Lo Inconsciente

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LO INCONSCIENTE

El psicoanálisis nos ha enseñado que la esencia del proceso de la represión no consiste en cancelar, en aniquilar una
representación representante de la pulsión, sino impedirle que devenga consciente. Decimos entonces que se encuentra
en el estado de lo «inconsciente», y podemos ofrecer buenas pruebas de que aun así es capaz de exteriorizar efectos,
incluidos los que finalmente alcanzan la conciencia. Todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente, pero
queremos dejar sentado desde el comienzo que lo reprimido no recubre todo lo inconsciente. Lo inconsciente abarca el
radio más vasto; lo reprimido es una parte de lo inconsciente.

¿De qué modo podemos llegar a conocer lo inconsciente? Desde luego, lo conocemos sólo como consciente, después
que ha experimentado una trasposición o traducción a lo consciente. El trabajo psicoanalítico nos brinda todos los días la
experiencia de que esa traducción es posible. Para ello se requiere que el analizado venza ciertas resistencias, las mismas
que en su momento convirtieron a eso en reprimido por rechazo de lo consciente.

1) Justificación del concepto del inconsciente

Desde muchos ángulos se nos impugna el derecho a suponer algo anímico inconsciente y a trabajar científicamente con
ese supuesto. En contra, podemos aducir que el supuesto de lo inconsciente es necesario y es legítimo, y que poseemos
numerosas pruebas en favor de la existencia de lo inconsciente.

- Es necesario, porque los datos de la conciencia son en alto grado lagunosos; en sanos y en enfermos aparecen a
menudo actos psíquicos cuya explicación presupone otros actos de los que, empero, la conciencia no es testigo. Tales
actos no son sólo las acciones fallidas y los sueños de los sanos, ni aun todo lo que llamamos síntomas psíquicos y
fenómenos obsesivos en los enfermos; por nuestra experiencia cotidiana más personal estamos familiarizados con
ocurrencias cuyo origen desconocemos y con resultados de pensamiento cuyo trámite se nos oculta. Estos actos
conscientes quedarían inconexos e incomprensibles si nos empeñásemos en sostener que la conciencia por fuerza ha de
enterarse de todo cuanto sucede en nosotros en materia de actos anímicos, y en cambio se insertan dentro de una
conexión discernible si interpolamos los actos inconscientes inferidos. Ahora bien, una ganancia de sentido y de
coherencia es un motivo que nos autoriza plenamente a ir más allá de la experiencia inmediata. Y si después se
demuestra que sobre el supuesto de lo inconsciente podemos construir un procedimiento que nos permite influir con
éxito sobre el decurso de los procesos consientes para conseguir ciertos fines, ese éxito nos procurará una prueba
incontrastable de la existencia de lo así supuesto. Es preciso, entonces, adoptar ese punto de vista: No es más que una
presunción insostenible exigir que todo cuanto sucede en el interior de lo anímico tenga que hacerse notorio también
para la conciencia.

- El supuesto de lo inconsciente es legítimo porque no se aparta un solo paso de nuestro modo habitual de pensamiento,
que se tiene por correcto. Además, la conciencia nos procura solamente el conocimiento de nuestros propios estados
anímicos; que otro hombre posee también conciencia, es un razonamiento que extraemos por analogía sobre la base de
las exteriorizaciones y acciones perceptibles de ese otro, y a fin de hacernos inteligible su conducta. Por tanto, la
identificación de nuestra propia constitución y conciencia con la de los demás es la premisa de nuestra comprensión.

2) La multivocidad (que tiene varios significados) de lo inconsciente, y el punto de vista tópico

- Sentido descriptivo: La multivocidad de lo inconsciente se refiere al hecho de que la condición de inconsciente es solo
una marca de lo psíquico que en modo alguno basta para establecer su característica. Existen actos psíquicos de muy
diversa dignidad que, sin embargo, coinciden en cuanto al carácter de ser inconscientes. El inconsciente abarca, por un
lado, actos que son apenas latentes, inconscientes por algún tiempo, pero en lo demás en nada se diferencian de los
conscientes; y, por otro lado, procesos como los reprimidos, que, si devinieran conscientes, contrastarían de la manera
más llamativa con los otros procesos conscientes.

- Sentido sistemático o tópico: El punto de vista tópico se refiere a la división del aparato psíquico en tres sistemas: el
consciente, el preconsciente y el inconsciente. Son lugares virtuales, hipotéticos, no localizables anatómicamente y con
propiedades específicas.

