La Naturaleza Humana de Cristo, Dennis Priebe

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La Naturaleza Humana de Cristo, Una Re-evaluación


Dennis Priebe

Hay ciertos temas de los que simplemente se prefiere no hablar. Por más apropiados que sean para el
diálogo, se los evita escrupulosamente. A menudo se nos intenta hacer creer que en realidad no son
asuntos importantes, que es indiferente el pensar de una u otra forma al respecto. Durante los últimos
25 años la naturaleza humana de Cristo ha venido siendo uno de esos temas. ¿Cuántos predicadores es-
tán dispuestos a hablar públicamente de ella? Sin embargo, por extraño que parezca, ese tema ha segui-
do estando presente en nuestras publicaciones. En la revista Ministry encontramos un reciente ejemplo:

Antiguos temas recurrentes.-

"Si bien las discusiones, tensiones y divisiones que suscita fatigan sobremanera al alma adventista, es
cierto que hay aspectos de ese diálogo que son fascinantes y llenos de significado [el motivo es la estre-
cha relación que guarda con los grandes temas del conflicto de los siglos y el plan de la salvación]. La
publicación de dos artículos en esta revista ha suscitado cuestiones y las va a suscitar inevitablemente
entre algunos de nuestros lectores.

En primer lugar está el estudio doctrinal de Roy Naden: ‘The Nature of Christ: Four Measures of a
Mystery' [La naturaleza de Cristo: cuatro dimensiones de un misterio]. A continuación el importante artículo de
Woodrow Whidden sobre el tema, informando y comentando la nueva publicación del libro Questions
on Doctrine.

En razón de esos dos artículos, nos pareció que sería esclarecedor e interesante incluir un artículo expli-
cativo... que Ministry publicó por primera vez hace 33 años en su número de Octubre de 1970.

Aunque desde 1970 han pasado diluvios de agua bajo el puente teológico de nuestra Iglesia, en Minis-
try seguimos sintiéndonos básicamente de acuerdo con las posiciones defendidas en los temas tratados
por los tres ensayistas en dicho artículo...

Está claro que Jesús nació y vino a esta tierra en circunstancias absolutamente singulares, diferentes de
las nuestras, y por lo tanto, recibió una naturaleza única en su clase... Su naturaleza es y fue completa-
mente impecable" (Ministry, Agosto del 2003, pág. 4. [Comentarios entre corchetes insertado por el autor del presente
artículo]).

Por toda evidencia, los redactores consideraron que el asunto de la naturaleza humana de Cristo tenía la
importancia suficiente como para dedicarle diversos artículos, con el expreso propósito de demostrar
que la naturaleza de Cristo era sustancialmente distinta a la nuestra.

Tres asuntos básicos.-

La siguientes declaraciones están tomadas del artículo de Roy Naden (Ministry, Junio del 2003, pág. 8-11).

"A diferencia de nosotros en nuestro estado pecaminoso, Jesús no tuvo la más mínima inclinación o de-
seo hacia el pecado". El primer punto consiste en que Cristo no tuvo la más mínima inclinación al ego-
ísmo, orgullo, impaciencia, duda, desánimo, o a evitar las pruebas.
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"Había aceptado nuestra humanidad con las limitaciones físicas que habían impuesto miles de años de
desintegración pecaminosa, pero tomó la naturaleza humana sin heredar de ninguna forma la pecamino-
sidad del ser humano. ¡Misterio!" El segundo punto consiste en que Cristo tuvo una herencia humana
parcial, dado que no heredó inclinaciones pecaminosas. "Heredó nuestra naturaleza humana, pero no la
pecaminosidad de esta herencia humana extremadamente pecaminosa. ¡Misterio!"

Eric Webster dio soporte a ese punto de vista en una carta al director (Ministry, Octubre 2004, pág. 30).

"En referencia al nacimiento de Set, E. White escribe: ‘Set... no heredó de la naturaleza de Adán más
bondad natural que Caín. Nació en pecado’ ( Signs of the Times, 20 de Febrero de 1879)... Si Cristo hubiera
poseído una naturaleza pecaminosa tal como Set, habría necesitado un Salvador". El tercer punto con-
siste en la asunción de que la naturaleza pecaminosa es pecado, y está en necesidad de la gracia perdo-
nadora.

"¿Fue Cristo como Adán antes de la caída, o como Adán después de ella? Yo diría que ambas cosas.
Fue como Adán antes de la caída en su impecabilidad, pureza y santidad de mente y carácter. Fue como
Adán después de la caída en las fragilidades, flaquezas y debilidades de la carne. Tal como dice Naden:
‘Jesús fue afectado, pero no infectado por el pecado’". Se insiste una vez más en que Jesús aceptó una
herencia parcial de la raza humana.

Las siguientes declaraciones han sido extraídas de un "Supplement to The Ministry" ( Octubre de 1970,
vuelto a publicar en Agosto del 2003).

"La posteridad de Adán ha llegado siempre a este mundo heredando una naturaleza caída, pecaminosa,
propensiones al mal, y aparte del Salvador, condenación a la muerte eterna" (p. 7). Tiene cierto interés
que en nuestra declaración oficial de creencia nº 7 no se haga mención alguna a una condenación auto-
mática. "Sus descendientes comparten esta naturaleza caída y sus consecuencias. Nacen con debilida-
des y tendencias al mal" (Ministry, Junio del 2003, pág. 8).

En el suplemento de Ministry leemos que "Cristo no heredó en su nacimiento la naturaleza caída que
hereda la posteridad de Adán... Si Cristo hubiera heredado la naturaleza malvada que deriva de la caída
de Adán, también él habría nacido en pecado, bajo condenación, y por lo tanto en necesidad de un Sal-
vador para él mismo... No tenía en su naturaleza aquello que lo predispondría a pecar. No poseía las pa-
siones ni los deseos interiores que nosotros estamos obligados a subyugar diariamente por la gracia de
Dios".

