Sentencia C 821 de 2005
Sentencia C 821 de 2005
Sentencia C 821 de 2005
Ponente: Av-Jar
Expediente: D-5666
Decision: Concedida
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Resumen
Ley 25 de 1992 articulo 6 numeral 1, modificatorio del numeral 1 del articulo 154 del codigo civil.
Causales de divorcio. Relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges.
Inexistencia de cosa juzgada respecto de la expresión acusada y alcance de la decisión
adoptada por la corte en la sentencia c-660 de 2000. La familia y sus distintas formas de
constitución en el ordenamiento jurídico vigente. El matrimonio y la union marital de hecho
diferencias existentes. El matrimonio y su disolución. La obligación de fidelidad. Facultad
legislativa para regular lo referente a la disolución del matrimonio y para establecer las causales
de divorcio. Constitucionalidad de la medida legislativa acusada. Exequible
Texto
Contenidos
I. ANTECEDENTES
II. TEXTO DE LA NORMA ACUSADA
III. FUNDAMENTOS DE LA DEMANDA
IV. INTERVENCIONES
V. CONCEPTO DE LA PROCURADURÍA GENERAL DE LA NACION
VI. CONSIDERACIONES Y FUNDAMENTOS
VII. DECISIÓN
Sentencia C-821/05
FAMILIA-Concepto/FAMILIA-Origen
FAMILIA-Régimen constitucional
MATRIMONIO-Consentimiento
MATRIMONIO-Características
MATRIMONIO-Disolución
Demandante: G.A.U.F.
Magistrado Ponente:
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
En ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad, el ciudadano G.A.U.F. presentó
demanda de inconstitucionalidad contra el numeral 1º del artículo 6 de la Ley 25 de 1992,
modificatorio del numeral 1º del artículo 154 del Código Civil colombiano, "Por la cual se
desarrollan los incisos 9,10, 11, 12 y 13 del articulo 42 de la Constitución Política'', por
considerar que el mismo vulnera los artículos 1º, 5, 13, 16, 18, 21, 42 y 94 de la
Constitución Política.
Una vez cumplidos los trámites previstos en el artículo 242 de la Constitución Nacional y en el
Decreto 2067 de 1991, la Corte Constitucional procede a decidir acerca de la demanda en
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referencia.
''Ley 25 de 1992
(Diciembre 17)
Artículo 6: El artículo 154 del Código Civil, modificado por la Ley Primera de 1976, quedará así:
Luego de citar la definición del matrimonio contenida en el artículo 113 del Código Civil, el
actor resalta que a través de dicho contrato solemne ''(...) se adquieren deberes civiles,
pero no por esa razón se debe entender enajenada la persona en sus derechos; para ello,
debe interpretarse como persona todo ese conjunto de valores y derechos intrínsecos en la
misma, como lo es la sexualidad entre otros (...)''.
A su juicio, la inalienabilidad de los derechos implica que éstos sigan siendo privativos,
exclusivos y propios de cada uno de los cónyuges, aún pesar de haber contraído
matrimonio.
3. Estima que la norma es discriminatoria y contraria al principio de igualdad (C.P. art. 13), ya
que la inexistencia de dicha restricción en la institución de la unión marital de hecho está
desincentivando la formación de las familias bajo el vínculo matrimonial. Mientras los
cónyuges ven restringida su libertad sexual a raíz del compromiso contractual, los
compañeros permanentes no se ven sujetos a la misma limitación, y por ello ''(...) es que
hoy en día son más las parejas `concubinas', que las unidas mediante matrimonio, las
parejas prefieren seguir siendo libres y no someterse a esa privación de que trata la causal
de divorcio acusada.'' Además resalta que, como consecuencia de lo anterior, los otros
compromisos sustancialmente importantes en la pareja y la familia -como el socorro, la
ayuda mutua y el respeto- están también desapareciendo.
Sobre este punto, el actor alude al caso de los hijos producto de las relaciones sexuales
extramatrimoniales, a quienes a su juicio se les continúa discriminando
consuetudinariamente por no haber nacido en el seno de una familia de origen
matrimonial.
IV. INTERVENCIONES
1. Intervención del Ministerio del Interior y de Justicia
El Director del Ordenamiento Jurídico del Ministerio del Interior y de Justicia defendió la
constitucionalidad de la expresión ''las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de
los cónyuges'' contenida en el numeral 1º del artículo 6º de la Ley 25 de 1992.
Para el interviniente, el establecimiento de esta causal de divorcio por parte del legislador
es completamente razonable, pues supone que el cónyuge ultrajado opte por solicitar la
culminación de los efectos jurídicos del matrimonio y por volver a iniciar su vida lejos de
una persona que desconoció las obligaciones contraídas, traicionando su confianza. Por
ello advierte que declarar inexequible esta disposición tendría como consecuencia la
aceptación de una conducta irrespetuosa y el desconocimiento de derechos como el
autorespeto y el libre desarrollo de la personalidad del cónyuge ofendido.