El consciente (Cc) es el sistema que contiene los contenidos psíquicos que están en la percepción actual del sujeto. El
preconsciente (Prcc) es el sistema que contiene los contenidos psíquicos que no están en la percepción actual del sujeto,
pero que pueden ser fácilmente recuperados a la conciencia. El inconsciente (Icc) es el sistema que contiene los
contenidos psíquicos que no están en la percepción actual del sujeto y que no pueden ser fácilmente recuperados a la
conciencia.
Dentro de una exposición positiva enunciamos ahora, como resultado del psicoanálisis: un acto psíquico en general
atraviesa por dos fases de estado, entre las cuales opera como selector una suerte de examen (censura). En la primera
fase él es inconsciente y pertenece al sistema Icc; si a raíz del examen es rechazado por la censura, se le deniega el paso
a la segunda fase; entonces se llama «reprimido» y tiene que permanecer inconsciente. Pero si sale airoso de este
examen entra en la segunda fase y pasa a pertenecer al segundo sistema, que llamaremos el sistema Cc. Empero, su
relación con la conciencia no es determinada todavía unívocamente por esta pertenencia. No es aún consciente, sino
susceptible de conciencia, vale decir, ahora puede ser objeto de ella sin una particular resistencia toda vez que se reúnan
ciertas condiciones. En atención a esta susceptibilidad de conciencia llamamos al sistema Cc también el
«preconsciente». Si se llegara a averiguar que a su vez el devenir-consciente de lo preconsciente es codeterminado por
una cierta censura, deberíamos aislar entre sí con rigor los sistemas Prcc y Cc. Provisionalmente baste con establecer que
el sistema Prcc participa de las propiedades del sistema Cc, y que la censura rigurosa está en funciones en el paso del Icc
al Prcc (o Cc).

3) Sentimientos Inconscientes

Dijimos que había representaciones consientes e inconscientes; ¿existen también mociones pulsionales, sentimientos,
sensaciones inconscientes, o esta vez es disparatado formar esos compuestos?

Opino, en verdad, que la oposición entre consciente e inconsciente carece de toda pertinencia respecto de la pulsión.
Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo la representación que es su
representante. Llamamos «inconsciente» a la moción afectiva originaria, aunque su afecto nunca lo fue, pues sólo su
representación debió pagar tributo a la represión. La importancia del sistema Cc (Prcc) para el acceso al
desprendimiento de afecto y a la acción nos permite también comprender el papel que toca a la representación
sustitutiva en la conformación de la enfermedad. Es posible que el desprendimiento de afecto parta directamente del
sistema Icc, en cuyo caso tiene siempre el carácter de la angustia, por la cual son trocados todos los afectos
«reprimidos». No existen sentimientos inconscientes, solo hay afecto. Las sensaciones o sentimientos son percibidos por
el Cc, coloreados cualitativamente. La represión puede llegar a inhibir la trasposición de la moción pulsional en una
exteriorización de afecto. Esa comprobación nos muestra que el sistema Cc normalmente gobierna la afectividad, así
como el acceso a la motilidad, y realza el valor de la represión, por cuanto revela que no sólo coarta la conciencia, sino el
desarrollo del afecto y la puesta en marcha de la actividad muscular.

4) Tópica y dinámica de la represión

Llegamos entonces a este resultado: la represión es en lo esencial un proceso que se cumple sobre representaciones en
la frontera de los sistemas Icc y Prcc (Cc). Ahora podemos hacer un renovado intento por describir más a fondo ese
proceso. Ha de tratarse de una sustracción de investidura, pero nos resta averiguar el sistema dentro del cual se realiza
esa sustracción y aquel al cual pertenece la investidura sustraída.

La representación reprimida sigue teniendo capacidad de acción dentro del Icc; por tanto, debe de haber conservado su
investidura. Lo sustraído ha de ser algo diverso. Consideremos el caso de la represión propiamente dicha (del «esfuerzo
de dar caza»), tal como se ejerce sobre la representación preconsciente o aun sobre la ya consciente; entonces la
represión sólo puede consistir en que a la representación se le sustraiga la investidura (pre)consciente que pertenece al
sistema Prcc. La representación queda entonces desinvestida, o recibe investidura del Icc, o conserva la investidura icc
que ya tenía. Por tanto, hay sustracción de la investidura preconsciente, conservación de la investidura inconsciente o
sustitución de la investidura preconsciente por una inconsciente. Notemos, además, que hemos puesto en la base de
esta observación, como al descuido, este supuesto: el paso desde el sistema Icc a uno contiguo no acontece mediante
una trascripción nueva, sino mediante un cambio de estado, una mudanza en la investidura. El supuesto funcional ha
arrojado aquí del campo, con poco esfuerzo, al supuesto tópico.

Pero lo reprimido primordial no ha recibido investidura alguna del Prcc (porque tiene su propia fuente energética: la
pulsión) y, por tanto, ella no puede serle sustraída. La representación investida desde el icc hace renovados intentos de
penetrar al prcc.

