Falacia Naturalista

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Problema: Anuario de Filosofía y Teoría

del Derecho
ISSN: 2007-4387
[email protected]
Universidad Nacional Autónoma de
México
México

SALDAÑA SERRANO, Javier


LA FALACIA NATURALISTA. RESPUESTAS PARA UNA FUNDAMENTACIÓN DEL
DERECHO NATURAL. LOS ARGUMENTOS DE J. FINNIS Y M. BEUCHOT
Problema: Anuario de Filosofía y Teoría del Derecho, núm. 1, 2007, pp. 419-447
Universidad Nacional Autónoma de México
Distrito Federal, México

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PROBLEMA
Anuario de Filosofía
y Teoría del Derecho 1

LA FALACIA NATURALISTA. RESPUESTAS


PARA UNA FUNDAMENTACIÓN DEL DERECHO
NATURAL. LOS ARGUMENTOS
DE J. FINNIS Y M. BEUCHOT

Javier SALDAÑA SERRANO

Resumen:
El autor analiza los fundamentos del derecho natural a partir de los ar-
gumentos expuestos por John Finnis y Mauricio Beuchot, quienes de-
fienden la postura iusnaturalista. La idea del trabajo es discutir la crítica
de la “falacia naturalista” y las respuestas que desarrollan estos autores
como fundamento del derecho natural.

Abstract:
The author analyzes some basic foundations of natural law theory dis-
cussed in the works of John Finnis and Mauricio Beuchot, the main issue
addressed is the responses and defense that these authors have devel-
oped against the “naturalistic fallacy” objection, responses and defense
that constitute the author argues a foundation for natural law theory.

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JAVIER SALDAÑA SERRANO

SUMARIO: I. Planteamiento del problema. II. Los argumentos


de John Finnis. III. Los argumentos de Mauricio
Beuchot. IV. Conclusión. V. Bibliografía.

I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Uno de los argumentos recurrentemente citados a la hora


de oponerse a la ética y filosofía del derecho de inspiración
iusnaturalista es la llamada falacia naturalista (naturalistic
fallacy). Los más importantes pensadores de corte iuspositi-
vista, y en general todos aquellos teóricos que se inscriben
en un no cognitivismo ético, lo han esgrimido como uno de
los recursos más importantes y eficaces contra la “extraña”
figura del derecho natural. En uno y otro sentido todos los
críticos del derecho natural han empleado este argumento
para descalificarlo. Sirva un botón como muestra:

Nadie puede negar que la afirmación de que “algo es” —esto


es, el enunciado con el cual se describe un hecho real—, es
esencialmente diferente del enunciado que dice que “algo
debe producirse”, esto es: del enunciado con el cual se des-
cribe una norma; y que, en consecuencia, de que algo exista
no puede seguirse que algo deba existir, de igual modo a que
de que algo deba ser, no puede seguirse, que algo sea.1

Esta afirmación hecha por el profesor Hans Kelsen tiene la


virtualidad de ser especialmente cautivadora y atrayente
quizá por la sencillez misma de su presentación. Sin embar-
go, ¿qué es lo que se contiene detrás de esta afirmación?,
¿qué es exactamente lo que encierra?, ¿cuáles son los efec-
tos prácticos a los que conduciría la aceptación de la mis-
ma? La respuesta a las anteriores interrogantes puede ser
enunciada igualmente en forma sencilla. La tesis enunciada
plantea la distinción entre realidad y valor, entre naturaleza
y sociedad, o, para utilizar los mismos términos del profesor
vienés, la incomunicabilidad entre causalidad e imputación.

1 Kelsen, H., Teoría pura del derecho, México, Porrúa-UNAM, 1991, p. 19.
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LA FALACIA NATURALISTA

En esta tesis se alude a dos mundos, el del “ser”, o de la na-


turaleza, y el del “deber ser”, propio del comportamiento hu-
mano. Ahora bien, ¿es verdad tal incomunicabilidad?, ¿es
verdad que ambos mundos se presentan no sólo como dife-
rentes sino como absolutamente separados?
La respuesta a las interrogantes anteriores debe ser ubi-
cada en sus justas dimensiones. Una primera aproximación
nos tiene que llevar a aceptar que Kelsen tenía razón, esto
es, que es verdad que hay una separación entre realidad y
valor, y que una cosa es la causalidad y otra la imputación.
Sin embargo, esta afirmación sólo puede ser aceptada si se
comienza, como lo hace Kelsen, comprendiendo al “ser”
como empíricamente perceptible, lo fáctico, lo no tenden-
cial. Sólo así es posible reconocer tal aseveración como evi-
dente y aceptable. Es claro que el “deber ser” del derecho
no puede deducirse del “ser” puramente fáctico de lo acae-
cido en sociedad. Habría sin duda un salto lógico inadmisi-
ble. Sin embargo, ¿es este el “ser” que explica el derecho
natural defendido por Aristóteles y Tomás de Aquino? Un
conocimiento profundo de esta corriente de pensamiento
rechazaría que el “ser” sea comprendido tal y como lo pre-
senta Kelsen y el resto de los críticos del derecho natural.
El “ser” de la metafísica realista se comprende de diferente
manera, no como un puro dato fáctico, como lo puro dado.
Aunque Kelsen cita a Moore como argumento de autori-
dad para justificar su afirmación, la idea de la inderivabili-
dad del “deber” a partir del “es” ha sido también atribuida
al filósofo escocés David Hume, quien en su Treatise of Hu-
man Nature expone la tesis central del argumento. La
controversial cita es la siguiente:

En todo sistema moral de que haya tenido noticia, hasta


ahora, he podido siempre observar que el autor sigue duran-
te cierto tiempo el modo de hablar ordinario, estableciendo
la existencia de Dios o realizando observaciones sobre los
quehaceres humanos, y, de pronto, me encuentro con la sor-
presa de que, en vez de las cópulas habituales de las propo-
siciones: es y no es, no veo ninguna proposición que no esté
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JAVIER SALDAÑA SERRANO

conectada con un debe o un no debe. Este cambio es imper-


ceptible, pero resulta, sin embargo, de la mayor importancia.
En efecto, en cuanto que este debe o no debe expresa alguna
nueva relación o afirmación, es necesario que ésta sea ob-
servada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de
algo que parece absolutamente inconcebible, a saber: cómo
es posible que esta nueva relación se deduzca de otras total-
mente diferentes. Pero como los autores no usan por lo co-
mún de esta precaución, me atreveré a recomendarla a los
lectores: estoy seguro de que una pequeña reflexión sobre
esto subvertiría todos los sistemas corrientes de moralidad,
haciéndonos ver que la distinción entre vicio y virtud, ni está
basada meramente en relaciones de objetos, ni es percibida
por la razón.2

Este pasaje sin duda es significativo, y aunque el mismo


ha sido uno de los más discutidos y controvertidos de la éti-
ca de Hume, hoy ya no consigue la atención que mereció en
otros momentos. Podríamos decir que, sin ser un asunto ol-
vidado, ya no se gastan en éste las energías de otros tiem-
pos. Sin embargo, y a pesar de lo anterior, se suelen aún
encontrar fuertes críticas al derecho natural formuladas
desde la trinchera de la inderivabilidad del debe a partir del

