La Agresividad Humana y La Pulsión de Muerte en La Teoría Social de Sigmund Freud. - Critica - CL

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28/6/2020 La agresividad humana y la pulsión de Muerte en la teoría social de Sigmund Freud. – Critica.

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E N E L M U N D O D E L A PA L A B R A , L A S I D E A S Y L O S I D E A L E S
R E V I S TA L AT I N O A M E R I C A N A D E E N S AY O F U N D A D A E N S A N T I A G O D E C H I L E E N 1 9 9 7 | A Ñ O X X I I I
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La agresividad humana y la pulsión de


Muerte en la teoría social de Sigmund
Freud.
por Sergio Palavecino
Artículo publicado el 20/12/2015

Resumen: En su obra El malestar en la cultura (1930) Freud dice: la


agresividad humana es el obstáculo más importante en el desarrollo de la
cultura. ¿Qué es la agresividad?, ¿Cuáles son sus manifestaciones?, ¿Es el
Hombre naturalmente agresivo y cruel?, ¿Cómo elude la cultura el peligro de
la agresividad y la destrucción? Este artículo puede considerarse una
introducción a estos problemas y sus derivados en la teoría social freudiana.

Abstract: In his book Civilization and its Discontents (1930) Freud says
human aggression is the most important obstacle in the development of
culture. What is the aggressiveness?, What are its manifestations ?, Is
naturally aggressive and cruel the Man?, How eludes culture danger of
aggression and destruction? This article can be considered an introduction to
these problems and their derivatives in Freud’s social theory.

La agresividad humana
El problema de la agresividad como elemento social había sido presentado en
El porvenir de una ilusión (1927). En esa ocasión Freud sostuvo que la
agresividad humana constituía una reacción en forma de rechazo a
condiciones específicas del principio de la realidad dominante
(específicamente, la sociedad del capitalismo industrial, cima de la
enajenación; con la imposición coercitiva del trabajo y represión pulsional).
En su obra de 1930, El malestar en la cultura Freud señala que la tendencia
agresiva no representa necesariamente una respuesta a la coerción. (1)
Generando un giro en su teoría, Freud afirma que la agresividad es una
disposición pulsional, una tendencia intrínseca de la naturaleza humana, (2)
a la par de la sexualidad, y como tal exige satisfacción.

En el sujeto, la pulsión agresiva surge en condiciones favorables, o sea,


cuando desaparecen las fuerzas psíquicas y sociales antagónicas. También –
dice Freud– la agresividad puede manifestarse espontáneamente
“desenmascarando al hombre como una bestia salvaje que no conoce el
menor respeto por los seres de su propia especie”. (3) La pulsión también
aparece diluida en ciertos fenómenos sociales como en el “narcisismo de las
pequeñas diferencias”, fenómeno psicológico de masas, donde el “grupo”
recurre a la discriminación y persecución de un “enemigo” cercano -exterior
o interior- contra el cual descargar la agresividad. Desde el psicoanálisis se le
considera “un medio para satisfacer, cómoda y más o menos
inofensivamente, las tendencias agresivas, facilitándose así la cohesión entre
los miembros de la comunidad”. (4) No lejos de estas manifestaciones, está
el desborde de la pulsión agresiva en la historia de la humanidad: La guerra.
Tanto la organizada por un Estado (que monopoliza la violencia con Fuerzas
armadas y del orden), como la guerra desorganizada, y derivada del mito
antropológico de Hobbes: la guerra de todos contra todos.

Por estas circunstancias la cultura se ve obligada a realizar múltiples


esfuerzos para poner barreras a las tendencias agresivas del hombre. (5)
Freud señala que no basta con las comunidades de trabajo (que ligan
fuertemente al individuo con la realidad). El éxito de Eros (mantener y
profundizar la cohesión humana) frente a la agresividad del sujeto individual
y de la masa, implica un fortalecimiento de la moral cultural. Hay que
dominar la agresividad del individuo “[…] dominar sus manifestaciones
mediante formaciones reactivas psíquicas (transformación en lo contrario).
De ahí, pues, el despliegue de métodos destinados a que los hombres se
identifiquen y entablen vínculos amorosos coartados en su fin; de ahí las
restricciones de la vida sexual (moral sexual), y de ahí también el precepto
ideal de amar al prójimo como a sí mismo, precepto que efectivamente se
justifica, porque ningún otro es, como lo es él, tan contrario y antagónico a
la primitiva naturaleza humana”. (5) No obstante -y como sabemos por
experiencia histórica- este mandamiento es insuficiente. La mera imposición
de preceptos y desvíos psicológicos no tienen la fuerza suficiente para abolir
la parte de agresividad peligrosa para la cultura.

