Ayauhcalli en Coyoacan
Ayauhcalli en Coyoacan
Ayauhcalli en Coyoacan
Archaeology 5: 197-218
Resumen
En este trabajo ofrecemos una interpretación de un conjunto arquitectónico del periodo Azteca Tardío (1400-
1520 d.C.), asociado a un cuerpo de agua ubicado en Coyoacan, en la cuenca de México. El complejo está
integrado a un sistema de captación de agua y sus particularidades constructivas nos permiten inferir que su
funcionalidad tenía un carácter religioso. La idea de su función ritual se refuerza si se tienen en cuenta las
características del contexto arqueológico, que presenta además varios entierros de adultos y niños, esculturas de
piedra y diversos objetos de cerámica. Según las fuentes históricas del siglo XVI, este tipo de edificios ubicados
a la orilla del agua eran conocidos como ayauhcalli, esto es “casa de la niebla”.
Abstract
In this article we offer an interpretation of a Late Aztec (A.D. 1400-1520) architectural complex related to
a spring, located in Coyoacan, in the Basin of Mexico. As part of a system for capturing water, the constructive
characteristics allow us to deduce that its functions had a religious nature. The idea of its ritual function is
reinforced if one considers the characteristics of the archaeological context, which presents burials of adults and
children, stone sculptures and various ceramic objects. According to sixteenth century historical sources, this type
of buildings at the border of water bodies were known under the name ayauhcalli, ‘House of the mist’.
INTRODUCCIÓN
En Mesoamérica, los ambientes acuáticos fueron importantes espacios de culto. Lugares muy
diversos como cuevas, lagos y manantiales, pero igualmente construcciones como estanques de agua,
canales, sistemas de drenaje o patios hundidos, sirvieron como umbrales para comunicarse con otro
nivel cósmico (McCafferty 2001; Brady y Ashmore 1999; Pugh 2005; Vanegas Pérez 1995; Scarborough
1998; Zepeda García Moreno 2005; López Sánchez 2012; López Austin y López Luján 2009).
En la cuenca de México hay numerosos ejemplos arqueológicos de estas actividades rituales. Tal
es el caso, por citar algunos, del Templo Mayor de Tenochtitlan (López Austin y López Luján 2009;
López Luján 1993); las estructuras hidráulicas y los objetos asociados en el bosque de Chapultepec
(Cabrera et al. 2005: 32, 33; Moreno Cabrera 2005: 49; Solís Olguín 2002: 38) o los hallazgos al sur
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y lugar de desecho de los objetos usados en rituales previos, por ejemplo, papeles u otros elementos
quemados (Rodríguez 2010: 14-16). Sin embargo, poco es lo que se sabe acerca de sus características
arquitectónicas ya que en aquellas narraciones no hay información específica al respecto y los hallazgos
arqueológicos en este sentido son escasos.
En el año 2003 se dio la oportunidad de excavar el manantial Hueytlílatl, uno de los ojos de agua
más importantes de Coyoacan (Cervantes 2007), población ubicada en la región surponiente de la
cuenca de México y que durante el Posclásico Tardío constituyó una importante cabecera política
cuyo territorio se extendía por el norte hasta Tacubaya y por el sur hasta Tlalpan, abarcando el área
montañosa del Ajusco y la Sierra de las Cruces (Figuras 1 y 2).
De acuerdo con la información disponible, desde al menos el periodo Azteca Tardío (1400-1520)1 el
citado ojo de agua formó parte de un amplio sistema hidráulico que operaba tanto a nivel local como
regional, constituyendo además un locus de actividad ritual que estuvo vigente hasta principios del
siglo XX (Rivas 2001).
Los trabajos arqueológicos aportaron información relevante acerca de esas cuestiones. En este
artículo presentamos una interpretación general de los contextos excavados, poniendo especial énfasis
en los atributos y distribución espacial de los diferentes componentes artefactuales y arquitectónicos, lo
que nos permite proponer una hipótesis acerca de la configuración y la función de este espacio sagrado.
1
Blanton et al. 1997: 142
2
Además, existen referencias de otros, de menores dimensiones, entre lo que destacan Temomuxco, Mixconco,
Coaxomulco, Chalchichihuapan, Guamazalco, Tleticuilco, Xochiquatitlan, San Lucas, Pilatenco, Huitzilatl y San
Pablo.