Los que forman el pueblo de Dios están limitados por "su incapacidad para igualar de forma positiva la
infinita perfección de Cristo, debido a que su naturaleza, facultades, poderes mental y moral o capaci-
dades son todavía imperfectas y permanecen así hasta la segunda venida de Jesús... Por tanto tiempo
como retengamos esas imperfectas facultades, por tanto tiempo como nuestros poderes sean inferiores
y nuestras naturalezas humanas de base muestren resultados tan evidentes de la caída, no podemos pre-
tender estar libres de pecado.

[Jesús] no heredó el tipo de naturaleza que nosotros heredamos al nacer. De haber sido así, habría sido
el tipo de naturaleza que... ha de ser la posesión del pueblo de Dios en ocasión de la segunda venida".
Es evidente la insistencia en que Cristo no heredó una naturaleza humana normal, sino que recibió una
naturaleza especial, creada específicamente para él y distinta a la nuestra.
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"No es posible para ellos [los seres humanos] el alcanzar en esta vida la perfecta igualdad con la natu-
raleza humana de Cristo, debido a que poseen –hasta la segunda venida- facultades, poderes y capaci-
dades que son el resultado de la caída del hombre en el pecado" (Ministry, Junio del 2003, pág. 7-16).

"La Palabra de Dios no permite enseñar a partir de los usos bíblicos de esa palabra (perfección), que
sea posible para el hombre inherentemente pecaminoso alcanzar la perfección última caracterizada por
la ausencia de pecado aquí en la tierra, y la propia naturaleza del hombre niega esa posibilidad". El
cuarto punto consiste en la afirmación de que nunca podremos estar libres de pecado mientras posea-
mos una naturaleza caída.

"La salvación por la gracia y los méritos de la expiación de Cristo siguen estando disponibles para los
santos una vez que se haya terminado el tiempo de prueba". La gracia salvadora está "disponible en
todo tiempo en la vida cristiana hasta el día de la venida de nuestro Señor... Los pecadores son las úni-
cas personas a quines va dirigida la gracia salvadora... No hay evidencia alguna en la Escritura o el Es-
píritu de Profecía que indique el más mínimo cambio en la salvación por la gracia ministrada diaria-
mente a los santos". Necesitamos comprender "la doctrina bíblica de la salvación por la gracia más allá
del final del tiempo de gracia... Si están bajo la gracia es porque no están aún libres de pecado" ( Minis-
try, Junio del 2003, pág. 18-22). Si seremos siempre pecadores y nunca estaremos libres de pecado, entonces
se deduce que seguiremos necesitando la gracia salvadora o perdonadora hasta que regrese Jesús.

"Obsérvense los resultados del pecado de Adán en lo que a nosotros concierne: fuimos hechos pecado-
res... nacemos en un estado de culpabilidad inherente a partir de Adán... Heredamos la culpabilidad a
partir de Adán, de forma que hasta incluso un bebé que muera un día después de haber nacido necesita
un Salvador, aunque el niño no haya cometido por él mismo un solo pecado" ( Ministry, Junio del 2003, pág.
27).

Quienes creen que Cristo no tomó nuestra naturaleza caída sostienen esos cuatro puntos como centrales
en su posición. Son precisamente los puntos que están en liza en toda discusión sobre la naturaleza hu-
mana de Cristo, y esa es la razón por la que no es probable que el tema de la naturaleza de Cristo quede
pronto resuelto.

Un poco de historia reciente.-

A principios de la década de los años 80 hubo largos debates en la literatura de nuestra iglesia sobre
esos precisos temas. Norman Gulley escribió acerca de las posturas antes y después de la caída en estos
términos: "Tanto la Escritura como los escritos de E. White presentan ambas posiciones... Jesús vino de
las manos del Creador Espíritu Santo –‘lo santo que nacerá’- como resultado de la obra creadora de
Dios, tanto como lo fue el primer Adán". Eso significa que la naturaleza humana de Cristo era creada, y
no heredada. "Fue como la del primer Adán, o como será la de los redimidos cuando hayan sido trans-
formados en la segunda venida... tomó la naturaleza debilitada, deteriorada, afectada por el pecado,
pero sin tomar sus propensiones o mancha de pecado que predisponen a la inclinación a pecar... tuvo
una naturaleza anterior a la caída y una posterior a ella combinadas de una forma singular... El pecado
no es tanto transgresión de la ley como la rotura de una relación que conduce a la transgresión de la ley.
¿Tuvo Cristo una relación rota con Dios o con el hombre en su venida a la historia? ( Adventist Review, 30
de Junio de 1983, pág. 4-8).

"La Biblia se opone a un nacimiento sin pecado para todo ser humano. Afirma que ‘todos fueron cons-
tituidos pecadores’ por la transgresión de Adán... Únicamente los dos Adanes entraron sin pecado al
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planeta tierra. Todos los demás nacen pecadores... La totalidad de la raza humana nace en este terreno
caracterizado por el distanciamiento con respecto a Dios" (Ministry, Agosto de 1985, pág. 11).

Esas posiciones expresadas tan enérgicamente sobre la naturaleza de Cristo, de forma reciente y hace
dos décadas, no pasaron desapercibidas para los lectores de nuestra literatura adventista. Reproduzco a
continuación algunos extractos de cartas al director en respuesta a esos temas.

