Cuentos Realistas 3ºeso

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CUENTOS REALISTAS 3º ESO

120 días. Autor: CDMARIPOSA9

Estoy tumbado e intento incorporarme, pero un fuerte dolor en la cabeza me retiene,


abro los ojos y observo que estoy en una habitación de hospital, a mi derecha veo a una
mujer dormida, tiene un aspecto joven con unos 20 años, pero no la reconozco. Intento
volver a moverme pero me doy cuenta de que estoy retenido por un vendaje duro que
me cubre de cintura para abajo y no puedo moverme, ¿qué me ha pasado?
Oigo que la mujer de mi derecha se despierta y me mira con una sonrisa en los labios,
“buenos días Diego, ¿Cómo has dormido?” La miro extrañado, no sé quién es esta
mujer pero parece que ella si me conoce, ¿Cómo me ha llamado? ¿Diego? no puedo
evitar preguntarle. ¿Quién es usted? Observo cómo sus ojos se llenan de lágrimas e
intentando sonreír me responde:
“Diego soy tu hermana Anna ¿no te acuerdas?” --al ver que la miro extrañado continúa-
-, “llevabas meses desaparecido, y antes de ayer llamó a la comisaría un hombre muy
preocupado diciendo que en la A-1 92 un motorista se había pasado del límite de
velocidad, había perdido el control y se había caído, que habían intentado ayudarle pero
estaba muy lastimado e inconsciente, eras tú Diego. La felicidad me recorrió el cuerpo
al saber que por fin te había encontrado pero la preocupación fue mayor porque habías
tenido un accidente y aquí llevas desde entonces.”
Estuve atento a toda su explicación, pero por más que me esforzaba no llegaba a
recordar nada, entonces se me vienen al pensamiento una serie de ideas, suponiendo que
todo lo que dice “Anna” es verdad: ¿Qué me ha pasado en esos 4 meses desaparecido?
¿Y tiene eso algo que ver con el accidente? Muchas dudas asaltan mi cabeza pero se ven
interrumpidas cuando un enfermero entra a la habitación y con una aguja inyecta un
líquido en un artefacto que conecta mi brazo a una bolsa y siento cómo poco a poco voy
perdiendo el conocimiento hasta que me duermo.
Cuando me despierto recuerdo todos los acontecimientos por los que el otro día tuve
que pasar y un sentimiento de inquietud recorre mi cuerpo. Al abrir los ojos veo que ya
no queda rastro de ese vendaje duro que me cubría las piernas y ya no tengo ese dolor
de cabeza, me levanto de la cama y salgo de la habitación. Me cruzo con una enfermera,
antes de que pueda preguntarle cómo salir de aquí, aparece Anna con un aspecto
horrible, se le nota que esto le está afectando igual que a mí.
-- “Hola Diego ¿cómo estás? Ya te han dado el alta, podemos irnos a casa.” --Asiento,
pero las dudas siguen asaltándome.
Nos sentamos en el coche, y yo me siento agobiado, recuerdo estar atrapado en un
maletero, atado de pies y manos, y risas, muchas risas. Me falta el aire y no puedo
respirar, entonces siento las manos heladas de Anna y escucho su voz, “relájate Diego,
relájate”. Intento respirar con normalidad y al final acabo calmándome.
Al llegar a la casa un sentimiento de nostalgia me viene a la mente pero lo aparto
rápidamente porque sigo sin recordar nada.
El siguiente mes pasa de forma muy natural y Anna me enseña cosas de las que me
había olvidado y son imprescindibles para vivir, sigo sin saber nada de mi pasado, pero
por lo menos ahora puedo actuar y como una persona normal y no ser siempre el centro
de atención. Anna me acompaña a todos lados, porque dice que no quiere que me
pierda, aunque en el barrio en el que vivimos ya siento que puedo ubicarme y al cruzar
las calles siento que sé por dónde voy y no puedo evitar pensar que eso tiene que ver
con algo que no llego a recordar. Llegamos a la tienda y noto un fuerte dolor en la
cabeza y en la espalda, caigo al suelo inmediatamente y al intentar moverme no puedo,
alguien o algo me lo impide, entonces es cuando escucho: “Diego López está detenido
por plantear y llevar a cabo un asesinato y secuestro”
Continuará……
PROBLEMAS PASAJEROS (Francisca)

El 29 de octubre de 1981 en una familia numerosa formada por un padre, una madre y 6
hijos, nació el ultimo pequeño, un increíble niño, al que sus padres llamaron Francisco,
pero desde el primer momento él hizo saber a la gente que su nombre era Paco, un niño
que a pesar de que mucha gente lo tacharía como un niño problemático simplemente por
el hecho de tener una “enfermedad”, la cual era diagnosticada como Síndrome de
Down, sin embargo sin embargo suponía precisamente esa “esencia” que faltaba en esa
familia: era un niño alegre, feliz, cariñoso y bueno, he de admitir que un poco cabezón
en sus cosas, pero, bueno, nada del otro mundo, simplemente igual a todos en ese
aspecto.
Al cabo de 10 años, tras una infancia en la que siempre estaba esa persona que le decía
es que tu…..pues no eres igual que nosotros porque tú quieras o no….eres diferente, a él
le daba igual lo que la gente dijera y tras un tiempo, empezó a demostrar que SÍ, que era
diferente, pero no como esas personas le decían sino, diferente a los demás porque pese
a lo que estas personas le decían, él se hacía ver, y de una manera u otra hacía notar que
no sólo por tener esta discapacidad ya no podía hacer nada porque supuestamente él era
inferior a los demás. Un día le pidió un favor a su madre, y le dijo: “Mamá, yo quiero
ser alguien importante en esta vida”, y su madre le dijo…”Pero… a ver, Paco, tu ya eres
importante”; y él le respondió: “Sí, pero quiero que la gente sepa, y que los que tienen
cualquier tipo de problema como yo, que no tienen que sentirse inferiores por nada del
mundo, al revés, que hagan como yo y cumplan todos, absolutamente todos sus sueños
y pensamientos para poder hacer en un futuro. Días después, empezó a ir a atletismo y a
tiro con arco, cuando empezó a enseñar sus cualidades, que sus entrenadores vieron que
se le daba bastante bien y ponía bastante empeño, empezaron a llevarlo a competiciones
en las cuales de ninguna salía sin un pequeño trofeo que era su sonrisa.