3
Carrasco 1996: 67-68.
4
También Durán (1984, II: 363-374) y Alvarado Tezozómoc (2001: 349-357), entre otros.
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urbanización del Pedregal de San Ángel, proceso que incidió en una sensible disminución del agua de
lluvia filtrada hacia el subsuelo.
EL MANANTIAL HUEYTLÍLATL
El manantial Hueytlílatl está ubicado en la parte central del pueblo de Los Reyes (Figura 3), entre
dos importantes canales5 que recogían las aguas filtradas por el pedregal y las conducían a la laguna
de Mexicaltzingo. Ha sido conocido con dos nombres distintos a lo largo del tiempo. En Durán (1984,
II: 370), Alvarado Tezozómoc (2001: 351) y Sahagún (2003, VIII: 636), aparece como Tlílatl (vocablo
que este último cronista traduce como “agua negra”)6, mientras que Lizardi (1954: 220) lo menciona
como Atliliquecan.7
El ojo de agua en cuestión fue tapado en la segunda mitad del siglo XX, pero con base en los
trabajos de Lizardi (1954: 222) se sabe que contaba con una tina circular construida con rocas
careadas revestidas con un aplanado de cal. La boca y el fondo tenían un diámetro de 21 m y 19.10 m
respectivamente, mientras que la profundidad máxima era de 3.40 m. Hacia el extremo septentrional de
la alberca existían dos cavidades: una muy grande, de forma rectangular que de acuerdo con el autor,
servía para facilitar la entrada del agua en época de lluvias y otra más pequeña, de forma cuadrada,
que servía de desfogue y estaba asociada con un caño que se dirigía hacia el norte.
5
Uno de ellos denominado Acolco.
6
Por su parte, Molina (1977, II: 147v) traduce tlilatl como ”hondura o abismo de agua profunda”. En el centro
de México había más espacios acuáticos que recibían el mismo nombre o alguno parecido. Por ejemplo, cerca del
cerro de Zempoala, en el límite entre el Estado de México y Morelos, existen siete lagunas, de las cuales una se
llama Tlílac (Maldonado Jiménez 2005: 105). En el Mapa de Coatlichan (1994), tres localidades se conocen como
Tlilhuacan; en la Historia Tolteca-Chichimeca (1976: 185, f28r) se menciona Tlilhua y en los Códices Indígenas
del Marquesado del Valle de Oaxaca de 1549 un glifo topónimico se lee como Ólac, “entre el agua negra”
(Maldonado Jiménez 2000: 54; Peñafiel 1885: 155). Según Peñafiel (1885: 155), “la mancha negra significa el
color del olin”. Otra imagen que posiblemente representa un hueytlílatl se encuentra en el Mapa de las Conquistas
Chichimecas o Mapa de Cuauhtinchan No 1, en la sección inferior derecha (A9), donde se observa un templo
asociado a un flujo de agua que circunda un gran círculo pintado de negro (Yoneda 1991: 116).
Esto nos lleva al simbolismo del nombre Hueytlílatl, cuyo posible equivalente en la escritura maya corresponde
a los signos T95 86: 522v, un “agujero negro” dentro de un contexto acuático mitológico (Stuart y Houston 1994:
71). Schele y Mathews (1998: 45) también ofrecen una explicación interesante: “There were several kinds of
portals called by different names.[…] there was also a more abstract form that depicted cenotes, caves, and
other openings into the earth. This portal was the EK’Waynal, the “Black Transformation Place”, or the “Black
Dreaming Place”.
El recinto sagrado de Tenochtitlan contaba con un Tlilapan, ”Lugar del Agua Negra”, un cuerpo de agua
donde se bañaban los ofrendadores del fuego -de Tlilan, ”Tierra de la Negrura”- (Sahagún 2003, II: 249; Códice
Florentino, traducción de López Austin 1965: 81). Por otra parte, en el calmécac de Tlillan estaban los sacerdotes
de la diosa principal Cihuacóatl (López Austin 1965: 80, 81). Durán (1984, I: 125, 126) cuenta que el templo de
la diosa era oscurísimo, sin ventanas y, muy significativo, era el espacio donde guardaron las imágenes de los
montes que el día de su fiesta fueron sacrificadas en los cerros y las cuevas. Para Broda, el templo Tlillan imitaba
una cueva oscura (1991: 475; también Manzanilla 1999: 76; Durán 1984, I: 126).
