Tema 17. - La Dictadura Franquista

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UNIDAD 17.

- LA DICTADURA FRANQUISTA
1.- FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS Y EVOLUCIÓN POLÍTICA

1.1.- Características políticas del Franquismo y apoyos sociales

Las características políticas del franquismo se identifican lógicamente con las


propias ideas de su Caudillo. Este no fue nunca un hombre preocupado por la política, más
bien era un pragmático que fue adaptándose a las necesidades de cada etapa que vivió su
régimen. No obstante fue fiel a una serie de principios: el orden y la autoridad, el catolicismo
inherente a la forma de ser de España, la patria entendida como algo que le pertenecía a él y a
quienes pensaban como él. Consideraba la pluralidad de ideas como perniciosa, lo mismo que
la democracia, los partidos políticos o las libertades civiles.

Hablar del régimen político implica hacer una referencia a las bases sociales y
políticas del Franquismo, pues bajo una apariencia de monolitismo encontramos en ellas una
diversidad que sólo tenían en común la aceptación de la figura del dictador. Así, apoyaban a
Franco, el Ejército, la Falange, la Iglesia Católica, los monárquicos divididos en carlistas y
donjuanistas, los denominados tecnócratas, que hicieron su aparición en la década de los
sesenta, y por último estarían los franquistas puros o integrales, cuya seña de identidad más
clara era la "adhesión incondicional" a la figura del Caudillo. El representante más claro de este
grupo fue el almirante Carrero Blanco.

1.2.- Evolución política del Régimen (1939 – 1975)

1.2.1.- La política interior del Régimen hasta 1959

La política interior de este período se basó en dos postulados fundamentales. El


desmembramiento de la legislación de la Segunda República y una dura represión contra la
oposición. La Constitución de 1931 fue abolida, al igual que las libertades individuales. Los
partidos políticos y los sindicatos fueron prohibidos, creándose en su lugar el partido y sindicato
únicos: Falange Española Tradicionalista y la Central Nacional Sindicalista, supeditada a aquél.
Los Estatutos de Autonomía de Cataluña y el País Vasco fueron suprimidos, dando paso a un
estado férreamente centralista. Parecida persecución sufrieron las lenguas diferentes del
castellano. Al mismo tiempo se reforzó el poder total del Caudillo: en 1939 era al mismo tiempo
jefe del Estado, del Gobierno, de la Falange, del ejército y del poder legislativo.

Sin embargo, a partir de 1943 el sistema político español inició una serie de
transformaciones que le llevarían a prescindir de muchos de sus signos de tono fascista
(saludo, uniformes, himnos, declaraciones en tono “totalitario” y “antiliberal”...) y empezó a
adoptar formas que resultaran menos chocantes dentro del modelo político de democracia
liberal que se iba imponiendo en la Europa Occidental. Lo más importante de este cambio de
imagen fue la incorporación al gobierno y a la Administración, de destacados católicos, con el
objetivo de obtener del apoyo del Vaticano, y romper el aislamiento exterior. La Iglesia
consiguió, además, controlar sectores básicos de la sociedad como la enseñanza y la censura.
La moral tradicional católica se impuso como forma de vida social. Las leyes que permitieron
esta transformación fueron:

a) La Ley de Cortes (1942), que reinstauró este organismo, aunque sólo dotado de poderes
de deliberación y asesoramiento.

b) El Fuero de los Españoles (1943), una Declaración de Principios que aceptaba una serie
de derechos individuales característicos de los sistemas políticos liberales.

c) La Ley de Referéndum (1945), que establecía un método de votación directa de todos los
españoles para aprobar algún texto de ley considerado de excepcional importancia.

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d) La Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947). En ella se define la forma que deberá
revestir el Estado español después de la muerte de Franco, que será la monarquía.

En cuanto a la dinámica interna del franquismo, el hecho más significativo de estos


años fue la formación del gobierno de 1957. En él descollaron dos personajes que serían
básicos hasta casi el final del régimen: el almirante Carrero Blanco, y el miembro del Opus Dei,
Laureano López Rodó. Alrededor de ellos se formó un grupo de altos cargos, llamados
tecnócratas, miembros muchos de ellos del Opus Dei, con los que se inició una nueva etapa
del franquismo, caracterizada por el crecimiento económico. A pesar de ello, la ausencia de
cambios en los ideales de la dictadura quedó de nuevo de manifiesto en la Ley de Principios
del Movimiento Nacional de 1958, donde se repetían las ideas básicas de 1939.