2 En este escrito se usará la versión caste llana de la obra: Hume, D., Tratado

de la naturaleza humana, edición preparada por F. Duque, Madrid, Tecnos, 1998,


pp. 633 y 634. En lengua ingle sa el texto refe rido es el siguiente: “I cannot forbear
adding to these reasoning an observation, which may, perhaps, be found of some
importance. In every system of morality, which I have hitherto met with, I have al-
ways remark´d, that the author proceeds for some time in the ordinary way of rea-
soning, and establishes the being of Good, or makes observations concerning hu-
man affairs; when of a sudden I am surpriz´d to find, that instead of the usual
copulations of propositions, is, and is not, I meet with no proposition that is not
connected with an ough, or an ought not. This change is imperceptible; but is, ho-
wever, of the last consequence. For as this ought, or ought not, expresses some new
relation or affirmation, 'tis necessary that it shou´d be observ´d and explain´d; an
at the same time that a reason should be given, for what seems altogether incon-
ceivable, how this new relation can be a deduction from others, which are entirely
different from it. But as authors do not commonly use this precaution, I shall pre-
sume to recommend it to the readers; and am persuaded, that this small attention
wou´d subvert all the vulgar systems of morality, and let us see, that the distinc-
tion of vice and virtue is nor founded merely on the re lations of objects, nor is per-
ceiv´d by reason”. Hume, D., Treatise of Human Nature, L.A., Selby-Bigge, M. A.,
Oxford, 1960, pp. 469 y 470.
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LA FALACIA NATURALISTA

es o de la reformulada falacia naturalista, sobre todo en


aquellas culturas jurídicas con fuerte raigambre normati-
vista como la mexicana. Es por eso que he creído conve-
niente referirme en este trabajo a los argumentos que pre-
sentan dos filósofos prácticos de reconocido prestigio para
oponerse a las críticas contra el derecho natural, haciendo
ver que dichas formulaciones están muy lejos de alcanzar a
la tradición del realismo metafísico, particularmente, al
derecho natural de raigambre aristotélico-tomista.
Los autores referidos son el filósofo australiano John Fin-
nis y el mexicano Mauricio Beuchot. Ambos ofrecen, con
una técnica argumentativa rigurosa y original, las tesis
centrales de la tradición clásica.

II. LOS ARGUMENTOS DE JOHN FINNIS


Finnis, profesor de la Universidad de Oxford es, junto con
Germain Grisez, Joseph Boyle y Robert P. George, uno de
los más importantes representantes de la denominada New
School of Natural Law,3 escuela que haciendo suyos los ar-
gumentos centrales del derecho natural clásico en la ver-
sión de Aristóteles y Tomás de Aquino, formula una relectu-
ra de los mismos en diálogo con el pensamiento anglosajón,
específicamente con la tradición analítica del derecho
defendida por autores como Hart o Raz.
Uno de los asuntos más controvertidos del profesor Fin-
nis, y que ha generado una fuerte polémica incluso al inte-
rior de la propia tradición aristotélico-tomista, ha sido jus-
tamente el de la derivación ilícita del “deber ser” a partir del
“ser”, tema que ha tratado en diversos trabajos4 pero cuya

3 Para una visión ge ne ral de la New School of Natural Law, cfr. Massini, C., I.,

“The new school of natural law. Some approaches”, Rechtstheorie, 30, Berlin, 1999,
pp. 461-468.
4 Cfr. Finnis., J., “Natural law and the “is”-“ought” question: an invitation to

Professor Veatch”, The Catholic Lawyer, 26/4, 1981, pp. 266-277. Cfr. “Natural
Inclinations and Natural Rights: Deriving «Ought» from «is» According to Aquinas”,
en L. J. Elders-K. Hedwig (eds.), Lex et libertas. Freedom and Law According to St.
Thomas Aquinas, Citta del Vaticano, Pontificia Academia di S. Tommaso, Libre ría
Editrice Vaticana, 1987.
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JAVIER SALDAÑA SERRANO

más completa exposición se encuentra en su obra principal


Natural Law and Natural Rights,5 la que sin duda “ha servido
de puente entre una teoría moral de inspiración clásica
—aunque renovada— y las filosofías jurídicas y morales
contrarias”.6
La tesis central de la que parte Finnis es aceptar el error
lógico que denuncia Hume, esto es, el error de inferir pro-
posiciones deónticas a partir de proposiciones ónticas, de
deducir el debe (proposiciones valorativas o normativas), a
partir del es (proposiciones de hecho o avalorativas).

1. Hume como punto de partida en el razonamiento


de John Finnis

El texto con el que Finnis inicia su exposición es el párra-


fo de Hume, ya transcrito, que ya se ha hecho célebre en el
debate sobre la famosa “ley de Hume”. Según Finnis, dos
son las interpretaciones más relevantes del texto referido.
La primera de ellas apunta a que Hume está enunciando
una verdad lógica: que de un conjunto de premisas no mo-
rales, o no valorativas, no se puede seguir una conclusión
moral o valorativa.7 Así, no es posible aceptar que en la
conclusión se encuentren razones para la acción si al
menos en alguna de las premisas no se encuentran éstas.
La segunda interpretación es que tal cita habría que ubi-
carla en el exacto contexto histórico en el que Hume la es-
cribió, ya que el pensador escocés la elaboró como un ata-
que contra los pensadores racionalistas del siglo XVIII,
específicamente contra Samuel Clarke, como uno de sus
más importantes representantes. “...un ataque cuya pieza
central es la tesis de que la percepción racional de las cua-

5 Finnis, J., Natural law and Natural Rights, Oxford, Cla re don Press, 1980. Hay

una versión castellana de este libro por Orre go C., Ley natural y derechos naturales,
Buenos Aires, Abe ledo-Perrot, 2000. Esta versión es la que utilizare mos, en ade -
lante LNDN.
6 Orrego, C., “Estudio pree liminar”, en LNDN, cit., nota 5, p. 16.

