Archivo Del Reino de Valencia - Carlos Lopez

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El Archivo Real y General del Reino

de Valencia
CARLOS LÓPEZ RODRÍGUEZ

Muy utilizado desde tiempo inmemorial por la historiografía valen-


etana (y también extranjera), el Archivo del Reino de Valencia custodia
uno de los grandes tesoros documentales de nuestro país. Ofrece un ob-
servatorio privilegiado para el estudio de los fenómenos de la historia po-
lítica, social, económica y de la cultura entre los siglos xiv al xix. Su al-
cance e interés no son sólo regionales, tanto por las características de sus
fondos como por la posición del antiguo reino de Valencia en el conjunto
de la Corona de Aragón, primero, y española, después. Ya hace más de
cuatro décadas se dio una somera aunque suficiente descripción de sus se-
ries documentales (Catálogo de la Exposición de Derecho Histórico del
Reino de Valencia, Valencia, 1955), que aún es de utilidad. Recientemen-
te, se han publicado 66 volúmenes de sus inventarios que, sumados a los
ya editados, lo hacen más accesible al público especializado (Arxiu del
Regne de Val éncia, Instrumentos de descripción (Catálogos, inventarios,
índices)[CD-ROM], Madrid, 1996). A ambos trabajos remitimos a quien
quiera ampliar sus informaciones sobre este archivo. Pero su historia co-
mo centro archivístico resulta todavía poco conocida fuera de Valencia.
Nuestro objetivo consiste ahora en sistematizar los datos publicados, a
veces de difícil localización. Es una meta más bien modesta, pero que tie-
nc la virtud de recordar la génesis y constitución de archivos generales
como el del Reino de Valencia. Quizá sea de interés hoy cuando se pro-
ponen reclasit’icaciones de los fondos archivísticos, sin considerar su na-
turaleza histórica.

tiu,,dco,ox de His,oria Moderno. n.> 1 7. 1 996. Scrvic o de tNihlic ac i unes UCM , Madrid
176 Carlos López Rodríguez

1. HISTORIA DEL ESTABLECIMIENTO’

En l7O’7, suprimida la vigencia de los fueros valencianos a consecuen-


cía del apoyo del reino al candidato austríaco, desaparecieron también las
más importantes instituciones de gobierno autóctono que habían dado ori-
gen a los archivos que hoy se custodian en el del Reino de Valencia (los
Virreyes, el Consejo y la Real Audiencia, la Bailía General, el Maestre Ra-
cional, la Gobernación, la Diputación del General, los Justicias de Valen-
cia). En algunos casos, al asumir sus competencias la Corona, su documen-
tación fue también incautada por el monarca. Así ocurrió con los archivos
de la Diputación del General del Reino y de los justicias de la ciudad de Va-
lencia. Se planteó entonces el problema de conservar unos archivos que to-
davía garantizaban muchos derechos a la Corona y a los particulares, justi-
ficados documentalmente por antecedentes que se encontraban en papeles
carentes ya de una institución de apoyo que los sostuviera. Para gestionar
esta masa de documentos, en peligro por su desorden y falta de custodia,
una Real Orden de Felipe y de 1716 mandó que se agrupara en un solo ar-
chivo general la documentación del Real Patrimonio, la Chancillería y la
Superintendencia, nombrando archivero general a Luis Vicente Royo.
Aunque el archivero se hizo cargo de los archivos citados en la Real
Orden de 1716, la idea de reagrupar los archivos reales dispersos y cons-
tituir un único depósito real y general no pasó de proyecto. A mediados
de siglo, los problemas planteados cincuenta años antes seguían sín re-
solver, agravados ahora por la conciencia que, entre los eruditos y la Cor-
te, se tenía del mal estado de los archivos, de su importancia para las
aspiraciones regalistas y del interés en la formación de colecciones que

¡ .1. García, Memoria histórico-descriptiva sobre el Archivo General de Valencia,


manuscrito conservado en la secretaría del Archivo del Reino de Valencia, que es «Copia
de la Memoria original remitida por el sr. D. Jorge García (...) la cual se halla en la Aca-
demia de la3 Historia,
Escuderolegajo
de la de Memorias
Peña, sueltas,
«El Archivo y también
General en “Varios
de Valencia», endeRevista
Archivos” E
de Ar-
[8»; J. M.
chivos, Bibliotecas y Museos, 2 (1873), 81-84; «Archivo General del Reino de Valencia’»,
en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (1881). 78-107, y (1882), 64-69; E. Ferraz,
«Memoria histórico descriptiva del Archivo Regional de Valencia>o, en E. Rodríguez Ma-
río, Guía histórica y descriptiva de los Archivos, Bibliotecas y Muscos arqueológicos de
España, Madrid, 1916, pp. 673-703; E. Maieu y Llopis. «Notas sobre los archivos dc la
Bailía, la Generalidad y la Gobernación del Reino dc Valencia», en Revista de Archivos,
Bibliotecas y Muscos, 44 (1950), pp. 5-35; Archivo del Reino de Valencia. Exposw;on con-
,nc’rnorariva de la inauguración del nuevo edificio. Los archivc~s ¿le las instituciones va-
¡encianas, Valencia, 1965; C. Crespo Nogueira. «Los archivos españoles y la Ilustración:
cl Archivo del Reino de Valencia», en Rcvista de Archivos, Bibliotecas y Muscos, 72
(1964-65), pp. 67-73; R. Rodríguez de Troncoso, «Archivo dcl Reino de Valencia», en Bo-
le/fn Municipal del Ayuntamiento de Valcncic,, núm. 52 (1968); D. Pérez Pérez, «Arzio del
Regne: alío que tenim>3. en Ra/ha (Valencia), 4(1986), pp. 130-136.
El Archivo Real y General del Reino de Valencia 177
proporcionaran datos históricos fidedignos. En 1750, a fin de preparar el
concordato entre el Estado y el Papa que había de firmarse en 1753, el
ministro de Estado, José de Carvajal y Lancaster, envió misiones a los ar-
chivos so pretexto de formar una Historia General Eclesiástica de Espa-
ña, con objeto de no despertar recelos. El reconocimiento de los archivos
valencianos lo encargó a Miguel Eugenio Muñoz, ministro de lo civil de
la Audiencia de Valencia. Durante dos años, Muñoz envió informes a su
superior en los que comunicaba el estado de abandono de los archivos, su
deficiente conservación y ordenación, el desinterés de sus archiveros y
las extracciones irregulares de documentos. Respecto de este último pun-
to, para recuperarlos se publicó un edicto en el que se concedía un indul-
to a quienes los devolviesen en tres días y se imponían multas a los en-
causados en el robo de papeles. Muñoz reiteró la posibilidad de reunirlos
todos en un mismo edificio bajo la custodia de un único archivero. Esta
idea fue bien acogida en Madrid, aunque el lugar elegido fue objeto de
discusión entre los notables de Valencia, que propusieron diversos edifi-
cios de la ciudad.
Influido por este ambiente, en 1758 Fernando VI creó el Archivo Ge-
neral del Reino y dispuso que se señalara o procediese a buscar un edifi-
cio donde los seis archivos propiedad de la Corona (los del Real, Bailía
General, Justicia Civil, Diputación. Gobernación y Justicia de Trescientos
sueldos) pudieran reunirse, encargando a la vez al archivero que proce-
diera con el mayor esmero y vigilancia en el ordenamiento y conserva-
ción de los papeles. Nuevo intento que quedó en papel mojado. Cierta-
mente, los archivos de la Corona pasaron a depender de la autoridad de
un solo archivero pero en edificios separados, lo que creó un sinfín de
problemas de custodia y conservación, no sólo por su dispersión, sino por
mal acondicionamiento de las salas que los albergaban.
De nuevo en 1770 se abordó la cuestión. Carlos III asignó la Casa
Profesa de los Jesuitas, incautada por la Corona a raíz de su expulsión, co-
mo sede del Archivo General; para habilitaría a su nuevo destino, señaló
3.000 libras más lo que produjese la venta de la casa donde estaban los
papeles de la Gobernación. Nombró archivero a Ignacio Latre elegido
entre 62 candidatos por sus conocimientos de latín, lemosín y castella-
no— con la ayuda de cuatro oficiales más, fijándoles el sueldo y encare-
ciéndoles la formación de índices. Latre elevó un intbrme de queja sobre
las condiciones de la Casa Profesa y el mal estado de los archivos reales:
muchos de los papeles del Real estaban reducidos a polvo a causa del ca-
lor del horno con el que estaban colindantes; en otra estancia, la humedad
de una acequia había destruido muchos documentos del níaestre racional;
el de la Bailía estaba invadido de la polilla a causa del calor; el del Justi-
cia, deteriorado por la humedad, y el de la Gobernación, con tierra, pol-
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yo y ratas. Con esta opinión de insuficiencia del local coincidió el arqui-


