La Universidad Argentina - Texto de Recalde
La Universidad Argentina - Texto de Recalde
La Universidad Argentina - Texto de Recalde
– La Universidad Colonial;
– La Universidad Reformista.
I- LA UNIVERSIDAD COLONIAL.
El origen de la universidad argentina se remonta a la fundación de la Universidad de Córdoba
en el año 1613[1] y fue producto de la política de ocupación colonial española. Es oportuno
remarcar, que el territorio de nuestro actual país, formaba parte del Virreinato del Perú hasta su
desprendimiento con el Virreinato del Río de La Plata (1776) y partir de este último, se produce
la separación de las actuales naciones de Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia. En este
marco, la institución cordobesa coexistió con otras como la Universidad de Chuquisaca
radicada en la actual Sucre -Bolivia- y en la cual se educaron muchos dirigentes que ocuparon
lugares prominentes en la política del continente como fue el caso de Mariano Moreno o de
Bernardo Monteagudo.
La creación de las universidades se organizó con la finalidad de garantizar la efectiva
ocupación territorial y administrativa de los territorios. La ciudad de Córdoba donde se radicó la
universidad, formó parte fundamental del camino del Alto Perú y fue un nodo de desarrollo
importante en su época. A la primera etapa de ocupación militar ejercida por España, le siguió
la organización de un esquema institucional capaz de garantizar el ordenamiento político y la
posesión económica. Con esta finalidad, se crearon las sedes de los futuros Cabildos que
oficiaron como cabeceras de las actuales provincias argentinas. Dichas ciudades
implementaron sus sistemas normativos a partir de la legislación de indias, del Derecho de
Castilla y del Derecho Canónico (Korn 1936: 28) y organizaron su sistema político a partir de la
llegada de dirigentes españoles (inmigración). Los primeros pobladores se ligaron
estrechamente a las tareas de ocupación militar y a la organización del sistema de extracción
de recursos hacia el gobierno central y es por eso, que los Cabildos fueron denominados de
“Justicia y Regimiento”. Una vez consolidada la posesión territorial, España se aboco a formar
gobiernos estables en sus colonias con el objetivo de sostener su programa económico y
político. En este contexto, aparece la necesidad de abrir universidades para educar a un
conjunto de individuos capaces de apuntalar la administración institucional y de aplicar la
política española en América.
Es importante remarcar que los dirigentes que ocupaban las funciones de mando eran
españoles de origen y que por mucho tiempo las universidades tenían las tareas de preparar a
funcionarios de bajo nivel de responsabilidades de gobierno. Asimismo y dada la condición
racista de la política colonial, no accedían a la educación los representantes de los pueblos
originarios, los mulatos o los zambos y por mucho tiempo tampoco, los criollos americanos. La
educación era impartida a grupos reducidos de personas que conformaban una elite política y
cultural.
Inicialmente, la universidad de Córdoba fue administrada por una línea interna de la Iglesia
denominada Compañía de Jesús que fue creada por Ignacio de Loyola y los jesuitas.
Posteriormente a la expulsión de los jesuitas por parte de Carlos III y a la creación del
Virreinato del Río de La Plata (1776), la universidad fue controlada por los seguidores de
Francisco de Asís (franciscanos). Luego de la expulsión de los jesuitas la Universidad se
organizó en torno del gobernador de Buenos Aires y del Virrey, hasta que en el año 1808 fue
refundada bajo la denominación de Real Universidad de San Carlos y de Nuestra señora de
Monserrat. La educación impartida por las universidades coloniales se relacionó estrechamente
a la educación de sacerdotes y de administradores. Para mejorar la formación de esto últimos
entre los años 1791 y 1793 se organizó la enseñanza de derecho civil (Del Bello, 2007: 20).