Con respecto a la presunta violación del derecho a la igualdad debido a que la causal
acusada no está consagrada para las uniones maritales de hecho, el interviniente recordó
que precisamente la diferencia entre el matrimonio y la unión de hecho es que en el
primero se contrae un vínculo jurídico, del cual nacen obligaciones como la fidelidad,
mientras que en el segundo no se adquiere jurídicamente tal deber.
Para la funcionaria, los fines perseguidos por el matrimonio sólo se alcanzan en la medida
en que los cónyuges cumplan con los deberes familiares de respeto, cohabitación y
fidelidad. Contrario a lo sostenido por el demandante, para la interviniente es fundamental
la causal de divorcio acusada pues pretende proteger a la familia como institución básica
de la sociedad, de conformidad con los artículo 5 y 44 de la Constitución y con la
jurisprudencia constitucional.
Inicialmente, le solicita a la Corte que se declare inhibida para conocer y decidir sobre la
presente demanda por ineptitud sustancial de la misma. De acuerdo con su exposición, el
demandante no presenta clara y adecuadamente las razones jurídicas para establecer que
el texto demandado es violatorio de la Constitución Política.
En tercer lugar, la interviniente señala que pese a la limitación del derecho al libre
desarrollo de la personalidad, sigue estando dentro de la esfera volitiva del individuo la
decisión de tener o acceder a esta clase de relaciones extramatrimoniales y también la de
consentir, facilitar o perdonar las mismas. En este punto, se remite a la sentencia C-
660 de 2000 en la cual la Corte declaró la inconstitucionalidad de un aparte de la misma
norma que hoy es objeto de estudio, en la que se excluía la posibilidad de invocar la
causal de divorcio en aquellos casos en los que el demandante hubiese consentido,
facilitado o perdonado tal relación, puesto que tales manifestaciones no podían verse
como una muestra de culpa o dolo que con el tiempo enervara la posibilidad del cónyuge
ofendido de solicitar el divorcio.
El interviniente también considera que fue la Constitución Política de 1991 la que trazó el
camino al legislador para que éste tomara todas las medidas requeridas para preservar la
unión familiar, constituyéndose la protección de la fidelidad en una de esas medidas que
coadyuva la estabilidad familiar. Luego resulta lógico pensar que la causal de divorcio
demandada se encuentre dentro del ordenamiento jurídico colombiano.
Para el interviniente, de acuerdo con el concepto actual de la moral pública las relaciones
sexuales extramatrimoniales no están avaladas constitucionalmente. Un proyecto de vida
que tome como fundamento la libertad sexual absoluta es completamente contrario a la
Constitución y al espíritu de la misma, pues ella le ordena al Estado defender el vínculo
familiar.
Por otro lado, hace referencia de nuevo al argumento señalado por otros intervinientes en
el proceso referente a que en el sistema colombiano no existen derechos absolutos y que
los derechos a la libertad personal, al libre desarrollo de la personalidad o a la libertad de
conciencia no se violan cuando un cónyuge sostiene relaciones sexuales
extramatrimoniales; por el contrario, sostener ese tipo de relaciones es una manifestación
del ejercicio de las libertades personales. Lo que no puede pretender el cónyuge infiel es
que se protejan sus derechos impidiéndole al cónyuge ofendido solicitar la extinción del
vínculo matrimonial, pues tal situación sí comportaría una violación a las garantías
individuales de este último.
Finalmente, con respecto a la presunta violación del derecho a la honra por el trato
peyorativo hacia los cónyuges infieles, el interviniente considera que toda sanción, por el
hecho de serlo, tiene un contenido reparatorio de la situación ilícita en que se ha puesto al
ofendido. Advierte que existe una reserva documental en estos procesos, que deben ser
conducidos con el mayor sigilo por parte de los jueces.
Considera que es equivocada la afirmación del accionante en relación con que es posible
la infidelidad en las uniones maritales de hecho. Para la profesora, si bien es cierto que en
estas uniones sólo se generan efectos patrimoniales y no personales, en todo caso tienen
como requisito que no coexistan otras relaciones similares -con convivencia de vida
permanente que lógicamente implican relaciones sexuales-, pues de lo contrario no se
producen los efectos patrimoniales.
V. CONCEPTO DE LA PROCURADURÍA
GENERAL DE LA NACION
El P. General de la Nación, en el concepto de rigor, solicitó a la Corte Constitucional declarar
exequible el numeral 1º del artículo 154 del Código Civil.
