Georg Hegel Escritos Pedagogicos
Georg Hegel Escritos Pedagogicos
Georg Hegel Escritos Pedagogicos
ESCRITOS PFJJAGóGICOS
G. W. F. HEGEL
Escritos
pedagógicos l ;
Traducción e introducción
ARsENIO ÜINZO
·-
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' "'\
ISBN íl4-375-0306-X
Ot>pósito legal M 19R32-J<.JC)I
en
HEGEL Y EL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN
LA ÉPOCA
7
8 ARSENlO GINZO
son, buenos o malos, útiles o inútiles, por la educación que han re-
cibido» 2• A partir de este momento, el tema de la educación va a ir
adquiriendo una importancia creciente en toda la Ilustración euro-
pea. Así los ilustrados franceses van a considerar el proceso educati-
vo como un arma privilegiada para «cambiar la forma común de pen-
sar>> y para echar las bases de una nueva sociedad más crítica y eman-
cipada frente al Antiguo Régimen. No es extraño que en este con-
texto vayan a surgir algunas de las manifestaciones más nítidas del
idealismo educativo.
La Ilustración alemana tiene ciertamente sus características pe-
culiares frente al ámbito inglés y francés, pero, desde sus propios su-
puestos no va a dudar en sumarse a esta preocupación generalizada
por la problemática educativa. Por ello, a pesar de la temprana sen-
sibilidad mostrada por el Humanismo renacentista respecto al pre-
sente tema, se ha podido escribir que: «En la segunda mitad del si-
glo XVIII aparecen en Alemania más escritos y artículos sobre edu-
cación y enseñanza, que en los tres siglos anteriores» 3• Como es ob-
vio, el problema no era tan sólo de índole teórica, y por ello vemos
surgir una serie de iniciativas tendentes a reformar en el orden prác-
tico la situación existente, a pesar de las grandes dificultades para lle-
var a cabo dicho proyecto.
Prescindiendo aquí de su vinculación concreta con el espíritu de
la Ilustración, cabría aludir al menos a dos figuras tan señeras del si-
glo XVIII alemán como son Lessing y Herder. En lo referente al pri-
mero, cabría decir que toda su filosofia está dominada por una vo-
luntad educadora, en el sentido de que se esfuerza por conducir a la
humanidad a la altura de los ideales ilustrados. Precisamente uno de
los escritos más peculiares de Lessing es su Educación del género humano,
en el que traza una especie de esbozo de f:tlosofiafteología de la his-
toria a modo de educación progresiva de la humanidad, a través de
«errores» y de «rodeos». En este sentido dicha obrita viene a cons-
tituir a la vez una especie de filosofía de la educación en la que es-
tablece un paralelismo entre la educación individual y la del género
• Dre par. l.
s Cfr. D. L. J..ówisch: «Lessings Beitrag zur Pádagog¡b, en G. E. J..essing A,.-
wiilte Tá I:)IT POilftilc Padernborn, 1969, págs. 153 y ss.
6 Cfr E. Adler: Herder wuJ die dmtsdle Atgldtmmg. Wien, 1968, págs 12-13
' C&.J G. Herder: Bildung I:)IT Menst:ldidlkeit Btsrwgt rmtl 11011 M Mllhlmeyer.
Heidelberg, 1970, pág. 3.
• lbúl. pág. 27
lO ARSENIO GIN70
19.17
" 1 Kant Ober Padagog¡k, en Id. Werke (F..dJ.c. W. Weischedcl), Suhrkamp, vol XII,
pág. 700
" Véase sobre ésto el importante estudio de T Weisskopf Jmmanuel Kant und die
Padagogll. Beitrilge ;;t11 eintr Mrmographú. Zürich, 1970
HF.GF.J. Y El. PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN 11
vasor francés. Fichte es uno de los testigos de cómo toda una serie
de intelectuales alemanes decepcionados ante el rumbo que fueron
tomando los acontecimientos revolucionarios en Francia welven sus
ojos al problema de la educación, en cuanto instancia que haría po-
sible en el futuro, evitar los desmanes cometidos en el pasado. En
este sentido, cabria afirmar que cuanto mayor era el desengaño pro-
ducido por la Revolución, tanto mayor era también el impulso de
buscar en el proceso educativo unas bases más firmes para el futu-
ro 13• A este respecto, Fichte va a comenzar sus Discursos señalando
que considera un «cambio total» de la realidad educativa existente
como el <<Únic.o medio» para mantener en pie a la «nación alema-
na>>, --y en definitiva a la Humanidad entera.
Inspirándose en un pedagogo como Pestalozzi, l<ichte no duda
en rendirle un abierto homenaje. Así se expresa en una de sus car-
tas: <<Me ocupo ahora con el sistema pedagógico de este educador y
encuentro en él el verdadero instrumento salvador de la humanidad
enferma, incluso el único medio para hacerla capaz de entender la
doctrina de la ciencia» 14• Precisamente al contribuir a la fundación
de la Universidad de Berlin, Fichte va a estar convencido de coronar
a nivel de la enseñanza superior, la obra iniciada por Pestalozzi.
En Schelling el ingrediente político no tiene desde luego la rele-
vancia que alcanza en los otros grandes idealistas. No va a perma-
necer, sin embargo, ajeno a la reflexión sobre la problemática edu-
cativa. Así lo documentan sus I.ecciones sobre el mltodo de los estudios aca-
démicos, con las cuales no sólo intenta servir de guía al estu-
diante» sino también clarificar y fomentar el desarrollo de la «Cien-
cia misma». Por ello considera que es «necesario que se impartan cla-
ses generales, públicamente, en las universidades, sobre el fin, el mé-
todo, la unidad y las materias especiales del estudio académico» 15•
Estas Imiones van a posibilitar a Schelling la oportunidad de ofrecer
16 Fr. Schiller Carta.s sobre la educaci6n estética del hombre. (!::che. preparada por V. Ro-
EL PLANTEAMIENTO HEGEUM\0
pág. 148.
m:GLL Y EL PROBI.f.MA DF lA RDt.:CACIÓ'l 15
26 Th Litt Die Plulosophie der Gegenwart umf thr Einjluss auf das Bildungsuleal Leipúg
pág. 271.
HEGFJ. Y EL PROBlEMA DE LA EDt:CACIÓ:S 17
EL PERIODO DE NURENBERG
36 Cfr. Th L Haenng. Hegel Sein Wollen und sein Werk, Aallcn 1963, pág. 7 Re-
cuérdese a este respecto la carta de Holdcrlin a Hegel en 1795, en la que aquél hace
referencia a los intereses pt>dagógtcos de Hegel. (Cfr. Bnefe von und an Hegel, Bd J,
pág 20).
20 ARSF.NIO GINZO
octubre de 1808 que «ha sido nombrado profesor de las ciencias fi-
losóficas preparatorias y a la vez Rector del Gimnasio de Nuren-
berg» 37 • Con ello Hegel va a iniciar una nueva etapa que se va a pro-
longar hasta 1816, año en que retoma definitivamente a la enseñan-
La universitaria. Además, desde 1813 Hegel desempeñó el cargo de
Consejero escolar a que hemos hecho alusión anteriormente.
Se trata de una experiencia bastante prolongada, que no tuvie-
ron que hacer los otros grandes idealistas y que va a obligar a Hegel
a una doble tarea: por una parte adaptarse al nuevo papel de pro-
fesor de Propedéutica filosófica, tarea que precisamente a él no le re-
sultaba tan cómoda. No sin lucidez le escribía a Niethammer, con
anterioridad a su incorporación a su nuevo cargo de Nurenberg, que
«es más fácil hacerse incomprensible de una forma sublime, que ser
comprensible de una forma sencilla, y que, la instrucción de la ju-
ventud y la preparación de la materia para ello constituyen la última
piedra de toque de la Tal constatación adquiría matices
más apremiantes en el horizonte de la nueva actividad docente con
la que ahora se va a enfrentar Hegel. Por otra parte, el cargo de Rec-
tor del Gimnasio le va a obligar a explicitar su concepción acerca
del sentido y del alcance de la actividad educativa. Por todo ello, el
período de Nurenberg tiene una relevancia particular respecto al pro-
blema que aquí nos ocupa. Este período es aquel en que Hegel ela-
bora su obra más abstracta y metafisica, a saber, la Ciencuz de la U-
gica. Pero este período es a la vez aquel en que se ve precisado a des-
cender al reino platónico de las «sombras» y del «devenir».
