Tomás de Aquino

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SANTO TOMÁS DE AQUINO

Biografía
Tomás de Aquino nació en 1225 en Roccasecca, Italia. Sus padres eran los Condes de
Aquino. A los cinco años tuvo sus primeras enseñanzas religiosas. Estudió en la
universidad de Nápoles. Cuando aún no se había graduado, en 1243, ingresó en la orden
de los dominicos. Su madre, que se oponía al camino que había elegido, intentó que
cambiara de opinión, pero finalmente le dejó viajar a París para completar su formación.
Estudió con el filósofo escolástico alemán Alberto Magno. Se ordenó sacerdote en 1250
y en 1256 le otorgaron un doctorado en teología, además de ser nombrado profesor de
filosofía en la Universidad de París. El papa Alejandro IV, lo llamó a Roma en 1259,
donde sirvió como consejero y profesor. En 1268 volvió a París, donde expuso su
opinión contraria a la de los seguidores del filósofo Averroes. Años más tarde, en 1274,
se puso enfermo, y falleció el 7 de marzo en el monasterio cisterciense de Fossanova.
Fue canonizado medio siglo después por el papa Juan XXII y proclamado Doctor de la
Iglesia por el papa Pío V en 1567. Su festividad se celebra el 28 de enero.
Sus obras más extensas, y generalmente consideradas más importantes, son sus tres
síntesis teológicas o Summas: Summa Theologiae, Summa contra Gentiles y su
Scriptum super Sententias.
La metafísica
Una obra a destacar suya es “Suma teológica”. En ella comienza un discurso planteando
el problema teológico de la existencia de Dios y, posteriormente, al estudio de ser
creado.
Al igual que para Aristóteles, para Santo Tomás la metafísica es la ciencia del “ente en
cuanto ente”. Aceptará, pues, la teoría de las cuatro causas, la teoría de la sustancia y la
teoría del acto y la potencia.
Cómo ya hemos mencionado, Santo Tomás de Aquino aceptará la teoría de las cuatro
causas: la causa material, aquello de que está hecha una cosa; la causa formal, lo que es
una cosa; la causa eficiente, el agente que la produce; y la causa final, el para qué de una
cosa.
Pero también afirma que es posible la existencia de sustancias que no estén compuestas
de materia y forma. Ha de serlo y se refiere, al menos, a dos: los ángeles y Dios.
También con Aristóteles compartirá la distinción entre ser en acto y ser en potencia. Por
ser en acto se refiere a la sustancia tal como en un momento determinado se nos
presenta y la conocemos; por ser en potencia entiende el conjunto de capacidades de la
sustancia para llegar a ser algo distinto de lo que actualmente es.
Santo Tomás es poseedor de todas las estructuras metafísicas necesarias para dar cuenta
de la realidad física, del mundo, pero no de Dios, por lo que se verá forzado a recurrir a
una nueva estructura metafísica de procedencia no aristotélica: la de esencia y
existencia.
La esencia está respecto a la existencia como la potencia respecto del acto. Lo que una
cosa es, su esencia, puede ser comprendido independientemente de que esa cosa exista o
no; e independientemente de su existencia o no, la esencia se mantiene inalterable
siendo lo que es.
Por lo tanto, todas las cosas que existen son un compuesto de esencia y existencia. En
ese sentido no tienen en sí mismas la necesidad de existir, pueden existir o no existir. La
existencia les viene pues de otra sustancia cuya esencia consista en existir y sea, por lo
tanto, un ser necesario: Dios.
La teoría del conocimiento
Según Santo Tomás de Aquino el problema del conocimiento suscita en relación a los
problemas tecnológicos y psicológicos.
Afirma que el alma al nacer es una “tabla rasa” en la que no hay contenidos impresos.
Los objetos del conocimiento suscitan la actividad de los órganos de los sentidos
produciendo la sensación, que es un acto del compuesto humano, del alma y el cuerpo,
no sólo del alma.
Para que haya conocimiento es necesaria, pues, la acción conjunta de ambos.
La sustancia debe ser callada mediante los sentidos para poder llegar al conocimiento.
Los sentidos en colaboración con la imaginación y la memoria producen una imagen
sensible (“phantasma”) de la sustancia, y sobre esa imagen actuará el entendimiento.

Relación entre fe y ciencia


El problema de la relación entre la razón y la fe existía desde hace mucho, y se había
resuelto hasta entonces mediante la subordinación de la razón a la fe. Sin embargo,
gracias a Aristóteles, se había encontrado una explicación racional de las cosas.
Tomás de Aquino rechaza que la teología (fe) y la filosofía (ciencia) sean contrarias.
Defendía la relación armónica entre razón y fe, ya que si Dios había dotado al hombre
de razón era para usarla. Así pues, pensaba que la razón procede del conocimiento
sensible y que la fe suponía un conocimiento más allá de los límites de la razón, que no
la contradice, sino que la perfecciona.

Antropología
La antropología de Tomás de Aquino está basada en la concepción de Aristóteles y
conciliada con las creencias básicas del cristianismo. Así pues, el ser humano está
formado por alma y cuerpo. Tomás afirma que hay una sola alma que regula todas las
funciones del hombre y lo determina. Percibe el alma como principio de conocimiento y
se diferencia de Platón en que atribuye las funciones vitales al ser humano, no al alma;
es el ser humano, el individuo, el que vive y conoce, razona y entiende, el que imagina y
siente.

Ética
La ética de Tomás de Aquino sigue la línea aristotélica, aunque adaptada a los
presupuestos cristianos en los que se basa su pensamiento. Aristóteles consideraba que
todas las acciones humanas se dirigían a un fin último, y respecto a este, todos los
demás son particulares, secundarios pues solo sirven para alcanzar aquel fin último que
unifica, organiza y jerarquiza a todos los demás. El fin de todas las acciones humanas es
adquirir la felicidad. La felicidad consiste en perseguir aquello que es lo más natural
para la propia naturaleza.
Tomás de Aquino acepta las tres características de la ética aristotélica: intelectualismo,
eudemonismo y carácter teleológico, pero añadiendo elementos nuevos. Tomás de
Aquino defiende que la felicidad terrenal no es absoluta ni total si no se proyecta hacia
cosas más altas, como es el conocimiento divino. La perfecta felicidad, el fin último
consiste básicamente en la visión de Dios.

Política
Las circunstancias sociales y la evolución de las formas de poder en el siglo XIII,
especialmente los problemas derivados de la relación entre la Iglesia y el Estado
llevaron a Tomás de Aquino a un planteamiento distinto, inspirado también en la
Política aristotélica, aunque teniendo en cuenta las necesarias adaptaciones al
cristianismo.
Para él, la sociedad, siguiendo a Platón y a Aristóteles, es el estado natural de la vida del
hombre. El hombre es un ser social nacido para vivir en comunidad con otros hombres,
pero Tomás de Aquino asigna al hombre un fin trascendente, por lo que ha de reconocer
un papel importante a la Iglesia en la organización de la vida del hombre. Las leyes
contrarias a la ley divina deben rechazarse y no es lícito obedecerlas, marcándose
claramente la dependencia de la legislación civil respecto a la legislación religiosa.

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