El Ministerio Público considera que no es suficiente para legitimar las limitaciones a los
derechos fundamentales el referirse a que ningún derecho fundamental es absoluto. Para el P.
los derechos no sólo no son absolutos sino que se muestran ''resistentes'', lo cual equivale a
señalar que la fundamentalidad es una escala que admite distintos grados, los cuales se
determinan de acuerdo con las medidas de reconocimiento y protección previstas en cada
ordenamiento jurídico. Por ende la tarea del legislador es precisamente justificar la
razonabilidad y proporcionalidad de un límite a un derecho, respetando siempre su contenido
esencial.
Para el P., la disposición acusada no obliga a ninguno de los cónyuges a solicitar el divorcio ni
a invocar dicha causal. La ley se limita a facultar al esposo ofendido para que solicite el divorcio
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si considera que las relaciones sexuales extramatrimoniales del infiel le resulten inaceptables
dentro de su órbita personal, porque lesionan su dignidad o porque impiden el normal desarrollo
de la vida familiar.
Finalmente, el P. considera que tampoco se viola el derecho a la igualdad por el hecho de que
la norma se aplique únicamente a las parejas constituidas mediante el vínculo jurídico del
matrimonio. Aunque las uniones maritales de hecho también son objeto de protección integral
en cuanto conforman una familia, ello no obsta para que el legislador esté obligado a efectuar
una misma regulación legal para una institución jurídica diferente.
Por dirigirse la demanda contra un precepto normativo que hace parte de una ley de la
República (numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992), la Corte Constitucional es
competente para decidir sobre su constitucionalidad, según lo prescribe el artículo 241-4
de la Constitución Política.
2. Problema jurídico.
2.2. En relación con el precitado artículo, el demandante solicita a la Corte que declare su
inexequibilidad, pues considera que consagrar como causal de divorcio ''[l]as relaciones
sexuales extramatrimoniales'', conlleva una restricción indebida a la libertad sexual del
cónyuge infiel, proscrita por la Constitución Política. Según el actor, el ataque impetrado
por la norma acusada a la autodisposición de la sexualidad de quienes contraen
matrimonio, no extensiva a la unión marital de hecho, atenta contra la dignidad humana
(C.P. art. 1°) y la familia como institución básica de la sociedad (C.P. art. 42), así como
también vulnera los derechos de igualdad ante la ley (C.P. art. 13), libre desarrollo de la
personalidad (C.P. art. 16), libertad de conciencia (C.P. art. 18), honra (C.P. art. 21) y
demás derechos inalienables del cónyuge infiel (C.P. art. 5°).
ARTICULO 6o. El artículo 154 del Código Civil, modificado por la Ley Primera de 1976,
quedará así:
3.2. Como lo mencionan el demandante y algunos de los intervinientes, el tema tratado por
la norma en cita ya había sido objeto de análisis por parte de la Corte Constitucional en la
Sentencia C-660 de 2000 (M.P.A.T.G., con ocasión de una demanda de
inconstitucionalidad formulada contra la segunda de sus proposiciones jurídicas, es decir,
contra la expresión ''salvo que el demandante las haya consentido, facilitado o
perdonado'', la cual fue declarada inexequible y, consecuencia de ello, retirada del
ordenamiento jurídico.
3.3. De acuerdo con ello, a partir de la decisión adoptada por esta Corporación en la
Sentencia C-660 de 2000, el texto del numeral 1° del artículo 6° de la Ley 25 de 1992,
modificatorio del numeral 1° del artículo 154 del Código Civil, sufrió un cambio sustancial
en su contenido normativo, en cuanto quedó reducido a la proposición jurídica que
establece como causal de divorcio: ''las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de
los cónyuges''. En consecuencia, después del pronunciamiento de inconstitucionalidad, la
norma acusada dispone lo siguiente:
''ARTICULO 6o. El artículo 154 del Código Civil, modificado por la Ley Primera de 1976,
quedará así:
1. Las relaciones sexuales extramatrimoniales de uno de los cónyuges.'' (N. y subrayas fuera
de texto).
4.5. Bajo ese entendido, en nuestro país el régimen constitucional de la familia quedó
definido: (i) en el artículo 5° de la Carta, que eleva a la categoría de principio fundamental
del Estado la protección de la familia como institución básica de la sociedad; (ii) en el
artículo 13, en cuanto dispone que todas las personas nacen libres e iguales y que el
origen familiar no puede ser factor de discriminación; (iii) en el artículo 15, al reconocer el
derecho de las personas a su intimidad familiar e imponerle al Estado el deber de
respetarlo y hacerlo respetar; (iv) en el artículo 28, que garantiza el derecho de la familia a
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no ser molestada, salvo que medie mandamiento escrito de autoridad competente con las
formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley; (v) en el artículo 33, en
cuanto consagra la garantía fundamental de la no incriminación familiar, al señalar que
nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o contra su cónyuge, compañero
permanente o parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad, segundo de afinidad o
primero civil; (vi) en el artículo 43, al imponerle al Estado la obligación de apoyar de
manera especial a la mujer cabeza de familia; (vii) en el artículo 44, que eleva a la
categoría de derecho fundamental de los niños el tener una familia y no ser separado de
ella; y (viii) en el artículo 45, en la medida en que reconoce a los adolescentes el derecho
a la protección y a la formación integral.
