Folleto Discurso Jeme
Folleto Discurso Jeme
Folleto Discurso Jeme
LA TRANSFORMACIÓN DE LAS
FUERZAS ARMADAS ESPAÑOLAS:
MODERNIDAD Y TRADICIÓN
Discurso de recepción del Académico de Número de
la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
del General de Ejército Don Amador Enseñat y Berea
LA TRANSFORMACIÓN DE LAS
FUERZAS ARMADAS ESPAÑOLAS:
MODERNIDAD Y TRADICIÓN
Saludo y preámbulo
Parte I: Las Fuerzas Armadas en un entorno geoestratégico en constante evolución
Parte II: Las Fuerzas Armadas en una nueva sociedad española
Parte III: La transformación de las Fuerzas Armadas
Parte IV: La actualización y pervivencia del código moral de las Fuerzas Armadas
Epílogo
Señor Presidente, Señoras y Señores Académicos, Señoras y Señores
Saludo y Preámbulo
Todavía bajo el impacto emocional que me produjo mi elección como académico de nú-
mero por el Pleno de esta Real Academia de Ciencias Morales y Políticas tras la generosa
propuesta de los insignes académicos don Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, don Mar-
celino Oreja Aguirre y don José María Serrano Sanz, agradezco a todos los distinguidos aca-
démicos de número su benevolencia al otorgarme su confianza. Valoro sobremanera que
hayan mantenido la tradición de que uno de ustedes provenga de la milicia. Agradezco espe-
cialmente el respaldo de nuestro ilustre Presidente, don Benigno Pendás García, quien fue mi
profesor de Historia de las Ideas y Formas Políticas en un lejano curso académico 1985-1986.
Asumo este nombramiento como un reto al que me debo enfrentar, como un deber que
he de cumplir dentro de la misión de servicio a España y a los españoles que acepté cuando,
a la edad de 16 años, realicé el juramento de fidelidad ante la Enseña Nacional como caba-
llero aspirante de la Academia General Militar.
El teniente general don Manuel Díez-Alegría Gutiérrez tuvo una brillante carrera militar
que culminó como Jefe del Alto Estado Mayor. Académico de número de nuestra Corpora-
ción y posteriormente de la Real Academia Española, leyó su discurso de recepción, el 5 de
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marzo de 1968, con el título «Defensa y Sociedad: un enfoque actual del problema externo
de los Ejércitos». Su discurso tuvo una gran influencia en la definición del Ejército actual, pre-
parándolo además para la transición política a la democracia. Para Stanley Payne, el general
Díez-Alegría fue «el campeón más destacado para lograr la modernización y profesionaliza-
ción de las Fuerzas Armadas, de mantener su unidad y de evitar cualquier intervención en la
vida política». A pesar de la abrupta finalización de su carrera militar, sus ideas encontraron
provechosa continuidad en la persona del que había sido su subordinado en el Alto Estado
Mayor, el capitán general don Manuel Gutiérrez Mellado, quien desempeñaría un papel clave
en la Transición.
El general don Ramón Salas Larrazábal alternó una intensa carrera militar operativa con
la dedicación al estudio y a la investigación. Prolífico escritor y excelente historiador, dedicado
principalmente al estudio de la Guerra Civil, recibió, entre muchos otros, el Premio «Marqués
de Santa Cruz de Marcenado» del Ministerio de Defensa. Fue secretario de la Comisión In-
terejércitos que elaboró las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas de 1978. Leyó su
discurso de recepción el 31 de mayo de 1988, con el título «Seguridad y Paz», versando so-
bre temas que el general Díez-Alegría había tratado, según sus palabras, con autoridad y rigor,
«sintiéndose continuador como humilde discípulo».
El teniente general don Sabino Fernández Campo, conde de Latores, prestó innumera-
bles servicios a España a lo largo de su vida, llegando a ser Secretario General de la Casa de
Su Majestad el Rey y, más tarde, Jefe de la misma. Pronunció su discurso de recepción, con la
asistencia de Sus Majestades los Reyes, el 28 de junio de 1994, con el título «Una relectura
de El Príncipe», en el que realizó unas reflexiones que con gran modestia autoatribuyó «a
una persona corriente que ha tenido la oportunidad de conocer, desde observatorios privi-
legiados y durante bastantes años, acontecimientos históricos y políticos de distinto signo».
