004832K Guia El Iris Magico Antologia Lirica Juan Ramon Jimenez
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Colección Cucaña
El iris mágico
Antología lírica
Juan Ramón Jiménez
ATENCIÓN:
Esta muestra está realizada con las primeras pruebas, por lo tanto, es posible que en ellas
aparezcan errores que siempre se corrigen en una segundas pruebas, y que normalmente, no
aparecen en la guía editada.
Esta guía didáctica está pendiente
de revisión y corrección
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El Iris mágico
Antología lírica
galerada 2
El primer nido
1 En «Cuando yo era el niñodiós», Juan Ramón rememora el
Moguer de su infancia. ¿Cómo aparecía el pueblo ante sus ojos
de niño? ¿Cómo se sentía el poeta? Sin embargo, ¿qué le pare-
ció Moguer cuando regresó al pueblo después de su primera
ausencia? ¿Cómo se sintió entonces? ¿A qué crees que se debió
este cambio en la forma de percibir la realidad y en su estado de
ánimo? ¿Qué deseos expresa en los últimos versos?
© Ante los ojos fascinados del futuro poeta, Moguer aparecía como
un espacio mágico y encantado (“blanca maravilla”), idílico, placen-
tero, sin la noción del paso del tiempo y la angustia que éste produ-
ce. De ahí que la luz tenga “el tiempo dentro” y todas las cosas es-
tén “en su sitio”. La realidad, además, aparecía ante sus ojos embe-
llecida y más grande y majestuosa de lo que en verdad era (“cada
casa era palacio / y catedral cada templo”)
Moguer es, en definitiva, ante los ojos de Juan Ramón una imagen
del paraíso y del mundo entero en el que se siente feliz y del que es
dueño y señor (“niñodiós”), como Adán antes de ser expulsado del
Paraíso terrenal.
Después de su primera ausencia, cuando Juan Ramón regresa a
Moguer (quizá procedente del Puerto de Santa María, adonde sus
padres le mandaron a estudiar con los jesuitas), lo encuentra todo
significativamente cambiado. El pueblo de su infancia se asemeja
ahora a un “cementerio” en el que sólo hay “soledad y silencio”. La
realidad aparece ahora vulgar y empequeñecida. Juan Ramón se
siente minúsculo e insignificante (“hormiguito del desierto”), ensi-
mismado, pensativo, triste. La vitalidad y la alegría de antes se ha
transformado en pasividad y angustia.
Este cambio en la forma de percibir la realidad se debe al conoci-
miento de otras realidades, a la comparación de su mundo, que con-
sideraba absoluto y único, con otros mundos. Esto es, a la percep-
ción del paso del tiempo y, por tanto, de la relatividad de las cosas y
de los recuerdos. En el fondo se trata de la aparición en su alma in-
fantil, inocente, de la idea de la muerte. Los motivos que impulsan
el radical cambio de perspectiva que expresa el texto pueden tener
algo que ver con la propia biografía de Juan Ramón. De sobras es
sabido que el poeta de Moguer nació en el seno de una familia aco-
modada y que tuvo una infancia feliz y consentida. Juan Ramón,
además, fue desde niño un chico enfermizo y delicado. Partiendo de
esta base, el hecho de que sus padres le obligaran a marcharse a es-
tudiar fuera de Moguer pudo suponer una especie de traición o de
derrumbamiento de su mundo infantil; una desaparición total del
mapa de ese paraíso en el que había vivido; sensación de angustia y
de pérdida, de “hondo ensimismamiento” que ya no le abandonaría
hasta el final de sus días.
En los últimos versos, haciendo uso de viejos tópicos como el “Ubi
sunt?” y el “Tempus fugit”, Juan Ramón, ya adulto y provisto de esa
arma que es la perspectiva que nos da el tiempo, expresa su deseo
de retornar a ese paisaje idílico e infantil, a ese paraíso arrebatado
que jamás debiera haber cambiado, para pasar allí el resto de su vi-
da. Tal deseo, como no podía ser de otra manera, aparece acompa-
ñado necesariamente del anhelo de volver a ser joven para disfrutar
como tiempo atrás hiciera de su pueblo.
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2 Si alguna vez te has marchado de tu pueblo durante un tiempo
largo, ¿te ha sucedido a ti lo mismo que a Juan Ramón
Jiménez? Cuenta brevemente por escrito una experiencia perso-
nal semejante a la del poeta.
© La sensación de que las cosas tenían otro tamaño (las habitaciones,
los muebles, las distancias…) o eran más maravillosas cuando se re-
gresa a los lugares donde transcurrió nuestra infancia es una sensa-
ción universal y todos la hemos percibido alguna vez. La sensación
de angustia ante el paso del tiempo, de pérdida del paraíso de la in-
fancia, también es frecuente. Puede variar, según la sensibilidad de
cada persona, la intensidad en la forma de percibir estas sensaciones
y la capacidad para expresarlas con palabras. Sensaciones y emocio-
nes similares a las que expresa Juan Ramón en su poema (felicidad,
inocencia, asombro, desengaño, angustia, ensimismamiento, año-
ranza, nostalgia…) seguramente las han sentido alguna vez en su vi-
da la mayoría de los lectores.
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mujeres y a los familiares de los marineros? En el poema hay
numerosas exclamaciones: ¿qué efecto consigue el poeta con
ello?
© Los marineros que retrata Juan Ramón en este poema son de ojos
azules, de cabellos rubios, y de rostro moreno, curtido y experimen-
tado (“rostro florido y moreno”). Visten además una blusa azul y
llevan al cuello una imagen de la Virgen del Carmen, patrona de los
marineros.
Las mujeres y los familiares de los marineros muestran una clara
preocupación por las adversidades que puedan encontrarse éstos en
la mar. Desean que sus marineros no encuentren mala mar, que no
naufraguen, y que el buen tiempo les acompañe siempre.
La aparición de varias exclamaciones a lo largo del poema cumple
la misión de acentuar voluntariamente una determinada idea o
unos sentimientos, darle un énfasis y una sonoridad especial por en-
cima de los demás versos. Los contenidos que subrayan estas excla-
maciones son de dos tipos. En primer lugar, algunas de ellas hacen
resaltar especialmente imágenes en cierto modo pictóricas, como
cuando dice “¡Granados en cielo azul!” y “¡Calle de los marineros!”.
Son versos en los que el poeta evoca con nostalgia el barrio de
Moguer en el que nació. La imagen de los granados y de las mujeres
de los marineros se corresponden a recuerdos de su infancia muy
presentes en su memoria. En segundo lugar, algunas de las exclama-
ciones son útiles para destacar el conocido “sentimiento de la pena
negra” tan frecuente en algunos poetas andaluces como Federico
García Lorca y el propio Juan Ramón Jiménez. Baste tomar como
ejemplo las estrofas tercera y cuarta, donde se aprecia con claridad
esa especie de hipersensibilidad andaluza ante ciertas vivencias co-
mo ahora la ausencia de las personas queridas (en este caso, cuando
están ganándose la vida en el mar). Estas dos estrofas suponen el re-
flejo de la angustia que las mujeres sienten al quedarse en casa
mientras sus maridos o familiares trabajan y una inevitable sensa-
ción de tragedia o peligro ronda por sus cabezas.
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6 En «El adolescente» Juan Ramón recrea un momento concreto
de su pasado. La primera parte del poema es un diálogo entre el
muchacho y su madre. ¿Qué es lo que tanto le angustia? ¿Qué
le aconseja la madre? La segunda parte transcurre al amanecer
del día siguiente. ¿Por qué siente el muchacho que el mundo
está “vacío” y que los caminos “no van a ninguna parte”?
¿Qué era lo que le faltaba? ¿Cómo es el “viento” que sopla y el
“norte” al que se encamina el adolescente? ¿Por qué el poeta
los describe así? Haced una lectura dramatizada del poema.
© Al principio de este diálogo, al niño, a punto de partir de viaje, le
angustia la preocupación o sensación de haberse olvidado algo,
aunque no sabe exactamente qué. La madre, entre ingenua y preca-
vida, le va recordando al hijo algunas cosas que debiera haber meti-
do en su maleta, aunque sabe tan bien como el pequeño que no es
nada material lo que allí se queda olvidado. Finalmente, la madre le
recomienda al hijo que se duerma y que descanse para estar fresco
de cara al viaje de mañana.
La segunda parte del poema se inicia con el amanecer de un nue-
vo día, en que el niño debe realizar su viaje. Desde su mentalidad
infantil aunque profundamente sentida, el niño está convencido de
que el mundo está vacío, lo cual supone una expresión sincera de la
soledad que ya empieza a sentir y que sentirá cuando se aleje de su
madre y de su pueblo. Quizá valga la pena recordar aquel verso del
poema El niñodios en que el niño creía que todo el horizonte posi-
ble era sólo la raya difusa que se presentaba ante sus ojos, afincados
en su paraíso particular llamado Moguer. Por ello, cuando se aleja
de su pueblo y su familia, la única realidad conocida hasta entonces,
siente que los caminos que recorre no llevan a ninguna parte.
A medida que va hablando, el niño se da cuenta de que aquello
que tenía la sensación de olvidarse no es nada más que su afecto, el
cariño hacia su madre, hacia su gente y hacia su tierra, elementos
todos ellos que quedan encerrados bajo los versos: “¡Madre, madre,
ya sé lo que me faltaba: / todo, tú y yo!”. El norte al que se dirige el
niño es negro porque sus días futuros se teñirán de pena, de año-
ranza y de melancolía. De forma similar, el viento que sopla mien-
tras el niño se aleja de Moguer es grande y frío por la inmensidad
del nuevo horizonte que ahora empieza a descubrir, y por los peli-
gros que tal vez le acechen en esta nueva etapa de su vida. Sin du-
da, la descripción de esta escena sumerge al lector en el profundo
sentimiento de angustia, pena, dolor y miedo que el niño siente al
tener que abandonar por vez primera el regazo de su madre, de su
pueblo natal y de su gente.