Educación y producción
El atraso de España en relación a la revolución industrial y a los sistemas productivos ingleses,
fue un factor fundamental para la formación de sus sistemas educativos. Dicho modelo
institucional fue el reflejo de un país que no producía mucho de lo que consumía y que
importaba gran parte de las manufacturas desde Inglaterra en pleno proceso de revolución
industrial. El exiguo desarrollo de las industrias de las colonias americanas y su condición de
ser exportadoras de recursos naturales, generaron escaso incentivo a la educación productiva
o técnica aplicada a la transformación económica del continente. En dicho marco, la
universidad implementó una función de difundir el dogma religioso y la doctrina política del
Estado imperial, que estuvo centrada en la exportación de los recursos de la colonia a la
metrópoli y que no se dedicó a promover industrias en América.
Esto no quiere decir que no se desarrolló la industria en América ya que y por el contrario, se
produjo en el continente una fuerte articulación de los modelos productivos precolombinos con
las nuevas formas de acumulación y de trabajo europeo que culminaron en la producción de
tejidos de lana y algodón, en la fabricación de sandalias y otros productos de cuero, en la
creación de pólvora, de artesanías en oro y plata, de carretas o en la promoción de
plantaciones en las haciendas y en las estancias que conformaron fuertes lazos comerciales de
un continente que se integraba económicamente. Dicha integración dio contenido a lo que
serían las futuras nociones de soberanía e independencia nacional.
En este marco, es interesante rescatar la opinión de Adriana Puiggrós (2004) que se refirió a la
existencia de diversos modelos educativos en las Provincias Unidas del Rio de La Plata luego
de la independencia. La autora reconoció cinco modelos y los denominó como una “pedagogía
liberal radicalizada” y citó a Mariano Moreno o a Simón Rodríguez; una “educación federalista
popular” mencionando a Gervasio Artigas o a Francisco Solano López; una “pedagogía de la
generación liberal del 37” con personajes como Domingo F. Sarmiento; una “pedagogía liberal
oligárquica” citando a Bernardino Rivadavia y a Bartolomé Mitre; y una “pedagogía
tradicionalista colonial anti independentista”. El esquema de la Patria Chica y retomando el
modelo de Jauretche, fue el de la “pedagogía liberal oligárquica”. Puiggrós menciona un hecho
poco difundido en la historia educativa argentina que es el de la existencia de proyectos
educativos entre los caudillos federales y por ejemplo, cita las experiencias de Santa Fe
(Estanislao López), de la Banda Oriental (Gervasio Artigas) o de Entre Ríos (Justo José de
Urquiza).
La asunción de Bernardino Rivadavia al mando del gobierno nacional en el año 1826 implicó la
aplicación de un paquete de medidas de gobierno que generaron un profundo malestar en las
provincias argentinas. En particular, fue rechazada la Constitución centralista, elitista y
extranjerizante del año 1826, su política de venta de yacimientos mineros de La Fátima en La
Rioja, el inicio de la deuda externa con un empréstito y sus negociaciones con Brasil para
separar la Banda Oriental (Scalabrini Ortiz, 2004). En este cuadro de inestabilidad permanente,
Rivadavia es expulsado del gobierno y asumió Manuel Dorrego que fue asesinado un tiempo
más tarde por Lavalle. En este complejo panorama, se tornó profundamente dificultosa la
situación política nacional que entró en un estado de guerra civil y a partir de aquí, fue
tumultuoso el funcionamiento de la UBA.
En el año 1832 se formó una Comisión que reorganizó el funcionamiento de la UBA y que
constituyó un gobierno con un Consejo de la Enseñanza y Administración compuesto por el
Rector y por un profesor de cada uno de los Departamentos y que entró en vigencia recién en
1834. En su primera gestión de gobierno, la UBA no conoció demasiadas modificaciones en su
funcionamiento en relación a la etapa anterior (Ramallo, 1954: 6).
El proteccionismo económico.
Tal cual mencionamos, tanto la Universidad Colonial como la Universidad de los Abogados, no
promovieron las carreras técnicas y tampoco impulsaron el desarrollo de la industria nacional.
Esta tendencia se agudizó desde 1853 cuando se impone el libre comercio y se difunde el
programa agroexportador que incluyó la importación masiva y sin trabas de las manufacturas
británicas, a partir de los puertos y los ferrocarriles. Dicho programa desestimó a la industria y
junto a ella, los debates sobre la posibilidad de promover una educación técnica para
industrializar el país.
