Folleto Discurso Jeme

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 28

Discurso de recepción del Académico de Número de

la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas


del General de Ejército Don Amador Enseñat y Berea

LA TRANSFORMACIÓN DE LAS
FUERZAS ARMADAS ESPAÑOLAS:
MODERNIDAD Y TRADICIÓN
Discurso de recepción del Académico de Número de
la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
del General de Ejército Don Amador Enseñat y Berea

LA TRANSFORMACIÓN DE LAS
FUERZAS ARMADAS ESPAÑOLAS:
MODERNIDAD Y TRADICIÓN

Sesión del 27 de febrero de 2024, Madrid

Saludo y preámbulo
Parte I: Las Fuerzas Armadas en un entorno geoestratégico en constante evolución
Parte II: Las Fuerzas Armadas en una nueva sociedad española
Parte III: La transformación de las Fuerzas Armadas
Parte IV: La actualización y pervivencia del código moral de las Fuerzas Armadas
Epílogo
Señor Presidente, Señoras y Señores Académicos, Señoras y Señores

Saludo y Preámbulo

Todavía bajo el impacto emocional que me produjo mi elección como académico de nú-
mero por el Pleno de esta Real Academia de Ciencias Morales y Políticas tras la generosa
propuesta de los insignes académicos don Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, don Mar-
celino Oreja Aguirre y don José María Serrano Sanz, agradezco a todos los distinguidos aca-
démicos de número su benevolencia al otorgarme su confianza. Valoro sobremanera que
hayan mantenido la tradición de que uno de ustedes provenga de la milicia. Agradezco espe-
cialmente el respaldo de nuestro ilustre Presidente, don Benigno Pendás García, quien fue mi
profesor de Historia de las Ideas y Formas Políticas en un lejano curso académico 1985-1986.

Asumo este nombramiento como un reto al que me debo enfrentar, como un deber que
he de cumplir dentro de la misión de servicio a España y a los españoles que acepté cuando,
a la edad de 16 años, realicé el juramento de fidelidad ante la Enseña Nacional como caba-
llero aspirante de la Academia General Militar.

Me propongo desempeñar en la Real Academia la función que siempre he ejercido en mi


vida profesional: ser un vínculo entre lo civil y lo militar, capaz de generar un análisis transver-
sal que contribuya a entender la realidad internacional en un momento en el que el flagelo
de la guerra y la inseguridad regresan a nuestra vecindad. Soy consciente de que me resulta-
rá muy difícil estar a la altura de las egregias figuras castrenses que me antecedieron portan-
do la medalla número 13.

El teniente general don Manuel Díez-Alegría Gutiérrez tuvo una brillante carrera militar
que culminó como Jefe del Alto Estado Mayor. Académico de número de nuestra Corpora-
ción y posteriormente de la Real Academia Española, leyó su discurso de recepción, el 5 de

3
marzo de 1968, con el título «Defensa y Sociedad: un enfoque actual del problema externo
de los Ejércitos». Su discurso tuvo una gran influencia en la definición del Ejército actual, pre-
parándolo además para la transición política a la democracia. Para Stanley Payne, el general
Díez-Alegría fue «el campeón más destacado para lograr la modernización y profesionaliza-
ción de las Fuerzas Armadas, de mantener su unidad y de evitar cualquier intervención en la
vida política». A pesar de la abrupta finalización de su carrera militar, sus ideas encontraron
provechosa continuidad en la persona del que había sido su subordinado en el Alto Estado
Mayor, el capitán general don Manuel Gutiérrez Mellado, quien desempeñaría un papel clave
en la Transición.

El general don Ramón Salas Larrazábal alternó una intensa carrera militar operativa con
la dedicación al estudio y a la investigación. Prolífico escritor y excelente historiador, dedicado
principalmente al estudio de la Guerra Civil, recibió, entre muchos otros, el Premio «Marqués
de Santa Cruz de Marcenado» del Ministerio de Defensa. Fue secretario de la Comisión In-
terejércitos que elaboró las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas de 1978. Leyó su
discurso de recepción el 31 de mayo de 1988, con el título «Seguridad y Paz», versando so-
bre temas que el general Díez-Alegría había tratado, según sus palabras, con autoridad y rigor,
«sintiéndose continuador como humilde discípulo».

El teniente general don Sabino Fernández Campo, conde de Latores, prestó innumera-
bles servicios a España a lo largo de su vida, llegando a ser Secretario General de la Casa de
Su Majestad el Rey y, más tarde, Jefe de la misma. Pronunció su discurso de recepción, con la
asistencia de Sus Majestades los Reyes, el 28 de junio de 1994, con el título «Una relectura
de El Príncipe», en el que realizó unas reflexiones que con gran modestia autoatribuyó «a
una persona corriente que ha tenido la oportunidad de conocer, desde observatorios privi-
legiados y durante bastantes años, acontecimientos históricos y políticos de distinto signo».
Elegido Presidente de nuestra Corporación en octubre de 2007, lamentablemente sólo pudo
estar dos años en el cargo.

4
Por último, pocos militares de nuestro tiempo han gozado de la admiración y prestigio
como el teniente general don Agustín Muñoz-Grandes Galilea. Lejos de buscar cobijo bajo la
figura de su padre, realizó una excepcional carrera militar, plena de entrega al cumplimiento
del deber y devoción por el servicio, constituyendo una sólida referencia profesional y, sobre
todo moral, para todos los que vestimos o hemos vestido uniforme. Responde al modelo de
hidalgo establecido por nuestro presidente honorario don Alfonso García-Valdecasas, cuan-
do contraponía «la moral del éxito que era villana con la del esfuerzo que era hidalga», por
más que el general Muñoz-Grandes, afortunadamente para nuestra Patria, viese su esfuerzo
coronado por el éxito.