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ble secuestro de los padres. Todas son situaciones ficticias a partir de
las cuales el lector podrá trabajar y componer un texto cuyos ejes te-
máticos sean la angustia, la intranquilidad, la incertidumbre, el mie-
do, etc.
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sus vidas, de modo que la actividad puede dar mucho juego y puede
servir para expresar diferentes vivencias y sensaciones relacionadas
con espacios, situaciones u objetos del pasado. Lo importante es la
sinceridad y autenticidad de las sensaciones evocadas. Ello requiere
un ejercicio previo de introspección que despierte de nuevo estas
sensaciones con detalles y matices concretos. En un segundo mo-
mento, se elaborará poéticamente estas sensaciones.
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Primavera del amor
1 En «Tú mi reina y yo tu rey», el niño protagonista del poema
desea compartir con una amiga de su hermana la alegría que
despierta en él la lluvia. ¿Qué excusa pone para invitarla y qué
le dice que harán juntos? ¿Qué crees que sentía el niño por
Petronila? ¿Qué palabras del chico delatan sus sentimientos?
© La excusa que el niño pone a Petronila para convencerla y compartir
con ella la alegría de la lluvia es que su hermana quiere verla y que
su madre la recibirá con muchos regalos, con muchas cosas (quizá
comida, o bebida, u objetos materiales). Después le cuenta que ba-
jarán deslizándose por la baranda de la escalera y que verá su cara
redonda reflejada en la bola verde que sirve de adorno en dicha ba-
randilla.
A primera vista, da la sensación de que el niño siente atracción o
una suerte de amor infantil hacia la amiga de su hermana, el cual
queda resumido perfectamente con el propio título, Tú mi reina y
yo tu rey, frase que también se repite en el interior del poema en
forma de verso. Como si de una especie de juego se tratase, el niño
quiere crear un mundo de ilusión o de ensueño donde sólo existan
ellos dos. Además del título, delata sus sentimientos la repetición de
palabras como llueve y alegría.
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paralelística y repetitiva con variaciones. Así, los dos versos ini-
ciales se repiten cuatro veces cambiando cada vez una palabra:
¿qué palabras son las que cambian? ¿Qué relación de significa-
do hay entre estas cuatro palabras? El poeta dice que el viento
“cambia de color” la cima del árbol del mismo modo que el de-
seo (“afán”) cambia el amor. ¿Qué relación hay entre las hojas
del árbol, el viento y el amor?
© Dentro de la estructura paralelística mediante la cual elabora su po-
ema Juan Ramón, hay pequeñas variaciones cargadas de significado
que, como si de un camino se tratara, van conduciendo progresiva-
mente al sentido global del poema. Estas variaciones tienen que ver
con los verbos: Por la cima del árbol iré y te buscaré / te encontraré /
te cogeré / te perderé. Si analizamos los verbos, nos damos cuenta
de que tienen significados relacionados con el movimiento y con el
hallazgo, que a su vez son nociones fácilmente asociables al tema
del amor, que en definitiva es el asunto central del poema. Por otra
parte, la aparición de esos cinco verbos en ese orden preciso denota
una especie de secuencia lógica. Si echamos marcha atrás y empeza-
mos por el último de los verbos, sabemos que para perder algo (en
este caso el amor), antes hay que tenerlo (cogerlo), y que para tener
el amor, antes hay que encontrarlo, y que para encontrarlo lógica-
mente primero lo tenemos que buscar. Esta secuencia lógica puede
recordar a su vez el propio proceso de creación del poema. Hay que
notar que estos versos son fruto de la ensoñación y ensimismamien-
to de Juan Ramón, que se queda absorto mirando la copa de un ár-
bol agitada por el viento, lo cual le recuerda la agitación que le pro-
voca a él mismo el querer conseguir algo que en este caso es el
amor de una mujer. El proceso de observación de la copa del árbol,
tiene que haber seguido, al igual que la sucesión de verbos anterior,
una secuencia lógica: desde la raíz hasta la copa; desde el principio
hasta el final.
Gracias a su especial penetración de la naturaleza y a su temple
observador, Juan Ramón Jiménez logra establecer un símil perfecto
entre la agitación de las hojas del árbol y el amor. En efecto, tal y
como dice el poeta, el viento provoca el movimiento de las hojas del
árbol, que al tener diferentes colores por cada una de sus dos caras,
genera un cambio en el color de la cima del árbol. De forma parale-
la, el amor es también cambiable y se mueve empujado por otro ti-
po de vientos como son la pasión, el cariño, etcétera.
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zar ese amor (“¿Qué importa que el universo / se trastorne, tierra,
sol?”).
El temperamento hipersensible de nuestro poeta es el motivo que
expresa la presencia de tantas exclamaciones a lo largo de los ver-
sos. No podemos olvidar que se trata de la expresión de un deseo in-
tenso y prácticamente necesario, vital. Para el enamorado, la espera
siempre ha sido un tormento.
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amantes tiene. Tal y como ya se dijo, en el poema En el fondo de la
estancia, esa espiritualidad quedaba reflejada en los versos “Como
entonces nos queríamos, / nuestros sueños se cruzaron”. Para el po-
eta sevillano, la espiritualidad del beso aparece aprovechando el
motivo de la lectura que juntó a los dos amantes. Así, él le dice a
ella “¿Comprendes ya que un poema / cabe en un verso?”. El conte-
nido simbólico del poema y del verso es muy elevado, y esta expre-
sión puede traducirse en una síntesis de la siguiente idea: como si de
un poema se tratase, la relación amorosa entre los dos jóvenes ofre-
ce muchas cosas hermosas, y entre ellas, el beso, que como en mu-
chos poemas, equivale a ese verso climático que siempre recordamos
y que nos impacta de una manera especial.
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pondiera con una aparición divina. El hecho de que aparezcan las
manos blancas de la amada es en realidad lo de menos. Juan Ramón
no quiere hablarnos de un ideal de amor carnal o físico, sino de un
amor espiritual, de un amor que es capaz de apaciguarle y conducir-
le a una luz simbólica que no es más que la calma espiritual.
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Una conciencia alerta
1 «La cojita» es una conmovedora estampa que presenta la frus-
tración de una niña que no puede participar plenamente del re-
nacer de la naturaleza y de la vitalidad de los otros niños. ¿Con
qué palabras se describe este renacer primaveral de la naturale-
za? ¿En qué versos se nos da a entender que la naturaleza con-
tagia a las personas? ¿Cómo reaccionan los niños? En cambio,
¿cómo expresa el poeta la frustración y el sufrimiento de la coji-
ta? ¿Cómo contrasta la situación de la niña con la vitalidad de la
naturaleza y de los otros niños? ¿Qué frase del poema se te ha
quedado más grabada?
© El renacer primaveral de la naturaleza se expresa mediante varios
versos dispersos a lo largo del poema. Así, se habla de sol y rosas, de
una arboleda movida y fresca, de la algarabía de los pájaros, de la
brisa nueva que sopla, o de un cielo de ensueño, claro y luminoso.
Hay varios versos que sirven para transmitir la idea de que la natu-
raleza y la primavera contagia a las personas. Así, cuando el poeta
escribe “Un cielo de ensueño y seda, / hasta el corazón se entra”,
nos habla de la alegría y el goce que el esplendor primaveral des-
pierta en lo más hondo de nuestro ser, en nuestro corazón. Más
adelante, cuando Juan Ramón escribe “¡Mas los pájaros no esperan;
/ los niños no esperan!”, quiere decir que este impulso vital de la na-
turaleza alcanza a todos los seres vivos, que los domina por comple-
to. Por eso ni los pájaros ni especialmente los niños esperan a la ni-
ñita coja.
En los niños, por tanto, es más fuerte este impulso de gozo y vitali-
dad que el sentimiento de compasión ante la desgracia de la cojita.
La actitud de los niños está a medio camino entre lo natural y lo
cruel: corren, ríen, juegan, chillan y sudan porque están contagiados
del esplendor y alegría de la primavera, como es normal, pero al
mismo tiempo esta actitud pone de manifiesto el dolor y la tristeza
de la cojita, que no puede disfrutar de la naturaleza del mismo mo-
do que ellos.
La frustración y el sufrimiento de la cojita se expresa principalmen-
te mediante un par de versos que se utiliza a lo largo del poema a
modo de estribillo: La niña sonríe: “¡Espera, / voy a coger la mule-
ta!”. Su situación contrasta llamativamente con la de los otros niños
gracias a la repetición de este estribillo y también gracias a otros
elementos más sutiles. Por ejemplo, la enumeración “Los niños, de
blanco, juegan, chillan, sudan llegan” transmite una idea de movi-
miento y vitalidad. Sin embargo, al observar las palabras referidas a
la cojita, vemos que lo único que apenas se mueve en ella es su mi-
rada, que contempla entre triste y fascinada los juegos de sus ami-
gos. Por otra parte, y para mayor mortificación de la niña, sus inten-
tos por seguir a los demás niños son prácticamente inútiles: “Saltan
sus ojos. Le cuelga, / girando, falsa, la pierna. / Le duele el hombro.
Jadea / contra los chopos. Se sienta”. Sin duda esa estrofa del poe-
ma es una de las que más puede impactar la sensibilidad del lector
de este poema.
galerada 14
personas que padecen alguna incapacidad física? ¿Crees que la
sociedad actual las trata justamente? Organizad un debate en
clase sobre este tema.
© A primera vista, Juan Ramón parece que no condena la actitud de
los niños que no esperan a su compañera cojita para compartir con
ella sus juegos. Bien al contrario, se muestra hasta cierto punto com-
prensivo, pues tal y como se había dicho antes, la primavera repre-
senta una fuerza vital tan poderosa que nos lleva a experimentar
ese goce de forma individual y muy personal, sin pensar necesaria-
mente en lo que estén sintiendo los demás, por eso ni los pájaros ni
los niños esperan.