4.8. La protección integral de que es objeto la institución familiar, cualquiera que sea la
forma que ella adopte, es recogida y prodigada por la propia Constitución mediante la
implementación de un sistema de garantías, cuyo propósito es reconocer su importancia
en el contexto del actual Estado Social de Derecho y hacer realidad los fines esenciales
de la institución familiar, entre los que se destacan: la vida en común, la ayuda mutua, la
procreación y el sostenimiento y educación de los hijos. Tal como lo ha destacado esta
Corporación, Cfr. La Sentencia C-289 de 2000, M.P.A.B.C.. ese ámbito de protección
especial se manifiesta, entre otros aspectos, (i) en el reconocimiento a la inviolabilidad de
la honra, dignidad e intimidad de la familia; (ii) en el imperativo de fundar las relaciones
familiares en la igualdad de derechos y obligaciones de la pareja y en respeto entre todos
sus integrantes; (iii) en la necesidad de preservar la armonía y unidad de la familia,
sancionando cualquier forma de violencia que se considere destructiva de la misma; (iv)
en el reconocimiento de iguales derechos y obligaciones para los hijos,
independientemente de cuál sea su origen familiar; (v) en el derecho de la pareja a decidir
libre y responsablemente el número de hijos que desea tener; y (vi) en la asistencia y
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libre y responsablemente el número de hijos que desea tener; y (vi) en la asistencia y
protección que en el seno familiar se debe a los hijos para garantizar su desarrollo integral
y el goce pleno de sus derechos.
5.1. Ahora bien, independientemente al hecho de que la Constitución Política legitime los
distintos orígenes que puede tener la familia, el Estatuto Superior no considera el
matrimonio y la unión marital de hecho como instituciones equivalentes, cobijadas por una
misma situación jurídica en cuanto a sus efectos y características. Así lo ha reconocido
esta Corporación en innumerables pronunciamientos, en los que ha manifestado que el
artículo 42 de la Carta, al distinguir entre las distintas formas de constituir la familia -por
vínculos naturales o jurídicos- y fijar parámetros especiales de regulación para el
matrimonio, reconoce diferencias entre éste y la unión libre o unión marital de hecho.
''El noveno inciso del artículo mencionado, determina que `Las formas del matrimonio, la
edad y capacidad para contraerlo, los deberes y derecho de los cónyuges, su separación y
la disolución del vínculo se rigen por la ley civil'. Nada semejante se prevé en relación con
la unión marital de hecho, precisamente por ser unión libre. (Sentencia C-239 de 1994,
M.P.J.A.M..
Según el inciso décimo, `Los matrimonios religiosos tendrán efectos civiles en los términos
que establezca la ley'. Obsérvese que la atribución de efectos civiles a los matrimonios
religiosos, no está sometida a lo que disponga la respectiva religión. No: esos efectos se
dan `en los términos que establezca la ley'. Y esta norma es aplicable sólo al matrimonio.
De conformidad con el inciso décimo primero, del mismo artículo 42, `Los efectos civiles de
todo matrimonio cesarán por divorcio con arreglo a la ley civil'. Esta es otra norma sólo
aplicable al matrimonio, que nada tiene que ver con la unión marital de hecho.
Y lo mismo puede decirse del inciso décimo segundo, según el cual `También tendrán
efectos civiles las sentencias de nulidad de los matrimonios religiosos dictadas por las
autoridades de la respectiva religión, en los términos que establezca la ley'. Si bien en el
plano puramente teórico podría pensarse en la nulidad de la unión marital de hecho, por
ejemplo, por la fuerza que uno de los compañeros ejerciera sobre el otro para iniciar o
mantener tal unión, es claro que una autoridad religiosa no sería la llamada a decidir sobre
tales hechos, por sentencia que produjera efectos civiles. (Sentencia C-174 de 1996,
M.P.J.A.M.)''. (Subrayas fuera de texto).
