo, odiaba el pensamiento de
ella asesinándose aún más.
»Pero Nate no descansaba, creyendo que algún día yo mataría a Frances, la
asesinaría mientras ella dormía, para vengarme de la muerte de mi raza.
Sabiendo lo que Nate temía que podría pasarle a su hija, se hizo un trato. Se
accedió a que una vez al año, Frances se quedara de pie bajo la luz de una luna
llena, para que Nate pudiera ver a la mujer que había perdido a manos de un
hombre lobo. La noche de una luna llena fue escogida, ya que en esa noche yo
sería encerrado de manera segura durante mi cambio, para que no lastimara a
Frances. Aunque el acuerdo sentenciaba que Nate no debía nunca aproximarse
a hablarle a Frances, sino solo mirarla de lejos, podía tener el consuelo en el
hecho de que esos preciosos momentos eran solo suyos y no compartidos por
mí.
»Por cientos de años el acuerdo fue mantenido y Frances y yo compartimos
una increíble vida juntos. Aún así, hace algunos quince años, Frances se
consternó por el pensamiento de tener que desfilar bajo la luz de la luna. Se
había convertido en una piedra a su cuello, y temía que nunca se liberaría de
Nate Varna. Así que nos movimos de un país al siguiente, ya que no había nada
en el acuerdo que estableciera que no podíamos hacerlo. Más pronto que tarde,
Nate y esos con lo que viajaba él nos rastrearían. Algunosaños no eran capaces
de encontrarnos, pero la mayoría sí. Yo leía los periódicos extranjeros buscando
cualquier artículo sobre las brutales muertes de mujeres jóvenes, ya que a todos
lados a donde iban, dejaban muerte detrás. De esa manera, mantenía un rastro
sobre ellos, como ellos mantenían un rastro sobre mí y Frances.
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»Aunque no podía ver a Nate, ya que éste nunca se mostraba a ella,
Frances sintió que de alguna manera él se estaba poniendo cada vez más cerca
de ella mientras los años pasaban, más cerca que lo que permitía el acuerdo. En
la última ocasión en que Frances se quedó de pie bajo la luz de la luna, ella
estaba convencida de que podía oírlo llamándola en el viento, rogándole
dejarme e ir con él. Así que empacamos nuestras posesiones y nos mudamos
otra vez. Esta vez, a Francia. Ambos hablábamos francés con fluidez, por lo que
contratamos a una criada, y en poco tiempo nos habíamos ubicado en una
nueva casa y comenzamos otra vida nueva por nuestra cuenta. Siendo un
vampiro, Frances debía dormir durante el día y vivir a la noche. Yo no lo
necesitaba, pero elegí hacerlo para que pudiéramos estar juntos. Frances
Paradise Summerland Tim O’Rourke
necesitaba beber sangre para sobrevivir, pero no necesariamente la sangre de
humanos, podía sobrevivir igual de bien a base de sangre de ciervo y otros
animales por el estilo. Solo los vampiros que disfrutan la emoción de matar
humanos necesitan de su sangre. Yo, sin embargo, cambio cada luna llena en un
lobo dijo.
Puedo ver eso murmuró Winnie mirándolo a través del oscuro
vestíbulo.
No, esto no soy yo como un lobo completo Sonrió, mostrando sus
puntiagudos dientes . Puedo elegir verme así siempre que quiero, luna llena o
no. Durante la noche de una luna llena, cambio a mi verdadera forma, la de un
lobo gigante, sabueso, como sea que la gente elija llamarme. Es durante esa
forma que soy incapaz de tener pensamientos racionales. Me convierto en nada
más que un animal salvaje, incapaz de pensar o razonar. Actúo puramente por
instinto y el deseo de cazar y matar. Por eso, Frances me encerraba en la noche
de una luna llena, y me dejaba ir al día siguiente. Como un lobo no discrimino
entre víctimas. Le habría desgarrado felizmente la garganta como a cualquier
otro.
Pero sí terminaste asesinándola, ¿no? Winnie le preguntó.
Thaddeus bajó su cabeza y miró al suelo, como si le diera mucha
vergüenza decir lo que ocurrió después.
En Francia, había un refugio de roca en el extremo más alejado de
nuestra tierra. Las paredes eran anchas y sólidas, hechas de gigantes bloques de
piedra. Había una puerta de hierro con un seguro. Era un lugar ideal para
contenerme durante el cambio explicó . Así que en el día de cada luna llena,
iba al refugio, donde Frances me encerraba. Mantuvo la llave con ella siempre,
nunca dejándola fuera de su vista. Colgaba de una cadenita alrededor de su
cuello. Mientras se alejaba del refugio ese día, notó que la cadenita se había
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roto, y puso la llave en el bolsillo de su vestido.
»Algunas veces, mientras nuestra criada servía la cena, preguntaba
casualmente qué manteníamos en el refugio, y dónde podía encontrar la llave
en caso de que la necesitara. Frances amablemente le aseguraba a la criada que
nunca necesitaría la llave, y conducía la conversación a otros temas. Frances
olvidó la llave en su bolsillo. Esa noche cuando la criada juntó la ropa sucia,
descubrió la llave. Así que antes del amanecer en la mañana siguiente, antes de
despertar a Frances para su desayuno, la criada fue hasta el refugio, y usando la
llave que había encontrado, abrió la puerta. No puedo decir que recuerde
haberla matado, pero horas después, descubrí sus restos destripados esparcidos
por las tierras detrás de la casa. Junté lo que quedaba de su cuerpo a medio
Paradise Summerland Tim O’Rourke
comer y quemé sus restos. No era la única persona a la que le había dado
sentencia de muerte dijo, levantando lentamente la mirada para observar a
Winnie.