Por otra parte, hay que llamar la atención sobre un par de versos
que pudieran llevarnos a pensar lo contrario, es decir, una especie
de condena que Juan Ramón lanza hacia los niños y también hacia
la propia naturaleza. Todo procede de la utilización del verbo errar
en los versos “Yerra la primavera. Es la fiesta del que corre y del que
vuela…”. Si buscamos en el diccionario, este verbo puede tener dos
significados distintos. El primero, el de “andar de un lado para otro”
es quizás el que primero nos salte a la imaginación al leer el poema
dado que a lo largo de sus versos hemos ido viendo cómo el poeta
describe la primavera como una estación muy vital y jovial. Sin em-
bargo, fijémonos en que el verbo errar también puede significar
“equivocarse, marrar”. En ese caso, el significado de los versos cita-
dos varía por completo: ya no se está diciendo que la primavera an-
da o se mueve de un lado para otro, sino que se ha equivocado. En
ese supuesto, habría que entender que la primavera –la naturaleza
o bien la humanidad y, por lo tanto, los niños- ha cometido un error
porque tal y como dice en versos posteriores, es exclusivamente “la
fiesta del que corre y del que vuela”. En ese caso, la cojita queda ex-
cluida automáticamente, pues ella no puede correr ni volar a menos
que sea con su imaginación.
A grandes trazos, podría decirse que la situación de las personas
que padecen alguna incapacidad física ha mejorado notablemente
en las últimas décadas gracias a la generalización de ciertos valores
como el civismo, el respeto, la convivencia o la solidaridad, si bien es
cierto igualmente que queda mucho camino por recorrer en deter-
minados aspectos como el de las relaciones personales con estos co-
lectivos, las ayudas y prestaciones que reciben, o su plena integra-
ción social y laboral.
A la hora de organizar un debate para hablar sobre este tema,
quizá sería conveniente animar a los lectores a pensar principalmen-
te en el colectivo de los minusválidos que van en sillas de ruedas,
aunque también quizás sea muy próximo a ellos otro caso de minus-
valía sensorial como es la de los invidentes.
Las líneas generales del debate podrían discurrir por temas como
el del rechazo social, la incomprensión e impotencia, las posibles di-
ficultades en las relaciones personales, las complicaciones en el ám-
bito laboral, el problema de la movilidad y las barreras arquitectóni-
cas, el peligro de discriminación, etcétera.
galerada 15
sí. Es precisamente a lo que se oponen “los iguales” del poema.
¿Qué personas del mundo de hoy incluirías en esta categoría de
“iguales” y por qué? La sociedad en que vivimos tiende a ha-
cernos a todos “iguales”: ¿de qué modo? ¿Te molesta a ti el he-
cho de que alguien vista, actúe, hable, piense o sea distinto a ti?
La convivencia entre personas de razas, lenguas, creencias y cul-
turas distintas, ¿crees que es beneficiosa o perjudicial para la so-
ciedad y para las personas que la componen? ¿Deben estas di-
ferencias estar reconocidas y protegidas por las leyes? ¿Por
qué? Mantened en clase un debate sobre estos temas.
© Los que hoy podríamos considerar iguales serían todas aquellas per-
sonas que por miedo, estupidez, fanatismo o ignorancia no son ca-
paces de reconocer la diversidad como un elemento esencial de la
naturaleza y de los seres humanos. Casos concretos serían el de los
dictadores, o el de aquellas personas que por ideas políticas o reli-
giosas excluyen y persiguen a los que no piensan y actúan como
ellas: integristas, racistas, maltratadores, etc.
Quizás el caso del racismo merezca una especial atención dado
que posiblemente sea el concepto en el que primeramente todos
pensamos al oír hablar de un conflicto de discriminación entre igua-
les y distintos. Al decir verdad, el concepto de racismo ha ensancha-
do bastante su significado original en los últimos tiempos y ha pasa-
do de ser un conflicto derivado de la distinción entre “razas” a ser
algo más. Pensemos, por ejemplo, en que hoy en día existen muchos
tipos de racismo, no sólo el de unas personas hacia otras por perte-
necer a otra etnia y cultura, sino también otros tipos de discrimina-
ción igualmente peligrosos y tan estúpidos como el hecho de hablar
una lengua distinta, el hecho de pertenecer a un equipo que no sea
el mayoritario, o el hecho de tener rasgos físicos atípicos, etcétera.
En resumen, nadie es quién para dictar cómo tienen que ser las per-
sonas, y en efecto, sería terrible que todos los seres humanos fuéra-
mos iguales. El problema viene cuando determinadas personas no
logran hacerse esa idea.
La sociedad actual de consumo y de masas tiende a hacernos a to-
dos “iguales” en los gustos y en el modo de comportarnos y pensar.
El poder –económico, social, religioso- tiende a la uniformidad, a
que la masa se comporte de un modo sumiso, pues esto crea “cohe-
sión” en el grupo y “seguridad” en sus miembros.
Sin embargo, quien sea observador y esté atento a la realidad ac-
tual se dará cuenta de que el futuro de cualquier sociedad está pre-
cisamente en la diversidad y en el mestizaje. Resulta hoy en día in-
evitable salir a la calle y encontrarse con decenas de personas dife-
rentes a nosotros. Para muchos, este hecho es enriquecedor y
beneficioso para la evolución de las ideas y de la sociedad; no obs-
tante, otras personas, los “iguales”, se sienten inseguros y creen que
con ello se pierde las esencias de la “raza” o de la sociedad tradicio-
nal. Para estas mentalidades, la diversidad y el mestizaje es una
amenaza y un peligro. Esta postura, sin embargo, va contra una rea-
lidad histórica inevitable, la globalización y la convivencia entre per-
sonas de razas, lenguas, creencias y culturas distintas, que siempre
será beneficiosa si prevalecen los principios de tolerancia, justicia y
respeto. En caso contrario, la diversidad acaba en enfrentamientos y
violencia.
Estas diferencias deben estar reconocidas y protegidas por las leyes
para evitar dichos enfrentamientos y hacer posible una sociedad di-
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versa y justa. El respeto a las minorías y a la diversidad es posible si
hay un consenso y unas normas de convivencia asumidas y respeta-
das por todos.
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6 La trágica historia que nos cuenta Juan Ramón Jiménez en «La
carbonerilla quemada» es una muestra de su preocupación por
la situación tan injusta en que se hallaban muchos niños y niñas
pobres a comienzos del siglo XX. ¿Qué trabajo realiza la carbo-
nerilla y en qué condiciones? En la actualidad ¿sigue habiendo
en el mundo niños que trabajen en duras condiciones?
© El trabajo de la carbonerilla consiste en vigilar las llamas de los hor-
nos que se utilizan en el monte para hacer carbón; no tienen que
salirse las llamas ni que apagarse. Las condiciones en las que trabaja
la niña son extremadamente duras para su edad, pues la acción se
sitúa en pleno mes de julio y a la hora del mediodía, de modo que
hace muchísimo calor, al que hay que sumar el que desprende el
horno.
Por desgracia, todavía en la actualidad siguen existiendo niños
que trabajan en unas condiciones tan duras o peores como las de la
carbonerilla, y aunque es una actividad penada y perseguida, hay
países donde por pura necesidad tanto los más pequeños como los
adultos tienen que ganarse la vida en unas condiciones durísimas y
miserables. Sería el caso de los talleres de costura clandestinos en
Asia, o de las labores agrícolas y ganaderas en África.
galerada 18
tre brillante, transparente y vidrioso. Recordemos que en este mo-
mento ya ha tenido lugar el accidente de la niña. Así pues, este cielo
vidrioso y brillante podría responder a la visión que la carbonerilla
tiene desde sus ojos anegados en lágrimas a causa del dolor de las
quemaduras. La última alusión que se hace al cielo es el verso “Dios
estaba bañándose en su azul de luceros”, que nos da a entender
que el cielo (la vida, el orden, la naturaleza) está ya restablecido de
nuevo, azul y lleno de estrellas.
Cuando el poeta dice que “dolían las cigarras” se refiere a que su
canto era frenético y muy intenso debido al calor de julio. Por otra
parte, la frase “El pinar se reía” puede significar dos cosas distintas:
primero, que a causa de la brisa, las copas de los pinos se mueven y
parecen estar contentas, como si se rieran; en segundo lugar, mues-
tra la indiferencia de la naturaleza a la tragedia que acaba de pro-
ducirse y que la madre todavía desconoce. Por su parte, se dice que
“la brisa renovaba el aire”, lo cual significa que depuraba el am-
biente y el cielo del humo provocado por el fuego del horno.
En otro alarde de lirismo, Juan Ramón dice de los ojos de la niña
que son “como raíces secas de las estrellas”. La comparación es muy
lírica y a la vez triste, y su significado viene dado por la similitud que
el poeta hace entre las estrellas y los árboles. En el caso de los se-
gundos, su esplendor no viene dado por la raíz (y mucho menos si
ésta está seca), sino por su fruto, su ramaje, o sus hojas. En el caso
de las estrellas, tampoco es su raíz la que les da su belleza, sino su
brillo y resplandor, que es precisamente lo que los ojos de la carbo-
nerilla ya no tienen porque ha muerto.
galerada 19
ave para que esté junto a él sin ningún temor. A este respecto, no
podemos pasar por alto la significación de esa paloma que vuela do-
lida y errante y que no es más que el símbolo de la paz y la libertad,
dos bienes muy preciados por nuestro hipersensible poeta, que per-
cibe en su mundo actual la falta de esos dos valores, motivo que le
lleva a solidarizarse con la paloma.
galerada 20
folletos.
Jugando con la misma simbología de la paloma, Rafael Alberti ha-
bla en su poema sobre valores como la paz o la libertad, aunque
quizás desde una perspectiva diferente. Si en el caso de Juan Ramón
nos encontramos a un espíritu sensible y anhelante de prestar su
ayuda y solidaridad a la paloma de la libertad, en el caso de Alberti
nos encontramos con el poeta desengañado que ve el fracaso de la
paz. De ahí el propio título de la composición.