7 Cfr. LNDN, cit., nota 5, p. 70.

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LA FALACIA NATURALISTA

lidades morales de las acciones no podría proporcionar por


sí misma una orientación que mueva a la acción”.8 De cual-
quier modo y en ambos supuestos, Finnis reconoce que el
principio enunciado por Hume ha de reconocerse como ver-
dadero y significativo.9
Un primer punto importante destacado por Finnis, es el
hecho de establecer que Hume no es el primer autor que
formula esta tesis, pues ya se encontraba en Platón, Aristó-
teles y Tomás de Aquino. Más aún, Hume incurrió en la fa-
lacia que según la interpretación tradicional él había de-
nunciado: “Si no fuese por el hecho de que Hume ofrece
como propias cuatro o cinco opiniones incongruentes sobre
la naturaleza y la base de las proposiciones morales (véase
el cuidadoso análisis en Jonathan Harrison, Hume´s Moral
Epistemology)10 yo tendría que añadir que el mismo Hume
transgrede notoriamente el principio de que el “deber” no
puede derivarse del “ser”.11
Como se puede desprender del texto de Hume y las in-
terpretaciones que sobre el mismo se han hecho, el pensa-
dor escocés negó a la razón toda posibilidad de un conoci-
miento sobre la moral. Para él, sólo existió un tipo de
racionalidad, la teórica o especulativa, la cual se encontra-
ba distante de los sentimientos y de las sensaciones que
producían la moral, ignorando con esto la existencia de
una racionalidad práctica, y con ello la idea fundamental
de “bien” como motivo para la acción humana.12 Para
Hume, por tanto, no existe una razón práctica normativa
que oriente el obrar humano a la consecución del bien. Él,
deja para el obrar humano sólo un cierto tipo de racionali-
dad de carácter instrumental: la razón es solamente un

8 Ibidem, pp. 70 y 71.


9 Cfr. idem.
10 Harrison, Jonathan, Hume´s Moral Epistemology, Oxford, 1976, pp. 110-25.

11 Idem.

12 Cfr. Soaje Ra mos, G., “John Finnis y el de re cho natural”, Anuario de filosofía

jurídica y social, 7, Buenos Aires, 1987, pp. 82 y 83.


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JAVIER SALDAÑA SERRANO

instrumento para conseguir fines fijados de manera subra-


cional.
De este modo, y ya dentro del ámbito del derecho, el pa-
ralogismo lógico enunciado por Hume ha sido considerado
por los autores positivistas como central en su debate con-
tra el derecho natural. Sin embargo, para Finnis, y en este
punto me parece especialmente claro y preciso, ningún au-
tor iusnaturalista de importancia ha afirmado que el dere-
cho positivo derive lógicamente de la naturaleza empírica ni
que se deduzca sin más del derecho natural. Esto es, que el
“deber ser” de la norma positiva se derive del “ser” de las
cosas o del “ser” del derecho natural (el cual es una forma
de “deber ser”), o que deba ser una copia de éste. Del mis-
mo modo, Finnis niega que la ley natural sostenga que los
seres humanos están dedicados o unidos en comunidad de
objetivos como, por ejemplo, la búsqueda de la justicia.13
El argumento desde el que Finnis objeta éstas y otras crí-
ticas que se le formulan al derecho natural es que los prin-
cipales autores iusnaturalistas, esto es, tanto Aristóteles
como Tomás de Aquino, admitirían sin dificultad que el de-
ber no puede deducirse del ser,14 pues estos pensadores
aceptaron sin ninguna objeción la diferencia entre la razón
especulativa y la razón práctica, ambas con sus respectivos
principios, evidentes por sí mismos y que sirven como
puntos de partida en ambos razonamientos.

2. Razonamiento especulativo y práctico

El punto enunciado es uno de los tres argumentos a se-


ñalar en la controversia del error lógico de inferir el “debe”
del “es” en John Finnis, es decir, el reconocimiento y acep-
tación de la especial distinción entre razón especulativa y
práctica. Para el profesor oxonienese, igual que como para
toda la tradición clásica, ambos tipos de razonamiento par-

13 Cfr. LNDN, cit., nota 5, p. 63.


14 Cfr. ibidem, p. 80.
426
LA FALACIA NATURALISTA

ten de principios básicos, que son tales porque desde ellos


se comienzan a elaborar sus argumentos. Estos principios
reciben justamente el nombre de principios especulativos
y prácticos en atención a esa diferenciación. Finnis pon-
drá de manera especial su atención en los segundos, es-
tableciendo que éstos expresan nuestra comprensión de
un valor que puede proporcionar el punto de par tida para
razonar qué hacer. Así, por ejemplo, el “conocimiento es
algo bueno que vale la pena poseer”, o “estar bien informa-
do y con la mente clara es una buena forma de ser”, éstos
son principios de la razonabilidad práctica.15
Para ejemplificar lo señalado anteriormente, Finnis expli-
ca en términos lógicos, específicamente a través del silogis-
mo práctico, el ejemplo del conocimiento y de cómo aquí no
existe una inferencia ilícita del “debe” a partir del “es”.
(1) “Sería bueno averiguar la verdad sobre los supuestos
principios de la ley natural”;
(2) “Es probable que la lectura crítica de este libro me
ayude a averiguar lo que quiero averiguar sobre estas
materias”;
(3) “Luego, a pesar de lo aburrido que es, lo leeré por
completo y reflexionaré sobre sus argumentos”.

Aquí, la primera de sus premisas se encuentra expresada


a modo de un principio práctico, refleja un deseo inteligente
al “referir su objeto (averiguar sobre la ley natural) a la for-
ma inteligible y general de bien de la cual dicho objeto es
una forma posible de participación o ejemplificación”.16 La
segunda de las premisas es un juicio de hecho sobre el libro,
y, finalmente, la conclusión expresa el curso de actuación a
seguir. De este modo, el principio de razonamiento práctico
actuaría como el punto de arranque desde el cual el hombre
comprende que su actuación tiene un fin al cual dirige su
comportamiento. No siendo una regla, el principio sirve para

15 Cfr. ibidem, p. 94.


16 Ibidem, p. 95.
427
JAVIER SALDAÑA SERRANO

orientar nuestro razonamiento, y “puede concretarse (más


que “aplicarse”) en un gran número indefinido de premisas y
principios prácticos más específicos”.17

3. El argumento de la naturaleza humana

Ubicado ya en el plano del razonamiento práctico, Fin-


nis expondrá el segundo argumento importante en la po-
lémica de la inderivabilidad del “debe” a partir del “es”.
Este es el de la naturaleza humana, argumento que pro-
bablemente sea el más controvertido y objetado, incluso
por quienes se inscriben dentro de la corriente aristotéli-
co-tomista.18 Con las particularidades de cada uno de los
pensadores críticos, se puede decir que la objeción central a
la propuesta de Finnis, igual que a la de Grisez y su conti-
nuadores, sería que la tesis de estos autores “adolece de fa-
llas en la interrelación de la razón práctica sistemática con
una filosofía de la naturaleza”19 (Hittinger); o que la misma
sustituye una compresión ontológica por una deontológica
de la ley natural y en consecuencia presenta una “ley natu-
ral que no toma en cuenta la naturaleza”20 excusando el ar-
gumento metafísico de las proposiciones morales (Lloyd
Weinreb), o como lo señala uno de sus más importantes ob-

17 Idem. Lo que Finnis se ñala acerca del razonamiento práctico sobre la “con-

creción” de éste, se entiende muy bien en el caso del Derecho. Sobre este punto
Andrés Olle ro ha insistido desde siempre en la importancia de comprender la deno-
minada “aplicación del Derecho”, más como “concreción” o “determinación” que
como “derivación”. Cfr. Ollero, A., ¿Tiene razón el derecho? Entre método científico y
voluntad política, Madrid, Congre so de los Diputados, 1996, pp. 435-445, especial-
mente, p. 441. En sentido análogo, Serna, P., “Hermenéutica y relativismo”, De la
argumentación a la hermenéutica, Granada, Comares, 2003, pp. 4-7 y 216-218.
18 Un re sumen de las obje ciones al re fe rido argumento por se guidores de las te -

sis aristotélicas-tomistas en George R., P., “Ley natural y naturaleza humana”, Bo-
letín Mexicano de Derecho Comparado, 110, México, 2004, pp. 598-601. Cfr. tb.,
Massini, C., I., “Razón práctica y objetividad del derecho. El debate contemporáneo
acerca de los principios jurídicos”, Sapientia, LIX., fas. 215, Buenos Aires, 2004, p.
229.
19 George R., P., “Ley natural y naturaleza humana”, Boletín Mexicano de Dere-

cho Comparado, cit., nota 18, p. 598.