A nivel personal, tuve la fortuna de beneficiarme de una relación relativamente cercana


durante los últimos años de su vida, desde la que percibí, no sólo su excepcional categoría
humana y profesional, sino también una entereza y resistencia física fuera de lo común ante
su progresivamente debilitada salud. Siempre encontré en él a un extraordinario Jefe y toda-
vía mejor persona, que además de iluminarme con su ejemplo, me distinguió con su aprecio
y consejos. Aspiro a ser un sucesor digno de su memoria. Pronunció su discurso el 30 de no-
viembre de 2010, con el título «Sociedad y Milicia. Dos retos a vencer en el siglo XXI. Activa-
ción de la conciencia de defensa nacional y reafirmación de las virtudes militares».

Mi discurso lleva por título «La transformación de las Fuerzas Armadas españolas: mo-
dernidad y tradición». Promovido a teniente de Artillería en julio de 1983, he sido testigo
personal de ese proceso que ha conducido a las Fuerzas Armadas a un mejor servicio a Es-
paña, un preciso encaje en el Estado constitucional y una profunda integración con el resto
de la sociedad.

Seguiré la senda de los discursos de mis predecesores de contenido militar. Resaltaré los
importantes y vertiginosos cambios acontecidos en el mundo y en España en el ámbito de
la seguridad y la defensa y presentaré cómo las Fuerzas Armadas se han transformado para

5
adaptarse a esos cambios incrementando su disponibilidad y capacidad para cumplir con su
misión y, al mismo tiempo, conservando lo esencial de su código moral, los valores en los que
basan su proceder.

Los juicios que pueda verter los son exclusivamente a título personal sin ser respaldados
por el cargo que ejerzo. No pretendo tampoco ostentar representación alguna. Mi condición
de gallego ejerciente, y de granadino adoptivo, me hacen huir de cualquier exceso, salvo en
los ámbitos de la prudencia y la moderación. En el arte de la prudencia me guío por los afo-
rismos de Baltasar Gracián. La moderación la concibo, con nuestro Presidente don Benigno
Pendás, como «una forma de entender el mundo», coincidiendo también con él en que «el
justo medio no es un concepto geométrico, sino una guía para la acción».

Parte I: Las Fuerzas Armadas en un entorno geoestratégico en


constante evolución

Desde que el general Díez-Alegría leyó su discurso de recepción, la sociedad internacio-


nal ha experimentado enormes cambios que se han producido a una velocidad vertigino-
sa siguiendo un rumbo casi siempre inesperado. Examinaremos sucintamente esos cambios,
analizaremos someramente la adaptación de las organizaciones internacionales de seguridad
y defensa en cuyo marco las fuerzas militares desarrollan sus actividades y resaltaremos su
impacto sobre las Fuerzas Armadas.

El orden peligroso, pero estable y predecible, propiciado por el equilibrio del terror basa-
do en la posibilidad de la destrucción mutua asegurada se acabó con el fin de la Guerra Fría.
Muchos, como Francis Fukuyama en 1989, pretendieron ver, «no sólo el final de la Guerra
Fría, sino el fin de la historia»: «el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la
universalización de la democracia liberal occidental como forma final de gobierno humano».
Llevado por el mismo optimismo, James Baker, a la sazón Secretario de Estado norteameri-

6
cano, afirmaba poco después que «la Historia nos había dado otra oportunidad para cons-
truir el mundo que visionaron los fundadores de las Naciones Unidas para llevar la paz y la
justicia a todo el mundo».

Las perspectivas, con diverso grado de optimismo, sobre un nuevo orden internacional
más fructífero para las relaciones cooperativas en un mundo más seguro, aunque más inesta-
ble, se desvanecieron con los salvajes e imprevistos ataques terroristas del 11 de septiembre
de 2001 contra Nueva York y Washington. Los ataques constataron que la Humanidad no
iba camino del ideal kantiano de la paz perpetua y Estados Unidos, sintiéndose vulnerable y
creyéndose enfrentar a una amenaza existencial para su seguridad, declaró la «Guerra Global
contra el Terror», para hacer frente a unas amenazas que, en palabras de Condoleezza Rice,
provenían «menos de Ejércitos en masa que de pequeñas y oscuras bandas de terroristas,
menos de Estados fuertes que de Estados débiles y fallidos». Las naciones occidentales se
empeñaron en unas prolongadas y costosas operaciones de estabilización en Irak y, especial-
mente, en Afganistán, donde la presencia durante más de veinte años cosechó un resultado
cercano al fracaso.

Mientras se desarrollaba la intervención internacional en Afganistán sucedieron aconteci-


mientos de particular importancia: la invasión de Irak por una coalición liderada por Estados
Unidos; los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid que nos encararon con el terroris-
mo islamista; las revoluciones de la Primavera Árabe, que no desembocaron en las democra-
cias ilusionadas por Barack Obama un año antes en El Cairo y que condujeron a la inestabili-
dad regional; y, en febrero de 2014, la invasión rusa de la península de Crimea y la segregación
apoyada por Rusia de amplias zonas de los oblasts ucranianos de Donetsk y Lugansk.

El presidente Putin no valoró adecuadamente la tibia reacción occidental a esa invasión


y segregación, así como la aparente debilidad en el seno de la Alianza Atlántica tras la desor-
denada retirada de Afganistán, y creyó que era el momento oportuno para invadir Ucrania el

7
24 de febrero de 2022. La reacción defensiva ucraniana, esta vez apoyada decididamente por
Occidente, y los errores estratégicos y operacionales rusos convirtieron la «operación militar
especial» en un conflicto prolongado muy parecido a una guerra de desgaste que nos ha de-
vuelto al comienzo del ciclo, a una nueva «guerra fría» más cercana a una «guerra caliente».
Conflicto, que el académico don Emilio Lamo de Espinosa considera que «preludia un perio-
do de turbulencias en el escenario internacional presidido y marcado por la trampa de Tucí-
dides: la tensión entre una potencia emergente (China) y otra declinante (Estados Unidos)».

La infiltración rusa en África y los ataques terroristas de Hamas y la respuesta de Israel


en la Franja de Gaza, con la posibilidad no descartable de una extensión regional del conflic-
to, no hacen más que acentuar la peligrosidad, inestabilidad e impredecibilidad de la situación
geoestratégica del momento, en la que el orden internacional basado en normas se encuen-
tra amenazado.