1.2.2.- La evolución política del Régimen en la segunda etapa del Franquismo (1959 –
1975)

Mientras tanto, el franquismo continuó estructurándose políticamente. En 1966 se


aprobó la ley Orgánica del Estado, según la cual España se estructuraba como una
“democracia orgánica” en la que la representación no la ejercían los ciudadanos
individualmente, sino los “órganos” (la familia, el municipio, el sindicato). Sin embargo, las leyes
aprobadas por las Cortes no podían contravenir los principios fundamentales del Movimiento
Nacional, único partido legalmente vigente.

Otro importante tema pendiente era el de la sucesión de Franco. Descartado Don


Juan de Borbón, por su posición favorable a la democracia, se designó como sucesor a su hijo
Juan Carlos en 1969, cuando Franco ya tenía 76 años.

Este hecho marca el comienzo de la etapa final y del declive de la Dictadura. Franco,
que padecía la enfermedad de Parkinson, sufrió un rápido envejecimiento a partir de 1965, lo
que agravó el divorcio creciente entre su régimen y la sociedad española. Los mismos
franquistas se dividieron entre los defensores del inmovilismo (ultras o bunker) y los que
preconizaban algunas aperturas para adecuarse a la nueva situación española. Acabó
imponiéndose el sector más conservador, por el que se inclinó Franco. Remarcando esta
postura, pensó incluso que debía asegurar que permaneciera lo esencial de sus ideas después
de su desaparición.

Para ello comenzó en 1969 la delegación de algunas de sus funciones, designando


vicepresidente del Gobierno al almirante Carrero Blanco, que debía ser el continuador del
franquismo tras su muerte. Esto se vio confirmado por el nombramiento del almirante como
Jefe del Gobierno, en junio de 1973, cargo que hasta entonces siempre había ocupado Franco
junto a la Jefatura del Estado. Pero en diciembre del mismo año, estos planes se vieron
bruscamente frenados: Carrero Blanco moría víctima de un atentado político por ETA.

Desde 1973, con el gobierno de Arias Navarro, se incrementó la actividad de la


oposición y la represión para combatirla. El régimen, que se sabe débil, recurrirá a la
persecución judicial, como el Proceso 1001 contra líderes de Comisiones Obreras, o a la
aplicación de la pena de muerte, como ya habían hecho con el comunista Julián Grimau en
1963, y repetirían en la ejecución del anarquista catalán Salvador Puig Antich en 1974 y en el
Proceso de Burgos contra terroristas de ETA y el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota, grupo surgido en 1973), cinco de los cuales serían ejecutados en septiembre de 1975
en medio de las protestas internacionales.

La oposición creciente a un régimen anacrónico y en el que no se vislumbraban


intenciones de cambio – pese al terrorismo, la crisis económica, las condenas y el aislamiento
internacional- se organizó a partir de la Junta Democrática, liderada por el Partido Comunista, y
la Plataforma de Convergencia Democrática, bajo dirección del PSOE. Ambas actuaron
conjuntamente a partir de octubre de 1975 (por lo que se les conoció popularmente como la
“Platajunta”) en la defensa de la ruptura democrática con el franquismo.

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La situación económica era cada vez más grave, así como el malestar laboral, a lo que
se unía la actitud terrorista, que provocaría la última reacción del régimen con la condena a
muerte de dos miembros de ETA en medio de una ola de protestas mundiales. Hassan II
aprovechaba la coyuntura para lanzar la "Marcha Verde" contra el territorio del Sahara
español. Franco moría el 20 de noviembre de 1975 y con él el Franquismo.

