Fronteras Aportes para La Consolidacion de Un Campo de Estudios 1664205690 78978

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FRONTERAS: APORTES PARA LA CONSOLIDACIÓN
DE UN CAMPO DE ESTUDIOS

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FRONTERAS: APORTES
PARA LA CONSOLIDACIÓN
DE UN CAMPO DE ESTUDIOS

Tania Porcaro
Esteban Salizzi
Juan Luis Martirén
Sol Lanteri
(compilación)

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios
/ Tania Porcaro… [et al.]. – 1a ed – Ciudad Autónoma de Bue-
nos Aires: Alejandro Gabriel Benedetti, 2022. 342 p.; 20 x 13
cm. – (Fronteras)]
ISBN 978-987-88-5967-5
1. Historia Argentina. 2. Zonas Fronterizas. 3. Urbanismo. I. Por-
caro, Tania.
CDD 307.72

Este libro ha sido financiado a través del proyecto PICT-2019-04412


“Prácticas sociales en la construcción cotidiana de las fronteras multi-
escalares” (Agencia I+D+I, MINCYT, Argentina).
ISBN: 9789878859675
Imagen de tapa: Tom Fisk en Pexels
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de
estudios
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ExLibrisTeseoPress 78978. Sólo para uso personal


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Comité editorial

Alberto Hernández Hernández. El Colegio de la Frontera


Norte, México
Alejandro Benedetti. Universidad de Buenos Aires, Argen-
tina
Ana Teruel. Universidad Nacional de Jujuy, Argentina
Bianca De Marchi Moyano. Universidad Arturo Prat, Chile
Brígida Renoldi. Universidad Nacional de Misiones,
Argentina
Emilio Silva Sandes. Universidad Católica de Uruguay,
Uruguay
Julio Djenderedjian. Instituto de Historia Argentina y
Americana “Dr. Emilio Ravignani, Argentina
María Inés Moraes. Universidad de la República, Uruguay
Sergio González Miranda. Universidad de Chile, Chile
Verónica Secreto. Universidade Federal Fluminense, Brasil

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Índice

Introducción .................................................................................. 11
Esteban Salizzi, Sol Lanteri, Tania Porcaro y
Juan Luis Martirén
1. La tierra adentro en las Pampas y la Patagonia (siglo
XIX) .................................................................................................. 19
Ingrid de Jong
2. Lecturas etnohistóricas sobre la gran frontera sur
indígena (siglos XVIII-XIX)....................................................... 51
Marcela Tamagnini
3. Arqueología de las fronteras interétnicas
pampeano-patagónicas. Trayectos, problemas y
perspectivas.................................................................................... 77
Victoria Pedrotta
4. El abordaje de las fronteras desde perspectivas
relacionales. Estudio de caso en los bordes pampeanos.. 115
María Eugenia Comerci
5. De frentes y cercamientos: las fronteras
tecnológico-conceptuales, geográficas y políticas del
extractivismo. Estudios de caso en la Argentina
contemporánea ........................................................................... 145
Sebastián Gómez Lende
6. Fronteras económicas y topología empresarial en la
provincia de Córdoba................................................................ 181
Gabriela Inés Maldonado
7. Frontera, deforestación y despoblamiento.
Discutiendo algunas hipótesis sobre la expansión
reciente de la frontera agraria en Argentina....................... 225
Germán Rosati

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10 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

8. Entre muros (materiales) y límites (categoriales).


Notas para una antropología de las fronteras urbanas.... 259
Ramiro Segura
9. Revisión de algunas claves teórico-metodológicas
para superar la dicotomía rural-urbana en la frontera
entre el campo y la ciudad........................................................ 285
María Mercedes Cardoso
10. La producción alimentaria en los bordes de la
ciudad y la gravitación política de una agenda territorial
periurbana. El AMBA como caso de referencia................. 307
Andrés Barsky
Autoras y autores........................................................................ 335

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Introducción
ESTEBAN SALIZZI, SOL LANTERI, TANIA PORCARO Y JUAN LUIS MARTIRÉN

Este libro surge de los encuentros anuales que el Grupo de


Estudios sobre Fronteras y Regiones (GEFRE) viene impul-
sando desde el año 2016, con la intención de ampliar los
debates internos en torno al estudio de las fronteras, así
como fortalecer los lazos académicos con una diversidad
de investigadores e instituciones interesados en la temática.
De hecho, el V Seminario Internacional Bordes, límites, fren-
tes e interfases: “Aportes recientes para el estudio de fronteras”,
que dio lugar a los trabajos que aquí se presentan, fue una
empresa conjunta con la Red de Estudios Rurales (RER) del
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio
Ravignani”, que sirvió para consolidar el vínculo existente
entre ambos equipos de trabajo.
El seminario en cuestión fue pensado como un evento
presencial en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante
el año 2020, más específicamente en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con motivo del
quinto aniversario de los encuentros. Por tratarse de una
edición especial, la propuesta se orientó a la incorporación
de representantes de diversas disciplinas, grupos e institu-
ciones, para reflexionar sobre las múltiples formas en las
que sus investigaciones dialogaban con el universo de las
fronteras. La pandemia por COVID-19, como sucedió con
tantos otros proyectos, alteró los planes iniciales. El evento
se realizó el año siguiente, los días 26 y 27 de agosto de
2021, en modalidad virtual. El seminario se trató de una
experiencia muy enriquecedora en términos académicos,
al ampliar el horizonte de temas, problemas y enfoques
teórico-metodológicos asociado al estudio de las fronteras
en el país y la región. Asimismo, estuvo inevitablemente

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12 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

atravesado por la emoción que significó el reencuentro (vir-


tual) con muchas y muchos colegas, amigas y amigos.
Del seminario surgieron una serie de trabajos, cuyas
versiones ampliadas se compilan en este volumen. Los
debates que tuvieron lugar durante las dos jornadas se
enfocaron en torno a las formas de abordaje y la cons-
trucción teórico-metodológica que se vienen desarrollan-
do desde diversas disciplinas, como la Geografía, la His-
toria, la Sociología, la Antropología y la Arqueología. Las
y los investigadores participantes aportaron sus visiones y
experiencias en el estudio de diferentes tipos de fronteras,
incluyendo aquellas interestatales, interétnicas, urbanas y
productivas, entre otras. El resultado fue un diálogo entre
producciones científicas enmarcadas en diferentes institu-
ciones y diversos marcos teórico-conceptuales y epistemo-
lógicos. Asimismo, las discusiones no se limitaron a la refle-
xión científica, sino que apuntaron también al tratamiento
de problemas sociales relacionados a las fronteras y a la
posibilidad de transferir respuestas a la comunidad.
En la Argentina, si bien el estudio de las fronteras cons-
tituye un tema clásico y transversal a distintas disciplinas
humanas y sociales, en los últimos años se han producido
revisiones y nuevas contribuciones a la luz de los avances
en cada marco disciplinar. Las nuevas miradas, desde varia-
das perspectivas teóricas, escalas temporales y espaciales,
metodologías y fuentes, destacan la complejidad de los pro-
cesos de formación, delimitación, representación y simboli-
zación fronteriza, intentando aprehender la complejidad de
las interacciones entre diversos agentes e instituciones, en
un marco temporal que abarca desde la formación y conso-
lidación de los Estados nacionales y del mercado capitalista
hasta la actualidad.
En el caso de la Historia argentina, a diferencia de
otros países americanos, los estudios sobre fronteras tuvie-
ron un escaso desarrollo en la historiografía a comienzos
del siglo XX, con excepción de aquellos aportes que las con-
cebían como un mero límite de separación entre sociedades

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 13

y destacaban los aspectos bélicos de las relaciones interét-


nicas, como las campañas militares y los malones. Recién
en la década de 1960 comenzaron los primeros debates,
poniendo a consideración la tesis turneariana desde tópicos
como la ocupación del suelo, el poblamiento y la produc-
ción rural. Sin embargo, a partir de la década de 1980 –al
calor de la apertura democrática y la renovación de campos
disciplinares afines, como la historia rural, política y econó-
mica– comienza una verdadera renovación y ampliación de
este campo de estudios, revisando las historias nacionales
liberales e incluyendo estudios a escala local y regional, así
como diversos actores sociales.
En relación con la Geografía argentina, en las últimas
décadas se comenzaron a revisar las miradas clásicas y
estáticas sobre las fronteras, que estuvieron vigentes hasta
finales del siglo XX. En este tiempo, se buscó delinear una
mirada amplia sobre las fronteras que permitió trascender
el estudio exclusivo de los procesos de diferenciación entre
estados nacionales. Se impulsaron, así, diferentes trayecto-
rias de investigación que apelan a esta categoría con la fina-
lidad de analizar procesos de exclusión social, conflictos por
el uso del suelo, fragmentación del espacio urbano, avances
del agronegocio, disputas interétnicas, entre otros fenóme-
nos sociales. Las problemáticas abordadas han remitido a
las escalas clásicas –nacionales y regionales–, pero también
se vienen incorporando recortes más acotados asociados
a la vida cotidiana, al espacio habitado y a la intimidad.
La categoría de frontera se ha expandido para dar cuen-
ta de una pluralidad de prácticas y discursos asociados a
la constitución, diferenciación y/o relacionamiento de una
diversidad de entidades espacio-temporales.
Tomando en cuenta este contexto, cobran particular
interés las reflexiones que vienen desarrollando otras dis-
ciplinas sociales acerca de las fronteras, en diálogo con las
disciplinas antes mencionadas. Asimismo, se torna priorita-
rio repensar los conceptos utilizados (como frontera, límite,
borde, periferia, entre otros) en función del problema de

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14 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

cada investigación, evitando el uso de categorías a prio-


ri. La aproximación mediante distintas escalas de análisis
(macro, meso, micro y multiescalar), el uso de fuentes y la
creación de metodologías diversas enriquecen el análisis,
otorgando densidad histórica y social a las perspectivas de
estudio. Los capítulos incluidos en este libro dan cuenta
de ello, constituyendo sólidos aportes para el conocimiento
y debate renovado de las fronteras desde múltiples enfo-
ques y disciplinas.
Los temas y problemas que se abordan pueden ser
organizados en tres áreas temáticas principales referidas a
las fronteras interétnicas, productivas y urbanas/rururba-
nas. Esta distinción solo responde a fines analíticos y/o dis-
ciplinares, siendo su manifestación empírica generalmente
simultánea o superpuesta.
En lo que respecta a las fronteras interétnicas, existe
un cierto consenso en considerarlas como espacios dinámi-
cos, multiculturales y de compleja interacción, signados por
múltiples agentes e instituciones que se relacionan median-
te acuerdos, diplomacia y confrontaciones y, por lo tanto,
con disímiles formas de operación en el tiempo y el espa-
cio. A partir de relecturas de fuentes trilladas, nuevas pre-
guntas, documentos y enfoques multidisciplinares, las nue-
vas pesquisas desmitificaron antiguos estereotipos, como
la barbarie o el belicismo de los pueblos originarios propios
del paradigma positivista y modernista de finales del siglo
XIX. Al complejizar las miradas en torno a su composición
social, política, económica y cultural, se pudieron indagar
las estrategias de poder, los circuitos de intercambio inter-
étnicos e inter-tribales, la formación de identidades étnicas,
la etnogénesis y el mestizaje, los intermediarios políticos y
culturales y las formas de vinculación de los gobiernos con
las poblaciones indígenas, mediante negociaciones, acuer-
dos de paz o campañas punitivas.
Las fronteras productivas, por su parte, remiten a los
espacios de expansión territorial del capital y sus lógicas
productivas. Su expresión más común ha sido la referencia

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 15

a las fronteras agrarias y, más recientemente, a la difu-


sión del modelo productivo agroindustrial, aunque también
pueden reconocerse aquellas definidas por otras activida-
des, como la minería y los hidrocarburos. El acento está
puesto aquí sobre una mirada procesual de la transición
entre distintas formas de ocupación y organización pro-
ductiva del espacio, no solo contemplando el cambio en
el uso del suelo, sino el complejo sistema de relaciones
sociales que allí se establece. Se trata, así, de su reconoci-
miento como un territorio en disputa, en el que no solo
se manifiestan los conflictos derivados de la convergencia
entre proyectos disímiles de organización productiva del
espacio, sino también entre los discursos y sentidos que los
racionalizan y legitiman.
Finalmente, las fronteras urbanas y rururbanas ponen
de relieve problemáticas asociadas a formas de segrega-
ción, fragmentación y división socioespacial, así como a las
transiciones e hibridismos, las centralidades y las periferias.
La famosa dicotomía entre lo rural y lo urbano ha dado
lugar a importantes debates y modelos teóricos. Su análisis
en términos históricos ha apelado, por momentos, a una
diferenciación taxativa, pero también se han delineado nue-
vas miradas más complejas, basadas en la idea de que no
se trata necesariamente de categorías excluyentes. Lo rural
y lo urbano se entrelazan, interponen y trazan una suer-
te de hibridación llena de complejidades, que es necesario
repensar y dotar de nuevos instrumentos teóricos y meto-
dológicos. Igual de significativas se presentan las diversas
maneras de entender las fronteras urbanas, que incluyen no
solo demarcaciones territoriales, sino también un complejo
cúmulo de dimensiones sociales, étnicas, religiosas, de clase,
de género, entre otras. Estos enfoques vienen reflexionan-
do acerca de las prácticas de los agentes, la naturaleza de
los vínculos, las tradiciones, los recursos, las diferencias
sociales, culturales o étnicas, así como los cambios que se
suceden con el paso del tiempo.

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16 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

En estrecha relación con aquellas tres grandes áreas


temáticas, este libro se estructura en diez capítulos. Los tres
primeros recuperan diferentes enfoques y aportes relativos
a las fronteras interétnicas. En el primer capítulo, titulado
“La tierra adentro en las Pampas y la Patagonia, siglo XIX”,
Ingrid de Jong recupera los principales aportes de la Arqueo-
logía y la Etnohistoria al conocimiento de la territorialidad
indígena en aquellas regiones, focalizando en sus diversas
prácticas territoriales desde la noción de territorios abier-
tos. Por su parte, Marcela Tamagnini sintetiza, en “Lectu-
ras etnohistóricas sobre la gran frontera sur indígena (siglos
XVIII-XIX)”, la configuración del campo de los estudios de
frontera, especialmente en la Etnohistoria, área disciplinar
desde donde la autora sitúa su propia investigación sobre
la Frontera Sur de Córdoba o Frontera del Río Cuarto en
el largo plazo. Seguidamente, el capítulo “Arqueología his-
tórica en las fronteras interétnicas pampeano-patagónicas:
trayectos, problemas y perspectivas”, escrito por Victoria
Pedrotta, resume el recorrido histórico de la especialidad
considerando las cuestiones teóricas y conceptuales y sus
formas de abordaje, así como las perspectivas que se vis-
lumbran a futuro dentro de ese campo disciplinar.
Los siguientes cuatro capítulos dialogan sobre las fron-
teras económicas y productivas. María Eugenia Comerci
escribe “El abordaje de las fronteras desde perspectivas
relacionales. Estudio de caso en los bordes pampeanos”.
La autora reflexiona sobre el avance del capital, abordan-
do el proceso de territorialización y las disputas por el
acceso a los recursos. El quinto capítulo pertenece a Sebas-
tián Gómez Lende y se titula “De frentes y cercamientos:
las fronteras tecnológico-conceptuales, geográficas y polí-
ticas del extractivismo. Estudios de caso en la Argentina
contemporánea”. El autor reflexiona acerca de los vínculos
entre los conceptos de frontera, extractivismo y acumula-
ción por desposesión, analizando sectores como la minería,
la pesca, la agricultura y los hidrocarburos en la Argen-
tina. Para ello, indaga en las transformaciones producidas

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 17

en las tecnologías, los recursos y las escalas productivas,


así como algunas particularidades relativas a las fronteras
interestatales e interiores.
En el capítulo siguiente, “Fronteras económicas y topo-
logía empresarial en la provincia de Córdoba”, Gabriela Inés
Maldonado examina las fronteras agrícolas como fronteras
económicas, para pensar su expansión a través de los fac-
tores técnicos, informacionales y financieros que incluyen
cambios en la estructura agraria, las topologías empresaria-
les, el precio de la tierra y las narrativas asociadas al pro-
greso y el desarrollo, promoviendo la exclusión de ciertos
usos y la expulsión de actores sociales. Por su parte, Germán
Rosati escribe el capítulo “Frontera, deforestación y despo-
blamiento. Discutiendo algunas hipótesis sobre la expan-
sión reciente de la frontera agraria en Argentina”. Allí, el
autor pone en debate los vínculos entre el despoblamiento
rural, la deforestación y la expansión de la frontera agraria,
a través de la indagación de información cuantitativa y la
construcción de indicadores sobre uso y cobertura del suelo
y variables demográficas.
Los últimos tres capítulos proponen un análisis teórico
y conceptual sobre lo urbano y lo rural. La perspectiva
antropológica a la que apela Ramiro Segura, en el traba-
jo “Entre muros (materiales) y límites (categoriales). Notas
para una antropología de las fronteras urbanas”, se orienta
a estudiar la complejidad de los límites o separaciones en
el mundo urbano. Se enfoca en el caso de la Región Metro-
politana de Buenos Aires (RMBA) para indagar sobre tres
dinámicas de/en las fronteras urbanas: las características de
su trazado, el trabajo de los actores que refuerzan o discuten
esas fronteras y la experiencia de cruzarlas cotidianamente.
El capítulo de María Mercedes Cardoso, “Revisión de algu-
nas claves teórico-metodológicas para superar la dicotomía
rural-urbana en la frontera entre el campo y la ciudad”,
contribuye a desandar en filigrana la compleja trama de
dimensiones, conflictos y tensiones que surgen en la con-
fluencia entre lo rural y lo urbano. Ofrece un análisis de

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18 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

los diferentes instrumentos teóricos y metodológicos sobre


este problema, con la intención de buscar nuevas claves
para superar esa tradicional (y anacrónica) dicotomía. Por
último, el trabajo de Andrés Barsky se titula “La producción
alimentaria en los bordes de la ciudad y la gravitación polí-
tica de una agenda territorial periurbana. El AMBA como
caso de referencia”. El autor realiza una reflexión acerca de
la reconfiguración de la agenda pública relacionada con el
abasto de los alimentos de cercanía, en una aglomeración
urbana densamente poblada como es el Área Metropolitana
de Buenos Aires (AMBA).
Estos capítulos, al igual que el cúmulo de eventos,
publicaciones y demás actividades que venimos desarro-
llando, se constituyen como aportes fundamentales hacia la
consolidación de un campo de estudios que, si bien se revela
como heterogéneo y diverso, manifiesta temas y problemas
comunes sobre los cuales seguir indagando. Pensar el con-
cepto de frontera, su ambivalencia y sus alcances se torna
un factor clave para las ciencias sociales y las humanidades.
También lo es la mirada multidisciplinar, que puede ofrecer
herramientas más complejas para entender la problemática.
Se hace necesario evitar anacronismos, simplificaciones y
reduccionismos a la hora de estudiar las fronteras, así como
historizar el concepto, delimitarlo en sus múltiples aristas
y proponer metodologías más comprensivas. Estas estrate-
gias contribuyen a posicionar a la frontera como un con-
cepto fundamental para el estudio de las relaciones sociales
en sus múltiples contextos espacio-temporales.

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1

La tierr
tierraa aden
adentr
troo en las Pampas
y la Patagonia (siglo XIX)
INGRID DE JONG

Introducción

En las últimas décadas, la Etnohistoria de las Pampas y


la Patagonia en el siglo XIX ha dedicado mayor atención
al concepto de frontera que al de territorio. Las investiga-
ciones dedicadas a reconstruir las relaciones interétnicas
iniciadas con la presencia hispana reflexionaron crítica-
mente en torno al primero de estos conceptos. El recono-
cimiento de los indígenas como sujetos históricos permi-
tió revertir la perspectiva estadocéntrica y expansionista
de los planteos “turnerianos” que concebían las fronteras
coloniales-nacionales como “límite del poblamiento civili-
zado”, poniendo en evidencia sus connotaciones coloniales
y (Quijada, 2002; Boccara, 2003). Un amplio consenso gira
actualmente en torno a las fronteras como construcciones
sociales fundantes y retroalimentadoras de las relaciones
y grupos que supuestamente separa. Ello ha llevado inclu-
so a reconocer la dimensión sui géneris de los espacios de
frontera, donde tuvieron lugar interacciones materiales y
simbólicas, transiciones y mediaciones, y donde surgieron
nuevos códigos e instituciones que en la larga duración per-
mitieron articular lógicas y proyectos de sociedades políti-
camente independientes (White, 1991; Lucaioli y Nacuzzi,

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20 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

2010; Soprano, 2010; Tamagnini y Pérez Zavala, 2010; Bar-


buto y de Jong, 2012).
En comparación, los términos territorio y territorialidad
han sido utilizados con menor precisión. Aunque la dimen-
sión territorial siempre se destacó como el eje de dispu-
ta entre las sociedades indígenas y los estados coloniales
y republicanos, pocos trabajos se preocuparon por com-
prender los modos en que las poblaciones indígenas inde-
pendientes de las Pampas y la Patagonia construyeron y
practicaron la territorialidad. La tierra adentro, denomina-
ción aplicada desde tiempos coloniales al espacio en el que
imperaba el orden indígena y que se extendía más allá
de las fronteras hispano-criollas, fue representada desde
modelos estereotipados de organización política y territo-
rial. Asumidos como el área de influencia de los cacicaz-
gos, los territorios indígenas fueron generalmente repre-
sentados desde una concepción estatal que presupone la
correspondencia entre unidad política y territorio (Bene-
detti, 2011). Los avances realizados en los últimos años, sin
embargo, permiten replantear la forma en que pensamos la
política y la territorialidad indígena, atendiendo además a
las características específicas que asumió la agencia indíge-
na en diferentes contextos históricos. Para contribuir con
este objetivo, pretendemos en este artículo: a) recuperar los
principales aportes de la Arqueología y la Etnohistoria al
conocimiento de la territorialidad indígena en las Pampas y
la Patagonia; b) destacar las contribuciones recientes sobre
las prácticas territoriales indígenas, y c) a partir del análisis
de fuentes de viajeros y de factura indígena, proponer la
noción de territorios abiertos para caracterizar la construc-
ción y gestión territorial indígena en las Pampas y Norpa-
tagonia durante las décadas centrales del siglo XIX.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 21

Arqueólogos y etnohistoriadores: paralelas


que se cruzan

Desde la década de 1990, algunos trabajos arqueológicos


comenzaron a dialogar con otras disciplinas, como la eco-
nomía y la geografía, para discutir el concepto de territorio
y su aplicación al comportamiento de las poblaciones de
cazadores-recolectores prehispánicos en las Pampas y Nor-
patagonia. Estos préstamos teóricos fueron más allá de la
asunción de los sentidos económicos del comportamien-
to territorial –entendido como la actividad de un grupo
para su subsistencia– para introducir la dimensión simbó-
lica y cultural (Curtoni, 2004; 2006). Se adoptó una noción
de comportamiento territorial humano flexible, dirigido a
optimizar el acceso individual y/o grupal a recursos esta-
cionales o permanentes, y a satisfacer tanto las necesidades
básicas y universales como las culturales y específicas. Las
fronteras de los territorios se definían por el propio grupo
que usaba y controlaba un espacio dado y por la existencia
de otros grupos que manejaban espacios cercanos (Casi-
mir, 1992, en Berón et al., 2002-2004). Una de las referen-
cias principales fueron las propuestas de Robert Sack, para
quien la noción de territorialidad implicaba todas aquellas
acciones desplegadas por actores individuales o grupales
para “afectar, influir o controlar personas, fenómenos y sus
relaciones, a través de la delimitación y ejerciendo con-
trol sobre un área geográfica” (1986:17). El territorio pasó
a concebirse entonces como resultado de las prácticas de
territorialidad que lo constituyen (Curtoni, 2004; 2007).
Estos trabajos avanzaron sobre las formas de cons-
trucción del territorio en la región, caracterizando la movi-
lidad y el uso del espacio desde el poblamiento humano
temprano hasta momentos cercanos a la presencia hispana
(14.500-500 años cal. AP) (Martínez, 2006; Mazzanti, 2006;
Berón, 2007; Curtoni, 2007). Evidencias de circuitos de
intercambio que vinculaban asentamientos situados al este
y oeste de la Cordillera de los Andes permitieron postular

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22 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

la existencia de un corredor bioceánico norpatagónico, con


una profundidad temporal de 2000 años, que involucraba
a los grupos de la Pampa occidental con los de ambas ver-
tientes de la región surandina (en lo que actualmente sería
el sur de Cuyo, noroeste de Neuquén, norte de Río Negro,
región de la Araucanía, región de los Lagos y Chile Central)
(Berón et al., 2017).
En este contexto tomaron visibilidad espacios interno-
dales (Berenguer y Pimentel, 2010) tales como caminos o
rastrilladas, sitios de abastecimiento y pasos cordilleranos
que conectaron a las sociedades y habilitaron la integra-
ción macro-regional en la larga duración (Curtoni, 2004,
2007; Salazar Siciliano y Berón, 2013). Estos espacios de
contacto intersocietal fueron concebidos como “áreas en las
cuales quedaban en suspenso prácticas culturales específi-
cas para experimentar nuevas formas de comunicación con
grupos diferentes, solucionar conflictos cotidianos, nego-
ciar los intercambios y acordar acciones en común” (Nacuz-
zi y Lucaioli, 2014, en Berón et al., 2017:262). Desde esta
perspectiva, las áreas nodales o propias de los grupos pre-
sentaban mayor homogeneidad, mientras que en los espa-
cios internodales tenían lugar las articulaciones a partir del
conflicto o la negociación con otros grupos. Con un énfa-
sis distinto, Messineo (2015) ha señalado el carácter abier-
to (Gamble, 1982) del sistema de comportamiento territo-
rial de los cazadores-recolectores de las Pampas durante
el Holoceno tardío (4.200-500 años cal. AP), vinculado al
desarrollo de redes sociales de interacción supra-regionales
y a las relaciones de reciprocidad y alianza entre las bandas
de diferentes territorios. Las aproximaciones a la territo-
rialidad parecen, de esta manera, bascular sutilmente entre
la mayor o menor centralidad otorgada a los grupos o las
redes para su comprensión.
Las representaciones mapuche sobre el Wallmapu –o
territorio circundante, en mapuzungun– presentes en las
fuentes de los siglos XVIII y XIX y en las referencias
etnográficas actuales, también colaboran a reconocer la

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 23

profundidad histórica de este corredor y forman parte de


la estrategia actual de algunos arqueólogos.1 No obstante,
también se advierte la dificultad de asumir una continui-
dad histórica entre los pueblos prehispánicos y los actuales
pueblos originarios, dado que la articulación de las redes
de intercambio indígenas con las redes capitalistas supuso
transformaciones en la movilidad y en las formas de ocupa-
ción y representación del espacio (Berón et al., 2017).
Con independencia de estas formulaciones, las investi-
gaciones de historiadores y antropólogos de las décadas de
1980 y 1990 comenzaron a reconstruir una historia indíge-
na imbricada con el desarrollo de los estados coloniales y
nacionales en el sur sudamericano (Mandrini, 2007; Bechis,
2011). Así, empezaron a revisarse los esquemas mediante
los que la etnología clásica de la primera mitad del siglo
XX representaba a los grupos étnicos tehuelches, pampas o
araucanos como unidades definidas por rasgos culturales
discretos. Para aquella disciplina, la dimensión territorial se
había reducido a discutir su distribución espacial en épocas
previas y posteriores a la conquista estatal, pero sin con-
templar su interacción con los enclaves hispano-criollos,
prolongando de este modo el panorama etnológico presente
en los informes de viajeros y científicos de fines del siglo
XIX (Nacuzzi, 2002).2
Esta construcción ahistórica y culturalista fue cues-
tionada desde diversos ángulos. Por una parte, se puso en
evidencia que los rótulos étnicos utilizados por el lengua-
je científico remitían a identidades impuestas por funcio-
narios coloniales (Nacuzzi, 1998) y eran por lo tanto el

1 La estrategia metodológica basada en articular fuentes etnográficas, docu-


mentales y arqueológicas para el análisis de este ámbito regional reconoce
antecedentes en los trabajos de Tom Dillehay (2002; 2011) centrados espe-
cialmente en la Araucanía.
2 Julio Vezub (2015) señala los escritos de Francisco Moreno, Ramón Lista,
Robert Lehmann-Nitsche y Félix Outes como antecedentes de los trabajos
de Tomás Harrington, Federico Escalada, José Imbelloni y Rodolfo Casami-
quela.

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24 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

producto de operaciones de clasificación ligadas a prácti-


cas de dominación (Boccara, 2003).3 Por otra, el foco en
las interacciones indígenas con el Estado colonial llevó a
considerar escalas explicativas de carácter regional. El espa-
cio ocupado por la sociedad indígena relacionado con los
centros coloniales del valle central chileno y el Río de la
Plata devino así en la unidad de análisis necesaria para pos-
tular la articulación entre redes indígenas de intercambio
y redes capitalistas a lo largo de un período iniciado con
la presencia hispanocriolla y finalizado con las campañas
de conquista de los Estados argentino y chileno a fines del
siglo XIX (Bandieri, 1996; Pinto Rodríguez, 1996; Bechis,
2011). Las nociones englobantes que apuntaron a resca-
tar esa dinámica regional, tales como el territorio indio
(León Solís, 1981), el espacio fronterizo arauco-pampeano
(Pinto Rodríguez, 1996), la unidad social y cultural arauco-
pampeano-patagónica (Bechis, 2008 [1989]) o el sistema
poliétnico y policéntrico (Palermo, 1999), entre otras, man-
tienen aún un amplio consenso.
Aportes más recientes, no obstante, avanzan sobre esta
imagen global para adentrarse en el conocimiento de los
actores y tramas de relaciones que caracterizaron esta arti-
culación regional en contextos específicos. Para los siglos
XVIII y XIX, estas investigaciones permiten reconstruir
las redes que vinculaban a los asentamientos pampeano-
patagónicos, desdibujando la idea de unidades políticas
territorialmente delimitadas y étnicamente diferenciadas
(Alioto, 2011; Villar y Jiménez, 2011; Vezub, 2015; de Jong,
2016, 2018; Cordero, 2016, 2017).

3 Según Jean Loup Amselle (1998) esta ha sido la forma de operar de la "razón
etnológica" del pensamiento colonial, a partir de la cual las etnias, socieda-
des y culturas se recortaron como representaciones evidentes de los objetos
de la antropología, ocultando la trama, el encadenamiento o relaciones que
las ligaban. La atención a las prácticas de etnificación estatal, sin embargo,
ha demorado la indagación sobre la operatividad que tuvieron los rótulos
para los mismos actores en diversos contextos históricos, un tema que con-
tinúa formando parte de la agenda de la etnohistoria (Vezub, 2015; Stella y
Ramos, 2017).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 25

Propuestas para interpretar la territorialidad indígena


en las Pampas y la Patagonia

En este camino, algunos investigadores han planteado la


necesidad de releer las fuentes decimonónicas desde nuevas
claves teóricas acerca de la relación entre la identidad, la
política y el territorio en la historia indígena (Rodríguez,
2010; de Jong, 2018). El uso de los rótulos étnicos como
“vocabulario en espera” para identificar diferentes grupos y
territorios (Nacuzzi, 1998) podría así ser reemplazado por
un ejercicio de reconstrucción del tejido de alianzas que
hilvanaban ocupaciones discontinuas. Por ejemplo, a partir
de una nueva lectura del diario del viajero George Musters
(1869-1870), Vezub (2015:22) pudo reconocer los alcances
de macro identidades que, como la “tehuelche”, eslabona-
ban “agrupamientos demográficamente acotados pero que
ejercían una territorialidad extensa y discontinua”. En estos
casos, la praxis social se gestionaba en una escala micro,
en itinerarios que conectaban tales agrupamientos discon-
tinuos a través del parentesco, el comercio y también de
confrontaciones. De este modo, Vezub propone reflexio-
nar sobre las escalas y prácticas desde las cuales observar
la construcción de las identidades étnicas. Según el autor,
la reconstrucción desde debajo de estos eslabonamientos
permite descubrir la escasa significación de las macro iden-
tificaciones étnicas en la política indígena, en tanto estas
no parecen haber impreso una dirección a las relaciones, ni
determinado las alianzas o las enemistades. Dentro de estos
eslabonamientos activados por los itinerarios tehuelches,
“tanto las alianzas, como el comercio y la guerra se daban
inevitablemente entre parientes” (Vezub, 2015:32).4

4 En la misma dirección, Delrio et al. (2018) identificaron en crónicas de viaje-


ros winkas y mapuches la dimensión procesual de las construcciones de
territorialidad indígena, ligándolas a los itinerarios de los actores, recons-
truyendo cartografías subjetivas que dan cuenta de los hitos y circuitos que
encadenaban escalas, casas y hospedajes.

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26 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Daniel Villar y Juan Francisco Jiménez (2011:118-121)


habían señalado ya el papel del parentesco en la modulación
de alianzas políticas indígenas entre asentamientos disper-
sos, planteando para la primera mitad del siglo XIX la exis-
tencia de una estructura rizomática,5 “inherente a un campo
indígena complejo y multipolar desde el punto de vista polí-
tico”, unida a una acentuada movilidad espacial y entre par-
cialidades –o pases–, reforzadoras de lazos de parentesco,
compadrazgo, amistad u otro vínculo comprendido dentro
de las reglas de reciprocidad imperantes en sociedades seg-
mentales.6 Así, en las poblaciones arauco-pampeanas de los
siglos XVIII y XIX las instituciones de la política y la eco-
nomía indígena se hallaban organizadas desde la lógica del
parentesco7: el liderazgo era concebido como una relación
recíproca y equivalente a la jerarquía entre padres e hijos,
las relaciones políticas se estructuraban desde categorías
parentales y el comercio creaba lazos de reciprocidad, que
viabilizaban a su vez parentescos políticos y consanguíneos
(Bechis, 2008 [1989]; Villar y Jiménez, 2011).
Enfocando en la conformación histórica de este sis-
tema de relaciones, Martha Bechis (2010 [1985]) denomi-
nó geopolíticas indígenas a las estrategias mediante las que
diversas parcialidades de la Araucanía intentaron asegurar
el control de circuitos de intercambio transcordilleranos.
Para esta autora, estas geopolíticas consistían en “la ocupa-
ción intencional o de hecho de un espacio con el propósito

5 Los autores toman el concepto de rizoma de Deleuze y Guattari (1977).


6 Basándose en Middleton y Tait (1958), Bechis (2008 [1989]) entiende por tal
una configuración política formada por la repetición o fisión de unidades o
segmentos autosuficientes más pequeños que la sociedad, sin que haya una
estructura política superior que los contenga.
7 En las sociedades sin Estado, la práctica del parentesco deviene el eje central
de la articulación social, el idioma en el cual se expresan las otras prácticas
que componen la trama social (Webster, 1975; en Campagno, 2018). De esta
manera, las prácticas que el parentesco articula deben ser compatibles con
los principios de reciprocidad, de generosidad y ayuda mutua que participan
de un interminable juego de dones y contradones. Se opone a la lógica del
Estado caracterizada por el monopolio legítimo de la coerción como crite-
rio central de la operatoria social (Campagno, 2018).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 27

de apoyar los intereses del grupo madre que permanece en


su territorio” (Bechis, 2010 [1985]:38). Ello aconteció entre
la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas
del siglo XIX, cuando algunos desprendimientos del norte
y del sur de la Araucanía –pehuenches, huilliches y llai-
maches– pasaron a instalarse en las Pampas, dando lugar
a formas discontinuas de ocupación del espacio a través
de un corredor por el cual fluían mensajes, regalos, ani-
males y hombres.
Estas estrategias reflejaban la importancia creciente del
espacio pampeano para la actividad comercial ganadera en la
Araucanía, así como la competencia entre los líderes mapuche
por el control de los circuitos que viabilizaban el comercio a
escala regional (Bello, 2011). Pero adquirieron rasgos particula-
res en el contexto de las décadas independentistas, cuando fuer-
zas indígena-criollas se enfrentaron bajo los bandos realistas y
patriotas durante la Guerra a Muerte (1819-1832). Estos corre-
dores sostuvieron la afluencia de apoyo militar a las distintas
facciones indígenas, guerrillas indígeno-criollas y expediciones
punitivas estatales que se sucedieron en las décadas de 1820 y
1830 en el espacio pampeano y norpatagónico (Villar y Jimé-
nez, 2011).
Es importante señalar, sin embargo, que pese a que inten-
sificaron la competencia y el conflicto interindígena, estos pro-
cesos bélicos dieron continuidad a los mecanismos de articu-
lación y formación de grupos que venían desarrollándose en la
región desde los siglos previos. Tanto el comercio y la diplo-
macia interétnica como la competencia y los enfrentamien-
tos por la ocupación de sitios estratégicos fueron productores
de vínculos políticos y alianzas parentales que terminaban por
ligar a miembros de un grupo con miembros de otros grupos
distantes (Villar y Jiménez, 2011). En este sentido, los procesos
de movilidad, fusión y fisión de grupos y rotaciones o pasajes
de personal (Palermo, 1999) canalizaron los contactos, la for-
mación de alianzas y la generación de nuevas identidades en el
espacio pampeano.

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28 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

La multiplicación de las alianzas parentales y políticas


es una de las claves que permiten comprender el ini-
cio, hacia la década de 1840, de una nueva configuración
político-territorial que perdurará sin mayores cambios has-
ta el fin de la autonomía indígena. En contraste con etapas
previas, esta configuración regional se caracterizó por la
disminución de la competencia por la ocupación de espa-
cios estratégicos en el este cordillerano y una notable esta-
bilidad de los liderazgos políticos de territorialidad pam-
peana, unida a la expansión y estabilización de las redes
parentales que los vinculaban entre sí y con las parciali-
dades transcordilleranas (de Jong, 2016; de Jong, Cordero
y Alemano, 2022).
Esta inédita estabilización e integración política indí-
gena del espacio bajo dominio indígena en el oriente cor-
dillerano –al que en este trabajo aludimos metafóricamente
como tierra adentro– se entrelazó estrechamente con la cali-
dad que adquirieron las relaciones entre las parcialidades y
el Gobierno bonaerense. En este sentido, a partir de la déca-
da de 1840, el gobernador Juan Manuel de Rosas sistema-
tizó el Negocio Pacífico de Indios como política de fronteras.
Este sistema se basaba en tratados de paz que amparaban
el comercio fronterizo y estipulaban la provisión periódica
de diferentes montos de raciones en ganado y otros pro-
ductos a los cacicazgos pampeanos. Estos acuerdos distin-
guían a los indios amigos –que se asentaban en la frontera
comprometiéndose a prestar servicios militares al mando
de sus caciques– de los indios aliados –quienes sin perder
la autonomía territorial se comprometían a no atacar las
fronteras y evitar que otros grupos lo hicieran–.8 La con-
traparte indígena de estos acuerdos en la tierra adentro fue

8 Los asentamientos de indios amigos en la frontera bonaerense se incremen-


taron y estabilizaron en las décadas centrales del siglo XIX, dando lugar a
particulares procesos de relacionamiento con las autoridades provinciales,
entre los que debe considerarse la negociación por el acceso a la tierra. Entre
muchos trabajos sobre el tema, que queda fuera del objetivo de este artículo,
remitimos a de Jong (2015), Literas (2015) y Lanteri et al. (2011).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 29

protagonizada inicialmente por Calfucurá, uno de los líde-


res instalados recientemente en el centro pampeano. Este
devino en el principal interlocutor diplomático de Rosas y
utilizó hábilmente este flujo de recursos para cimentar nue-
vas alianzas comerciales y parentales a escala regional, que
se extendieron también a diversos caciques de la Araucanía.
De esta manera, los chaziches o salineros –denominación que
surge en estas décadas y que refiere a su reciente ubica-
ción en Salinas Grandes– extendieron su campo de alianzas
fortaleciendo el entramado rizomático arauco-pampeano-
norpatagónico (de Jong, 2016).
El panorama indígena del siglo XIX seguía un patrón
de ocupación del espacio basado en asentamientos estraté-
gicos –por sus características productivas, por su ubicación
en rutas o rastrilladas que conectaban con otros territorios
y/o por su acceso con fronteras comerciales interétnicas–
conectados entre sí por una alta movilidad (Villar, 1993).
Desde la década de 1840, y en paralelo a la estabilidad
adquirida por los liderazgos, estos asentamientos de tierra
adentro adquirieron mayor visibilidad como identidades terri-
toriales (de Jong, Cordero y Alemano, 2022): en los valles
cordilleranos del norte de Neuquén y sur de Mendoza se
ubicaban los pehuenches; en la zona central de las Pampas,
en Mamül Mapu, los ranqueles; muy cerca, y algo más hacia
el este, en las Salinas Grandes, los salineros; y en las cuen-
cas de los ríos Colorado, Negro y Limay, los tehuelches y
huilliches o manzaneros.
Estas identidades territoriales, aunque organizadas en
torno al liderazgo de caciques que legitimaban su autori-
dad en el linaje del que descendían (Vezub, 2006; Bello,
2011; Jiménez y Alioto, 2011), tomaban relieve desde una
amplia red de obligaciones y solidaridades recíprocas que
se extendían en el espacio y que se canalizaban por lazos
de parentesco.

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30 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Prácticas de territorialidad discontinua: la afirmación


de territorios abiertos

¿Qué tipo de construcción territorial produjeron los actores


indígenas independientes en el contexto de las décadas cen-
trales del siglo XIX? Las identidades territoriales de estas
décadas centrales del siglo podían ampararse en un abanico
de representaciones que otorgaban legitimidad política a
partir de la ancestralidad del linaje de sus líderes y/o de
la profundidad histórica de la ocupación de determinados
asentamientos. Vezub y Mazzalay (2016:86) proponen, en
este sentido, que aunque los linajes fueron el “contenedor
formal” para representar las alianzas y vínculos de referen-
cia, estos tuvieron un carácter más político que étnico o
biológico. En otras palabras, los vínculos parentales crea-
ban una retícula sobre la que se asentaban las construccio-
nes étnicas o de linaje más ligadas a grados de interacción
social. La reciente etnogénesis salinera impedía apelar a
este tipo de argumentos. Probablemente por ello el discurso
político de Calfucurá –proveniente de la zona de Llaima,
al sur de la Araucanía– sostenía el dominio de las Salinas
Grandes en base a sus acciones de generosidad hacia sus
vecinos, amigos y parientes, así como su éxito en la negocia-
ción de la paz con el Gobierno nacional (de Jong, 2016).
Las relaciones de alianza y reciprocidad generadas por
el parentesco, el intercambio y la solidaridad militar con-
vertían en la práctica a los límites de los territorios de
cada cacicazgo en porosos y dinámicos. Esta porosidad se
extendía, en el período que abordamos, a los sectores de
la frontera con el Estado más próximos a cada identidad
territorial (de Jong, 2018). En esta dirección, algunas inves-
tigaciones registran la capacidad adquirida por algunas par-
cialidades indígenas en las décadas centrales del siglo XIX
para extender sus lógicas políticas hacia los espacios fronte-
rizos, definiendo las modalidades de articulación política y
económica con las poblaciones criollas. De esta manera, los
vínculos de parentesco canalizaban alianzas que favorecían

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 31

el comercio y la reciprocidad política entre los cacicazgos


huilliche-tehuelches de los valles cordilleranos al norte y al
sur del río Limay y criollos de Carmen de Patagones (Vezub,
2005; Davies Lenoble, 2017). En forma similar, en el norte
de la actual Neuquén y sur de Mendoza, los pehuenches
habilitaban a estancieros chilenos el acceso a los valles de
pastoreo de sus territorios, bajo acuerdos y supervisión de
los caciques (Varela y Manara, 1999; Davies Lenoble, 2019).
En los segmentos centrales de la Frontera Sur, cercanos
a la territorialidad ranquel y salinera –al sur de las pro-
vincias de San Luis y Córdoba, y a lo largo de la fronte-
ra bonaerense–, la competencia entre indígenas y criollos
por el territorio y su uso productivo limitó bastante más
la confluencia de intereses económicos. El impacto de las
lógicas indígenas sobre estos espacios fronterizos, no obs-
tante, se expresaba a través de la concertación de tratados
de paz, mediante los cuales los caciques buscaban garantizar
el comercio pacífico, cuyo incumplimiento podía suscitar
acciones de fuerza destinada a reorientar la política estatal.
Los indios amigos asentados en la frontera bonaerense con-
formaban parte de esta extensión de las lógicas indígenas
hacia las localidades de frontera, en tanto sus relaciones
parentales, comerciales y políticas con los cacicazgos inde-
pendientes habilitaban la movilidad entre la línea de fron-
teras y la tierra adentro (de Jong, 2016).
Esta injerencia de los cacicazgos sobre determinados
sectores de la frontera controlada por el Estado podría
entenderse como una extensión de las geopolíticas indí-
genas propuestas inicialmente por Bechis (2008 [1989]) a
los espacios criollos. Al mismo tiempo, coincidimos con
Cordero (2017) en que la superposición de territorialidades
indígenas y estatales en los espacios de frontera convertía a
estos espacios en multiterritoriales (Haesbaert, 2008).
El estudio de estos eslabonamientos territoriales y de
su gravitación en la política indígena enfrenta la dificul-
tad de basarse en fuentes documentales en su mayor par-
te de factura estatal, que solo proporcionan indicios muy

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32 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

indirectos sobre la política interétnica en la tierra adentro.


No obstante, en los últimos años la identificación de cor-
pus de correspondencia diplomática de factura indígena
han permitido analizar el discurso político y comprender
las dinámicas de alianzas de los principales caciques de las
décadas centrales del siglo XIX (Vezub y de Jong, 2019).
En este sentido, Tamagnini (2019) pudo constatar, durante
la primera mitad del siglo XIX, la presencia recurrente de
indios pehuenches, chilenos, o nguluches9 en Mamül Mapu,
el territorio ranquel. Estas “visitas” provenían de diversos
sectores de la Araucanía y permanecían durante el invierno
en el territorio pampeano, integrándose a las redes sociales
y políticas locales.
En estas instancias, el comercio se imbricaba con aga-
sajos rituales y protocolos que cimentaban lazos parentales
y políticos. Prácticas de este tipo se producían en el Caleufú,
llamado en la época País de las Manzanas (Figura 1). En las
décadas centrales del siglo XIX, el sur neuquino integraba
un espacio regional que conectaba la producción ganadera
indígena con los mercados en ambos lados de los Andes.
Eran las redes de parentesco indígena e indígena-criollas
las que canalizaban los circuitos comerciales con Carmen
de Patagones (Vezub, 2005; Davies Lenoble, 2017), así como
la venta de ganado a las curtiembres de Valdivia, en el mer-
cado de Pitrufquén, sobre las orillas del río Toltén (Carreño
Palma, 2011), o a los asentamientos salineros del centro
pampeano (Bello, 2011).

9 El uso de estos rótulos entre la población indígena y criolla en el siglo XIX


era flexible, situacional y muchos de estos nombres podían superponerse.
Mientras que el rótulo pehuenche era aplicado en general a quienes habitaban
los valles cordilleranos en los que abundaba la araucaria o pehuén, el término
nguluche aludía a quienes provenían del oeste de los Andes. Lo mismo suce-
día con el apelativo chileno aplicado a pobladores indígenas que provenían
de la Araucanía o “Chile” y de las faldas cordilleranas, sin que ello significara
en esa época la pertenencia a la Nación o Estado chileno.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 33

Figura 1. Eslabonamientos territoriales indígenas en las décadas centrales


del siglo XIX

Fuente: elaboración propia en base a de Jong, Cordero y Alemano


(2022).

Los territorios salineros, a su vez, participaban de un


eslabonamiento que conectaba a las localidades de Azul y
Bahía Blanca con las cordilleras y la Araucanía, involucran-
do a los asentamientos liderados por Calfucurá en Salinas
Grandes y su hermano Reuquecurá en los valles cordi-
lleranos de Aluminé. La dinámica de este eslabonamiento
imprimía calidades distintas a cada uno de los nodos que
lo integraban. Así como los líderes de Salinas Grandes asu-
mían el protagonismo en las relaciones diplomáticas con el

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34 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Estado argentino, la ubicación de Reuquecurá y sus segui-


dores garantizaba el acceso al boquete de Llaima, uno de los
pasos cordilleranos más directos hacia los territorios de las
cuencas de los ríos Malleco, Cautín y Toltén (Bello, 2011;
Salazar Siciliano y Berón, 2013). Este cacique se ubicaba
así en el centro radial de un amplio conjunto de alianzas
y circuitos de comercio que se extendían hacia distintos
puntos en ambos lados de la cordillera. Compartía, junto
a sus parientes salineros, el vínculo con los ranqueles, que
se extendía también hacia los pehuenches situados en el
norte de la cordillera neuquina. Hacia el sur, sus relacio-
nes de parentesco lo vinculaban a los caciques mapuche-
tehuelches ubicados en ambos lados del Limay, con quienes
compartía el espacio de comercio y abastecimiento en Car-
men de Patagones. Pero la alianza con Calfucurá hacía de
Reuquecurá el intermediario central de los salineros con las
agrupaciones ubicadas sobre el río Toltén y con los wente-
ches o arribanos del río Malleco. Esta ubicación convertía a
Reuquecurá en una figura imprescindible para la organiza-
ción de empresas maloneras o comerciales, ya que se hallaba
en condiciones de invitar a su amplia red de vínculos paren-
tales y políticos (de Jong, 2021).
Las cartas enviadas por Calfucurá a las autoridades de
Azul permiten suponer que una parte de estas visitas anua-
les eran comitivas organizadas por su hermano Reuquecu-
rá, a la cabeza de amplios contingentes que arribaban en el
otoño y que podían llegar a permanecer varios meses en el
centro de las Pampas. En una carta escrita en julio de 1864,
Calfucurá anunciaba la llegada de Reuquecurá con indios
“de toda la nación” […] “Pailacán y el cacique Quelahueque,
chilenos; Chezuelcho, Piguncho, Boronagos”.10 Se refería a
Reuquecurá como “su gente” y aseguraba: “biene abisitarme,

10 Calfucurá muestra en esta carta su clasificación de sectores aliados, entre los


que ubica a Paillacán, cacique del oriente cordillerano y Quilahueque, uno
de los caciques wenteches o arribanos del oeste de los Andes. También nombra
a tehuelches, picunches –probablemente pehuenches del norte de las cordille-
ras– y boroganos, provenientes de la zona de Boroa, en la Araucanía. Fuente:

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 35

no bienen a malón porque esta es mi gente también y saben


como bibo como me trato”.11 En este sentido, la labor de
Reuquecurá como intermediario suponía la concertación
previa con aquellos que lo acompañarían en el viaje acerca
del respeto a la política de los salineros en las fronteras. De
hecho, la evolución del período mostrará que los segmen-
tos de frontera con los que los cacicazgos locales mante-
nían relaciones diplomáticas no fueron objeto de grandes
invasiones mientras estuvieron vigentes los tratados de paz
con el gobierno nacional. Y al mismo tiempo, que cuando
estos se interrumpieron, las incursiones indígenas dirigidas
a renovar el diálogo político contaron con el apoyo militar
de los aliados regionales (de Jong, 2011).
El arribo de visitantes implicaba para los líderes anfi-
triones regalar o vender las raciones periódicas obtenidas
en las fronteras a partir de los tratados de paz. La priori-
dad de los visitantes en esta distribución podía significar la
postergación de otros caciques locales, restándoles recursos
para sus propios seguidores. Una carta dirigida por Cañu-
mil –cuñado y segundo cacique de Calfucurá– al presidente
Mitre en 1864 revela la tensión creada por la obligación de
agasajar con raciones a las “comisiones de Chile”:

Señor Presidente Mitre: Usted sabe que yo nunca he pedido


ración á V. E. Sólo me he estado sosteniendo con diez ó veinte
yeguas que mi cuñado [Calfucurá] me daba, y no pudiendo
más, porque no le alcanza ni para él, como tiene tantos capita-
nes y comisiones que vienen de chile, á todos éstos tiene que
darles de sus raciones. Le diré también que, cuando le dieron
ahora, mil doscientas yeguas, me regaló seiscientas de ellas
por regalo no por ración, y qué hago yo con esto cuando ten-
go doscientos hombres que ni de á cuatro les alcanzan.12

Calfucurá al presidente Bartolomé Mitre, 6 de Julio de 1864. Archivo Mitre


(AM), XXIV:92-95.
11 Calfucurá al comandante José A. Llano, abril de 1863. Servicio Histórico del
Ejército (SHE), Caja 11, doc. 414.
12 Cañumil al presidente Bartolomé Mitre, septiembre de 1863. AM,
XXIV:120-122.

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36 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Las relaciones de reciprocidad que regían la diplomacia


interindígena obligaban no solo a la celebración de fiestas
y agasajos a los visitantes de otros territorios, sino que se
extendían al comercio. En las cartas de Calfucurá encon-
tramos numerosas referencias a los productos traídos desde
las cordilleras –piñones y hierba de pintar mantas, objetos
de plata, tejidos, cañas, plumas– para ser intercambiados
por ganado en Salinas Grandes. Estos intercambios solían
dejar a los salineros sin rebaños para comerciar en las fron-
teras de Buenos Aires. En este sentido puede interpretarse
la respuesta de Calfucurá al pedido del comandante Conesa:
“Respecto a las mulas, me dispensará, porque ahora no ten-
go porque los chilenos como son muy amantes á las mulas
me las piden y me las llevan todas”.13
Calfucurá también ponía a disposición de los visitantes
sus contactos comerciales en las fronteras, garantizando
bajo el amparo diplomático el viaje de estas comisiones a
Azul y Bahía Blanca. Una carta enviada por el cacique al
comandante de esta localidad oficiaba como pasaporte para
los “capitanes que han venido de Chile, Epuñam, Agustín
Montero y Aniamil […] con esta gente van unos cincuenta
hombres con comercio que irán á parar en casa del comi-
sario Dn Felipe Caronti”. El objetivo de cumplir los com-
promisos con estos visitantes podía llevar a que les fueran
entregadas parte de las raciones destinadas a los salineros
en las mismas fronteras. Así, Calfucurá pedía que:

[…] entreguen a estos capitanes 100 yeguas a cada uno a


cuenta de las que me fueron prometidas como ración […]
he sabido que el Gobierno tenía 3000 yeguas en invernada
en Quequén Chico para regalármelas […] y si en caso no
han venido las yeguas que me han dicho que las tenían en

13 Calfucurá al comandante Emilio Conesa, 27 de abril de 1861. AM,


XXII:18-22.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 37

Quequén le suplico al vecindario que me hagan ese emprésti-


to que después se habonarán de las mías.14

Mediante este tipo de gestión política, Salinas Grandes


conformó en las décadas centrales del siglo XIX una plaza
comercial multiétnica, un nodo de intercambios regionales
con momentos de agregación y desagregación vinculados al
comercio estacional y a la concertación de matrimonios o
compadrazgos, pero también, en momentos de crisis de la
diplomacia fronteriza, a eventuales convocatorias a malón.
La gestión de la territorialidad se expresaba en una
trama disgregada de relaciones, implicando tanto el marco
formal del trawn (reunión) convocado por el cacique prin-
cipal para agasajar a las comitivas que arribaban a Salinas
Grandes, como en una multiplicidad de instancias de inter-
cambio comercial entre visitantes y anfitriones en las rukas
(casas) de capitanejos y conas (lanceros). Por ello, el control
sobre el territorio salinero era probablemente de carácter
difuso. Si nos orientamos por las descripciones de Bello
(2011) para la Araucanía, este control se ejercía en escalas
menores, a través de caciques y capitanejos que mantenían
relaciones de parentesco con los caciques principales. A su
vez, los espacios de influencia política y territorial de los
caciques más importantes de la agrupación tendían a dis-
tanciarse. Era posible entonces que caciques aliados entre
sí, y que controlaban un número significativo de seguidores,
se hallaran a varias leguas de distancia. De esta manera,
en la década de 1860 Calfucurá remitía sus cartas desde el
“Monte de Chilihue” al oeste de Salinas Grandes, mientras
que su segundo, Cañumil, se ubicaba en Carhué, Quentrel
sobre la laguna de Leufucó y Reuquecurá, uno de los lazos
más estables de Calfucurá, tenía su asentamiento en las
cordilleras. La distancia física, por lo tanto, no implicaba
necesariamente distancia política (de Jong, 2016).

14 Calfucurá al comandante José A. Llano, 18 de agosto de 1861. Archivo


General de la Nación (AGN), X, 20-7-1.