Durante este tiempo, las organizaciones internacionales con responsabilidades en el cam-


po de la seguridad y la defensa tuvieron que adaptarse a la vertiginosa e intensa evolución
del escenario geoestratégico que hemos descrito.

El fin del enfrentamiento entre bloques propició que la Organización de las Naciones
Unidas llevase a cabo una creciente implicación por la paz y seguridad internacionales con
unas operaciones de paz que aumentaron en número, complejidad y ambición. El Programa
de Paz y su Suplemento de Boutros-Ghali, el Informe Brahimi en el mandato de Kofi Annan,
así como la Nueva Agenda de Asociación y el Informe Ramos-Horta en el mandato de Ban
Ki-moon son claros ejemplos de ello. A lo largo de las tres últimas décadas, las Naciones Uni-
das han hecho un esfuerzo ímprobo para tratar de prestar el mejor servicio a la paz y segu-
ridad internacionales. Existe una gran diferencia entre las operaciones de mantenimiento de
la paz anteriores al fin de la Guerra Fría y las misiones multidimensionales e integradas que
se llevan a cabo en la actualidad.

8
La Conferencia, más tarde Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa,
buscó prolongar y plasmar en avances prácticos el ambiente de optimismo del fin de la
Guerra Fría pero fue víctima del resurgimiento de la desconfianza, rivalidad y confrontación
Este-Oeste.

La Unión Europea Occidental prestó, hasta su disolución en 2011, importantes servicios


en la creación del componente defensivo de la Unión Europea y de la identidad europea
de seguridad y defensa en el seno de la Alianza Atlántica. También fue de utilidad para incitar,
con sus misiones Pertersberg, la participación de la OTAN en la gestión de crisis, ante sus
reticencias de ir más allá del compromiso de defensa colectiva del artículo 5 y de la zona de
aplicación del artículo 6 del tratado de Washington.

La OTAN, nacida para para la disuasión y la defensa, fortaleció, en gran medida y de for-
ma creciente, su dimensión política a través del diálogo, la cooperación y la asociación. Tras
sus iniciales dudas, se implicó progresivamente en las operaciones de gestión de crisis, inclu-
yendo la estabilización y, en ocasiones, la imposición de paz, primero en el continente euro-
peo y después en el asiático. Mantiene sus recelos a implicarse en África que parece dejar
reservada a la Unión Europea. Presenta unas características propias que le han permitido esa
rápida adaptación, como son el liderazgo ejercido por Estados Unidos; la flexibilidad en la
toma de decisiones políticas; la fortaleza de su Sede en la que, bajo control civil, se integran
los aspectos políticos y militares; la sólida y cohesionada Estructura de Mando y una Estruc-
tura de Fuerza comprometida y previsible; la comunidad de doctrina estratégica, operacio-
nal y táctica; y, la interoperabilidad de las fuerzas armadas de sus Naciones, acostumbradas a
actuar juntas.

La Unión Europea ha realizado indudables avances en el ámbito de la seguridad y defensa,


en el nivel político y en el militar, y en este último, tanto en el planeamiento como en la eje-
cución de misiones sobre el terreno. No obstante, aplicando la terminología de Joseph Nye,

9
tiene dificultades para ejercer un «poder inteligente», al no haber sabido o podido unir a su
enorme «poder blando» una dosis adecuada de «poder duro». La diplomacia es casi siempre
menos eficaz cuando no está respaldada por un instrumento militar creíble.

La realidad de la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea ha ido


siempre muy por detrás de la ambición declarada y los documentos acordados. Como suele
decir el Alto Representante don Josep Borrell, «hay que hacer más y más rápido» porque si
no lo hacemos así, como nos recuerda nuestra vicepresidenta doña Araceli Mangas, «la his-
toria y sus rápidos cambios nos vuelven a sorprender; cuando la Unión quiere cambiar, al ha-
cerlo tan lentamente, el contexto cambia y los pulveriza». Las causas son, entre otras, las dife-
rentes sensibilidades en su seno (atlantistas, partidarios de la absoluta primacía de la OTAN;
europeístas, partidarios de una mayor autonomía estratégica europea), la ausencia de un Es-
tado líder en el campo de la defensa; la falta de suficiente voluntad política de los Estados
miembros para asignar suficientes recursos y asumir las responsabilidades y consecuencias de
una defensa europea; y un complejo proceso de toma de decisiones.

La Unión Europea en su conjunto presenta el segundo mayor gasto militar del mundo,
pero las duplicidades y la falta de interoperabilidad limitan su eficiencia. Las relaciones de
cooperación con la OTAN, que en realidad lo son entre Europa y Estados Unidos, Venus y
Marte aplicando la visión de Robert Kagan, son complejas, dada la diferente naturaleza, orga-
nización y capacidad militar de ambas organizaciones y están lastradas por la rivalidad política
entre algunos de sus Estados. En otras palabras, Europa quiere compartir el liderazgo pero
no los costes y Estados Unidos quiere compartir los costes pero no el liderazgo.

La invasión rusa de Ucrania ha paralizado a la ONU, imposibilitada de lograr decisiones


en el Consejo de Seguridad, en un momento de debilidad en el que importantes misiones,
en Mali y Sudán, han sido canceladas a petición de dichos Estados. Sin embargo, ha revitaliza-
do a la OTAN, reafirmando su necesidad y mostrando su saber hacer en su función primige-

10
nia, la disuasión y la defensa. También ha ofrecido una oportunidad a la Unión Europea para
consolidar y dar credibilidad a su política común de seguridad y defensa. La guerra en Gaza
y la consiguiente inestabilidad en Oriente Medio, así como el devenir del continente africano,
han sumido a las Naciones Unidas en la inoperancia.