Fueron las crisis económicas mundiales y no tanto las producciones de la universidad, las que
alertaron sobre la dependencia y la vulnerabilidad del modelo agro exportador del país.
Producto de la crisis económica de 1873 se retraen las financias públicas y las actividades
comerciales. En este contexto, se produce un debate sobre la necesidad de aplicar una Ley de
Aduana que y siguiendo la norma del año 1835, promueva la industria nacional y que permita
aumentar los erarios públicos. Las figuras más prominentes de dichos debates fueron Carlos
Pellegrini y Vicente Fidel López que conjuntamente a Rafael Hernández, abrieron el Club
Industrial Argentino en 1875 y que promulgaron la Ley de Aduanas de 1876, que inició nuevas
perspectivas para los estudios económicos en el país (Gugliarmelli, 2007). Pese a que dichos
planteos no ingresaron masivamente a la universidad, fueron un antecedente importante para
la formación de nuevas escuelas de pensamiento, de actividades científicas aplicadas a la
innovación y para la promoción de las actividades industriales.
Finalmente y tras los debates, se promulgó la Ley 1597 de 1885 recordada como “Ley
Avellaneda”. La norma tenía solamente 4 artículos y estableció la posibilidad de que cada
universidad dicte sus estatutos atendiendo el esquema de la ley. El Rector era nombrado por
una Asamblea Universitaria que contaba con representantes de todas las Facultades. El texto
mencionó un Consejo Superior que estaba presido por el Rector, los Decanos y representantes
nombrados por estos últimos. La elección de los profesores quedaba sujeta a la opinión del
Poder Ejecutivo que debía nombrarlos a través de una terna presentada por el Consejo
Superior. El texto mencionó el cobro de aranceles por parte de las universidades (derechos
universitarios) y estableció la facultad de las universidades a emitir los diplomas como órganos
delegados del Estado nacional.
Tal cual se puede leer en la ley, las Universidades y las Facultades disponían de un gobierno
propio y dicha cuestión está vinculada estrechamente a la noción de autonomía universitaria y
a la propuesta de Avellaneda. Asimismo y tal cuál quedó expresado por la forma de seleccionar
los docentes, el Estado tenía importantes competencias para el control de la educación
superior.
La Universidad de La Plata nació como una iniciativa del senador de la provincia de Buenos
Aires Rafael Hernández. La ley de creación se promulgó en 1890 e incluía las Facultades de
Derecho, de Medicina, Química y Farmacia y de Ciencias Físico Matemáticas. La inauguración
oficial fue en 1897 con las clases de la Facultad de Derecho y con la inscripción exigua de 47
alumnos, cuestión que no aumento demasiado ya que y por ejemplo, en el año 1904, tenía solo
75 jóvenes en las aulas. La institución fue nacionalizada en el año 1904 por intermedio de la
gestión del Ministro de Justicia e Instrucción pública de La Nación, Joaquín V. González, que
ocupó el rectorado en el año 1906. La institución incluyó el pase a la orbita nacional de la
Universidad provincial, el Museo, el Observatorio Astronómico, la Facultad de Agronomía y
Veterinaria y la Escuela Práctica de Santa Catalina que fue complementada con las secciones
de Pedagogía y Filosofía y Letras en la Facultad de Derecho; con el Instituto de Artes y Oficios,
con la Biblioteca Universitaria, con el Colegio Nacional y con la Escuela Normal (Barba, 1998).
La Universidad de Santa Fe nació el año 1889 y fue nacionalizada en 1919, fecha a partir de la
cual adoptó su nombre actual que es de Universidad Nacional del Litoral. Promovió nuevas
carreras como la de química industrial y agrícola en Santa Fe o la de agricultura, ganadería e
industrias afines en Corrientes. Además, impulsó estudios tradicionales para las universidades
argentinas como eran las ciencias jurídicas y sociales en Santa Fe o las ciencias médicas en
Rosario.
