Análisis de Casos ETC - Erika Alvarez y Maribel Arroyave

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Encefalopatía Traumática Crónica (ETC).

Análisis desde la película «La verdad oculta» y el documental

«El asesino oculto: En la mente de Aaron Hernández»

Erika Fernanda Alvarez Correa

Maribel Arroyave Arboleda

Psicología, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales

Corporación Universitaria Minuto de Dios

NRC 7680: Psicobiología

Mg. Zaira Sofía Romero Jaramillo

Mayo 1, 2021
Encefalopatía Traumática Crónica (ETC).
Análisis desde la película «La verdad oculta» y el documental
«El asesino oculto: en la mente de Aaron Hernández»

1. Importancia de los mecanismos de protección del Sistema Nervioso Central (SNC)

Nuestro Sistema Nervioso Central (SNC) es de una maravillosa composición e inquietante


complejidad. Está conformado por el encéfalo y la médula espinal, dos estructuras que también
lo hacen demasiado frágil. Sin embargo, como una bondad natural de la que pocas veces somos
conscientes, los seres humanos hemos sido diseñados con tan asombrosa perfección que
justamente para proteger estos órganos tenemos mecanismos que intentan «blindarlos» o, al
menos, mitigar los impactos que también hacen parte de nuestra condición existencial.

Es así como, de afuera hacia adentro, tenemos como mecanismos de protección el tejido
óseo, el líquido cefalorraquídeo (LCR) y las meninges. Para proteger el encéfalo está dispuesto
el hueso craneal. Para preservar la médula espinal podemos apreciar en las radiografías la
correcta disposición de nuestra columna vertebral. Y para que no haya un contacto directo entre
estos órganos y el hueso, sino que éstos permanezcan como flotantes, al interior del SNC circula
el líquido cefalorraquídeo que, además de contribuir a su nutrición y buen funcionamiento,
amortigua caídas, golpes u otros impactos; un trabajo conjunto con las meninges, tres
membranas dispuestas así: la duramadre, que al estar más externa y permanecer en contacto
con el hueso es más gruesa y resistente; la aracnoides es más delicada y está unida a la
superficie interna de la membrana anterior; y la piamadre que está en contacto con el tejido
nervioso. Una estructura que en su conjunto brinda estabilidad y sostenimiento a la hora de
realizar saltos u otros movimientos, y en la que tampoco podemos olvidar la barrera
hematoencefálica (BHE) que protege el SNC, impidiendo la entrada de sustancias extrañas y
logrando mantener aislado al encéfalo de los cambios en la composición de la sangre.

Sin la perfecta disposición de estos mecanismos, nuestro SNC estaría expuesto a todo
tipo de daños y a una vulnerabilidad tan extrema que sería prácticamente imposible concebir la
correcta realización de las actividades cotidianas.
Ahora bien, aunque nuestro diseño anatómico esté en excelentes condiciones y vivir
suponga riesgos de todo tipo, algunas decisiones implican una exposición mayor. Tal es el caso
de los jugadores que han integrado la Liga Nacional de Fútbol Americano o NFL (National
Football League, por sus siglas en inglés) registrados tanto en la película «La vida oculta» como
en el documental titulado «El asesino oculto: en la mente de Aaron Hernández». Allí queda
demostrado que los mecanismos de protección del SNC no están dispuestos para soportar las
múltiples contusiones provocadas por las dinámicas propias de este juego, así como en otras
prácticas deportivas en las que también se generan impactos constantes que por la magnitud del
choque provocan daños cerebrales y diversas alteraciones que detallaremos en otro punto.