Aquí necesitamos entonces de otro proceso, que en el primer caso (el del esfuerzo de dar caza) mantenga la represión, y
en el segundo (el de la represión primordial) cuide de su producción y de su permanencia, y sólo podemos hallarlo en el
supuesto de una contrainvestidura mediante la cual el sistema Prcc se protege contra el asedio de la representación
inconsciente. En ejemplos clínicos veremos el modo en que se exterioriza una contrainvestidura así, que opera en el
interior del sistema Prcc. Ella representa el gasto permanente (de energía) de una represión primordial, pero es también
lo que garantiza su permanencia. La contrainvestidura es el único mecanismo de la represión primordial; en la represión
propiamente dicha (el esfuerzo de dar caza) se suma la sustracción de la investidura prcc. Y es muy posible que
precisamente la investidura sustraída de la representación se aplique a la contrainvestidura.

- Primer punto de vista: el dinámico, juego de fuerzas en oposición (un icc reprimido que atrae, y un prcc - cc que
repele). Hay algo de represión además que resiste.

- Segundo punto de vista: el tópico, instancias, sistemas o lugares con propiedades particulares.

- Tercer punto de vista: el económico, que aspira a perseguir los destinos de las magnitudes de excitación (las
investiduras) y a obtener una estimación por lo menos relativa de ellos.

Contrainvestidura: en la represión secundaria, la energía sustraída por la represión que es utilizada a su favor. Se
desinviste una representación conflictiva y se refuerza una representación sustitutiva.

“La representación sustitutiva juega ahora para el sistema Ce (Prcc) el papel de una contrainvestidura; en efecto, lo
asegura contra la emergencia en la Ce de la representación reprimida”. Se comporta como si ese fuera el lugar (la
representación) desde donde arranca el desprendimiento de afecto. Como si el animal temido (fobia) o el dolor en una
extremidad (histeria) o la compulsión por la limpieza (obsesión) fuera la representación causante del malestar, cuando
no son otra cosa que un sustituto de la representación reprimida. En el caso de la represión primaria, la
contrainvestidura es la inscripción misma de la pulsión: la fijación del representante psíquico de la pulsión. Es decir, tiene
mayor fijeza que en el caso de la represión secundaria.

5) Las propiedades particulares del sistema inconsciente

- Ausencia de contradicción: Dentro de este sistema no existe negación, no existe duda ni grado alguno de certeza. Todo
esto es introducido sólo por el trabajo de la censura entre lcc y Prcc. La negación es un sustituto de la represión, de nivel
más alto. Dentro del Icc no hay sino contenidos investidos con mayor o menor intensidad.

- Rige el proceso primario: Prevalece (en el icc) una movilidad mucho mayor de las intensidades de investidura. Por el
proceso del desplazamiento, una representación puede entregar a otra todo el monto de su investidura; y por el de la
condensación, puede tomar sobre sí la investidura íntegra de muchas otras. He propuesto ver estos dos procesos como
indicios del llamado proceso psíquico primario. Dentro del sistema Prcc rige el proceso secundario; toda vez que a un tal
proceso primario le es permitido jugar con elementos del sistema Prcc, aparece como «cómico» y mueve a risa.

- Carácter atemporal: Los procesos del sistema Icc son atemporales, es decir, no están ordenados con arreglo al tiempo,
no se modifican por el trascurso de este ni, en general, tienen relación alguna con él. La relación con el tiempo es trabajo
del sistema Cc.

- Sustitución de la realidad exterior por la psíquica: Tampoco conocen los procesos Icc un miramiento (interés) por la
realidad. Están sometidos al principio de placer; su destino sólo depende de la fuerza que poseen y de que cumplan los
requisitos de la regulación de placer-displacer. La realidad que vale es la psíquica

- Los procesos Icc solo son cognoscibles gracias al sueño y a los síntomas neuróticos.

6) El comercio entre los dos sistemas

"El lcc se continúa en los llamados retoños, es asequible a las vicisitudes de la vida, influye de continuo sobre el Prcc y a
su vez está sometido a influencias de parte de este". "Cuando consideramos la represión nos vimos precisados a situar
entre los sistemas Icc y Prcc la censura decisiva para el devenir-consciente. Ahora nos es sugerida una censura entre Prcc
y Ce". La principal censura es la tajante separación entre el Icc y el Prcc. Lo Icc es rechazado en la frontera de lo Prcc. Sus
retoños (formaciones sustitutivas) pueden sortear esta censura y permanecer en el Prcc, o ser individualizadas y
reprimidas en la segunda censura, entre el Prcc y el Cc.