El nuevo escenario geoestratégico ha tenido un considerable impacto sobre las Fuerzas


Armadas. El entorno operativo se ha vuelto mucho más volátil, incierto, complejo y ambiguo,
mientras se ha de hacer frente a riesgos, amenazas y desafíos de muy variada índole, interco-
nectados y muchos de ámbito global. Ha cambiado el espectro del conflicto, difuminándose
la frontera entre la paz y la guerra o conflicto armado, apareciendo entre ambos una «zona
gris» en la que la confrontación es difusa y la forma de actuar es compleja. Los conflictos
son, en su mayoría, asimétricos, tanto en la entidad de los contendientes como en las estra-
tegias que aplican. Las estrategias híbridas, en las que se emplean medios convencionales y
no convencionales con objetivos militares y no militares, han dejado de ser excepción para
convertirse en norma de la confrontación en el mundo actual. Una confrontación en la que
intervienen, en proporciones mayores que las clásicas, los actores no estatales y en la que se
actúa, más que nunca, entre la gente, por la gente y para la gente.

La opinión pública propia y la del adversario suelen considerarse los centros de gravedad
estratégicos y de ahí que los contendientes actúen sobre ellas o contra ellas con todo tipo de
acciones físicas y cognitivas. En las operaciones de contrainsurgencia y de gestión de crisis hay
que ganar «los corazones y las mentes» de la población, constituyéndose en la clave del éxito
de la misión. Se actúa entre la gente, dado el carácter cada vez más urbano de los conflictos por
la concentración de la población en las ciudades, incrementándose su importancia operacional
y táctica, cuando no estratégica. La población civil, tanto por su perversa utilización como objeti-
vo militar como por merecer especial protección, se convierte en un actor esencial de los con-
flictos. Debemos destacar a las mujeres, especialmente vulnerables ante los conflictos armados,
pero que también pueden ser actores extraordinariamente eficaces en su resolución y en la

11
consolidación de la paz. Muchos Ejércitos, ocupando España una posición relevante, han incor-
porado la perspectiva de género en el planeamiento y ejecución de las operaciones militares.

Los Ejércitos actúan de forma conjunta (terrestre, naval y aérea), combinada (de varias
naciones) e integrada (con otros componentes de naturaleza civil de los Estados o de las
organizaciones internacionales o no gubernamentales) y en lo que se han venido a llamar
«operaciones multidominio» (a los dominios «físicos», terrestre, marítimo y aeroespacial, se
han unido los «virtuales», el ciberespacio y el cognitivo). Y ello lo han tenido que hacer con
menores recursos humanos, por la profesionalización de los Ejércitos, materiales y presu-
puestarios, por la excesiva recogida de los «dividendos de la paz», así como una reducción la
capacidad industrial militar. Otra vez, la invasión rusa de Ucrania parece que ha convencido
definitivamente a los Estados europeos de la necesidad de invertir más en defensa.

Las operaciones en Irak y Afganistán mostraron que la superioridad tecnológica, esencial


pero no suficiente por sí sola, tenía sus límites para hacer más con menos y para lograr un
entorno de guerra limpia, con escasas bajas propias, razonables bajas contrarias y mínimos
daños colaterales. La tecnología ha dejado de ser monopolio de los países avanzados y ad-
versarios teóricamente inferiores la emplean con destreza y eficiencia: los artefactos explosi-
vos improvisados activados a distancia y los drones armados de bajo coste son ejemplos de
ello. Por otra parte, la inteligencia artificial aplicada al combate presenta unos retos éticos y
jurídicos que es necesario abordar; entre ellos, la necesidad de intervención humana para de-
cidir el uso de fuerza letal y la ampliación del derecho internacional humanitario. La naturale-
za de dichos conflictos (con grandes cantidades de tropas sobre el terreno realizando simul-
táneamente actividades de muy diversa índole, pero al mismo tiempo con la posibilidad real
de que un simple cabo se viese obligado a tomar decisiones tácticas con efectos estratégicos,
cuando no políticos) atestiguaba la insuficiencia de la superioridad tecnológica. El regreso de
la guerra convencional al continente europeo no ha hecho más que reiterar nuestro conven-
cimiento de que la dimensión humana sigue siendo preponderante en los conflictos actuales.

12
Parte II: Las Fuerzas Armadas en una nueva sociedad española

Desde el ingreso en la Corporación del general Díez-Alegría, nuestra sociedad ha expe-


rimentado importantes cambios que han sido claves para las Fuerzas Armadas: la recupera-
ción de la democracia, la transformación social, la adhesión de España a las organizaciones
internacionales de seguridad y defensa, la definición de una política de seguridad nacional, la
mejora de la percepción de la opinión pública sobre las Fuerzas Armadas y la evolución de
los presupuestos de defensa.

La Constitución de 1978 convirtió a España en un Estado social y democrático de de-


recho. Una Constitución que tiene muy presente a las Fuerzas Armadas y a lo militar, dife-
renciándolas claramente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y regulando muy adecua-
damente su composición, su misión, su Mando Supremo, su dependencia del Gobierno, la
jurisdicción militar, el derecho y deber de defender a España, la limitación del ejercicio de
ciertos derechos de sus miembros, su competencia exclusiva por el Estado y la necesidad de
autorización previa del Congreso de Diputados para ciertas materias. El profesor López Ra-
món identifica los principios de ordenación constitucional de las Fuerzas Armadas: «ejército
permanente estatal», «separación entre autoridades civiles y militares», «subordinación de la
autoridad militar a la civil», «dependencia militar respecto del ejecutivo», «principio defensivo,
orientador de su uso», «juridicidad» y «estricta disciplina militar». No me atrevo a decir nada
más en presencia de un padre de la Constitución, nuestro presidente de honor don Miguel
Herrero y Rodríguez de Miñón.

La sociedad española se transformó a la par que el resto de las sociedades occidentales,


en un proceso de cambio crecientemente acelerado en todo el ecosistema social, como in-
dica el académico don Juan Díez Nicolás. Una clase media e ilustrada se convirtió en el seg-
mento más importante de la población. Los desplazamientos del campo a la ciudad y del in-
terior al litoral han dejado grandes zonas con poca y envejecida población, la conocida como

13
«España vaciada». La nueva estructura social está seriamente comprometida por la baja tasa
de natalidad, mitigada parcialmente con la llegada de inmigrantes, que han dejado de utilizar
nuestro país como territorio de tránsito para verlo como lugar de destino. Unas migraciones
internacionales que, de acuerdo con nuestra académica doña Carlota Solé, flamante Premio
Nacional de Sociología y Ciencia Política 2023, hay que «reconceptualizar como una parte
intrínseca de procesos más amplios de cambio social, económico, político, cultural y demo-
gráfico». En cualquier caso, el envejecimiento poblacional afectará, especialmente si el paro
disminuye, a la capacidad de reclutamiento de nuestros Ejércitos, en particular de personal
formado en las nuevas tecnologías, incapaces de competir por ellos en el mercado laboral
por nuestras condiciones salariales.