Así, este consentimiento respecto de un vínculo que es jurídico, es lo que resulta esencial
al matrimonio. Por lo tanto, sin consentimiento no hay matrimonio y el principio formal del
mismo es el vínculo jurídico. En este sentido el artículo 115 del Código Civil expresa que
`(E)l contrato de matrimonio se constituye y perfecciona por el libre y mutuo consentimiento
de los contrayentes...'. El matrimonio no es pues la mera comunidad de vida que surge del
pacto conyugal; Ésta es el desarrollo vital del matrimonio, pero no es lo esencial en él. La
esencia del matrimonio es la unión jurídica producida por el consentimiento de los
cónyuges.
simplemente dos personas que viven juntas. Son más bien personas jurídicamente
vinculadas. La unión libre, en cambio, sí se produce por el solo hecho de la convivencia y
en ella los compañeros nada se deben en el plano de la vida en común, y son libres en la
determinación de continuar en ella o de terminarla o de guardar fidelidad a su pareja. En el
matrimonio, en cambio, las obligaciones que surgen del pacto conyugal, a pesar de que
pueden llegar a extinguirse por divorcio y éste a su vez puede darse por voluntad de los
cónyuges Cfr. Código Civil art. 154 numerales 8° y 9°. , es menester lograr la declaración
judicial del divorcio para que se produzca la disolución del vínculo jurídico a que se ha
hecho referencia.
5.3. Conforme con esta interpretación, en la que se destaca la diferencia que la propia
Constitución establece entre la institución del matrimonio y la unión marital de hecho, este
Tribunal viene afirmando que ''una es la situación jurídica de los cónyuges, y otra diferente,
la de los compañeros permanentes'' Sentencia C-174 de 1996, M.P.J.A.M.. ; premisa a
partir de la cuál también ha considerado que no es contrario al principio de igualdad que el
legislador adopte distintas medidas regulatorias para el matrimonio y para la unión marital
de hecho, siempre que éstas tengan un carácter objetivo y razonable y no resulten
discriminatorias. Sobre este particular, se dijo en la Sentencia C-174 de 1996 (M.P.J.A.M.):
5.4. Dicha posición fue recogida por la Corte en la Sentencia C-1033 de 2002 (M.P.J.C.T.,
al precisarse en ella que, tratándose del matrimonio y la unión marital de hecho, ''el juicio
de igualdad deberá tener en cuenta las particularidades de la norma o situación fáctica
sometida a consideración, tendientes a constatar si existe discriminación entre cónyuges y
compañeros permanentes, pero sin soslayar las diferencias existentes entre el matrimonio
y la unión marital de hecho.''
6.1. Teniendo en cuenta los presupuestos superiores que orientan la institución familiar, el
artículo 42 de la Carta faculta expresamente al legislador para regular todo lo referente al
matrimonio, esto es, las formas del mismo, la edad y capacidad para contraerlo, los
deberes y derechos de los cónyuges y, en particular, lo que se relaciona con sus
condiciones de validez y con la separación, disolución y la cesación de los efectos civiles
por divorcio. Dicho mandato también lleva implícito para quien decide voluntariamente
contraer matrimonio, el deber jurídico de someterse al régimen legal estatuido y de asumir
las consecuencias que de él se derivan.
6.2. En ese contexto, el artículo 113 del Código Civil (C.C.) define el matrimonio como ''un
contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen con el fin de vivir juntos, de
procrear y de auxiliarse mutuamente'', al tiempo que el artículo 115 del mismo
ordenamiento dispone que aquél ''se constituye y perfecciona por el libre y mutuo
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6.3. A partir de la definición dada por la ley, la doctrina sostiene que el matrimonio se
caracteriza por ser un contrato: bilateral, porque una vez celebrado se constituye en fuente
de derechos y obligaciones recíprocas entre los esposos, solemne, pues para su validez
requiere el cumplimiento de ciertas y precisas formalidades especiales, puro y simple, ya
que los derechos y obligaciones que surgen del mismo no pueden someterse a plazo o
condición, de tracto sucesivo, por cuanto sus obligaciones se deben cumplir mientras
perdure el matrimonio, y debe celebrarse entre hombre y mujer, como una consecuencia
de uno de los fines del matrimonio: la procreación.
6.5. De acuerdo pues con su régimen jurídico especial, el contrato matrimonial produce
dos tipos de efectos: (i) los efectos de orden personal, que tienen que ver con los derechos
y obligaciones que surgen entre los cónyuges y en relación con los hijos, y (ii) los efectos
de orden patrimonial, consecuencia de la existencia de la sociedad conyugal o comunidad
de bienes que se forma con ocasión del matrimonio.
En lo que refiere a los efectos personales entre cónyuges, es decir, a los derechos y
obligaciones que surgen para los esposos, la ley civil dispone que estos son: la
cohabitación, la fidelidad, el socorro y la ayuda mutua. (i) La cohabitación encuentra
sustento en el artículo 178 del C.C., tal como fue modificado por el artículo 11 del Decreto-
Ley 2820 de 1974, al señalar que, salvo causa justificada, los cónyuges tienen la
obligación de vivir juntos y cada uno de ellos el derecho a ser recibido en la casa del otro;
(ii) en cuanto a la fidelidad, que interesa a esta causa, su fundamento legal es el
artículo 176 del C.C. en el que se preceptúa ''que los cónyuges están obligados a
guardarse fe'', o lo que es igual, a ser leales o fieles el uno con el otro; finalmente, (ii) el
socorro y la ayuda mutua aparecen consagrados en los artículos 176 y 179 del C.C., en los
que se dispone que los esposos están obligados a socorrerse y ayudarse mutuamente en
todas las circunstancias de la vida, y a subvenir a las ordinarias necesidades domésticas,
en proporción a sus capacidades.
