Dialnet EducarHoyEnColombia 2041006
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El tema está organizado en cinco puntos: conceptos sobre educación, elementos del contex-
to, una visión que necesitamos, el manejo de la complejidad y una propuesta proactiva.
Con una mirada humanizadora, Fernando Savater afirma: “La educación es el acuñamiento
efectivo de lo humano allí donde sólo existe como posibilidad”3. Al nacer ya somos huma-
nos, pero esa condición es necesario desarrollarla a lo largo de la vida, mediante los procesos
de aprendizaje. Es propio de la naturaleza humana no solo aprender, sino aprender de los otros,
ser enseñado por ellos. Este punto tiene una importancia especial, porque nos lleva a pregun-
tar de quién aprendemos, de quién aprenden los niños y las niñas. Las fuentes de aprendizaje
son múltiples. De las cosas podemos aprender cómo funcionan y qué efectos producen nues-
tras acciones sobre ellas, muchas veces sin necesidad de que alguien nos lo explique. Pero exis-
te algo que solamente podemos aprender de los semejantes en interacción con ellos: ese algo
está constituido por los significados que asignamos a las cosas, a los gestos, a los movimientos,
por los significados que se producen dentro de un determinado contexto, y que pueden modi-
ficarse con el paso del tiempo y con la interacción de las conciencias en el acontecer diario.
Hay quienes centran su atención en la capacidad de trascendencia de los seres humanos, por
eso trabajan la educación transpersonal. En ella se incita al aprendiz a que se mantenga des-
pierto y autónomo, a que cuestione y explore todos los rincones y rendijas de la experiencia
consciente, a que indague el sentido de todo, a que pruebe los límites de lo extremo y com-
1 Algunos planteamientos de los que se presentan acá se apoyan en los conceptos incluidos en el módulo titulado Enfoques y tendencias pedagógicas
contemporáneas, elaborado por Alexander Ruiz y Jorge Enrique Ramírez para el Cinde en Bogotá, 2001.
2 Cfr. Savater, Fernando (1997). El valor de educar, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial S. A.
3 Op. cit.
pruebe las fronteras y las profundidades de su propio ser. La experiencia transpersonal apunta
a un nuevo tipo de aprendiz y a una nueva especie de sociedad.
Por las estrechas relaciones que existen entre la educación y la pedagogía, conviene hacer una
mención a varios conceptos que tenemos de esta última. No se profundiza en ellos, porque se
requeriría un espacio más amplio, y eso desborda el tema de este artículo.
Somos hijos del siglo XX, el siglo que rompió la historia, que logró una revolución científi-
ca y tecnológica, descubrió posibilidades insospechadas de la mente y el cerebro humanos,
superó las barreras del tiempo y del espacio, mediante las innovaciones en las tecnologías de
la información y la comunicación, reconoció la niñez y la juventud como edades con carac-
terísticas, necesidades, posibilidades, derechos y deberes propios. El mundo que ideó el auto-
móvil, inventó y empleó la bomba atómica, sufrió los estragos de nuevas enfermedades, se
asoló con muchas guerras, entre ellas las dos mundiales, y se transformó en una aldea global.
El mundo se unifica en torno a las tarjetas de crédito, a las modas, a la música, a la forma de
divertirse, al uso de los medios de comunicación, pero sigue incapaz de combatir de manera
global el hambre, la guerra, la superpoblación, la pobreza y la discriminación racial o sexual,
de proteger el medio ambiente, de lograr el respeto de los derechos humanos y de las liber-
tades públicas.
Tenemos el país que la naturaleza nos dio y que hemos construido a lo largo de los años. Un
país cuya riqueza natural, humana y geoestacionaria le genera amplias posibilidades para auto-
abastecerse y posicionarse en el concierto de las naciones. Pero, al mismo tiempo, un país que
padece grandes desigualdades socioeconómicas, hambre, ignorancia, inequidad y diversas for-
mas de violencia. Muchos niños, niñas y jóvenes desplazados deambulan por el país sin fami-
lia, sin techo y sin posibilidades de educarse.