Sin embargo, empezó a decaer cuando veía que las primeras competiciones las estaba
perdiendo y que una vez más se volvieron a meter con él, con su aspecto físico. Enlazó
una racha un poco mala en los resultados pero gracias al apoyo de su familia y de sus
profesores, al cabo de 15 días consiguió remontar y dejar la opinión de los demás en
otro sitio: comenzó de nuevo a ir a entrenar todos los días y volvió a ir a campeonatos
tanto de atletismo como de tiro con arco y como sólo buscaba demostrase a sí mismo
que no hay mal que por bien no venga, empezó a ganar todos estos campeonatos y a
sentirse seguro de sí mismo y alegre.
Sus entrenadores y su familia y amigos veían su evolución y el cambio de actitud de las
personas que se metían con él o lo menospreciaban: ahora intentaban juntarse con él, ya
que todo el mundo decía que era el mejor y demás pero estas personas creían que Paco
no los quería en su grupo de amigos por las anteriores críticas. Un día Paco se los cruzó
y los invitó a que se unieran al grupo de amigos, y cómo estos le preguntaban cómo era
que los aceptaba y no mostraba desprecio alguno, Paco les explicó que todos los
problemas son pasajeros, que no había nunca que despreciar a nadie y que él, que había
sido ninguneado y despreciado, no estaba dispuesto a hacer lo mismo, que quien
desprecia a otra persona a quien hace daño es a él mismo en lugar de al despreciado.
Semanas mas tarde, ya todos eran auténticos amigos, se hicieron una piña, se apoyaban
y respetaban unos a otros y Paco volvió a estar alegre puesto que con su ejemplo
cambió el pensamiento de la gente: con amor, compresión y dedicación los problemas
son pasajeros.
UN BUEN COMIENZO. Correcaminos04

La azafata anunció que aterrizarían en el Aeropuerto de España en quince minutos.


Lucas, un adolescente de quince años recién cumplidos, ojos claros, piel morena y
cabello oscuro, miró la hora en su reloj, eran las siete de la mañana del día sábado
cuatro de julio.
En España estaban en invierno. Se puso la bufanda y el gorro de lana. Su madre, sentada
a su lado, guardó en su bolso de mano el libro que venía leyendo. El padre de Lucas se
despertó sobresaltado tras el anuncio de la azafata.
Diez horas antes habían partido de Uruguay. Lucas pensaba en lo mucho que extrañaría
su ciudad natal, sus amigos, su gente y hasta el clima.
Se quedarían a vivir en España, así que tendría que hacerse nuevos amigos. De todas
formas, no se dejaría de comunicar con sus amigos de Uruguay.
Se instalaron en su nuevo hogar en la ciudad de Málaga. El lunes, temprano por la
mañana, Lucas se fue al colegio, situado a pocas cuadras de su casa.
Por suerte, había estudiado español, lo cual facilitaba la comunicación entre sus
compañeros y los profesores.
En el primer recreo se acercaron los niños de la clase a saludarlo, David, moreno con
ojos claros, y Ale, negrito y alto. Enseguida se hicieron amigos. Cuando dijo de dónde
venía, los chicos se sorprendieron y comenzaron a hacerle preguntas acerca de las
costumbres uruguayas.
A mitad de la mañana entró la Directora en la clase y les contó que se iba a realizar un
Festival con varios objetivos, uno de ellos era recaudar fondos para la fiesta de fin de
curso y el otro era difundir los Derechos Humanos.
La idea era armar una feria enfrente del colegio y vender productos hechos por los
alumnos, que tuvieran alguna relación con el tema.
Esa tarde, Lucas pensaba qué podrían hacer para el Festival, a él le interesaban mucho
los Derechos de los niños. David y Ale lo habían invitado a diseñar algo juntos.
No quería hacer carteles ni folletos porque era lo que todos hacían siempre, además,
después nadie los leía ni reflexionaba sobre el tema.
Tenía que haber alguna manera de hacer que la gente prestara atención e intente hacer
algo por ayudar a los niños y adolescentes que hoy en día, en distintas partes del mundo,
son discriminados por su color de piel, por hablar otro idioma, tener distintas
posibilidades, ser gordo, alto, flaco o bajo. Muchos tienen que trabajar en horribles
condiciones para sobrevivir y otros son sometidos a actos de violencia. Para lograr el
objetivo de que a cada niño se le respeten sus Derechos, se requería de mucho trabajo y
esfuerzo y Lucas estaba dispuesto a hacerlo. Cuando él entró a clase esa mañana, nadie
se burló de sus características, ni de sus costumbres; cuando contó cuál era su país natal,
tampoco se rieron de su nombre, de su forma de pronunciar las palabras en español. Eso
era lo que se merecían todos los niños del mundo, respeto e igualdad.
Se le ocurrió hacer un video con imágenes y fragmentos de documentales que mostraran
las distintas formas de violación de los Derechos de los niños. Se lo contó a David y
Ale, éstos enseguida estuvieron de acuerdo y se pusieron a trabajar.
Una semana y media después, tenían hecho el video grabado para la defensa de los
Derechos de los niños.
El día del Festival pusieron la pantalla grande encima del escenario y reunieron un
número importante de personas para ver el video. La respuesta fue muy buena,
quedaron sorprendidos por el trabajo de los chicos.
Mientras caminaba de regreso a su casa, Lucas recordaba con alegría la reacción de la
gente y pensaba en lo importante que es ver las cosas para entenderlas y ponerse en el
lugar del otro.
Lo mejor que cada ser humano podría hacer, sería no quedarse con las imágenes de
violencia, como pueden ser de niños maltratados, e intentar cambiarlas por imágenes de
solidaridad, respeto, convivencia pacífica y generosidad.
Lucas, que había viajado desde el norte del continente, no dudó en emprender un nuevo
camino para reivindicar los Derechos de los niños, demostrando que ésta es una
cuestión sin fronteras.
UN FUTURO JUNTO A TI. Patito 26
~No te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes~, esta es la típica frase que dice
todo el mundo, aunque nosotros nunca nos hemos sentido identificados con esto,
siempre nos hemos valorado y respetado, sabíamos lo que teníamos en todo momento,
aunque no sabíamos cuánto duraría.
