Oracion en Lucashernán Cardona Ramírez - José Antonio Santís Pinedo

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UN EVANGELIO TRASPASADO POR LA ORACIÓN.


-TEXTOS SELECTOS DE LUCAS-

THE PRAYER ACROSS THE GOSPEL.


SELECTED TEXTS BY LUKE

Hernán Cardona Ramírez1 - José Antonio Santís Pinedo2


Universidad Pontificia Bolivariana- Medellín

Resumen

En el evangelio de Lucas una de las dimensiones centrales de la vida de Jesús


de Nazaret es aquella de su oración. Al seleccionar algunos pasajes sobre la
oración, el artículo muestra cómo la oración del Maestro está vinculada de
manera muy estrecha con su vida y con la misión confiada por el Padre (Abba).
Para la obra lucana, Jesús es un hombre de oración, en ella expresa la riqueza
de su vida interior, su misión personal, y también aquella de los discípulos.
Entre los variados textos sobre “Jesús orante en san Lucas”, la exposición se
detiene en un pasaje donde Jesús asoma con mayor propiedad como maestro
de oración: se trata de la versión lucana del Padre nuestro; además descubre
cómo la oración está presente en los relatos del nacimiento, durante la misión
en Galilea y en la Pascua final en Jerusalén.

Palabras clave: oración, Jesús, Abba, pueblo, pobres, humildes, evangelio.

Abstract

In Luke's Gospel, that of his prayer is one of the Central dimensions of the life of
Nazareth Jesus. When you select some passages on prayer, the article shows
how the prayer of the master is linked very closely with their lives and with the
mission entrusted by the father (Abba). For the Lucan work, Jesus is a man of

1 Doctor en Teología, Magister en Estudios Bíblicos, docente en la Facultad de Teología, área


bíblica, de la Universidad Pontificia Bolivariana- Medellín; integrante del grupo de investigación
en Biblia y Teología, clasificado en Colciencias (Colombia)
2 Licenciado en Filosofía y Letras de las UPB- Medellín. Teólogo de la Pontificia Universidad

Javeriana de Bogotá. Especialista en Teología UPB (2014). Ambos autores pertenecen a la


Comunidad Salesiana.
2

prayer, he expresses the richness of his inner life, his persona mission and
similarly that of the disciples. Among the various texts on "Praying Jesus in
Luke", the exposition stops in a passage where Jesus looks more properly as
master of prayer: it is the Lucan version of the Lord´s Prayer; also discover how
prayer is present in the sections of the birth, during the Mission in Galilee and in
the final Passover in Jerusalem.

Keywords: prayer, Jesus, Abba, village, poor, humble, gospel.

1. Introducción

En los últimos dos decenios la avalancha de publicaciones teológicas y bíblicas


sobre Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, el Cristo, el Hijo del hombre, el servidor
sufriente, el solidario con el pobre… forjada de manera particular en la famosa
“Third Quest” (tercera búsqueda sobre el Jesús histórico), sin duda desborda
tanto al lector desprevenido como al investigador denodado. Entre ese mar de
importantes obras literarias, una dimensión siempre valorada es aquella de
Jesús orante. Incluso para muchos estudiosos, varones y mujeres, de la
academia, la vida y el servicio misionero de Jesús no se comprenden bien, sin
poner atención a su oración personal.
Jesús aparece marcado de manera constante por la oración, pero este
testimonio no es exclusivo de la obra Lucana3, también existen pasajes valiosos
sobre la oración de Jesús en el Cuarto Evangelio (por ejemplo, Juan 17); y es
posible un consenso unánime, sobre este particular de Jesús, en la tradición
sinóptica4. De entrada, para muchas personas y comunidades, el dato parece

3 La bibliografía sobre la oración de Jesús en san Lucas, podría ser abundante. El presente
trabajo menciona algunas obras recientes: S. GARCÍA, Evangelio de Lucas, Descleé de Brouwer,
Bilbao 2012; J. COLOMER, Poneos en camino, Mensajero, Bilbao 2012; A. GEORGE, El Evangelio
según san Lucas. Comentarios, Verbo Divino, Navarra 2006; Y. SAOT, Evangelio de Jesucristo
según san Lucas. Cuaderno Bíblico 137. Verbo Divino, Navarra 2007; S. CARRILLO ALDAY, El
Evangelio según san Lucas, Verbo Divino, Navarra 2007; F. INNOCENTE, San Luca.
L'Evangelista della misericordia di Dio, Elledici, Torino 2011. También F. BOVON, El Evangelio
según san Lucas, Sígueme, Salamanca 2010, Tomos I – IV; D. KAPKIN, Comentario al Evangelio
de Lucas, Impresos Calderón, Medellín 2008; H. CARDONA, Jesús de Nazaret en el Evangelio de
san Lucas, UPB, Medellín 2011.
4 El cuarto evangelio se aparta del testimonio de los evangelios sinópticos. En Jn cuando Jesús

ora, lo hace como mediador y no tanto como un orante aislado o particular. La oración de Jesús
en el Cuarto Evangelio también se vincula con fuerza a momentos decisivos de su misión, a su
‘hora’, el tiempo de su muerte y de su gloria. Jesús ora la muerte y la vida de Lázaro (Jn 11,41-
42), “por causa de la multitud que está alrededor, para que crean”; Jesús ora su momento
decisivo (Jn 12,27-28), para vencer con su pasión el temor y el sufrimiento; Jesús se despide de
los suyos y del Padre (Jn 17,1-26), de una manera solemne. Cfr., J. J. BARTOLOMÉ, “Jesús de
Nazaret, orante modelo, maestro de oración. El testimonio del evangelio de Lucas”, Misión
Joven 350 (2006) 5-19.
3

obvio, porque Jesús perteneció a un pueblo de creyentes orantes, a un pueblo


religioso (los judíos), y tenía como uno de sus referentes para la oración el libro
de los salmos. Además el pueblo de Israel se sentía orgulloso de tener un único
templo, al cual llamaba casa de oración (Is 56,7; cfr. Mc 11,17), allí se ofrecían
dos sacrificios a la hora de la oración, al amanecer y al atardecer (Hch 3,1; Dn
9,21; Jd 9,1). Otras dos oraciones al mediodía, se añadían a las oraciones
‘oficiales’ de la jornada y antes de las comidas (Dt 8,10; cfr. Mc 6,41; 8,6-7;
14,22-23).
En tiempos de Jesús, todos los judíos estaban invitados a orar en el
Templo de Jerusalén, si no era posible, al menos en las fiestas o en la pascua y
dadas las dificultades imponderables, se permitía orar en lugares especiales de
la geografía, casas de oración, o sinagogas, donde de ordinario se reunían los
fieles (Lc 4,16; Hch 16,13.16), incluso se podía orar en todo lugar, en la calle
(Mt 6,5) o en la casa (Dn 6,10-11; Hch 10,9). La única oración judía –según los
sinópticos– recitada por Jesús fue la del ritual de la pascua en la víspera de su
pasión (Mc 14,22-23.26; Mt 26,26-27.30; Lc 22,19-20); esa plegaria fue el
contexto de la institución de la cena5.
Y en este entorno, un hecho llama la atención. Los evangelios aunque
presentan a Jesús como una persona de oración, no relacionan la plegaria del
Maestro con los usos comunes de todo judío, por ejemplo, orar en el Templo de
Jerusalén (al cual Jesús fue con relativa frecuencia), u orar dos o tres veces al
día (Mc 14,49; Lc 2,46; 19,47; 21,37-38; Jn 2,14; 10,23), o en la sinagoga,
donde de ordinario ‘enseñaba’ (Jn 18,20; cfr. Mt 13,54; Mc 1,21; 3,1; 6,2; Lc
4,16; 6,6; 13,10; Jn 6,59), más bien los evangelios y sus comunidades
recuerdan al Maestro orando en solitario (Mc 1,35; 6,46; Mt 14,23) o con sus
discípulos (Lc 11,1), u orando sus eventos centrales (Lc 3,21; 22,32.41.44), o su
misión (Lc 6,12; 9,18.28-29; 10,21; 23,34.46), al obrar un signo en nombre de
su Abba, de su Padre (Mc 1,35; 6,46; Mt 14,23; Lc 5,16; 9,18; Jn 11,41).
En el Evangelio de Lucas se hallan numerosos textos y actos en los
cuales queda al descubierto ese interés constante del Maestro por la oración.
Para proceder de una manera ordenada, la presentación agrupa en tres
apartados esos textos, las citas de los relatos del nacimiento y la infancia de
Jesús en Lucas; luego, los textos del servicio misionero en Galilea y de camino
hacia Jerusalén; y por último, las referencias a la oración con ocasión de la
Pascua en Jerusalén (Pasión, Muerte y Resurrección).

5 Cfr., E. LAVERDIERE, Comer en el Reino de Dios: los orígenes de la Eucaristía en el Evangelio


de Lucas, Sal Terrae, Santander 2002, 85-103. La obra de Lucas ha sido analizada desde
diversos puntos de vista para descubrir su estructura. En general, los estudiosos acuden a
criterios objetivos: estilo, geografía, protagonistas, materia tratada, temas teológicos,
resúmenes y sumarios... También se estudia desde los estribillos, resúmenes, y la palabra
“camino”, con todo el elenco de palabras relacionadas con él. Dicho camino termina en la
Pascua en Jerusalén y a propósito de esta fiesta, la oración asoma como un elemento central.
4

