Sentencia C 821 de 2005

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Sentencia de Constitucionalidad nº 821/05 de Corte


Constitucional, 9 de Agosto de 2005

Ponente: Av-Jar

Fecha de Resolución: 9 de Agosto de 2005

Emisor: Corte Constitucional

Expediente: D-5666

Decision: Concedida

Id. vLex VLEX-43623719

Link: https://app.vlex.com/#vid/-43623719

Resumen

Ley 25 de 1992 articulo 6 numeral 1, modificatorio del numeral 1 del articulo 154 del codigo civil.
Causales de divorcio. Relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges.
Inexistencia de cosa juzgada respecto de la expresión acusada y alcance de la decisión
adoptada por la corte en la sentencia c-660 de 2000. La familia y sus distintas formas de
constitución en el ordenamiento jurídico vigente. El matrimonio y la union marital de hecho
diferencias existentes. El matrimonio y su disolución. La obligación de fidelidad. Facultad
legislativa para regular lo referente a la disolución del matrimonio y para establecer las causales
de divorcio. Constitucionalidad de la medida legislativa acusada. Exequible

Texto

Contenidos
I. ANTECEDENTES
II. TEXTO DE LA NORMA ACUSADA
III. FUNDAMENTOS DE LA DEMANDA
IV. INTERVENCIONES
V. CONCEPTO DE LA PROCURADURÍA GENERAL DE LA NACION
VI. CONSIDERACIONES Y FUNDAMENTOS
VII. DECISIÓN

Sentencia citada en: 80 sentencias, 12 artículos doctrinales


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Sentencia C-821/05

COSA JUZGADA CONSTITUCIONAL-No configuración

FAMILIA-Concepto/FAMILIA-Origen

FAMILIA EN LA CONSTITUCION POLITICA VIGENTE-Institución básica e imprescindible de


toda organización social

FAMILIA-Instrumentos internacionales que consagran la protección

FAMILIA-Régimen constitucional

FAMILIA-Aspectos en que se manifiesta la protección especial

MATRIMONIO Y UNION MARITAL DE HECHO-Diferencias

FAMILIA-Constitución por vínculos naturales o jurídicos

MATRIMONIO-Consentimiento

MATRIMONIO-Características

CONTRATO MATRIMONIAL-Efectos personales

CONTRATO MATRIMONIAL-Efectos patrimoniales

MATRIMONIO-Disolución

DIVORCIO-Causales subjetivas o debidas/DIVORCIO-Causales objetivas o no debidas

MATRIMONIO-No intervención estatal en la imposición de la convivencia

MATRIMONIO-Contrato de tracto sucesivo

DIVORCIO-Causal de relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges no afecta


la dignidad, igualdad, intimidad y libre desarrollo de la personalidad

No considera la Corte que el legislador haya contrariado la Constitución Política al establecer


como causal de divorcio ''Las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges''.
La fidelidad, es considerada uno de los pilares fundamentales sobre los que se edifica y
consolida la estructura del matrimonio. No puede afirmarse, como lo hace el actor, que la
disposición acusada afecta la institución familiar, el principio de dignidad y los derechos a la
igualdad, intimidad y libre desarrollo de la personalidad. Por el contrario, según ha quedado
visto, el objetivo de la norma es precisamente la protección del bien jurídico de la familia y los
principios y derechos invocados en cabeza de los cónyuges. De acuerdo con la naturaleza
jurídica del matrimonio, la infidelidad deteriora la relación afectiva y es causa de la inestabilidad
familiar, razón por la cual, a través de la causal de divorcio invocada, se busca proteger esos
intereses jurídicos. Si bien la causal de divorcio acusada impone una limitación a los derechos
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al libre desarrollo a la personalidad y autonomía de la voluntad, en cuanto puede conllevar una


restricción a la libertad sexual de los cónyuges, la misma resulta constitucionalmente legítima si
se considera, que deviene de un compromiso adquirido por los cónyuges en forma libre y
voluntaria, y que su objetivo es tutelar un bien jurídico de interés general -la institución familiar- y
proteger derechos de terceros -los del cónyuge afectado. Finalmente, descarta la Corte que la
medida acusada resulte discriminatoria por el hecho de limitar su ámbito de aplicación al
matrimonio y no extenderse a la unión marital de hecho. Aun cuando la Carta Política legitima
los distintos origines que puede tener la familia, dicho estatuto no esta reconociendo al
matrimonio y a la unión marital de hecho como instituciones equivalentes, amparadas por una
misma situación jurídica frente a sus efectos y características.

Referencia: expediente D-5666

Demanda de inconstitucionalidad contra el numeral 1º del artículo 6° de la Ley 25 de 1992,


modificatorio del numeral 1º del artículo 154 del Código Civil.

Demandante: G.A.U.F.

Magistrado Ponente:

Dr. R.E. GIL

Bogotá, D.C., nueve (9) de agosto de dos mil cinco (2005).

La Sala Plena de la Corte Constitucional, en cumplimiento de sus atribuciones constitucionales


y de los requisitos y trámites establecidos en el Decreto 2067 de 1991, ha proferido la siguiente

SENTENCIA

I. ANTECEDENTES
En ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad, el ciudadano G.A.U.F. presentó
demanda de inconstitucionalidad contra el numeral 1º del artículo 6 de la Ley 25 de 1992,
modificatorio del numeral 1º del artículo 154 del Código Civil colombiano, "Por la cual se
desarrollan los incisos 9,10, 11, 12 y 13 del articulo 42 de la Constitución Política'', por
considerar que el mismo vulnera los artículos 1º, 5, 13, 16, 18, 21, 42 y 94 de la
Constitución Política.

El Magistrado Sustanciador, mediante Auto del 14 de febrero de 2005, admitió la demanda,


dispuso su fijación en lista, y simultáneamente, corrió traslado al P. General de la Nación para lo
de su competencia. En la misma providencia, ordenó comunicar la demanda al Presidente del
Congreso de la República, al Ministro del Interior y la Justicia, al Defensor del Pueblo, a la
Directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, al Director de la Academia Colombiana
de Jurisprudencia y a los Decanos de algunas Facultades de Derecho, para que intervinieran en
el proceso si lo consideraban conveniente.

Una vez cumplidos los trámites previstos en el artículo 242 de la Constitución Nacional y en el
Decreto 2067 de 1991, la Corte Constitucional procede a decidir acerca de la demanda en
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referencia.

II. TEXTO DE LA NORMA ACUSADA


A continuación se transcribe el artículo acusado, conforme a su publicación en el Diario Oficial
número 40.693, subrayando y resaltando el aparte normativo demandado:

''Ley 25 de 1992

(Diciembre 17)

"Por la cual se desarrollan los incisos 9,10, 11, 12 y 13 del articulo 42 de la


Constitución Política''

Artículo 6: El artículo 154 del Código Civil, modificado por la Ley Primera de 1976, quedará así:

Son causales de divorcio:

1. - Las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges.

III. FUNDAMENTOS DE LA DEMANDA


Conforme ya se mencionó, en el presente caso el actor solicita a la Corte que declare
inexequible el numeral 1º del artículo 6º de la Ley 25 de 1992, modificatorio del artículo 154 del
Código Civil, el cual consagra como una de las causales de divorcio ''las relaciones sexuales
extramatrimoniales de uno de los cónyuges''. A juicio del acusador, dicha causal de divorcio
resulta violatoria de los artículos 1º, 4, 13, 16, 18, 21, 42 y 94 de la Constitución Política, por las
siguientes razones:

1. Afecta el principio de dignidad humana consagrado en el artículo 1º de la Constitución,


puesto que restringe la autodisposición de la sexualidad de la persona. En su sentir, las
decisiones relacionadas con la moralidad sexual competen de manera exclusiva al
individuo, quien debe ejercerla libre y responsablemente. Por ello, la limitación a la
libertad sexual que se deriva de considerar como causal de divorcio el hecho de que uno
de los cónyuges tenga relaciones sexuales extramatrimoniales, restringe la dignidad de
las personas que se unen en matrimonio.

Luego de citar la definición del matrimonio contenida en el artículo 113 del Código Civil, el
actor resalta que a través de dicho contrato solemne ''(...) se adquieren deberes civiles,
pero no por esa razón se debe entender enajenada la persona en sus derechos; para ello,
debe interpretarse como persona todo ese conjunto de valores y derechos intrínsecos en la
misma, como lo es la sexualidad entre otros (...)''.

2. Viola el artículo 5 de la Constitución, en concreto, el reconocimiento de la primacía de los


derechos inalienables de la persona, puesto que el derecho a la ''sexualidad libre de
ataduras'' no puede restringirse con ocasión de una vinculación contractual de matrimonio.

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A su juicio, la inalienabilidad de los derechos implica que éstos sigan siendo privativos,
exclusivos y propios de cada uno de los cónyuges, aún pesar de haber contraído
matrimonio.

3. Estima que la norma es discriminatoria y contraria al principio de igualdad (C.P. art. 13), ya
que la inexistencia de dicha restricción en la institución de la unión marital de hecho está
desincentivando la formación de las familias bajo el vínculo matrimonial. Mientras los
cónyuges ven restringida su libertad sexual a raíz del compromiso contractual, los
compañeros permanentes no se ven sujetos a la misma limitación, y por ello ''(...) es que
hoy en día son más las parejas `concubinas', que las unidas mediante matrimonio, las
parejas prefieren seguir siendo libres y no someterse a esa privación de que trata la causal
de divorcio acusada.'' Además resalta que, como consecuencia de lo anterior, los otros
compromisos sustancialmente importantes en la pareja y la familia -como el socorro, la
ayuda mutua y el respeto- están también desapareciendo.

Sobre este punto, el actor alude al caso de los hijos producto de las relaciones sexuales
extramatrimoniales, a quienes a su juicio se les continúa discriminando
consuetudinariamente por no haber nacido en el seno de una familia de origen
matrimonial.

4. Desconoce el derecho al libre desarrollo de la personalidad consagrado en el artículo 16


de la Constitución, pues la libertad sexual está incluida dentro de este derecho, y el
ordenamiento jurídico no puede favorecer la pérdida de tal garantía instituyendo como
causal de divorcio el que uno de los cónyuges haya sostenido relaciones
extramatrimoniales. Para el actor, esta percepción de los deberes derivados del vínculo
matrimonial proviene de la moral cristiana, influencia de la cual debe librarse el
ordenamiento jurídico colombiano para hacer prevalecer el derecho a escoger un proyecto
de buen vivir.