tecto designado por la superioridad, Vicente Cascó. Quizás las malas con-
diciones de los archivos, la falta de medios, la incuria, el desinterés y la
inadecuación del local asignado, dejaron sin ejecutar las órdenes de Car-
los III hasta que la invasión francesa forzó el traslado.
En 1810 se dispuso la demolición del Palacio Real por considerarse
un peligro para la defensa de la ciudad, amenazada por las tropas france-
sas del mariscal Suchet. El traslado a la Casa Profesa de la Compañía de
Jesús se verificó con toda premura; si bien se evitó la pérdida material de
la mayor parte de los documentos, su arreglo, orden y colocación se per-
dieron, y una parte quedó inutilizada a consecuencia de una bomba fran-
cesa que alcanzó el nuevo local. Tras la guerra, para acabar con la desor-
ganización de la que algunas personas informaron a Fernando VII, por
Real Orden de II dejulio de 1815 se iniciaron los trabajos de ordenación,
clasificación y formación de índices y extractos de los documentos, tra-
bajos que duraron 15 años. El Archivo del Real trasladado a la Casa Pro-
fesa constituyó el núcleo del Archivo Real y General del Reino de Valen-
cia. No obstante, el proyecto no acababa de cuajar, pues los otros archivos
continuaban dispersos, con los problemas que acarreaban a los archiveros
de vigilancia, de acondicionamiento y descripción, por falta de personal
y medios económicos. La situación se agravaba por la desidia de las au-
toridades, ansiosas por desalojar el papel que consideraban inútil de los
edificios que ocupaban. Los archiveros gastaron buena parte de sus ener-
gías en esta lucha desigual por conseguir una casa en condiciones y me-
dios suficientes para desarrollar su labor
Sin embargo, el viejo proyecto de constituir un archivo general del rei-
no se consiguió precisamente por la fuerza de las circunstancias y por este
empeño adverso de las autoridades: en 1845, el archivo fue expulsado de la
Diputación por la Audiencia Territorial y sus fondos trasladados a la Casa
Profesa; en 1859, se ingresaron en el Archivo General los de la Goberna-
ción y de los Justicias, a causa de la demolición de las casas que secular-
mente los habían acogido; en 1883, el archivo de la Bailía hubo de pasar al
General, por desahucio del edificio. A medida que ingresaban en el Archi-
vo Real y General del Reino de Valencia, cada uno de estos archivos, cuya
historia examinaremos brevemente, lo hacían como secciones de este cen-
tro. La constancia de los archiveros había conseguido que sus superiores
acondicionaran minimamente el edificio con obras que se acometieron en-
tre 1859-1861, aunque no se solventaron las inconveniencias de la Casa
Profesa para ser utilizada como depósito archivístico. Nunca se dio una so-
lución aceptable a este viejo contencioso, que consumió muchas energías
de los responsables del Archivo del Reino de Valencia durante el resto del
siglo xix y el xx, hasta que en 1965 fue inaugurada su nueva sede.
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2. EL ARCHIVO DEL REAL’

Como es bien sabido, fue Alfonso V quien, durante las Cortes de 1419
y en el marco de un proceso más amplio de reforma de las instituciones
del Reino y de la Corona, reorganizó y fundó legalmente el Archivo del
Real, como se conocía el palacio del rey, extramuros de la ciudad, en cu-
yas cámaras se custodió durante cuatro siglos, hasta su demolición. Me-
diante un acto de corte, Alfonso V mandó a sus protonotarios, secretarios
y escribanos que todos los registros, procesos de cortes y otros actos he-
chos en la Audiencia Real, en su corte y en la de sus sucesores o de otros
jueces en cosas tocantes al reino de Valencia fueran depositados en «lo
archiu nos~re lo qual tenim dins lo real de la ciutat»; y que de las provi-
siones, cartas de justicia y de gracia o cualesquiera otras relativas a asun-
tos del reino o de sus habitantes emitidas por la Cancillería real se hicie-
ran libros y registros separados, según su materia, que habrían de ser
llamados «registres de regne de Valencia», y conservados perpetuamente
en el archivo del Real de Valencia; proveyó además que de todos los re-
gistros, cartas y otros actos hechos en el pasado, tanto del Archivo Real
de Barcelona como de los que estaban en poder de los protonotarios o se-
cretarios reales, se hiciera copia aparte según el sistema ya especificado
para ser custodiada en el Archivo del Real, como se ordenó ya de hecho
al archivero de Barcelona y al primer archivero del Real de Valencia, Jau-
me Dezplá.
Como veremos, con la misma fecha se creó el cargo de maestre racio-
nal del reino de Valencia y se ordenó que su archivo se depositara asimis-
mo en el del Real de Valencia. La vida lánguida del archivo preexistente
custodiado en este palacio como residencia del poder real, fue, pues, brus-
camente alterada por el acto de Corte de 1419. Si bien Alfonso V no creó
el Archivo del Real, lo dotó de un carácter permanente y normativo, ins-
tituyéndolo como depósito general de antecedentes consultables por el
monarca, sus oficiales o particulares, sobre los documentos emitidos por
su Cancillería, su Consejo y su Audiencia. En realidad, el archivo del Re-
al contenía otros tres que han dado lugar a otras tantas secciones del ac-
tual Archivo del Reino de Valencia: el archivo de la Cancillería Real, el
archivo de la Real Audiencia y el del Maestre Racional. Este último ar-
chivo formó parte siempre del archivo del Real. La relación entre ambos
fue tan estrecha que, en rigor, constituyeron uno solo: desde Joan Salat
(1486-15 18) hasta la supresión de los fueros, los coadjutores de maestre