Hemos mencionado el hecho de que Hegel debe su nombra-
miento en Nurenberg a su amigo y protector I. Niethammer. Es ne-
cesario, sin embargo, volver un momento sobre este punto dado que
Niethammer es a la vez una figura relevante de la teoría y de la re-
novación del sistema educativo, típicas de aquel momento, y en cuyo
marco hay que situar la actividad de Hegel en Nurenberg. En efec-
to, se ha podido señalar con razón que la estancia de Hegel en Nu-
renberg va a coincidir con una época de reformas e_n el ámbito edu-
págs 40 y ss.
22 GIN/0
44 TbúJ. págs 31 y SS
" JJri4e von und an Hegel, Bd 11, págs. 73-7 5.
HEGEL Y EL PR.OBU.MA DE LA EDUCA<.'IÓIII 25
" JJn(e 111m wuJ 1111 Hegel, .Bd 1, págs. 286-287; 293; 295-296•
., wuJ 1111 Hegel, Bd. 2, pág. 36
48 W R Beyer, op cit, pág'l 135 y ss, 141 y ss.
49 Bri(e von wuJ an llegel, Bd. 1, pág 253.
26 ARSI:NIO GII'I.'ZO
56 Véase a este resptcto Varios Martín i.JJtRer wul dU Riltlung tler .Deutschm, Inter Na-
EL HOMBRE Y LO ABSOLUTO
"' Vorlesrmgm über die Phi/osophie deT Rehgion, n, ii, edJc cit., pág. 30.
" Cfr l. Fetscher. Hegels úhre von Menschm. Stuttgan-Bad Cannstatt, 1970, págs. 17
y SS.
64 Enzyklopot/ie, par 247
65 Vorlmur,gm über !& Philosophie deT &ligton Il, ii, pág. 95.
66 .Einleuung in & Geschichte deT Philosophie, F. Meiner, Hamburg, 1966, pág 123
t
Ht:m:l. Y t:l. PROBI.t:MA DF. I.A EDUCACIÓN 33
pág 374.
III'.GEL V 1.1. PRORU.\IA Dt. I.A 37
• Vlll'lesrtngrn iJIJer die Pkilosophie der &bgron ll, ii, pág 103.
11 GrutuJJimm der 'P/Ulosophil des &tlds, par. 18, Zusatz
,
HLGEL Y F.L PROBLEMA D.b LA Wl:CACIÓI\" 39
.., Vorleszmgen üher die Philosophie der Rehgton II, u, pág. 129.
"' Vorleszmgen über die Philosophie der Weltgeschichte, Bd. I pág 75.
40 ARSE!Io"IO Gl'llO
,
III:GEI. Y f.l. PROBJ.Io:MA DI. I.A EDUCACIÓ'II 41
La vida del espíritu pasa pues necesariamente por esta etapa dt>
alienación, la naturaleza del espíritu consiste en «alienarse», en per-
derse, pero para retornar finalmente a sí mismo, para volver a en-
contrarse. La vuelta del espíritu a sí mismo constituye para Hegel la
culminación de todo el proceso. De esta manera, el camino del es-
píritu se revela como el camino de la «mediación» y del «rodeo».
Tal como escribe gráficamente Gadamer: «Reconocer en lo extraño
lo propio, y hacerlo familiar, es el movimiento fundamental del es-
píritu, cuyo ser no es sino retomo a sí mismo desde el ser otro» 93 •
Uegaríamos así a una identidad mucho más plena que la existente
en el punto de partida.
Cabría decir que más allá de la dispersión y de la esci8ión que
supone la alienación, el espíritu vuelve sobre sí interiorizando sus ex-
periencia8. Se daría así una especie de Memoria universal en la que
se van sedimentando las diferentes etapa8 del devenir del espíritu.
Como es sabido, Hegel quiere darle un sentido verdaderamente fi-
losófico a la Amnamesis platónica, sobre todo tal como aparece en
el Menón. Juega a este propósito con el doble sentido de la palabra
alemana Erinnerung: por un lado indica un recuerdo memorístico, pero
por otro indica también algo más profundo, a saber, la interioriza-
ción de lo aprendido: Sich-innerlich-machen, In-sich-gehen. Es este segun-
do sentido el que quiere explotar Hegel, como expresión de la lógica
profunda del despliegue del espíritu 94• Son en este sentido bien co-
nocidas las reflexiones finales de la Fenomenologfa: la meta del espíritu
consiste en saber lo que él es, de forma que este saber viene a consistir
en su lnsichgehen, en el que abandona su ser alú y confía su figura al
recuerdo (Erinnerung). En este repliegue sobre sí parece como si todo
lo pensado se hubiera perdido para él y no hubiera aprendido nada
de la experiencia de los espíritus anteriores. Pero el recuerdo (Er-In-
nerung) los ha conservado dando paso a una forma más elevada de la
Sustancia 95 • De esta manera, el desarrollo del espíritu no ha de con-
cebirsc como una línea recta que se prolonga hasta lo infinito, sino
más bien como un «retomo» a sí mismo desde lo otro. El desarrollo
es así una creciente profundización del espíritu en sí mismo, al ir to-
mando una conciencia creciente de sí.
La realidad es esencialmente <<resultado». Por ello Hegel está tan
lejos de sentir predilección por los comienzos, que son siempre lo
más abstracto e indeterminado. De ahí, por ejemplo, el contraste en-
tre su historiograña filosófica y la de Nietzsche o de Heidegger. Con
el mundo de los niños ocurre algo similar. También éstos son los más
abstractos en cuanto al «espíritiD>, pues se muestran pobres en pen-
samientos y necesitan de todo un proceso de concn,"Ción que la edu-
cación y la experiencia se encargan de ir dándoles 96•
En sintonía con este marco, van a enfocar el problema educati- _ __
vo los Discursos de Nurenberg. También aquí se trata de un reen-, \
cuentro del espíritu consigo mismo pasando por un estadio de . .! '
nación. De acuerdo con lo que llevamos dicho, la educación no es ::
para Hegel la prosecución paáfica de una cadena a la que se le fue-:! _,A
ran añadiendo armónicamente nuevos eslabones, sin tener que inci+:
dir en los anteriores, sino que más bien, cada nueva etapa en el ...
ceso educativo replantea también las precedentes. Tal como señala¡·.·;:
gráficamente, es preciso volver a formar lo ya formado, reelaborán- · · ·
dolo y dándole una nueva profundidad. Necesitamos algo previo con · ·• . ) • '
lo que ocupamos y para Hegel el mundo clásico que está en la base :) , .
de la concepción del Gimnasio humanístico está en condiciones de ::: ·' ,
cumplir muy adecuadamente dicho cometido. '' ' '·
El proceso educativo implica el momento de la alienación, pero
esta exigencia no se ha de concebir como una mera imposición ex- ;•.
tema, extraña al sujeto de la educación. Hegel considera, por el con- )
trario, que la necesidad de la alienación supone un impulso general
del espíritu humano. Este comienza su desarrollo sintiendo fascina-
ción por lo extraño y lo lejano. Los jóvenes tienden a buscar prime-
ramente la profundo bajo la forma de lo extraño y de lo lejano: «La
UNIVERSALIDAD E lNDIVIDUAT.lZACIÓN
,
Hl:m:J. Y EJ. PROBJ..EMA DE LA EDUCACIÓl'\ 45
"' Fr Nietzsche. Sobre el porvenir de nuestras escuelas. Barcelona, 1980, págs. 105 y ss.