Elegido Presidente de nuestra Corporación en octubre de 2007, lamentablemente sólo pudo
estar dos años en el cargo.
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Por último, pocos militares de nuestro tiempo han gozado de la admiración y prestigio
como el teniente general don Agustín Muñoz-Grandes Galilea. Lejos de buscar cobijo bajo la
figura de su padre, realizó una excepcional carrera militar, plena de entrega al cumplimiento
del deber y devoción por el servicio, constituyendo una sólida referencia profesional y, sobre
todo moral, para todos los que vestimos o hemos vestido uniforme. Responde al modelo de
hidalgo establecido por nuestro presidente honorario don Alfonso García-Valdecasas, cuan-
do contraponía «la moral del éxito que era villana con la del esfuerzo que era hidalga», por
más que el general Muñoz-Grandes, afortunadamente para nuestra Patria, viese su esfuerzo
coronado por el éxito.
Mi discurso lleva por título «La transformación de las Fuerzas Armadas españolas: mo-
dernidad y tradición». Promovido a teniente de Artillería en julio de 1983, he sido testigo
personal de ese proceso que ha conducido a las Fuerzas Armadas a un mejor servicio a Es-
paña, un preciso encaje en el Estado constitucional y una profunda integración con el resto
de la sociedad.
Seguiré la senda de los discursos de mis predecesores de contenido militar. Resaltaré los
importantes y vertiginosos cambios acontecidos en el mundo y en España en el ámbito de
la seguridad y la defensa y presentaré cómo las Fuerzas Armadas se han transformado para
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adaptarse a esos cambios incrementando su disponibilidad y capacidad para cumplir con su
misión y, al mismo tiempo, conservando lo esencial de su código moral, los valores en los que
basan su proceder.
Los juicios que pueda verter los son exclusivamente a título personal sin ser respaldados
por el cargo que ejerzo. No pretendo tampoco ostentar representación alguna. Mi condición
de gallego ejerciente, y de granadino adoptivo, me hacen huir de cualquier exceso, salvo en
los ámbitos de la prudencia y la moderación. En el arte de la prudencia me guío por los afo-
rismos de Baltasar Gracián. La moderación la concibo, con nuestro Presidente don Benigno
Pendás, como «una forma de entender el mundo», coincidiendo también con él en que «el
justo medio no es un concepto geométrico, sino una guía para la acción».
El orden peligroso, pero estable y predecible, propiciado por el equilibrio del terror basa-
do en la posibilidad de la destrucción mutua asegurada se acabó con el fin de la Guerra Fría.
Muchos, como Francis Fukuyama en 1989, pretendieron ver, «no sólo el final de la Guerra
Fría, sino el fin de la historia»: «el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la
universalización de la democracia liberal occidental como forma final de gobierno humano».
Llevado por el mismo optimismo, James Baker, a la sazón Secretario de Estado norteameri-
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cano, afirmaba poco después que «la Historia nos había dado otra oportunidad para cons-
truir el mundo que visionaron los fundadores de las Naciones Unidas para llevar la paz y la
justicia a todo el mundo».
Las perspectivas, con diverso grado de optimismo, sobre un nuevo orden internacional
más fructífero para las relaciones cooperativas en un mundo más seguro, aunque más inesta-
ble, se desvanecieron con los salvajes e imprevistos ataques terroristas del 11 de septiembre
de 2001 contra Nueva York y Washington. Los ataques constataron que la Humanidad no
iba camino del ideal kantiano de la paz perpetua y Estados Unidos, sintiéndose vulnerable y
creyéndose enfrentar a una amenaza existencial para su seguridad, declaró la «Guerra Global
contra el Terror», para hacer frente a unas amenazas que, en palabras de Condoleezza Rice,
provenían «menos de Ejércitos en masa que de pequeñas y oscuras bandas de terroristas,
menos de Estados fuertes que de Estados débiles y fallidos». Las naciones occidentales se
empeñaron en unas prolongadas y costosas operaciones de estabilización en Irak y, especial-
mente, en Afganistán, donde la presencia durante más de veinte años cosechó un resultado
cercano al fracaso.
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24 de febrero de 2022. La reacción defensiva ucraniana, esta vez apoyada decididamente por
Occidente, y los errores estratégicos y operacionales rusos convirtieron la «operación militar
especial» en un conflicto prolongado muy parecido a una guerra de desgaste que nos ha de-
vuelto al comienzo del ciclo, a una nueva «guerra fría» más cercana a una «guerra caliente».