- F. Mateo y Llopis. «Alfonso V de Aragón y el Archivo General de Valencia», en


Anales del Centro de Cultura Valenciana (Valencia), 12(1944), pp. 22-232; Catálogo de
la Exposición, cit., PP. 36-63. R. Conde y Delgado de Molina, «Una discutible decisió ar-
xivística del segle XV». en Lligalí (Barcelona), 8(1994), pp. 11-18.
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racional fueron archiveros encargados del archivo del Real y del suyo pro-
pio. Una real pragmática de 1660 ordenó hacer inventarios a cargo del ma-
estre racional. El nombramiento de los archiveros del Real, vitalicio des-
de la segunda mitad del siglo xv, exigía el juramento ante el baile general
y el maestre racional. La unidad de ambos archivos se mantuvo una vez
desaparecida la antigua administración foral: en 1709, Francisco Vicente
Royo fue nombrado por Felipe V archivero mayor de los Reales Archivos
del Real Patrimonio y del Real Palacio de Valencia.
En cumplimiento de la disposición de 1419, la Cancillería regia co-
menzó a formar registros especiales con todos aquellos asuntos relati-
vos al reino de Valencia o a sus particulares, que se depositaron en el
archivo del Real de Valencia. Los registros de cancillería se clasificaron
por los asuntos que contenían (Castrorum, Communium sigilli secreti y
Communium sigilli communis, Curiae, Epistolarum, Gratiarum, Itine-
rum, Notariorum, Officialium, Partium, Peccuniae, Sentenciarum, etc.):
concesión de privilegios, gracias, oficios y beneficios; órdenes a los
oficiales del reino, instrucciones y memoriales, documentación judicial
de la Real Audiencia, convocatoria de Cortes y fueros otorgados en és-
tas, nombramientos de notarios reales, etc., junto con otras actuaciones
del Consejo Real, primero, y del Consejo Supremo de Aragón desde su
constitución. La vigencia del acto de corte de 1419 se observó estricta-
mente hasta 1621>.
La autoridad real estuvo representada por su lugarteniente general, más
tarde por los virreyes, cuya documentación se copió en registros propios
de la Lugartenencia General, en series paralelas a las reales, desde el pri-
mer tercio del siglo xv hasta 1707, custodiadas también en el archivo del
Real, por residir el virrey en este palacio. El grueso del fondo está consti-
tuido por las actuaciones del Consejo Real o Real Audiencia, que ejercía
como Tribunal superior del reino y como órgano consultivo y de gobierno.
Por esto, sus fondos documentales se conservaron untdos, hasta su disgre-
gación ya en el Archivo General, donde, con criterio poco riguroso, se in-
cluyeron libros procedentes de otras secciones que por su especial impor-
tancia se sacaron de su fondo original para una mejor custodia.
Las Cortes vigilaron por el cumplimiento de la integridad del Archi-
vo del Real. En 1542 ordenaron restituirle los registros relativos al reino
de Valencia que se encontraban en los archivos de Zaragoza y Barcelona.
En 1570 y 1571, el rey ordenó a los archiveros de Aragón y Cataluña y al
maestre racional de su casa y corte que todos los registros, libros y otras

Sobre los registros de la Cancillería real aragonesa, J. Trenchs Odena y A. M. Ara-


gó, Las Cancillerías de la Corona de Aragón y Mallorca desde Jaime la la muerte de Juan
tL Zaragoza. 1983. con abundante bibliografía: J. L. Arrieta Alberdi, El Consejo Supremo
de la Corona de Aragón (1494-1707), Zaragoza. 1994.
El Archivo Real y General del Reino de Valencia 181

escrituras referentes al reino de Valencia se llevaran a su propio archivo,


pese a lo cual desde 1621 se interrumpieron los envíos de registros desde
el Consejo de Aragón en Madrid, para llevarlos a Simancas y, desde me-
diados de siglo xvii, los de procesos sustanciados ante el mismo Consejo,
que quedaron en su propia sede t Desde comienzos del siglo xvu, el ar-
chivo del Real fue ya utilizado por los grandes historiadores valencianos,
Escolano y Diago, entre otros.

3 EL ARCHIVO DE LA REAL AUDIENCIA5


Hacia la segunda mitad del siglo xiv, Pedro IV estableció el funciona-
miento de la Audiencia Real en el seno de la Cancillería regia. Desde
1365, el carácter de la Audiencia real común a todos los reinos de la Co-
rona se fue perfilando, presidida por el canciller y tres vicecancilleres. Se
trataba de un tribunal único, desdoblado en diferentes tribunales para ca-
da reino, que delegaba las causas en jueces comisarios, bien para referirlas
al pleno de la Audiencia, bien para determinarlas hasta sentencia definiti-
va. El tribunal de la Real Audiencia o Consejo Real existía en el reino de
Valencia antes de la creación de los virreyes; en rigor, no fue creada por
el rey Católico en 1506, sino que, como muchos otros organismos, recibió
entonces su organización definitiva; con anterioridad, no era permanente
y en ausencia del monarca suspendía sus funciones, así como al cesar el
lugarteniente general. Fue en el transcurso del siglo xvi cuando se fijó una
planta menos incierta. Constaba de una Sala Civil y otra criminal, presi-
didas por el virrey. Como tribunal supremo del reino, su jurisdicción se
extendía tanto a las causas que privativamente le correspondían como a
las que, perteneciendo a instancias inferiores, eran llevadas al tribunal re-
gio, aunque tendió a convertirse en un tribunal de apelación.

