La Adaptación en Traducción No Literaria

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Actes del II Congrés Internacional sobre Traducció, UAB 9-19

La adaptación en
traducción no literaria

Georges L. Bastin
Universidad Central de Venezuela

LA ADAPTACIÓN EN LA HISTORIA
La adaptación es un término que ha de definirse con extrema nitidez, por el peligro que
entraña que los bucaneros teatrales lo utilicen como patente de corso para disfrazar todo
tipo de inaceptables manipulaciones, textuales y escénicas. La experiencia demuestra
que nunca nombre alguno relacionado con la traducción ha sido utilizado con peores
fines. La historia más reciente corrobora al tiempo que bajo esta etiqueta cabe todo,
incluida la destrucción del original. “Adaptar” ha venido significando “entrar a saco”
en la obra ajena, sobre todo si es extranjera.1

La historia de la adaptación se confunde con la de la traducción.


Evidentemente no pudo haber habido traducción ni adaptación antes de
la aparición de la escritura, según la mayoría de los autores entre el 4000 y el
3000 a.C.
La actividad “profesional” aparece durante la época romana con Livius
Andronicus, quien tradujo la Odisea en versos latinos en el 240 a.C. y al que
se le atribuyen igualmente adaptaciones en latín de tragedias y comedias grie-
gas, al igual que Quintus Ennius (239-169 a.C.), adaptador o imitador de
tragedias de Eurípido. Sucedieron numerosos autores latinos que tradujeron
de manera bastante libre, es decir, adaptaron, o se inspiraron, o sea, imitaron,
originales griegos. Este fue tal vez el primer pecado de la adaptación: se acusó
a los romanos de no haber sido capaces de crear una literatura original.
Luego viene Cicerón (106-43 a.C.), primer “estudioso” de la traducción
con su De optimo genere oratorum en el que justifica una traducción no
literal basada más bien en la aprehensión global del sentido.
La utilización que se hizo luego de ese comentario de media página (den-
tro de un tratado no de traducción sino de elocuencia que describe la acti-
vidad de imitación de los modelos griegos) es muy cuestionable; sirvió para
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justificar una manera de traducir: la manera libre que no se preocupa por la fide-
lidad a las formas del original, para defender la libertad de acción del traductor.
Peor fue el error de interpretación del Ars Poetica de Horacio por parte de
los teóricos de la traducción. El histórico debate acerca de la dicotomía
forma/contenido y, por lo tanto, la justificación de las adaptaciones “mal entendi-
das” nacen en realidad de un falso sentido, claramente expuesto por Horguelin:2
Nec verbum verbo curabis reddere fidus
Interpres,...3

Es decir, literalmente:
No te aplicarás a verter palabra por palabra
fiel traductor,...

Ahora bien, la sintaxis latina permite una doble interpretación. Según la


primera, la buena, Horacio aconsejaba a los jóvenes poetas no imitar servil-
mente a los griegos:
No te aplicarás a verter palabra por palabra
tal (es decir como lo haría) un fiel traductor,...

Sin embargo, fuera de contexto, el mismo precepto daba la razón a los


partidarios de la traducción libre:
Y tal (es decir como) un fiel traductor,
no te aplicarás a verter palabra por palabra...

Lo más sorprendente es que fue el propio San Jerónimo quien contri-


buyó a perpetuar este falso sentido en su De optimo genere interpretandi
(395 d.C.).
De allí en adelante, los teóricos de la traducción, así como los traducto-
res, dieron rienda suelta a una tremenda polémica: “forma versus contenido”,
que tuvo su apogeo en Europa, y particularmente en Francia, durante los
siglos XVI y XVII, mejor conocida como les belles infidèles... Estas eran adap-
taciones de los textos originales a las exigencias estéticas de la época.
Mucho podría decirse sobre esa época y muchas son las obras dedicadas
a este período; sin embargo, es interesante notar que entre los llamados
“grandes traductores”, según Cary están Etienne Dolet (el mártir de la traduc-
ción), Jacques Amyot y Mme. Dacier, quienes han traducido más bien como
creadores preocupados por complacer los gustos de su público.
Merece la pena mencionar algunos casos notorios de adaptación que se
refieren a nuestro idioma. En España, tenemos la Escuela de Toledo con
sus dos etapas: la del siglo XII bajo el estímulo del obispo de Toledo, don
Raimundo, y la del siglo XIII bajo los auspicios del rey Alfonso X el Sabio. En
ambos casos se trató de traducir obras principalmente árabes, científicas, éti-
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cas, políticas y metafísicas. En la primera etapa se realizaron las traducciones al