20 Ibidem, p. 599.

428
LA FALACIA NATURALISTA

jetores, Henry Veatch, al señalar que Grisez y con él Finnis,


erigen “una pared separando la razón práctica de la teórica,
la ética de la metafísica, la naturaleza de la moral, el «ser»
del «deber ser»”.21
¿Cuál es el razonamiento base que sirve a estos autores
para formular dichas objeciones? Sin duda, una ética “fuer-
te” se alcanza a través del recurso a la naturaleza humana
como dato antecedente a la prescripción. Según ellos, sin el
recurso y apelación a la naturaleza humana y en definitiva
a la metafísica que revela hechos propios de tal naturaleza,
no se ve cómo sea posible fundar una ética sólida. De este
modo y para estos autores, no hay ningún proceso indebido
de inderivabilidad en el recurso antecedente a la naturaleza
humana, porque la propia naturaleza contiene ya una fuer-
te carga deóntica, es decir, en el propio “ser” de tal natura-
leza existe ya latente el “deber ser”.
Finnis y Grisez se oponen a la afirmación anterior expli-
cando que ésta incurre en la falacia naturalista, es decir,
establece proposiciones deónticas de proposiciones ónticas.
Para ellos y sus seguidores, ninguna conclusión que esta-
blezca razones para la acción puede estar fundada en pre-
misas que no contenga razones para la acción.
En primer lugar, habrá que decir que Finnis acepta la
existencia de la naturaleza humana, es decir, él jamás ha
negado la existencia de tal naturaleza, no sólo eso sino que
además en el plano puramente ontológico, no epistemológi-
co, la bondad de los bienes humanos depende de la natura-
leza; sin embargo, el conocimiento de ésta no es a priori o
exterior. En este punto Finnis es especialmente claro: para
él la naturaleza humana se conoce desde dentro, desde su
vital ejercicio, sin necesidad de una deducción metafísica.
Aquí, la razonabilidad práctica de la persona se funda en
unos primeros principios, los cuales son inderivados y se
caracterizan por tener por objeto solamente bienes huma-
nos básicos. Estos principios son los más básicos y funda-

21 Veatch, H., “Natural Law and the Is-Ought Question”, Catholic Lawyer, 26,

1981, p. 265, citado por ibidem.


429
JAVIER SALDAÑA SERRANO

mentales en sí mismos, son las razones más básicas para


la acción y como tales no derivan de nada.
El conocimiento práctico (es el caso de las disciplinas
normativas), es tal desde sus primeros principios, eviden-
tes, no inferidos de principios especulativos. Estos primeros
principios, afirma Finnis:
No son inferidos de proposiciones metafísicas sobre la natu-
raleza humana, o sobre la naturaleza del bien y del mal, o
sobre la “función de un ser humano”, ni son inferidos de una
concepción teleológica de la naturaleza ni de ninguna otra
concepción de la naturaleza. No son inferidos o derivados de
nada.22

Con lo anterior, Finnis intenta salir de la acusación for-


mulada contra la teoría del derecho natural, según la cual,
ésta pretende inferir deberes a partir de hechos, haciendo
ver que en el caso del razonamiento práctico, que es el caso
de la acción humana, no se parte de un conocimiento espe-
culativo o metafísico de la naturaleza humana conocida
previamente. Resulta especialmente contundente la afirma-
ción que hace al respecto cuando establece que:

...“si la naturaleza del hombre fuese diferente, también los


serían sus deberes”. Las formas básicas del bien captadas
por el entendimiento práctico son lo que es bueno para los
seres humanos con la naturaleza que tienen. Tomás de
Aquino piensa que el razonamiento práctico no comienza
comprendiendo esta naturaleza como desde fuera, mediante
observaciones y juicios psicológicos, antropológicos o metafí-
sicos, que definan la naturaleza humana, sino experimen-
tando la propia naturaleza, por decirlo así, desde adentro,
bajo la forma de las propias inclinaciones.23

Según lo que se acaba de exponer, la idea que Finnis tie-


ne del razonamiento práctico parte de la praxis vital del
hombre, donde se conocen ciertos bienes básicos que deben

22 LNDN, cit., nota 5, p. 67.


23 Ibidem, pp. 67 y 68.
430
LA FALACIA NATURALISTA

ser realizados de acuerdo con lo establecido por el primer


principio de la razón práctica (bonum faciendum et prose-
quendum, malum vitandum) y con los restantes requeri-
mientos de razonabilidad práctica. Tales bienes forman par-
te de la naturaleza metafísica del hombre pero su conoci-
miento práctico no deriva del conocimiento especulativo o
metafísico de esa naturaleza.
Ahora bien, ya en el plano epistemológico, ¿cómo accede
la inteligencia humana al conocimiento de tales principios?
En este punto Finnis es especialmente claro al establecer
que las razones más básicas de la acción humana son co-
nocidas por evidencia. No siendo inferidos de nada, tales
principios son autoevidentes. En realidad, en este punto,
Finnis está interpretando el conocido texto de Tomás de
Aquino (I-II q. 94. a. 2) que enuncia esta tesis: “...los princi-
pios de la ley natural son en el orden práctico lo que los
primeros principios de la demostración en el orden especu-
lativo, pues unos y otros son evidentes por sí mismos”.24
Rober P. George, seguidor de esta corriente y quien mejor
ha comprendido esta posición tanto de Grisez como de Fin-
nis, ha resumido muy bien el problema del conocimiento de
los primeros principios del siguiente modo:
Se conocen por actos no inferenciales de comprensión en los
cuales aprehendemos objetivos o propósitos como valederos
en sí mismos. Las razones más básicas para la acción son
aquellas cuya intelegibilidad no depende de razones más
profundas o aun más fundamentales. Como razones básicas
no pueden ser derivadas ya que no existe nada más funda-
mental que pudiera servir como premisa para una derivación
lógica. De modo que deben ser autoevidentes.25

Los argumentos anteriores son ilustrativos y demuestran


con toda claridad como Finnis acepta que el paso del ser al
deber es indebido; después coloca su argumentación al ni-

24 Tomas de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q, 94. a. 2., Madrid, BAC, 1997, p.
731.
25 George R., P., “Ley natural y naturaleza humana”, Boletín mexicano de dere-

cho Comparado, cit., nota 18, p. 603.