"El autor describe a Jesús como pudiendo haber sostenido este diálogo con Satanás: ‘Estoy aquí como
el primer Adán antes de que lo tentaras. Tampoco yo he pecado nunca. Y tengo una naturaleza impeca-
ble como la del primer Adán al ser creado’... Cristo nació como descendiente de Abraham. ¿Qué natu-
raleza tenían Abraham, Isaac y Jacob? Una naturaleza pecaminosa, caída. Jesús tomó la naturaleza del
hombre tal como era ésta tras la caída... la única naturaleza que tenemos es una naturaleza pecaminosa.
Era la única naturaleza que había disponible para Jesús cuando se revistió de la humanidad... No es la
naturaleza pecaminosa la que nos condena, sino el pecado. Todos nacemos con naturaleza pecaminosa,
pero no somos pecadores por nacimiento".

"He quedado chasqueado y perplejo por la confusión expresada en ese y otros artículos que han ido
apareciendo durante los últimos 50 años. Siendo que Dios nos ha estado conduciendo a una plataforma
de verdad eterna, ¿cómo es posible que abandonemos aquello que el Señor nos dio durante los primeros
100 años? ¿Cómo es posible que prestemos soporte, como iglesia, a enseñanzas que provienen de aque-
llos que no han sido bendecidos por la luz que procede del trono de Dios? Nuestra meta, desde la publi-
cación de los libros Questions on Doctrine y Movement of Destiny, parece ser apaciguar las inquietudes
de los que quieren seguir las enseñanzas del papado. En la Asamblea de la Asociación General de
1901, el Dr. Waggoner dijo: ‘¿No os dais cuenta de que la idea de que la carne de Jesús fue distinta a la
nuestra (puesto que sabemos que la nuestra es pecaminosa) implica necesariamente la idea de la inma-
culada concepción de la virgen María?’ George Knight dice: ‘La naturaleza de Cristo no ocasionó con-
troversia en el Adventismo en la década de 1890. Era un concepto teológico aceptado de forma general,
y no era de ninguna forma objeto de debate...’ ¿Por qué lo fue en los años 50? Porque procuramos el
estatus de no ser considerados una ‘secta’, a expensas de comprometer la verdad" (Ministry, Junio del 2004,
pág. 3).

"Si el pecado es un estado inherente a nuestra naturaleza... Cristo no pudo nacer con nuestra naturaleza
–ya que de haberlo hecho, habría sido un pecador-, y si no nació con nuestra naturaleza tampoco pudo
ser nuestro ejemplo, excepto de forma utópica (a menos que nos proporcionara también a nosotros na-
turaleza no caída). En consecuencia, no podemos vencer como lo hizo él, y hemos de continuar pecan-
do, de forma que el ministerio de Jesús en el santuario celestial es primariamente administrar la justifi-
cación".

"La teología adventista no presenta dos alternativas posibles sobre la naturaleza humana de Jesús nues-
tro Señor... Es como si nuestro pueblo decidiera que creer en la observancia del domingo, o bien del sá-
bado, está igualmente justificado a los ojos de Dios. Evidentemente, ha habido un cambio en nuestra
posición histórica".

"¿Nacen los bebés con la sentencia de la segunda muerte pendiendo sobre ellos? ¿Atribuye Dios culpa-
bilidad al recién nacido, haciéndolo merecedor de la segunda muerte incluso antes de que tenga la
oportunidad de cometer pecados personales?... Nadie será arrojado al lago de fuego debido al pecado
de Adán, sino debido a sus pecados personales... [en su artículo] no sólo confunde el pecado con los
efectos del pecado, sino que llega a hacer la naturaleza pecaminosa equivalente al propio pecado...
Puesto que se identifica la naturaleza caída con la culpabilidad y el pecado, todo recién nacido está ne-
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cesitado de redención antes de ser capaz de pensar, hablar o actuar. Eso significa que Jesús sería culpa-
ble por el simple hecho de nacer, a menos que su naturaleza fuese diferente a la de los demás... ¿Cómo
estableció [en su artículo] esa ‘relación rota’ hereditaria para los recién nacidos? Regresando a la visita
de Eva al árbol y especulando que pecó en su mente al dudar de Dios, incluso antes de tomar el fruto.
De esa forma la relación quedó rota antes de la comisión del acto de pecado. En eso basa su asevera-
ción de que todo bebé nace con una relación rota y en una condición perdida, sin haber cometido nin-
gún acto de pecado. No queda más remedio que creer que Eva se habría condenado, sea que comiera
del fruto o que no lo hiciera..."

"Hay una gran diferencia entre ‘separación de Dios’ y ‘el resultado de la separación de Dios’. Los hijos
de Adán no heredan la ‘separación de Dios’... Heredan solamente el ‘resultado’ de la separación de
Adán con Dios, que implicó una naturaleza debilitada, caída, y la inevitable primera muerte... De igual
forma en que [en su artículo] confunde pecado con naturaleza pecaminosa, los resultados del pecado con
el pecado mismo, y la separación de Dios con la naturaleza caída, el autor confunde las propensiones
malvadas con las propensiones naturales... No sé de nadie que crea que Jesús pecó o nació pecador.
Tampoco conozco a nadie que crea que Jesús tuvo ‘propensiones pecaminosas’. Pero sé de muchos que
creen que tuvo ‘propensiones naturales’ como cualquiera de nosotros, consecuencia de haber nacido
con una naturaleza caída, lo mismo que nosotros. Las propensiones malvadas son aquellas inclinacio-
nes hacia el pecado que se han cultivado y fortalecido mediante la indulgencia en el pecado. Las pro-
pensiones naturales son las inclinaciones heredadas. Las primeras implican culpabilidad, pero no las
otras. No hay pecado a menos que uno ceda a la propensión".