»En mi ira sangrienta, había ido hacia la casa y hacia la habitación que
compartía con Frances. Solo recuerdo breves fragmentos de lo que sucedió a
continuación, pero Frances me contó que cuando se despertó me encontró
gruñendo al pie de la cama. Sin saber cómo me había liberado, y temiendo que
la matara, Frances intentó desesperadamente espantarme para que me fuera.
Como un lobo, debería haber olido el miedo saliendo de ella. Debí hacerlo, ya
que Frances me contó más tarde que me abalancé sobre ella. Me pateó con su
pie y cerré mis mandíbulas en su tobillo, partiendo los huesos como si no
fueran nada más que ramitas. Acababa de amanecer y la luna estaba
desapareciendo, tomando con ella su poder sobre mí. Así que antes de que
pudiera atacar a Frances otra vez, comencé a cambiar de vuelta a un hombre.
Me desperté para descubrir a Frances sollozando de dolor sobre la cama, y
aunque no estaba muerta, sabíamos que era solo una cuestión de tiempo.
»La mordida de un licántropo a un vampiro es fatal, incluso si no los mata
directamente explicó Thadeeus . Es una lenta y dolorosa muerte,
desgarrando los cientos de años que han vivido. Es como si los años los
alcanzaran, y envejecen en cuestión de meses, decayendo hasta que no son más
que polvo. Así que una vez que fue mordida por mí, ambos supimos que ella
iba a morir, desaparecer ante mis ojos. Frances no temía a su propia muerte,
temía la mía. Sabíamos que faltaba solo un mes o dos para que Nate viniera,
esperando ver a Frances parada a la luz de la luna, para satisfacerse a sí mismo
de que la mujer a la que amaba seguía viva y bien, y que yo no la había matado
como él creía que haría. Si Frances no se quedaba de pie bajo la luz de la luna
donde vivíamos, sabría que algo estaba mal y vendría a buscarme, para
matarme.
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»Así que vinimos aquí, a Inglaterra, solo algunos días antes de su llegada a
Francia. Con una luna llena a solo pocos días, y Frances demasiado enferma y
frágil para encerrarme, tuve que encontrar algún lugar donde pudiera
contenerme de lastimarla a ella o a cualquier otro. Fue entonces que descubrí la
cueva que señalaste en la playa ayer en la mañana dijo, mirando fijamente a
Winnie . Caminé por la cala mientras la marea estaba baja. A la noche sube,
atraída por la fuerza de la luna llena. Allí podría cambiar, incapaz de volver a la
costa. Las rocas rodeándola eran demasiado lisas para que yo pudiera pasar.
Así que estoy atrapado allí hasta que la luna se desvanece al amanecer y
cambio.
Allí es donde fuiste anoche, ¿no? Le preguntó Winnie.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Sí dijo . Tuve que ir para no lastimarte, así como lastimé a Frances.
Era ella la de esas fotos que encontré en la habitación del piso de arriba
exhaló Winnie, como si algo de lo que Thaddeus estaba explicando encajara
en su lugar . Ella era la mujer vieja en las fotografías.
Sí afirmó Thaddeus, con la luz detrás sus ojos desapareciendo . Se
volvió polvo hace un año. Sus restos lucían exactamente como cenizas, por lo
que las llevé a la costa y la dejé libre al fin. Entablé las ventanas cuando Frances
se volvió demasiado débil para abandonar la habitación al final, y estuvo allí
día y noche. No podía arriesgarme a que entrara luz del día. Así que como
puedes ver, Winnie, sí maté a Frances, pero no como te han llevado a creer.
Winnie se sentó junto a la puerta, sus rodillas aún bajo su barbilla mientras
intentaba encontrarle sentido a todo lo que él le había contado. Miró hacia las
pinturas colgando unas frente a otras en las paredes.
¿Así que esas pinturas son de ti y Frances?
Sí dijo él, mirándolas . Abarcan los trescientos años que estuvimos
juntos.
¿Así que cuantos años tienes? Porque no luces de más de veinticinco
dijo Winnie.
Gracias. Thaddeus medio sonrió.
No era un cumplido, imbécil espetó ella.
Cuatrocientos veintitrés, un año más, un año menos. Le respondió.
Se quedaron sentados en silencio, sin que ninguno supiera qué decir.
Luego cuando el silencio se hizo casi insoportable, Winnie lo miró y dijo:
Te has acostumbrado a mí.
Sé que sí dijo él, incapaz de encontrar su mirada . Ha pasado casi un
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año desde que Frances ha muerto. He estado buscando en esos periódicos
extranjeros nuevas historias sobre muertes brutales. Sé por las historias
horrorosas que encontré que Nate y los otros dos, quienes a veces viajan con él,
se están acercando. Si me encuentran aquí, y Frances no está parada a la luz de
la luna, sospecharán que algo le sucedió. Si descubren que murió, entonces
vendrá mi ejecución y el final sería la muerte. Fui llamado a Londres para
encontrarme con mi publicador, eso es cierto, pero por casualidad te vi una
noche fuera de la estación del subterráneo, como ya expliqué. Verte fue como
ver a Frances, fue sorprendente. Esas noches que me senté mirándote, no era
porque quería que tomaras el lugar de Frances en mi corazón. Quería que
tomaras su lugar a la luz de la luna.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Eres un bastardo dijo Winnie, ahora entendiendo de verdad el nivel de
engaño de Thaddeus.