Freud dice: “Si la cultura impone tan pesados sacrificios, no solo a la


sexualidad, sino también a las tendencias agresivas, comprenderemos mejor

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por qué al hombre le resulta tan difícil alcanzar en ella su felicidad. En
efecto, el hombre primitivo (6) estaba menos agobiado en este sentido, pues
no conocía restricción alguna de sus pulsiones […] el hombre civilizado ha
trocado una parte de posible felicidad por una parte de seguridad”. (7)

La cuestión ahora reside en identificar cómo se elude efectivamente el


problema de la agresividad en la evolución cultural, es decir, en que cosiste
aquella seguridad que deriva de la represión del componente agresivo
humano.

La pulsión de Muerte
En las últimas páginas del El malestar en la cultura se da un giro en la teoría
de Freud, se pasa de una doctrina pulsional monista (8) a una dual. Esto
sucede cuando interfiere «la existencia de un pulsión agresiva particular e
independiente». Desde 1920 Freud señalo que “[desde] ciertas
especulaciones sobre el origen de la vida y sobre determinados paralelismos
biológicos, deduje que, además del instinto que tiende a conservar la
sustancia viva y a condensarla en unidades cada vez mayores, debía existir
otro, antagónico de aquel, que tendiese a disolver estas unidades y a
retornarlas al estado más primitivo, inorgánico. De modo que además del
Eros habría un pulsión de Muerte; (9) los fenómenos vitales podrían ser
explicados por la interacción y el antagonismo entre ambos.”(10)

Freud hace patente el carácter hipotético de esta pulsión de Muerte. Lo que


sabemos en primera instancia nos viene comunicado por vía negativa.
Muerte es antítesis de Eros (pulsiones de vida o sexuales), como este último
es «notable y conspicuo», bien puede aceptarse que tal pulsión de muerte
“actuase silenciosamente en lo íntimo del ser vivo, persiguiendo su
desintegración.” (11) Cuando una parte de esa pulsión se orienta contra el
mundo exterior, se manifiesta como impulso de agresión y de destrucción.
“De tal manera la propia pulsión de Muerte sería puesta al servicio del Eros,
pues el ser vivo […] al cesar esta agresión contra el exterior tendría que
aumentar por fuerza la autodestrucción, proceso que de todos modos actúa
constantemente”. (12) ¿Es solo la fuerza del «amor» la que se impone? ¿Qué
ha sucedido para que los deseos agresivos del hombre se tornen inofensivos?
La clave está en el concepto de autodestrucción.

En la teoría de Freud hay autodestrucción cuando:


“la agresión es introyectada, internalizada de vuelta en realidad al lugar de
donde procede: es dirigida contra el propio yo, incorporándose a una parte
de éste, que en calidad de super-yo, se opone a la parte restante y
asumiendo la función de «conciencia» [moral], despliega frente al yo la
misma dura agresividad que el yo, de buen grado, habría satisfecho en
individuos extraños”. (13)

Entre el riguroso super-yo y el yo se crea una tensión que Freud denomina


sentimiento de culpabilidad y que se manifiesta en la necesidad de castigo.
Por consiguiente, se concluye que la cultura domina la peligrosa inclinación
agresiva del individuo

“[…] debilitando a éste, desarmándolo y haciéndalo vigilar por una instancia


alojada en su interior, como una guarnición militar en la ciudad conquistada”.
(14)

El sentimiento de culpabilidad atraviesa las fases evolutivas del ser humano.


En su forma primitiva la pulsión de Muerte exteriorizada como agresividad
encontraba satisfacción en diversas expresiones de naturaleza sádica
(destrucción, violencia, crueldad), por obra de la administración cultural y
sus intereses (15) la agresividad es transformada en la base de la
autorregulación moral. La compulsión moral permite a la pulsión de Muerte
seguir satisfaciendo sus exigencias sádicas a través del verdugo interno que
es el super-yo, en este proceso el yo se torna masoquista (adquiere y
perpetúa la necesidad de castigo), situación que genera una importante
cuota de infelicidad general.