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38 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Este entramado se construía en diversos niveles y no se


restringía a la gestión de los caciques principales. Aquellos
líderes ubicados en jerarquías menores y/o más distantes
en términos parentales respecto de los caciques principales,
mantenían mayor autonomía frente a las obligaciones de la
malla de reciprocidades de parentesco. Caciquillos y capi-
tanejos podían trasladar su adhesión de un cacique a otro
y concertar acciones por fuera de la consulta a los líderes.
Ejemplo de ello son los pequeños y medianos malones orga-
nizados por las llamadas segundas líneas (Cordero, 2016),
en los que se ponían en juego sus propios capitales paren-
tales y que terminaban por delinear coyunturales unidades
políticas que atravesaban los límites de lo que distinguimos
como cacicazgos, parcialidades o identidades territoriales
(de Jong, Cordero y Alemano, 2022). La dinámica política
operaba desde una retícula flexible, donde algunos capita-
nejos podían actuar con autonomía, organizando malones
de menor escala que tensionaban el cumplimiento del trata-
do de paz concertado por el líder principal, o bien sumarse
a invasiones organizadas desde otros territorios. Duran-
te las décadas centrales del siglo, este tipo de situaciones
tendieron a desdibujar los límites políticos entre salineros
y ranqueles.
Los puntos precedentes sugieren una alta tasa de movi-
lidad y rotación del personal (Palermo, 1999) entre las prin-
cipales identidades territoriales, desde una dinámica con-
dicionada por las políticas de los líderes, pero habilitada
simultáneamente por las redes interfamiliares. Esta movi-
lidad suponía la permanencia en territorios distintos a los
de la parcialidad de origen durante grandes períodos, posi-
bilitando trayectorias individuales que hilvanaban asenta-
mientos distantes a lo largo del ciclo vital. Estos rasgos
generales de movilidad, articulación parental y apertura de
territorios son consistentes con la notoria ausencia de con-
flictos y enfrentamientos por la ocupación de sitios estra-
tégicos o por el uso de áreas de tránsito y caza durante
el período que analizamos, panorama contrastante con la

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 39

sucesión de enfrentamientos registrados en las primeras


décadas del siglo XIX.
En base a este conjunto de aspectos observados para
el caso salinero, proponemos denominar territorios abiertos
al modo de gestión territorial que tuvo lugar en el marco
de eslabonamientos regionales en las Pampas y Norpatago-
nia durante las décadas centrales del siglo XIX. El control
territorial se expresaba en obligaciones y protocolos que
participaban de una relación de reciprocidad parental entre
el anfitrión y el visitante. El comercio, las fiestas y los agasa-
jos, la concertación de matrimonios y el intercambio ritual
de nombres que sellaban lazos de compadrazgo así como
la invitación y aceptación a participar en un malón, eran
instancias que involucraban el cumplimiento de obligacio-
nes que contemplaban asimismo el respeto por la orien-
tación política de los anfitriones. La afirmación territorial,
de esta manera, se canalizaba en actos que a la vez que
legitimaban el dominio local, resultaban en la apertura e
incorporación de los otros.

Reflexiones finales

Hemos apuntado en este recorrido a rescatar los aportes


que permiten abordar las prácticas de territorialidad indí-
gena en las Pampas y Norpatagonia durante el siglo XIX
de una manera novedosa. Ello se vincula con la posibilidad
de cuestionar el modelo estatal aplicado tradicionalmente
a la identificación de unidades políticas indígenas y a sus
territorios para pensar en “cadenas de sociedades” (Amselle,
1998), en términos de redes y articulación de ocupaciones
discontinuas. Supone al mismo tiempo el objetivo de inte-
grar las lógicas económicas, políticas y sociales operantes
en la sociedad indígena así como sus transformaciones en
función de la relación mantenida con los Estados colonia-
les y nacionales.

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40 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Si esta perspectiva resulta válida para comprender las


dinámicas sociales que fueron generándose en el espacio
panaraucano a partir de la presencia hispana, es especial-
mente importante para enfocar la tierra adentro del este
cordillerano en las décadas centrales del siglo XIX, cuando
la estabilidad adquirida por los liderazgos aparenta mos-
trarnos un mapa compuesto por unidades con contornos
étnico-políticos y territoriales delimitados. Sin embargo, la
contextualización histórica y regional permite distinguir las
representaciones con las que los liderazgos afirmaban su
legitimidad de la trama de relaciones extendidas que hacía
de cada parcialidad, cacicazgo –o etnia para los etnólogos–
segmentos de eslabonamientos mayores, movilizados por
intercambios comerciales y parentales.
En las décadas centrales del siglo XIX, las rutas de trán-
sito y espacios locales que articulaban el Wallmapu desde
tiempos prehispánicos parecen adquirir una calidad dife-
rente. Esta retícula de larga duración comenzó a canali-
zar tramas políticas más amplias e intensas, asignando a
los espacios locales e intersticiales nuevas funciones que
conducen a revisar algunos de los presupuestos de los
que partimos. En contraste con etapas previas, caracteri-
zadas por una gran competencia interindígena y una gran
inestabilidad en la ocupación de territorios pampeano-
norpatagónicos, entre las décadas de 1840 y 1870 se delinea
un campo político indígena caracterizado por el ejercicio de
liderazgos estables que afirman su territorialidad en espa-
cios estratégicos en función de sus recursos, cercanía con
las fronteras comerciales criollas o ubicación en rastrilladas
vitales para la comunicación con otros territorios indíge-
nas. Pero aunque representados y reconocidos bajo el domi-
nio de un cacicazgo o linaje, estos territorios constituyen
emergentes históricos de una red de intercambios y solida-
ridades que los posibilita y condiciona.
Ello lleva a comprender las prácticas de territorialidad
como prácticas de articulación entre territorios más que
de diferenciación de los mismos. En términos de Vezub y

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 41

Mazzalay (2016:95), estamos ante “territorialidades loca-


lizadas pero no delimitadas”. Intentando contrastar esta
interpretación con situaciones provistas por las fuentes,
abordamos la correspondencia diplomática del cacique Cal-
fucurá en busca de indicios que refirieran a la gestión terri-
torial de los salineros. Nuestro recorrido sobre distintas
dimensiones relacionadas con la realidad salinera converge
con una lectura sobre la territorialidad indígena afirma-
da, paradójicamente, en base a aperturas hacia los “otros”
que podían devenir habitantes estacionales o definitivos de
estos espacios, o aliados cruciales en los que se deposita-
ba una potencial estrategia defensiva. El mantenimiento de
relaciones mantenidas con otras identidades territoriales
fue, por lo tanto, la condición de posibilidad de la estrategia
política fronteriza de cada segmento o nodo de esta red.
Nuestra propuesta de eslabonamientos de territorios
abiertos apunta a distinguir aquellos procesos fundantes
de una nueva calidad en el sistema: aquella por la cual la
red precede a los nodos, las relaciones a los grupos y en
donde las alianzas no son puestas a prueba por las identida-
des locales. Proponemos, en consecuencia, que las prácticas
más significativas de afirmación territorial –así como sus
cuestionamientos o contradicciones– se ejercitaban más al
interior de las identidades territoriales que en la condición
difusa de sus bordes. Ello se expresaba en la contradicción
y concertación propias de las múltiples instancias de la vida
social, tales como la tensión entre los liderazgos y segundas
líneas, en las prácticas protocolares y exigencias materiales
ligadas a la recepción de aliados, amigos y parientes, en la
ausencia y/o disminución de disputas territoriales durante
el período y en la extensión de las lógicas indígenas hacia
los espacios de frontera. Ello supone una novedad respecto
a la gestión política y al papel de los territorios en el primer
tercio del siglo XIX, y subyace a las construcciones ideoló-
gicas acerca de la primacía del linaje y de identidad territo-
rial que ofrecían una imagen de autonomía y consistencia
homogénea de los asentamientos locales. En términos de

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42 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Calavia Sáez (2004:131), “No hay una comunidad dentro de


un territorio, sino, por así decirlo, un territorio dentro de
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Lecturas etnohistóricas sobre la gran


frontera sur indígena (siglos XVIII-XIX)
MARCELA TAMAGNINI

Introducción

La historia humana está atravesada por fronteras de todo


tipo. A las viejas fronteras geográficas, políticas, religio-
sas, lingüísticas, sociales, económicas, étnico-nacionales, de
género y etarias hoy podemos agregar otras nuevas que
vienen de la mano de la digitalización, la cibernética y la
biopolítica. Como ningún conocimiento o, en este caso,
abordaje, se puede desligar de su contexto acontecimen-
tal, la lectura aquí propuesta toma como punto de partida
una frontera militar que fue pergeñada en Sudamérica en
la temprana colonia para definir un ordenamiento territo-
rial que se extendió desde el Océano Atlántico al Océano
Pacífico y que fue el producto pero también la causa del
enfrentamiento entre indígenas e hispano-criollos, euro-
americanos o cristianos, designaciones o categorías que
los investigadores emplean habitualmente para referirse al
colectivo no indígena.
En el Cono Sur americano, este artefacto recibió dife-
rentes nombres. Mientras en la Argentina se lo denominó
Frontera Sur, en Chile fue la Frontera del Biobío o también de
la Araucanía. En cambio, en Uruguay nunca se habría esta-
blecido una estructura o línea militar, aunque sí se habría
configurado al norte del Río Negro una imprecisa y difusa

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52 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

área fronteriza. Este escrito tiene por propósito ofrecer una


síntesis sobre la manera en que se configuró el campo de
los estudios de frontera en la región, es decir, la forma en
que fue encarada su investigación, definición y significado
por diferentes disciplinas sociales entre las que incluiremos
la Historia, la Antropología, la Arqueología y la Etnohis-
toria. Básicamente, nos centraremos en los aportes de esta
última, porque es el lugar donde situamos nuestros estudios
sobre el tramo mediterráneo conocido como Frontera Sur
de Córdoba o Frontera del Río Cuarto, desde fines del siglo
XVIII y hasta la llamada Conquista del Desierto en 1879.
Antes de ocuparnos de lo disciplinar, nos parece opor-
tuno explicitar dos supuestos que orientan la indagación.
El primero es que las reflexiones que presentamos forman
parte de una agenda de trabajo más amplia que es el resulta-
do de un conocimiento situado, producto de una trayectoria
de investigación desarrollada en un contexto determinado,
en este caso la Universidad Nacional de Río Cuarto, una
casa de altos estudios creada en la década de 1970 en el
sur cordobés. El segundo, que se deriva del primero, es
que adherimos a la propuesta de Martha Philp de reali-
zar una lectura de la historia argentina desde el interior
(Philp et al., 2018), pero sin perder de vista la totalidad
que la engloba. Este juego, en el que se articulan diferentes
niveles de escala, presta atención a la reconstrucción de
las macro-dimensiones (Literas y Barbuto, 2021). De esa
manera, procuramos darle relieve a la tensión permanente
entre la mirada local/regional y la preocupación por las
estructuras, procesos y sistemas que abrevan o devienen de
la sociología histórica.
En ese marco, es necesario que expliquemos mínima-
mente las circunstancias que dan cuenta del desarrollo de
lo que hace quince años en nuestra tesis doctoral denomi-
namos la gran frontera del Cono Sur (Tamagnini, 2006), un
espacio social que tiene que ver con la conquista europea
que, desde fines del siglo XV, modificó radicalmente la fiso-
nomía de grandes conjuntos sociales que no eran europeos

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 53

y que tenían sus propias formas de representar la realidad


y de vincularse con otros pueblos con los que coexistían.
Siguiendo a Tiapa (2011), se trataría de una más de las fron-
teras de la modernidad, limítrofe a las grandes geoculturas
globales configuradas a lo largo de la expansión capitalista,
ubicada en este caso en el continente americano.
Es conocido que la administración colonial incorporó
muy tempranamente a los grupos más jerarquizados a tra-
vés de la encomienda, la mita o las reducciones religiosas.
Rápidamente, estos se convirtieron en indígenas sometidos o
súbditos. En el otro extremo, los indígenas libres o soberanos
opusieron una tenaz resistencia, impidiendo la ocupación
de sus territorios por parte de los conquistadores europeos.
Las fronteras con los chichimecas (México) y con los arau-
canos en el Biobio (Chile) fueron la expresión más acabada
de este último proceso. A su vez, las poblaciones nativas que
vivían en geografías impenetrables o poco productivas para
los europeos (como las de la región amazónica) siguieron
otro camino, adquiriendo en su transcurso cierta indepen-
dencia política y territorial. Entre las últimas décadas del
siglo XIX y las primeras del XX, todos los grupos que no
habían sido sometidos fueron derrotados en forma violenta
y desalojados de sus tierras por las acciones llevadas a cabo
por los Estados nacionales que pretendían delimitar sus
territorios. Las regiones de la llamada frontera con el indio
fueron desarticuladas con la consiguiente transformación
de los vínculos interétnicos. Pese a ello, este sustrato histó-
rico continúa en la memoria y explica la pervivencia de la
etnicidad como problema socio-político, muchas veces liga-
do al prejuicio racial y a una estructura socio-económica
desigual (Pérez Zavala et al., 2018).
La idea de una gran frontera o de un gran espacio
fronterizo en el Cono Sur es una construcción teórica que
abreva en la noción de totalidad propuesta por Martha
Bechis (2008b), que nos pareció operativa para abordar los
diferentes tramos de la misma. Por otra parte, dicho enfo-
que actúa en tándem con otros tres conceptos que son:

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54 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

conflicto interétnico, violencia y proceso de construcción


de los Estados nacionales argentino, chileno y uruguayo. A
lo largo del siglo XIX, los tres operaron sobre la frontera de
manera paralela, desarrollando una acción que perdura, ya
que dejó una huella profunda en nuestras sociedades. Sus
primeras manifestaciones se remontarían al establecimien-
to y afianzamiento de la línea militar. Después, todo lo que
siguió fue consecuencia de la acción inaugurada por esta
línea y las instituciones que traería aparejado tener las mili-
cias ubicadas en ella. Entonces, desde nuestra perspectiva, la
gran frontera sería una estructura social que se caracteriza
por conjugar la historia indígena que viene “del fondo de la
tierra” (Tamagnini y Pérez Zavala, 2010), la de las fuerzas
sociales criollas y subalternas que, o bien resistían, o bien
no podían ser asimiladas por los Estados nacionales en su
período organizacional y, finalmente, la consolidación de
estos últimos.
Esta situación nos permite pensarla como una unidad
de análisis a pesar de las simetrías y asimetrías de los tres
casos. De hecho, mientras Argentina y Chile tuvieron una
mayor continuidad geográfica, Uruguay vale como ejemplo
de una diferenciación temprana ya que estuvo sujeta a pro-
cesos particulares derivados de su carácter de frontera entre
España y Portugal durante la colonia, y, posteriormente,
por la incidencia directa del Imperio británico desde las
invasiones inglesas (Tamagnini, 2006).
Somos conscientes de que una perspectiva centrada en
la simultaneidad del tratamiento, requiere necesariamente
invocar o no dejar de lado acontecimientos y referencias
puntuales muchas veces limitados y de desigual valor. La
propia fragmentación administrativa y logística de la línea
militar hizo que esta se correspondiera con muchas fronte-
ras y no con una sola. Aun cuando estas tenían en común
que los contemporáneos las consideraban como periféri-
cas, no podemos desconocer la especificidad de las formas
fronterizas del siglo XIX, ya que se habrían conformado
en diversas coyunturas históricas, según los procesos de

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 55

apropiación y ocupación del territorio. No obstante, más


allá de estas advertencias, consideramos que vale la pena
el esfuerzo de contextualizar los acontecimientos que allí
tuvieron lugar pensando el vasto escenario de las fronteras
meridionales como una unidad. La aplicación de una visión
de conjunto, en cuanto estructuras, no requiere necesaria-
mente atender a la continuidad espacial sino a las relaciones
sociales que registran muchos puntos en común. En suma,
la gran frontera permite verificar cómo operó sobre ella la
modernización política y, de manera contrapuesta, su inci-
dencia sobre los procesos locales. Las inconsistencias que
surgen en el momento de su abordaje pueden ser circuns-
criptas y orientadas (Tamagnini y Pérez Zavala, 2011).
El tratamiento de la gran frontera posibilitó distinguir el
devenir de varias disciplinas abocadas a la reconstrucción de
los procesos fronterizos, así como los diálogos que entabla-
ron. A continuación revisaremos las esferas del conocimiento
y enfoques más significativos en su abordaje. Tanto en Argen-
tina como en Chile, el retorno de la democracia en la década
de 1980 constituyó un impulso para retomar el estudio desde
ópticas disímiles de las hasta entonces denominadas fronteras
con el indio. Un recorrido somero permite advertir el interés
que varias disciplinas sociales pusieron en esa frontera inter-
étnica, así como en las complejas relaciones que se generaron
entre sociedades con desigual desarrollo y diferentes estructu-
ras socio-culturales. Retomando e insistiendo en la noción de
conocimiento situado, nos vamos a ocupar de los estudios desa-
rrollados principalmente en Argentina y que vienen del campo
de la Historia, la Antropología, la Arqueología y la Etnohistoria.
Estas son las disciplinas con las que, por una cuestión de forma-
ción o por diferentes avatares académicos, hemos trabajado a lo
largo de mucho tiempo, lo cual no excluye de ninguna manera
que otras lecturas provenientes de otras áreas disciplinares sean
posibles. De hecho, en la actualidad las lógicas disciplinares sue-
len ser relegadas y hay un consenso mayor sobre la necesidad de
abordajes interdisciplinares con la consiguiente articulación de
saberes de diferentes campos.

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56 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Aportes en clave histórica

Numerosos estudios sobre la frontera colonial y republi-


cana con los indígenas del Cono Sur se reconocen deudo-
res de este enfoque, en parte porque la Historia ocupó y
sigue ocupando un lugar privilegiado en los procesos de
construcción estatal. La producción historiográfica argenti-
na ancla profundamente en la matriz ideológica del Estado
nacional, siendo una de las herramientas culturales puestas
en juego para la construcción de la homogeneidad nacional.
Eso hizo que en los estudios tradicionales se tendiera a
omitir la etnicidad, la historia y el accionar político de las
poblaciones indígenas.
Para la Historia, la frontera como problema de investi-
gación adquirió envergadura en el siglo XIX, sucediéndose
a partir de entonces diferentes concepciones históricas (cfr.
Navarro Floria, 2005). Algunos autores (Carbonari, 1999)
consideran que en los estudios de frontera se pueden distin-
guir tres grandes etapas: la primera sería la político-militar
y estaría vinculada a la ocupación territorial que acompañó
a la historia política. En ese marco, podemos situar a la
historiografía militar testimonial y la historiografía mili-
tar propiamente dicha (Olmedo, 2009). Ambas se caracte-
rizaron por el ensalzamiento de la conquista, organización
y desempeño de los militares en la frontera,1 desde una
mirada que, si bien contenía una perspectiva geopolítica,2
no alcanzó a manifestarse totalmente como tal porque el
conflicto con los indígenas era percibido como una cues-
tión interna que tenía lugar en las fronteras interiores.3
No obstante, autores como Illobre (1980) han señalado el

1 Entre sus representantes más destacados se encuentran Ramayón (1921),


Walther (1964) y Raone (1969).
2 Desde la Etnohistoria, Martha Bechis (2008a:38) hizo un planteo sobre la
utilización de este concepto que podríamos considerar desafiante, ya que
propuso su aplicación en el contexto de sociedades no estatales.
3 El empleo de este término es de larga data. Si bien no fue adoptado durante
la colonia, su uso se extendió a lo largo del siglo XIX, proyectándose hasta la

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 57

carácter geopolítico de la mirada de Julio Argentino Roca,


ministro de Guerra y Marina del Gobierno de Avellane-
da, quien reconocía que la avanzada militar destinada a
someter a los grupos indígenas de la región pampeana y
norpatagónica reconocía como verdadera frontera aquella
que limitaba con Chile.
Posteriormente, se pasó a un enfoque económico-
social que la entendía como un área de tierras libres en
continuo receso, con un fuerte paralelismo entre la expan-
sión ganadera y la ocupación de mayores superficies terri-
toriales. En ese marco, a cada período de incremento de la
ganadería le correspondería otro de avance de la frontera y
de acciones militares consecuentes a aquella.4 Luego, con las
nuevas perspectivas historiográficas, el concepto se centró
en una dimensión cultural preocupada por las relaciones
interétnicas. Las miradas alternativas que comenzaron a
esbozarse en la década de 1980 estuvieron relacionadas con
el ámbito de la Historia Social, la Arqueología y la Etnohis-
toria, que trataron de revisar y cuestionar los antiguos este-
reotipos. Los trabajos pioneros de Raúl Mandrini (1984a;
1984b) y Miguel Ángel Palermo (1991, 1999) dan cuenta de
una inquietud por comprender no solo la dinámica de la
frontera sino la propia lógica de las sociedades indígenas
de la región pampeana y norpatagónica, particularmente su
economía. Este replanteo supuso un gran desafío desde y
para el campo de la Historia, porque se avanzó en la supera-
ción de la mirada tradicional, fuertemente marcada por las
fronteras políticas de los Estados nacionales. Las vertien-
tes ligadas a la historia regional y los estudios de grupos
subalternos, fueron las que más se acercaron al devenir de

actualidad. Ratto y Lagos (2011) consideran que ha sido poco discutido por
la historiografía contemporánea.
4 Los trabajos de Fernando Enrique Barba (1980; 1997) y Ricardo Cortés
Conde (1980) se inscriben en esta línea. Hebe Clementi (1988) también con-
sideró a la frontera como una estrategia de avance sobre los territorios ocu-
pados por indígenas.

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58 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

los indígenas en situación de frontera5. También, y en este


caso desde la historia cultural, se ha explorado la dimensión
sociocultural de fenómenos propios de la vida cotidiana de
la frontera, frecuentemente desestructurados, olvidados o
resignificados porque no eran convenientes para los secto-
res que gobernaban la Argentina en la segunda mitad del
siglo XIX (Torres, 2021).
En ese marco, nos parece que los principales aportes
de la Historia que se aplicaron en los estudios de la frontera
interétnica tienen que ver con: el énfasis en la historicidad
de la misma; la articulación de diferentes niveles de escala
que ponen en tensión lo individual y biográfico, o lo local
y regional; la preocupación por las estructuras, los distintos
ritmos y duraciones de estas últimas; la consideración de
las múltiples dimensiones que atraviesan los acontecimien-
tos y que se derivan de los procesos históricos en los que
están inmersos; y, finalmente, las estrategias metodológi-
cas y herramientas heurísticas que permiten examinar una
enorme y disímil variedad documental en la que suele ser
difícil encontrar puntos de comparación.

Aportes en clave antropológica

En el caso de la Antropología, son muchas las contribu-


ciones realizadas que podemos mencionar, principalmente
orientadas a explicar las diferencias y semejanzas culturales
de los distintos pueblos indígenas.6 Esta disciplina aportó

5 Aunque la lista no es exhaustiva, los aportes significativos más recientes que


se pueden mencionar son de: Mases (2002), Navarro Floria (2002), Quijada
(2002), Villar (2003), Aguirre (2005), Delrio (2005), Ratto (2007), Nicoletti
(2008), Vezub (2009), Salomón Tarquini (2010), Alioto (2011), Areces (2012),
Néspolo (2012), Rustán (2013), Jiménez et al. (2015), de Jong (2016), Roulet
(2016), Canciani (2017), Literas (2017), Cordero (2019), Manara (2021),
entre otros.
6 A título referencial, las producciones de corte antropológico vinculadas con
las fronteras pampeana, norpatagónica y chaqueña en el siglo XVIII y XIX

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 59

categorías teóricas y metodológicas que dieron sustento


a la mirada sobre los otros internos dentro de los Esta-
dos nacionales. También propuso una revisión del carácter
etnocéntrico de los términos empleados y advirtió sobre la
presencia de sesgos ideológicos del colonialismo en sus pro-
pias bases conceptuales (Tiapa, 2011:387). En la lógica de la
frontera militar, favoreció la deconstrucción de concepcio-
nes acerca de salvaje, bárbaro, desierto, frontera, tierra adentro,
conquista militar, rompiendo con el nostálgico discurso de
la dominación de los cristianos o huincas y de la negación/
despojo de los indios.
Con la vuelta de la democracia,7 se adoptaron enfoques
pluralistas que dejaron de lado las posturas esencialistas que
definían a la cultura en forma ontológica y a la identidad
como inmutable. Acorde con esa perspectiva, los antropó-
logos enfatizaron que la identidad étnica se construye en
un campo social en el que hay más de una identidad de
contacto y que cada una se define a partir de la presencia
de otro. En ese marco, y en relación con los estudios de
la frontera interétnica, se avanzó en el estudio de los plie-
gues de la identidad, los estrechos vínculos entre identidad
y territorio, las identidades impuestas y la coexistencia de
distintas formas identitarias.
A su vez, y de la mano de los estudios sobre el patri-
monio cultural, se habilitaron nuevas lecturas de los relatos
históricos y sobre los monumentos que el proceso históri-
co fue dejando en clave etnocéntrica y racista, así como la
proyección de la perspectiva relacional del otro-nosotros en

son de autoría de: Briones y Carrasco (2002), Gordillo (2005), Hidalgo y


Tamagno (1992), Lazzari et al. (2015), Lenton (2011), Lucaioli y Nacuzzi
(2010), Lucaioli (2011), Nacuzzi (1998), Nacuzzi et al. (2008), Nagy (2014),
Pérez (2016), Radovich y Balazote (1992), Tamagno (2009), Trinchero (1999,
2000), Valverde et al. (2014), entre otros.
7 Recién entonces se produjeron transformaciones significativas en la rela-
ción del Estado con los pueblos indígenas, tales como la sanción de la Ley
23302 de Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes y la Ley
24071 de aprobación del Convenio 169 de la Organización del Trabajo
(Slavski, 1998).

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60 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

el tratamiento de los vínculos entre indígenas y cristianos.


También proveyó categorías que permitieron interpretar el
dinamismo, la constante transformación y reconfiguración
que se produce en las fronteras, incluyendo la lectura entre
líneas de documentos que posibilitan el rescate de sujetos
invisibilizados por la Historia, con la introducción desde
el relativismo de conceptos que habilitan la exhumación y
análisis de fuentes, así como las explicaciones por las que
el denominado archivo oficial siempre tiene una fuerte car-
ga etnocéntrica (Nacuzzi, 2002, 2018; Pavez Ojeda, 2008;
Zavala Cepeda, 2015). Sucintamente, podríamos decir que
el principal aporte de la Antropología consistió en dotar de
capacidad de agencia a los colectivos indígenas afectados
por las políticas de sojuzgamiento estatal. También hizo
aportes al estudio de la conformación del Estado-nación
haciendo visibles los dispositivos de poder que operaron
en la construcción de discursos e imaginarios tributarios
de un discurso homogeneizador que solapa las diferencias
y disputas sociales. De este modo, equilibró las lecturas e
interpretaciones del pasado, mostrando cómo los indíge-
nas fueron no solo uno de los grupos sociales derrotados
en la frontera sino también en el campo del relato y de
la memoria.

Aportes en clave arqueológica

En estrecha relación con el devenir de la Antropología,


consideramos que la Arqueología ha hecho contribuciones
significativas a los estudios de frontera a partir del registro
material. Aunque estrictamente no se trataría de interven-
ciones en clave de frontera, en la Argentina los aportes ini-
ciales de la Arqueología podrían remontarse a los finales del
siglo XIX, ya que hubo una tradición vinculada al estudio
de restos materiales de esas sociedades indígenas vincula-
das con la frontera interétnica, hoy totalmente discutida

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 61

porque se enlaza con la imposición y violencia colonialista.


Los espacios emblemáticos de estas primeras investigacio-
nes fueron el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y el
Instituto Nacional de Antropología de Buenos Aires. En el
primero se depositaron, además de los artefactos cultura-
les, restos óseos provenientes de las expediciones punitivas
sobre el territorio pampeano, patagónico y chaqueño (Pod-
gorny, 1998; Podgorny y Politis, 1990-1992). Por ejemplo,
el cráneo del cacique ranquel Panghitruz Gnër (Mariano
Rosas) permaneció en dicho Museo hasta junio de 2001. En
esta fecha fue colocado en un mausoleo en Lebucó (pro-
vincia de La Pampa), bajo custodia de sus descendientes
contemporáneos.
El caso mencionado se inscribe en un profundo debate,
iniciado a finales del siglo XX, en torno de los hallazgos
(especialmente los funerarios) y su destino, vinculado con
la situación de saqueo ligada al colonialismo. Así, mientras
algunos arqueólogos sostienen que los restos culturales y
óseos deben estar alojados en lugares ligados al entorno
científico (para potenciar su conocimiento), otros consi-
deran que su posesión y estudio debe estar supeditado a
normativas éticas y al interés de las comunidades involu-
cradas. En tal sentido, para los representantes indígenas lo
que corresponde es su restitución.8 (Curtoni y Chaparro,
2007-2008; Curtoni, 2022).
Simultáneamente, y de la mano de la Arqueología
Histórica, se desarrollaron en nuestro país un conjunto
de estudios sobre los vestigios e incluso arquitecturas de
emplazamientos militares de frontera. En términos gene-
rales, se caracterizan por propiciar enfoques de conjunto
que proponen la correlación del registro documental con el
arqueológico. Además de llamar la atención sobre las distin-
tas dimensiones de la territorialidad, otra característica de
estos estudios –que Ana María Rocchietti (2007) denominó

8 Esta discusión es de índole ética. Véase “Declaración de Río Cuarto, 2005”


(Olmedo y Ribero, 2007).

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62 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Arqueología de Frontera– es que tienen en cuenta la vida


social de aquellos que habitaron en o cerca de la línea, a
través de tres tipos de evidencias: las instalaciones militares
desde donde se controlaban los movimientos de los indios
y se realizaban los ataques ofensivos (fuertes, fortines y
postas), los poblados o ayuntamientos surgidos a la vera de
los fuertes en los que se radicaba una población civil muy
pobre que era llevada a la frontera o que se acercaba a ella
para sobrevivir y, finalmente, los campamentos de la tie-
rra adentro y las reducciones de indios infieles (Rocchietti,
2007).9 Muchos están totalmente destruidos o apenas mate-
rializados en alguna distribución confusa de los que fueran
sus materiales de construcción, mientras que existen algu-
nas piezas arquitectónicas en mejor estado de conservación
convertidas en museos.10

Aportes en clave etnohistórica

Los estudios de frontera fueron también abordados desde


la Etnohistoria, un área del saber que, a principios del siglo
XX, se constituyó en la periferia de la Historia y de la Antro-
pología. En la Argentina, las primeras investigaciones de
carácter etnohistórico coinciden con el retorno a la demo-
cracia en 1983, focalizándose tanto en poblaciones ligadas
al sistema de encomiendas como a las fronteras militares
con el territorio indígena. Sus planteos tienen en común
la puesta en evidencia de la capacidad de acción política
(y de resistencia) de las sociedades indígenas frente a los

9 Entre los principales aportes se encuentran los de: Lagiglia (1983, 2006),
Gómez Romero (1997), Langiano et al. (1997), Mugueta y Guerci (1997),
Pedrotta y Gómez Romero (1997), Austral y Rocchietti (1998), Goñi y
Madrid (1998), Gómez Romero (1997), Merlo (1999), Tapia (2002, 2008),
Leoni et al. (2006), Pineau y Landa (2009), entre otros.
10 Uno de ellos es el Museo del Desierto, que fue un asentamiento destinado a
la defensa de la frontera en la actual localidad de Achiras, provincia de Cór-
doba. Se lo conoce también con el nombre de Casa de la Comandancia.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 63

Estados coloniales, provinciales y nacional. Al mismo tiem-


po, dan cuenta de la pervivencia de estas poblaciones, sien-
do actualmente la conceptualización del genocidio indígena
uno de los puntos de mayor discusión (Bayer, 2010; Lenton,
2011; Delrio, 2015).
En tanto disciplina fuertemente atravesada por la inte-
gración de saberes y metodologías, nos parece que el prin-
cipal aporte de la Etnohistoria a los estudios sobre la Fron-
tera Sur argentina tiene que ver con la relevancia que se le
otorga al enfoque diacrónico. Ello supone abordar lo étnico
como un devenir histórico ya que, como propone Martha
Bechis (2008b), tanto esta como otras características cul-
turales de cualquier sociedad, son un producto histórico.11
La Etnohistoria pone también en el centro de sus preocu-
paciones la necesidad de enfocar los estudios históricos en
la interacción, no de culturas o historias, sino de pueblos
de diferentes culturas que definen recíprocamente su exis-
tencia. Este planteo vincular resulta innovador por cuanto
postula que mientras más sepamos de la dinámica decisio-
nal de las sociedades indígenas que habitaban el territorio
de la actual Argentina, más conoceremos nuestra historia
nacional y viceversa.
Finalmente, y como resultado de sus orígenes como
disciplina, la Etnohistoria se nutre de los aportes de otros
campos del saber,12 como la Literatura, la Lingüística, la
Geografía, la Ciencia Política, el Arte, la Música, la Topo-

11 En paralelo a esta área del saber y con muchos puntos en común, se desarro-
lló la Antropología Histórica, cuyo objetivo es conocer los sentidos que un
grupo otorga a sus acciones y representaciones en contextos específicos
(Lorandi y Wilde, 2000:58).
12 En Corrientes, Argentina, la artista visual Lucía Sbardella trabaja en un pro-
yecto de traducción cultural de las investigaciones del ámbito académico.
En ese marco, utiliza como soporte las cartas de frontera, plasmando en
vidrio tallado los espacios de disputa y la fractura del silencio etnográfico
como lugar desde el cual pensar la historia de la frontera. Actualmente inte-
gra la muestra visual “A plena luz del día. Encrucijada de presentes”. Centro
Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(abril a junio de 2022).

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64 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

nimia, así como la Sociología Histórica que revisa la His-


toria para reconocer a otros olvidados de la frontera, vale
decir, los sectores subalternos de la sociedad hispano crio-
lla (Torre, 2010; Báez, 2015; Giordano, 2015; Malvestitti,
2015; Perna, 2015; Mollo, 2017; Passetti, 2018; Torres,
2021).
Las investigaciones surgidas de la confluencia de estos
campos de conocimiento están contribuyendo también a
revertir la noción de agrafía asignada a las poblaciones
indígenas. Los etnohistoriadores no solo reconocen indi-
cios de la historicidad de estos pueblos en documentos de
archivos, sino que también descubren escritos de su auto-
ría. La localización, desclasificación, análisis y publicación
de correspondencia indígena del área arauco-pampeana-
norpatagónica (Bechis, 2008b) también ha enriquecido los
estudios sobre los procesos fronterizos argentinos y chile-
nos. A ello debiéramos sumar también la memoria histórica
recuperada a través de entrevistas.
Por cierto, la decisión de pensar la gran frontera como
una construcción teórico-metodológica reclama la inter-
vención simultánea de un conjunto de disciplinas que no
solo permiten abordar problemas que están vinculados con
procesos de larga duración y con la conexión de los con-
textos locales con espacios regionales y subcontinentales.
La gran frontera también habilita la identificación de las
dimensiones políticas y económicas que intervinieron en
la estructuración y formación de los estados nacionales así
como los recortes y fragmentaciones en la conformación de
esos estados y mercados, que son los que en definitiva obtu-
raron el reconocimiento de la continuidad territorial de los
diferentes grupos étnicos con los que estaban en pugna.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 65

Reflexiones finales

Como hemos visto, hay muchas disciplinas desde donde


mirar las fronteras indígenas, razón por la cual se hace
necesario mostrar o explicitar cuál es la perspectiva desde
la que abordamos el caso de estudio. La articulación de
todas esas miradas, posible a partir del rico juego interdis-
ciplinario del que procuramos dar cuenta desde una lectura
conceptual pero también acontecimental, nos ofrecerá un
conocimiento más cercano o profundo de la gran Fron-
tera Sur.
El problema de las escalas territoriales sigue siendo un
desafío. En nuestro caso, el ejercicio de entender la particu-
lar historia de un tramo de la frontera indígena regional (la
del sur de Córdoba y San Luis a lo largo del siglo XIX) desde
una mirada que contemple sus vínculos con la gran frontera
como totalidad, constituye una perspectiva que debe ser
solidificada con nuevos estudios que apelen a otros marcos
conceptuales y permitan establecer otras claves analíticas.
También se debiera robustecer el diálogo entre la geopolí-
tica y los estudios de las fronteras interétnicas, en este caso
a partir de la recuperación de los nuevos enfoques de la
geopolítica crítica y su pretensión de nuevos imaginarios
para la región, de manera de dar cuenta de los reclamos
territoriales de diferentes grupos indígenas.
Finalmente, la articulación entre las perspectivas de la
historia investigada y la historia enseñada en todos los nive-
les del sistema educativo argentino constituye otro reto.
En términos generales, cuando los contenidos curricula-
res, tanto escolares como de formación docente, se ocupan
de los indígenas, lo hacen de manera tangencial poniendo
más bien su foco en lo acontecido en los fuertes, forti-
nes, misiones, etc. de la frontera interétnica. Aun cuando
las actuales orientaciones curriculares propician abordajes
que consideran la diversidad cultural e incorporan den-
tro de la historia nacional a sujetos y espacios tradicional-
mente invisibilizados, las sociedades indígenas continúan

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66 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

siendo abordadas de manera fragmentada y estereotipada,


sin lograr apropiarse de las nuevas producciones y enfoques
(Ponzio y Tamagnini, 2020).
La conflictividad fronteriza, que tanta importancia
tuvo en la historia del Cono Sur latinoamericano, debe así
seguir atendiendo a las particularidades que presenta cada
uno de los tramos de la frontera interétnica de fines del
siglo XVIII y la mayor parte del siglo XIX, pero de manera
necesariamente articulada con la historicidad de otras fron-
teras –pasadas y contemporáneas– a escala latinoamericana
y, por qué no, mundial.

Bibliografía

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Arqueología de las fronteras


interétnicas pampeano-patagónicas

Trayectos, problemas y perspectivas

VICTORIA PEDROTTA

Introducción

Las fronteras han sido objeto de profundas revisiones en


el campo de las Ciencias Humanas y Sociales durante las
últimas décadas, a la vez que son un tópico central para
comprender no solo la historia sino también la conforma-
ción actual de la sociedad argentina y los conflictos –étni-
cos, patrimoniales y territoriales– que la atraviesan. Las
fronteras, junto a otros términos estrechamente vinculados,
como regiones, límites, territorios, espacios, paisajes, entre
otros, han sido pensadas, cuestionadas, estudiadas y redefi-
nidas desde diferentes perspectivas teóricas en la Geografía
(Benedetti, 2007; Reboratti, 2008; Souto, 2011), así como
también se han debatido sus alcances teórico-conceptuales
y se ha reflexionado sobre sus aplicaciones a casos concre-
tos de estudio en el marco de otras disciplinas, especialmen-
te la Historia, la Antropología y la Arqueología (Mandri-
ni, 1992; Mayo y Latrubesse, 1998; Palermo, 2000; Ratto,
2001; Mandrini y Paz, 2003; Gómez Romero y Spota, 2006;
Lucaioli y Nacuzzi, 2010; Doval, 2018).

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78 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

En este contexto, es destacable el crecimiento que han


tenido, durante las tres décadas pasadas, las investigaciones
arqueológicas sobre las fronteras interétnicas que se desple-
garon en la región pampeana, el norte de la Patagonia y sus
adyacencias, desde el período Colonial hasta fines del siglo
XIX. Con distintos perfiles, orientaciones teóricas y varia-
dos niveles de diálogo e interacción interdisciplinar, nume-
rosos investigadores y equipos de trabajo se han abocado a
la arqueología de fronteras, que actualmente constituye una
especialidad consolidada y de notable crecimiento dentro
de la Arqueología argentina (Pedrotta y Bagaloni, 2021).
El objetivo de este trabajo es ofrecer una mirada sintética
sobre esta especialidad, prestando especial atención a las
investigaciones que se han llevado a cabo en las fronteras
pampeanas y nordpatagónicas durante los últimos treinta
años, así como al impacto de los debates teóricos antes refe-
ridos sobre las fronteras en el campo de la Arqueología y a
las líneas de indagación más destacadas.
En un primer apartado se hace un recorrido histórico
sobre el desarrollo de investigaciones en sitios arqueoló-
gicos localizados en espacios de frontera, considerando su
distribución regional, su período de funcionamiento, el tipo
de asentamiento y su adscripción cultural. Seguidamente, se
comentan algunas cuestiones teóricas y conceptuales cen-
trales que hacen al debate intra y extradisciplinar sobre las
fronteras y sus formas de abordaje arqueológico. A conti-
nuación, se destacan las líneas de análisis principales que
marcaron su agenda de trabajo y sus aportes en torno a
cuatro ejes centrales: las estrategias de ocupación del espa-
cio y sus recursos, la construcción del territorio, los cir-
cuitos de abastecimiento y los hábitos de consumo y las
prácticas cotidianas en las fronteras. Por último, se plantean
los desafíos y las perspectivas que se vislumbran para los
próximos tiempos.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 79

Los caminos de la arqueología de fronteras

A mediados de la década de 1990 comenzaron a llevarse


a cabo proyectos de investigación a largo plazo en sitios
arqueológicos que formaron parte de diferentes fronteras
interétnicas en la región pampeana, los cuales pasaron a
ser rápidamente uno de los pilares del enorme desarrollo
de la Arqueología histórica que se produjo de forma con-
temporánea en Argentina (Gómez Romero y Spota, 2006;
Pedrotta y Bagaloni, 2021). Dichos proyectos se enfocaron
en un grupo de fuertes y fortines, emplazamientos militares
emblemáticos cuyo estudio sentó las bases para la indaga-
ción arqueológica de los ciclos de avance de las líneas esta-
tales oficiales de la frontera pampeana (Bagaloni y Pedrotta,
2018). Hasta ese momento, a excepción del trabajo pionero
realizado en el fuerte San Rafael del Diamante, al sur de la
provincia de Mendoza, con una extensa ocupación durante
el siglo XIX (Lagiglia, 1983), los emplazamientos milita-
res que concretaron la expansión de la población hispano-
criolla, conformando sucesivamente las llamadas líneas de
frontera, no habían sido objeto de estudios arqueológicos
sistemáticos. Otra pesquisa importante, que no tuvo con-
tinuidad, fue el hallazgo de restos arqueológicos asociados
a la reducción franciscana San José, que había sido funda-
da a principios del siglo XVII sobre el río Areco, unas 15
leguas al norte de Buenos Aires, para la tribu del cacique
Bagual. Allí se recuperaron algunos entierros humanos con
variados ajuares que incluían objetos de origen europeo
(Conlazo, 1987).
Los pocos antecedentes arqueológicos sobre contextos
de contacto interétnico y/o espacios fronterizos estaban
asociados, en su mayor parte, a las poblaciones indígenas
pampeano-patagónicas de la tierra adentro –como denomi-
naba la sociedad hispano-criolla a los vastos territorios, por
ellos desconocidos, que se extendían más allá de sus domi-
nios– (Figura 1). Aunque carecían de una cronología ajus-
tada, se consideró que estos contextos contenían evidencias

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80 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

que testimoniaban las últimas etapas de desarrollo cultural


indígena dentro de las secuencias arqueológicas regionales,
que predominantemente correspondían al período prehis-
pánico. Entre dichos sitios se destaca un conjunto de 28
construcciones de piedra ubicadas en algunos valles cor-
dilleranos neuquinos (Goñi, 1983/85; 1986/87), así como
un grupo de represas de piedra localizadas en Cerro Los
Viejos, provincia de La Pampa, vinculadas al traslado de
grandes arreos de ganado a través del territorio indígena,
desde la pampa húmeda con destino a los mercados trans-
cordilleranos (Piana, 1979).
También son antecedentes relevantes los enterratorios
humanos de la localidad neuquina de Caepe Malal, datados
hacia el siglo XVIII (Varela y Biset, 1987; Hajduk y Biset,
1991) y los sitios a cielo abierto El Ceibo, en el litoral riopla-
tense (Austral, 1977), y Fortín Necochea, en la llanura inter-
serrana bonaerense (Crivelli et al., 1987/88; Silveira, 1992).
Si bien estos dos últimos asentamientos fueron datados de
manera poco precisa, ambos se vincularon a grupos indíge-
nas que ya habían incorporado a su modo de vida objetos
de origen europeo –reemplazando parcialmente su instru-
mental tradicional– así como animales domésticos introdu-
cidos, en especial caballos y ganado vacuno. El sitio Caepe
Malal I, por su parte, se vinculó a poblaciones pehuenches
que habían incluido en sus rituales funerarios el sacrificio
de ganado equino y ovino, que conformaba los ajuares jun-
to a diversas piezas de cerámica, instrumentos de hierro y
cuentas de vidrio de origen foráneo.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 81

Figura 1. Sitios arqueológicos investigados durante la década de 1980


en las fronteras pampeano-patagónicas y sus adyacencias

Fuente: elaboración propia en base a Pedrotta y Bagaloni (2021).

Como se señaló, en la década de 1990 se produjo el


gran despegue de la Arqueología de las fronteras interétnicas
mediante el inicio de investigaciones sistemáticas y de largo
alcance por parte de varios equipos de trabajo, sobre un grupo
de once fortificaciones militares que integraron líneas oficia-
les de frontera y que estuvieron en funcionamiento en distintos
momentos del siglo XIX. En el Cuadro 1 puede observarse que
los sitios estudiados durante este decenio fueron siete fortines
–Miñana, Otamendi, Fe, La Parva, El Perdido, Recompensa y
La Perra–, tres fuertes –Blanca Grande, Lavalle y Achiras– y el
Cantón Tapalqué Viejo, los cuales se concentraron principal-
mente en la frontera sur bonaerense. Los temas que entonces
se indagaron refieren sobre todo a las condiciones de vida den-
tro de dichas fortificaciones, analizando el aprovechamiento de
recursos locales para su construcción y para la alimentación de
las guarniciones, las formas de abastecimiento de ganado, bie-
nes de consumo, enseres domésticos, vestimenta y pertrechos,

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82 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

los patrones de distribución espacial de los materiales arqueo-


lógicos en el interior de las estructuras de vivienda y en sus
inmediaciones, así como los dispositivos de poder estatal y la
interacción entre militares, civiles e indígenas (un estudio deta-
llado en Bagaloni y Pedrotta, 2018).

Cuadro 1. Fortificaciones que fueron objeto de investigaciones


arqueológicas en el período 1990-2020

Inicio del Nombre del sitio Provincia Período de funcio-


estudio namiento

1990 Fuerte Achiras Córdoba 1832-1869


Fortín Miñana Buenos Aires 1860-1863
Fortín Otamendi Buenos Aires 1858-1869
FuerteBlancaGrande Buenos Aires 1828/1869-1879
Fuerte Lavalle Buenos Aires 1869-ca.1879
Fortín Fe Buenos Aires 1876-¿?
Fortín La Parva Buenos Aires 1858-ca.1864
Fortín El Perdido Buenos Aires 1863-1869
CantónTapalquéViejo Buenos Aires 1831-1856
Fortín Recompensa Buenos Aires 1876-1879
Fortín La Perra La Pampa 1883-1885

2000 Fortín Melincué Santa Fe Tardo-colonial


Fuerte General Paz Buenos Aires 1869-1877
Fuerte Algarrobos Buenos Aires 1869-1877
Fortín Chaján Córdoba Mediados siglo XIX
Fuerte San Martín Buenos Aires 1871-1876

2010 Fortín Pescado Buenos Aires 1858-1863


Fortín Machado Buenos Aires 1858-ca.1864
Fuerte San José Chubut Tardo-colonial
Fuerte Sancti Spiritus Santa Fe 1527-1529
FuerteCruzdeGuerra Buenos Aires 1828-1859
Fortín Rifles Buenos Aires 1869-1879
Fortín India Muerta Santa Fe Tardo-colonial

Fuente: elaboración propia en base a Pedrotta y Bagaloni (2021).

En general, la unidad de análisis de los proyectos ante-


dichos fue cada fortificación en sí y en relación a su espacio

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 83

inmediato circundante, sin prestar mucha atención a la línea


militar de la que formaron parte ni a las cambiantes geopolíticas
estatales hacia los indígenas o a las estrategias de avance de las
fronteras interétnicas y de ocupación de tierras a las que estas
obedecieron. Al respecto, es interesante mencionar el proyec-
to liderado por Langiano, Merlo y Ormazabal, que desde sus
inicios estuvo formulado a partir de un criterio geo-histórico,
ya que definieron el área de investigación a partir de la tra-
za del Camino de los Indios a Salinas o Camino de los Chile-
nos, una rastrillada que “unía las tierras ubicadas al sur del río
Salado bonaerense con los pasos bajos de Chile, atravesando la
pampa húmeda y la pampa seca” (Merlo y Langiano, 2015:169),
mediante el cual se realizaba el tráfico de ganado hacia los mer-
cados trasandinos. De este modo, dichos autores situaron las
fortificaciones estudiadas dentro de una perspectiva amplia que
contempla el control y uso de los recursos naturales cruciales
para la economía indígena, tanto como la dinámica expansión
de la frontera militar criolla en el período comprendido entre
1850 y 1880.
A su vez, en la década de 1990 se emprendieron proyectos
orientados específicamente a la arqueología indígena del perío-
do posthispánico, los cuales se focalizaron inicialmente en un
conjunto de construcciones de piedra hechas con la técnica
de pirca seca, que se encuentran en los dos sistemas serra-
nos bonaerenses: Tandilia (Slavsky y Ceresole, 1988; Mazzan-
ti, 1993; 1997; Ramos, 1995) y Ventania (Madrid, 1991). En su
mayoría, dichas edificaciones fueron interpretadas como infra-
estructura para la concentración, el engorde y el traslado de
numerosos arreos de ganado vacuno y caballar hacia Chile,
conformando circuitos comerciales que fueron la base de la
economía indígena en las fronteras interétnicas y en los vas-
tos territorios de la llamada tierra adentro, complementando
las investigaciones que previamente se habían realizado en las
represas de piedra de la pampa seca y en las construcciones
de piedra de los valles cordilleranos. Si bien aún no se cuen-
ta con una cantidad significativa de dataciones, la construc-
ción de estas edificaciones se ha referido generalmente al perio-

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84 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

do colonial y temprano independiente. Cabe señalar, además,


el estudio de los enterratorios indígenas del sitio Gascón I,
en Sierra de la Ventana (Barrientos y Oliva, 1997; Oliva et al.,
2007) que, al igual que Caepe Malal, evidencia la incorporación
de ganado doméstico y elementos materiales de origen euro-
peo como parte de los ajuares mortuorios, en el contexto de
rituales funerarios realizados por grupos indígenas pampeano-
patagónicos dentro de sus propios territorios. También en esta
década se abordaron tres reducciones que habían sido funda-
das en espacios de fronteras interétnicas durante el período
colonial: San Bartolomé de los Chaná, en la desembocadura del
arroyo del Monje y el río Carcarañá (De Grandis y Rocchiet-
ti, 1996); Santiago de Baradero, en el litoral norte rioplatense
(Tapia, 1999) y Nuestra Señora de la Concepción de los Pam-
pas, en la desembocadura de río Salado bonaerense (Pedrotta,
2013). Dichas reducciones funcionaron en distintos momen-
tos, tuvieron diversa duración e impacto y presentan diferentes
grados de integridad y preservación arqueológica. No obstante,
todas constituyeron dispositivos eclesiástico-estatales de avan-
ce y ocupación de tierras mediante estrategias de sedentariza-
ción, disciplinamiento y evangelización de los grupos indígenas
locales, que –a excepción de la reducción de San José en el río
Areco, antes citada– hasta entonces no habían sido objeto de
estudio desde la Arqueología.
Por último, se inició el desarrollo de una línea de trabajo
arqueológico centrada en las instalaciones rurales dedicadas a
la producción agropecuaria, principalmente estancias criollas
del siglo XIX situadas en la pampa bonaerense (Brittez, 1998;
2000), tal como puede observarse en el Cuadro 2. A estas cinco
primeras estancias, se sumaron varias más durante las décadas
siguientes, junto a instalaciones de menor envergadura, como
los puestos de estancia (las referencias bibliográficas comple-
tas pueden consultarse en Pedrotta y Bagaloni, 2021). A partir
de esta pujante línea de estudio, desde la Arqueología histórica
comenzó a ponerse en relación la dinámica de la formación de
las fronteras con los espacios rurales y los procesos de expan-
sión agraria, incorporando cuestiones vinculadas a las relacio-

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 85

nes sociales rurales, a la dimensión productivo-extractiva de


dichas instalaciones y a las redes de comercio interétnico de las
que formaron parte, considerando distintas escalas espaciales
de análisis: locales, regionales y globales.

Cuadro 2. Estancias y/o puestos de producción agropecuaria que fueron


objeto de investigaciones arqueológicas en el período 1990-2020

Inicio del Nombre del sitio Provincia Período de funcio-


estudio namiento

1990 Campo Scodellaro Córdoba Tardo-colonial


Infierno Buenos Aires 1860-1870
Vizcacheras Buenos Aires 1875-1910
Las Lagunas Buenos Aires Fines siglo XIX
Hudson (Piñero) Buenos Aires Mediados siglo XIX

2000 Chaján Córdoba


La Libertad Buenos Aires 1875-1940
La Colorada Buenos Aires 2da mitad siglo XIX
San Pablo Mendoza Siglos XVIII-XX
Iraola Buenos Aires Fines siglo XIX
San Eduardo La Pampa Fines siglo XIX

2010 La Concepción Santa Fe Colonial


Máximo Ortiz Buenos Aires Fines siglo XIX
Las Toscas 3 Buenos Aires Fines siglo XIX
Ballenera Vieja Buenos Aires
Puesto de la Fuente Chubut Tardo-colonial
Bertón Buenos Aires Siglo XIX
El Santuario I Buenos Aires 2da mitad siglo XIX
S. Salvador del Valle Buenos Aires Fines siglo XIX
Santa Coloma Buenos Aires Siglo XVIII

Fuente: elaboración propia en base a Pedrotta y Bagaloni (2021).

Durante las dos primeras décadas del siglo XXI se


produjo una expansión significativa de las investigaciones
arqueológicas en espacios de fronteras, como se obser-
va en la Figura 2. A las líneas de estudio ya afianzadas,
que se mantuvieron, se sumaron otras que ampliaron su

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86 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

alcance temporal y/o espacial, así como se incorporaron


nuevos tipos de sitios arqueológicos y surgieron campos de
indagación novedosos, como las actividades comerciales, la
inmigración europea y las vías de circulación regionales y
extraregionales. En efecto, los estudios dedicados a las ins-
talaciones productivas rurales sumaron nueve estancias y
siete puestos de estancia (ver Cuadro 2), que abarcan desde
el período tardo-colonial hasta inicios del siglo XX, situa-
dos en las actuales provincias de Mendoza, Córdoba, La
Pampa, Buenos Aires y Chubut. De forma paralela y similar,
la línea de indagación consolidada en torno a las fortifi-
caciones militares se incrementó con el estudio de cuatro
nuevos fuertes y seis fortines, expandiéndose espacialmente
desde la frontera sur de Córdoba hasta la costa patagóni-
ca (ver Cuadro 1). A la vez que continuó aumentando el
análisis de las construcciones de pirca de los sistemas serra-
nos bonaerenses (Roa y Saghessi, 2004; Ferrer y Pedrot-
ta, 2006; Mazzanti, 2007; Ramos et al., 2008; Pedrotta et
al., 2011; Pedrotta y Duguine, 2013; Oliva y Sfeir, 2018),
se ampliaron los trabajos en asentamientos indígenas por
medio del estudio de los sitios a cielo abierto Don Isidoro
(Tapia, 2005), La Raquel (Eugenio et al., 2007) y Arroyo
Nievas (Pedrotta, 2011).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 87

Figura 2. Sitios arqueológicos investigados durante el período 1980-2020


en las fronteras pampeano-patagónicas y sus adyacencias

Fuente: elaboración propia en base a Pedrotta y Bagaloni (2021).

Asimismo, en ese lapso de 20 años se sumaron nuevos


tipos de sitios arqueológicos que hasta entonces no habían
sido investigados, cuyo entramado fue configurando el pai-
saje rural originado en estrecha vinculación con la expan-
sión fronteriza estatal. Vale remarcar, entre estos, las ins-
talaciones comerciales rurales, como las pulperías Las Viz-
cacheras (Gómez Romero, 2003), Casa de Negocio (Brittez,
2009), Las Latas (De Grandis et al., 2009), Chapar (Bagaloni,
2014; 2017), Caldén (Montanari et al., 2013) y el boliche
Lucanera (Tomassini y Weimann, 2020). Así también, se
inició el estudio de las colonias agrícolas de poblamiento,
como la colonia de origen ruso-alemán Olavarría, funda-
da en el centro bonaerense al calor de la Ley de Inmigra-
ción y Colonización –Ley Avellaneda– de 1876 (Duguine,

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88 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

2010) o la británica Alexandra Colony, al norte de Santa


Fe (Dosztal, 2016).
Entre las temáticas novedosas más recientes cabe men-
cionar, por último, la presencia africana en las fronteras
bonaerenses por medio del estudio de la estancia Santa
Coloma (Stadler, 2017), las primeras experiencias reduc-
cionales jesuitas en la zona cordillerana de los siglos XVII
y XVIII (Hajduk et al., 2013), las estructuras defensivas de
zanjeado que acompañaron dos líneas fortificadas de fron-
tera –la Zanja de Rosas y la Zanja de Alsina– ambas del
siglo XIX (Landa et al., 2017; Tomassini, 2020), junto al
estudio de los caminos y las rastrilladas a escala regional y
extraregional (Bognanni, 2015), por donde circularon per-
sonas, ganado, productos, prácticas y saberes, vinculando
las fronteras interiores con los territorios hispano-criollos
tanto como con la tierra adentro.
Recapitulando entonces, las investigaciones arqueoló-
gicas en espacios que conformaron fronteras interétnicas
experimentaron un crecimiento notable –comparar las
Figuras 1 y 2– a lo largo de los últimos treinta años. Dicho
crecimiento se refleja en los numerosos proyectos e inves-
tigadores, en la gran cantidad y diversidad de sitios que
han sido o son objeto de pesquisas sistemáticas y de lar-
go alcance, los cuales muestran una ampliación temática
sostenida, una distribución espacial cada vez más extensa
y un dilatado eje temporal que comprende desde el siglo
XVI al XX. En menor medida se han desarrollado pro-
yectos de investigación puntuales de corte interdisciplinar
(Pedrotta et al., 2012).