Recuperada la democracia, España alivió su aislamiento internacional y no sin algún sobre-


salto, como en el caso de la OTAN, se incorporó como miembro de pleno derecho a las or-
ganizaciones internacionales de seguridad y defensa. Ya miembro de Naciones Unidas desde
1955 y participante en la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa desde su
inicio en 1973, y tras ser recibida en el Consejo de Europa en 1977, siendo nuestro presidente
de honor don Marcelino Oreja Ministro de Asuntos Exteriores, España se adhirió sucesivamen-
te a la Alianza Atlántica en 1982 (incorporándose a la estructura militar integrada en 1999), a
la Comunidad Económica Europea en 1986 y a la Unión Europea Occidental en 1988. España
y sus Fuerzas Armadas contribuyeron a la defensa colectiva y seguridad compartida de nues-
tros Aliados y a la paz y la seguridad internacionales. Nuestras Unidades demostraron su pre-
paración y capacidad en todas las operaciones en las que, desde entonces, han tomado parte.

La actuación de las Fuerzas Armadas está orientada y condicionada por la Estrategia de


Seguridad Nacional, marco político-estratégico de la Política de Seguridad Nacional. Esta Es-
trategia integra, mediante un enfoque sinérgico, las actividades de los Ejércitos con las reali-
zadas por las otras herramientas de acción exterior e interior del Estado para garantizar la
seguridad nacional.

14
La percepción de los españoles sobre las cuestiones de defensa y las Fuerzas Armadas
ha ido mejorando paulatinamente, encontrándose ahora en un momento envidiable. Para
don Manuel Campo Vidal, la participación de nuestros militares en operaciones en el exte-
rior desde hace 35 años y su actuación en las crisis interiores en España (incendios forestales,
COVID-19, Filomena, erupción del volcán de la Palma, etc.) han conducido a una valoración
espectacular de los ciudadanos. Por otra parte, la ilegal invasión rusa de Ucrania ha contri-
buido a mejorar la percepción de la sociedad sobre la necesidad de una defensa adecuada.

Los presupuestos de defensa, si bien siempre escasos, han seguido, en términos generales,
los vaivenes de la coyuntura económica española, pero no se fueron incrementando al mismo
ritmo que otros indicadores como el Producto Nacional Bruto o el total de los Presupuestos
Generales del Estado. Coincido con el general Jorge Ortega en que la escasez provenía de la fal-
ta de percepción de una amenaza concreta, la baja conciencia de defensa en nuestra sociedad y
la prioridad otorgada a otras necesidades nacionales. La reconversión industrial, los criterios de
convergencia para acceder al euro o la mitigación de las consecuencias de la crisis financiera de
2008, son algunos ejemplos. A ello debemos unir la creencia general inicial de que la suspensión
de la prestación del servicio militar era gratuita, obviando la lógica de que un Ejército profesio-
nal, aunque más reducido, es más costoso que uno de reemplazo. Tampoco debemos olvidar
la tradicional predilección de la clase política y la sociedad por los «gastos sociales» frente a los
«militares», en una dicotomía, heredera del viejo dilema «cañones o mantequilla», que resulta
paradójicamente errónea, cuando no engañosa. No obstante, los presupuestos de defensa han
mejorado sustancialmente tras el compromiso expresado por el presidente del Gobierno en ju-
nio de 2022 de alcanzar el 2% del Producto Nacional Bruto en 2029. Las razones que explicaban
las restricciones presupuestarias se han dado la vuelta. Los ciudadanos somos más conscientes
de los riesgos y amenazas a los que nos enfrentamos y, por consiguiente, de la necesidad de una
defensa más fuerte.Y, quizás lo más importante, existe un consenso entre los principales partidos
políticos del Gobierno y de la Oposición para considerar el esfuerzo presupuestario en Defensa
como una inversión con efectos beneficiosos para la seguridad y la prosperidad de los españoles.

15
Parte III: La transformación de las Fuerzas Armadas

Las Fuerzas Armadas españolas se han transformado progresivamente para adaptarse a las
consecuencias de la evolución del marco geoestratégico, jurídico, político, social y económico que
hemos descrito. Lo exigía no sólo el cumplimiento de la Constitución y las Leyes, sino también su
afán por estar al servicio de España y de los españoles, en eficaz cumplimiento de sus misiones y
cometidos. Las Fuerzas Armadas han sido capaces de conjugar modernidad y tradición, para con-
vertirse en un Ejército moderno al servicio de un Estado y una sociedad democráticos, preser-
vando lo esencial de su código moral y reafirmando los valores de la vocación y profesión militar.

El proceso seguido respondía a una ambición y a una ilusión pero no obedeció a un plan
preconcebido. Se anhelaba y se percibía el destino final pero no se tenía claro el camino a
seguir. Hubo que hacer camino al andar, trabajando simultáneamente en múltiples ámbitos
y respondiendo a circunstancias inesperadas. La regla empleada fue integrar en lo posible la
normativa aplicable de las Fuerzas Armadas en la común de la Administración General del
Estado, si bien adaptándola a las singulares condiciones de la vida y organización castrense.

Los aspectos clave de ese proceso fueron su encaje en el ordenamiento constitucional, su-
bordinadas al poder civil y respondiendo a las directrices de una política de defensa, con sus
miembros regidos por una legislación de personal y de enseñanza adecuadas, constituyendo
una valiosa herramienta tanto para la acción exterior como interior del Estado y contribuyen-
do al desarrollo de la capacidad de innovación y desarrollo industrial y tecnológico de España.