La lectura de Anders et al. (1993: 192, 194) del templo a la diosa Cihuacóatl del Códice Borgia 29 combina
varios temas en un campo semántico significativo para nuestro caso: “Sobre el fundamento sagrado que es
Cihuacóatl, se ha marcado una rueda negra de conjuros, negra como una pelota de hule, como un espejo de
obsidiana, como un hoyo profundo en la tierra”. En realidad, según los autores se trata del cuerpo mismo de la
diosa.
7
Además de las fuentes citadas, Horn (1997: 239), refiere que uno de los Tlaxilacalli del pueblo de Los Reyes
recibía el nombre “Hueytlilac”, palabra con la que hoy en día se conoce al manantial.
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Figura 3. Localización del manantial Hueytlílatl dentro del pueblo de Los Reyes, Coyoacan (Cervantes 2007).
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Figura 4. Planta general de las construcciones y entierros humanos registrados en el manantial Hueytlílatl
(Cervantes 2007).
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A nivel arquitectónico, destacan tres estructuras (Figura 4). La más reciente es la alberca circular
descrita por Lizardi (1954: 222) y que, de acuerdo con los resultados de los estudios arqueológicos,
fue construida durante el periodo Colonial Temprano (Cervantes 2007). De todas las edificaciones
registradas, ésta es la única con un claro sentido hidráulico, pues fue manufacturada con el fin de
concentrar el agua del manantial.
Los demás dos edificios se localizan hacia el borde oriente del anterior (Figuras 4 y 6). Ambos están
parcialmente superpuestos y fueron construidos en diferentes momentos del periodo Azteca Tardío
(Figura 5). La edificación más antigua (estructura 2) desplanta de los depósitos naturales del manantial.
Su forma original y dimensiones precisas son desconocidas, puesto que una sección se halla cubierta
por la estructura 1, mientras que la otra fue destruida casi hasta sus cimientos cuando se construyó la
tina circular histórica. Sin embargo, pudo haberse tratado de un basamento de planta cuadrangular, con
una longitud de alrededor de 7 m en su eje norte-sur. Además, hay evidencias claras de que tenía dos
cuerpos escalonados. En los rellenos asociados con esta construcción se recuperaron algunos objetos
cerámicos del complejo Azteca III Temprano8.
La estructura 1 cubrió la parte oriental del edificio anterior. Para su construcción el terreno fue
elevado alrededor de 1.5 m, por medio de un relleno de tierra. Se trata de un basamento escalonado
con dos cuerpos y de planta aparentemente cuadrangular9, con al menos dos etapas constructivas. Mide
7.90 m de longitud en su eje noreste-suroeste, tiene una altura máxima de 1.54 m y su orientación
general es de 285° (paramento sur). El frente del edificio miraba hacia el noroeste, en dirección al
manantial, y conservaba tres peldaños de su escalinata, elaborados con sillares de andesita (Figuras 4
y 6). La parte superior de la estructura estaba cubierta con un piso de estuco. Los muros laterales norte
y sur del basamento también presentaban una capa de aplanado blanco.
Cabe hacer notar que en la primera etapa constructiva del edificio se encontraron los cimientos de
los muros de lo que parece haber sido un cuarto con el acceso ubicado frente a las escaleras. Justo
al exterior del umbral se registró una cavidad circular en el piso con restos de hollín en su alrededor,
donde probablemente estaba empotrada una escultura o un brasero (Figura 7).
La estructura 1 tenía asociados nueve entierros humanos (Figura 4), cuatro adultos masculinos y
cinco infantes (tres masculinos, un femenino y uno sin determinar). Dos adultos estaban colocados bajo
los muros de la construcción, cercanos a donde debieron de estar las esquinas frontales, mientras que
los siete restantes estaban agrupados frente al muro sur. Todos los objetos cerámicos que acompañaban
a los entierros, así como los fragmentos de alfarería recuperados en los rellenos internos y externos de
la construcción pertenecen al complejo Azteca III Tardío10.