5. Afecta el derecho a la libertad de conciencia establecido en el artículo 18 de la


Carta Política, a través del cual se respeta la referencia que cada individuo tiene ''(...) de lo
bueno y lo malo en las elecciones morales, al igual que a la satisfacción que sigue a la
acción considerada como buena y a la insatisfacción y remordimiento que resulta de una
conducta que se considera mala'', toda vez que, la vigencia de la causal acusada está
''tácitamente'' proclamando la inmoralidad de las relaciones sexuales extramatrimoniales,
pues establece una conducta que contradice la conciencia del individuo.

6. Igualmente, es violatoria del derecho a la honra consagrado en el artículo 21 de la


Constitución. El accionante resalta los calificativos peyorativos con los que se suelen
agredir a los cónyuges que son infieles, los cuales se generan ''por una causal de divorcio
pretérita y llena de prejuicios sociales''.

7. Vulnera el artículo 42 de la Constitución, pues la disposición no ampara a la familia como


núcleo fundamental de la sociedad, por ser causante de una gran cantidad de divorcios
que afectan a los ex esposos y, en particular, a los hijos. Según el accionante, la norma
acusada da lugar a la toma de decisiones apresuradas por parte de los cónyuges e
infringe daños en la institución familiar. Aunado a lo anterior, esta causal de divorcio está
desincentivando los vínculos matrimoniales y fomentando las uniones de hecho, situación
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que perjudica gravemente la institución de la familia.

8. Finalmente, en la demanda se solicita la inexequibilidad de la primera causal de divorcio


señalada en el artículo 6º de la Ley 25 de 1992 por que, a juicio del actor, niega de plano
los derechos inherentes del padre o la madre que tienen relaciones sexuales
extramatrimoniales, así como los del hijo fruto de esas relaciones. El hecho de que la
existencia de una relación extramatrimonial se pueda invocar como legítima causal de
divorcio, sume al hijo extramatrimonial en una imposibilidad de disfrutar del cariño y la
protección de sus padres y en una situación de desprecio y subvaloración. Por ello reitera
que ''(...) mientras la disposición acusada siga vigente en nuestro ordenamiento jurídico,
todos esos calificativos seguirán rampantes.''

IV. INTERVENCIONES
1. Intervención del Ministerio del Interior y de Justicia

El Director del Ordenamiento Jurídico del Ministerio del Interior y de Justicia defendió la
constitucionalidad de la expresión ''las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de
los cónyuges'' contenida en el numeral 1º del artículo 6º de la Ley 25 de 1992.

Para comenzar, el funcionario consideró que la concepción desde la cual se presenta la


demanda desconoce que el matrimonio comporta un vínculo jurídico que genera derechos
y obligaciones entre los cónyuges. Dentro de esos deberes se encuentra la fidelidad, que
supone no tener relaciones sexuales extramatrimoniales.

Para el interviniente, el establecimiento de esta causal de divorcio por parte del legislador
es completamente razonable, pues supone que el cónyuge ultrajado opte por solicitar la
culminación de los efectos jurídicos del matrimonio y por volver a iniciar su vida lejos de
una persona que desconoció las obligaciones contraídas, traicionando su confianza. Por
ello advierte que declarar inexequible esta disposición tendría como consecuencia la
aceptación de una conducta irrespetuosa y el desconocimiento de derechos como el
autorespeto y el libre desarrollo de la personalidad del cónyuge ofendido.

Con respecto a la presunta violación del derecho a la igualdad debido a que la causal
acusada no está consagrada para las uniones maritales de hecho, el interviniente recordó
que precisamente la diferencia entre el matrimonio y la unión de hecho es que en el
primero se contrae un vínculo jurídico, del cual nacen obligaciones como la fidelidad,
mientras que en el segundo no se adquiere jurídicamente tal deber.

2. Intervención del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar

La Directora General del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar intervino en el


proceso solicitando que se declare exequible la norma demandada.

Para la funcionaria, los fines perseguidos por el matrimonio sólo se alcanzan en la medida
en que los cónyuges cumplan con los deberes familiares de respeto, cohabitación y
fidelidad. Contrario a lo sostenido por el demandante, para la interviniente es fundamental

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la causal de divorcio acusada pues pretende proteger a la familia como institución básica
de la sociedad, de conformidad con los artículo 5 y 44 de la Constitución y con la
jurisprudencia constitucional.

Tampoco comparte el argumento del actor referente a la disminución de las relaciones


sexuales por el hecho de existir un vínculo jurídico pues, a su juicio, las relaciones de
pareja deben estar basadas en la igualdad de derechos y de obligaciones entre los
cónyuges, quienes son merecedores de un respeto recíproco.

3. Intervención de la Defensoría del Pueblo

La Defensora para Asuntos Constitucional y Legales de la Defensoría del Pueblo intervino


en el proceso para defender la exequibilidad de la disposición demandada.

Inicialmente, le solicita a la Corte que se declare inhibida para conocer y decidir sobre la
presente demanda por ineptitud sustancial de la misma. De acuerdo con su exposición, el
demandante no presenta clara y adecuadamente las razones jurídicas para establecer que
el texto demandado es violatorio de la Constitución Política.

A pesar de lo anterior, la representante de la Defensoría del Pueblo también se pronuncia


sobre la exequibilidad de la expresión controvertida. En primer lugar resalta que, salvo las
causales de divorcio expresadas en los numerales 8 y 9 del artículo 154 del Código Civil
La causal 8 corresponde a ''La separación de cuerpos, judicial o de hecho, que haya
perdurado por más de dos años''. Por su parte la causal 9 se refiere a ''El consentimiento
de ambos cónyuges manifestado ante juez competente y reconocido por éste mediante
sentencia''., todas las demás causales tienen como propósito otorgar a los cónyuges la
posibilidad de terminar el vínculo por razones que atañen directamente a la vida de
relación y a problemas del comportamiento humano que impiden el normal desarrollo de la
vida en pareja.

En segundo lugar, considera que si bien la causal demandada establece efectivamente


una limitación al derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad, ella está
permitida teniendo en consideración que no existen derechos fundamentales absolutos, y
que el ejercicio de los mismos debe enmarcarse dentro de los parámetros que permitan su
realización armónica con los derechos de los demás individuos.

En tercer lugar, la interviniente señala que pese a la limitación del derecho al libre
desarrollo de la personalidad, sigue estando dentro de la esfera volitiva del individuo la
decisión de tener o acceder a esta clase de relaciones extramatrimoniales y también la de
consentir, facilitar o perdonar las mismas. En este punto, se remite a la sentencia C-
660 de 2000 en la cual la Corte declaró la inconstitucionalidad de un aparte de la misma
norma que hoy es objeto de estudio, en la que se excluía la posibilidad de invocar la
causal de divorcio en aquellos casos en los que el demandante hubiese consentido,
facilitado o perdonado tal relación, puesto que tales manifestaciones no podían verse
como una muestra de culpa o dolo que con el tiempo enervara la posibilidad del cónyuge
ofendido de solicitar el divorcio.

En cuarto lugar, la interviniente sostiene que la causal de divorcio demandada no impone


restricciones a la ''autodisposición de la sexualidad del individuo'', ya que por el hecho del
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restricciones a la ''autodisposición de la sexualidad del individuo'', ya que por el hecho del
matrimonio no se merma su dignidad ni su capacidad de decisión frente a su sexualidad.
Considera que, por el contrario, la norma cuestionada permite que de forma responsable el
cónyuge que haya sido infiel asuma las consecuencias de dicho acto y sus efectos
jurídicos establecidos por el legislador. Por esto finalmente señala que corresponde a los
cónyuges definir si las relaciones extramatrimoniales consumadas afectan o no su órbita
personal y familiar, a tal punto que decida llevar ante una instancia judicial la demanda de
divorcio bajo la causal primera del artículo 154 del Código Civil, sin otra intervención que
su juicio y su conciencia.

4. Intervención del Decano de la Facultad de Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra


Señora del Rosario.

El Decano de la Facultad de Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del


Rosario señala que la norma acusada se ajusta a los contenidos de la Carta Política. A
esta conclusión arriba el interviniente al considerar que la fidelidad es un efecto
fundamental del matrimonio, pues no se trata sólo de una imposición legal como lo
presenta el demandante, sino de un comportamiento natural de la defensa de lo propio.
Por ello no encuentra fácil encontrar individuos absolutamente indiferentes ante el traslado
del afecto del ser amado hacia otros sujetos.

El interviniente también considera que fue la Constitución Política de 1991 la que trazó el
camino al legislador para que éste tomara todas las medidas requeridas para preservar la
unión familiar, constituyéndose la protección de la fidelidad en una de esas medidas que
coadyuva la estabilidad familiar. Luego resulta lógico pensar que la causal de divorcio
demandada se encuentre dentro del ordenamiento jurídico colombiano.

Con respecto a la consideración realizada por el demandante en el sentido de que sólo en


el matrimonio se presenta el fenómeno de la terminación por infidelidad, mientras que tal
situación no ocurre en las uniones maritales de hecho, el interviniente considera que esa
afirmación no es cierta, pues también en este tipo de relaciones se presupone la fidelidad
y la infracción a este deber ocasiona la ruptura de hecho de la relación. Así las cosas, no
puede tacharse al legislador de ser el promotor del fracaso del vínculo matrimonial, toda
vez que no es la consagración legal de la infidelidad la circunstancia que perjudica a la
familia, sino el hecho de faltar al deber de fidelidad por parte de alguno de los cónyuges.

En lo que se refiere al argumento del demandante cuando sostiene que la consagración


de la causal acusada lleva a la toma apresurada de decisiones por parte del cónyuge
ofendido, el interviniente considera que el legislador previó tal situación y diseñó un
proceso que da la espera suficiente para una recapacitación del ofendido, exigiendo una
audiencia de conciliación especial en la que precisamente el juez debe procurar la
reconciliación de los cónyuges.

Con respecto a la presunta violación del derecho al libre desarrollo de la personalidad,


señala que la autonomía de la voluntad no es para nada absoluta e irrestricta, y en
general, cualquier disposición limita el precitado derecho. Sin embargo, considera que
pese a que la conformación de una familia es también una limitación al libre desarrollo de
la personalidad, tal sacrificio supone también ventajas que son promovidas y protegidas
constitucionalmente.
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5. Intervención de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia

El profesor L.E.M.M. intervino en el proceso de la referencia en representación de la


Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, solicitando la declaratoria
de exequibilidad de la disposición acusada.