De las fronteras turnerianas a los nodos de interacción

Las miradas sobre las fronteras interétnicas pampeano-


patagónicas dentro de la disciplina arqueológica se vinculan
fuertemente con la renovación historiográfica en el campo

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 89

de la historia indígena que se produjo en Argentina a par-


tir de fines de la década de 1980, y especialmente en los
años 90, en el que confluyeron historiadores, antropólogos
y etnohistoriadores. Los arqueólogos que contemporánea-
mente comenzaron a desarrollar investigaciones en sitios
arqueológicos vinculados a las fronteras se apoyaron en
esos debates teóricos, que permitieron no solo reconcep-
tualizar los espacios fronterizos, sino también replantear
sus formas de abordaje empírico y sus alcances interpre-
tativos.
En primer lugar, se cuestionó la concepción anglo-
céntrica de la frontera norteamericana, originada en la obra
de F. Turner que, con frecuencia, había inspirado la produc-
ción historiográfica local (Ratto, 2001; Schmidt, 2008). Des-
de esta perspectiva, la frontera era concebida como el borde
de la ola irrefrenable de la expansión blanca hacia el oeste
y era entendida como una línea rígida de separación entre
sociedades, en sintonía con la acepción del término border.
Las principales críticas a la narrativa fronteriza turneriana
que efectuaron los historiadores de la New Western History,
desde la década de 1970, cuestionaban que presentara el
avance de la sociedad blanca hacia el oeste de forma aislada
y no conflictiva, que considerara a los pueblos indígenas
como un elemento pasivo más de la naturaleza que debía
dominarse, y que invisibilizara a diferentes minorías que
habían tenido un rol en el proceso de expansión y asenta-
miento, atribuido únicamente a los pioneros norteamerica-
nos. En contraste, Ratto (2001) propuso concebir a la fron-
tera como un lugar con características propias, un espacio
social particular en el que convergieron culturas heterogé-
neas y adonde la interacción que se produjo entre distintas
sociedades conformó una nueva: la sociedad fronteriza.
Paralelamente, se discutió la visión dicotómica de la
historiografía tradicional, de raigambre militar y liberal,
sobre la frontera como límite que separaba en forma tajante
la llamada civilización de la barbarie. Según esta mirada,
la civilización refería a la sociedad criolla, autopercibida

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90 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

blanca y cristiana, se asociaba al poblamiento estable de


las tierras, a su puesta en producción agrícola ganadera y
al amparo de las instituciones que embanderaban al fla-
mante Estado-nación argentino. En tanto la barbarie se
vinculaba a los pueblos indígenas, infieles dedicados a la
depredación y la rapiña, que carecían de asentamientos
fijos y se caracterizaban por su vida anárquica y sin ins-
tituciones. Los estudios renovados sobre historia indígena
permitieron construir una imagen radicalmente distinta a
ese estereotipo de la barbarie (Schmidt, 2008), develando
que las sociedades indígenas desarrollaban una economía
compleja que articulaba la cría de ganado, la agricultura
en algunos casos, la producción de diversas manufacturas
y una intensa actividad comercial cuyos circuitos involu-
craban a los mercados hispano-criollos a uno y otro lado
de la Cordillera de los Andes (Mandrini, 1987; Palermo,
1988). También se avanzó en la comprensión de las pautas
de asentamiento y movilidad de dichos pueblos, en su orga-
nización social y política, así como en la dimensión ritual
e idiosincrática de sus modos de vida (Bechis, 1989; Paler-
mo, 1991; Mandrini, 1992; Mandrini y Paz, 2003; Villar,
1993). De forma complementaria, se ha abordado el estudio
de la identidad y la etnicidad a partir de marcos flexibles
y contingentes que posibilitan historizar los procesos de
mestizaje, hibridación y etnogénesis (Nacuzzi, 1998; Boc-
cara y Galindo, 2003; Farberman y Ratto, 2009; Lucaioli y
Nacuzzi, 2010). Más recientemente, entre otros tópicos, se
ha indagado la participación político-electoral, el accionar
militar y la territorialidad indígena en interacción con otros
agentes e instituciones (Lanteri y Pedrotta, 2012; de Jong,
2015; Literas, 2015).
Además de los debates comentados en los campos dis-
ciplinares de la Historia y la Antropología, debe tenerse
en consideración el eco que tuvieron en Argentina algu-
nos trabajos dentro de la Arqueología norteamericana que
abordaron la temática fronteriza a partir del replanteo de su
vinculación con los modelos tradicionales de aculturación

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 91

que se habían aplicado a las situaciones de contacto interét-


nico para explicar el cambio cultural (Lightfoot y Martínez,
1995; Cusick, 1998; Rice, 1998). Estos trabajos pusieron en
cuestión las concepciones esencialistas de las sociedades,
tanto como las miradas unidireccionales sobre el cambio
cultural; ambas teñidas por supuestos evolucionistas que
replicaban, de cierto modo, la clasificación jerárquica de las
sociedades humanas y la referida dicotomía entre civiliza-
ción y barbarie. Por ejemplo, Rice (1998) resalta la multipli-
cidad de contextos físicos –espacial y temporalmente diná-
micos– en los que pudieron haber ocurrido las situaciones
de contacto interétnico en América desde el siglo XV, y pro-
pone una serie de conceptos flexibles para dar cuenta de esa
variedad de lo que denomina regiones de contacto: frontiers,
boundaries, borderlands y peripheries. Según la autora, frontera
refiere entonces a un lugar y a un proceso, espacialmente
dinámico y socialmente abierto, focalizado en las múltiples
interacciones que se producen en una región geográfica y
entre sus componentes naturales y culturales.
Gómez Romero y Spota (2006), y más recientemente
Doval (2018), analizaron el empleo de distintas nociones de
frontera en las investigaciones arqueológicas de la región
pampeana y su vinculación con otros campos disciplinares.
Todos ellos señalan que, en general, las propuestas que enfa-
tizan el carácter relacional de las fronteras son las que han
tenido mayor recepción en la Arqueología argentina, sien-
do mayoritariamente concebidas como espacios dinámi-
cos, abiertos, activos y transformadores, donde se producen
complejas y variadas relaciones sociales e interétnicas. No
obstante, Doval marca el uso acrítico y superficial de este
concepto que, en algunos casos, conduce a la reproducción
de discursos esencialistas y, en otros, conlleva la noción
de una entidad en avance constante desde una posición
estado-céntrica que desconoce la existencia de territoriali-
dades subalternas. Esta autora entiende a la frontera como
proceso, en tanto “espacio flexible y permeable donde se
produjeron una diversidad de relaciones interétnicas” y se

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92 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

concretaron intercambios materiales, sociales y simbólicos


en múltiples direcciones (Doval, 2018:233). Gómez Romero
y Spota (2006) proponen un acercamiento antropológico,
definiendo a la frontera como una zona de encuentro de
otredades donde se generan tensiones y conflictos, enfa-
tizando su carácter de espacios marginales en los cuales
los actores sociales fronterizos –segregados espacial, social
y materialmente– generan sus propias representaciones y
significados, alternativos al orden instaurado.
Desde la Arqueología, las fronteras también han sido
pensadas como procesos históricos de larga duración en el
contexto global del colonialismo, la expansión capitalista
y la formación del mundo moderno (Ramos, 2004; Busca-
glia, 2011; Tapia, 2011). Así, para contextualizar casos de
estudio arqueológicos en espacios fronterizos, se ha toma-
do el modelo de centro y periferia derivado de la Teoría
del Sistema Mundo de I. Wallerstein (1974), posicionan-
do a las fronteras como los bordes exteriores de dichas
periferias. Este modelo, que requiere perspectivas de aná-
lisis macro y trans-regionales, ha resultado de mucha uti-
lidad en Arqueología histórica para estudiar la interacción
humana en extensos espacios geográficos en virtud de sus
cualidades jerárquicas y su capacidad para integrar los con-
textos locales en dinámicas globales (Stein, 1998). Si bien
dicho modelo conlleva, entre otras limitaciones, el riesgo
de sobredimensionar los factores económicos y presentar la
relación entre centros y periferias en términos esencialistas
y dicotómicos, tiene gran potencial para analizar el con-
tacto y el cambio cultural en escenarios de frontera, sobre
todo en relación con las redes de intercambio y el comer-
cio interétnico que, frecuentemente, confluyeron en dichos
espacios. Al respecto, es interesante articular el modelo de
centro y periferia con la propuesta efectuada por Lightfoot
y Martínez (1995) de concebir las fronteras como nodos
de intersección de redes sociales, como espacios de inter-
acción de poblaciones heterogéneas, multiculturales y con
conflictos faccionales. De este modo, es posible balancear

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 93

las interacciones entre los centros y las periferias desde


una perspectiva no colonialista ni etnocéntrica y mediante
la articulación de múltiples escalas de análisis temporales
y espaciales.

Temas y problemas centrales para una arqueología


de las fronteras

Uso del espacio y sus recursos


El estudio de la relación entre las sociedades humanas y
los ambientes que habitan es una robusta línea de investi-
gación de larga tradición en Arqueología prehispánica, que
ha planteado los términos de dicha relación de formas muy
diversas. Este amplio abanico abarca miradas restringidas
a los aspectos adaptativos en sentido biológico, posturas
economicistas que únicamente consideran el carácter uti-
litario de dicha relación expresado en términos de costos
versus beneficios, y modelos más complejos que proponen
interacciones múltiples y procesos de mutua construcción
en los que intervienen variables sociales y culturales. En
contraposición, para el período que se inició con la conquis-
ta de América, el tratamiento que se ha dado a la relación
entre las sociedades, los espacios que habitan y sus recur-
sos, mayoritariamente reconoce su complejidad, su carácter
multidimensional y la necesidad insoslayable de llevar a
cabo los análisis arqueológicos con un fuerte anclaje his-
tórico y geográfico.
La introducción de flora y fauna exótica ocurrida a
partir de la llegada de los conquistadores al Río de la Plata
generó profundas transformaciones ecológicas en la región
pampeana y el norte de la Patagonia que, a su vez, tuvie-
ron un fuerte impacto en las sociedades indígenas, las cua-
les reorganizaron sus actividades productivas, su alimen-
tación, sus formas de habitar y moverse en el espacio, sus
interacciones sociales, sus rituales, entre otros aspectos de

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94 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

sus modos de vida (Mandrini, 1987; 1992; Palermo, 1988;


2000). Pero el ganado introducido no solo se integró a la
economía indígena, también la sociedad colonial hispano-
criolla estructuró sus actividades productivas en torno al
ganado, ya sea mediante animales cazados en las vaquerías
o por la cría de rodeos propios, que fueron ganando mayor
peso en las actividades productivas a medida que avanzaba
la ocupación de la campaña (Garavaglia, 1999). La presión
sobre esos recursos fue uno de los factores que conllevó la
instalación de fortificaciones próximas al curso del río Sala-
do bonaerense a mediados del siglo XVIII. Desde enton-
ces, la Corona española, y luego el Estado independiente,
intentaron controlar y ocupar de forma efectiva espacios
que, en los hechos, no integraban su territorio. Para ello
desplegaron estrategias y dispositivos diversos, como las
citadas fortificaciones, la traza de líneas militares de avance,
el asentamiento de población, la creación de reducciones, la
puesta en producción agropecuaria de porciones de tierras
o la fundación de colonias agrícolas, que coexistieron con el
poblamiento espontáneo.
La Arqueología ha aportado al conocimiento de este
proceso mediante estudios que ponen el acento en el análi-
sis del entorno de los emplazamientos en el contexto de los
ciclos climáticos que atravesaron el período posthispánico,
especialmente el episodio conocido como la Pequeña Edad
de Hielo (Politis, 1984; Cioccale, 1999). Se ha indagado la
distribución espacial de los sitios arqueológicos indígenas
en relación con la disponibilidad de agua, la estructura de
recursos vegetales y animales, la accesibilidad y las vías de
circulación, entre muchas otras variables (Curtoni, 2004;
Mazzanti, 2007; Mazzia, 2011; Pedrotta, 2013; 2015; Oliva
y Sfeir, 2018). De este modo, lejos de constituir un fenó-
meno unidireccional, la concreción efectiva de la expansión
hispano-criolla sobre las tierras indígenas y su configura-
ción particular fue resultado de la articulación de las estra-
tegias estatales con las condiciones locales de posibilidad
que, a su vez, estuvieron determinadas por la geografía, el

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 95

clima y la estructura de los recursos naturales, tanto como


por la trama socio-económica intra e interétnica y las dis-
tintas coyunturas políticas. La expresión material de dichos
procesos no fue, en consecuencia, espacialmente homogé-
nea ni respondió de forma unidireccional a las iniciativas
estatales, sino que muestra una configuración diversa que
expresa las características –geográficas, económicas, étni-
cas, culturales– distintivas de cada sector fronterizo dentro
de sus coordenadas históricas particulares.

Construcción del territorio


En estrecha relación con el eje anterior, esta línea de análisis
se vincula con las aproximaciones arqueológicas al paisaje
y su enfoque no determinista sobre el territorio que, ade-
más de definirlo a partir de las dimensiones económicas
de la relación entre las poblaciones humanas y el ambien-
te, también apunta a comprender los procesos sociales de
construcción, significación y representación del mismo. En
ese sentido, Curtoni (2004: 91) advierte que “territorialidad
y territorio son conceptos complejos que denotan más que
nada relaciones sociales influenciadas por las dimensiones
temporales y espaciales como también por las tradiciones
culturales específicas”. Desde esta perspectiva, es necesario
indagar los modos de concebir, demarcar, usar, explotar y
vincularse con el ambiente y sus recursos, reconociendo la
coexistencia, la superposición y la tensión entre territoria-
lidades diferentes cultural e históricamente construidas.
Desde el siglo XVI, los territorios fueron espacios de
confrontación y disputa entre la sociedad española, la crio-
lla y la indígena, que los transitaron, habitaron, constru-
yeron y simbolizaron a partir de sus propias tradiciones,
concepciones e intereses. Como antes se señaló, la Corona
española y luego el Estado independiente llevaron a cabo un
complejo proceso de colonización, con avances y retroce-
sos, mediante el despliegue de distintos mecanismos mate-
riales, institucionales y simbólicos, que se concretaron en

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96 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

la formación y la expansión de las fronteras interétnicas


en la región pampeana y la Patagonia. Hasta las campañas
militares lideradas por el Gral. Roca, las tribus indígenas
mantuvieron el dominio de los territorios conocidos como
la tierra adentro y cierto grado de control y autonomía
sobre algunos sectores del espacio fronterizo más acota-
dos donde se radicaron los denominados indios amigos.
Esta dinámica se plasmó, por ejemplo, en la frontera de
Azul-Tapalqué (Figura 3), donde coexistieron diversas uni-
dades étnico-territoriales: las suertes de estancia otorgadas
a pobladores criollos durante el Rosismo en la cuenca de
arroyo Azul, las tierras de los indios amigos que fueron
reconocidas oficialmente en 1856 y la retícula de chacras
agrícolas de la aldea de inmigrantes ruso-alemanes Nievas
fundada en 1877 (Pedrotta et al., 2012).

Figura 3. Formas de construir y representar el territorio en la frontera


sur bonaerense en el siglo XIX: suertes de estancia, chacras y tierras
de los indios amigos

Fuente: elaboración propia a partir de la Proyección del “Plano de las


Suertes de Estancia del Azul” de J. Dillón (1872) sobre la imagen satelital
de Google Earth (2011).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 97

Circuitos de abastecimiento de bienes y redes


comerciales
Este eje de indagación ha generado un sólido corpus de
información desde el inicio de las investigaciones arqueo-
lógicas en las fronteras, mediante la identificación de los
lugares de procedencia, el origen, el tipo, la función y la
cronología de los restos materiales de una enorme variedad
de productos y bienes de consumo que han sido recupe-
rados en diversos contextos arqueológicos. De este modo,
la Arqueología ha constatado el funcionamiento de exten-
sas redes comerciales regionales y extraregionales, a través
de las cuales dichos productos circulaban hasta ser adqui-
ridos, consumidos, usados y/o descartados en fortines y
fuertes (Gómez Romero y Spota, 2006; Merlo y Langiano,
2015; Bagaloni y Pedrotta, 2018), en asentamientos indí-
genas (Pedrotta, 2011; Pineau, 2012), en comercios rurales
(Montanari et al., 2013; Bagaloni, 2017; Tomassini y Wei-
mann, 2020) y en estancias y puestos (Brittez, 2000; Baga-
loni, 2018), entre otros contextos fronterizos.
Los modelos de interacción trans-regionales antes
comentados han posibilitado insertar los casos de estudio
locales en escenarios de interacción económica, social y
cultural más amplios, explorando el alcance de las redes de
intercambio y comercio intra e interétnicas, en articulación
con perspectivas de análisis a diferentes escalas. En este
sentido, uno de los aspectos más trabajados en las fron-
teras pampeanas refiere a su integración –en tanto fren-
tes de expansión del sistema capitalista a escala global–
en circuitos comerciales que articularon crecientemente el
actual territorio de Argentina con varios centros europeos
de producción industrializada durante el siglo XIX. Ello
determinó, a lo largo de esa centuria, la llegada de un volu-
men cada vez mayor y más accesible, a amplios sectores
sociales y étnicos que habitaban en los espacios fronterizos,
de bienes manufacturados (como vajilla de loza, bebidas
alcohólicas y no alcohólicas, productos de farmacia y de

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98 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

perfumería, materiales constructivos, vestimenta y herra-


mientas) de procedencia muy diversa (Ramos, 2004; Pedrot-
ta, 2011; Montanari et al., 2013; Merlo y Langiano, 2015;
Bagaloni, 2018).
Adicionalmente, varios casos de estudio arqueológico
muestran que las tendencias de consumo, uso y descarte
de artículos y bienes manufacturados de procedencia euro-
pea tuvieron una dinámica diferencial en los espacios de
frontera con respecto a los centros urbanos y en relación
directa a la distancia de los centros de producción america-
nos y ultramarinos, al menos para el período independiente.
Esta dinámica diferencial se ve reflejada, a diferencia de los
patrones de descarte observados en contextos urbanos, en
la intensificación de las prácticas de reuso y reciclado de
dichos bienes, extendiendo así su vida útil hasta el descarte
definitivo (Pedrotta y Bagaloni, 2007; García et al., 2012;
Pineau, 2012). Así también, dada la distancia menciona-
da, es esperable en los sitios arqueológicos fronterizos una
mayor incorporación de objetos que integraban circuitos de
intercambio locales intra e interétnicos con respecto a los
circuitos regionales y extraregionales.

Arqueología de la vida cotidiana


Esta última línea de indagación se enmarca en escalas de
análisis temporales y espaciales más reducidas en compara-
ción con las anteriores y se centra en las actividades diarias,
las prácticas, los saberes y los hábitos cotidianos del varia-
do conjunto de habitantes de las fronteras interétnicas, en
relación con la formación del mundo rural. Así, se indagan
los modos de vida de la sociedad fronteriza (en el sentido de
Ratto, 2001), atendiendo a las formas a través de las cuales
se tensionaron y delinearon nuevas identidades, se produ-
jeron combinaciones y procesos de mestizaje e hibridación
biológicos y culturales y/o se reforzaron y legitimaron dis-
tintos sentidos de pertenencia. La Arqueología constituye
una vía de acceso de enorme potencial al respecto, ya que las

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 99

fronteras fueron habitadas en una proporción mayoritaria


por sectores sociales y étnicos cuyas prácticas cotidianas
suelen ser poco visibles en las fuentes documentales y, en el
caso de las exiguas referencias existentes, generalmente han
sido enunciadas por terceros.
Un pequeño ejemplo permite ilustrar este último pun-
to. Los hallazgos arqueológicos que se recuperaron en
Arroyo Nievas 2, un asentamiento de indios amigos de
mediados del siglo XIX en la frontera sur bonaerense y
en fortines contemporáneos, como los fortines Pescado y
El Perdido, muestra que los hábitos de consumo, en este
caso de bebidas alcohólicas, eran similares. Tal como puede
observarse en la Figura 4, en esos tres sitios se identificaron
botellas tronco-piramidales de vidrio de ginebra conoci-
das como limetas, botellas cilíndricas de vidrio de vino y
botellas de gres cerámico de cerveza, entre otros contene-
dores de bebidas que fueron importadas desde diferentes
países europeos, especialmente Gran Bretaña, Holanda y
Francia (Pedrotta, 2011; Bagaloni y Pedrotta, 2018). Por
un lado, en dichos contextos se materializa la ambigüedad
y la porosidad características de las fronteras interétnicas.
Pero, por otra parte, emerge el desafío de comprender cómo
se construyeron entonces los vectores de diferenciación y
las identidades en dichos espacios y de qué modo identi-
ficarlos arqueológicamente. En este aspecto, dado que las
fronteras funcionaron como escenarios de contacto, mesti-
zaje e hibridación donde se forjaron nuevos hábitos, saberes
e identidades sociales, así como se reforzaron sentidos de
pertenencia y prácticas previas, es esperable que el registro
material asociado a la vida cotidiana en dichos espacios
presente características mestizas y polisémicas producto de
la interacción entre agentes y sectores socio-étnicos que se
hallan escasamente identificados en el registro documental.

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100 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 4. Botellas de vidrio y gres cerámico halladas en el sitio Arroyo


Nievas 2 y los fortines El Perdido y Pescado

Fuente: elaboración propia sobre la “Carte Province de Buenos-Ayres


et regions voisines” de M. de Moussy (1872) y selección de materia-
les arqueológicos de Arroyo Nievas 2 y los fortines El Perdido (fotos
gentileza de los Dres. M. del C. Langiano y J. Merlo) y Pescado (fotos
gentileza de la Dra. V. Bagaloni).

Reflexiones finales

El campo de estudios arqueológicos sobre las fronteras


pampeano-patagónicas ha tenido un crecimiento sosteni-
do en los últimos 30 años, durante los cuales se diversi-
ficaron los temas y problemas indagados, tanto como se
extendió la escala temporal y espacial de las investigaciones,
en consonancia con el crecimiento y la consolidación de
muchos equipos de investigación. Los vínculos disciplina-
res más fuertes de los arqueólogos históricos se han tejido
con la Antropología y la Historia, campos que experimen-
taron una interesante renovación desde la década de 1980
y que se tomaron como principales referentes en el debate
teórico sobre las sociedades indígenas post-hispánicas y las

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 101

fronteras interétnicas. Estas perspectivas novedosas, suma-


das al acercamiento de algunos investigadores preocupados
por el diálogo entre disciplinas, se ha comenzado a plasmar
recientemente en la agenda arqueológica, en el perfil de los
proyectos y la composición de los equipos de trabajo, en
publicaciones conjuntas e instancias de encuentros acadé-
micos compartidos, que son cada vez mayores (Pedrotta y
Bagaloni, 2021). En los últimos años se advierte, además, la
formación de grupos de investigación que proponen abor-
dajes interdisciplinarios para el estudio de las fronteras y
un auspicioso acercamiento reciente a la producción en el
campo de la Geografía.
Más allá de algunos matices y abrevando en diferentes
campos disciplinares, las visiones renovadas sobre las fron-
teras fueron incorporadas en el debate dentro de la Arqueo-
logía histórica en Argentina. De este modo, se hizo posible
investigar la distribución espacial, las características y la
materialidad de los asentamientos fronterizos desde una
perspectiva no condicionada a priori por la búsqueda de
límites ni de contrastes entre tipos rígidamente estableci-
dos, sino abierta a la porosidad y a la ambigüedad pro-
pia de los middle grounds –en palabras de White (1991)– y
atendiendo a su complejidad étnica, social y cultural. Cier-
tamente, entender la frontera como un escenario de con-
frontación, superposición y articulación de distintos sec-
tores socio-étnicos y como un espacio de construcción de
territorialidades requiere aceptar no solo el desafío teórico-
metodológico que conllevan los abordajes multiescalares
sino, muy especialmente, la reconstrucción de las territo-
rialidades subalternas (Doval, 2018).
El estudio arqueológico de las fronteras necesita enfo-
ques teóricos capaces de dar cuenta de la interacción entre
los procesos globales de expansión capitalista y conforma-
ción del mundo moderno que se desarrollaron desde el siglo
XVI, con los procesos más específicos que tuvieron lugar en
contextos locales histórica y geográficamente situados. A su
vez, las fronteras interétnicas en tanto espacios complejos

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102 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

y dinámicos de interacción social, económica, política y


multicultural, constituyeron también escenarios clave para
la construcción decimonónica del territorio nacional y los
conflictos que atraviesan la sociedad argentina contempo-
ránea. En este último aspecto, es de especial relevancia
mencionar aportes que se han hecho recientemente desde la
Arqueología en apoyo de reclamos patrimoniales y territo-
riales efectuados por comunidades indígenas bonaerenses
que, además de haber sido despojadas de sus tierras, tam-
bién fueron objeto del saqueo de su patrimonio material y
de los cuerpos de muchos de sus líderes durante el proceso
de construcción del Estado-nación a fines del siglo XIX. De
cara al futuro, la Arqueología de las fronteras interétnicas
debería estar cada vez más comprometida con el presen-
te y trascender el ámbito académico, involucrándose con
las demandas de las comunidades locales y asumiendo la
dimensión política de su práctica.

Agradecimientos

A la Comisión organizadora del V Seminario Bordes, Lími-


tes, Frentes e Interfaces “Aportes recientes para el estudio
de las fronteras” por la invitación a participar del mismo y
en este volumen. A la Fundación Félix de Azara y la Uni-
versidad Maimónides por el apoyo institucional, así como
al CONICET (PIP 0304-2015/2017) y la ANPCyT (PICT
0219-2016) por el financiamiento. A la Dra. V. Bagaloni por
su lectura crítica del manuscrito.

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4

El abordaje de las fronteras


desde perspectivas relacionales

Estudio de caso en los bordes pampeanos

MARÍA EUGENIA COMERCI

Introducción

Todo aquello que, por suceder en las orillas, en los bordes,


aparece como no esencial para la reproducción del sistema
[…] oculta la clave de un orden contrahecho que se revela pre-
cisamente en su disformidad (Armando Bartra, 2008: 13).

Estamos atravesados por fronteras, sean estas internacio-


nales, interprovinciales, productivas, urbanas, interétnicas,
extractivistas o simbólicas. Algunas son claras y tangibles,
otras más difusas y menos visibles. Ahora bien, ¿cuál es
exactamente el objeto de investigación cuando decidimos
estudiar la constitución y/o expansión de las fronteras?,
¿focalizamos en los procesos que las producen, en las ins-
tituciones que las legitiman o en los agentes que las gene-
ran y/o resisten? Si es así, ¿deberíamos enfocarnos en las
dinámicas, prácticas, actividades y acciones o en las repre-
sentaciones, identidades y simbolismos de los espacios de
fronteras?, ¿tendríamos que estudiar los contextos institu-
cionales y socioculturales más amplios en los cuales operan
las fronteras o en las lógicas implícitas territoriales?, ¿qué

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116 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

tipos de fronteras se pueden abordar?, o ¿qué dimensiones


debemos incluir y cuáles descartar? El estudio de las fron-
teras es, sin duda, complejo.
Las preguntas que formulemos dependen de la pers-
pectiva de abordaje que tomemos, desde dónde miremos
a las fronteras y qué entendamos por ellas. Los conceptos
también son territorios de disputa. Como plantea Bernardo
Mançano Fernandes (2010), el proceso de construcción de
conocimiento es una disputa territorial que acontece en el
desarrollo de paradigmas. Definir una interpretación u otra,
es parte de la intencionalidad del autor. Como los conceptos
que utilizan, o de los que se nutren las ciencias sociales, son
construcciones históricas y tienen un contenido ideológico,
es necesario “pulirlos” o tallarlos para librarse de las nocio-
nes del sentido común, desnaturalizarse y convertirse en
abstracciones complejas (Ortiz, 2004).
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia
Española (2021), la palabra frontera deriva de frente, pues
supone dos grupos en contacto. La frontera no es una cate-
goría exclusiva de una disciplina ni debería asociarse direc-
tamente con la formación de los Estados nacionales. Las
fronteras son espacios de condensación de procesos socio-
culturales para Alejandro Grimson (2000). Esas interfaces
tangibles unen y separan de modos diversos, tanto en tér-
minos materiales como simbólicos. “Hay fronteras que sólo
figuran en mapas y otras que tienen muros de acero, fron-
teras donde la nacionalidad es una noción difusa y otras
donde constituye la categoría central de identificación e
interacción” (Grimson, 2000:3).
En Latinoamérica, el estudio de las fronteras, desde
fines del siglo XIX y durante el siglo XX, se asoció direc-
tamente con el Estado nacional. Para Alejandro Benedetti
(2018), esa vertiente tradicional se nutría de la geopolítica
clásica y trazó fuertes vinculaciones con la geografía escolar
y con las relaciones internacionales. Entre los principales
procesos identificados por el autor, se destacan la natura-
lización de la asociación entre Estado nacional y frontera

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 117

(mirada reduccionista del territorio), la frontera como fenó-


meno periférico (frontera como epidermis del Estado), y
el análisis estadocentrado, que implica que estas lógicas
propias de la auto-observación estatal permean las decisio-
nes metodológicas, sin mediar suficiente reflexividad. Otro
rasgo predominante en los estudios es la mirada monoesca-
lar, que supone no articular varias escalas en la compren-
sión de la dinámica social. Finalmente, es recurrente en los
abordajes latinoamericanos la exclusividad a las categorías
frontera y límite, como conceptos centrales en el análisis.
Para Benedetti (2018), la frontera es la categoría utilizada
por excelencia para dar cuenta de dispositivos puntuales,
lineales o zonales, localizados en la periferia del territorio
nacional, en toda su extensión o que sirven como diviso-
ria territorial. Consideramos que estas miradas tradicio-
nales identificadas por el autor, dificultan la comprensión
de las dinámicas territoriales, de las lógicas, subjetivacio-
nes y construcción de sentido en los espacios de frontera,
de allí la necesidad de una revisión y resignificación de
estas categorías.
La técnica jugó y juega un rol central en esta cons-
trucción tradicional de las fronteras. Para Perla Zusman
(2017), la técnica puede ser concebida como instrumento
de dominación o de emancipación, como mediadora en la
construcción de un entramado social y como constitutiva
del medio. De este modo, a fines del siglo XIX en el terri-
torio argentino, a través de la delimitación de espacios de
frontera, los técnicos garantizaban la invisibilización de las
decisiones de carácter subjetivo que el propio astrónomo,
ingeniero o naturalista podría tomar en el terreno. Estas
acciones llevaban a una “domesticación” de los elementos
de la naturaleza. En la actualidad las nuevas prácticas de
identificación visual, sensorial o biométrica los tornan un
ámbito/sujetos de ejercicio de dominación.
Se les otorga una identidad fija: racial, de clase y tam-
bién espacial, en la medida que el lugar de procedencia en
el sistema mundo aparece como una cualidad que establece

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118 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

el grado de amenaza. Tal identidad es definida desde la


política de seguridad, silenciando las historias, geografías,
memorias y experiencias del sujeto que se desplaza. De este
modo, el análisis del papel de la técnica en la configuración
de las fronteras latinoamericanas nos permite comprender
que ella ha tenido un papel más dominador que emancipa-
dor. Asociada a procedimientos astronómicos y topográfi-
cos en el marco de los procesos de formación de los Estados
nacionales, ella ha participado en la domesticación de la
naturaleza. En el marco de la globalización y de auge de
las políticas de seguridad, la técnica se orienta a dominar
cuerpos a partir de su codificación (Zusman, 2017).
Desde perspectivas renovadas, hoy se define a la fron-
tera como un área más o menos permeable a través de la
cual dos espacios que se suponen diferentes entran en con-
tacto. Pueden ser fronteras políticas, económicas, interétni-
cas –entre otras– que se diferencian material y simbólica-
mente (Braticevic, 2017:210). Concebir a las fronteras como
espacios relacionales, de cruce, de contacto, de intercambio
y tensiones, con dinámicas complejas, requiere inevitable-
mente, además de estar en los bordes, de una reflexión crí-
tica y profunda que problematice los espacios de frontera
y sus múltiples dimensiones desde perspectivas interdisci-
plinarias. Al recuperar la dimensión de agencia de las pro-
pias poblaciones fronterizas –en lugar de universalizar su
supuesta resistencia al Estado nacional– puede revelar que,
en muchos casos, hay una dialéctica entre arriba y abajo.
De ese modo, las regiones de frontera a menudo tienen un
impacto crítico en la formación de las naciones y de los
Estados (Grimson, 2000).
En este capítulo buscamos reflexionar sobre las formas
de abordaje y construcción teórico-metodológica de las
fronteras. En primer lugar, pretendemos discutir cómo
mirar las fronteras, más específicamente las fronteras pro-
ductivas, en contextos de avance del capital. En segundo
lugar, buscamos abordar un caso en el centro de Argenti-
na, en que las fronteras entran en tensión y se manifiestan

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 119

distintas lógicas y sentidos. De este modo, interesa anali-


zar, en el puesto rural Jahuel de Rosas, cómo se expresa la
expansión de la frontera productiva-simbólica, su proce-
so de territorialización y las disputas por el acceso a los
recursos en los últimos veinte años, cuando emergió y se
desarrolló el conflicto.
Para concretar los propósitos de este trabajo creemos
que es fundamental la mirada de las geografías disidentes,
críticas y de contestación. Como señala Zusman (2002:25),
hablar de “geografías disidentes, llevaría a plantear que la
relación entre poder y conocimiento es subvertida a partir
del establecimiento de un vínculo entre prácticas y saberes
sobre el espacio que sirva a fines emancipatorios”.
El abordaje, además de contemplar la multidimensión
de las fronteras (social, económica, política, jurídica) debe
incluir la perspectiva material-simbólica y las distintas
territorialidades en tensión. Ello posibilitará no solo recu-
perar lo visible sino también las fronteras invisibles que
actúan y condicionan a las personas. La combinación de
diferentes escalas de análisis espaciales y temporales, per-
mitirá poner a la luz las distintas fronteras que atravesa-
mos a diario.
En este marco, para el desarrollo del capítulo, además
de una revisión bibliográfica sobre la temática de fronte-
ra, hemos puesto en acción observaciones participantes y
entrevistas en profundidad realizadas en distintas oportu-
nidades en el extremo oeste de La Pampa, el paraje Chos
Malal (durante los años 2009, 2010, 2013 y 2016) a criance-
ros/ras, docentes y técnicos territoriales que trabajan en la
zona de estudio donde se aborda el caso. Esos testimonios
fueron triangulados con informes oficiales, cartografía his-
tórica, mapas catastrales, mapas cognitivos realizados por
crianceros, imágenes satelitales y datos estadísticos.
A continuación, en el primer apartado se definirán los
tipos de fronteras, sus posibles y perspectivas dominantes.
En el segundo apartado se abordará, a través de un estudio
de caso, las emergencias de nuevas fronteras productivas

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120 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

y simbólicas ante la expansión capitalista en el centro de


Argentina. En el tercer apartado se analizará el caso de un
puesto rural que se encuentra en conflicto por el acceso a
la tierra en un espacio fronterizo. Finalmente se plantean
reflexiones finales.

Fronteras productivas, interétnicas y simbólicas:


perspectivas y abordajes

Las ciencias sociales viven de conceptos. Tallarlos es un arte.


[…] No pueden ser producidos en serie, es necesario tomar-
los uno a uno, en su idiosincrasia, en su integridad (Renato
Ortiz, 2004: 11).

Desde perspectivas renovadas podemos identificar dos


tipos de fronteras: la que funciona como límite internacio-
nal (border) y la que actúa en tanto espacio de articulación
entre sistemas con dinámicas socioeconómicas heterogé-
neas (frontier), donde un frente con inversiones capitalistas y
políticas públicas tiende a expandirse sobre una zona “mar-
ginal” poblada por indígenas y familias campesinas (Gordi-
llo y Leguizamón, 2002).
Para Matías Ghilardi y Julieta Dalla Torre (2020), las
fronteras simbólicas son entendidas como espacios de con-
vergencia de imaginarios colectivos. En este sentido, la ciu-
dad contemporánea es un ámbito para observar las dife-
rentes prácticas materiales y simbólicas de la sociedad en
el proceso de construcción social del espacio, a partir de
las cuales emergen fronteras, de diversas características y
extensión. Los sectores dominantes juegan un rol central
en la construcción de los imaginarios urbanos. A través de
los medios de comunicación, estos sectores favorecen la
construcción de ciertas imágenes sobre las ciudades. De este
modo, se producen fronteras simbólicas que a su vez contri-
buyen a la reproducción de la exclusión social y segregación
espacial de ciertos grupos.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 121

De acuerdo con Zulema Trejo (2015: 9), las fronteras


simbólicas son un espacio intangible pero perceptible en
el que convergen las significaciones-imaginarios sociales
de las colectividades. Estas significaciones, al crearse o re-
crearse, permiten a los grupos sociales identificarse ante
sí y frente a los otros, asimismo posibilitan sus acuerdos,
desacuerdos, pactos y conflictos; en suma, están subyacen-
tes a las interrelaciones de los individuos socializados, así
como de las instituciones que rigen y dan coherencia a la
sociedad en su conjunto.
Por otro lado, concebimos a las fronteras productivas
como espacios de condensación de procesos socioculturales
(Grimson, 2000) que unen y separan de modos productivos
diversos, tanto en términos materiales como simbólicos.
Estas constituyen herramientas heurísticas para el análisis
de los procesos de fragmentación y diferenciación (Ghilardi
y Dalla Torre, 2020) entre espacios productivos con diná-
micas socio-territoriales diversas. De este modo, definimos
a las fronteras productivas como espacios relacionales, de
intercambio y tensiones, entre producciones diversas con
dinámicas complejas. Estos suponen el cruce entre sujetos y
producciones diferentes que incluyen a la producción fami-
liar, campesina e indígena y al agronegocio. A la vez, impli-
can la expansión –a menudo conflictiva– de las actividades,
dinámicas y lógicas agroindustriales, mineras, hidrocarbu-
ríferas, turísticas, cinegéticas e inmobiliarias sobre econo-
mías familiares campesino-indígenas (Comerci, 2022).
En ciertas ramas específicas del capital (agrario, comer-
cial, hidrocarburífero) se persiguen tasas de ganancia extra-
ordinarias en los espacios de frontera productiva. Mediante
instrumentos específicos de regulación sobre el espacio de
fronteras, las agencias estatales y los organismos de desa-
rrollo promueven oportunidades de negocios para que el
proceso de acumulación siga su marcha (Trinchero, 2017).
Ahora, cuando el proceso de expansión de la frontera
productiva supone un despojo de tramas sociales y pro-
ductivas, hablamos de fronteras del extractivismo, las cuales

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122 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

constituyen frentes de avance territorial con la modalidad


de acumulación basada en la explotación a gran escala de
bienes comunes orientados a la exportación, sin valor agre-
gado y que afecta la sustentabilidad de los recursos y des-
articula profundamente los tejidos sociales y las actividades
preexistentes (Comerci, 2022).
Por las razones antes mencionadas las fronteras pro-
ductivas expresan distintos conflictos y tensiones que inclu-
yen de manera implícita modelos de desarrollo (Mançano
Fernandez, 2010; Castro y Arzeno, 2018). Desde esta mira-
da, las fronteras interétnicas, productivas y simbólicas arti-
culan, conectan y tensionan sujetos que poseen lógicas
territoriales, significaciones, discursos y formas de relacio-
narse con el ambiente y de producir territorialidades dis-
tintas. En función de las intencionalidades e intereses, los
sujetos y las instituciones, a través del Estado y del merca-
do, producen territorios, controlan movilidades y codifican
cuerpos. Junto con el avance de los conflictos han crecido
los movimientos de resistencia y procesos organizativos de
base que suelen involucrar a poblaciones campesinas e indí-
genas directamente afectadas por tales procesos producti-
vos (Castro y Arzeno, 2018).
En el análisis de las fronteras no pueden escindirse las
relaciones de conflictividad que intervienen en los cruces
e intercambios. Si se pretende abordar a las fronteras de
manera heurística, es preciso ir a las fronteras con una pers-
pectiva abierta que permita detectar y comprender no solo
la multiplicidad y mixtura de identidades, sino también sus
distinciones y conflictos (Grimson, 2000). Son necesarias,
asimismo, miradas que iluminen el oculto sentido común
que ha construido la perspectiva en los anclada a los Esta-
dos nación y a escalas rígidas y únicas (Benedetti, 2018),
elaborando diseños de investigación flexibles que combinen
técnicas, datos y contextualicen los procesos estudiados.
Consideramos que la metodología cualitativa y el cons-
tructivismo aportan herramientas importantes para desme-
nuzar estos procesos desde la complejidad que poseen. Para

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 123

la mirada geográfica y constructivista, el espacio se cons-


tituye de un tejido más o menos denso de redes y rami-
ficaciones, con aspectos objetivos y subjetivos. Las prácti-
cas se generan en la vida cotidiana. Como explica Henri
Lefebvre (1981:8, citado en Lindón, 2004), “lo cotidiano
son los actos diarios, pero sobre todo el hecho de que se
encadenan formando un todo”. Entonces lo cotidiano no se
reduce a la suma o el agregado de acciones aisladas. Por
lo tanto, estos encadenamientos y el todo que integran es
una estructura profunda que puede abordarse a través de
métodos cualitativos.
Asimismo, es necesario que recuperemos diferentes
materiales empíricos guiados por la metodología cualitativa
(Denzin y Lincoln, 1994). Esta incluye la recolección y el
uso estudiado de una variedad de materiales empíricos que
combinan estudios de casos, experiencia personal, historias
de vida, entrevistas, textos de observación, de interacción,
visuales, entre otros, que describen la rutina, los momen-
tos emblemáticos y los significados de la vida de los suje-
tos (Denzin y Lincoln, 1994). Al respecto, coincidimos con
Alejandro Grimson (2000) en la importancia del trabajo
de campo en la frontera, en la periferia, para romper el
etnocentrismo y generar categorías desde los bordes. Esto
requiere de investigaciones con diseños abiertos y permea-
bles, que puedan dar cuenta de las dinámicas y relaciones en
los espacios de frontera. Además, es fundamental el análisis
situado que recupere la vida cotidiana en estos espacios,
pero también es clave la mirada estructural y contextualiza-
da, que dé cuenta y reconstruya el entramado de relaciones
en las que se desarrollan esas fronteras, con sus solidari-
dades y tensiones.
Para Trejo (2015), la acotación del contexto histórico
al espacio (material y simbólico) definido por la frontera,
permite que la investigación priorice el análisis en lugar de
la descripción de los acontecimientos históricos. De este
modo, debe reconstruirse el espacio fronterizo en el que se
efectúan las interrelaciones al interior de las colectividades,

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124 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

que a su vez se encuentran y definen una frente a la otra.


Para ello se requiere de la utilización de distintos elementos
empíricos y la hermenéutica, a fin de desentrañar, analizar,
encontrar explicaciones novedosas para procesos ya traba-
jados desde otros enfoques teórico-metodológicos, o pro-
poner y encontrar respuesta a problemas de investigación
que no se habían estudiado anteriormente.
El abordaje, además de contemplar la multidimensión
(social, económica, política, jurídica) de las fronteras, debe
incluir la perspectiva material y la simbólica y las distin-
tas territorialidades en tensión. Ello posibilitará no solo
recuperar lo visible sino también las fronteras invisibles
que actúan y condicionan a las personas. A continuación,
desarrollamos un estudio de caso de expansión de frontera
interétnica-productiva- simbólica en el oeste de la provin-
cia de La Pampa (Argentina).

Caso de estudio: fronteras productivas y simbólicas


ante la expansión capitalista

Vivimos en un capitalismo en el que existe una renovada


contradicción entre la vida y la acumulación infinita. Por ello
es necesario repolitizar la vida humana, los modos de cono-
cer, los modos de pensar, de socializar, de simbolizar. Esto
permite generar otros mundos posibles y transversalizar las
luchas (Cristina Liendo, 2003: 245).

El oeste de La Pampa se ha configurado como un espacio


periférico, menos inserto en la dinámica capitalista que la
región pampeana, en el que predomina población rural con
perfil campesino pastoril. En ese espacio occidental se han
sucedido distintos procesos de despojo a través del tiempo,
asociados con procesos de avance de la frontera productiva.
A la desposesión inicial de las tierras en manos de pueblos
originarios que pasaron al Estado nacional argentino a fines
del siglo XIX, se suman otros despojos relacionados con el

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 125

control de los recursos naturales. Por ejemplo, en la cuenca


del sistema hídrico Desaguadero-Salado, a mediados del
siglo XX, los pobladores fueron desposeídos del río
Atuel ante la construcción de las represas hidroeléctricas
aguas arriba (Los Nihuiles), que imposibilitó el uso y
manejo del agua, y con ello, de la vida. En los últimos
treinta años, emergieron los conflictos por la apropia-
ción de otros bienes comunes como la tierra y los recur-
sos del monte entre campesinos y empresarios, el avance
de la frontera productiva a través de actividad hidrocar-
burífera y las nuevas dinámicas territoriales (materiales
y simbólicas) que dicha actividad conlleva (Comerci,
2018). En este marco se multiplicaron los conflictos por
la apropiación de bienes comunes, por el control de
espacio de vida y las disputas entre territorialidades. Es
decir, lo que se pone de manifiesto en estas tensiones
son formas de poder territorializadas e históricamente
situadas que implican lógicas productivas, espaciales y
simbólicas diversas.
El territorio de La Pampa pertenecía al espacio
controlado por los pueblos originarios antes de las cam-
pañas militares de exterminio –de 1879– y fue incorpo-
rado al territorio nacional en el último tercio del siglo
XIX. Una vez mensurado-dividido el espacio de la actual
porción occidental de La Pampa, se generó la apertura
de la frontera agropecuaria y la puesta en valor capi-
talista de los campos. En el llamado Oeste pampeano
el negocio inmobiliario de tierras no supuso residencias
efectivas ni inversiones productivas por parte de los
titulares registrales. Ello posibilitó el asentamiento de
más de quinientos puestos1 que existen en la actualidad
en valles, cercanía de manantiales y arroyos o lugares

1 Los puestos constituyen la unidad de residencia familiar de los pueste-


ros, no siempre fija a un sitio, pues las pasturas pueden cambiar con el
transcurso de los años o, taparse las aguadas y relocalizarse las vivien-
das rurales en otro sector del campo. La denominación de los puestos
está asociada con la presencia de recursos en el lugar, situaciones vivi-

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126 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

con buenas pasturas, mientras en el negocio inmobi-


liario se vendían las tierras consideradas marginales y
de muy bajo valor de mercado. Así se fueron gestando
distintas territorialidades que, en un contexto de avance
de la frontera productiva e interétnica, se cruzaron y
dieron origen a diversos conflictos.
En el extremo oeste de La Pampa, desde hace más
de cien años, existen prácticas de movilidad y tramas
sociales más articuladas con el este de Mendoza que
con el oeste pampeano. De hecho, esta comunidad se
encuentra en un espacio de frontera interprovincial.
Algunos puestos, como Jahuel de Rosas, están ubicados
al otro lado del límite de la provincia de La Pampa.
A pesar de estar situada la vivienda en la provincia de
Mendoza, en el límite interprovincial, la familia pastorea
sus tierras de monte abierto en el territorio pampeano.
Por consiguiente se han construido una territorialidad
campesina que desconoce las fronteras políticas y los
límites interprovinciales. Así fue que, en el año 2013,
en plena expansión de la frontera productiva, se inició
el conflicto por la titularidad de las tierras. De este
modo, la territorialidad campesina se puso en tensión
con la legal, abstracta y jurídica, y emergió el conflic-
to por la tierra. De manera que se puede diferenciar
una territorialidad registral y legal y otra menos visible
en los papeles, pero que tiene expresión material y
simbólica en el lugar y que configura, sin dudas, una
geografía disidente.
El pastoreo desarrollado en la espacialidad campesi-
na se constituye como una forma de producción basada
en la cría de animales a partir del aprovechamiento de
recursos a través de la movilidad, siendo una estrategia
que se presenta como viable y adecuada para ciertas
regiones áridas y semiáridas (ver Figura 1). A su vez,

das o deseadas por sus dueños o, incluso, historias generadas en


esos sitios (Comerci, 2018).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 127

se trata de una actividad que está asociada con deter-


minadas formas de vida, relaciones entre las personas y
los animales, percepciones y construcciones particulares
de la naturaleza, y ciertas lógicas de comprensión del
mundo, que necesitan ser pensadas más allá de lo exclu-
sivamente productivo (Tomasi, 2013).
Del mismo modo, la vivienda o casa, no solo debe
analizarse desde su morfología o estructura sino tam-
bién desde su imbricación con aspectos de la realidad
social de las personas que la habitan. Así, el espacio
doméstico dice mucho de la cotidianidad de esas per-
sonas, pero también sobre el modo en que piensan
y organizan su vida. En el mundo campesino la casa
es, generalmente, una construcción múltiple y colectiva
(Tomasi, 2011), conformada de diferentes espacios, algu-
nos discontinuos y diferenciados, con límites flexibles.
Estos espacios, cuando se dan procesos de valoriza-
ción de diferentes agentes con distintas lógicas, pueden
entrar en conflictividad por su uso, sentido y valora-
ción. Son también generadores de resistencias a esos
modelos impuestos y posibilitan gestar espacialidades
alternativas. La relación entre vivienda y frontera puede
establecerse desde la propia problematización de la con-
dición de la vivienda como lugar cerrado y cubierto. La
vivienda constituye un hito de diferenciación, de cons-
trucción de un exterior y un interior que es a su vez un
nosotros y un otros. En tanto frontera, la vivienda implica,
simultáneamente, la articulación con esos mismos otros
(Barada y Daich Varela, 2020).

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128 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 1. Espacio de pastoreo en el extremo oeste pampeano

Fuente: fotografía capturada por la autora (2013).

En muchos espacios pastoriles de la Argentina extra-


pampeana, con tenencia precaria de la tierra, los campesi-
nos consideran como propios los territorios que su grupo
familiar ha venido utilizando durante generaciones. Como
señalan Cabrol y Cáceres (2017), sin embargo, también han
utilizado históricamente tierras de terceros sujetas a un uso
que podría ser descripto como comunal o tierras comunes.
Del mismo modo, y como consecuencia de arreglos locales
y negociaciones con sus vecinos, también toleran el ingreso
de animales de terceros a los campos que ellos consideran
propios. El concepto de propiedad comunal no es, entonces,
ajeno al tipo de uso con el que están familiarizados los cam-
pesinos. Por el contrario, forma parte de una estrategia que
proporciona mayor resiliencia a sus sistemas productivos.
En contraste, los productores capitalizados con un perfil
empresarial sustentan su estrategia económico-productiva

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 129

en una estructura legal de tenencia de la tierra basada en


la propiedad privada, y casi siempre desarrollan sus activi-
dades productivas en campos en los que pueden acreditar
formalmente este tipo de propiedad. Debido a las parti-
cularidades de su lógica productiva, el tipo de rubros que
producen y la magnitud de las inversiones que realizan,
la propiedad privada es la categoría jurídica que mejor se
adecua a sus intereses. Evidentemente, este tipo de enfoque
productivo, no es compatible con el tipo de uso flexible
y menos restrictivo propio de la lógica campesina (Cabrol
y Cáceres, 2017).
En este contexto la conflictividad generada entre los
campesinos y empresarios también se da por el proceso
de territorialización, que por un lado destruye y recrea el
campesinado, excluyéndolo, subordinándolo, concentrando
tierra, aumentando las desigualdades; y al mismo tiempo, el
campesinado, en su proceso de territorialización destruye y
recrea el capital, disminuye las desigualdades, desconcentra
la tierra (Mançano Fernandes, 2009). Así, el análisis de la
conflictividad es una “puerta de acceso” a la compresión de
las transformaciones estructurales que signan el capitalismo
latinoamericano y las dinámicas sociales que se generan.
El capital se territorializa a través de la imposición de un
proyecto, sobre otros proyectos posibles, donde lo “nuevo”
se impone como el único camino posible hacia el desarrollo.
Se trata de un proyecto llevado a cabo por ciertos acto-
res dominantes (privados y públicos) que genera una nueva
estructura productiva asociada con los commodities.
Los espacios de margen –de interface, de cruce de
actividades productivas, de tramas sociales intensas– se
encuentran en profundo proceso de transformación y
poseen elementos singulares que los diferencian del resto,
pues son producto del cruce. Expresan conflictos y resis-
tencias, lógicas diversas y espacialidades disidentes. Abor-
dar estas temáticas de manera crítica implica posicionarnos
dentro de la perspectiva geográfica disidente que, siguiendo
a Perla Zusman (2002), supone una ruptura con las posturas

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130 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

políticas de las propuestas hegemónicas disciplinarias, para


inclinarse por la construcción de un conocimiento com-
prometido con los sectores oprimidos, y una ruptura con
las propuestas temáticas hegemónicas, a favor de produ-
cir conocimientos sustantivos que intenten sacar a la luz
las relaciones de poder-conocimiento-espacio y elaborar
conocimientos geográficos alternativos que sirvan a otros
sectores sociales para pensar el espacio en sus diferentes
escalas e intervenirlo. A continuación, avanzamos con el
caso de estudio en el que se abordan los conflictos en un
espacio fronterizo.

Espacialidades disidentes en el puesto Jahuel de Rosas

“Si mi compadre se va… se va a morir de a poquito… se


mueren de pena… ellos se han criado como nosotros en el
campo… si se van al pueblo… dios mío… ¿qué van hacer?”
(Julio, campesino de Chos Malal, 21 de junio de 2013).

En la zona de estudio, el monte o espacio pastoril ha per-


mitido sustentar a las familias con la producción caprina, la
caza, la elaboración de artesanías y la recolección. El mon-
te ha constituido a través del tiempo un bien común que
actuó como un espacio vital fundamental para la supervi-
vencia de las familias. Este espacio, provee diferentes recur-
sos (frutos, raíces, maderas, ramas y hojas) para la realiza-
ción de infusiones, remedios caseros, tinturas naturales y/o
combustión, además de fauna (liebres, avestruces, zorros o
piches, entre otros), que posibilita la realización de la caza
de mamíferos silvestres y aves para el consumo doméstico
o intercambio de pieles, cueros, plumas y/o huevos. Con
muchos de los recursos que el monte ofrece, los crianceros
elaboran también diversas artesanías en telar, bordado y
soga, ya sea para el consumo como para la venta.
En la actualidad el espacio rural se configura con
casi cuarenta puestos –habitados por grupos domésticos,

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 131

familias ampliadas– distribuidos en forma dispersa, en los


que habitan unas 180 personas que viven de la cría de ani-
males (caprinos, equinos y minoritariamente vacunos) y de
la producción de artesanías en telar y cuero. Del total de
familias que residen en el lugar, el 80 % recibe asistencia
social desde programas de Bienestar Social (Comerci, 2018).
En el paraje Chos Malal es una práctica habitual el
uso de espacios comunes entre familias para el pastoreo del
caprino y los equinos. Si bien los límites entre un espa-
cio y otro carecen de delimitaciones materiales (cercado), a
menudo, se suelen usar para ello huellas, lagunas, salitrales
y formaciones rocosas. Los espacios presentan formas cir-
culares, pues así representaban los crianceros la superficie
ocupada a partir de los movimientos de los animales en for-
ma radial sobre las aguadas y jahueles. Esta particular distri-
bución de los campos y forma de apropiación de hecho (no
jurídica, informal) y colectiva del espacio, desarrollada des-
de hace más de un siglo, gestó una territorialidad que se está
desarticulando ante el avance de un alambrado y la emer-
gencia de los conflictos por la tierra (Comerci, 2018).
En las comunidades rurales el eje del conflicto entre
vecinos pasa por el acceso a los recursos, en especial, a
la tierra y el agua. Discusiones por los límites del campo,
“invasión” de los animales ajenos a tierras reclamadas como
propias y diferencias en el acceso al agua son algunas de las
problemáticas más comunes, especialmente en las comu-
nidades en las que no existe una clara delimitación de las
parcelas y donde la disputa por la tenencia de la tierra lleva
varias generaciones (Cabrol y Cáceres, 2017).
En este contexto de conflictividad, el cercamiento
del monte abierto está redefiniendo, incluso, los proyectos
de intervención del Estado, puesto que se hace necesario
incorporar arbustos forrajeros adaptados a la aridez y sali-
nidad para alimentar el ganado.

Hay nuevos productores, eso, donde más se ve es en el límite


con Mendoza… los mendocinos han entrado, han comprado

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132 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

campos, han alambrado. El caso concreto es Chos Malal,


donde había campos totalmente abiertos y era comunidad y
cada vez queda más cercada… Eso es un gran problema…
Entonces en la reunión pasada se planteó… bueno hay que
ver qué hacemos acá porque la familia no puede vivir del
pastoreo… Es uno de los pocos lugares donde la juventud
se ha quedado… pero van cerrando, son más habitantes y
menos espacio… hay que pensar en otras actividades o pro-
ducir forrajes para esos animales (Julio, técnico territorial,
comunicación personal, 15 de marzo de 2016).

En este marco, una minoría de familias de Chos Malal


se enfrentaron por el uso de los recursos y bienes comunes;
en otros casos lentamente se están organizando, a partir de
las redes de parentesco y vecinales, para generar acciones
colectivas tendientes a garantizar el control efectivo de la
tierra. De este modo, y ante la valorización de la tierra
y la creciente conflictividad social en la región, se está
redefiniendo el manejo de los recursos comunes, dan-
do origen a diversas acciones individuales y colectivas,
jurídicas y de facto para garantizar la permanencia en el
lugar (Comerci, 2018).
Consideramos que estos espacios de pastoreo supo-
nen la existencia de fronteras internas, relaciones de
poder y marcas identitarias expresadas en los diferen-
tes topónimos. Las familias de apellido Yantén, Maya
y Hurtado se localizan en la zona limítrofe con Men-
doza llamada localmente Los Rincones y comparten la
superficie de pastoreo. Cabe mencionar que la misma
denominación de esta micro-región expresa la frontera
simbólica, al ubicarse en un rincón de La Pampa, o en
el fondo del oeste, como señalan los pobladores. En cer-
canía de Los Rincones se encuentran puestos dispersos
ubicados en el área del límite o dentro del territorio
mendocino. Ese es el caso del puesto de estudio, Jahuel
de Rosas, que ha tenido un proceso de conflicto por la
titularidad de las tierras.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 133

El pastoreo muestra una territorialidad basada en


la movilidad y la residencia dispersa, más que en la
delimitación de áreas discretas y continuas con bordes
rígidos y asentamientos permanentes. En relación con
esta particular territorialidad, estas prácticas se encuen-
tran en una tensión permanente con las jurisdicciones
rígidas de los Estados nacionales y provinciales, que
constantemente han buscado limitar los desplazamien-
tos y forzar la urbanización de las poblaciones pastoriles
(Tomasi, 2013).
El mencionado puesto Jahuel de Rosas se localiza en
un espacio fronterizo interprovincial, del lado mendo-
cino. Cabe mencionar que esa área constituye una franja
de tierra (200.000 has.) que La Pampa reclama a Men-
doza por una supuesta estafa generada cuando se realizó
la mensura del territorio entre 1881 y 1904. En esta
diferencia de localización del meridiano, la provincia de
Mendoza se beneficia con más de 197.600 hectáreas.2
Tal como planteó Bárbara Göbel (2002:56), la casa
de campo “condensa todo un sistema de ocupación
espacial, derechos de uso de recursos y de prácticas
económicas”. Es habitual que una familia ubique puestos
en lugares donde los abuelos los tuvieron previamen-
te, aprovechando o no las construcciones existentes.
Cada territorio familiar tiene sus propios lugares y la
presencia de la familia allí, en algún momento dentro
del ciclo anual de movilidad, no remite solo a ventajas
productivas sino que implica una forma de apropiación
material y simbólica de su territorio.
La familia de Delfor Hurtado y Mabel Yanten,
del puesto Jahuel las Rosas, reside en el lugar desde
hace más de cincuenta años. El puesto, con la misma

2 Este conflicto interprovincial recobró interés en la prensa local


recientemente (julio de 2021) y abre una nueva disputa con la provin-
cia de Mendoza, en plena tensión por el conflicto por el Río Atuel que
está mediado por la Corte Suprema de la Nación.