El primer paso fue la incardinación de las Fuerzas Armadas en la Constitución y, más con-
cretamente, su subordinación al poder ejecutivo, y la reforma de la Justicia Militar. En respuesta
al mandato del artículo 8.2 de la Constitución, se promulgaron sucesivamente tres Leyes Orgá-
nicas de la Defensa Nacional. La primera, de julio de 1980, no plasmó adecuadamente lo que
el general Díez-Alegría consideraba que había «constituido siempre un axioma: la subordina-

16
ción del Ejército al poder civil» y tuvo que ser reformada en enero de 1984. No supo resolver,
o cuando menos lo hizo de forma ambigua, la relación entre el artículo 97 de la Carta Magna,
por el que el Gobierno dirige «la administración civil y militar y la defensa del Estado», y las mi-
siones atribuidas a las Fuerzas Armadas en el artículo 8.1. Tal ambigüedad y un sentimiento, tan
persistente como equivocado, de una autonomía militar se habían evidenciado en ciertas ac-
titudes y comportamientos en los tristes sucesos del 23 de febrero de 1981. Posteriormente,
los cambios experimentados en el entorno geoestratégico y en la sociedad española hicieron
necesaria la promulgación de una nueva Ley Orgánica, en 2005, que, entre otras cosas, delimita
nítidamente las atribuciones de los «poderes del Estado» y las Autoridades militares, introduce
nuevas misiones para las Fuerzas Armadas y establece una nueva organización militar.

La reforma de la Justicia Militar se llevó a cabo mediante diferentes disposiciones legis-


lativas para ajustarla a la letra y el espíritu de la Constitución. Con cuatro Leyes Orgánicas,
cada una en su ámbito, se crea una jurisdicción castrense sometida a los principios constitu-
cionales, integrada en el Poder Judicial, equiparándola a estos efectos a la jurisdicción ordi-
naria. La Ley Orgánica de la Competencia y Organización de la Jurisdicción Militar de 1987
asegura el principio de unidad jurisdiccional y que la jurisdicción castrense sea administrada
por Juzgados y Tribunales integrantes del Poder Judicial. La Ley Orgánica Procesal Militar de
1989 toma para su procedimiento ordinario las normas de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
adaptándolas a las peculiaridades de la jurisdicción militar y además la declara como supleto-
ria. El Código Penal Militar de 2015 se constituye definitivamente en un «anexo» del Códi-
go Penal común, limitando el ámbito de la jurisdicción militar a lo estrictamente indispensa-
ble. El Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas de 2014 adopta la jurisprudencia de los
Tribunales y se adapta a un Ejército enteramente profesional, manteniendo una separación
nítida entre los ámbitos sancionadores penal y disciplinario. Así, manteniendo el espíritu de
la Ordenanza e Instrucción de Auditores de Alejandro Farnesio que establecía en 1587 que
«los Auditores e juezes militares deven administrar justicia con mucha rectitud, sinceridad y
limpieça», se cumple el precepto de nuestras Reales Ordenanzas para que «la justicia impe-

17
re en las Fuerzas Armadas de tal modo que nadie tenga nada que esperar del favor ni temer
de la arbitrariedad».

La política de defensa no constituye una excepción y se dirige por el Gobierno de la Na-


ción, que utiliza para su definición, desde 1980, las Directivas de Defensa Nacional que, con
periodicidad cuatrienal, establecen las líneas generales de esa política y las directrices para su
desarrollo en cada una de las legislaturas. Las sucesivas Directivas, influidas por el entorno es-
tratégico imperante en cada momento y por la creciente ambición de la política exterior es-
pañola, definen progresivamente la política de defensa que se configura como una verdade-
ra política de Estado. Así, a lo largo de los años, se pasa de una defensa exclusiva de nuestro
espacio de soberanía a la integración en la defensa colectiva y la seguridad compartida con
nuestros socios y aliados y a la contribución a la paz y seguridad internacionales. Evoluciona-
mos también desde la autarquía defensiva hacia la promoción activa del multilateralismo y de
un mayor protagonismo en la resolución de conflictos y, a nivel interno, hacia la búsqueda de
un cada vez mayor respaldo parlamentario y social a la política de defensa, aportando una ma-
yor legitimidad a nuestras actuaciones y fomentando entre nuestros conciudadanos una más
amplia cultura de defensa como parte de la de seguridad nacional. Respecto a las Fuerzas Ar-
madas, cinco son los aspectos más relevantes: su transición hacia un ejército completamente
profesional; el fortalecimiento progresivo de la figura del Jefe de Estado Mayor de la Defensa y
de los órganos conjuntos; su transformación dinámica y permanente como la clave para mejo-
rar su eficacia; su consideración como un elemento relevante de la acción exterior del Estado,
dentro de la acción única del Estado en materia de seguridad y defensa; y, su participación en
el sistema nacional de protección civil, principalmente con la Unidad Militar de Emergencias.

Los sucesivos cambios modernizadores introducidos en las Fuerzas Armadas exigieron un


proceso de regulación progresiva de su régimen de personal llevado a cabo por diferentes Le-
yes. A través de ellas, comunes al conjunto de las Fuerzas Armadas, se regularon de forma pro-
gresiva, entre otras cosas, una profunda racionalización de los Cuerpos y Escalas, el status profe-

18
sional, un régimen de ascensos y promoción basado en el mérito y la capacidad que incentivase
la dedicación y el esfuerzo, el modelo de Fuerzas Armadas, la incorporación de la mujer, la profe-
sionalización de los militares de tropa y marinería, el reservismo y la enseñanza militar. Las Leyes
exigieron importantes sacrificios para sus miembros, algunos sentimentales (porque afectaban
tradiciones muy enraizadas, como la integración de las Armas en un Cuerpo General) y otros
más tangibles, como la variación de la expectativas profesionales. Sacrificios que se consideraron
necesarios, para modernizar y garantizar la eficacia de la las Fuerzas Armadas. También supusie-
ron una reducción de su entidad. En 1984 tenían 373.000 efectivos, mientras que la Ley de la
Carrera Militar de 2007 fija el número máximo en activo, no alcanzado, entre 130.000 y 140.000.