Nuestra historia empezó hace unos cuantos años, cuando yo tenía doce y él trece. Era
verano, unas amigas me invitaron a una fiesta, en el local de unos amigos y aunque no
estuviese del todo convencida accedí. Yo era la típica tímida que no conocía a mucha
gente y me quedé sentada con Paloma, que estaba cansadísima de bailar. Entonces se
acercaron unos chicos, ella los conocía pero yo no. Estuvimos hablando y la verdad es
que me cayeron muy bien. Mi amiga me dijo que le había gustado a uno de ellos pero
yo solo buscaba amistad, pues acababa de terminar una relación y no me apetecía estar
con nadie. Al día siguiente me levanté y al coger el móvil recibí un mensaje. Era Dani,
el chico que había conocido. Paloma le había dado mi número y comenzamos a hablar.
Él me dejó claro que le gustaba, pero yo necesitaba tiempo. Seguíamos hablando todos
los días, aunque no llegamos a quedar porque como empezó el instituto estábamos muy
ocupados. Pasaron los meses y se convirtió en alguien imprescindible para mí, le cogí
mucho cariño y sabía que podía confiar en él, pero también sabía que era el tipo de niño
que iba de flor en flor. Esto me hacía no decirle lo que sentía, tenía miedo de
engancharme y que él no sintiese lo mismo.
Dani, al creer que solo lo veía como un amigo, no dejó de hablar con otras chicas y
empezó a salir con una de ellas, Andrea. Cuando llegué a casa le llamé, como siempre y
al ver que estaba en otra llamada lo vi venir. Él me lo contó. Yo fingí alegrarme por
ellos, aunque en el fondo estaba destrozada. Dani lo notó, y ahí fue cuando me di cuenta
de lo que sentía, realmente lo quería. No paraba de preguntarme por qué me molestaba
tanto, y al final se lo confesé. Se quedó alucinando durante unos instantes, no se lo
esperaba, pero le sorprendió para bien. Dejó a Andrea por mí, decidimos quedar y no
nos resistimos, ahí empezó todo.
Ya llevábamos más de un año como pareja. Nuestra relación era muy pasional, nos
queríamos muchísimo, aunque las desconfianzas y celos perduraban. Teníamos
problemas constantemente, nos daba miedo perdernos y más de una vez lo dejamos,
aunque volvíamos enseguida, no aguantábamos estar el uno sin el otro. Llegamos a un
punto en el que ambos decidimos olvidarnos de todo lo ajeno, y centrarnos en nosotros
y en disfrutar. Estábamos en nuestro mejor momento, conseguimos no enfadarnos,
arreglar nuestros problemas y no hacer caso de lo que decían terceras personas.
Cuando pensábamos que nada podría ir mal, llegó una noticia que jamás pensé que
llegaría. Ámbar, la madre de Dani había comprado unos billetes hacia Londres, se
mudaban. Él me lo contó, pero no reaccioné, no podía llegar a imaginarme no volverlo a
ver, ahí me planteé todo, y aunque suene demasiado fuerte, mi vida no tendría sentido
sin él.
Decidimos aprovechar cada segundo juntos, sin pensar lo que nos pasaría más adelante,
ninguno sabía si antes de irse nos pelearíamos y lo dejaríamos; si simplemente alguno
dejaría de sentir lo mismo; si cuando se fuese, conocíamos a otras personas que
despertasen en nosotros este sentimiento, que nos hacía no parar de pensar en el otro y
nos olvidaríamos; o incluso si seríamos capaces de llevar una relación a distancia, lo
que veíamos imposible.
Iban pasando los días, y ni me daba cuenta, pronto habrían pasado los dos meses que me
quedaban junto a Dani. Llegó el día, posiblemente el peor de mi vida, la despedida fue
eterna, solo existíamos los dos, las personas que había a nuestro alrededor nos miraban
como locos, era imposible que alguien entendiese la complicidad y el sentimiento que
llegamos a tener siendo tan jóvenes.
Cuando vi que mi mundo se derrumbaba busqué apoyo en mis familiares y amigos,
ellos me aconsejaron que no desperdiciase mi futuro en personas que no son eternas.
Reflexioné, y vi que no merecía la pena lamentarse, cambié mi manera de pesar y decidí
centrarme en mis estudios y sacarme una beca para hacer la carrera en Londres. No
perdimos el contacto en todo este tiempo, ahora tenía diecinueve años y nada entre
nosotros había cambiado. Cuando lo volví a ver después de tanto se me paralizó el
corazón, no podía dejar de abrazarlo, deseando pasar toda una vida con él.
Esta historia sería más bonita aún si acabase así, solo el tiempo dirá lo que puede pasar
entre dos personas que se quieren, aunque ojalá algún día se hiciese realidad.
LA CURA DE LOS CUENTOS. Álvara Mel
En un pueblo distante de la civilización, existía un niño soñador, Diego. Este niño vivía
junto a sus padres y a su abuela, a quien le tenía mucho cariño y le contaba algunas de
sus mejores historias… Las más emocionantes, que hacían que Diego quisiera ser estos
personajes tan valientes que no tenían miedo a nada. Una vez llegó a preguntar a su
abuela si podía entrar en uno de sus cuentos, que ya eran conocidos por todos, o si
simplemente podría crear uno donde él sería el protagonista. Él quería formar parte de
una historia, quería ser reconocido como un héroe y no pasar por uno más.
Los días pasaban y los padres de Diego empezaran a tener sospechas de que algo no
estaba bien. Llevaron el niño al hospital más próximo y para su sorpresa, infelizmente
fue diagnosticado con cáncer. Sus padres sufrían mucho, pero Diego intentaba ser fuerte
y se acordaba de los cuentos de su abuela. Después de haberle hecho todas las
quimioterapias, de todos los del pueblo haberle ido a visitar y desearle la mejoría
rápidamente, Diego aún no podía creer que tenía una enfermedad tan grave al punto de
poder morirse. Pero cuando más tranquilizado se encontraba era cuando su abuela le
hablaba. Ella era la única persona que estaba siempre allí en el hospital, (aparte de los
médicos) porque aunque sus padres querían estar con su hijo, tenían que trabajar y casi
que solo le veían en los fines de semana y por la noche, hora en la que Diego ya dormía.