Arxiu del Regne de Va]éncia, Exposición documental sobre los Tribunales de Jus-
ticia valencianos, Valencia, 1991.
F. Mateu y Llopis. «El Archivo de la Real Audiencia», en Almanaque de «Las Pro-
v,nc¡as» (Valencia), ([948), pp. 81-84; del mismo, «Archivos valencianos. Notas sobre los
del Maestre Racional, Real Audiencia y Justicias», en Revista de Archivos, Bibliotecas y
Museos. 58 (1952). pp. 23-52: del mismo, «Notas sobre la documentación postforal del Ar-
chivo del Reino de Valencia», en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 53 (¡947),
pp. 345-360; del mismo, «El Archivo del Real Acuerdo», en Almanaque de «Las Provin-
cias» (Valencia), (¡946). pp. 183-186; B. Rulí, Organización judicial del antiguo Reino de
Valencia, Valencia, ¡950; Catálogo de la Exposición, cit., pp. 227-230; T. Canet Aparisi,
«Derecho y administración de justicia en la formación dcl Reino de Valencia», Estudi.v
(Valencia), 10(1983), pp. 7-31; de la misma, «La administración real y los antecedentes
históricos de la Audiencia Moderna», en Es/udis (Valencia), 1985. pp. 7-39, y La Audien-
cia valenciana en la época foral moderna, Valencia, 1986.
182 Carlos López Rodríguez

Una orden de Felipe II de 1561 mandó colocar en el Archivo del


Real todas las sentencias, provisiones y demás cartas que despachara la
Audiencia; para su gobierno, se nombró un archivero particular cuyo ofi-
cio se unió después al de coadjutor del maestre racional mediante real pri-
vilegio de Felipe II, pues su ubicación coincidía con la del archivo de es-
te oficial. Por otra parte, desde el Consejo Supremo de Aragón se
devolvían a la Real Audiencia, y a su archivo, las causas a él apeladas,
una vez vistas.
Tras los sucesos de 1707, la Real Audiencia fue sustituida por la
Chancillería de planta castellana, con dos salas civiles y cuatro oidores, y
una sala criminal con dos alcaldes del crimen. Desde esa fecha actuó
también el Real Acuerdo como órgano consultivo y de gobierno. El Real
Acuerdo estaba formado por el presidente y los oidores de la Chancille-
ría más un escribano para entender en toda clase de asuntos tocantes a la
administración y gobierno del reino (abastos, moneda, policía, pesas y
medidas), y ejecutar las órdenes del rey. Los papeles del Acuerdo se lla-
maban ~<autos»,encuadernándose todos los documentos recibidos o que
provocaban acuerdos: cartas originales, copias, títulos presentados, etc.,
de los cuales se redactaron unos indices que aún hoy se usan. El Real
Acuerdo tuvo su archivero propio, que pretendió en 1713 que se le entre-
gasen los papeles de la antigua Audiencia foral, a lo que se opuso el ar-
chivero del Real, alegando que siempre habían pertenecido al archivo del
Real; para el nuevo archivero del Real Acuerdo quedaban los papeles de
la recién creada Chancillería. Poco antes de 1767, la Chancillería se tras-
ladó a la casa de la Diputación, celebrándose en el palacio del Real sólo
los «Acuerdos». La Real Audiencia fue finalmente sustituida por la Au-
diencia Territorial en 1834. Los libros del Real Acuerdo pasaron, junto
con el Archivo de la Audiencia, a la Casa Profesa; en 1926 y 1936, el Ar-
chivo de la Audiencia postforal (constituido fundamentalmente por plei-
tos civiles), en poder de la Audiencia Territorial, se incorporó al Archivo
General, completando el de la Real Audiencia foral (hasta 1707), que
nunca se había separado del Archivo del Real.

4. EL ARCHIVO DEL MAESTRE RACIONAL6


La historia de este archivo está intrínsecamente ligada a la de los dos
que le preceden, pues juntos formaron el archivo del Real. Durante las

E. Ferraz. El maestre racional y la hacienda fóral valenciana, Valencia, 1913; F.


Mateu y Llopis, «Archivos valencianos. Notas», cit.; Catálogo de la Exposición, cil.. PP.
82-93; E. Cruselles, El Maestre Racional: función política y desarrollo administrativo del
oficio páblico en el siglo xv, Valencia, 1989.
El Archivo Real y General del Reino de Valencia 183

Cortes de 1419, en un acto de corte previo al que contiene la obligación de


depositar los registros de la Cancillería regia y de la Audiencia en el ar-
chivo real valenciano, Alfonso V creó, a petición de los tres brazos, el car-
go de maestre racional del reino de Valencia, desglosándolo del maestre
racional de su Corte; dispuso que todas las cuentas y sus lustificantes, in-
cluidas las que estuvieran en el archivo del maestre racional de Barcelona,
más todas las cuentas del Real Patrimonio, se conservaran en el archivo
del Real de Valencia. Ya Fernando 1 había ordenado que los bailes locales
y los administradores de rentas reales rindieran cuentas en Valencia ante
un delegado del maestre racional de la corte y que toda la documentación
resultante se depositara en el archivo del Real para que de este modo se
pudiese sacar más fácilmente y con menos trabajos y gastos las noticias y
certificaciones necesarias. En 1420 se amplió esta disposición no sólo a las
cuentas de los bailes generales y locales, sino también de los tesoreros y
sus lugartenientes, tanto del rey como de la reina, y de todos los oficiales
que administraran rentas reales. Por esta razón, hay documentación refe-
rente a toda la Corona de Aragón, en especial durante el siglo xv, porque
ante el maestre racional de Valencia rindieron cuentas los tesoreros gene-
rales de Alfonso V, Juan II y Fernando II, entre otros muchos oficiales.
Sin embargo, el archivo del maestre racional contiene documentación
anterior: de los justicias locales desde mediados del siglo xiv, cuentas de
la Bailía General y de las bailías locales desde 1380 y 1371, de la ceca de
Valencia desde 1374. Todos éstos eran papeles que se conservaban ya en
el Palacio del Real, bien en cumplimiento del acto de corte del Magnáni-
mo sobre restitución de los fondos relativos a asuntos valencianos exis-
tentes en otros archivos reales, bien porque era costumbre que los maes-
tres racionales de la Corte se desplazaran ellos mismos o un comisario
para intervenir las cuentas de los oficiales del reino, o bien porque ya los
predecesores de Alfonso V habían dictado normas al respecto, como se
deja entrever del acto de corte de 1419. Desde el fin de la guerra con Cas-
tilín en 1361 hasta 1380, en que ya aparece bastante documentación, hay
que situar el comienzo de un archivo o cámara en el Palacio del Real,
donde de forma habitual, fija e ininterrumpida se recogieron libros y do-
cumentos referentes a la administración del Real Patrimonio del reino y a
la intervención de cuentas, más aún desde que en 1384 se dio una prag-
mática sobre el régimen del Archivo de Barcelona. Esta costumbre admi-
nistrativa y esta base documental previa permitieron a los estamentos del
reino y al monarca reglar normativamente el funcionamiento del archivo
del Real en 1419. En los años siguientes se inició la habilitación de una
sala del palacio con este objeto.
Al maestre racional correspondía, pues, el control contable y la in-
tervención de las cuentas que estaban obligados a rendir todos los fun-
1 84 Carlos López Rodríguez