431
JAVIER SALDAÑA SERRANO

vel del puro razonamiento práctico, o en términos lógicos,


se ubica sólo en el silogismo práctico, rechazando expresa-
mente cualquier recurso a un nivel antropológico o metafí-
sico previo.26 Esto no significa, como lo hemos dicho antes,
que Finnis rechace la idea de naturaleza humana, pero aún
reconociéndola y fundando en ella los bienes en el plano
ontológico, no deriva de ella los principios básicos para la
acción humana en el plano práctico. Finnis acepta dicha
idea y reconoce igualmente el argumento metafísico que
explica al hombre, pero rechaza que de ésta se deriven las
acciones básicas de realización humana.
Ahora bien, ¿qué quiere decir el profesor oxoniense cuan-
do afirma que Tomás de Aquino acude a la naturaleza hu-
mana experimentándola desde dentro “bajo la forma de las
propias inclinaciones”? Finnis, en este punto, está pensan-
do en la afirmación de Tomas de Aquino establecida en ren-
glones precedentes cuando reconoce que “el bien es lo pri-
mero que se alcanza por la aprehensión de la razón
práctica, ordenada a la operación; porque todo agente obra
por un fin, y el fin tiene razón de bien”.27 El bien, por tanto,
se alcanza por las inclinaciones naturales del hombre, por
la manera y forma en la que éstas lo aprehenden. Por el
modo de lograrlas. “Por otra parte, como el bien tiene razón
de fin, y el mal, de lo contrario, síguese que todo aquello a
lo que el hombre se siente naturalmente inclinado lo
aprehende la razón como bueno y, por ende, como algo que
debe ser procurado, mientras que su contrario lo aprehen-
de como mal y como vitando”.28
Lo que Finnis pretende significar es que, en la teoría de
Tomás de Aquino, y en la suya propia, lo percibido como
bueno, como bien, que debe hacerse y alcanzarse, se pre-

26 Cfr. Finnis., J., Fundamentals of Ethics, Londres, Georgetown University

Press, 1983, p. 22. Un análisis de la visión de la ética no metafísica que Finnis sos-
tie ne pude verse en la re seña que escribe Soaje Ramos, G., “Sobre Fundamentals
of Ethics”, Ethos, 14-15, Buenos Aires, 1986-1987, pp. 236 y ss.
27 Tomas de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q, 94. a. 2., ed., cit., nota 24, p.

732.
28 Idem.

432
LA FALACIA NATURALISTA

senta de manera inmediata y autoevidente a la conciencia


humana. Así, por ejemplo, bienes como el conocimiento (la
verdad buscada por sí misma) o la preservación de la vida,
(cada uno de los aspectos de la vitalidad) son bienes para el
hombre “que han de ser buscados”. Y como el principio pri-
mero de la razón práctica es “el bien hay que hacerlo y per-
seguirlo, y el mal evitarlo”, el conocimiento o la preserva-
ción de la vida deben ser buscados y perseguidos. No hay
aquí ningún concepto de naturaleza humana especulativo a
partir del cual se obtenga o se derive que hay que conservar
la vida o el conocimiento. Ambos bienes, por contrario, son
comprendidos como tales en virtud de la propia inclinación
natural del hombre.
Por otra parte, habrá que insistir en que dichas inclina-
ciones naturales en el hombre están medidas por la racio-
nalidad. Así, concluye Finnis, siguiendo a Tomás de Aqui-
no: “El criterio de conformidad o contrariedad respecto de
la naturaleza humana es la razonabilidad”.29 En definitiva,
en la acción humana, lo correcto moralmente y su contra-
rio, no son inferidos de una noción a priori de naturaleza
humana, sino de lo que es razonable moralmente en orden
a la consecución o preservación de un bien. Finnis lo deja
claramente establecido al señalar que para el Aquinate
descubrir qué es lo correcto o incorrecto no es preguntarse
por si está o no de acuerdo con la naturaleza del hombre,
sino si tal acción es o no razonable.30

4. Bienes humanos básicos y principios


de razonabilidad práctica
Por haber explicado ya los dos argumentos más impor-
tantes del pensamiento de Finnis para oponerse a la temida
falacia naturalista, sólo señalaré, en términos generales,
una distinción que considero importante a efectos de com-
prender mejor lo antes expuesto.

29 LNDN, cit., nota 5, p. 69.


30 Cfr. idem.
433
JAVIER SALDAÑA SERRANO

En la teoría cuyas líneas generales se acaban de mostrar


desempeñan una función esencial los siguientes argumen-
tos: por una parte, el primer principio de la razón práctica y
los bienes básicos, y, por otra, los requerimientos o princi-
pios inderivados de la razonabilidad práctica. Aquellos son
de naturaleza premoral; estos últimos son los que convier-
ten en morales las decisiones, porque, si son seguidos, las
acciones serán razonables, y si no son respetados, serán
irrazonables.
La distinción entre bienes premorales y bienes morales
apuntada por Finnis es especialmente importante porque
dicha distinción le servirá para reconocer que el primer
principio del razonamiento práctico (se debe obrar y perse-
guir el bien y evitar el mal), y los bienes básicos que enun-
cia, son premorales, porque apuntan, como señala Orrego,
“a bienes humanos que son objeto tanto de las elecciones
buenas como de las malas”.31 Así, primero conocemos los
bienes premolares, y una vez elegidos los bienes a conse-
guir, estando conformes con todas las exigencias de razona-
bilidad práctica, dirigimos nuestra acción a la consecución
de los mismos. Es en esta última parte donde ya nos en-
contramos en el terreno de la moralidad.32 Los primeros
principios y los bienes básicos son premorales, y la morali-
dad aparecerá “cuando el hombre con su razón y su liber-
tad los haya encarnado en sus concretas decisiones y ac-
ciones, por eso la mera comprensión de los bienes no

31 Orrego, C., “Estudio preeliminar”, LNDN, cit., nota 5, p. 21.


32 Orre go es especialmente claro en este punto al señalar que “...la existencia
de elecciones libres de conductas moralmente malas, pero de todos modos dirigi-
das por una cierta forma —disminuida, parcial y desordenada— de racionalidad
práctica, exige distinguir entre los primeros principios de la razón práctica en ge-
neral y su correcta o razonable aplicación en la elección del bien moral. El bien mo-
ral es el bien propio de la acción libre cuando está conforme con todas las exigen-
cias de la razonabilidad práctica. El mal moral se da en la acción libre cuando no se
ordena según las exigencias de la razonabilidad práctica, aunque la acción mala de
todas maneras apunta hacia algún bien humano (sólo el bien puede ser objeto del
acto de la voluntad), básico o incluso meramente sensible o infrarracional”. Ibidem,
pp. 21 y 22.
434
LA FALACIA NATURALISTA

garantiza que ellos sean buscados correcta, adecuada o ra-


zonablemente”.33
Los bienes humanos básicos que ofrece Finnis en el or-
den que él los expone en LNDN son los siguientes: i) la vida,
ii) el conocimiento de la verdad, iii) el juego, iv) la experien-
cia estética, v) la sociabilidad o amistad, vi) la razonabilidad
práctica (referida a la capacidad de decisión en los actos
con trascendencia ética), vii) la religión.34 Tales bienes son
premorales “por cuanto entiende que cada ser humano ya
tiene parte en ellos aún antes de toda decisión deliberada
de perseguirlos”.35
Las características en tanto que bienes humanos básicos
serían las siguientes: i) autoevidentes, o sea, indemostra-
bles en tanto que no necesitan demostración, ii) autóno-
mos, es decir, no hay bienes que sean instrumentos de
otros, iii) no hay entre ellos jerarquía alguna, a pesar de que
cada persona pueda dar más importancia a unos y a otros.
De este modo, un médico protegería más el bien de la vida
que el juego.36
Establecido el carácter premoral de los bienes básicos,
Finnis entiende que la moralidad consiste precisamente en
buscar su realización siguiendo o respetando las exigencias
de la razonabilidad práctica. Tales exigencias distinguen el
pensamiento correcto del incorrecto. Así, establecen “los

33 Vigo, R., L., El iusnaturalismo actual. De M. Villey a J. Finnis, Mé xico, Fonta-

mara, 2003, p. 115.