latín, mientras que en la segunda se hicieron al español. El hecho es que ambos
tipos eran buenos (o malos) ejemplos de adaptaciones. Bien sea latinizando las
obras árabes (primera etapa) o reescribiendo en español los originales, estas
traducciones fueron llamadas por Clara Foz las “traducciones-apropiaciones”.4
Latinoamérica también tiene sus adaptadores famosos: entre otros,
Ricardo Palma en Perú, José Martí en Cuba, Bartolomé Mitre en Argentina y
un ilustre adaptador venezolano, don Andrés Bello. Conocido como escritor
y pedagogo, a veces como diplomático y raramente como traductor, poco se
ha dicho del oficio de adaptador de Andrés Bello. Tradujo mucho y a muchos,
pero más que traducir Bello “acomoda”, “recrea”, “agrega conclusión per-
sonal”, “acorta”, “transforma”, “enriquece”, “amplifica”, sobre todo poemas,
para ofrecer nuevas obras netamente americanas y en especial venezolanas, es
decir, obras originales.
No son traducciones, ni quieren serlo, sino imitaciones muy castellanizadas, en que
Bello se apodera del pensamiento original, y lo desarrolla en nuestra lengua conforme
a nuestros hábitos líricos, a las condiciones de nuestra versificación y a la idiosincrasia
poética del imitador. Y esto lo consigue de tal modo, que una de esas imitaciones, la
Oración por todos, es sabida de todo el mundo en América, y estimada, la más rica de
afectos; y no hay español que habiendo leído aquellas estrofas melancólicas y sollo-
zantes, vuelva a mirar en su vida el texto francés —de Víctor Hugo— sin encontrarlo
notoriamente inferior.5
Las conclusiones de esta rápida revisión de la adaptación a través de la
historia son las siguientes:
1. La adaptación no está muy bien vista: “imitación de un copista”, “defor-
mación de un falsificador”, casi siempre es “traición” y casi nunca
“traducción”. ¡Hasta hay quienes la consideran una “falta de respeto”!
2. Existe una terrible confusión terminológica con respecto al concepto. Los
principales términos empleados para designarlo son “traducción libre”,
“traducción oblicua”, “imitación”, “transposición”, “acomodación”, “ajuste”,
“redistribución”, “modificación”, “libertad”, “arreglo”, “managing”.
3. Pueden clasificarse las opiniones acerca de la adaptación en cinco grupos:
adaptación vs. procedimiento, adaptación vs. fidelidad, adaptación vs.
género, adaptación vs. traducción y adaptación vs. metalenguaje.

UN MODELO TEÓRICO DE LA ADAPTACIÓN

El modelo que presentamos a continuación nace de la reflexión teórica acer-


ca de la adaptación española del manual de iniciación a la traducción de
J. Delisle.6
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Para entender en qué consistió dicha adaptación, citemos el prefacio que


escribió D. Seleskovitch para la versión española:
La presente obra tiene la particularidad de tener dos autores; es una obra bicéfala. La
primera cabeza, J. Delisle, publicó su libro revolucionario sobre la traducción en 1980.
[...] he aquí ahora una versión española. Más que una traducción, la versión española
se adapta al pensamiento del autor al punto de convertirse en su doble. Se apreciará
aquí, fusionadas en un libro único, la obra original de J. Delisle y su doble, la adapta-
ción de G. Bastin. Delisle no escribió un ensayo abstracto sobre la traducción sino que
basó sus desarrollos teóricos en ejemplos extraídos de su práctica docente. Traducir la
parte teórica no plantea dificultades, ya que seguramente se pueda expresar en todas
las lenguas lo que Delisle escribió en francés... Pero, ¿qué hacer en español con un
ejemplo de traducción del inglés al francés para ilustrar un principio metodológico?
¿Acaso renunciar a traducir el ejemplo?, lo que equivaldría a renunciar a la demos-
tración del principio. He aquí donde G. Bastin dejó de ser traductor para convertirse en
segundo autor y publicar un libro que, gracias a él, se convierte en manual de enseñanza
de la traducción del francés al español según los principios y métodos de J. Delisle... 7