De entrada, el profesor de la Universidad Nacional aclara que no existe cosa juzgada


constitucional sobre la norma que es ahora objeto de juicio de constitucionalidad, porque
en la Sentencia C-660 de 2000 la Corte se pronunció exclusivamente sobre la salvedad
desprendida del consentimiento, el perdón o la facilitación de las relaciones adúlteras por
parte del otro cónyuge.

Para el interviniente, de acuerdo con el concepto actual de la moral pública las relaciones
sexuales extramatrimoniales no están avaladas constitucionalmente. Un proyecto de vida
que tome como fundamento la libertad sexual absoluta es completamente contrario a la
Constitución y al espíritu de la misma, pues ella le ordena al Estado defender el vínculo
familiar.

Por otro lado, hace referencia de nuevo al argumento señalado por otros intervinientes en
el proceso referente a que en el sistema colombiano no existen derechos absolutos y que
los derechos a la libertad personal, al libre desarrollo de la personalidad o a la libertad de
conciencia no se violan cuando un cónyuge sostiene relaciones sexuales
extramatrimoniales; por el contrario, sostener ese tipo de relaciones es una manifestación
del ejercicio de las libertades personales. Lo que no puede pretender el cónyuge infiel es
que se protejan sus derechos impidiéndole al cónyuge ofendido solicitar la extinción del
vínculo matrimonial, pues tal situación sí comportaría una violación a las garantías
individuales de este último.

Finalmente, con respecto a la presunta violación del derecho a la honra por el trato
peyorativo hacia los cónyuges infieles, el interviniente considera que toda sanción, por el
hecho de serlo, tiene un contenido reparatorio de la situación ilícita en que se ha puesto al
ofendido. Advierte que existe una reserva documental en estos procesos, que deben ser
conducidos con el mayor sigilo por parte de los jueces.

6. Intervención de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.

La profesora I.D.M. del Departamento de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de la


Universidad Externado de Colombia intervino en el proceso para defender la
constitucionalidad de la norma demandada.

Inicialmente la profesora D.M. considera que el accionante no logra explicar


adecuadamente de qué manera la obligación de fidelidad consagrada en el artículo 176
del Código Civil pueda llegar a generar un irrespeto a la dignidad humana. Contrario a lo
afirmado por el demandante, considera que las limitaciones a la libertad sexual han sido
establecidas precisamente para mantener la armonía y la unidad de la institución familiar,
sin que se pueda considerar que tales limitaciones resulten violatorias de los derechos de
la persona. La interviniente sostiene que la moralidad sexual en el matrimonio es una
obligación de ambos cónyuges y que resulta lesivo para el esposo(a) ofendido que

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socialmente se acepten las relaciones sexuales extramatrimoniales en un sistema jurídico


que tiene en la monogamia una de sus bases fundamentales.

Considera que es equivocada la afirmación del accionante en relación con que es posible
la infidelidad en las uniones maritales de hecho. Para la profesora, si bien es cierto que en
estas uniones sólo se generan efectos patrimoniales y no personales, en todo caso tienen
como requisito que no coexistan otras relaciones similares -con convivencia de vida
permanente que lógicamente implican relaciones sexuales-, pues de lo contrario no se
producen los efectos patrimoniales.

Aduce que las libertades personales no se vulneran con la consagración de causal


demandada, pues ésta es acorde con el deber de fidelidad que surge del matrimonio, el
cual es aceptado voluntariamente por los cónyuges al momento de celebrar dicho contrato.

La interviniente termina refiriéndose a la presunta discriminación de los hijos habidos fuera


del matrimonio. Señala que desde el punto de vista jurídico, tal discriminación es
inexistente pues se han eliminado todas las disposiciones que les distinguían
injustamente de los hijos matrimoniales. Sin embargo, considera que efectivamente
existen normas en el ordenamiento jurídico que, sin desconocer derechos fundamentales,
protegen la institución familiar de origen matrimonial y en concreto la obligación de la
fidelidad. Tal es el caso del artículo 214 del Código Civil en el que se plantea la
presunción legal de la paternidad de los hijos habidos en el matrimonio, partiendo del
supuesto de la cohabitación y la fidelidad de la pareja.

V. CONCEPTO DE LA PROCURADURÍA
GENERAL DE LA NACION
El P. General de la Nación, en el concepto de rigor, solicitó a la Corte Constitucional declarar
exequible el numeral 1º del artículo 154 del Código Civil.

Luego de analizar el marco constitucional de las instituciones de la familia, el matrimonio y la


unión marital de hecho, el P. defendió la constitucionalidad de la norma acusada, mediante la
cual se establece como causal de divorcio ''las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno
de los cónyuges''.

El Ministerio Público considera que no es suficiente para legitimar las limitaciones a los
derechos fundamentales el referirse a que ningún derecho fundamental es absoluto. Para el P.
los derechos no sólo no son absolutos sino que se muestran ''resistentes'', lo cual equivale a
señalar que la fundamentalidad es una escala que admite distintos grados, los cuales se
determinan de acuerdo con las medidas de reconocimiento y protección previstas en cada
ordenamiento jurídico. Por ende la tarea del legislador es precisamente justificar la
razonabilidad y proporcionalidad de un límite a un derecho, respetando siempre su contenido
esencial.

Para el P., la disposición acusada no obliga a ninguno de los cónyuges a solicitar el divorcio ni
a invocar dicha causal. La ley se limita a facultar al esposo ofendido para que solicite el divorcio
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si considera que las relaciones sexuales extramatrimoniales del infiel le resulten inaceptables
dentro de su órbita personal, porque lesionan su dignidad o porque impiden el normal desarrollo
de la vida familiar.

Sostiene que al Estado le compete la responsabilidad de amparar la familia como institución


básica de la sociedad, garantizando su protección integral. A su juicio, el desarrollo de los
derechos fundamentales no puede ser contrario a los límites fundamentales del propio sistema,
es decir, a la moralidad básica que se encuentra en la Constitución. La escogencia de la opción
de vida no puede ser entendida como un mecanismo para eludir obligaciones sociales, pues tal
situación comporta un abuso de los propios derechos.

Finalmente, el P. considera que tampoco se viola el derecho a la igualdad por el hecho de que
la norma se aplique únicamente a las parejas constituidas mediante el vínculo jurídico del
matrimonio. Aunque las uniones maritales de hecho también son objeto de protección integral
en cuanto conforman una familia, ello no obsta para que el legislador esté obligado a efectuar
una misma regulación legal para una institución jurídica diferente.

VI. CONSIDERACIONES Y FUNDAMENTOS


1. Competencia.

Por dirigirse la demanda contra un precepto normativo que hace parte de una ley de la
República (numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992), la Corte Constitucional es
competente para decidir sobre su constitucionalidad, según lo prescribe el artículo 241-4
de la Constitución Política.

2. Problema jurídico.

2.1. Conforme se mencionó en el acápite de antecedentes, la presente demanda se


formula contra el numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992, modificatorio del
numeral 1° del artículo 154 del Código Civil, el cual consagra como una de las causales
de divorcio ''[l]as relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges''.

2.2. En relación con el precitado artículo, el demandante solicita a la Corte que declare su
inexequibilidad, pues considera que consagrar como causal de divorcio ''[l]as relaciones
sexuales extramatrimoniales'', conlleva una restricción indebida a la libertad sexual del
cónyuge infiel, proscrita por la Constitución Política. Según el actor, el ataque impetrado
por la norma acusada a la autodisposición de la sexualidad de quienes contraen
matrimonio, no extensiva a la unión marital de hecho, atenta contra la dignidad humana
(C.P. art. 1°) y la familia como institución básica de la sociedad (C.P. art. 42), así como
también vulnera los derechos de igualdad ante la ley (C.P. art. 13), libre desarrollo de la
personalidad (C.P. art. 16), libertad de conciencia (C.P. art. 18), honra (C.P. art. 21) y
demás derechos inalienables del cónyuge infiel (C.P. art. 5°).

2.3. Tanto los distintos intervinientes como el Ministerio Público, se apartan de la


acusación formulada en la demanda y recomiendan a la Corte que proceda a declarar la
exequibilidad de la norma impugnada. Coinciden en señalar que establecer como causal

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de divorcio ''[l]as relaciones sexuales extramatrimoniales'', en nada desconoce los


mandatos constitucionales citados por el actor, ya que se trata de una medida razonable y
proporcional, a través de la cual se busca proteger el bien jurídico de la familia y las
obligaciones sociales derivadas del matrimonio, sin que la opción de vida de uno de los
cónyuges, el infiel, pueda anteponerse sobre la del otro, toda vez que ello conllevaría un
abuso en el ejercicio de los derechos propios.

2.4. Teniendo en cuenta los planteamientos anteriores, en esta oportunidad le corresponde


a la Corte determinar si es inconstitucional la medida legislativa que establece como
causal de divorcio el que uno de los cónyuges haya mantenido ''relaciones sexuales
extramatrimoniales''. En particular, debe definir la Corte si, por su intermedio, se afecta a la
familia como institución básica de la sociedad y se violan los derechos inalienables del
cónyuge infiel a la dignidad humana, a la igualdad, al libre desarrollo de la personalidad, a
la libertad de conciencia y a la honra.

Para efectos de resolver el problema jurídico planteado, la Corte considera necesario


hacer referencia a los siguientes temas: (i) la familia y sus distintas formas de constitución,
(ii) la diferencia existente entre el matrimonio y la unión marital de hecho, (iii) el matrimonio
en la legislación colombiana y (iv) la competencia legislativa para regular el tema de la
disolución del matrimonio y para fijar las causales de divorcio, (v) finalmente, a la luz de
las consideraciones expuestas, se hará el análisis de constitucionalidad de la norma
acusada.

3. A. previa: inexistencia de cosa juzgada respecto de la expresión acusada y alcance de la


decisión adoptada por la Corte en la Sentencia C-660 de 2000.

3.1. La norma acusada, el numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992, modificatorio


del numeral 1° del artículo 154 del Código Civil, en su versión original estaba integrado
por dos proposiciones jurídicas que si bien se referían a un mismo contenido temático, la
incidencia de las relaciones sexuales extramatrimoniales en la disolución del vínculo, en
realidad regulaban distintos aspectos de éste. Así, en el primero de sus contenidos
normativos, el precepto consagraba ''las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de
los cónyuges'' como una de las causales de divorcio, mientras que en el segundo, excluía
la posibilidad de invocar dicha causal, en los casos en que las relaciones sexuales
extramatrimoniales hubieran sido consentidas, facilitadas o perdonadas por el cónyuge
inocente; exclusión que a su vez aparecía representada por la expresión: ''salvo que el
demandante las haya consentido, facilitado o perdonado''.