2. La oración en la infancia y en la juventud de Jesús.

El tercer evangelio canónico comienza (Lc 1,8-10) y termina (Lc 24,52-53) en un


ambiente de oración. En Lc 1 se trae la oración de una multitud en el templo
con Zacarías, un sacerdote de la antigua alianza; al final del evangelio una frase
impacta “(Los discípulos) regresaron a Jerusalén con gran alegría. Estaban de
continuo en el Templo (de Jerusalén) bendiciendo a Dios”. El evangelio inicia y
termina en el Templo, el primer grupo afianza el AT, mientras el segundo, el NT,
la comunidad de Jesús.6
Por otra parte, el llamado evangelio de los nacimientos (Lc 1 y 2), en su
prólogo sobre el origen histórico de Jesús, presenta grandes orantes: Zacarías,
Isabel, María, los pastores, Simeón, Ana… Y a los doce años el joven Jesús,
está en el Templo de Jerusalén, allí llama a Dios “Abba” (Lc 2,49) y conversa
con los doctores de la ley.
En Lucas 1,5-25, aparece Zacarías y su esposa Isabel, ambos mayores
en edad y sin hijos. El verso 8, presenta a Zacarías en su oficio sacerdotal,
dentro del santuario del templo. Por lo tanto Zacarías aparece en este momento
culminante de su vida, como creyente y como sacerdote. A él "le tocó en
suerte", es decir, se halla en ese lugar gracias a la providencia divina, quien lo
escogió para este momento especial (cfr. Como en el caso de Judas y su
remplazo Matías, visto como un evento desde Dios, Hch 1,17).
Al sacerdote Zacarías le correspondió renovar ese día las ascuas
encendidas y verter sobre ellas el incienso portado en una bandeja. La nube de
humo blanco y perfumado era el símbolo de la presencia del Señor en medio
del santuario (Is 6,1-8). Esta ofrenda de incienso se hacía dos veces al día: la
primera al amanecer antes del holocausto, y la segunda, a la media tarde luego
del holocausto.
Según el relato, en Lc 1,10, allí en el templo de Jerusalén estaba toda la
multitud, para la incensación de la tarde. La gente vino a orar. En este momento
se aparece el enviado divino delante de Zacarías, para comunicarle un anuncio
de parte de Dios. El mensajero se pone de pie a la derecha del altar del
incienso, es decir, del lado de la bendición. Los siguientes datos: el tiempo de la
aparición, la hora de la tarde y el nombre del enviado divino (Gabriel), se
podrían relacionar con la profecía de Daniel 9,21, donde se anuncian setenta
semanas, para el arribo de la plenitud de los tiempos.
Zacarías se sobresaltó ante el anuncio divino y el temor cayó sobre él,
así ocurrirá con Santa María (1,29), con los pastores (2,9), y con las mujeres
delante de la tumba vacía de Jesús (24,5). Como es usual en este tipo de
relatos, el mensajero divino calma el temor del interesado. Zacarías debe
permanecer tranquilo porque su petición fue escuchada. De acuerdo con el
contexto, la oración-petición de Zacarías apuntaba a la llegada de un hijo.

6Véase J. A. FITZMYER, El evangelio según Lucas, T I- IV, Cristiandad, Madrid 2005; J. SCHMID-
A. W IKENHAUSER, ET AL., El evangelio según San Lucas, Herder, Barcelona 1981.
5

En este momento, cuando desde el punto de vista humano era imposible


concebir, Dios escuchó la oración de este varón justo e irreprochable. El hecho
de llamar al hijo con el nombre de “Juan”, significa el arribo del don definitivo de
Dios para su pueblo. El nacimiento del hijo será motivo de alegría y júbilo no
sólo para Zacarías y su familia sino para muchos, y no se habla de todo el
pueblo, porque Juan bautista será signo de contradicción y también otros lo
rechazarán7. Juan será grande delante del Señor, pero Jesús será el más
grande (1,32).
Otro momento orante de Zacarías es su himno ante el nacimiento de su
hijo Juan Bautista (Lc 1,68-80). En el Cántico de Zacarías, los miembros de las
primeras comunidades, casi todos judíos, oran y cantan la alegría por la visita
bondadosa de Dios. El cántico tiene una estructura pensada. Asoma como una
lenta subida de los fieles hasta lo alto de la montaña, desde donde observan el
camino recorrido por Abrahán (Lc 1,68-73), experimentan el comienzo de la
plenitud anunciada por el padre (Lc 1,74-75) y desde allí vislumbran el camino
aún pendiente para recorrer por el niño Juan hasta el nacimiento de Jesús; el
sol de justicia prepara para todos el camino de la Paz (Lc 1,76-79).
Al inicio de su canto, Zacarías alaba a Dios porque ha visitado y redimido
a su pueblo (Lc 1,68) y ha suscitado a un salvador en la casa de David su
siervo (Lc 1,69) como había prometido por boca de los profetas (Lc 1,70). Y
describe el contenido de esta salvación poderosa: salvarnos de todos nuestros
enemigos y de las manos de quienes nos odian (Lc 1,71). Esta salvación es el
resultado, no del esfuerzo personal, sino de la bondad misericordiosa de Dios
quien se acordó de su alianza sagrada y del juramento hecho a Abrahán, el
padre emblemático de Israel (Lc 1,72). Dios es fiel, he aquí el fundamento de la
oración de un creyente.
Acto seguido Zacarías describe el contenido del juramento de Dios a
Abrahán “que, libres de nuestros enemigos, podamos vivir sin temor, en
santidad y justicia, en presencia de Dios, todos los días de nuestra vida”. Era el
gran deseo de la gente de aquel tiempo y sigue siendo el deseo de los pueblos:
vivir en paz, sin miedo, sirviendo a Dios y al prójimo, en santidad y justicia,
todos los días de la vida. Este es el punto más alto de la montaña, el punto de
llegada, es decir, apareció el horizonte con el nacimiento de Juan (Lc 1,73-75).
En Lucas 1,39-45, Isabel, esposa del anciano Zacarías, entona una
plegaria, una jaculatoria, a propósito de la visita de Santa María a la casa del
mudo. Isabel representa aquí el AT cuya función va terminando. Santa María
representa el NT el cual apenas inicia8. El AT acoge el NT con gratitud y

7 Esta dimensión del rechazo, de contradicción e incluso de confrontación con diversos


personajes y grupos de la época, es una constante para Lucas, no sólo al inicio del Evangelio
sino en toda la obra. Cfr., J. FERNÁNDEZ, “Fuego he venido a traer a la tierra (Lc 12,49-53)”,
Compostellanum 57/1-4 (1999) 248-264.
8 I. DE LA POTTERIE, “La anunciación del ángel a María en la narración de San Lucas”, en:

AAVV., Biblia y Hermenéutica. Actas de las Jornadas Bíblicas, San Rafael 1998, Verbo
Encarnado, Buenos Aires 1998, 141-166; B. PITTNER, “Tradição particular de Lucas”, Revista
Biblica Brasileira 11 (1994) 9-314.
6

confianza, reconoce allí el don gratuito de Dios quien viene a dar plenitud a la
expectativa de la gente. En la reunión de las dos mujeres (una anciana y otra
muy joven) se manifiesta el don del Espíritu. La criatura salta de alegría en el
seno de la mujer mayor.
El encuentro de las dos madres es a la vez, el de dos niños aún en los
vientres de sus mamás. Juan llamado el Bautista recibe el Espíritu desde el
seno de su mamá, como fue anunciado en Lc 1,15. Juan inaugura su misión
profética con este salto en el vientre materno, delante del Mesías, presente en
las entrañas de santa María. Isabel es testigo del evento en un ambiente de
oración y del intercambio de unas pocas frases.
Los dos niños, aún sin nacer, ya son protagonistas de cuanto el autor del
Evangelio y su comunidad desean transmitir desde la fe. El Espíritu Santo llama
la atención en el relato, porque Él llena de gozo a Isabel para bendecir con su
oración a María de Nazaret y el fruto de su vientre (v. 42); con estas palabras se
cantan, se reconocen, las obras del Señor. La oración de Isabel, su voz de
reconocimiento a santa María, no se agota en la reacción ante una visita.
Para Lucas, esta cita de las dos mujeres, y el cruce de saludos, es la
ocasión propicia para entregar un anuncio a través de una teología narrativa en
ambiente de oración. Dios actúa en la historia humana, por medio de personas
sencillas, con seres humanos marginados por los grandes de la sociedad.
La historia narra aquí eventos muy sencillos de personas pobres y esta
manera de proceder es una excepción, a la forma como de ordinario se expone
la historia de una civilización. La oración en los labios de Isabel, muestra de
nuevo, la preferencia de Dios por los humildes y sencillos (Lc 10,21). Esta
verdad de la revelación en la Biblia, será mucho más clara en el canto u oración
posterior de María santísima.

Otros personajes orantes en Lucas 1 y 2.

Lucas presenta a continuación, en los relatos de los nacimientos (Lucas 1 y 2),


la oración de santa María, en un himno llamado el “Magnificat”, (Lc 1,47-56). En
este canto de María, la comunidad de Lucas regala una verdad, en un mundo
narrado y contado sólo por los poderosos, asoma un relato distinto, en el cual
ocurre un giro completo, hay aquí una excepción a la regla.
A pesar de ser Lucas un historiador9, no se dejó arrastrar por la
tendencia a resaltar las obras de los grandes y poderosos de la tierra, él

9 Lucas es en verdad un investigador, un historiador, pero también un literato, un artista y un


teólogo cuya reflexión se sitúa entre Marcos, Mateo y Juan. Y aunque comparte materiales de la
tradición sinóptica, hace su aporte, resultado de la investigación personal realizada "entre
testigos oculares y siervos de la Palabra" (Lc 1,2). El tercer evangelio canónico, con detalles
sencillos y relatos cortos, revela la realidad profunda de Dios: su amor y su compasión, baste
recordar soberbios fragmentos elegidos: las parábolas del samaritano compasivo o del Padre
de la misericordia (hijo pródigo), los episodios de Zaqueo o de la pecadora perdonada, o los
relatos de los nacimientos. Pero el arte narrativo de Lucas va a la par con una exigencia de fe:
7

muestra los detalles simples de una realidad, en apariencia sin impacto en el


desarrollo histórico de una sociedad, que considera importante sólo cuanto
obran los fuertes, los ricos, los grandes, los de renombre, quienes se creen a sí
mismos los únicos protagonistas de la historia.
En la oración de Santa María, el protagonismo, si se puede hablar así, es
de una joven mujer, con casi ningún reconocimiento en una sociedad machista
patriarcal10. Santa María revela en su oración, cómo Dios realiza su acción en el
mundo a través de estas migajas dejadas por la sociedad, de ordinario, inicua
desde sus sistemas y desde su organización; por este motivo, la oración aquí
es revolucionaria, refleja las convicciones de un corazón libre e invita a una
libertad duradera, liberación de estructuras injustas, las cuales, en nombre de
Dios mantienen al pueblo sumido en la discriminación, el hambre y el
abandono.
La comunidad lucana pone en labios de María santísima cuanto todo
creyente de corazón sencillo no sólo debe orar y proclamar con sus labios, sino
realizar también a través de su esfuerzo y su lucha de cada día; el Magníficat
revela una imagen de Dios completa y diferente de la sostenida por quienes se
creen los poderosos del mundo.
Otras personas de oración en Lucas, son los pastores (Lc 2,8-21). Según
el texto, los pastores “fueron a toda prisa” (2, 16a) a asimilar el anuncio del
Ángel. Se disponen en una actitud orante y de expectación. La búsqueda surte
su efecto: “Hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”
(2,16bc). Su oración, es una plegaria para el encuentro y la comunión. Los
pastores hallan a otras personas del vecindario (plural genérico). El evangelista
describe las reacciones frente al hecho, quienes están allí (“quienes lo oyeron”,
2,18a), se llenan de admiración, “Se maravillaban de cuanto los pastores
decían” (2,18b. Edo, 2008, p. 631-632)11. Estas reacciones jalonan el Evangelio
(Lc 2,33; 8,25; 11,14), pues se trata de una revelación.
Después de la visita a la familia de Belén, los pastores no regresan a sus
casas de la misma manera, lo hacen “glorificando y alabando a Dios” (2,20a;
otra constante del Evangelio: 4,15; 5,25s; 7,16; 13,13; 17,15; 18,43; 23,47), una
actitud en la cual se revela su condición orante. La oración parte de la conexión
entre las palabras del anuncio y la realidad de su cumplimiento, palabra y vida
se dan la mano. La escucha de las palabras vertidas de lo alto les permitió a los

los alcances sociales del Evangelio. Teófilo, ¿el lector?, ¿el amigo de Dios?, ¿la comunidad? a
quien se dedica la obra, queda consolidado en su fe y los nuevos lectores con él.
10 A. MÉNDEZ-PENATE, La buena noticia desde la mujer: reflexiones sobre la mujer en el