100 Cfr. A. Reble: Geschichte der Padagogzk, Stuttgart, 1980, pág. 186
New York, 1977. podemos entrar en el ámbito del presente trabajo en ulteriores
46 ARSI!...'iiO GIN.lO
105 Cfr. C 1'1ore7 y .\1. Álvare.,: Estudiof sobre Kant y pág 162.
106 Grundlinien der Philosophie des Rechts, par 258.
107 Compartimos a respecto las consideraciones críticas expuestas por Anto-
nio Pérez en sus arúeulos «.Vlechación de la subjetividad y posibibdad real André
Glucksmann ante Hegel», en Aporta III (1981) n: 11, págs. 67 y ss.; Posibilidad según
('ondicioncs y necesidad en la Ii>g¡ca de Hegel, en Anales del Seminario de Metqfisica XVI
(1981), Universidad Complutense, págs 119 y ss.
48 ARSI:NIO Gl:s"ZO
ción del tema de la formación de M. Alvarez Experiencta y sistema, págs. 129 y ss.
111 Vorlesungen üher die Philosophie der Weltgeschichte, Bd. 1, pág lll.
l!t:GF.J. Y 1\J. PROBLE.'dA Df. LA tJ>t:CACIÓ!\ 49
114 Vorlestmgm übtr die Gtsthidúe der PhiiMoplúe 1, Suhrkamp, Frankfurt a. :M 1978,
pág. 173.
115 Cfr P. Berglar Wllhelm 11011 Humboldt, Reinbek bei Hamburg 1982, págs 87 y
ss.
116 Bnge 11011 und an Hegel, Bd. 271
HWEI. Y EL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓ!'\ 51
bién ser algo bello» 118• Quedan así rechazadas la imprecisión y la ili-
mitación románticas.
Pero esta situación se agrava considerablemente en la cultura mo-
derna. El hombre se encuentra ahora en una situación mucho más
atomizada y excluyente de lo que les ocurría a los griegos cuando
ejercían una profesión. La vida íntima de la totalidad, señala Hegel,
se ha vuelto ahora más abstracta y externa, quedando abocados los
individuos a una existencia más parcial y fragmentaria. Por ello re-
sulta más apremiante crear y mantener en este nuevo horizonte la
idea de una <<vida plena». De ahí la relevancia de los estudios hu-
manísticos que facilitan precisamente dicha tarea al ofrecernos la idea
de la totalidad humana. Por ello, si la cultura clásica podía conside-
rarse en general como una especie de paraíso del espíritu humano,
al que el hombre necesita volver, Hegel no duda en recomendar a
aquellos alumnos que abandonan el Gimnasio para dedicarse en la
Universidad a prepararse para una profesión determinada, que no ol-
viden los estudios gimnasiales. Y ello no sólo a causa de su utilidad
como medios, sino también para conservar permanentemente la idea
de una vida «noble» y para la consolidación de un bello espacio in-
terior, al que poder retornar desde la particularización de la vida
real, no ciertamente para permanecer ahí víctimas de una actitud
nostálgica sino para volver fortalecidos a la vida real 119•
Es preciso, no obstante, hacer tres matizaciones, sobre las que
ha insistido U. Krautkriimer en su estudio sobre el Estado y la edu-
cación en la época de Hegel 120• En primer lugar hay que observar
que el estudio de las lenguas antiguas no sólo constituye el elemento
diferenciador entre la enseñanza impartida en el Gimnasio y en el Ins-
tituto rea4 sino que se convierte además en el criterio principal para
acceder a la formación superior. Así ocurre en el Itiforme acerca de la
situación del Instituto real respecto a los demás institutos de enseñanza de 1810.
Escribe allí Hegel: «En general, el Rectorado que suscribe no puede
atribuir la incapacidad para las lenguas antiguas a la carencia de un
"" U. Krautkriimer. Staat und Erziehung Begrundung Ojfentlicher Erziehung bei Humboldt,
Kant, Fichte, Hegel und Schleiermacher München, 1979, págs. 240 y ss.
HEGI:L Y EL PROBJJ:MA DE L/\ Imt:CACIÓN 53
talento específico para las mismas, sino a la incapacidad para una for-
mación espiritual que pretenda ser superior, en conjunto» 121 • Obvia-
mente, se trata de una afirmación que suena arbitraria, por más que
se tengan en cuenta los motivos dados por Hegel para hacerla.
En segundo lugar, Hegel no sólo parece describir un estado de
cosas existente, sino que parece asumir personalmente dicho estado,
cuando se refiere al hecho de que el destino primordial de los que
estudian es el servicio del Estado. Así se reconoce, por ejemplo, en
el Discurso de 1813: «Aquellos, que desean estudiar, se dedican pri-
mordialmente al servicio del Estado. Los Institutos públicos de ense-
ñanza son, ante todo, semilleros de servidores del estado; por ello tie-
nen la responsabilidad ante el Gobierno de no presentarlos incom-
petentes» 122• Sin embargo, el desarrollo de la sociedad de su tiempo
mostraba unas exigencias educativas que desbordaban claramente di-
cho servicio al .Estado. Hegel mismo en su análisis del sistema de las
necesidades de la sociedad civil, tal como lo efectúa en el marco de
la Filosqfia del derecho había reconocido la nueva situación, sin que sus
reflexiones sobre el problema educativo parezcan sacar las debidas
consecuencias.
Por último, la valoración de la cultura clásica como criterio para
acceder a la enseñanza superior tiene como reverso una infravalora-
ción de la formación científico-natural. Esta infravaloración no la in-
ventaba Hegel ciertamente, pero éste no parecía tener nada funda-
mental que objetarle. Así vemos que en el Iriforme de 1810, anterior-
mente mencionado, señala que las Matemáticas, la Física, la Q.úmi-
ca, la Historia natural, son ciencias «que no exigen ningún pensa-
miento propiamente tal y, lo que todavía es más esencial, ninguna
particular profundidad del ánimo, tal como ocurre con el estudio de
los clásicos» 123• Sin embargo, el sistema de las necesidades parecía
exigir una actitud más positiva a este respecto, por parte de Hegel 124•
Q¡Jizá sea oportuno recordar aquí asimismo que en el lriforme a Niet-
hammer sobre la enseñanza de la filosofía en el de 1812,
L'"
111 lbúl., pág. 362
111 lbúi., p. 391.
C f r . - · Op. dt, .... 244-245.
ARSI:NIO GINZO
LA DE LA FILOSOFÍA
140 Wzssenschafl der Logúc 1, F. Meiner, Hamburg, 1971, págs 3-4. Hegel no era el
úruco en hacer este reproche a las nuevas corrientes pedagógicas. Schelling, por ejem-
plo, se expresaba así· «Hay que concederles a las Universidades, en parte, el honor
de haber impedido de forma excelente la corriente de superficialidad que está prne-
trando, propagada incluso por la pedagogia más moderna» (Cfr Id Lecciones sobre el
método de ws estudios académicos, pág. 90)
14 von und an Hegel, Bd. T, pág 98
142 Bruje von und an Bd. ll, pág. 6
60 ARSE..'iiO Gl.l\/.0
Vorlesungen über die Pbilosophie der Religzon U, ii, pág. 224, cfr. Fr. W. Graf und F
144
Wagncr (Herausg ): Die Fbtcht in tkn &grfff Materialen zu llegels Rebgions-pkil,osopltü. Stutt-
gart, 1982. -
,.. M. Alvaru Experiencia y sistema, pág. 324.
HEGF.L Y I'J. PROBLE.'I4A DE LA EDt.:CACIÓN 61
demos hacer más que una somera alusión, se presenta como un sano
correctivo respecto a muchas confusiones que existían en su época y
que persisten en la nuestra. El aprendizaje de la filosofia supone sin
duda un esfuerzo notable de rigor y de estudio, en el que resulta ine-
vitable abrirse a los resultados alcanzados por los demás. Es mérito
de Hegel haber insistido en ello. Lo que ocurre es que no podemos
seguir compartiendo las pretensiones de absolutez de su proyecto fi-
losófico que abocaba en la concepción de la filosofia como Ciencia
por antonomasia que, en cuanto tal, podría ser enseñada y aprendi-
da como las «otras ciencias}}' a pesar de su peculiar dificultad. En la
medida, por el contrario, en que nos vemos precisados a movemos
en el horizonte de la concepción aristotélica de ]a fllosofia como
<<ciencia buscada>}, también nos veremos precisados a concederle al
aprender a «filosofan} una relevancia que desde la perspectiva hege-
liana no era necesario otorgarle.