6.6. Por su parte, el artículo 152 del C.C., modificado por el artículo 5° de la Ley 25 de
1992, establece las formas como se disuelve matrimonio, señalando que ello tiene
ocurrencia: (i) por la muerte real o presunta de uno de los cónyuges o (ii) por divorcio
judicialmente decretado. La misma disposición aclara que los efectos civiles de todo
matrimonio religioso también cesan por divorcio judicialmente decretado, aun cuando
continúa vigente el vínculo matrimonial de acuerdo con las normas o cánones del
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6.7. En atención a los derechos y obligaciones que surgen del contrato matrimonial, el
artículo 154 del C.C., tal como fue modificado por el artículo 6° de la Ley 25 de 1992,
consagra las causales de divorcio, a través de las cuales se habilita a los cónyuges para
promover la disolución del matrimonio o la cesación de sus efectos civiles (tratándose de
los matrimonios religiosos), en el caso de llegar a considerar, como protagonistas de las
situaciones vividas en su condición de esposos, que no es posible continuar la
convivencia o lograr el restablecimiento de la unidad de vida.
Las causales subjetivas, son, por su propia naturaleza, de origen contencioso pues para
obtener la disolución del vínculo, el cónyuge inocente debe entrar a demostrar ante el juez
competente que el esposo culpable incurrió en la falta alegada y descrita en la ley,
debiendo el operador jurídico valorar el hecho para definir si hay lugar a la disolución del
vínculo. No ocurre lo mismo frente a las causales objetivas, pues éstas se pueden invocar
en forma conjunta o separadamente por los consortes sin perseguir una declaración de
responsabilidad, es decir, sin que se disponga sobre la culpabilidad de uno y la inocencia
del otro.
6.8. Atendiendo a lo dicho, el numeral 1° del artículo 154 del C.C., prevé como una de las
causales de divorcio, la que es objeto del presente juicio: ''Las relaciones sexuales
extramatrimoniales de uno de los cónyuges''. La misma es clasificada dentro del grupo de
las causales subjetivas, de naturaleza contenciosa, ya que con ella se censura el
comportamiento del cónyuge infiel, debiendo el cónyuge afectado pasar a demostrar tal
hecho ante el juez competente a través de los medios de prueba previstos en la ley
procesal.
7.3. Si no es posible coaccionar a las personas para contraer matrimonio, pues por
disposición constitucional y legal éste se constituye y perfecciona por el libre y mutuo
consentimiento de los contrayentes, tampoco cabe obligarlas a mantener vigente el vínculo
en contra de su voluntad, aun cuando una de las finalidades del matrimonio sea
precisamente la convivencia. Interpretando el contenido del artículo 42 Superior, el libre
consentimiento, consustancial al contrato matrimonial, no solo es exigible en el acto de
constitución sino también durante su ejecución material y por el término que dure el
matrimonio, por tratarse de un derecho subjetivo radicado en cabeza de cada uno de los
esposos y ser una derivación de las garantías fundamentales a la dignidad, al libre
desarrollo de la personalidad, a la libertad, a la intimidad y a la personalidad jurídica.
Sobre el tema, expresó la Corte en la Sentencia C-533 de 2000:
''El hombre es un ser que se autoposee, que se autodomina, por lo cual el matrimonio, que
comporta una entrega personal a título de deuda para conformar una comunidad de vida y
amor y una participación mutua en la sexualidad, no puede darse sino por la libre decisión
de cada uno de los cónyuges. Por ello la libertad en el consentimiento, en un contrato de
esta naturaleza, es tema que involucra los derechos humanos a la libertad, a la dignidad, a
la intimidad, al libre desarrollo de la personalidad, a la personalidad jurídica, etc. Y por ello
debe garantizarse que ningún hecho, ningún acto distinto de la libre expresión del
consentimiento, pueda llegar a producir un vínculo matrimonial.''
7.4. Al ser el matrimonio para el Estado y para el derecho un contrato de tracto sucesivo,
dicha obligación está llamada a cumplirse mientras se mantenga el vínculo jurídico y éste
no termine por alguna de las causales de disolución fijadas en el ordenamiento jurídico
(C.C. art. 152). Dentro de este contexto es que debe entenderse el contenido del artículo
42 Superior, al establecer como una de las formas de constituir la familia ''la decisión libre
de un hombre y una mujer de contraer matrimonio'', y elevar a canon constitucional el
derecho a la separación y disolución del matrimonio en los términos que fije la ley,
disponiendo también que ''los efectos civiles de todo matrimonio cesarán por divorcio con
arreglo a la ley civil''.
en cuenta los presupuestos y características que en relación con la institución familiar fija
la Carta Política, y por su intermedio se sancionan, en forma proporcional y razonable,
conductas contrarias al estado matrimonial y perturbadoras de los fines mismos de la
familia que atentan contra los derechos subjetivos de los cónyuges o de cada uno de ellos.