2. Encefalopatía: causas, síntomas, clasificación y consecuencias

Varios diccionarios, enciclopedias y portales de neurociencias abordan este concepto de


modo genérico al definir la encefalopatía como cualquier daño o enfermedad cerebral
degenerativa que afecta el correcto funcionamiento del cerebro a nivel estructural o químico,
provocando alteraciones neurológicas que perturban el estado mental, a veces de manera sutil,
con un lento desarrollo, o en ocasiones con una prontitud evidente en las manifestaciones físicas.
El portal EcuRed afirma que en la literatura médica existen más de 150 términos diferentes que
modifican o preceden a la encefalopatía.

Por sus múltiples y variadas causas, detallaremos las principales: infecciones (por
bacterias, virus, parásitos), anoxia o falta de oxígeno en el cerebro (incluyendo causas
traumáticas), alcoholismo (toxicidad), condiciones hepáticas (como insuficiencia o cáncer de
hígado), trastornos renales, enfermedades metabólicas (hiper o hipocalcemia, hipo o
hiperglucemia), tumores cerebrales, productos químicos tóxicos (mercurio, plomo o amoniaco),
alteraciones en la presión cerebral (asociadas con sangrado, tumores o abscesos) y mala
alimentación por ingesta deficiente de vitamina B1, entre otras.

Así mismo, la encefalopatía tiene un amplio espectro de síntomas: problemas cognitivos,


del aprendizaje y la memoria; problemas hormonales, emocionales, de dolor y otras sensaciones;
dificultades físicas, de incorporación a la vida ordinaria, habilidades sociales pobres, cambios de
personalidad, incapacidad para entender, etc. Otras manifestaciones más graves incluyen
letargo, demencia, convulsiones, temblores, espasmos musculares y mialgia, respiración de
Cheyne-Stokes (respiración alterada en caso de daño cerebral o coma), y el mismo coma.

Por este alto número de etiologías y variedad de manifestaciones, el concepto está


acompañado de otros términos que distinguen su clasificación. Referenciamos algunas de las
encefalopatías más comunes o de mayor presencia en la literatura médica:

 Encefalopatía hepática (EH): Es frecuente, con características clínicas definidas y un


estado psicológico alterado que suele evidenciarse con el comportamiento anómalo. En
algunos casos se puede corregir, en otros se vuelve un problema crónico derivado de la
enfermedad hepática (cirrosis), la cual se manifiesta con la incapacidad del hígado para
transformar en el cuerpo las sustancias tóxicas que éste produce (como en el caso del
amoniaco) o las que ingiere (medicamentos, alcohol, etc.). El cúmulo de esta toxicidad en
el torrente sanguíneo afecta el sistema nervioso y da lugar a la HE (MedlinePlus). «Las
complicaciones neuromusculares asociadas varían entre incoordinación y temblor a
oftalmoplejía e incontinencia» (Glosario de Neurociencias). Y según Navas y González
(2004) en un artículo publicado por la la Asociación Colombiana de Neurología (ACN), las
manifestaciones de la EH no parecen deberse a la excitación neuronal sino a la supresión
funcional global del SNC ocasionada, probablemente por el incremento de
neurotransmisores inhibitorios ácidos (amino butírico y glicina), o por la disminución de la
neurotransmisión mediada por neurotransmisores excitatorios, como el glutamato y el
aspartato-