Tres cuestiones merecen una especial atención: la incorporación de la mujer, la plena pro-
fesionalización y la enseñanza militar.

En comparación con los países de nuestro entorno, España llegó tarde, hace 35 años, a
la incorporación de la mujer, pero en muy poco tiempo, se eliminó todo tipo de discrimina-
ción profesional, permitiéndose alcanzar todos los empleos militares y ocupar cualquier des-
tino. Se establecieron también instrumentos para verificar la igualdad efectiva entre mujeres
y hombres y facilitar la conciliación personal, familiar y profesional. En la actualidad, España es
una referencia en la igualdad e integración de las mujeres en sus Fuerzas Armadas y en la im-
plantación de las resoluciones de Naciones Unidas sobre «Mujeres, Paz y Seguridad». No se
trata sólo de una cuestión de igualdad, sino también de necesidad y conveniencia. Los Ejérci-
tos no pueden renunciar a más de la mitad de la población española para ingresar en sus filas,
ni tampoco a enriquecerse con sus diferentes sensibilidades y perspectivas ni, mucho menos,
al papel insustituible de nuestras mujeres en muchas zonas de conflicto, clave para lograr una
paz duradera y sostenible. El ingreso como dama cadete de la Academia General Militar de
Su Alteza Real la Princesa doña Leonor, llamada a ejercer en un futuro el Mando Supremo de
las Fuerzas Armadas, reviste especial simbolismo en muchos ámbitos, no siendo el menor su
coincidencia con el trigésimo quinto aniversario de la incorporación de la mujer a los Ejércitos.

19
La Ley de Régimen Profesional de las Fuerzas Armadas de 1999 declaró la suspensión de
la prestación del servicio militar con efectos de 31 de diciembre de 2002, que se adelanta-
ría en un año poco después, con la consiguiente plena profesionalización de los militares de
tropa y marinería. El período de transición fue escaso y coincidió con una etapa de bonan-
za económica. La mencionada Ley no ofrecía atractivos suficientes y no pudo conseguir los
objetivos de reclutamiento perseguidos. Fue necesaria otra Ley, la de Tropa y Marinería de
2006, para establecer un nuevo modelo que permitió una relación temporal más prolonga-
da con las Fuerzas Armadas, facilitó la formación y la acreditación de competencias, mejoró
la reinserción laboral y aportó mayores incentivos socio-económicos a su finalización. Su im-
plantación se vio además favorecida por la recesión económica provocada por la crisis finan-
ciera de 2008. Es indudable que la suspensión del servicio militar obligatorio se llevó consigo
algunas de las ventajas que proporcionaba. El general Muñoz-Grandes hizo referencia a ellas
en su discurso. Nos tocaría trabajar para que no se debilite el vínculo entre las Fuerzas Ar-
madas y el resto de la sociedad y para obtener el máximo partido de los reservistas como
contribución de la ciudadanía a la defensa nacional

La Ley de la Carrera Militar de 2007 integró la enseñanza militar en el sistema educativo


general con las adaptaciones debidas a la condición militar. Los cambios más significativos se
produjeron en la enseñanza de formación, en la que, manteniendo la exigencia de una ex-
celente formación militar, se añadió como requisito la obtención de un título de grado uni-
versitario para acceder a las escalas de oficiales, y una titulación de formación profesional
de grado superior para las escalas de suboficiales. Para los militares de tropa y marinería se
ha de procurar que, a lo largo de su permanencia en filas, obtengan un título de técnico de
formación profesional de grado medio. Se necesitó tiempo, especialmente en el Ejército de
Tierra, para implantar adecuadamente el nuevo sistema, en particular para compatibilizar la
impartición de la enseñanza universitaria con una exigente instrucción y adiestramiento. Las
evaluaciones realizadas nos aseguran la gran preparación profesional y el elevado espíritu mi-
litar de los nuevos oficiales, suboficiales y militares de tropa.

20
La práctica y el desarrollo legislativo, especialmente la Ley Orgánica de la Defensa Nacio-
nal de 2005, ampliaron la misión de las Fuerzas Armadas establecida en el artículo 8.1 de la
Constitución para incluir la contribución militar a la seguridad y defensa de España y sus alia-
dos, el mantenimiento de la paz, la estabilidad y la ayuda humanitaria, la preservación de la
seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de catástrofe o calamidad y las mi-
siones de evacuación de residentes españoles en el extranjero. Las Fuerzas Armadas se con-
virtieron así en una herramienta de la acción exterior e interior del Estado.

Las Fuerzas Armadas han participado desde 1989 en operaciones en el exterior, llevadas
a cabo principalmente en el marco de las organizaciones internacionales de seguridad y de-
fensa, respondiendo a la evolución del contexto estratégico internacional y a la posición in-
ternacional de España. A dicha participación debemos añadir la aportación a los planeamien-
tos operativo y de fuerza y a las estructuras de mando y fuerza principalmente de la OTAN y
la Unión Europea y de las fuerzas multinacionales, así como la participación en sus iniciativas
y ejercicios de preparación. Todas ellas constituyen una plasmación del compromiso de Es-
paña con la defensa colectiva y la seguridad compartida, que conlleva retornos de todo tipo,
no exclusivamente militares.

Sin menoscabo de otras acciones que las Fuerzas Armadas llevan a cabo en el territo-
rio nacional, ha sido la creación de la Unidad Militar de Emergencias, en octubre de 2005, la
medida más importante del Gobierno de la Nación para dotarse de una nueva herramienta
con la que contribuir a la acción interior del Estado en un campo tan complejo como es el
de la protección civil. La Ley Orgánica de la Defensa Nacional de 2005 respaldó el acierto y
la necesidad de la creación de esta Unidad y el Gobierno la integró plenamente en el sistema
nacional de protección civil con un protocolo de intervención específico. La Unidad Militar
de Emergencias es la respuesta de primera intervención militar ante emergencias y catástro-
fes, pero no la única posible, pudiendo ser reforzada con medios y capacidades e incluso con
Unidades del resto de las Fuerzas Armadas.