Estaba asustado y desesperado intentó explicar Thaddeus . Pensé
que quizás si te vestías con las ropas de Frances y te pararas a la luz de la luna
con la capucha, Nate creería que había visto a Frances, y se iría. Eso me habría
dado otro año o quizás más para escapar, verdaderamente esconder mi rastro
de los vampiros para siempre. Recordé lo que Frances me había contado, cómo
había sospechado que Nate la estaba observando más que solo la noche de la
luna llena. Así que necesitaba ser visto contigo. Necesitaba que nos viera juntos,
felices, yendo de la mano.
Esa es la razón por la cual me llevaste a ese restaurante jadeó Winnie
repentinamente, sintiendo como si le hubieran pegado un puñetazo en el
estómago . La razón por la cual te la pasaste mirando sobre mi hombro hacia
la ventana. Estabas comprobando si él estaba allí, mirando. Así que me hiciste
sentarme con mi espalda a la ventana solo en caso de que sí estuviera, para que
creyera que estaba mirando a Frances, porque tenemos el mismo color de pelo.
Sí susurró Thaddeus, avergonzado de lo que había hecho . No estaba
realmente enojado por lo de los dedos de pescado. En realidad, me gustan.
Necesitaba una razón para sacarte y de noche, ya que Frances y yo lo habríamos
hecho. Luego mientras volvíamos a casa, noté la luz de la luna. Quería ver si
realmente te veías como Frances bajo ella. Quería saber si podía engañar a Nate.
Así que decidí fotografiarte. Quería estudiarlo después para ver si realmente te
parecías a ella. Aún así, no pude encontrar mi cámara, y cuando volví a salir,
estabas temblando y hablando de haber visto tres rostros pálidos reflejados el
cristal de la ventana. También dijiste que oíste voces, y supe entonces que
Frances había estado en lo cierto con su sospecha. Nate había estado intentando
hablarle y la habían estado mirando más que la noche acordada.
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»Pero mencionaste las ventanas y eso me dio una idea. Así que cuando
estuviste dormida en tu cama esa noche, salí sigilosamente y empañé las
ventanas con lodo. Si Nate se atreviera a acercarse a la casa lo suficiente para
espiarte, podría ver que no eras realmente Frances. Así que necesitaba restringir
la vista hacia ti. Esperé que con las ventanas cubiertas de suciedad y mugre, si
me atrevía a sentarte junto a la ventana una noche, vestida en sus ropas, y él se
atreviera a espiar, creería que había visto a Frances luciendo feliz y contenta
sentada con su marido, leyendo un libro.
Tenías todo planeado, ¿verdad? Se burló Winnie con desprecio.
No, no es así dijo Thaddeus, con su voz suave mientras la miraba .
Había un par de cosas que sucedieron que no planeé.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
¿Y cuáles fueron? Siseó ella.
Comenzaste a sospechar que algo estaba mal antes de lo que imaginé
dijo . Admito que en mi arrogancia, creí que estarías tan aliviada de ser
sacada de las calles y arrojada en un mundo de lujos, que estarías ciega por lo
que realmente estaba sucediendo a tu alrededor. No creí que serías tan
inteligente y capaz como eres.
Vaya, gracias dijo ella con una sonrisa falsa . Realmente me llegó.
¿Así que cual fue la otra cosa que no notaste en tu gran estrategia?
Thaddeus no dijo nada al principio, luego la miró directamente y dijo:
Nunca pensé que te tomaría tanto cariño como lo hice. Nunca pensé que
nos haríamos amigos…
No soy tu amiga se burló Winnie repentinamente.
Eso no es cierto susurró él . Admito que cuando te pedí al principio
que vinieras solo estaba pensando en mí mismo y mi propia supervivencia.
Ahora lo siento diferente. Me hiciste sentirlo diferente.
¿Y realmente crees que soy suficientemente estúpida para creer esa
mierda? Le espetó en respuesta.
Pero ese es el punto de lo que estoy diciendo dijo Thaddeus, con la
voz aún baja, aún suave . No eres estúpida. Me mostraste que vivir encerrado
en mi habitación no es la respuesta. Me mostraste que puedo tener un nuevo
comienzo. Tú me hiciste creer eso, Winnie.
Mirándolo directamente, ella dijo:
Y la única manera en que tú me haces sentir es asustada.
No es mi intención.
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Me has puesto en peligro dijo ella, lágrimas comenzando a arder en
los costados de sus ojos . No eres mejor que esos hombres que quieren usarme
en las calles.
No, escúchame le rogó Thaddeus . Nunca estuviste en peligro.
Nunca. Nate no te lastimaría. Eso es lo último que haría.
Quieres decir que nunca lastimaría a Frances dijo ella, una delgada
línea de lágrimas rodando silenciosamente por su rostro . Pero yo no soy
Frances, y él sabe eso.
Un silencio pesado cayó sobre ellos, que fue roto solo por el sonido de uñas
golpeteando la ventana.
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con sus garras. Entonces se hundió hasta sus rodillas, aullando de nuevo, con
tanta fuerza que parecía que los cimientos de la casa temblarían.