Diego estaba un día jugando con su abuela en el hospital, cuando la llamaron. Dijeron
que era algo muy importante y de extremo cuidado. Cuando volvió su abuela, el niño le
preguntó que le habían dicho, y ella en su mayor tristeza intentó omitir el hecho a su
nieto con más juegos que llevaba. Al fin de tarde cuando llegaron los padres del trabajo,
la abuela les relató lo que el médico le había dicho anteriormente, que Diego tenía una
estimativa de vida de tan solo cuatro meses. Dicho eso, su madre inmediatamente se
despidió de su trabajo con la intención de cuidar a su hijo en sus últimos momentos de
vida. El padre no hizo lo mismo porque tenía que pagar los últimos tratamientos de su
hijo.
Decidieron no contarle nada al niño, para que aprovechase bien los últimos meses y que
no estuviese preocupado con lo que iba a suceder a continuación. Su abuela se dedicó a
contarle los más bellos cuentos, donde Diego era un héroe, un pirata o cualquier otro ser
ficticio, aquello que siempre quiso ser y nunca pudo, solo en su imaginación… Eso
ayudó al niño y a cada día que pasaba Diego estaba más feliz y siempre buscando oír los
cuentos de su abuela.
Cuando se acercaba el término de los cuatro meses, todos ya estaban en un clima de
tristeza, pero cuán grande fue su sorpresa, cuando vieron que el niño se había
recuperado completamente. Diego dijo que lo que le había ayudado habían sido las
historias de su abuela y el amor con que se las contaba.
Diego volvió a casa y pasó una semana contento con su familia. Su abuela estaba muy
feliz porque sus historias habían ayudado a su nieto. Pero ya tenía una cierta edad y todo
eso de su nieto le había dejado muy cansada…Un buen día, sin avisar, murió en paz. Su
nieto estaba muy agradecido por todo lo que le había hecho su abuela, para honrarla y
para también demonstrar a los otros niños que se puede superar, ahora visita a niños en
los hospitales para contarles cuentos de su abuela y ayudarlas a vencer las
enfermedades.
AQUELLA FLOR. Potato Chachi
Aún sigo recordando aquel día.
Era el principio de la primavera y como cada martes, colocamos nuestro puesto en una
de las plazas de la pequeña ciudad.
Cuando llegó la hora de comer y el lugar estaba ya casi vacío tú, un joven que hacía
unos segundos estaba bebiendo de una de las fuentes, te acercaste. Al principio no
saludaste, te limitabas a observar todo lo que ofrecíamos a nuestros clientes. Flores,
ramos, tarjetas y perfumes, si no recuerdo mal. Al rato me miraste directo a los ojos,
serio, pero tu rostro se suavizó al instante, dejando ver tu peculiar sonrisa acompañada
de un par de hoyuelos. No pude evitar sonreír también. Te pregunté si te interesaba algo
y señalaste un cubo lleno de flores de distintos colores. Me dejaste elegir la que más me
gustara. Cogí una roja y te la entregué junto a una tarjeta. Parecías extrañado, supongo
que sería porque no pediste una tarjeta, pero tomaste el bolígrafo que había en la mesa y
empezaste a escribir. Giré mi cabeza dejándote algo de privacidad y cuando terminaste
te dije lo que tenías que pagar. Eran unas pocas monedas, pero tú me diste un billete,
que era mucho más de lo que pedí. Cuando te iba a dar el cambio ya no estabas. Te
busqué con la mirada, pero no te encontré.
Cuando estaba todo recogido, dejé los productos que no se llegaron a vender en la
floristería. Mientras cerraba me percaté de algo. Fuera de la tienda, encima de una silla
de madera que teníamos como simple decoración, había una rosa y una tarjeta. Las
mismas que te vendí un tiempo antes.
Me pareciste un chico despistado que no solo se olvidaba de recoger su dinero, sino
también lo que comprabas. Pero cambié inmediatamente de opinión cuando abrí la
tarjeta con forma de corazón. En ella estaban escritos tu nombre y número de teléfono,
pero lo más impactante fue que estaba dirigida a mí. Este fue el comienzo de nuestra
historia.
Pero también me acuerdo del día que te perdí.
Era nuestro sexto aniversario. Te estaba esperando en nuestro restaurante favorito.
Llegabas tarde, y como siempre le echaste las culpas al horario de tu trabajo.
El lugar tenía unas grandes cristaleras y te pude localizar esperando en un semáforo,
mirando con nerviosismo tu reloj. Éste se puso al poco tiempo en verde para los
peatones, pero aquel coche no pareció haberse dado cuenta. Todos los que estabais
esperando empezasteis a andar. Lo último que recuerdo es tener tu cuerpo sin vida en
mis brazos.
Ojalá pudiéramos rebobinar el tiempo. Quiero volver a abrazarte, que me dediques más
sonrisas, que me regales rosas rojas sin ningún motivo…
Ansío llegar ahí arriba, que nos reencontremos, pero mientras tanto me entretengo
escribiéndote estas cartas sin sentido. Espérame junto aquella flor que unió nuestros
destinos.
Con cariño, Biel.
POLVO DE ESTRELLA- Lady Stardust
La brisa del mar acariciaba mi rostro. El sol se volvía a poner por el este como cada día,
dejando un cálido reflejo rojizo en el agua, lo que significaba que ya debía volver a casa
porque pronto anochecería. Me quedé tumbada en la arena mientras los últimos acordes
de Space Oddity de David Bowie agonizaban en mis oídos y la última frase resonaba en
mi cabeza: “There´s nothing I can do”. No, no podía hacer nada.
Me quité los cascos y los guardé junto a mi Walkman azul que me había regalado mi
padre por Navidad en la mochila, llena de parches y chapitas de bandas de rock. Recogí
el resto de mis cosas y me encaminé hacia la senda que llevaría hacia mi casa, dejando
atrás el bello atardecer. Respiré profundamente antes de volver a montarme en mi vieja
bicicleta, pero la frase “There´s nothing I can do” seguía en mis pensamientos.