1.3.- La política exterior bajo el franquismo

En los meses que mediaron entre el final de la Guerra Civil y el comienzo de la


confrontación europea, se evidenció la inclinación internacional del nuevo régimen hacia
las potencias fascistas: firma de un tratado de amistad con la Alemania nazi, abandono de la
Sociedad de Naciones siguiendo el ejemplo de aquéllas y adhesión al pacto antikomintern. Sin
embargo, la actitud de Franco fue cambiando a lo largo del conflicto. En los primeros momentos
de la guerra, y ante las victorias fascistas, el Caudillo cambió el estatuto de “neutralidad” por el
de “no- beligerancia”, que permitía no participar directamente en la conflagración mundial, pero
sí mantener una postura de amistad y colaboración con el Eje. Además, envió la División Azul
para luchar contra el comunismo. Pero en 1943, ante las derrotas alemanas e italianas en
Stalingrado, en el norte de África, la invasión de Italia por los aliados, y el derrocamiento de
Mussolini, Franco abandonó la no-beligerancia, retornando a la estricta neutralidad, ante la
evidencia de la inmediata derrota alemana, y con vistas a un intento de preservarse de las
consecuencias. A pesar de su alejamiento del nazismo desde 1943, tras la guerra, la opinión
pública mundial no dudaba en condenar a su régimen por similitud con los derrocados en toda
Europa. Así, la candidatura española de integración a la ONU fue rechazada en 1945.

La precaria situación comenzó a cambiar a partir de 1950. Una nueva coyuntura


exterior favoreció al franquismo: la Guerra Fría. El anticomunismo se impuso en todo el mundo
occidental y Franco pudo presentarse como un adelantado de la lucha contra la URSS.
Lentamente, la mayoría de los Estados normalizaron sus relaciones con Madrid. El año de los
éxitos internacionales del franquismo fue 1953, gracias al Concordato con la Santa Sede y los
Acuerdos con los EEUU. Franco conseguía un éxito diplomático que rompía el aislamiento
impuesto desde 1945. España fue normalizando su situación exterior, lo que culminó en 1955
con la entrada en la ONU. La apertura al exterior fue también económica: concesión de
créditos, ampliación del comercio, emigración, turismo, etc. En 1970 se lograría un acuerdo
preferencial con la CEE.

Una breve alusión a la descolonización: en 1956, Marruecos obtenía la independencia


menos el territorio de Ifni que fue cedido a Marruecos en 1969. La descolonización del Sahara
fue foco de conflicto y sigue, hasta cierto punto siéndolo hasta hoy. Guinea alcanzó la
independencia en 1968. Con los países árabes se siguió la tradicional política de amistad, no
reconociendo al Estado de Israel; y con los países del Este comienzan a abrirse relaciones
comerciales.

2.- SOCIEDAD Y ECONOMÍA EN EL FRANQUISMO: DE LA AUTARQUÍA AL


DESARROLLISMO

2.1.- Etapas de la política económica del franquismo

2.1.1.- La política económica hasta 1959

Económicamente, España atravesó desde el final de la Guerra Civil por un período de


retroceso de la producción y de descenso del nivel de vida, con parte importante de la
población en condiciones de auténtica miseria. Entre las causas que explican esta situación
están los destrozos producidos por la contienda y la posterior situación internacional, que no
propició una posible recuperación, pero también la desastrosa política económica que se
aplicó, en un intento de calcar la que habían llevado a cabo la Alemania nazi y la Italia fascista:
la autarquía.

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Se entiende por autarquía aquella situación en que una economía es, o pretende ser,
autosuficiente respecto al exterior. Esto supone la orientación de toda la producción interior al
aprovechamiento de los recursos propios, con objeto de reducir al máximo el volumen de
importaciones. En el caso de España se observa fácilmente su inviabilidad dada la
insuficiencia, o carencia absoluta, en aquella época, de productos como el petróleo, caucho,
algodón, pasta de papel y abonos, entre otros.

Esta situación llevó a una carencia alarmante de productos básicos para el buen
funcionamiento de la economía. Gran parte de las existencias fueron rigurosamente
controladas por el Estado mediante la política de intervención directa. En 1941 se crea el INI
(Instituto Nacional de Industria) en 1941, cuya actuación fue bastante limitada debido
fundamentalmente a la escasez de recursos.

Por otra parte, la mayoría de la industria privada encontraba grandes dificultades para
su desarrollo porque el deseo del Estado de controlar directamente la economía dirigió todo el
esfuerzo inversor hacia aquellas industrias consideradas de “interés nacional” por parte del
gobierno. Además, la falta de capitales y de tecnologías hizo que la industria no progresara ni
en cantidad ni en calidad. La autarquía facilitó la ausencia de calidad al tener los empresarios
asegurados el mercado sin competencia externa, lo que, unido a los bajos salarios, les
proporcionó pingües beneficios.