Cabe recordar, por otra parte, que Hegel va a desarrollar su ac-
tividad docente, en cuanto profesor de ftlosofia, tanto a nivel de Gim-
nasio como de la Universidad. Dada la concepción hegeliana de la
f:tlosofia, la Universidad como tal constituía el marco idóneo para su
desarrollo y aprendizaje. La enseñanza de la filosofía en la Univer-
sidad constituía a la vez la meta profesional, inequívoca, de Hegel.
Éste estaba lejos de ocultar tal deseo: «mi única meta consiste en ser
docente en una 153 • Al final de su estancia en Nuren-
nos no tenía por qué resultar tan negativa. Tampoco en este punto
podemos seguir hoy, sin más, a Hegel.
Por lo demás, se ha de tener presente que desde las reformas edu-
cativas llevadas a cabo en la época de Hegel, la enseñanza de la fi-
losofía en el Gimnasio va a estar sometida a una historia accidenta-
da, tanto en lo referente al número de asignaturas obligatorias, como
en lo concerniente a su relevancia con vistas a las metas formativas
del Gimnasio 11ro. Y aun cuando las razones por las que la enseñanza
de la filosofía ha sido cuestionada son múltiples, es preciso observar
que los motivos por los que dos grandes reformadores, contemporá-
neos de Hegel, Humboldt y Süvem, excluyen la enseñanza de la fi-
losofta del Gimnasio, muestran una determinada convergencia con
los de Hegel. La filosofia, la lógica, la estética y la retórica no per-
tenecerian todavía, como disciplinas especiales, al Gimnasio. Se ha
de reservar a la Universidad el reflexionar sobre las leyes del pensa-
miento 161 • Tampoco en este caso se trata de infravalorar la función
formadora de la illosofía, sino de reservarla para su marco adecua-
do: la Universidad. La formación clásica impartida en el Gimnasio
ya constituirla aquella iniciación al espíritu filosófico que dicho cen-
tro es capaz de proporcionar. De hecho, en 1816, el año en que He-
gel pasa a la Universidad, también se suprime en Baviera la ense-
ñanza de la filosofta en el Gimnasio, aun cuando en este caso dicha
supresión haya de ser situada en el contexto de la oposición que sec-
tores importantes de la población bávara van a presentar a las refor-
mas de Niethammer 162•
Sin embargo, la supresión de la filosofia se reveló más proble-
mática de lo sospechado, pues a la hora de la verdad el estudio de
los clásicos tal como era practicado en la mayoria de los casos no fa-
cilitaba sin más la iniciación filosófica que algunos habían separado.
LoS TEXTOS
l 73
'
74 G W F HEGEL
su esencia, así todo arte y toda ciencia han brotado de aquel suelo;
y aun cuando también se hayan welto autónomos en sí, no se han
liberado del recuerdo de aquella cultura más antigua. De la misma
manera que Anteo renovaba sus fuerzas mediante el contacto con la
tierra maternal, así también todo nuevo impulso y consolidación de
la ciencia y de la cultura se han abierto paso mediante el retomo a
la Antiguedad.
Pero tan importante como es la conservación de este suelo, tan
esencial resulta la modificación de las condiciones sobre las que re-
posaba en otro tiempo. Al tomar conciencia de las insuficiencias y
desventajas de los antiguos principios e instituciones en general y,jun-
to con ello, las de los fines y medios formativos que llevaban impli-
cados, el pensamiento que aflora primeramente a la superficie es el -
de rechazo y eliminación totales de los mismos. Pero la sabiduría del
Gobierno, elevándose por encima de este recurso aparentemente <
fácil, responde de la forma más verdadera a las necesidades de la
época al poner lo antiguo en una nueva relación con el corgunto y, de esta -
forma, conservar lo esencial del mismo, a la vez que lo cambia y lo renueva. m
Sólo con pocas palabras necesito evocar el conocido lugar que i :;:
ocupaba en otro tiempo el aprendizaje de la lengua latina, el hecho O (;
de que este aprendizaje no era considerado meramente como un mo- •1' ' l
mento del estudio culto, sino que constituía la parte más esencial del
mismo y el único medio de formación superior que se le ofrecía a (1; 1 ,
e
..... J
u
quien no quería permanecer en la enseñanza general, totalmente ele- C.1.. • '·
mental; el que para la consecución de otros conocimientos que son W
útiles para la vida civil o que son valiosos en y para sí mismos apc- ::..: .,
nas se habían creado centros expresamente para ello, sino que en S
conjunto se encomendaba a la ocasión del aprendizaje de dicha len-
gua el si se permitía abordar algo y en qué medida de esa proble-
mática, el que dichos conocimientos eran considerados en parte como
un arte especial, sin que valieran a la vez como un medio formativo,
apareciendo en la mayor parte bajo aquella envoltura.
El clamor general se alzó contra aquel desdichado aprendizaje
del latín; de una forma especial se hizo valer el sentimiento de que
no puede considerarse como formado a un pueblo que no puede ex-
presar en su propia lengua todos los tesoros de la ciencia y moverse
76 G W f HEGEL
86
,
¡,sCRI'IOS PWAGÓGICOS 87
mero aprender, tal como basta en el caso de una lengua viva o tal
como sólo se aprenden los conocimientos referentes a la historia na-
tural, a la tecnología y otros similares, al menos tal como le resultan
accesibles a la juventud.
A causa de esta índole de nuestro aprendizaje, se ha de conceder
un valor particular al trclbajo personal y a la ocupación de los alum-
nos en casa en relación con la enseñanza que se imparte en la es-
cuela. Para logrM dicha ocupación necesitamos, de una forma esen-
cial, la colaboración de los padres, en la medida en que el sentimien-
to de €'.stima de los alumnos en relación con sus condiscípulos, la ten-
dencia a conseguir para sí el contento de los profesores y a darse a
sí mismos la satisfacción de haber cumplido con su deber, no han al-
canzado la fuerza suficiente, --sobre todo en los primeros años de
frecuentar la escuela, en los que el trabajo personal todavía no ha po-
dido convertirse en costumbre, pero también en los años posteriores
cuando la tendencia a la disípación, la vida social externa comienza
a hacer mella en el ánimo de los jóvenes.
F..n conexión con esto se da otro objeto importante, con respecto
al que la escuela se relaciona todavía de una forma más necesaria
con el ámbito doméstico y tiene exigencias que plantearle, a saber,
la disciplina (Disziplin). Yo distingo aquí la disciplina (.lucht) de las
costumbres y la formación de las mismas. La disciplina propiamente
dicha no puede ser la meta de un Instituto de enseñanza, sino tan
sólo la formación de las costumbres, e incluso ésta no es abordada
según toda la amplitud de los medios. Un Instituto de enseñanza no
ha de producir primeramente esta disciplina, sino que tiene que pre-
suponerla. Hemos de exigir que los niños vengan ya educados a nues-
tra escuela. Según el espíritu de las costumbres de nuestro tiempo,
la disciplina, tomada en su inmediatez, no es, desde luego, tal como
ocurria con los espartanos, un asunto público, una tarea del Estado,
sino cometido y deber de los padres, -a excepción de los orfelina-
tos o seminarios, en general de aquellos establecimientos que abar-
can toda la existencia de un joven-. Los Centros docentes son, en
parte, instituciones de enseñanza, no inmediatamente de educación,
en parte, no comienzan a partir de los primeros elementos de la for-
mación, bien se trate del conocimiento, bien de las costumbres. Para
ESCRII OS PEDAGÓGICOS 93
101
102 G W F HEGEl.
núa, se ha ido perdiendo cada vez más en las familias, lo mismo que
en los Centros docentes, el hábito de infundir a la juventud en todo,
sea lo que fuere, el sentimiento de sumisión y de falta de libertad, de
hacer que obedezca, incluso en lo que es indiferente, a alguien dis-
tinto de su propio arbitrio, -de exigir una obediencia vacía por la
obediencia misma y de alcanzar, mediante procedimientos de dure-
za, aquello para lo que meramente se requiere el sentimiento del
amor, del respeto y de la seriedad de la cosa-. Así también se ha
de exigir, por tanto, a los alumnos que estudian en nuestro Centro
tranquilidad y atención durante las clases, buena conducta con los
profesores y condiscípulos, entrega de los trabajos señalados y, en ge-
neral, la obediencia que es necesaria para la consecución de la fina-
lidad del estudio. Pero a la vez, va unido con ello el que se deje en
libertad la forma de proceder acerca de cosas indiferentes, que no se
requieren para el orden. En la sociabilidad de la vida estudiantil, en
el marco de unas relaciones cuya cohesión e interés lo constituyen la
ciencia y la actividad del espíritu, lo que menos encaja es un tono
no libre; una sociedad de gentes dedicadas al estudio no puede ser
considerada como una asamblea de criados, ni deben tener tampoco
la fisononúa y el modo de proceder de éstos. La educación para la
autonomía exige que la juventud sea acostumbrada tempranamente
a consultar el sentimiento propio acerca de lo que conviene y el en-
tendimiento propio, y que se deje a su arbitrio una esfera, entre sí y
en relación con personas de mayor edad, en la que ella misma de-
termine su conducta.