 Encefalopatía por glicina (GE): como su nombre lo indica, es provocada por la


concentración de altos niveles de glicina en la sangre y en el líquido cefalorraquídeo
(LCF). Generalmente es ocasionada por una condición genética rara de base que impide
a quienes la padecen metabolizar dicha proteína —que a su vez funciona como
neurotransmisor—.
Se han reconocido tres GE basadas en la edad de aparición: neonatal, infantil y
encefalopatía por glicina atípica. Frente a la aparición más temprana la ciencia afirma que
«es potencialmente mortal desde el nacimiento, con manifestaciones de la enfermedad
de leves a graves, incluyendo letargia e incluso coma, hipotonía, hipo, espasmos
mioclónicos y trastornos de respiración y de deglución, con el subsecuente déficit
intelectual, espasticidad y convulsiones intratables» (Orphanet, 2014).
 Encefalopatía hipóxico-isquémica (EHI): generada por la insuficiencia de oxígeno y un
limitado flujo de sangre al cerebro que genera una ruptura en las células, liberando ácido
láctico y otros compuestos que interrumpen su normal funcionamiento. Aunque todas las
células se ven afectadas, las más vulnerables son las neuronas, debido a la hipoxia y a
la isquemia, lo cual da lugar a la a un daño cerebral llamado necrosis neuronal selectiva
(HIE Help Center). Suele ocurrir en neonatos durante el parto (por eso también se le
nombra como asfixia de nacimiento), aunque también se presenta en adultos.
Entre las causas más comunes están los accidentes cerebrovasculares, también como
consecuencia de paros cardiorrespiratorios, dejando graves consecuencias a nivel
neurológico. Estas secuelas dependen del tiempo que el cerebro estuvo expuesto a dicha
hipoxia, provocando deficiencias a nivel motor, perdida de movilidad y tono muscular,
déficit cognitivo, parálisis cerebral moderada o severa.

 Encefalopatía tóxico-metabólica: describe las encefalopatías provocadas por


infecciones (ya sean víricas, bacterianas o fúngicas), toxinas o insuficiencias,
generalmente a causa de meningitis y encefalitis. «Normalmente se presentan a causa
de un fallo orgánico diferente al cerebro que, o bien altera el metabolismo de alguna
molécula que mantiene el metabolismo celular en general y del cerebro en particular, o
por causa de una sustancia tóxica de origen externo» (J.I.Tembl Ferrairó, BlascoJ.J., &
Padilla, 2003), entre las cuales podemos ubicar niveles tóxicos de sustancias como
drogas y alcohol. También es provocada por disfunciones o enfermedades como la
cetoacidosis diabética.

También en este tipo de encefalopatía varían los síntomas de acuerdo a la causa y la


gravedad. Por ejemplo, en las meningitis y encefalitis puede observarse fiebre alta, dolor
de cabeza, además de síntomas neurológicos como la confusión mental, convulsiones,
alteraciones en el ritmo de la respiración (mencionada arriba como respiración de Cheyne
Stokes), problemas a nivel motor y de respuesta de las pupilas.

 Encefalopatía estática: es un daño cerebral permanente o inmutable, es decir, no hay


reversión ni progresión del mismo. «Los efectos de su desarrollo dependen de la parte
del cerebro involucrada y de la gravedad de los daños causados, entre los cuales se
incluyen discapacidades como parálisis cerebral, problemas de aprendizaje, retraso
mental, autismo, retrasos del habla, déficit de atención, problemas de audición y la visión,
problemas motores orales» (Encefalopatía.net).

Infortunadamente la principal causa asociada a este tipo de encefalopatía está


relacionada con el consumo del alcohol durante el embarazo, lo que expone al feto a sufrir
el Síndrome de alcohol fetal (SAF) que según la Organización Mundial de la Salud (OMS)
afecta aproximadamente a uno de cada 500 niños nacidos en Australia, Europa y América
del Norte.