Al llegar a casa, dejé la bici en el porche y me sacudí la poca arena que aún quedaba en
mis Dr Martens rojas de segunda mano que me llegué a comprar con el escaso dinero
que había conseguido ahorrar trabajando todas las mañanas de verano en una ridícula
heladería del barrio. En la cocina encontré una nota pegada en la nevera con la caligrafía
de mi madre que decía que ella y mi padre habían ido a una barbacoa al jardín de los
Green, nuestros vecinos. Los Green siempre celebraban una cena al caer el fin del
verano y hacía ya dos años que no celebraban una de sus típicas fiestas -desde que
desapareció Astrid, Astrid Green -, pero las aguas ya habían vuelto a su cauce o al
menos eso aparentaba. Al leer esto la tristeza y la nostalgia no tardaron en aparecer,
dejando tras ellas un mar de lágrimas que no pude controlar. Esa casa me traía
demasiados recuerdos y me negaba a volver a ir. Subí a mi habitación y tiré la mochila a
la cama, dirigiéndome al aseo para darme un buen baño caliente y despejarme. Iba a
abrir la llave del agua cuando me quedé observando fijamente mis facciones de clara
descendencia irlandesa en el reflejo del espejo que había junto a la bañera. Mi cabello
era rizado y tenía un color naranja muy intenso que me recordaba al fuego; pues a veces
incluso parecía rojo, y realmente me gustaba para ser sincera, aunque en numerosas
ocasiones me llegaron a comparar con una zanahoria en el instituto. Mi tez era
increíblemente blanca, estampada con pecas y manchas debidas al vitíligo. Mis ojos
recordaban al océano, aquel viejo amigo con el que pasaba la mayoría de mis tardes, de
un azul verdoso que brillaban como si de piedras preciosas se tratase. No era demasiado
gruesa, aunque tampoco llegaba a estar delgada. Mis curvas eran bonitas.
Me acuerdo de estar leyendo cómodamente en mi cama el comic de la nueva película de
Star Wars que habían estrenado la primavera de ese mismo año- Episodio VI: el retorno
del Jedi – mientras emitían una canción de Queen en la radio, cuando mi madre entró en
mi habitación sin previo aviso; como siempre hacía, por mucho que le dijera que diera
tres toques en la puerta antes de entrar, y me dejó un paquete en el escritorio.
-Llegó mientras estabas fuera. Por cierto, el señor y la señora Green te envían
recuerdos- dijo mi madre mientras hacía el amago de una pequeña sonrisa.
Asentí y esperé a que se fuera para poder volver a cerrar la puerta y abrir el misterioso
paquete. Al ver la letra con la que estaba escrita mi nombre y mi dirección el corazón se
me desbocó. Hice el trabajo de respiración que siempre me decía la doctora Spier, pero
se me hacía imposible relajarme. Abrí cuidadosamente el paquete, y tras sacar montones
de papel de burbujas y periódico di con un diario. Era su letra. Era ella. Una tormenta se
aproximaba y mis ojos diluviaron.
Un diario de la chica que más brillaba en el universo y por ello sus padres le pusieron
Astrid, estrella en griego- pues eran amantes de la mitología y cultura grecolatina-.
Comencé a hojear la vieja libreta decorada con pegatinas. La primera entrada tenía
como fecha 27 de agosto de 1983, el día después de su desaparición; y la última 21 de
agosto de 1985, hace tan solo 5 días. 5 días desde que Ella escribiera en este diario. 5
días desde que Ella lo tocó. Ella no había estado muerta en todo ese tiempo. Me lo llevé
al pecho y lo abracé mientras lloraba. Estuve toda la noche leyéndolo y se me escaparon
tanto risas como sollozos al revivir tan hermosos momentos.
Las últimas entradas escritas eran sin embargo diferentes. Decía que disponía de tan
solo 1 día desde que recibiera el diario para encontrarla, es decir, un día a partir del día
26 de agosto. La alegría y la ilusión se apoderaron de mí; iba a verla tras 2 años sin
saber absolutamente nada de ella. Me puse a dar saltos de alegría sobre mi cama hasta
que caí en la cuenta de que eran las tres de la madrugada y tenía que ponerme
rápidamente en marcha. Lo único que encontré fue una nota subrayada con fluorescente
verde- su color favorito-: “I know that I just need you, like I've never done before”.
Tardé unos segundos en caer a lo que se refería. Recordé estar en su habitación mientras
ella solo hacía tararear esa frase. Recordé preguntarle que qué diablos cantaba y ella
decirme que la canción de Help! de los Beatles, su grupo favorito, del que tenía todos y
cada uno de sus álbumes en vinilo.
Eran las 8 y media de la mañana del 27 de agosto de 1985 y estaba en la puerta de los
Green. Su madre, sorprendida ante mi presencia en aquella casa tras 2 años sin pisarla,
me invitó a entrar. Mis diablos aún me atormentaban, pero no se me hacía demasiado
difícil estar allí sabiendo que aquella noche volvería a ver a Astrid. Subí a su
habitación, que no había cambiado en absolutamente nada, y me puse a investigar entre
los vinilos. En el tocadiscos estaba el álbum de Help!, al que pertenecía la canción que
solía cantar distraída. Encontré una triste hoja de cuadritos que decía: “¿Recuerdas
dónde me lo regalaste? Ve allí cuando las aguas estén ardiendo”. Quería que fuese a la
playa a la que íbamos todas las tardes a ver el atardecer. El resto del día transcurrió muy
lentamente, y al llegar la hora de la puesta de sol, la playa estaba vacía. Sentí un gran
vacío, ¿cómo pude ser tan ilusa pensando que iba a volver a verla después de tanto
tiempo? Paseé por la orilla hasta llegar a la pequeña cueva en la que nos solíamos
cobijar los días de lluvia. Entré, y para mi sorpresa había una caja que tenía puesto
“ASTRID, LA CHICA DE LAS ESTRELLAS” con rotulador permanente sobre la tapa.
Dentro había una nota, una cinta, unos cascos y el Walkman verde de Astrid. Por lo
visto habría una lluvia de estrellas aquella misma noche, que empezaría a las 11.56 p.m.
y solo podía escuchar la cinta una vez acabado el desfile de cometas. Volví a escuchar
su voz a las 11.59 p.m.:
“Ahora yo soy una de esas estrellas que acabas de ver atravesando el cielo nocturno,
pero es que no dejaremos huella, sólo polvo de estrella”.
~ODIO LEVANTARME~ Por Nix.