"La cuestión de la naturaleza de Cristo no es un debate acerca de ciertas minucias teológicas... O bien
la limpieza del santuario que comenzó en 1844 ha de purificar y perfeccionar un pueblo que permanez-
ca sin pecado, o nuestra denominación es el resultado de la ineptitud de un grupo de fanáticos desorien-
tados para admitir que su comprensión profética de Daniel estaba equivocada. La cuestión principal tie-
ne que ver con la victoria sobre el pecado. Si Jesús no pudo entrar en el conflicto y vencer en nuestra
carne, tampoco nosotros podemos".

El autor del artículo "pretende que la Biblia da dos definiciones del pecado: conducta y relación. Con-
trariamente a su aserto, en la Biblia sólo existe una definición. Está en 1 Juan 3:4... Además, el que una
relación rota con Dios venga antes que el acto pecaminoso de la elección es algo que está por demos-
trar. Isaías 59:2 establece de forma inequívoca que el pecado separa al hombre de Dios [y no a la inver-
sa]. Toda pretensión de lo contrario nos sitúa fuera del terreno de la exégesis bíblica, para llevarnos al
cenagal de la filosofía interpretativa" (Ministry, Diciembre de 1985, pág. 26-27).

Es de todo punto evidente que las reacciones ante la postura anterior a la caída de la naturaleza humana
de Cristo fueron muy enérgicas, tanto en época reciente como hace dos décadas. Esa cuestión no va a
desaparecer o a desvanecerse, dado lo vitales que son para la misión de la Iglesia Adventista las conclu-
siones que de ella derivan. Pondré fin a esta sección relativa a nuestra historia reciente con algunas re-
flexiones de Herbert Douglass, un participante prominente en los debates en la década de los años 80.

"La posición de que Jesús asumió la naturaleza de Adán antes de la caída es de reciente aparición en
nuestra iglesia. Dicha posición emergió en la década de 1950 en relación con una serie de eventos ten-
dentes a re-formular los conceptos básicos adventistas. Las consecuencias de esos cambios han tenido
mucho que ver con la situación traumática y las divisiones teológicas que la iglesia ha experimentado...
El estudio de la humanidad de nuestro Señor no es meramente una cuestión de matices académicos... El
porqué Jesús se hizo hombre... sólo puede ser comprendido a la luz del gran conflicto: una perspectiva
grandemente ignorada, tanto por el protestantismo ‘ortodoxo’, como por el catolicismo... Había varias
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cuestiones, pero ninguna tan importante como la acusación de Satanás de que los hijos e hijas de Adán
no podían obedecer las leyes de Dios, que dichas leyes estaban apartadas de la realidad y no eran para
el bien de los seres creados. Esos asuntos capitales determinaron el tipo de humanidad que nuestro Se-
ñor asumiría a fin de satisfacer la justicia y silenciar a Satanás" (Ministry, Agosto de 1985, pág. 10-11).

Sin inclinación al pecado.-

El primero de los cuatro grandes asuntos relacionados con la naturaleza humana de Cristo es si Cristo
tenía las inclinaciones al pecado que son comunes a los seres humanos. En el artículo editorial de Mi-
nistry de Agosto del 2003 se afirma que Jesús "hizo frente a todas las tentaciones comunes a los seres
humanos". Es preciso aquí considerar juntos dos textos del Nuevo Testamento: Hebreos 4:15 nos dice
que Cristo "fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado". Santiago 1:14 nos dice que
"cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido". ¿Fue Jesús tentado como
"cada uno es tentado", o no? La palabra "pasión" incluye ciertamente el deseo humano de placer, pro-
vecho y honor. ¿Acaso las tentaciones que Satanás le dirigió en el desierto no iban dirigidas a la satis-
facción de esos deseos o pasiones humanas básicas?

Pero hoy se nos quiere hacer creer que Jesús no tenía el menor deseo o inclinación al orgullo, impa-
ciencia, duda o desánimo. Si nosotros somos tentados cuando nuestras inclinaciones o deseos nos
atraen a esas cosas y Jesús carecía de tales inclinaciones, entonces Jesús no fue tentado en ninguna de
esas áreas en las que "cada uno es tentado".

Se suele decir que las tentaciones de Cristo lo fueron a emplear su poder divino o a abandonar su mi-
sión de salvar al hombre. Es muy cierto, pero ¿es esa razón suficiente para ignorar Hebreos 4:15? ¿Fue
Jesús realmente tentado como lo somos nosotros?

Examinemos cierta evidencia inspirada. Jesús dijo: "No busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre,
que me envió" (Juan 5:30). ¿Por qué dijo Jesús que no buscaba su propia voluntad? "La voluntad hu-
mana de Cristo nunca lo habría llevado al desierto de la tentación... no lo habría llevado a sufrir la hu-
millación, burla, reproche, aflicción y muerte. Su naturaleza humana rehuía todas esas cosas tan decidi-
damente como lo hace la nuestra" (Signs of the Times, 29 de Octubre de 1894). Si Cristo hubiera seguido los
deseos naturales de su voluntad humana habría abandonado su misión y el plan de Dios para él. En
otras palabras, su voluntad humana habría desobedecido a Dios, y él estaba en necesidad de negar su
propia voluntad a fin de cumplir la voluntad de su Padre. ¿No es acaso exactamente esa nuestra situa-
ción? De forma natural, nuestra voluntad y deseos están en oposición con la voluntad de Dios, y hemos
de someter la complacencia de nuestra propia voluntad a fin de obedecer a Dios.