En los años 50, la situación económica siguió siendo difícil, aunque se superó la
miseria de los años 40 y el racionamiento de alimentos. La necesidad de hacer crecer la
demanda para favorecer la producción y el empleo provocó la paulatina eliminación de las
principales medidas autárquicas. Su concreción final fue el decreto ley de 1959, conocido con
el nombre de Plan de Estabilización, que pretendía transformar las bases económicas a
través de la apertura al exterior y la modernización. Las medidas más importantes que contenía
el Plan eran las siguientes:

a) Establecimiento de una nueva paridad para la peseta, de acuerdo con su cotización real en
el exterior.
b) Levantamiento progresivo de los impedimentos arancelarios establecidos para el comercio
con el extranjero.
c) Aceptación de inversiones realizadas por capital extranjero.

2.1.2.- El crecimiento económico desde el Plan de Estabilización (1959 – 1975)

La década de los 60 tuvo como principal característica un espectacular desarrollo de


la economía española, que entró en un rápido proceso de modernización y transformación. El
éxito del Plan de Estabilización de 1959 fue considerable, lo que permitió a España unirse al
proceso de crecimiento acelerado por el que atravesaba Europa Occidental en estos años. De
ésta procedían las grandes inversiones de capitales, la tecnología y el turismo, que aportó una
gran riqueza al país. Se produjo un gigantesco éxodo rural con la despoblación de la España
campesina en beneficio de la urbana e industrial (Madrid, Barcelona, País Vasco). A ello se
unió la emigración a los países de Europa Occidental, un millón de personas.

Los ministros tecnócratas idearon completar el desarrollo con un programa de


planificación que lo coordinase y orientara. Para ello se elaboraron los Planes de Desarrollo
Económico y Social. Estos Planes se centraron en el fomento de la industria, procurándose la
creación de empresas de grandes dimensiones, así como disminuir los desequilibrios
regionales, y orientando la localización de las nuevas fábricas hacia zonas poco
industrializadas. Para llevar a cabo esto último se crearon los llamados Polos de Desarrollo, a
los que concedieron facilidades de todo tipo para atraer la implantación de industrias. A pesar
de que la planificación gubernamental fue de dudosa eficacia y fracasó claramente en la
Política de los Polos de Desarrollo, España dejó de ser un país subdesarrollado al final de la
década de los 60.

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El crecimiento económico español en este período, a pesar de todas sus
imperfecciones, fue el mayor de todos los países de la OCDE, a excepción del Japón. Sin
embargo, el fenómeno conocido como “milagro” español, no puede considerarse, como el
resultado de una correcta planificación económica, sino más bien como la repercusión en
nuestro país del auge sostenido de las economías europeas, absorbidas favorablemente a
través del turismo y de las remesas de divisas de los emigrantes, y como la lógica evolución
interna de nuestra economía una vez librada de las trabas, algunas de ellas inevitables, de la
posguerra.

Además, no todo fueron éxitos en este período. Graves problemas estructurales


afloraron: la inflación; el déficit comercial; los desequilibrios en el territorio español; el desorden
en el crecimiento urbano, favoreciendo la especulación y la aparición de barrios obreros
periféricos hacinados. Además, el desarrollismo no prestó ninguna atención a las
consecuencias ecológicas: en la costa se levantó una muralla de edificios turísticos y las
industrias contaminantes se ubicaban en cualquier lugar, sin ningún control.

2.2.- Transformaciones de la sociedad española bajo el franquismo

2.2.1.- La evolución social de 1939 a 1959

La sociedad española de los años cuarenta y cincuenta estuvo marcada por el atraso y
la pobreza. Las bajas causadas por la guerra y el exilio, y el hundimiento de la industria y los
servicios trajeron consigo la ruralización del país, además de un retroceso técnico, científico y
cultural absoluto. También se empobrecieron las clases medias, afectadas por las
depuraciones, la crisis económica y el hundimiento del comercio y los servicios urbanos.

En esas circunstancias, los beneficiarios de la autarquía fueron sólo la vieja


oligarquía, las elites políticas franquistas y los grupos que se enriquecieron en la atmósfera
corrupta de la autarquía pudieron mantener un alto nivel de vida, que contrastaba
escandalosamente con la miseria generalizada.