El marco teórico necesario para describir y analizar la adaptación incluye


una opción filosófica del lenguaje, una teoría de la traducción centrada en el
quehacer del hombre y una visión de la comunicación que supere el mero
código verbal.
El hombre, convencido de su superioridad con respecto al resto del reino
animal, ya que es el único en tener una lengua y único en tener un pensa-
miento, cree que el pensamiento está en la lengua. Por eso tal vez los lingüis-
tas sólo se han dedicado durante tanto tiempo al estudio de la lengua sin tomar
en cuenta el discurso. En realidad, el estudioso de la traducción debe aceptar
que no hay isomorfismo entre lengua y pensamiento, hecho demostrado por
los estudios realizados con afásicos así como por el fenómeno de la mentira.8
La teoría interpretativa de la traducción,9 basándose en los trabajos de
J. Piaget sobre la existencia de un esquema interpretativo intermedio entre la
solicitación y la reacción, es la única que explica la traducción como acti-
vidad inteligente (¡los traductores no son perritos de Pavlov!). La única en
hacer del hombre el centro de sus análisis, en descartar de manera definitiva
la lengua y los procesos comparativos como objeto de estudio privilegiando
el discurso entendido como:
Sólo hay discurso cuando una persona determinada dice algo determinado, en condi-
ciones determinadas, a otra persona determinada. ¡El resto es lengua! 10

El traductólogo dedicado al discurso no puede adoptar la actitud paradó-


jica de basar sus análisis en el modelo tradicional de la comunicación al estilo
de Jakobson, el cual, nacido de la teoría de la información de Shannon &
Weaver, se centra en el código, el emisor, el receptor, los ruidos, etc. En cambio,
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el modelo inferencial de la comunicación de Sperber & Wilson,11 partiendo


entre otros de las máximas conversacionales de Grice, plantea que comunicar
es producir e interpretar indicios de sentido, donde el proceso involucrado no es
la codificación/descodificación sino más bien la intención/inferencia.
Con ese marco teórico puede entonces iniciarse la reflexión acerca de la
adaptación que, sospechamos empíricamente, va más allá de la traducción.

MODALIDADES Y RESTRICCIONES

La observación de la traducción/adaptación de varias obras de corte didáctico,


comparables a la de J. Delisle debido a la omnipresencia de metalenguaje
entendido como “la ‘realidad’ de la que se habla”,12 así como el análisis por-
menorizado de nuestra adaptación, llevan a descubrir distintas modalidades y
restricciones de la adaptación.
Por modalidades se entiende los principales procedimientos de ejecu-
ción, los “trucos” empleados por los adaptadores, como transcripción literal,
omisión/expansión, exotización, actualización, equivalencia de situación y
creación pura. Es de notar que no difieren mucho de los procedimientos de
traducción difundidos por Vinay & Darbelnet.
La pertinencia de cualquier adaptación se evalúa en función de tres ele-
mentos que limitan la libertad creativa del adaptador. Son estas restricciones:
la calidad de la lengua término, el cumplimiento con las expectativas del
destinatario y la fidelidad al sentido original. Como se puede ver, tampoco
difieren de las restricciones de la traducción. Sin embargo, en materia de
adaptación, para cumplir con el destinatario reviste especial importancia
respetar el principio a menudo olvidado por muchos de “no imbecilidad del
lector”, so pena de desvirtuar el efecto de sentido sobre el destinatario.

CONDICIONES

Las condiciones necesarias para que haya adaptación y no traducción pura y


simple son los elementos de la situación en la que está colocado el traductor
y que lo llevan, voluntariamente o no, a adaptar y no a traducir: a) la inefica-
cia de la transcodificación, b) la inadecuación de las situaciones, c) el cambio
de género y d) la ruptura del equilibrio comunicacional.
a) Existen partes del discurso que se tildan de “intraducibles”: juegos de
palabras, idiotismos, etc. Es decir, el metalenguaje tal como lo definimos
anteriormente. Intraducible significa que no se puede transcodificar, de ahí
que el traductor se vea en la obligación de ignorar la designación para
elegir el efecto de sentido. Al hacerlo se vuelve adaptador. Ejemplo: la
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ilustración del valor lingüístico por Saussure mediante “mouton =