Conflicto, que el académico don Emilio Lamo de Espinosa considera que «preludia un perio-
do de turbulencias en el escenario internacional presidido y marcado por la trampa de Tucí-
dides: la tensión entre una potencia emergente (China) y otra declinante (Estados Unidos)».
El fin del enfrentamiento entre bloques propició que la Organización de las Naciones
Unidas llevase a cabo una creciente implicación por la paz y seguridad internacionales con
unas operaciones de paz que aumentaron en número, complejidad y ambición. El Programa
de Paz y su Suplemento de Boutros-Ghali, el Informe Brahimi en el mandato de Kofi Annan,
así como la Nueva Agenda de Asociación y el Informe Ramos-Horta en el mandato de Ban
Ki-moon son claros ejemplos de ello. A lo largo de las tres últimas décadas, las Naciones Uni-
das han hecho un esfuerzo ímprobo para tratar de prestar el mejor servicio a la paz y segu-
ridad internacionales. Existe una gran diferencia entre las operaciones de mantenimiento de
la paz anteriores al fin de la Guerra Fría y las misiones multidimensionales e integradas que
se llevan a cabo en la actualidad.
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La Conferencia, más tarde Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa,
buscó prolongar y plasmar en avances prácticos el ambiente de optimismo del fin de la
Guerra Fría pero fue víctima del resurgimiento de la desconfianza, rivalidad y confrontación
Este-Oeste.
La OTAN, nacida para para la disuasión y la defensa, fortaleció, en gran medida y de for-
ma creciente, su dimensión política a través del diálogo, la cooperación y la asociación. Tras
sus iniciales dudas, se implicó progresivamente en las operaciones de gestión de crisis, inclu-
yendo la estabilización y, en ocasiones, la imposición de paz, primero en el continente euro-
peo y después en el asiático. Mantiene sus recelos a implicarse en África que parece dejar
reservada a la Unión Europea. Presenta unas características propias que le han permitido esa
rápida adaptación, como son el liderazgo ejercido por Estados Unidos; la flexibilidad en la
toma de decisiones políticas; la fortaleza de su Sede en la que, bajo control civil, se integran
los aspectos políticos y militares; la sólida y cohesionada Estructura de Mando y una Estruc-
tura de Fuerza comprometida y previsible; la comunidad de doctrina estratégica, operacio-
nal y táctica; y, la interoperabilidad de las fuerzas armadas de sus Naciones, acostumbradas a
actuar juntas.
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tiene dificultades para ejercer un «poder inteligente», al no haber sabido o podido unir a su
enorme «poder blando» una dosis adecuada de «poder duro». La diplomacia es casi siempre
menos eficaz cuando no está respaldada por un instrumento militar creíble.
La Unión Europea en su conjunto presenta el segundo mayor gasto militar del mundo,
pero las duplicidades y la falta de interoperabilidad limitan su eficiencia. Las relaciones de
cooperación con la OTAN, que en realidad lo son entre Europa y Estados Unidos, Venus y
Marte aplicando la visión de Robert Kagan, son complejas, dada la diferente naturaleza, orga-
nización y capacidad militar de ambas organizaciones y están lastradas por la rivalidad política
entre algunos de sus Estados. En otras palabras, Europa quiere compartir el liderazgo pero
no los costes y Estados Unidos quiere compartir los costes pero no el liderazgo.
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nia, la disuasión y la defensa. También ha ofrecido una oportunidad a la Unión Europea para
consolidar y dar credibilidad a su política común de seguridad y defensa. La guerra en Gaza
y la consiguiente inestabilidad en Oriente Medio, así como el devenir del continente africano,
han sumido a las Naciones Unidas en la inoperancia.
La opinión pública propia y la del adversario suelen considerarse los centros de gravedad
estratégicos y de ahí que los contendientes actúen sobre ellas o contra ellas con todo tipo de
acciones físicas y cognitivas. En las operaciones de contrainsurgencia y de gestión de crisis hay
que ganar «los corazones y las mentes» de la población, constituyéndose en la clave del éxito
de la misión. Se actúa entre la gente, dado el carácter cada vez más urbano de los conflictos por
la concentración de la población en las ciudades, incrementándose su importancia operacional
y táctica, cuando no estratégica. La población civil, tanto por su perversa utilización como objeti-
vo militar como por merecer especial protección, se convierte en un actor esencial de los con-
flictos. Debemos destacar a las mujeres, especialmente vulnerables ante los conflictos armados,
pero que también pueden ser actores extraordinariamente eficaces en su resolución y en la
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consolidación de la paz. Muchos Ejércitos, ocupando España una posición relevante, han incor-
porado la perspectiva de género en el planeamiento y ejecución de las operaciones militares.