Hay un mundo de significado en este pensamiento inspirado: "Experimentando en sí mismo la fuerza


de las tentaciones de Satanás" (Review and Herald, 18 de Marzo de 1875). ¿Dónde reside la fuerza de
las tentaciones de Satanás? "Sus [nuestras] tentaciones más poderosas vendrán del interior, ya que debe
batallar contra las inclinaciones del corazón natural" (Christ Tempted As We Are:11). Si nuestras tentaciones
más fuertes se dan en nuestro batallar contra las inclinaciones del corazón natural, y si Cristo experi-
mentó en su propio interior la fuerza de las tentaciones de Satanás, es evidente que esas inclinaciones
afectaban también a Cristo. "Si tuviéramos que soportar algo que Jesús no soportó, en este detalle Sata-
nás representaría el poder de Dios como insuficiente para nosotros. Por lo tanto, Jesús fue ‘tentado en
todo punto, así como nosotros’ (Heb. 4:15). Soportó toda prueba a la cual estemos sujetos" (DTG:15-
16). ¿Es el poder de Dios realmente suficiente para vencer las inclinaciones del corazón natural? Si Je-
sús no estuvo afectado por dichas inclinaciones, entonces las acusaciones de Satanás no habrían sido ja-
más respondidas, y nuestra salvación sería más que incierta.
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"Las dudas asaltaron al moribundo Hijo de Dios" (1JT:226). Cristo fue tentado por sus propios pensa-
mientos a dudar –a no creer- las promesas de su Padre.

"Bendijo a niños que poseían pasiones como las de él mismo" ( Signs of the Times, 9 de Abril de 1896). ¿Po-
seen todos los niños deseos heredados hacia el egoísmo? Cristo estuvo afectado por pasiones "como las
de" ellos.

"En su humanidad, el Hijo de Dios luchó con las mismísimas terribles y aparentemente abrumadoras
tentaciones que asaltan al hombre: tentaciones a complacer el apetito, a aventurarse atrevidamente don-
de Dios no nos conduce, y a adorar al dios de este mundo, a sacrificar una eternidad de bienaventuranza
por los placeres fascinadores de esta vida" (1MS:111-112). ¿Acaso no resultamos nosotros atraídos por
nuestros deseos a hacer esas mismas cosas? Lo que hace que nuestras tentaciones sean tan terribles y
abrumadoras es la intensidad de nuestro deseo por ellas, y aquí se nos dice claramente que Cristo expe-
rimentó esas mismas tentaciones.

"¿Quién conoce la intensidad de las inclinaciones del corazón natural?" (5T:177). ¿Cómo las conoce
Cristo? "Conoce por experiencia... dónde radica la fuerza de nuestras tentaciones" ( Ministry of Hea-
ling:71). Jesús experimentó sin duda alguna la fuerza de las inclinaciones del corazón natural.

En Getsemaní sucedió que "le abandonaron su depresión y desaliento" (DTG:643). ¿No fueron sus pro-
pios pensamientos e inclinaciones naturales los que lo habían llevado al desaliento?

"Tenía la misma naturaleza que el pecador" (10ML:176). Se hace necesario responder a la pregunta:
¿Era Adán en el Edén un "pecador"? ¿Es acaso "la misma naturaleza que [tiene] el pecador" en parte
como la de Adán y en parte como la nuestra? Lo cierto es que todo pecador tiene naturaleza caída y es
fuertemente tentado por ella.

La diferencia entre Cristo y nosotros no consiste en ninguna exención por su parte de las inclinaciones
naturales hacia el pecado, propias de la naturaleza caída. La diferencia consiste en que jamás consintió
esas inclinaciones ni las incorporó a su carácter, tal como hacemos nosotros. Las tentaciones del cora-
zón natural fueron tan fuertes para Cristo como lo son para nosotros.

Al margen del vocabulario que prefieran usar los defensores de una supuesta naturaleza previa a la caí-
da en Cristo, si él carecía de inclinaciones naturales a pecar, sencillamente no pudo ser tentado como
nosotros, y queda así destruido uno de los mayores vínculos de Cristo con la raza humana caída.

Herencia parcial.-

El segundo aspecto en liza, en relación con la humanidad de Cristo, es el tipo de naturaleza humana que
heredó a través de María. La única forma en que Jesús pudo heredar nuestra naturaleza humana sin he-
redar "la pecaminosidad de nuestra herencia humana pecaminosa", es quedando exento de algunos as-
pectos de la herencia humana. El Espíritu Santo habría bloqueado algunos genes, que no se transmiti-
rían a Jesús de la forma habitual. Dicho de otro modo: las deficiencias genéticas de María habrían re-
sultado manipuladas por el Espíritu Santo, de tal forma que pudiera pasar una herencia enteramente sin-
gular a Cristo, que sería esencialmente diferente de la que todos recibimos de nuestros padres.

Romanos 1:3 afirma que Cristo "era del linaje de David según la carne". Ahora bien, se nos pretende
hacer creer que Jesús fue hecho parcialmente –pero no totalmente- del linaje de David. E. White es aún
más específica: "Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la
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historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una he-
rencia tal" (DTG:32).

Uno de los antecesores de Jesús fue Set, quien "así como Caín, heredó la naturaleza caída de sus pa-
dres" (PP:66). Jesús recibió por herencia lo mismo que Set. Esa es la única conclusión posible a la luz
de los pasajes expuestos, y es solamente debido a la existencia de una suposición preconcebida a pro-
pósito de la naturaleza del pecado, por lo que no se acepta lisa y llanamente lo que dicen esos pasajes.

Harry Jonson, en su libro "The Humanity of the Saviour" lo expresa con precisión y claridad: "No exis-
te la más mínima evidencia que sugiera una interrupción en la cadena de la herencia entre María y Je-
sús" (London, The Epworth Press, 1962, pág. 44).