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134 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

denominación y locación, figura en la carta topográfica


de 1969 de Agua Escondida. En ese sitio, específicamen-
te en la casa, nació Delfor (75 años) y la mayoría de
sus ocho hijos/as, cuyas edades varían entre los 30 y 54
años. A pesar de estar ubicado el espacio doméstico y
peridoméstico de la vivienda en la provincia de Mendo-
za, la familia pastorea sus tierras de monte abierto muy
salitroso en el territorio pampeano.
La casa, construida con piedra y adobe con forma
de chorizo, existe desde hace al menos 75 años –según
los testimonios recogidos en el lugar–, y ha tenido
ampliaciones y modificaciones. Recientemente, la fami-
lia construyó un baño afuera con ladrillo industrial y
cocido. Además, frente a la vivienda existe un histórico
corral de pirca (con rocas basálticas de la zona) que
es utilizado por el grupo doméstico para las cabras y
una construcción de piedra semi-destruida que se usa
de refugio (ver Figura 2).
Como sostiene Göbel (2002:70), las casas cons-
tituyen “almacenes materiales de prácticas culturales
pasadas”. La construcción de la vivienda es un hecho
social que expresa necesidades, expectativas y puntos de
vista. La configuración de una casa campesina expresa
material y simbólicamente muchos elementos de la vida
social y relacional de los sujetos (Tomasi, 2011).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 135

Figura 2. Instalaciones edilicias y del espacio peridoméstico

Fuente: fotografías capturadas por la autora (2009, 2013, 2016).

A pesar de estar ubicada del lado mendocino, la familia


ha tejido sus relaciones sociales y su espacio relacional en La
Pampa, donde posee densos vínculos de parentesco, veci-
nales y comerciales. De hecho, figura en los relevamientos
de puestos pampeanos y participa de las reuniones de pro-
ductores, asistencia social, actividades de salud y educativas
dentro del territorio pampeano. Por ejemplo, los nietos y
bisnietos de Mabel y Delfor asisten a la escuela de Chos
Malal y sus hijos residen en puestos de la zona. De este
modo, han construido una territorialidad campesina que
desconoce las fronteras políticas y los límites interprovin-
ciales. Al igual que la gran mayoría de las familias de la zona
de Chos Malal, esta familia ejerce una tenencia precaria de
la tierra a través de la posesión.
En el año 2013, en plena expansión de la frontera
productiva, se presentó un abogado entrerriano que tenía
un poder de la propietaria del campo, una señora de Entre

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136 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Ríos, de ochenta años. En ese marco, y luego de tres visitas


en el puesto solicitando el pago del campo y ante falta de
acuerdo, recibieron una orden de desalojo (agosto de 2013).
El problema generado era que, al estar ubicado en la provin-
cia de Mendoza, no se podía aplicar la legislación vigente
para La Pampa (Ley 2222/2005) que suspende los desalojos
en los departamentos del oeste provincial. De este modo,
la territorialidad campesina se puso en tensión con la legal,
abstracta y jurídica y emergió el conflicto por la tierra.
Ante el inminente desalojo, y luego del pedido de ayuda
a quienes estábamos al tanto de los derechos de los habi-
tantes del oeste, realizamos un recorrido en la zona. El con-
flicto se instaló en el paraje Chos Malal y se trató, incluso,
como una problemática en la escuela. Los niños señalaron
la ubicación del campo a través de un mapa cognitivo rea-
lizado por un joven, quien gentilmente ofreció su esquema
de representación de la región. Como se puede observar en
el dibujo, el puesto en disputa se encuentra unido a través
de una huella irregular que articula la zona de los Rincones
con un salitral (ver Figura 3) y se ubica fuera del límite pam-
peano. El mapa también permite observar el conocimiento
de los recursos locales (salitrales, manantiales, afloramien-
tos rocosos); los caminos e intervenciones antrópicas, como
la división catastral representada en un damero, una escue-
la, un templo y carteles; la distribución de puestos con sus
poseedores y el cercamiento de los campos en otro caso de
disputa donde se representa un alambre y se realizó una
cruz que señala “en conflicto”.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 137

Figura 3. Chos Malal. Mapa de 2013, puesto Jahuel de las Rosas ubicado
en el margen

Fuente: mapa elaborado por un criancero de Chos Malal en 2012.


Gentileza de Américo Corbalán.

De acuerdo con los testimonios de familiares y vecinos,


la familia estaba muy atemorizada por el desalojo y no quiso
compartir, en un principio, con sus vecinos (ubicados del
lado pampeano), el problema legal con la titular registral.
Desde la perspectiva de los familiares y vecinos la preocu-
pación era a dónde iba a ir esa familia, pues emigrando a la
ciudad “morirían de tristeza”.

A nosotros no nos han contado nada… no sabemos mucho,


No sabemos qué les ha ocurrido… creo que el desalojo lo
tienen para el 14 de agosto… yo no sé… Somos consuegros
y no nos han contado nada, tienen que desocupar porque
apareció el dueño… Mi compadre tiene 64 años y nació ahí…
Hubieran llegado a algún arreglo o algo… ahí nacieron los

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138 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

ocho hijos, todos ahí. El hombre (apoderado) quedó de volver


a los últimos días de febrero, iba a traer postes y ladrillos
pero no vino… es de Entre Ríos… es una dueña de 84 años…
(Familiar y vecina, puestera, comunicación personal, 13 de
abril de 2013).

Vaya a saber, no sé dónde se van a vivir, esta pobre gente…


a 25 de Mayo con los hijos capaz pero no sé… no nos han
contado ni una cosa… somos consuegros… El señor este que
vino y le dijo que era el dueño, sí… papeles dicen todos que
tienen, él es el autorizado por la vieja [la titular], pero no sé.
Ellos le daban pa’ pagar en nueve años pero no tienen plata y
el campo es puro salitre. A Delfor le supieron venir cartas del
dueño, él nunca contestó… Yo creo que si se van al pueblo,
a 25 de Mayo, se van a morir… Dios no permita toda la vida
acá en el campo, ¿qué van a hacer en el pueblo? Se van a
enfermar y morir… Tienen que vender los animales… tiene
64 años… es flaco… lo hayo muy malo (Familiar y vecino,
puestero, comunicación personal, 14 de abril de 2013).

Yo no sé… los veo muy tranquilos… el señor este que vino al


campo le dijo que ponga un abogado y le dijo que no tenía…
así fue… ya está todo hecho Yo fui la primera vez con él,
lo trató muy bien el señor, le ofreció venderle… y le dijo
que ponga el precio… Y le dijo que no es bueno el campo,
que tiene animales en campo ajeno… 500 metros para allá y
ya cambia… pero él le dijo que no podía pagar y quedó en
volver (Familiar y vecino, puestero, comunicación personal,
14 de abril de 2013).

El docente del paraje consideraba que la actitud pasiva


de la gente y la falta de movilización ante estos despojos era
una de las causas de la falta de resolución de los conflictos.

En los Rincones y la zona de los salitrales donde vive Delfor,


hace años que hay problemas, vienen avanzando los alambres,
y hay también falta de organización en la gente, están un poco
quedados, no sé si están entregados, si han perdido las espe-
ranzas, pero noto que tendrían que moverse un poco más…

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 139

yo los veo que están desorganizados… les falta organización


(Docente, comunicación personal, 13 de abril de 2013).

Luego de distintas conversaciones con el representante


de la titular y la familia, en el año 2015 se acordó el valor
del campo y se pagó con la producción que tenía (cabras
y caballos). Actualmente residen en el puesto (Figura 4) sin
mayores conflictos.

Figura 4. El puesto Jahuel de Rosas

Fuente: fotografía capturada por la autora en 2011.

Más allá de la resolución de ese problema, que suele ser


poco común, a través de acuerdos entre las partes, el caso
permite repensar los espacios de frontera, sus tensiones y
sentidos y las geografías disidentes. Además de la frontera
interprovincial, que está cuestionada por la provincia de La
Pampa ante un supuesto error en la mensura de 1906, se

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140 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

suma la frontera productiva de comienzos del siglo XXI con


la valorización de los campos para la ganadería y la frontera
simbólica expresada en el mapa mental.

Reflexiones finales

Estar ahí dista mucho de ser una condición suficiente para


comprender las lógicas y los sentidos de los confines. Pero
decido correr ese riesgo para, simplemente, sostener que si
pretendemos quebrar el etnocentrismo –y «centrismo» nun-
ca fue una palabra tan apropiada como para hablar de los
márgenes– “estar ahí” continúa siendo una condición necesa-
ria (Alejandro Grimson, 2000: 5).

La frontera está en debate. Debemos continuar estudiando


y problematizando los espacios de frontera para repensar
los instrumentos teóricos y metodológicos que utilizamos
en su abordaje. El de caso analizado en este capítulo puso
a la luz la multidimensión de las fronteras (social, econó-
mica, política, jurídica) y su complejidad, tanto material
como simbólica. A través de los relatos y un mapa mental
emergieron las fronteras invisibles que actúan y condicio-
nan a los sujetos y a sus prácticas productivas, relacionales,
residenciales, laborales, etc. Más allá del conflicto, el caso
permite repensar los espacios de frontera, sus tensiones
y sentidos y las geografías disidentes. Además de la fron-
tera interprovincial, se suma la expansión productiva de
comienzos del siglo XXI con la valorización de los campos
para la ganadería vacuna y la emergencia de una nueva
frontera simbólica.
Las relaciones sociales de la familia analizada en el
caso de estudio exceden el espacio del puesto y los límites
políticos pues han construido una territorialidad campesina
basada en el uso de los bienes comunes y con el aprovecha-
miento de las relaciones familiares, vecinales y comunita-
rias. De este modo, se puede diferenciar una territorialidad

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 141

registral y legal y otra menos visible en los papeles, pero


que tiene expresión material y simbólica en el lugar y que
configura, sin dudas, una geografía disidente.
Consideramos que la acotación del contexto regional,
local y familiar, así como la contemplación de la escala tem-
poral permitió el análisis del caso estudiado. A través de los
relatos y el mapa mental emergieron las fronteras invisibles
que actúan y condicionan a los sujetos y a sus prácticas pro-
ductivas, relacionales, laborales, etc. Para la concreción del
estudio fue imprescindible alejarnos del ámbito de confort
científico y tomar un posicionamiento activo con las pro-
blemáticas estudiadas, controladas con la vigilancia epis-
temológica planteada por Pierre Bourdieu (2014). En este
sentido, la propuesta de las geografías disidentes posibilitó
poner a la luz el cuestionamiento de cómo participamos
los y las geógrafos/as, en tanto que intelectuales con y en
las reivindicaciones de los sectores populares, haciendo de
nuestro conocimiento un instrumento y, también, un medio
para alimentar las prácticas políticas.

Agradecimientos

Se agradece a las familias productoras del paraje Chos


Malal, maestros y técnicos/as territoriales que posibilitaron
el acceso a datos y testimonios sobre el caso analizado.

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De frentes y cercamientos: las fronteras


tecnológico-conceptuales, geográficas
y políticas del extractivismo

Estudios de caso en la Argentina contemporánea

SEBASTIÁN GÓMEZ LENDE

Introducción

El objetivo de este trabajo consiste en aportar reflexiones


teóricas acerca de las múltiples y complejas relaciones que
el concepto de frontera guarda ̶ en sus diversas acepciones
̶con otra categoría igualmente polisémica: el extractivismo,
atendiendo para ello a sus distintas dimensiones, categorías
y variables de análisis. Los nexos entre ambas categorías
serán ilustrados a través de referencias tangenciales a sec-
tores extractivos de la Argentina actual, como la minería,
la pesca, la agricultura y los hidrocarburos. El capítulo se
estructura en cuatro apartados. Primeramente, se desarrolla
un apretado marco teórico-conceptual donde se discute la
definición y relación entre frontera, extractivismo y acu-
mulación por desposesión. A continuación, se explica el
modo en que las fronteras conceptuales del extractivismo
van mutando conforme al avance de las fronteras tecnológi-
cas, la redefinición del concepto de recursos y la expansión
de las escalas productivas, con el consiguiente avance de
las fronteras geográficas del modelo. La siguiente sección

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146 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

y sus correspondientes sub-acápites abordan la cuestión de


las fronteras políticas del extractivismo poniendo el foco en
la relación de este modelo de acumulación con las fronteras
interestatales e interiores. Con respecto a este último punto,
se analiza la relación entre frontera y conflicto atendiendo
a cuestiones como los enclaves, las restricciones a la movi-
lidad geográfica, los cercamientos y los movimientos insur-
gentes contra la acumulación por desposesión. Finalmente,
se presentan las principales conclusiones del trabajo.

Frontera, frente, extractivismo y acumulación


por desposesión: precisiones teórico-conceptuales

Como cualquier otra categoría que ha sido profusamente


debatida en las ciencias sociales, el concepto de frontera se
revela polisémico, amplio y genérico debido fundamental-
mente a dos razones: su maleabilidad para asumir diferen-
tes sentidos y significados de acuerdo a los distintos con-
textos históricos y geográficos; y su capacidad de subsumir,
contener o condensar a otras categorías similares, como
muro, borde, frente, límite y periferia (Benedetti, 2007;
2018; 2020). Sin perjuicio de sus diversas tipologías (fron-
teras naturales, políticas –interiores e interestatales–, de
expansión, productivas, etc.), la frontera puede ser entendi-
da como una entidad geohistórica que expresa diferencias y
relaciones, continuidades y rupturas entre distintas territo-
rialidades –dos proyectos o modelos diferentes de uso del
territorio, parafraseando a Santos y Silveira (2001)– que,
en virtud de su propia oposición, definen un nuevo espacio
singular e inestable, esto es, un área de interfaz sujeta a
permanentes redefiniciones y cambios en sus coordenadas
temporales, espaciales y funcionales (Benedetti y Salizzi,
2014; Salizzi, 2015; 2017; Benedetti, 2018; 2020).
Siguiendo esa tesitura, el extractivismo encierra la mis-
ma polisemia que la frontera, toda vez que se trata de una

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 147

categoría caracterizada por su falta de precisión concep-


tual (Portillo Riascos, 2014). Aunque tradicionalmente ha
sido relacionado con la explotación de recursos naturales,
el extractivismo actualmente posee –debido a su trasvase a
otras esferas y campos– un sentido vago y difuso. Así pues,
hoy día no falta quien hable de extractivismo hidroeléctri-
co, inmobiliario, turístico e incluso epistémico y ontológico
(Svampa, 2011; Seoane, 2013; Grosfoguel, 2016). Ciñéndo-
nos a una interpretación más clásica del concepto, aquí defi-
nimos al extractivismo como un modelo de acumulación
basado en la conversión de bienes comunes en mercancías,
la explotación intensiva de esos recursos naturales a un rit-
mo acelerado incompatible con los tiempos de reposición
de la naturaleza, su escaso o nulo grado de procesamien-
to local, regional y/o nacional y su (por lo general) casi
exclusiva orientación al mercado mundial. Estas dinámicas
generan grandes flujos de valor de cambio que en gran
medida son captados por agentes externos, y que forman
y reproducen enclaves o colonias-commodities tensionadas
por altos niveles de conflictividad social, política y ambien-
tal (Giarracca y Teubal, 2013; Machado Aráoz, 2013; Seoa-
ne, 2013; Gudynas, 2014).
La relación entre extractivismo y frontera es compleja.
Naturalmente, las fronteras del extractivismo son, en pri-
mera instancia, fronteras productivas. Reflejan un avance,
redefinición o movimiento de flujos tendente a la amplia-
ción del sistema capitalista a través de la valorización de
aquellos espacios que la burguesía y el Estado consideran
funcionales para la expansión de actividades intensivas en la
explotación de recursos naturales necesarios para alimentar
la acumulación del capital y abastecer al mercado mun-
dial. Parafraseando a Reboratti (1990, citado por Bratice-
vic, 2017) y Turner (1991, citado por Salizzi, 2017), operan
como frentes donde ciertos “pioneros” (hacendados, mine-
ros, agricultores, etc.) conquistan tierras para desarrollar
ciertas actividades extractivas puntuales (minería) o exten-
sas (extracción maderera, ganadería). Siguiendo esa tesitura,

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148 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

las fronteras del extractivismo constituirían entonces un


momento histórica y espacialmente situado del proceso de
expansión territorial del capital (Salizzi, 2015), que a su vez
se encontraría íntimamente entrelazado con los dispositi-
vos de la acumulación originaria permanente (Braticevic,
2017; 2020) o, en términos de Harvey (2004), con los meca-
nismos de la acumulación por desposesión.
La idea clave que articula la relación entre extracti-
vismo, frontera, frente y acumulación por desposesión es
que una de las formas en que se desplazan las fronteras de
dicho modelo son los cercamientos o enclosures (Midnight
Notes Collective, 1990). Estos cercamientos pueden ope-
rar (simultáneamente o no) en cuatro frentes de relevancia:
a) la conversión de patrimonios de uso común en domi-
nio exclusivo de la clase capitalista; b) la erosión, coopta-
ción, absorción, articulación, fragmentación o destrucción
de las formas de producción y de vida subalternas; c) la
colonización por parte del capital de ámbitos o campos
naturales, territoriales, sociales y culturales hasta entonces
vírgenes o inexplorados, mercantilizándolos, monetizán-
dolos y privatizándolos; y d) la apropiación legal o usur-
pación ilegal de porciones de riqueza común a través de
la alianza de las élites económicas con el poder estatal o
el recurso a la violencia lisa y llana. Todos ellos marcan
un límite, una barrera –un afuera y un adentro– que el
capital busca franquear para perpetuar su reproducción
ampliada. En este trabajo destacaremos dos grandes gru-
pos o bloques de las dimensiones del proceso: la frontera
tecnológica-conceptual-geográfica del modelo; y sus fron-
teras políticas –tanto interestatales como interiores–, con
eje en el conflicto.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 149

Las fronteras tecnológicas, conceptuales y geográficas


del extractivismo

De todas las formas de cercamiento inherentes al extracti-


vismo, quisiéramos comenzar deteniéndonos en la cuestión
de la colonización capitalista de nuevos ámbitos o campos
de la naturaleza y en cómo su transformación en condi-
ciones o factores para la producción de valores de cam-
bio repercute en el avance de la frontera (tanto espacial
como conceptualmente hablando) del extractivismo como
modelo de acumulación y en la redefinición del concepto
recursos naturales.
Por naturaleza, el capital tiende a mercantilizar, cercar,
privatizar, monetizar, consumir y finalmente agotar o des-
truir distintas condiciones de producción, topándose así
con los límites de lo que O’Connor (2001:216) denomina
“curva de productividad” de los sistemas físico-biológicos.
Cada vez que eso ocurre, el capital se ve obligado a fran-
quear dicha barrera de tres maneras: a) continuando con
la explotación del mismo recurso, pero modificando los
métodos extractivos utilizados para reducir costos e impe-
dir que tal escasez menoscabe su rentabilidad (frontera tec-
nológica); b) trasladando la explotación del recurso agotado
en un lugar dado a otra localización donde aquel abunde
para reiniciar allí el ciclo de mercantilización y degrada-
ción (frontera geográfica); c) o bien descubriendo y coloni-
zando una nueva fuente de materias primas que sustituya
a la anterior y le permita abrir nuevos campos a la acu-
mulación (frontera natural). Cualquiera de las tres alter-
nativas –que no son excluyentes, sino que pueden (y sue-
len) complementarse y combinarse– implica la expansión
del sistema por la vía de la acumulación por desposesión
así como la perpetuación de la segunda contradicción del
capitalismo. Son, en términos de Harvey (2004), solucio-
nes espacio-temporales que buscan implantar “zonas expe-
rimentales” en términos técnicos, sociales y económicos

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150 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

(Bowman, 1931, citado por Salizzi, 2017:191-192) para des-


plazar provisoriamente las contradicciones del capital.
En el primer caso, el avance de la frontera tecnológica
conduce a la reorganización de las fronteras entre lo explo-
table y lo no explotable y, por consiguiente, a la redefi-
nición de los límites entre lo que forma parte o no del
modelo extractivista. Como bien sugiere Schweitzer (2020),
los recursos naturales denotan historicidad. Su existencia
es condición necesaria pero no suficiente para su incorpo-
ración a la lógica capitalista; también deben existir tecno-
logías que permitan su extracción y aprovechamiento, las
cuales varían en cada época o período. Como resultado,
mientras que en el pasado el sector extractivo estuvo en
líneas generales casi exclusivamente circunscripto a activi-
dades como la minería subterránea y la explotación hidro-
carburífera convencional, en la actualidad aglutina también
a los llamados extractivismos de nueva generación (Gudy-
nas, 2014), esto es, formas modernas de actividades extrac-
tivas antiguas, como la mega-minería a cielo abierto de
metales preciosos e industriales o la extracción de gas y
petróleo por fractura hidráulica (fracking). En ambos casos,
el recurso siempre existió, pero su explotación no fue via-
ble hasta tanto el capital, espoleado por el agotamiento o
disminución de los reservorios convencionales, no rebasara
las fronteras tecnológicas que le impedían explotar yaci-
mientos de baja ley mineral y alto nivel de diseminación
o depósitos de hidrocarburos encerrados dentro de forma-
ciones rocosas impermeables.1

1 Si bien la minería a cielo abierto es conocida desde la década de 1960, su


predominio data de los últimos treinta años, cuando los típicos socavones,
túneles y galerías subterráneas de antaño dejaron paso a las mega-
explotaciones en superficie basadas en el uso intensivo de tecnología y capi-
tal, la voladura de suelos y cerros enteros, la remoción y procesamiento de
ingentes volúmenes de material rocoso y al uso a gran escala de agentes quí-
micos (ácido sulfúrico, cianuro de sodio, mercurio, sales de plomo y zinc,
xantatos, etc.) y recursos energéticos e hídricos para el lixiviado del mineral
mediante los métodos de separación gravitacional, lixiviación o flotación. El
material estéril remanente de dichos procesos se acumula formando diques

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 151

Por otra parte, la frontera tecnológica redefine la escala


de producción, y con ella, las fronteras conceptuales del
extractivismo. Así, acaba extendiendo la fractura metabóli-
ca (Marx, 1968; Foster, 2000) –es decir, la insostenible bre-
cha entre la velocidad de rotación del capital y los tiempos
físico-biológicos de reposición de los materiales extraídos
de la naturaleza– a otras actividades económicas que de ese
modo pasan a formar parte del modelo. Hasta mediados de
la segunda mitad del siglo XX, en Argentina tanto la agri-
cultura como la pesca marítima fueron consideradas como
actividades primarias productivas y no extractivas debido a
que explotaban una biomasa teóricamente renovable den-
tro de ciertos límites. Hoy día, en cambio, la incorporación
masiva de tecnología y los avances en química y genética
permiten que en ambos casos se lleve a cabo una expo-
liación en la que los umbrales naturales de reproducción
del recurso edáfico y la biomasa ictícola son sistemática-
mente sobrepasados.
A diferencia de las prácticas conservacionistas de rota-
ción de usos del suelo que rigieron en la pampa húmeda
durante todo el modelo agroexportador, el monocultivo
sojero y otras producciones agrícolas han hecho realidad la
tesis marxista de que la agricultura industrial a gran escala

de colas o escombreras que pueden alcanzar hasta 100 metros de altura ̶ un


edificio de 30 pisos ̶. En el caso del fracking, la explotación mediante la técni-
ca de fractura hidráulica viene desarrollándose en el sector hidrocarburífero
desde hace más de siete décadas. Sin embargo, adquiere relevancia en la
actualidad debido a su uso masivo en las denominadas formaciones no-
convencionales para prolongar la agonía del modelo energético fósil. Dichos
recursos no-convencionales incluyen la explotación de esquitos y arenas
bituminosas, gas en arenas compactas (tight gas), gas y petróleo de esquistos,
lutitas, pelitas o pizarras (shale gas y shale oil), petróleos extra-pesados, gas
de carbón (coal bed methane), hidratos de metano y gas de pantanos. Por lo
general, la única posibilidad de extraer estos hidrocarburos no convencio-
nales es fracturar la roca-madre para provocar artificialmente un canal de
comunicación para que el recurso pueda desplazarse hacia el interior del
pozo, siendo bombeado a la superficie mediante la inyección de millones de
litros de agua a alta presión, enormes volúmenes de arena y centenares de
productos químicos (muchos de ellos, extremadamente tóxicos).

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152 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

saquea, devasta y agota los elementos constituyentes del


suelo y los repone tardía e incompletamente, violando así
las condiciones básicas de sostenibilidad impuestas por la
naturaleza (Marx, 1968; Foster, 2000). En lo que atañe a
la pesca marítima, la constante y sistemática trasgresión de
los umbrales de reproducción biológica del recurso que el
mundo viene sufriendo durante los últimos setenta años
se ha instalado en Argentina desde principios de la déca-
da de 1980, en un contexto donde la creciente demanda
internacional de pescado, la pesca ilegal, el llamado descar-
te2 y el dramático incremento de la capacidad extractiva
han configurado una suerte de minería pesquera (Cócca-
ro et al., 2000). Así pues, los sistemas de objetos (Santos,
1996) encarnados por cultivos transgénicos de exportación
intensivos en agrotóxicos y buques congeladores y factoría
intensivos en tecnología y artes de pesca predatorias deno-
tan en nuestro país un avance de la frontera extractivista,
convirtiendo a ambas actividades en una minería agrícola
y pesquera situada en las antípodas de la situación de sub-
explotación del caladero y las prácticas de conservación del
suelo típicas de la primera mitad del siglo XX.
Naturalmente, las fronteras tecnológicas del extrac-
tivismo tienen su correlato geográfico. En Argentina, el
modelo se profundiza no solo en las regiones donde históri-
camente predominó en mayor o menor medida (la Patago-
nia petrolera y el Noroeste minero, por solo mencionar dos
ejemplos), sino que además ha avanzado (o intenta hacerlo)
hacia áreas donde distintas facetas del modelo eran impen-
sadas algunas décadas atrás. Santa Cruz, que en el pasado
mostró un desarrollo minero metalífero escaso y práctica-
mente insignificante, es actualmente la provincia con mayor
número de minas de metales preciosos en actividad del
país. En los últimos años, la explotación hidrocarburífera

2 Por descarte se entiende la masa de peces capturados que, debido a distintas


razones –prohibición de captura de la especie, pequeño tamaño, menor
valor económico, etc.–, es devuelta muerta al mar.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 153

no convencional no solo se ha propagado exitosamente en


territorios especializados en la fruticultura intensiva (como
Allen, Río Negro), sino que ha buscado hacer lo propio en
Entre Ríos (en la provincia homónima, sobre la costa del
río Uruguay) y el sur de la provincia de Buenos Aires (Cla-
romecó) para la extracción de gas vía fracking (Bertinat et
al., 2014; Novas, 2018). A raíz de este avance de la fron-
tera extractivista, la Organización Federal de los Estados
Productores de Hidrocarburos (OFEPHI) hoy día incluye a
todas las jurisdicciones del país. Otro tanto puede decirse de
la agricultura sojera, donde la llamada pampeanización no
solo se ha extendido hacia el norte argentino, sino que tam-
bién insinúa su avance hacia Cuyo y la Patagonia. Así, áreas
de Mendoza, Río Negro y Chubut,3 donde años atrás el
cultivo de soja era inconcebible, reúnen actualmente 1.122
hectáreas sembradas con dicha oleaginosa (SISA, 2021).
El caso de la minería del litio, por su parte, representa
un claro solapamiento de las fronteras tecnológicas, geo-
gráficas y naturales del extractivismo. Si bien en Argentina
esta actividad comenzó en 1936, en vísperas de la Segun-
da Guerra Mundial, realizando tempranas exportaciones a
Estados Unidos, Italia y Chile, la producción doméstica era
muy escasa y errática debido a que este mineral era un deri-
vado de la explotación a cielo abierto de pegmatitas ricas en
berilo o wolframio. Por esa razón, hasta la década de 1960,
la minería del litio permaneció restringida a la provincia
de San Luis, incorporándose a partir de esa fecha las minas
de espodumeno de Córdoba y Catamarca. Sin embargo, la
demanda de la industria nuclear, militar, aeroespacial, far-
macéutica y de la cerámica, el esmalte, el caucho y el vidrio
determinó que a partir de 1972 la frontera exploratoria para
este mineral avanzara hacia los salares de la Puna, situación
que se consolidó a raíz de la maduración de la revolución
informática y de las telecomunicaciones de la década de

3 Se trata de Santa Rosa y San Rafael en Mendoza, Choele Choel en Río Negro
y La Angostura y Gaiman en Chubut.

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154 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

1990. Actualmente, la supuesta transición energética des-


de el (presuntamente agotado) paradigma energético fósil
hacia un modelo verde basado en las baterías recargables
y los bajos costos que supone la explotación en salmuera,
han desatado una verdadera fiebre del litio en los salares de
Jujuy, Salta y Catamarca, derivando en su definitiva colo-
nización como nueva fuente de materias primas para el
capitalismo contemporáneo. Esta apertura de nuevos cam-
pos a la acumulación ha determinado incluso que el capi-
tal pretenda reactivar la explotación convencional de este
mineral en San Luis.

Las fronteras políticas del extractivismo

Extractivismo y fronteras interestatales


Al ampliar sus fronteras tecnológicas y geográficas, el
extractivismo no solo cuestiona las fronteras naturales, sino
que también pone en tela de juicio a las fronteras políticas,
tanto interestatales como interiores. En el primer caso, la
visión de las fronteras como un elemento de clausura y
seguridad del territorio nacional (Benedetti y Salizzi, 2014)
se difumina ante las dinámicas geopolíticas de un extrac-
tivismo que trasciende los límites interestatales para forjar
nuevas territorialidades materiales y simbólicas. Ejemplo
de estas últimas es la noción de “Repúblicas Unidas de la
Soja”, interesadamente difundida por la transnacional Syn-
genta con motivo de la propagación de este cultivo trans-
génico en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay,
y que representó un intento por institucionalizar la reali-
dad material que supone el espacio regional de flujos o el
mapa de verticalidades (Silveira, 1999) forjado en torno a
dicha oleaginosa, con la Hidrovía Paraná-Paraguay como
columna vertebral.
Por su parte, el Tratado de Integración Minera entre
Chile y Argentina supone un paradigmático ejemplo de

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 155

cómo la dimensión material de las nuevas territorialida-


des asociadas al extractivismo torna porosas a las fronteras
interestatales. Abarcando la tercera parte del territorio chi-
leno y la décima parte del argentino (Giraud y Ruz, 2009),
este gigantesco cercamiento de 5.400 kilómetros de lon-
gitud y más 51,7 millones de hectáreas de superficie ha
creado una suerte de tercer país donde las empresas pueden
reducir costos aprovechando las economías de escala y las
ventajas logísticas asociadas al aprovechamiento conjunto
de los recursos hídricos, la fuerza laboral y la infraestruc-
tura disponible a ambos lados de la faja cordillerana. Así,
no solo se desdibujan las fronteras interestatales, sino que
se vacía de significado a la Cordillera de los Andes como
límite natural.
Siguiendo esa tesitura, la problemática de la pesca
marítima ilegal o furtiva del calamar dentro de la Zona
Económica Exclusiva (ZEE) argentina o en la denominada
milla 201 (en el límite con aguas internacionales) muestra
cómo el extractivismo no solo cuestiona una vez más las
fronteras interestatales; también añade mayor complejidad
a esa tensión. El rígido y claro límite jurídico-territorial
entre un adentro reservado para los buques con permiso de
pesca legal y un afuera común donde el recurso puede ser
explotado libremente por flotas de cualquier nacionalidad,
se convierte en una frontera lábil no solo debido a la siste-
mática intromisión ilegal de barcos de origen asiático, sino
también en virtud de la imposibilidad práctica de parcelar
los mares para cercar o limitar el movimiento de especies
migratorias, recordándonos –como plantea Harvey (2014)–
que los peces extraídos de los océanos pueden ser fácilmen-
te mercantilizados pero las aguas en las que nadan plantean
un problema totalmente distinto.
Esta práctica, cuyo origen en nuestro país se remonta
a mediados de la década de 1970, actualmente involucra
la operación ilegal de 600 embarcaciones chinas, coreanas,
españolas y taiwanesas que cada año extraen alrededor de
un millón de toneladas, cifra superior a los desembarques

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156 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

realizados por buques habilitados. Pese a que la Prefectura


Naval Argentina ha capturado e incluso hundido naves que
se adentran en la ZEE, el Estado nacional ha sido impotente
para poner fin a esta situación, limitándose a solicitar a la
Organización Mundial del Comercio que elimine los sub-
sidios a la pesca ilegal. Dado que el principal objetivo de la
pesca ilegal es el calamar –especie clave para la cadena trófi-
ca del caladero–, la creciente sobreexplotación clandestina
de dicho cefalópodo a mediano plazo agravará el paulatino
agotamiento de la biomasa disponible y, por consiguiente,
la crisis pesquera que Argentina arrastra desde mediados
de la década de 1990.

Extractivismo y fronteras interiores

1. Fronteras en conflicto (I): enclaves, movilidad geográfica


y cercamientos
El conflicto emerge como una cuestión omnipresente en
la dinámica de las fronteras interiores del extractivismo.
Después de todo, las actividades y cercamientos inherentes
al modelo suelen ser entendidas como frentes, un concepto
que en la geografía política francesa está teñido de conno-
taciones eminentemente militares vinculadas al estableci-
miento de fronteras políticas (Salizzi, 2017). Como resul-
tado, la expansión técnico-territorial del modelo y los cer-
camientos sociales y espaciales que genera suelen determi-
nar una colisión entre sentidos e imaginarios geográficos
diametralmente distintos (Benedetti y Salizzi, 2014) que,
al estar asociados a dos o más proyectos antagónicos de
uso del territorio (Santos y Silveira, 2001), involucran una
importante cuota de resistencia y conflictividad (Salizzi,
2015; 2017).
Una de las paradojas de esta dinámica es que las fron-
teras que el extractivismo niega o sobrepasa a nivel inter-
estatal acaban por multiplicarse en el plano interno, opo-
niendo así restricciones o filtros a la movilidad geográfica

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 157

(Benedetti, 2018). Mientras que, para favorecer la inver-


sión extranjera e imprimir fluidez al movimiento interes-
tatal del capital minero, el citado Tratado de Integración
Minera y la normativa que regula al sector han desmante-
lado las antiguas zonas de seguridad y de frontera creadas
entre 1944 y 1970 (Bruzzone, 2011; Bombal, 2020), fronte-
ras adentro –valga el juego de palabras– los cercamientos
proliferan con fuerza. Cercenando los derechos de libre
transitabilidad garantizados por la Constitución Nacional,
las empresas están facultadas por la legislación vigente para
establecer todas las limitaciones de dominio que consideren
convenientes, con lo cual, bajo el eufemismo del territorio
privado minero, recursos geológicos, tierras, valles, lagos,
parajes turísticos y hasta pueblos enteros (El Aguilar en
Jujuy, Vis-Vis en Catamarca) han quedado bajo el estricto
control de las transnacionales del sector.
Para hacer valer esa tajante línea divisoria entre el
adentro y el afuera, las compañías mineras operan como
enclaves que anulan las normas del territorio, vulneran
la soberanía nacional y reprimen las regulaciones locales
al bloquear el acceso a rutas y caminos públicos, realizar
controles migratorios, imponer requisas e impedir el paso
de escolares, campesinos y turistas. Siguiendo esa tesitura,
dichas tareas son ejecutadas a través de sistemas militari-
zados integrados no solo por personal privado contratado
por las propias empresas, sino también (al menos en algu-
nos casos) por las propias fuerzas públicas de seguridad. En
enclaves como el municipio jujeño de El Aguilar y la mina
sanjuanina Veladero, Gendarmería Nacional ya no prote-
ge las fronteras terrestres, fluviales, migratorias, sanitarias
y aduaneras para el Estado, sino para el capital extranje-
ro, restringiendo la movilidad geográfica de pobladores y
transeúntes para que el acceso a rutas, caminos y poblados
quede solo sujeto a los intereses de corporaciones como
Glencore y Barrick Gold.

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158 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

2. Fronteras en conflicto (II): el extractivismo y los movimientos


insurgentes contra la acumulación por desposesión
Como es bien sabido, el avance del extractivismo suele
suponer el trastocamiento de las fronteras de la democracia
y el avasallamiento de derechos humanos y mecanismos
institucionales inherentes a aquella (licencia social, con-
sulta a la población, controles ambientales, presencia del
Estado, manipulación de la participación popular, violencia
estatal y paraestatal, etc.). Así, la ecuación “más extracti-
vismo = menos democracia” (Svampa, 2019:12) agudiza la
naturaleza conflictiva del modelo, convirtiendo al territorio
en escenario del surgimiento de movimientos insurgentes
contra la desposesión (Harvey, 2004) y generando fronteras
internas de raigambre económica, política e incluso insti-
tucional que devienen producto de la superposición en el
lugar de acciones originadas en distintas escalas geográfi-
cas y del encuentro entre la racionalidad hegemónica y las
contra-racionalidades ajenas u opuestas a la misma (Santos,
1996). Así, mientras que la visión eficientista del capital y
las corporaciones y los gobiernos y su ideología fundamen-
talista del progreso procuran imponer el modelo dominante
a cualquier costo, las comunidades situadas en las zonas
vaciables y sacrificables (Sack, 1986; Svampa, 2019) recha-
zan esa invisibilización y desmitifican los argumentos de
pobreza, atraso y crisis económica regional que legitiman el
proyecto hegemónico.
Aunque quizás la dimensión más explorada y cono-
cida sea la frontera interior entre el moderno capitalismo
sojero y las formas de producción subalternas (campesinas,
aborígenes, etc.) y sus correlatos de usurpación de tierras,
éxodo rural y engrosamiento de asentamientos margina-
les en las periferias urbanas, nuestro país es pródigo en
ejemplos empíricos al respecto. Aquí nos interesa particu-
larmente focalizarnos en otra dimensión de las fronteras en
conflicto del extractivismo y que se manifiesta en lo que
Sández (2016:260) denomina “la batalla por los metros”, un

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 159

conflicto entre sentidos y valoraciones contrapuestas que


tiene como eje a lo sanitario y lo ambiental pero cuya expre-
sión es eminentemente político-territorial.
El movimiento sinérgico de las distintas fronteras pro-
ductivas ha determinado que el avance de la soja en deter-
minadas áreas del país se concrete a expensas del desmonte
del bosque nativo y/o el desplazamiento de producciones
capitalistas, campesinas y aborígenes tradicionales (gana-
dería, cereales, cultivos intensivos, etc.), inaugurando en el
norte argentino un nuevo ciclo de tensión, una nueva fron-
tera interior entre capitalismo y subalternidad. La destruc-
ción de 6,5 millones de hectáreas de floresta autóctona que
este proceso trajo aparejado entre 1998 y 2019 determinó
que, de los 258 conflictos ambientales reportados para la
subregión del Chaco Seco, el 24% correspondiera a la defo-
restación (REDAF, 2013). Esto derivó en la sanción en 2007
y reglamentación en 2009 de la Ley 26331 de Presupuestos
Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nati-
vos –vulgarmente conocida como Ley de Bosques–, la cual
obligó a que los respectivos gobiernos provinciales realiza-
ran un Ordenamiento Territorial de sus Bosques Nativos
(OTBN) según tres categorías: a) Categoría I (rojo), donde
no se permite desmonte ni explotación alguna; b) Categoría
II (amarillo), que no pueden deforestarse pero sí ser some-
tidos a aprovechamiento sostenible, recolección, turismo e
investigación; y c) Categoría III (verde), donde se autoriza
la tala parcial o total.
Bajo este criterio, la Ley de Bosques y los respectivos
OTBN se han convertido en una nueva área de frontera en
la que se disputa el avance de la frontera agropecuaria en el
norte argentino, con la coalición constituida por el capital
y los gobiernos provinciales oponiéndose a las regulaciones
impuestas desde el Estado nacional. En Salta, Chaco y San-
tiago del Estero –las tres provincias que encarnan el cora-
zón de la deforestación en el país– la estrategia parece haber
sido exactamente la misma: resistirse a la norma invocando
su derecho constitucional de autonomía para el manejo de

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160 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

los recursos naturales, violar las moratorias establecidas por


la Secretaría de Ambiente de la Nación y el Poder Judicial,4
rebajar los estándares de la Ley de Bosques para favorecer
al sector agropecuario y forestal, excluir de sus respectivos
OTBN a áreas boscosas relevadas a nivel nacional y estable-
cer en dichos inventarios niveles nominales relativamente
altos de protección de la masa boscosa (69% en Chaco, 81%
en Salta, 96% en Santiago del Estero) para luego proceder a
su sistemática violación.
Con respecto a este último punto, en las tres provincias
mencionadas la deforestación ilegal lisa y llana pasó a
coexistir con argucias jurídicas ensayadas por los propios
gobiernos provinciales supuestamente encargados de velar
por el cumplimiento de la Ley de Bosques. En flagrante vio-
lación de la norma nacional, el gobierno santiagueño creó
una zonificación más compleja que dividió a la Categoría II
(amarillo) en dos sub-categorías: II-a, donde los desmontes
están prohibidos y solo se permite la explotación susten-
table; y II-b, que además de autorizar esta última habilita
la deforestación de puntos verdes insertados y delimitados
dentro de zonas protegidas. Por su parte, Salta y Chaco se
decantaron por las también prohibidas recategorizaciones
prediales que, convirtiendo fraudulentamente a zonas rojas
y amarillas en áreas de bajo valor de conservación, legali-
zaron los desmontes para impulsar el avance de la gana-
dería intensiva y la agricultura sojera. En el primer caso,
esta práctica se ejecutó durante el período 2010-2014 para
favorecer a los propietarios de 32 fincas, mientras que en el
segundo viene desarrollándose desde 2016 hasta la actua-
lidad a pedido de los titulares de 50 explotaciones agro-
pecuarias (AGN, 2019; FARN, 2019). En Chaco, que hoy
lidera el ranking nacional de deforestación, la situación se

4 En 2007, en plena discusión parlamentaria de la ley, el Gobierno salteño


autorizó el desmonte de más de 400.000 hectáreas, acelerando los trámites
para el otorgamiento de los permisos de deforestación de 2 años a apenas 21
días. En Chaco, los desmontes actuales registran –en flagrante violación de
fallos judiciales– la pérdida de 10.329 hectáreas.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 161

agrava debido a que el Gobierno provincial busca actualizar


su OTBN –vencido desde 2014– de manera inconsulta para
continuar autorizando los desmontes.5
Otra arista de esta frontera encarnada por “la batalla de
los metros” (Sández, 2016:260) son los conflictos asociados
a las fumigaciones con agrotóxicos y los daños colaterales
derivados de esas raciones de envenenamiento colectivo
normalizado (Beck, 1998). El uso intensivo de los eufemísti-
camente llamados fitosanitarios, constituidos en gran medi-
da por herbicidas (glifosato de amonio, atrazina, 2,4-D, glu-
fosinato de amonio, etc.) e insecticidas (clorpirifos, fluben-
diamida, dicamba, metsulfuron, cipermetrina, endosulfan,
paraquat, etc.), genera un gigantesco negocio que en Argen-
tina ronda los 2.800 millones de dólares anuales. Todos los
plaguicidas citados son hidrofóbicos y lipofílicos,6disrupto-
res endocrinos y carcinogénicos probables o probados en
seres humanos, que están asociados a toxicidad neurológica,
respiratoria, gastrointestinal y hematológica y nacimientos
con defectos congénitos (Montenegro, 2009).
La proliferación de graves problemas sanitarios aso-
ciados a la exposición crónica ambiental a los agrotóxicos
utilizados en la agricultura en general y en los cultivos
transgénicos en particular,7 ha desencadenado una aguda
conflictividad en las áreas rurales y los centros urbanos
próximos a los sembradíos. El ya citado relevamiento de la
subregión del Chaco Seco revela que, de los 258 conflictos

5 Durante la cuarentena sanitaria, en Chaco se deforestaron 13.128 hectáreas,


con lo cual los capitalistas del sector agropecuario-forestal y las empresas de
desmonte no respetaron las restricciones de trabajo y circulación que rigie-
ron para la gran mayoría de los ciudadanos.
6 Esta característica facilita su bioacumulación en el organismo de los seres
vivos expuestos.
7 Por ejemplo, mareos, irritación ocular y dérmica, neumonías, cefaleas, náu-
seas, diarrea y convulsiones, desórdenes congénitos, nacimientos con mal-
formaciones, abortos espontáneos, problemas hepáticos, anemia hemolítica,
artritis reumatoide, lupus, púrpura, neuropatías, trastornos cerebrales,
endocrinos, neurológicos y motores, esclerosis múltiple, mal de Parkinson,
problemas inmunológicos, terato-génesis y distintos tipos de cáncer (Mon-
tenegro, 2009).

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162 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

ambientales reportados en el área, el 49% correspondía a


esta problemática (REDAF, 2013). Puesto que el glifosato
es el principal agrotóxico de uso masivo en el país, desde
2015 hasta la fecha algunos municipios y provincias han
decidido prohibir o limitar su uso. En ese conjunto no solo
se destacan localidades ajenas o marginales a la expansión
de la frontera oleaginoso-cerealera, como Bariloche, El Bol-
són y Lago Puelo (Río Negro), Epuyén y Cholila (Chubut)
y General Alvear (Mendoza), sino también algunos centros
urbanos pertenecientes al corazón de la agricultura sojera,
como Rosario y Rincón (Santa Fe) y Concordia y Guale-
guaychú (Entre Ríos).8 Algunas provincias, como San Luis
y Chubut, han optado directamente por prohibir la fabri-
cación, comercialización y uso de este plaguicida dentro
de sus territorios (SciDevNet, 2018; Corso, 2020), mientras
que actualmente el gobierno bonaerense evalúa un proyecto
de ley para imponer una distancia mínima supuestamente
segura para las fumigaciones con plaguicidas en cercanías
de áreas pobladas. Este debate se replica a lo largo y a
lo ancho de la geografía rural argentina, con numerosos
municipios que buscan determinar (y hacer respetar) lími-
tes al uso de agrotóxicos en la periferia e interior de sus
ejidos urbanos.
La batalla de los metros en tanto área de frontera
supone una tensión que, por factores políticos y técnicos,
es multiescalar. La cuestión trasciende la esfera meramente
local/provincial –la contraposición entre los intereses de
los agricultores y la seguridad sanitaria de la población–
para situarse en el plano nacional y transnacional –las estra-
tegias de acumulación de las compañías del complejo bio-
tecnológico/químico–. Por un lado, las iniciativas munici-
pales y provinciales de prohibición entran en conflicto con

8 Otros casos dignos de mención, aunque menos exitosos, son los de Monte-
carlo (Misiones) y Paraná (Entre Ríos), donde en ambos la prohibición
impuesta por el Poder Legislativo local fue vetada por las respectivas inten-
dencias y Gobiernos provinciales.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 163

el Estado nacional, disputándole su potestad exclusiva de


regular la fabricación, tránsito y comercialización de los
plaguicidas en tanto mercancías. Pero por otro lado, pro-
vincias y municipios solo podrían regular su uso estable-
ciendo distancias mínimas seguras, de ahí que sean mucho
más numerosas las iniciativas de dicha índole que las prohi-
biciones directas. Sin embargo, se trata de tentativas vanas
que desconocen un principio técnico elemental: el efecto de
deriva de los plaguicidas. El hecho de que en Entre Ríos,
Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba –pleno corazón de la
pampa húmeda y del cultivo de soja y maíz– gran par-
te de las muestras de agua de lluvia contenga residuos de
atrazina (entre el 60% y el 100%), glifosato (entre el 72%
y el 97%) y su metabolito AMPA (entre el 23% y el 42%)
(Alonso et al., 2018) permite constatar que las decenas o
centenares de metros que medien entre los sembradíos y
las áreas pobladas no constituyen una distancia mínima
realmente segura.
Si reemplazamos bosques por glaciares y glifosato por
cianuro, idéntica tesitura asume el caso de la minería meta-
lífera. En el marco del water grabbing llevado adelante por
las compañías transnacionales y sus socios vernáculos en
el país, la cuestión de la protección de los glaciares –que
son tanto un obstáculo como un insumo (dada su condi-
ción de reserva de aguas fósiles) para las faenas mineras– se
ha convertido en un problema candente y una tensionada
área de frontera para el avance del extractivismo metalífero.
El caso de San Juan y de la mina Veladero, en manos de
la canadiense Barrick Gold y la china Shandong Gold, es
emblemático al respecto.
Con el paso del tiempo, y conforme se iban acumulan-
do los impactos de la explotación sobre el recurso hídrico,
en 2008 el Congreso Nacional sancionó la Ley 26639, o Ley
de Régimen de Presupuestos Mínimos para la Preservación
de los Glaciares y del Ambiente Periglacial. Bajo el pretexto
de que regular dicha problemática era potestad exclusiva
de las provincias, no de la nación, la flamante norma fue

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164 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

vetada por el Poder Ejecutivo Nacional a solicitud del pro-


pio gobierno sanjuanino. Sin embargo, la ratificación par-
lamentaria no dejó más alternativa que su reglamentación y
promulgación, ordenando al Estado proteger y relevar esos
cuerpos de hielo y prohibir toda actividad que los pusiera
en peligro. Esto determinó que el gobierno sanjuanino y
Barrick Gold adujeran la inconstitucionalidad de la llamada
Ley de Glaciares, argumento que fue desestimado por la
Corte Suprema de Justicia.
Fracasada esta tentativa, el lobby de la minera canadien-
se se hizo sentir sobre los organismos científico-técnicos
encargados de realizar el Inventario Nacional de Glaciares
y Ambiente Periglacial que, en flagrante contravención del
Artículo n.º2 de la Ley 26639, omitieron considerar como
glaciares a las masas de hielo cuya superficie fuese infe-
rior a una hectárea, invisibilizando además a buena parte
del ambiente periglacial.9 Para 2018, cuando el inventario
finalizó, sus resultados arrojaron que San Juan poseía 4.572
de los 16.968 glaciares existentes en el país. Curiosamente,
ninguno de ellos aparecía en la zona de Veladero y Pas-
cua Lama, pese a que en esa área existe alrededor de una
veintena de geoformas de tal índole, cercadas a su vez por
44 proyectos mineros.
En ese mismo año, el gobierno nacional presentó un
proyecto de reforma del Código Penal que parecía benefi-
ciar subrepticiamente a las compañías mineras en general y
a Barrick Gold en particular. En el capítulo referido a deli-
tos ambientales, el Artículo n.º460 presentaba una exten-
sa definición del concepto agua, con la particularidad de
que evitaba incluir en la misma al agua en estado sólido,10

9 Así, muchos de los glaciares localizados en el área de influencia de Veladero


(Toro 1 y 2, Brown Inferior, etc.) fueron literalmente “borrados” del mapa.
Asimismo, solo tomó en cuenta a los glaciares de escombro, excluyendo al
permafrost, clave para mantener relativamente estable la temperatura del
ambiente glacial y periglacial.
10 Allí el agua era definida como aquella que forma parte del conjunto de los
cursos y cuerpos de aguas naturales o artificiales, superficiales y subterrá-

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 165

omisión de la cual se deduce que el proyecto buscaba des-


penalizar la afectación de los glaciares (Ross, 2019).
La destrucción de glaciares, la contaminación del agua,
el aire y el suelo con agentes químicos utilizados en y/o
derivados de la trituración y lixiviación de los minerales,11
la destrucción del paisaje y el ingente consumo hídrico de
las minas metalíferas –con su correlato de escasez de agua
en zonas áridas y semiáridas– han desatado una oleada de
resistencia contra la explotación de cobre, oro, plata y litio
en gran parte del país. Casos como los de Bajo La Alum-
brera y Fénix en Catamarca, Veladero y Pascua Lama en
San Juan, El Aguilar y Cauchari-Olaroz en Jujuy y Cerro
Vanguardia, Cerro Negro y Manantial Espejo en Santa Cruz
han generado la enconada oposición de numerosas organi-
zaciones comunitarias y ambientalistas. El caso pionero de
Esquel, primera localidad argentina y latinoamericana en
prohibir la mega-minería, se esparció como un reguero de
pólvora, y actualmente son varios los municipios que han
imitado su ejemplo, como San Carlos, San Rafael y General
Alvear (Mendoza), Valle de Ongamira (Córdoba), Epuyén
(Chubut), Maquinchao, Ramos Mexía, Bariloche y Sierra
Colorada (Río Negro) y San Martín de los Andes y Lonco-
pué12 (Neuquén) (Christel, 2019). Dichas prohibiciones han
sido el correlato de normas similares a escala provincial en
Chubut, Tucumán, Córdoba y Tierra del Fuego –que prohi-
bieron tanto la actividad como el uso de cianuro y demás
insumos peligrosos imprescindibles para su desarrollo–, así
como en Mendoza, La Pampa y San Luis –que se limitaron a
penalizar el uso de esas sustancias sin vedar explícitamente
el desarrollo minero–.

neas, así como a la contenida en los acuíferos, ríos subterráneos y las atmos-
féricas. En otras palabras, se evitó deliberadamente codificar al agua en
estado sólido (Ross, 2019).
11 Por ejemplo, cianuro de sodio, mercurio, ácido sulfúrico, xantatos, arsénico
y metales pesados.
12 Revertida a pedido del gobierno neuquino bajo el argumento de que la
prohibición municipal era anticonstitucional.

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166 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Aun así, las resistencias parecen haberse debilitado o, al


menos, desarticulado. La ley anti-minera del gobierno rio-
jano fue derogada en 2008, apenas un año después de haber
sido sancionada. En 2011, el gobierno de Río Negro derogó
la ley que en 2004 había prohibido el uso de cianuro en la
minería. Más recientemente, el gobierno de Chubut avanzó
en un proyecto de zonificación provincial donde la subre-
gión de meseta (Gan Gan, Gastre, Telsen) pasaba de ser área
de prohibición a zona liberada para permitir el desarrollo
del postergado proyecto Navidad, el yacimiento de plomo
y plata más grande del mundo. En 2021, esa medida fue
ratificada por el rechazo del proyecto de prohibición de
la actividad que, con la firma de 30.000 ciudadanos, había
sido elevado a la legislatura chubutense para su tratamien-
to (Boyadjián, 2021). A esto se le suma el hecho de que
gran parte de las provincias que supuestamente restringen
la minería firmaron el nuevo Acuerdo Federal Minero pro-
movido en 2018/19 por el gobierno nacional, a excepción
de La Rioja, Chubut, La Pampa y San Luis (Christel, 2019).
Otro caso que ilustra esta situación a la perfección es
el del fracking. Difundida aceleradamente debido al presun-
to agotamiento de los reservorios hidrocarburíferos con-
vencionales, esta forma de explotación es promovida por
las corporaciones petroleras y el propio Estado sin repa-
rar en costos sociales ni ambientales. A diferencia de otros
países y regiones donde el fracking ha sido prohibido, fre-
nado o cuestionado,13 el Estado argentino temerariamen-
te decidió iniciar la explotación de Vaca Muerta y otras
formaciones de hidrocarburos no-convencionales,14 procu-
rando extender la frontera petrolero-gasífera a Entre Ríos,

13 Por ejemplo, Francia, Bulgaria, el cantón de Vaud en Suiza, Canadá, Irlanda


del Norte, Holanda, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica, Alemania y algu-
nos Estados norteamericanos.
14 Por ejemplo, Los Molles, Agrio, Lajas, Mulichinco, D-129 y Aguada Bande-
ra, entre otras.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 167

Chaco, Santiago del Estero y Buenos Aires15 e impulsan-


do la expansión de la Organización Federal de los Estados
Productores de Hidrocarburos (OFEPHI), una institución
originalmente integrada por diez provincias de tradición
petrolera pero ahora formada por todas las jurisdicciones
del país. Como resultado, YPF, Wintershall, Total y Tecpe-
trol han encarado la prospección de reservorios en regiones
de escasa o nula tradición hidrocarburífera, como las cuen-
cas Chaco-Paranaense16 y de Tarija –compartida con Boli-
via, con depósitos en Salta y Jujuy–, la Meseta de Somun-
curá (Chubut y Río Negro) y la cuenca Claromecó, en el sur
bonaerense (di Risio et al., 2012; Pérez Roig, 2012; Svampa
et al., 2014; Pérez Roig et al., 2016; Novas, 2018).
Sin embargo, los graves impactos ambientales del frac-
king,17 los escasos monitoreos ambientales, el deslinde de
responsabilidades en la materia, la actividad de las petro-
leras dentro de los propios ejidos urbanos18 y la operación
ilegal de las empresas en el seno de comunidades aborígenes
y áreas intangibles de reserva ambiental (D’Elía y Ochandio,

15 Se estima que existen en el país 19 cuencas sedimentarias que abarcan una


superficie de 1,5 millones de km2, lo cual permitiría intensificar la produc-
ción de las provincias petroleras y extender la frontera hidrocarburífera a
distritos hasta entonces absolutamente ajenos al sector.
16 La Cuenca Paranaense alberga al acuífero Guaraní (tercer reservorio de
agua dulce subterránea más grande del mundo), reúne a 1.500 municipios y
23,5 millones de habitantes y tiene como principales baluartes del lado
argentino a Entre Ríos, Chaco y Formosa.
17 Por ejemplo, venteo y migración de metano al agua y la atmósfera; emana-
ción de gases tóxicos, metales pesados y elementos radiactivos; contamina-
ción del agua y el suelo debido al retorno de los fluidos inyectados y el con-
tacto de hidrocarburos con los acuíferos; filtración de arsénico a aguas
subterráneas; uso intensivo de agua; ascenso a la superficie de materiales
radiactivos; y generación de actividad sísmica de hasta 4,4 y 5,3 grados en la
escala Richter. A esto se le suma el uso de entre 600 y 996 aditivos químicos
(Pérez Roig, 2012; D’Elía y Ochandio, 2014a; CHP, 2015; Novas, 2018). De
todos los impactos mencionados, en Argentina ya se han verificado explo-
siones, incendios, escapes de gas metano y ácido sulfhídrico, movimientos
sísmicos, contaminación debido a la pérdida de pastillas radiactivas para la
exploración de pozos y ciertas patologías (Svampa et al., 2014; Rodil, 2015;
Catoira, 2017).
18 Incluso en la cercanía de escuelas y viviendas.