En esos términos, para el momento de la expedición de la Ley 25 de 1992, la preceptiva


acusada era del siguiente tenor literal:

ARTICULO 6o. El artículo 154 del Código Civil, modificado por la Ley Primera de 1976,
quedará así:

Son causales de divorcio:

1. Las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges, salvo que el


demandante las haya consentido, facilitado o perdonado. (N. y subrayas fuera de texto).

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3.2. Como lo mencionan el demandante y algunos de los intervinientes, el tema tratado por
la norma en cita ya había sido objeto de análisis por parte de la Corte Constitucional en la
Sentencia C-660 de 2000 (M.P.A.T.G., con ocasión de una demanda de
inconstitucionalidad formulada contra la segunda de sus proposiciones jurídicas, es decir,
contra la expresión ''salvo que el demandante las haya consentido, facilitado o
perdonado'', la cual fue declarada inexequible y, consecuencia de ello, retirada del
ordenamiento jurídico.

En dicho fallo, si bien la Corte se refirió al tema de las relaciones sexuales


extramatrimoniales como causal de divorcio, el pronunciamiento se circunscribió única y
exclusivamente a la expresión demandada, sin que la Corporación hubiere considerado
necesario e imprescindible extender los alcances del fallo a la proposición jurídica no
acusada. Con ese criterio, en la parte resolutiva de la Sentencia C-660 de 2000, se
dispuso:

''Declarar INEXEQUIBLE la expresión ''salvo que el demandante las haya consentido


facilitado o perdonado'' que hace parte del numeral 1° del artículo 6° de la ley 25 de1992
modificatorio del numeral 1° del artículo 154 del Código Civil.''

3.3. De acuerdo con ello, a partir de la decisión adoptada por esta Corporación en la
Sentencia C-660 de 2000, el texto del numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992,
modificatorio del numeral 1° del artículo 154 del Código Civil, sufrió un cambio sustancial
en su contenido normativo, en cuanto quedó reducido a la proposición jurídica que
establece como causal de divorcio: ''las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de
los cónyuges''. En consecuencia, después del pronunciamiento de inconstitucionalidad, la
norma acusada dispone lo siguiente:

''ARTICULO 6o. El artículo 154 del Código Civil, modificado por la Ley Primera de 1976,
quedará así:

Son causales de divorcio:

1. Las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges.'' (N. y subrayas fuera
de texto).

3.4. En cuanto la acusación que en esta oportunidad convoca la atención de la Corte se


dirige exclusivamente contra la mencionada causal de divorcio -no sometida a juicio de
inconstitucionalidad-, no opera en este caso el fenómeno de la cosa juzgada
constitucional, pues como ya se mencionó, la Sentencia C-660 de 2000 limitó los efectos
de su decisión a la proposición jurídica demandada en esa oportunidad y declarada
inexequible.

3.5. No obstante lo anterior, aclara la Corte que las consideraciones vertidas en la


Sentencia C-660 de 2000, referidas al tema de las relaciones sexuales extramatrimoniales
como causal de divorcio, serán tenidas en cuenta en el presente juicio para respaldar la
decisión que debe tomarse en torno a la mencionada causal.

1. La Familia y sus distintas formas de constitución en el ordenamiento jurídico vigente.

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4.1. En pronunciamiento anterior, esta Corporación definió la familia ''como aquella


comunidad de personas emparentadas entre sí por vínculos naturales o jurídicos, que
funda su existencia en el amor, el respeto y la solidaridad, y que se caracteriza por la
unidad de vida o de destino que liga íntimamente a sus miembros o integrantes mas
próximos'' Sentencia C-271 de 2003, M.P.R.E.G... En el mismo fallo se precisó que la
familia, entendida como vínculo natural, tiene su origen en la unión afectiva que surge
entre un hombre y una mujer, mientras que como institución jurídica su fuente de formación
es el matrimonio, siendo éste el mecanismo a través del cual la unión es sancionada por el
régimen legal.

4.2. Amparada en la doctrina especializada, también la jurisprudencia constitucional ha


señalado que el surgimiento de la familia se remonta a la propia existencia de la especie
humana, razón por la cual se constituye en ''la expresión primera y fundamental de la
naturaleza social del hombre'' Sentencia T-278/94, M.P.H.H.V.. Bajo esta concepción, la
familia es considerada un ''presupuesto de existencia y legitimidad de la organización
socio-política del Estado, lo que entraña para éste la responsabilidad prioritaria de
prestarle su mayor atención y cuidado en aras de preservar la estructura familiar, ya que
`[e]s la comunidad entera la que se beneficia de las virtudes que se cultivan y afirman en el
interior de la célula familiar y es también la que sufre grave daño a raíz de los vicios y
desordenes que allí tengan origen' Sentencia ibídem.''

4.3. En Colombia, la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 no acogió la propuesta


formulada por el Gobierno de asignarle a la familia un alcance puramente asistencial y se
decidió, en cambio, por reconocerle el carácter de pilar fundamental dentro de la
organización estatal, asociándola con la primacía de los derechos inalienables de la
persona humana y elevando a canon constitucional aquellos mandatos que propugnan por
su preservación, respeto y amparo. De este modo, la actual Carta Política quedó alineada
con la concepción universal que define la familia como una institución básica e
imprescindible de toda organización social, la cual debe ser objeto de protección especial.

4.4. En efecto, el derecho internacional, en las declaraciones, pactos y convenciones


sobre derechos humanos, civiles, sociales y culturales, se refiere a la familia como ''el
elemento natural y fundamental de la sociedad'' y le asigna a los estados y a la sociedad la
responsabilidad de protegerla y asistirla. Tal consideración aparece contenida, entre otros
instrumentos internacionales, en la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 16),
en el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y políticos (art. 23), en el Pacto
Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (art. 10°) y en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos -Pacto de San José de Costa Rica- (art.
17); los cuales se encuentran incorporados a nuestro derecho interno por haber sido
suscritos, aprobados y ratificados por el Estado colombiano.

4.5. Bajo ese entendido, en nuestro país el régimen constitucional de la familia quedó
definido: (i) en el artículo 5° de la Carta, que eleva a la categoría de principio fundamental
del Estado la protección de la familia como institución básica de la sociedad; (ii) en el
artículo 13, en cuanto dispone que todas las personas nacen libres e iguales y que el
origen familiar no puede ser factor de discriminación; (iii) en el artículo 15, al reconocer el
derecho de las personas a su intimidad familiar e imponerle al Estado el deber de
respetarlo y hacerlo respetar; (iv) en el artículo 28, que garantiza el derecho de la familia a
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no ser molestada, salvo que medie mandamiento escrito de autoridad competente con las
formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley; (v) en el artículo 33, en
cuanto consagra la garantía fundamental de la no incriminación familiar, al señalar que
nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o contra su cónyuge, compañero
permanente o parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad, segundo de afinidad o
primero civil; (vi) en el artículo 43, al imponerle al Estado la obligación de apoyar de
manera especial a la mujer cabeza de familia; (vii) en el artículo 44, que eleva a la
categoría de derecho fundamental de los niños el tener una familia y no ser separado de
ella; y (viii) en el artículo 45, en la medida en que reconoce a los adolescentes el derecho
a la protección y a la formación integral.

4.6. En concordancia con ello, el artículo 42 de la Constitución consagró a la familia como


el ''núcleo fundamental de la sociedad'', precisando que la misma puede constituirse por
vínculos naturales o jurídicos, esto es, ''por la decisión libre de un hombre y una mujer de
contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla''. Ello permite advertir
que en el orden constitucional vigente, no se reconocen privilegios en favor de un tipo
determinado de familia, sino que se legitima la diversidad de vínculos o de formas que
puedan darle origen. Así, tanto la familia constituida por vínculos jurídicos, es decir, la que
procede del matrimonio, como la familia que se constituye por vínculos naturales, es decir,
la que se forma por fuera del matrimonio o en unión libre, se encuentran en el mismo plano
de igualdad y son objeto de reconocimiento jurídico y político, de manera que las personas
tienen plena libertad para optar por una o otra forma de constitución de la institución
familiar.

4.7. Conforme con el alcance reconocido a la familia, el propio artículo 42 le asigna a la


sociedad y al Estado el deber de garantizar su protección integral, al tiempo que le asigna
a la ley la función de regular, por una parte, las formas del matrimonio, la edad y capacidad
para contraerlo, los deberes y derechos de los cónyuges, su separación y la disolución del
vínculo; y por la otra, lo referente a los efectos civiles de los matrimonios religiosos y de las
sentencias dictadas por las autoridades religiosas que declaren su nulidad, así como
también lo relacionado con la cesación de los efectos civiles de todos los matrimonios a
través del divorcio.

4.8. La protección integral de que es objeto la institución familiar, cualquiera que sea la
forma que ella adopte, es recogida y prodigada por la propia Constitución mediante la
implementación de un sistema de garantías, cuyo propósito es reconocer su importancia
en el contexto del actual Estado Social de Derecho y hacer realidad los fines esenciales
de la institución familiar, entre los que se destacan: la vida en común, la ayuda mutua, la
procreación y el sostenimiento y educación de los hijos. Tal como lo ha destacado esta
Corporación, Cfr. La Sentencia C-289 de 2000, M.P.A.B.C.. ese ámbito de protección
especial se manifiesta, entre otros aspectos, (i) en el reconocimiento a la inviolabilidad de
la honra, dignidad e intimidad de la familia; (ii) en el imperativo de fundar las relaciones
familiares en la igualdad de derechos y obligaciones de la pareja y en respeto entre todos
sus integrantes; (iii) en la necesidad de preservar la armonía y unidad de la familia,
sancionando cualquier forma de violencia que se considere destructiva de la misma; (iv)
en el reconocimiento de iguales derechos y obligaciones para los hijos,
independientemente de cuál sea su origen familiar; (v) en el derecho de la pareja a decidir
libre y responsablemente el número de hijos que desea tener; y (vi) en la asistencia y
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libre y responsablemente el número de hijos que desea tener; y (vi) en la asistencia y
protección que en el seno familiar se debe a los hijos para garantizar su desarrollo integral
y el goce pleno de sus derechos.

5. El matrimonio y la unión marital de hecho. Diferencias existentes.

5.1. Ahora bien, independientemente al hecho de que la Constitución Política legitime los
distintos orígenes que puede tener la familia, el Estatuto Superior no considera el
matrimonio y la unión marital de hecho como instituciones equivalentes, cobijadas por una
misma situación jurídica en cuanto a sus efectos y características. Así lo ha reconocido
esta Corporación en innumerables pronunciamientos, en los que ha manifestado que el
artículo 42 de la Carta, al distinguir entre las distintas formas de constituir la familia -por
vínculos naturales o jurídicos- y fijar parámetros especiales de regulación para el
matrimonio, reconoce diferencias entre éste y la unión libre o unión marital de hecho.