Evangelio de Lucas, Vicaria Sur de Quito, Quito 1996; L. MONLOUBOU, Leer y predicar el
Evangelio de Lucas, Sal Terrae, Santander 1982.
11 Sobre los relatos del nacimiento en Lucas se destacan varios elementos, con base en las

ciencias de la antropología cultural. Un apoyo entre tantos podría ser E. DREWERMANN, Tu


nombre es como el sabor de la vida: el relato de la infancia de Jesús según el evangelio de
Lucas. Una interpretación psicoanalítica, Galaxia Gutenberg, Barcelona 1995.
8

pastores asumir su significado, la dignidad de un nacimiento, sin el cual hubiera


pasado inadvertido.12
La última acción de los pastores es su canto, allí se expresa la
comprensión de un evento inalcanzable para los sabios del mundo. Quizá los
pastores se anticipan a las palabras de Jesús: “Padre… Has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños… Tal ha sido tu
beneplácito” (Lc 10, 21). La actitud final de los pastores prolonga una nueva
mirada hacia Dios. El encuentro con el recién nacido en Belén, el más humilde
de los nacidos en la tierra, remite a lo más alto en los cielos, de donde proviene
la gloria y la bendición. Esta dimensión de fiesta, recuerda la conclusión del
evangelio, “Volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el
Templo bendiciendo a Dios” (24,53).
En Lucas 2,25-32, se presenta a Simeón como un hombre de oración. Él,
movido por el Espíritu (Lucas nombra aquí tres veces al Espíritu. Vv. 25, 26, 27)
llega al Templo, cuando la familia de Nazaret se apresta a la presentación del
niño; el Espíritu inspira a Simeón las palabras reveladoras sobre el niño: "Mis
ojos han visto tu salvación que has preparado para todos los pueblos". Estas
palabras recogen criterios de la Biblia. El AT es la historia de la paciente
preparación de Dios para salvar a la humanidad, "la salvación de toda la
humanidad", no sólo del pueblo e Israel. Así lo precisa Simeón: "luz para
alumbrar a las naciones paganas y gloria de Israel tu pueblo". La gloria de Israel
pasa por el hecho de ser elegido no para sí mismo, sino para el beneficio de la
humanidad entera. Mientras avanzaba la historia, el AT descubría el proyecto
de salvación de Dios para cobijar a toda la humanidad.
Cuando Simeón proclama "Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en
paz, según tu palabra. Porque mis ojos han visto tu salvación, que has
preparado para todos los pueblos; luz para alumbrar a las naciones paganas y
gloria de tu pueblo Israel", afirma al niño como el Mesías, el reflejo de la gloria
de Dios.13
Hasta el momento todo era felicitaciones y espléndidas afirmaciones
sobre el niño, pero la profecía de Simeón tiende un manto oscuro sobre el
destino de Jesús. Su venida al mundo generará efectos contradictorios entre la
gente: condenación para unos y salvación para otros. Jesús no es un Mesías
alabado por todos, tropieza a la vez en su camino con fuertes resistencias y
rechazos. La hostilidad lo conducirá a la muerte.
La oración de Ana (Lc 2,36-38). La larga espera de Israel está significada
en Simeón y Ana. "Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un
hombre justo y religioso quien esperaba el consuelo de Israel"; Ana por su lado,

12 Conviene no olvidar, para la mejor comprensión de este argumento, la relación con el primer
anuncio de Jesús en Nazaret, según el evangelio lucano (Lc 4,16-30). Cfr. F. PÉREZ HERRERO,
“La obra de San Lucas y su mensaje para el cristiano de hoy”, Burgense 38/1 (1997) 11-40.
13 G. L. MÜLLER, Nato dalla vergine Maria: interpretazione teológica, Morcelliana, Brescia 1994;

S. MUÑOZ, “El Evangelio de la Infancia en San Lucas y las infancias de los héroes bíblicos”,
Estudios Bíblicos 56/4 (2007) 3-4.
9

"hablaba del niño a quienes esperaban la liberación de Jerusalén", estaba llena


de impaciencia esperando el arribo del reino.
La presentación de Ana, tiene unos paralelos en el AT. Como Judit (Jdt
8,1-6), Ana es una viuda. Y como lo fue Débora (Jc 4,4), Ana es también
profetisa, es decir, una persona capaz de la leer la historia presente desde Dios
y así la contagia a los demás, tiene una apertura especial para la fe hasta el
punto de comunicarla a los demás. Ana se casó joven, vivió casada siete años,
se quedó viuda y siguió dedicada a Dios hasta los ochenta y cuatro años.
Ana llega al templo en el momento en el cual Simeón abraza al infante y
conversa sobre el futuro del niño (Lc 2,25-35). Ana, según el relato de Lucas,
parece testigo del diálogo entre la sagrada familia y Simeón. Y la mirada de Ana
es una mirada de fe desde su oración silenciosa. Ella ve al chiquillo en los
brazos de su madre y descubre en él al Salvador del mundo.14
La última escena de oración en la infancia y en la juventud de Jesús,
según san Lucas, ocurre en el Templo de Jerusalén cuando Jesús tenía doce
años (Lc 2,41-52). El texto se centra en un momento clave de la vida familiar,
María y José acompañan a Jesús en su paso a la adultez.
Según el relato de Lucas, la familia (José, María y el niño Jesús), como
era su costumbre, vino a Jerusalén a celebrar la fiesta de la pascua. Cuando
debían regresar, el niño se quedó en Jerusalén sin saberlo sus padres y a los
tres días el niño fue hallado en Jerusalén. Cuando José y María se encuentran
de nuevo con Jesús, en el Templo, ellos no están en la misma longitud de onda.
El reproche afectuoso de santa María a su hijo, fruto de la angustia de esos
días, se choca con la extrañeza sincera de Jesús: “¿Por qué me buscaban?
¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”.
La revelación de Jesús pasa por la admiración de todos, en particular, de
los doctores de la Ley, testigos de la sabiduría del joven. La revelación pasa
también por la mención de los "tres días”, una cifra bíblica cuyo sentido habitual
identifica el tiempo necesario para hallar a Dios. Tres días es el tiempo entre la
puesta del cuerpo de Jesús en el sepulcro y la resurrección, es decir, la victoria
plena de la vida sobre la muerte. La revelación de Jesús pasa también por esa
frase un tanto extraña, en los labios de un joven judío de doce años, delante de
sus papás terrenos: “Debo ocuparme de los asuntos de mi Padre”. Jesús se
afirma como Hijo de Dios, en el templo de Jerusalén, donde ordinario el pueblo
con sus oraciones y ofrendas entraba en comunión con el Señor. Cuando Jesús
llama a Dios “mi Padre”, se siente hijo, revela su filiación divina y por ello no se
extraña la incomprensión humana (de José y de María) ante esta verdad.
Estas frases no son evidentes para los padres, y sin embargo, Jesús
insiste: “¿No lo sabían?”. Aquí se hace realidad la palabra profética de Isaías:
“Mis pensamientos no son los vuestros, mis caminos no son vuestros caminos”
(Is 55,8-9). Según Lucas, santa María no comprende todo de una vez, ella

14 M. BORG – J. D. CROSSAN, La primera navidad, Verbo Divino, Navarra 2009; F. RAMIS, “Los
evangelios de la infancia: apreciaciones críticas”, Biblia y Fe 28/59 (2002) 7-39; W. STEGEMANN,
Il nuovo Gesú storico, Paideia, Brescia 2006.
10

guarda en su corazón, retiene y se interroga, ella busca comprender (Cfr. Lc


2,19). Lucas propone un ejemplo: aceptar la incapacidad para comprender todo
de una vez y dejar a Jesús remover el corazón con la oración (Cfr. Lc 24,32).
Los elementos sobre la oración, expuestos por los pasajes selectos de
Lucas 1 y 2, le permiten al lector captar un hilo conductor con el cual se forja el
Evangelio. Sin duda, la oración es uno de los ejes transversales de la obra
lucana, y es la intención de este trabajo, hacer resonar estas notas en la vida
apostólica de Jesús ya adulto, durante su viaje desde Galilea hasta Jerusalén.

3. La oración de Jesús en su servicio misionero15.

Una presentación de la oración de Jesús ya adulto, a partir de cada una de las


referencias lucanas, sería muy interesante y le regalaría al lector innumerables
horizontes de comprensión. Pero en orden a la brevedad y a la precisión, la
exposición se detendrá sólo en algunos núcleos esenciales, revelados en el
ejercicio servicial de Jesús con los suyos en Galilea y luego en el “camino” de
Galilea a Jerusalén para celebrar su última pascua16.
Lucas presenta a Jesús, ya adulto misionero y servidor, con frecuencia
en oración. Casi nunca indica los motivos de la oración, sólo constata el hecho.
Pero en su oración Jesús revela la vivencia de su fe, la oración es expresión y
parte de su vida interior; la oración prepara y da sentido a su misión, la oración
es parte integral de su ser.
Lucas introduce alusiones constantes a la oración de Jesús, mientras
camina desde Galilea hacia su destino final en Jerusalén (Lc 3,21; 5,16; 6,12;
9,18.28-29; 11,1; 22,41.44-45), en la instrucción sobre la oración a los
discípulos (Lc 18,1), y en la propuesta de la oración del discípulo quien
aprehende el testimonio de Jesús orante (Lc 6,28; 11,1b-2; 22,40.46).