Como Juan Ramón, Alberti también hace uso en sus versos de una
estructura paralelística que se va repitiendo a lo largo de toda la
composición con leves modificaciones. De este modo, el lector tiene
una sensación diáfana de equivocación o frustración de la paloma,
lo cual significa alegóricamente el fracaso o extravío de la paz en el
mundo y que no es muy diferente a la sensación que invade a Juan
Ramón al escribir su poema “Paloma ofendida”. Como innovación,
en el poema de Alberti aparece la alusión a una figura femenina
que sirve para humanizar la idea de la paz. Tampoco el corazón de
esta mujer alberga la paz.
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Paisajes del alma
1 La naturaleza que Juan Ramón describe en su poesía expresa
siempre su propio estado de ánimo. El poema se convierte así
en un “paisaje del alma” del autor, y con frecuencia está huma-
nizado. ¿Qué paisaje está contemplando el poeta en «Verde
verderol»? ¿Qué emociones despierta en él? ¿En qué versos
aprecias que el pinar, el verderol y el campo están humaniza-
dos? ¿Qué le pide el poeta insistentemente al verderol?
© El paisaje que Juan Ramón contempla en el poema Verde verderol
es un campo con un pinar y un río, con un sol mortecino a la hora
de la tarde. La observación de esta estampa lleva al poeta hacia la
introspección, hacia la contemplación de su mundo interior: hacia la
reflexión sobre la propia vida, sobre el transcurrir pausado del tiem-
po, y sobre el recogimiento del alma.
El paisaje que el poeta observa despierta en él emociones como la
alegría, el sentimiento de sentirse vivo, la emoción de sentirse en
contacto con la naturaleza y con el mundo, la soledad, la calma, o la
conciencia sobre el paso del tiempo.
Hay versos puntuales en los que el poeta se esfuerza por humani-
zar diferentes elementos que forman parte del paisaje y la naturale-
za. Así, escribe Juan Ramón que el pinar es un “palacio de encanto”
que, como si de un hogar se tratase, cobija y alberga diferentes for-
mas de vida. También habla el poeta sobre “la huida del río” para
expresar su discurrir o fluir por el campo, prácticamente como si éste
fuera un ser humano con plena capacidad de movimiento. También
aparece humanizada brisa, que en este caso “es suspiradora”. “El sol
rojo irisa” a un “pino que llora”, como si realmente fuera un hom-
bre agitado por un viento de pasiones y sensaciones. Finalmente, los
versos “Su canto enajena”, “El campo se llena / de su sentimiento” y
“Malva es el lamento” nos dan a entender que el canto del verderol
se está humanizando y convirtiendo en una voz humana capaz de
deleitar, conmover y aliviar el dolor al poeta, absorto en la contem-
plación de este paisaje del alma.
A modo de leit motiv, el poeta le pide constantemente al verderol
que endulce la puesta del sol con su canto, como si fuese el lenguaje
auditivo que necesita para complementar la estampa visual que tie-
ne ante sus ojos y así penetrar definitivamente en la naturaleza
(“Verde verderol, / ¡endulza la puesta de sol”).
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labras que tienen la capacidad de despertar en nosotros determina-
das emociones y sensaciones.
La vivencia de cada una de las partes del día puede ser para cada
uno de los lectores muy particular, pero posiblemente haya coinci-
dencias al decir, por ejemplo, que la mañana suscita sensaciones de
alegría, de esperanza, de optimismo, pues es el renacer de un nuevo
día, que abre ante nosotros la posibilidad de nuevos proyectos e ilu-
siones. El mediodía tal vez despierte en el joven lector una sensación
de plenitud no sólo por ser el justo centro de cada una de nuestras
jornadas, sino por ser también el momento de mayor intensidad so-
lar, de reunión con la familia para la comida, etcétera. El atardecer y
la puesta de sol tiene connotaciones de tristeza, nostalgia, melanco-
lía… pero también es la liberación del trabajo, el descanso, el mo-
mento en que acaban las obligaciones y puede uno dedicarse a sus
aficiones. La noche se asocia al cansancio, el sueño, el misterio, la
muerte… pero a los ojos del adolescente, acostumbrado a una vida
urbana, la noche seguramente despertará en él emociones y sensa-
ciones asociadas a la diversión o a la aventura…
He aquí un listado de sustantivos que pueden reflejar los estados
de ánimo que provocan cada una de las partes del día. Mañana: pe-
reza, prisa, esperanza, optimismo; mediodía: familia, alegría, ánimo;
tarde: diversión, amistad, ocio, melancolía; noche: descanso, calma,
soledad, miedo, misterio…
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templa se ve rematada con el estribillo, que se repite hasta cinco ve-
ces. Aparte, el ritmo es también muy homogéneo dado que vemos
que siempre se sigue un mismo patrón (estribillo-estrofa-estribillo-
estrofa- etc…), tomado de la lírica de tipo tradicional, aunque con
una elaboración culta. Resumidamente, tanto el ritmo pausado co-
mo su homogeneidad pueden traducirse como el empeño que Juan
Ramón tiene de transmitirnos la misma sensación de calma, perfec-
ción y sosiego que él siente al contemplar el paisaje.
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tardando”). Simbólicamente, podemos interpretar también el cami-
no que el poeta va recorriendo por el campo como un camino men-
tal, como si hiciese una especie de repaso o balance de todo lo que
lleva hecho durante los años anteriores. Los versos “Andando, an-
dando. / Mi corazón ya es remanso; / ya soy lo que me está esperan-
do” quieren expresar la idea de la serenidad o plenitud que el poeta
está alcanzando no sólo al llegar al final de ese camino que estaba
recorriendo por el campo, sino también al final del camino que lleva
recorrido en su vida. Lo que va sintiendo a medida que se acerca a
su destino es una sensación de paz, tranquilidad, sosiego, plenitud y
serenidad.
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cando mi flauta», ¿qué sustantivos, adjetivos y verbos están re-
lacionados con la vista (el color, sobre todo) y con el oído? ¿Hay
otras palabras que aludan al olfato, al gusto y al tacto? En el poe-
ma encontramos nuevamente personificadas cosas inanimadas:
¿cómo se personifica el agua, la flauta y la tarde?
© En el poema “Iba tocando mi flauta”, Juan Ramón, para expresar la
plenitud de sus sentidos y la intensidad de la penetración de la na-
turaleza en su sensibilidad, emplea a menudo sustantivos, verbos o
adjetivos relacionados con la vista. Tal es el caso de amarillas, regue-
ro, cristaleaba, dorando, miel, níveas, oro, encendido, claro u ocaso.
Algo similar sucede con un grupo de palabras relacionado esta vez
con el sentido auditivo: el verbo escuchar o el sustantivo música.
En menor grado, el poeta emplea de forma deliberada otras pala-
bras que nos recuerdan a los demás sentidos: el verbo tocando nos
recuerda al tacto, el adjetivo fragante nos recuerda al olor, y la pa-
labra miel se asocia con el gusto (aunque también con el color).
Al margen de este uso particular del lenguaje para evocar los sen-
tidos, también se producen en el poema varias personificaciones de
objetos o cosas como el agua, la flauta o la tarde. Así, se dice que
“para escucharme mejor / el agua se detenía”. La tarde se califica de
“fragante y lírica”, y el segundo de esos adjetivos nos recuerda a la
emoción o intensidad con que el hombre es capaz de conmoverse.
Finalmente, se escribe el verso “Mi flauta con sol lloraba”, que de
nuevo supone la atribución de un rasgo humano a un objeto inani-
mado.
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Fijémonos que donde el poeta escribe “día negro y blanco”, po-
dría haber mencionado muchísimas notas de color como el azul del
cielo o el naranja del sol. En “fronda negra” lo habitual habría sido
encontrar alguna referencia al verde o al marrón puesto que se tra-
ta de una espesura formada por hojas y ramas. En “el agua gris”,
podría haberse mencionado su transparencia o bien su color azula-
do, notas que no hacen pensar como aquí ocurre en el hielo. En “la
tierra, de un blanquinegro pálido” encajarían otros colores como el
marrón de la tierra, o el verde de la vegetación. Tanto “el que cami-
na” como el “pájaro” también son negros, pero sabemos de sobras
que las vestimentas que pueden adoptar tanto los hombres como
las aves son muchas. Finalmente, también la noche se describe como
“blanca y negra”, la cual cosa elimina cualquier chispa de alegría o
vida como pueda ser el resplandor de las estrellas o la luz de la luna.
Otras expresiones que aluden de forma directa, aunque más crea-
tiva, a la pérdida de color son la interrogación “¿Dónde se han es-
condido los colores / en este día negro y blanco?”, o “el agua, gris”,
para referirse a la congelación y presencia de hielo, o la aparición
del adjetivo pálido acompañando a los sustantivos cielo y tierra, o la
expresión “El cielo no tiene ni un dulzor”, o el sintagma “el campo
de hierro seco”, o la frase “Y entra la noche, como / un entierro, en-
lutado”. Vale la pena subrayar que esta última expresión alberga
dos palabras que aluden de forma directa a la muerte, a esa sensa-
ción de tristeza que Juan Ramón quiere transmitir desde el principio
del poema.
En su intensa penetración de la naturaleza y embelesamiento, es
frecuente que el poeta no sólo haga gala de la sensibilidad de sus
sentidos, sino que además los mezcle dando lugar a hermosas sines-
tesias. Así ocurre en este poema en varias ocasiones. Por ejemplo, la
expresión “el silencio es duro y despintado” mezcla el ámbito de lo
auditivo (silencio) con el del tacto (duro) y el visual (despintado). Eso
provoca que el silencio que reina en el jardín que el poeta observa
esté en consonancia con la tristeza que impregna toda esta estampa
invernal.