A este respecto, en la Sentencia C-595 de 1996, la Corte explicó que la Constitución


''consagra inequívocamente dos formas de constituir una familia: por vínculos naturales o
por vínculos jurídicos. La primera forma corresponde a `la voluntad responsable de
conformarla'. Aquí no hay un vínculo jurídico en el establecimiento de una familia. La
segunda corresponde a `la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer
matrimonio': aquí el vínculo jurídico es el contrato de matrimonio'' Sentencia C-
595 de 1996, M.P.J.A.M... Dicha ''clasificación no implica discriminación alguna: significa
únicamente que la propia Constitución ha reconocido el diverso origen que puede tener la
familia'' Sentencia Ibídem..

Igualmente, en las Sentencias C-239 de 1994 y C-174 de 1996, la Corporación se refirió a


los contenidos normativos del artículo 42 Superior que establecen parámetros específicos
de regulación para la institución del matrimonio y que no son predicables de la unión
marital de hecho, en los siguientes términos:

''El noveno inciso del artículo mencionado, determina que `Las formas del matrimonio, la
edad y capacidad para contraerlo, los deberes y derecho de los cónyuges, su separación y
la disolución del vínculo se rigen por la ley civil'. Nada semejante se prevé en relación con
la unión marital de hecho, precisamente por ser unión libre. (Sentencia C-239 de 1994,
M.P.J.A.M..

Según el inciso décimo, `Los matrimonios religiosos tendrán efectos civiles en los términos
que establezca la ley'. Obsérvese que la atribución de efectos civiles a los matrimonios
religiosos, no está sometida a lo que disponga la respectiva religión. No: esos efectos se
dan `en los términos que establezca la ley'. Y esta norma es aplicable sólo al matrimonio.

De conformidad con el inciso décimo primero, del mismo artículo 42, `Los efectos civiles de
todo matrimonio cesarán por divorcio con arreglo a la ley civil'. Esta es otra norma sólo
aplicable al matrimonio, que nada tiene que ver con la unión marital de hecho.

Y lo mismo puede decirse del inciso décimo segundo, según el cual `También tendrán
efectos civiles las sentencias de nulidad de los matrimonios religiosos dictadas por las
autoridades de la respectiva religión, en los términos que establezca la ley'. Si bien en el
plano puramente teórico podría pensarse en la nulidad de la unión marital de hecho, por

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ejemplo, por la fuerza que uno de los compañeros ejerciera sobre el otro para iniciar o
mantener tal unión, es claro que una autoridad religiosa no sería la llamada a decidir sobre
tales hechos, por sentencia que produjera efectos civiles. (Sentencia C-174 de 1996,
M.P.J.A.M.)''. (Subrayas fuera de texto).

5.2. Asimismo, a partir de las características y efectos atribuidos al matrimonio, en la


Sentencia C-533 de 2000 se precisó que el carácter más relevante de éste es que surge
del consentimiento que deben otorgar los cónyuges, del cuál a su vez emanan
obligaciones como la fidelidad mutua, que le son exigibles a cada uno respecto del otro y
que únicamente terminan con la disolución del matrimonio ya sea por divorcio o muerte. El
consentimiento, cuyo principio formal es precisamente el vínculo jurídico, es considerado
un requisito de existencia y validez del matrimonio (Código Civil art. 115), siendo también
causa de las obligaciones conyugales, por lo que se requiere obtener la declaración
judicial de divorcio para que se entienda extinguido y opere su disolución.

En contraposición a lo anterior, se destacó en el citado fallo que el consentimiento, como


generador de derechos y obligaciones, no es predicable en el caso de la unión marital, ya
que ésta se produce por el sólo hecho de la convivencia, sin que surja un compromiso
formal en el contexto de la vida en común de los compañeros permanente que imponga el
cumplimiento de obligaciones mutuas, siendo éstos completamente libres de continuarla o
terminarla en cualquier momento.

Sobre el punto, se expresó en el citado fallo:

Las diferencias son muchas, pero una de ellas es esencial y la constituye el


consentimiento que dan los cónyuges en el matrimonio al hecho de que la unión que entre
ellos surge sea una unión jurídica, es decir una unión que en lo sucesivo tenga el carácter
de deuda recíproca. La unión que emana del consentimiento otorgado por ambos
cónyuges, hace nacer entre ellos una serie de obligaciones que no es del caso analizar
ahora detalladamente, las cuales son exigibles por cada uno de ellos respecto del otro, y
que no terminan sino por la disolución del matrimonio por divorcio o muerte o por su
declaración de nulidad. Entre ellas, las más relevantes son las que se refieren a la
comunidad de vida y a la fidelidad mutua. Algunas de las obligaciones derivadas de este
vínculo jurídico comprometen a los cónyuges incluso después del divorcio, como las que
conciernen a la obligación alimentaria a favor del cónyuge inocente. Cfr. Código Civil
artículo 411 numeral 4°.

Así, este consentimiento respecto de un vínculo que es jurídico, es lo que resulta esencial
al matrimonio. Por lo tanto, sin consentimiento no hay matrimonio y el principio formal del
mismo es el vínculo jurídico. En este sentido el artículo 115 del Código Civil expresa que
`(E)l contrato de matrimonio se constituye y perfecciona por el libre y mutuo consentimiento
de los contrayentes...'. El matrimonio no es pues la mera comunidad de vida que surge del
pacto conyugal; Ésta es el desarrollo vital del matrimonio, pero no es lo esencial en él. La
esencia del matrimonio es la unión jurídica producida por el consentimiento de los
cónyuges.

De lo anterior se deducen conclusiones evidentes: en primer lugar, que el matrimonio no


es la mera unión de hecho, ni la cohabitación entre los cónyuges. Los casados no son
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simplemente dos personas que viven juntas. Son más bien personas jurídicamente
vinculadas. La unión libre, en cambio, sí se produce por el solo hecho de la convivencia y
en ella los compañeros nada se deben en el plano de la vida en común, y son libres en la
determinación de continuar en ella o de terminarla o de guardar fidelidad a su pareja. En el
matrimonio, en cambio, las obligaciones que surgen del pacto conyugal, a pesar de que
pueden llegar a extinguirse por divorcio y éste a su vez puede darse por voluntad de los
cónyuges Cfr. Código Civil art. 154 numerales 8° y 9°. , es menester lograr la declaración
judicial del divorcio para que se produzca la disolución del vínculo jurídico a que se ha
hecho referencia.

5.3. Conforme con esta interpretación, en la que se destaca la diferencia que la propia
Constitución establece entre la institución del matrimonio y la unión marital de hecho, este
Tribunal viene afirmando que ''una es la situación jurídica de los cónyuges, y otra diferente,
la de los compañeros permanentes'' Sentencia C-174 de 1996, M.P.J.A.M.. ; premisa a
partir de la cuál también ha considerado que no es contrario al principio de igualdad que el
legislador adopte distintas medidas regulatorias para el matrimonio y para la unión marital
de hecho, siempre que éstas tengan un carácter objetivo y razonable y no resulten
discriminatorias. Sobre este particular, se dijo en la Sentencia C-174 de 1996 (M.P.J.A.M.):

''Como se ve, no se quebranta el principio de igualdad consagrado en la Constitución,


cuando se da por la ley un trato diferente a quienes están en situaciones diferentes, no
sólo jurídica sino socialmente. No se olvide, como se ha dicho, que cónyuges y
compañeros permanentes, tienen un estado civil diferente, según lo prevé el último inciso
del artículo 42 de la Constitución. Y que el estado civil, como se ha dicho, trae consigo
derechos y deberes, acordes con él y fijados por el legislador, según la evolución social.''

5.4. Dicha posición fue recogida por la Corte en la Sentencia C-1033 de 2002 (M.P.J.C.T.,
al precisarse en ella que, tratándose del matrimonio y la unión marital de hecho, ''el juicio
de igualdad deberá tener en cuenta las particularidades de la norma o situación fáctica
sometida a consideración, tendientes a constatar si existe discriminación entre cónyuges y
compañeros permanentes, pero sin soslayar las diferencias existentes entre el matrimonio
y la unión marital de hecho.''

6. El matrimonio y su disolución. La obligación de fidelidad.

6.1. Teniendo en cuenta los presupuestos superiores que orientan la institución familiar, el
artículo 42 de la Carta faculta expresamente al legislador para regular todo lo referente al
matrimonio, esto es, las formas del mismo, la edad y capacidad para contraerlo, los
deberes y derechos de los cónyuges y, en particular, lo que se relaciona con sus
condiciones de validez y con la separación, disolución y la cesación de los efectos civiles
por divorcio. Dicho mandato también lleva implícito para quien decide voluntariamente
contraer matrimonio, el deber jurídico de someterse al régimen legal estatuido y de asumir
las consecuencias que de él se derivan.

6.2. En ese contexto, el artículo 113 del Código Civil (C.C.) define el matrimonio como ''un
contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen con el fin de vivir juntos, de
procrear y de auxiliarse mutuamente'', al tiempo que el artículo 115 del mismo
ordenamiento dispone que aquél ''se constituye y perfecciona por el libre y mutuo
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consentimiento de los contrayentes, expresado ante el funcionario competente, en la forma


y con las solemnidades y requisitos establecidos en este código...''

6.3. A partir de la definición dada por la ley, la doctrina sostiene que el matrimonio se
caracteriza por ser un contrato: bilateral, porque una vez celebrado se constituye en fuente
de derechos y obligaciones recíprocas entre los esposos, solemne, pues para su validez
requiere el cumplimiento de ciertas y precisas formalidades especiales, puro y simple, ya
que los derechos y obligaciones que surgen del mismo no pueden someterse a plazo o
condición, de tracto sucesivo, por cuanto sus obligaciones se deben cumplir mientras
perdure el matrimonio, y debe celebrarse entre hombre y mujer, como una consecuencia
de uno de los fines del matrimonio: la procreación.