8
No existe un fechamiento certero para el complejo cerámico Azteca III Temprano pero, en términos generales,
corresponde a la primera mitad del periodo Azteca Tardío.
9
El edificio no fue excavado por completo.
10
El complejo cerámico Azteca III Tardío puede fecharse para la segunda mitad del periodo Azteca Tardío.
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Cabe hacer notar que la única información arqueológica previa a los trabajos del INAH fue obtenida
por Lizardi (1954: 231-232), quien reporta que en 1948 se hallaron varias esculturas de piedra en el
interior del manantial cuando se realizaban tareas de limpieza.
Figura 6. Vista general de los edificios del manantial Hueytlílatl. Al centro, la estructura 1
(Cervantes 2007) (Foto: Juan Cervantes, DSA-INAH).
En la Cuenca de México se han reportado este tipo de edificios en sitios ocupados durante el periodo
Posclásico. En el centro urbano de Culhuacan, Vanegas Pérez (1995: 78-93) excavó un manantial
ubicado en la esquina sureste de un estanque colonial anexo a un antiguo convento agustino. En el
borde este del venero se hallaron restos de dos grandes braseros de barro, asociados a una plataforma
escalonada, lo que le permitió concluir que se trataba de un “Templo-manantial dedicado a Tláloc y
las deidades asociadas al agua, la fertilidad, la agricultura y los mantenimientos” (Vanegas Pérez 1995:
86, 87, 248-251).
Además, dentro del manantial, “en asociación a los últimos estratos de sedimentos lacustres,
[…] aparece un curioso contexto de deposición secundario”, en el que destacan, entre las piezas
y tiestos de cerámica colonial temprana, algunas figurillas cristianas y una “especie de sirena” en
terracota. En un nivel más profundo se encontró una escultura de “basalto gris-rojizo”, identificada
como Chicomecóatl. Además, se desenterró una cantidad considerable de materiales prehispánicos, en
su mayoría del Posclásico Medio y Tardío, como vasijas de cerámica de todo tipo; “urnas y braseros
de soporte cónico con efigie de Tláloc”; cuentas de jadeíta; sahumadores, figurillas moldeadas y
modeladas (masculinas, algunas de guerreros ataviados; “deidades femeninas del grupo de Tláloc”);
copas pulqueras; malacates; navajas y lascas de obsidiana; raspadores de pizarra; manos de metate,
molcajetes y un conjunto de fragmentos de cuarzo de amatista, etc.
Aparte de estas manifestaciones dentro de los centros ceremoniales urbanos, hay evidencias
arqueológicas de arquitectura religiosa del culto al agua en los bosques y los cerros. Por ejemplo, en
1880 Désiré Charnay (1981: 290) organizó una expedición a los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl,
en busca de “antigüedades”. Alrededor de un estanque llamado Nahuálac, se exhumaron en cuatro
días cerca de ochocientas piezas; “los dioses Tláloc se repitieron sin cesar”. En el centro de dicho
estanque se levanta un adoratorio cuadrangular de 10.50 m x 6 m –llamado tetzacualco (Durán 1984,
I: 83)−, cuya forma es típica de estos sitios elevados (Iwaniszewski 1986: 263; Lorenzo 1957: 20).11 En
temporada de lluvias, el estanque se inunda debido a los flujos de los manantiales cercanos y el edificio
queda dentro del espejo de agua. De acuerdo con Iwaniszewski (1986: 256), las vasijas excavadas por
Charnay se ubican dentro de la tradición Mazapa (1000-1150 d.C). Es importante señalar que los sitios
como el descrito “funcionaron como centros ceremoniales, quizás como ayauhcalli” (Iwaniszewski
1986: 261, 263).
Los testimonios históricos complementan la información arqueológica. Alvarado Tezozómoc
(1975: 231) refiere que a principios de su colonización, los mexicas:
…fueron alargando y ensanchando el sitio del águila desde junto á la quebrada y ojo de agua
hondable, […] y luego hicieron una hermita pequeña toda de carrizo y tule de el Quetzalcóatl, junto
al tunal del águila y ojo de agua, por no tener adobes.