La evolución demográfica: La población había empezado a remontar antes de 1950


la crisis motivada por la guerra; más tarde, y hasta el final del franquismo, el número de
españoles se incrementará vertiginosamente, debido a la rápida disminución de las tasas de
mortalidad y al mantenimiento de la natalidad en niveles muy elevados.

La configuración de la población activa no tardó en verse afectada por la recuperación


económica. Los núcleos urbanos empezaron a adquirir un mayor dinamismo, aunque
continuaron siendo básicamente ciudades preindustriales. Durante la década de los cincuenta
en torno a un millón de personas emigró del campo a la ciudad, se desarrolló un proceso de
movilidad geográfica de la población que en el tiempo de la inmediata posguerra estuvo casi
detenido. A pesar de todo, en 1960, España es un país aún claramente rural y agrario. La
emigración exterior también aumentó en los 50, dirigida a Iberoamérica (hasta 1959).

La moral pública seguía dominada por los valores integristas que la Iglesia defendía,
en su empeño por cristianizar el país después de la experiencia secularizadora de la II
República. La práctica religiosa estaba muy extendida, imperaba la familia patriarcal en la que
la mujer tenía un papel muy subordinado, no existían el divorcio ni la coeducación, etc... La
Iglesia había logrado con la victoria de Franco en la Guerra Civil que el poder del Estado
estuviera al servicio de su monopolio religioso (nacional-catolicismo, que quedó consolidado
con el Concordato de 1953). Se recogía la confesionalidad del Estado, se reconocía el
matrimonio canónico, se establecía como obligatoria la implantación de la enseñanza religiosa,
se dejaba a la Iglesia libertad para actuar, se aseguraba su presencia en los medios de
comunicación y se preveía su financiación con fondos públicos. Pero también la Iglesia
adquiría así numerosas servidumbres para con el Estado.

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2.2.2.- El cambio social a partir de los años sesenta. La sociedad de consumo.

La realidad social se modificó paralelamente a la modernización de la economía. El


aumento de las rentas supuso una mejora del nivel de vida de gran parte de los españoles, que
se incorporaron a la sociedad de consumo: la mayor capacidad adquisitiva y la llegada masiva
de turistas modificaron las costumbres acercándolas a las europeas occidentales. Este cambio
afectó al sistema de valores y a los modelos de conducta aceptados por la mayoría de la
población. En la nueva sociedad industrial existe mayor movilidad social, pero en ella también
son mayores el sentido crítico y el deseo de participación en las decisiones de la colectividad,
junto a la demanda de bienes de todo tipo y el deseo de ascenso social.

Entre las novedades más importantes, está el lento pero continuo incremento de la
población activa femenina. El acceso de la mujer al trabajo y a la cultura y la educación
superior (paulatino…), suponía un cambio de mentalidad, sobre todo entre las clases medias.

En 1958 la televisión estatal comenzó sus emisiones. La televisión afectó


profundamente al modo de vida y al comportamiento social. Al terminar la década la luz
eléctrica llegaba ya a casi todo el país. Una gran parte de los hogares tenían teléfono y
electrodomésticos como el frigorífico o la lavadora, precedidos por la creciente publicidad.
Pero el símbolo de la época fue, sin duda, el SEAT 600, que permitió a las clases medias
acceder al vehículo particular. Hacia 1970, la sociedad de consumo había llevado a un
cambio de mentalidad profundo, sirviendo como ejemplo la progresiva relajación de la
asistencia a actos religiosos o la introducción de nuevos hábitos de relación social y sexual.
Pero aún era muy fuerte la dicotomía entre el mundo urbano más moderno y un mundo rural
tradicional y en regresión.

Por otra parte,el crecimiento económico provocó el llamado “Baby boom” impulsado en
parte por la política pronatalista del régimen. Este crecimiento y la necesidad de formación
profesional que exigía el desarrollo económico obligaron a multiplicar el número de escuelas e
institutos. Como la iglesia no podía cubrir las necesidades, la expansión se centró en la
enseñanza pública. Desde 1963, se fueron ampliando las prestaciones sociales y
sanitarias, consolidándose, hasta el final del franquismo, la Seguridad Social.