 Encefalopatía urémica: provocada por un trastorno o insuficiencia renal aguada o


crónica que se puede evidenciar en los bajos niveles de la creatinina (CrCl 15 ml min) y
en manifestaciones leves como cansancio, fatiga, nauseas, inquietud, funciones
cognitivas lentas; en síntomas más severos como el vómito, la confusión o desorientación,
hasta graves como las convulsiones y el estado de coma. Antes de esto último, el paciente
puede ser tratado mediante una terapia de diálisis, una corrección de la anemia y
regulación del metabolismo del calcio y el fosfato (Encefalopatía.net).
 Encefalopatía hipertensiva: se considera como una de las crisis cerebrovasculares que
requiere atención de emergencia por la hipertensión arterial elevada que lesiona los
órganos blancos, especialmente el encéfalo, el aparato cardiovascular y los riñones. «La
encefalopatía hipertensiva puede deberse a una falla en la autorregulación cerebral del
flujo sanguíneo. En condiciones normales, a medida que la presión arterial se eleva, los
vasos cerebrales se contraen para mantener una perfusión cerebral constante. Por
encima de una tensión arterial media (TAM) de alrededor de 160 mmHg (menor en
personas normotensas cuya tensión arterial se eleva súbitamente), los vasos cerebrales
empiezan a dilatarse en lugar de a contraerse. Como consecuencia, la tensión arterial
muy elevada se transmite directamente al lecho capilar, lo que promueve la salida de
líquido transudado y exudado desde el plasma hacia el encéfalo y provoca edema
cerebral y hasta edema de papila» (Manual MSD).

Otros dos tipos de encefalopatías que no queremos dejar de mencionar, aunque por la extensión
de contenidos prescindamos de muchos detalles, son:

 Encefalopatía de Wernicke: su nombre proviene de quien la describió en 1881, el dr.


Carl Wernicke, como una deficiencia de vitamina B-1 o tiamina, asociada en occidente
con el alcohol, aunque se ha comprobado que no es el único detonante de este trastorno
neurológico grave, pues también puede desarrollarse por inanición prolongada, cirugía
bariátrica, virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), síndrome de inmunodeficiencia
adquirida (SIDA) e incluso se puede presentar en niños que han sido tratados con
fórmulas inadecuadas, por lo que este tipo de encefalopatía puede aparecer con más
frecuencia de lo que se supone.

 Encefalopatía de Hashimoto: es una condición rara o poco conocida, aunque fue


descrita desde 1966 por L. Brain y sus síntomas son principalmente neurológicos. Se
define como un trastorno neuroendocrino autoinmune, en el cual el sistema inmunitario
ataca las neuronas del cerebro causando desorientación, psicosis, temblores, falta de
coordinación, parálisis del lado derecho, problemas del habla.

3. Características clínicas de una persona que padece Encefalopatía Traumática


Crónica (ETC)

La Encefalopatía Traumática Crónica (ETC o CTE por sus siglas en inglés) fue
descubierta por el dr. Bennet Omalu, intelectual nigeriano y neuropatólogo forense que en
septiembre de 2002 recibió el cadáver de Mike Webstern. La supuesta causa inicial de la muerte
de esta estrella de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) fue un ataque al corazón. Sin
embargo, el dr. Omalu en su constante rito de tratar los cuerpos sin vida con la misma dignidad
que abordaba a las personas, se percató de la extraña posición de los dedos de las manos de
Webstern, junto con otras anomalías visibles que presentaba el deteriorado cadáver de quien
había sido galardonado como el mejor centro defensivo de la historia, jugador de los Acereros
de Pittsburgh.

Contrario a su compañero y por su origen africano, el dr. Omalu no tenía ningún


conocimiento sobre la NFL ni algún vínculo afectivo con esta práctica deportiva, así que decidió
realizarle una autopsia completa al cuerpo de Mike Webstern; procedimiento que él mismo costeó
ante la negligencia del sistema y la devoción que hay en Estados Unidos para abordar todo lo
concerniente a la NFL, máxime si se trata de una estrella.

Sus primeros hallazgos científicos fueron controvertidos y rechazados por sus pares,
especialmente por aquellos amparados bajo la industria más rentable del entretenimiento
deportivo de Norteamérica. Sin embargo, ni las amenazas ni el descrédito detuvo la investigación
del dr. Omalu, quien tras invertir en varias autopsias completas realizadas a jugadores de la NFL
y estudiar concienzudamente las prácticas del juego, así como la anatomía de otros animales
expuestos a las constantes contusiones, pudo obtener todas las evidencias para avalar su
descubrimiento y relación con el Síndrome de Postconmoción Cerebral, para luego nombrar en
2005 a través de un artículo publicado en la revista Game Brain (GB) el Traumatismo
Craneoencefálico Crónico (CTE) o Encefalopatía Traumática Crónica (ETC), términos que
describen la degeneración cerebral causada por traumatismos craneales reiterados que solo
pueden percibirse mediante el estudio seccionado del cerebro (Esto evoca un poco lo que
veíamos al principio del curso en relación a las posturas de Localizacionismo y Holismo).