"Lo Icc es rechazado por la censura en la frontera de lo Prcc; sus retoños pueden sortear esa censura, organizarse en un
nivel alto, crecer dentro del Prcc hasta una cierta intensidad de investidura, pero después, cuando la han rebasado y
quieren imponerse a la conciencia, pueden ser individualizados como retoños del Ice y reprimidos otra vez en la nueva
frontera de censura situada entre Prcc y Cc. Así, la primera censura funciona contra el Icc mismo; la segunda, contra los
retoños prcc de él. Se diría que la censura fue empujada un tramo hacia adelante en el curso del desarrollo individual."
Para el devenir consciente, éste no es un mero acto de percepción, sino una sobreinvestidura (esto es, el prestar
atención a ciertos contenidos). Así logra sortearse esta segunda censura.

Las excitaciones pulsionales excitan los procesos Icc. Pero el Icc también es alcanzado por las vivencias que provienen del
exterior.

En la cura psicoanalítica obtenemos la prueba irrecusable de la existencia de la segunda censura, la situada entre los
sistemas Prcc y Cc. Exhortamos al enfermo a formar profusión de retoños del Icc y lo comprometemos a vencer las
objeciones que la censura haga al devenir-consientes de estas formaciones preconscientes; derrotando esta censura nos
facilitamos el camino para cancelar la represión, que es la obra de la censura anterior. Consignemos aquí esta
observación; la existencia de la censura entre Prcc y Cc nos advierte que el devenir-consciente no es un mero acto de
percepción, sino que probablemente se trate también de una sobreinvestidura, un ulterior progreso de la organización
psíquica.

7) El discernimiento de lo inconsciente

La investidura de las representaciones-palabra de los objetos se mantiene. Lo que pudimos llamar la representación-
objeto consciente se nos descompone ahora en la representación-palabra y en la representación-cosa, que consiste en la
investidura, si no de la imagen mnémica directa de la cosa, al menos de huellas mnémicas más distanciadas, derivadas
de ella.

De golpe creemos saber ahora dónde reside la diferencia entre una representación consciente y una inconsciente. Ellas
no son, como creíamos, diversas trascripciones del mismo contenido en lugares psíquicos diferentes, ni diversos estados
funcionales de investidura en el mismo lugar, sino que la representación consciente abarca la representación-cosa más la
correspondiente representación-palabra, y la inconsciente es la representación-cosa sola.

El sistema Icc contiene las investiduras de cosa de los objetos, que son las investiduras de objeto primeras y genuinas; el
sistema Prcc nace cuando esa representación-cosa es sobreinvestida por el enlace con las representaciones-palabra que
le corresponden.

Tales sobreinvestiduras, podemos conjeturar, son las que producen una organización psíquica más alta y posibilitan el
relevo del proceso primario por el proceso secundario que gobierna en el interior del Prcc.

Ahora podemos formular de manera precisa eso que la represión, en las neurosis de trasferencia, rehúsa a la
representación rechazada: la traducción en palabras, que debieran permanecer enlazadas con el objeto.

La representación no aprehendida en palabras, o el acto psíquico no sobreinvestido, se quedan entonces atrás, en el


interior del Icc, como algo reprimido.

Representaciones

- Representaciones-Cosa: son representaciones inconscientes, formadas en la infancia temprana, huellas de las vivencias
con los objetos primordiales. Inscripciones psíquicas de la pulsión (fijaciones).

- Representaciones-Palabra: son las marcas del aprendizaje del lenguaje (sonidos de palabras, sílabas, imágenes de las
letras, etc). Ellas son las que permiten el funcionamiento del pensamiento.

- En nuestra consciencia, las representaciones conscientes Freud las llama "representaciones objeto". Están formadas
por las representaciones-palabra y representaciones-cosa. Es decir, representaciones inconscientes que pudieron
acceder a la consciencia, mediante su enlace o asociación (traducción) con representaciones-palabra.
"Quiero destacar que las trascripciones que se siguen unas a otras constituyen la operación psíquica de épocas sucesivas
de la vida. En la frontera entre dos de estas épocas tiene que producirse una traducción del material psíquico. Y me
explico las peculiaridades de las psiconeurosis por el hecho de no producirse la traducción para ciertos materiales, lo
cual tiene algunas consecuencias.”

En las neurosis (histeria, fobia, obsesión), los síntomas neuróticos se producen por no haberse dado esa traducción o
retranscripción de representaciones-cosa (inconscientes) mediante representaciones-palabra (preconscientes). En su
lugar, el monto de afecto (la investidura) se desplazó y condensó en otras representaciones.

¿Por qué no se dio esa traducción, y en su lugar se formó el síntoma? La traducción implicaría que se hicieran
conscientes determinadas representaciones que buscan quedar reprimidas por nuestro Yo consciente. El síntoma es esa
“consecuencia” que Freud habla en la Carta 52. (Mismo mecanismo defensivo de “Las neuropsicosis de defensa”).

El psicoanálisis, mediante las interpretaciones o construcciones analíticas, busca poder traducir esas representaciones
reprimidas. Utilizando representaciones-palabra, produciendo asociaciones a partir de los síntomas, sueños, lapsus, etc.

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