Los Ejércitos actúan de forma conjunta (terrestre, naval y aérea), combinada (de varias
naciones) e integrada (con otros componentes de naturaleza civil de los Estados o de las
organizaciones internacionales o no gubernamentales) y en lo que se han venido a llamar
«operaciones multidominio» (a los dominios «físicos», terrestre, marítimo y aeroespacial, se
han unido los «virtuales», el ciberespacio y el cognitivo). Y ello lo han tenido que hacer con
menores recursos humanos, por la profesionalización de los Ejércitos, materiales y presu-
puestarios, por la excesiva recogida de los «dividendos de la paz», así como una reducción la
capacidad industrial militar. Otra vez, la invasión rusa de Ucrania parece que ha convencido
definitivamente a los Estados europeos de la necesidad de invertir más en defensa.
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Parte II: Las Fuerzas Armadas en una nueva sociedad española
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«España vaciada». La nueva estructura social está seriamente comprometida por la baja tasa
de natalidad, mitigada parcialmente con la llegada de inmigrantes, que han dejado de utilizar
nuestro país como territorio de tránsito para verlo como lugar de destino. Unas migraciones
internacionales que, de acuerdo con nuestra académica doña Carlota Solé, flamante Premio
Nacional de Sociología y Ciencia Política 2023, hay que «reconceptualizar como una parte
intrínseca de procesos más amplios de cambio social, económico, político, cultural y demo-
gráfico». En cualquier caso, el envejecimiento poblacional afectará, especialmente si el paro
disminuye, a la capacidad de reclutamiento de nuestros Ejércitos, en particular de personal
formado en las nuevas tecnologías, incapaces de competir por ellos en el mercado laboral
por nuestras condiciones salariales.
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La percepción de los españoles sobre las cuestiones de defensa y las Fuerzas Armadas
ha ido mejorando paulatinamente, encontrándose ahora en un momento envidiable. Para
don Manuel Campo Vidal, la participación de nuestros militares en operaciones en el exte-
rior desde hace 35 años y su actuación en las crisis interiores en España (incendios forestales,
COVID-19, Filomena, erupción del volcán de la Palma, etc.) han conducido a una valoración
espectacular de los ciudadanos. Por otra parte, la ilegal invasión rusa de Ucrania ha contri-
buido a mejorar la percepción de la sociedad sobre la necesidad de una defensa adecuada.
Los presupuestos de defensa, si bien siempre escasos, han seguido, en términos generales,
los vaivenes de la coyuntura económica española, pero no se fueron incrementando al mismo
ritmo que otros indicadores como el Producto Nacional Bruto o el total de los Presupuestos
Generales del Estado. Coincido con el general Jorge Ortega en que la escasez provenía de la fal-
ta de percepción de una amenaza concreta, la baja conciencia de defensa en nuestra sociedad y
la prioridad otorgada a otras necesidades nacionales. La reconversión industrial, los criterios de
convergencia para acceder al euro o la mitigación de las consecuencias de la crisis financiera de
2008, son algunos ejemplos. A ello debemos unir la creencia general inicial de que la suspensión
de la prestación del servicio militar era gratuita, obviando la lógica de que un Ejército profesio-
nal, aunque más reducido, es más costoso que uno de reemplazo. Tampoco debemos olvidar
la tradicional predilección de la clase política y la sociedad por los «gastos sociales» frente a los
«militares», en una dicotomía, heredera del viejo dilema «cañones o mantequilla», que resulta
paradójicamente errónea, cuando no engañosa. No obstante, los presupuestos de defensa han
mejorado sustancialmente tras el compromiso expresado por el presidente del Gobierno en ju-
nio de 2022 de alcanzar el 2% del Producto Nacional Bruto en 2029. Las razones que explicaban
las restricciones presupuestarias se han dado la vuelta. Los ciudadanos somos más conscientes
de los riesgos y amenazas a los que nos enfrentamos y, por consiguiente, de la necesidad de una
defensa más fuerte.Y, quizás lo más importante, existe un consenso entre los principales partidos
políticos del Gobierno y de la Oposición para considerar el esfuerzo presupuestario en Defensa
como una inversión con efectos beneficiosos para la seguridad y la prosperidad de los españoles.