Era como si el sonido de las uñas de Michelle arrastrándose por el cristal
de la ventana fuera una agonía para él. Escuchando sus sonidos de dolor, los
vampiros se emocionaron. Una vez más, Winnie pudo oir el sonido de ellos
corriendo por las paredes y el techo. La puerta tembló en su marco cuando
todos ellos empezaron a gritar: —¡Sal! ¡Sal! ¡Sal!
Usando las barandillas, Thaddeus se puso de pie. Luego, tomó a Winnie de
los hombros y la miró a los ojos. —Tú nunca estarás libre de ellos hasta que yo
esté muerto.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
—Pero ellos son vampiros, ¿verdad?— Dijo Winnie de nuevo, con su
mente luchando. Ella no sabía mucho acerca de los vampiros, pero ella una vez
había visto la película Near Dark con algunos de sus viejos amigos de niña en
una de las casa de acogida donde ella había estado. No había visto mucho
desde detrás de la almohada de la que estuvo escondiéndose. Pero Winnie lo
suficiente como para saber que a los vampiros no les gustaba la luz solar.
—Ellos desaparecerán al amanecer, ¿verdad? Podremos escapar entonces.
—¡Si yo no muero ahora, ambos estaremos muertos al amanecer!— Gritó
hacia ella.
—¿Pero cómo, si ellos no pueden entrar a menos que les invitemos?— Dijo
ella. Entonces, como respuesta a su propia pregunta, Winnie pudo sentir el olor
a quemado. Ella volvió a mirar a Thaddeus y le dijo: —Prenderán fuego a la
casa, ¿verdad?
Tiró de ella hasta que sus rostros estuvieron a sólo una pulgada de
distancia, la miró y gruñó: —Tienes que matarme
—No te voy a matar— le espetó ella alejándose.
—¡Escucha! —Ladró acercándola de nuevo—. Es la única forma que tú
podrás sobrevivir a esto. Si me matas, entonces ellos verán que no tienes
sentimientos por mí, que no tuviste nada que ver con la muerte de Frances...
—Pero no lo hice... —Winnie lo cortó.
—Pero ellos no saben eso —dijo él—. Pero si me matas...
—Si quieres morir, ¿por qué no los dejas que entren?— Winnie lo
interrumpió de nuevo.
—Si muero por el mordisco de un vampiro, arderé en el infierno
eternamente —dijo él, con sus ojos amarillos hirviendo—. Pero si tú me matas,
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yo descansaré en paz, y puede haber una posibilidad de que pueda volver a
estar con Frances otra vez.
—No voy a matarte —suspiró ella—Tendrás que matarte tu mismo.
—Los hombres lobo no pueden suicidarse —dijo él— Es parte de la
maldición con la que tenemos que vivir. —Thaddeus agarró su mano y corrió
hacia el salón.
Se acercó a la chimenea, dónde retiró una de las grandes piedras de
granito, dejando a la vista un profundo agujero. Metió la mano en el interior
con una de sus garras. El olor a quemado era más fuerte ahora. Winnie miró
hacia atrás por encima de su hombro y logró ver volutas de humo negro
Paradise Summerland Tim O’Rourke
llenando la sala, el resplandor de las llamas se reflejaban en las ventanas del
salón.
Miró de nuevo hacia Thaddeus, que ahora estaba de pie ante ella con una
pistola en sus garras.
—¿Que demo...? —Winnie empezó, pero antes de que pudiera terminar,
Thaddeus puso la pistola en sus manos.
—Tienes que dispararme. —Gruñó hacia ella. Luego, saltando por encima
de las ventanas, arrojó las cortinas y gritó: —Y ellos lo verán como algo que
tuviste que hacer si querías salir con vida.
La pistola era pesada en las temblorosas manos de Winnie. Vio como
Thaddeus se ponía de rodillas ante ella. Se escuchó un ruido en la ventana y
Winnie miró hacia arriba para ver a tres vampiros acechando con entusiasmo a
través de ellas, buscando diferencias en lo que había visto en ellos la noche
anterior. Lo que ella entonces había visto como algo hermoso, ahora se veía
horrible, y retrocedió hacia atrás.
Con sus caras pegadas al cristal de la ventana, Winnie pensó en un
principio que se habían puesto espeluznantes máscaras de payasos. En la luz de
la luna y el brillo color rojo y naranja de las llamas que ahora lamían el lateral
de la casa, ella se dio cuenta que de hecho, eran sus propias caras lo que ella
podía ver. Miró con horror a sus ojos, los que ahora parecían hundidos en un
pozo negro. Sus bocas eran enormes y rojas y se extendían a cada lado de la
cara, de oreja a oreja, como un corte irregular. Detrás de las amplias sonrisas
estaban las encías inflamadas de negras filas de afilados dientes amarillos.
Sacudiendo a Winnie fuera de su trance de petrificación, Thaddeus la
agarró por una de sus muñecas y apunto con la pistola hacia su propia cabeza.
—¡Dispárame! —gritó.
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—¡No puedo! —Winnie le dio la espalda.
Entonces, mirando hacia ella, dijo Thaddeus. —¿Ves todas esas caras de ahí
con enormes bocas? Bueno, si no me matas - Si ellos creen que eres parte de
todo esto- te rasgarán en pedazos con esas bocas. Ellos chuparán la carne de
cuerpo. Te arrancarán el corazón y lo compartirán entre ellos.