6.4. Respecto al alcance fijado al contrato matrimonial, en la Sentencia C-660 de 2000, la


Corte precisó ''que si bien el ordenamiento jurídico reconoce al matrimonio la naturaleza
jurídica de un acto convencional, de un contrato en los términos del citado artículo 113 del
Código Civil, las especiales características de su principal consecuencia, la familia,
impiden aplicar a esta modalidad de acuerdo de voluntades en sus diversas etapas, los
mismos criterios que se aplican dentro del régimen general de los actos jurídicos y de los
contratos en particular''. De ahí que la misma jurisprudencia haya precisado que ''el
matrimonio es la única fuente obligacional que permite que los derechos y las
obligaciones generadas recaigan sobre la persona misma de los contratantes''.

6.5. De acuerdo pues con su régimen jurídico especial, el contrato matrimonial produce
dos tipos de efectos: (i) los efectos de orden personal, que tienen que ver con los derechos
y obligaciones que surgen entre los cónyuges y en relación con los hijos, y (ii) los efectos
de orden patrimonial, consecuencia de la existencia de la sociedad conyugal o comunidad
de bienes que se forma con ocasión del matrimonio.

En lo que refiere a los efectos personales entre cónyuges, es decir, a los derechos y
obligaciones que surgen para los esposos, la ley civil dispone que estos son: la
cohabitación, la fidelidad, el socorro y la ayuda mutua. (i) La cohabitación encuentra
sustento en el artículo 178 del C.C., tal como fue modificado por el artículo 11 del Decreto-
Ley 2820 de 1974, al señalar que, salvo causa justificada, los cónyuges tienen la
obligación de vivir juntos y cada uno de ellos el derecho a ser recibido en la casa del otro;
(ii) en cuanto a la fidelidad, que interesa a esta causa, su fundamento legal es el
artículo 176 del C.C. en el que se preceptúa ''que los cónyuges están obligados a
guardarse fe'', o lo que es igual, a ser leales o fieles el uno con el otro; finalmente, (ii) el
socorro y la ayuda mutua aparecen consagrados en los artículos 176 y 179 del C.C., en los
que se dispone que los esposos están obligados a socorrerse y ayudarse mutuamente en
todas las circunstancias de la vida, y a subvenir a las ordinarias necesidades domésticas,
en proporción a sus capacidades.

6.6. Por su parte, el artículo 152 del C.C., modificado por el artículo 5° de la Ley 25 de
1992, establece las formas como se disuelve matrimonio, señalando que ello tiene
ocurrencia: (i) por la muerte real o presunta de uno de los cónyuges o (ii) por divorcio
judicialmente decretado. La misma disposición aclara que los efectos civiles de todo
matrimonio religioso también cesan por divorcio judicialmente decretado, aun cuando
continúa vigente el vínculo matrimonial de acuerdo con las normas o cánones del
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respectivo ordenamiento religioso.

6.7. En atención a los derechos y obligaciones que surgen del contrato matrimonial, el
artículo 154 del C.C., tal como fue modificado por el artículo 6° de la Ley 25 de 1992,
consagra las causales de divorcio, a través de las cuales se habilita a los cónyuges para
promover la disolución del matrimonio o la cesación de sus efectos civiles (tratándose de
los matrimonios religiosos), en el caso de llegar a considerar, como protagonistas de las
situaciones vividas en su condición de esposos, que no es posible continuar la
convivencia o lograr el restablecimiento de la unidad de vida.

Siguiendo la doctrina y la jurisprudencia, las causales de divorcio se pueden clasificar en


dos grandes grupos: subjetivas o debidas y objetivas o no debidas Cfr. Sentencia C-
1495 de 2000, M.P.A.T.G... Al primer grupo, a las subjetivas, pertenecen aquellas causales
que se deben a faltas dolosas o culposas cometida por uno de los cónyuges, y que
permiten al cónyuge inocente invocar la disolución del vínculo a la manera de una censura
para el esposo culpable. En estos casos el divorcio lo genera el incumplimiento de una
obligación matrimonial, por lo que únicamente cabe la disolución cuando existe un
cónyuge inocente -víctima- y otro culpable -responsable de la infracción-. Del segundo
grupo, las objetivas, hacen parte aquellas causales concebidas como una solución o
remedio a situaciones que resultan insostenibles entre los cónyuges y que conllevan la
ruptura del matrimonio. Tratándose de las causales objetivas, en ellas no se busca
censurar el comportamiento irregular de uno de los cónyuges, simplemente por cuanto
éste no se ha dado, no ha existido. En realidad ninguno de ellos ha incurrido en falta.

Las causales subjetivas, son, por su propia naturaleza, de origen contencioso pues para
obtener la disolución del vínculo, el cónyuge inocente debe entrar a demostrar ante el juez
competente que el esposo culpable incurrió en la falta alegada y descrita en la ley,
debiendo el operador jurídico valorar el hecho para definir si hay lugar a la disolución del
vínculo. No ocurre lo mismo frente a las causales objetivas, pues éstas se pueden invocar
en forma conjunta o separadamente por los consortes sin perseguir una declaración de
responsabilidad, es decir, sin que se disponga sobre la culpabilidad de uno y la inocencia
del otro.

6.8. Atendiendo a lo dicho, el numeral 1° del artículo 154 del C.C., prevé como una de las
causales de divorcio, la que es objeto del presente juicio: ''Las relaciones sexuales
extramatrimoniales de uno de los cónyuges''. La misma es clasificada dentro del grupo de
las causales subjetivas, de naturaleza contenciosa, ya que con ella se censura el
comportamiento del cónyuge infiel, debiendo el cónyuge afectado pasar a demostrar tal
hecho ante el juez competente a través de los medios de prueba previstos en la ley
procesal.

El origen y fundamento de esta causal es el incumplimiento por parte de uno de los


esposos (hombre o mujer) de la obligación de fidelidad que surge con el matrimonio. Su
promoción por vía judicial es potestativa del cónyuge inocente, quien tiene derecho a
invocar el divorcio por dicha causal, si dentro de su ámbito personal y familiar, no le resulta
aceptable la conducta del cónyuge infiel y considera que la misma afecta en forma
irreconciliable la unidad familiar de vida.

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7. La facultad legislativa para regular lo referente a la disolución del matrimonio y para


establecer las causales de divorcio.

7.1. Sobre la competencia asignada por la Constitución al legislador para regular lo


referente a la disolución del matrimonio y, específicamente, para fijar las causales de
divorcio (art. 42), ha dicho la Corte que ella encuentra fundamento en los principios de
dignidad humana, libre desarrollo de la personalidad e inalienabilidad de los derechos de
la persona reconocidos a la pareja, el cual excluye la posibilidad de que el Estado
perpetúe el vínculo matrimonial mediante la coacción o la imposición jurídica de una
convivencia que no es querida por los cónyuges o que es contraria a su interés individual
o conjunto.

En punto al tema, ha precisado la jurisprudencia que el imperativo constitucional en lo que


refiere a la protección y promoción de la institución familiar no es la duración del
matrimonio -como una de sus formas de constitución-. Es lograr la estabilidad y armonía
del grupo familiar, no solo como presupuesto social, sino como condición sine qua non
para permitir la realización humana y el desarrollo integral de cada uno de sus miembros
en un clima de respeto, óptima convivencia y libre expresión de sus sentimientos y
emociones. Dichos objetivos no se garantizan ni se logran manteniendo vigente el contrato
matrimonial, en aquellos casos en los que surgen diferencias, desavenencias o conflictos
entre los cónyuges que hacen imposible o dificultan gravemente la convivencia y que
perturban la estabilidad familiar, sometiendo a sus integrantes, entre los que se cuentan
los hijos, a crecer y desarrollarse en un ambiente hostil o que afecta sensiblemente su
proceso de desarrollo y formación.

7.2. Conforme lo dispone el artículo 42 de la Carta, la protección integral de que es objeto


la institución familiar se manifiesta, entre otros aspectos, en el propósito de fundar las
relaciones familiares en la igualdad de derechos y obligaciones de la pareja, en el respeto
entre todos sus integrantes y en la necesidad de preservar la armonía de la familia,
sancionando cualquier forma de violencia que se considere destructiva de la misma. En la
medida en que tales objetivos no se cumplan en el seno del grupo familiar y, por el
contrario, se presenten episodios de irrespeto, discriminación o violencia, es obvio que
desaparecen los presupuestos éticos, sociales y jurídicos que amparan el matrimonio y la
familia como institución básica de la sociedad, resultando constitucionalmente admisible
que se permita a los cónyuges considerar la opción de una ruptura cuando, como
intérpretes de la vida en común y según su leal entendimiento, concluyen que el vínculo no
asegura la convivencia pacifica para ellos y para su grupo familiar, resultando más
benéfico la disolución del matrimonio por ser la formula que permite un mejor
acercamiento a los objetivos constitucionales de armonía y estabilidad familiar.

En esta línea de interpretación, dijo la Corte en la Sentencia C-1495 de 2000:

''Así las cosas, aunque el matrimonio es un contrato, porque resulta esencial el


consentimiento de los contratantes para su conformación, el incumplimiento de la
obligación personalísima de entrega mutua, definitiva, personal y exclusiva, que los
cónyuges hacen de si mismos, no puede estar sujeta a la coacción de los operadores
jurídicos como lo está el cumplimiento de las obligaciones de dar, hacer o no hacer. Lo
anterior por cuanto respecto del cumplimiento de la obligación de convivir surge el deber
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ineludible del Estado de respetar la dignidad humana de la pareja, circunstancia que


excluye la posibilidad de intervenir para imponer la convivencia, así exista vínculo
matrimonial y tengan los cónyuges la obligación y el derecho a la entrega recíproca,
incondicional y permanente, porque el matrimonio es la unión de dos seres en procura de
su propia realización, no el simple cumplimiento de un compromiso legal, de tal suerte
que, el Estado con el pretexto, loable por cierto, de conservar el vínculo matrimonial no
puede irrespetar la dignidad de los integrantes de la familia, sean culpables o inocentes,
coaccionando una convivencia que no es querida -artículos 1, 2°, 5° y 42° C.P.-.

Ahora bien, si no es posible coaccionar la convivencia, aunque no se discute que quienes


contraen matrimonio adquieren la obligación de convivir, tampoco es dable mantener el
vínculo cuando las circunstancias denotan un claro resquebrajamiento y ambos, o uno de
los cónyuges, así lo pide...''