Contamos con un sistema educativo dinámico, que se debate entre las propuestas de descen-
tralización y autonomía institucional, los proyectos educativos institucionales, las penurias
financieras y las repetidas políticas de regulación y control central. Unas políticas que no
alcanzan a ser comprendidas ni aplicadas, y mucho menos evaluadas, cuando ya son cambia-
das, la mayoría de las veces en forma brusca. Por lo menos así lo sienten las comunidades edu-
cativas. Así, en el 2000 pasamos de los indicadores de logros curriculares a las competencias, y
ahora a los estándares. No se recuerda o no se explicita el hecho de que el enfoque de des-
arrollo humano que sirve de base para formular todos esos reguladores de los currículos es el
mismo, es el que subyace a las disposiciones pedagógicas de la Ley General de Educación, la
Ley 115 de 1994.
En lo oficial, ese sistema se encuentra afectado de manera especial por la reorganización ins-
titucional en que está empeñado el Ministerio de Educación Nacional. Después de generar
un proceso en el cual se venía trabajando por desarrollar las políticas nacionales, pero aten-
diendo a la singularidad de cada institución, porque se consideraba que así se construían
comunidades comprometidas, prenda de garantía para el mejoramiento de la calidad de la
educación, no es fácil pasar ahora a fusionarse4 diez, quince y hasta veintiocho instituciones,
en unas condiciones en las cuales es muy difícil, por no decir imposible, conocer a los estu-
diantes, o por lo menos tener en cuenta los hallazgos de estudios que contienen indicadores
acerca de cómo son y piensan los jóvenes.
En el país existen algunas investigaciones, realizadas por profesionales que han interactuado
con los adolescentes en el espacio escolar, y nos aportan los testimonios de lo que piensan los
jóvenes de la vida, de la sociedad, de la escuela y de ellos mismos. A manera de ejemplo, vea-
mos algunos textos que presenta el tomo V del Proyecto Atlántida5, tomados de los testimo-
nios de los y las adolescentes:
“La verdad es que yo al futuro le tengo mucho miedo, pues de pronto no es como yo lo quie-
ro” (adolescente de Medellín).
“Yo quiero que me pasen las cosas, yo no quiero vivir una vida donde no me pase nada, por-
que siempre voy por lo que me dicen, una vida protegida. Quiero que me pasen las cosas,
quiero llorar, sufrir, reírme...” (adolescente de Cartagena).
“Lo genial del colegio son los amigos, los descansos y las cosas que compartimos, lo aburrido
es estudiar” (adolescente de Bogotá).
4 El término puede ser integrarse, fusionarse o asociarse. Es posible hacer distinciones en los significados, pero para el señalamiento que deseo hacer,
pueden tomarse como sinónimos.
5 El proyecto Atlántida se desarrolló entre 1993 y 1995, con financiación de la Fundación FES y Colciencias. El quinto tomo del informe se titula Ado-
lescentes colombianos. Antología de historias y testimonios.
“El lugar más agradable del colegio es el salón, donde paso las mejores horas con mis com-
pañeros” (adolescente de Armenia).
“Yo soy católica, aunque muy mala practicante. En mi billetera yo mantengo una estampita
de María Auxiliadora, aunque no creo en eso; cuando voy a presentar un examen, siempre le
pido al Espíritu Santo que me ayude, cada ocho días voy a misa y todas las noches al acostar-
me siempre me echo la bendición. Me parece que Dios es la persona más grande que existió
hace mucho tiempo, pero ahora ya no es nadie, solo quedó en el recuerdo. Las prácticas reli-
giosas no tienen para mí ningún significado, sino que ya me acostumbré a hacerlo, pero no les
veo ningún objetivo” (noveno grado. Colegio privado, religioso, académico, estrato medio).