cionarios que manejaran los ingresos de la Corona hasta su supresión


tras la guerra de Sucesión; para ello se seguía un procedimiento de exa-
men muy meticuloso. Se trataba de un sistema de contabilidad rudimen-
tario pero suficiente. El archivo del maestre racional consta de dos par-
tes bien diferenciadas. La que se refiere propiamente a la gestión del
maestre racional es relativamente pequeña: incluye correspondencia,
memoriales, provisiones, certificaciones, privilegios de su propio oficio.
Pero la inmensa mayoría de la documentación está integrada por los li-
bros de cuentas ~con las anotaciones de los funcionarios de este orga-
nismo— de todos aquellos oficiales e individuos que manejaron cantida-
des reales o administraron los bienes y derechos de la Real Hacienda, y
cuya actuación fue intervenida por la oficina del maestre racional: teso-
reros generales, bailes generales y locales, justicias, administradores de
la ceca, colectores de impuestos, comisionados reales, etc..., que co-
mienzan por lo general a fines del siglo xiv o principios del siglo xv y se
continúan hasta 1707. La importancia de archivo del maestre racional es
grande, porque en él se reflejan todas las magistraturas reales del reino
y, por ende, la vida de la Hacienda real y de la economía valenciana.

5. EL ARCHIVO DE LA GOBERNACIÓN7
Aunque el cargo de Procurador General del reino existía ya en 1257,
no fue hasta 1344 cuando se iniciaron las reformas que impondrían el ré-
gimen de la Gobernación. En síntesis, el rey, al ausentarse del reino, de-
legaba sus funciones en un lugarteniente o gobernador general, cargo que
ejercía la reina, el primogénito, algún pariente muy próximo al monarca
o un personaje muy destacado. Supeditados a este gobernador general, se
nombraba a un oficial que, con autoridad en principio delegada del sobe-
rano, regía en realidad la gobernación. Recibía el nombre de portantveus

J. Gadea Guiteras, Del portan/veus dcl General Gobernador, Torrente, 1925; V.


Ferrán Salvador, Arnaldo Juan y su eStil de la Governatio>=,Valencia, 1936: E. García,
«La Gobernación foral de0 lo riu d’Uxó», en Bole/in de la Sociedad Castellonense de
Cultura, XIV (1933), pp. 426-429; E. Mateu y Llopis, «El Archivo deja Gobernación dcl
Reino de Valencia», en Almanaque de «Las Provincias» (Valencia), (1947). pp. 25 1-255;
E. A. Roca Traver. «La Gobernación foral del Reino de Valencia: una cuestión dc compe-
tencia», en Estudios de Edad de la Corona de Aragón, IV (1950), pp. 177-214; J. Lalinde
Abadía, La Gobernación general en It., Coronc, de Aragón, Madrid-Zaragoza, 1963; D. Pé-
rez Pérez, El Llibre Blanch de la Governació. Valencia, 1971: E. Salvador Esteban, «La
Gobernación valenciana durante la Edad Moderna. Cuestiones en torno a su singular es-
tructura territorial», en S/udic, His¡oricc, cf Ehilologica ir, honc,rcn, ¡VI. Batlíori, Roma,
1984, pp. 444-455: E. Mateu y Llopis, «Notas sobre los archivos de la Bailía, la Generali-
dad y la Gobernación», cit.; Catálogo de la Exposición, cit., pp. 64-69.
El Archivo Real y General del Reino de Valencia 185

de general governadoc para marcar con toda claridad su condición de re-


presentante del lugarteniente o gobernador general. Sin embargo, el por-
tantveus adquirió una jurisdicción ordinaria y acabó por ser llamado go-
bernador del reino. El gobernador o portantveus de general governador
fue durante la Edad Media la más alta magistratura en ausencia del rey,
su primogénito o su lugarteniente general; mantenía su carácter ordinario
incluso cuando se encontraban presentes en Valencia los soberanos o sus
lugartenientes generales. Su Curia era intermedia entre la del monarca y
la de los jueces ordinarios, y de sus sentencias, por recurso de apelación
o suplicación, se pasaba a la Audiencia Real. A fines del siglo MV com-
petía al gobernador los delitos y pleitos contra oficiales de ciudades y vi-
llas reales, los requerimientos a nobles y caballeros, las apelaciones por
defecto en la aplicación del derecho, los delitos de lesa majestad, el ejer-
cicio del mero y mixto imperio y la alta jurisdicción en los lugares de re-
alengo, las causas de moros vasallos de nobles y caballeros, las causas de
universidades, los pleitos de nobles y caballeros, las resistencias contra
oficiales, entre otras competencias. Lo que caracterizó al gobernador fue
perfilarse como juez de apelaciones y recursos. En época moderna, con el
establecimiento del régimen de virreinato, el cargo acentuó su carácter in-
termedio y perdió gran parte de su importancia política en favor de los vi-
rreyes; desde principios del siglo xví, quedó supeditado a la Real Au-
diencia y al Virrey. El oficio fue suprimido con los decretos de Nueva
Planta. En su forma más clásica, el antiguo reino de Valencia estuvo di-
vidido en dos gobernaciones, la de Valencia y la de Orihuela, sobre cuya
jerarquía se discutió mucho en la época, aunque hubo cierta dependencia
del gobernador de Orihuela respecto del de Valencia. El gobernador de
Valencia tenía a su vez un lugarteniente en Xátiva, para la zona com-
prendida entre Jijona y el Júcar, y otro en Castelló de la Plana, para el te-
rritorio al norte del río Uxó, reservándose para sí mismo o su lugarte-
niente la directa jurisdicción entre ambos ríos y la supervisión de sus
lugartenientes en Xátiva y Castelló.
No se ha conservado el archivo de la Gobernación de Aragón y sólo
quedan unos pocos volúmenes de la de Cataluña. Este hecho acrecienta el
interés del archivo de la Gobernación valenciana, que ha llegado hasta
nosotros bastante completo: su masa documental, sobre todo de carácter
judicial, es ingente, de atractivo desigual y poco explotada todavía. Las
series comienzan hacia 1380, aunque hay algunos registros dispersos des-
de 1346. y se continúan con mucha homogeneidad hasta 1705: en total,
4.894 libros y cajas de expedientes con procesos criminales. Salvo las ca-
jas que contienen éstos últimos, el resto del archivo está constituido por
registros encuadernados. Desaparecida la magistratura del Gobernador en
1707, se mantuvo sin embargo su archivo, pues ante aquella corte se ha-
186 Carlos López Rodríguez