3.- REPRESIÓN Y OPOSICIÓN POLÍTICA AL RÉGIMEN FRANQUISTA. EL PAPEL DE LA


CULTURA.

3.1.- La represión en la posguerra

En los años 39 y 40 se establecieron la Ley de Responsabilidades Políticas, la Ley de


represión de la Masonería y el Comunismo y la Ley de Seguridad del estado. Con ellas, los
vencidos quedan excluidos de la “nueva España”.

Fueron muy numerosos los presos hasta los años 50, muchos de ellos víctimas de
venganzas y delaciones. Se habilitaron cárceles especiales, con condiciones humillantes y
miserables. Torturas y muertes fueron frecuentes, aunque los fusilamientos descendieron tras
los primeros años. Iguales padecimientos sufrieron los que aceptaron la redención de penas
por trabajo, los llamados “esclavos de Franco”.

Otros damnificados fueron los depurados por sus ideas o por su pasado, a veces
simplemente por sospechas. Funcionarios, intelectuales…todo el que hubiera tenido relación
con la república era sospechoso y se le apartaba de las funciones. El cambio de régimen
supuso el arribismo de muchos vencedores, que escalan en la sociedad sin más mérito que el
de haber estado en el bando franquista, defenestrando a los “republicanos” o simplemente a los
“tibios y neutrales”. El profesorado en general (de primaria a la Universidad) fue depurado de
modo sistemático; los nuevos maestros de la juventud debían ser, ante todo, fieles franquistas.

La cultura también resulta “depurada”. En 1940, el SEU (sindicato de estudiantes del


régimen), llegó a hacer una quema de libros en la Universidad de Madrid, al estilo nazi. Era un

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acto simbólico, la destrucción de lo anti-español para sustituirlo por la España eterna basada en
los valores del catolicismo más conservador. Se prohíben, igualmente, las peculiaridades
regionales, sobre todo las lenguas.

3.2.- La oposición durante el primer franquismo

Como consideración general, todos los grupos opositores suponen en estos años
escaso peligro para el régimen, ante el formidable aparato represor a partir de la aplicación de
la Ley de Responsabilidades Políticas (1939). La guerra ha sido larga y dura, una guerra de
exterminio, y los derrotados no tienen apenas fuerzas. La inmensa mayoría de la población
asume la nueva situación y no se implicará en las actividades de la oposición.

● Grupos republicanos en el exilio: estaban muy desunidos, y sobre todo aislados de los
comunistas (por la guerra fría). No aprovecharon el aislamiento al franquismo de los años
40. Los anarquistas (la CNT) decaen. Aun así, se mantuvo, en América, un gobierno
republicano en el exilio, hasta la muerte de Franco.

● Los monárquicos: muerto Alfonso XIII (1941), le sucede su hijo Juan, Conde de
Barcelona, que pide la vuelta a una monarquía constitucional (Manifiesto de Lausanne,
1946), enemistándose de modo irreparable con Franco. Con la Ley de Sucesión (1947) se
resignó a que su hijo Juan Carlos fuera educado en España bajo los principios del
Movimiento, para, en un futuro, ser “elegido” sucesor por Franco.

● Los Maquis: guerrillas del interior de España (comunistas y anarquistas) en zonas


montañosas; su lucha culmina con la breve invasión del valle de Arán (Lérida) en 1945,
para presionar a los aliados a intervenir. Contaron con escasa participación de la temerosa
población rural española, que como ya hemos visto no quería problemas sino estabilidad y
olvido. La guardia civil reprimió la acción guerrillera de modo sistemático. El momento de
mayor actividad del maquis fue 1946/47. Decaen a partir de 1952: los éxitos de la guardia
civil influyen, y finalmente hay un cambio en la táctica del PCE, ante la consolidación
franquista.