Algunos signos y síntomas de ETC son: deterioro cognitivo (dificultad para pensar),
conducta impulsiva, apatía, depresión, cambio de humor o de personalidad, pérdida de la
memoria a corto plazo, dificultad en la función ejecutiva (para planificar y realizar tareas), abuso
de sustancias psicoactivas, náuseas y pensamientos o conductas suicidas, según relata el
reconocido portal de Mayo Clinic, en el que también se reitera que es posible que las personas
con encefalopatía traumática crónica tengan signos de otra enfermedad neurodegenerativa,
incluso enfermedad de Alzheimer, esclerosis lateral amiotrófica (también conocida como
"enfermedad de Lou Gehrig"), enfermedad de Parkinson o degeneración lobular frontotemporal
(demencia frontotemporal) y que los expertos aún están aprendiendo sobre los factores de riesgo
para la encefalopatía traumática crónica. Por ello consideramos pertinente ahondar en otras
investigaciones relacionadas con la incidencia de ETC en los jugadores de la NFL.

En dicha búsqueda nos encontramos con el artículo publicado en 2017 por el New York Times,
basado en el hallazgo que hizo la dra. Ann McKee, neuropatóloga que examinó los cerebros de
202 jugadores de futbol fallecidos, de los cuales 111 habían pertenecido a la NFL y solo uno de
ellos no tenía ETC (Las especificaciones sobre este amplio estudio pueden encontrarse
siguiendo el enlace del The Journal of the American Medical Association
https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2645104). No importando la posición que
ocupaban, su retiro reciente o su prolongada jubilación, 110 sí padecían el trastorno que suele
afectar las siguientes regiones:

 Corteza frontal superior, un área importante para la cognición y la función ejecutiva.


 Ínsula: estructura cerebral importante en las emociones, la percepción social y la
autoconciencia.
 La amígdala suele verse gravemente afectada e incide también en el control emocional,
la agresión y la ansiedad.
 Y daña los cuerpos mamilares que inciden en la memoria.

4. Aspectos relevantes en los casos citados en ambas producciones


cinematográficas

Aprovechamos este apartado para profundizar en detalles sutiles que brindan armonía a
la delicada narrativa de la película «La vida oculta», protagonizada por el célebre actor Will Smith,
quien tuvo aprendizajes significativos tras su fraternal contacto con el dr. Bennet Omalu,
ciudadano americano apenas en el 2015, el mismo año en el que se estrenó la película, 10 años
después de haber publicado la investigación con la que esperaba impactar positivamente la
estructura de la NFL para que sus jugadores y los practicantes no sufrieran la dramática condición
que evidenciaron las estrellas de la Liga diagnosticadas con ETC. La respuesta, como la
sabemos todos los cinéfilos y los adictos al fútbol americano, es que por encima de este propósito
de cuidar la salud pública están los intereses económicos y las pasiones que nublan la razón.

Vale agregar que luego del desprestigio con el que las autoridades de la NFL intentaron
descalificar el descubrimiento y las posteriores advertencias del dr. Omalu, cuando él
valientemente reunió suficiente material probatorio —obtenido en la paradoja de la vida
desgraciada de jugadores que padecieron el trastorno que afectó toda su estructura familiar, su
economía y dinámica social, hasta llevarlos a una tortuosa muerte—, el New York Times publicó
su investigación en primera página y definió los hallazgos como causantes de una pandemia.
Este campanazo desembocaría más tarde en la demanda que en 2011 interpusieron más de 5
mil jugadores a la NFL por esconder las consecuencias negativas de esta práctica deportiva, bajo
reglas de juego que han sido modificadas con una levedad inversamente proporcional a la
gravedad generada por los reiterativos y fuertes contactos o choques que provocan las
contusiones cerebrales.