bían resuelto durante los siglos anteriores multitud de pleitos civiles y, en


especial, de causas de censos. Pero las condiciones de conservación eran
desastrosas, como lo reflejó hacia mediados del siglo xviii Miguel Euge-
nio Muñoz en sus informes a Carvajal. Muchos documentos del archivo
se encontraron entonces en manos de particulares, sacados fraudulenta-
mente a veces con la siniestra intención de falsificar documentos con el
fin de utilizarlos judicialmente; otras veces, simplemente vendidos como
papel inútil. El archivo de la Gobernación continuó instalado en la casa
de este oficial sita en la plaza de la Seo o de la Virgen, núm. 1, hasta 1859,
alio en el que se trasladó al Archivo General. La clasificación que se le
dio entonces fue muy sencilla, y se ha conservado en el último inventario
general, acabado en 1992, pues la series se disponen por orden alfabético
de los libros según su título.

6. EL ARCHIVO DE LA BAILÍA GENERAL O DEL REAL


PATRIMONIO>

Al considerar la toma del reino de Valencia como empresa personal


del monarca, Jaime 1. por titulo de conquista, se reservó multitud de bie-
nes y derechos de los que podía disponer a su completa voluntad. La ad-
ministración de la Hacienda real quedó encomendada desde los primeros
momentos a una figura típicamente señorial, el baile de Valencia, depen-
diente exclusivamente del monarca, y a la red de bailes locales supedita-
dos a aquél, extendida a lo largo del reino, según el modelo de Aragón.
Correspondía al baile general del reino de Valencia discernir el derecho
entre el Fisco y los particulares y administrar el Patrimonio Real. Era
también juez privativo de moros y judíos de realengo, y conocía en los
negocios de agua y pesca, de los delitos cometidos en el mar, en las au-

Sobre la Bailía General, desde eí punto de vista de historia de la institución, siguen


s,endo útiles V. Branchat, Tratada de los derechos y regalías que correponden al Real Pa-
trimonio en el Reyno de Valencia y de la Jurisdicción del Intendente como Subrogado en
lugar del antiguo Ray/e general, Valencia, 1784-86.3 vol>.; T. Cortina, Memoria que 50-
bre la abolición del Real Patrimonio en la Corona de Aragón presenta al Excmo. Sr. Tu-
tor de SM. el consultor de la Real Casa, Madrid, 1842; F. Cas Gayón, Historia jurídica
del Pc,trimonio Real, Madrid, 1881; L. Klupffel, «El régim de la confederació catalana-
aragonesa a finals del segle xlii», en Revista Jurídica de Catalunya, XXXV (1929), PP.
289-30!, y XXXVI (¡930), pp. 97-135; L. Piles Ros, Estudio documental sobre e/Baile
general, su autoridad y jurisdicción, Valencia, 1970; A. Mut Calafelí, Catálogo del Real
Patrimonio de Alicante, Alicante, 1980, y del mismo, Inventario de la Bailía General del
Reino de Valencia, Madrid, 1980; C. Corona Marzal, «Un centro de experimentación cas-
tellana en Valencia: la Superintendencia General de rentas reales (1707-1713)», en Estu-
dis (Valenecia). 13 (1987), Pp. 171-200; Catálogo de la Exposición, cit., pp. 70-81; F. Ma-
teu y Llopis, «Notas sobre los archivos de la Bailía», cir.
El Archivo Real y General del Reino de Valencia 187

torizaciones de armar barcos y de practicar el comercio exterior, del


arrendamiento de los bienes y derechos reales, de la supervisión y control
de los bailes locales nombrados en los lugares de realengo, y de la defen-
sa del Patrimonio Real.
Abolidos los fueros en 1707, se instituyó un nuevo oficial que, con el
nombre de intendente, se encargó del gobierno de la Real Hacienda. So-
bre él recayeron las competencias de la Bailía General y de la Junta Pa-
trimonial. Al intendente, subrogado del antiguo baile general y con pare-
cidas competencias, se le dio una jurisdicción privativa y sin limites
respecto de los derechos y rentas del Real Patrimonio para las causas que
interesasen a la Real Hacienda en cualquier ramo de rentas generales, ser-
vtcíos, diezmos, enfiteusis, etc., con apelación al Real Consejo de Ha-
cienda e inhibición de cualquier otro tribunal. Era competencia suya laju-
risdicción sobre montes, hierbas, tierras incultas, ríos y aguas, pesos y
medidas, carnicerías, minas, establecimiento de tierras, hornos y molinos,
etc. También se reconoció privativa de los intendentes la jurisdicción en
causas de amortización y en las de la Acequia Real de Alzira. Ejercieron
su jurisdicción sobre la Albufera desde su reincorporación a la Corona en
1761, y sobre el Pantano de Alicante desde 1739. En 1814, Fernando VII
introdujo algunas reformas tendentes a deslindar la gestión de la Tesore-
ría pública de los negocios tocantes a la Real Casa y Patrimonio, que fue-
ron encomendadas a la Bailía General de Valencia, constituida por una
Administración, una Contaduría y un Tribunal Patrimonial, oficinas que
desaparecieron a raíz de las reformas de la Administración Central de
1836. La Bailía General fue suprimida en 1865 y el Patrimonio Real de-
samortizado más tarde.
El archivo de la Bailía General contiene en sus documentos toda la
gestión de la Hacienda y el Patrimonio real del reino, incluida la capa-
cidad jurisdieccional que sobre estos asuntos correspondía al baile ge-
neral. Los libros y documentos de la Bailía General permanecieron a
cargo de los escribanos de la Bailía desde sus más remotos origenes.
Aunque hay libros sueltos desde el siglo xiv, las series comienzan a ser
seriadas desde comienzos del siglo xv, si bien los libros llamados Lle-
tres ¡ privilegis, de excepcional importancia por contener la corres-
pondencia recibida y emitida por los bailes generales, comienzan en
1306. Sin duda, bajo las fuertes reformas y reorganización que la Bailía
General conoció a partir de 1412, de la mano de la nueva dinastía Tras-
tamara y por efecto de la influencia del destacado jurista Joan Mercader,
se sistematizó el archivo, que estuvo primero en el Palacio Real desde
1419 para pasar después a la casa de la Bailía hasta que se adquirió un
edificio propio, acondicionado entre 1485 y 1492. No obstante, el origen
del archivo de la Bailía se atribuye al obispo de Elna, visitador general
188 Carlos López Rodríguez