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168 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

2014b; Obra Colectiva, 2016; Scandizzo, 2016) han impul-


sado la eclosión de movimientos insurgentes contra la acu-
mulación por desposesión en todo el país.
Debido a la contaminación de napas y aguas superficia-
les, los accidentes ocurridos y el eventual rechazo de la fruta
en los mercados de exportación, los chacareros de Allen,
que antes veían con buenos ojos la llegada de las compañías
para alquilarles sus tierras y así complementar los ingre-
sos que les proporcionaba una fruticultura en decaden-
cia, ahora observan con preocupación la inclusión de Villa
Regina en las licitaciones petroleras (Rodil, 2015; Catoira,
2017). En Entre Ríos, unos 37 municipios19 se han decla-
rado “libres de fracking”, sentando un precedente jurídico
que fue seguido por Claromecó, donde la iniciativa vecinal
sembró la semilla para el blindaje de una decena de munici-
pios bonaerenses (Scandizzo, 2016). Menos suerte tuvieron
localidades neuquinas (Junín de los Andes, Aluminé, Zapa-
la, Vista Alegre) y Río Negro (Añelo), donde la coalición
formada por gobiernos provinciales, Estado central, empre-
sas petroleras, sindicatos del sector, partidos políticos y
expertos con intereses creados decretó la nulidad de las
ordenanzas anti-fracking (Novas, 2018). Aun así, a la fecha
son 69 los municipios argentinos que en las provincias de
Mendoza, Chubut, Río Negro, Entre Ríos y Buenos Aires20
han conseguido prohibir la explotación hidrocarburífera
no-convencional en su territorio (Foro Ambiental, 2017).

19 La mayoría de ellos, situados en los departamentos de Paraná, Concordia,


Gualeguaychú, Uruguay y Federación.
20 Sobresalen en este último caso los partidos de Daireaux, Coronel Suárez,
Tornquist, Coronel Dorrego, Coronel Pringles, Saavedra, Benito Juárez,
Tandil, Rauch, Guaminí y Adolfo Alsina.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 169

Reflexiones finales

Este trabajo muestra que la relación entre extractivismo y


fronteras es mucho más compleja de lo que parece. Inde-
pendientemente del hecho de que ambos conceptos com-
partan niveles análogos de polisemia en cuanto a usos y
significados, es evidente que el extractivismo argentino
encierra dentro de sí múltiples fronteras de muy diversa
raigambre, todas las cuales –no obstante sus diferencias– se
articulan a través de un proceso de acumulación por despo-
sesión que es inherente al modelo. Así, lo que en principio
era una simple frontera productiva se ha convertido en un
nutrido mosaico de categorías que abarcan la dimensión
epistemológica, tecnológica, natural, territorial y política de
la problemática. Tensionado por esas fronteras, el propio
extractivismo se ha convertido en un área de frontera per se,
operando como una entidad geohistórica singular e inesta-
ble sujeta a redefiniciones y cambios.
Con respecto a las fronteras tecnológico-conceptuales,
las necesidades del capitalismo y los avances técnicos han
metamorfoseado el concepto de recurso natural y, por
extensión, la matriz económica y el área de influencia geo-
gráfica del propio modelo extractivista, esparciendo la frac-
tura metabólica intrínseca al capital a cada vez más lugares
y actividades. El caso argentino demuestra que, mediante
un movimiento desigual y combinado, el avance generali-
zado de la frontera extractivista franquea simultáneamen-
te distintas barreras, modificando los métodos extracti-
vos para explotar recursos cuya expoliación era inviable
en el pasado (mega-minería metalífera a cielo abierto y
fracking), relocalizando geográficamente una actividad dada
para paliar la escasez relativa de ciertas condiciones bási-
cas de producción (agronegocio, minería, hidrocarburos
convencionales y no convencionales, pesca), convirtien-
do en extractivas a actividades que históricamente no lo
eran (agricultura, pesca) y colonizando nuevas fuentes de
materias primas que sustituyan a recursos escasos y abran

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170 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

nuevos campos a la acumulación (fiebre del litio en los sala-


res de la Puna). El maridaje entre extractivismo y tecnología
determina que el modelo, lejos de ser contenido dentro de
límites conceptuales y territoriales precisos, barra con el
concepto de frontera natural (Ferrari, 2020), penetrando
todos aquellos límites físico-biológicos que se oponen a su
avance y sorteando hasta cierto punto barreras asociadas a
rasgos geológico-climáticos regionales.
La cuestión de las escalas y las fronteras políticas inter-
estatales también se hace presente. La visión tradicional de
las fronteras como elemento de clausura y seguridad del
territorio nacional (Benedetti y Salizzi, 2014) se difumina
ante las dinámicas geopolíticas de un extractivismo que
cuestiona y pone en jaque –en términos de Ferrari (2020)–
el proceso de naturalización de las fronteras políticas. La
Hidrovía Paraná-Paraguay, las Repúblicas Unidas de la Soja,
el Tratado de Integración Minera entre Chile y Argentina
y la problemática de la pesca furtiva en la Zona Económica
Exclusiva argentina y el límite con aguas internacionales
dan pábulo a la tesis de Schweitzer (2020) de que la natu-
raleza de las fronteras productivas en general –y las del
extractivismo en particular– exige superar al Estado-nación
como unidad de estudio y focalizar el análisis en los espa-
cios globales para la acumulación del capital y su compleja
relación con los procesos fronterizos. Cabe añadir que todo
esto ocurre además en un marco donde el desplazamiento
de la frontera extractivista vacía, desvirtúa y corrompe la
función histórica de las fuerzas públicas de seguridad que,
impotentes para evitar los fenómenos reseñados, producen
fluidez para el capital en los ámbitos interestatales y cerca-
mientos, fronteras interiores y restricciones para la pobla-
ción en el plano doméstico.
Finalmente, el extractivismo genera nuevas fronteras
políticas interiores basadas en la aceptación, profundiza-
ción o rechazo de los agentes subalternos de las escalas
subnacionales al modelo impuesto por las clases dominan-
tes. Lo que durante la mal llamada Conquista del Desierto

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 171

fue invocado como la necesidad de ampliar las fronteras


civilizatorias para poner fin a la barbarie de los pueblos
originarios, hoy día está legitimado por la idea de expan-
dir las fronteras del desarrollo para generar divisas con las
cuales (supuestamente) acabar con la pobreza. Las palabras
cambian, pero su significado es el mismo, encarnando –bajo
otros ropajes– la misma frontera entre acumulación origi-
naria permanente y movimientos insurgentes a la despose-
sión. El debate acerca de a qué distancia de zonas pobladas
es seguro fumigar con agrotóxicos, las (re)interpretaciones
jurídicas para determinar hasta dónde la legislación vigente
permite deforestar o explotar minerales, las zonificaciones
del no a la mina y las ordenanzas anti-fracking son claros
ejemplos de una tensión que gira en torno al concepto de
zonas de sacrificio.
El papel de las escalas subnacionales en este proceso es
ambiguo y contradictorio. Casos como los de la Ley de Bos-
ques y la Ley de Glaciares demuestran cómo los gobiernos
provinciales y locales buscan evadir los tibios límites que
el Estado nacional impone al avance del agronegocio y la
mega-minería. Al contrario, desde el ámbito local e incluso
provincial se busca paradójicamente contener la expansión
de ambos modelos mediante sendas prohibiciones al uso
de glifosato de amonio, cianuro de sodio y otros insumos
químicos vitales para dichas actividades. Y en lo que atañe
al fracking, la escala local ha quedado virtualmente abando-
nada a su suerte a la hora de resistir los embates que desde
los ámbitos nacional y provincial pugnan por expandir a
la explotación de recursos hidrocarburíferos no convencio-
nales a todo el país.
Como resultado, el mismo campo jurídico se ha con-
vertido en un área de frontera, en un campo de batalla don-
de desde las escalas subnacionales se cuestionan, revisan
y (re)interpretan las normas y legislaciones vigentes para
flexibilizar o acotar (según el caso) el avance del extracti-
vismo en sus diversas formas o modalidades. Esto genera
dos tipos de fronteras políticas interiores: por un lado, la

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172 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

dicotomía entre las zonas que, por imposición o aceptación,


han quedado incluidas en la avanzada extractivista, y las
áreas excluidas de la misma debido a su exitosa resistencia
a la implantación del modelo; por otro lado, la diferencia-
ción entre los de adentro –los agentes sociales cercados por
el avance de la frontera extractivista– y los de afuera–los
impulsores y beneficiarios del mismo–. Ambas fronteras
mutan constantemente, (re)dibujándose en función de las
victorias y derrotas obtenidas por las distintas facciones en
pugna y prolongando los conflictos sin solución de con-
tinuidad hasta que –parafraseando a Salizzi (2019)–, defi-
nitivamente se impongan o extingan las fuerzas que los
promueven.

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6

Fronteras económicas y topología


empresarial en la provincia de Córdoba
GABRIELA INÉS MALDONADO

Introducción

El profundo vínculo entre la técnica, la ciencia y la infor-


mación, que constituye lo que Santos (1994, 2000) deno-
mina medio técnico-científico e informacional, entre otras
formas se expresa a través de la densificación científico-
técnica de los paisajes agrícolas, los cuales son rápidamente
alterados, atendiendo a los intereses de los actores hegemó-
nicos. Esta densificación se materializa también a través de
la consolidación y expansión de la modernización agrícola,
representada hoy por el modelo de agronegocios, que tiene
como resultado la estructuración de una renovada división
territorial del trabajo agrícola.
En este sentido, sostenemos que la modernización
agropecuaria, entendida como el proceso en el cual se
incorporan los datos centrales del periodo histórico vigen-
te, se encuentra representada hoy por la expansión del
modelo de agronegocios y se sustenta en la consolidación
de sistemas de infraestructura y topologías empresariales
que determinan la forma en la que el territorio es usado.
Los elementos del medio técnico, científico e informa-
cional se conjugan, inicialmente, en el seno de los espacios
productivos agrícolas que muchas veces (por su especiali-
zación productiva) han sido los primeros en incorporar el

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182 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

modelo del agronegocio. Así, al menos en Argentina, capita-


les globales y nacionales se instalan, en primer lugar, en los
sectores tradicionalmente agrícolas con vocación exporta-
dora. Estos no solamente conjugan sino también promue-
ven la modernización agrícola, arribando luego a territorios
donde existían otras formas de producción y/o usos del
suelo. Estos territorios pueden conformarse como espacios
de modernización continuos o como fracciones disconti-
nuas, pero en ambos casos se constituyen, siguiendo a Elias
(2006), en fracciones del espacio total del planeta, cada vez
más abiertas a las determinaciones exógenas y a los nuevos
signos contemporáneos.
En este contexto, las fronteras agrícolas deben ser
repensadas con base en las características singulares de la
actual fase de la economía capitalista, las que involucran,
por un lado, la más reciente versión de la era tecnológica
en el ámbito de las nuevas formas de producir, de la acción
del Estado, del dinamismo del mercado, entre otros (Torres
Ribeiro, 2009). Por otro lado, involucran también la actual
fase de financierización de la economía. En este sentido, es
importante advertir que la expansión de la frontera agro-
pecuaria y la consolidación del modelo de agronegocios
asimismo se explican a través de la conversión de la tierra
en un activo financiero, lo que implica que además de ser
valuada es incorporada a un portafolio de inversiones.
La complejidad de los procesos que se desarrollan en
las fronteras agrícolas nos permite pensar en ellas como
fronteras económicas. En estos participan no solamente la
conversión de un uso del suelo cualquiera hacia un uso agrí-
cola particular, sino también (y fundamentalmente) factores
técnicos, informacionales, financieros que incluyen cam-
bios de estructura agraria, topologías empresariales, modi-
ficaciones en los precios de la tierra y, especialmente, una
poderosa narrativa asociada al progreso y desarrollo. A su
vez, y en simultáneo, el dinamismo que adquiere la forma
en la que el territorio es usado en las fronteras económicas,
mediante la exclusión de ciertos usos y hasta la expulsión de

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 183

algunos actores sociales, debe provocarnos a pensar sobre


qué, para qué y con quiénes el territorio es y está siendo
usado. Esto considerando que este:

abriga todos los actores y no sólo los que tienen movilidad


[…]. Es el dominio de la contigüidad, y no solamente la topo-
logía de las empresas o cualquier otra geometría. Se refiere
a la existencia total y no sólo a la noción de espacio eco-
nómico. Incluye todos los actores y todos los aspectos y,
por ello, es sinónimo de espacio banal, espacio de todas las
existencias. La historia se produce con todas las empresas,
todas las instituciones, todos los individuos, independiente-
mente de su fuerza diferente, a pesar de su fuerza desigual
(Silveira, 2008: 3).

Por lo expresado, en este capítulo se pretende poner en


discusión un análisis situado en la provincia de Córdoba, a
nivel departamental (Figura 1), que recupere algunas carac-
terísticas de la expansión de la frontera agrícola. Para esto
se realiza un análisis de la evolución del cultivo de cereales
y oleaginosas y de la división territorial del trabajo de las
empresas vinculadas a la transformación de granos y a la
provisión de agroinsumos, especialmente en las zonas de
expansión del modelo de agronegocios. Se aborda también
el estudio de las modificaciones en lo que a unidades de
explotación económica del suelo se refiere y su articulación
con la conversión de la tierra en un activo financiero. Por
último, se analiza la emergencia de conflictos por la tierra
como un hecho que permite reconocer a las áreas de fron-
teras económicas como áreas caracterizadas por diversas
territorialidades superpuestas.

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184 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 1. Localización del área de estudio

Fuente: elaboración propia sobre la base de archivos vectoriales dispo-


nibles en la página web del Instituto Geográfico Nacional (IGN, s.f).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 185

Para lograr el objetivo propuesto, el capítulo se


organiza en tres apartados. En el primero de ellos pro-
curamos dar cuenta de las características que ha asumi-
do la agriculturización en la provincia de Córdoba. Para
esto recuperamos datos de estimaciones agrícolas dis-
ponibles en el sitio web del Ministerio de Agricultura,
Ganadería y Pesca de la Nación (MAGYP). En el segundo
apartado analizamos uno de los principales soportes que
caracterizan la forma de producción agrícola tracciona-
da por el modelo de agronegocios: los insumos agro-
pecuarios. En este sentido, trabajamos datos vinculados
a productos agroquímicos en la provincia de Córdoba,
sobre la base del análisis de la información provista
por el Censo Nacional Agropecuario (CNA) 2018, así
como también la red de sucursales de empresas provee-
doras de insumos agropecuarios relevada en trabajos de
campo e indagaciones propias realizadas en las páginas
web de las distintas empresas. También en este apar-
tado analizamos datos vinculados a la transformación
de granos, sobre la base de información generada en
2018 y 2019 por el entonces Ministerio de Hacien-
da de la Nación. En el tercer apartado pretendemos
poner en discusión los aspectos vinculados a finanzas,
discursos y narrativas. Para esto, a fin de dar cuenta
de los cambios en términos de la explotación econó-
mica del suelo, analizamos información vinculada a las
Explotaciones Agropecuarias sobre la base de datos de
los CNA de 1988, 2002 y 2018. Asimismo examinamos
la evolución del precio de la tierra rural a través de
la sistematización de la información disponible en el
Geoportal IDE de la provincia de Córdoba. También en
este apartado estudiamos algunos aspectos vinculados
a las narrativas de los distintos actores situados en las
zonas de fronteras económicas así como también datos
referidos a los conflictos por la tierra. Por último, el
apartado final se destina a volcar algunas reflexiones en
torno a lo abordado en este escrito.

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186 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Córdoba: consolidación y expansión de la agricultura

Al igual que lo que acontece en la región pampeana


en general, la actividad agropecuaria en la provincia
de Córdoba tiene una trayectoria territorial sustantiva,
aunque no homogénea. Considerando los tres cultivos
de mayor producción de la región pampeana (trigo,
maíz y soja) entre las campañas 1970-2021, en la men-
cionada provincia, se observa un notable crecimiento
de la superficie destinada a los mismos: el cultivo del
trigo registra un incremento del 330%; por su parte el
cultivo del maíz evidencia un aumento del 210%; y, con
respecto a la soja y puesto que a inicios del periodo de
referencia el cultivo de la misma era incipiente, el incre-
mento de la superficie destinada a esta superó el 14 mil
por ciento (estimaciones propias realizadas sobre la base
de datos disponibles en el sitio web del MAGYP).
Como hemos señalado, esta trayectoria no ha sido
homogénea. Para dar cuenta de lo anterior nos apoya-
remos en una serie de mapas que permiten visualizar
la expansión a nivel departamental de los tres cultivos
mencionados. Los mapas presentan un análisis susten-
tado en tres cortes temporales: 1970, 1995/6 y 2020/
1. El primer corte temporal, que constituye el punto
de partida del análisis comparativo, se identifica con
el inicio del proceso de agriculturización;1 por su par-
te, se selecciona la campaña del periodo 1995/6 por
corresponder a la campaña inmediatamente anterior a
la autorización del ingreso de la semilla de soja trans-
génica al país; por último, se utiliza la campaña 2020/
1 por ser el último ciclo agrícola finalizado del que se
dispone información.

1 Se debe advertir que no todos los departamentos registran datos para


1969/1970, por lo que se han tomado datos de la primera campaña en
la que se registra información, siempre a inicios de la década del 1970.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 187

Con relación al cultivo de maíz (Figura 2), cuya


producción cuenta con una importante trayectoria en la
provincia de Córdoba, hacia 1970 evidencia una notable
concentración en términos de superficie destinada a
su cultivo en el departamento Río Cuarto en primer
lugar, en el departamento Juárez Celman en segundo
lugar, y luego en otros del centro y sur de la provincia,
disminuyendo la superficie relativa de su cultivo hacia
el norte y oeste provincial. Entre 1970 y 1995/6 son
los departamentos ubicados al norte y noreste, especí-
ficamente Tulumba y Sobremonte en primer término,
y San Justo y Colón en segundo, los que registran
mayor variación relativa en la superficie destinada a
su cultivo, lo que se traduce en una participación más
homogénea de cada departamento en el total de la
superficie cultivada a nivel provincial en la campaña
1995/6, sin que lo anterior implique pérdida alguna
de protagonismo de Río Cuarto y Juárez Celman. Por
último, entre las campañas 1995/6 y 2020/1 en términos
relativos incrementan significativamente la superficie
destinada al maíz los departamentos del sur de Córdoba
(Gral. Roca, Pte. Roque S. Peña y Unión) a los que se
suman Tulumba (al norte) y Santa María, Calamuchita
y Gral. San Martín en el centro de la provincia. Todo
lo anterior redunda en una dispersión de la superficie
relativa cultivada con maíz en el sur, noreste y este de
la provincia de Córdoba.

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188 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 2. Superficie cultivada con maíz en la provincia de Córdoba


y su evolución entre las campañas 1970, 1995/6 y 2020/1, expresadas
en porcentajes y a nivel departamental

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos disponibles en Esti-


maciones Agrícolas (MAGYP, s.f.) y de archivos vectoriales disponibles
en la página web del IGN (s.f.).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 189

Por su parte, el trigo también evidencia un incremento


en la superficie cultivada en la provincia de Córdoba (Figu-
ra 3). En el primer periodo de referencia, la mayor concen-
tración de superficie cultivada sobre el total provincial se
registraba en los departamentos Marcos Juárez en primer
lugar (en el este de la provincia), y en los departamentos
Unión y Río Cuarto en segundo lugar. Continúan el resto de
los departamentos del sur provincial (Gral. Roca, Pte. Roque
S. Peña, Juárez Celman, Gral. San Martín y Tercero Arri-
ba) disminuyendo la importancia relativa en los ubicados
en el centro de la provincia y no registrándose superficie
destinada a su cultivo (al menos no de manera significati-
va) en la totalidad del norte y oeste provincial. Entre las
campañas 1970-1995/6 los departamentos que en términos
relativos evidencian mayor incremento de superficie cul-
tivada destinada al trigo son San Javier, ubicado al oeste
de la provincia; Totoral, en el norte provincial y, en último
lugar, Colón, Unión y Gral. Roca. A pesar de lo anterior,
la distribución de la superficie destinada al cultivo de trigo
sobre el total provincial no cambia significativamente, evi-
denciándose hacia 1995/6 una mayor concentración hacia
el este y sur de la provincia. Por último, entre las campañas
1995/6 y 2020/1 sí se observa un notable incremento de
la superficie cultivada con trigo en diversos departamentos
del norte de la provincia, específicamente en Tulumba, Río
Primero y San Justo, y en menor medida en otros del norte
y centro de la provincia tales como Totoral Colón, Gral.
San Martín, Santa María, Río Segundo y San Javier; y por
último y en menor medida en otros departamentos del sur y
este provincial. Como corolario, se observa que hacia 2021
el porcentaje relativo de superficie destinada al cultivo de
trigo, sobre el total de la superficie cultivada a nivel provin-
cial, ya avanza sobre distintos departamentos del norte de la
provincia, siendo el oeste el único sector que prácticamente
no registra cultivo de este cereal.

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190 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 3. Superficie cultivada con trigo en la provincia de Córdoba


y su evolución entre las campañas 1970, 1995/6 y 2020/1, expresadas
en porcentajes y a nivel departamental

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos disponibles en Esti-


maciones Agrícolas (MAGYP, s.f.) y de archivos vectoriales disponibles
en la página web del IGN (s.f.).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 191

Por último, y con relación al cultivo de la soja


(Figura 4), como es de suponer el escenario de expansión
de la superficie cultivada con esta oleaginosa evidencia
datos de mayor magnitud (proceso que también explica,
en parte, la expansión del cultivo de trigo producto
de la asociación trigo/soja en cada campaña). A inicios
del periodo analizado la superficie total cultivada con
soja, a nivel provincial, era ciertamente insignifican-
te, alcanzando poco más de 15.000 ha cultivadas. Este
punto de partida hace, como contracara, que cualquier
estimación porcentual de la expansión de la superficie
destinada al cultivo de soja sea superlativo. A inicios del
periodo analizado, los departamentos provinciales que
concentraban mayor superficie relativa (siempre consi-
derando que eran unas pocas hectáreas) se encontraban
dispersos en diferentes partes de la provincia, pero con
mayor concentración relativa en el centro y oeste de
la misma. En el periodo comprendido entre 1970 y
1995/6 los departamentos que evidencian el mencio-
nado crecimiento superlativo se ubican mayormente en
el centro-sur y este de la provincia. Específicamente
se destacan los departamentos Marcos Juárez y Santa
María en primer lugar; seguidos por Río Cuarto, Juárez
Celman, Pte. Roque S. Peña y Unión. En menor mag-
nitud se ubican los departamentos Tercero Arriba, San
Justo e Ischilín. Lo anterior se traduce en un aumento de
protagonismo del cultivo de soja, en la campaña 1995/
6, de los departamentos ubicados en el centro-sur y
este de la provincia. Entre 1996 y 2021 es notable el
incremento de la superficie cultivada en el sur, norte
y noreste provincial, destacándose en primer lugar el
departamento Gral. Roca, en segundo lugar San Justo
y en tercer lugar Tulumba y Río Seco al norte, San
Alberto, San Javier y Pocho al oeste, y Río Cuarto y
Pte. Roque S. Peña en el centro-sur provincial. Este
proceso claramente se ha traducido en una modificación
notoria en términos de porcentaje de superficie de soja

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192 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

cultivada. En la actualidad entonces, los departamen-


tos que en términos relativos más superficie destinan
al cultivo de esta oleaginosa en la provincia son: Río
Cuarto en primer lugar, los ubicados al este tales como
San Justo, Unión y Marcos Juárez en segundo lugar, y
los ubicados al sur y centro de la provincia en tercer
lugar (Gral. Roca, Pte. Roque S. Peña, Juárez Celman,
Tercero Arriba, Río Segundo y Río Primero). Igualmen-
te, los demás departamentos ubicados el centro y norte
de la provincia evidencian un porcentaje importante de
superficie cultivada con soja.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 193

Figura 4. Superficie cultivada con soja en la provincia de Córdoba


y su evolución entre las campañas 1970, 1995/6 y 2020/1, expresadas
en porcentajes y a nivel departamental

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos disponibles en Esti-


maciones Agrícolas (MAGYP, s.f.) y de archivos vectoriales disponibles
en la página web del IGN (s.f.).

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194 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

En términos generales, se puede observar que especial-


mente el sur, norte y noreste de la provincia de Córdoba
han experimentado, y se encuentran experimentando, un
importante proceso de agriculturización. Incluso este pro-
ceso ha sido identificado, en el norte de la provincia, como
belt agrícola (Astegiano, 2015).
Estudios específicos realizados en algunos departa-
mentos o sectores de la provincia de Córdoba dan cuenta
que, por ejemplo, en el departamento Río Seco la transfor-
mación socioproductiva impulsada por el modelo de agro-
negocios ha sido sustantiva desde inicios del presente siglo
ya que donde

históricamente predominaba la producción familiar de tipo


campesino centrada en la cría extensiva de bovinos y capri-
nos sobre una base de pasturas naturales y monte, se observa
el ingreso de empresas que invierten en la producción de
granos para exportación y en la ganadería intensiva (Silvetti
et al., 2018:59).

Por su parte, Salizzi (2018, 2020a), con relación al norte


de Córdoba, señala que el avance de la frontera agrícola
puede dividirse en dos cortes temporales:

el primer período, que representa el inicio de la expansión del


modelo productivo de los agronegocios sobre el norte cor-
dobés, es denominado transición mixta (de 1991 a 2001), en
referencia a la incorporación combinada de ganado bovino
y agricultura. Y el segundo es llamado agriculturización del
norte cordobés (de 2001 en adelante), en función del reem-
plazo de la ganadería por cultivos agrícolas (principalmente
soja y maíz) y la incorporación de ganadería intensiva (Saliz-
zi, 2020a:6-7).

Por último, en trabajos anteriores (Maldonado y Cóc-


caro, 2006) también hemos analizado las características de
la expansión agrícola en el sur de Córdoba, asociada no úni-
camente al reemplazo de superficie destinada a ganadería
sino también al desmonte.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 195

Sostenemos que este proceso de agriculturización,


visualizado en parte por la transformación del uso del suelo
agropecuario, se constituye en una de las formas en las que
la dinámica de la frontera económica tiene expresión. Lo
anterior también es sustentado y explicado por la expansión
y consolidación de una red de sucursales y casa matrices
de empresas vinculadas tanto a la transformación de gra-
nos como a la provisión de insumos agropecuarios. Esta
red se entrelaza solidariamente con la estructura urbana de
la provincia de Córdoba. Por lo expresado, en el próximo
apartado nos detendremos a analizar la mencionada red, en
la provincia de Córdoba.

Topología empresarial y agriculturización: expresiones


en la provincia de Córdoba

Las características del proceso de agriculturización expe-


rimentado en la provincia de Córdoba, sustentado en el
despliegue del denominado paquete tecnológico que aso-
cia maquinaria agrícola, semillas y productos agroquímicos,
ha demandado de manera creciente la provisión de diver-
sos insumos agropecuarios tales como semillas modifica-
das genéticamente o híbridas, fertilizantes, fungicidas, entre
otros. A modo de ejemplo, en la Figura 5 se presenta el
porcentaje de uso de fertilizantes, insecticidas y herbicidas
sobre el total de la superficie cultivada, a nivel departamen-
tal y en el año 2018. En este sentido, con relación al uso de
fertilizantes, se puede observar que la mayor concentración
se registra en el centro de la provincia de Córdoba, des-
tacándose los departamentos Marcos Juárez, Unión, Cala-
muchita, Santa María y Pocho, siguiendo en importancia el
resto de los departamentos provinciales y registrándose la
menor superficie con uso de fertilizantes en Cruz del Eje
(8%) (no se disponen datos del departamento Minas). Por su
parte, el uso de insecticidas evidencia un comportamiento

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196 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

relativamente similar al de fertilizantes, con porcentajes


mínimos (4,5% en San Alberto) y máximos (90% en Minas)
parecidos. El uso de herbicidas manifiesta valores mayores
en la totalidad de la provincia, con mínimos que inician en
su uso en el 23% de la superficie cultivada en el departamen-
to Cruz del Eje y máximos del 100% en el departamento
Pocho. Salvo pocas excepciones (evidenciadas por aquellos
departamentos que tienen gran parte de su superficie en
zona de sierras) la totalidad de los departamentos de la pro-
vincia registran el uso de herbicidas en más del 50% de su
superficie cultivada.

Figura 5. Superficies destinadas a uso agrícola en las que se aplica


agroquímicos, expresada en porcentajes y a nivel departamental (año 2018)

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del CNA 2018 dispo-
nibles en la página web del INDEC y de archivos vectoriales disponibles
en la página web del IGN (s.f.).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 197

Como señalamos, los cambios evidenciados en el


uso del suelo agropecuario también se asocian a la
utilización creciente de diversos insumos agropecuarios
como los mostrados en la figura anterior. La provi-
sión de estos insumos se apoya en la consolidación y
expansión de una red de sucursales y casas matrices de
empresas vinculadas a la transformación de granos y a la
provisión de insumos agropecuarios. Esta red de empre-
sas y sus sucursales se traducen en topologías empre-
sariales que permiten reconocer la selectividad espacial
que se expresa en la forma en la que usan el territorio.
Siguiendo a Silveira, advertimos que cada empresa

tiene una forma particular de combinar los objetos que nece-


sita para el ejercicio de su acción y una forma particular de
organizar las acciones para poner a funcionar tales objetos. Se
trata de puntos y áreas que la empresa selecciona y que con-
forman su base material de existencia (Silveira, 2007:15).

De esta manera, en la actividad agropecuaria la dia-


léctica entre un orden global y un orden local se mate-
rializa a través de las exigencias de los agentes empre-
sariales, quienes desenvuelven su racionalidad mediante
la búsqueda de lugares susceptibles de ser incorporados
a los circuitos espaciales de producción de commodities
agrícolas. El ejercicio del poder regulatorio por parte de
las empresas y del poder público no es independiente de
los sistemas de ingeniería y de los sistemas normativos
presentes en cada lugar.
En la Figura 6 se representa parte de la red
que compone la topología empresarial vinculada a la
provisión de insumos agropecuarios en general. En
esta se representa la cantidad de unidades comercia-
les de empresas tales como Nidera, Basf, Bayer/Mon-
santo, Compañía Argentina de Granos, Dow/Dupont,
Don Mario Semillas, Los Grobo, entre otras, radicadas
en los distintos centros urbanos de la provincia. Se

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198 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

puede observar que se destacan algunos centros urbanos


radicados en sectores que, al menos desde el inicio
del periodo analizado en este trabajo en términos de
agriculturización, podríamos decir que cuentan con una
larga trayectoria territorial vinculada a la actividad agrí-
cola. Nos referimos específicamente a localidades como
Marcos Juárez, Villa María y Las Varillas. Pero también
se destacan allí, y en ocasiones con una concentración
de empresas similar a la de las ciudades mencionadas
previamente, localidades ubicadas en el área de expan-
sión agrícola, tales como Río Primero, Jesús María,
Vicuña Mackenna, Laboulaye, Gral. Levalle y, en menor
medida, Huinca Renancó.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 199

Figura 6. Red de unidades comerciales de oficinas de empresas


proveedoras de insumos agropecuarios en la provincia de Córdoba (año
2016)

Fuente: elaboración propia sobre la base de relevamiento realizado


en el año 2016 y de archivos vectoriales disponibles en la página web
del IGN (s.f.).

Astegiano (2015:114) observa que la consolidación de


la agricultura en el norte cordobés estuvo asociada a la “apa-
rición y el establecimiento de un aglomerado empresarial
que acompañó y lideró el proceso de modernización en la

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200 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

región y en otras regiones”. La autora señala que la red de


empresas vinculadas a insumos agropecuarios y acopio de
granos comienza a expandirse en esta región hacia fines de
la década de 1990. Estas unidades comerciales están

conglomeradas en puntos estratégicos del norte cordobés


como son General Paz, Jesús María y Sinsacate, localida-
des próximas a la estación de ferrocarril, donde se instalan
tanto aquellas que prestan servicios y venden maquinarias e
insumos como los principales centros de acopio de la región
(Astegiano, 2015:114).

Astegiano agrega además que entre las empresas radi-


cadas allí se encuentran tanto compañías multinacionales y
nacionales líderes en este rubro (tales como Aceitera Gene-
ral Deheza o Cargill) como firmas locales que han confor-
mado una red propia en la región.
Algo similar se registra en el sur de Córdoba. La loca-
lidad de Vicuña Mackenna es sede de distintas empresas
proveedoras de agroinsumos, ya sean oficinas comerciales
representantes de empresas transnacionales recientemente
radicadas en la localidad, o empresas regionales que han
generado su propia red de comercialización con algunas
sucursales en el sur de Córdoba. En trabajos anteriores (Pic-
ciani y Maldonado, 2019; Maldonado, 2021) hemos adver-
tido que Vicuña Mackenna es definida por los mismos acto-
res que allí se radican, vinculados a la actividad agrícola,
como “la nueva zona núcleo”. Otrora centro de producción
agropecuaria mixta, pero con importante incidencia de la
actividad ganadera, en las entrevistas realizadas gran parte
de los actores coincidieron en reconocer que la mayor parte
de los campos que antes se dedicaban a la ganadería hoy
se dedican a la agricultura. En relación con lo anterior, en
los trabajos de campo realizados durante 2016 se relevó
en la ciudad la existencia de 8 empresas proveedoras de
agroinsumos (sin contar el rubro metalmecánico) que inclu-
yen también acopios y moliendas. De las 8 empresas, 6 se
instalaron con posterioridad al año 1996.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 201

Por su parte, la localidad de Huinca Renancó, ubicada


en el departamento General Roca (el más meridional de la
provincia de Córdoba), comienza a experimentar el arribo
de algunas empresas líderes del sector a inicios del presente
siglo, poco antes de 2010. En este sentido, entre los años
2006 y 2009 se construye allí una planta de acopio de la
empresa AGD. Más recientemente, en 2019, Los Grobo se
suma a la red de empresas allí existentes a través de la insta-
lación de una oficina comercial que, en palabras de Agustín
Valdés (responsable de dicha oficina),

[tiene por objetivo] todo lo que es venta de las diferentes


gamas de insumos que va necesitando el productor, semillas,
ya sea maíz, soja, trigo, girasol. Los diferentes cultivos que
por ahí más fuertes son en la zona. A su vez también tenemos
la línea de semillas forrajeras ya que esta zona además de
agrícola tenemos muchos productores que son mixtos, donde
dan valor agregado con el animal, entonces tenemos esa línea
también. Después hacemos acopios, tenemos… bueno, ferti-
lizantes, silobolsas (Los Grobo, 12/9/2019).

Gustavo Grobocopatel agrega a lo anterior: “y asesora-


miento en mercados” (Los Grobo, 2019).
Parte de la topología empresarial también se conforma
por los establecimientos agroindustriales que transforman
parte de los cereales y oleaginosas que se cultivan en la
región. En la Figura 7 se puede observar la localización
de estas plantas, en la provincia de Córdoba. Allí se puede
notar que si bien existe una relativa dispersión territorial
de las agroindustrias, su localización no ha acompañado
con la misma intensidad a las unidades de comercialización
de agroinsumos. Las agroindustrias que transforman maíz
se localizan en los departamentos San Justo (noreste de la
provincia), Río Cuarto, Gral. San Martín, Juárez Celman
y Marcos Juárez (todos en el centro-sur y este de la pro-
vincia). Por su parte, los establecimientos que se dedican a
transformar granos de soja se localizan en los departamen-
tos de Río Segundo, Tercero Arriba, Río Cuarto y Juárez

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202 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Celman. Los establecimientos agroindustriales vinculados


al trigo evidencian tanto mayor número así como también
mayor dispersión territorial, pero siempre con tendencia a
localizarse en el centro y este de la provincia. Se encuentran
establecimientos de este tipo en 12 de los 26 departamen-
tos provinciales.

Figura 7. Establecimientos agroindustriales según tipo de grano


industrializado (maíz, soja o trigo) en la provincia de Córdoba (años
2018-2019)

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Ministerio de


Hacienda de la Nación (2018, 2019a, 2019b) y de archivos vectoriales
disponibles en la página web del IGN (s.f.).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 203

Siguiendo a autores como Santos (1994) y Elias (2006),


sostenemos que la creciente dependencia de la producción
agrícola de recursos financieros, científicos, tecnológicos e
informacionales ha reestructurado las relaciones entre el
campo y la ciudad, así como también los flujos estableci-
dos dentro de las redes urbanas. En tanto que las ciudades
locales y los centros regionales se tornan esenciales para
la realización de la agricultura moderna, puesto que ofre-
cen una serie de servicios a la actividad productiva (como
asistencia técnica, financiera, contable, venta de insumos
químicos, biológicos, maquinaria, entre otros), las metró-
polis nacionales se tornan en los centros de regulación de
la producción en general. De esa forma, se establece un
movimiento de articulación entre las fuerzas centrífugas
y las fuerzas centrípetas (Santos y Silveira, 2001). Esto es,
una relación directa entre la creciente dispersión territorial
de las actividades modernas (fuerza centrífuga) y la mayor
centralización del comando productivo en pocos centros
políticos-económicos (fuerza centrípeta).

Financierización, discursos y sentidos invisibilizados

Con mayor énfasis desde el aumento de los precios de


los alimentos en los años 2007/8 en los mercados interna-
cionales y la crisis financiera global, el sector agrícola ha
atraído rápidamente la atención del sector financiero. Un
rasgo importante que distingue la tierra de otros tipos de
recursos naturales es tanto su potencialidad para la pro-
ducción de cultivos como su función de stock de valor o
fuente de apreciación. En el mismo sentido, la emergencia
de los denominados cultivos flexibles, que son fácilmente
intercambiables puesto que pueden destinarse a comida,
combustible o alimento animal, resuelve una de las princi-
pales dificultades de la actividad agrícola: la necesidad de

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204 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

diversificar su portafolio de producción para evitar shocks


de precios (Borras et al., 2012).
En este contexto, y precedido también por la necesidad
de un incremento de escala a fin de mejorar la rentabilidad
de la producción agrícola, se observa una tendencia a la
concentración de la explotación económica del suelo. En la
Figura 8 se han sistematizado datos vinculados a la cantidad
de Explotaciones Agropecuarias (EAP) a nivel departamen-
tal, en la provincia de Córdoba, entre los años 1988, 2002
y 2018 (se omite el registro del departamento Capital, por
ser un área mayormente urbana). El descenso en el número
total de EAP a nivel provincial es del 35% entre los años
1988 y 2002, y del 21% entre los años 2002 y 2018. Se puede
observar en la mencionada figura que entre 1988 y 2002
la totalidad de los departamentos de la provincia registran
una disminución de las EAP, siendo Pocho, Ischilín y Río
Seco los que, en esta ventana temporal, muestran la menor
disminución (hasta un -19%) y, como contracara, Río Pri-
mero, Colón, Santa María, Tercero Arriba, Gral. San Martín
y Juárez Celman los que registran un descenso en el número
total de EAP de más del 40%. Entre los años 2002 y 2018
también la totalidad de los departamentos evidencian una
disminución en el número total de EAP, pero en este caso
las mayores magnitudes se registran en otros departamen-
tos (con excepción de Colón) ubicados en el centro-oeste de
la provincia (Punilla, San Javier y San Alberto) y en el norte
(Río Seco). Como corolario, en la totalidad del periodo 1988
y 2018, salvo algunos departamentos ubicados al sur y al
noroeste de la provincia (7 en total), el resto dan muestras
de una significativa disminución del número de EAP en
valores que van desde el 40 al 72%.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 205

Figura 8. Explotaciones Agropecuarias en la provincia de Córdoba.


Evolución de su cantidad entre los años 1988, 2002 y 2018, expresada
en porcentaje y a nivel departamental

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del CNA 2018 y


2002 (INDEC, s.f.), del CNA 1988 (INDEC, 1991) y de archivos vectoriales
disponibles en la página web del IGN (s.f.).

Este proceso claramente ha ido acompañado, como ya


se observa hace años en la región, de una tendencia hacia
la concentración de la explotación económica del suelo evi-
denciada por el incremento de EAP de mayor superficie.
De esta manera, en la Figura 9 se puede notar que la par-
ticipación de las EAP de hasta 200 ha sobre el total de las
existentes, a nivel departamental, va disminuyendo entre
1988 y 2018, concentrándose al inicio del periodo en el
noroeste de la provincia de Córdoba y el departamento
Marcos Juárez, y hacia el año 2018 solo en los departa-
mentos ubicados en el extremo oeste de la provincia. Como
contracara, las EAP de más de 1000 ha, que entre 1988

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206 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

y 2002 se concentraban mayormente en el departamento


Gral. Roca (al sur) y Sobremonte (al norte), hacia el año 2018
incrementan notablemente su participación en todos los
departamentos, aunque con mayor relevancia en el norte y
sur de la provincia (Figura 10).

Figura 9. Explotaciones Agropecuarias de hasta 200 hectáreas


en la provincia de Córdoba. Porcentaje de participación sobre el total
de explotaciones en los años 1988, 2002 y 2018, a nivel departamental

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del CNA 2018 y


2002 (INDEC, s.f.), del CNA 1988 (INDEC, 1991) y de archivos vectoriales
disponibles en la página web del IGN (s.f.).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 207

Figura 10. Explotaciones Agropecuarias de más de 1000 hectáreas


en la provincia de Córdoba. Porcentaje de participación sobre el total
de explotaciones en los años 1988, 2002 y 2018, a nivel departamental

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del CNA 2018 y


2002 (INDEC, s.f.), del CNA 1988 (INDEC, 1991) y de archivos vectoriales
disponibles en la página web del IGN (s.f.).

Hemos observado, hasta el momento, que el proceso


de agriculturización que ha motorizado la expansión de
la frontera económica especialmente en el norte y sur
de la provincia de Córdoba, ha sido también sustentado
por la expansión de la red de sucursales de empresas
proveedoras de agroinsumos. También en este apartado
hemos observado que este proceso se encuentra acom-
pañado por la creciente concentración de la explotación
económica del suelo. Siguiendo esta perspectiva de aná-
lisis, sostenemos que además la expansión de la frontera
económica, expresada en este caso por la expansión del
modelo de agronegocios, no sería posible sin la conju-
gación con lo anterior de la existencia de tierras aún no

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208 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

incorporadas al modelo de agronegocio y susceptibles


de serlo, así como también de excedentes de capital
financiero que buscan lugares de realización a fin de
incrementar su tasa de rotación.
En este sentido, si se analizan los datos del Geopor-
tal IDE de la provincia de Córdoba referidos al precio de
la tierra rural, entre los años 2019 y 2021 (Figura 11), se
puede observar que son también los departamentos ubi-
cados al norte y sur de la provincia los que, en términos
relativos, han experimentado un incremento en el precio
de sus tierras agrícolas mayor a la media provincial.
Específicamente, en la Figura 11 se presenta la variación
porcentual del incremento del precio de la tierra rural,
a nivel departamental, por encima o por debajo de la
media provincial. Aquellos valores menores a 100 dan
cuenta de departamentos en los cuales el precio de la
tierra se ha incrementado entre 2019 y 2021, pero este
aumento se ha hecho en una proporción menor a la
media provincial; y viceversa, aquellos departamentos
que registran un valor superior a 100 son los que han
demostrado un incremento en el precio de sus tierras
rurales por encima de la media provincial. Salvo los
ubicados al oeste, todos los departamentos en el norte,
este y sur provincial tienen un valor superior a 100,
siendo más significativo el incremento en Sobremonte,
Ischilín, Tercero Arriba y Gral. Roca.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 209

Figura 11. Precio de la tierra rural en la provincia de Córdoba. Variación


porcentual entre 2019 y 2021, a nivel departamental, con relación
a la variación media provincial

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos disponibles en el


Geoportal IDE de la provincia de Córdoba y de archivos vectoriales
disponibles en la página web del IGN (s.f.).

Visser (2017) señala que para que la tierra se convierta


en un activo financiero, deben concurrir una serie de con-
diciones, las cuales son: a) el potencial de ganancias que
un objeto genera en el futuro, el que preferentemente debe
superar la tasa media de los mercados financieros; b) la
escasez del objeto, la cual no necesariamente es real, sino
que también puede ser construida discursivamente; c) la
liquidez, es decir, el objeto debería ser lo suficientemen-
te líquido como para ser fácilmente vendido cuando los
inversores así lo desean; d) la estandarización, puesto que
el objeto convertido en activo debe ser comparable con

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210 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

otros activos financieros a través de distintos indicadores


de estandarización y puntos de referencia; y, e) la legitimi-
dad del objeto, ya que este debería estar enmarcado como
moral y socialmente aceptable, o al menos no ser conside-
rado como “inmoral” y socialmente inaceptable.
Parte de la legitimidad del objeto a la que hace referen-
cia Visser se encuentra fuertemente anclada en una pode-
rosa matriz discursiva que asocia a este modelo de produc-
ción, por un lado, como el medio para resolver la creciente
demanda de alimentos a nivel mundial y, por otro, como
herramienta y hasta sinónimo de progreso.
Con relación al primer punto señalado, en trabajos
anteriores (Maldonado, 2020) hemos analizado el Informe
de Valoral Advisors2 (2018) titulado “Global Food & Agri-
culture Investment Outlook Investing profitably whilst fostering
a better agriculture”, el cual se presenta como una descrip-
ción a 360% del panorama de inversión de toda clase de
activos, con un análisis actualizado de las principales estra-
tegias financieras y con una sección especial destinada a
América del Sur.

El informe destaca que el crecimiento económico mundial


ofrece una perspectiva positiva del crecimiento continuo de
la demanda de todo el espectro de productos agrícolas y
alimentarios, por lo que los inversores pueden encontrar
muchas razones para invertir en el sector […] [América del
Sur] posee un entorno político y económico más favorable al
mercado, por lo que puede ofrecer al sector agroalimentario
regional la oportunidad de convertirse en un proveedor cada

2 Valoral es una empresa especializada en la comercialización de activos vin-


culados a la alimentación y la agricultura. Desde esta compañía señalan que
tienen como objetivo ayudar a los inversores a invertir de la manera más
rentable para fomentar una agricultura más productiva, eficiente y sosteni-
ble. Sus principales sedes se localizan en Luxemburgo y Argentina y, según
la información disponible en la página web de la empresa, quienes lideran la
compañía han “vivido su infancia en las pampas argentinas” (Valoral Advi-
sor, s. f.).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 211

vez más importante de alimentos para el mundo y una fuente


de desarrollo sostenible para la región (Maldonado, 2020:63).

En este contexto, esta forma de construcción discursiva


también es continuamente generada y reproducida por las
empresas transnacionales que fabrican (y hasta monopo-
lizan) los insumos agropecuarios requeridos para el desa-
rrollo de este tipo de agricultura. Así, por ejemplo, Bayer/
Monsanto promueve el lema “Health for all, hunger for none”
(“Salud para todos, hambre para ninguno”), guiados por el
propósito de “Science for a better life” (“Ciencia para una vida
mejor”). En el mismo sentido, Syngenta (s.f.) señala que:
“Nuestra ambición es proporcionarle más seguridad ali-
mentaria de manera sostenible para el medio ambiente a un
mundo cada vez más poblado, mediante la creación de un
cambio mundial escalonado en la producción agrícola”.
El segundo aspecto señalado tiene que ver con la iden-
tificación de este modelo agrícola, prácticamente a nivel de
sinónimo, con el progreso y desarrollo regional. En esta
matriz discursiva operan fuertemente no solo las empresas
que producen agroinsumos sino también distintas asocia-
ciones y medios de comunicación vinculados al modelo de
agronegocios. Liaudat (2018:217) advierte que los tópicos
propios del discurso de los agronegocios

se basan en una visión del desarrollo influenciada por el


paradigma neoliberal de la sociedad del conocimiento y el
empowerment. Este paradigma comprende la perspectiva de
que más tecnología es sinónimo de progreso, que la respon-
sabilidad de la innovación es del individuo, la sobrevalora-
ción del conocimiento como recurso central en la producción
agropecuaria […] y la determinación del papel del Estado
como garante de las condiciones jurídicas para el desarrollo
privado de las tecnologías.

En el desarrollo de sus investigaciones, Astegiano


(2015:116) ha reconocido que la Sociedad Rural de Jesús María
“funciona en la actualidad como una institución que difunde

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212 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

continuamente el modelo productivo del agronegocio, reali-


zando eventos mensuales y anuales de promoción de dichas
empresas”. En la página web de la asociación señalan que “la Ins-
titución trabaja en forma permanente en la elaboración, estu-
dio y análisis de cuestiones relacionadas con la producción pri-
maria, el desarrollo regional, de zonas urbanas, actividades y
emprendimientos de gran alcance” (Sociedad Rural de Jesús
María, s. f.).
Por otra parte, otra asociación como Consorcios Regiona-
les de Experimentación Agrícolas, conocida como CREA, pre-
sente a través de distintas regionales en la totalidad de la pro-
vincia de Córdoba, expone su método como símbolo de pro-
greso. También radicada en Jesús María, CREA Córdoba Norte
(s.f.) propone como estrategia para 2025: “Instalar una visión
ampliada del agro, como motor del desarrollo y generador de
riquezas y oportunidades”. Por su parte, el sur de Córdoba es
abarcado por la regional que se encuentra en la localidad de
Vicuña Mackenna, denominada CREA Zona Centro.
Al respecto de este tipo de perspectiva, Liaudat (2018:102)
señala que “esta visión de la historia y del desarrollo de la socie-
dad tiene un fuerte supuesto sobre el progreso, que estaría
determinado por la evolución lineal de la ciencia y la tecnolo-
gía”. A su vez, la autora advierte que “el método CREA es pre-
sentado como método científico y desde ese momento lo cons-
tituyen en un símbolo de progreso para el agro posible de imitar
en otros sectores sociales” (2018:84).
Por su parte, el grupo Los Grobo, recientemente instalado
en Huinca Renancó, señala que:

Vemos gente capacitándose constantemente, pensando y re-


pensando en cómo mejorar, debatiendo los conceptos que
sustentan y proyectan la mejora. Gente que trabaja junto a
científicos, explorando las fronteras tecnológicas, aumentan-
do la productividad y calidad de los productos. Innovando,
creando valor para la sociedad, desde el laboratorio, desde
el campo […] Vemos trabajadores que lideran, que transfor-
man, que desafían, que no le temen al cambio. Que generan
progreso, mejor educación y calidad de vida para los pueblos

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 213

y su gente. Traccionando hacia adelante, articulados con lo


global (Los Grobo, s. f.).

La aceleración de la conversión de la tierra en un activo


financiero, por su doble condición de sustrato para cultivos
y stock de valor, sustentada en matrices discursivas y simbólicas,
se materializa en profundas transformaciones territoriales, que
no solo tienen que ver con los tipos de actores que participan
en el proceso (aspecto ya de por sí relevante) sino especialmente
con la creciente presión para la expansión de la frontera econó-
mica. En esas fronteras, el movimiento de la reorganización del
capital se intensifica, en términos de fusiones y de formación de
consorcios, y los territorios son mejor equipados para facilitar
la circulación, tornándose esto en fuente de ventajas competi-
tivas (Bernardes, 2015).
En este sentido, Neuburger (2017) señala que desde la
perspectiva que podríamos denominar hegemónica ha prima-
do históricamente la concepción de fronteras como áreas de
tierra libre, con disponibilidad de recursos naturales, suscepti-
bles de ser incorporadas a la “civilización” y a la economía capi-
talista, con un abordaje signado por la perspectiva colonial. Sin
embargo, la autora advierte que las llamadas “áreas de tierra
libre” son en realidad áreas densas en territorialidades negadas
por los actores dominantes. Observamos que, de manera cre-
ciente, aquellas áreas más densas en territorialidades, en opor-
tunidades divergentes, dan muestras de las confrontaciones de
diversas racionalidades que se pueden tornar visibles a través de
la conflictividad social.
Gigena et al. (2013) realizan un detallado análisis sobre los
conflictos vinculados a la tierra. En el marco de este análisis se
puede reconocer que la provincia de Córdoba es la que regis-
tra mayor porcentaje de incidencia de este tipo de conflictos,
representando el 8,1% del total de conflictos relevados a nivel
nacional. Esto involucra a 69 casos que afectan a 1077 familias.
En la Figura 12 se han recuperado aquellos conflictos reconoci-
dos en la provincia de Córdoba. En esta se puede observar que la
concentración de la conflictividad se encuentra en los departa-

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214 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

mentos del norte y oeste de la provincia, con mayor incidencia


en Cruz del Eje, Río Seco, Pocho, Sobremonte, Tulumba, Ischi-
lín, Minas y San Alberto.

Figura 12. Conflictos por la tierra en la provincia de Córdoba (año 2011)

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de Gigena et al.


(2013) y de archivos vectoriales disponibles en la página web del IGN
(s.f.).

En estos departamentos se han evidenciado y evi-


dencian crecientes y violentos procesos de expulsión de

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 215

campesinos y pequeños productores a la par que se regis-


tran notables incrementos en la tasa de deforestación.
Salizzi (2020a:6) ha realizado una detallada investiga-
ción en la que da cuenta que “la deforestación de las áreas
boscosas constituye una de las consecuencias ambientales
más reconocidas en el norte cordobés en relación con el
proceso de expansión territorial del modelo productivo de
los agronegocios”. El autor analiza y sistematiza informa-
ción provista por el Proyecto de Monitoreo de Deforesta-
ción en el Chaco Seco (FAUBA) para el periodo 2002-2016
y observa que la evolución de la superficie deforestada en
los departamentos Río Seco, Sobremonte y Tulumba se ha
mantenido elevada y constante con un significativo incre-
mento en el año 2016 en el departamento Río Seco (en el
que comparativamente, además, la superficie deforestada es
mayor desde 2010) (Figura 13).

Figura 13. Evolución anual de la superficie desmontada


en los departamentos Río Seco, Sobremonte y Tulumba, al norte
de la provincia de Córdoba, entre los años 2002 y 2016

Fuente: Salizzi (2020a:10).

En este sentido, Silvetti et al. (2018) señalan que los


campesinos del norte de la provincia ven reducidas las

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216 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

superficies en las que el ganado caprino (uno de los tipos


de producciones más comunes entre campesinos del norte
de Córdoba) puede pastorear. También advierten que “se
resiente igualmente el acceso a otros servicios ecosistémi-
cos que provee el bosque nativo (e.g., leña y madera) y se
deterioran las redes sociales locales, debido a la emigración
campesina” (Silvetti et al., 2018:59).
En este contexto, entre fines del siglo pasado e inicios
del presente surgen en diferentes partes de Córdoba, pero
especialmente en el norte y oeste provincial, distintas aso-
ciaciones que nuclean a pequeños productores y campesi-
nos. Entre ellas podemos mencionar la Asociación de Pro-
ductores del Noroeste de Córdoba (APENOC); la Unión
Campesina de Traslasierra (UCATRAS); la Organización de
Campesinos Unidos del Norte de Córdoba (OCUNC); la
Unión Campesina del Norte (UCAN); y la Unión Campesi-
na del Oeste Serrano (UCOS) (estas uniones de campesinos
se integran en el Movimiento Campesino de Córdoba –
MCC). El MCC manifiesta que luchan

por una vida digna, que proponemos y construimos solucio-


nes en los territorios: escuelas campesinas, puestos de salud,
mejoramiento de la producción y comercialización, obras de
agua, resistencia activa y defensa jurídica de la tierra. Por su
parte, el estado cordobés viene promoviendo el desmonte,
permitiendo los desalojos, promoviendo un modelo agro-
pecuario basado en las recetas de Monsanto con su paque-
te tecnológico que fumiga y envenena (Vía Campesina, 07/
08/2013).

Asimismo, reclaman que se contemple y respete el


modo de producción campesino, el acceso al agua y al
territorio.
En esta línea, sobre el MCC Salizzi (2020b:4197) señala
que:

la disputa por la propiedad de la tierra fue uno de los


principios constitutivos de la organización, sobre el que se

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 217

centraron las actividades desarrolladas durante sus prime-


ros años de existencia. Sin embargo, progresivamente fueron
ampliando el espectro de sus reclamos para abarcar otras
problemáticas que afrontaban diariamente los pequeños pro-
ductores.

El encuentro de territorialidades divergentes y antagó-


nicas expresadas en estos casos a través de conflictos que
han logrado adquirir cierto grado de visibilidad no debe
obturar la búsqueda de otros antagonismos no siempre visi-
bles o visibilizados. La potencia del discurso normativo
que asocia progreso y desarrollo a una forma determinada
de producción agropecuaria, que además se constituye en
solución para la provisión de alimentos al mundo (“cuya
población crece rápidamente”), se asienta sobre la nega-
ción o invisibilización de otras formas de producción. Este
proceso se convierte en una poderosa narrativa que busca
legitimación social mientras transforma profundamente y
de diversas formas los territorios en los que avanza y se
materializa.