15 Para el apartado No. 3, donde se desarrolla la oración de Jesús en su servicio a los


destinatarios, los estudios sobre el Evangelio de Lucas, ofrecen varias posibilidades respecto a
la idea fuerza o a la estructura del texto: unos se centran en el viaje de Jesús desde Galilea
hasta Jerusalén, algunos insisten en la formación en el discipulado de los seguidores de Jesús,
tanto varones como mujeres (Lc 8,2-3), otras investigaciones, en la revelación de Jesús como
Hijo. La presente exposición sigue, con modificaciones, la propuesta de J. J. BARTOLOMÉ, “Jesús
de Nazaret, orante modelo…”, 5-19. Por ello, el documento citado será referenciado varias
veces.
16 El tercer evangelio canónico también ayuda a sus lectores a recibir “la gracia de ponerse a

caminar” tras las huellas de Jesús. El simbolismo de Jesús como “camino” está muy presente
en la obra de Lucas. Jesús es el “camino hacia el Padre”, pero también quien acompaña el
caminar. Para Lucas se es cristiano cuando se hace el camino de Jesús, y además, se hace
con Él, hasta Jerusalén atravesando la Pascua. Por eso escuchar su Palabra, instruye y alienta,
pues no es fácil ese camino; a veces, como recordaba san Ignacio, es “corto, ancho, llano”;
pero con frecuencia es “largo, estrecho, empinado”. Para no perder la brújula ni desanimarse es
necesario caminar con Él "nunca solos", muy de cerca, para captar y asumir su estilo de vida.
11

3.1. La oración de Jesús una experiencia de Revelación

Jesús oró numerosas veces y en las más variadas circunstancias, Lucas da un


testimonio decisivo, Jesús ora solo (Lc 5,16), durante bastante tiempo (Lc 5,16;
6,12; 9,18; 11,12), privilegia la montaña, los altos, como lugares para su oración
con el Abba (Lc 6,12; 9,28; 2,39), a veces, esa oración llega hasta la agonía
física (Lc 22,44). Por ello, aquí, la oración de Jesús no es un episodio fortuito,
aunque usual, de su misión, sino un hecho repetido, componente esencial de su
diaconía (Lc 5,16), de la oración con su Padre nacen las palabras, sus
decisiones esenciales, los signos de la misericordia.
Un primer dato de este movimiento, asoma en el bautismo de Jesús: “Y
sucedió que, cuando todo el mundo se bautizaba, Jesús también fue bautizado
y, mientras oraba, se abrió el cielo…” (Lc 3,21).
El relato del bautismo de Jesús en Lucas, es el más breve de los
sinópticos.17 Mientras Jesús es bautizado con todo el mundo y antes de abrirse
los cielos, mientras ora, le sobrevino el Espíritu. Primero es el bautismo,
después la oración, y en tercer lugar, la teofanía (apertura del cielo, descenso
del Espíritu, irrupción de la voz de Dios); primero, Jesús está junto a los
pecadores, después ante Dios y luego Dios se le declara Padre18.
Todos son bautizados pero sólo Jesús ora, así Lucas distingue la
intervención humana de la divina, al bautizarse como todos, Jesús se solidariza
con quienes buscan a Dios en la conversión de su vida (Lc 3,8-18); al ser
proclamado, el hijo amado por la voz del Padre, Jesús se revela como el Hijo
del Abba. Y en la misión con las gentes de Galilea, el evangelista anota: “Pero
él (Jesús) se apartaba a lugares desiertos a orar.” (Lc 5,16).
Jesús cura un leproso y lo devuelve a la comunidad (Lc 5,12-16; Mc
1,40-45), la gente se agolpa en torno a Jesús para oír su voz y verse libre de
enfermedades. Ante un éxito tan completo sorprende la reacción de Jesús, se
retira a un lugar abandonado y se aplica a la oración. El evangelio no explica el
hecho, ni dice cuál es el contenido de esta oración en soledad; se insiste más
bien en la búsqueda afanosa de una multitud deseosa de escuchar a Jesús y
ser curados por él. Pero Jesús responde con la oración, busca a su Padre.
“Y sucedió en aquellos días que fue al monte a orar, y pasó la noche
orando a Dios; cuando llegó el día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de
ellos…” (Lc 6,12-13).
La creación del grupo de los Doce fue una decisión vital de Jesús (Lc
6,12-16). Cuando empieza a formarse un grupo de ilustrados antagonistas (Lc
6,7.11), Jesús opta por rodearse de algunos más fieles. Los apóstoles, distintos

17 Cfr. J. J. BARTOLOMÉ, “Jesús de Nazaret, orante modelo...”; S. CARRILLO ALDAY, El Evangelio


según san Lucas; A. GEORGE, El Evangelio según san Lucas. Comentarios, Verbo Divino,
Navarra 2006.
18 Por ejemplo, en el relato de Zaqueo (Lc 19,1-10), según Jesús, también los mal vistos

(cobradores de impuestos convertidos) son hijos de Abraham. Jesús en la cruz, para los judíos,
es un maldito a la luz de Dt 21,22-23, y sin embargo, muere confiado en brazos de su Padre.
12

de los discípulos, pero elegidos de entre ellos, van con Jesús al encuentro con
la multitud (Lc 6,17), y a ellos les entrega el anuncio en la llanura (Lc 6, 20-49).
Los apóstoles por ser elegidos de manera personal y por estar más cerca de
Jesús, son oyentes privilegiados del anuncio esencial (Lc 6,20).
Jesús llamó a los doce “apóstoles”, anota Lucas (Lc 9,10; 11,49; 17,5;
22,14; 24, 10. Cf. Mt 10, 2; Mc 6, 30; Jn 13, 16); a diferencia de Mc 3,14-15 y
Mt 11,1, no da poderes especiales a los elegidos, sólo los identifica con su
misión personal; los ahora llamados (Lc 6, 13) serán un poco más adelante, sus
enviados (Lc 9,1-2). Lucas resalta el momento previo, la larga oración de Jesús
durante la noche (Lc 6,12), y el acto mismo, narrado con marcada concisión y
solemnidad, no dice por qué, ni cómo los eligió, sólo narra el hecho y señala a
los beneficiados, su número y sus nombres (Lc 6,14-16).
Lucas no dice el motivo de su convocatoria (quizá porque serán jueces
de Israel, Lc 22,30), pero sí destaca la preparación para el llamado, con una
vigilia de oración. Sólo Lucas regala este dato al lector creyente (cfr. Mc 3, 13).
La noche de oración señala la importancia de la elección (Lc 3,1; 5,16), Jesús
pone esta decisión, bajo el señorío de Dios su Abba (Hch 1,2.24.26).
Ahora Lucas (Lc 9,18) introduce un episodio decisivo en la vida de Jesús,
la confesión de Pedro (Lc 9,22) y las condiciones para el seguimiento de quien
se dice discípulo de Jesús (Lc 9,23-26). La oración de Jesús prepara cuanto
sigue. Cuando se trata de definir la esencia del discipulado,19 Jesús se pone a
solas en comunicación con Dios su Padre. Jesús ora solo, la conversación con
Dios precede la conversación (las preguntas sobre su identidad) con los suyos:
“Y aconteció que, estando él solo orando, estaban con él los discípulos; y les
preguntó diciendo: ¿Quién dicen las gentes que soy?” (Lc 9,18).
La escena de la Transfiguración, en Lucas, se celebra en un ambiente de
oración y esta vez comparte la oración con tres de sus apóstoles, en el monte;20
los tres discípulos también lo acompañan cuando devuelve la vida a la hija de
Jairo (Lc 8,51). La declaración de la filiación divina de Jesús ocurre una semana
después de la confesión de su mesianismo (Lc 6,18-22); primero fue Pedro,
ahora es Dios quien se pronuncia; antes Jesús fue confesado Mesías, ahora es
proclamado hijo de Dios. Ambas afirmaciones, una humana, otra divina, tienen
como contexto vital un momento de oración.
“Como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó consigo a
Pedro, a Juan y a Santiago, subió al monte a orar y mientras oraba…” (Lc 9,28-
29). Jesús subió al monte a orar; la teofanía posterior es el efecto, no la
finalidad perseguida, de ese ascenso a la montaña y de la oración permanente.
Durante la oración su rostro cambia de aspecto, la comunicación con Dios
prepara la revelación de su identidad personal (Lc 9,35); Jesús intima con su
Abba y el Padre revela su identidad en la oración, los discípulos, rendidos por el
sueño (Lc 9,32) logran contemplar quién es Jesús, su gloria (Lc 9,32). El monte

19Cfr., J. M. CASTILLO- T. L. MARTÍN, El seguimiento de Jesús, Sígueme, Salamanca 2004


20J. L. FRANCO, “Caracterización narrativa del discipulado en el relato de la Transfiguración
según San Lucas”, Voces 10/20 (1999) 61-73.
13

y la oración de Jesús enmarcan la revelación de Dios como Padre quien ama a


su Hijo Jesús.

3.2. Un servicio misionero transido por la oración

Jesús irrumpe en una oración de alabanza, lleno de alegría y del Espíritu,


cuando recibe a sus setenta discípulos, quienes regresan felices de la primera
misión (Lc 10,17). El júbilo de Jesús se hace himno a Dios, pues Satán ha sido
derrotado (Lc 10, 18) y los nombres de los misioneros están escritos en el cielo
(Lc 19,20), este triunfo, llena a Jesús de alegría y de motivos para orar.
“En aquella misma hora Jesús se alegró en el Espíritu y dijo: Yo te
alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estos hechos a
sabios y entendidos y los has revelado a los pequeños. Sí; Padre, porque así te
agradó. Todo me fue dado por el Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el
Padre, ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere
revelar.” (Lc 10,21-22).
Bajo el impulso del Espíritu, Jesús se dirige, con entusiasmo al Padre:
cinco veces repite “Abba”, lo identifica como Padre, Señor de cielo y tierra, por
lo tanto Jesús y quienes así oran se sienten “hijos”. La oración, nacida de la
alegría por el éxito misionero y de la admiración por Dios, tiene dos motivos, el
primero, el Padre es benevolente con los pequeños, a quienes privilegia, se les
da a conocer y provoca su aceptación.21 Dios no goza en ocultarse a los sabios,
sino en comunicarse a los pequeños, a los discípulos recién llegados de la
misión, después de la formación compartida con Jesús.
El segundo motivo es la intimidad entre el Padre y el Hijo (Lc 10.23-24),
revelada aquí para los discípulos, ellos son bienaventurados pues ven y oyen
cuanto profetas y reyes desearon ver y no vieron. El éxito de la primera misión
de los discípulos, provoca un momento profundo de oración en Jesús, los
demonios obedecen a su nombre, este hecho lo llena de gozo y entusiasmo por
su Dios, de quien se sabe hijo y a quien revela. La oración le sirve a Jesús para
revelar su identidad y el empeño de su Padre por darse a conocer de los
humildes, los pobres, los pequeños, los insignificantes.22
Pero este conocimiento sobre la identidad de Jesús y los rasgos típicos
del Padre, asumidos desde la oración, abren el horizonte de comprensión para
la fe. El conocimiento no se estanca, más bien lanza a los discípulos a un
trabajo serio, les plantea un reto. La oración de Jesús, como la oración del
discípulo, es una forma concreta de amor al enemigo y así lo enseña Jesús:
“Pero a vosotros, que estáis escuchando, os digo: Amad a vuestros enemigos,