Otro ejemplo es el de los versos 11 y 12, donde aparece la frase “El
cielo / no tiene ni un dulzor”. Esta vez, se atribuye al sentido de la
vista (el cielo) una sensación relacionada con el gusto (dulzor). No
podemos perder de vista que ese dulzor a su vez tiene un significa-
do connotativo: no es que el cielo sea dulce, sino que por su azul y
sus adornos, nos puede contentar como la golosina place al paladar.
En el poema riman en asonante con la palabra blanco todos los
versos pares, que acaban con las siguientes palabras: pálido, román-
tico, pájaro, despintado, ocaso, campo, enlutado, y de nuevo blan-
co. La rima viene dada por la repetición de las vocales a-o. En el po-
ema encontramos también versos que riman en asonante con la pa-
labra negro, la otra palabra clave del poema, aunque no con la
misma regularidad. Estos versos son el tercero (cielo), el séptimo (ne-
gro), el undécimo (cielo) y el décimo quinto ( seco).
La palabra negro rima también en asonante con otros vocablos
que no aparecen a final de verso, sino en el interior. Los casos más
significativos son blanquinegro (v. 4), silencio (v. 10), lejos (v. 14),
hierro (v. 15), entierro (v. 16) y negro (v. 18). Nótese que en este ca-
so la rima entre estas palabras es igualmente significativa y útil para
insistir en la idea de tristeza que empaña esta estampa invernal: la
lejanía es signo de tristeza, el hierro por su color recuerda a lo oscu-
ro, y un entierro es un acto igualmente entristecedor.
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Sin lugar a dudas, esta particular distribución de rimas con las pa-
labras blanco y negro respectivamente es muy deliberada e intencio-
nada por parte del poeta. Recordemos que habíamos dicho que los
versos pares riman con blanco y algunos impares lo hacen con ne-
gro. Eso significa que Juan Ramón nos introduce como lectores en
una especie de laberinto donde no hay escapatoria: miremos hacia
donde miremos, lo único que nos encontramos es el blanco y el ne-
gro que desde los primeros versos el propio poeta tiene ante sus
ojos al describir esta estampa invernal.
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que son las siguientes: “tu gala de hojas secas” para referirse al oto-
ño por el traje majestuoso que los árboles visten, con un follaje de
un color especial. “Tu pompa de verdura” se refiere al verano, épo-
ca del año en que el campo y el árbol están en pleno esplendor y co-
lorido. “Tu corpiño de nieve” alude al invierno, que con sus nevadas
parece encorsetar al árbol y sus ramas. Finalmente, la metáfora “Tu
manto de flores” expresa la plenitud de la primavera.
En cada una de estas cuatro metáforas hay una palabra clave que
nos sirve para identificar la estación del año a la que se está refirien-
do. Las asociaciones serían las siguientes: otoño-hojas secas, verano-
verdura, invierno-nieve, y primavera-flores.
En la última estrofa, el poeta formula tres preguntas cuya respues-
ta puede ser muy subjetiva en función del lector. La primera pre-
gunta trata de averiguar cuál es la materia con la que Dios constru-
ye las maravillas de la naturaleza. Dicho con otras palabras, el poeta
se interroga sobre el porqué de la belleza y perfección de la natura-
leza y del ciclo de la vida. La respuesta es ciertamente complicada,
pero quizá podría escribirse que Dios, por mucho que expulsara del
Paraíso a nuestros ancestros –Adán y Eva- quiso devolvernos con cre-
ces su amor y afecto dándonos la posibilidad de vivir en otro paraíso
similar.
La segunda pregunta trata de averiguar cuál es el mejor adorno
que la naturaleza puede lucir a lo largo de las cuatro estaciones. La
tercera pregunta es en realidad la suma de cuatro interrogantes que
intentan dar respuesta a la segunda pregunta y que al mismo tiem-
po nos dan a entender cuáles son los rasgos o elementos que más
gustan al poeta de cada una de las cuatro estaciones del año. Así, de
forma resumida, Juan Ramón se pregunta en qué estación es el ár-
bol más hermoso. La respuesta puede ser que siempre es hermoso,
aunque con una belleza distinta en cada una de las cuatro estacio-
nes. De forma particular, sin embargo, podemos tener preferencia
por una u otra estación. En la poesía de Juan Ramón se halla expre-
sada la belleza de las cuatro estaciones, aunque predominan los pai-
sajes otoñales y los primaverales.
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aparecen esas nuevas y agradables flores que metafóricamente son
todas aquellas cosas nuevas que encontramos (desde los cambios en
nuestro cuerpo y hormonas, hasta el descubrimiento de nuevos sen-
timientos y emociones). El verano se asocia a la juventud, al desarro-
llo pleno de las fuerzas físicas, al trabajo y la obtención de nuestros
ideales. La edad adulta o madura del hombre suele corresponderse
con el otoño porque es la etapa en la que uno empieza a despojarse
de lo superfluo y a quedarse con lo que realmente importa (ya sea
un puñado de sentimientos o de cosas materiales), lo mismo que ha-
ce el árbol con sus hojas. Finalmente, el invierno con sus nieves y sus
tonos grises recuerda a la tristeza y melancolía que invade al hom-
bre cuando llega a su vejez y ha completado su ciclo vital.
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Corazón doliente
1 Desde los tiempos más remotos, la luna, que en muchas religio-
nes es una diosa, ha despertado en los seres humanos senti-
mientos muy diversos: emoción, miedo, misterio, muerte…
Quizá por eso los poetas románticos sintieron una especial de-
voción por la luna. En el poema «Noches de luna», ¿cómo nos
presenta Juan Ramón a la luna y qué poderes le atribuye? (ver-
sos 1-16) ¿Con qué metáfora se refiere a ella en los versos 11-
12? Cuando el poeta abre su balcón y contempla la luna, ¿qué
hace y en qué piensa? (versos 21-40)
© El poema Noches de luna nos presenta la vivencia personal y subjeti-
va de Juan Ramón en torno a la noche y la luna. A medida que va-
mos leyendo, en seguida apreciamos que la noche y la luna son ami-
gas del poeta y que le son muy familiares tanto sus sonidos como
sus colores y matices.
En las primeras estrofas, Juan Ramón habla de la luna desde dos
vertientes distintas. Primero, habla de sus características visuales, y
así dice por ejemplo que es un astro luminoso que emite una “lum-
bre de azucena”, es decir, una luz clara y pura similar al color blanco
de esta flor. A continuación, el poeta presenta otra serie de impre-
siones sobre la luna o sobre su luz que tiene que ver más con su sub-
jetividad que con la fisonomía o aspecto del astro. En esta ocasión,
reconoce el poeta que la luz de la luna le proporciona paz y calma
cuando la observa y que más de una vez le ayuda a olvidar sus pro-
pias penas: “Inunda de paz el alma / y de ensueño la tristeza”. Acto
seguido, Juan Ramón insiste en esa concepción de la luna como un
remanso de paz, calma y deleite: “Yo no sé qué hay en la luna / que
tanto calma y consuela”.
Hay momentos en que el poeta llega incluso a personificar a la lu-
na diciendo que ésta es capaz de besar a las personas: “Da unos be-
sos tan dulces a las almas que la besan”. De repente, da la sensación
de que la luna es un astro “inteligente” que devuelve a la persona
que la observa el encanto de su hermosura. De esta manera, el poe-
ta reconoce sutilmente que la belleza de la luna es admirable sólo a
los ojos que de verdad se paran a contemplarla.
Ya en la tercera y cuarta estrofas, Juan Ramón pretende hacernos
ver que la luna posee algo sobrenatural que absorbe nuestra aten-
ción y al mismo tiempo depura nuestras almas. Hay no obstante una
pequeña puntualización: el poeta se esfuerza en dejar claro que ese
poder fascinador de la luna sólo es válido para aquellas personas
que de verdad saben contemplar la belleza y hermosura de la luna.
A esas personas se refería con el verso “las almas que la besan” y
ahora con los versos “los corazones que saben / por qué las flores se
secan”.
En otras palabras, en estas dos estrofas, el poeta propone que la
luna seguirá siendo un consuelo para el alma siempre que existan
personas sensibles que, como él, se paren a mirarla.
Fruto de esa sensibilidad, aparece en los versos 11 y 12 una metá-
fora hermosa con la que el poeta se refiere a la luna: “Triste lágrima
del cielo / temblando sobre la tierra”. Con estas palabras, Juan
Ramón se refiere a la forma redondeada de la luna y también al re-
flejo que ésta proyecta sobre la fuente que hay en su jardín y que
ha de aparecer en los versos sucesivos.
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Cuando el poeta abre su balcón y contempla la luna, su hipersensi-
bilidad poética entra en contacto o comunión con la hermosura y
fascinación de la luna y se siente capaz de soñar “por todos los que
no sueñan”, es decir, llevado por una especie de inspiración univer-
sal provocada por la naturaleza (la luna), se siente capaz de aislar su
raíz humana y cantar a unos sentimientos y emociones que no son
sólo los suyos, sino los de toda la humanidad. Ciertamente se trata
de una experiencia que convierte al poeta en un ser divino y espe-
cial capaz de experimentar los dolores, anhelos, alegrías y tristezas
de otras personas, como si la luna fuera el vínculo de unión entre el
poeta-hombre y el resto de la humanidad. Así se expresa en los ver-
sos “Y yo pienso en los jardines / que nunca veré, en las rejas / sin
amores, en las novias / dormidas en su inocencia”, y también en
aquellos versos finales en que el poeta imagina las manos de una
mujer que esa noche no tendrá a nadie que las acaricie.
galerada 32
dial del poeta con el perro-sol es recíproco, pues si el poeta le da ca-
riño con sus palabras, el astro le devuelve el gesto lamiendo al hom-
bre con su calor y su luz y, además, espantando los males en forma
de sombras que acechan al poeta en su habitación.