“Mi cuerpo es como el de cualquier mujer, y los cambios que en mí han pasado los he teni-
do que experimentar sola, porque mi mamá nunca me enseñó nada, todo lo que me pasa se
lo pregunto a mis amigas” (noveno grado. Colegio privado, religioso, académico, estrato
medio).
Estos son apenas unos indicadores de lo que piensan los jóvenes sobre algunos aspectos de su
vida. Espero que sirvan de abrebocas para escudriñar su pensamiento y sus comprensiones res-
pecto de otros múltiples aspectos de los adultos y de la cultura en que les correspondió vivir.
Ante esa realidad, nos interrogamos por lo que implica educar hoy en Colombia. Cómo ilu-
minar nuestra práctica con estos conocimientos y experiencias. Las respuestas las construimos
entre todos, en un proceso continuo de aprendizaje y desaprendizaje.
La dinámica de nuestra realidad nos lleva a retomar las palabras de Teilhard de Chardin: “La
evolución tiende a conseguir unos ojos cada vez más perfectos en un mundo en el que hay
siempre más que ver”.
Los educadores, las educadoras, y en general los adultos, necesitamos salud integral para ver
posibilidades y oportunidades más allá de los hechos que el común de la gente capta, para
impulsar el desarrollo de la potencialidades de los niños y los jóvenes, a pesar de su aparente
y a veces real desmotivación y su manifiesta predilección por la cultura “light”, para hacer de
las normas un punto de partida, pero no uno de llegada en los proyectos educativos institu-
cionales, y para contribuir a canalizar todas las semillas de una generación milenio, que sur-
gen diariamente en diversas comunidades y grupos sociales.
A través de los ojos del amor a nuestros alumnos veremos en ellos sus grandes capacidades.
Encontraremos en sus deseos de reconocimiento y de originalidad las semillas para un pro-
yecto de vida que los lleve a reconocerse, aceptarse y comprometerse consigo mismos, para
desarrollar sus procesos psicológicos superiores, como son el pensamiento, el razonamiento, la
comunicación, el lenguaje, la capacidad de interacción, la actitud lúdica, la percepción orien-
tada, la memoria intencional, los principios, los valores y, con todo ello, la conciencia6. Un pro-
yecto de vida que canalice sus energías hacia la convivencia y el servicio a los demás.
Necesitamos unos ojos que lean las normas que regulan el sistema educativo y que vean en
sus limitaciones y problemas los indicadores de una necesidad real de tener un magisterio con
una sólida preparación, que le permita entenderlas como lo que son: una base, un punto de
partida, no un límite a las aspiraciones y propósitos de su comunidad educativa. Unos ojos que
descubran, en cada cambio que el Ministerio de Educación o la comunidad internacional pro-
ponen, los avances, si los hay, y que, llegado el caso, adviertan el peligro de retroceder.
6 Cfr. Vigotsky, Lev (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores, Barcelona, Editorial Crítica.
autotrascendencia, pero igualmente susceptible de ser entrenado para observar una conducta
autolimitadora. Teilhard y Skinner tenían razón: somos capaces de dar saltos evolutivos y de
dejarnos condicionar en una caja.
Muchas de las ideas expuestas sobre la educación se relacionan con este trío de componentes
de nuestra época, que han sido poco desarrollados conceptualmente y menos aun atendidos
en la práctica.
Los asuntos y los temas educativos son complejos, porque están entretejidos de muchas varia-
bles. La calidad de los aprendizajes depende tanto del estudiante como de quienes conforman
su núcleo familiar, de sus condiciones socioeconómicas y de su estado de salud, de la meto-
dología del docente y de la forma de estudiar, de la motivación personal y del clima de apren-
dizaje propiciado por los medios de comunicación.