7.3. Si no es posible coaccionar a las personas para contraer matrimonio, pues por
disposición constitucional y legal éste se constituye y perfecciona por el libre y mutuo
consentimiento de los contrayentes, tampoco cabe obligarlas a mantener vigente el vínculo
en contra de su voluntad, aun cuando una de las finalidades del matrimonio sea
precisamente la convivencia. Interpretando el contenido del artículo 42 Superior, el libre
consentimiento, consustancial al contrato matrimonial, no solo es exigible en el acto de
constitución sino también durante su ejecución material y por el término que dure el
matrimonio, por tratarse de un derecho subjetivo radicado en cabeza de cada uno de los
esposos y ser una derivación de las garantías fundamentales a la dignidad, al libre
desarrollo de la personalidad, a la libertad, a la intimidad y a la personalidad jurídica.
Sobre el tema, expresó la Corte en la Sentencia C-533 de 2000:

''El hombre es un ser que se autoposee, que se autodomina, por lo cual el matrimonio, que
comporta una entrega personal a título de deuda para conformar una comunidad de vida y
amor y una participación mutua en la sexualidad, no puede darse sino por la libre decisión
de cada uno de los cónyuges. Por ello la libertad en el consentimiento, en un contrato de
esta naturaleza, es tema que involucra los derechos humanos a la libertad, a la dignidad, a
la intimidad, al libre desarrollo de la personalidad, a la personalidad jurídica, etc. Y por ello
debe garantizarse que ningún hecho, ningún acto distinto de la libre expresión del
consentimiento, pueda llegar a producir un vínculo matrimonial.''

7.4. Al ser el matrimonio para el Estado y para el derecho un contrato de tracto sucesivo,
dicha obligación está llamada a cumplirse mientras se mantenga el vínculo jurídico y éste
no termine por alguna de las causales de disolución fijadas en el ordenamiento jurídico
(C.C. art. 152). Dentro de este contexto es que debe entenderse el contenido del artículo
42 Superior, al establecer como una de las formas de constituir la familia ''la decisión libre
de un hombre y una mujer de contraer matrimonio'', y elevar a canon constitucional el
derecho a la separación y disolución del matrimonio en los términos que fije la ley,
disponiendo también que ''los efectos civiles de todo matrimonio cesarán por divorcio con
arreglo a la ley civil''.

7.5. Así, desde el punto de vista estrictamente constitucional, no resulta cuestionable la


actividad legislativa dirigida a regular el tema de la disolución del matrimonio, y
específicamente el instituto jurídico del divorcio, cuando la misma se desarrolla teniendo
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en cuenta los presupuestos y características que en relación con la institución familiar fija
la Carta Política, y por su intermedio se sancionan, en forma proporcional y razonable,
conductas contrarias al estado matrimonial y perturbadoras de los fines mismos de la
familia que atentan contra los derechos subjetivos de los cónyuges o de cada uno de ellos.

8. Constitucionalidad de la medida legislativa acusada.

8.1. A partir de los fundamentos aquí expuestos, en oposición a la opinión expresada por
el actor en la demanda, no considera la Corte que el legislador haya contrariado la
Constitución Política al establecer como causal de divorcio ''Las relaciones sexuales
extramatrimoniales de uno de los cónyuges''.

8.2. Para esta Corporación, la norma cuestionada se dictó por el Congreso con
fundamento en una competencia constitucional expresa: regular lo relativo a la disolución
del matrimonio y a las causales de divorcio (C.P. art. 42-9-11), y su contenido normativo
resulta razonable y proporcional en relación con los bienes jurídicos que busca proteger,
como son la institución familiar y el conjunto de obligaciones y derechos que surgen para
los cónyuges del compromiso adquirido en forma libre y voluntaria al contraer matrimonio.

8.3. Como ha quedado visto, la unión que emana del consentimiento otorgado por ambos
cónyuges con el acto del matrimonio, hace surgir respecto de ellos una serie de
obligaciones que les son exigibles, resultando como una de las más relevantes la de
fidelidad mutua. La fidelidad, es considerada uno de los pilares fundamentales sobre los
que se edifica y consolida la estructura del matrimonio, como forma de constitución de la
institución familiar, en cuanto busca preservar el vínculo de mutua consideración, aprecio y
confianza indispensable en la vida matrimonial. Por eso, el quebrantamiento del deber
jurídico de fidelidad conyugal en el matrimonio es incompatible con el consentimiento que
legitima dicho vínculo, lo que descarta de plano que a través de la ley se pueda patrocinar
la continuación de la relación matrimonial, restringiendo irrazonablemente los derechos
del cónyuge ofendido, materializados en la posibilidad de solicitar la disolución del
matrimonio.

Cuando el artículo 113 del C.C. prescribe que el matrimonio se celebra entre un hombre y
una mujer con el fin de vivir juntos y procrear, esta determinando que el mismo surge de
una relación monogámica y que cada uno de los contrayentes se compromete a dirigir sus
afectos hacia el otro. De dicho mandato se advierte la existencia de un acuerdo libre y
voluntario entre los cónyuges, que incluye, por supuesto, mantener relaciones sexuales
entre ellos, en un clima de lealtad y responsabilidad, por lo que un comportamiento
contrario es incompatible con el respeto mutuo, el decoro y el afecto espiritual que ha de
regir el desenvolvimiento de la relaciones maritales. Esta máxima aparece ratificada por el
artículo 176 del ordenamiento citado, al prescribir expresamente que ''los cónyuges están
obligados a guardarse fe''.

Teniendo en cuenta la forma como ha sido concebido por el ordenamiento jurídico, el


matrimonio implica un alto nivel de confianza entre los consortes; confianza que se
manifiesta en el imperativo de entregar al otro, y no a terceros, lo que le corresponde de sí
mismo, existiendo el deber solemne y ético de los cónyuges de abstenerse de mantener
relaciones sexuales con persona diferente a su pareja. A partir de la existencia del vínculo
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jurídico, la relación afectiva está circunscrita a los casados, no como producto de una
imposición meramente legal, sino como consecuencia de un comportamiento o actitud
natural, de un compromiso solemne, inspirado en el respeto y defensa de lo que se cree le
pertenece a cada cuál, y en el sentimiento y afecto en los que han coincidido y que ha
motivado la unión jurídica de la pareja.

En ese orden, el incumplimiento del deber de fidelidad puede conllevar un


desquiciamiento de la comunidad de vida matrimonial y, en consecuencia, un alejamiento
de los objetivos que en relación con la institución familiar la Constitución busca proteger:
la armonía y la estabilidad familiar, a través del respeto entre los integrantes del grupo
familiar y la igualdad de derechos y deberes de la pareja.

8.4. De esta manera, resulta constitucionalmente admisible que la inobservancia del


compromiso de fidelidad otorgue al cónyuge inocente el pleno derecho a promover el
divorcio si considera que dicha falta es irreconciliable frente a sus intereses personales y
familiares, y comporta una traición a la confianza otorgada.

8.5. Según se anotó en el acápite anterior, la protección integral que en relación con la
institución familiar prodiga la Constitución, esta direccionada al logro de la estabilidad y
armonía del grupo familiar. Cuando tales objetivos no se ven satisfechos con el
matrimonio, tal como ocurre en el caso de la infidelidad, desaparecen los presupuestos
éticos, sociales y jurídicos que lo soportan, resultando constitucionalmente admisible que
se faculte a los cónyuges para considerar la opción de una ruptura o terminación del
vínculo, como una manera de acercarse más a los objetivos de lograr la estabilidad y la
armonía familiar, y de garantizar al cónyuge inocente sus derechos fundamentales a la
dignidad, igualdad, intimidad y libre desarrollo de la personalidad.

8.6. Ya esta Corporación, en la Sentencia C-660 de 2000, al referirse a la misma causal de


divorcio que ahora se demanda, había tenido oportunidad de precisar que, en pro de
garantizar la armonía y estabilidad familiar, no se puede obligar a los cónyuges a mantener
el vínculo matrimonial cuando comportamientos como la infidelidad, generan un conflicto
familiar irreconciliable. En dicho fallo, la Corte señaló que la posibilidad de que los
cónyuges promuevan la disolución del matrimonio también tiene fundamento en los
principios de dignidad humana e inalienabilidad de los derechos de la persona, pues en
contra de la voluntad e interés de aquellos, con respecto a actos que hieren su dignidad y
la normal convivencia, no se puede promover la indisolubilidad del matrimonio. Sobre el
punto, se mencionó en el citado fallo:

''Para la Corte la dignidad humana, el principio del libre desarrollo de la personalidad y la


inalienabilidad de los derechos de la persona de los cónyuges, constituyen criterios de
interpretación suficientes para afirmar que no se les puede obligar a mantener el vínculo
matrimonial en contra de su voluntad e interés, por las mismas razones por las cuales
resulta imposible coaccionarlos para que lo contraigan, aunadas con el imperativo
constitucional de propender por la armonía familiar, necesariamente resquebrajada
cuando un conflicto en la pareja conduce a uno de sus integrantes, o a ambos, a invocar
su disolución.

Además, los principios que antaño se expusieron a favor de la institución matrimonial y de


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los hijos menores para hacer del matrimonio un estado inamovible, hoy no resultan
válidos. No lo son en relación con la institución familiar porque, como se ha expuesto, ella
persigue la estabilidad del grupo familiar como presupuesto del sistema social y como
lugar propicio para el desarrollo integral de los hombres y mujeres que la integran, en
todos los órdenes; de ahí que si el vínculo existente entre la pareja no garantiza sino que,
por el contrario, perturba la estabilidad familiar, desaparecen los intereses éticos, sociales
y jurídicos que justifican su permanencia. Tampoco pueden invocarse estos argumentos
como válidos en interés de los hijos menores, en razón a que si los padres involucrados en
un conflicto conyugal solicitan, individual o conjuntamente el divorcio, es porque, como
intérpretes reales de las circunstancias vividas, consideran que a los hijos les resulta
mejor enfrentarse a la realidad de una ruptura que verse abocados a crecer en un
ambiente hostil.''

8.7. Así, no puede afirmarse, como lo hace el actor, que la disposición acusada afecta la
institución familiar, el principio de dignidad y los derechos a la igualdad, intimidad y libre
desarrollo de la personalidad. Por el contrario, según ha quedado visto, el objetivo de la
norma es precisamente la protección del bien jurídico de la familia y los principios y
derechos invocados en cabeza de los cónyuges. De acuerdo con la naturaleza jurídica del
matrimonio, la infidelidad deteriora la relación afectiva y es causa de la inestabilidad
familiar, razón por la cual, a través de la causal de divorcio invocada, se busca proteger
esos intereses jurídicos.