34 Esta nómina de bie nes no es una lista en la que éstos se agoten, ni tampoco

es la enumeración definitiva en el pensamiento de Finnis. En trabajos posteriores


el propio Finnis ha cambiado la enumeración de los bienes. Para esta evolución del
pensamiento de John Finnis cfr. Orrego, C., “Estudio preeliminar”, LNDN, cit., nota
5, pp. 26-28.
35 Andorno, R., “El paso del “ser” al “de ber ser” en el pensamiento ius filosófico

de John Finnis”, Persona y Derecho, 34, Pamplona, 1996, p. 27.


36 “Más importante que la descripción y el núme ro pre ciso de estos valores es el

sentido en que cada uno es básico. En primer lugar, cada uno es una forma de bien
igualmente evidente. En segundo lugar, ninguno puede ser re ducido analíticamen-
te a ser sólo un aspecto de alguno de los otros, o a ser me ramente instrumental en
la búsqueda de cualquie ra de los otros. En tercer lugar, cada uno, cuando nos con-
centramos en él, puede razonable mente ser considerado como el más importante.
De ahí que no hay una je rarquía objetiva entre ellos”. LNDN, cit., nota 5, p. 123.
435
JAVIER SALDAÑA SERRANO

criterios para distinguir entre los actos que son razona-


bles… y actos que son irrazonables... entre modos de obrar
que son moralmente rectos o moralmente desviados”.37 La
inteligencia humana discierne lo que es bueno y debe ser
perseguido, obrando de una manera diferente a como lo
hace con el conocimiento especulativo o metafísico, pero no
por eso menos racional que éste. Movida la naturaleza hu-
mana por sus inclinaciones, la razón humana por un acto
de comprensión capta que el objeto de tal inclinación es
una forma general de bien “para uno mismo (y para otros
semejantes a uno)”,38 pudiendo establecer cursos de acción,
o tomar decisiones, guiados por los requerimientos de la
razón práctica.

III. LOS ARGUMENTOS DE MAURICIO BEUCHOT

Expuestos los argumentos centrales de John Finnis, a


propósito de la inderivabilidad del “debe” a partir del “es”,
paso ahora a explicar los reseñados por Mauricio Beuchot.
Filósofo mexicano que inscrito en la tradición del derecho
natural y del neoescolasticismo ha señalado siempre la difi-
cultad para que la tan temida falacia naturalista pueda
alcanzar al derecho natural aristotélico-tomista.

1. Inexistencia de la falacia naturalista

En primer lugar, Beuchot, como toda la tradición en la


que él se inscribe, acepta que existen diferencias importan-
tes entre los planteamientos de Hume y Moore. Sin embar-
go, entiende que el argumento central de ambas propuestas

37 Ibidem, p. 57.
38 Ibidem, p. 68. Un ejemplo clarísimo expuesto por Finnis es el de conocimien-
to. “Uno no juzga que «yo tengo [o todos tienen] una inclinación a aprender sobre
las cosas» y entonces infie re por ende «el conocimiento es un bien que ha de ser
perseguido». Más bien, por un simple acto de comprensión no infe rencial uno capta
que el objeto de la inclinación que uno experimenta es un caso de una forma ge ne-
ral de bien, para uno mismo (y para otros semejantes a uno)”. Idem.
436
LA FALACIA NATURALISTA

es el mismo. Quizá ésta sea la razón de no estudiar los ra-


zonamientos de ambas posturas en forma separada como lo
han hecho otros autores39 sino de manera conjunta.
La importancia de los argumentos de Mauricio Beuchot
radican fundamentalmente en haber estudiado la proble-
mática de la falacia naturalista desde diferentes ámbitos,
algunos coincidentes con los propios de su tradición, y
otros distintos a los que ésta defiende, siendo por tanto uno
de los teóricos más originales en la crítica a la falacia natu-
ralista. Las ideas que desarrolla para oponerse a la falacia
han sido expuestas a lo largo de todo su trabajo intelectual,
pero reforzadas y ampliadas en sus publicaciones de la dé-
cada de los noventa. En primer lugar, se citará Filosofía y
derechos humanos,40 libro donde Beuchot se ocupará con
un poco más de detenimiento de la cuestión debatida. En
este trabajo Beuchot niega tajantemente que la falacia na-
turalista sea aceptable, es decir, se opone radicalmente a
que haya un paso ilegítimo del “ser” al “deber-ser”. Para
esto, elige dos caminos: por una parte, emplea los argu-
mentos de Ulises Moulines41, y, por la otra, sugiere el
reseñado por Finnis, explicado con anterioridad.
Una vez reconocidos los significativos avances logrados
en la filosofía de la ciencia por lo que a los problemas de los
términos teóricos y los términos observacionales se refiere,
Beuchot advierte, como el propio Moulines lo había señala-
do, que sin duda hay una distinción real entre el “ser” y el
“deber ser”, pero igualmente reconoce que tal distinción no
es tan tajante ni tan radical como se ha pensado y propues-
to. En el mundo físico se acepta que así como se ve en el
experimento una importante carga teórica (sin ella sería im-
posible llevarlo a efecto), así también no hay términos ob-
servacionales o experimentales que no estén impregnados

39 Cfr. Massini Correas, C. I., La falacia de la falacia naturalista, Mendoza, Idea-

rium, 1995, passim.