Reflexiones finales

A lo largo del capítulo hemos presentado y analizado datos


vinculados a la producción agrícola, la aplicación de pro-
ductos agroquímicos, la expansión de redes comerciales de
empresas que producen y proveen insumos agropecuarios
y la no tan clara expansión de las agroindustrias que trans-
forman la producción primaria; también datos vinculados
a explotaciones agropecuarias, variación del precio de la
tierra, desforestación, conflictos por la tierra, entre otros.
Los datos, en su totalidad, se han referido a la provincia de
Córdoba y en su mayoría se han presentado a nivel depar-
tamental, con excepción de la red de sucursales de ventas
de agroinsumos.

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218 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

A través de los distintos datos y análisis realizados se


puede observar que la provincia de Córdoba se caracte-
riza por: un notable proceso de agriculturización; poseer
porciones de su superficie, tanto en la zona núcleo de la
región pampeana como en áreas de expansión del agro-
negocio, que se constituyen en fronteras económicas; ser
sede de agroindustrias vinculadas a la transformación de
soja, maíz y trigo; por la articulación de la trama productiva
a través de espacios urbanos que participan, por un lado,
como nodos de las topologías empresariales vinculadas a
la transformación de granos y provisión de agroinsumos;
y por otro, como puntos de anclaje y plataformas para la
organización y reorganización de las actividades producti-
vas bajo el modelo de agronegocios.
Al respecto, si bien las transformaciones en términos
de producción agropecuaria se han y están materializando
en toda la provincia, es posible reconocer áreas de expan-
sión de la frontera económica vinculadas a la actividad
agrícola, tanto en el norte como en el sur. En este sentido,
ciudades como Jesús María ubicada al norte de Córdoba;
y Vicuña Mackenna y más recientemente Huinca Renancó,
localizadas en el sur provincial, se fortalecen como puntos
de comercialización de agroinsumos en áreas de expansión
del modelo de agronegocios, incluso algunas de ellas son
denominadas por diversos actores sociales como localida-
des nodales de la “nueva zona núcleo agrícola”. Este proceso
se sostiene por un discurso que consolida la construcción
de hegemonía y, como tal, invisibiliza otros sentires, otras
territorialidades, otras formas de pensar, producir, vivir y
relacionarse con el territorio. Al decir de Massey (1999), lo
que subyace en todos estos conflictos son distintas geogra-
fías imaginativas, diferentes narrativas en torno al territo-
rio, a su devenir, a las alternativas posibles y a los senderos
del desarrollo y progreso que se delinean.
En este sentido, somos testigos de la construcción de
poderosas imaginaciones geográficas que operan sobre la
realidad, y al hacerlo reúnen las diferencias espaciales bajo

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 219

el signo de la secuencia temporal: lo atrasado y lo nuevo; lo


viejo y la innovación, todo reunido en una secuencia lineal
cuyo recorrido garantiza el arribo al “progreso”. Se trata
de una imaginación geográfica que ignora las diferencias
estructurales, las necesarias rupturas y las desigualdades.
Así, la lógica que se introduce es la lógica global, donde
la aceleración permanente del proceso de rotación y acu-
mulación de capital financiero se constituye en soporte que
anima su reproducción. Los actores y regiones que no se
adapten a estos imperativos quedan excluidos del “progre-
so”. Siguiendo a Boaventura de Souza Santos (2010) pode-
mos señalar que formas alternativas de producción locales
se invisibilizan por encontrarse “del otro lado de la línea”
que establece el pensamiento occidental abismal, línea que
determina el límite entre lo civilizado y lo no civilizado,
entre el progreso y atraso.
En el territorio confluyen un sinnúmero de fuerzas,
diferentes, convergentes, divergentes, solidarias, comple-
mentarias y antagónicas. Es en el territorio donde adquie-
ren materialidad. No solo es una tarea ineludible, sino espe-
cialmente urgente enfatizar que existen otras relaciones y
otras relaciones posibles, otros actores y otros actores posi-
bles, otros objetos y otros objetos posibles que explican la
verdadera totalidad que define el territorio. En esta línea,
no solo es una tarea ineludible, sino especialmente urgente,
recuperar sentidos y sentires invisibilizados que incluyan la
diversidad que efectivamente caracteriza el territorio.

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7

Frontera, deforestación
y despoblamiento

Discutiendo algunas hipótesis sobre la expansión


reciente de la frontera agraria en Argentina

GERMÁN ROSATI

Introducción

Una de las transformaciones recientes en el sector agrope-


cuario es la incorporación a la producción de zonas con-
sideradas previamente como marginales o no productivas.
Este proceso de expansión de la frontera agrícola se inicia
hacia mediados de la década de 1970. Abarcó en un primer
momento a zonas con menor intensidad de explotación.
Posteriormente, se extendió hacia zonas como el noreste
(NEA) o el noroeste (NOA).
Un primer problema que se plantea es la identificación
de las diferentes formas en que esta expansión se realiza:
¿la frontera se expande sustituyendo producciones previas?
¿O bien lo hace transformando dichas producciones? ¿Se
realiza sobre tierras aparentemente no explotadas y/o sobre
monte nativo?
En Argentina, esta expansión se da sobre todo (pero
no exclusivamente) bajo la forma de la sojización: la soja ha
sido uno de los vectores fundamentales de esta expansión.
Este cultivo ha ido expandiendo su peso sobre el total de

teseopress.com 225
226 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

superficie sembrada desde la década de 1970, llegando a


representar casi un 60% de la superficie total sembrada en
2009 y manteniéndose en valores superiores al 45% hasta
2018 (Sistema de Estimaciones Agrícolas, 2018).
La literatura existente (Aizen, Garibaldi y Dondo, 2009;
Viglizzo y Jobbágy, 2010; Páez, 2016) identifica varias for-
mas de expansión: 1) procesos de desmonte y deforestación,
2) desplazamiento de la actividad ganadera; 3) introducción
de soja de segunda (también conceptualizada como “adición
de producciones” dado que conlleva la posibilidad de rea-
lizar dos cosechas, por ejemplo, trigo-soja) y 4) sustitución
del área sembrada con otras actividades.
En ciertas zonas (en particular pero no de forma exclu-
siva, las ubicadas en el Chaco Seco) la expansión de la fron-
tera suele darse sobre áreas no explotadas productivamente
(bosques o montes) e ir acompañada de procesos de defo-
restación y avance sobre monte nativo. Así, las provincias
de Santiago del Estero, Chaco y Salta acumulan 3.803.718
de hectáreas deforestadas entre 2001 y 2018 (Monitoreo de
Deforestación en el Chaco Seco, 2019).
Existen algunas hipótesis que vinculan estos procesos
de expansión de frontera y deforestación a ciertas diná-
micas poblacionales. La afirmación de que se avanza hacia
“una agricultura sin agricultores” parece resumir esta idea.
En términos generales, se vincula la expansión de la fron-
tera agrícola y la deforestación con el proceso de despobla-
miento rural (Giarracca y Teubal, 2013; Martínez Dougnac,
2013). Buena parte de la literatura suele estar basada en
estudios de caso sumamente detallados sobre dinámicas de
conflicto alrededor de procesos de deforestación de tierras,
relacionados con el movimiento de la superficie sembrada
(muchas veces ocupadas por poblaciones originarias).
El potencial problema de estos enfoques es que pueden
llevar a perder de vista procesos estructurales de mayor
escala. Este punto plantea una pregunta importante: ¿cuál
es la relación entre los procesos de expansión de la fronte-
ra, los de deforestación y ciertas dinámicas demográficas?

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 227

¿Cómo se enmarcan los casos analizados dentro de dichos


procesos de más largo plazo y de mayor escala? ¿Qué infor-
mación aportan dichos procesos de población acerca de los
movimientos de las diferentes estructuras agrarias?
Este capítulo busca discutir algunos fenómenos gene-
ralmente asociados a los procesos de expansión de la fron-
tera agraria, particularmente en su relación con los movi-
mientos de absorción y repulsión de población. Específi-
camente se propone abordar la siguiente pregunta: ¿qué
vinculación tienen las diferentes formas de expansión de la
frontera en el campo con ciertos fenómenos ligados a los
procesos de movimiento de la población?
Buena parte de la literatura relativa a los estudios
agrarios ha considerado a la población y sus movimien-
tos como un observable relevante sobre las transforma-
ciones producidas en las estructuras agrarias en diferentes
contextos: Rusia (Chayanov, 1974; Lenin, 1982), Inglaterra
(Marx, 2004), Argentina (Iñigo Carrera y Podestá, 1987;
D’Alessio, 1969; Iñigo Carrera, 2011), por mencionar algu-
nos. Los movimientos poblacionales, especialmente aque-
llos vinculados a la migración rural-urbana, eran considera-
dos como indicadores del avance de las relaciones salariales
sobre áreas en las que no eran las predominantes, o bien
como indicadores de la profundización de esas relaciones
en aquellas zonas en las que ya eran predominantes. Cada
proceso imprimía diferentes signos al movimiento de la
población: de atracción o repulsión, según el desarrollo de
cada etapa.
Carr (2004; 2009) realiza un estado de la cuestión res-
pecto de las relaciones identificadas por la literatura entre
cambios en el uso del suelo, demografía y factores económi-
cos e institucionales. Los modelos de LUCC (Land Use and
Coverage Change) consideran como variable dependiente a
los cambios en el uso del suelo (donde la deforestación es
uno de esos cambios posibles) y a los factores demográficos
como una de las variables independientes. En general, la
deforestación ha sido analizada como una resultante de los

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228 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

procesos de asentamiento de población y de sus dinámicas


demográficas. La demografía invierte el orden de las varia-
bles: son las tasas migratorias y los fenómenos demográfi-
cos los que aparecen como variables de output y los procesos
de cambio de uso del suelo son (algunos de) los factores
explicativos. En ambos casos, la relación que parece encon-
trarse entre ambas dimensiones es positiva: sea porque la
primera causa a la segunda o al revés, la expansión agraria y
la población crecen de forma conjunta.
No obstante, las formas más recientes de la expansión
de la frontera agraria parecen mostrar dinámicas diversas.
Paolasso et al. (2012), a partir de un análisis de informa-
ción censal, demográfica y satelital de 17 departamentos del
Chaco Seco en 5 provincias (Santiago del Estero, Tucumán,
Chaco, Formosa y Salta), plantean que la relación entre pro-
cesos demográficos y deforestación es menos lineal y direc-
ta. Ciertos departamentos que sufrieron procesos intensi-
vos de deforestación no solamente no perdieron población
sino que sus saldos migratorios se volvieron positivos.
Así, la relación entre dinámicas de expansión de fron-
tera y demografía aparece aún como un interrogante a
dilucidar, particularmente, en relación a la incorporación
en el análisis de las diferencias estructurales de aquellas
zonas en las que se desarrollan los procesos de frontera
y según los sujetos que las llevan adelante (le Polain de
Waroux et al., 2018).
En buena parte de la literatura clásica sobre los proce-
sos de expansión de frontera, el supuesto es que los sujetos
que empujan la frontera son pequeños productores ya sea
cambiando el uso del suelo, deforestando, etc. (Carr, 2009).
De hecho, muchos estudios empíricos se centran en estos
sujetos (Jones et al., 2018). De alguna forma, esta imagen
ha alimentado los estudios y las hipótesis clásicas al res-
pecto. Existen innumerables ejemplos sobre la presencia
de pequeños productores como vectores de expansión de
la frontera y de la expansión demográfica: la colonización
del Chaco hacia principios del siglo XX, o la expansión al

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 229

oeste norteamericano son solamente dos ejemplos posibles.


La colonización en estos casos suponía una relación direc-
ta y positiva entre expansión de frontera en sus diversos
indicadores (incremento del área cultivada, deforestación,
infraestructura, etc.) y la dinámica demográfica. La frontera
se expandía y la población crecía, en muchos casos a par-
tir del influjo migratorio. Al mismo tiempo, en muchos de
esos casos y procesos la forma de expansión de la frontera
basada en colonos o en pioneros era una de las formas en
que el capitalismo se expandía en el campo (Iñigo Carrera,
2011). El sujeto de la expansión capitalista en el campo eran
los pequeños productores.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando las formas de expan-
sión de las fronteras cambian? La literatura moderna al
respecto plantea una diferencia entre aquella expansión de
tipo pionero/colono y una forma moderna caracterizada
sobre todo por estar empujada de forma directa por grandes
empresas (le Polain de Waroux et al., 2018). Este parece ser
el caso de buena parte de la soja y las llamadas fronteras
de commodities en Argentina, uno de sus vectores funda-
mentales.
El trabajo se propone presentar algunos resultados
aún preliminares de una investigación en curso que aborda
la relación entre los tres procesos (expansión de frontera,
deforestación y movimientos de población). Para ello se
analizarán datos de uso del suelo correspondientes a los
Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) de 2002 y 2018
y estimaciones de avance de deforestación provenientes
del Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco
Seco (2022), un observatorio sobre desmontes en el que
colaboran diferentes instituciones (Laboratorio de Análisis
Regional y Teledetección de la Facultad de Agronomía de
la UBA, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
y la Red Agroforestal Chaco Argentina).1 A su vez, para el

1 El equipo utilizó 50 escenas de imágenes satelitales correspondientes a la


zona de la región Chaqueña (entre 1976 y 2019). Se realizó una inspección

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230 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

cálculo de los saldos migratorios, se procesó información


de defunciones y nacimientos proveniente de la Dirección
de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) correspon-
dientes al período 2002-2018, dependiente del Ministerio
de Salud de la Nación de Argentina. Las mismas fueron
obtenidas a través de la consulta al personal de la DEIS.
Se busca, entonces, construir un enfoque metodológico
y conceptual que permita aportar una mirada de carácter
general (abarcativa de la mayor parte de las provincias al
norte del Río Colorado), pero con información analizada al
máximo nivel de desagregación disponible (nivel departa-
mental). Se espera, de esta forma, poder aportar una imagen
de la interrelación de estos tres procesos que complemente
y amplíe la proveniente de los profusos estudios de caso.
Para ello, se definirán dos indicadores vinculados a
los diferentes procesos de expansión de la frontera agra-
ria: la tasa de variación en la superficie implantada total
en primera ocupación (SITPO) entre 2001 y 2018 (según
los Censos Nacionales Agropecuarios)2 y la proporción de
superficie desmontada en el mismo período. A su vez, la
dinámica demográfica será analizada a partir de otros dos
indicadores: la variación en los saldos migratorios y la tasa
de variación en la cantidad de explotaciones agropecuarias
(EAP) a nivel departamento y durante el mismo período.
El capítulo se estructura de la siguiente forma. En el
primer apartado se presenta una aproximación a los proce-
sos de expansión de frontera y deforestación. En el segundo
se aborda la cuestión del despoblamiento rural y su relación
con los procesos de frontera, tanto a nivel general como

visual de las mismas y se identificaron las zonas deforestadas. Para mayor


información sobre la metodología puede consultarse Vallejos et al. (2015).
2 Para no circunscribir el análisis al movimiento sojero se utiliza como uno de
los indicadores proxy de la expansión de la frontera la superficie implantada
total en primera ocupación (SITPO). Si solo se tomara la expansión de la
superficie sojera se dejarían fuera el movimiento de otros cultivos (cereales,
otras oleaginosas, pasturas vinculadas a la ganadería, etc.). No obstante, se
replicaron los ejercicios con la superficie sojera y los resultados son consis-
tentes con los que se expondrán a continuación.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 231

localizado en los diferentes tipos de estructuras agrarias.


Por último, se resumen los principales resultados y se plan-
tean interrogantes para abordar en próximos pasos de la
investigación.

Una mirada general a nivel departamental


de los procesos de expansión de la frontera agraria
y deforestación

Esta sección buscará dar un primer panorama general sobre


las formas en que el proceso de expansión de la frontera
(medida a través de la SITPO) y el de deforestación (este
último circunscripto al área del Chaco Seco) se han desarro-
llado durante los últimos años en las zonas no patagónicas
de Argentina. En la Figura 1 se puede observar la tasa de
variación promedio anual de la SITPO para cada departa-
mento del país durante el período intercensal 2002-2018.3
En los departamentos que tienden al color verde obser-
vamos tasas de crecimiento positivos (cuanto más saturado
el color, más positivas las tasas). En cambio, en los que tien-
de al marrón ocurre lo inverso. Cuando el color tiende al
blanco, las tasas se acercan al cero.

3 Dado que la distribución de ambas variables mostraba una gran cantidad de


valores extremos (departamentos con tasas extremadamente negativas o
positivas de variación) se procedió a reescalar la variable utilizando una fun-
ción de activación llamada soft sign. La misma permite conservar el signo de
la variable y lograr visualizar las variaciones de la distribución, suavizando
el impacto de los valores extremos. Por esto, las diferencias entre los colores
no deben interpretarse de forma lineal.

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232 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 1. Tasa de variación promedio anual de la SITPO, Argentina


(2002-2018)

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecuarios


2002 y 2018 (INDEC, s.f.-b; 2022).

Es interesante notar un cambio (al menos aparente)


en la dinámica de la expansión agraria en Argenti-
na. Muchas de las zonas que habían incrementado sus
superficies implantadas entre 1988 y 2002 ahora mues-
tran valores negativos o cercanos a cero: el sur de Santa
Fe, oeste de Chaco y Formosa, por ejemplo. El uso de
datos censales no está exento de problemas. En el caso
del CNA 2018 hay un posible subregistro de explota-
ciones y de la superficie implantada.4 No obstante, los
CNA son las únicas fuentes con nivel de desagregación
departamental y relevamiento en terreno en gran escala
que permiten construir este tipo de información.5 A su

4 Un análisis de esta cuestión, a nivel provincial y con datos prelimina-


res del CNA 2018, puede verse en Cátedra Libre de Estudios Agrarios
Ing. Horacio Giberti (2021).
5 Existen otras fuentes que permiten un análisis de uso del suelo con
una mayor desagregación geográfica (Mapas de Uso del Suelo del

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 233

vez, si se observan los frentes de frontera más dinámi-


cos identificados por Viglizzo y Jobbágy (2010) puede
verse que mantienen valores positivos e incluso parecen
extenderse: el oeste de Salta presenta más departamen-
tos con valores positivos, también hacia el centro de
Formosa e incluso hacia el oeste de Tucumán.
Para el análisis general de los movimientos en el
desmonte y la deforestación solamente disponemos de
información del Monitor de Desmonte. Se agregó la
superficie de cada uno de los polígonos deforestados a
nivel departamental para elaborar la Figura 2. Allí puede
observarse cómo se incrementa el ritmo del proceso
de deforestación.
Entre los años 2003 y 2019, se observa que varios
departamentos presentan valores superiores al 20% de
la superficie total del departamento deforestada. A su
vez, el frente de frontera caracterizado por el oeste
de Santiago del Estero, norte de Chaco, centro-oeste
de Salta y Tucumán presenta algunos de los valores
más elevados.

INTA) o bien con una mayor resolución temporal (las series de


Estimaciones Agrarias del Ministerio de Agricultura, Ganadería y
Pesca). Se está trabajando en su análisis y homogeneización. Aun así,
no disponen de información acerca de las explotaciones.

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234 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 2. Proporción del área deforestada sobre el total de la superficie


del departamento, Chaco Seco (2003-2019)

Fuente: elaboración propia en base al Proyecto de Monitoreo de Defo-


restación en el Chaco Seco (2022).

En el mapa anterior se agregó la superficie total defo-


restada en cada período, sobre el total de la superficie
departamental. Si ahora calculamos la proporción de super-
ficie deforestada en cada período (incorporando el período
entre 1976 y 2002) sobre el total de superficie deforestada
en cada departamento, podemos clasificar a cada unidad en
diferentes situaciones: de largo plazo (en las que el 55% o
más de la superficie total deforestada se da previo al año

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 235

2002) y de deforestación reciente (en las que menos del 55%


se dio previamente al año 2002). Los resultados se obser-
van en la Figura 3.

Figura 3. Situación de deforestación por departamento, Chaco Seco


(1976-2018)

Fuente: elaboración propia en base al Proyecto de Monitoreo de Defo-


restación en el Chaco Seco (2022).

Las zonas de deforestación reciente (al menos las vin-


culadas a la zona relevada por el Monitor de Desmonte) se
concentran en el noroeste de Santiago del Estero, el oeste
de Chaco, el oeste de Salta, el norte y centro de Formosa.

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236 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Asimismo, se observan algunas zonas, como el norte de


Córdoba o ciertas zonas de San Luis, que podrían tratarse
de nuevos frentes de expansión.

Despoblamiento y frontera agraria

En este artículo se realiza una primera aproximación a la


relación entre estos procesos y la dinámica demográfica.
La misma es preliminar en dos sentidos. En primer lugar,
porque se aborda solamente un aspecto de la dinámica
demográfica (los saldos migratorios) y no otras variables
como el crecimiento poblacional o el crecimiento natu-
ral. En segundo lugar, porque los guarismos presentados
son provisorios. Se trata del primer intento de cálculo y
adolece de algunas limitaciones que serán mencionadas a
continuación.
Para cada departamento del país se calculó el saldo
migratorio mediante el método de la ecuación compensa-
dora (Faura Martínez y Gómez García, 2002). Para ello se
requiere información de diversas fuentes:
• información sobre nacimientos y defunciones totales
en el período 2001-2018 producidas por la Dirección
de Estadísticas e Información de Salud (DEIS)
• conteos totales de población provenientes de los censos
nacionales de población y vivienda para el año 2001
• estimaciones de población para el año 2018 producidas
por el Instituto Nacional de Estadística y Censos.

El método plantea una identidad sencilla: la población


en el período final (P2018), en nuestro caso 2018, es igual a la
población en el período anterior (P2001), a la cual se suman
los nacimientos (N2001-2018) y la inmigración (I2001-2018)

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 237

y se restan las defunciones (D2001-2018) y las emigraciones


(E2001-2018) de todo el período analizado.6
De esta forma, pueden despejarse los últimos dos tér-
minos y obtenerse el saldo migratorio de cada departamen-
to por residuo.7 A continuación, se calcularon las tasas asu-
miendo un crecimiento lineal a partir de la misma expre-
sión que utilizaron Paolasso et al (2012).8
Las tasas migratorias constituyen el primer indicador
de la dinámica demográfica que será utilizado.9 Ahora bien,
también puede considerarse otro aspecto del despobla-
miento rural: la desaparición de las EAP (explotaciones
agropecuarias). Por ello, utilizaremos la tasa de variación
de EAP entre los Censos Agropecuarios de los años 2002 y
2018 como segunda variable a estudiar.
La Figura 4 muestra dos diagramas de dispersión. El
primero entre la tasa de variación de la SITPO (reescala-
da mediante el método soft sign) y las tasas migratorias; el
segundo entre la SITPO y las tasas de variación de las EAP
entre 2001/02 y 2017/18. En cada uno de estos gráficos
cada punto es un departamento. Para no considerar depar-
tamentos en los que la actividad agraria sea muy mino-
ritaria, se calcularon los ratios entre la SITPO en 2002 y

6 Podemos expresarla de la siguiente fórmula: P2018 = P2001 + N2001-2018 -


D2001-2018 + I2001-2018 - E2001-2018.
7 Es decir que podemos definir los saldos migratorios como
SM2001-2018 = I2001-2018 - E2001-2018 = P2018 - P2001 - N2001-2018 +
D2001-2018.
8 Es decir, TM2001-2018 = SM2001-2018 / (P2018 + P2001) × 2/t × 1000; donde
“t” es la amplitud del período, en este caso, 17 años.
9 Estas medidas tienen algunas limitaciones. La primera se vincula con la cali-
dad de la información de las estadísticas vitales. El conteo de defunciones y
nacimientos se basa en un registro continuo que los efectores de salud
deben realizar: conjuntamente con los certificados de nacimiento y defun-
ción, el personal de salud debe completar un formulario con fines estadísti-
cos. Esto hace que las estadísticas vitales estén afectadas por problemas de
cobertura y fiabilidad. El segundo problema se relaciona con las estimacio-
nes de población realizadas por el INDEC con posterioridad al relevamien-
to censal del año 2010: podrían haberse sobreestimado algunos factores vin-
culados a la natalidad en ciertos departamentos del NOA, lo cual repercute
en la subestimación de los saldos migratorios.

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238 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

2018 y el área total del departamento. Luego, se elimina-


ron del análisis aquellos departamentos en los que el por-
centaje de superficie implantada fuera inferior al 5% del
área total del departamento en alguno de los dos momen-
tos considerados.

Figura 4. Tasa de variación porcentual de SITPO, tasa migratoria (izquierda)


y tasa de variación de las EAP (derecha) de los departamentos analizados.
Argentina 2001/02-2017/18

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecuarios


2002 (INDEC, s.f.-b) y 2018 (INDEC 2022), INDEC (s.f.-a, 2015) y DEIS
(2022). Base: departamentos con superficie implantada en 2002 o 2018
mayor o igual al 5% de la superficie total del departamento.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 239

En el panel de la izquierda se observa el total


de los departamentos trabajados: no parece existir una
correlación lineal fuerte entre la expansión de la SITPO
y las tasas medias anuales migratorias. De hecho, en la
línea de tendencia parece observarse una relación no
monotónica. Esto sugiere que la relación no parece ser
lineal. La correlación global (coeficiente de Spearman)10
es del orden de -0.05 (ver Cuadro 1), es decir, que
existe una relación muy débil entre ambas. Respecto al
segundo indicador vinculado al despoblamiento (la tasa
de variación de las explotaciones agropecuarias) sucede
algo similar. Si bien se observa una leve correlación
positiva a nivel global, es de signo positivo y de gra-
do débil (el coeficiente de Spearman da un valor de
0.08, ver Cuadro 1).
Si se restringe la mirada al caso de la deforestación,
se observan patrones similares. La Figura 5 muestra
el porcentaje de superficie desmontada cruzada por la
tasa de saldos migratorios (izquierda) y por la tasa de
variación de las EAP (derecha). En términos globales,
se observan relaciones débiles: la correlación global
entre la proporción de superficie desmontada y las tasas
migratorias es de -0.16 y entre la variación de las EAP
es de -0.06 (ver cuadro 2). En ambos casos se trata
de valores bajos.

10 El coeficiente de correlación de Spearman es una medida no paramé-


trica que busca cuantificar qué tan bien la relación entre esas dos
variables puede ser descrita por una función monotónica. Varía entre
-1 (correlación perfecta negativa) y +1 (correlación perfecta positiva),
siendo el 0 la ausencia total de correlación o independencia.

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240 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 5. Porcentaje de superficie desmontada y variables vinculadas


al despoblamiento de los departamentos analizados. Chaco Seco 2001/
02-2017/18

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecua-


rios, Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco Seco (2022),
DEIS (2022) e INDEC (s.f.; 2015).

El proceso en las diferentes estructuras agrarias


Hasta aquí se han desplegado mapas y examinado la infor-
mación a nivel departamento. Esto resulta útil para dar una
idea de la distribución general de las diferentes variables
analizadas. No obstante, el conjunto de departamentos de
Argentina presenta características diferenciadas en térmi-
nos del tipo de estructuras sociales agrarias (tipo y formas
productivas predominantes en cada uno). Es por ello que se
utilizará como variable independiente una clasificación de
los diferentes departamentos en función del tipo de estruc-
tura agraria concreta que predomina en cada uno (Rosati
y Chazarreta, 2020).
Esta tipología fue realizada utilizando los microdatos
del Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2001

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 241

(INDEC, 2005) y la clasificación de EAP de pequeños


productores realizada por el Instituto Interamericano de
Cooperación para la Agricultura (Obschatko, Foti y Román,
2007).11 Se aplicaron técnicas de análisis multivariado (PCA
y clustering jerárquico) para su detección.
Como resultado, se identificaron cuatro estructuras
agrarias concretas:
• Estructura 1: alto grado de desarrollo de relaciones
salariales, expresado en tres indicadores (alta propor-
ción de trabajo asalariado, alta prevalencia de explota-
ciones grandes y de explotaciones pequeñas pero con
capacidad de acumulación).
• Estructura 2: alto grado de desarrollo de relaciones
salariales con formas de superpoblación relativa; tam-
bién presenta un alto grado de desarrollo de las rela-
ciones salariales, pero se combina con una igualmen-
te elevada prevalencia de pequeños productores con
escasa cantidad de medios de vida y potencialmente
incapacitados para realizar la reproducción simple de
su explotación.
• Estructura 3: alto grado de desarrollo de relaciones
salariales articulada con pequeña producción mercantil
y capitalista. La diferencia con el tipo anterior es que
se articula un alto grado de desarrollo de relaciones
salariales con explotaciones de pequeños productores,
caracterizados por la posibilidad de lograr acumula-
ción en escala ampliada y en escala simple.
• Estructura 4: pequeña producción mercantil simple
con elementos de descomposición; se trata de una

11 Para construir los tipos de productores, el Instituto Interamericano de


Cooperación para la Agricultura recurre a criterios como: tamaño de la
explotación, posesión de tractor, superficie irrigada y otros. Así, distingue
tres estratos de productores pequeños (según diferentes grados de capitali-
zación) y un estrato residual de explotaciones grandes (que abarca situacio-
nes diversas pero su rasgo fundamental es que contratan trabajadores per-
manentes, en diverso grado).

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242 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

estructura basada en la pequeña propiedad, con bajo


grado de desarrollo de relaciones salariales y con
una prevalencia importante de pequeños productores
pobres.

En la Figura 6 se observan los departamentos de


Argentina (excluyendo la región Patagónica) y su clasifica-
ción en cada una de las cuatro estructuras identificadas para
el año 2002. ¿Cómo se manifiestan las relaciones entre el
llamado despoblamiento y frontera agraria en cada una de
las diferentes estructuras agrarias?

Figura 6. Estructuras agrarias en Argentina (2002)

Fuente: elaboración propia en base a Rosati y Chazarreta (2020).

Como puede verse en la Figura 7, la pauta parece


similar a la identificada en términos globales: relaciones no
monotónicas en las diferentes estructuras y, por ende, un
bajo grado de correlación. En términos de los saldos migra-
torios lo mismo sucede en las cuatro estructuras agrarias

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 243

identificadas. En todos los casos se trata de correlaciones


más bien débiles, aunque con diferencias en cada una. Es
interesante notar que la correlación más negativa se ubica
en la estructura 2 (-0.29, ver Cuadro 2), si bien continúa
siendo de baja intensidad. En esta estructura predomina
una alta proporción de explotaciones grandes y un alto peso
de las relaciones asalariadas, articulada con una prevalen-
cia elevada de explotaciones pequeñas y que no logran su
reproducción ampliada.

Figura 7. Variación porcentual de SITPO y variables vinculadas


al despoblamiento de los departamentos analizados según tipo
de estructura agraria. Argentina 2001/02-2017/18

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecua-


rios, Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco Seco, DEIS
(2022) e INDEC (s.f.; 2015). Base: departamentos con superficie implan-
tada en 2002 o 2018 mayor o igual al 5% de la superficie total del
departamento.

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244 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Cuadro 1. Correlaciones (Spearman) entre indicadores de despoblamiento


y expansión de SITPO según estructura agraria

Correlación Estructura Lim. Estima- Lim.


inferior ción superior

Expansión 1 Alto desarrollo capi- -0.149 0.068 0.286


sup. /Saldos talista
migratorios
2 Alto desarrollo c/ -0.497 -0.291 -0.066
superpoblación relativa

3 Alto desarrollo c/peq. -0.276 -0.066 0.138


prod. (capit. y mercan-
til)

4 Peq. prod. merc. sim- -0.176 0.241 0.618


ple en descomposición

Total -0.167 -0.047 0.075

Expansión 1 Alto desarrollo capi- -0.056 0.143 0.348


sup. /EAP talista

2 Alto desarrollo c/ -0.165 0.092 0.337


superpoblación relativa

3 Alto desarrollo c/peq. -0.196 0.013 0.215


prod. (capit. y mercan-
til)

4 Peq. prod. merc. sim- -0.112 0.320 0.669


ple en descomposición.

Total -0.039 0.082 0.203

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecua-


rios, Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco Seco, DEIS
(2022) e INDEC (s.f.; 2015). Base: departamentos con superficie implan-
tada en 2002 o 2018 mayor o igual al 5% de la superficie total del
departamento. Nota: los límites inferiores y superiores de los intervalos
de confianza fueron calculados mediante bootstrap.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 245

En el caso de las EAP, la estructura 4 aparece como


la que mayor correlación presenta. La misma es de signo
positivo y de grado medio (0.35). En esta estructura (carac-
terizada por una alta prevalencia de pequeños productores
pobres) se observa que, a medida que es mayor la superficie
implantada en los departamentos, también crece el número
de explotaciones. Este punto resulta relevante si se tiene
en cuenta que –a nivel agregado– en esta estructura se
observa la tasa de desaparición de explotaciones más baja
de todo el país (-15%, aproximadamente), si bien continúa
siendo de signo negativo. Es decir que, en esta estructura,
la desaparición de explotaciones es más lenta que en las
restantes. A su vez, existe una correlación positiva entre esa
tasa de desaparición de EAP y la expansión de la SITPO.
Finalmente (y una vez más a nivel agregado), se trata de la
estructura que mayor expulsión de población muestra: sus
saldos migratorios (en tasas) son los más negativos de las
cuatro estructuras.12
Si se restringe a la zona del Chaco Seco (Figura 8) y
se analizan las correlaciones en las diferentes estructuras
agrarias, se observan algunas particularidades. En el Cuadro
2 se detecta que la estructura presenta una correlación de
grado medio y de signo negativo (-0.38) entre saldos migra-
torios y proporción de superficie deforestada. A su vez, la
correlación entre la proporción de superficie deforestada y
la tasa de desaparición de EAP es de grado bajo en todas
las estructuras agrarias.

12 Si bien escapa al objetivo del trabajo, resulta importante plantear que estos
tres movimientos podrían matizar ciertas hipótesis centradas en los proce-
sos de recampesinización. Esta estructura agraria parece estar mostrando
que si bien se observa una relativa resistencia (expresadas en esas tasas más
bajas de desaparición) de explotaciones pequeñas, la misma se produce en
malas condiciones y en contexto de expulsión fuerte de población. Surge,
entonces, la pregunta acerca de si estas explotaciones están formando parte
de la superpoblación relativa (Marx, 2004) en sus diversas formas.

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246 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Figura 8. Porcentaje de superficie desmontada y variables vinculadas


al despoblamiento de los departamentos analizados según tipo
de estructura agraria. Chaco Seco 2001/02-2017/18

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecua-


rios, Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco Seco (2022),
DEIS (2022) e INDEC (s.f.; 2015). Base: departamentos con superficie
implantada en 2002 o 2018 mayor o igual al 5% de la superficie total
del departamento.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 247

Cuadro 2. Correlaciones (Spearman) entre indicadores de despoblamiento


y proporción de superficie deforestada según estructura agraria

Correlación Estructura Lim. Estima- Lim.


inferior ción superior

Sup. defores- 1 Alto desarrollo capi- -0.453 0.181 0.714


tada/ Saldos talista
migratorios
2 Alto desarrollo c/ -0.587 -0.382 -0.155
superpoblación relativa

3 Alto desarrollo c/peq. -0.519 0.029 0.623


prod. (capit. y mercan-
til)

4 Peq. prod. merc. sim- -0.434 -0.103 0.242


ple en descomposición

Total departamentos -0.321 -0.159 0.016

Sup. defores- 1 Alto desarrollo capi- -0.593 -0.013 0.647


tada/ EAP talista

2 Alto desarrollo c/ -0.283 -0.013 0.256


superpoblación relativa

3 Alto desarrollo c/peq. -0.800 -0.288 0.376


prod. (capit. y mercan-
til)

4 Peq. prod. merc. sim- -0.272 0.129 0.504


ple en descomposición

Total departamentos -0.248 -0.064 0.117

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecua-


rios, Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco Seco (2022),
DEIS (2022) e INDEC (s.f.; 2015). Base: departamentos con superficie
implantada en 2002 o 2018 mayor o igual al 5% de la superficie total del
departamento. Nota: los límites inferiores y superiores de los intervalos
de confianza fueron calculados mediante bootstrap.

Por último, en la Figura 9 se analizan las mismas corre-


laciones pero desagregando entre situaciones de defores-
tación de largo plazo y recientes. Allí se observa que, en

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248 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

cada una, el signo de la correlación es diferente (ver Cuadro


3). Si bien, una vez nos encontramos con coeficientes de
bajo grado de intensidad, la correlación entre la superficie
desmontada y los saldos migratorios en zonas de expansión
de larga data parece ser levemente negativa. En cambio, en
zonas de expansión reciente la correlación parece cercana a
cero. Es posible preguntarse si puede ser esto un indicador
de la existencia de etapas en la expansión de la frontera y en
su vinculación con las diferentes dinámicas de atracción y
repulsión de población.

Figura 9. Tasa de variación porcentual de superficie desmontada y variables


vinculadas al despoblamiento de los departamentos analizados según tipo
de deforestación. Chaco Seco 2001/02-2017/18

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecua-


rios, Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco Seco (2022),
DEIS (2022), e INDEC (s.f.; 2015). Base: departamentos con superficie
implantada en 2002 o 2018 mayor o igual al 5% de la superficie total
del departamento.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 249

Cuadro 3. Correlaciones (Spearman) entre indicadores de despoblamiento


y proporción de superficie deforestada según momento de deforestación

Correlación Tipo deforesta- Lim. Estima- Lim.


ción inferior ción superior

Sup. deforestada/ Previa -0.373 -0.190 0.009


Saldos migratorios
Reciente -0.361 0.028 0.410

Total -0.321 -0.159 0.016

Sup. deforestada/ Previa -0.311 -0.108 0.102


EAP
Reciente -0.363 0.059 0.475

Total -0.248 -0.064 0.117

Fuente: elaboración propia en base a Censos Nacionales Agropecua-


rios, Proyecto de Monitoreo de Deforestación en el Chaco Seco (2022),
DEIS (2022), e INDEC (s.f.; 2015). Base: departamentos con superficie
implantada en 2002 o 2018 mayor o igual al 5% de la superficie total del
departamento. Nota: los límites inferiores y superiores de los intervalos
de confianza fueron calculados mediante bootstrap.

Reflexiones finales

Se ha intentado realizar un primer acercamiento a las


diferentes relaciones que existen entre la expansión de la
frontera agraria y ciertas dinámicas demográficas. Se buscó
comenzar a construir información que pudiera abordar el
problema de la relación (y sus diferentes formas) entre el
llamado despoblamiento rural y las formas de expansión de
la frontera agraria. Este punto resulta de suma relevancia
en tanto la hipótesis del despoblamiento rural es el fun-
damento de otra: se estaría avanzando hacia una supuesta
agricultura sin agricultores.
En buena medida, estas hipótesis se sustentan en
hechos que son evidentes: la desaparición de explotaciones
agropecuarias y la existencia de procesos de redistribución

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250 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

poblacional desde áreas rurales hacia áreas urbanas. Pro-


bablemente, el mayor problema de las hipótesis sobre el
despoblamiento rural sean las atribuciones causales que se
realizan. En efecto, dichos procesos (y la desaparición de los
agricultores) serían producto de la expansión del llamado
agronegocio y/o de la soja. En este sentido, cabe mencionar
que el proceso de urbanización de la población en Argenti-
na es de larga data: si se analizan los Censos Nacionales de
Población podemos ver que la población que reside en áreas
rurales decrece en términos relativos de forma constante
desde el censo de 1895. A su vez, comienza a decrecer en
términos absolutos entre el censo de 1947 y el de 1960,
mucho antes de la gran expansión sojera. La población
agrícola (es decir, la población ocupada en la agricultura)
presenta movimientos similares (Iñigo Carrera y Podestá,
1987). Lo mismo ocurre si observamos la desaparición de
explotaciones agropecuarias. Es decir, se trata de procesos
de más larga data. Es por ello que postular su relación cau-
sal y unívoca con ciertos movimientos (como la expansión
sojera o similares) resulta problemático.
Lógicamente, estas dinámicas que se mencionan aquí a
nivel agregado tienen especificidades espaciales muy gran-
des. Es por ello que este trabajo buscó avanzar en un aná-
lisis que pudiera captar esa variabilidad al mayor nivel de
desagregación permitido por las fuentes disponibles (depar-
tamental). Para ello se utilizaron como indicadores del pri-
mer proceso los saldos migratorios y la variación en las
EAP entre 2002 y 2018. A su vez, la SITPO y la superficie
deforestada sirvieron como primera aproximación al movi-
miento de la frontera agraria.
Los resultados en buena medida son consistentes con
otros estudios (Paolasso et al., 2012) que han abordado
fenómenos similares. En efecto, en términos agregados, la
expansión de la frontera agraria no parece fuertemente aso-
ciada a procesos de despoblamiento. Lógicamente, esto no
significa que no existan grupos de poblaciones específi-
cas, por ejemplo poblaciones originarias, que estén siendo

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 251

desplazados. Más bien, supone que en todo caso, estos posi-


bles desplazamientos son relativamente compensados por
otros movimientos de atracción de población. En este sen-
tido, si bien la escala departamental es la máxima permitida
por la información disponible, la misma no permite analizar
procesos de redistribución al interior de los departamentos.
Como se mencionó más arriba, la correlación entre
indicadores vinculados al llamado despoblamiento rural e
indicadores vinculados a la expansión de la frontera es baja.
Las explotaciones agropecuarias parecen descender, inde-
pendientemente de si las zonas presentan valores altos de
expansión de la SITPO o deforestada. Algo similar ocurre
con los saldos migratorios. No se observa, entonces, una
relación unívoca o monotónica entre la dinámica poblacio-
nal y las formas y grados de la expansión de la frontera y
la deforestación. No obstante, no debería concluirse de este
punto que no puede decirse nada sobre la relación entre
ambos procesos. Si bien a nivel general es baja, es necesario
extender el análisis y observar las diversas situaciones en las
que esta correlación muestra valores más elevados.
Así, en ciertas estructuras agrarias, esta correlación
presenta valores diferentes. En aquellas estructuras carac-
terizadas por la presencia de diferentes formas de super-
población relativa y alto grado de desarrollo de relaciones
salariales (estructura 2) se observan las correlaciones más
negativas en ambas variables: es decir, se trata de zonas en
las que una mayor superficie deforestada o una expansión
mayor de la SITPO están asociadas a saldos migratorios
más negativos y/o a tasas de variación más negativas de
las explotaciones. Se trata de zonas en las que la expansión
de la frontera se asocia a una menor tasa de absorción de
población y/o de explotaciones, e incluso, en algunos casos
a una expulsión directa.
A su vez, en la estructura 4, caracterizada por la pre-
sencia de pequeña producción en crisis, la relación entre
la expansión de la SITPO y la variación de las explotacio-
nes resulta positiva y de grado medio. Algo similar ocurre

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252 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

con respecto a la superficie deforestada (aunque en mucha


menor medida). Estas zonas parecen entonces mostrar una
relación directa (de intensidad leve o media) entre expan-
sión de la frontera y dinámicas de población y explotacio-
nes. Esta estructura, junto con la estructura 2, coinciden
con zonas del Chaco Seco. Tal y como muestran Paolasso et
al. (2012), en la literatura sobre estas regiones se tematizan
muchas de las consecuencias que la expansión agraria ha
tenido sobre estas poblaciones (ya ubicadas en posiciones
de pobreza o inmersas en procesos de pauperización): pro-
cesos de descampesinización y reconstitución de grandes
explotaciones y repulsión de población. Así, el estudio de
los movimientos de población, en este caso saldos migrato-
rios, puede servir como indicador relevante de las diferen-
tes transformaciones en las estructuras sociales agrarias.
En este punto, el análisis de las dinámicas demográficas
(y de otras variables vinculadas a la estructura agraria) debe-
ría comenzar a permitir caracterizar y ponderar de mejor
manera estas transformaciones, tanto en esas zonas como
en el resto del país. El presente trabajo, entonces, constitu-
ye una primera aproximación en esa dirección, intentando
mostrar que estas relaciones no son directas ni unilineales
y que los efectos locales o de mediana escala juegan un
rol importante.
En el caso específico de la deforestación se observa,
además, un componente que podríamos llamar temporal. Si
bien la correlación entre las diferentes variables vinculadas
a la expansión de la frontera y las dinámicas poblaciona-
les siguen presentando valores de grado bajo, no deja de
ser significativo que –si se diferencian las zonas de defo-
restación reciente (post 2002) y las zonas de expansión de
larga data– el signo de la correlación cambia. ¿Hasta qué
punto puede encontrarse esta dinámica en fases en otras
formas de expansión de frontera? Así, podría plantearse que
existen etapas en los procesos de expansión de las fron-
teras agrarias. Parece posible identificar una primera eta-
pa, en línea con las conceptualizaciones clásicas (Reboratti,

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 253

1990), en las que la relación entre expansión y población


es positiva y las fronteras atraen población (al menos en
términos relativos).
Ahora bien, dados los resultados presentados en este
trabajo, ¿puede plantearse que en etapas siguientes esta rela-
ción cambia? En este caso, no resultaría ya tan evidente
cuál es la forma que adquiere. En algunas zonas, esta rela-
ción transformará a las áreas de frontera en expulsoras de
población y explotaciones, pero en otros casos no será posi-
ble identificar una tendencia homogénea en la relación. ¿Se
produce un cambio en la relación entre demografía y fron-
tera? ¿Hasta qué punto ambas dinámicas se desacoplan en
las formas más recientes de la expansión de fronteras?
Una pregunta relevante es si este cambio hipotético en
la forma de expansión de la frontera agraria se encuentra
vinculado al cambio de fase en el desarrollo capitalista (tan-
to en el campo como en el resto de la economía). En esta
hipótesis, durante aquellas etapas en las que el desarrollo
del capitalismo se da predominantemente en extensión (es
decir, cuando el movimiento predominante es la incorpora-
ción de población a la producción), la forma específica que
tomaría este desarrollo en las fronteras agropecuarias es la
forma “pionera”. En cambio, en las etapas de desarrollo en
profundidad13 (en las que el movimiento predominante es
el de expulsión de población), la forma de expansión de la
frontera típica serían las “fronteras empresariales”.
Estos interrogantes abren posibles problemas para
investigaciones futuras. En este capítulo solamente se han
trabajado un conjunto limitado de indicadores, tanto a nivel
de la expansión de la frontera como de las dinámicas de
población. En ese sentido cabe plantearse si las relaciones
encontradas aquí se mantienen al considerar otras formas
de la expansión agraria, otros cultivos y otras actividades.
¿Qué sucede con la expansión sojera y con otros cultivos

13 Las direcciones del desarrollo capitalista en extensión y profundidad están


usadas en el sentido en que le dan Iñigo Carrera y Podestá (1982).

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254 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

vinculados a la llamada pampeanización de las estructu-


ras agrarias, como el maíz o el trigo? ¿Pueden encontrarse
relaciones diferenciales? Al respecto, la ganadería es una
actividad que deberá ser incorporada en el análisis.
Algo similar ocurre con las variables demográficas.
Será necesario, en futuras aproximaciones, considerar el
resto de los indicadores sobre el crecimiento poblacional
(crecimiento natural y total). ¿Cuál es la relación a nivel
departamental entre los saldos migratorios y el crecimiento
natural? ¿Cómo se vinculan con la expansión de la fron-
tera agraria?
Finalmente, en este trabajo se realizó un primer ejer-
cicio de ordenamiento de la información cuantitativa dis-
ponible, y se presentaron algunas correlaciones concep-
tualmente significativas para un período temporal relativa-
mente acotado (2002-2018). Todas las preguntas planteadas
más arriba suponen poder incorporar una mirada de lar-
go plazo sobre la dinámica demográfica, el movimiento de
la frontera y los cambios en las estructuras agrarias. Por
ello, será necesario extender el alcance de este ejercicio a
períodos anteriores.

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8

Entre muros (materiales)


y límites (categoriales)

Notas para una antropología


de las fronteras urbanas

RAMIRO SEGURA

Introducción

Este capítulo ensaya una reflexión antropológica acerca


de las fronteras urbanas. La antropología, escribió Michel
Agier (2015:30), puede contribuir a comprender “por qué
y cómo los humanos inventan sin cesar, para ubicarse en
el mundo y frente a los otros, nuevas fronteras” y, para
esto, “más que mirar el hecho consumado, fijo y absoluto de
la frontera que ya está ahí, conviene interrogarse sobre la
frontera que se está haciendo. Lo que la frontera despliega
es una separación y una relación”. De manera sintética, en
un puñado de pocas frases, el antropólogo francés condensa
un conjunto de indicios de lo que implica pensar antropo-
lógicamente toda frontera: una producción humana (antes
que un hecho natural) para ubicarse en el mundo en rela-
ción con otros; un proceso inacabado y abierto (antes que
un producto inmutable) por el que precisamente se desplie-
gan la separación y la relación. Ubicar, separar y relacionar
constituyen los propósitos de toda frontera y, por lo mismo,
veremos que el trazado, mantenimiento, cuestionamiento,

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260 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

atravesamiento y experiencia de la frontera involucran tam-


bién el conflicto, la incertidumbre y la liminaridad.
Estas notas antropológicas acerca de la frontera se
nutren de mis propias investigaciones en las que explíci-
tamente apelé a la noción de fronteras urbanas para abor-
dar distintos procesos socio-espaciales: la segregación en
una villa del conurbano (Segura, 2009), las dinámicas de
la alteridad en Buenos Aires (Caggiano y Segura, 2014), la
experiencia urbana de habitantes de la periferia en la ciudad
de La Plata (Segura, 2015a), la imaginación geográfica de la
prensa sobre el conurbano bonaerense (Segura, 2015b), la
imaginación política de las organizaciones populares en la
Región Metropolitana de Buenos Aires (Grimson y Segura,
2016) y, más recientemente, la imaginación geográfica acer-
ca de la pandemia en la vida urbana (Segura y Caggiano,
2021; Segura y Pinedo, 2022). La invitación al V Seminario
Internacional Bordes, Límites, Frentes e Interfaces “Aportes
recientes para el estudio de las fronteras” fue el punto de
partida para revisitar estas distintas experiencias de inves-
tigación y avanzar en un ejercicio reflexivo y proyectivo
sobre fronteras urbanas que se condensa en estas páginas.
El capítulo se organiza en dos grandes secciones. La
primera, de carácter conceptual, abocada a explicitar los
presupuestos teóricos y conceptuales a partir de los cuales,
a mi entender, se puede avanzar en un uso analíticamente
productivo de la noción de frontera en los estudios urbanos.
Esta perspectiva se condensa precisamente en la preposi-
ción entre que aparece en el título del capítulo: entre muros
y límites, entre lo material y lo simbólico. Las fronteras
urbanas, entonces, como un entrelazamiento (muchas veces
inestable, discutido, disputado) de lo espacial y lo social. La
segunda sección, de carácter analítico, se dedica a desplegar
algunas intuiciones sobre las dinámicas fronterizas en la
ciudad, tomando como marco empírico fronteras urbanas a
distintas escalas (localidad, barrio, casa) dentro de la Región
Metropolitana de Buenos Aires, en la que mayormente he
concentrado mi trabajo de investigación. Sin pretensiones

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 261

de exhaustividad, sino con la finalidad de ejemplificar algu-


nas dinámicas fronterizas en el espacio urbano, esta sec-
ción abordará tres casos: el reiterado ritual de trazado de
la frontera entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el
Gran Buenos Aires; el trabajo en/sobre las fronteras urba-
nas que realizan diversos actores que buscan reforzar y/o
cuestionar las fronteras; y la experiencia cotidiana de cruzar
las fronteras en la ciudad. Se trata de resultados de distin-
tas investigaciones desarrolladas en los últimos años que,
además del trabajo documental, comparten una estrategia
metodológica centrada en la observación, la descripción y
el análisis de las prácticas espaciales de distintos actores
urbanos (líderes de organizaciones populares, migrantes,
habitantes de heterogéneos y desiguales espacios residen-
ciales, entre otros). Por último, a modo de cierre del capí-
tulo, se proponen unas reflexiones finales en las que des-
taco dos cuestiones: la pluralidad y la productividad de las
fronteras urbanas.

Fronteras urbanas: entre muros y límites

La cuestión de la naturaleza de las fronteras urbanas se


encuentra contenida en la oscilación del título del capítu-
lo: entre las fronteras (materiales) y los límites (categoriales
o simbólicos). En efecto, como señalara hace un tiempo
Alejandro Grimson (2000), frontera es un objeto/concepto y,
a la vez, un concepto/metáfora, es decir, es tanto una loca-
ción territorial (una frontera física, inscripta en el espa-
cio, localizada, señalizada, controlada) como una metáfora
para referirse a lugares socioculturales (una frontera sim-
bólica, categorial). La metaforización de categorías espacia-
les y geográficas (no solo frontera, sino también espacio,
territorio, lugar, etc.) amplía las potencias heurísticas de la
categoría. Pensemos, por ejemplo, que en las últimas déca-
das se han conceptualizado en clave de frontera o límite

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262 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

(categorial)1 fenómenos heterogéneos como las identidades


étnicas (Barth, 1976) o sociales (Hall, 2010) y las desigualda-
des categoriales (Tilly, 2000). Sin embargo, de manera cier-
tamente paradójica tratándose de fronteras (en los casos de
Barth y Hall) y de límites (en el caso de Tilly), estos produc-
tivos desarrollos teóricos no han abordado las dimensiones
espaciales de los procesos de identificación y de produc-
ción de desigualdades respectivamente, cuando en general
“es muy poco común que esas fronteras no se traduzcan,
incluso provisoriamente, en un espacio de contacto y de
intercambio que hace frontera” (Agier, 2015:31; cursivas en
el original). Antes que optar por una de las dos acepciones,
lo que supondría en última instancia reducir la frontera a
muro o hacerla coincidir con una identidad grupal, las fron-
teras urbanas articulan de manera necesariamente inestable
aspectos espaciales y sociales, muros y categorías, dimen-
siones materiales y simbólicas involucradas en la produc-
ción de la vida urbana.
En este sentido, en mis investigaciones, el punto de
partida siempre ha sido el concepto de límite propuesto
por Simmel (1986) hace más de un siglo. El límite simme-
liano no solo contempla la existencia de ambas dimensiones
(materiales y simbólicas) sino que sugiere un modo de pen-
sar sus relaciones recíprocas (Segura, 2021a). En una direc-
ción exactamente opuesta al determinismo espacial predo-
minante en su época, para Simmel el espacio es una forma
que en sí misma no produce efecto alguno. Es decir, por
evidente que parezca, no son las formas de la proximidad
o la distancia espaciales las que producen los fenómenos
de vecindad o extranjería. Lo que tiene importancia social
no es el espacio, sino el eslabonamiento y la conexión de
las partes del espacio por lo que el autor llamó factores

1 No debemos perder de vista cierta ambivalencia en el uso en las ciencias


sociales de la palabra frontera para designar tanto los límites geopolíticos
entre naciones (border, en inglés), las distinciones categoriales dentro de un
sistema clasificatorio (boundaries, en inglés) y la zona de contacto y expan-
sión de un Estado (frontier, en inglés).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 263

espirituales (que hoy llamaríamos sociales). “Somos a cada


instante aquellos que separan lo ligado o ligan lo separado”,
escribió Simmel (2001:45-46) en su conocido ensayo Puente
y puerta. El punto de partida, entonces, no es el espacio sino
la interacción social que separa, que une, que fija y que deli-
mita. Es decir, la acción recíproca que tiene lugar entre las
personas, la cual precisamente se experimenta como el acto
de llenar un espacio. Pero Simmel no se detiene en este pun-
to. Si el primer movimiento consiste en desnaturalizar el
espacio, cuestionando los enfoques sustancialistas y remar-
cando al espacio como producto de la interacción social,
el movimiento siguiente consiste en analizar el lugar (los
efectos) que las formas espaciales socialmente producidas
tienen en tanto dimensión de la interacción social. En este sen-
tido, Simmel fue uno de los primeros sociólogos en sugerir
la relevancia de los límites sociales en la interacción social.
Contrariamente a la percepción fenoménica de las fronteras
naturales entre dos unidades políticas, Simmel remarcó que
el límite no es un hecho espacial con efectos sociológicos,
sino un hecho sociológico con una forma espacial. A la
vez, reconoció que cuando el límite se ha convertido en un
producto espacial y sensible, en algo que dibujamos en la
naturaleza con independencia de su sentido sociológico y
práctico, ejerce una influencia retroactiva sobre la concien-
cia de la relación entre las partes. La especificidad del límite
espacial consistiría entonces en que, al transformarse en
una línea en el espacio, la relación mutua adquiere, tanto en
su aspecto positivo como negativo, una claridad y una segu-
ridad (y también una rigidez) que no le son dadas cuando la
separación no se ha proyectado aún en forma sensible.
La temprana y sugerente propuesta de Simmel, sin
embargo, no nos deja servido el análisis y la interpretación de
los fenómenos de limitación social (y espacial) en la ciudad.
Debemos ir más allá (o más acá) de la discusión ontológica,
por lo que propongo distinguir tres elementos íntimamente
interrelacionados –cosas, palabras y prácticas– para el aná-
lisis de las dinámicas en/de las fronteras. Como venimos

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264 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

sosteniendo, frontera simultáneamente refiere a una dis-


continuidad o separación en el espacio, así como da nom-
bre a diversos mecanismos de delimitación, cierre social
o efecto simbólico de frontera que regulan la interacción
social. Si en la primera acepción es una frontera material,
una cosa –un artefacto– que emerge en contextos relacio-
nales de implicación mutua de las personas y sus entornos
(Ingold, 2000), en la segunda es una frontera simbólica,
una palabra que instaura un límite categorial –no necesa-
riamente expresado en el espacio– que regula interaccio-
nes, marca pertenencias, distribuye recursos socialmente
valorados (dinero, bienes, estatus). Y ambas, cosas y pala-
bras, son producto y condición de posibilidad de prácticas
sociales. Imagino pensar cosas, palabras y prácticas en el
marco de “constelaciones” (Benjamin, 2005) o “figuracio-
nes” (Elias, 2008) urbanas específicas que permitan captar
la intrincada relación entre fronteras o límites materiales
y simbólicos (Lamont y Molnár, 2002). No se trata solo de
reconocer que los sentidos y los usos de la cosa pueden ser
variados y polivalentes –recordemos que ya Kevin Lynch
(2008) señalaba que una misma infraestructura como una
ruta o una vía podía ser espacio de circulación para unos
y límite para otros–. Se trata, en cambio, de tener pre-
sente que no hay correspondencia estable entre fronteras
materiales y simbólicas (Elguezabal, 2018), debido a la mul-
tiplicidad de agentes y de prácticas que trabajan (vigilan,
refuerzan, controlan) en, a través y sobre ellas, así como al
cruzamiento cotidiano de las fronteras (Vila, 2005). Veamos
algunas de las formas en que se despliegan estas dinámicas
en/de la frontera.

