El Pasaje Al Acto en Las Distintas Presentaciones Clínicas - Unlp

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ACTAS DEL SÉPTIMO CONGRESO INTERNACIONAL DE INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA

ISBN 978-950-34-1863-5 | LA PLATA, DICIEMBRE DE 2019

EL PASAJE AL ACTO EN LAS DISTINTAS PRESENTACIONES CLÍNICAS

THE PASSAGE TO THE ACT IN DIFFERENT CLINICAL PRESENTATIONS

Antonella Andrea Nicastri


Agustina Vales
[email protected]

Facultad de Psicología
Universidad de Buenos Aires, Argentina

Introducción

El presente escrito parte de los interrogantes suscitados en los primeros


encuentros con pacientes internados en un hospital monovalente de la Ciudad
de Buenos Aires, por tanto se trata de una primera aproximación y abordaje a
la conceptualización lacaniana de pasaje al acto como fenómeno clínico
tomando como principal referencia el seminario sobre La Angustia. Para ello
será necesario precisar las coordenadas del mismo: embarazo y emoción, para
luego instalar la pregunta acerca del pasaje al acto en la neurosis y en la
psicosis. Teniendo en cuenta que lo fundamental de este fenómeno es la
identificación al objeto, donde el sujeto queda como resto y cae así de la
escena, nos preguntamos si existe alguna diferencia en relación con las
distintas presentaciones clínicas.

Para profundizar en ello, nos serviremos de los casos freudianos. Se tomará el


caso Dora y de la Joven Homosexual para situar las coordenadas que ubican el
pasaje al acto como caída de la escena en la neurosis. Asimismo, se hará

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referencia a los desarrollos establecidos por Freud en Psicopatología de la vida
cotidiana acerca de la caída de la escena a otra escena en situaciones de la
vida cotidiana donde el factor inconsciente se encuentra detrás del azar. Por
último, tomaremos el caso Aimée donde se lee un efecto estabilizador del
pasaje al acto sobre el sujeto.

El presente recorrido nos permitió abrir nuevos interrogantes, principalmente el


de la relación entre lazo social y pasaje al acto, en razón de que este último es,
en definitiva, una respuesta a los avatares del lazo social como tratamiento o
como respuesta a la angustia.

El pasaje al acto como fenómeno clínico

Lacan conceptualiza el pasaje al acto y lo examina a la luz de los distintos tipos


clínicos, haciendo de este término, una manifestación que se puede presentar
tanto en la neurosis como en la psicosis o en la perversión.

En el seminario X toma dicho concepto como un fenómeno clínico en


correlación al cuadro de las coordenadas de la angustia. A partir de las
elaboraciones del seminario XI con alienación y separación, y su continuación
en el seminario XIV, toma al pasaje al acto como lo que implica una operación
que está en juego en la instauración del sujeto. En el presente escrito nos
detendremos en las articulaciones realizadas entendiéndolo como fenómeno
clínico.

Desde el comienzo de su enseñanza, Lacan introduce la concepción del sujeto


como dividido, evanescente y, radicalmente diferente al yo como ilusión de
completud. Toma el término ´pasaje al acto´ del campo de la psiquiatría, rama
de la medicina que siempre ha relacionado dicho término a las impulsiones y/o
conductas violentas. Así descripto quedaba estrechamente vinculado a una

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categoría fenomenológica, a lo visible. Lacan se servirá de la concepción de
Sujeto en tanto dividido, del Otro y del a para convertir dicho término en un
concepto psicoanalítico. Lo incluirá dentro del cuadro de las coordenadas de la
angustia y lo vinculará al fantasma.

Entonces, en el esquema de la división subjetiva, Lacan (1962-63) plantea la


relación entre tres términos: sujeto tachado (que se constituye en el lugar del
Otro), el Otro tachado (por la garantía que falta) y el resto como resultado de
esta operación. Enfatiza la relación que se establece entre el Sujeto y el a y
llama a dicha relación: “el dejar caer”. Visto desde el lado del sujeto, “este dejar
caer es el correlato esencial del pasaje al acto” (Lacan, 1962-63, p. 128).