Además, sabemos por Motolinía (2001: 86) que adoraban deidades cerca del agua, muchas veces
en la cercanía de las fuentes donde construían sus altares con escaleras; y en las más renombradas
colocaban alrededor del manantial cuatro altares en forma de cruz. En estos altares y sobre el agua
ponían copal, papel y flores. Agrega el fraile que “algunos devotos del agua se sacrificaban allí”. Este
plan arquitectónico es muy similar al templo de Tláloc mencionado en la Historia de los mexicanos por
sus pinturas (2011: 29), que consistía en un patio central con espacios en una distribución cuádruple,
todos con sus tinas de agua, cada tina con sus propias características.12
11
“Sitios secundarios cuentan con estructuras simples […] o carecen de estructuras de piedra” (Iwaniszewski
2008: 44).
12
Véase también López Austin (2000:178-180): Esta cuadruplicidad o quintuplicidad de Tláloc se conoce también
como el dios Napatecuhtli, “el señor de los cuatro lugares”.
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Figura 8. Almena con forma de jarra Tláloc, procedente del manantial (Foto: Victor Manuel Torres M. Colección
bajo resguardo de la Comisión de Festejos del Pueblo de Los Reyes, Coyoacan, A. C.).
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Chimalpáhin (1991: 99), por su parte, narra cómo los olmecas y otros grupos de Chalco, al llegar
a su pozo elegido “adoraron a esta agua, […] y le construyeron una casa dentro de la cual quedó la
fuente”. Encima del manantial se construyó un adoratorio que se llamaba chalchiuhmomozco, “altar
de la diosa Chalchiuh[tlicue]”. Era el hogar de los “brujos llovedizos que podían provocar a voluntad
la lluvia” y “viajaban en el interior de las nubes para ir a comer gente” (Chimalpáhin 1965: 77; 1991:
89). Los totolimpanecas lo denominaban “el patio de la niebla, en el patio de las flores” (Chimalpáhin
1991: 91).
Conocemos varios edificios de Tenochtitlan con nombres específicamente referidos al agua. Sahagún
(2003, II: 249-256) menciona al menos cuatro inmuebles vinculados con un ojo de agua: Tlilapan era
una fuente, “como alberque”, donde los sacerdotes se bañaban; en la fuente de Tezcaapan, se bañaban
los penitentes, mientras el agua de Cooaapan pertenecía al sacerdote del templo Coatlan. Del Tozpálatl
se tomaba agua para beber durante la fiesta de Huitzilopochtli. Aparte de estas denominaciones
particulares, había espacios a la orilla del agua (o encima de los cerros) que se mencionan con el
término genérico de ayauhcalli. Durán (1984, I: 166) traduce esa palabra como “la casa de descanso y
sombra de los dioses”, pero una traducción más literal es “casa de la niebla” (Sahagún 2003, II: 168;
López Austin 2000: 180). Se trataba de edificios que posiblemente representaban la morada mítica de
los tlaloque en el Tlalocan (Garibay, en Sahagún 1956, tomo IV, vocabulario: 324; Broda 1971: 272).
Otros nombres de los centros sagrados revelan una relación con el agua, como Atempan, “en la
rivera”, o Aticpac, “sobre el agua”, donde sacrificaron y desollaron a Aticpaccalquicíhuatl, “mujer
de la casa sobre el agua” (López Austin 1965: 94, 100, Graulich 1999: 97, 138).13 En el templo de
Atlauhco, “lugar del pantano o precipicio”, sacrificaron a Atlauhco Cihuacóatl, “mujer serpiente del
lugar de la poza” (Graulich 1999: 97, 138; Sahagún 2003, II: 255).