del rey, quien durante su inspección de 1548 encontró que los papeles
del Real Patrimonio estaban sin custodia, por lo que se perdían muchos
libros y documentos importantes que justificaban los derechos del Real
Patrimonio. Así que mandó ordenar la documentación en forma de ar-
chivo, recuperó los libros llamados de Títulos y Enajenaciones —que
databan de la época en que Joan Mercader ejerció como baile general y
en los que se copiaban muchas escrituras que hacían referencia al Real
Patrimonio del reino de Valencia, en cumplimiento del acto de cortes de
1419— y nombró un archivero de la Bailía, aunque este cargo se acu-
muló desde 1556 al de procurador patrimonial. Una real pragmática de
1660 ordenó hacer inventarios de los procesos, libros y papeles del
archivo de la Bailía, bajo la supervisión del baile general. Durante el si-
glo xvítt, el antiguo archivo de la Bailía, conocido como Archivo del Re-
al Patrimonio, se encoitTaba descuidado, al igual que los otros archivos
reales. En él trabajó Branchat y así lo cita en su obra. El Archivo de la
Bailía permaneció en la casa de este nombre sita en la plaza de Manises
pese a su teórica incorporación al Archivo General, del cual fue segre-
gado en 1828, reincorporado en 1830 y de nuevo segregado en 1832,
año en el que pasó a depender de Fomento, hasta que en 1868 la Junta
Revolucionaria lo incorporó de nuevo al Archivo General una vez su-
primido el Real Patrimonio. No obstante, continuó en su domicilio se-
cular hasta el desahucio del edificio en 1883, año en que pasó a la Casa
Profe sa.

7. EL ARCHIVO DE LA GENERALITAT’~

La Diputación del General o Generalidad fue una de las instituciones


forales por excelencia. Las circunstancias de su origen son suficiente-
mente conocidas. La política exterior de Pedro IV le obligó a recurrir
constantemente al auxilio de sus súbditos reunidos en Cortes. La reitera-
ción de estas peticiones y la recaudación de las ayudas aprobadas por los
estamentos convirtieron poco a poco en permanente el organismo esta-
mental que, nombrado por los brazos de las Cortes, se encargaba de re-

J. Martínez Aloy, La Diputación de la Gene ralidad del Reino de Valencia, Madrid,


¡930; J. Camarena, «Función económica del “General del Regne de Valencia” en el siglo
xv», en Anuario de Historia del Derecho Español, XXV (1955), pp. 529-542; R. Muñoz
Pomer, Orígenes de la Generalidad Valenciana, Valencia, 1987; V. Giménez Chornet, «La
representatividad política en la Valencia foral», en Estudis (Valencia), 18(1992), pp. 7-28;
J. Mt Castillo del Carpio, «El sistema tributario del reino de Valencia durante el siglo
xvi», en Estudis (Valencia), 19 (¡993), Pp. 103-131; Catálogo de la Exposición, cit., pp.
122-133; F. Maten y Liopis, «Notas sobre los archivos de la Bailía», cit.
El Archivo Real y General del Reino de Valencia 189

caudar y gestionar los donativos a base de generalidades, impuestos que


gravaban determinadas mercancías en su fabricación, entrada y salida,
compra y consumo, por lo general arrendados en subasta pública. La ins-
titución tuvo un importante empuje desde las Cortes de Monzón de 1362-
63. Su actuación inicial a fines del siglo xlv, con predominante carácter
de delegación permanente de las Cortes, se transformó progresivamente
en la propia de una institución representativa y permanente, que a sus ori-
ginarias funciones financieras añadió pronto otras de índole política y so-
cial. Su existencia se consolidó durante el reinado de Martín 1, aunque su
reconocimiento legal se aplazó hasta que en 1418 Alfonso V la otorgó
una organización estable. Desde entonces, de hecho o de derecho, la Di-
putación del General, un organismo técnico encargado de la recaudación
y gestión de las generalidades y donativos ofrecidos al monarca y del pa-
go de las pensiones de los censales emitidas para su financiación, ocupó
un papel central en la vida política y económica del reino. Al frente de la
Diputación estaban seis diputados, elegidos dos por cada brazo o esta-
mento, que, junto con otros oficiales, nombrados también por los esta-
mentos, garantizaban el funcionamiento administrativo de la Diputación
del General. Tras la derrota de Almansa, la Generalidad fue abolida y to-
das sus rentas pasaron al Superintendente de la Real Hacienda, subsis-
tiendo sólo de nombre hasta 1718, cuando sus competencias pasaron fi-
nalmente a los intendentes.
La primera referencia conocida del archivo de la Generalidad data de
1476, año en el cual se sintió la necesidad de organizarlo, para lo cual se
dispuso la fabricación de un gran armario en el que se custodiaran los li-
bros y papeles de la Diputación, que ya no cabían en los antiguos cofres
dispuestos al efecto. Desde entonces, el archivo de la Generalidad se ha-
lló en la Casa del mismo nombre, pero al ser trasladado a este edificio la
Audiencia Territorial, los fondos pasaron en 1845 al Archivo General.
Durante cerca de cuatro siglos, el archivo de la Generalidad se había man-
tenido en su lugar de origen, sin alteraciones de importancia. Por esta ra-
zón, y por el hecho de disponer de un local suficiente y acondicionado, se
ha conservado por lo general en buen estado y casi completo (5.015 vo-
lúmenes). En el conjunto de su documentación, puede distinguirse la or-
gánica (que recoge las ordenaciones aprobadas en las Cortes para su fun-
cionamiento; los acuerdos sobre problemas políticos, administrativos y
económicos; provisiones y memoriales; nombramientos y credenciales a
los colectores de impuestos; las cartas sobre elección de diputados; infor-
mes sobre el estado de la ciudad y reino) y la documentación económica
o contable (capítulos u ordenanzas para el arrendamiento de las generali-
dades, los libros de cuentas y la documentación judicial sobre el ámbito
de su competencia).
190 Carlos López Rodríguez