Lacan presenta el cuadro de las coordenadas de la angustia a partir de dos


ejes: el de la dificultad y el del movimiento. Para poder situar el pasaje el acto,
será necesario situar sus dos coordenadas: la del embarazo (en el eje de la
dificultad) y la de la emoción (en el eje del movimiento). En cuanto al embarazo
Lacan refiere que se trata del sujeto revestido con la barra, de la experiencia de
la barra. Lo define como “esa forma ligera de la angustia.” (Lacan, 1962-63, p.
20). Siguiendo los aportes de Muñoz, en el pasaje al acto “hay algo en su
condición de indecible, de puesta en acto de la barradura fundamental del
sujeto que no responde a la lógica de las formaciones del inconsciente.”
(Muñoz, 2009, p. 126). Es decir, se trata de lo que no pasa por el registro de la
palabra, más bien pareciera que por la acción. Allí Lacan ubica la dificultad del
sujeto en moverse en la dirección del deseo. Coordenada que tiene un
gradiente que parte de la inhibición, pasando por el impedimento hasta llegar al
embarazo, el punto de máxima dificultad. Se trata del punto máximo de
borramiento del sujeto en el fantasma, producto de la caída de la barra sobre el
sujeto que lo deja reducido a un puro objeto. “Cuando uno ya no sabe qué
hacer con uno mismo busca detrás de qué esconderse. Se trata, ciertamente,
de la experiencia de la barra” (Lacan 1962-63, p. 19).

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En el eje del movimiento, define a la emoción como “el arrojar fuera (...) es el
movimiento que se desagrega, es la reacción que se llama catastrófica” (Lacan,
1962-63, p. 20). Lacan la describe como ese movimiento desagregado, de
arrojo hacia el exterior, la reacción catastrófica que deja un fuera de la línea del
movimiento. Como un estado de agitación motriz que irrumpe, conmueve al
sujeto que se mueve sin dirección definida. Pensamos al pasaje al acto como
esa acción que implica una salida, y es la coordenada de la emoción la que
describe esa invasión pulsional, que lo lleva justamente a la acción.

En el pasaje al acto se trata del “momento de mayor embarazo del sujeto, con
el añadido comportamental de la emoción como desorden del movimiento.
Es entonces cuando, desde allí donde se encuentra –a saber, desde el lugar de
la escena en la que, como sujeto fundamentalmente historizado, puede
únicamente mantenerse en su estatuto de sujeto– se precipita y bascula fuera
de la escena. El dejar caer es el correlato esencial del pasaje al acto” (Lacan
1962-63, p. 128). Este dejar caer se produce en la fórmula del fantasma del
lado del sujeto. Pensando el pasaje al acto en la neurosis, dicho concepto se
articula al fantasma y a la angustia, situando que en el fantasma el sujeto
aparece borrado al máximo por la barra y cae de la escena como modo de
arrancarle a la angustia su certeza. Se trata, entonces, del pasaje al acto como
un modo de resolver esa angustia.

En el pasaje al acto, en el fantasma, la barradura queda del lado del sujeto.


Al sujeto le queda el término objeto, lo que él es como objeto (en cuanto a su
posición con respecto al Otro). Esto supone la caída del Otro, la identificación
absoluta del sujeto con el a, deshecho del Otro. Lacan (1962-63) considera que
el sujeto se mueve en dirección a evadirse de la escena y que esto es lo que
permite reconocer el pasaje al acto como propio. Interesante pensar en qué
punto algo de la posición fantasmática vaciló, algo de la angustia que se
encuentra enmarcada, gracias al fantasma como respuesta, se conmueve.

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En esa condición de indecible, de contexto de no palabra, la acción ocupa el rol
protagónico. En tanto el pasaje al acto es una salida impulsiva de la escena a
lo real del mundo, Muñoz lo llama una exclusión impulsiva.

“En el pasaje al acto, el sujeto confrontado radicalmente con lo que es como


objeto para el Otro, reacciona de un modo impulsivo, con una angustia
incontrolada e incontrolable, identificándose con ese objeto y dejándose caer”
(Muñoz, 2009, p. 167). Así, el pasaje al acto consiste en el movimiento que
permite vehiculizar la angustia. Aquí también cabe destacar la íntima relación
entre pasaje al acto y angustia, en donde Lacan define a esta como ser “lo que
no engaña, lo fuera de duda”. Es así como considerará que la acción toma su
fuerza de la angustia, como modo de resolver o tratarla. La angustia es la que
porta la fuerza para el pasaje al acto, que puede empujar a alguien a buscar el
fin de su vida. “El actuar que es pasaje al acto, le roba a la angustia su certeza
pero la dirección que le imprime es descontrolada, imprevisible, incalculable”
(Muñoz, 2009, p. 123).

En el Seminario X, inscribe el pasaje al acto en el cuadro de las coordenadas


de la angustia y lo vincula con la estructura del fantasma, entendiendo a este
como respuesta al deseo enigmático del Otro. Es en este seminario donde
toma los casos freudianos para dar cuenta del mismo. En el caso de la joven
homosexual, la tentativa de suicidio, en el caso Dora la bofetada (p.136). En el
pasaje al acto se trata de ser una salida, el quiebre de la escena consagrada al
Otro. Lacan lo deduce del término niederkommen, dejar caer, que implica una
ruptura del equilibrio, entiende el pasaje al acto como una de las respuestas
posibles del sujeto en el camino de realización del deseo. En él, lo fundamental
es el sujeto identificado al resto, cae eyectado, fuera de la escena del Otro.
Se trata de una cuestión de sujeto, de la identificación de este con el objeto a
como puro desecho a partir del cual cae de la escena. En el seminario X,
cuando cita el caso de la joven homosexual, refiere: “La primera es la

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identificación absoluta del sujeto con el a al que se reduce” (Lacan, 1963, p.
124). Se podrían tomar dos versiones: la primera, el suicidio como caída de la
escena sin un retorno, sin rearmado de la escena, y una segunda versión
como, la caída de la escena a otra escena, sostenida por el trabajo significante
donde las cosas pueden ordenarse, se inscriben según ciertas leyes.