Dinámicas fronterizas en el espacio urbano

Tomando como escenario a la Región Metropolitana de


Buenos Aires (RMBA), se abordan en esta sección tres

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 265

dinámicas en/de las fronteras urbanas a distintas escalas


donde se entrelazan de manera específica cosas, palabras y
prácticas: el ritual de trazado de fronteras urbanas, el tra-
bajo en/sobre las fronteras urbanas que realizan diversos
actores que buscan reforzar y/o cuestionar las fronteras y
la experiencia cotidiana de cruzar las fronteras urbanas.

Trazar fronteras, una repetición ritual


La RMBA constituye un espacio socio-territorial complejo,
resultado de la sedimentación de diversos procesos socio-
espaciales, donde habita un tercio de la población del país
(alrededor de 14.000.000 de habitantes). La imagen domi-
nante de este espacio en el sentido común es la de un siste-
ma de círculos concéntricos, en los que a gran escala tiende
a existir cierta correspondencia entre localización, sector
social y tiempo de urbanización. En términos de círculos
(también llamados anillos, cordones o coronas) la RMBA
incluye las siguientes jurisdicciones: a) Ciudad Autónoma
de Buenos Aires (CABA), con una población de 3.100.000
de habitantes; b) Gran Buenos Aires (1.a y 2.a corona del
conurbano), conformada por 25 partidos y una población
que ronda los 9.000.000 de habitantes; y c) el resto de
la RMBA o 3.a corona, compuesta por 15 partidos y una
población que ronda los 1.700.000 habitantes (Ciccolella,
2011). En este sistema, las condiciones socioeconómicas
decrecen a medida que nos alejamos de la CABA, presen-
tando –en promedio– el primer anillo peores condiciones
que la CABA y el segundo anillo peores condiciones que el
primero. La excepción a este degradé continuo corresponde
al tercer anillo, que en las últimas tres décadas fue el esce-
nario privilegiado de la expansión de las urbanizaciones
privadas de clases altas sobre suelos de bajo costo, dando
lugar a la coexistencia de fuertes contrastes sociales. Dentro
de este sistema, la diferencia más notoria y significativa es
entre CABA y Gran Buenos Aires, ya que se trata de una
frontera jurídico-política, con límites muy precisos y que

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266 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

resulta estructurante del imaginario territorial y de prácti-


cas espaciales. En efecto, el límite Capital/provincia actua-
liza muchas veces otro binarismo fundante de la nación, la
oposición Capital/interior, con sus implicancias imagina-
rias para el punto de vista capitalino acerca de Europa y
América Latina, e incluso de civilización y barbarie (Grim-
son y Segura, 2016).
Las categorías Gran Buenos Aires y conurbano surgieron
en el marco de la acelerada expansión urbana de las décadas
de 1930 y 1940, en consonancia con una tendencia urba-
nística internacional que enfatizaba la necesidad de coordi-
nación política y administrativa regional para gestionar un
conjunto urbano que excedía sus límites tradicionales. Sin
embargo, ante el vertiginoso proceso de expansión de la tra-
ma urbana, durante esas décadas se asistió a un “novedoso
repliegue de la ciudad capital sobre sí misma que descono-
ció el proceso de formación de los radios metropolitanos”
(Ballent y Gorelik, 2002:182). En efecto, este proceso de
expansión urbana encontró una veloz respuesta en la cons-
trucción de la avenida General Paz en 1936, “primera marca
material de ‘los dos países’ dentro de Buenos Aires, al con-
vertirse rápidamente en el símbolo del borde de la ciudad
europea, el límite vergonzante detrás del cual se acomoda-
ría mayormente la nueva población” (Gorelik, 1999:150).
El análisis de la prensa gráfica porteña entre 1975 y
2010 (Segura, 2015b) mostró una reiteración sistemática: el
trazado cotidiano de la frontera entre la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires (CABA) y el Gran Buenos Aires o el conur-
bano. El modo habitual de representación mediática, lejos
de colocar la idea de una región metropolitana con proble-
mas comunes y la necesidad de una gestión integral, repro-
duce cotidianamente la frontera que distingue y contrapone
a las dos entidades, donde el conurbano aparece como la
alteridad que amenaza el orden de la ciudad. Se trata de
un mecanismo argumental repetido que conjuga cercanía,
alteridad y amenaza y que reaparece en distintos contextos
históricos y acerca de temas diversos, como el ambiente,

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 267

la salud, la seguridad y la política. El conurbano como una


geografía diferente y a la vez cercana, que amenaza con
contaminar o contagiar con sus distintas enfermedades y
peligros a la ciudad.
En su misma reiteración, el ritual de instauración de
una frontera se relaciona con la incertidumbre que produce
el hecho innegable de la multiplicidad de flujos que la atra-
viesan cotidianamente (Chaves y Segura, 2021). Asimismo,
su sistemática reiteración nos recuerda “el carácter artificial
de la frontera” (Agier, 2015:34), el cual se tornó particu-
larmente evidente cuando, en el marco de la pandemia de
Covid-19, el Gobierno nacional de la República Argenti-
na colocó al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)
como categoría político-administrativa para la gestión de
la pandemia (Segura y Pinedo, 2022). La dinámica espa-
ciotemporal del virus y de los contagios promovió pensar
en términos metropolitanos (Bender, 2006), subsumiendo
consecuentemente en la unidad metropolitana, tanto los
contrastes entre Capital y conurbano como los solapamien-
tos y las disputas de múltiples escalas y jurisdicciones de
gobierno.
Por supuesto, la instauración del AMBA como catego-
ría socio-espacial para la gestión de la pandemia no diluye
automáticamente las jurisdicciones, los sentidos y las prác-
ticas vinculadas con la persistente contraposición Buenos
Aires/conurbano, sino que nos recuerda el carácter abier-
to y procesual de las fronteras urbanas. En tanto artefac-
tos contingentes, que son a la vez resultado de la acción
material y simbólica humana a la que a buscan regular, las
fronteras son “lo que los agentes sociales han hecho y hacen
con ellas” (Grimson, 2009:33). Veamos a continuación ese
trabajo en/sobre las fronteras.

Trabajo en/sobre las fronteras


Multiplicidad de agentes intervienen en la producción
social, cultural y espacial de las fronteras urbanas. Si en cada

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268 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

momento la ciudad y sus fronteras son un producto de la


sedimentación de una multiplicidad de procesos (flujos glo-
bales, políticas públicas, proyectos inmobiliarios, luchas de
organizaciones sociales, entre otros), constituyen a la vez un
escenario abierto e inconcluso de prácticas sociales. Existe,
por lo mismo, un trabajo constante en y sobre las fronteras
urbanas que se observa de manera clara a escala barrial,
cuyos extremos polares serían aquellas prácticas orientadas
a reforzar las fronteras y aquellas otras que se enfocan en
cuestionarlas o superarlas. Ejemplificaré brevemente ambos
casos a continuación.
Por un lado, los enclaves fortificados (Caldeira, 2007),
en su formato de barrio cerrado o urbanización privada en
las periferias y de torres en zonas centrales de las ciudades,
constituyen uno de los objetos urbanos que transformaron
el paisaje de las ciudades a partir de la proliferación de
muros y dispositivos de vigilancia y son un caso relevan-
te para reflexionar sobre las prácticas que buscan reforzar
las fronteras. Si bien las investigaciones iniciales tendieron
a certificar la eficacia de estas privatopías, en estas urbani-
zaciones se configuran interacciones interdependientes y
asimétricas que el propio enclave requiere para su repro-
ducción y que, por lo mismo, generan un interrogante
acerca de la eficacia de las fronteras materiales sobre las
que se construyen. En efecto, como señaló tempranamente
Svampa (2004:53-57), las urbanizaciones privadas constitu-
yen un escenario privilegiado para analizar las relaciones
que establecen agentes situados en posiciones opuestas de
la estructura social: por un lado, profesionales y empresa-
rios de clases altas y medias altas que residen allí; por el
otro, el proletariado de servicios que la propia urbaniza-
ción demanda, como jardineros, guardias de seguridad, tra-
bajadores de la construcción, empleadas domésticas, entre
otros. En esta dirección, en su fascinante etnografía de las
torres en Buenos Aires, Eleonora Elguezabal (2018) mos-
tró que no hay coincidencia ni correspondencia mecánica
o automática entre las fronteras materiales y las fronteras

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 269

sociales. Contrariamente a la clara legibilidad que instauran


en el espacio construido, donde los muros separan el aden-
tro del afuera, en la vida cotidiana de las torres las fron-
teras materiales son porosas, existiendo un flujo continuo
entre el adentro y el afuera y, por lo mismo, las fronteras
sociales son turbias, lábiles y deben ser continuamente mar-
cadas, señaladas, reforzadas, en un trabajo de enclave que
se esfuerza por separar el adentro del afuera de las torres
dentro de las mismas torres. Porosidad de la frontera mate-
rial, labilidad de la frontera social y, por lo mismo, trabajo
de enclave, que busca hacer coincidir ambas fronteras, como
un medio para reforzarlas (Vila, 2005).
Por el otro, mis investigaciones sobre segregación
socioespacial buscaron analizar de forma simultánea dis-
tintas fronteras que se intersectan intrincada y dinámica-
mente (Segura, 2012; 2015a). En primer lugar, las fronteras
espaciales de la segregación, es decir, la desigualdad en la
distribución y en el acceso de los grupos y los sectores
sociales al espacio físico de la ciudad en tanto espacio social
objetivado (Bourdieu, 2002), que expresan la relación que
existe en determinado momento entre la estructura espa-
cial de la distribución de agentes y la estructura espacial
de la distribución de infraestructura, bienes, servicios y
oportunidades. En segundo lugar, las fronteras sociales de
la segregación, es decir, los ámbitos, las modalidades y las
frecuencias de las interacciones entre los distintos grupos y
sectores sociales de una ciudad. En tercer lugar, las fronte-
ras simbólicas de la segregación, que refiere a las categorías
sociales relevantes para la marcación y la conformación de
grupos y de sectores sociales, y a los sentidos en disputa
acerca de esas categorías sociales relevantes, como son ville-
ro, boliviano, bolita, negro, argentino y vecino, entre otras. Se
trata, en definitiva, de comprender cómo se articulan en
determinado momento las fronteras espaciales, sociales y
culturales de la segregación y sus efectos en los modos de
habitar y experimentar el espacio urbano. En este sentido,
en un trabajo con líderes de organizaciones populares de la

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270 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

RMBA (Grimson y Segura, 2016), mostramos que las fron-


teras urbanas se encuentran incorporadas como esquema
de percepción, clasificación y acción en los actores socia-
les. Los modos en que los actores sociales se imaginan a
sí mismos, al lugar en donde viven y a los demás, repli-
can algunas de las fronteras urbanas y, por lo tanto, los
modos de agruparse y de actuar se configuran a partir de
las mismas y, en ciertas ocasiones, claramente contra ellas.
Las fronteras urbanas, entonces, se entienden como lugar
de la negociación y de la política de las organizaciones
sociales populares.
Los procesos de segregación, de este modo, establecen
fronteras urbanas que modulan la vida de sus habitantes,
lo que no debe llevarnos a perder de vista los límites del
barrio para explicar estos procesos, en una doble dirección
(Segura, 2019). Por un lado, en el sentido sociológico y polí-
tico dado por Merklen (2005), debemos reconocer que el
barrio no es una entidad autosuficiente. Existen, en cambio,
una multiplicidad de procesos sociopolíticos que regulan
las dinámicas barriales desde afuera del barrio. Recordemos,
al respecto, la propuesta analítica de Löic Wacquant (2007)
quien, por medio de la comparación entre el gueto norte-
americano y la periferia de París, mostró que más allá de
similitudes morfológicas e incluso de vivencias semejan-
tes entre sus residentes, nos encontramos ante formacio-
nes socio-espaciales específicas, que remiten a lógicas dife-
rentes. En sus palabras, mientras el gueto es “un universo
racial y culturalmente homogéneo caracterizado por una
baja densidad organizacional y una débil penetración del
Estado social”, la periferia parisina “es fundamentalmente
heterogénea en el plano de su composición étnico-nacional
y su estructura de clase, con una fuerte presencia de las ins-
tituciones públicas” (Wacquant, 2007:200). Por el otro, en su
sentido geográfico y urbano, debemos reconocer la impo-
sibilidad de los límites del barrio para contener la expe-
riencia social de sus residentes. Si tenemos en cuenta que
las interacciones y los desplazamientos son constitutivos de

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 271

la vida urbana, no podemos suponer que el espacio barrial


agote la vida urbana de esas personas (de La Pradelle, 2007).
Las personas, en definitiva, residen en espacios particulares,
pero también se mueven y desplazan por la ciudad y por
dominios vinculados con el trabajo, la recreación, los lazos
de parentesco, entre otros.
Aplicando este marco para comprender la experiencia
social y urbana de los/as migrantes bolivianos/as en la ciu-
dad de Buenos Aires (Caggiano y Segura, 2014), discutimos
la unidimensionalidad de los modelos disponibles del gueto
racial y la periferia pobre. Enfatizando, en cambio, la rele-
vancia de las intersecciones de clase, nacionalidad, género
y raza en la estructuración y uso del espacio urbano, mos-
tramos que a los estigmas territoriales con que cargan los
lugares segregados se le suma en diversas situaciones de
interacción cotidiana un estigma específicamente racial o
étnico, que acompaña a los/as migrantes tanto en los espa-
cios residenciales socialmente heterogéneos donde habitan
y donde la nacionalidad, la etnia y la raza importan, como
mucho más allá del lugar de residencia: en el espacio públi-
co, en el transporte público, en las instituciones educativas
y sanitarias, en el ámbito laboral, entre otros. Asimismo,
en ese trabajo mostramos que las prácticas cotidianas no
se reducen necesariamente a las constricciones que impo-
nen las fronteras espaciales, sociales y culturales. Vimos, en
cambio, prácticas que desafían esos límites, muchas veces
incluso exponiendo a sus agentes a penalizaciones, estigma-
tizaciones y control. En este sentido, el caso de las mujeres
que tienen a su cargo el cuidado de otros familiares se tor-
na particularmente relevante. La baja dotación de recursos
sanitarios o educativos de sus barrios opera como un estí-
mulo para salir a buscar paliativos y alternativas. En cuanto
al acceso a la atención en salud, por ejemplo, una mujer uti-
lizaba la fórmula romper el gueto para describir su dinámica
cotidiana y explicaba en qué consiste la tarea. Hay que bus-
car dónde se consigue una buena atención, que no siempre
está en el barrio o cerca de allí, sortear no solo la escasez de

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272 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

recursos sino también el racismo y la xenofobia. Se trata de


hacer averiguaciones y preguntar a los contactos confiables,
generalmente otras mujeres, en qué hospital, en qué servicio
o por cuál profesional serán bien recibidas ellas, sus hijos o
sus compañeros, pasar la voz y armar redes que se expanden
en la búsqueda de una buena atención. De esta manera,
los trabajos de cuidado suponen una carga a la vez que la
ocasión para realizar recorridos por la ciudad por medio de
los cuales se tejen senderos y se establecen redes que buscan
cuestionar los constreñimientos producto de la articulación
de fronteras espaciales, sociales y simbólicas en la ciudad.

Cruzar las fronteras, la experiencia del umbral


Como muestran claramente las situaciones de frontera (Agier,
2015) que abordamos de manera sintética hasta ahora (Bue-
nos Aires/conurbano; adentros y afueras de urbanizaciones
cerradas y barrios segregados), la existencia de fronteras
urbanas no supone la ausencia de interacción entre las par-
tes, así como el hecho de atravesar las fronteras no implica
su disolución. Las fronteras son precisamente eso: separa-
ción y relación. Quiero decir: conjugan cada una de esas
acciones de manera específica en cada situación concreta.
Nada más alejado a la finalidad de este trabajo que la afir-
mación celebratoria bastante habitual sobre las fronteras
que supone que serían separación y unión a la vez. Se trata,
en cambio, de reconocer la selectividad y la jerarquización
que operan las fronteras: quiénes, cuándo, dónde y para
qué pueden atravesarlas (y para quiénes, cuándo, dónde y
para qué esto no es posible o, al menos, resulta bastante
dificultoso). En efecto, contamos con excelentes investiga-
ciones que han develado formas estabilizadas de la separa-
ción y la relación a las que Fredrik Barth (1976) denominó
tempranamente estructuras de interacción: la investigación de
Pierre Bourdieu (2004) sobre la oposición entre pueblo y
caserío en la comprensión de las transformaciones de las
estrategias matrimoniales de una sociedad campesina, la

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 273

etnografía de Norbert Elias y John Scotson (2000) centrada


en el análisis de las relaciones entre establecidos y outsiders
en una localidad obrera inglesa y la indagación histórica de
Richard Sennett (1997) acerca de la relación entre católicos
y judíos en la Venecia del siglo XVI identifican, más allá
de sus diferencias, límites sociales (estilo de vida, tiempo
y religión, respectivamente) traducidos espacialmente, con-
sistiendo cada una de estas investigaciones en desentrañar
cómo la frontera ordena vínculos, une y separa, regulando
esferas de la vida social y, ciertamente, (re)produciendo asi-
metrías y desigualdades sociales.
Realizada esta aclaración necesaria, para cerrar esta
sección me interesa centrarme en el acto de pasar (de Cer-
teau, 2000), es decir, en la práctica espaciotemporal de
cruzamiento efectivo de las fronteras urbanas y en lo que
–retomando a Walter Benjamin (2016)– podríamos llamar
experiencia del umbral. Para Benjamin, el espacio urbano está
repleto de umbrales que deben ser atravesados, y la expe-
riencia de atravesar el umbral permite a los actores situarse
en términos de clase, género, sexualidad en las distintas
atmósferas que habitan, vinculadas cada una de ellas con
específicas experiencias afectivas, emocionales e imagina-
rias. En lugar de un abordaje dicotómico de la experiencia
urbana entre adentro y afuera, el umbral constituye un ter-
cer elemento en el que conviven –en tensión– los opues-
tos: huella y aura, cercanía y distancia, unión y separación,
condensados en imágenes dialécticas, cesuras que instauran
una discontinuidad espaciotemporal. En efecto, antes que
una línea o un muro, el umbral es una zona. Los umbra-
les marcan el cambio, sugieren comparaciones, regulan y
dotan de sentido al acto de interacción productor del cam-
bio (Stavidres, 2016).
El primer umbral que se atraviesa en la experiencia
urbana es el umbral de la casa. En una investigación aboca-
da a analizar las dinámicas de la segregación urbana desde
la experiencia de los habitantes de la ciudad (Segura, 2015a;

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274 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Segura, 2018), la casa (no la vivienda)2 emergió en el trabajo


de campo con singular fuerza en términos de seguridad
y protección. La fortificación de las casas no se reduce a
sus manifestaciones más evidentes –como los barrios cerra-
dos– sino que es una tendencia general en todos los sec-
tores sociales (Saraví, 2015). Por supuesto, no se trata de
un proceso homogéneo, ya que la materialidad de casa y su
localización, los recursos disponibles y la evaluación de los
riesgos del entorno modulan experiencias del habitar y de
la (in)seguridad. En este sentido, en un trabajo comparativo
analicé diferentes arreglos de protección – ensamblajes entre
objetos, actores y dispositivos desplegados por los habi-
tantes en busca de protección (Segura, 2021b)– en barrios
centrales de clases medias, barrios cerrados de clases altas y
barrios informales de sectores populares, en los cuales –más
allá de sus diferencias y contrastes– se reforzaba el control
sobre el umbral entre la casa y la calle y se evidenciaba
la incertidumbre y el temor de atravesarlo, profundizando
las dinámicas de segregación urbana: erosión del espacio
público, fortificación de las casas, proliferación de muros y
dispositivos de seguridad, creciente temor a la alteridad.
De manera similar, la pandemia de Covid-19 trajo nue-
vos controles y rituales sobre este umbral entre la casa y la
calle. En un ejercicio que realizamos con habitantes de la
ciudad de La Plata durante el Aislamiento Social Preven-
tivo y Obligatorio (ASPO) solicitándoles fotografías de la
pandemia (Segura y Caggiano, 2021), agrupamos una gran
cantidad de fotos en la categoría umbrales: fotos de zonas
de transición entre la casa y la calle, fotos de los productos
disponibles en cada casa (alcohol en gel, lavandina, des-
odorantes, toallas descartables y barbijos) localizados cerca

2 “La casa alude a una forma de relacionarse con el mundo a través de un con-
junto de operaciones humanas que denominamos habitar (como acción o
como objeto). La vivienda se refiere al espacio doméstico masivo convertido
en tópico de gobierno, en ítem de una agenda estatal; remite a propuestas de
especialistas y técnicos o a valores de mercado” (Ballent y Liernur,
2014:23-24).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 275

de la puerta de las viviendas, fotos de visitas a través de


las rejas y con barbijos, entre otras. Todas ellas, umbra-
les: umbrales que se atraviesan, umbrales que atraviesan,
umbrales que se habitan.
Una vez atravesado el umbral de la casa, la ciudad
emerge como un escenario de desplazamientos. Ya lo sabe-
mos, no hay contradicción entre frontera y desplazamiento.
Los viajes cotidianos por el espacio urbano –ya sea como
caminantes, como pasajeros o como conductores– impli-
can muchas veces atravesar y habitar umbrales. Hace tiem-
po Néstor García Canclini (1997:110) señalaba, de manera
sensible, la relevancia de los viajes metropolitanos para la
cultura urbana en tanto generadores de encuentros entre
diferentes: “en los cruces de autos individuales y transporte
público, de camiones y peatones, del tráfico y los vende-
dores ambulantes, ocurren muchos de los encuentros que
la vida moderna propone con la alteridad y la diferencia”.
De esta manera, en espacios metropolitanos crecientemente
desiguales, con tendencias indudables hacia la fragmenta-
ción socioespacial, “los viajes obligan a confrontarse con
sectores muy diversos” (García Canclini, 1997:124).
El viaje obliga al encuentro y ese encuentro –incluso
cuando no produzca interacción entre diferentes o cuan-
do la misma sea evitada– dispara preguntas y reflexiones
sobre la ciudad, sus transformaciones, sus problemas y su
futuro, y sobre el sí mismo y los otros en la ciudad. En
esta dirección, en un trabajo colectivo publicado reciente-
mente (Chaves y Segura, 2021), analizamos las prácticas de
movilidad cotidiana de habitantes de distintas clases socia-
les del corredor sur de la RMBA. A pesar de que podemos
graficar los recorridos cotidianos por el espacio metropoli-
tano como una línea sobre el mapa (lo que constituye una
herramienta analítica poderosa para visualizar diferencias
de dirección, escala, frecuencia, etc.), la experiencia de los
viajeros metropolitanos no es continua ni homogénea como
esa línea. La práctica de desplazamiento espaciotemporal a
través del espacio metropolitano va conectando lugares que

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276 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

generan experiencias corporales particulares y propician


sentimientos específicos. En efecto, durante los desplaza-
mientos que configuran circuitos cotidianos por el espa-
cio metropolitano, las personas ingresan, transitan y salen
de umbrales que se vinculan con sentimientos precisos.
De la práctica de cruzar fronteras urbanas y experimentar
umbrales y atmósferas afectivas particulares, emerge una de
las características centrales de la frontera en sentido antro-
pológico: la liminaridad (Turner, 1974). El pasaje a través
del umbral se experimenta como el ingreso a un espacio-
tiempo donde rige un ordenamiento distinto y donde se es
otra cosa, incluso puede generar la situación de sentir una
extranjería relativa.
En este sentido, dentro de la diversidad de umbrales me
interesa destacar la experiencia de estar fuera de lugar, que es cla-
ramente un efecto de cruzar fronteras de un modo distinto al
socialmente esperado. Como mostraron recientemente Bayón
y Saraví (2018), el proceso de construcción de lugar constituye
un poderoso mecanismo de separación que establece, muchas
veces sin conflicto o discriminación explícita, qué tipo de per-
sonas y qué tipo de prácticas son apropiadas para diferentes
lugares. En efecto, a lo largo de la vida las personas construyen
su propia geografía urbana y, más allá de los indudables trazos
biográficos e idiosincráticos, la raza, el género y la clase produ-
cen considerables diferencias en cómo la gente mapea la ciu-
dad, identifica lugares y aprende a moverse, usarlos y estar en
ellos. En el caso de la ciudad de México, los autores mencio-
nados señalan que la segregación urbana implica que las clases
sociales altas y bajas tengan cada una su propia ciudad dentro de
la ciudad, incluso cuando vivan muy cerca unas de otras. Ambas
ciudades representan mundos sociales y culturales distintos y
contrastantes, donde el sentimiento de estar fuera de lugar regula
las prácticas y refuerza la separación y la distancia.
El sentimiento de estar fuera de lugar, entonces, cons-
tituye un poderoso regulador de los desplazamientos urba-
nos. Sin embargo, cuando de todos modos las personas se
mueven y cruzan fronteras en direcciones y con finalidades

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 277

no esperadas, diversas investigaciones han mostrado que


la incomodidad que produce el sentimiento de estar fuera
de lugar se articula en diversas situaciones urbanas con el
malestar que genera la mirada de los demás. En efecto, resulta
verdaderamente sintomático que investigaciones realizadas
en distintas ciudades y acerca de diversas situaciones urba-
nas hayan reconocido en la mirada una poderosa práctica
de regulación de las formas de estar, usar y permanecer
en determinados lugares. Desde los trabajos pioneros de
Simmel (1986) sabemos que la mirada constituye un sen-
tido privilegiado en las interacciones urbanas que combi-
nan proximidad espacial y distancia social. Sin embargo,
lo que las investigaciones contemporáneas registran es la
experiencia (y el sentimiento) de la mirada constante por
parte de las demás personas y agentes sociales con las que
se comparte un espacio (un centro comercial, un medio de
transporte, el espacio público), que se sintetiza en expresio-
nes como “la gente se nos queda viendo” o “nos miran mal”,
que efectivamente les recuerda que se encuentran fuera de
lugar. En palabras de Hernández Espinosa (2015:94) se trata
de “prácticas que suelen contribuir al establecimiento de
barreras simbólicas en torno a ciertos espacios” que remiten
a una conducta visual que incluye “gestos de descalificación,
la vigilancia y el escrutinio hacia el ‘otro’”. Se trata de formas
de control social informal que en Sidewalk, su etnografía
de las calles de Greenwich Village, Mitchell Duneier (1999)
remonta a la idea de Jane Jacobs (1973) de la presencia y la
conducta de los extraños en las veredas del barrio reguladas
por la mirada de los demás.
La casa y la ciudad, entonces, están repletas de umbra-
les que deben ser atravesados y habitados. La experiencia de
cruzar las fronteras urbanas –una experiencia del umbral–
se vincula así con la incertidumbre, la liminaridad y las
diversas cualidades afectivas de los lugares en los que las
personas despliegan sus vidas.

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278 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Reflexiones finales

La noción de fronteras urbanas constituye una poderosa


herramienta heurística para explorar las dinámicas de la
vida urbana, siempre y cuando evitemos caer en los extre-
mos representados por la frontera espacial (los muros) y
la frontera simbólica (las identidades). El desafío consiste,
en cambio, en mantener la tensión y pensar la articulación
(muchas veces inestable) entre ambas dimensiones. No pen-
sar lo social sin el espacio, ni el espacio sin vida social, sino
analizar sus relaciones recíprocas y sus entrelazamientos.
Las fronteras urbanas, así, en plural, son muchas y ope-
ran de modo situacional. Cuando las personas cruzan una
frontera –pensemos, por ejemplo, en la mujer boliviana que
sale de su barrio para romper el gueto y acceder a la salud, o
en las personas que trabajan en la economía de servicios de
los barrios cerrados y de las torres de clases altas– no sola-
mente atraviesan una frontera espacial, sino también fron-
teras sociales vinculadas con la clase, el género y la etnia,
entre otras, que se articulan de modo específico en esas par-
ticulares situaciones de interacción. Las fronteras urbanas,
ya lo hemos mencionado lo suficiente, no se oponen a la
interacción y al desplazamiento; al contrario, existen preci-
samente por las interacciones y los desplazamientos que las
fronteras buscan regular y que, por lo mismo, muchas veces
dan lugar a negociaciones, conflictos y transformaciones en
y sobre las mismas fronteras.
Las fronteras urbanas, en definitiva, son productivas.
Resultado del entrelazamiento entre inscripciones en el
espacio y límites categoriales, unen y separan, regulan
vínculos y desplazamientos, ordenan esferas de la acción
social, y (re) producen –no sin conflictos y cuestionamien-
tos– asimetrías y desigualdades. De ahí su relevancia para
pensar antropológicamente la vida urbana.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 279

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9

Revisión de algunas claves teórico-


metodológicas para superar
la dicotomía rural-urbana en la frontera
entre el campo y la ciudad
MARÍA MERCEDES CARDOSO

Introducción

El avance rápido de la ciudad y su modo de vida sobre


la región circundante estructura el proceso de cambio en
la actualidad, así como viene sucediendo en los últimos
50 años. El modo de habitar del hombre y transformar
el territorio no ha hecho más que expandirse, generando
un área específica en la que los usos del suelo, funciones
y formas de organización socio-económica se yuxtaponen.
En esta dinámica se identifica una modalidad dilapidadora
del aprovechamiento de los recursos, entre ellos, el suelo,
dejando intersticios vacíos, desaprovechados, mal emplea-
dos. Como consecuencia, se constituye un mosaico paisajís-
tico fragmentado morfológicamente, heterogéneo en cuan-
to a los sentidos, significados e identidades de esos lugares,
y desde la perspectiva de la planificación y la gestión, domi-
nado por la anarquía territorial. Es un tercer territorio, dis-
tinto del rural y del urbano, que se incorpora a la dinámica
integradora metropolitana, pues pasa a formar parte del sis-
tema de asentamiento de escala regional o micro-regional.

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286 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

La frontera entre lo urbano y lo rural se configura a


partir de la tensión y el conflicto de fuerzas, generalmente
bajo la preponderancia de los intereses de la ciudad sobre
el campo, el cual desarrolla, en ocasiones, mecanismos de
resistencia y resiliencia. La ciudad avanza hacia el campo
demandando sus espacios verdes, sus recursos y servicios
ambientales, su producción, su cultura culinaria y festiva. El
pulso de estas avanzadas puede ser diario, semanal, espo-
rádico, según se trate de paseos, vacaciones, opciones de
segunda o primera residencia.
Existe consenso, en la academia, en que las categorías
urbano y rural no son únicas ni excluyentes. A su vez, ellas
han cambiado su definición y contenido. La presencia de
actores sociales, funciones, actividades y paisajes, que ya no
se distinguen claramente como urbanos o rurales requiere
de nuevas respuestas teóricas y tratamientos metodológi-
cos. Esta frontera entre el campo y la ciudad está represen-
tando un desafío para su estudio.
En la literatura de las últimas décadas, se pueden
encontrar trabajos que sostienen la hipótesis de que la tradi-
cional dicotomía ciudad-campo ha sido superada por quie-
nes se han dedicado al estudio de los procesos de suburba-
nización, al planteo de la teoría del continuum rural-urbano
o de las franjas de transición entre los dos ámbitos tradi-
cionalmente antagónicos. Sin embargo, según autores como
Ramírez (2020), esta dicotomía aún continúa vigente, ya
que siguen existiendo vacíos teóricos y metodológicos para
resolverla. Estos vacíos se traducen en prácticas en el terri-
torio que no toman en cuenta la singularidad del mismo,
es decir, el área que queda indefinida no se estudia, no se
comprende, no se diagnostica, no se gestiona, ni se ordena.
Se incorpora, así, otra dificultad en la gestión y las políti-
cas que no contemplan o que ignoran este otro territorio
no urbano ni rural.
El objetivo general del capítulo consiste en exponer
los principales aportes hechos en el ámbito latinoameri-
cano (recuperando también algunos estudios europeos y

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 287

norteamericanos), en las últimas cinco décadas con refe-


rencia a las teorías, instrumentos metodológicos y concep-
tos que puedan representar esas claves superadoras para el
estudio de estas nuevas fronteras en transformación. Para
ello se recurrió a un trabajo de investigación descriptivo e
interpretativo, basado en el análisis y comparación de fuen-
tes diversas: obras de carácter fundamentalmente teórico,
artículos científicos con contribuciones de estudios de caso,
tesis, libros colectivos producto de congresos y encuentros
internacionales.
El problema que se constituye en torno a la frontera
entre el campo y la ciudad tiene tres dimensiones princi-
pales, las cuales son abordadas en los tres apartados que
constituyen este capítulo. En el primero de ellos, se trata el
problema de las categorías teóricas de análisis (suburbano,
periurbano, rururbano, nueva ruralidad, tercer territorio).
En el segundo, el problema de las teorías (los ciclos espacia-
les, clean break, ruptura con el pasado o contraurbanización,
la urbanización del campo, la hibridez). En el tercero, se
abordan los instrumentos metodológicos (modelos de con-
centración/desconcentración demográfica, movilidad espa-
cial, costos económicos de recursos, distancia, demanda,
análisis espacial, etnografía, análisis del discurso).
La revisión de las tres dimensiones del problema posi-
bilita la búsqueda de claves que den luz para poder supe-
rar la anacrónica dicotomía rural-urbano que se aleja de la
realidad y que representa un escollo para el estudio, planifi-
cación, gestión y ordenación del territorio de frontera entre
el campo y la ciudad.

El problema de las categorías teóricas: algunas claves

La interfase o frontera se ha convertido en un verdadero


cajón de sastre del cual salen todo tipo de conceptos: inter-
fase urbano-rural, rural-urbana, suburbano, periurbano,

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288 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

rururbano son empleados de manera indistinta, generando


una confusión terminológica que tiene un impacto directo
en el espacio. Así, este último, en tanto sector indefinido
o definido de forma imprecisa, carece de identidad propia
y por lo tanto no se lo conoce, comprende, legisla, orde-
na, ni controla.
Desde sus orígenes, los términos periurbano y rururbano
tuvieron el mismo contenido, al punto que se podía aludir
a uno u otro. La expresión rururbano es empleada por
Bauer y Roux (1976) en sus estudios en Francia. Identi-
fican como rururbano a aquellas áreas que rodean a las
ciudades antiguas, donde la presencia dominante de vivien-
das unifamiliares, dispersas y aisladas cohabita con la per-
sistencia de áreas agrícolas y forestales (o naturales). Ese
proceso de transformaciones en los usos del suelo y en la
actividad de los residentes es acompañado por mutaciones
socio-demográficas.
El concepto de periurbano surge también en Francia,
a través de un estudio hecho por el Ministère de
l’Environnement et du Cadre de Vie – Service de l’information
ante la creciente tendencia en la construcción de viviendas
unifamiliares (Sarasa, 1997). En 1979, bajo la coordinación
de Jacques Mayoux, se publica un informe que define al
periurbano como aquellos sectores de crecimiento de la
ciudad más allá de sus límites históricos, de forma poco
densa y con predominio de la vivienda unifamiliar. Casi una
década después, Valenzuela Rubio (1986) define al periur-
bano como un espacio continuo, de predominio urbano,
zona transitoria que ofrece una amplia gama de usos tan
dispares, como grandes equipamientos y parques metro-
politanos, polígonos industriales, ciudades dormitorios y
urbanizaciones de baja densidad de edificación con espacios
de agricultura residual. Aunque a veces esta agricultura se
apoya en el aprovechamiento de espacios no legales, como
los huertos marginales en zonas de reservas de suelo, tam-
bién puede abarcar formas de tipo intensivo, en capital y
trabajo, muy competitivas.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 289

Con el correr del tiempo, ambas categorías fueron evo-


lucionando y se llega a distinguir que el periurbano forma
parte del fenómeno urbano (es la periferia de la ciudad,
más allá del suburbano), constituyendo la cara interna de la
interfase. Mientras que el rururbano es otro territorio, con
dinámica y contenido propio, que genera cierta centralidad,
ya no es periferia del fenómeno urbano y dentro de la inter-
fase podría identificarse con la “cara externa”.
La interfase ciudad-campo también es definida con
conceptos que provienen de la Ecología pero que, a su vez,
han ido tomando un contenido social, económico y cul-
tural, como es el caso de borde y ecotono. Smith y Smith
(2001:316) los distinguen de esta manera: “Un borde es
donde se encuentran dos o más comunidades vegetales. Un
ecotono es donde dos comunidades vegetales no solamen-
te se encuentran, sino que además se intergradan”. En la
definición de ecotono, se destaca la tensión que se produ-
ce entre las comunidades de los ambientes que entran en
contacto. Para Clarke (1975:478) “la tensión en cada comu-
nidad puede originarse principalmente a consecuencia de
la lucha con las condiciones físicas o de la competición
directa entre ciertas especies”. La tensión es una condición
clave y excluyente en el ecotono, al igual que en el espacio
rururbano. Bozzano (2000), desde la mirada geográfica, se
refiere a territorio de borde por el encuentro y alternancia de
actividades productivas primarias intensivas y secundarias.
No se trataría de una mera superposición de elementos y
actividades propias de espacios urbanos y rurales, sino que
se dan dinámicas particulares.
Por su parte, para Petagna de Del Río (1990), el rurur-
bano es un ecotono geográfico que tiene analogías con el eco-
tono ecológico, ya que son áreas de extensión menor que
las adyacentes y poseen diversidades en los bordes y parti-
cularidades en el centro. Entre las principales diferencias, la
autora señala que mientras que en el ecotono ecológico las
variaciones de distribución están sujetas al cambio ambien-
tal y son lentas, en el ecotono geográfico las variaciones de

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290 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

distribución están sujetas a la acción humana, son compor-


tamentales, planificables y se caracterizan por ser rápidas.
El aporte teórico que la Ecología ofrece a los geógrafos para
identificar la organización de estos espacios reside, sobre
todo, en el tratamiento espacial que ambas disciplinas dan a
las relaciones de las que se ocupan.
Desde otra mirada, Ramírez (2017) propone el uso del
término borde para sustituir la categoría de periferia urbana
y designar zonas que podrían ser también centrales aunque
de otra manera, independientemente de que se encontraran
alejadas del centro de la ciudad o de la propia ciudad. A
diferencia de las periferias, los bordes no son espacios pla-
nos ni homogéneos que se encuentran en una sola dimen-
sión, sino que son multidimensionales y se conforman a
partir de diferentes agentes que se manejan en distintas
escalas. Ramírez (2020:36) indica que “concebir al borde
como un espacio dinámico, multidimensional y diferencial
permite hablar de muchas tendencias que puede adoptar
en su desarrollo, por lo que no necesariamente un borde
tendría que ser inevitablemente urbano, sino que podría
mantener una dinámica de cambio importante hacia otra
forma de transformación, pero siendo una ruralidad cam-
biante y dinámica que presenta múltiples tendencias. Éstas
se estructuran a partir de relaciones de poder que permiten
evolucionar dinámica y diferencialmente a estos espacios”.
En tanto territorio multidimensional y dinámico, los bor-
des asumen la cualidad de una frontera, conformada por
diversos dispositivos complejos y cambiantes, de variable
duración y que poseen diferentes funcionalidades. En las
fronteras se territorializan la diferenciación, la separación,
la identificación y la cohesión.
Barros y Zusman (2000) reflexionan acerca de los
puntos de vista desde los cuales se estudian las fronteras,
especialmente para el contexto latinoamericano. Entre las
tres lecturas que hacen, la tercera tiene a la frontera como
lugar específico, diferenciado de otro, en el que es posible
descubrir dinámicas propias y donde se dan encuentros y

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 291

desencuentros entre actores. Para el caso de Argentina, las


autoras identifican una mayor presencia de consumo de
lugares en el ámbito rural y rururbano gracias a la puesta
en valor como recurso escénico, muy distinto del uso del
recurso suelo en la actividad agropecuaria.
Independientemente de la ubicación o posición relati-
va, en este capítulo la rururbanidad se reconoce como un
fenómeno que no se restringe a una localización determi-
nada, sino que se define por el modo de habitar, de relación
con el entorno, de movilidad, de producción. El elemento
de cohesión es la identidad de los habitantes y su apego al
lugar, procesos que se dan aunados al consumo de lugares
en estos ámbitos, gracias a la valorización del paisaje.
En este proceso de evolución y de apropiación de con-
ceptos nace la concepción de rururbano como un híbri-
do (Barros y Zusman, 2000), mezcla inacabada de lo rural
con lo urbano, en el que la heterogeneidad de las formas
y funciones potencian el contacto, la fusión y la intrusión.
La modernidad planteó una visión dicotómica del mundo:
naturaleza y cultura; urbano y rural. Latour (2008) pro-
pone otra manera de entender la realidad, superando la
dicotomía y focalizando en el espacio vacío. La hibridez en
Geografía se manifiesta en esta interfase o vacío conceptual
entre las dos categorías puras, lo urbano y lo rural, para
dar origen a una tercera categoría, con rasgos propios, el
rururbano. Desde esta concepción se toma al rururbano
como tercer territorio.
Desde la perspectiva relacional, el territorio rururbano
se teje como una trama compleja en la que se entrelazan
diversos actores (locales y globales) y dimensiones dispa-
res (físico-natural, económica, política, simbólico-cultural).
Según las circunstancias propias del momento histórico,
una dimensión cobra mayor fuerza que otra, por ello, esta
dinámica es constante, contradictoria y colmada de con-
flictos de intereses. Desde esta mirada se tiene una con-
cepción integradora del territorio, en este caso particu-
lar, del rururbano. Es un espacio ni estrictamente natural,

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292 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

ni solamente político, económico o cultural, sino que se


produce en el interjuego de todas esas dimensiones, con
pesos diferenciales según los momentos históricos. Haes-
baert (2011) recurre a estas cuatro dimensiones principales
para su conceptualización: política, cultural, económica y
natural. El abordaje teórico del geógrafo brasileño propo-
ne una visión integradora en la que el territorio cargaría
siempre, de forma indisociable, una dimensión simbólica
o cultural en sentido estricto, y una material, de carácter
predominantemente económico-político.
El término tercer territorio es empleado por Mançano
Fernandes (2012) en un sentido diferente al que se propone
para designar al rururbano (como tercera categoría, distinta
de la urbana y la rural, desarrollada en párrafos anteriores).
Este autor brasileño emplea tercer territorio para designar
al “espacio de las relaciones consideradas a partir de su
conflictividad” (Mançano Fernandes, 2012:6), reuniendo a
los otros dos tipos de territorios (el primero, es el espacio
de la gobernanza de la nación; el segundo es el espacio de la
morada, de la propiedad como espacio de vida). A pesar de
que el mismo término alude a contenidos diferentes, tienen
en común que su principal característica, aquello que lo
define, es el conflicto entre intereses de actores disímiles,
con lógicas antagónicas.
Otra categoría semejante a la de tercer territorio, pero
distinta y que requiere de su tratamiento en este punto, es
la de tercer espacio, empleada por Soja (1999) en su cons-
trucción trilógica. El autor reconoce la existencia de un
primer espacio, percibido o práctico; un segundo espacio,
concebido o de las representaciones; y un tercer espacio,
vivido, lugar a la vez real e imaginario, actual y virtual. Este
último es el espacio de los habitantes, el de la cotidianeidad,
de la construcción de significados y resistencias. Lefebvre
(2013:99) en su obra sobre la producción del espacio refie-
re a la “tríada percibido-concebido-vivido (que en térmi-
nos espaciales puede expresarse como práctica del espacio-
representaciones del espacio-espacios de representación)”.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 293

Para Soja (1999), la perspectiva del tercer espacio emerge en


asociación al llamado giro espacial y la creciente concien-
cia de la simultaneidad y de la complejidad que entrelaza
lo social, lo histórico y lo espacial, de modo inseparable e
interdependiente.
En síntesis, creemos que los conceptos de tercer terri-
torio y tercer espacio referenciados en los párrafos anterio-
res contribuyen a la explicación de cómo se producen los
territorios. Sin embargo, la definición de rururbano como
tercera categoría teórica, a la que se le da en llamar tercer
territorio, recupera la concepción de borde, como espacio
dinámico y multidimensional (Ramírez, 2017) y de con-
cepto híbrido, emergente del vacío conceptual dado por la
dualidad ciudad-campo (Barros y Zusman, 2000).

Repaso de teorías que contribuyen a superar la visión


dicotómica

Los dos mundos (urbano y rural) que en la Antigüedad y en la


Edad Media se diferenciaban morfológica, funcional y social-
mente, durante la modernidad empiezan a mezclarse y a fusio-
narse. En la postmodernidad se da origen a un espacio dife-
renciado. A comienzos del siglo XX, ante la evidencia de los
procesos de suburbanización, la primera teoría superadora de
la visión dicotómica fue la del continuum rural-urbano de Soro-
kin y Zimmerman (1929), quienes afirmaban que no es posible
encontrar un punto de quiebre o una línea que separe tajante-
mente un espacio del otro, sino que se da una verdadera inter-
gradación y superposición de elementos y funciones, con una
diferenciación gradual entre la sociedad rural y la urbana. La
variable independiente, generadora del continuum, es la propor-
ción de agricultores, considerando: ocupación agraria, diferen-
cias medioambientales, tamaño poblacional, densidad, hete-
rogeneidad, diferenciación social y estratificación, movilidad
social, entre otras.

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294 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

En la esfera de los estudios europeos, Pahl (1966) reto-


ma estos postulados, desde un enfoque sociológico, inter-
pretando los cambios producidos en las zonas rurales de
Gran Bretaña. La continuidad que observa se conforma
de un conjunto superpuesto de redes de diferentes textu-
ras, creando una estructura mucho más compleja, deve-
lando que las diferencias entre los dos espacios son cada
vez menores. La dicotomía rural-urbana persiste solo en
los aspectos morfológicos, de paisaje, aunque con límites
cada vez más difusos, mientras que el continuum que inau-
gura se refiere a aspectos culturales y sociales, puesto que
se ha dado la difusión de la cultura urbana en el campo.
Pahl detecta que, después de la II Guerra Mundial, muchos
habitantes urbanos se trasladaban al campo en busca de
viviendas, lugares de ocio y esparcimiento. Estos espa-
cios eran físicamente rurales y mentalmente urbanizados.
Así, comienzan a proliferar en Gran Bretaña viviendas de
segunda residencia. Por su parte, Clout (1976), desde una
perspectiva más espacial que social, estudia el proceso de
urbanización del campo y sus factores desencadenantes,
como el incremento de la riqueza, la eficiencia del transpor-
te público y la gran cantidad de automóviles.
Asimismo, con un enfoque ecológico, se identifican
propuestas teóricas de modelos cíclicos de relación entre
el campo y la ciudad. Entre estas propuestas, el modelo
de evolución de las comunidades rurales a partir de facto-
res socioeconómicos, culturales y demográficos distingue
tres estadios en el proceso de difusión urbana y cambio
social en el campo (con especial énfasis en las estructuras
socioeconómicas, la conducta humana y los sistemas de
valores). El primero refiere al despoblamiento del campo.
El segundo es de poblamiento, coincidente con la etapa
postindustrial en la que crece la población rural gracias a
las migraciones de la población urbana que fija su resi-
dencia allí, pero mantiene su trabajo en la ciudad, con la
concomitante transformación de la estructura demográfi-
ca (son familias jóvenes las migrantes), económica y social.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 295

El tercero es el repoblamiento, en el que familias enteras


en un estadio avanzado de su ciclo vital se trasladan al
campo, contribuyendo al envejecimiento demográfico y al
incremento de residentes de clase media, alimentando aún
más la dependencia urbana. Dichas teorías sostienen que la
difusión es selectiva en lo social y espacial, y que produce
diferentes aspiraciones y códigos de conducta basados en
las diferencias de clases sociales y edades.
La teoría de los ciclos espaciales surge en Europa en la
década de 1980. Los autores que la impulsan, reconociendo
el proceso de declive urbano y desconcentración demográ-
fica y económica de las grandes ciudades, sostienen que al
crecimiento le sucede el declive y al declive, el crecimien-
to. De este modo, diferencian cuatro estadios sucesivos en
el proceso de desarrollo urbano: urbanización, suburba-
nización, desurbanización, reurbanización (Van Den Berg
et al., 1982). Para esto hacen una diferenciación espacial
entre centro y anillos periféricos en las áreas urbanas, y de
la dinámica demográfica de estos dos ámbitos espaciales
deducen los estadios de desarrollo urbano.
En otro orden de ideas se ubican los postulados que
explican cambios de tendencias no cíclicas. La teoría clean
break o ruptura con el pasado sostiene que “el proceso de
concentración demográfica y urbanización que caracterizó
la industrialización no se volverá a repetir, ya que las inno-
vaciones tecnológicas y la mejora de las comunicaciones
abren una nueva fase en la evolución de las ciudades y en
la jerarquía de los asentamientos” (Ferrás Sexto, 1997:618).
La teoría de la contraurbanización de Berry (1976) explica
el proceso de movimiento de personas e industrias desde
las áreas urbanas a las rurales, suburbanas, inmediatas a las
ciudades, rururbanas, rurales remotas y pequeñas ciudades
en los países desarrollados a partir de 1970 (Berry, 1976;
Ferrás Sexto, 1997). La suburbanización constituiría un
estadio previo a la contraurbanización y, para el caso de los
espacios latinoamericanos, afecta a población que proviene
de los espacios rurales, mientras que la contraurbanización

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296 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

es un proceso alimentado por población urbana (Cardo-


so, 2008). Los estudios hacen hincapié en demostrar los
efectos y gravedad de las cuestiones ambientales y socia-
les que aquejan a las áreas urbanas: contaminación, delin-
cuencia, racismo y segregación. Estos son factores expulso-
res de población desde los grandes centros urbanos hacia
asentamientos menores y áreas rurales de mejor calidad
ambiental.
La teoría de la contraurbanización explica los procesos
de cambio, incluyendo las transformaciones en las áreas
rurales que colindan con las urbanas en las regiones metro-
politanas, y las mutaciones socio-demográficas vividas en
estos ámbitos, es decir la llamada rururbanidad. Esta teoría,
postulada hace cinco décadas, ha logrado reunir evidencia
suficiente de los procesos acaecidos en países desarrollados
(los estudios de B. Berry se realizan en ciudades estadouni-
denses y los de Ferrás Sexto, en Irlanda y España) y en vías
de desarrollo, como en Argentina (Cardoso, 2008; Leveau,
2009). En la perspectiva rural de la contraurbanización,
Cloke (1979) explica los factores que intervienen en la recu-
peración demográfica de las áreas rurales. La regeneración
rural se vincula a los convenientes precios de la tierra y
la vivienda, la calidad ambiental y de los asentamientos y
la tranquilidad social.
En América Latina, desde la década de 1970 existe
interés por redefinir las relaciones campo-ciudad. Se ha
avanzado en la identificación de ciertos rasgos propios del
contexto latinoamericano, dilucidando herramientas meto-
dológicas específicas. Sin embargo, persiste la carencia de
un marco conceptual común o consensuado. Desde los
aportes de perspectivas críticas y estudios socioculturales,
se concibe al rururbano como un espacio producido a par-
tir de procesos de reterritorialización (Haesbaert, 2011),
mediante los cuales los actores sociales que lo habitan ejer-
cen su territorialidad por medio de prácticas socioespacia-
les de apropiación (material y simbólica), de dominación (de
objetos, recursos, bienes) y el empleo de símbolos, creencias

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 297

y valores (Manzanal, 2007). La reterritorialización es el pro-


ceso que contiene en su definición aquello que ese espacio
históricamente fue (un pasado rural tradicional) y en lo que
se convierte con las nuevas fuerzas y dinámicas que lo rede-
finen. Es mucho más que un segmento con nuevos usos y
funciones, constituye fragmentos de identidad a partir de la
dinámica de apropiación e identificación socio-cultural.
De esta manera, el rururbano resulta ser un territorio
múltiple, plural, de coexistencia de diferentes trayectorias,
heterogéneo. Es otro territorio fundado en la base de un
espacio que anteriormente fue rural (del cual quedan reza-
gos o vestigios que justamente son puestos en valor) y que
hoy es habitado por población con orientaciones socio-
culturales rururbanizadas. En América Latina, la población
urbanizada tiene fuertes anhelos de volver al campo y a la
naturaleza. Este hecho no implica querer retornar a acti-
vidades o mundos agrarios. Se trata de la rururbanidad
postulada por Nates Cruz (2018), que constituye el tercer
territorio. Emerge la ideología que exalta el valor de la natu-
raleza y la búsqueda de una vida con mayor contacto con
lo natural, rústico y tradicional (Castro, 2018). La particu-
laridad de este estilo de vida radica en el cambio sufrido
por la población rural al entrar en contacto con la vida
rururbana y en las adaptaciones que la población urbana
realiza al trasladarse a este nuevo entorno. Pérez Martí-
nez (2016:105) sostiene que “el proceso actual de expansión
urbana viene originando cambios sociales al interior del
espacio y sus pobladores, que desde el campo, se han visto
sumidos a transformaciones de sus medios de vida, para-
dójicamente sin haber emigrado, sin haberse movido del
lugar donde nacieron”.
El rururbano latinoamericano es resultado de procesos
de ensambles territoriales, según prácticas socio-espaciales
a cargo de los diversos actores, con pesos diferenciales
(hegemónicos, marginales, de resistencia). El mecanismo
de reensamblado social (Latour, 2008) se vincula al cru-
ce y superposición de territorialidades que emergen en el

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298 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

encuentro de la ciudad con el campo, donde se vuelve posi-


ble la existencia de pluralidades, de multiplicidades, de la
coexistencia de distintas trayectorias. Poniendo en cues-
tión el mito de la desterritorialización, Haesbaert (2011)
retoma el concepto de reterritorialización, reconociendo el
papel del espacio como territorio construido y producido,
resultante de las prácticas socioespaciales de apropiación y
dominación de objetos, recursos, bienes y de imposición de
símbolos, creencias y valores que distintos actores ejercen
sobre un ámbito espacial de referencia, según las cuotas
diferenciales de poder que detentan y según las estrategias
de desarrollo que están en juego (Manzanal, 2007). A través
de la reterritorialización, que según la concepción de Haes-
baert (2011) consiste propiamente en el movimiento de
construcción del territorio, este se redefine por el principio
material de apropiación y el principio cultural de identifica-
ción, constituyéndose como un fragmento de identidad.
La reterritorialización produce ensambles territoriales
rururbanos (Pérez Martínez, 2016) entendidos como esce-
narios de confluencia sistémica, depositarios de continui-
dades- discontinuidades espacio-temporales, expresión de
fronteras de diferenciación o zonas en enlace político estra-
tégico, en los que se despliegan nuevas oportunidades eco-
nómicas y políticas para conformar un nuevo espacio de
identidades.
Existen estudios que, desde el ámbito latinoamericano,
exponen al rururbano en su posición de territorio de resis-
tencias. Es el caso del pueblo de San Luis Tlaxialtemalco,
en el área de expansión urbana de la capital mexicana. Ante
la amenaza y los efectos del avance de lo urbano sobre lo
rural tradicional, provocando la desaparición de sus recur-
sos naturales, los cambios del uso del suelo y la incorpo-
ración de nuevas costumbres, los petlaxiles (habitantes de
este pueblo) se han reinventado y adaptado, para seguir
manteniendo su herencia ecológica, cultural e identitaria.
Esta herencia está íntimamente relacionada con el sistema
lacustre y su apego a la tierra y se manifiesta en el empleo de

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 299

una técnica y tecnología que data de los aztecas: las chinam-


pas (islas flotantes hechas de palos y barro para el cultivo).
La resistencia manifiesta en este grupo humano determina
que, a pesar de la disminución de la zona agrícola por el
cambio de uso del suelo, “la cultura agrícola de chinampas
en San Luis Tlaxialtemalco continúa viva y el arraigo a
los valores tradicionales y familiares sigue constituyendo la
vida en comunidad” (Escutia Molina, 2020:80).
Desde el ámbito científico latinoamericano se están
generando avances sustanciales, a través de estudios de
caso, que permiten nutrir la teoría. Un ejemplo es el traba-
jo de Canabal et al. (2020) en el que se abordan vivencias
de relación entre pluriactividad, multiempleo y remesas,
la tríada mujer/salud/trabajo, los conflictos, resistencias,
cambios y continuidades en los procesos de territorializa-
ción en los entornos metropolitanos.

La dimensión metodológica del problema:


los instrumentos

Acerca de la última arista del problema considerado para el


abordaje de la frontera entre el campo y la ciudad, existe un
amplio abanico de instrumentos metodológicos dependien-
do de la perspectiva epistemológica de partida, la disciplina
desde la que se aborda, la dimensión de análisis y el objetivo
planteado. A continuación se describen algunos de ellos.
Desde el Enfoque Económico Regional, las relaciones
entre el campo y la ciudad se estudian a partir de mode-
los matemáticos basados en concentración/desconcentra-
ción demográfica, movilidad espacial, costos económicos de
recursos, distancia y niveles de demanda, salarios y calidad
de mano de obra. También se emplean metodologías de
análisis espacial a través de los SIG, modelos de localiza-
ción o de evaluación multicriterio (Bosque Sendra y Maass,
1995; Barredo Cano, 1996; Da Silva y Cardozo, 2015).