La doctrina psicoanalítica admite que el origen del super-yo se halla


íntimamente enlazado a los destinos del complejo de Edipo, el super-yo -
como dicen los psicoanalistas- es el heredero de este vínculo afectivo (16)
(esto quiere decir que el niño renuncia a la agresión contra el padre y
ulteriormente erige un super-yo por identificación con el padre. Luego, la
agresión contenida transferida al super-yo fortalece el sentimiento de culpa y
la necesidad de castigo). Freud dice que la conciencia de culpabilidad es
inevitable, fatal como la tendencia agresiva contra el padre que “volvió a
agitarse en cada generación sucesiva.” (17) Y efectivamente, sostiene Freud:
“[…] no es decisivo si hemos matado al padre o si nos abstuvimos del hecho
[aludiendo a la hipótesis del crimen primordial] en ambos casos nos
sentiremos por fuerza culpables, dado que este sentimiento de culpabilidad
es la expresión del conflicto de ambivalencia de la eterna lucha entre el Eros
y la pulsión de destrucción o de muerte”. (18)

Este conflicto se exacerba en cuanto al hombre se le impone la tarea de vivir


en comunidad:
a) En la familia: el conflicto se manifestará en el complejo de Edipo,
instituyendo la conciencia moral y engendrando el primer sentimiento de
culpabilidad.

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b) En la cultura (comunidad amplia, civilización), el mismo conflicto
permanece en formas que dependen del pasado, reforzándose y exaltando
aún más el sentimiento de culpabilidad. Como la cultura obedece a Eros que
obliga a unir a los hombres en una masa íntimamente amalgamada, solo
puede alcanzar este objetivo mediante la constante acentuación del
sentimiento de culpabilidad. El precio a pagar por el progreso cultural es: “la
perdida de felicidad por aumento del sentimiento de culpabilidad”. (19)

En la teoría de Freud la cultura progresa como dominio, solo la multiplicación


de sus normas refuerzan las estructuras represivas básicas y la renuncia. La
civilización no admite superhombres, o si se quiere “la civilización tiene que
defenderse a sí misma del fantasma de un mundo libre.” (20) Por esto hay
que repetir con Freud: la «meta» del principio del placer, o sea «ser feliz», es
inalcanzable. Ante esto hay que resignarse “[…] en último análisis, la
pregunta es sólo cuánta resignación puede soportar el individuo sin explotar.”
(21)

Este trágico escenario, esta aporía sociológica es -desde el punto de vista de


Freud- insuperable. El carácter forzoso de la cultura para la humanidad (la
restricción de la vida sexual mediante el carácter compulsivo de las
exigencias morales, implantación del ideal humanitario a costa de la
selección natural, etc.) perpetúa el conflicto. Los impulsos instintivos de
naturaleza elemental –esto es la esencia más profunda del hombre– seguirán
siendo inhibidos, dirigidos hacia otros sectores, amalgamados entre sí,
cambiando de objeto, volviéndose contra la propia persona. Las condiciones
de vida principalmente en los grandes centros urbanos seguirán siendo los
factores decisivos en las neurosis. Para Freud no existe un sistema político
que pueda eliminar el malestar específico derivado de la convivencia social.
El objetivo del Eros de la cultura -formar una unidad amalgamada de
humanos- podría ser logrado con mayor éxito “si se hiciera abstracción de la
felicidad individual”. (22) En último análisis, el ideal de la cultura, es decir, la
abolición del antagonismo pulsional, el ascenso de Eros sobre la pulsión de
muerte es políticamente la fuente del totalitarismo.

No hay que desconocer que todo esto había sido expuesto “en medio del
rápido crecimiento del fascismo europeo”. (23) Bastaron solo tres años para
que las sombrías predicciones de esta obra resulten plenamente -
históricamente- justificadas con el advenimiento del régimen nazi. En 1933
Adolf Hitler era elegido canciller de Alemania.