Aunque como veíamos al principio de este análisis, el Sistema Nervioso Central (SNC)
cuenta con unos mecanismos de protección, siendo los huesos los más resistentes, nuestra
estructura ósea craneana solo logra absorber una parte del golpe porque no está diseñada para
los reiterativos impactos que se producen en entrenamientos y hazañas militares, y en los
deportes de contacto como el fútbol americano, en el que, además, el choque entre las cabezas
de los jugadores y sus posteriores derribamientos constituye uno de los momentos que más
exalta la fuerza y resistencia de sus practicantes, y los ánimos de sus fans.

Como lo advertía un biógrafo en el prólogo de un libro que se proponía escribir sobre un


santo y en cual citaba el diálogo preliminar que había tenido con una monja, la cual le pedía
describir al hombre con todas sus debilidades para no distorsionar su humanidad, pues según
ella, el ego moría tres días después que el cuerpo. Pues bien, algo similar evoca esta película en
la que además subyace un diálogo muy interesante entre la ciencia y la fe, dos orillas del mismo
río por el que navegaba genuinamente el dr. Omalu, quien al principio del filme se preguntó:

— ¿Por qué un hombre saludable, hijo favorito de la ciudad, se volvió un hombre que se
automutilaba y vagabundo a los 50 años?

«Los muertos son mis pacientes, los trato con respeto», precisa cuando el dr. Cyril Wecht
que lo respaldaba, le pide acelerar su trabajo, no ser tan artista, para evitar entorpecer el ritmo
del sistema al que pertenece y del que el dr. Omalu permanece abstraído. Y en medio de todos
estas reflexiones hay planos recurrentes de las manos, tanto de los afectados por ETC como de
quien está abordando sus cuerpos con el máximo respeto, en consonancia con la fe que profesa.
Esas mismas manos que se unen para orar, son las mismas que se unen para evidenciar que
está pensando, para poner música, para abrir los cadáveres y para enfocar las pruebas
microscópicas. Son manos de «pacientes» que revelan su sufrimiento, y manos de un científico
con un alma y cerebro en constante movimiento, mostradas en primeros planos para exaltar con
sutiliza muchos significados en la narrativa audiovisual y que tal vez pasan desapercibidos en
medio de la alternancia de escenas con diálogos tan interesantes como la exposición de pruebas
de los animales con una neuroanatomía diseñada para resistir fuertes impactos:
El alcatraz del cabo es un ave pescadora que ejecuta clavados hasta 120 km/h, como un
misil que choca contra el agua. El pájaro carpintero absorbe una fuerza de 1000g, pica 12 mil
veces al día, 85 millones de veces durante su vida. El borrego cimarrón… La similitud es
interrumpida por el ego o quizá por el ritmo vertiginoso en el que se mueves sus otros pares,
quienes no han evidenciado el problema ni su intencionalidad, a pesar de residir en una ciudad
que tiene el estadio de la NFL como un templo. Por su persistencia, el dr. Omalu prosigue
señalando que todas las anteriores especies tienen amortiguadores internos, el equivalente
anatómico de un cinturón de seguridad, y que a los seres humanos ni una sola parte de nuestra
anatomía nos protege contra este tipo de colisiones.

—Un humano sufre una conmoción a 60g. Un golpe cráneo con cráneo en un partido de
fútbol americano se da a 100g. Dios no nos diseñó para que jugáramos fútbol.
—Dejemos a Dios fuera de esto.