21 J. L. SEGUNDO, La opción de los pobres como clave hermenéutica para entender el


Evangelio, Sal Terrae, Santander 1986, 480; F. INNOCENTE, San Luca...
22 Cfr., C. R. PADILLA, Bases bíblicas de la misión: perspectivas latinoamericanas, Eerdmans

Publishing Company, Michigan 1998; D. LÓPEZ R., La misión liberadora de Jesús: una lectura
misionológica del Evangelio de Lucas, Puma, Lima 1997
14

haced bien a quienes os aborrecen, bendecid a quienes os maldicen y orad por


quienes os maltratan… “(Lc 6,27-28).
Lucas coloca el mandato del amor al enemigo (Lc 6, 27), en el anuncio
testimonial de Jesús a los suyos en la llanura. Este mandato es el corazón y el
punto más alto del anuncio. El amor al enemigo es una actitud distintiva del
discípulo (Lc 6,27b); para facilitar su práctica, describe tres ejemplos de cómo
amar al enemigo: se hace el bien a quien nos odia (Lc 6, 27c), se bendice a
quien nos maldice (Lc 6, 28a), y se ora por quien nos trata mal (Lc 6, 28b).
La oración de Jesús educa en el amor al enemigo, se transforma en un
ejercicio práctico del buen hacer y del bien decir. La oración no pide volver
amigo al enemigo (aunque si se da, es bienvenido siempre); pide más bien
acordarse del enemigo ante Dios en su oración. He aquí uno de los criterios
presentes en la oración comunitaria del Padre nuestro (Mt 6,5-15 / Lc 11,1-4).

3.3. El orante enseña a orar

Jesús como un hombre de oración da el paso a ser maestro de oración (Lc


11,1), traspasa a los suyos su experiencia. Jesús ora y contagia esa dimensión
a los discípulos, así, la comunidad de Jesús se distingue de otros grupos
orantes, como los del Bautista y los de los fariseos u otros grupos judíos.
“Estando Jesús orando en un lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan (Bautista)
enseñó a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea
tu nombre; venga tu reino. Danos nuestro pan, cada día; y perdónanos nuestros
pecados, porque también nosotros perdonamos a quien nos debe. Y no nos
metas en tentación.” (Lc 11,1-4)
La tradición sinóptica conoce dos versiones del Padre nuestro: la de
Lucas, más concisa, con cinco peticiones (Lc 11,2-4); y la de Mateo (Mt 6,9-13,
Did 8,2-3), con seis peticiones, más larga, pero mejor formulada, la simetría, el
ritmo y un cierto sabor litúrgico evidencian una cuidadosa composición; en todo
caso, el Padre nuestro es la oración del evangelizador (Mc 1,14), de quien se
sabe hijo amado (Mc 1,11).
Lucas presenta el Padre Nuestro dentro de una catequesis más amplia
sobre la oración, dirigida a sus discípulos (Mt 6,5-15; Lc 11,9-13)23. Para Mateo
y Lucas la oración no es una praxis impuesta por Jesús, quien no exige a los
suyos orar, es por el contrario una propuesta, Jesús les dice cómo hacer,
cuando oren (Mt 6, 6.9; Lc 11,2).
Jesús suscita en sus discípulos el deseo de orar, porque se deja ver
orando. Aquí Jesús ora y es testigo ejemplar para los discípulos. Lucas subraya
la enseñanza propuesta como el fruto del deseo y la petición de los discípulos,

23Sobre la oración dentro de la “Third Quest” (La tercera búsqueda o investigación, en los
estudios sobre el Jesús Histórico) cabe citar a J. D. CROSSAN, Cuando oréis, decir: “Padre
nuestro…”. Sal Terrae, Santander 2011.
15

quienes se encantan con el testimonio orante de su maestro.24 Del Padre


Nuestro se destacan algunos elementos (Lc 11,2-4):
- Padre es la invocación inicial de la oración; traducción exacta del enfático
Abba arameo25; esta palabra expresa la veneración de un hijo por su padre, el
respeto de un niño ante personas adultas. El término no aparece en oraciones
judías de la época aunque se conocía la paternidad de Dios (Eclo 23,1.4; Sab
14,3; 3 Mc 5,7; 6,3.8; Tob 13, 4), y Dios se comportaba con Israel como un
padre (Dt 8,5; 32,6; 2Sam 7, 14; 1Cro 17,13; 22,10; 28,6; Sal 68,6; 89,27; Is
63,16; Prov 3,12; Sab 14,3-4), pero no se usaba como invocación.
En cambio, Jesús, como una osadía, invoca a Dios así (Mc 14,36; cf. Mt 7,21;
10,32; 12,58; 15,13; 16,17; Lc 22,41; Jn 11,41; 12,27; 17,1) con inmediatez y
familiaridad, con el lenguaje de la calle, del ambiente cotidiano, con las primeras
palabras del niño o la niña cuando comienzan a hablar. Es una novedad porque
en aquel tiempo muchos judíos evitaban pronunciar y dar nombre a Dios. Pero
Jesús lo hizo porque para él, Dios era Padre cercano y familiar.26
Como término relacional, el vocablo “padre” no revela cuanto es Dios en sí
mismo, sino lo que es para los demás. Padre es no tanto un nombre propio de
Dios, sino el apelativo de quienes como hijos apenas comienzan a hablar.
- Sea santificado el nombre del Padre es la primera petición del hijo orante. El
nombre, en la mentalidad bíblica, designa el ser, ‘re-presenta’ la persona. Dios
se da a conocer, se ‘hace un nombre’, salvando (Ex 3,13-14; 6,2-4), el nombre
de Dios es su ser en cuanto experimentado y reconocido, y lo es cuando salva
(Ex 3,5b). Dios santifica su nombre cuando se muestra salvador; la salvación
realizada en favor de su pueblo le dio un nombre (Is 59,19; Zac 14,9), saber de
él, nombrarlo, significa saberse salvado y ponerse en actitud de colaborar en la
salvación de los demás; tiene por ello un sentido misionero.
Al inicio de su oración el discípulo da a conocer su deseo más apremiante, su
intención más urgente, mi Padre Dios (como lo expresa Jesús) debe ser
conocido cada día más. La realización de esta súplica es del resorte del Padre
(la santidad de su nombre) pero el orante al sentirse hijo, salvado por en Jesús,
ora con insistencia porque desea a Dios (como lo hizo Jesús, el Hijo).
- Venga tu reino es la segunda petición y clarifica la primera, Dios santifica su
nombre cuando irrumpe su reino. La petición se concentra en el reino, sin
mayor definición; el orante según Jesús, gracias a la enseñanza del Maestro,
sólo pide la revelación de Dios como es, soberano compasivo.
El reino de Dios fue el centro del anuncio testimonial de Jesús (Mc 1,14-15);
pedir su llegada presupone la constatación de su ausencia, asumir la voluntad
del Padre propicia la venida del Reino de Dios. Cuanto se pide a Dios, lo tiene a

24 Cfr., J. J. BARTOLOMÉ, “Jesús de Nazaret, orante modelo...”


25 Varias de las referencias citadas en la exposición traen comentarios a la palabra “Abba”, pero
como unos textos más particulares, cfr. R. FERRARA, “El Padre. Teología”, Revista de la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina 79 (2002) 99-104; J. A.
FITZMYER, El evangelio según Lucas.
26 Cfr., J. R. CAMPS, El éxodo del hombre libre. Catequesis sobre el evangelio de Lucas, El

Almendro, Córdoba 1991.


16

Él como beneficiario; y quien ora con esta conciencia, evidencia la presencia del
reino en esta historia, si no en la realidad de sus manos (porque quedan
muchas situaciones del mundo por clarificar) sí en su corazón de hijo. La
llegada del Reino, sin duda, depende de Dios, quien se hará esperar menos
cuando se le llama con fe, el reino viene allí donde un hijo deja al Padre ser
soberano en él y asume su voluntad.
- Con la petición del pan cotidiano, alimento básico y necesario, la oración
cambia de orientación. En la primera parte la oración cuida los intereses de
Dios Padre (su nombre, su reino), ahora, el orante piensa en sus necesidades
diarias (pan, perdón, tentación). En este caso el orante desea del Padre en
primer lugar el pan.
Dar pan es oficio de un padre responsable (Mt 7,9; Lc 11,11). El pan se quiere y
se espera de Dios Padre. El orante vive una situación social donde el alimento
es escaso, hay desempleo por la organización económica y comercial impuesta
por los romanos en Palestina, circulan los desplazados por los campos y
aldeas, familias itinerantes merodean los contornos.
El orante pide lo preciso para vivir hoy; el orante alimenta su dependencia de
Dios Padre y del pan del día; así se libera de la preocupación por acumular para
mañana y confirma su convicción de tener un Dios garante de su supervivencia.
Jesús enseñó a pedir el pan cotidiano, así educó a los suyos para pedir sólo el
pan de cada jornada, a no esperar de Dios la acumulación egoísta y el
derroche. A diario el orante confía su necesidad a Dios, y no lo hace como
mendigo, sino como hijo, por eso le dice “Padre”.
- El perdón de los pecados o las deudas. Quizá Mateo conserva mejor el tenor
original, habla de deudas, y Lucas, de pecados.27 En Lucas quien ofende es un
deudor, por eso el perdón concedido es un don, una acción de Dios Padre en el
corazón del ofendido. Esta frase refleja las relaciones comerciales entre
acreedores (comunes en la economía de la época), hay deuda donde hubo una
actitud dadivosa del prestamista. El perdón pedido a Dios “depende” del perdón
concedido al deudor (Lc 11,4b; Mt 6,12b); el orante perdona a sus deudores
para buscar luego el perdón del Padre.
El discípulo de Jesús, cuando ora esta petición del Padre Nuestro, ya se liberó
de sus deudores (o está en proceso); ¡de todos!, según subraya Lucas,
consciente además de su personal insolvencia delante de Dios. En el libro del
Eclesiástico, en el contexto de las oraciones judías, ya se habló de vincular el
perdón del hermano con el perdón de Dios (Eclo 28,2-5), ahora esa costumbre
se redimensiona con Jesús y con la captación de Dios como Abba.28
La oración cristiana va más allá de un buen sentimiento, quien busca el perdón
de Dios ya perdonó a su hermano y su oración es buena no porque prepara una
27Cfr., J. J. BARTOLOMÉ, “Jesús de Nazaret, orante modelo...”
28Cfr., D. KAPKIN, Comentario al Evangelio de Lucas; H. Cardona, Jesús de Nazaret...; J. N.
ALETTI, El arte de contar a Jesucristo: lectura narrativa del evangelio de Lucas, Sígueme,
Salamanca 1992; S. BENETTI, Una alegre noticia: comentario del evangelio de Lucas, Paulinas,
Madrid 1984.
17