En el ayauhcalli del cerro Poyauhtla sacrificaban a un niño en el mes de Atlcahualo (Sahagún 2003,
II: 145).14 El Mapa de los linderos del agua15 muestra a Poyauhtlan y representa “unas construcciones,
posiblemente templos, al oriente del Tepetzinco” (Valle 2000: 62, lám 11), el lugar que Espejo y
Barlow (1944: 242) justamente identifican como Ayauhcaltítlan. Durante Etzalcualiztli, algunos
sacerdotes imitaban aves lacustres en el agua, en un conjunto arquitectónico de cuatro casas, con
nombres simbólicos que aluden al agua: el lugar de culebras, el lugar de mosquitos, el lugar de patos
y el lugar de juncias (Sahagún 2003, II: 168). Después de haber matado a personificadores de los
tlaloque, sus corazones, las ofrendas de papel, las plumas y las piedras preciosas fueron tiradas en
el Aóztoc, una cueva o sumidero en el lago, encerrada con las estacas de madera para las banderas
goteadas con hule.16
Otra veintena importante en honor a los dioses terrestres y acuáticos era la fiesta de los cerros,
Tepeílhuitl (Sahagún 2003, II: 202). Además del sacrificio de esclavos, los ritos principales consistían
en la elaboración de pequeños cerros, hechos de una masa de maíz y amaranto. Durante la vigilia de
la fiesta los materiales constructivos de los montecitos eran llevados a las fuentes, donde se lavaban y
13
El nombre de una diosa poco conocida es Atícpac calqui cíhuatl, “la mujer que habita en Atícpac” (López
Austin y García Quintana, en Sahagún, 2002: 1246).
14
La asociación con el ámbito acuático se repite en la descripción del templo Poyauhtla, ubicado dentro del
recinto sagrado de México-Tenochtitlan, cuyos sacerdotes principales se llamaban Tótec tlamacazqui y Tlalocan
tlenamácac (Sahagún 2003, II: 248).
15
También conocido como el mapa de Derechos de pesca de Tlatelolco (Espejo y Barlow 1944: lám. 4).
16
En la lámina de los Primeros Memoriales (1974: lám 2) que corresponde a este mes, se ve en la esquina
inferior izquierda un templo asociado a una figura en el agua. Según Broda (1971: 294), se trata de un sacerdote
transgresor del ayuno; mientras Jiménez Moreno (en Primeros Memoriales 1974: 35) opina que el personaje está
acostado sobre el tule.
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Figura 9. Detalle del Plano parcial de la ciudad de México donde se aprecia un templo encima de un ojo de agua.
“Reproducción Autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. CONACULTA, INAH. México”.
consagraban las réplicas que exactamente un año después estarían depositadas en el mismo lugar. El
mismo rito se efectuaba al terminar la fiesta de Atemoztli, cuando decapitaban a los cerritos (tepictoton)
con el tzotzopaztli (instrumento que se usaba para tejer); los quemaban y llevaban las cenizas y los
utensilios de la fiesta (los petates de juncos y los utensilios para servir el alimento) de nuevo al
ayauhcalco (Sahagún 2003, II: 135, 203, 233). Por otra parte, en estos oratorios los comerciantes
bañaban a los esclavos a medianoche antes de ser sacrificados durante Panquetzaliztli, el mes dedicado
a la celebración de Huitzilopochtli (Sahagún 2003, II: 210; Graulich 1999: 197):
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Los que se bañaban llevaban cuatro puntas de maguey cada uno, y antes que se bañasen cortábanse
las orejas y con la sangre que salía ensangrentaban las puntas de maguey: la una echaban en el agua,
la otra hincaban a la orilla del agua, otras dos ofrecían al ídolo que estaba en aquel oratorio de
ayauhcalco (Sahagún 2003, II: 210).
Aunque no queda muy claro, es probable que los esclavos y los sacrificantes ejecutaran actos de
autosacrificio, un rito regular y ferviente de los sacerdotes:
en las partes que hay manantiales y ojos de agua y cuevas de agua, sean guardadas como la de
nuestra madre que llaman ayauhcalco (que está ahora allí el repartidero de zacate y labrado encima
y cegado está la ermita de Santo Tomas Apóstol), que en estas y otras partes hacen su penitencia y
sacrificio los sacerdotes (Alvarado Tezozómoc 2001: 365).
Además, en la cita anterior la sacralidad del lugar se confirma con la construcción de una capilla
cristiana en el mismo lugar. Mazzetto (2012: 274) se pregunta acertadamente si todos los espacios
donde los sacerdotes se bañaban pueden ser llamados ayauhcalli.