21
Como abogaba el general Díez-Alegría, se ha logrado aunar la consecución de las capaci-
dades militares que las Fuerzas Armadas necesitan para el cumplimiento de sus misiones con el
fomento de la industria de defensa nacional y el fortalecimiento de la investigación, desarrollo e
innovación tecnológica. El académico don José María Serrano nos recordó que incluso el após-
tol del liberalismo económico Adam Smith consideraba «importante que el reino dependiese
lo menos posible de sus vecinos para los productos necesarios para su defensa». Disponer de
una sólida Base Industrial y Tecnológica de la Defensa es esencial para garantizar la autonomía
estratégica nacional y contribuir a la europea. Su fortalecimiento ha sido un objetivo de siem-
pre, ya recogido en la Ley de Dotaciones de 1982, que ha recibido un considerable impulso con
la materialización en curso del compromiso de incrementar los presupuestos de defensa.Ya he-
mos dicho que la defensa ha dejado de considerarse un gasto para ser tratada como una inver-
sión. En cualquier caso, los militares somos conscientes del deber de emplear de la forma más
eficiente posible los créditos presupuestarios que los españoles ponen a nuestra disposición.

Parte IV: La actualización y pervivencia del código moral de las


Fuerzas Armadas

La transformación de las Fuerzas Armadas se ha logrado manteniendo la esencia de su


código moral, actualizándolo al signo de los tiempos. Las ejemplares, pero desfasadas, Reales
Ordenanzas de Carlos III de 1768 fueron reemplazadas por las Reales Ordenanzas para las
Fuerzas Armadas de 1978, adaptándose a la realidad social del momento pero preservan-
do los valores esenciales de nuestra profesión y el espíritu militar español. Los cambios en el
entorno internacional y en la sociedad española pero, sobre todo, sus consecuencias en los
Ejércitos, exigieron unas nuevas Reales Ordenanzas, aprobadas en 2009.

Más allá de cambios formales, las Reales Ordenanzas siguen reflejando a la milicia como
una «religión de personas honradas», portadoras de unas virtudes o valores, que pueden
ser denominados militares, no por su exclusividad, sino por ser una exigencia para los que

22
vestimos uniforme. Es una exigencia derivada de ser depositarios de las armas de la Nación
y del compromiso contraído para defenderla. Un compromiso que nos obliga a entregar la
vida pero también a no escatimar el sudor en el trabajo diario. Siendo esenciales, los valores
no son de por sí suficientes. Sobre ellos ha de florecer el conocimiento a través del estudio
y de la permanente preparación para el servicio. Valores y conocimiento son dos caras de la
misma moneda de esa educación noble e ilustrada de la que se enorgullecía el mariscal Gar-
cía-Loygorri al referirse en 1814 a la formación impartida en el Real Colegio de Artillería de
Segovia que había propiciado el heroico comportamiento de Daoiz y Velarde.

Nuestro presidente de honor, don Miguel Herrero, me recordó, con ocasión de la ceremo-
nia de juramento de la Constitución por Su Alteza Real la Princesa de Asturias, la importancia
de la estética para reforzar e interiorizar la ética. La liturgia castrense es pródiga en rituales que
encierran un significado que, además de crear un ambiente de solemnidad, respeto y emoción
entre los asistentes a una ceremonia, infunden entre los militares participantes un sentimiento
de grupo y un compromiso con los valores fundamentales de la carrera de las armas.

Las Fuerzas Armadas basan su eficacia en la disciplina, jerarquía y unidad, a los que se debe
añadir la más exquisita neutralidad política. No existe momento más feliz para un militar que
cuando se siente respaldado por la sociedad de la que forma parte y a la que sirve, y cuando su
neutralidad, personal e institucional, es correspondida por las autoridades políticas abordando los
asuntos de la defensa nacional y las Fuerzas Armadas desde una perspectiva de política de Estado.

Epílogo

El general Díez-Alegría propugnó en su discurso de recepción en 1968 un Ejército «su-


ficiente para atender a aquellas misiones en las que puede presumirse que su país se empe-
ñará aislado, capaz de contribuir con algo tangible a las coaliciones internacionales a que pue-
da llevarle la política nacional, pero al mismo tiempo lo bastante reducido para que […] su

23
organización, instrucción y equipo sean los que corresponden a una verdadera fuerza moder-
na y eficiente».

El general Muñoz-Grandes defendió en el suyo, en 2010, que «la activación de la concien-


cia de defensa nacional y la reactivación de las virtudes militares tienen un solo objetivo final:
que España, con sus Fuerzas Armadas integradas en nuestra sociedad, pueda garantizar el de-
sarrollo de los valores superiores que define nuestra Constitución y pueda colaborar con la
mayor eficacia a la consolidación de la paz en el mundo».

Los pensamientos de ambos académicos expresados en sus respectivos discursos vislum-


braron el punto de llegada del descrito caminar seguido por nuestros Ejércitos para transfor-
marse, sin renunciar a sus valores, en unas Fuerzas Armadas modernas, integradas, equilibra-
das y sostenibles, incardinadas en el Estado social y democrático de derecho, preparadas para
cumplir con garantía de éxito, como herramienta de la acción exterior e interior del Estado,
las misiones encomendadas por la Constitución y la Ley Orgánica de la Defensa Nacional,
bajo la dirección del Gobierno de la Nación con el máximo respaldo social y parlamentario.

En ello empeñaron sus esfuerzos y desvelos quienes nos antecedieron en el cumplimien-


to del deber y lo seguimos haciendo los que actualmente servimos a España formando parte
de sus Ejércitos, con lealtad a su Mando Supremo, Su Majestad el Rey.

¡Qué orgullo para las Fuerzas Armadas haber estado representadas por mis predeceso-
res en esta Corporación! ¡Y qué responsabilidad me dispongo a contraer procurando estar
a su altura y ser fiel a su memoria!

Señor Presidente, Señoras y Señores Académicos, Señoras y Señores, muchas gracias por
su presencia, paciencia y atención.

24

También podría gustarte