Son complejas también las decisiones que se toman cuando se asume un enfoque pedagógi-
co con bases psicológicas y epistemológicas. Por ejemplo, las discusiones entre conductistas y
constructivitas serían más fructíferas si se plantearan en términos de complementariedad y no
de antagonismo. Me encantaría poder profundizar con ustedes la idea de que ninguna teoría
psicológica o pedagógica responde satisfactoriamente a la problemática educativa. En algunos
momentos de los procesos educativos seguimos procedimientos y aplicamos principios cons-
tructivistas, pero en otros, aplicamos procedimientos conductistas. La clave de un buen traba-
jo se encuentra más en la capacidad para buscar la complementariedad, decidir el momento
en que se emplea cada teoría y evitar las contradicciones, en darnos cuenta de que vivimos
un período de gran discontinuidad, de cambio e interdependencia entre las gentes, de las cos-
movisiones y los acontecimientos.
Marilyn Ferguson7 afirma:“El espíritu de nuestra época está cargado de paradojas. Es al mismo
tiempo pragmático y trascendental.Aprecia a la vez el esclarecimiento y el misterio..., el poder
y la humildad..., la interdependencia y la individualidad. Es simultáneamente político y apo-
lítico. Entre sus protagonistas se encuentran individuos que sin dejar de pertenecer impeca-
blemente al establecimiento, se entienden con radicales que en otro tiempo acaudillaban
manifestaciones portando pancartas”.
Por eso requerimos una educación que nos lleve a emplear nuestro instrumento más crucial
de aprendizaje, que es, como dice Marilyn Ferguson, la facultad de establecer conexiones
mentales. Esa es la esencia de la inteligencia humana: entablar lazos entre las cosas, ir más allá
de lo dado, descubrir patrones, relaciones, establecer contextos.
7 Ferguson, Marilyn (1997). La conspiración de Acuario. Transformaciones personales y sociales en este fin de siglo, Barcelona, Kairós, p. 18
Otro campo en el que podemos crecer es en el de los conflictos. Comencemos por superar el
sentido peyorativo que les damos.Veamos que surgen en distintos momentos de la vida. Que
algunos son necesarios. Es más, que si no se presentan, es urgente generarlos. Que otros son
indeseables, nocivos y requieren ser evitados o superados.
Manejar la complejidad, valorar la incertidumbre y contar con los conflictos constituye una
tarea impostergable para los educadores del siglo XXI, en Colombia y en cualquier país del
mundo. Los conflictos, las contradicciones, los sentimientos encontrados, todo ese huidizo
material que de ordinario revolotea en torno a los bordes de la conciencia, puede ser reorde-
nado en niveles cada vez más elevados. Solo una nueva perspectiva puede engendrar los nue-
vos programas y aportar los reajustes necesarios.
Fernando Savater, en la obra antes citada, nos aporta una idea que podemos llevar a la prácti-
ca: “Antes que nada, la educación es la revelación de los demás”. Esa educación comienza en
la familia y se realiza en muchos espacios. La lucha por el cambio en la educación no tiene
como primer escenario la escuela. El proceso educativo puede ser informal (a través de los
padres o de cualquier adulto dispuesto a dar lecciones) o formal, es decir, efectuado por una
persona o un grupo de personas socialmente designadas para ello. El aprendizaje se produce
hoy en todas partes, en múltiples formas: a través de un programa de televisión, mientras se
realiza un juego en la casa o en el barrio, en cada circunstancia de la vida diaria, en los espa-
cios de enseñanza y aprendizaje, mientras se trabaja en el computador o se escucha radio,
mediante la lectura de artículos y libros de autoayuda, revistas, casetes.
Lo primero que la educación transmite, a cada uno de los seres pensantes, es que no somos úni-
cos, que nuestra condición implica el intercambio significativo con otros parientes biológicos,
que confirman y posibilitan nuestra condición. Lo segundo, ciertamente no menos relevante, es
que no somos los iniciadores de nuestro linaje, que aparecemos en un mundo donde ya está
vigente la huella humana de mil modos y existe una tradición de técnicas, mitos y ritos, de la
que vamos a formar parte y en la que vamos también a formarnos. Para el ser humano, estos son
los dos descubrimientos originarios que se abren a su propia vida: la sociedad y el tiempo.