40 Beuchot, M., Filosofía y derechos humanos, Mé xico, Siglo XXI, 1993.

41 Para este argumento Beuchot utiliza el trabajo de Moulines, U., “He chos y

valores: falacias y metafalacias. Un ejercicio inte gracionista”, Isegoría, 3, Madrid,


1991.
437
JAVIER SALDAÑA SERRANO

de teoría. Aceptar esto nos conduciría a admitir que no hay


términos teóricos que se encuentren exentos de un origen
empírico, es decir, observacional. De manera semejante, no
hay términos descriptivos que estén exentos de valoración,
como tampoco hay términos valorativos que no encuentran
su base en la experiencia de los hechos.42 De este modo, re-
sulta que pasar del “ser” al “deber ser”, o del hecho al valor,
es algo que se hace continuamente y eso hace que se deje
de ver como un paso indebido o falaz.43

2. El recurso al silogismo práctico


El otro camino que hace suyo Beuchot para oponerse a la
falacia naturalista es el expuesto por Finnis, el cual, como
vimos, acepta la inderivabilidad del “deber ser” a partir del
“ser”, pero expresamente señala que Tomás de Aquino (an-
tes Aristóteles) no incurrió en ese error lógico porque cono-
ció perfectamente la distinción entre razonamiento especu-
lativo y práctico, y cómo cada uno de ellos parte de los
primeros principios, autoevidentes e indemostrables, no
hay ninguna inferencia ilícita. Ubicado por tanto en el razo-
namiento práctico, más precisamente en el silogismo prác-
tico, el que como todos sabemos es distinto del teórico,44
Beuchot se remitirá a la estructura de tal silogismo prácti-
co, para hacer ver que en éste, la primera de las premisas
contiene expresamente reconocida la finalidad que uno se
propone realizar, los fines que se plantea alcanzar. En la

42 Cfr. Beuchot, M., op. cit., nota 40, p. 136.


43 Es especialmente significativa la siguiente cita de Moulines reproducida por
Beuchot: “Superemos la metafalacia dicotomista. No le tengamos tanto miedo a la
falacia naturalista ni, por cierto, tampoco a la moralista. En muchos casos, estas
formas de razonamiento son realmente improcedentes y es conveniente evitarlas;
pero en otros muchos casos no es así. No se encontrará un algoritmo universal-
mente aplicable para decidir cuándo un paso del «ser» al «de ber ser» es realmente
falaz, y cuando no. No hay tales algoritmos, sólo hay casuística”. Ibidem, p. 137.
44 “...las proposiciones normativas son proposiciones de la razón práctica; por

lo tanto, no se derivan de las proposiciones descriptivas de la razón teórica. Cierta-


mente, las normas éticas y jurídicas dependen de la naturale za del hombre, cono-
cida y descrita por la razón teórica; pero no en un sentido lógico de derivación”. Ibi-
dem, pp. 137 y 138.
438
LA FALACIA NATURALISTA

segunda de tales premisas se establecen los medios con los


que se cuenta para alcanzar el fin propuesto, y, en la
conclusión, resulta la línea de acción a tomar para realizar
lo que uno se ha propuesto.
Un ejemplo de lo anterior podría ser el siguiente:
P.1. Todo lo que conduce a la paz en la sociedad debe lo-
grarse.
P. 2. Para alcanzar esa paz social es necesaria la justicia.
P. 3. Luego la justicia debe lograrse en nuestra sociedad.
Como se puede ver, en P.1 y P.2, ya se encuentran ele-
mentos valorativos, no sólo descriptivos (lo que se requiere
para ordenar la sociedad en la justicia y en la paz), pues
hay valoración hacia esos bienes que nos conducen a la ar-
monía social, con lo cual, no hay ningún paso indebido del
“ser” al “deber ser”.
Por tanto, si nos situamos en el puro silogismo práctico,
como lo hace Beuchot, no hay razones para aceptar que se
esté incurriendo en falacia alguna. Ahora bien, ¿cuál sería
el principio del que partiría nuestra argumentación? El
mismo Beuchot, tomándolo de Tomás de Aquino, explicará
que el primer principio de dicho razonamiento es “El bien
hay que hacerlo y el mal evitarlo”. El contenido de este
principio se concreta sucesivamente a través de las inclina-
ciones naturales, es decir, de los bienes a alcanzar para el
hombre. De modo que de ahí cabe obtener cuáles son los
derechos de las personas sin incurrir en falacia alguna.45
En efecto, el primer principio de la argumentación prácti-
ca y los enunciados de las inclinaciones naturales son des-
criptivos. Sin embargo, ya hay entonces una premisa prác-
tica y teórica, por lo que se puede inferir una conclusión
práctica o valorativa. No hay aquí ninguna inderivabilidad
del “debe” del “es”.
Aun dentro del razonamiento práctico, Beuchot va un
poco más allá, no quedándose sólo en lo que respecta al si-

45 Cfr. ibidem, p. 139. En este punto, Beuchot coincide con Finnis, Kalinowski,

Massini y Goméz-Lobo. De éste último cfr. “La fundamentación de la ética aristoté-


lica”, Anuario Filosófico, XXXII/1, Pamplona, 1999, pp. 17-37.
439
JAVIER SALDAÑA SERRANO

logismo y a las proposiciones que lo componen, sino colo-


cándose en los términos que integran las proposiciones
mismas. Aquí, hace ver que en los propios términos pre-
sentes en las oraciones que se usan, hay ya una carga va-
lorativa. El argumento lo toma de Searle que sostiene que
los vocablos usados para describir contienen muchas ve-
ces elementos que los hacen también valorar. De enuncia-
dos descriptivos se obtiene, por transformación, enunciados
valorativos, tematizando los componentes axiológicos que
pretendían ser solamente descriptivos.46

3. En el silogismo teórico tampoco hay alguna


falacia ilegítima

Preocupado por la vinculación entre el razonamiento es-


peculativo y el práctico, Beuchot intenta hacer ver que si
bien el análisis del silogismo práctico le bastaría para salir
de la acusación de la falacia, piensa que incluso en el silo-
gismo teórico no se incurriría tampoco en ésta. Para el
profesor mexicano, en la consideración ontológica de la
naturaleza humana se encuentran ya las raíces de sus exi-
gencias morales, no a nivel metafísico, pero sí a nivel an-
tropológico-filosófico, o de filosofía del hombre, pues expli-
ca que en las necesidades del hombre están ya sus
derechos, esto es, lo que nosotros entendemos como dere-
chos humanos, pues la necesidad engendra derechos.47

4. Respuesta de la filosofía pragmática para impugnar


la falacia naturalista
En otro de sus trabajos, Derechos Humanos, iuspositivis-
mo y iusnaturalismo,48 y siguiendo la línea trazada por la fi-

46 Cfr., . Beuchot, M., op. cit., nota 40, p. 141.


47 Cfr. ibidem, pp. 143-145.
48 Beuchot, M., Derechos Humanos iuspositivismo y iusnaturalismo, UNAM, Mé -

xico, 1995.
440
LA FALACIA NATURALISTA

losofía pragmatista norteamericana, entre otros por Charles


Sanders Peirce, sostiene que la dicotomía entre “es” y “de-
ber ser” o entre hecho y valor, no es tan radical como gene-
ralmente es presentada. Muestra que el lenguaje descripti-
vo no siempre es neutro de valoración, sino que muchas
veces encierra elementos valorativos, pues cuando describi-
mos un hecho estamos implicando una valoración, sea con
una implicación fuerte, o por lo menos con la implicatura
conversacional.
Beuchot utiliza ejemplos de Hilary Putnam,49 entre los
que se encuentra el del judío sobreviviente de los campos de
concentración nazis que narra el infierno que vivió allí, y,
por supuesto, no puede estar exento de valoración lo que re-
lata. Utiliza también otros casos que nos muestran que en
los vocablos o discursos descriptivos se dan elementos valo-
rativos, y que al pasar del hecho al valor, sólo se explicitan o
tematizan, como por ejemplo: “X babeó la comida” no deja de
tener un contexto de repulsión hacia tal comportamiento, y
por tanto en tal enunciado descripción y valoración se en-
cuentran.50
En este trabajo Beuchot refuerza los argumentos de Put-
nam en tres puntos:
(1) Niega que el paso de lo fáctico a lo axiológico sea una
inferencia formal. Es más bien de tipo trascendental.