sheep/mutton”, imposible de transcodificar. Una solución sería “poisson =
pez/pescado”.
b) A menudo hay inadecuación entre las situaciones reflejadas en los enun-
ciados de una y otra comunidad lingüística determinada, porque las reali-
dades a las que remiten son diferentes o inexistentes. La traducción aparece
ineficaz para resolver dicha inadecuación; debe procederse a una adaptación.
Ejemplo: “grammaire Grévisse de la traduction” = “gramática de tra-
ducción de la Real Academia”. Debe tomarse en cuenta que en estos casos
la adaptación puede disimular por completo el origen de la obra, para bien
o para mal. Ejemplo: la canción francesa L’épervier es una adaptación
que no permite sospechar que su original es una canción de los llanos
venezolanos llamada El gavilán.
En estas dos primeras condiciones, el traductor se enfrenta a fenómenos
puntuales, directamente vinculados a la lengua del texto original. Con las dos
condiciones siguientes se pasa a otro plano.
c) A menudo un traductor está llamado a verter textos de un género a otro o
dentro de géneros particulares: teatro, cine, literatura infantil, prensa espe-
cializada, etc. Esta adaptación deriva de una elección personal del traductor
o de una imposición externa (el cliente, por ejemplo) pero no tiene nada
que ver con el texto mismo. Por otro lado, no afecta a partes aisladas del
discurso sino a la globalidad de la obra, ya que estriba en una estrategia
de conjunto.
d) Un texto es un acto de habla que ponen en juego interlocutores en un
entorno histórico, geográfico, sociolingüístico y cognoscitivo determinado.
Para ser pertinente, cada acto de habla realiza un equilibrio comunicacional
entre los interlocutores. Ahora bien, la mera traducción de un texto puede
acarrear una ruptura de ese equilibrio desde varios puntos de vista: el des-
tinatario, la época o el enfoque, que suelen ser nuevos. Ejemplo: el haber
elegido, para nuestra versión española de Delisle, dos idiomas de trabajo
diferentes de los del original trae como consecuencia que la traducción
rompa el equilibrio comunicacional desde el punto de vista del destina-
tario; de ahí la adaptación. Sin embargo, esta adaptación es externa a la
lengua del texto y afecta al acto de habla completo, es decir, al conjunto de
la obra.
En este punto pueden observarse con claridad dos tipos de adaptación:
una puntual que resulta de las dos primeras condiciones y que se limita a algu-
nas partes del discurso, y luego una global que resulta de las dos últimas
condiciones y que afecta a la totalidad del texto. La adaptación puntual,
asimilable a un procedimiento de traducción, tiene su origen en la lengua del
texto original y es una táctica del traductor. La adaptación global, en cambio,
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es externa al texto original y constituye una estrategia por parte del


traductor/adaptador; aparece entonces como distinta de la traducción propia-
mente dicha. Falta ver ahora en qué se diferencia de ésta.