Odio levantarme. Sobre todo los lunes por la mañana. Siento el despertador vibrando y
aunque una parte de mí sabe que tengo que levantarme porque voy a llegar tarde; me
quedo en la cama cinco minutos más. Esos cinco minutos se convierten en media hora y
de repente me encuentro dando saltos por la casa vistiéndome mientras intento
desayunar. Saludo a mi madre y vuelvo a lo mío. Hago la cama, me lavo los dientes y
todas las cosas que se supone que debo hacer y salgo corriendo de mi casa como si
participase en The Walking Dead y un zombie estuviese detrás de mí intentando
arrebatarme el cerebro. Llego a la parada un minuto antes de que el autobús se vuelva a
poner en marcha. Subo y avanzo alejándome del conductor hasta que veo un sitio libre
junto a la ventana. Me siento y a medida que miro mis mensajes me doy cuenta de que
me queda un diez porciento de batería. No puede ser. Dejo el móvil antes de que se me
apague y me dedico a mirar por la ventana y a imaginarme que estoy en un video
musical. Aunque sin música.
Llego al colegio y saludo a veinte personas que juro que no he visto en mi vida pero que
parecen conocerme. Creo que sólo quieren ser simpáticos. Me deslizo por los pasillos
del colegio hasta llegar a la clase que tiene escrito en cartulina amarilla 4ºA y me siento
en el mismo sitio en el que lo llevo haciendo los últimos 224 días de mi vida. Inglés,
economía, ciencias y matemáticas. No está mal para un lunes por la mañana. Termina la
cuarta hora y salimos al recreo. Me dedico a jugar un rato al baloncesto con algunas
personas, pero después empiezan a hablar y como siempre, me pierdo intentando seguir
el hilo. Para cuando ha sonado el timbre, ya me estoy acercando a la clase. Durante las
últimas dos horas de sociales nos ponen una película titulada “El silencio de la música”.
Creo que esperan que sienta que piensan en mí y que me tienen en cuenta, pero soy
incapaz de hacerlo.
Salgo del colegio y me acerco a la primera cafetería que veo. Hago un amago de escribir
el pedido en mi móvil, pero me acuerdo de que no tengo batería a si que recurro a un
boli y una servilleta que tengo al lado. Me preguntan el nombre y aunque tardo un poco
en entenderlos al final escribo “Julia”. No es mi nombre, pero me gusta pensar que
puedo llegar a ser otra persona por un momento.
Me siento y cuento los minutos para que él llegue, que parecen infinitos. Cuando veo a
Samha acercarse, me levanto para darme cuenta de lo mucho que lo echaba de menos;
principalmente porque es una de las pocas personas con las que puedo tener una
conversación medio normal. Fue el único que se ofreció a entenderme.
Hablamos durante horas, sobre todos los temas que se nos ocurrían y de los que
pudiésemos imaginar; y para cuando hemos terminado me duelen los brazos de tanto
moverlos.
Me despido de él, y me dirijo a casa. Mi madre me pregunta acerca de mi día, y yo le
respondo que bien, como siempre; inaudible. Subo a mi habitación, sumergida en un
silencio desafortunadamente habitual. Decido volver a ver la película que nos han
puesto horas antes. Mientras leo los subtítulos, se me ocurre otro sonido que echo de
menos, así que cojo mi libreta y anoto en la lista “53. Galope de los caballos”. Parece
mentira que hayan pasado nueve años. Nueve años sin escuchar el sonido de la lluvia. O
el de las hojas pasando. O el simple murmullo general. Parece mentira.
Hay veces que leyendo los labios y sintiendo la vibración de los sonidos soy capaz de
escuchar algo de murmullo, pero creo que es sólo mi mente jugándome una mala
pasada, y se trata del eco de mis pensamientos que abarcan gran parte de mi
imaginación. Por escuchar no soy capaz ni de escucharme a mí.
Termino la opinión y redacción que nos piden de la película. Apago el flexo de mi
habitación, que queda cubierta por un manto de negrura que armoniza con la atmosfera
insonora. Han pasado horas desde que llegué a casa a sí que bajo a cenar. La televisión
está encendida y mi madre, dormida en el sofá. Cojo lo primero que encuentro en la
nevera y me hago un bocadillo. También le hago uno a ella. No me preocupoen apagar
la televisión, total no puede molestarme.
Subo de nuevo a mi habitación, y me dedico a leer un rato. Miro el móvil unas cuantas
veces, pero no recibo nada. Termino de cenar y dejo el plato en mi habitación. Ya bajaré
mañana. Me acerco al cuarto de baño e intento lavarme los dientes a oscuras. No sé, por
eso de desarrollar mis sentidos. Acabo en el suelo y con pasta de dientes en el pelo.
Desisto en mi misión y termino mis tareas con la luz encendida.
Son casi las once a si que destapo mi cama y me sumerjo en el interior. Hago una
recopilación de mis pensamientos.
“Mi vida es vida, aunque sin música. Soy incapaz de conversar, porque me pierdo
intentando seguir el hilo de la conversación. Me gusta pensar que soy otra persona por
un momento; y que al hablar no me duelan los brazos. Parece mentira, que, entre tanto
silencio, no sea capaz de escucharme ni a mí. Y lo peor, es que no puede molestarme”
Apago la luz de mi cuarto, y por fin me siento a gusto. No me siento distinta. No me
siento la única atrapada en un silencio sepulcral e interminable. Me imagino a la gente
escuchando el vacío de la noche y me duermo. Por eso odio levantarme.
EL SOLDADO. Eustasio Rivera.
El cuerpo extenuado de Don Francisco yacía inmóvil en una de las habitaciones de su
ya muy deteriorada vivienda en la cual malvivía desde hace ya 53 años, dormía
incómodamente en su raída cama, soñando con los fantasmas de la guerra, que a pesar
del tiempo transcurrido Don Francisco, no había superado.
Su recurrente pesadilla fue interrumpida por la entrada de su nieto, Aureliano, un joven
esbelto, con los ojos de color ocre y un pelo moreno desaliñado, al darse cuenta de que
su presencia había perturbado el sueño de su abuelo, se apresuro en coger las llaves que
solían estar sobre la pequeña mesilla al lado de la cama del enfermo.
- ¿Qué buscas, hijo? -pregunto el anciano.
-Las llaves del portón, las deje por aquí ayer- respondió sin mirarlo.