49 Putnam, H., “Be yond the Fac.-value dicotomy”, Crítica, XIV/41. Cfr. Tb., “La

objetividad y la distinción ciencia/ética”, Diánoia, 34, 1988; cfr. tb., “Hecho y va-
lor”, Razón, verdad e historia, Tecnos Madrid, 1988.
50 En el caso incluso del discurso científico del positivismo, se encuentran in-

troducidos valores en forma necesaria. Recurriendo al mismo “Putnam aseverará


que, si la cohe rencia y la simplicidad son valores, y si ne gar que son objetivos es
caer en un subjetivismo autorrefutante, entonces se han bloqueado los argumentos
clásicos contra la objetividad de los valores éticos. En efecto, si los valores éticos
son subjetivos, los valores cognitivos —que están tan aparejados a ellos— igual-
mente lo son. Al igual que muchos conceptos científicos, están sujetos a la vague-
dad; si los valores morales son vagos y sin criterios ni reglas claras, no lo son más
que los valores cognitivos o epistemológicos”. Crf. Beuchot, M., op. cit., nota 48, p.
147. En esto ha insistido también, como argumento crítico contra el positivismo,
Serna, P., “Sobre las respuestas al positivismo jurídico”, Rabí-Baldi, R., (ed.) Las
razones del derecho natural, Bue nos Aires, Ábaco, 2000, cap. I
441
JAVIER SALDAÑA SERRANO

(2) Aceptando que sea una inferencia formal, ésta no


sería de tipo deductivo, sino inductivo, como el que se da
en el paso de lo empírico a lo teórico, “en el sentido de
que en lo empírico hay contenidos teóricos que se explici-
tan en la inducción”.51
(3) Aceptando que sea una inferencia formal y deductiva,
no se estaría “sacando en la conclusión algo que no estaba
en las premisas, ya que en las premisas o enunciados fácti-
cos hay una carga axiológica”.52 Este sería el caso del silo-
gismo práctico, ya expuesto anteriormente.
Finalmente, en el libro Derechos humanos y naturaleza
humana,53 Beuchot intenta mostrar que, siendo la falacia
naturalista uno de los argumentos básicos para sostener la
radical separación entre el derecho y la moral, ésta puede
ser impugnada analizando el silogismo teórico y sus condi-
ciones. Beuchot piensa que tampoco en este silogismo se
comenta falacia alguna, y que por tanto el paso del “ser” al
“deber ser” es plenamente legítimo. Esto puede mostrarse
utilizando factores modales en las proposiciones, esto es,
para designar hechos, modalidades aléticas (necesario, po-
sible, imposible) o epistémicas; para designar valoraciones,
modalidades deónticas (permitido, prohibido, mandado). Y,
si en la primera premisa se tienen modalidades aléticas o
epistémicas, y en la segunda se introducen modalidades
deónticas, tiene que obtenerse en la conclusión algo deónti-
co, pues hay una regla silogística que establece que la con-
clusión siempre sigue a la parte más débil, y aquí lo deónti-
co es más débil, epistemológicamente, que lo alético; la
conclusión entonces debe ser valorativa. Existiendo aquí
una especie de transformación del silogismo teórico en
práctico que permite pasar del “ser” al “deber ser” sin
cometer ningún error lógico.

51 Beuchot, M., op. cit., nota 48, p. 151.


52 Idem.
53 Beuchot, M., y Saldaña, J., Derechos humanos y naturaleza humana, Mé xico,

UNAM, 2000, pp. 26-47.


442
LA FALACIA NATURALISTA

5. Recapitulación de la tesis de M. Beuchot

Primero. Como se ha podido evidenciar, Mauricio Beuchot


sigue diferentes caminos para oponerse a la falacia natura-
lista. Uno de éstos es declararla radicalmente inexistente.
Segundo. Otro de ellos es aceptar, como lo haría Grisez y
Finnis, que dicha falacia existe y es verdadera; sin embar-
go, advierte también que el derecho natural clásico de corte
aristotélico-tomista no incurre en ésta al situarse al nivel
del silogismo práctico, ya que en este particular tipo de silo-
gismo siempre existirá una premisa con carácter deóntico y
la conclusión será necesariamente valorativa.
Tercero. Un tercer camino propuesto por Beuchot es
abordar el problema desde la perspectiva del silogismo teó-
rico, haciendo ver que si en este silogismo se introducen va-
loraciones, en alguna de las premisas, tiene que concluirse
algo valorativo, pues lo deóntico es más débil que lo verita-
tivo y epistémico, y la conclusión sigue a la parte más débil.
Cuarto. Finalmente, utiliza el análisis de los términos que
se emplean en el supuesto paso falaz para mostrar que en
su misma constitución semántico-pragmática tiene aspec-
tos valorativos que solamente se explicitan o se hacen te-
máticos.
Como filósofo analítico, Beuchot ha empleado algunos de
los recursos más significativos para oponerse a la falacia
naturalista. Con los argumentos de Beuchot se confirma la
tesis de que el análisis filosófico y la explicación aristoteli-
ca-tomista del derecho natural no son, ni por mucho, pos-
turas necesariamente antagónicas. Lo anterior nos permite
afirmar que las distintas respuestas que se han dado, tanto
al paralogismo lógico de Hume, como a la falacia naturalis-
ta de Moore por parte del iusnaturalismo clásico, no sólo
podrían provenir de un argumento metafísico (recuérdese
que uno de los trascendentales de “ser” es la bondad), o de
la estructura del silogismo práctico, sino incluso también
desde las propias herramientas de la filosofía analítica o
pragmática contemporánea. De este modo y ante aplastan-

443
JAVIER SALDAÑA SERRANO

tes argumentos, será muy difícil seguir sosteniendo con ri-


gurosidad que una teoría iusnaturalista, o aquella otra ba-
sada en un cognitivismo moral objetivo, sea incapaz de
superar el desafío de la tan temida falacia naturalista.

IV. CONCLUSIÓN

Llegados a este punto creo que es necesario señalar como


comentario conclusivo que después de la exposición de al-
gunos de los más importantes argumentos utilizados por
John Finnis y Mauricio Beuchot para oponerse a la temida
falacia naturalista, será muy difícil seguir atacando cual-
quier ética de carácter objetiva, y, por supuesto, continuar
objetando las tesis centrales del derecho natural, al menos
el derecho que echa raíces en Aristóteles y Tomás de Aqui-
no. Estos pensadores y el derecho que ellos defendieron se
encuentra muy lejos de incurrir en tal error lógico, antes
bien, conocieron perfectamente la diferenciación entre razo-
namiento especulativo y práctico. Estamos entonces en
condiciones de seguir pensando y argumentando a favor del
derecho natural.

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