8.1. A partir de los fundamentos aquí expuestos, en oposición a la opinión expresada por
el actor en la demanda, no considera la Corte que el legislador haya contrariado la
Constitución Política al establecer como causal de divorcio ''Las relaciones sexuales
extramatrimoniales de uno de los cónyuges''.
8.2. Para esta Corporación, la norma cuestionada se dictó por el Congreso con
fundamento en una competencia constitucional expresa: regular lo relativo a la disolución
del matrimonio y a las causales de divorcio (C.P. art. 42-9-11), y su contenido normativo
resulta razonable y proporcional en relación con los bienes jurídicos que busca proteger,
como son la institución familiar y el conjunto de obligaciones y derechos que surgen para
los cónyuges del compromiso adquirido en forma libre y voluntaria al contraer matrimonio.
8.3. Como ha quedado visto, la unión que emana del consentimiento otorgado por ambos
cónyuges con el acto del matrimonio, hace surgir respecto de ellos una serie de
obligaciones que les son exigibles, resultando como una de las más relevantes la de
fidelidad mutua. La fidelidad, es considerada uno de los pilares fundamentales sobre los
que se edifica y consolida la estructura del matrimonio, como forma de constitución de la
institución familiar, en cuanto busca preservar el vínculo de mutua consideración, aprecio y
confianza indispensable en la vida matrimonial. Por eso, el quebrantamiento del deber
jurídico de fidelidad conyugal en el matrimonio es incompatible con el consentimiento que
legitima dicho vínculo, lo que descarta de plano que a través de la ley se pueda patrocinar
la continuación de la relación matrimonial, restringiendo irrazonablemente los derechos
del cónyuge ofendido, materializados en la posibilidad de solicitar la disolución del
matrimonio.
Cuando el artículo 113 del C.C. prescribe que el matrimonio se celebra entre un hombre y
una mujer con el fin de vivir juntos y procrear, esta determinando que el mismo surge de
una relación monogámica y que cada uno de los contrayentes se compromete a dirigir sus
afectos hacia el otro. De dicho mandato se advierte la existencia de un acuerdo libre y
voluntario entre los cónyuges, que incluye, por supuesto, mantener relaciones sexuales
entre ellos, en un clima de lealtad y responsabilidad, por lo que un comportamiento
contrario es incompatible con el respeto mutuo, el decoro y el afecto espiritual que ha de
regir el desenvolvimiento de la relaciones maritales. Esta máxima aparece ratificada por el
artículo 176 del ordenamiento citado, al prescribir expresamente que ''los cónyuges están
obligados a guardarse fe''.
jurídico, la relación afectiva está circunscrita a los casados, no como producto de una
imposición meramente legal, sino como consecuencia de un comportamiento o actitud
natural, de un compromiso solemne, inspirado en el respeto y defensa de lo que se cree le
pertenece a cada cuál, y en el sentimiento y afecto en los que han coincidido y que ha
motivado la unión jurídica de la pareja.
8.5. Según se anotó en el acápite anterior, la protección integral que en relación con la
institución familiar prodiga la Constitución, esta direccionada al logro de la estabilidad y
armonía del grupo familiar. Cuando tales objetivos no se ven satisfechos con el
matrimonio, tal como ocurre en el caso de la infidelidad, desaparecen los presupuestos
éticos, sociales y jurídicos que lo soportan, resultando constitucionalmente admisible que
se faculte a los cónyuges para considerar la opción de una ruptura o terminación del
vínculo, como una manera de acercarse más a los objetivos de lograr la estabilidad y la
armonía familiar, y de garantizar al cónyuge inocente sus derechos fundamentales a la
dignidad, igualdad, intimidad y libre desarrollo de la personalidad.
los hijos menores para hacer del matrimonio un estado inamovible, hoy no resultan
válidos. No lo son en relación con la institución familiar porque, como se ha expuesto, ella
persigue la estabilidad del grupo familiar como presupuesto del sistema social y como
lugar propicio para el desarrollo integral de los hombres y mujeres que la integran, en
todos los órdenes; de ahí que si el vínculo existente entre la pareja no garantiza sino que,
por el contrario, perturba la estabilidad familiar, desaparecen los intereses éticos, sociales
y jurídicos que justifican su permanencia. Tampoco pueden invocarse estos argumentos
como válidos en interés de los hijos menores, en razón a que si los padres involucrados en
un conflicto conyugal solicitan, individual o conjuntamente el divorcio, es porque, como
intérpretes reales de las circunstancias vividas, consideran que a los hijos les resulta
mejor enfrentarse a la realidad de una ruptura que verse abocados a crecer en un
ambiente hostil.''
