Desarrollo Del Yo Social - Clase 3

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 2

Desarrollo del Yo Social - Representación de roles - Comparación Social - Experiencias de éxito y

fracaso - El Juicio de los demás. PSICOLOGIA SOCIAL - Clase 3. 14 / 03/ 2023

El yo social y su desarrollo.

La construcción de la personalidad y sus manifestaciones conductuales son, en gran parte, un fenómeno


social. Esto nos lleva a concentrar nuestra atención en las consecuencias que la interacción social produce
en la personalidad del individuo, puesto que, en múltiples aspectos, desde el condicionamiento de la
mayoría de las conductas, o la formación de los esquemas básicos de valores y normas, hasta la
consolidación del propio autoconcepto personal y social, se puede percibir la huella de la influencia de los
demás, individuos y grupos, sobre el hombre como unidad personal. Porque, en realidad, incluso la misma
percepción es un proceso subjetivo totalmente condicionado por lo social, como explicó de forma certera
Schopenhauer en “El mundo como voluntad y representación”. Así pues, cada persona tiene su peculiar
forma de entender la realidad, condicionada por sus experiencias previas y por sus necesidades personales,
mucho más lejos de lo que se suele creer de las dimensiones objetivas de esa realidad.

Desde niños, aprendemos a ver el mundo como lo ven los demás, nos fijamos más en unas cosas y menos
en otras, lo cual varía según el tipo de sociedad del que se forma parte, porque ella misma, al proponer
unas metas y manifestar unas exigencias, determina que el sujeto perciba fijándose más en unos aspectos
que en otros. El idioma que aprendemos, por ejemplo, está condicionando nuestra manera de entender la
realidad, ya que nos selecciona los objetos o conceptos a los que debemos atender de modo preferente, al
poner a nuestra disposición las palabras para nombrarlos. En efecto, preparados desde el nacimiento para
la vida de relación, los humanos y otros animales sociales como los primates se relacionan estrechamente
con los individuos y grupos de su especie. Y es precisamente en esa interacción con los demás como se
establece la noción de uno mismo, el conocimiento propio.

El yo social se refiere a cómo nos percibimos con relación a otra gente. Involucra la construcción de
relaciones, la empatía, y la comunicación. Un yo social saludable, o no tan saludable, también impacta su
bienestar mental general y las habilidades para cumplir con las metas. Eso se debe a que mucho de nuestro
mundo es social e incluye interacciones con otros.

Identidad social: Es el aspecto “nosotros” de nuestro autoconcepto. La parte de la respuesta a “¿quién


soy?”, que viene de nuestra pertenencia a ciertos grupos. Ejemplo: “soy paraguayo, soy católico, soy
colorado”.

Indicadores de un yo social positivo.

- Un sano sentido de la autoestima, incluyendo la imagen corporal.