Además de esta liberalidad, de lo que precede se sigue también
la limitación del ámbito de la disciplina que la escuela puede ejercer.
El estudiante se encuentra tan sólo con un pie en la escuela, y en la
medida en que la responsabilidad de su conducta privada todavía no
le compete exclusivamente a él, tampoco el público puede recurrir a
los profesores en lo relativo al comportamiento especial de los alum-
nos fuera del edificio escolar y de la enseñanza. No solo los estudian-
tes se encuentran la mayor parte de su tiempo bajo otros influjos po-
derosos, y la escuela debe contentarse con la efectividad de carácter
más general arriba indicada, sino que en general fuera del edificio
escolar retornan bajo la autoridad de los padres o de quienes ocu-
108 GWF
pan el lugar de los padres ante ellos; depende de éstos qué libertad
quieran tolerar a su hijos, qué tipo de relaciones les quieran permitir
y qué gastos y qué clase de diversiones les quieran autorizar. Ante el
comportamiento de estudiantes, que se estime reprochable, cabe de-
cir: son alumnos de los Institutos de enseñanza quienes se compor-
tan así, o bien: son hijos de estos padres, hijos de este tiempo. Para
ser ecuánime en el juicio se ha de considerar qué aspecto es el esen-
cial en un caso particular.
De esta forma, la escuela comparte con la familia la vida de la
juventud; es sumamente importante que no se obstaculicen mutua-
mente, que una no debilite la autoridad y la estima de la otra, sino
que más bien se apoyen y colaboren entre sí para alcanzar el fin co-
mún, tan importante.
Por otra parte, la escuela posee una relación con el mundo y su
cometido consiste en preparar a la juventud para el mismo. El mun-
do real es un todo firme, con cohesión propia, de leyes y de organi-
zaciones que tienen como meta lo universal; los individuos sólo tie-
nen valor en la medida en que se adecuan y se comportan conforme
a este universal, el cual no se preocupa de sus fines, de sus opiniones
y mentalidades particulares. Pero en este sistema de la universalidad
están implicados, a la vez, las inclinaciones de la personalidad, las pa-
siones de la individualidad y el forcejeo de los intereses materiales;
el mundo es el espectáculo de la lucha de estas dos partes entre sí.
En la escuela callan los intereses privados y las pasiones egoístas; ella
constituye un círculo de ocupaciones que giran principalmente en
tomo a las representaciones y a los pensamientos. Pero si la vida en
la escuela es más desapasionada, también se halla privada a la vez
del interés superior y de la seriedad de la vida pública; la escuela con-
siste tan sólo en una preparación y en un entrenamiento silenciosos,
interiores, para la misma. Lo que la escuela lleva a cabo, la forma-
ción de los individuos, es la capacidad de los mismos de pertenecer
a la vida pública. La ciencia, las habilidades que se adquieren, sólo
alcanzan su fin esencial en su aplicación fuer.t de la escuela. Ade-
más, ellas son tomadas en consideración en la escuela sólo en la me-
dida en que son adquiridas por estos niños; con ello la ciencia no se
desarrolla ulteriormente, sino que se aprende tan sólo lo ya existente
E.c;cRII OS PEDAGóGICOS 109
una cierta edad, no puede comenzar en una clase superior, sino sólo
en una clase inicial y que debido a la íntima conexión de los niveles
progresivos no puede saltarse ninguna clase. Es perjudicial para jó-
venes de once, doce o de incluso aún más años que, debido a su re-
traso en latín, hayan de ser inscritos en las clases iniciales, mientras
que a causa de su edad y de los progresos ya realizados en otras ma-
terias, serian capaces de una enseñanza mucho más avanzada de la
que puede ser impartida aquí. Debido al hecho de que en algunas
clases el curso consta de dos años, se ofrece ciertamente la oportu-
nidad, altamente deseada, de dejar avanzar más rápidamente a quien
todavía recupera prontamente las enseñanzas omitidas; pero quien
comienza primeramente el ciclo de estudios en el Centro a los trece
años, pongamos por caso, o incluso todavía más tarde, se encuentra,
dejando a un lado otras desventajas, también con ésta, a saber, la de
sólo poder frecuentar la Universidad, dos, tres, incluso cuatro años
más tarde de lo que habría podido haber ocurrido sin el descuido an-
terior. Yo desearía, por tanto, poder hacer llegar a los oídos de todos
los padres, que destinan sus hijos al estudio o que al menos los quie-
ren instruir en los elementos de la formación propia de nuestro Cen-
tro, esta exhortación de que, teniendo presentes las exigencias que
se hacen actualmente a quienes estudian, no difieran demasiado tiem-
po el comienzo de la enseñanza.
Quedan todavía por mencionar los pocos datos referentes a las
peripecias externas del Centro durante el pasado año académico. En pri-
mer lugar he de referir la prueba que nuestro Centro ha recibido de
la altísima atención de que es objeto, mediante el hecho de que en
la clase primaria inferior como apoyo del tan meritorio profesor de
la clase, al que problemas de salud impiden el pleno desarrollo de su
actividad, se haya nombrado muy graciosamente, como profesor au-
xiliar, al candidato al profesorado Mf!Perletn, con amplia experiencia
en esta ciudad debido a su dedicación a la enseñanza de la juventud.
Hago mención, además, de que en este año pudo comenzarse
con la instalación de un gabinete de fisica; además de la cosmogrqfia en
la clase media se ha impartido, por tanto, por primera vez, un curso
de fisica experimental en la clase superior, que, el próximo año, cuando
el gabinete esté más acondicionado resultará, a su vez, aún más com-
pleto.
F.SCRITOS PEDAGÓGICOS 113
proche sino para que permanezcan más bien como gratos recuerdos
de etapas anteriores, de las que también la vida posterior se ha de
mantener digna.
Discurso del 2 de septiembre de 1813
116
ESCRn'OS PmAGOOICOS 117
,
Discurso del 30 de agosto de 1815
123
124 G W F HJ:GEL
Pero respecto a ello sigue siendo cierto asimismo que tal tiempo,
dominado por el destino, también emite unas exhalaciones desagra-
dables y amenaza con insuflar en el ánimo indefenso sus influjos per-
niciosos. Es importante que el interior de la juventud sea preservado
de este mal para que pueda participar de los mejores frutos del es-
píritu de la época. Cuando vemos que el firme orden antiguo se ha
quebrantado en múltiples direcciones y que con mano ligera se han
edificado nuevos órdenes efimeros, la disposición anímica y el respe-
to interior hacia el carácter inmutable del derecho y del orden legal
sufren con ello, aun cuando se mantenga todavía de una forma pre-
caria la obediencia externa; la representación, incitada por los gran-
des intereses y acontecimientos del día, se deja conducir desde c1 cír-
culo d<' una actividad silenciosa al espíritu de disolución o también
de indiferencia y atonía. F..se estudio de las ciencias en el tranquilo
círculo de la escuela constituye el medio más idóneo para proporcio-
nar a la juventud un interés y una ocupación que la aísle y la pre-
serve del ruido y del influjo seductor de las circunstancias de la épo-
ca en ebullición. Debe constituir, pues, una doble preocupación de
los padres y los tutores observar y vigilar a los niños bajo su cuidado.