Las palabras y expresiones que sirven para desarrollar la imagen
sol-perro son varias. De entrada, aparece un verbo básico que es
“acompañar” (v. 1) y que ya asimila al astro con el animal. En el ver-
so 2 aparece una expresión clave y que es centro de toda la metáfo-
ra: “perro de luz”. A continuación, varios verbos siguen reforzando
la imagen: “lames” (v. 2), “te yergues” (v. 10) y “ladras” (v. 13). Por
otra parte, todos estos verbos se insertan en expresiones que siguen
reforzando la metáfora: “lames mi lecho blanco”, “pierdo mi mano
por tu pelo de oro”, “dejándome lamer de ti”, “fiel guardián de mi
fracaso” o “ladras a los fantasmas”.
galerada 33
Vista esta diferencia, podría decirse que las palabras que mejor li-
gan con la luna serían tristeza y sueños mientras que las que mejor
se llevan con el sol serían vida, fuerza y alegría. El caso de la palabra
consuelo es quizás más complicado. Posiblemente se trate de un vo-
cablo asociable a los dos astros. Pensemos por un momento que el
sol puede ofrecer consuelo al poeta en un paisaje gris como el des-
crito en Estampa de invierno, donde “un vago amarillor esplenden-
te” ofrecía algún tipo de esperanza o de alegría ante un paisaje ca-
racterizado por la nieve, el blanco y el negro del paisaje.
Paralelamente, en poemas como Noches de luna, este astro también
proporciona al poeta algún tipo de consuelo porque le lleva a pen-
sar que no está solo en el mundo y que esa “triste lágrima del cielo”
no sólo le ayuda a sentirse vivo, sino también a sentirse partícipe de
los sentimientos de toda la humanidad.
galerada 34
El verso final de Lo que arde dice “…y el viento del olvido se lleve
lo doliente”. Al principio de la composición, aparecía un viento que
arrastraba las “nubes de tristeza”. Ahora se habla del “viento del ol-
vido”, esto es, de un viento definitivo que haga desaparecer de la
conciencia del poeta y de sus versos todo lo que le asusta y atormen-
ta: sus miedos al desamor o a saberse totalmente ajeno y anónimo,
su tristeza provocada por su hipersensibilidad, o su melancolía.
galerada 35
Ideal de vida
1 En el poema «Vida y libertad», Juan Ramón nos dice qué signi-
fican para él estos dos conceptos tan importantes. En la primera
estrofa afirma que su vida es “la de arriba”: ¿a qué se refiere y
cuál será entonces la vida “de abajo”? ¿Qué tienen en común
“la pura brisa”, “el pájaro último” y “las cimas de oro”? La vida
y la libertad son para Juan Ramón dos cosas inseparables: ¿qué
es para el poeta la libertad? ¿Con qué sentidos se relacionan las
acciones que nombra? “Cogerle al sol su luz eterna” es gozar
de todo lo que vemos y sentimos, pero es también apropiarse
de la belleza del mundo y alcanzar la sabiduría: ¿cómo puede el
poeta quitarle esa “luz eterna” al sol? ¿Qué valores tienen para
ti la vida y la libertad? ¿Significan para ti lo mismo que para el
poeta?
© El adverbio “arriba” nos da a entender la elevación a la que aspira y
se refiere Juan Ramón, que es plenamente consciente de que todas
las cosas tienen siempre un más allá o un significado intrínseco. Así
pues, “la vida de abajo”, la cotidiana que todos vivimos con nuestro
trabajo, nuestro hogar y nuestras cosas tiene necesariamente ante
los ojos del poeta un más allá, otra cara oculta que es realmente
aquella a la que realmente aspira. Tras todo lo que hay en la vida
cotidiana (un trabajo, una familia, un orden, unas rutinas) el poeta
quiere ver otra serie de valores mucho más puros y esenciales que
son realmente los que él llama “la vida de arriba” y que podrían ser
la paz, la belleza, la armonía, la felicidad, el amor, etcétera.
Las expresiones “la pura brisa”, “el pájaro último” y “las cimas de
oro” tienen en común esa sensación de elevación de la que antes
hablábamos. Con esas tres expresiones, el poeta se refiere a tres rea-
lidades igualmente puras y trascendentes que forman parte de la
naturaleza y que invitan a una reflexión metafísica: la pureza que
esas tres realidades trasminan es precisamente la misma a la que as-
pira el poeta.
Juan Ramón expresa lo que entiende por libertad en toda la estro-
fa segunda, y según lo que esos versos dicen, para él, la libertad no
es sólo la capacidad de poder actuar como quiera en cualquier situa-
ción. Hay algo más. Fijémonos en que el poeta habla de oler una ro-
sa, cortar el curso del agua con sus manos, desnudar la arboleda o
arrebatarle al sol su luz. Todas ellas son acciones que consisten en
domesticar o alterar de algún modo la naturaleza, pero ése no es
exactamente el ideal de libertad que Juan Ramón tiene. Para él, la
auténtica libertad no consiste en modificar la naturaleza, sino en sa-
berse capaz de poder alcanzar la misma pureza y esencialidad que
comparten todos esos elementos naturales (el agua, el sol, la arbole-
da, la rosa).
Las acciones que se nombran en la segunda estrofa tienen que ver
con algunos de los sentidos del hombre: el olfato (“oler la rosa”), el
tacto (“cortar el agua fría”), o la vista (“desnudar la arboleda”, “co-
gerle al sol su luz”). En cierto modo, saberse consciente de los senti-
dos y saber emplearlos para captar la realidad que le circunda es
también para el poeta otra manera más de alcanzar esa vida libre,
pura y eterna.
En el último verso, el poeta pretende “cogerle al sol su luz eter-
na”, que metafóricamente significa de un lado gozar plenamente
galerada 36
de todo lo que vemos y sentimos, y de otro, apropiarse de la belleza
del mundo y alcanzar la sabiduría. Para lograr estos propósitos, Juan
Ramón cuenta con dos armas o recursos, que son su propia vida y su
poesía. Tanto en una como en otra, tanto en el acto de la escritura
como en un acto vital, el poeta puede demostrar su ansia de alcan-
zar esa vida superior, perfecta y pura no sólo experimentando con
sus propias vivencias, sino también exponiendo ante los demás todo
aquello que durante años ha ido aprendiendo gracias a ese impor-
tante punto de partida que ha sido su carácter observador y ensimis-
mado.
Por otra parte, no olvidemos que por influjo del ideal krausista,
Juan Ramón es un incansable buscador de la belleza, y esa búsqueda
es vista como un aprendizaje ético que convierte al hombre en una
persona buena y pura por naturaleza, tan buena y pura como puede
serlo la luz eterna del sol.
Hablar de la vida y de la libertad exige necesariamente atribuirles
una serie de valores que no pueden ser otros que lo absoluto, lo bá-
sico y lo esencial. Tanto vida como libertad son imprescindibles para
el hombre y a un mismo tiempo dos realidades inseparables: difícil-
mente el hombre que no sea libre podrá tener una vida en sentido
estricto (una vida al menos similar a como la concibe Juan Ramón en
este poema).
Los valores que podamos darles a los conceptos de vida y libertad,
aparte de ser muy subjetivos, dependen directamente de factores
como la edad y la experiencia acumulada. Es evidente que vida y li-
bertad para un niño significan bien poco dado que es en realidad
poco lo que conocen tanto de un concepto como del otro. Sin em-
bargo, el planteamiento varía radicalmente en el caso de los adul-
tos, que gracias al camino recorrido, saben que más allá de poder
hacer y decir lo que quieran o más allá de conformarse con lo que la
vida en un sentido general pueda darnos, hay muchas cosas más.
Esos diferentes planteamientos pueden apreciarse sutilmente en
esta propia antología tomando como punto de partida al Juan
Ramón que habla en poemas como El niñodios, y al que habla en
Vida y libertad. Las formas de concebir vida y libertad en cada una
de las dos composiciones son muy distinta en cada uno de los casos.
En el primer poema, especialmente en la primera parte, el niño-poe-
ta, presa de su inocencia e ingenuidad, concibe su propia vida y su
propia libertad de una forma muy normal para su edad, pero dema-
siado pobre para lo que en realidad significan estos dos conceptos.
Estar más o menos de acuerdo con los valores que el poeta atribu-
ye a la vida y a la libertad depende directamente del grado de con-
formismo de cada uno: hay personas que se sienten libres sólo por
decir siempre lo que piensan o por tener un buen coche con el que
escaparse los fines de semana. Del mismo modo, hay gentes que
piensan saber lo que es la vida sólo por haber viajado mucho o por
haber experimentado algún tipo de desgracia. El ser humano tiene
la capacidad de exigirse siempre más, y uno no sabe realmente qué
es la vida ni la libertad hasta que progresivamente no va superando
algunos umbrales como los que he mencionado en los ejemplos an-
teriores.
galerada 37
el lujo, las flores, el ruido, la poesía? Además de los valores aquí
expresados, ¿qué otras cosas aprecia también Juan Ramón?
Para responder, consulta los poemas de las págs. 24, 44, 52, 58
y 76. En tu ideal de vida y felicidad, ¿qué cosas pondrías en pri-
mer lugar? ¿Qué valores de la sociedad en la que vives compar-
tes y qué otros rechazas?
© Haciendo uso del viejo tópico del beatus ille, Juan Ramón expone
en este poema unas pinceladas sobre su ideal de vida, basado en el
goce de lo espiritual antes que de lo material. Dentro de este ideal,
la gloria no tiene apenas cabida. Tampoco el lujo y el ruido o bulli-
cio forman parte estrictamente de su ideal de vida. Bien es sabido
que Juan Ramón perteneció a una familia adinerada de cultivadores
y catadores de vinos, pero no por ello fue un hombre dado al derro-
che ni a las frecuentes reuniones sociales.
Por otra parte, otros valores u objetos como la soledad, los libros,
la amistad, el silencio, las flores o la poesía sí forman parte necesa-
riamente de su ideal de vida porque son, si nos damos cuenta, ele-
mentos o realidades que siguiendo con la filosofía del poeta, ayu-
dan a alcanzar esa vida pura, perfecta y elevada a la que aspira.