Hipólito Yrigoyen atendió los reclamos estudiantiles y designó al interventor José Nicolás
Matienzo que dio por tierra el cierre del internado y modificó el Estatuto del año 1893. La
reforma modificó el carácter vitalicio de los consejeros y desplazó a los Académicos
proponiendo a los docentes para el control de la universidad. De esta manera, el dirigente
radical continuó con sus acciones para democratizar el sistema político desplazando a los
dirigentes de las elites tradicionales. Los cambios iniciados no terminaron con los reclamos de
la juventud ya que en la convocatoria a la elección de Rector luego de la intervención Matienzo,
la Asamblea Universitaria nombró a Antonio Nores que era un personaje ligado a los
adversarios políticos de los reformistas y que por eso, no reconocieron al funcionario. Se
produjo una nueva intervención del Ministro de Culto e Instrucción Pública, José Salinas. La
intervención revocó la elección de los funcionarios cuestionados y nombró por Decreto al
Rector, Vicerrector y a los miembros de los Consejo Superior y Directivos.
Se suponía que una vez garantizada la democratización universitaria frente al marco autoritario
del contexto político controlado por las elites, la juventud podía impulsar los fines universitarios
mencionados.
Interpretaciones de la reforma
“La universidad no puede ser una fábrica de diplomados. El estudiantado hasta ahora buscó
obtener un título que le diera un privilegio social y económico sobre el resto de los ciudadanos.
Queremos que la universidad sea parte integrante de la gran labor de construcción de una
nueva Argentina, que vaya forjando un nuevo hombre argentino, en todos sus
aspectos”. Rodolfo Puiggrós
No hay acuerdo entre los historiadores y las corrientes políticas y culturales universitarias
acerca de la interpretación sobre los alcances y objetivos concretos de la reforma. En este
cuadro, es habitual que se haga una recuperación del proceso definiéndola estrictamente como
un sinónimo de gobierno propio de las universidades (autonomía). Dichas perspectivas suelen
perder de vista la finalidad originaria del movimiento y se desconocen o se subestiman las
posiciones de sus intelectuales y figuras más prominentes. De esta manera, se hace hincapié
en los medios políticos y de gobierno aplicados por la reforma y no así, en los aspectos
fundamentales del resultado de sus prácticas y de sus objetivos fundamentales. La historia de
las universidades argentinas luego del año 1918 puso al descubierto estas complejidades
cuando y por ejemplo, las agrupaciones reformistas apoyaron el golpe de Estado del año 1930
contra el dirigente político que los había impulsado o cuando impulsaron el terrorismo militar en
el año 1955. Los promotores que inscriben estas acciones en la tradición reformista hacen
hincapié y privilegian como tema fundamental, la defensa de la autonomía universitaria frente al
accionar del Estado incluyendo incluso, la posibilidad de apoyar medidas antidemocráticas y
antipopulares.
Tomando distancia de esa interpretación, están aquellos que establecen que la reforma se
define a partir del llamado a la juventud y a la universidad a jugar un rol importante en los
procesos sociales, pasando a un segundo plano los debates sobre el cogobierno o la
autonomía. A partir de aquí, es que diversos grupos políticos e intelectuales se reconocen
deudores de la reforma pero promueven otras prácticas universitarias distantes del mero
debate del cogobierno. Un caso paradigmático se refiere a las tradiciones de izquierda
universitaria en América Latina, que y tomando un ejemplo como Cuba, rescatan la reforma
pero en sus universidades no se administran con el modelo del cogobierno argentino.