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Parte III: La transformación de las Fuerzas Armadas
Las Fuerzas Armadas españolas se han transformado progresivamente para adaptarse a las
consecuencias de la evolución del marco geoestratégico, jurídico, político, social y económico que
hemos descrito. Lo exigía no sólo el cumplimiento de la Constitución y las Leyes, sino también su
afán por estar al servicio de España y de los españoles, en eficaz cumplimiento de sus misiones y
cometidos. Las Fuerzas Armadas han sido capaces de conjugar modernidad y tradición, para con-
vertirse en un Ejército moderno al servicio de un Estado y una sociedad democráticos, preser-
vando lo esencial de su código moral y reafirmando los valores de la vocación y profesión militar.
El proceso seguido respondía a una ambición y a una ilusión pero no obedeció a un plan
preconcebido. Se anhelaba y se percibía el destino final pero no se tenía claro el camino a
seguir. Hubo que hacer camino al andar, trabajando simultáneamente en múltiples ámbitos
y respondiendo a circunstancias inesperadas. La regla empleada fue integrar en lo posible la
normativa aplicable de las Fuerzas Armadas en la común de la Administración General del
Estado, si bien adaptándola a las singulares condiciones de la vida y organización castrense.
Los aspectos clave de ese proceso fueron su encaje en el ordenamiento constitucional, su-
bordinadas al poder civil y respondiendo a las directrices de una política de defensa, con sus
miembros regidos por una legislación de personal y de enseñanza adecuadas, constituyendo
una valiosa herramienta tanto para la acción exterior como interior del Estado y contribuyen-
do al desarrollo de la capacidad de innovación y desarrollo industrial y tecnológico de España.
El primer paso fue la incardinación de las Fuerzas Armadas en la Constitución y, más con-
cretamente, su subordinación al poder ejecutivo, y la reforma de la Justicia Militar. En respuesta
al mandato del artículo 8.2 de la Constitución, se promulgaron sucesivamente tres Leyes Orgá-
nicas de la Defensa Nacional. La primera, de julio de 1980, no plasmó adecuadamente lo que
el general Díez-Alegría consideraba que había «constituido siempre un axioma: la subordina-
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ción del Ejército al poder civil» y tuvo que ser reformada en enero de 1984. No supo resolver,
o cuando menos lo hizo de forma ambigua, la relación entre el artículo 97 de la Carta Magna,
por el que el Gobierno dirige «la administración civil y militar y la defensa del Estado», y las mi-
siones atribuidas a las Fuerzas Armadas en el artículo 8.1. Tal ambigüedad y un sentimiento, tan
persistente como equivocado, de una autonomía militar se habían evidenciado en ciertas ac-
titudes y comportamientos en los tristes sucesos del 23 de febrero de 1981. Posteriormente,
los cambios experimentados en el entorno geoestratégico y en la sociedad española hicieron
necesaria la promulgación de una nueva Ley Orgánica, en 2005, que, entre otras cosas, delimita
nítidamente las atribuciones de los «poderes del Estado» y las Autoridades militares, introduce
nuevas misiones para las Fuerzas Armadas y establece una nueva organización militar.
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re en las Fuerzas Armadas de tal modo que nadie tenga nada que esperar del favor ni temer
de la arbitrariedad».
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sional, un régimen de ascensos y promoción basado en el mérito y la capacidad que incentivase
la dedicación y el esfuerzo, el modelo de Fuerzas Armadas, la incorporación de la mujer, la profe-
sionalización de los militares de tropa y marinería, el reservismo y la enseñanza militar. Las Leyes
exigieron importantes sacrificios para sus miembros, algunos sentimentales (porque afectaban
tradiciones muy enraizadas, como la integración de las Armas en un Cuerpo General) y otros
más tangibles, como la variación de la expectativas profesionales. Sacrificios que se consideraron
necesarios, para modernizar y garantizar la eficacia de la las Fuerzas Armadas. También supusie-
ron una reducción de su entidad. En 1984 tenían 373.000 efectivos, mientras que la Ley de la
Carrera Militar de 2007 fija el número máximo en activo, no alcanzado, entre 130.000 y 140.000.