Sobre la soledad, baste recordar aquellos poemas de El iris mágico
donde Juan Ramón ya recuerda una infancia solitaria, taciturna (si-
lencio) y dedicada al paseo y la observación (de la naturaleza y de
las flores). Sobre los libros y la poesía, no podemos pasar por alto
que fueron una de las máximas obsesiones de nuestro poeta, que
entregó toda su vida no sólo a la lectura y creación, sino también a
la organización de su obra literaria en sus famosas Antologías. De la
amistad, podemos afirmar que en el caso de Juan Ramón fue, junta-
mente con su esposa Zenobia, uno de los pilares básicos sobre los
que se sustentó su existencia, pues los amigos siempre estuvieron
presentes en los momentos más difíciles de su vida, tanto en España
como en Hispanoamérica. Vale la pena recordar que gracias a sus
viajes a Madrid y a su contacto con la Residencia de Estudiantes,
Juan Ramón se aprovisionó de un importante grupo de amigos que
le considerarían en cierto modo un líder espiritual (recuérdese que
mucho de los futuros poetas de la Generación del 27 pasaron mu-
chas horas de conversación con Juan Ramón tanto en las instalacio-
nes, como en sus diferentes residencias).
Del contenido de otros poemas leídos en esta antología, podemos
decir igualmente que nuestro poeta aprecia también en su ideal de
vida otros valores como pueden ser la tranquilidad, cariño y emotivi-
dad de su Moguer natal (en El primer nido); la filantropía y amor
hacia todas las personas que se sientan discriminadas (en Distinto);
la paz, la justicia y el respeto a la humanidad (en Paloma ofendida);
también la meditación sobre la propia vida, sobre el camino recorri-
do y por recorrer (en Andando), o el deseo de fusión total con la na-
turaleza, que puede entenderse como un anhelo de sentirse parte
del cosmos y de la humanidad a través de su experiencia y de su pa-
labra poética (como en Lo que arde).
galerada 38
miento de otra: ¿por qué llama a la tierra “cuna y tumba”?
¿Cómo es la nueva espiga que nace? El poeta quiere hacer lo
mismo en su creación poética: ¿cómo llama a este proceso de
alcanzar la perfección? ¿Qué efecto produce en el alma este de-
seo? ¿Qué será entonces la “espiga perfecta”?
© En los primeros versos, para referirse a la maduración de los granos
de trigo, Juan Ramón utiliza una serie de expresiones que nos re-
cuerdan primero al color dorado o amarillento del trigo, y después,
a la caída del grano desde la espiga hasta la tierra, lo cual sería pro-
piamente la maduración: “(la espiga) se pone triste, y, en un orgullo
avaro, / derrama por la tierra, descontenta, su oro”.
Los granos de trigo se califican de “oro” y de “apretado tesoro”
primero para recordarnos su color dorado o amarillento, y luego,
para darnos a entender no sólo la forma de la espiga (que es la
aglutinación de una serie de granos y de un pequeño penacho), sino
también su valor: pensemos por un momento que del trigo obtene-
mos la harina y que la harina es un producto básico para obtener
uno de los productos más indispensables de nuestra alimentación (y
de ahí la palabra tesoro): el pan.
La tierra es llamada “cuna y tumba” sencillamente porque es el
origen y el final del grano de trigo: la espiga nace de la tierra, y
cuando sus granos maduran, caen al suelo y son cubiertos por la tie-
rra para dar lugar en un futuro a nuevas espigas. Es el ciclo vital de
la madre naturaleza, donde nada se desaprovecha porque nunca
acaba de morir. En el plano simbólico de la creación poética, la sen-
sibilidad del poeta es siempre cuna y tumba de su poesía puesto que
es la materia que le inspira y también la meta hacia la que se dirige.
Igualmente, la poesía es siempre cuna y sepulcro de la imaginación
del poeta porque en sus versos afloran sus pensamientos, y en sus
versos también mueren o se resucitan estos mismos.
La nueva espiga que nace sigue siendo “bella”, pero también
“más redonda, más firme, más alta y más dorada”, es decir, más per-
fecta. En este breve verso se resume a la perfección el sentido sim-
bólico o alegórico del poema, que quiere hacernos ver que la activi-
dad poética de Juan Ramón es frenética e incansable (como el ciclo
vital de la naturaleza) y que cada nueva rectificación (cada grano de
trigo que se cae) da lugar a un verso más bello (a una espiga más
perfecta). En su afán por asimilar el proceso de la naturaleza con el
de la creación poética, esta incasable voluntad de alcanzar la perfec-
ción mediante la palabra poética se llama “Anhelo inextinguible”, y
este anhelo aparece regido por una única norma que es la de alcan-
zar la perfección absoluta: “la norma única de la espiga perfecta”.
Esa espiga perfecta es la poesía pura, absoluta, bella y armoniosa a
la que aspira nuestro poeta.
Este deseo produce en el alma del poeta una sensación de eleva-
ción y al mismo tiempo de impotencia puesto que el propio Juan
Ramón es consciente de la dificultad que plantea querer alcanzar di-
cha perfección: “una suprema forma, que eleve a lo imposible / el
alma”.
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© El anhelo de perfección es una constante en la obra poética de Juan
Ramón. Así pues, cualquier intento demostrado por el poeta en sus
versos de alcanzar la Belleza, la Verdad o la Perfección responde
siempre a este anhelo, que conviene recordar, entra dentro de un
plan de vida, de una manera de entender no sólo la poesía, sino
también la propia existencia.
Alcanzar o no la perfección en todos y cada uno de nuestros actos
es, como bien se dice, una aspiración, y como todas las aspiraciones,
es una meta que cada uno de nosotros traza en una dimensión futu-
ra e incierta. Eso significa en otras palabras que la consecución o fra-
caso de esa aspiración depende en cualquier caso de nuestra propia
voluntad, del empeño que cada uno de nosotros quiera poner en
sus actos cotidianos.
Tal vez, visto desde otra perspectiva, la aspiración a alcanzar la
perfección sea sólo una cuestión de conformismo que no todas las
personas experimentan por igual. Para algunos, alcanzar la perfec-
ción puede ser algo imprescindible en sus vidas simplemente porque
sienten un afán de superación y confían en poder hacer siempre las
cosas de un modo mejor.
Tal y como están las cosas, debido a la fuerte competitividad en
cualquier ámbito de la vida (laboral, profesional o simplemente hu-
mano), el esfuerzo sigue siendo una cualidad muy valorada en todos
los aspectos, pues es el índice o baremo que puede servir para saber
realmente quién está dispuesto a dar siempre más de sí mismo para
mejorar. Salvo algunos casos puntuales, en la sociedad actual, quien
no se esfuerce en sus acciones cotidianas difícilmente podrá conse-
guir nada.
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diferencia con la función del timonel es que la función del poeta es
guiar a las almas hacia el ideal, hacia la perfección espiritual, y la
función del timonel es velar por la seguridad del “viaje” de la vida
en un sentido material, corporal.
Otra de las características de esta composición es el juego entre
conceptos opuestos. Así, frente a un “duermen”, nos encontramos
con un “alertas”. Frente al “abajo” referido a los pasajeros que
duermen en sus camarotes con las puertas cerradas, aparece un
“Arriba” para referirse a la cubierta del barco. El timonel aparece
mirando la aguja (la brújula), es decir, algo concreto, pero el poeta
aparece con la vista perdida en algo tan vago como “lo infinito”.
Del mismo modo, el timonel es “dueño de los cuerpos con sus llaves
echadas” mientras que el poeta es guía de “los tesoros abiertos de
las almas”. Esto es, se contrapone el cuerpo y el alma, lo material y
lo espiritual.
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Eterno retorno
1 En la literatura y el arte se ha personificado a la muerte desde
antiguo. Unas veces se la representa con el aspecto macabro de
un esqueleto con guadaña, otras tiene una forma más poética,
como la luna o una hermosa dama. En el poema «La muerte»,
Juan Ramón la presenta de una forma muy original. Para empe-
zar, la muerte no es sólo la inseparable compañera del poeta, si-
no que forma parte de él mismo: por eso dice que la toca en sus
ojos. Sin embargo, y a pesar de lo que es habitual, no le tiene
miedo: ¿por qué razón? ¿Cómo es la muerte humanizada que
describe Juan Ramón? ¿Persigue la muerte acabar con la vida
del poeta? ¿Con qué expresiones se nos dice que la muerte de-
pende de la vida y no al contrario? ¿Qué le ocurrirá a la muerte
cuando el poeta muera? ¿Qué quieren decir los versos 8 y 9?
© El motivo por el que Juan Ramón no le tiene miedo a la muerte es
sencillamente porque, ya en la recta final de su vida, ha comprendi-
do que la muerte es algo inexcusable, algo que necesariamente exis-
tirá siempre que haya vida, de tal manera que no vale la pena la-
mentarse. Nuestro poeta ha aprendido a convivir con la muerte, que
le acompaña en todos y cada uno de sus quehaceres diarios simple-
mente porque la muerte está presente allí donde hay vida. Por eso
dice cosas como “¿No estás aquí conmigo, trabajando?” o “¿No go-
zas, conmigo, todo?”.
Lo curioso quizás es que además de asumir la muerte, el poeta se
permite incluso “bromear” con ella y darle la vuelta a la tortilla por
completo: si desde pequeños a nosotros nos han enseñado a temer
a la muerte, Juan Ramón pretende en sus versos que sea la muerte
quien le tema a él por una razón muy sencilla: cuando se termine su
vida, la muerte morirá con ella, de modo que es él quien de alguna
manera tiene el control de la situación.