Resulta dificil encontrar un camino medio entre la libertad excesiva,
permitida a los niños, y la limitación demasiado grande de la mis-
ma. Si bien ambas actitudes constituyen un defecto, el segundo es
ciertamente el mayor. Si el talante bonachón de los padres concede
gustosamente a los hijos una libertad inocente, se ha de prestar aten-
ción, por cierto, a si ella es y permanece realmente inocente. En cuan-
to que es más fácil amar a los hijos que educarlos, han de examinar
los padres si no se deberá en parte a la comodidad cuando confian
sus hijos a sí mismos, sin tenerlos bajo su mirada y acompañarlos
con su atención. Mucho daño ha ocasionado, ciertamente, en lamo-
derna educación el principio de que los niños habrian de entrar tem-
pranamente en el comercio con el mundo y de que, a tal efecto, ha-
bría que introducirlos en el trato social, es decir, en los placeres y dis-
tracciones de los adultos o que éstos se le habrian de facilitar al modo
de los adultos. La experiencia refuta tales pensamientos, pues ella
muestra más bien que los hombres que elaboraron una buena base
interior y que, por lo demás, fueron educados en las buenas costum-
ESCRfi'OS PHDAGÓGICOS 129
131
Acerca de la exposición de la filosofía en los Gimnasios
Un informe privado para el Consejero escolar superior del
Reino de Bavicra Inmanuel Niethammcr.
I
Por lo que se refiere l. a las materias de enseñanza junto con su
distribución en las tres clases, la Normativa establece lo siguiente so-
bre ello:
l. Para la clase inferior (Unterklasse) (III, S 5 III) se establece el
conocimiento de la religión, del derecho, y de los deberes.
Por el contrario en VC se indica que se puede comenzar a ejer-
citarse en el pensamiento especulativo por la lógica.
2. Para la clase media (Mittelklasse): a) Cosmología, Teología natu-
ral en conexión con las Criticas kantianas. b) Psicología.
3. Para la clase superior (Oberklasse): la Enciclopedia filoso/ita.
Puesto que en lo referente a la clase iriferior la exposición de la tev-
ria del derecho, de los deberes y de la religión y la de la l6gzca no se dejan
conciliar bien, hasta ahora he seguido la norma de no tratar en la
clase iriferior más que de la teoría del derecho, de los deberes y de la religión,
mientras que reservaba la l6gica para la clase media y la exponía por
cierto alternándola con la psicología en esta clase de dos años de du-
ración. A la clase superior le correspondía por último la Enciclopedia se-
gún había sido prescrito.
Si he de emitir mi juicio general acerca de la distribución en con-
junto, tanto según la cosa misma como según mi experiencia, sólo
puedo declarar que la he encontrado muy adecuada.
133
134 G W 1' m:GEL
deber de formarse, como deberes de los padres y los hijos, etc.). En cuan-
to que a la tercera ciencia de 1a Enciclopedia pertenece todavía la teo-
ría de la religión, también se le dedica a ésta una enseñanza particular.
Por consiguiente, sólo queda, de modo especial, para la Enciclope-
dia la spula ciencia, la .filosf!fta de la .Naturaleza. Pero l. la considera-
ción de la naturaleza posee todavía poco atractivo para la juventud;
el interés por la naturaleza ella lo siente más --y no sin razón-
como un pasatiempo teórico en comparación con el obrar humano
y espiritual y sus conformaciones; 2. la consideración de la naturale-
za es de lo más dificultoso; pues el espíritu, al comprender la natu-
raleza, tiene que transformar lo contrario del concepto en concepto, una
fuerza que sólo posee el pensamiento vigoroso; 3. la filosofía de la Na-
turaleza, en cuanto fisica especulativa, presupone una fami1iarización
con los fenómenos naturales -con la física empírica-, una familia-
rización que aquí no se da todavía. Cuando en el cuarto año de la
existencia del Gimnasio recibí como alumnos a quienes habían se-
guido los tres cursos de filosofía en la clase media y en la inferior,
he tenido que constatar que ya estaban familiarizados con la mayor
parte del círculo filosófico-científico y que podía prescindir de la ma-
yor parte de la Enciclopedia; me atuve entonces, especialmente, a la
filosofia de la Naturaleza. Por el contrario, he experimentado como
deseable que se desarrollara ulteriormente un aspecto de la filosofia
del Espíritu, a saber, la parte riferente a lo bello. La estética es con excep-
ción de la filosofia de la Naturaleza, la ciencia particular que falta
todavía en el ciclo científico y parece que puede ser de una forma
muy esencial, una ciencia que se estudie a nivel del Gimnasio. Ella
podría ser encomendada al profesor de literatura clásica en la clase
superior, pero ya tiene bastante que hacer con esta literatura, a la
que seria muy peljudicial quitarle horas. Pero resultaria sumamente
útil que los alumnos del Gimnasio, además de una visión más am-
plia de la mJtrica, también adquirieran unas nociones más precisas
acerca de la natura/eq¡. de la eJ1oP9a, la tragedia, la comedia y cosas por
el estilo. La estética podría ofrecer, por un lado, los puntos de vista
recientes, más importantes, acerca de la esencia y del fin del arte,
pero, por otro lado, no debe quedarse en mera palabreria acerca del
arte, sino que, como queda dicho, ha de abordar los géneros poéti-
ESCRITOS PEI>AGOOICOS 139
ll. Método
A. En general se distingue un sistema filosófico con sus ciencias par-
ticulares y elfilosofor mismo. Según la obsesión moderna, especialmen-
te de la Pedagogía, no se ha de instruir tanto en el contenido de la fi-
losofia, cuanto se ha de procurar aprender afilosofar sin contenido; esto
significa más o menos: se debe viajar y siempre viajar, sin llegar a
conocer las ciudades, los ríos, los países, los hombres, cte.
Por lo pronto, cuando se llega a conocer una ciudad y se pasa
después a un río, a otra ciudad, etc., se aprende, en todo caso, con
tal motivo a viajar, y no sólo se aprende sino que se viaja realmente.
Así, cuando se conoce el contenido de la filosofia, no sólo se aprende
el filosofar, sino que ya se filosofa realmente. Asimismo el fin de
aprender a viajar constituiría él mismo en conocer aquellas ciuda-
des, etc.; el contenido.
& segundo lugar, la filosofla contiene los más elevados pensamientos
racionales acerca de los objetos esenciales, contiene lo que hay de universal
y verdadero en los mismos; es de gran importancia familiarizarse con
este contenido y dar cabida en la mente a estos pensamientos. El modo tris-
140 G W IIU:F.L
146
F.SCRI1 OS PF.DAGOG!COS 147
del contenido dogmático de nuestra religión, en cuanto que éste no sólo con-
tiene la verdad en y para sí sino también en cuanto que la eleva de
tal manera hacia el pensamiento especulativo que él mismo lleva con-
sigo, de forma inmediata, la contradicción respecto al entendimiento
y la refutación del razonamiento (Rasonnement). Pero que este con-
tenido llegue a poseer esta relación propedéutica respecto al pensa-
miento especulativo, dependerá de si en la enseñanza de la religión
se expone la doctrina dogmática de la Iglesia acaso tan sólo como
un asunto histórico, sin infundir la veneración verdadera, profunda
por la misma, sino poniendo lo fundamental en generalidades deís-
tas, en doctrinas morales o incluso tan sólo en sentimientos subjeti-
vos. En esta forma de exposición se educa más bien la disposición
anímica opuesta al pensamiento especulativo, se coloca en primer tér-
mino la presunción del entendimiento y de la arbitrariedad, la cual
conduce entonces, de una forma inmediata, o bien a la simple indi-
ferencia hacia la filosofía o bien recae en sofistería.