8.7. Así, no puede afirmarse, como lo hace el actor, que la disposición acusada afecta la
institución familiar, el principio de dignidad y los derechos a la igualdad, intimidad y libre
desarrollo de la personalidad. Por el contrario, según ha quedado visto, el objetivo de la
norma es precisamente la protección del bien jurídico de la familia y los principios y
derechos invocados en cabeza de los cónyuges. De acuerdo con la naturaleza jurídica del
matrimonio, la infidelidad deteriora la relación afectiva y es causa de la inestabilidad
familiar, razón por la cual, a través de la causal de divorcio invocada, se busca proteger
esos intereses jurídicos.
8.8. Si bien la causal de divorcio acusada impone una limitación a los derechos al libre
desarrollo a la personalidad y autonomía de la voluntad, en cuanto puede conllevar una
restricción a la libertad sexual de los cónyuges, la misma resulta constitucionalmente
legítima si se considera, según se ha explicado, que deviene de un compromiso adquirido
por los cónyuges en forma libre y voluntaria, y que su objetivo es tutelar un bien jurídico de
interés general -la institución familiar- y proteger derechos de terceros -los del cónyuge
afectado. Esta Corporación ha señalado, en forma por demás reiterada, que los derechos
de la persona no tienen un carácter absoluto como parece entenderlo el demandante.
Tales derechos encuentran como límite primigenio los derechos de los demás, la
prevalencia del bien común y el hecho de que no pueden ser objeto de abuso por parte de
su titular. Al respecto, dijo esta Corporación:
"es evidente que en un Estado de Derecho y más aún, en un Estado Social de Derecho,
no puede haber derechos absolutos; el absolutismo, así se predique de un derecho, es la
negación de la juricidad, y, si se trata de un derecho subjetivo, tratarlo como absoluto es
convertirlo en un antiderecho, pues ese sólo concepto implica la posibilidad antijurídica del
atropello de los derechos de los otros y a los de la misma sociedad" (Sentencia T-512/92
M.P.J.G.H.G.)
La libertad sexual, a la luz de los compromisos que se derivan del matrimonio como
vínculo jurídico, no puede ser entendida en sentido absoluto. Compartiendo lo dicho por el
señor P. en el concepto de rigor y la mayoría de intervinientes, la opción de vida escogida
por una persona, en manera alguna debe interpretarse como mecanismo para eludir el
cumplimiento de las obligaciones sociales, ya que tal actitud degenera en un abuso de los
derechos de éste y en la violación de los derechos de terceros.
8.9. Finalmente, descarta la Corte que la medida acusada resulte discriminatoria por el
hecho de limitar su ámbito de aplicación al matrimonio y no extenderse a la unión marital
de hecho. Según quedo explicado en el apartado 5 de las consideraciones de este fallo,
aun cuando la Carta Política legitima los distintos origines que puede tener la familia,
dicho estatuto no esta reconociendo al matrimonio y a la unión marital de hecho como
instituciones equivalentes, amparadas por una misma situación jurídica frente a sus
efectos y características.
VII. DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia, en nombre del pueblo y
por mandato de la Constitución,
RESUELVE
Presidente
J.A.R.
Magistrado
Magistrado
Magistrado
R.E. GIL
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrada
Secretaria General
Definida una categoría jurídica, en este caso, la de la familia, deben concederse entonces los
mismos efectos jurídicos y derechos tanto para las familias conformadas a partir del matrimonio
como a partir de las uniones maritales de hecho, y esto tanto en el caso de parejas
heterosexuales como homosexuales. En este sentido, a mi juicio, las uniones maritales de
hecho deben tener los mismos derechos y obligaciones que el matrimonio, y ello tanto para las
parejas heterosexuales como para las parejas homosexuales.
Magistrado Ponente:
Dr. R.E.G.
Con el respeto acostumbrado por las decisiones de esta Corporación, me permito aclarar mi
voto a la presente sentencia, respecto de algunas consideraciones de la parte motiva de este
fallo, relativas al concepto de familia y a la distinción entre el matrimonio y la unión marital de
hecho:
2. En segundo lugar, sostengo que definida una categoría jurídica, en este caso, la de la
familia, deben concederse entonces los mismos efectos jurídicos y derechos tanto para las
familias conformadas a partir del matrimonio como a partir de las uniones maritales de
hecho, y esto tanto en el caso de parejas heterosexuales como homosexuales.
En este sentido, a mi juicio, las uniones maritales de hecho deben tener los mismos
derechos y obligaciones que el matrimonio, y ello tanto para las parejas heterosexuales
como para las parejas homosexuales.
Fecha ut supra,
J.A.R.
Magistrado