Los protestantes han rechazado históricamente la doctrina de la inmaculada concepción debido a que
no se la encuentra en la Biblia. Pero muchos adventistas enseñan hoy que en la matriz de María se obró
un milagro especial, de forma que ésta no pasó a Jesús ninguna tendencia o deseo pecaminoso. Como
Iglesia profesamos repudiar la doctrina de la inmaculada concepción, pero en su punto más crítico y
sensible estamos viniendo a concordar con ella para explicar el nacimiento de Jesús. Mientras rechaza-
mos la impecabilidad de María, y rechazamos también que María no pasara nada a Jesús por herencia,
aceptamos gustosos una especie de bloqueo parcial de la línea hereditaria en lo referente a los deseos y
tendencias. Pero eso no es en realidad más que una versión modificada y más sutil de la inmaculada
concepción. ¿Podemos estar seguros de no estar adheridos a la Iglesia de Roma? Nuestra enseñanza ac-
tual predominante es una descendiente directa en la línea teológica de la inmaculada concepción.

Identificando el pecado con la naturaleza pecaminosa.-

La tercera cuestión está en el corazón de toda discusión sobre la naturaleza humana de Cristo. La pose -
sión de una naturaleza pecaminosa, ¿lo hace a uno pecador y en necesidad de un Salvador? Si se pudie-
ra resolver esa cuestión cesaría toda contienda acerca de la humanidad de Cristo.

El redactor-jefe de la Adventist Review, William Jonson, expresó su posición con claridad: "Algunos
argumentos van y vienen sin cesar debido a que los antagonistas no llegan al fondo del problema: el
tema subyacente bajo la superficie del debate... El asunto de fondo es el concepto de pecado. Los que
quieren comprender más claramente la naturaleza humana de Jesús avanzarían más si dejaran de deba-
tir acerca de si Jesús vino con la naturaleza humana anterior a la caída, o con la posterior, y dedicaran
tiempo a estudiar lo que la Biblia dice acerca del pecado mismo... No sólo nuestros actos son pecami-
nosos; nuestra propia naturaleza está en guerra con Dios. ¿Tuvo Jesús una naturaleza tal? No. Si la hu-
biera tenido, él mismo habría necesitado un Salvador. No tenía... desviación alguna en su naturaleza
moral que lo predispusiera a la tentación" (26 de Agosto de 1933, pág.4).

Richard Taylor lo expresó así en su libro A Right Conception of Sin: "Quien carece de la adecuada
comprensión de lo que es el pecado, no puede tener una comprensión adecuada de ninguna otra cues-
tión fundamental. Eso se hace especialmente manifiesto en relación con esta teoría de la expiación y
con el método divino de la redención del hombre" (Beacon Hill Press, 1945, p. 9-11).

La doctrina del pecado original, sostenida por Jonson y muchos otros en el adventismo, tergiversa cada
aspecto del evangelio y de la expiación, de forma que nada queda intacto. Se va convirtiendo gradual-
mente en la posición dominante entre los adventistas, incluso entre los que profesan fidelidad a la Bi-
blia y el Espíritu de Profecía. Es una doctrina sostenida por algunos en quienes confían leales y diligen-
tes laicos adventistas.
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Una de las razones por las que el tema parece tan confuso es por falta de definiciones claras y simples.
Existe una diferencia crucial entre los efectos del pecado, y el pecado mismo. Si bien los efectos del pe-
cado tienen gran alcance y son a la postre letales, nadie atribuye culpa personal o condenación a los
efectos del pecado. En contraste, el concepto de pecado va asociado a la culpabilidad, condenación, se-
paración de Dios, juicio y muerte segunda. El foco, al considerar la justicia por la fe o la naturaleza de
Cristo, debemos ponerlo en el propio pecado, más bien que en los efectos del mismo. La cuestión bási-
ca es aquí muy simple: ¿Es la naturaleza humana una parte del propio pecado, o bien es un efecto del
pecado? Nuestras conclusiones a propósito de la naturaleza de Cristo vendrán condicionadas por la res-
puesta que demos a esa sencilla cuestión.

El decir que todos los bebés necesitan un Salvador ha venido a convertirse en una de las frases más re -
petidas y engañosas del pensar actual sobre la justicia por la fe. Efectivamente, un bebé necesita un Sal-
vador, un planeta sufriente lo necesita ciertamente, los ciegos y los cojos lo necesitan muy especial-
mente, pero no en el sentido de un perdón personal por pecados y culpabilidad personales. Una vez
más, estamos confundiendo los efectos del pecado con el pecado mismo.

Santiago 4:17 nos dice que "el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado". Los textos más
claros a propósito del pecado no dicen nada sobre una naturaleza humana inevitable, o un estado de pe-
cado. Decir que el pecado es naturaleza es decir que estamos pecando, incluso cuando elegimos no pe-
car. ¿Pudiera ser que esa comprensión del pecado como algo inevitable y en continua progresión haya
cauterizado de forma considerable nuestra sensibilidad al auténtico pecado (transgresión de la ley de
Dios), de forma que hemos venido ahora a aceptar las transgresiones específicas como simples expre-
siones del gran pecado de tener una naturaleza caída? Dicho de otro modo: hemos venido a considerar
el pecado como algo aceptable, como una parte normal de la vida, incluso de la vida cristiana. Hasta in-
cluso hemos llegado a llamar "pecado" a la naturaleza caída, y "pecados" a los actos de pecado.

Isaías 59:2 nos dice que "vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios". Es el
pecado lo que nos separa de Dios, lo que rompe nuestra relación con él, y no a la inversa. Sí, el pecado
es realmente un estado, pero sigue a la decisión de pecar contra Dios, y continúa por tanto tiempo como
el corazón siga sin arrepentirse.

Los que quieren demostrar que la naturaleza caída es el pecado en sí mismo, y no un efecto del pecado,
sencillamente no lo han hecho. Ser nacidos en este mundo significa que estamos sujetos al hambre y la
sed, fatiga y dolor, sufrimiento y muerte. Significa que el planeta en el que vivimos puede intentar
nuestra destrucción. Significa ser nacido de padres pecaminosos, recibiendo una naturaleza pecamino-
sa, y viviendo en un entorno pecaminoso. Pero no significa ser nacido culpable de pecado, o condena-
do. Si bien recibimos todos los efectos del pecado -naturaleza caída incluida-, no somos automática-
mente culpables de pecado.