Por último, dentro del acervo pictográfico disponemos de varias imágenes que combinan algún
edificio de tipo religioso con contenedores de agua.17 Sin embargo, hay que aclarar que no siempre es
posible definir si se trata de un depósito natural o hecho por el hombre. En el folio 7v de la Historia
Tolteca-Chichimeca (1976) está representado un templo en Cholula, que de acuerdo con McCafferty
(2001: 286) fue construido encima de un cerro y un manantial y que hoy día ha sido reemplazado por
una iglesia católica: “A modern shrine on the east side of the Pyramid covers a deep well leading down
to the spring, which is still a prominent feature of the symbolic landscape”.18
Otro documento que llama la atención es el Plano parcial de la ciudad de México, elaborado
a mitad del siglo XVI, que representa la parte septentrional de la antigua ciudad de Tenochtitlan.19
17
Véase, entre otros ejemplos, el Códice Nuttall (1992: láms 10r, 22r y 33r) y el Códice Vindobonensis (1993:
lám 16).
18
El cerro de Cholula se conocía con el término Tlachihualtépetl, “cerro hecho a mano”, (Durán 1984, I: 166;
Historia Tolteca Chichimeca 1976: 150).
19
Este plano es conocido también como Plano en papel de maguey. Castañeda de la Paz (2008: 393) prefiere
hablar del Plano parcial de la ciudad de México. Una de las razones es que el documento no está hecho de fibra
de maguey sino de papel amate. El plano está resguardado en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia
de la ciudad de México bajo la clasificación 35-3.
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En la parte noroeste del plano está plasmado un templo prehispánico al costado este de un manantial
pintado como un círculo en azul y negro, los típicos colores para el agua en la pictografía del Altiplano
Central. En caracteres latinos se menciona “un ojo de agua”, al lado de un personaje que posiblemente
representa un sacerdote (Figura 9). El edificio posee tres almenas en el techo que a nuestro juicio
simbolizan jarras Tláloc (Figura 10).20 En el mismo plano aparecen dos templos más con las mismas
almenas, aunque no están vinculados con un manantial. Estos templos indígenas tienen sus accesos
hacia el poniente (González Aragón, 1993: 47, lám 4.20, Ec1, Gc1, Hc2).
20
Según González Aragón (1993: 48) estos elementos representan “espejos humeantes de color azul turquesa
dedicados a Xiuh Tezcatlipoca”. Sin embargo, existen elementos que sustentan nuestra proposición. Las almenas
están pintadas de color azul con elementos rojos y ostentan las tres partes básicas de las jarras Tláloc: una base
cilíndrica, en medio un cuerpo principal con el rostro de la deidad (aunque en la pictografía éste no es visible) y
encima el típico tocado en cono truncado. Las volutas salientes a ambos lados de la jarra pueden ser nubes (Beyer
1965: 188) o humo.
21
La medida corresponde al área de la parte inferior del espacio delimitado por la alberca circular novohispana.
La zona de captación de época azteca pudo haber sido más amplia y tener una configuración específica distinta
(Cervantes 2007).
22
A este respecto, es importante anotar que un estimado hipotético del tamaño del edificio más temprano
(estructura 2) parece indicar que la zona de captación del manantial era en aquel momento más pequeña.
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de un ayauhcalli delAzteca Tardío...
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Respecto a la función de las estructuras descritas, consideramos que son restos de templos dedicados
al culto al agua, es decir, ayauhcalli. En el caso de la estructura 1 (que es la mejor conservada), esa
idea se ve reforzada por sus características arquitectónicas, en particular la presencia de un cuarto
en la parte superior, como ya hemos comentado. Además, hay que tomar en cuenta las ofrendas
asociadas, entre las que destacan los nueve entierros humanos de los que hemos hablado más arriba
(Figura 4). En términos generales, puede afirmarse que su ubicación está relacionada con el culto a las
deidades acuáticas, aunque dos pueden ser entendidos como parte de un rito de construcción, ya que
se encuentran debajo de los cimientos, muy cerca de las esquinas frontales del ayauhcalli.
Los edificios en cuestión formaban parte de un espacio ceremonial que involucraba la zona de
captación de agua. En esta última, la actividad ritual es testimoniada por varias vasijas dispersas
dentro de las capas de formación natural y que fueron arrojadas al interior23, así como por el conjunto
de esculturas recuperadas a mediados del siglo XX, que aparentemente proceden del mismo sector
que las piezas de alfarería.