acción para el beneficio de su prójimo, sino porque ya lo hizo. Cuando un


discípulo ora el Padre Nuestro se sabe en “deuda” con su Dios y con las deudas
del prójimo ya saldadas. Por eso es una oración de comunidad y comunitaria.29
La asamblea creyente ora la capacidad de perdón hacia los otros para
experimentar el perdón de Dios.
- No nos metas en tentación. La última petición la formula Lucas en negativo y
expresa con fuerza el deseo de verse libre de la tentación. La súplica nace de
quien se sabe amenazado y teme por su fidelidad; se apoya en un criterio
antiguo –bastante sorprendente– Dios pone a prueba a los suyos (Gn 22,1; Ex
15,25; Sal 26,2; 139,23-24; Eclo 4,17; Sant 1,2.12), y es no sólo quien permite
la tentación (Jb 1,6-12).
El orante conoce la fuerza dinámica de Dios, pero ello no implica evitar la
tentación de los suyos. No estamos vacunados contra la tentación, ni contra el
mal ni contra el sufrimiento; aquí no se afirma el origen divino de la prueba, más
bien se reconoce a Dios el poder salvar de la amenaza, la tentación en última
instancia la afronta el creyente y la superación revela su condición de hijo (la
filiación). En Lucas, el tentador le cuestiona a Jesús esa realidad “Si eres el Hijo
de Dios…” (Lc 4,1-13).
Quien ora para no ser “metido” en la tentación, toma la prueba en serio, no
duda de Dios Padre, pero sí duda de su fidelidad personal; la tentación es real,
por eso ora a Dios para ahorrarse esa experiencia (Mc 14,38). La prueba se
mira desde la salvación; quien es tentado reconoce su limitación, es creatura,
está en camino, aún no está a salvo. La oración, según Jesús, es un soporte
resistente contra la tentación (Lc 22,40.46).

3.4. Un sentido ulterior de la oración en Lucas

Jesús enseña a sus discípulos a orar (Lc 11,1-4) y además les revela en varias
parábolas el sentido de la oración.30 Para Jesús, Dios su Padre supera a quien
atiende el amigo inoportuno, es superior al juez deshonesto e insensible ante el
reclamo de una viuda desvalida, y como Padre ayuda a quien se reconoce
pecador en su presencia.
“Jesús les dijo: Quién de vosotros si tiene un amigo, y viene a él a
medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, pues un amigo mío vino de

29 Cfr., L. A. ESCALANTE, “Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén. (Lc 24,33)”,


Vinculum 50/ 204 (2001). Esta dimensión comunitaria de la oración asoma en los pastores
cuando van alegres a Belén (Lc 2,15), y aquí en el servicio misionero de Jesús. Este criterio
será una nota característica en la pascua. En Lucas 19,37, quienes aclaman el ingreso de
Jesús en Jerusalén para su última pascua, son los discípulos; y en la cruz (Lc 23,49) están los
conocidos de Jesús, y las mujeres que lo seguían desde Galilea.
30 A. PRONZATO, Las parábolas de Jesús en el Evangelio de Lucas: le salió al encuentro,

Sígueme, Salamanca 2003; G. RAMOS, El evangelio de la misericordia. Lucas en clave


espiritual, Claretiana, Buenos Aires 2004
18

viaje y no tengo qué ofrecerle; y aquel, desde dentro, le dice: No me molestes;


la puerta está cerrada y mis niños y yo acostados. No puedo levantarme a
dártelos. Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser amigo, al menos por
ser inoportuno se levantará y le dará cuanto necesite.” (Lc 11,5-8).
Jesús les enseñó a sus discípulos qué orar y cómo hacerlo, pero ahora
los exhorta a orar con la confianza de ser escuchados. Una parábola motiva la
parénesis (Lc 11,5-8) y un grupo de dichos (Lc 11,9-13), amplía el significado.
La parábola está sólo en Lucas; motiva a la oración reiterada e inoportuna, esa
oración consigue cuanto pide, si persevera hasta conseguirlo. Si Lucas puso
esta parábola después de Jesús enseñar a orar a los discípulos (Lc 11,2-4), es
para evidenciar la importancia de la misma. El argumento pasa de lo obvio (la
amistad entre los personajes) a lo improbable (una hora impropia), una oración
constante, y en ocasiones inoportuna, supera con creces la amistad probada. Si
alguien tiene una necesidad inaplazable (por ejemplo, atender a un conocido
inesperado), recurre a uno de sus amigos en cualquier momento, incluso en el
más inoportuno. Es un asunto entre amigos; media entre ellos una relación de
cercanía, los une la necesidad y la dependencia uno de otro. El oyente verá
lógico el final, el amigo hace lo pedido, no tanto por la amistad sino para evitar
molestias, dará cuanto necesite a su amigo, así no lo acosará más.
El anuncio de Jesús es impactante, a quien persiste en la oración, aun a
riesgo de ser inoportuno y molesto, le será concedido cuanto necesita.31 Si no
basta la amistad para conseguir cuanto se pide, la constancia vence la molestia.
Dios da a quien pide sin cesar, así su ruego sea inoportuno. Jesús sorprende al
lector al usar esta comparación para hablar de Dios su Padre (Abba) y repite
esa insistencia: “Y yo os digo: Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y
se os abrirá. Quien pide, recibe; y quien busca, halla; y a quien llama, se le
abre. ¿Cuál padre de vosotros, si su hijo le pide pescado, en lugar de pescado
le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo le dará un escorpión? Si vosotros,
siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre
celestial dará Espíritu Santo a quienes se lo pidan!“ (Lc 11,9-13).
Lucas asumió una breve colección de sentencias de su fuente (Mt 7,7-
11), y con la frase “y yo os digo”, la convierte en una aplicación de la parábola
precedente. Jesús mueve a sus discípulos a confiar en Dios cuando oran, pues
serán atendidos por un Padre compasivo. La confianza de ser escuchado no se
basa en la necesidad de quien pide, sino en la bondad de quien escucha.
Pedir, buscar, llamar, aunque sean sinónimos, indican algunos rasgos
típicos de la oración. No basta con ser espectadores pasivos a la orilla del
camino. Jesús va más lejos, recibe quien pide, encuentra quien busca y es
acogido quien llama. Para ser escuchado por Dios, se debe hablar con Él; hay
siempre una respuesta para quien se esforzó por conversar con su Padre.

31 J. J. BARTOLOMÉ, “Jesús de Nazaret, orante modelo...”


19

Ahora Jesús insiste ya no tanto en la práctica repetida de la oración, sino


en la cualidad de quien escucha, Dios es Padre y ama a los suyos. Si un padre
terreno aunque no llega a ser perfecto en su bondad, tiene muchos gestos de
piedad con sus hijos cuando le piden alimento, mucho más hará el Padre del
cielo. La paternidad de Dios es el cimiento para la confianza del orante.
Lucas introduce dos cambios en su fuente. Primero, suprime la antítesis
pan-piedra (Mt 7,9), y segundo, añade una nueva oposición huevo-escorpión,
inspirado quizá en cuanto Jesús anunció a sus discípulos misioneros (Lc 10,19);
consigue así una mayor fuerza al contraste entre lo deseado (pescado, huevo),
útil para la salud, y lo concedido (serpiente, escorpión), muy nocivo para la
persona, inclusive estos últimos dones serían mortales, auténticos venenos.
Jesús anima a sus discípulos a orar, soportados en la bondad del don de Dios,
su Espíritu, no ya un buen don, sino el mejor de los regalos posibles (Hch 1,8;
2,4). El Espíritu es don del Padre para quien lo desea, lo halla quien lo busca y
se lo dan a quien lo pide. Pero Jesús insiste en la necesidad de orar siempre.
Lucas insiste ahora sobre la oración sin cesar, con una parábola similar a
la anterior (Lc 11,5-8); esta comparación aparece sólo en Lucas.32 Quien ora
debe estar embargado por esta certeza, será escuchado; el contexto inmediato
así lo señala (Lc 17,22-37).
“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar
siempre y no desfallecer: Había en un pueblo un juez que ni temía a Dios ni
respetaba a hombre alguno. Había también en aquel pueblo una viuda, la cual
venía a él diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Él no quiso por algún
tiempo; pero después dijo para sí: Aunque no temo a Dios ni tengo respeto a
hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia, no
sea que viniendo de continuo me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que
dijo el juez injusto. Y ¿acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman
a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará
justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc
18,1-8).
La parábola se enmarca en frases explicativas de Jesús (vv. 1.6-8), las
cuales ayudan a la correcta interpretación de la comparación. Un juez injusto –
La mayor contradicción–, un hombre indigno ostenta el poder y accede a la
petición molesta de una viuda desamparada. Un discípulo no puede dudar de la
obra del Padre. Dios siempre lo socorrerá, siempre que clamen a él día y
noche. Más allá de orar para ser escuchados, Jesús pide orar sin cesar, y no
sólo serán escuchados, también se les hará justicia. La comunidad de Lucas, tal
vez, vivía en el desamparo, la persecución, la ausencia de esperanza, se
atrasaba la segunda venida del Señor, en ese contexto, se debe orar sin cesar,
es una prueba de fidelidad, el Señor no tarda en responder a quien le suplica.
Una comunidad cansada de esperar al Señor corre el peligro de dejar la
oración y hacerse infiel. Lucas enfrenta esta realidad con las palabras del Señor