Estas dos materias, las concepciones clásicas y la verdad religio-
sa, a saber, en la medida en que ella represente todavía la antigua
doctrina dogmática de la Iglesia, yo las consideraría hasta tal punto
como la parte sustancial de la preparación para el estudio de la filo-
sofía que sí la mente y el espíritu del joven no se hubieran llenado
con ellas, al estudio universitario le estaría reservada la tarea, apenas
ya realizable, de sensibilizar por vez primera al espíritu respecto a
un contenido sustancial y de superar la vanídad y la orientación, ya
existentes, hacia los intereses ordinarios que, por lo demás, consiguen
ahora tan fácilmente ser satisfechos.
La esencia peculiar de la filosofía debería consistir en que aquel
contenido sólido alcanzara forma especulativa. Pero el mostrar que
la exposición de la filosofía haya de ser excluida, no obstante, de la
enseñanza del Gimnasio y ser reservada para la Universidad es una
tarea de la que estoy dispensado por el alto Rescripto del Ministerio
real, que ya presupone, él mismo, esta exclusión.
De esta forma, a la enseñanza en el Gimnasio le queda asigna-
da, para sí misma, la condición de miembro intermedio, que ha de ser
considerado como el tránsito desde la representación y la fe, que ver-
san sobre la materia sólida, al pensamiento f:tlosófico. Dicha ense-
150 G W F HEGEL
ria preciso recordar bajo este punto de vista sino lo dicho acerca del
ámbito religioso y moral. En cuanto a los conocimientos iniciales de
la psicolog(a y de la 16gica cabria indicar que si se dedican a ello dos
horas semanales en un curso anual habria que tratar la parte psicoló-
gica sobre todo como introducción y hacerla preceder a la lógica. Si
con el mismo número de horas, que cabria considerar como suficien-
te, se dedicaran a dicho comeúdo, por ejemplo, tres o cuatro cursos
semestrales resultaria posible aportar una información más precisa
acerca de la naturaleza del espíritu, de sus actividades y estados, y
entonces podria ser más provechoso comenzar por la enseñanza de
la lógica, simple y abstracta, y, por ello, fácil de comprender. Ello
tendría lugar así en un periodo más temprano en el que la juventud
se muestra todavía dócil respecto a la autoridad y se deja instruir por
ella, y está menos contagiada por la pretensión de que, para ganar
su atención, la cosa tendria que ajustarse a su representación y al in-
terés de sus sentimientos.
La eventual dificultad consistente en aumentar las horas de la en-
señanza gimnasial con otras dos nuevas, podria ser eliminada quizá,
con el menor trastorno posible, mediante la supresión de una o dos
horas en la llamada enseñanza de alemán y de la literatura alemana
o, todavía de una forma más adecuada, mediante la supresión de las
lecciones sobre la Enciclopedia juridica, cuando dicha enseñanza se
imparte a nivel del Gimnasio, sustituyendo las mismas por lecciones
sobre lógica, con tanta más razón para que la formación general del
espíritu no se desvirtúe ya en los Gimnasios, que han de ser consi-
derados como dedicados exclusivamente a ella, y no parezca que ya
se ha de introducir en ellos el adiestramiento con vistas a emplearse
y a estudiar para ganarse la vida.
Por lo que se refiere, todavía, por último, a los libros de texto que
cabria recomendar a los profesores con vistas a tal enseñanza prepa-
ratoria, no sabria indicar ninguno, entre los que conozco, como su-
perior a los demás; pero la materia se encuentra, ciertamente, de una
forma aproximada en cada uno de ellos y, desde luego, en los más
antiguos, de un modo más rico, más determinado, menos mezclado
con ingredientes heterogéneos, y una alta Instrucción del Ministerio
real podria dar a conocer qué materias habria que destacar.
Acerca de la exposición de la filosqfta en las Universidades
Carta ostensible al Consejero del Gobierno real de Pru:ña y
profesor Friedr. v. Raumer.
155
156 G W F lfi!GEL
1 Hegel va a aprovechar, sin embargo, esta circunstancia para hacer una decidi-
162
ESCRrlOS PWAGOGIOOS 163
lización, desde hace años, del pago de las becas y últimamente, tam-
bién de la concesión de las mismas. El Gimnasio de esta ciudad no
posee actualmente ningún número tan considerable de alumnos que
por cierto no pudiera acoger también a este respecto a aquéllos que
se quieren preparar para la Universidad a través del Instituto real.
Si hubiera un número suficiente de alumnos que desearan acce-
der a la 'Cniversidad a partir del Instituto real, todavía se habría de
señalar esto, a saber, que para ellos un tal centro ocuparía más bien
el lugar de un liceo que el de un centro de nivel medio, paralelo al
Gimnasio. En la medida en que ellos, incluyendo la Escuela real es-
tudian matemáticas a lo largo de cinco años que para los estu-
diantes de medicina es sin duda demasiado) y, además con una cier-
ta extensión, fisica, mineralogía, botánica, :.::oología, qtúmica, etc., les
resulta superfluo realizar todavía los cursos generales en la Universi-
dad o en un Liceo; ellos pueden pasar inmediatamente a los cursos
particulares de la se quedarían, no obstante, sin relle-
nar la laguna, que está constituida por el estudio gimnasial, en cuan-
to estudio de las Humaniora, de la formación humana general, la
cual constituye el punto intermedio entre la enseñanza de la escuela
y el estudio de las otras ciencias particulares y, en general, siempre
ha de ser considerada como el fundamento de toda ciencia y forma-
ción espirituales superiores.
A veces se menciona el caso de indivíduos concretos, que han he-
cho de la fisica o de la química, de la historia natur.U, o de algo por
el estilo, su ciencia exclusiva, como ejemplos de que hay destinos
para los que el estudio gimnasia) resulta superfluo. Sin embargo, ta-
les situaciones particulares no entran en consideración; ningún pa-
dre se complacerá en dar a su hijo un destino, que debido a su ca-
rácter exclusivo apenas resulta necesario para algunos puestos en el
aquéllos en los que más tarde se muestre tal inclinación, pue-
den pasar a su realización a partir de los centros preparatorios ge-
nerales, y les habrá sido útil haber vísitado previamente tales centros.
Pero, aparte de los destinos mencionados hasta ahora, hay otros
muchos para los que, por un lado, un lnsituto real puede resultar
casi una necesidad imprenscindible, pero que, por otro, dificilmente
pueden implicar permanecer allí cuatro años, hasta la edad de die-
ciocho años.
168 G W F HEGEL
metría, etc., o bien parecería posible disponer que los alumnos, des-
pués de haber concluido la enseñanza de la Escuela real, asistieran
de una forma adicional a aquellas lecciones del Instituto real que fue-
ran útiles para ellos, dado que su destino dificilmente permitirla que
tomaran parte regularmente en todas las lecciones del mismo, aun
cuando no fuera más que hasta los 16 años.
Los que desean aprender comercio, acostumbran en esta ciudad a
iniciarse en ello a los 14 años; este proceso temprano, completamen-
te práctico, también lo dejan recorrer a sus hijos las más distinguidas
casas comerciales; ellas conceden quizás un año para la formación
general; el estudio, especialmente de las lenguas modernas, que tiene
lugar durante el tiempo de aprendizaje que será iniciado o es prose-
guirá más tarde todavía, se realizará adicionalmente en las horas de
la tarde. El frecuentar un Instituto comercial, como tal, que es por
cierto una escuela especial, no es algo acorde con el espíritu de los
comerciantes de esta ciudad.
Esta segunda clase de destinos ocupa un lugar intermedio entre
aquéllos que exigen una formación científica superior, que es pro-
porcionada por los Gimnasios, los Liceos y las Universidades, y el sec-
tor de la industria, a cuya formación están dedicadas las escuelas
elementales.
Para tales destinos medios resulta algo muy necesario contrarres-
tar la mera preparación empírica para las ramas de la administra-
ción del Estado, que figuran bajo este apartado, y la ciega formación
para ello mediante la sola rutina, procurar una fundamentación cien-
tífica de los conocimientos necesarios y la restante formación espiri-
tual de los destinados a ello. El Gobierno supremo ha reconocido
esta importante finalidad, de la forma más palmaria, al prescribir las
condiciones de la administración del Estado. Por otro lado, la adqui-
sición de habilidades técnicas, conocimientos empíricos y de la vi-
sión práctica ha de ser unida tempranamente al estudio teórico.