Hay que señalar que en dicha colección de esculturas, además de dos estatuas de la deidad del agua
Chalchiutlicue, hay ocho representaciones de cabezas Tláloc (Figura 8), las cuales son relevantes en
nuestra discusión pues además de que representan jarras de agua, se considera que funcionaban como
elementos arquitectónicos, en forma de almenas (López Austin y López Luján 2009: 396; Carrizosa
Montfort y Aguirre Molina 2003; González López 2011: 112).
Las piezas del manantial Hueytlílatl (Figura 8) fueron elaboradas en roca volcánica24. Tienen el
rostro de frente en posición vertical y su actitud es estática. Presentan las típicas cejas entrelazadas
a la altura de la nariz y las bandas circulares alrededor de los ojos; llevan la bigotera y los colmillos
pronunciados. Se completan con un moño de papel de forma cuadrangular con líneas incisas plegadas,
denominado amacuexpalli (González López 2011: 100). En la parte inferior del moño se integran dos
orejeras de forma cuadrada, o amanacochtli (González López 2011: 113), con un colgante saliendo
desde el centro. Su tocado tiene forma cilíndrica o de cono truncado, con dos bandas horizontales que
delimitan un área llena de elementos rectangulares verticales que representan plumas de la garza,
aztatzontli, una marca distintiva de la deidad de la lluvia (Seler 1993: 227; Broda 1971: 264; González
López 2011: 99).
Objetos semejantes han sido encontrados en los altos del cerro Ajusco (Altamira 1972: 30; Montero
2004: 143) y en el área de los manantiales de Chapultepec (Moreno Cabrera 2005: 49; Solís Olguín
2002: 38), pero la mayoría de los conocidos procede del centro ceremonial de Tenochtitlan (Carrizosa
Montfort y Aguirre Molina 2003; El imperio azteca 2005: 36; López Austin y López Luján 2009: 606,
lámina 49). Aunque existen variantes estilísticas en la talla, en términos generales todos tienen una
silueta similar, con un soporte cónico o de pedestal que de acuerdo con Carrizosa Montfort y Aguirre
Molina (2003: 270, 304), les otorgaba firmeza al ser colocadas encima de edificios menores. Además
su aspecto formal indicaba la función de la construcción.
De este modo, con base en la hipótesis respecto a la función de estas esculturas como almenas,
consideramos que las 8 jarras Tláloc del manantial Hueytlílatl formaron parte de la decoración del
techo de alguna de las etapas constructivas del ayauhcalli, el cual tendría un aspecto similar al del
templo representado en el Plano parcial de la ciudad de México. Además, dado el sitio donde se
dice que fueron halladas, es factible que estas esculturas hayan sido arrojadas al interior del espejo
23
En el capítulo dedicado a la diosa del agua Chalchiutlicue, Durán (1984, I: 174) describe como “echaban
cantarillos, ollejas, platillos, escudillas de barro y muñecas de barro en los arroyos y fuentes las paridas y los
enfermos y mil juguetes de cuentecillas”
24
La muestra obtenida de una de ellas fue analizada por el Dr. Antonio Flores Díaz (2012: 4), quien determinó
que se trataba de una roca de tipo andesítico.
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de agua como parte de un acto ritual, ya sea después de retirarlas de la construcción debido a una
remodelación o bien como parte de un evento de destrucción relacionado con el final de un ciclo
temporal importante.25
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25
Evidencias del enterramiento de almenas arquitectónicas han sido registradas en Tenochtitlan (Barrera
Rodríguez y López Arenas 2008). Por otro lado, la destrucción de objetos al final de ciclos temporales fue una
actividad común en Mesoamérica. Cervantes de Salazar (1985: 50) reporta cómo “los teupixques o sacerdotes de
los templos decían y afirmaban que al fin de aquel año habían de venir los dioses a matarlos y comerlos a todos,
y así, en el día postrero deste año, echaban los ídolos por las sierras abaxo en los ríos, y lo mismo hacían con las
vigas y piedras que para edificar sus casas tenían”.
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