Tres cuestiones merecen una especial atención: la incorporación de la mujer, la plena pro-
fesionalización y la enseñanza militar.
En comparación con los países de nuestro entorno, España llegó tarde, hace 35 años, a
la incorporación de la mujer, pero en muy poco tiempo, se eliminó todo tipo de discrimina-
ción profesional, permitiéndose alcanzar todos los empleos militares y ocupar cualquier des-
tino. Se establecieron también instrumentos para verificar la igualdad efectiva entre mujeres
y hombres y facilitar la conciliación personal, familiar y profesional. En la actualidad, España es
una referencia en la igualdad e integración de las mujeres en sus Fuerzas Armadas y en la im-
plantación de las resoluciones de Naciones Unidas sobre «Mujeres, Paz y Seguridad». No se
trata sólo de una cuestión de igualdad, sino también de necesidad y conveniencia. Los Ejérci-
tos no pueden renunciar a más de la mitad de la población española para ingresar en sus filas,
ni tampoco a enriquecerse con sus diferentes sensibilidades y perspectivas ni, mucho menos,
al papel insustituible de nuestras mujeres en muchas zonas de conflicto, clave para lograr una
paz duradera y sostenible. El ingreso como dama cadete de la Academia General Militar de
Su Alteza Real la Princesa doña Leonor, llamada a ejercer en un futuro el Mando Supremo de
las Fuerzas Armadas, reviste especial simbolismo en muchos ámbitos, no siendo el menor su
coincidencia con el trigésimo quinto aniversario de la incorporación de la mujer a los Ejércitos.
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La Ley de Régimen Profesional de las Fuerzas Armadas de 1999 declaró la suspensión de
la prestación del servicio militar con efectos de 31 de diciembre de 2002, que se adelanta-
ría en un año poco después, con la consiguiente plena profesionalización de los militares de
tropa y marinería. El período de transición fue escaso y coincidió con una etapa de bonan-
za económica. La mencionada Ley no ofrecía atractivos suficientes y no pudo conseguir los
objetivos de reclutamiento perseguidos. Fue necesaria otra Ley, la de Tropa y Marinería de
2006, para establecer un nuevo modelo que permitió una relación temporal más prolonga-
da con las Fuerzas Armadas, facilitó la formación y la acreditación de competencias, mejoró
la reinserción laboral y aportó mayores incentivos socio-económicos a su finalización. Su im-
plantación se vio además favorecida por la recesión económica provocada por la crisis finan-
ciera de 2008. Es indudable que la suspensión del servicio militar obligatorio se llevó consigo
algunas de las ventajas que proporcionaba. El general Muñoz-Grandes hizo referencia a ellas
en su discurso. Nos tocaría trabajar para que no se debilite el vínculo entre las Fuerzas Ar-
madas y el resto de la sociedad y para obtener el máximo partido de los reservistas como
contribución de la ciudadanía a la defensa nacional
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La práctica y el desarrollo legislativo, especialmente la Ley Orgánica de la Defensa Nacio-
nal de 2005, ampliaron la misión de las Fuerzas Armadas establecida en el artículo 8.1 de la
Constitución para incluir la contribución militar a la seguridad y defensa de España y sus alia-
dos, el mantenimiento de la paz, la estabilidad y la ayuda humanitaria, la preservación de la
seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de catástrofe o calamidad y las mi-
siones de evacuación de residentes españoles en el extranjero. Las Fuerzas Armadas se con-
virtieron así en una herramienta de la acción exterior e interior del Estado.
Las Fuerzas Armadas han participado desde 1989 en operaciones en el exterior, llevadas
a cabo principalmente en el marco de las organizaciones internacionales de seguridad y de-
fensa, respondiendo a la evolución del contexto estratégico internacional y a la posición in-
ternacional de España. A dicha participación debemos añadir la aportación a los planeamien-
tos operativo y de fuerza y a las estructuras de mando y fuerza principalmente de la OTAN y
la Unión Europea y de las fuerzas multinacionales, así como la participación en sus iniciativas
y ejercicios de preparación. Todas ellas constituyen una plasmación del compromiso de Es-
paña con la defensa colectiva y la seguridad compartida, que conlleva retornos de todo tipo,
no exclusivamente militares.