FRONTERA ENTRE TRADUCCIÓN Y ADAPTACIÓN

Se desprende de lo anterior que la frontera entre traducción y adaptación debe


encontrarse en las dos últimas condiciones y con relación sobre todo a la
adaptación global.
En efecto, dijimos que una de las restricciones tanto en traducción como
en adaptación es la fidelidad al sentido o mejor dicho al querer decir. Este últi-
mo es “el reflejo del estado de conciencia del sentido por comunicar”,13 es
decir, es el equivalente preverbal (en la mente del autor) del sentido, el cual
es postverbal (en la mente del lector). Este querer decir es unívoco para quien
comparte los complementos cognoscitivos extralingüísticos y es objetiva-
mente identificable en los significados lingüísticos asociados a dichos
complementos cognoscitivos. Ahora bien, en la adaptación es a veces necesa-
rio desconocer o descartar el querer decir para ser fiel a algo distinto que
hemos denominado el propósito del autor. Este corresponde al objetivo general
buscado por el autor mediante su decir global. Pero este propósito no siempre
es objetivamente identificable, como veremos más adelante. En todo caso,
conviene no confundir los conceptos de querer decir y propósito entre sí,
ni con la noción de intención que constituye el móvil del autor, por qué escribe.
La intención es raras veces exteriorizada por el autor y su identificación es
siempre subjetiva.
La principal área de divergencia entre traducción y adaptación es, pues,
el objeto de cada una: la traducción tiene como objeto el querer decir; la adap-
tación, el propósito.
Otra divergencia la constituye el hecho de que la adaptación, contraria-
mente a la traducción, nunca puede ser una mera transcodificación ni tampoco
la simple reactivación de correspondencias y/o equivalencias. La adaptación
es siempre una recreación por parte de quien la efectúa.
Por otra parte, dadas las cuatro condiciones mencionadas, la adaptación,
frente a la traducción, es indispensable o al menos recomendable. En efecto, la
no adaptación en el caso de la obra de Delisle acarrea la virtual inutilidad de
la obra pedagógica: ésta se convertiría en una obra que ciertamente informa
pero que no forma, lo cual es su propósito. Para convencerse de ello, basta
comparar la versión española adaptada con las traducciones al inglés y al chino.
En cuanto a la adecuación subjetiva del adaptador al propósito del autor,
ésta puede darse cuando no se logra identificar dicho propósito de manera
objetiva. Ejemplo: en su manual, Delisle describe y comenta largamente las
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categorías taxonómicas y los procedimientos de traducción de Vinay &


Darbelnet.14 Ahora bien, a pesar de que no existía una obra similar para el
francés y el español, era impensable eliminar este capítulo de nuestra versión.
Resultaba imposible saber, objetivamente, lo que hubiera hecho Delisle si
hubiera estado en nuestro lugar. Optamos por sustituir los rasgos estilísticos
que distinguen el inglés y el francés por aquellos propios del francés y del
español, basándonos en distintas obras y sobre todo en nuestra experiencia
profesional y docente. Se trata pues de una creación pura que no guarda rela-
ción alguna con el texto original y que deriva de una adecuación subjetiva al
próposito del autor. Por supuesto, corrimos con la suerte de poder conversar
con el autor acerca de la adaptación y su visto bueno neutralizó la subje-
tividad del adaptador.

APLICACIÓN DEL MODELO A OTROS TIPOS DE TEXTO

El modelo arriba descrito nace del análisis de textos de corte didáctico carac-
terizados por la presencia de abundante metalenguaje, como lo son las obras
referidas a la lingüística y a la traducción. Pero se puede decir que la adapta-
ción también se manifiesta en todos los demás tipos de texto y es conveniente
detenerse brevemente en ello.
La adaptación aparece, en cualquier tipo de texto, cuando se da cualquiera
de las cuatro condiciones anteriormente mencionadas. Pero sobre todo en
razón de dos elementos clave en materia de traducción: la función propia del
texto y el público destinatario. Muchísimos textos tienen una función, llamada
por algunos, “perlocutoria”, es decir, que buscan producir un efecto, más que
meramente describir o informar, y los públicos de comunidades sociolingüís-
ticas distintas reaccionan muy diferentemente ante estos efectos. ¿Acaso se
puede afirmar entonces que cualquier traducción buena es, hasta cierto punto,
una adaptación? No necesariamente, ya que traducir consiste en buscar equi-
valencias lexicales, oracionales y textuales, y es, por más que se diga,
vincularse a la formulación original. Mientras que adaptar es, más allá de las
palabras, oraciones o textos, buscar equivalencias de emociones o sentimientos
(como en el teatro o el cine) y de efectos (como en la publicidad o ciertos tex-
tos técnicos). Algunos, como Michel Garneau, hablan incluso de “tradapta-
ción”15 por lo delicado y sutil de definir el paso de la traducción a la adaptación.
Traducir obras de teatro, por ejemplo, implica a menudo una adaptación
global en razón de los destinatarios y de la misma naturaleza de los diálogos,
los cuales exigen una gran naturalidad, idiomaticidad y adecuación a la realidad
vigente del público. Esto implica, por supuesto, recreación, lo que a su vez
implica interpretación con los riesgos de subjetividad que esto comporta. Pero
son riesgos profesionales cuya responsabilidad debe asumir el adaptador. Esta
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es la posición de Michel Garneau, quien adaptó en lengua quebequense el