La muerte humanizada que describe Juan Ramón, es hasta cierto
punto afable y tiene poco de macabra o violenta: es una muerte
que acompaña a todas partes al poeta, como si éste fuese su lazari-
llo, y que además es “hueca, inconsciente y pacífica”. A pesar de to-
do, la muerte sigue siendo la misma que histórica o artísticamente
ha sido siempre y, por lo tanto, pretende llevarse al poeta, pero ocu-
rre que Juan Ramón ha aprendido a convivir con ella y a compren-
derla, de modo que al final acaba invirtiendo los términos y amena-
zando a la muerte con ser él con su vida quien la mate.
Son varias las expresiones que se utilizan para dar a entender que
la muerte depende de la vida y no al contrario. Por ejemplo, la inte-
rrogación “¿No soportas, esclava, la bondad con que te obligo?”. El
poeta ofrece una imagen sumisa de la muerte, que se subyuga al
deseo o vida del poeta porque éste sabe llevar las riendas de su vi-
da, su fuerza vital, y, por lo tanto, retrasar constantemente la llega-
da de la muerte.
A continuación, aparecen otras dos interrogaciones que nos dan a
entender algo muy similar: “¿Qué verás, qué dirás, adónde irás / sin
mí? ¿No seré yo, / muerte, tu muerte, a quien tú, muerte, / debes te-
mer, mimar, amar?”. Las dos preguntas no tienen lógicamente una
respuesta, así que queda a libre elección del lector opinar lo que
crea oportuno.
Por lo que el poeta escribe, entendemos en este poema que cuan-
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do él muera, la muerte morirá con él y no a la inversa. El poeta es
quien sustenta con su vida a la muerte, y si la vida necesita obligato-
riamente a la muerte, está claro que cuando la primera acabe, la
otra también deberá hacerlo.
Los versos 8 y 9 (“¿No me estás aguantando, / muerte, de pie la vi-
da?”) pueden llevarnos a confusión y hacernos creer que el poeta
admite que su vida depende directamente de la idea final de la
muerte, como si estuviera condicionada, pero en realidad no es así.
Cuando el poeta escribe que la muerte está aguantando de pie su
vida, lo que en realidad está diciendo es que es precisamente la idea
de la muerte la que le permite seguir en pie día a día y no dar por
perdida su vida. La muerte es el sustento de la vida del poeta, y si lo
normal es que tengamos miedo y respeto hacia la muerte, Juan
Ramón no lo piensa así precisamente para tener más fuerzas y plan-
tarle cara.
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tender que no es él quien debe tratar a la muerte como si fuera él el
bebé o hijo y ella la madre, sino a la inversa: es la muerte, por todo
lo dicho en los versos anteriores, quien debe tratar al poeta como si
fuera su madre (por que es quien le ha dado la vida con su propia
vida), y por lo tanto, debe temer, mimar y amar al poeta.
La muerte que el poeta describe en los últimos versos podría califi-
carse de sumisa, débil, secundaria o temerosa.
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eterno. Algo similar ocurre en el caso de las hojas: el poeta también
desea que éstas alcancen su gloria y su reencarnación, que en este
caso se asocia con la copa del árbol. Las hojas del árbol alcanzarán
su gloria (la consecución del ciclo vital) cuando regresen a la copa
del árbol en forma de nuevas hojas verdes.
La sección de la antología en que se engloba esta composición se
titula “Eterno retorno”, y este título o marbete puede ponerse en
relación con el significado global de estos versos. Pensemos por un
momento en que todo lo que el poeta escribe sobre el ciclo vital de
las hojas del árbol es perfectamente aplicable a la vida del hombre,
de modo que en resumen la idea del “retorno” se refiere al hecho
de que la vida nunca acaba de morir definitivamente porque siem-
pre regresa a través de cualquier otra forma de vida, ya sea huma-
na, vegetal o animal.
Por otra parte, ese retorno es necesariamente eterno porque ya
hemos visto a través de este poema y de otros que el ciclo vital de la
naturaleza es imparable. Así, las nuevas hojas que nazcan en la copa
del olmo, de nuevo caerán al suelo para fundirse con la tierra y dar
lugar a una nueva materia que abone las raíces del árbol y que haga
nacer de nuevo otras hojas verdes. En el caso concreto del hombre,
su retorno será siempre eterno ya sea a través de su descendencia,
de su recuerdo, o de la obra que hizo en vida.
Bajo mi punto de vista, las ideas de Juan Ramón acerca de la natu-
raleza y su ciclo vital son totalmente acertadas. Pensemos por un
momento en que Juan Ramón era devoto de un ideal de perfección,
y pensemos que no hay nada más perfecto en la naturaleza que su
extraordinaria capacidad para atar todos los cabos y no dejar abso-
lutamente nada suelto; la naturaleza no sólo es capaz de deleitar-
nos con los más hermosos paisajes, sino que además es capaz de de-
purar, filtrar y regenerar la vida para que estas bellas estampas nun-
ca falten ante nuestros ojos.
Otros poemas en los que Juan Ramón expresa su admiración y res-
peto por los árboles son “Viento de amor” o “Árbol”.
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co de Juan Ramón. Cosas concretas que el poeta echará en falta son
el canto de los pájaros, su huerto, sus árboles, su pozo blanco, el cie-
lo azul de Moguer o las gentes de su pueblo.
Según dice uno de los versos de la composición, el espíritu del poe-
ta “errará nostálgico” por aquel “rincón florido y encalado” de su
huerto, lo cual pone en evidencia el deseo que Juan Ramón tiene de
retornar a uno de los lugares donde quizás mejor se sintió, ya sea
sólo en forma de memoria y recuerdo o en cualquier otra forma de
vida.
El modo que Juan Ramón tiene para alcanzar la inmortalidad es
sencillamente su obra, tanto la que hizo en vida, como especialmen-
te la que dejó por escrito. Vale la pena recordar sobre su obra litera-
ria el hecho de que Juan Ramón tuvo en vida una incesante preocu-
pación por organizar y pulir constantemente sus versos.
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todos, pero especialmente los versos 1-2 (“…Y yo me iré y se queda-
rán los pájaros / cantando”) y toda la estrofa final: “Y yo me iré; y
estaré solo, sin hogar, sin árbol / verde, sin pozo blanco, / sin cielo
azul y plácido… / Y se quedarán los pájaros cantando”.
Otro de los recursos básicos que emplea Juan Ramón a la hora de
escribir este poema es el polisíndeton o repetición de una conjun-
ción. En este caso, se repite la conjunción copulativa “y”, que como
sabemos sirve normalmente para poner en relación los diferentes
elementos de una enumeración. Algo similar ocurre en este poema,
donde la repetición de “y” genera una sensación de fluidez o de
tránsito de las cosas o elementos que aparecen en los versos. La idea
de fluidez, tránsito o fugacidad es básica en el planteamiento que
Juan Ramón hace sobre el tema de la vida y de la muerte. Ya había-
mos visto en poemas anteriores que nuestro poeta tenía una con-
fianza o fe ciega en el ciclo vital de la naturaleza y del hombre, y
ese ciclo está basado precisamente en esa idea de la fluidez o del
tránsito, en la idea de que todo pasa y todo queda a un mismo
tiempo.
Paralelamente, otras palabras y oraciones que se repiten a lo largo
del poema son las siguientes: la frase “y yo me iré” se repite al prin-
cipio y al final del poema con la voluntad de darle algún tipo de co-
hesión o validez temática a los versos. “Los pájaros” también apare-
cen de forma reiterada en el poema, son como una especie de pre-
sencia constante que, al desplazarse por el cielo, pueden
transmitirnos alguna sensación de gloria o de paz. También los vo-
cablos “árbol”, “pozo”, “cielo” o “huerto” se repiten tanto al prin-
cipio como al final de la composición, y ese es un recurso útil para
reiterar lo perenne de estos elementos frente a la caducidad del
hombre, del poeta y de sus seres queridos.
Todas estas repeticiones, lo mismo que el polisíndeton con “y” sir-
ven como recurso para recordar la mencionada idea de fluidez y
tránsito con que el poeta asocia el ciclo vital y de la naturaleza.
Aparte, no hay en el poema prácticamente ninguna nota trágica o
de dolor salvo la aparición del adjetivo “nostálgico”, y eso nos lleva
a pensar de nuevo en la resignación o calma con que Juan Ramón
concibe la muerte.
En cuanto a la rima del poema, en este caso es asonante. Todos los
versos riman en asonante mediante las vocales a-o.
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La actitud de Juan Ramón ante la muerte es realmente admirable
y madura, pues sólo las personas realmente experimentadas y aman-
tes de la vida pueden pensar lo que él piensa acerca de la muerte y,
sobre todo, concebirla y esperarla con esa resignación. Por otra par-
te, conviene recordar que si Juan Ramón pudo ostentar esa idea so-
bre la muerte fue sólo gracias a un largo proceso vital y creativo me-
diante el cual fue capaz de darse cuenta de la verdadera dimensión
de las cosas, de esa otra cara oculta que hay detrás de la vida y de
los objetos y que es realmente la que sirve de algo. Juan Ramón qui-
so no sólo desnudar su palabra poética, sino también desnudar la
realidad que le circundaba, y de este modo fue capaz de “desvestir”
a la vida y darse cuenta de que la muerte es una parte imprescindi-
ble e inevitable en ella.
Los budistas creen en la reencarnación de la vida después de la
muerte, y en cierto modo, Juan Ramón expresa esa misma idea en
algunos de sus poemas. Por otra parte, no podemos perder de vista
que los budistas creen igualmente en la separación del cuerpo y de
la mente. Eso significa que cuando se acaba la vida, el cuerpo o ma-
teria muere definitivamente, pero no así la mente, que es algo in-
material, etéreo y continuo. Juan Ramón en sus poemas habla de re-
gresar al mundo cuando haya muerto, pero no habla en ningún mo-
mento de adoptar ninguna forma humana, animal o vegetal. Su
deseo de eterno retorno va mucho más allá puesto que nuestro poe-
ta quiere volver en forma de conciencia, en forma de entidad o pre-
sencia continua, pura e inmaterial.
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