A pesar de que Thaddeus se había apoderado de su muñeca, la mano le
temblaba tanto que el cañón le resbalaba del lugar en la frente dónde lo había
colocado. —¿Por qué no hiciste que Frances te matara? —susurró Winnie, con
los labios temblorosos. —Si se amaban tanto, ¿por qué ella no te mató para que
estuvierais juntos para siempre?
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Entonces abriendo los ojos, Thaddeus miró hacia arriba y dijo: —No puedo
ser asesinado por alguien que me ama.
Winnie miró hacia atrás por encima de su hombro y vio que el pasillo era
ahora una pared de espeso y denso humo negro. Olía acre y era asfixiante.
Miró hacia la ventana dónde estaban los vampiros, con sus horribles caras,
excitados mirando hacia ella. Ella podía escuchar el sonido de los aleros por
encima de los chasquidos y silbidos cuando las llamas se apoderaban de ellos.
Miró hacia Thaddeus.
—Siento por haberte hecho parte de todo esto —susurró él y luego cerró
los ojos. —Dispárame.
Con lágrimas en los ojos, Winnie cerró los ojos y colocó el dedo en el
gatillo.
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—N
Thaddeus y soltó el arma.
—Debes… —comenzó Thaddeus.
Pero Winnie se había vuelto y había huido,
desapareciendo en el banco de humo negro que
llenaba el vestíbulo y estaba ahora flotando hacia
las escaleras. Con la mano sobre su boca y nariz, Winnie corrió por el vestíbulo.
El aire se sentía caliente, ardiendo, cuando tocaba su cara, pelo y manos.
Tosiendo y atragantándose, fue hacia la cocina. Llamas anaranjadas danzaban
por las paredes y el techo. Mirando entre sus dedos, Winnie intentó ver a través
del intoxicante humo y las llamas. Agachada, se tambaleó por la cocina,
golpeando su muslo contra el borde de la mesa. Gritó de dolor, absorbiendo
aire negro. El humo golpeó la parte de atrás de su garganta y se sentía
abrasador. Winnie intentó toser el humo para sacarlo de sus pulmones,
lágrimas deslizándose de sus ojos y saliva colgando de su boca y nariz. Cayó
sobre sus manos y rodillas, y sintiendo como si fuera a perder la consciencia,
gateó a través del suelo de la cocina. Al otro lado de la habitación, se estiró y se
sujetó al borde del fregadero. Se paró, e intentando desesperadamente no
respirar, escaló hacia la encimera. A través de la ventana que había limpiado,
podía ver los campos extendiéndose en la parte de atrás de la casa hacia el mar.
Con la ventana viéndose como si flotara frente a sus ojos, la subió para
abrirla. Succionando una bocanada del frío aire de la noche como un pez
ahogándose, se forzó a pasar a través de la ventana. Winnie colgó boca abajo
momentáneamente, sus jeans enganchados con el cierre de la ventana. Gritando
retorció su pierna de izquierda a derecha, desesperada por liberarse antes de
que el humo y el fuego se la llevaran, o que los vampiros se dieran cuenta de
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que estaba escapando.
Al frente de la casa, Michelle oyó el grito de Winnie. Con su largo cabello
azul dispersado detrás de ella y sus afilados dientes resplandeciendo a la luz de
las llamas, corrió hacia la parte trasera de la casa. Nate miró fijamente por la
ventana a Thaddeus, quien estaba aún arrodillado en el piso. No estaba
interesado en la chica, la impostora de Frances; Claude y Michelle podrían
follársela. Nate quería a Thaddeus. El odio que sentía por el lobo quemaba tan
gloriosamente y tan caliente como las llamas que ahora se abalanzaban al frente
de la casa. Vengaría la muerte de Frances. Se lo debía a ella, a Nicodemus, pero
más importante, a sí mismo.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Nadie podría haber conocido el tormento por el que había vivido los
pasados trescientos años. Cada día y cada noche, cada segundo había sido
consumido por el pensamiento de su amada Frances compartiendo su cama, su
vida, su alma, con un licántropo. ¿Había alguien conocido el dolor que había
sentido mientras miraba a Frances desde lejos, una vez al año, mientras se
paraba sola para él en la luz de la luna? ¿Sabían la angustia que sentía al haberle
sido prohibido hablarle, abrazarla? Lo había vuelto medio-loco de celos y rabia.
Sabía que un día Thaddeus la mataría. Nate sabía en su corazón que Thaddeus
sólo la estaba manteniendo viva para torturarlo. ¿Cómo podría cualquier
hombre ser feliz, sabiendo que la persona a la que amaba, la persona por la que
daría la vida, estaba con otro?
Mientras Nate estaba entre el humo y llamas y miraba a Thaddeus sobre
sus rodillas, recordó las terribles noches en que miraba a Frances a la luz de la
luna, sabiendo que pronto volvería a la cama del licántropo, donde éste le haría
el amor. Nate se sentaría con su cabeza en sus manos como si viera las garras
del lobo acariciando su hermoso cuerpo. Podía oír a Frances gritando de placer.
Algunas noches, Nate odiaba a Frances tanto como al lobo. ¿Cómo podía
haberse enamorado de él? Pero el lobo la había engañado, la había hechizado.