Macbeth de Shakespeare. Dicha adaptación es, según Annie Brisset,16 una
“reterritorialización”, es decir, anexar la obra extranjera a la sociedad receptora.
El teatro es tal vez el género que fue objeto de más estudios en cuanto a
la adaptación. Conviene recordar aquí la definición de Julio-César Santoyo:
[...] naturalizar teatro en una nueva cultura meta para lograr un efecto equivalente;
acomodar, adecuar y ajustar un texto destinado a un público de un tiempo y espacio
cultural particulares a las expectativas de un colectivo distinto.17

En el cine, y en especial en la subtitulación, la adaptación es un cambio


de género en la medida en que se pasa de un guión, transcripción de un diá-
logo oral, a unos títulos que deben cumplir con su naturaleza de texto escrito.
Se manifiesta la adaptación en la elección de lo principal y la omisión obli-
gada de lo secundario, por la necesaria contracción del mensaje original que
efectúa el subtitulador. Es de notar que esta contracción mediante la omisión
de lo no pertinente se hace tomando en cuenta el soporte visual, el sonido no
hablado, los conocimientos previos, etc. Mezcla de traducción, adaptación
puntual y a veces global, la subtitulación está sometida a numerosas restric-
ciones impuestas por la actividad misma.
Algo parecido sucede con la literatura infantil, en particular con las tiras
cómicas basadas en una obra literaria. Es el caso reseñado en Donaire y
Lafarga (1991) de Notre-Dame de Paris de Victor Hugo.18 Se trata de una
adaptación global que sólo recoge del original el núcleo argumental, la trama,
dejando de lado la personalidad y los sentimientos de los personajes,
las disgresiones y los capítulos de reflexión. Hasta pasa por alto el papel que
desempeña la catedral en la obra original. Sin embargo, a pesar de todos
los defectos, esta adaptación cumple con el cometido de suscitar en los jóve-
nes el deseo de ir más allá y de leer el texto de Hugo. El caso de la traducción
de Astérix, a menudo reseñado, difiere del anterior en el hecho de que se trata de
una sucesión de adaptaciones puntuales motivadas por los juegos de palabras y
las numerosas referencias literarias, históricas y otras.
El criterio de funcionalidad y efecto del texto traducido prevalece
también en la publicidad donde la tarea del traductor consiste más bien en
presentar infieles bellas... y más aún bellas eficaces.19
Los textos técnicos no escapan a la adaptación, ya que la traducción téc-
nica se rige por los principios de eficacia y eficiencia (transmitir lo máximo
del contenido pertinente con el menor esfuerzo posible de procesamiento por
parte del consumidor). Suele tratarse de adaptaciones puntuales, como en
un manual del empleado de una transnacional en el que la traducción debe
adecuarse a la ley laboral, al sistema jurídico, a los usos empresariales y
gremiales del país destinatario. Además de las modificaciones puntuales, no
puede ignorarse la misión final de cualquier texto técnico: informar, explicar,
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convencer, vender, hacer que una tarea se ejecute, etc. Según ésta, puede
variar la formulación. Ejemplo: “Para ejecutar la función X, presione la tecla
A y luego la tecla B” (objetiva) – “Para ejecutar la función X, basta con
presionar la tecla A, luego la B” (positiva) – “Para ejecutar la función X, no
sólo se debe presionar la tecla A sino también la tecla B” (negativa).20 En lo
técnico debe entenderse que todos los documentos redactados por una empresa
y destinados a salir de ella son portadores de la imagen de la empresa. Por
consiguiente, su traducción depende de la función “mercadeo”.

CONCLUSIÓN

Este trabajo resalta la estrecha filiación existente entre traducción y adapta-


ción. A pesar de tener objetos diferentes, el querer decir y el propósito
comparten muchos aspectos; en todo caso, dichos objetos no son incompa-
tibles y ambas actividades son a menudo complementarias. Lo que rehabilita
la adaptación tan criticada a lo largo de la historia, con tal de que el adapta-
dor adopte siempre una actitud coherente de principio a fin de su texto y una
postura honesta reconociendo los créditos del original. Estamos convencidos
de que la adaptación contribuye a que la teoría de la traducción se vuelva una
teoría de la relatividad...
Nuestro objetivo inicial era definir la noción. He aquí una definición
objetiva y aplicable al campo estudiado:
La adaptación es el proceso, creativo y necesario, de expresión de un sentido general
tendiente a restablecer, en un acto de habla interlingüístico dado, el equilibrio comuni-
cacional que se habría roto si sólo se hubiese efectuado una traducción.