En está línea de interpretación que privilegia los fines sobre los medios, se puede mencionar a
intelectuales como Arturo Jauretche o Juan José Hernández Arregui que y pese a haber
militado en su juventud en las filas del radicalismo y el reformismo, han considerado
críticamente las prácticas de los universitarios con posterioridad al año 1918. Hernández
Arregui remarcó la importancia histórica de la reforma como movimiento cultural y político de
cariz transformador y latinoamericano, pero y luego de analizar la historia mencionó que existió
una marcada incapacidad de las universidades para acompañar el desarrollo nacional a partir
de la producción de conocimiento y de prácticas socialmente relevantes. Por el contrario, las
universidades y en opinión de Arregui, habían apuntalado programas antidemocráticos en lo
político y extranjerizantes en lo económico, tomando distancia con los postulados reformistas
de intelectuales como Manuel Ugarte. Asimismo, el autor consideró que la juventud argentina
de clase media fue incapaz de articular sus prácticas con las del movimiento obrero, cuestión
que favoreció su enfrentamiento a los programas políticos democráticos de contenido popular
como fue el caso del gobierno de Hipólito Yrigoyen o de Juan Perón. El autor desestimó en su
análisis el supuesto de que la reforma era sinónimo de la autonomía y dicha cuestión le
permitió establecer que la aplicación concreta de esas consignas fue empleada por otros
proyectos de país, a los cuales la clase media había cuestionado citando la autonomía
universitaria y las consignas del año 1918. En sus palabras “Los postulados de la Reforma del
18, extensión universitaria, agremiación estudiantil, becas, residencias estudiantiles,
cooperativas, comedores y asistencia médica gratuita, universidad abierta al pueblo,
equivalencia de títulos para los estudiantes latinoamericanos, etc., fueron conquistas de la
época de Perón” (Arregui, 2004: 367-368).
Arturo Jauretche y de manera similar a Hernández Arregui, consideró de manera positiva la
impronta de origen del movimiento reformista, pero concluyó igual que éste, que la experiencia
finalmente fracaso al ser desnaturalizado el movimiento original. La reforma habría de ser más
positiva en otros países de América Latina y en Argentina fracaso ya que “No supo integrar la
universidad en el país (…) El desiderátum entonces es una universidad aséptica, depurada de
toda preocupación vinculada con el destino de la comunidad y, por consecuencia, de la nación,
a la que da expertos despreocupados de los fines de la técnica y el resultado de su aplicación”
(Jauretche 2004: 136-137).
Otros intelectuales como Oscar Varsavsky (1969) remarcaron la dificultad del sistema de
ciencia y técnica y de las universidades reformistas, para articular la autonomía con la
resolución de los problemas nacionales. El debate sobre la autonomía sin plantear los para
qué de ella y sin preguntarse la relación posible y necesaria entre saber, política y sociedad,
corrían el peligro de derivar hacia posiciones que el autor denominó como cientificistas o
desarrollistas. Estos últimos, son los docentes e investigadores cuya producción no es un
medio para resolver los problemas sociales y productivos de un país y por el contrario, son un
instrumento para reforzar las desigualdades, la dependencia y el subdesarrollo.
La polémica sobre los alcances de la reforma continúa abierta. En este marco, sigue vigente la
necesidad de que nuestras universidades y sus jóvenes, se comprometan masivamente en con
la producción de conocimiento socialmente relevante y con la construcción de un país
industrial, soberano y con justicia social o como sostiene Ana Jaramillo “No se puede hacer
ciencia y técnica sin preguntarnos para qué fin, a quién sirve, si implica un bien para la
sociedad, la nación la humanidad. No se puede enseñar una profesión sin preparar ese
individuo para la vida, sin sembrar en él la reflexión crítica sobre el ejercicio de la misma y su
compromiso con la comunidad a la cual pertenece y se debe, para construir una sociedad
mejor” (Jaramillo, 2006: 55).
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[1] El obispo diocesano Fray Hernando Trejo y Sanabria realizó un aporte económico para
financiar cátedras de latín, arte y teología sobre la base del Noviciado de los jesuitas existente
desde 1607 en Córdoba. Gregorio XV le permitió a la Compañía de Jesús emitir grados
universitarios con autorización papal en varias ciudades americanas en 1622 (Mignone, 1998:
11).