Constituye un deseo natural del público, respecto a destinos de
aquel género, como son el estamento militar, el régimen forestal, la
agricultura, las construcciones hidráulicas, la construcción de carre-
teras, la agrimensura, la pintura, la escultura, la calcografia, en- con-
trar escuelas especiales, en las que se unan ambos aspectos, en las que
170 G W t lfi:GEL
,
APÉNDICES
,
Carta de Hegel a Nzethammer
Nurenberg, 23 de octubre de 1812
181
182 G W t· HEGEL
41
El hombre en cuanto individuo se relaciona mnsigo mismo. Él
posee la doble vertiente de su singularidad y la de su ser universaL Su
deber para consigo consiste por tanto en parte en su conservación flS'lCil,
y en parte en elevar [este] su ser individual a su natur.Ueza univer-
sal, en formarse.
Aclaración. El hombre es, por un lado, un ser natural. En cuanto
tal se comporta de una forma arbitraria y contingente, como un ser
inestable, subjetivo. Xo distingue lo esencial de lo incsencial. En se-
gundo lugar es un ser espiritual, racional. Según este aspecto no es
por naturaleza lo que él debe ser. J:i1 animal no necesita de formación
alguna, pues es por naturaleza lo que él debe ser. Él es tan sólo un
ser natural. Pero el hombre debe armonizar esta su doble vertiente,
adecuar su singulandad a su dimensión racional o hacer que la últi-
ma sea la dominante. Se trata, por ejemplo de falta de formación
cuando el hombre se abandona a su "a y actúa ciegamente movido
por esta pasión, porque mnsidera en ello una ofensa o un peijuicio,
como un pcijukio infinito y lo intenta reparar dañando de una for-
ma desmesurada al ofensor o a otros objetos. Se trata de falta de f()r-
mación cuando uno afrrma un interés, que no le compete a él o en el
que no puede efectuar nada mediante su actividad, pues, de una ((u-
rna comprensible, sólo se puede convertir en objeto de 'iU intc-n'·.,
aquello en lo que se puede aportar algo con su actividad Adc·mú'>
cuando el hombre en los avatares del destino se mueo.,tra unfHuimlt,
convierte un interés particular en un trasunto sumamente· impml.m-
te, como algo a lo que tendrian que ajmtado lo' lunuluc·'l y
las circunstancias.
184 G W F
42
A la formación téorica pertenece, además de la diversidad y deter-
minabllidad de los conocimientos y de la universalidad de los puntos
de vista desde los que se han de enjuiciar las cosas, el sentido para
los objetos en su libre autonomía, sin un interés subjetivo.
Aclaración. La diversidad de los conocimientos en y para sí pertenece a
la formación, porque el hombre se eleva de esa forma desde el saber
particular acerca de cosas insignificantes del entorno a un saber uni-
versal, mediante el cual alcanza una mayor comunidad de conoci-
mientos con otros hombres, llega a poseer objetos de un interés uni·
versal. En cuanto el hombre se eleva por encima, de lo que sabe y
experimenta de una forma inmediata, aprende que también hay otras
y mejores formas de conducta y de acción y que la suya no es la úni-
ca necesaria. Se distancia de sí mismo y llega a diferenciar lo esen-
cial de lo inesencial. La determinabilidad de los conocimientos concierne a
la diferencia esencial de los mismos, las diferencias que competen a
los objetos bajo todas las circunstancias. A la formación compete un
juicio acerca de las relaciones y de los objetos de la realidad. Para
ello se exige que se sepa de qué se trata, en qué consisten la natura-
leza y la finalidad de una cosa y de las relaciones entre sí. Estos pun-
tos de vista no están dados inmediatamente a través de la intuición,
sino mediante la ocupación con la cosa, a través de la reflexión so-
bre su finalidad y su esencia y acerca de los medios, hasta dónde al-
canzan los mismos o no. El hombre desprovisto de formación per·
manece estancado en la intuición inmediata. Tiene los ojos cerrados
y no ve lo que se encuentra ante sus pies. Se trata tan sólo de un ver
y un concebir subjetivos. El no ve la cosa. Sólo sabe de una forma
aproximada cómo está constituida ésta, y no llega a saberlo adecua-
damente, porque sólo el conocimiento de los puntos de vista univer-
sales conduce a lo que se ha de considerar de una forma esencial, o
puesto que él ya es lo fundamental de la cosa misma, ya contiene los
enfoques más destacados de la misma en los que, por tanto, sólo se
necesita, por así decirlo, introducir el ser-ahí externo y por tanto es
capaz de concebirla de un modo mucho más fácil y correcto.
Lo contrario de no saber juzgar consiste en ju:r.gar prectpitadamente
acerca de todo, sin comprenderlo. Un tal juicio precipitado se funda
ESCRI ros PEDAGÓGICOS 185
43
A la formación práctica pertenece que el hombre en la satisfac-
ción de las necesidades e impulsos naturales muestre aquel discerni-
miento y moderación, que se hallan dentro de los límites de su ne-
cesidad, a saber, de la autoconservación. El debe 1) salir de lo natu-
ral, liberarse de él, 2) por el contrario, debe estar sumido en su pro-
fesión, lo esencial y, por consiguiente, 3) no sólo ser capaz de reducir
la satisfacción de lo natural a los límites de la necesidad, sino tam-
bién de sacrificarla a deberes superiores.
Aclaración. La libertad del hombre respecto a los impulsos natu-
rales no consiste en que él no tenga ninguno y que por tanto intente eva-
dirse de su naturaleza, sino en que los reconozca en general como
algo necesario y, por consiguiente, racional y de acuerdo con ello los
acate voluntariamente. Respecto a esto sólo se encuentra coacciona-
do en la medida en que él se crea ocurrencias y fines fortuitos y ar-
186 G W f HEGEl.
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En lo concerniente a la profesión determinada, que aparece como
una especie de destino, se ha de suprimir ahí en general la forma de
una nercsidad externa. Ha de ser abordada con libertad y con tal li-
bertad ha de ser mantenida y desempeñada.
Aclaraczón. El hombre, en lo referente a las circunstancias exter-
nas del destino y a todo lo que él es de una forma inmediata, debe
F.SCRITOS PllDAGÓGICOS 187
45
La fidelidad y la obedzencia en su profesión así como la obediencia res-
pecto al destino y el autoolvido en su obrar tienen como fundamento la
renuncia a la vanidad, a la presunción y al egoísmo respecto a lo que
es necesario en y para sí.
Aclaración. La profesión es algo universal y necesario y constituye
uno de los aspectos de la convivencia humana. Ella es por tanto una
parte del corgunto de la obra humana. Cuando el hombre tiene una pro-
fesión toma parte y colabora en lo universal. De esta forma él se vuel-
ve objetivo. La profesión es ciertamente una esfera singular, limita-
da; sin embargo, constituye un eslabón necesario del conjunto y tam-
bién es en si misma, de nuevo, un todo. Si el hombre ha de llegar a
deberd saber limitarse, es decir, convertir su profesión totalmente m 1
suya. Entonces ella no es ninguna barrera para él. D1· ,.,,. modo fl
se siente acorde consigo mismo, con su proyección externa, 1 ou '111
esfera vital. El es un universal, un todo. Cuando d homll11· "'' ¡no-
pone como fin algo vano, es decir, inesencial, nulo, mtmu c•l intc·-
rés no reside en una cosa, sino en su cosa. Lo vano no t·s nada con-
sistente en y para sí, sino que sólo es mantenido nwdiantc· t•l
El hombre sólo se ve ahí a sí mismo; por ejemplo, ¡nl('de haber tam-
bién una vanidad moral, cuando el hombre en g<:ncral en su obrar es
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IJiscursos de Nuremberg . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Discurso del 29 de septiembre de 1809 . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Discurso del 14 de septiembre de 1810 . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
Discurso del 2 de septiembre de 1811 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . JO 1
Discurso del 2 de septiembre de 1813 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
Discurso del 30 de agosto de 1815 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
A.pbuiices . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Carta de Hegel a Niethammer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
Teoría del derecho, los deberes y la religión para la clase
inferior. Deberes para consigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
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