- Fuertes conexiones y lazos emocionales con amistades y familiares.
- Habilidad para comunicarse de forma efectiva y apropiada con otros, tanto verbal como no
verbalmente.
- Empatía y comprensión de las perspectivas de otra gente.
- Un refuerzo en la confianza, interfiere con los vínculos emocionales de forma más asertiva y
positiva. Esta confianza también puede ayudar a establecer límites, defender sus opiniones, y pedir
ayuda cuando sus necesidades no son satisfechas.
Los roles que representamos.
A medida que asumimos un nuevo rol (estudiante universitario, padre de familia o vendedor) inicialmente
podemos sentirnos conscientes de ese papel. No obstante, de manera gradual, lo que comienza como la
representación de un papel en el teatro de la vida se va incorporando a nuestra percepción del yo. Por
ejemplo, al asumir un rol podemos hablar en defensa de algo en lo que en realidad no hemos pensado
mucho. En tales casos, luchamos para justificar nuestros actos. Aún más, observarnos a nosotros mismos
llega a resultar revelador; entonces nos percibimos como defensores de los puntos de vista que
expresábamos. La actuación se convierte en realidad.
Comparación social.
Es la evaluación de las habilidades y opiniones sobre sí mismo al compararse con los demás.
Nuestro autoconcepto, la percepción de lo que somos, contiene no solamente nuestra identidad personal
(la percepción de nuestros atributos personales), sino nuestra identidad social. La definición social de quién
se es (raza, religión, sexo, especialización académica, etcétera) implica una definición de lo que no se es. El
círculo que “nos” incluye, excluye “a los demás”.
El juicio de los demás.
Los logros refuerzan el autoconcepto cuando nos vemos reflejados en las valoraciones que de nosotros
hacen los demás. Cuando los otros tienen una buena opinión de nosotros, eso nos ayuda a tener una buena
opinión de nosotros mismos. Los niños a quienes los demás catalogan como bien dotados, juiciosos y
serviciales tienden a incorporar tales ideas en su autoconcepto y en su comportamiento. Si los estudiantes
de una minoría se sienten amenazados con estereotipos negativos de habilidad académica, o las mujeres
se sienten amenazadas por bajas expectativas en su desempeño en las matemáticas y en las ciencias,
pueden “desidentificarse” con estos campos. En lugar de luchar contra tales prejuicios, pueden identificar
sus intereses en otra parte. Lo que importa para nuestro autoconcepto no es lo que los demás en realidad
piensen de nosotros, sino lo que nosotros percibimos que los demás piensan. En parte porque la mayoría
de las personas se sienten más libres para elogiar nos que para criticarnos, algunas veces sobreestimamos
su valoración, lo cual hace que nuestra autovaloración llegue a estar un poco sobreestimada. La
sobrevaloración del yo, como analizaremos, se encuentra de forma más acentuada en los países
occidentales. Los japoneses que visitan Norteamérica se ven sorprendidos de manera rutinaria por la gran
cantidad de palabras de elogio que los amigos se expresan mutuamente. Cuando él y sus amigos
preguntaron ¿cuánto hace que elogió a alguien por última vez?, la respuesta modal de los estadounidenses
fue un día. En Japón, donde la gente es educada no tanto para sentir orgullo por el logro personal, sino para
sentir vergüenza por defraudar a los demás, la respuesta modal fue cuatro días. La suerte de nuestros
ancestros dependía de lo que los demás pensaran de ellos. Sus posibilidades de supervivencia aumentaban
si estaban protegidos por el grupo. Había, por ello, sensatez en su sentimiento de vergüenza y baja
autoestima cuando percibían la desaprobación del grupo. La autoestima, afirman, es un calibrador
psicológico por medio del cual observamos y reaccionamos ante la forma en como nos valoran los demás.
Explicaciones para los eventos positivos y negativos - Experiencias de éxito y fracaso.
De cuando en cuando, los experimentadores han encontrado que la gente fácilmente acepta el crédito
cuando se le dice que ha tenido éxito (atribuyendo el éxito a su habilidad y esfuerzo); sin embargo,
atribuyen el fracaso a factores externos tales como la mala suerte o la “imposibilidad” inherente para
resolver el problema. De manera semejante, al explicar sus victorias, con frecuencia los atletas se dan
crédito a sí mismos, aunque atribuyen las pérdidas a algo externo: malos frenos, llamadas equivocadas del
árbitro, el enorme esfuerzo del otro equipo o el juego sucio. Las situaciones que combinan destrezas y
suerte (como juegos, exámenes, solicitudes de trabajo) encajan de manera especial en este fenómeno; los
ganadores pueden atribuir fácilmente su éxito a sus habilidades, mientras que los perdedores suelen
atribuir su pérdida a la suerte.

Se nos educa para que no tengamos errores y ese es el mayor de los errores. Para tener éxito
debes equivocarte, por lo menos, el doble de veces que la gente que no lo tiene. El fracaso, es solo
un escalón, en la escalera que lleva hacia el éxito.

También podría gustarte