8.8. Si bien la causal de divorcio acusada impone una limitación a los derechos al libre
desarrollo a la personalidad y autonomía de la voluntad, en cuanto puede conllevar una
restricción a la libertad sexual de los cónyuges, la misma resulta constitucionalmente
legítima si se considera, según se ha explicado, que deviene de un compromiso adquirido
por los cónyuges en forma libre y voluntaria, y que su objetivo es tutelar un bien jurídico de
interés general -la institución familiar- y proteger derechos de terceros -los del cónyuge
afectado. Esta Corporación ha señalado, en forma por demás reiterada, que los derechos
de la persona no tienen un carácter absoluto como parece entenderlo el demandante.
Tales derechos encuentran como límite primigenio los derechos de los demás, la
prevalencia del bien común y el hecho de que no pueden ser objeto de abuso por parte de
su titular. Al respecto, dijo esta Corporación:

"es evidente que en un Estado de Derecho y más aún, en un Estado Social de Derecho,
no puede haber derechos absolutos; el absolutismo, así se predique de un derecho, es la
negación de la juricidad, y, si se trata de un derecho subjetivo, tratarlo como absoluto es
convertirlo en un antiderecho, pues ese sólo concepto implica la posibilidad antijurídica del
atropello de los derechos de los otros y a los de la misma sociedad" (Sentencia T-512/92
M.P.J.G.H.G.)

La libertad sexual, a la luz de los compromisos que se derivan del matrimonio como
vínculo jurídico, no puede ser entendida en sentido absoluto. Compartiendo lo dicho por el
señor P. en el concepto de rigor y la mayoría de intervinientes, la opción de vida escogida
por una persona, en manera alguna debe interpretarse como mecanismo para eludir el
cumplimiento de las obligaciones sociales, ya que tal actitud degenera en un abuso de los
derechos de éste y en la violación de los derechos de terceros.

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En el caso de las relaciones sexuales extramatrimoniales, no incluirla como causal de


divorcio sobre la base de favorecer la libertad sexual, no solo implicaría un
desconocimiento del compromiso solemne adquirido por la pareja, sino también un
desconocimiento de los derechos del cónyuge afectado a la dignidad, igualdad, intimidad,
libre desarrollo de la personalidad e inalienabilidad de los demás derechos como persona,
pues, en caso de reprochar tal comportamiento, se vería obligado a mantener el vínculo en
contra de su interés y voluntad. En esos mismos términos, comportaría igualmente un
abuso de los derechos del cónyuge que ha faltado al deber de fidelidad, en cuanto le
impondría al otro la carga de permanecer a su lado sin ser ese su deseo y sin compartir su
opción de vida.

En este punto, es conveniente recordar que la norma acusada, a través de la cual se


consagra como causal de divorcio las relaciones sexuales extramatrimoniales, no tiene un
carácter imperativo. Por el contrario, su alcance es meramente potestativo, en el sentido
que se limita a reconocer al esposo ofendido la faculta para solicitar el divorcio, cuando a
éste, dentro de su ámbito personal y familiar, no le resulte aceptable la conducta del
cónyuge infiel y considere que ésta lesiona su dignidad y el normal desarrollo de la vida
familiar.

8.9. Finalmente, descarta la Corte que la medida acusada resulte discriminatoria por el
hecho de limitar su ámbito de aplicación al matrimonio y no extenderse a la unión marital
de hecho. Según quedo explicado en el apartado 5 de las consideraciones de este fallo,
aun cuando la Carta Política legitima los distintos origines que puede tener la familia,
dicho estatuto no esta reconociendo al matrimonio y a la unión marital de hecho como
instituciones equivalentes, amparadas por una misma situación jurídica frente a sus
efectos y características.

La jurisprudencia ha sostenido que la propia Constitución, al consagrar inequívocamente


dos formas de constituir la familia: por vínculos naturales o por vínculos jurídicos, reconoce
el diverso origen de aquella y establece una diferencia clara entre la unión marital y el
matrimonio Así, mientras la primera corresponde a la voluntad responsable de conformarla
sin mediar ningún tipo de formalidad, la segunda exige la existencia del contrato de
matrimonio a través del consentimiento libre de los cónyuges. En ese orden, ha dicho la
Corte ''que el matrimonio no es la mera unión de hecho, ni la cohabitación entre los
cónyuges. Los casados no son simplemente dos personas que viven juntas. Son más bien
personas jurídicamente vinculadas. La unión libre, en cambio, sí se produce por el solo
hecho de la convivencia y en ella los compañeros nada se deben en el plano de la vida en
común, y son libres en la determinación de continuar en ella o de terminarla.'' Sentencia C-
533 de 2000, M.P.V.N.M..

La infidelidad, en cuanto comportamiento que ataca directamente los lazos afectivos,


puede llegar a ser la causa principal de disolución de las familias de hecho, pero, se
insiste, si la misma no se forma por vínculo jurídico donde medie el consentimiento, su
disolución por esa causa no requiere declaración judicial. A este respecto, Ley 54 de 1990,
tal como fue modificada por la Ley 979 de 2005, define en su artículo 1° la unión marital de
hecho, como ''la formada entre un hombre y una mujer, que sin ser casados, hacen una
comunidad de vida permanente y singular''. (Subrayas fuera de texto). Ello, sin perjuicio de
que la citada ley, en el cometido de establecer los derechos y deberes de orden
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patrimonial de los compañeros permanentes, se haya ocupado de presumir la existencia


de sociedad patrimonial entre ellos y establecer los casos en que hay lugar a declararla
judicialmente.

En consecuencia, ni la causal de divorcio referente a las relaciones sexuales


extramatrimoniales de uno de los cónyuges, ni ninguna otra de las causales de divorcio
prevista en la ley tendría porqué extenderse a la unión marital de hecho, por la simple
razón que para dar por terminada dicha unión no se requiere invocar ni probar nada. No se
requiere declaración de autoridad competente porque entre la pareja no existe vínculo
jurídico que disolver. Basta con que uno de los miembros, o ambos, decidan darla por
concluida, incluso mediando un comportamiento intachable del otro, para que opere su
disolución. En el matrimonio, en cambio -lo ha sostenido esta Corporación y ahora se
reitera-''las obligaciones que surgen del pacto conyugal, a pesar de que pueden llegar a
extinguirse por divorcio y éste a su vez puede darse por voluntad de los cónyuges, es
menester lograr la declaración judicial del divorcio para que se produzca la disolución del
vínculo jurídico'' Sentencia Ibídem..

8.10. En los términos expuestos, el numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992,


modificatorio del numeral 1° del artículo 154 del Código Civil, el cual consagra como una
de las causales de divorcio ''[l]as relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los
cónyuges'', será declarado exequible en la parte resolutiva de esta Sentencia.

VII. DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia, en nombre del pueblo y
por mandato de la Constitución,

RESUELVE

Declarar EXEQUIBLE el numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992, modificatorio del


numeral 1° del artículo 154 del Código Civil, el cual consagra como una de las causales de
divorcio ''[l]as relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges''.

C., notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional, cúmplase y


archívese el expediente.

MANUEL JOSE CEPEDA ESPINOSA

Presidente

CON ACLARACIÓN PARCIAL DE VOTO

J.A.R.

Magistrado

CON ACLARACIÓN DE VOTO

4 Apr 2021 19:24:37 27/29


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ALFREDO BELTRAN SIERRA

Magistrado

JAIME CORDOBA TRIVIÑO

Magistrado

R.E. GIL

Magistrado

MARCO GERARDO MONROY CABRA

Magistrado

HUMBERTO ANTONIO SIERRA PORTO

Magistrado

ALVARO TAFUR GALVIS

Magistrado

CLARA INES VARGAS HERNANDEZ

Magistrada

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO

Secretaria General

A. de voto a la Sentencia C-821/05 del Magistrado J.A.R.

MATRIMONIO Y UNION MARITAL DE HECHO-Igualdad de derechos y obligaciones/PAREJAS


HOMOSEXUALES-Igualdad de derechos y obligaciones (A. de voto)

Definida una categoría jurídica, en este caso, la de la familia, deben concederse entonces los
mismos efectos jurídicos y derechos tanto para las familias conformadas a partir del matrimonio
como a partir de las uniones maritales de hecho, y esto tanto en el caso de parejas
heterosexuales como homosexuales. En este sentido, a mi juicio, las uniones maritales de
hecho deben tener los mismos derechos y obligaciones que el matrimonio, y ello tanto para las
parejas heterosexuales como para las parejas homosexuales.

Referencia: expediente D-5666

Demanda de inconstitucionalidad contra el numeral 1º del artículo 6° de la Ley 25 de 1992,


modificatorio del numeral 1º del artículo 154 del Código Civil.

Magistrado Ponente:

4 Apr 2021 19:24:37 28/29


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Dr. R.E.G.

Con el respeto acostumbrado por las decisiones de esta Corporación, me permito aclarar mi
voto a la presente sentencia, respecto de algunas consideraciones de la parte motiva de este
fallo, relativas al concepto de familia y a la distinción entre el matrimonio y la unión marital de
hecho:

1. En primer lugar y como lo he sostenido en otras oportunidades Ver Salvamento de voto a


la sentencia C-841 de 2001, discrepo del concepto de familia reducido a la unión entre un
hombre y una mujer. A mi juicio, el concepto constitucional de familia no se restringe a la
conformada por un hombre y una mujer, ya que el término ''o'' consagrado en el art. 42 de
la Carta Política sugiere, a mi entender, que también se forma por la voluntad responsable
de conformarla.

De otra parte, la Constitución habla de la familia y no dice que es hombre o mujer, se


refiere a los vínculos naturales o jurídicos y a la voluntad responsable. A mi juicio, al
concepto de familia se arriba por caminos diferentes, distintos, y no simplemente a partir
del vínculo entre un hombre y una mujer.

En este sentido, me permito reiterar mi tesis respecto de que la conformación de una


familia puede realizarse por diferentes caminos: el del matrimonio y el de la voluntad de
los miembros de la pareja, ya que insisto, la Constitución no contempla una sola forma de
familia, por cuanto inclusive la familia puede estar constituida por ejemplo por una mujer
sola con su hijo.

2. En segundo lugar, sostengo que definida una categoría jurídica, en este caso, la de la
familia, deben concederse entonces los mismos efectos jurídicos y derechos tanto para las
familias conformadas a partir del matrimonio como a partir de las uniones maritales de
hecho, y esto tanto en el caso de parejas heterosexuales como homosexuales.

En este sentido, a mi juicio, las uniones maritales de hecho deben tener los mismos
derechos y obligaciones que el matrimonio, y ello tanto para las parejas heterosexuales
como para las parejas homosexuales.

Con fundamento en lo anterior, aclaro mi voto a la presente decisión.

Fecha ut supra,

J.A.R.

Magistrado

4 Apr 2021 19:24:37 29/29