32Véase C. GHIDELLI, “Le parabole di Luca”, Credere Oggi 12/ 74 (1993) 72-83: A. GRÜN, El
Evangelio de Lucas, Verbo Divino, Navarra 2005.
20

sobre una pronta intervención, pero se pregunta, si hallará fe al llegar. La fe se


sostiene en la oración continua. La oración resiste con esperanza y alegría la
espera de su Señor (Lc 18,1-8; Hch 1,14-24; 6,6; 8,15; 10,9; 13,3).
Después de ser exhortados a orar noche y día, los discípulos son
instruidos por Jesús a presentarse ante Dios sin méritos propios y endeudados
de perdón. Jesús reacciona ante la conducta sin sentido de algunos (Lc 18,9),
con una parábola breve en la cual quien se juzga bueno, se condena a sí
mismo (Lc 18,14b). La parábola, material exclusivo de Lucas, no trata tanto de
la oración, aunque la utilice como ejemplo, sino de la actitud de superioridad
frente al prójimo, común en personas autosuficientes y confiadas en su
condición de “ser buenos”.
“A quienes confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los
otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar; uno
era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto de pie, oraba consigo mismo
de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres:
ladrones, injustos, adúlteros, ni como este publicano; ayuno dos veces a la
semana, doy diezmo de cuanto gano. El publicano, a distancia no quería ni
alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho: Dios, ten compasión de
mí, pecador. Os digo que este bajó a su casa justificado y el otro no, porque
quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado” (Lc 18,9-
14).
El narrador no descalifica las afirmaciones del fariseo ante Dios (el
fariseo no dice mentiras, pero en su oración no hay espacio ni para Dios, ni
para su familia, ni para el publicano, sólo se alaba él), así como tampoco se
juzga exagerada la confesión del publicano. Ambos se expresan como son. Las
actitudes divergentes en su oración no son fingidas; cada uno refleja sus
sentimientos y sus palabras. Pero la “maldad” de la plegaria del buen fariseo
radica no en sus palabras sobre sí mismo, sino en sus sentimientos contra los
demás, ante Dios reconoce ser mejor que muchos. Allí no hay espacio para el
prójimo, ni siquiera para los suyos.33
La oración del publicano es paradigma porque sus palabras coinciden
con sus sentimientos, delante Dios sólo se sabe pecador (recordar el Padre
Nuestro). Dios se complace con la oración de quien, ante Él, sólo contempla a
Dios y a sí mismo, y acepta su deuda. Quien aprovecha su encuentro con Dios
para apreciar su yo y menospreciar a los otros, retorna distanciado de Dios. El
discípulo de Jesús ora como pecador ante un Padre compasivo. El encuentro
con Dios no debe separarlo de sus hermanos.
Jesús no acepta una oración sin fraternidad. Quien va a la oración a
reivindicarse, oculta la bondad del Padre. Ante Dios siempre estamos en deuda,

33 J. SCHLOSSER – A. ORTÍZ, Jesús, el profeta de Galilea, Sígueme, Salamanca 2005; C. M.


MARTINI, El itinerario del discípulo: a la luz del Evangelio de Lucas, Sal Terrae, Santander 1997;
L. F. GARCÍA-VIANA, Evangelio según san Lucas, Sígueme, Salamanca 1989.
21

así seamos buenos o malos. Sólo Dios Padre es el juez y justifica a quien se
sabe indigno mientras reconoce su maldad. Dios resiste al poderoso y enaltece
al pobre, como dijo Santa María en su oración (Lc 1,52).

4. Jesús afronta en la oración, la pascua final en Jerusalén

Jesús después de evangelizar siendo “kerygma” en Galilea y recorrer el camino


hacia el sur de su país, asume el reto de ser testigo en el centro político,
comercial y religioso de Palestina: en Jerusalén. Allí se desplaza con los
discípulos y en estos eventos finales de su paso por la historia, también es clara
la transversalidad de la oración. Ante todo fortalece de nuevo a los apóstoles,
en especial a Pedro, para asimilar la dureza de la cruz: “Yo (Jesús) he rogado
por ti (Pedro), para que tu fe no falte; y tú, una vez convertido, confirma a tus
hermanos.” (Lc 22,32).
En el contexto de Lucas 22 (Lc 22,21-38, la despedida), (Lc 22,19-20, la
institución de la Eucaristía), Jesús anuncia a sus discípulos traiciones y
pruebas; a Pedro, de manera concreta, le asegura su oración para tener fe (Lc
22,31-32) y le predice la traición, aunque Pedro jura fidelidad (Lc 22,33-34).
La oración de Jesús prepara la prueba y fortalece la fe de Pedro para
confirmar luego a los hermanos. Para Jesús la debilidad del discípulo será
pasajera; Pedro reaccionará y recuperará luego a sus hermanos. La oración de
Jesús construye la misión de Pedro. La nueva función de Pedro –confirmar a
sus hermanos– tiene un apoyo esencial, Jesús ora por él.
Lucas presenta ahora la escena de la agonía de Jesús en el monte de
los Olivos.34 La soledad de Jesús en su muerte cruenta se resalta con
notoriedad, aunque los discípulos fueron con Jesús hasta allí, no le siguieron en
la oración. Lucas silenció la presencia de tres discípulos con Jesús aquí (Mc
14,33), simplificó la oración de Jesús, la concentró en una petición (Mc 14,
35.36.39) y no habla de la hora de su pasión.
“Y saliendo se fue, como de costumbre, al monte de los Olivos y sus
discípulos le siguieron. Llegado al lugar, les dijo: Orad, para que no entréis en
tentación. Se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y de rodillas oró: Padre,
si quieres, pasa de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya. Y
estando en agonía, oraba con más intensidad; y su sudor fue como gotas de
sangre que caían sobre la tierra; se levantó de la oración y fue hacia sus
discípulos y los encontró durmiendo de tristeza. Y les dijo: ¿Por qué dormís?
Levantaos y orad para que no entréis en tentación.” (Lc 22,39-46).
Lucas presenta el episodio como un contraste entre la oración de Jesús,
una plegaria bañada por sudor en gotas como de sangre (Lc 22,44) y la falta de
oración de sus discípulos, muertos de sueño y de tristeza (Lc 22,44.45), de

34J. B. GREEN, The Gospel of Luke: New International Commentary of the New Testament,
Eerdmans Publishing Company, Michigan 1997; W. HENDRIKSEN, El evangelio según san Lucas.
Comentario al Nuevo Testamento, Libros Desafío, Michigan 1996.
22

hecho la imperiosa exhortación de Jesús a sus discípulos a orar para no caer


en tentación abre y cierra la narración (Lc 22,39-40.46). Los discípulos vencidos
por el sueño, no asumen el consejo repetido, aunque Jesús ya antes les enseñó
a orar (Lc 11,4). En el centro del relato está la oración, solitaria (Lc 22,41),
humilde (Lc 22,41) y angustiada (Lc 22,44) de Jesús.
Antes de aceptar su destino cruento, Jesús, de rodillas y embargado por
la angustia ora con intensidad (Lc 22,44). La oración tiene la respuesta de Dios
Padre: un ángel lo consuela. Si bien la oración no le priva del duelo angustioso
(“agón” en griego significa lucha denodada, combate, conflicto…), lo conforma
con el plan del Padre. Jesús pide al Padre librarse de su destino; Ora de rodillas
(Lc 22,41), modelo de oración en la entrega a la voluntad del Abba, aquí (Mc
14,36; Mt 26,39) Jesús pide un cambio de suerte (la copa es imagen del destino
cruento creado por Dios), pero Él acepta la voluntad de Dios (Lc 26,39).
Mientras Jesús vive en la oración su lucha agónica, los discípulos (no
tres sino todos) duermen; por ello, caerán en la tentación (Lc 22,47-48: de la
traición; Lc 22,49-51: de la violencia; Lc 22,57.58.60: de la negación repetida).
Quien no ora, no resiste la prueba: no hace la voluntad de Dios ni asumirá su
proyecto. Ya en la cruz, Jesús refuerza con la oración esa actitud creyente por
medio de la cual, en un momento doloroso, renuncia a la venganza, al desquite,
al odio, al rencor… frente a quienes son los responsables inmediatos de su
muerte.35
“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc
23,34). En algunos manuscritos, escritos en griego, falta esta frase de Jesús en
la cruz, por eso se duda de la autenticidad. Con todo, la oración está en
consonancia con la enseñanza previa de Jesús sobre el amor a los enemigos
(Lc 6,27.35) y la invitación a orar por ellos (Lc 6,28); además, Lucas resalta la
ignorancia de los verdugos de Jesús, quienes no saben cuanto él y su Padre
Dios conocen (Hch 3,17; 13,27); Lucas presenta así a Jesús como el modelo de
mártir (Hch 7,60). Por ello, la frase se considera aquí auténtica.
En su vida y en su muerte Jesús es uno con el Padre; unifica su voluntad
con la de Dios, desde la obediencia y el martirio; en ese contexto ora por sus
enemigos y les disculpa su ignorancia, no saben lo que hacen, son inocentes y
la muerte de Jesús es un error lamentable. Jesús valora estas escenas desde
Dios, su muerte es voluntad del Padre y él la asume por completo.
Lucas en el relato de la muerte de Jesús, sigue de cerca su fuente (Mc
15,33-41). Pero en la última palabra de Jesús suprime la referencia a Elías y la
pregunta desgarrada por el “abandono de Dios” (Mc 15,34-36), para rebajarle
dramatismo a la escena y ahorrar a sus lectores el escándalo, Jesús muere en
brazos de Dios a quien sabe Padre.
Antes de expirar (Mc 15,37; Sal 31,6), Jesús grita a viva voz (Mc
15,34.37), no el abandono de Dios (Mc 15,34; Sal 22,2), sino su “abandono” en
las manos del Padre, la plena aceptación de su voluntad. Su última frase en la
cruz ratifica cuanto siempre hizo en toda su vida (Lc 2,49; 4,43; 9,22; 13,33;