Citas
(1) La tendencia agresiva tampoco es consecuencia de la propiedad privada
de los bienes como sostienen los planteamientos e hipótesis psicológicas del
comunismo. Véase: Freud, S. El malestar en la cultura y otros ensayos.
Alianza Editorial, Madrid, 1992., p. 54.
(2) Freud, S. El malestar en la cultura…, op. cit., p. 55.
(3) Idem.
(4) Ibidem., p. 56. Hemos averiguado que son dos cosas las que mantienen
cohesionada a una comunidad: la compulsión de la violencia y las ligazones de
sentimiento —técnicamente se las llama identificaciones— entre sus
miembros. Véase las ideas de sobre la Identificación y el instinto gregario en
Freud, S. Psicología de las masas. Alianza Editorial, Madrid, 2007., p. 42.
(5) Freud, S. El malestar en la cultura…, op. cit., p. 55.
(6) Ibidem., p. 54.
(7) En la familia primitiva solo el jefe gozaba de semejante libertad de los
instintos, mientras que los demás vivían oprimidos como esclavos. Véase:
Freud, S. Tótem y tabú y otras obras (Obras completas Vol. XIII). Amorrortu
Editores. Buenos Aires, 1992.; también en Psicología de las masas (epígrafe La
masa y la Horda primitiva).
(8) La doctrina de las pulsiones constaba inicialmente de dos elementos: los
instintos del yo (que tienden a conservar al individuo) y los instintos libidinales
dirigidos a los objetos (su función primordial, reside en la conservación de la
especie) en la dinámica o el juego de estos elementos pulsionales surge la
neurosis , que “viene a ser la solución de una lucha entre los intereses de
autoconservación y las exigencias de la libido, una lucha en la que el yo, si
bien triunfante, había pagado el precio de graves sufrimientos y renuncias”. En
el desarrollo de la teoría de los instintos, pronto interviene la introducción del
concepto del narcisismo, es decir el reconocimiento de que también el yo está
impregnado de libido; “[…] esta libido narcisista se orienta hacia los objetos,
convirtiéndose así en libido objetal; pero puede volver a transformarse en
libido narcisista.” Como los instintos del yo resultaban ser libidinales, parecía
que la teoría de los instintos se inclinaba por un monismo, es decir, parecía ser
que todos los instintos eran de la misma especie. Freud, S. El malestar en la
cultura…, op. cit., p. 59.
(9) Fundada “sobre la base de consideraciones teóricas apoyadas por la
biología”, la pulsión o instinto de muerte, es aquella silenciosa exigencia
encargada de reconducir al ser vivo orgánico a su estado anterior –estado
inerte, inorgánico-. Freud exhibió por primera vez esta hipótesis en su obra
Más allá del principio de placer (1920), ahí la relacionó con la compulsión a la
repetición de eventos traumáticos. Esta compulsión se presentaba en los
sueños de soldados afectados por neurosis de guerra. Freud logro identificar
en el juego infantil una situación similar, en la cual, el recuerdo penoso era
revivido una y otra vez hasta construir posteriormente una defensa suficiente
(elaboración de la angustia). La compulsión a la repetición exacerbada puede
volverse contra el propio sujeto. Estos fenómenos dejaban entrever una
pulsión independiente de la pulsión sexual. Véase: Freud, S. El yo y el ello y
otras obras (Obras completas. Vol. XIX). Amorrortu Editores, Buenos Aires,
1991., p. 41.
(10) Ibidem., p. 60. “[…] La especulación teórica permite conjeturar la
existencia de dos pulsiones básicas que se ocultan tras las pulsiones yoicas y