Don francisco intentó levantarse para ayudar al joven, pero éste le indicó con la cabeza
que se quedara donde estaba, el joven rebuscó entre los cajones de su abuelo un rato
hasta que su abuelo se percató de que el joven había encontrado algo en uno de los
cajones, una vieja foto de él con su mujer.
- Fuimos muy felices, ¿sabes? - le dijo Don Francisco con la mirada perdida, tal vez
recordando la feliz vida que una vez tuvo al lado de esa mujer.
-No es lo que he escuchado en el pueblo- replicó el joven mientras acercaba una silla a
la cama.
-En la calle se dicen muchas cosas… - dijo Don Francisco.
- ¿Es verdad lo que comentan? -preguntó el joven interesado.
- ¿Qué si la abandoné junto con mis hijos? No, eran tiempos de guerra, hijo, no podía
liderar un pelotón y una familia al mismo tiempo, pero cuando la guerra acabó y llegué
a casa me encontré totalmente solo, Marta había muerto de fiebre un mes antes de que
llegara, tu tío Agustín había muerto poco después y tu padre se había marchado del
pueblo sin dejar rastro.
- ¿Le buscaste? -preguntó el joven.
-No, suficiente tenía con los muertos para andar pendiente de los vivos- respondió Don
Francisco tajante.
- ¿Y por qué quedarte aquí, en el pueblo y no alejarte? – inquirió el joven
- Porque después de la guerra nadie se acordó de los soldados que lucharon por la
libertad de estas tierras, no he visto ni un centavo de esa remuneración que por muchos
años estuve esperando, si me hubiera podido ir lo hubiera hecho- contestó Don
francisco.
Un ataque de tos interrumpió la conversación, el joven ayudo a su abuelo a erguirse en
la cama para parar la tos.
-Ahora no soy más que un viejo muerto de hambre esperando su hora- prosiguió.
-No diga eso- le replicó el joven más por gentileza que por credibilidad propia, pues su
abuelo había empeorado mucho en los últimos dos meses.
- Yo ya he vivido mucho más de lo que debería y me he confesado más veces de las que
puedo contar creyendo que mi hora se acercaba - contestó Francisco mientras cerraba
los ojos para disponerse a echar la siesta de la tarde.
- ¿Cree usted que ha pagado por todos sus pecados? - preguntó el joven que se disponía
a salir de la habitación.
Don Francisco esbozó una pequeña sonrisa.
-Uno nunca termina de pagar por sus males- dijo antes de que su nieto cerrara la puerta
y cayera dormido para, otra vez, enfrentarse en sueños a los fantasmas de su pasado que
todavía le atormentaban en el presente.
Caer. Tarantino.
Familiares conocidos: 0
Vida, piensa que significa esta palabra para ti, yo podía presumir de tener una gran
“vida” gozaba de un alto estatus social moviéndome entre los peces gordos del mundo
gracias a mi puesto de director en mi propia empresa de seguros, tenía todo lo que
deseaba tener.
A menudo seguía la misma rutina, me despertaba, me vestía frente al espejo y me iba a
trabajar. solía vestir un traje negro con mi corbata de cuadros azules, me sentía bien
usando traje, me hacía sentir importante con ese olor a nuevo que nunca se marchaba.
Mi Trabajo solía consistir básicamente en controlar a nuestros clientes y quedarnos con
su dinero, es curioso, como funcionamos nos dividimos en ricos y pobres, vivos y
muertos, pero éstos solo piensan en sí mismos, simplemente miran a otro lado mientras
ven como los demás se aferran a falsas esperanzas aún a sabiendas que caerán cuesta
abajo y sin frenos, pero no es ninguna novedad, el humano es hipócrita por definición.
Aunque yo tampoco me quedaba atrás, en el fondo ansiaba el lucro propio, me creía la
mota de polvo más importante, hasta que me di cuenta de que no era más que eso, polvo
en medio de un mundo que se me venía grande.
En una única mañana iba a penar todos mis males acumulados, no era la primera
persona que nos denunciaba y probablemente no iba a ser la última, una empresa tan
grande como la nuestra era casi inexpugnable, casi… ahí nos descubrieron y vi mi vida
pasar ante mí.
Una semana me quedé sin apenas comer ni lavarme, solo pensando en si todo había
merecido la pena. El último día me miré al espejo, aún seguía con la camisa y la corbata
puesta, seguía viendo a ese hombre de ojos azules y pelo oscuro, pero, ¿verdaderamente
seguía siendo el mismo que antes? Ya no podía verme igual, veía a una persona vacía,
apagada, veía a un fantasma, sentí frío y en ese momento la piel se me erizó, no podía
seguir así o iba a terminar corrompido por la locura, no tenía lugar donde sentir calor,
pero me prometí a mí mismo que no iba a a caer más bajo; quién habría dicho que así
me terminaría por quemar.
Me afeité y me duché, era tarde, pero cogí dinero y fui andando al pub más cercano,
caminaba con la mirada perdida y con movimientos automáticos, no pensaba en nada,
pero a la vez lo hacía en todo, demasiadas emociones, demasiados recuerdos… lo único
que quería en esos momentos era olvidar…
Me senté en la barra, el lugar era oscuro, pero sin embargo todos estaban hablando y
riendo. Pedí un vodka con limón, pero cuando me lo trajeron sonreí y dije en voz alta.
Hoy invito yo, y allí me quedé, ahogando mis penas en alcohol.
Todo el mundo reía y se me acercaba ebrio a hablar como si fuesen amigos mios de toda
la vida, y yo, no se por qué, les seguía el juego, en cierto modo era lo que quería, pero
por dentro estaba llorando y sentía arrepentimiento, un sentimiento dentro de mí que me
retorcía. Supongo que no era el único, que todos estábamos allí para olvidar, para
pensar: “no pasa nada, todo va bien”. Y así, bebí y bebí hasta que no pude mas, veía
cómo lo neones se distorsionaban hasta que solo podía ver manchas luminosas, me
levanté y anduve tambaleándome hacia la puerta; demasiados ruidos, demasiadas
miradas, solo quería salir, pero antes de llegar a la puerta me desmayé.
Me reincorporé exhausto en mitad de la noche mientras llovía, y para cuando fui a mirar
qué hora era me di cuenta de que no tenía reloj, ni dinero, ni nada, pero sinceramente no
me importaba, nada lo hacía, ya no.