La conclusión de que el hombre es pecador por naturaleza no procede de la Biblia ni tiene su origen en
el adventismo. Sus raíces alcanzan hasta Agustín y la Iglesia Católica Romana, y ha sido transmitida en
gran medida al protestantismo mediante los escritos de Lutero y Calvino. Los protestantes evangélicos
se destacan hoy como defensores de esa comprensión sobre el pecado, y han hecho todo esfuerzo para
que sea igualmente adoptada por el adventismo. La comprensión evangélica sobre el pecado es hoy
aceptada por los círculos más elevados de la erudición adventista. Uno se pregunta cuándo comenzare-
mos a practicar el bautismo infantil, que es la única conclusión razonable de ese razonamiento según el
cual los bebés nacen necesitados de un Salvador.
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La posición evangélica sobre el pecado hace imposible seguir aceptando la posición histórica adventis-
ta de que Cristo tomó nuestra misma naturaleza pecaminosa, triunfando sobre el pecado en esa natura-
leza peligrosa. Debido a la posición evangélica sobre el pecado, se nos comienza a decir que Cristo no
pudo ser nuestro sustituto si tomó realmente nuestra naturaleza caída desde el nacimiento, y nos vemos
obligados así a desarrollar complicadas explicaciones para permitir que Cristo participe de parte de la
herencia humana, pero quedando exento de ciertos rasgos hereditarios.

Hay algo interesante a propósito de ser nacido "en pecado". En 1 Spirit of Prophecy:60 leemos que Set
"fue nacido en pecado". Cuando E. White desarrolló más ampliamente la idea en Patriarcas y Profetas,
escribió que Set, de igual forma que Caín, "heredó la naturaleza caída de sus padres" (p. 66). Ese texto
paralelo muestra cuál era el significado que E. White daba a la expresión: "nacido en pecado".

Imposible dejar de pecar.-

El cuarto tema bien puede ser la motivación subyacente para todo el énfasis puesto en los años recien-
tes en una naturaleza de Cristo no caída, o sólo parcialmente caída. El artículo editorial de la revista
Ministry citada al principio de este documento, expresa los siguientes pensamientos: "El acompañante
obligado en este tema de la naturaleza de Cristo... es, por supuesto, lo relativo a la perfección impeca-
ble impartida por Cristo, obrada en el corazón y conducta del creyente en Cristo... Esos asuntos especí-
ficos... tienen especial prominencia en la mente y corazón adventistas en relación con el fin del tiempo
de gracia, el juicio final y la segunda venida de Cristo" (Agosto 2003, pág. 4).

Ya hemos citado en este documento opiniones a propósito de que la perfecta ausencia de pecado es im-
posible debido a nuestra naturaleza pecaminosa, y de que la gracia ha de seguir estando disponible has-
ta la venida de Jesús, puesto que nunca estaremos libres de pecado. Woodrow Whidden lo ha expresado
así: "¿Llegarán a alcanzar nuestra naturaleza y experiencia una ausencia tal de pecado, de este lado de
la glorificación (incluso después del final del tiempo de gracia), como para dejar de necesitar los cons-
tantes méritos justificadores de Jesús? ¿Tomamos con seriedad a E. White cuando dice que las ‘defi-
ciencias inevitables’ de los creyentes son remediadas por la justicia ‘imputada’ de Cristo y que ‘Jesús
ama a sus hijos, incluso cuando se equivocan’?... ¿No es acaso la perfección primariamente una actitud,
más bien que una realización?" (Ministry, Octubre de 1993).

Es pertinente prestar de nuevo atención a 1 Pedro 2:21-22: "Para esto fuisteis llamados, porque también
Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni
se halló engaño en su boca".

E. White urgió el mismo tema: "Si es que no tuvo la naturaleza del hombre, no pudo ser nuestro ejem-
plo. Si no hubiese sido participante de nuestra naturaleza, no habría podido ser tentado tal como lo ha
sido el hombre. Si para él no hubiera sido posible ceder a la tentación, no habría podido ser nuestro
ayudador... Su tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar el Modelo" (Review and
Herald, 18 de Febrero de 1890).

Aceptando la doctrina evangélica de que la expiación fue completada en la cruz y de que Jesús nació
con la naturaleza impecable de Adán anterior a la caída, la mayor parte de los púlpitos de nuestras igle-
sias han dejado de predicar que Jesús es nuestro Ejemplo en vencer toda tentación y pecado. Por consi-
guiente, el mensaje del santuario ha dejado de ser relevante, y el mensaje de advertencia del mensaje de
los tres ángeles de Apocalipsis 14 ha dejado de ser una pieza clave en el plan divino de la salvación. De
ese modo podríamos ser salvos en nuestros pecados, no siendo ya necesario el desarrollo del carácter;
no sería posible obedecer perfectamente los mandamientos de Dios mediante el poder del Espíritu San-
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to; el Espíritu de Profecía queda así relegado a la categoría de reliquia irrelevante del siglo XIX, y el
sábado del séptimo día deja de ser guardado de acuerdo con Isaías 58:13.

Echemos una breve ojeada a algunas de las evidencias inspiradas a propósito de que el ejemplo de Cris-
to demuestra que la generación final vivirá vidas libres de pecado, contrariamente a lo que nuestros
"expertos" nos están diciendo:

"Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado.
Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus ante -
pasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para com-
partir nuestras penas y tentaciones, y dejarnos el ejemplo de una vida sin pecado" (DTG:32).