Sin menoscabo de otras acciones que las Fuerzas Armadas llevan a cabo en el territo-
rio nacional, ha sido la creación de la Unidad Militar de Emergencias, en octubre de 2005, la
medida más importante del Gobierno de la Nación para dotarse de una nueva herramienta
con la que contribuir a la acción interior del Estado en un campo tan complejo como es el
de la protección civil. La Ley Orgánica de la Defensa Nacional de 2005 respaldó el acierto y
la necesidad de la creación de esta Unidad y el Gobierno la integró plenamente en el sistema
nacional de protección civil con un protocolo de intervención específico. La Unidad Militar
de Emergencias es la respuesta de primera intervención militar ante emergencias y catástro-
fes, pero no la única posible, pudiendo ser reforzada con medios y capacidades e incluso con
Unidades del resto de las Fuerzas Armadas.
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Como abogaba el general Díez-Alegría, se ha logrado aunar la consecución de las capaci-
dades militares que las Fuerzas Armadas necesitan para el cumplimiento de sus misiones con el
fomento de la industria de defensa nacional y el fortalecimiento de la investigación, desarrollo e
innovación tecnológica. El académico don José María Serrano nos recordó que incluso el após-
tol del liberalismo económico Adam Smith consideraba «importante que el reino dependiese
lo menos posible de sus vecinos para los productos necesarios para su defensa». Disponer de
una sólida Base Industrial y Tecnológica de la Defensa es esencial para garantizar la autonomía
estratégica nacional y contribuir a la europea. Su fortalecimiento ha sido un objetivo de siem-
pre, ya recogido en la Ley de Dotaciones de 1982, que ha recibido un considerable impulso con
la materialización en curso del compromiso de incrementar los presupuestos de defensa.Ya he-
mos dicho que la defensa ha dejado de considerarse un gasto para ser tratada como una inver-
sión. En cualquier caso, los militares somos conscientes del deber de emplear de la forma más
eficiente posible los créditos presupuestarios que los españoles ponen a nuestra disposición.
Más allá de cambios formales, las Reales Ordenanzas siguen reflejando a la milicia como
una «religión de personas honradas», portadoras de unas virtudes o valores, que pueden
ser denominados militares, no por su exclusividad, sino por ser una exigencia para los que
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vestimos uniforme. Es una exigencia derivada de ser depositarios de las armas de la Nación
y del compromiso contraído para defenderla. Un compromiso que nos obliga a entregar la
vida pero también a no escatimar el sudor en el trabajo diario. Siendo esenciales, los valores
no son de por sí suficientes. Sobre ellos ha de florecer el conocimiento a través del estudio
y de la permanente preparación para el servicio. Valores y conocimiento son dos caras de la
misma moneda de esa educación noble e ilustrada de la que se enorgullecía el mariscal Gar-
cía-Loygorri al referirse en 1814 a la formación impartida en el Real Colegio de Artillería de
Segovia que había propiciado el heroico comportamiento de Daoiz y Velarde.
Nuestro presidente de honor, don Miguel Herrero, me recordó, con ocasión de la ceremo-
nia de juramento de la Constitución por Su Alteza Real la Princesa de Asturias, la importancia
de la estética para reforzar e interiorizar la ética. La liturgia castrense es pródiga en rituales que
encierran un significado que, además de crear un ambiente de solemnidad, respeto y emoción
entre los asistentes a una ceremonia, infunden entre los militares participantes un sentimiento
de grupo y un compromiso con los valores fundamentales de la carrera de las armas.
Las Fuerzas Armadas basan su eficacia en la disciplina, jerarquía y unidad, a los que se debe
añadir la más exquisita neutralidad política. No existe momento más feliz para un militar que
cuando se siente respaldado por la sociedad de la que forma parte y a la que sirve, y cuando su
neutralidad, personal e institucional, es correspondida por las autoridades políticas abordando los
asuntos de la defensa nacional y las Fuerzas Armadas desde una perspectiva de política de Estado.
Epílogo
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organización, instrucción y equipo sean los que corresponden a una verdadera fuerza moder-
na y eficiente».
¡Qué orgullo para las Fuerzas Armadas haber estado representadas por mis predeceso-
res en esta Corporación! ¡Y qué responsabilidad me dispongo a contraer procurando estar
a su altura y ser fiel a su memoria!
Señor Presidente, Señoras y Señores Académicos, Señoras y Señores, muchas gracias por
su presencia, paciencia y atención.
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