Levanté el paso dando tumbos como un loco y caminé, sin objetivo, sin ser consciente
de lo que me pasaba. Fui de un lado a uno entre el mar de luces y callejuelas en el que
estaba, hasta que mis piernas cesaron, me senté mojando y cansado frente a un viejo
escaparate. Pese al clima y la hora la calle a la que había llegado no estaba
completamente inhóspita, veía a la gente pasar con sus paraguas, mujeres, hombres…
cada uno con sus propias vidas, problemas y pensamientos corriendo de un lado para
otro, todos decididos a perseguir sus sueños e ilusiones, pero la realidad es mucho más
cruda: nacer, estudiar, trabajar y seguir así, viviendo para tu tarea intentando hacerte un
hueco en este mundo, hasta un día morir sin que nadie te recuerde, y preguntándote si
verdaderamente no gastaste tu vida siguiendo espejismos. Puede que parezca exagerado
pero qué podéis esperar de un alcohólico loco tirado en medio de la calle.
Para pasar el rato miré a la gente, tratando de imaginar qué era de ellos, en qué
pensaban y cómo habían llegado hasta allí contando historias cada vez más locas, hasta
que reparé y dije, y cuál es mi historia, quién soy yo, en qué voy a invertir lo que me
queda de existencia. Mientas me lo planteaba, un hombre encapuchado se me acercó y
me dio la respuesta.
Se me sentó al lado y me preguntó si quería algo, en ese momento realmente no sabía
bien a qué se refería; discretamente me dejó algo en la mano y me cerró el puño, se
levantó y se marchó tan tranquilo como vino; entonces la vi entre mis manos, una
jeringa. Quizás en otro tiempo habría rajado algo de él, con mis compañeros de oficina,
pero en mi posición actual tampoco es que yo fuera mucho mejor. No me juzguéis, no
podía más.
Las drogas me consumían, descubrí lo que era la noche, no podía parar, cada vez quería
más y más, probando cosas nuevas, nuevas sensaciones. Iba de fiesta en fiesta para
beber y comprar, veía a todo el mundo feliz a mi alrededor, las chicas se me acercaban,
encontré gente que quería estar conmigo, vi otra cara oculta del mundo, esa de la que
nadie quiere hablar, esa que todo el mundo evita, y al final terminé por enterarme de la
razón.
Pasaron meses mientras perdía mi dinero y a la vez la noción del tiempo, todo avanzaba
rápido y lento a la vez…
Una noche desperté sentado en medio de un club; me quedé parado, con la mirada
perdida, fue como si estuviera durmiendo con los ojo abiertos y alguien me aplaudiera
delante, reparé en mi vida, en cómo yo y todos las almas perdidas del lugar habíamos
llegado allí, pasé de ser un ilustre empresario a un cadáver viviente, vivía el mundo en
tercera persona, viéndome ahí, y me dije -qué coño haces ahí sentado, vete- reparé, y
como si yo no me estuviera controlando me levanté y caminé hacia la puerta de la
estancia con la mirada perdida, mientras los demás integrantes de la habitación me
miraban hipnóticos sin mediar palabra, como si de pronto saliera de la manada.
Sin volver la vista atrás, cerré la puerta, respiré profundamente, y anduve alejándome de
ese lugar, la noche era atrapadora, no me sentía seguro, y sin saber por qué, empecé a
correr, mas bien a huir, tenía miedo, me sentía controlado, vigilado, como si me
persiguiera una bestia invisible. Estaba lloviendo, tenía frío, ya no sentía mis piernas y
de pronto los vi.
Veía figuras sin rostro, maniquís a los lados de la calle y por más que avanzaba no
podía evitar verlas, me seguían con la mirada moviendo la cabeza, pero inmóviles,
impotentes. No paraba de correr, me sentía vigilado, como si yo fuese el centro de
atención, como si fuese un criminal, sus miradas eran penetrantes, cada vez que
avanzaba me sentía más vacío. Mientras andaba recordaba que en su día era yo el que
me sentía superior, el que controlaba a la gente con hilos como si fueran marionetas,
supongo que esta es mi penitencia, ahora soy yo el títere.
Empecé a gritar:-¡Lo siento, perdonadme¡- y así seguí corriendo mientras las lágrimas
se derramaban por mis mejillas -¡por favor dejad de mirarme¡-, dije sin obtener
resultado. Sin esperarlo mis piernas pararon, sentía un tremendo dolor por todo mi
cuerpo que se incrementó cuando las figuras hicieron un círculo a mi alrededor,
entonces cerré los ojos, me arrodillé y entre lágrimas dije –Dios perdona mis pecados,
apiádate de mí- entonces abrí y vi a único maniquí frente a mí, con su cabeza apuntando
hacia mí entre toda la lluvia.
Vestía un traje negro, con corbata azul, podía sentirlo intimidante, superior, así que
grité -¡Déjame¡- me abalancé sobre él y tirado en el suelo empecé a pegarle puñetazos
contra el suelo. Pero de pronto sentí otra palmada, dejé de alucinar y lo vi.
Había tocado fondo, esa imagen nunca se me quitará de la cabeza, y lo peor de todo,
nunca la podré olvidar, vi un cadáver tirado en medio de la calle, tirado en un charco de
sangre que se estaba mezclando con el agua del temporal.
Corrí a mi casa temblando y conteniendo la respiración, esa era una persona normal,
tenía familia ilusiones y problemas, y lo más importante, toda una vida por delante, a lo
mejor estudiaba en la universidad o a lo mejor tenía una mujer esperado en su casa,
quién sabe…todas esas cosas yo se lo había arrebatado en cuestión de segundos, me he
con vertido en un… en un monstruo.
Llegué a mi casa. Me he puesto mi traje de empresa por última vez y me he anudado de
nuevo mi corbata azul mientras me miraba al espejo, a quien veo ahora, un hombre
acabado, vicioso, alcohólico y drogadicto, ¿era esto lo que quería?
No creáis que soy un cobarde, simplemente ya no merezco vivir, y aunque lo hiciera ya
no me quedan motivos. Adiós y espero que no cometáis mi mismo error.
No vivas para trabajar,
Trabaja para vivir.
Tarantino.

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