Nate había oído que algunos licántropos podían hacerlo. Así que su odio hacia
Frances se evaporaría y sólo crecería más fuerte hacia el lobo. Se había
convertido en algo como un veneno en él, que hervía a través de sus venas y
oscurecía su corazón. Esta noche, al menos, Nate daría rienda suelta a esa furia
carcomiéndolo por dentro y mataría al lobo. Al menos sería capaz de llevar la
cabeza del lobo hacia su casa, escondida profundo dentro de las montañas
Carpathian y se la daría a Nicodemus. El último de los licántropos estaría
muerto. Su especie se apagaría, como la llama de una vela.
Thaddeus miró hacia el espeso y negro humo que rápidamente avanzaba
hacia él, luego hacia la ventana. Vio a Nate mirándolo, sus ojos de color rojo-
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sangre por la furia. Tendría que esperar, pensó Thaddeus. Nate podría tenerlo,
pero primero tenía que poner a Winnie a salvo. Había hecho cosas terribles para
meter a Winnie en esto y ésta había tenido razón. Había puesto la vida de ella
en peligro. Antes de morir, antes de ser enviado de vuelta al infierno donde
sabía que quizás merecía estar, quería ayudar a Winnie a escapar. Thaddeus
quería hacer esa última cosa. No porque sintiera que debía hacerlo, no porque
pensara que sería visto más favorablemente en su próxima vida —había hecho
lo suficiente como para saber que eso no ocurriría— sino porque en verdad sí
sentía algo por ella. Por más inesperados que hayan sido esos sentimientos, por
más repentinamente que hayan crecido dentro de él, esperaba que en algún
lugar dentro de ella, sintiera lo mismo. Winnie no había sido capaz de matarlo,
no más de lo que Frances sería capaz.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Volvió a mirar por la ventana a Nate y exhibiendo sus dientes y gruñendo,
Thaddeus saltó hacia el humo en busca de Winnie.
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Claude bajó la mirada hacia ella. Viendo a Winnie intentar defenderse lo
excitaba. Había anhelado que una de las mujeres pelease. La alimentación podía
ser muy dulce. El corazón de ella todavía estaría palpitando rápido mientras lo
arrancara de su pecho. El pensar en su sangre caliente bombeando en su boca lo
hacía estremecerse con placer impaciente.
De repente, él la embistió y luego se retiró otra vez, como si estuviese
bromeando con Winnie. Se lanzó hacia atrás, sacudiendo sus brazos y piernas.
Él volvió a embestir y luego retrocedió. Estaba disfrutando de ver su pánico.
Claude amaba ver el terror en sus ojos. Era hermoso.
—¡No me hagas daño! —gritó ella.
Paradise Summerland Tim O’Rourke
Él amaba oírla decir eso, porque era muy tonto. Por supuesto que iba a
hacerle daño. Iba a enseñar lo que era el dolor.
Winnie enterró sus zapatillas en el suelo y se alejó de él. Él volvió a
embestir, sus irregulares garras sólo a pulgadas de sus ojos. Entonces alguien se
unió a él. Michelle apareció repentinamente junto a Claude, como una sombra
parpadeante. Su largo cabello azul fluía detrás de ella, como una mancha de
relámpago. Con la cercanía, Winnie pudo ver que la boca de Michelle lucía
como si alguien le hubiese abierto el rostro cortándola. Sus labios se parecían a
dos rebanadas de de carne cruda. Sus negros ojos muertos la miraron.
—¿A qué estás esperando, Claude? —susurró ella—. Atrápala.
Claude no pudo resistir el sentimiento de excitación y urgencia que sentía
dentro de él por más tiempo. Así que con sus largas garras blancas
repiqueteando juntas como un conjunto de cuchillos, se bajó hasta el nivel de
Winnie.
Al ver esto, Winnie se echó hacia atrás y ambos vampiros se rieron.
Repentinamente, ella escuchó otro sonido detrás de sus chillidos de alegría. Era
un sonido de rugido. Una sombra negra salió disparado ante sus ojos. Entonces,
Claude y Michelle salieron volando hacia detrás. La sombra negra pareció
pausarse, tomar forma, delante de ella. Era Thaddeus. Él la miró, sus ojos de
brillante amarillo, su caótico cabello volando en el aire, y garras balanceándose
a sus lados.
—¿Estás bien? —le preguntó a Winnie.
—Bien —susurró ella.
Antes de que pudiera decir algo más, él estaba saltando en el aire y
golpeando a Michelle y a Claude con sus garras. Sus largas uñas curvadas
brillaron como plata mientras se deslizaban por el aire. Aulló tan alto que el
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suelo se sacudió debajo de Winnie. Levantándose en sus codos, miró con horror
mientras Thaddeus golpeaba a Claude, haciendo que ambos se espatarrasen en
el suelo. Con sus brazos musculosos siendo sólo un borrón a la luz de la Luna,
él rajó, arrancó y rasgó al vampiro chillando en agonía debajo de él. En
segundos, abrió el estómago de Claude, lanzando las negras entrañas aceitosas
al aire. Claude hizo un sonido de gárgaras como si estuviese siendo
estrangulado. Winnie se giró cuando Thaddeus metió sus garras en la garganta
del vampiro. Algo pesando hizo un ruido sordo al lado de ella. Echando un
vistazo por entre sus dedos, miró con repugnancia a un largo bloque de carne
con apariencia puntiaguda, que había aterrizado a sólo pulgadas de distancia.
Se retorcía como un gusano gigante, Winnie se levantó y corrió cuando se dio
Paradise Summerland Tim O’Rourke
cuenta de que era la lengua de Claude lo que podía ver revolcándose en el
césped.