8. EL ARCHIVO DE LOS JUSTICIAS


DE VALENCIA’0

Tuvo esta institución su origen en un privilegio de Jaime 1 de 1238,


que establecía que todas las causas civiles y criminales de la ciudad fue-
sen juzgadas por un vecino de la ciudad, aconsejado por los prohombres
de la misma. En 1307, Jaime II creó un subjusticia para las causas de 30
sueldos, cuantía elevada a 50 sueldos en 1321 y a 300 sueldos por Pe-
dro IV. Los acontecimientos que recoge la documentación de los jus-
ticias no carecen de interés para la historia social y económica: pleitos
civiles, sucesiones y herencias, reclamaciones sobre daños en los cam-
pos. juicios verbales, remates o subastas, saca de prendas, designación
de bienes o efectos para el pago, obligaciones y condenas de pago, ven-
tas judiciales, servidumbres, pastos, leñas, multas. En aquel mismo año
de 1321 se introdujo una reforma de capital importancia, pues la acu-
mulación de causas obligó a una división total de funciones civiles y
criminales, con la creación de dos justicias, que tomaron la denomina-
ción de Justicia de la ciutat de Vali?ncia en lo civil y Justicia de la cia-
tat de Valéncia en lo criminal, para tratar cada uno su materia específi-
ca. Con el tiempo, el Justicia Civil asumió las funciones de Registro
Público de documentos, faceta ésta muy desarrollada desde el siglo xvi.
El cargo de Justicia de 300 sueldos se asignó por lo general a un nota-
rio, y los otros dos fueron ejercidos por un caballero y un ciudadano, al-
ternativamente cada año, fruto del reparto del poder municipal entre
ambas clases urbanas, que los elegían al finalizar el año. La naturaleza
de este oficio fue siempre ambigua: ni enteramente municipal ni total-
mente real. Eran nombrados por el rey entre los elegidos por la ciudad,
presidía el Conselí pero administraba justicia en nombre del monarca, y
su archivo permanecía separado del municipal aunque en la misma ca-
sa. Suprimido tras los decretos de Nueva Planta, el rey se apropió del

J. Manglano y Cucaló de Monluil, Apuntes para una memoria sobre e) Justicia de


Valencia, Valencia, 1916; F. Mateu y Llopis, «Los archivos del Justicia de 300 sueldas, y
Criminal de la Ciudad de Valencia», en Almanaque de «Las Provincias» (Valencia),
(1949), pp. 195-198; del mismo, «Archivos valencianos. Notas», ch.; A. Mut Calafeil,
«Inventario de la documentación del Justicia conservada en el Archivo del Reino de Va-
lencia. Primera Parte», en Revista deArchi vos, Bibliotecas y Museos, 65(1958), pp. 239-
259; F. Roca Traver, El Justicia de Valencia (1238-1321), Valencia, 1970; M. Fernández-
Arroyo y Cabeza de Vaca y J. Villalrnanzo Camena, Catálogo de la serie de Real Justicia,
Madrid, 1976; P. Pérez García, «Origen y configuración de una magistratura urbana de la
Valencia foral: el Justicia Criminal», en Estudis (Valencia), 13 (1987). pp. 21-75; E. Pé-
rez García, El justicia criminal de Valencia (1479-1707). Una magistratura urbana va-
lenciana ante la consolidación del Absolutismo, Valencia, 1991; Catálogo de la Exposi-
c,ón, cit., pp. 232-242.
El Archivo Real y General del Reino de Valencia 191

oficio y asimiló su archivos a los otros reales. Los archivos de los Jus-
ticias son los más antiguos de la ciudad de Valencia y de su Archivo del
Reino.
Cuando Jaime 1 instituyó la corte del curia o justicia, ordenó a este
oficial tener un libro en el cual se registrasen todos sus actos. La multi-
plicación de los asuntos y de los justicias dieron lugar a buen número
de series documentales. Los tres justicias produjeron una abundante do-
cumentación que se guardó en la Casa de la Ciudad, que se levantaba en
los actuales jardincillos del Palacio de la Generalidad. Allí se conserva-
ban cuando en 1586 se declaró un pavoroso incendio en el archivo del
racionalato de la mtsma casa, donde perecieron muchos de los libros del
Consejo municipal; otros muchos se lanzaron con precipitación por las
ventanas y junto con los archivos de la corte civil, la criminal y la de
trescientos sueldos fueron trasladados provisionalmente a la Seu. Este
incendio parece que afectó con especial saña al archivo del Justicia
crtmtnal, que nos ha llegado muy menguado. Los locales que los ar-
chivos de los justicias ocuparon en la Casa de la ciudad eran hacia 1835
oscuros y húmedos, por lo que fueron bastante afectados por la polilla.
El traslado al Archivo General del Reino se efectuó en 1859, apremiado
por el municipio, que iba a derribar la casa. Acuciado por las cir-
cunstancias, el archivero del General en aquel momento, Víctor Plan-
té, los envió a la Casa Profesa bajo su responsabilidad y sin consulta.
La clasificación que finalmente se le dio en este centro distinguió los
fondos según los distintos justicias. Se crearon así tres subsecciones: la
del Justicia de Valencia (desde el primer testimonio escrito conserva-
do de 1279 hasta la reforma de 1321); la del Justicia Civil (la más vo-
luminosa, 5.143 libros entre 1321 y 1707); la del Justicia de 300 suel-
dos (entre 1319 y 1629), y la del Justicia Criminal (entre 1321 y 1669),
muy incompleta, pues además de grandes lagunas falta casi todo el si-
glo xvii.

9. EPÍLOGO

Durante el siglo xix, el Archivo Real y General del Reino de Valencia


más tarde Archivo Regional de Valencia, y por último, Archivo del
Reino de Valencia— ingresó los registros notariales que se encontraban
en el Palacio Real o en la Casa de la Ciudad. También pudo retener, gra-
cias a la mediación de la sociedad cultural Lo Rat Penat en 1904, los fon-
dos documentales de los archivos del clero de la provincia de Valencia tn-
cautados por el Estado a raíz de la Desamortización, que en 1897 habían
192 Carlos López Rodríguez

comenzado a ser enviados al Archivo Histórico Nacional “. Consolidado


tras casi un siglo de existencia real como depósito único de fondos docu-
mentales múltiples, y con dos siglos de vida como institución archivísti-
ca general, el Archivo del Reino de Valencia iniciaba con la nueva centu-
ria otra etapa de su larga trayectoria. Durante este siglo, sus fondos se han
enriquecido considerablemente. Pero ésta es ya otra historia.

y. Vignau, «Inventario de los documentos y libros que han ingresada en el Archi-


va Histórico Nacional, en eí mes de la fecha, procedentes del general del Reino de Valen-
cia», en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1(1897), pp. 465-473.

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