Freud (1901), en Psicopatología de la vida cotidiana, propone que el suicidio


puede enmascararse como una muerte por accidente y aclara que una persona
cualquiera podrá pensar que fue un hecho de casualidad, mientras que alguien
cercano al accidentado, podrá pensar en un propósito inconsciente detrás del
azar. Freud lo expresa de diferentes maneras: “acción sacrificial”, “ejecución
enmascarada”, “autoaniquilación deliberada”; refiriéndose a acciones que se
realizan con un propósito inconsciente y se disfrazan de accidentes casuales,
como por ejemplo, el dejarse caer, dar un paso en falso, resbalarse, etc.
(Muñoz, 2009). De esta manera, puede pensarse que estos daños que
aparentemente son casuales, en verdad se los inflingen a sí mismos, “Freud
reconoce en esas autoagresiones el acecho permanente de una tendencia
autopunitiva” (Muñoz, 2009, p. 184). Dicho autor establece una clasificación a
nivel de los suicidios: “Quien crea en la ocurrencia de unas autolesiones
semideliberadas, estará preparado para suponer que junto al suicidio
deliberado consciente existe también una autoaniquilación semideliberada (con
propósito inconsciente), que sabe explotar hábilmente un riesgo mortal y
enmascararlo como azaroso infortunio” (Freud, 1901, p. 177). Se trata de
vislumbrar lo ligado a lo accidental, “que no se trata de una escena armada
para el Otro sino de una salida abrupta de la escena que apunta a la barradura
del Otro” (Muñoz, 2009, p. 185).

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El pasaje al acto en la psicosis

Pensar la psicosis y el pasaje al acto, conlleva necesariamente vincularlo a un


anudamiento estructural: el sujeto, su lugar y la función respecto al Otro.
Pensamos el pasaje al acto como una operación real y efectiva sobre el
padecimiento, como respuesta a esa angustia en exceso real.

En el caso de la psicosis, Colette Soler lo considera como un tratamiento real


del goce, donde el sujeto realiza en acto el efecto que es el más propio de lo
simbólico. No hay ser y necesitamos de las identificaciones. Así se establece la
relación entre el significante forcluido y el tratamiento de su retorno en lo real
mediante el pasaje al acto. Se nos plantea entonces la pregunta por la función
de este concepto en la psicosis. En las paranoias, por ejemplo, se pueden
situar aquellos pasajes al acto violentos, puesto que el Otro no es garante del
sostenimiento de la palabra vía la articulación de la cadena significante, sino
que puede presentarse como un doble especular donde impera la ley de “yo o
el otro”, del “mato o muero”. Tomamos como ejemplo el caso Aimée donde
Lacan ubica que cuando ella apuñala a la actriz, lo que ataca es a un doble
especular, la imagen atacada es la de sí misma. El autor le da un valor
importante a ese goce que Aimée vislumbra como una gran necesidad de una
acción directa. Se trata de ese goce intrusivo, innombrable que la lleva al
pasaje al acto homicida, en algún punto liberador. Solamente así se tranquiliza
y cede su delirio. Desde los aportes del seminario X, Lacan considera que
actuar es arrancarle a la angustia su certeza, es por eso que el pasaje al acto,
es el tiempo de la certeza, tiempo del instante que se precipita para salir de lo
real insoportable –la alucinación–, para llegar a lo real apaciguador -el acto-.
Con la introducción de los tres registros, el aspecto resolutivo del pasaje al acto
en la psicosis deviene operación sobre lo real del goce. Esto último permite
explicar los casos en que dicho pasaje al acto, opera como un punto de
detenimiento de la psicosis, como una estabilización.

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Es importante no confundir estabilización con la suplencia que conduce a la
estabilización. Con suplencia se alude a lo duradero, permanente y restitutivo.
En cambio, el pasaje al acto como estabilizador, es un instante, un corte
impuesto sobre la base de una continuidad. Recapitulando, el pasaje al acto en
la psicosis no es suplencia, aunque en algunos casos pueda valer como una
resolución y conducir a una estabilización. Es por esto mismo que tomamos el
ejemplo del caso Aimée, ya que en dicho ejemplo, no hay dudas que se trata
del valor resolutorio del pasaje al acto, de lo que tiene de solución. Se trata de
su intento criminal, y, el psicoanálisis localizando las coordenadas simbólicas
que le posibilitan a la paciente la rectificación del delirio y el cuestionamiento de
las razones que la llevaron a pasar a la acción. Allí aparece el sujeto,
implicado, ya no determinado por las impulsiones.