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de objeto, manifiestas: el Eros, que quiere alcanzar una unión cada vez más
comprensiva, y la pulsión de destrucción, que lleva a la disolución del ser
vivo.” Véase: Psicoanálisis (1926) en Freud, S. Presentación autobiográfica, y
otras obras (Obras completas Vol. XX). Amorrortu editores, Buenos Aires,
1992., p. 253.
(11) Freud, S. El malestar en la cultura…, op. cit., p. 60.
(12) Idem.
(13) Ibídem., p. 65. “El origen de esta instancia soberana de la personalidad –
descrita por Freud explícitamente en el marco de la segunda teoría del aparato
psíquico (aparato compuesto por el yo, el ello y el superyó)-, se remonta al
periodo de la desaparición del complejo de Edipo, a los cinco años
aproximadamente. En esta época, la interdicción de la realizar el deseo
incestuoso que los padres imponen al niño edípico se transformara en el yo en
un conjunto de exigencias morales y de prohibiciones que, de allí en más, el
sujeto se impondrá a sí mismo. El psicoanálisis denomina superyó a esta
autoridad parental internalizada en el momento del Edipo y diferenciada en el
seno del yo en una de sus partes. Freud resumió en una única y muy conocida
frase la esencia misma del superyó: «El superyó es el heredero del Edipo»”
Véase: Nasio, J. –D. Enseñanza de 7 conceptos cruciales de psicoanálisis.
Editorial Gedisa, Barcelona, 1996., p. 181.
(14) Idem. La naturaleza del psiquismo es ilustrada en una obra posterior,
como sigue: “Nuestra alma, ese precioso instrumento por medio del cual nos
afirmamos en la vida, no es una unidad pacíficamente cerrada en el interior de
sí, sino más bien comparable a un Estado moderno donde una masa ansiosa
de gozar y destruir tiene que ser sofrenada por la violencia de un estrato
superior juicioso.” Freud, S. Nuevas conferencias de Introducción al
psicoanálisis y otras obras (Obras completas Vol. XXII). Amorrortu Editores.
Buenos Aires, 1992., p. 205. Véase el artículo: Mi contacto con Josef Popper-
Lynkeus (1932).
(15) La influencia del mundo exterior en este proceso es de vital importancia,
como dice Freud: “no es difícil convencerse que el rigor de la educación ejerce
asimismo una influencia poderosa sobre la génesis del super-yo infantil.
Sucede que a la formación del super-yo y al desarrollo de la conciencia moral
concurren factores constitucionales innatos e influencias del medio, del
ambiente real, dualidad que nada tiene de extraño pues representa la
condición etiológica de todos estos procesos”. Ibidem., p. 72.
(16) Volviendo sobre su hipótesis antropológica cultural en la explicación del
fenómeno que nos ocupa, Freud señala: “No podemos eludir la suposición de
que el sentimiento de culpabilidad de la especie humana procede del complejo
de Edipo y fue adquirido al ser asesinado el padre por la coalición de los
hermanos. En esa oportunidad la agresión no fue suprimida, sino ejecutada: la
misma agresión que al ser coartada debe originar en el niño el sentimiento de
culpabilidad.” Ibidem., p. 72.
(17) Ibidem., p. 74.
(18) Idem
(19) Ibidem., p. 75.
(20) Marcuse, H. Eros y civilización. Editorial Sarpe, México, 1983., p. 95.
(21) Ibidem., p. 222.
(22) Freud, S. El malestar en la cultura…, op. cit., p. 82.
(23) Florenzano, R. Breve historia del psicoanálisis. Editorial Universitaria,
Santiago de Chile, 1999., p. 42.
Referencias
Freud, S. El malestar en la cultura y otros ensayos. Alianza Editorial, Madrid,
1992.
Freud, S. El yo y el ello y otras obras (Obras completas. Vol. XIX). Amorrortu
Editores, Buenos Aires, 1991.
Freud, S. Presentación autobiográfica, y otras obras (Obras completas Vol.
XX). Amorrortu editores, Buenos Aires, 1992.
Freud, S. Nuevas conferencias de Introducción al psicoanálisis y otras obras
(Obras completas Vol. XXII). Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1992.
Freud, S. Tótem y tabú y otras obras (Obras completas Vol. XIII). Amorrortu
Editores. Buenos Aires, 1992.
Florenzano, R. Breve historia del psicoanálisis. Editorial Universitaria, Santiago
de Chile, 1999.
Marcuse, H. Eros y civilización. Editorial Sarpe, México, 1983.
Nasio, J. –D. Enseñanza de 7 conceptos cruciales de psicoanálisis. Editorial
Gedisa, Barcelona, 1996.

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2 comentarios

Esta muy guachi me lo leí entero en 3 horas solo

Por Pepito el día 15/11/2019 a las 09:33. Responder #

[…] PALAVECINO . S ( 2015).La agresividad humana y la pulsión de Muerte


en la teoría social de Sigmund Freud. Chile. Recuperado de
http://critica.cl/historia-de-la-ciencia/la-agresividad-humana-y-la-pulsion-
de-muerte-en-la-teoria-s… […]
Por VIOLENCIA DE GÉNERO – FORENSE PSICOLOGIA el día 07/08/2017 a las
20:48. Responder #

https://critica.cl/historia-de-la-ciencia/la-agresividad-humana-y-la-pulsion-de-muerte-en-la-teoria-social-de-sigmund-freud#:~:text=El problema de … 4/5

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