Ya en los años 40, ante las condiciones de trabajo y de vida, se organizaban huelgas
como protesta social espontánea (huelga del 51, en Barcelona, Bilbao…), mezclando a veces
objetivos políticos y económicos; hacia 1958, surgen comisiones espontáneas de obreros
(dentro del Sindicato Vertical del régimen), para negociar cuestiones laborales concretas (no
reivindicaciones políticas), consiguiendo el derecho a la negociación colectiva de los
trabajadores (1958),

Otros protagonistas no son exiliados ni guerrilleros, sino “hijos del régimen”, educados
por el franquismo, que impulsan las protestas universitarias en la Universidad (1956). Supuso
una pugna entre falangistas (SEU, el sindicato falangista de estudiantes) y no falangistas, y dio
lugar a una purga general y a la destitución de Ruiz Jiménez (ministro de Educación). Desde
entonces, el mundo universitario se le irá de las manos al régimen, convirtiéndose en un
quebradero de cabeza.

3.3.- La oposición desde los años 60

● Los grupos de centro-derecha, o demócratas cristianos--tuvo gran repercusión el llamado


por los franquistas “Contubernio de Munich” (1962): en el IV Congreso del Movimiento
Europeo, coinciden personalidades llegadas desde España (Gil Robles,...) con la oposición
del exilio, redactando un Manifiesto que exigía el cambio democrático. El franquismo
castigó a los asistentes, presentándolo como la “eterna conspiración”.
● La protesta obrera: A inicios de los años 60, las huelgas de los mineros asturianos, junto
a las del País Vasco o Barcelona, permitieron el nacimiento de un sindicalismo nuevo,
reivindicativo que se canaliza a través del nacimiento de Comisiones Obreras (CC.OO)
(1964), que terminó asociándose al PCE). Junto CC.OO destacó la Unión Sindical

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Obrera (USO). La UGT (el sindicato socialista) no va a recuperar influencia hasta 1976, y
la otrora poderosa central anarquista (CNT) no tuvo apenas actividad.

● La protesta estudiantil universitaria: volvió desde 1965, y será permanente en los años
70, ligándose el movimiento estudiantil a las organizaciones de izquierda (PCE) y a
numerosos grupúsculos de extrema izquierda que surgen al final del franquismo (ORT,
LCR...). De aquí saldrán muchos líderes tras 1975.

● La Iglesia católica: la modernización que supuso el Concilio Vaticano II(1965) distanció a


la Iglesia del régimen, terminando en los enfrentamientos protagonizados por el cardenal
Tarancón, ya en los años 70; la Iglesia se “libera” del franquismo, lo critica, y muchos curas
colaboran con el movimiento obrero, criticando la injusticia.

● La oposición política tradicional: liderada por el PCE dirigido por Santiago Carrillo
(desde París), promovían los movimientos de masas, estudiantiles, vecinales y sindicales,
la estrategia “eurocomunista” del PCE (rompiendo con el comunismo soviético) busca la
unidad democrática contra el franquismo (“política de reconciliación” con toda fuerza
antifranquista, de derechas o de izquierda). El PSOE se renovó 1972, cuando trasladaron
la dirección a España y eligieron como líder a Felipe González (1974), en contra de los
líderes del exilio. Los partidos nacionalistas también reviven en el tardo-franquismo. El
PNV había mantenido sus instituciones en el exilio, aunque se vio superado por la
repercusión de la actividad de ETA. En Cataluña nace a fines de los 60 Convergencia
Democrática de Cataluña (CDC), de creciente actividad en los años 70. PCE y PSOE
formaron coaliciones políticas: La Junta Democrática (1974) formada por el PCE CCOO y
algunos seguidores de Juan de Borbón, y la Plataforma de Convergencia Democrática
formada por el PSOE, UGT, PNV y catalanes(1975).Ambas tuvieron desacuerdos hasta la
muerte de Franco.

● El terrorismo antifranquista: Surge ETA (Euskadi y Libertad) creada en 1959 por jóvenes
nacionalistas vascos descontentos con la pasividad de PNV, llevó a cabo asesinatos (el 1º
en 1968), secuestros y chantajes a empresarios; derivó hacia una postura comunista e
independentista vasca. La torpe respuesta del régimen en el Consejo de Guerra de
Burgos. Otras organizaciones terroristas: serían el FRAP, o el Grupo Revolucionario
Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), de extrema izquierda. Ante la oposición la única
respuesta fue la represión por lo cual se creó en 1963 el Tribunal de Orden Público
(TOP). Los consejos de guerra y las ejecuciones, o los macrojuicios a sindicalistas de
CC.OO. (1973) se convirtieron en escándalos en el ámbito internacional y sirvieron a la
propaganda antifranquista.

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