El pasaje al acto implica aquí también una acción que introduce un corte en lo
real, donde lo simbólico no puede operar como mediador, ya que no opera la
metáfora paterna. Se trata de un intento de liberación de un goce intrusivo que
se vuelve insoportable. La pregunta que se instala es si el corte en sí mismo es
ya resolutivo y qué es lo que resuelve el pasaje al acto. Lacan ubica que en el
caso Aimée, la lectura del ataque (ella se dará cuenta tiempo después que se
ha dañado a sí misma), como resolutivo del delirio (vale la aclaración que no
cae todo el delirio ya que la idea del daño contra su hijo continúa). El fracaso
de la castración, pensada como operación que separa el goce del cuerpo para
que este se constituya como ilusoria unidad, trae como consecuencia que
goces que no se han perdido, negativizado, irrumpan. Esa irrupción de goce
ubica una historia donde el Otro aparece desafiante o intrusivo bajo la figura del
semejante. Pensando, entonces, el pasaje al acto como un corte en lo real,
inscribe marcas que no harán una historia (esto lo realiza el trabajo de lo
simbólico mediado por la castración), sino que se inscribirá una marca por cada
historia, constituyendo una “resolución” cada vez. El pasaje al acto, implica
caída de la escena del Otro, desde el lugar de objeto es resolutivo de la

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coyuntura presentada, solo de aquellas coordenadas en las que el sujeto no
encontrando la falta en lo simbólico donde alojarse, solo cuenta con el recurso
de caer de la escena como forma de intentar agujerear al Otro, de tramitar esta
invasión de goce.

Es entonces como el trabajo en la psicosis se trata de la manera en que el


sujeto psicótico tramita en lo real aquello que se le vuelve invasivo de la
alucinación. El pasaje al acto le permite una vía para resolver, de manera
certera, aquello que lo angustia, como eso que empuja a poner límites y q
apaciguar lo que se vuelve mortificante. Dicha angustia que empuja al sujeto al
límite, y donde este busca un punto de detención mediante un acto definitivo
por el cual salirse de la escena. Se trata de un empuje que no opera por el lado
de la suplencia, de la metáfora delirante (esto sería tramitar lo real por la vía de
lo simbólico, estableciendo un nuevo lazo con el Otro). Habrá que ver en el
caso por caso, en un segundo tiempo, qué ocurre luego del pasaje al acto, si
opera como una estabilización en la psicosis.

Algunas conclusiones

Luego del breve recorrido por la noción de pasaje al acto lacaniano en neurosis
y psicosis, y las conceptualizaciones freudianas realizadas en Psicopatología
de la vida cotidiana, reviste de gran valor clínico el tomar como referencia el
cuadro de las coordenadas de la angustia, como formalización de valor
predictivo para poder localizar las coordenadas que llevarían a un pasaje al
acto. Si en el pasaje al acto, el sujeto no está y hay una caída del Otro donde
no se demanda nada, ¿cómo volver a la escena? ¿De qué manera la
transferencia interviene en el pasaje al acto? Ya que el pasaje al acto implica
actuar sin referencia al análisis y es indicador de la anulación del sujeto con
respecto al Otro, de la pérdida de la función del Otro por parte del sujeto.

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Hablamos de derrumbe del mundo simbólico ante la ruptura del marco
fantasmático. En la neurosis, se trata del rechazo al Otro, del dejar caer, salida
de la escena, que deja al sujeto en un nivel de objeto. En la psicosis, como
tomamos el caso Aimée se trataría del pasaje al acto como intento de
resolución, estabilización. La principal hipótesis que establece Lacan sobre
dicho caso, es que el pasaje al acto es el medio para la realización del
autocastigo, ya que por medio de él logra castigarse en realidad a sí misma (de
allí paranoia de autopunición).

Pero el problema clínico que conlleva el pasaje al acto es el del rechazo al


Otro, en dos sentidos: el sujeto caído del Otro, liberado de los lazos con el
Otro; y al mismo tiempo, el Otro destituido, caído en su función.

A partir de este breve recorrido, nos instala una nueva pregunta: si en el pasaje
al acto es importante el lugar del sujeto con respecto al Otro, y hay caída de la
escena, ya se trate de si funciona a modo de estabilización o no de la
presentación clínica, el pasaje al acto rompe el lazo social y convierte al sujeto
en puro objeto. ¿Cuál es la relación entre pasaje al acto y lazo social?
Interrogante que nos plantea una futura investigación sobre dicha temática.

Referencias

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