Para finalizar, conviene sintetizar la distinción esencial entre los dos tipos
de adaptación.
— Adaptación puntual: sólo se refiere a algunas partes del discurso de un
texto; está directamente ligada a la lengua del texto original; es una táctica
del traductor en casos precisos; es facultativa (aunque recomendable) por
su efecto limitado en el efecto de sentido global.
— Adaptación global: afecta el conjunto del texto; está ligada al acto de
habla, por lo tanto ajena al texto original; es estratégica porque restituye en
primer lugar el objetivo global del autor, es decir, su propósito original; es
necesaria porque de no efectuarse la obra original deja de cumplir su
misión o se rompe el equilibrio comunicacional.
Todavía una última reflexión que podría motivar la continuación de este
trabajo incompleto: “...en la adaptación,... sólo cabe medir la subjetividad,
no cuestionarla”.21
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NOTAS

1. SANTOYO, J. C.: (1989) «Traducciones y adaptaciones teatrales: ensayo de una tipolo-


gía». A: Cuadernos de Teatro Clásico, n. 4, p. 103-104.
2. HORGUELIN, P. A. (1984) «‘Nec verbum verbo...’, un faux sens historique». A: THOMAS, A.
y FLAMAND, J. (dir.) La traduction: l’universitaire et le praticien. Cahiers de
Traductologie, n. 5, Editions de l’Université d’Ottawa, Ottawa, p. 107-112.
3. HORACIO (133-134) «Ars Poetica».
4. FOZ, C. (1987) L’école des traducteurs de Tolède au XII et au XIIème siècles. Tesis de
doctorado, ESIT, Paris.
5. MENÉNDEZ PELAYO, M. cit. por el Padre BARNOLA Estudios sobre Bello, cit. por
DE SOLA, R. (1978) La traducción: ¿utopía o reto? Cuadernos literarios de la Asociación
de Escritores Venezolanos, n. 145, Caracas, p. 24.
6. DELISLE, J. (1980) L’analyse du discours comme méthode de traduction. Cahiers de
Traductologie, n. 2, Editions de l’Université d’Ottawa, Ottawa.
7. Dicha versión española, titulada Iniciación a la traducción. Enfoque interpretativo, saldrá
publicada por el Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación de la
Universidad Central de Venezuela en el transcurso de este año.
8. Véase al respecto SELESKOVITCH, D. & LEDERER, M. (1989) Pédagogie raisonnée de
l’interprétation. Didier Erudition, Paris, p. 258-260.
9. Desarrollada por la llamada Escuela de París, en la ESIT de la Universidad de la Sorbonne
Nouvelle - Paris III.
10. SELESKOVITCH, D. Seminario de DEA 1987-1988.
11. SPERBER, D. & WILSON, D. (1986) Relevance. Communication and Cognition.
Blackwell, Oxford.
12. COSERIU, E. (1977) El hombre y su lenguaje. Gredos, Madrid, p. 230.
13. SELESKOVITCH, D. & LEDERER, M. (1989), op. cit., p. 260.
14. VINAY, J. P. & DARBELNET, J. (1958) Stylistique comparée du français et de l’anglais.
Métode de traduction. Didier, Paris.
15. DELISLE, J. (1986) «Dans les coulisses de l’adaptation théâtrale». Circuit, n. 12, Montréal, p. 4.
16. BRISSET, A. (1986) «Vive la traduction... libre!». Circuit, n. 12, Montréal, p. 10.
17. SANTOYO, J. C. (1992), op. cit., p. 104.
18. SANTA, A. «Notre-Dame de Paris de Victor Hugo: una adaptación para jóvenes. Texto
e imagen». A: DONAIRE, M. L. y LAFARGA, F. (ed.) (1991) Traducción y adaptación
cultural: España-Francia. Universidad de Oviedo, p. 423-432.
19. BOIVINEAU, R. (1972) «L’ABC de l’adaptation publicitaire». Meta, vol. 17, n. 1, p. 5-28.
20. DURIEUX, C. (1988) Fondement didactique de la traduction technique. Didier Erudition,
Paris.
21. DONAIRE, M. L. y LAFARGA, F. (1991), op. cit., p. 12.

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