"Envió a su Hijo al mundo para que llevase la penalidad del pecado, y para mostrar al hombre cómo vi-
vir una vida sin pecado" (Reflecting Christ:37).

"Vino a este mundo y vivió una vida sin pecado, para que en su poder su pueblo pudiera también vivir
vidas sin pecado" (Review and Herald, 1 de Abril de 1902).

"Nos ha colocado en un terreno ventajoso, en el que podemos vivir vidas puras y sin pecado" ( Signs of
the Times, 17 de Junio de 1903).

"Todo aquel que por la fe obedece los mandamientos de Dios alcanzará la condición de impecabilidad
en la que vivió Adán antes de su transgresión" (Signs of the Times, 23 de Julio de 1902).

"Cristo nos ha dejado un ejemplo perfecto, en el cual no encontramos pecado. Sus seguidores deben ca-
minar en sus pisadas" (Hijos e Hijas de Dios:296).

"La vida de Cristo es una revelación de aquello en lo que pueden convertirse los caídos seres humanos,
mediante la unión y compañerismo con la naturaleza divina" (18ML:331).

"El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado, para que los
hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida vencer. Cristo vino para hacer-
nos ‘participantes de la naturaleza divina’, y su vida es una afirmación de que la humanidad, en combi-
nación con la divinidad, no peca. El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él también
vencer" (El Ministerio de Curación:136).

"Dios hizo por nosotros lo mejor que podía hacer, cuando envió del cielo a un Ser impecable para ma-
nifestar a este mundo de pecado lo que han de ser en carácter quienes han de ser salvos: puros, santos e
incontaminados" (9ML:125).

"Cristo vino a la tierra... para mostrar en la controversia con Satanás que el hombre, tal como Dios lo
creó, conectado con el Padre y con el Hijo, puede obedecer todo requerimiento divino" ( Signs of the Ti-
mes, 9 de Junio de 1898).

"Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser" (3MS:151).

"Hermanos y hermanas, necesitamos la reforma que han de tener todos cuantos hayan de ser redimidos,
mediante la purificación de la mente y corazón de toda mancha de pecado" (Counsels on Health:633).
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"Somos limpiados de todo pecado, de todo defecto de carácter. No necesitamos retener ni una sola pro-
pensión pecaminosa" (Review and Herald, 24 de Abril de 1900).

"Toda tendencia hereditaria y cultivada hacia el pecado debe ser reconocida, subyugada y limpiada"
(Signs of the Times, 18 de Julio de 1895).

"Aborrecerán el pecado y la iniquidad, así como Cristo aborreció el pecado" (Fe y Obras:119).

"Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de conti-
nua obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado llegará a
sernos odioso" (DTG:621).

"Odiarán al pecado con un odio perfecto" (Fundamentals of Christian Education:291).

Conclusión.-

El asunto de la naturaleza humana de Cristo no va a ser resuelto en unos pocos días, puesto que está en
juego todo el plan de la salvación. Hebreos 2:14-15 nos dice que Jesús iba a destruir "por medio de la
muerte al que tenía el imperio de la muerte", "y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban
durante toda la vida sujetos a servidumbre". El versículo 17 nos dice que la única forma en que Cristo
podía lograr tal cosa es siendo "en todo semejante a sus hermanos": no en algunos aspectos, sino "en
todo". La inspiración nos dice además: "La gran obra de la redención podía sólo ser llevada a cabo me-
diante el Redentor tomando el lugar del Adán caído" (Review and Herald, 24 de Febrero de 1874). No
habría podido cumplirse si Cristo hubiera tomado el lugar de Adán antes de la caída, o si no hubiera to -
mado el lugar de nadie (parcialmente como Adán y parcialmente como nosotros). A fin de ser nuestro
Sustituto impecable, tuvo que vencer las debilidades de nuestra naturaleza caída. Cristo se había de eri-
gir en poder vencedor, allí donde había existido una fuerza irresistible para el hombre.

Si bien no se trata de un comentario inspirado, esta declaración del Seventh Day Bible Commentary de-
muestra una profunda comprensión del acto redentor de Cristo: "Cristo enfrentó, venció y condenó al
pecado en la esfera en la que previamente había ejercido su dominio y señorío. La carne, escenario de
los triunfos del pecado hasta entonces, vino ahora a convertirse en el escenario de su derrota y expul -
sión" (Vol. 6, p. 562, edición en inglés).

La gran cuestión a la que debía dar respuesta la encarnación es: ¿Puede Dios vencer realmente en el úl -
timo refugio de Satanás, el corazón humano caído? Si es posible que las debilidades y deseos humanos
se sujeten a la ley de Dios, entonces Satanás ha perdido su última batalla y la gran controversia queda
verdaderamente decidida. Pero si Dios tuvo que hacer exento a su Hijo de ciertas tendencias humanas,
¿está la gran controversia más cercana a su final que cuando Satanás fue expulsado del cielo?

Cuando Jesús prevaleció en la cruz, se oyó en el cielo una gran voz que proclamó: "Ahora ha venido la
salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el
acusador de nuestros hermanos" (Apoc. 12:10). ¿Nos permitiremos desposeer a Cristo de su gran victo-
ria bajo el pretexto de hacer de él nuestro "sustituto impecable"? ¿Le negaremos la plena salvación que
trajo, no sólo sobre los actos pecaminosos, sino también sobre la naturaleza humana debilitada, caída y
pecaminosa en la Satanás había creído reinar de forma suprema desde la caída de Adán? Permitamos
que Cristo sea verdaderamente nuestro Sustituto impecable, a la vez que nuestro santo Ejemplo. Sólo el
auténtico Cristo, realizando una auténtica expiación, puede conducir a su iglesia hacia la victoria final.

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