[2] Adriana Puiggrós (2004: 34-35) reconoció la existencia de diversos modelos de Escuelas en
América. Mencionó las Escuelas Pías que funcionaban en las parroquias para las poblaciones
indígenas y mestizas; las Escuelas de los Conventos que eran preparatorias para el ingreso a
la universidad; las Escuelas de los Ayuntamientos para la población pobre; las Escuelas del
Rey controladas por los jesuitas hasta su expulsión; y las Escuelas Particulares que
funcionaban con docentes costeados de manera individual, generalmente por comerciantes y
que eran habilitadas previamente por el Cabildo.
[3] Entre las instituciones que antecedieron a la UBA se debe mencionar al Colegio Unión del
Sud (1818) abierto sobre la base del Colegio de San Carlos (1783-1810). En él se desarrollaron
estudios “preparatorios”. Se creó en este período la Escuela de Matemáticas (1810 – cierra ese
mismo año-); la Escuela de dibujo (1815); la Academia de matemáticas y Arte militar (1816) y la
Academia de Jurisprudencia (1814). (Mignone, 1998).
[4] En temas educativos Rivadavia impulsó el método lancasteriano en las escuelas de Buenos
Aires y abrió el Colegio de Ciencias Morales sobre la base del Colegio de la Unión del Sud
(Puiggrós, 2004: 58).
[5] Francia exigió privilegios de sus ciudadanos para evitar el servicio militar y quiso obtener por
la fuerza la libertad de comercio para sus productos. En ese periodo las potencias ocupaban
posiciones coloniales en África y en Asia. Inglaterra tomó por la fuerza las islas Malvinas en el
año 1833.
[6] Tras la derrota electoral de su partido protagonizó levantamientos militares en septiembre de
1874 y en junio del año 1880 desconociendo los triunfos de Nicolás Avellaneda y de Julio A.
Roca.
[7] La denominación “desierto” escondió y justificó la eliminación de las poblaciones
aborígenes.
[8] El servicio militar desarrolló funciones educativas vinculadas a la homogeinización cultural
de los inmigrantes y a la enseñanza de la lectoescritura.
[9] Osvaldo Magnasco que fue Ministro de Justicia e Instrucción pública de Roca, intentó
modificar sin éxito la educación enciclopédica a partir de promover la educación técnica.
[10] Revolución del Parque contra el gobierno de Juárez Celman; el levantamiento de julio de
1893 contra Luis Sáenz Peña y en el año 1905 contra Manuel Quintana.
[11] La ley fue sancionada en el año 1912. El reclamó de voto secreto y universal tenía otros
impulsores además de la UCR, como fue el Partido Socialista. Con la reforma electoral seguían
sin votar las mujeres o los miembros de las fuerzas de seguridad.
[12] Existieron excepciones en las gestiones de Bernardo de Irigoyen o de Luis María Drago
que marcaron algunos trazos importantes de la política exterior. Este último, se opuso a la
ocupación militar de Venezuela de 1902 ejercida por Alemania, Inglaterra e Italia para cobrar la
deuda externa inaugurando la llamada “doctrina drago”.
[13] Saúl Taborda fue Rector del Colegio nacional de la UNLP en el año 1920 (Taborda 2009).
[14] Del proceso de la independencia de 1816 a la fecha se produjeron 4 grandes
intervenciones de la juventud como actor político y cultural. La primera fue la “generación del
37”; la segunda fue la “juventud del ochenta”; la tercera la “juventud reformista”; y la cuarta y
última gran intervención generacional fue la “juventud de los años sesenta y setenta”.
[15] Según Luis Aznar (1936: 9) “Alejandro Korn bregó incansablemente para que los
estudiantes dieran a su movimiento un contenido que estaba más allá de los estatutos y de la
modificación de los planes de estudio. Lo que fallaba era la universidad en si, como institución
divorciada de la realidad social que la sustentaba”.
[16] Haya de LaTorre fue presidente de la Federación universitaria del Perú y fundador del
APRA.
[17] El caso de Mariategui es emblemático de la exportación del modelo reformista a América
latina. En su obra Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana el autor le dedica un
apartado a la aplicación de los principios reformistas en la Universidad de Lima (Mariategui,
2005).