35
S. GARCÍA, Evangelio de Lucas; J. COLOMER, Poneos en camino.
23

17,25; 19,9-10; 22,7.37), y la muerte es un final coherente para su trayectoria


vital, pero en la cruz no termina este proyecto divino.
Entonces Jesús, gritando con gran voz, dijo: ¡Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu! Y dicho esto, expiró (Lc 23,46). Lucas pone en labios
de Jesús el apelativo Padre: el Dios a quien se entrega por entero es su Padre;
la obediencia, aunque cueste la vida, es siempre un ejercicio de filiación. Lucas
cambió también el sentido de la oración de Jesús ya moribundo, la oración del
Salmo 31,8.11.16, pedía la curación física y la liberación de los enemigos del
orante; éste confiaba la vida a Dios, se la entregaba para ser custodiado por Él
y tener así larga vida. Jesús no usa el futuro del texto original, sino el presente;
ante la muerte inminente en la cruz, Jesús da su vida, confiado en el Padre;
antes que el imperio romano y sus adversarios cercanos le quiten la vida, Él se
pone en manos de su Padre para no terminar solo en manos de sus enemigos.
El último acto de Jesús en la cruz, la entrega de su vida, es una plegaria
filial, es el grito del pobre. Jesús muere en una conversación orante (Sal 31,6)
con su Padre Dios, y este coloquio tiene como único motivo la entrega de la
vida sin reservarse nada para sí. Ante la muerte de Jesús, llama la atención, en
el relato de Lucas, la reacción del responsable inmediato de este asesinato:
“Viendo el centurión (romano) lo sucedido glorificó a Dios diciendo: en
verdad este hombre era justo” (Lc 23,47). Este verbo glorificar (en griego:
doxazô), significa también alabar, orar, honrar… Este verbo con el sentido de
“alabar y glorificar” es constante en Lucas, aparece al menos nueve veces
(algunas citas: 4,15; 5,25s; 7,16; 13,13; 17,15; 18,43; 23,47). Como se dijo al
inicio, después de la visita a la familia de Belén, los pastores regresaron
“glorificando y alabando a Dios” (2,20a), una actitud en la cual se evidenció su
condición orante.
Por lo tanto, uno de los primeros convertidos con la muerte de Jesús es
su asesino, al ver la manera como afrontó su cruz. Y la respuesta a esta
revelación es la actitud orante típica de este evangelio: el centurión romano
glorificó a Dios. Lucas evita aquí la palabra latina “centurio” y usa la frase griega
“jefe de cien soldados” para acentuar la condición de este hombre, es romano y
por ello pagano. Por lo tanto, un fruto de la cruz de Jesús, es la apertura del
Evangelio a las naciones gentiles.36
Este oficial romano (también hay un centurión romano en Lc 7,1-10; y
Cornelio, otro centurión en Hch 10,1-48), como muchos temerosos de Dios
mencionados en el Evangelio y Hechos de los Apóstoles, reconoce en su
alabanza la majestad y la providencia divina. Además su oración nace de una
profesión de fe: el recién crucificado es un “justo”, otra cardinal afirmación
bíblica.37 El centurión romano “da gloria a Dios”, acepta el designio de Dios, la
muerte injusta del Mesías y desvela otra cara del hecho, la calidad del

36 Cfr., G. LEONARDI, “L´Evangelista Luca Promotore del pluralismo cristiano”. Studia Moralia
39/1 (2001) 99-104.
37 Véase F. BOVON, El Evangelio según San Lucas, 549-562.
24

crucificado, es un justo, el justo de Dios. Es el sentido del adverbio, en verdad,


realmente, por cierto… era un justo (en griego, “dikaios”).
El Evangelio de Lucas se cierra con una frase, como se indicó antes,
semejante al inicio de la obra (Lc 1,8-10), es decir, el relato lucano concluye en
el Templo de Jerusalén, entre alegría y alabanzas divinas: Ellos (los discípulos)
después de postrarse ante Él (Jesús resucitado), se volvieron a Jerusalén con
gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios (Lc 24,52-53).
Al inicio del Evangelio en el santuario, el AT llega a su fin para dar paso
al NT. Y el evangelio termina mostrando la nueva comunidad a partir de la
resurrección, llena de gozo y bendiciendo a Dios en el Templo de Jerusalén.38
De acuerdo con una cita del libro del Eclesiástico (50,17), el pueblo de
Israel al recibir la bendición, adoraba al Dios altísimo. Aquí en Lucas, al final de
su evangelio, los discípulos se prosternan delante de Jesús resucitado. Ya de
manera clara Jesús es reconocido como el Hijo de Dios, tiene todos los
honores, venció la barrera de separación entre los seres humanos y Dios
Padre. Por ello, la comunidad ahora está llena de alegría como al inicio del
evangelio, el nacimiento regaló ese don a sus destinatarios (Lc 2,10). Y el
Templo sirve de marco a la acción tanto aquí (v. 53) como al inicio de la obra
lucana (1,9.21; 2,27.46).
En Lucas 1,9.21, Zacarías estaba en el Templo, en su espacio ordinario
como sacerdote. Aquí en Lc 24,53, los discípulos del resucitado están en el
“Hierón” en griego, el espacio sagrado, pues ellos son laicos y no miembros del
clero que entran en el santuario. El Templo ya deja de ser la única opción para
el diálogo con Dios. Ahora, gracias a estos laicos todos los espacios son
propicios para el encuentro con el resucitado.39 Ya el Templo no es lugar de
sacrificios sino para la oración (Hch 3,1), no es espacio de holocaustos sino
para el anuncio testimonial (Hch 3,12-26).
Los discípulos orantes “están siempre en el Templo” pero arropados con
una nueva comprensión. El futuro de Dios Padre es el futuro de los seguidores
de Jesús, se pasa de una era antigua a una nueva era, de un espacio sagrado
al mundo entero, de las murallas de Jerusalén a los confines de la tierra (Hch
1,8). Y uno de los apoyos fundamentales para llegar a esta meta es la
oración.40

5. Algunas conclusiones

Para Lucas, la oración de Jesús está hecha de “vida”, de la relación constante


con su Abba, por eso Jesús es el Hijo transido por la oración. Templo y
38 Cfr., X. PIKAZA, “Resurrección de Jesús: perspectiva de Lucas”, Biblia y Fe 25/50 (1999) 34-
74; G. CAÑELLAS, “La pasión: perspectiva de Lucas”, Biblia y Fe 25/50 (1999) 100-124.
39 F. BOVON, El Evangelio según San Lucas, 687- 706.
40 Cfr., J. M. CABALLERO, “La oración en la iglesia primitiva: estudio sobre el libro de los Hechos

de los Apóstoles”, Burgense 38/ 47 (1997) 33-65; J. A. JAUREGUI, “En el centro del tiempo: la
teología de Lucas”, Estudios Eclesiasticos 68/264 (1993) 3-24.
25

sinagoga dejan de ser lugares privilegiados para la oración de Jesús (Jn 4,21):
la soledad se halla en todo lugar (Lc 11,1), en la montaña (Mc 6,46; Lc 6,12; Jn
6,15) o en un huerto (Lc 22,39-41), allí conversa con el Padre, lo frecuenta (Mc
1,35) y traspasa el arte de la oración a sus discípulos (Mt 6, 6).
La oración de Jesús sostiene su vida misionera y es reflejo de su
experiencia personal; ella prepara o preside los eventos centrales de su vida y
de su diaconía (Lc 3,21; 6,12; 9,18; 9,28; 11,1; 22,40-44; 23,34.36). La oración
revela su vida interior; la conciencia de ser hijo de Dios con quien ora y dialoga.
Jesús llama a Dios Padre, pero como Hijo amado.
La singular relación con el Padre, la vive Jesús durante su servicio
misionero, la misión es la razón de ser de su oración (Lc 10,21-24), sólo el Hijo
conoce y da a conocer al Padre (Lc 10,22; Mt 11,27). Y lo hace en la acción de
gracias por la misión realizada con éxito (Lc 10,21-22), cuando la agonía en
Getsemaní (Lc 22, 42) o antes de la muerte en la cruz (Lc 23,34.46).
Para Jesús su vida es oración y la oración no se separa de la vida, desde
esa realidad comparte su experiencia orante y enseña a orar a sus discípulos
(Lc 5,16; 11,1-13; 18,1-15). Jesús enseña a orar como él ora (Lc 10,21; 22,42;
23, 43.46, y allí instruye a los suyos para dialogar con el Padre y encontrarse
como hijos. Ora por los enemigos (Lc 6,28) en la cruz (Lc 23,24); para el arribo
del reino (Lc 11,2) y para esperar con paciencia al Hijo del Hombre (Lc 21,36).
La oración de los discípulos busca la superación de la prueba, la
validación de la fidelidad (Lc 10,21-24; 21,36; 22,36; cfr. 18,7-8). Los discípulos
oran mientras esperan la venida del Señor, conscientes de los peligros y de la
propia fragilidad, para no entrar en tentación (Lc 11,4; 23,43.46). La oración
será constante, sin pausa, como en la vida de la primera comunidad cristiana
(Hch 1,14.24; 12,5; 13,3; 14,23).
La muerte de Jesús abre la etapa definitiva de la salvación y Jesús
afronta su muerte en la cruz, en una actitud orante, confiado en su Abba.41 Esta
salvación desborda la frontera de los judíos y alcanza a los gentiles, incluso a
los enemigos (romanos) figurados en el centurión, quien reconoce a Jesús
crucificado como un hombre justo e inocente. Las palabras finales de Jesús en
la cruz expresan una profunda confianza en Dios Padre, quien en definitiva
tiene la palabra decisiva de esta historia.
Al final del Evangelio, el gozo, la alegría y la alabanza, signos mesiánicos
presentes de manera transversal en el entero relato lucano, desde la infancia
hasta después de la Ascensión (Lc 1,14.28.44.47; 2,10; 24,52-53), invaden
ahora a los apóstoles de Jesús, quienes se reúnen en el templo de Jerusalén
para orar el don prometido por el resucitado (Lc 24,49), para ser revestidos con
la fuerza de lo alto. El Espíritu acogido en clima de oración impulsa la misión de
la Iglesia. Cuanto empieza en el Templo (Lc 1,8-10), termina con el dinamismo
renovador del Espíritu en el Templo (Lc 24,52-53; Hch 3,1).

41 Cfr. M. BORG – J. D. CROSSAN, La primera navidad, 183-200.


26

La vida de Jesús hecha oración y la oración praxis reveladora del Padre


y de su plan sobre los seres humanos en esta historia, en medio de sus gozos y
sus sufrimientos, se convierte en un paradigma para los creyentes de hoy en un
mundo plural con todas sus luces y sus sombras.42 Una realidad fascinante
porque es atractiva y cada día mueve a las personas a superar los obstáculos
atravesados en el camino, con el ánimo de transparentar en sus cuerpos a
Jesús de Nazaret, el Mesías Hijo de Dios. Esta es la invitación y a la vez el
desafío para quien se dice hoy por hoy discípulo de Jesús orante.

42L. MOSCONI, Evangelio de Jesucristo según Lucas: para cristianos y cristianas rumbo al nuevo
milenio, Paulinas, Bogotá 1998; F. PÉREZ HERRERO, “La obra de San Lucas…”, 11-32.
27

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