El Creador nunca está por fuera o exento de su creación, aunque su ser más preciado
ignore su existencia o lo pretenda remplazar con otros dioses. El fútbol y el dinero entre los más
venerados…

5. Consideraciones sobre los padecimientos de los jugadores nombrados en


las recreaciones cinematográficas.

Al respecto, es más pertinente aún continuar con uno de los diálogos que explicitan cómo en el
dr. Omalu pudo asociar los síntomas hasta enmarcarlos en una patología concreta:

—Estudié la posición de Mike Western: el hombre en el centro está en la posición más


violenta. 18 años de carrera profesional, más sus prácticas iniciales en la universidad, da un
promedio de más de 70 mil impactos directos en el cráneo. Todo esto detonó una serie de
eventos neurólogos que liberaron proteínas criminales en el cerebro de Mike Western. Los uvillos
(¿?) invadieron y estrangularon su mente desde adentro hacia afuera, como vertiendo concreto
húmedo por una cañería que al endurecerse ahoga el cerebro, dejándolo irreconocible incluso
ante sí mismo. Jugar fútbol americano mató a Mike Western.

Al final del filme Dave Duerson, uno de los jugadores que pasó a ser directivo de la NFL y
quien desde allí ignoró las súplicas de su amigo, terminó padeciendo el mismo problema que
acabó con su vida:
— ¡Mi mente se confunde, ya no puedo encontrar las malditas palabras! Ya no aguanto. Lo
siento.
Antes de suicidarse escribió una carta para donar su cerebro, lo que constituyó un avance
significativo para avalar el ETC.

En el 2016, cuando Ann McKee llevaba 94 cerebros de jugadores analizados, de los cuales 90
presentaban trazos de ETC, Jeff Miller, vicepresidente de la liga profesional de Estados Unidos
para la salud y seguridad, aceptó ante la Cámara de Representantes que había un vínculo entre
las conmociones cerebrales que sufren los jugadores de fútbol americano y la Encefalopatía
Traumática Crónica. Justo un mes antes y según lo relata un artículo de la BBC News, el
neurocirujano Mitch Berger, quien lideraba el subcomité de la NFL sobre lesiones en la cabeza,
cuello y espina dorsal, había rechazado de manera tajante la existencia de un nexo entre el fútbol
americano y el CTE.
Otro caso con una sonoridad más reciente debido a la producción de la docuserie de
Netflix en el 2020 lo constituye Aaron Hernández. En principio podría tornarse algo confuso el
origen de su comportamiento, teniendo en cuenta que se relatan episodios de su niñez en un
ambiente de crianza que propicia y parece justificar el desarrollo de su posterior conducta
violenta. Sin embargo, estos síntomas que están sofocados por la figura imponente de su padre
y el contexto violento del barrio donde creció y el cual también pudo actuar como detonante de
ciertas conductas, aparecen en parte sustentados con evidencia científica como parte del
trastorno causado por ETC.

Capturamos la pantalla del artículo producido por la agencia de prensa AP News —como
solemos hacer en los encuentros sincrónicos bajo la nueva normalidad— para resumir con el pie
de foto que, de hecho, la dra. Ann McKee del Instituto sobre ETC de la Universidad de Boston
confirmó que el ex tight end de los Patriots de Nueva Inglaterra presentaba uno de los casos más
graves del padecimiento que se haya detectado en una persona tan joven. Aaron Hernández se
ahorcó a los 27 años de edad, mientras purgaba una condena de cadena perpetua tras ser
hallado culpable de homicidio.

«Podemos decir colectivamente, en nuestra experiencia colectiva, que los individuos con
ETC —y con ETC de esta gravedad— tienen dificultades con el control de los impulsos, la toma
de decisiones, la inhibición de impulsos o agresión, frecuente volatilidad emocional y conductas
de ira», precisó la dra. McKee, quien ha dedicado muchos años al estudio de los cerebros de
cientos de jugadores de fútbol americano, atletas colegiales e incluso de personas más jóvenes,
donados tras su muerte.
Referencias

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