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300 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Desde la perspectiva ecológica (Ecología del paisaje y


Ecología política) se recurre a instrumentos como indicado-
res de huella ecológica, capacidad de carga de los sistemas,
y análisis de metabolismo urbano o de interfase (Naredo y
Valero, 1999; Torres Lima y Cedeño Valdiviezo, 2015).
Desde la perspectiva sociológica y antropológica se
afronta el estudio a través del método etnográfico y el
abanico de técnicas cualitativas de recogida de informa-
ción y de abordaje del objeto de estudio (entrevistas, gru-
pos focales, observación participante, investigación-acción-
participación).
Desde la mirada de la Geografía crítica, es posible
tener un acercamiento a la comprensión del espacio tria-
léctico en términos de Lefebvre (2013) (percibido, concebi-
do, vivido) a partir del análisis del discurso, de los móviles
de los movimientos sociales y las luchas como alternativas
emancipadoras (Porto Gonçalves, 2001). Desde la Geografía
Humanista, se pueden estudiar los bordes a través de los
signos, imágenes y patrones de significados que inciden en
el comportamiento. Estos espacios de borde se constituyen
sobre la base de relaciones socio-geo-históricas. El enfo-
que de esta geografía define a los terceros espacios como
franjas, bordes, intersticios, umbrales (Nogué y Romero,
2006; Sack, 2009).
La perspectiva de los estudios críticos socio-culturales
se cuestiona la existencia de una metodología propia para
el estudio de esta nueva ruralidad (Ramírez, 2020). Pone
el acento en los actores sociales y en la construcción de
una nueva ciudadanía, una civilidad en clave sostenible, una
reconfiguración de identidades con acceso a derechos. Los
instrumentos metodológicos que se emplean también son
los propios de las metodologías cualitativas en general, y de
la etnografía en particular.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 301

Reflexiones finales

La frontera entre el campo y la ciudad representa hoy un


desafío para su estudio. Existen diversas categorías que alu-
den a los procesos, teorías que explican el fenómeno des-
de aristas disímiles y metodologías variadas, de las cuales
en este capítulo se pudo hacer un repaso sintético. Esta
diversidad de propuestas está generando el problema de
la ausencia de cohesión, de acuerdo en nociones básicas
y confusión, al momento que al mismo fenómeno se lo
conceptualiza con términos dispares, por ejemplo, periur-
bano y rururbano.
El derrotero de los estudios de la relación ciudad-
campo desde diferentes perspectivas (urbana, rural; tra-
dición espacial, sociológica, cultural, ecológica, relacional)
aporta distintos conceptos que, como vimos, se superpo-
nen o quedan supeditados a otras categorías teóricas (como
urbano y rural), provocando un vacío de contenido especí-
fico, una carencia de identidad en sí mismo. Al ser indefini-
do, no existe teóricamente; en consecuencia, no es posible
estudiarlo, diagnosticarlo, mucho menos ordenarlo o plani-
ficarlo. Este es el principal correlato espacial del problema
epistemológico.
Se carece de un marco conceptual consensuado, acorde
al contexto latinoamericano. En este trabajo, se propone
el concepto de tercer territorio, que se desprende de lo
urbano y lo rural diferenciándose significativamente, y se lo
denomina rururbano latinoamericano. La multiplicidad de
actores involucrados y funciones que otorgan heterogenei-
dad, las acciones de resistencia, los cambios o continuidades
en las prácticas socio-culturales, una morfología de mosai-
co irregular, producto de ensambles territoriales, son los
rasgos singulares que lo diferencian del rururbano europeo,
norteamericano o de cualquier otra latitud.
Existen teorías y contribuciones que desde hace déca-
das explican los procesos de cambio espacial y pueden apor-
tar al avance en este campo, como la contraurbanización,

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302 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

la teoría de la hibridez, de las fronteras, de los ensambles


socio-geo-históricos, la producción del espacio desde su
concepción trialéctica (percibido, concebido, vivido). Los
estudios de caso que se están desarrollando en el mundo
y en nuestro subcontinente, como los reseñados en el área
de influencia de la capital mexicana, aportan evidencias
riquísimas para nutrir la teoría latinoamericana. En estos,
los instrumentos metodológicos resultan ser originales y
valiosísimos.
En este sentido, la tercera dificultad abordada en este
capítulo refiere a los instrumentos metodológicos para el
estudio de esta frontera. Una posibilidad de descifrar su
contenido y el significado de ese territorio es una hermenéu-
tica territorial, mediante la cual, más que pretender describir,
explicar objetivamente o representar ese espacio, es factible
interpretarlo. De este modo, se llega a la comprensión de los
conflictos entre intereses que subyacen, teniendo en cuenta
los actores involucrados, la concepción del territorio, sus
representaciones y los espacios de la representación.
En América Latina, la concepción del espacio rurur-
bano está ligada a la idea de marginalidad económica y
social. Sin embargo, representa una posibilidad de revalo-
rización y conservación, no solo de los recursos naturales,
sino también de los estilos de vida tradicionales rurales. Los
estudios de caso que se están llevando a cabo así lo demues-
tran. Finalmente, es necesario revertir esta idea centralista
de la planificación territorial, que subyace a la concepción
marginal de estos espacios.

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10

La producción alimentaria en los bordes


de la ciudad y la gravitación política
de una agenda territorial periurbana

El AMBA como caso de referencia

ANDRÉS BARSKY

Introducción

En los últimos años, el problema del acceso a la alimenta-


ción en condiciones de equidad se encuentra en el centro de
la agenda política mundial. El mismo se ha tornado aún más
agudo a partir del escenario de pandemia acaecido entre
2020 y 2021, así como tendió a agravarse con el adveni-
miento del conflicto armado entre Rusia y Ucrania que se
comenzó a gestar en la primera mitad del año 2022. En
el caso argentino, una serie de sucesos dan cuenta de la
paradójica situación en la que se encuentra el país en tanto
productor y consumidor de alimentos. Por un lado, se han
establecido récords anuales en la cosecha de cereales y olea-
ginosas que bordean el horizonte de 150 millones de tone-
ladas. Por el otro, el Parlamento sancionó en 2019 la Ley de
Emergencia Alimentaria Nacional sumado a que el Poder Eje-
cutivo implementó a partir de 2020 el Plan Nacional Argen-
tina contra el Hambre, que tuvo como eje la entrega masiva
de la Tarjeta Alimentar a través de la Dirección Nacional de
Seguridad Alimentaria del Ministerio de Desarrollo Social,

teseopress.com 307
308 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

entre otras medidas paliativas.1 Todas estas resoluciones


son el resultado del sostenido aumento del precio de los
bienes comestibles que se viene registrando en el mercado
interno, erosionando el poder adquisitivo de vastas franjas
de la población. El nivel de contrasentido que se registra
entre los beneficios producidos por el excedente exportable
de commodities en un país como la Argentina –que forma
parte del selecto grupo de naciones del mundo que exportan
alimentos a gran escala2– y las carencias nutricionales que
afectan a más de un tercio de sus habitantes da cuenta del
grado de inconsistencia al que ha llegado el funcionamien-
to de la sociedad en su conjunto (Barsky, 2020; Barsky y
Pérez Martín, 2021).3
Por lo tanto, considerando que el nuevo orden inter-
nacional que emerge en esta coyuntura convalida elevados
precios de los alimentos y de la energía que se naturalizan y
prolongan con el correr del tiempo, vale señalar que se asis-
te en los últimos años a una revalorización –por parte de la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y
la Alimentación (FAO) y otros organismos internacionales–
del rol que cumplen las producciones locales o regionales de

1 Al momento de finalizar la redacción del presente documento (mayo de


2022), el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires acababa de presentar el
programa MESA Bonaerense (Módulo Extraordinario para la Seguridad
Alimentaria) destinado a “más de 2 millones de familias de niños, niñas y
adolescentes que asisten a los 11 mil comedores escolares que funcionan en
los establecimientos educativos incluidos en el Servicio Alimentario Escolar
(SAE)”. Se anunció un aumento presupuestario de 8.000 a más de 100.000
millones de pesos destinados a tales fines (Gobierno de la Provincia de Bue-
nos Aires, 25/4/22).
2 De acuerdo a información de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo
de Argentina de septiembre de 2020, Argentina es el primer exportador
mundial de aceite de soja, harina de soja y porotos; el segundo de maní; el
tercero de maíz, soja (en granos), girasol y peras; el cuarto en cebada cerve-
cera; y el quinto en carne bovina, camarones, langostinos, té negro y leche
en polvo. En síntesis, un total de 19 especializaciones productivas explican
el 92 % de las exportaciones agroindustriales (Miazzo y Pisani Claro, 2020).
3 Un hecho simbólicamente muy significativo se dio el 1 de agosto de 2017,
cuando se produjo la apertura del Museo del Hambre en la ciudad de Bue-
nos Aires.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 309

proximidad a las áreas urbanas y de las condiciones técnicas


y sociales en las que esa provisión se lleva a cabo.4
En virtud del contexto descripto, el presente capítulo
procurará realizar una reflexión acerca de cómo se ha
reconfigurado en los últimos años la agenda pública rela-
cionada con el abasto de los alimentos de cercanía en una
aglomeración urbana de 15 millones de habitantes, la deci-
mocuarta más poblada a nivel mundial, el Área Metropo-
litana de Buenos Aires (AMBA). Abarca el período tempo-
ral que se inicia a principios del presente siglo, cuando se
manifestó la primera gran crisis de acceso a los alimentos
en el país por la caída generalizada de ingresos; hasta la
actualidad, en la que el peso de la canasta alimentaria vuelve
a repercutir negativamente en la calidad de vida de vastos
sectores de la población, en el marco de una situación local
y global de gran complejidad. El trabajo se apoya en la uti-
lización de fuentes secundarias, a partir de la sistematiza-
ción de bibliografía especializada, documentación pública y
periodística de referencia en el tema. Se estructura a través
de tres apartados (el primero es de carácter conceptual, el
segundo se centra en las políticas públicas y el tercero se
focaliza en los actores sociales involucrados) más las con-
clusiones, cuyos contenidos se describen a continuación.
En la primera parte se abordará uno de los aspectos
centrales vinculados con la operatoria en la que determi-
nados agentes económicos de la metrópoli se desenvuel-
ven al articular la urbe con su entorno de abasto regio-
nal a los fines del abastecimiento alimentario, su correlato
espacial. Se hará hincapié particularmente en la relación

4 El 15 de octubre de 2015 se firmó el Pacto de Política Urbana de Milán, que


involucra a municipios europeos y de todo el mundo, en el que se reconocía
–entre sus considerandos– que “las empresas agrícolas familiares y los
pequeños productores de alimentos (en particular las mujeres productoras
en diferentes países) juegan un papel fundamental en el abastecimiento de
alimentos en las ciudades y los territorios colindantes” (Pacto de Política
Urbana de Milán, 2015:2). Asimismo, en la reunión de la FAO realizada en
Roma el 29 de mayo de 2019 se dio inicio al Decenio de la Agricultura Familiar
(2019-2028), con auspicio de las Naciones Unidas.

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310 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

campo-ciudad, considerando uno de los escenarios geográ-


ficos donde se lleva a cabo esa vinculación y que tiene que
ver con la frontera física, simbólica y de intercambios que
se conceptualiza como periurbano. En definitiva, se abordará
dicha interacción a través de una noción que da cuenta de
un ámbito caracterizado como interfase urbano-rural, con-
siderándolo como uno de los conceptos de referencia a la
hora de pensar operativamente en las implicancias territo-
riales de todos estos procesos.
El segundo bloque se centrará en las políticas estatales
propiamente dichas, es decir en el rol del Estado respecto
del encuadramiento de las producciones de cercanía dentro
de su órbita y las disposiciones de protección del cinturón
verde primario-intensivo. En este sentido, vale señalar que
la cuestión del periurbano y de la agricultura de proximi-
dad se ha instalado crecientemente en la agenda pública
nacional en los últimos 20 años. Más allá de las distintas
orientaciones políticas que han caracterizado a las admi-
nistraciones gubernamentales de turno, desde principios de
los años 2000 viene desplegándose todo un nuevo temario
vinculado con la agricultura periurbana. Inicialmente juga-
ron un rol muy importante los municipios del conurbano,
el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) e
inclusive el proceso de institucionalización del Mercosur,
incorporando la temática de la agricultura familiar en los
organigramas del Estado nacional, cuestión en la que histó-
ricamente no se enfocaba. Es decir en los pequeños agricul-
tores y agricultoras alrededor de las ciudades, identificados
específicamente como sujetos de política. Ese mapa de acto-
res de la gestión pública involucrados en el monitoreo del
periurbano también ha evolucionado y se ha reconfigurado
activamente hasta el presente.
En el tercer bloque se hará referencia a una problemá-
tica que tiene que ver con el reciente posicionamiento de
las organizaciones sociales que se disputan la representa-
ción de la agricultura familiar en la agenda pública metro-
politana, lo que constituyó todo un dato novedoso de la

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 311

política nacional. Y que tuvo su génesis en el accionar de


una serie de actores emergentes de una militancia territorial
originada en la interfase urbano-rural. Actores que, tras ser
asistidos en aquella primera etapa por las políticas estata-
les que los abordaron como tales, pasaron a empoderarse
públicamente en torno a las cuestiones de la agroecología y
el abasto alimentario. En el último quinquenio su irrupción
comunicacional se realizó de manera muy eficaz, contan-
do con apoyos específicos, tanto desde el aparato estatal
como desde diversos sectores urbanos. Es decir, que tras la
instalación tecnocrática de una agenda territorial periurbana
por parte de distintas agencias estatales, los sujetos objeto
de esas políticas abandonan su rol pasivo y accionan acti-
vamente a través de una nueva agenda propia, que incluye
cuestiones como el acceso a la comercialización mayorista
en el Gran Buenos Aires y el acceso a la tierra en los bordes
de la ciudad. Las reflexiones finales del trabajo pondrán
en valor el proceso de construcción de ese amplio temario,
referenciado simbólicamente en el periurbano, con gravita-
ción en la agenda urbana de la metrópoli, en tanto proceso
complejo, diverso y cambiante.

El periurbano como territorio de condición fronteriza

En un trabajo anterior sosteníamos que “el concepto de


periurbano refiere a un territorio de borde sometido a proce-
sos sociales y económicos relacionados con la valorización
capitalista del espacio, como consecuencia de la incorpo-
ración real o potencial de nuevas tierras a la ciudad. Su
caracterización supone el abordaje de un complejo socio-
productivo que expresa una situación de interfase o fron-
teriza entre dos tipos geográficos tradicionalmente concep-
tualizados como dicotómicos u oposicionales: el campo y
la ciudad” (Barsky, 2005:1). Su operativización supone el
reconocimiento de determinados espacios donde se está

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312 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

llevando la transformación del medio rural a semi-rural y


de semi-rural a urbano, es decir su reacondicionamiento
físico a los fines de la urbanización, evidenciándose intensas
presiones antrópicas sobre el ambiente y una aguda com-
petencia por acceso al suelo y otros recursos relacionados.
Ello se traduce en procesos como el fraccionamiento de
la tierra con propósitos inmobiliarios, la localización de
emprendimientos primario-intensivos, el establecimiento
de parques industriales y la radicación de urbanizaciones
de distinto origen socioeconómico, entre otras expresiones
espaciales. En tanto periferia ampliada, es concebida como
un escenario donde se externalizan una serie de desajustes
y disfuncionalidades derivadas de deseconomías de aglo-
meración y procesos de segregación socioespacial propios
de la ciudad. En definitiva, el periurbano se presenta como
un heterogéneo contorno de agudos contrastes sociales y
productivos (Barsky, 2010; Feito y Barsky, 2021).
La caracterización del periurbano supone una condi-
ción fronteriza entre el campo y la ciudad, donde la ciudad
se comporta como un sistema abierto e interdependiente
que subordina en términos económicos a un espacio colin-
dante regional pero también depende de él,5 pues uno de los
principales intercambios que allí acontecen tiene relación
con los flujos asociados a la provisión alimentaria. Por lo
tanto, una de las manifestaciones espaciales características
de la periurbanidad se corrobora a través de la constitución
de un cinturón verde de producción primario-intensiva
que abastece de alimentos de cercanía a la ciudad. Como
se mencionaba, su creciente puesta en valor en el debate

5 Referenciándose en Edward Soja, Fernanda González Maraschio (2012:99)


afirma que “las formas de estructuración espacial que caracterizan la diná-
mica urbana actual, suelen resumirse en el proceso de fragmentación, esto
es, una nueva forma de separación de funciones y elementos socio-
espaciales, en la que las actividades productivas y usos residenciales se dis-
persan en las áreas de la periferia urbana. A medida que esta dispersión ocu-
rre, la ciudad pierde especificidad como unidad geográfica, económica,
política y social”.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 313

público tiene que ver con las funciones que aporta en tér-
minos de seguridad alimentaria de la población y del ahorro
energético que implica una oferta desde las proximidades.
Pero, a su vez, se trata de un cinturón fuertemente ame-
nazado por el avance de la urbanización, lo cual también
involucra una serie de aristas muy complejas.6
En este punto, vale señalar que el periurbano del
AMBA constituye un escenario territorial en el que se pue-
den establecer distintos ciclos a los fines clasificatorios:
ciclos de migraciones, debido a que desde la década del
setenta el productor de origen boliviano ha pasado a desen-
volverse como un actor social de enorme gravitación en
el cinturón verde hortícola, habiendo tomado la posta de
generaciones anteriores de portugueses, italianos y españo-
les; ciclos económicos, dado que, en el marco del mode-
lo aperturista de los años noventa y el posterior escena-
rio neodesarrollista, se ha registrado en el periurbano una
intensificación del uso del suelo y una diversificación de
cultivos a campo y bajo cubierta; y ciclos de urbanización,
porque en la actualidad el frente de avance urbano sobre
el medio rural se despliega fundamentalmente en los par-
tidos de la tercera corona metropolitana, que son los que
muestran mayor crecimiento demográfico relativo (Barsky,
2010).
Por otra parte, si se acude a una cita bibliográfica clá-
sica sobre la temática de las fronteras en América Latina
(Reboratti, 1990), referenciada en los aportes conceptuales
de Frederick Turner e Isahiah Bowman, podría afirmarse
que las cuatro fases del ciclo de desarrollo de las fronteras

6 Por lo general, el periurbano se asume –desde los estudios académicos–


como un ámbito espacial subordinado a la ciudad. Esta última reconfigura
su entorno regional a través del desembarco de población y actividades eco-
nómicas segregadas, de oleadas de contraurbanización protagonizadas por
habitantes neorrurales, o por la vía de fenómenos de neoextractivismo deri-
vados del consumo de suelo fértil para la industria de la construcción, entre
otras caracterizaciones (Feito y Barsky, 2021).

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314 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

se verifican de alguna manera –y con sus particularidades–


en el complejo periurbano:

1. frontera potencial, en la que el periurbano constituye


un territorio virgen para nuevos emprendimientos
urbanísticos;7
2. apertura de la frontera: actores sociales que desembar-
can a través de nuevos acondicionamientos del territo-
rio a los fines de su reproducción económica o social,
con situaciones de intrusamiento residencial protago-
nizadas por distintas clases sociales con distinto nivel
de sofisticación, o frentes inmobiliarios que se com-
portan como frentes pioneros;
3. expansión de la frontera: con apropiación o subdivi-
sión a mayor escala de la tierra en la medida en que el
proceso urbanizador se va profundizando;8
4. integración al resto de la sociedad: saturación por
urbanización, con pérdida del ambiente de frontera o
creciente pérdida de la ruralidad.9

Teniendo en consideración investigaciones más recien-


tes sobre el tema, como los aportes del Grupo de Estudios
sobre Fronteras y Regiones del Instituto de Geografía de

7 Horacio Capel (1994) se refirió críticamente a la mirada que generalmente


tiene la corporación de arquitectos al proyectar sus intervenciones profesio-
nales sobre el territorio periurbano, considerándolo como un espacio vacío a
ser civilizado.
8 De acuerdo al urbanista Alfredo Garay (2002:3), “los procesos de extensión,
consolidación y densificación son las fases de un proceso único de creci-
miento, comprendiendo el fenómeno en que unas ciudades crecen dentro de
otras”.
9 Con una mirada más centrada en la hibridación resultante, Fernanda Gon-
zález Maraschio (2012:96-97) sostiene que “el concepto de frontera alude al
lugar donde se enfrentan dos sistemas con racionalidades distintas. Enten-
demos que esto es lo que ocurre donde se encuentran el campo y la ciudad,
pero a la vez se producen procesos de integración y fusión sociocultural. […]
Dos lógicas diferentes y en transformación constante se encuentran en la
frontera rural-urbana conformando un territorio de alta complejidad y con-
flictividad lo que, sin embargo, no necesariamente implica desruralización”.

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 315

la Universidad de Buenos Aires, donde un conjunto de tra-


bajos actualizan la discusión sobre los diversos conceptos
vinculados con este campo de estudios (Braticevic, Tommei
y Rascovan, 2017; Benedetti, 2020; Salizzi, 2021), nociones
como formación social de fronteras10 o los nuevos procesos
de fronterización asociados a la globalización económica
dan cuenta de que en el periurbano no opera un único
proyecto de urbanización. Ello puede corroborarse en este
tipo de territorios a través de la creciente americanización
del estilo de vida de determinados sectores de la sociedad
localizados más allá del suburbio (la residencia en urbaniza-
ciones cerradas, la circulación por autopistas y la sociabili-
dad en centros comerciales); el emplazamiento de empresas
multinacionales en polígonos industriales localizados en las
coronas exteriores de las grandes urbes; o los nuevos proce-
sos migratorios profesionales hacia las afueras relacionados
con el teletrabajo; entre otros fenómenos.11
Sin embargo, en virtud de su condición de frontera
interna, el periurbano no constituye una preocupación geo-
política para el Estado en los términos de Manuel Correia
de Andrade (1995) o Bertha Becker (1997), sino que gene-
ralmente ha sido visualizado como un espacio marginal
en la consideración tecnocrática gubernamental. En ese
sentido, suelen ser los agentes económicos interesados en

10 “La categoría formación social de fronteras expresa particularidad y totalidad


de esferas productivas diversas, dentro de un espacio sin límites precisos o
estáticos, a partir de la siguiente idea: distintas relaciones de producción que
se estructuran de acuerdo con su funcionalidad a las normas de reproduc-
ción sistémica, y no como distintos modos de producción articulados entre
sí” (Braticevic, 2020:28).
11 Tomando en cuenta los aportes de Chambers y Castells, González Maras-
chio (2012:99) sostiene que “a partir de la expansión y difusión de las tecno-
logías de la comunicación, el campo y las afueras de las ciudades constituyen
cada vez más el locus de un mundo compartido y modelado de forma común.
[…] La ciudad postfordista crece de manera expandida a partir de las redes
intangibles de la sociedad de la información. Se conforman de este modo
exópolis, donde predomina el crecimiento de las ciudades ‘exteriores’ y
cobran importancia las fuerzas exógenas a la hora de conformar el espacio
urbano”.

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316 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

urbanizar quienes poseen una visión estratégica respecto


del potencial que presenta la interfase urbano-rural como
espacio a ser reconfigurado, aunque ello requiere necesaria-
mente de alianzas o interacciones con decisores de política
pública, especialmente a nivel local.12 A continuación, se
analizará cómo en los últimos años se ha incorporado cre-
cientemente la cuestión del periurbano en la agenda esta-
tal, tanto para el caso argentino en general como en la del
AMBA en particular.

El periurbano, en el radar de las políticas públicas

La instalación de la temática de la agricultura periurbana en


la gestión pública nacional estuvo directamente relacionada
con el avance de la denominada agricultura familiar en la
agenda política y social del país (Mosca y González, 2019).
Ello se debió a que desde 2004, Brasil –que cuenta con
una importante tradición en gestionar el desarrollo rural
desde esa perspectiva– presionó a los otros miembros del
MERCOSUR para que incorporaran la agricultura fami-
liar como cuestión medular en sus agendas estatales. En
consecuencia, desde 2005 se institucionaliza en Argentina
el Foro Nacional de la Agricultura Familiar, momento en
que el Estado articula con distintas entidades ruralistas para
avanzar en la iniciativa. El proceso de institucionalización
continúa profundizándose durante la administración kirch-
nerista hasta el año 2008, cuando las relaciones políticas
entre el Gobierno nacional y las organizaciones agrarias
más relevantes del país resultan fuertemente afectadas, en

12 Vale traer a colación un reciente trabajo de tesis sobre las transformaciones


socioespaciales del partido de Escobar, distrito epicéntrico de la tercera
corona de la Región Metropolitana de Buenos Aires en lo referido su afecta-
ción actual por intensos procesos de periurbanización. El mismo demuestra
la complejidad de alianzas que se tejen a nivel local para explicar la cocina
profunda de las decisiones que se ponen en juego a la hora de motorizar la
puesta en valor y transformación de esos espacios (Carrasco, 2019).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 317

virtud del profundo conflicto entre el Estado y el entrama-


do social agropecuario por el intento de implementación
de la Resolución 125 (medida que procuró cobrar derechos
de exportación móviles a las exportaciones de cereales y
oleaginosas ante el desmesurado aumento del precio de las
commodities en el mercado mundial, pero que fue contra-
rrestada políticamente por un importante lockout sectorial).
Desde ese momento de ruptura política, la administración
pasó a necesitar de otros actores de la agricultura familiar
para que oficien de interlocutores con el Estado, con lo
cual encontró en los productores periurbanos, particular-
mente los ubicados en los alrededores del AMBA –hasta
ese momento invisibilizados o indiferenciados del resto–,
a un nuevo tipo de agricultores con los cuales vincularse
y desde allí generar iniciativas destinadas a las pequeñas
producciones (Barsky, 2013).
Ello instaló políticamente en la agenda nacional a un
tipo de agricultura particular que, desde principios de la
década de 2000, venía proyectándose con impronta propia,
siendo promovida por una serie de políticas públicas muni-
cipales, provinciales y nacionales que venían implementán-
dose, con foco en los bordes del AMBA. Entre las mismas, se
pueden destacar el rol pionero de Pro-Huerta (programa de
promoción de la huerta urbana familiar creado en 1990 por
el INTA y el Ministerio de Desarrollo Social en un contexto
de crisis hiperinflacionaria, pero cuyo rol vuelve a forta-
lecerse a partir de la crisis del año 2001), la constitución
de grupos de productores a través del Programa Cambio
Rural bonaerense, la conformación del Instituto Municipal
de Desarrollo Económico Local en el municipio de Moreno,
del Instituto de Desarrollo Local en el municipio de Floren-
cio Varela, del Programa para la Promoción de la Agricul-
tura Sustentable en el municipio de Pilar; el Convenio entre
la Secretaría de Agricultura de la Nación y los municipios
de la Región Metropolitana de Buenos Aires para subsidiar
la agricultura periurbana; y la conformación de la Direc-
ción de Agricultura Periurbana en la provincia de Buenos

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318 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Aires (esta última, de corta duración). Posteriormente al


conflicto del año 2008 se impulsan: el Programa Nacional
de Agricultura Periurbana del Ministerio de Agricultura
de la Nación, la institucionalización de una agencia expe-
rimental de agricultura urbana y periurbana del Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria denominada INTA
AMBA, la primera en su tipo de Latinoamérica, y la confor-
mación de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Agricul-
tura Familiar en el Ministerio de Agricultura. A través de
estas iniciativas, diversos agentes públicos se involucraron
con pequeños productores del periurbano metropolitano
(mayoritariamente de nacionalidad boliviana) con el obje-
tivo de ayudarlos a mejorar sus prácticas de producción, a
implementar mercados de comercialización, y de informar-
les cómo regularizar sus situaciones de indocumentación,
entre otras acciones. En este sentido, habiéndose confor-
mado un capital de relaciones y experiencias institucionales
de muy alto valor, la agricultura familiar periurbana pasó
a tener una importante visibilidad en la agenda pública
nacional (el Plan Nacional de Agricultura Periurbana llegó
a 112 municipios de 13 provincias y las administraciones
provinciales y municipales de distintas regiones del país
comenzaron un activo proceso de institucionalización de
dependencias especializadas) (Barsky, 2018).
Con la asunción de la administración cambiemita a fines
del año 2015, adquirió centralidad un discurso de carác-
ter neomodernizador que sostenía la necesidad de poten-
ciar, a partir de la búsqueda de una creciente liberaliza-
ción económica, las exportaciones de cereales y oleaginosas
para transformar a la Argentina, según se afirmaba, en el
supermercado del mundo. La agricultura familiar –que trac-
ciona gran parte de la agenda de la agricultura periurba-
na– perdió prioridad en las decisiones gubernamentales.13

13 A partir del año 2016 se produce una importante desarticulación de la


Secretaría de Agricultura Familiar, Coordinación y Desarrollo Territorial
del Ministerio de Agroindustria, que se traduce en el despido de 300 perso-

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 319

Las nuevas intervenciones estuvieron destinadas a estimu-


lar una mayor capitalización del sector agroexportador a
través de la disminución o eliminación de retenciones y la
eliminación de regulaciones en la operatoria de comercio
exterior. En el año 2018, en el marco de una importante
crisis financiera que llevó al país a solicitar auxilio al Fondo
Monetario Internacional, se produjo una profunda rees-
tructuración en los organigramas nacionales: el Ministerio
de Agroindustria perdió su rango ministerial (adquirido en
el año 2008) y pasó a revestir como Secretaría. Asimismo,
se produjo una profunda reestructuración del área de Agri-
cultura Familiar que tuvo repercusión directa en el trabajo
de técnicos territoriales con llegada a distintas zonas del
país (muchos de ellos/as cesaron en sus funciones) (Barsky
y Pérez Martín, 2021).14

nas. Asimismo, se le devolvió al sindicato de la Unión Argentina de Traba-


jadores Rurales y Estibadores el control del Registro Nacional de Trabaja-
dores Rurales y Empleadores, que había pasado al control estatal en 2011
tras comprobarse enormes déficits de control de las condiciones laborales
en el interior del país y conformado el Registro Nacional de Trabajadores
y Empleadores Agrarios. En 2017 inicialmente se excluyó a productores
bolivianos y sus hijos argentinos en el acceso al programa de asociativismo
Cambio Rural (luego esto fue revertido, por lo inconstitucional de la medi-
da). En 2018, se eliminó el Monotributo Social Agropecuario, año en que
se registra la pérdida de estatus ministerial del Ministerio de Agroindustria
(pasa al rango de Secretaría). En el año 2019, se desactiva la Mesa Nacional
de Periurbanos Orgánicos, un espacio valioso generado desde la Dirección
de Orgánicos de la Subsecretaría de Alimentos y Bebidas de la Secretaría de
Agroindustria de la Nación (Barsky y Pérez Martín, 2021).
14 En este sentido, una serie de reformas se llevaron a cabo al interior del
INTA. En marzo de 2019, el Consejo Directivo aprobó el plan de reorgani-
zación institucional que tuvo como objetivos reducir un 20 % las estructuras
de la Dirección Nacional, Centros Regionales, Estaciones e Institutos de
Investigación y la eliminación de 25 Agencias de Extensión Rural. La elimi-
nación de agencias de extensión, las cuales se encuentran dentro de los pre-
dios de las estaciones experimentales, constituye un tema sensible, pues el
trabajo de dichas agencias es brindarles a los pequeños y medianos produc-
tores asistencia técnica. Tales medidas incluyeron el cierre de tres institutos
de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar
(IPAF), ubicados en las regiones de Patagonia, Cuyo y Nordeste Argentino
(NEA), cuyo rol en la elaboración de herramientas y asistencia técnica para

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320 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Sin embargo, como consecuencia de la instalación de la


temática de la agricultura periurbana que se había registra-
do durante los años anteriores, las agendas se reformularon,
pero continuaron activas a partir de su incorporación en
distintas jurisdicciones del interior del país, dando lugar
a diversos debates a nivel local. Durante toda la década
del diez, numerosas iniciativas provinciales y municipales
(discusiones sobre franjas de protección, buffers o escudos
verdes de transición agroecológica ante la emergencia de
conflictos ambientales por fumigaciones con agroquímicos)
implicaron distintos grados de involucramiento de la ciu-
dadanía (Barsky, Flores, Rivarola y Cassano, 2016).
Con el retorno del peronismo al gobierno, la agenda
de la agricultura familiar periurbana volvió a ser incorpo-
rada en el andamiaje de las políticas públicas nacionales.
Pero en un contexto diferente y adoptando otras improntas.
Se institucionalizó la Secretaría de Agricultura Familiar y
Campesina y la nueva Dirección Nacional de Agroecología
(pionera en nuestro país). La agenda adquirió una dimen-
sión más nacional-sectorial y agroecológica, quedando el
abordaje espacial del periurbano en general y del AMBA en
particular en un segundo plano. Los lineamientos vincula-
dos con el ordenamiento territorial en los alrededores de la
ciudad quedaron bajo la órbita de la política de suelos, la
cual se define desde el Ministerio de Desarrollo Territorial
y Hábitat. El objetivo principal de dicha política es, en un
contexto de agudo déficit habitacional, habilitar tierra para
la construcción de viviendas, es decir acondicionarla legal
y técnicamente a los fines de la urbanización. Por su parte,
en la provincia de Buenos Aires se promovieron disposicio-
nes a nivel agrario de características similares a las nacio-
nales: desde el Ministerio de Desarrollo Agrario también
se institucionalizó una Dirección Provincial de Agroeco-
logía (inexistente hasta ese momento) y se vehiculizaron

los medianos y pequeños productores habían sido de relevancia desde su


implementación (Notas, 19/3/19).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 321

instrumentos financieros destinados a financiar a actores de


la agricultura familiar y a promover las prácticas agroecoló-
gicas (Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, 19/6/20).

La irrupción de nuevos actores sociales del periurbano


políticamente empoderados

Como se mencionaba anteriormente, el abasto alimentario


del AMBA generado desde su periurbano –que es princi-
palmente hortifrutícola– involucra cotidianamente a una
región urbana de 15 millones de habitantes. En este sentido,
vale señalar que ese proceso está atravesado por distintos
niveles de gestión y decisión público-privados que com-
prenden a un complejo mapa de actores. El mismo está
integrado por: el Mercado Central de Buenos Aires (MCBA,
gerenciado por el propio Estado),15 los mercados mayoris-
tas del conurbano (mercados secundarios), la Gran Distri-
bución (híper y supermercadismo) y los nuevos espacios
nodales recientemente motorizados por las organizaciones
sociales. La fragmentación de la operatoria a nivel metro-
politano es la característica del conjunto, pues un aparato
estatal institucional diverso (nacional, provincial y munici-
pal) debe interrelacionarse con una heterogénea estructura
de agentes económicos (Barsky, 2020).16

15 A pesar de que el Mercado Central de Buenos Aires es uno de los pocos


organismos institucionalizados a nivel metropolitano (tiene representación
política tripartita de nación, provincia de Buenos Aires y Ciudad Autónoma
de Buenos Aires), desde las desregulaciones implementadas en la década del
noventa por la administración menemista declinó su función concentradora
con el paso de los años, alcanzando hoy en día a comercializar solo el 40 %
del volumen de frutas y hortalizas a nivel del AMBA (Pérez Martín y Barsky,
2021).
16 Hay, sobre todo a nivel del abasto frutihortícola, una enorme complejidad
de actores que también incluye –cada vez más– a sectores empresariales
productores de fotosíntesis high tech o de nueva agricultura de entorno controla-
do que se localizan en el periurbano. Los mismos aún no han sido suficiente-
mente visualizados por los estudios académicos (Barsky, 2022).

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322 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

De acuerdo al racconto realizado en el apartado


anterior, desde principios del presente siglo una serie
de iniciativas específicas tuvieron crecientemente como
destinatarios al universo de productores familiares del
periurbano. Asimismo, también se señaló que, como
resultado del cambio de administración y la asunción
del Gobierno macrista en 2015, se priorizó a partir
de ese momento a otro tipo de agriculturas extensi-
vas vinculadas con la agroexportación. Pero fue en el
AMBA, donde la agenda de la agricultura familiar y
periurbana había discurrido más en consonancia directa
con las políticas nacionales implementadas previamente,
donde hicieron su irrupción pública en los últimos años
una serie de organizaciones sociales con alto nivel de
empoderamiento político, destacándose dos: la Unión de
Trabajadores de la Tierra (UTT) y la Unión de Traba-
jadores de la Economía Popular (UTEP) ̶ perteneciente
al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), rama
Rural y vinculado con la Confederación de Trabajadores
de la Economía Popular (CeTEP) del Movimiento Evita.
Tales agrupaciones no solo lograron una importante
visibilidad a través de la organización de los denomi-
nados verdurazos (manifestaciones en el centro de la ciudad
de Buenos Aires), sino que han trascendido a la colecti-
vidad boliviana, integrando dentro de sus filas a parte de
un colectivo que históricamente tuvo bajo perfil y mayo-
ritariamente se comportó de manera reacia a la participa-
ción política abierta o confrontacional. Estos grupos, cuya
consolidación ha supuesto un desembarco en el territorio
urbano planificado desde sus alrededores, han planteado una
compleja agenda de demandas vinculada con su adscripción
simbólica periurbana: el acceso a la tierra, la meta de produ-
cir agroecológicamente y ampliar su radio de acción hacia
mercados mayoristas y minoristas de expendio con el obje-
tivo de vender alimentos a precios accesibles, con menor

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 323

incorporación de agroquímicos y destinados principalmen-


te a los sectores populares (Agroclave, 26/10/19).17
En este punto, se pueden mencionar determinadas ini-
ciativas recientes que adquirieron importancia. En septiem-
bre de 2018 la UTT abrió un local de venta minorista en el
barrio de Almagro y en marzo de 2019 el proyecto Más cerca
es más justo, vinculado con la Unión de Trabajadores Rurales
Sin Tierra y el Movimiento Nacional Campesino, con ase-
soramiento del Instituto para la Producción Popular, conta-
ba con 50 puntos de venta en Capital y Gran Buenos Aires.
Asimismo, en abril de 2019 la UTT, que ya venía operando
con el formato almacén de ramos generales, abrió el primer
mercado mayorista agroecológico en el partido de Lanús
y en diciembre de 2020 inauguraron el primer mercado
mayorista cooperativo Arredondo en Sarandí, Avellaneda.
En mayo de 2019 se organizó en el microestadio de Ferro-
carril Oeste de Buenos Aires el Primer Foro por un Progra-
ma Agrario Soberano y Popular, convocado por más de 80
organizaciones a nivel nacional y registró asistencia masiva.
Dividido en 23 comisiones temáticas, contó con el apoyo
de sectores académicos y políticos urbanos. A mediados de
ese año los líderes de la UTEP se encontraban abocados
al objetivo de presentar, ante el Parlamento nacional, una
Ley de Protección de los Cinturones Verdes, una iniciativa
de proyecto de ley que se denomina Ley de Protección y
Fortalecimiento de los Territorios Periurbanos Hortícolas
(TPH): Cinturones Verdes, Oasis y Valles Frutihortícolas,
de cuya redacción participó el autor de este trabajo (con-
vocado por la urbanista Beatriz Giobellina). La audiencia

17 La complejidad de las vertientes políticas que han dado lugar a la instalación


política de estas organizaciones y la trama de actores que las componen
excede la mención que se les hace en este trabajo. Sin embargo vale señalar,
por ejemplo, que la rama Rural del MTE ha planteado la necesidad de esta-
blecer colonias agroecológicas en tierras fiscales alrededor de las ciudades
para darle trabajo a población excluida del conurbano bonaerense, definien-
do una suerte de vuelta al campo o contraurbanización en términos utópi-
cos (el denominado Proyecto Artigas) (Proyecto Artigas, 15/10/20).

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324 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

pública se realizó en el Anexo de la Cámara de Diputados


de la Nación en marzo de 2020, días antes de que se esta-
bleciera el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio y
el Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio para la
mayor parte de la población urbana; quedando exceptuadas
las actividades vinculadas con la producción, distribución y
comercialización agropecuaria y el reparto domiciliario de
alimentos (UNGS, 12/3/20).
Con el advenimiento de la nueva administración
gubernamental, se registraron novedades de carácter polí-
tico que coincidieron con el inicio de la pandemia: un
representante proveniente de la UTT fue designado como
Director nacional del MCBA. Esto constituyó un desafío de
gran envergadura, en virtud de la trayectoria de los actores
que entraron en juego y la complejidad que supone ges-
tionar uno de los mercados mayoristas frutihortícolas que
mayor volumen de mercaderías transa a nivel mundial. Des-
de su arribo, la nueva conducción promovió el Compromiso
Social de Abastecimiento, un acuerdo de precios mayoristas
por bulto acordados semanalmente con 40 operadores, con
difusión de precios minoristas sugeridos para supermerca-
dos, almacenes y verdulerías. Asimismo, se implementó el
Programa de Abastecimiento Social para el Armado y Distribu-
ción de Bolsones de Verduras de Estación a Bajo Costo. En ese
momento, se le solicitó a la población que normalmente
se acercaba a hacer compras minoristas (150.000 personas
cada fin de semana) que se atenga al confinamiento obli-
gatorio y se procedió a protocolizar la operatoria de los
transportistas, operadores y manipuladores de alimentos
estableciendo un documento guía titulado Protocolo de Medi-
das Preventivas Covid-19. Mercado Mayorista de frutas y hor-
talizas. Otras medidas que tomó la conducción del MCBA
fueron: conformar un Área de Alimentación Sana, Segu-
ra y Soberana (educación alimentaria), la cual tuvo un rol
de muy alta relevancia en la distribución de bolsones ante
la recesión económica derivada de la situación pandémi-
ca; promover instancias de capacitación agroecológica y

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 325

certificación, ofreciendo a los productores capacitaciones


técnicas (talleres), espacio que se consolidó posteriormen-
te a través del Programa Agroecológico. Asimismo, se imple-
mentó el Programa de Reducción de Pérdidas y Valorización de
Residuos, entre otras iniciativas para destacar (Pérez Martín
y Barsky, 2021).
En un contexto excepcional como fue el de los dos
años de pandemia y confinamiento hogareño, no resulta
sencillo realizar una evaluación de la gestión del Mercado
bajo la órbita de la UTT como si se hubiera desempeñado
en condiciones de normalidad. Al momento de finalizar la
escritura del presente trabajo, las autoridades del MCBA
habían inaugurado –a fines de abril de 2022– la primera
nave mayorista destinada a la venta de productos de la agri-
cultura familiar. Un acontecimiento simbólicamente muy
significativo y que nuevamente pone en consideración la
agenda periurbana.18 Por otra parte, vale señalar que duran-
te este período la inercia inflacionaria en productos fru-
tihortícolas –producto del confinamiento hogareño y otras
causales macroeconómicas y sectoriales– superó con creces
la media general y, a pesar de la atomización de la oferta
metropolitana, esa situación no pudo ser revertida desde el
Mercado Central. Tampoco se ha registrado en los últimos
años una reconversión masiva de productores del periur-
bano hacia la agroecología, más allá de las iniciativas que
procuraron impulsarla y de que es muy dificultoso cuanti-
ficarlo (Barsky y Pérez Martín, 2021).
Por otra parte, vale señalar que la lógica política propia
de una organización proveniente de la militancia social que
caracterizó al manejo del Mercado, cuya impronta se tra-
dujo en varias de las iniciativas mencionadas, se aleja de
otras perspectivas más tecnocráticas que apuntan al orde-

18 Se anunció que “puesteros/as empiezan a comercializar productos prove-


nientes del cordón verde de Buenos Aires y de la provincia de Mendoza, con
la venta de, aproximadamente, 2200 bultos de verdura de hoja, tomate y fru-
ta” (MCBA, 20/4/22).

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326 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

namiento del abasto metropolitano bajo un ideario moder-


nizador.19 La conducción también enfrentó situaciones de
conflictividad, tanto con operadores como con miembros
del personal técnico, así como con integrantes de la pro-
pia organización (al momento de finalizar la redacción del
presente trabajo la UTT atravesaba una importante crisis
política interna). Asimismo, las publicaciones especializadas
con datos del Mercado se interrumpieron desde diciembre
de 2019 y desde hace décadas el MCBA no cuenta con un
centro de documentación que ponga en valor la historia de
la institución, entre otras falencias (Pérez Martín y Barsky,
2021). Sin embargo, lo que se quiere destacar en este docu-
mento es que la ocupación de un lugar tan estratégico como
es la dirección del MCBA por parte de una organización
social como la UTT, en tanto experiencia inédita, así como
la promoción de una nueva ley de cinturones verdes por
parte de la UTEP para que alcance estado parlamentario
contribuyeron a seguir avanzando en la profundización de
la agenda de la alimentación de cercanía (a nivel metro-
politano y nacional), con el enunciado explícito de que la
misma sea más accesible y saludable, y motorizada por pro-
ductores de la agricultura familiar en condiciones de mayor
inocuidad y acceso estable a la tierra. Estos emprendimien-
tos fueron llevados a cabo por nuevas generaciones de acto-
res políticos con militancia territorial en el periurbano y
apoyados por actores urbanos que sienten un alto grado de
identificación simbólica con este tipo de iniciativas (Unión
de Trabajadores de la Tierra, 9/6/21).

19 Durante el Gobierno macrista se pensó en reconvertir al Central en una pla-


taforma logística de grandes dimensiones o gran hub alimentario, en base a
una inversión privada estimada en cerca de 400 millones de dólares. Para
ello, se realizaron en 2016-2017 obras de mejoramiento de infraestructura
por alrededor de 200 millones de pesos, pero ante el deterioro de la situa-
ción económica general el proyecto quedó descontinuado (Pérez Martín y
Barsky, 2021).

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 327

Reflexiones finales

De acuerdo a González Maraschio (2012:97), “comprender


los territorios de frontera rural-urbana implica conocer las
dinámicas que ocurren tanto en un espacio como en el
otro, pero sobre todo, requiere analizar minuciosamente las
territorialidades híbridas que conjugan prácticas materiales
y simbólicas, y espacializan relaciones de poder”. Como se
ha mencionado, la secuencia de eventos políticos que se ha
procurado sistematizar en este trabajo, la creciente presen-
cia de una determinada agenda productiva periurbana en la
agenda pública general remite a una serie de acontecimien-
tos que tienen su origen en la crisis del 2002 y su evolución
posterior. Iniciativas que implicaron la institucionalización
de políticas municipales –la creación de agencias destina-
das a fortalecer la agricultura periurbana y/o familiar en
partidos del conurbano–, provinciales –la implementación
de Cambio Rural bonaerense y otras medidas para el sec-
tor– y nacionales, como la institucionalización de la agri-
cultura familiar a través del Mercosur, la conformación de
grupos Cambio Rural en el periurbano, el establecimiento
de subsidios para fortalecer la agricultura periurbana en
partidos del conurbano, la implementación del Plan Nacio-
nal de Agricultura Periurbana, la creación de la agencia
experimental INTA AMBA y la institucionalización de la
Secretaría de Desarrollo Territorial y Agricultura Familiar
en el Ministerio de Agricultura, entre otros. En definitiva,
una diversidad de políticas sociales y sectoriales con alcance
en actores del periurbano derivó, con el paso del tiempo,
en la conformación de movimientos sociales empoderados
que –con autonomía relativa, pero también en alianza con
sectores del Estado y sectores urbanos en un sentido más
amplio– terminaron promoviendo una militancia territo-
rial por nuevos patrones de alimentación, cuyos postula-
dos gozan hoy en día de aceptación en distintos sectores
de la sociedad.

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328 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Por lo tanto, se asiste a una creciente revalorización


social del abastecimiento alimentario de cercanía, las cade-
nas cortas de comercialización, la agricultura familiar, la
soberanía alimentaria y la agroecología. Temáticas que apa-
recen asociadas a una alimentación más saludable en la
agenda pública y que –tal como se ha descripto– han sido
motorizadas por movimientos sociales provenientes de la
agricultura familiar del AMBA, como la UTT y el MTE.
Tales opciones, presentadas como alternativas a los circui-
tos convencionales, se vieron fortalecidas en el contexto
del confinamiento hogareño de gran parte de la población
dispuesto por el Estado nacional, cuarentena que gravi-
tó en un aumento del consumo de frutas y hortalizas y
la multiplicación de nuevas modalidades comerciales. Las
organizaciones sociales, surgidas al calor de la militancia
territorial, pasaron a desempeñarse en calidad de gestoras
dentro del complejo mapa del abasto alimentario metro-
politano. Tales organizaciones manejan datos de mercado,
poseen conocimientos de logística, modalidades de venta,
motorizan determinados formatos de bocas de expendio,
etc. A ello se sumó el nombramiento de uno de los líderes
de la UTT al frente del principal mercado concentrador
frutihortícola del país.
En definitiva, la irrupción simbólica de estos actores
sociales provenientes del cinturón verde del periurbano en
la vida urbana ha constituido todo un dato en la esfera
política de los últimos años. Aunque vale señalar que si bien
los postulados de esos movimientos sociales se enmarcan
en una agenda territorial que se referencia en la ruralidad
periurbana, muchos de sus liderazgos poseen procedencia y
know how urbanos, lo cual refuerza la noción de hibridez a
la que se hacía referencia, aunque desde lo representacional
la dicotomía rural-urbana continúe vigente (Sili, 2002).
Para finalizar, vale traer a colación un manual clásico
sobre horticultura argentina, dirigido por Martha Vigliola
(1991). En el mismo se clasificaba a las zonas hortícolas de
nuestro país en tres tipos, considerándolas por separado:

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 329

cinturones verdes (quintas o huertas familiares que rodean


a los grandes centros urbanos y producen verdura de hoja
y hortalizas de estación de proximidad); zonas hortícolas
especializadas (huertas especializadas en pocos cultivos, con
presencia de mano de obra asalariada); y áreas de horticul-
tura extensiva (zonas con cultivos mecanizados donde se
siembran superficies significativas, se los rota con cultivos
no hortícolas y el destino de la producción puede ser indus-
trial). En el presente trabajo se ha procurado denotar la
emergencia de determinados tipos sociales que operan en el
entramado campo-ciudad hibridando ese radio de articula-
ción territorial.20 A ello habría que agregar que su correlato
geográfico, es decir, las diversas expresiones espaciales que
se manifiestan en el complejo periurbano, en tanto frontera
móvil y cambiante, deberían contribuir –considerando un
universo más amplio de actores y situaciones productivas
que trascienden a zonificaciones tipológicas sectoriales– a
la construcción de nuevos esquemas de abordaje del con-
tinuum urbano-rural.

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20 Un reciente trabajo de tesis (Dalmasso, 2022) demuestra que en el periur-


bano del Gran Mendoza una serie de agentes económicos operan activa-
mente por fuera de la agricultura familiar incorporando nuevas tierras de la
periferia ampliada a sus estrategias productivas, sin ser necesariamente des-
plazados por la urbanización en el frente de contacto urbano-rural. Ello se
da en un marco de concentración económica de la estructura agraria, lo que
les permite a tales actores desenvolverse a otra escala territorial.

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Autoras y autores

Andrés BARSKY
Doctor en Geografía (Universidad Autónoma de Barcelona,
España), Master en Estudios Sociales Agrarios (FLACSO)
y Profesor/Licenciado en Geografía (UBA). Investigador
Adjunto CIC CONICET y Coordinador de Investigación
del Área de Ecología, Instituto del Conurbano (UNGS).
Profesor adjunto del Departamento de Ciencias Sociales
(UNLu).
Contacto: [email protected].

María Mercedes CARDOSO


Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investiga-
ciones Científicas y Técnicas, Argentina. Profesora de las
cátedras Ordenamiento y Planeamiento Territorial y Geo-
grafía Urbana, Facultad de Humanidades y Ciencias, Uni-
versidad Nacional del Litoral. Doctora en Geografía por la
Universidad de Salamanca, España. Presidente del Progra-
ma Red Latinoamericana de Estudios del Rururbano (entre
2019 y 2021).
Contacto: [email protected].

María Eugenia COMERCI


Doctora en Ciencias Sociales. Magister en Estudios Cultu-
rales. Prof. y Licenciada en Geografía. Investigadora Adjun-
ta del CONICET/UNLPam, Departamento de Geografía.
Profesora Asociada Regular de Geografía de Argentina.
Directora de la Revista Huellas, del Instituto de Geogra-
fía (UNLPam). Categoría II en el Programa Nacional de

teseopress.com 335
336 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Incentivos. Directora de diversos proyectos de investiga-


ción, extensión y voluntariado en temas vinculados con el
avance de la frontera productiva y acceso a la tierra o refe-
ridas a las estrategias de reproducción social en la provincia
de La Pampa. Autora de libros, capítulos de libro y artículos
científicos en revistas nacionales e internacionales.
Contacto: [email protected].

Ingrid DE JONG
Doctora en Antropología e Investigadora Independiente del
CONICET. Profesora Titular de Etnohistoria en la Univer-
sidad Nacional de La Plata y Profesora Adjunta del Semi-
nario Anual de Investigación en la Universidad de Buenos
Aires. Dirige proyectos de investigación en Antropología
Histórica dedicados a la reconstrucción de los procesos de
relacionamiento interétnico en las fronteras de las Pampas
y Norpatagonia.
Contacto: [email protected].

Sebastián GÓMEZ LENDE


Doctor en Geografía por la Universidad Nacional del Sur
(Bahía Blanca) e Investigador Independiente del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONI-
CET), desempeñándose en el Instituto de Geografía, Histo-
ria y Ciencias Sociales (IGEHCS), CONICET-Universidad
Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Tan-
dil). Actualmente, sus principales líneas de trabajo abor-
dan las problemáticas de la acumulación por desposesión,
el extractivismo y los circuitos productivos regionales en
Argentina.
Contacto: [email protected].

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 337

Sol LANTERI
Doctora en Historia (UNICEN, Tandil). Profesora de Histo-
ria de América en la Universidad de Alcalá e Investigadora
del IELAT-UAH, España. Investigadora Adjunta del CONI-
CET y Secretaria de la Red de Estudios Rurales, Progra-
ma de Estudios Rurales, Instituto de Historia Argentina y
Americana “Dr. Emilio Ravignani”, FFyL-UBA/CONICET,
Argentina (en licencia). Investigadora Asociada al GEFRE,
FFyL-UBA.
Contacto: [email protected].

Gabriela Inés MALDONADO


Licenciada y Profesora en Geografía, Doctora de la Univer-
sidad de Buenos Aires y Posdoctora en Ciencias Sociales,
de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es Inves-
tigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas-CONICET, trabaja en el Instituto de
Investigaciones Sociales, Territoriales y Educativas, y Pro-
fesora Asociada de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
Contacto: [email protected].

Juan Luis MARTIRÉN


Doctor en Historia por la Universidad Nacional del Centro
de la Provincia de Buenos Aires e investigador adjunto del
Conicet, con sede de trabajo en el Instituto de Historia
Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Se ha espe-
cializado en temáticas relativas a la historia económica y
agraria del Río de la Plata entre los siglos XVIII y XIX, sobre
las cuales ha publicado en revistas académicas nacionales
e internacionales.
Contacto: [email protected].

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338 • Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios

Victoria PEDROTTA
CONICET / Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y
Antropológicas de la Universidad Maimónides y Fundación
Félix de Azara / Facultad de Ciencias Naturales y Museo de
la Universidad Nacional de La Plata.
Contacto: [email protected].

Tania PORCARO
Doctora en Geografía por la Universidad de Buenos Aires
y becaria posdoctoral de CONICET (Argentina), con lugar
de trabajo en el Instituto Multidisciplinario de Historia y
Ciencias Humanas (Ciudad de Buenos Aires). Es investiga-
dora y co-coordinadora del Grupo de Estudios sobre Fron-
tera y Regiones del Instituto de Geografía (UBA).
Contacto: [email protected].

Germán ROSATI
Especialista en métodos de Machine Learning aplicados a
las ciencias sociales, particularmente al estudio de la estruc-
tura social y agraria y al análisis automático de textos.
Es investigador asistente del CONICET. En la EIDAES-
UNSAM se desempeña como docente, coordina el labo-
ratorio factor~data y la Diplomatura en Ciencias Socia-
les Computacionales y Humanidades Digitales. Además, es
investigador del PIMSA y del PERyG. Doctor y licenciado
en Sociología (UBA) y magíster en Generación y Análisis de
Información Estadística (UNTREF).
Contacto: [email protected].

Esteban SALIZZI
Doctor y licenciado en Geografía por la Universidad de
Buenos Aires. Investigador Asistente del Consejo Nacio-
nal de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
con sede de trabajo en el Instituto de Geografía de la

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Fronteras: aportes para la consolidación de un campo de estudios • 339

Universidad de Buenos Aires. Coordinador en el Grupo de


Estudios sobre Fronteras y Regiones (GEFRE) y editor res-
ponsable de la Revista Transporte y Territorio (Programa
Transporte y Territorio) del Instituto de Geografía de la
Universidad de Buenos Aires.
Contacto: [email protected].

Ramiro SEGURA
Lic. en Antropología (UNLP) y Dr. en Ciencias Sociales
(UNGS-IDES). Investigador Independiente del CONICET,
con sede en la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios
Sociales, Universidad Nacional de San Martín (EIDAES/
UNSAM). Profesor Titular de Estudios Sociales Urbanos en
la misma universidad y Profesor Titular de Introducción
a la Teoría Social en la Universidad Nacional de La Plata
(UNLP), donde dirige el Laboratorio de Estudios en Cultura
y Sociedad (LECyS). Es autor de Vivir afuera. Antropología
de la experiencia urbana (2015) y Las ciudades y las teorías.
Estudios sociales urbanos (2021).
Contacto: [email protected].

Marcela TAMAGNINI
Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Cór-
doba, Magister en Estudios Latinoamericanos por la Uni-
versidad Nacional de Río Cuarto, Profesora y Licenciada
en Historia por la misma universidad. Certificación de Pos-
doctorado otorgada por la Universidad Nacional de Rosa-
rio. Docente e investigadora del Departamento de Historia,
Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional
de Río Cuarto. Es directora de la Revista TEFROS. Autora
de libros y artículos que han puesto en valor documenta-
ción de autoría indígena del siglo XIX.
Contacto: [email protected].

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