La educación está llamada a ayudarnos a comprender muchas cosas en torno a estos dos tópi-
cos. En primer lugar, que el destino de cada humano no es la cultura, ni siquiera estrictamente
la sociedad en cuanto institución, sino los semejantes.Y que la comprensión del tiempo, la ubi-
cación en él de los acontecimientos pasados y la proyección de la vida hacia el futuro, es una
característica específica de los seres humanos. Por la educación se produce un segundo naci-
miento. Nacemos al tiempo. Recibimos el legado de nuestros mayores y nos proyectamos al
futuro, con la exigencia de saberlo manejar para poder vivir el presente. Como afirma un estu-
dioso de temas educativos, Juan Delval,“el manejo del tiempo es la fuente de nuestra grandeza
y el origen de nuestras miserias, y es un componente esencial de nuestros modelos mentales”.
Pero ese trabajo, realizado en forma organizada, con base en una fundamentación teórica,
requiere de comunidades profesionales y de instituciones especializadas, que tienen como
misión facilitar el develamiento de los humanos y ayudarlos a ubicarse en el mundo. Esa es
una razón para que exista la escuela y para concurrir a ella. Es que allí podemos conocer a los
demás y ser conocidos por ellos. Conocemos los grupos, las comunidades y el tiempo, las cien-
cias, las tecnologías y, con todo ello, aprender a aprender.
Un aprendizaje de los principios rectores de la vida. Que mañana los egresados puedan repe-
tir las palabras de Adso de Malk en El nombre de la rosa: “Demos gracias a Dios de que en
aquella época mi maestro supiera infundirme el deseo de aprender y el sentido de la recta vía,
que no se pierde por tortuoso que sea el camino”. Que en los estudiantes se despierte alegría
por el trabajo y el conocimiento, que no queden vacunados contra las áreas que van desarro-
llando en cada grado.
Trabajando con indicadores de logros, ayudando a los estudiantes a ser competentes o siguien-
do la política de estándares, los estudiantes deben: desarrollar identidad y sentido de perte-
nencia; practicar la cooperación y la reciprocidad; ser capaces de comprender diversas posi-
ciones; adquirir los criterios y principios necesarios para tomar decisiones fundamentales y
fundamentadas; aprender a crear y elaborar propuestas; poseer habilidad para relacionar el todo
con las partes; coordinar esas relaciones; desarrollar conciencia social y atender sus requeri-
mientos, y asumir un código ético.
Y como las escuelas son reflejo de nuestra forma de pensar, se requiere un cambio de para-
digma, más que uno pendular. Se necesita un trabajo más comunitario, que permita que en
la comunidad educativa haya: una visión compartida de lo que se propone conseguir, unas
metas acordadas, una brújula constituida por los principios y criterios que orientan y regu-
lan la vida de la institución, múltiples rutas para el desarrollo de los proyectos y unas estra-
tegias de seguimiento y evaluación.
Hay que evitar el círculo vicioso que lleva a la baja valoración de la tarea de los maestros, a su
baja remuneración, y de esta a su escaso prestigio social. Debemos ocupar espacios de partici-
pación ciudadana, para conseguir que la educación preescolar y la básica sean prioritarias en
inversión de recursos, en atención institucional y como centro de interés público.Ante la ava-
lancha de la globalización, nos encontramos frente al desafío de emprender una mundializa-
ción de lo humanístico; tenemos que difundir ampliamente los conocimientos sobre la mente
humana, sobre las inteligencias múltiples y sobre todo lo plausible que podemos desarrollar.
Por ahí considero que van las respuestas a las preguntas por lo que significa educar hoy. Por
esos caminos tal vez consigamos mayores niveles de calidad de la educación, porque, como
afirma Teilhard de Chardin: “Imposible ir más adelante, sin ir, al mismo tiempo e insensible-
mente, más arriba”.