Con el sonido de los gritos agonizantes de Claude y los aullidos a pleno
pulmón de Thaddeus en sus oídos, no oyó a Michelle corriendo detrás de ella.
No fue hasta que la vampiresa había saltado sobre sus espalda que se dio
cuenta de que Michelle había estado cargando hacia ella. Se giró cuando
Michelle hundió sus garras en sus hombros. Winnie gritó por el dolor. Las
garras de la vampiresa se sentían como diez dagas en llamas cortando su carne.
—¡Aléjate de mí, perra! —gritó Winnie, corcoveando como un burro,
desesperada por liberarse de Michelle.
Pero el agarre de la vampiresa era irrompible. Winnie se echó hacia atrás,
golpeando a Michelle, ahora bajo ella. La vampiresa chilló, retirando sus garras
mientras intentaba liberarse. Las garras siendo retiradas de su carne eran
simplemente tan dolorosas como cuando se metieron, y un rayo cegador de
dolor pasó por sus hombros y se metió en el cerebro de Winnie. En agonía, ella
rodó para ponerse sobre sus rodillas y manos, e intentó ponerse en pie. La
vampiresa sólo había estado momentáneamente estupefacta, y saltando sobre
sus pies, pateó a Winnie y la tumbó en el suelo. La barbilla de Winnie golpeó
una roca que sobresalía en el césped, y un chorro de sangre salió del corte que
hizo en su rostro. Con el aire ahora lleno del dulce aroma de la sangre, Michelle
pasó su lengua sobre sus labios aparentemente crudos y se lanzó hacia Winnie.
Ella rodó justo a tiempo para ver los colmillos de la vampiresa venir
corriendo en la oscuridad hacia ella. Lanzó sus brazos frente a su rostro, y sintió
los colmillos de Michelle hundirse en su antebrazo. El dolor, como
anteriormente, era intenso, y Winnie pensó que podría vomitar sencillamente.
Con la bilis quemando en la parte de atrás de su garganta, gritó por el dolor
mientras liberaba su brazo de las mandíbulas de Michelle. La sangre roció el
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aire, cubriendo el rostro de Winnie con su propia sangre. Con el brazo
correando un constante torrente intenso de sangre negra, ella intentó repeler a
Michelle, que embestía contra ella una y otra vez.
Gritando, intentó pelear con la vampiresa, pero Winnie sabía que era sólo
cuestión de segundos entes de que se consuma demasiado por el dolor con el
que estaba peleando. Entonces, con el horroroso rostro de Michelle
deslizándose delante de ella, pensó que vio un destello de ropa roja pasar
corriendo. Si Michelle no lo había visto, debió de haber sentido algo, porque
miró momentáneamente en dirección en la que había ido la mancha roja. Con la
cabeza de la vampiresa girada, Winnie aprovechó el momento y lanzó ambos
conjuntos de uñas dentro de los ojos de la criatura. Los globos oculares de
Michelle eran suaves y mojados bajo las uñas de Winnie. Sabiendo que era su
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última oportunidad, ella hundió sus dedos tan profundo como pudo en los ojos
de la vampiresa. Uno de ellos salió y se posó sobre la mejilla de Michelle en un
grueso caos viscoso de color blanco. Se sintió caliente mientras corrió por la
palma de Winnie y pasó por la longitud de su muñeca.
Torciendo sus espalda como un sacacorchos, la vampiresa chilló en agonía
mientras Winnie quitaba sus uñas de las cavidades de sus ojos.
—¡Estoy ciega! —gritó ella—. ¡Estoy jodidamente ciega!
—¡Y yo estoy sangrando! —le gritó tropezando sobre sus pies. Sujetando
su brazo apretadamente contra su pecho, para intentar ralentizar el chorro de
sangre que salía de los desgarros de su carne, miró a Michelle tambalearse por
ahí a ciegas.
—¡Estoy ciega! —volvió a gritar ella, su largo cabello azul volando por el
viento.
—No, estás muerta —rugió alguien desde la oscuridad.
Antes de que Winnie de verdad supiera lo que estaba pasando, Thaddeus
había salido de la oscuridad como un sabueso gigante. Con un golpe fugaz de
su garra, la cabeza de Michelle estaba dando vueltas por el aire. Su torso se
quedó donde estaba, se retorció y luego cayó. Thaddeus miró a Winnie. Su
camisa había sido desgarrada y rayas de sangre cubrían su pecho. Sus brazos
parecían tensos y él abrió y cerró sus garras.
—Sé lo que estás pensando —le gruñó a Winnie.
Ella lo miró y asintió.
—Entonces hazlo, Winnie —le ladró—. ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre! ¡Y nunca
mires atrás!
Mirándolo por última vez, chorreando sangre a la luz de la Luna, Winnie
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se giró y corrió.
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C
on la sangre del vampiro aún caliente debajo de sus largas
uñas, Thaddeus se detuvo y miró su casa en llamas a la
distancia. Había sido consumida por las llamas y parecía una
antorcha en el horizonte. Nubes de humo negro se elevaban
hasta el cielo nocturno. Sabía que se quemase o no el terreno, él nunca sería
capaz de volver allí. Su vida en Cornwall había terminado. Su vida había
terminado. Esperó, bañado por la luna. Quería que Nate lo encontrara. Él quería
que todo terminara por fin.
Entonces, silueteado por el rojo de las llamas a lo lejos, vio a Nate viniendo
por el campo hacia él. Con sus garras colgando a sus lados, respiró hondo y
esperó lo inevitable. No podía quitarse la vida. Winnie, al igual que Frances, no
había sido capaz de hacerlo bien, pero por las mismas razones, no podía estar
seguro. Eso no importaba ahora. Vio como Nate se acercaba, cada paso lento y
pausado, como si estuviera saboreando el momento.
La idea de morir ahora no le importaba. Podía matar a Nate con tanta
facilidad como había matado a los otros. ¿Cual sería el punto? Nicodemus
Word volverá pronto con su hija estando muerta, asesinada por un lobo.
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Enfurecido por el dolor y sintiéndose traicionado él sólo enviará a más, para
cazarle. Thaddeus sabía que todo se había terminado. No podía ir de un lugar a
otro, viviendo una vida en la que él tendría que estar mirando por encima de su
hombro, leer montañas de periódicos extranjeros tratando de averiguar desde
dónde vendría su enemigo. Eso no sería una vida–sería un infierno. Él podría
intentar engañarlos y ¿que es lo que conseguiría? Para su propio beneficio otra
vez, él engañaría a una joven muchacha, traería a la muchacha a su casa
poniéndola en un mortal peligro de muerte y ¿para qué? ¿Para posponer lo
inevitable por un año–otros tres o cuatro, tal vez? Ellos darían pronto con él, y
aunque se las arreglara para engañar a Winnie y conseguir que se quedase con
él todo ese tiempo, la matarían también.
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Sabía que había sentido algo por ella, aunque sea algo pequeño, pero
permitir que esos sentimientos crecieran y maduraran habría sido el acto más
egoísta de su parte. Ella habría cambiado una vida de constantes dificultades
por otra. Winnie era ahora libre, no de sus propios fantasmas, sino de los de él.
Cuando Thaddeus vio a Nate dar sus últimos pasos hacia él, y a medida
que se ponían frente a frente, Thaddeus se dejó caer de rodillas y agachó la
cabeza.
—Si verdaderamente sentías algo por Frances, hazlo rápido.—Dijo
Thaddeus—. Cuando me senté y la vi desvanecerse, ambos sabíamos que este
momento eventualmente llegaría. Ella no habría querido que yo sufriera.—
Luego metió su mano en la parte posterior de la cintura de su pantalón y sacó la
pistola con la que había intentado que Winnie lo asesinara. Mirando hacia
arriba a los negros ojos muertos de Nate, él le ofreció el arma.
Nate tomó lentamente el arma y le dio vueltas en sus manos. —Un asesino
y un cobarde —se burló—. Un verdadero Licántropo.
—No soy ninguno —susurró Thaddeus más para sí mismo que para su
verdugo.
Nate logró escucharlo y le azotó un lado de la cara con la culata de la
pistola. Thaddeus aulló de dolor, mientras su cabeza se sacudía hacia la
izquierda. Lanzando el arma en la hierba, Nate se abalanzó sobre Thaddeus y le
dijo: —He esperado trescientos años este momento. ¡Trescientos años! —Gritó y
la saliva voló de sus labios salpicando el pecho desnudo de Thaddeus. —Y cada
uno de esos días, me he atormentado volviéndome medio loco pensando en
como sería hundir mis colmillos en tu podrido corazón y sentir como aún
seguía latiendo.
—Lo que sea que pienses que le pasó a Frances, no voy a pasar mis últimos
momentos intentando convencerte de lo contrario —dijo Thaddeus con calma—
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. Nos amamos mucho más de lo que tú te puedas imaginar.
—¡Tú no tienes idea de lo que es el verdadero amor, Lobo! —gritó Nate
hacia él—. No eres más que un animal. Fui yo quien realmente amó a Frances.
Entonces, alzando lentamente su cabeza, Thaddeus miró hacia los ojos de
Nate. —Si tú realmente la hubieras amado, no le habrías pedido que estuviera
bajo la luz de la luna. La habrías liberado.
Con una rabia que palideció todo lo que había sentido antes, Nate levantó
sus garras en el aire y cortó hacia abajo. Thaddeus echó hacia atrás su cabeza,
dejando al descubierto el cuello, esperando a que las garras del vampiro
cortaran su garganta y ser libre al fin. Thaddeus no supo que fue primero, las
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salpicaduras de sangre caliente a través de su rostro, o el sonido de los disparos
de la pistola.
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¿De qué hablas? Preguntó ella, incapaz de entender por qué parecía tan
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enfadado. Entonces, mirando los destrozados restos de los vampiros, agregó
¿Están muertos, no?
Ellos están muertos –gruñó él Pero habrá otros. No pasará mucho antes
de que Nicodemus descubra qué ocurrió aquí. Igual que Nate, él vendrá tras de
mí para vengar la muerte de Frances.
Lo siento –dijo Winnie, mirando a la casa que no era nada más que un
creciente infierno.
Te había liberado ¿Por qué viniste tras de mí? –le ladró Thaddeus.
Ruby Little alzó una pálida mano en el aire y lentamente le hizo señas a
Winnie con ella.
Winnie miró de nuevo a la colina con hierba, pero Ruby Liitle se había ido.
En su lugar había un estanque de luz de luna.
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Fin...
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Moonbean #2
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Traducido, corregido y
diseñado en...
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